sábado, 28 de febrero de 2009

La conversión de Claudia Koll

Uno de los frutos de su conversión al cristianismo es su implicación en la nueva academia de espectáculo Star Rose Academy, con sede en Roma, que pretender formar a jóvenes artistas profesionalmente, presentando valores profundos.


Claudia Koll, nacida en esta ciudad el 17 de mayo de 1965, tras estudiar actuación con Susan Strasberg y Geraldine Baron en el Drama Course, así como con Yves Le Baron en «Le Coq School», desempeñó su primer papel de cine como protagonista en 1992 en un filme erótico de Tinto Brass.

Actriz de teatro, cine y televisión ha destacado al lado de Antonio Banderas en la cinta para televisión «El joven Mussolini».

Ahora bien, después de una larga trayectoria en el mundo del espectáculo se dio cuenta de que algo le faltaba y cambia su vida así como su trabajo.

Inicia acciones de voluntariado y de beneficencia en varias partes de África e Italia. Su vida toma un nuevo rumbo pero no deja su carrera de actriz. Hoy explica qué significa ser actriz desde esta nueva óptica cristiana.

«Significa no tener miedo a ser uno mismo, a encontrar un modo personal de actuar, y no de acuerdo a los modelos fijos, sino hacer un viaje al interior y, cuando se es auténtico en la búsqueda de sí mismo, necesariamente se busca también a Dios», comenta.
Estudio y oración


Claudia Koll explica el giro que dio tras su conversión a la hora de escoger nuevos personajes.

«Fue un periodo en el que dejé de trabajar porque no recibía guiones interesantes, con personajes positivos que pudiera interpretar. Me llegaban, en cambio, lecturas, por ejemplo, del Cantar de los cantares, un libro de la Biblia, muy bello, maravilloso. Para interpretarlo era necesario estudiar, profundizar, porque cada palabra es densa, está llena de significado pero también era necesario rezar».

A partir de ahí «he tenido que aproximarme al texto no de manera superficial sino estudiándolo y también rezando. Y esta armonía de estudio y oración me puso en contacto con la profundidad del Espíritu Santo», confiesa.

Respecto a su trabajo como profesora en Roma de una Academia para jóvenes promesas basada en valores, reconoce que su objetivo es enseñar a la luz de su experiencia personal.
Espíritu Santo santificador


«En el pasado hice cursos de actuación clásica italiana y americana que son de algún modo una enseñanza de acuerdo al método americano de «vivir el personaje» ».

Ahora su método de enseñanza, aclara, se ve enriquecido por la visión cristiana, pues, «el Señor me liberó de tantas ataduras».

Agrega que el Espíritu Santo se ha convertido ahora en su guía incluso en la interpretación de un personaje.

Con su conversión, explica, «vi que el Señor me estaba enseñando, y me decía que me acompañaba con su Espíritu, no sólo por lo que suponía la posibilidad de ser testigo del encuentro con Él, sino también en mi trabajo, porque el Espíritu Santo está siempre con nosotros, y entonces es necesario aprender a comunicarnos con Él, a dejarnos guiar por Él. Esta es la riqueza más grande que el Señor me ha dado en mi trabajo».

iglesia.org

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viernes, 27 de febrero de 2009

Monseñor Williamson pide perdón a víctimas del Holocausto y la Iglesia

Monseñor Richard Williamson, uno de los cuatro obispos de la Fraternidad de San Pío X a quienes el Papa levantó la excomunión, ha pedido perdón este jueves a las víctimas del Holocausto y a la Iglesia por las declaraciones en las que había negado la amplitud de ese crimen contra la humanidad.


En una declaración publicada al regresar a Londres, tras haber sido expulsado por el gobierno de Argentina, el prelado explica que «el Santo Padre y mi superior, el obispo Bernard Fellay, han pedido que reconsidere las declaraciones que hice en un canal de televisión de Suecia hace cuatro meses, pues sus consecuencias han sido muy fuertes».

Según explica, «al observar estas consecuencias, puedo decir verdaderamente que lamento el haber hecho estas declaraciones, y que si hubiera sabido con antelación todo el daño y las heridas que han provocado, especialmente a la Iglesia, pero también a los supervivientes y seres queridos de las víctimas de injusticia bajo el Tercer Reich, no las hubiera hecho».

El prelado afirma que en la televisión sueca se limitó a dar «una opinión» «de una persona que no es historiador, una opinión formada hace veinte años en virtud de los datos que entonces estaban disponibles, y que desde entonces había expresado raramente en público».

Según reconoce, «los eventos de las últimas semanas y el consejo de miembros de la Fraternidad de San Pío X me han persuadido de mi responsabilidad por tanta angustia causada».

«A todas las almas que quedaron honestamente escandalizadas por lo que dije, ante Dios, les pido perdón», afirma.

Y concluye: «como dijo el Santo Padre, todo acto de injusta violencia contra un hombre hiere a todo el género humano».

