miércoles, 23 de diciembre de 2009

El gran pecado

Esto es lo que vemos está pasando hoy en nuestra sociedad. No sólo hay pecados como siempre, sino que se cae en la incoherencia mayúscula de llamar bien al mal y de pensar que ahora todo vale.

No es lenguaje políticamente correcto hablar hoy de pecado. Al ser uno algo mayor, nada político y menos partidista, poco amigo de progresismos, o cambios radicales, uso las palabras y conceptos de siempre. Por pecado, que no error, entiendo la ofensa libre y voluntaria a Dios, de quien transgrede conscientemente su santa Ley o Decálogo.

Nadie duda que hoy como ayer, anteayer y siempre, en todos los ámbitos de la vida humana, donde hay personas, se han dado y se darán pecados. En esto, como en el nacer y morir, todos somos idénticos ante Dios y objeto de su infinita misericordia.

A los católicos de siempre, pocas cosas nos escandalizan ya. Nos vemos débiles, limitados, pecadores y por eso mismo, comprendemos las debilidades ajenas. Ahora bien, por una recta formación recibida, llamamos a las cosas por su nombre: al pan, pan y al vino, vino. Sin confundir la bondad con el vicio...

Nada de rodeos, camuflajes ni justificaciones. Sin condenar a nadie, pero tampoco miramos para otro lado o decimos que todo vale, ante ideas o comportamientos antievangélicos o no católicos.

Y esto es lo que vemos está pasando hoy en nuestra sociedad. No sólo hay pecados como siempre, sino que se cae en la incoherencia mayúscula de llamar bien al mal y de pensar que ahora todo vale. Muchos prefieren vivir así en el engaño y quizás se cierran el camino de su conversión y salvación. Este es el gran pecado de nuestro tiempo.

Miguel Rivilla San Martín
periodismocatolico.com

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