Un portavoz de la Conferencia Episcopal Católica de Inglaterra y Gales aclaró este miércoles que monseñor Williamson, al igual que los otros obispos de la Fraternidad de San Pío X, no están en comunión con la Iglesia, motivo por el cual no pueden celebrar los sacramentos en la Iglesia católica.

«Su ordenación episcopal fue ilícita y no es reconocida por la Iglesia católica», afirmaba el comunicado.

El 12 de febrero pasado Benedicto XVI afirmó hablando de la Shoá que «está claro que toda negación o minimización de este terrible crimen es intolerable y al mismo tiempo inaceptable».

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La esperanza: fuente de alegría y de fortaleza

Caminemos con esperanza! Esta es la gran invitación que el Papa está haciendo a todos los cristianos que nos ha tocado la suerte de comenzar este nuevo milenio de la humanidad, este nuevo milenio de la cristiandad. Ya hemos dicho anteriormente que la condición de los cristianos es ir como peregrinos en medio del mundo hacia la patria prometida.

Caminar es el modo común de vivir del cristiano. No podemos darnos el lujo de quedarnos sentados ni cruzado de brazos. Dios nos ha dado la vocación de peregrinos, de caminantes. Y hoy menos que nunca podemos acobardarnos frente a la gran tarea de colaborar con nuestra fe y con nuestro esfuerzo en la transformación de nuestra sociedad tan maltrecha y tan golpeada, por una sociedad nueva, donde todos los hombres puedan vivir con dignidad, en un marco de justicia, de tranquilidad y de armonía, donde nadie se quede afuera, ni porque se le falte respeto sus derechos, ni porque se quede con los brazos cruzados. «Un nuevo milenio se abre ante la Iglesia - dice el Papa - como un océano inmenso en el cual hay que aventurarse, contando con la ayuda de Cristo».

Hay que adentrarse, Hay que remar mar adentro, con coraje, con fe pero sobre todo con una gran esperanza, ya que sabemos que nuestros Dios no nos va fallar porque él es fiel a su palabra y lo que dice lo hace. «El Hijo de Dios, que se encarnó hace dos mil años por amor al hombre,- sigue diciendo el Papa - realiza también hoy su obra. Hemos de aguzar la vista para verla y, sobre todo, tener un gran corazón para convertirnos nosotros mismos en sus instrumentos». ¡Si, en sus instrumentos!, poniendo nuestros brazos, nuestras piernas, nuestras inteligencias, nuestra voluntad y sobre todo nuestro corazón, con entrega generosa, sin recortes ni egoísmos, sin miedo ni desesperación.

Es muy importante no dudar, no titubear ante esta importante hora a la que Dios nos llama, con la conciencia de que asumimos una importante responsabilidad histórica: no podemos fallar, no le podemos fallar a Dios que espera de nosotros, no le podemos fallar a las futuras generaciones que no nos tienen más que a nosotros. “Cristo... ahora nos invita una vez más a ponernos en camino: « Id pues y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo » (Mt 28,19).

El mandato misionero nos introduce en el tercer milenio invitándonos a tener el mismo entusiasmo de los cristianos de los primeros tiempos» sigue exhortándonos el Vicario de Cristo. «Para ello podemos contar con la fuerza del mismo Espíritu, que fue enviado en Pentecostés y que nos empuja hoy a partir animados por la esperanza « que no defrauda » (Rm 5,5).»

Y aquí, de plano, mejor dejo al Papa hablar, ya que sus palabras se entienden por si solas: «Nuestra andadura, al principio de este nuevo siglo, debe hacerse más rápida al recorrer los senderos del mundo. Los caminos, por los que cada uno de nosotros y cada una de nuestras Iglesias camina, son muchos, pero no hay distancias entre quienes están unidos por la única comunión, la comunión que cada día se nutre de la mesa del Pan eucarístico y de la Palabra de vida. Cada domingo Cristo resucitado nos convoca de nuevo como en el Cenáculo, donde al atardecer del día « primero de la semana » (Jn 20,19) se presentó a los suyos para «exhalar» sobre de ellos el don vivificante del Espíritu e iniciarlos en la gran aventura de la evangelización. “

«Nos acompaña en este camino la Santísima Virgen, a la que hace algunos meses, junto con muchos Obispos llegados a Roma desde todas las partes del mundo, he confiado el tercer milenio. Muchas veces en estos años la he presentado e invocado como « Estrella de la nueva evangelización ». La indico aún como aurora luminosa y guía segura de nuestro camino. « Mujer, he aquí tus hijos », le repito, evocando la voz misma de Jesús (cf. Jn 19,26), y haciéndome voz, ante ella, del cariño filial de toda la Iglesia».

«¡Queridos hermanos y hermanas! El símbolo de la Puerta Santa se cierra a nuestras espaldas, pero para dejar abierta más que nunca la puerta viva que es Cristo. Después del entusiasmo jubilar ya no volvemos a un anodino día a día. Al contrario, si nuestra peregrinación ha sido auténtica debe como desentumecer nuestras piernas para el camino que nos espera.

Tenemos que imitar la intrepidez del apóstol Pablo: « Lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para alcanzar el premio al que Dios me llama desde lo alto, en Cristo Jesús » (Flp 13,14). Al mismo tiempo, hemos de imitar la contemplación de María, la cual, después de la peregrinación a la ciudad santa de Jerusalén, volvió a su casa de Nazareth meditando en su corazón el misterio del Hijo (cf. Lc 2,51) .»

«Que Jesús resucitado, el cual nos acompaña en nuestro camino, dejándose reconocer como a los discípulos de Emaús « al partir el pan » (Lc 24,30), nos encuentre vigilantes y preparados para reconocer su rostro y correr hacia nuestros hermanos, para llevarles el gran anuncio: « ¡Hemos visto al Señor! » (Jn 20,25). »

Y porque hemos visto al Señor, nos aventuramos a vivir intensamente centrados en Jesucristo, en un espíritu comunitario cada vez más auténtico, trabajando con ahínco cada día en la santidad personal, en un clima de profunda oración y con un testimonio palpable de fe y caridad, movidos por la Esperanza en el que está vivo y está entre nosotros, Jesucristo Resucitado.

iglesia.org

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jueves, 26 de febrero de 2009

La conversión del corazón

Reflexionar es una conversión que no debe ser solamente una conversión exterior, sino que debe ir sobre todo hacia la conversión del corazón. La conversión del corazón que viene a ser el núcleo de toda la Cuaresma, es vista por la Escritura, como un momento de elección por parte del hombre que debe dirigir a Alguien. La pregunta es: ¿A quién dirigimos el corazón? ¿Hacia quién me estoy dirigiendo yo? En este período en el cual la Iglesia nos invita a reflexionar más profundamente tenemos que preguntarnos: ¿Hacia dónde voy yo?


En la primera lectura Dios pone delante del pueblo de Israel el bien y el mal, diciéndole que puede elegir, decir a quién quiere servir, qué quiere hacer de su vida. Tú también vas a decidir si quieres vivir tu vida amando al Señor tu Dios, escuchando su voz, adhiriéndote a Él, o vas a tener un corazón que se resiste. Es en lo profundo de nuestra intimidad donde acabamos descubriendo hacia quién estamos orientando nuestra vida.

La Escritura nos habla por un lado de un corazón que se resiste a Dios y por otro lado de un corazón que se adhiere a Dios. Mi corazón se resiste a Dios cuando no quiero ver su gracia, cuando no quiero ver su obra en mi vida, cuando no quiero ver su camino sobre mi existencia. Mi corazón se adhiere a Dios, cuando en medio de mil inquietudes, vicisitudes, en medio de mil circunstancias yo voy siendo capaz de descubrir, de encontrar, de amar, de ponerme de delante de Él y decirle: “aquí estoy, cuenta conmigo”.

Jesús en el Evangelio nos presenta esta elección, entre resistencia del corazón y la adhesión del corazón como una adhesión por Él o contra Él: “El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue su cruz cada día y se venga conmigo.” Una conversión que no es solamente el cambiar el comportamiento; una conversión que no es simplemente el tener una doctrina diferente; una conversión que no es buscarse a sí mismo, sino seguir a Jesucristo. Esta es la auténtica conversión del corazón.

Jesús pone como polo opuesto, como manifestación de la resistencia del corazón el querer ganar todo el mundo. ¿Qué prefieres tú? ¿Cuál es la opción de tu vida, cuál es el camino por el cual tu vida se orienta, ganar todo el mundo si no te ganas a ti mismo?, pero si has perdido a base de la resistencia de tu corazón lo más importante que eres tú mismo, ¿cómo te puedes encontrar?. Solamente te vas a encontrar adhiriéndote a Dios.

Deberíamos entrar en nuestra alma y ver que estamos ganando o qué estamos perdiendo, a qué nos estamos resistiendo y a quién nos estamos adhiriendo. Este es el doble juego que tenemos que hacer y no lo podemos evitar. Nuestra alma, de una forma u otra, se va a orientar hacia adherirse a Dios, automáticamente está construyendo en su interior la resistencia a Dios. El alma que no busca ganarse a sí misma dándose a Dios, está automáticamente perdiéndose a sí misma.

Son dos caminos. A nosotros nos toca elegir: “Dichoso el hombre que confía en el Señor, éste será dichoso; en cambio los malvados serán como paja barrida por el viento. El Señor protege el camino del justo y al malo sus caminos acaban por perderlo”: ¿Qué camino llevo en este inicio de Cuaresma? ¿Es un camino de seguimiento? Me dice Nuestro Señor: ¿Eres de los que quieren estar conmigo, de los que quieren adherirse a Mí? ¿O eres de los que se resisten?

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Venid a mi.

“Volveos a Mi de todo corazón... Volveos al Señor Dios nuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en clemencia”.

iglesia.org

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miércoles, 25 de febrero de 2009

Comienza la cuaresma.Artículo personal.

Hoy es miercoles de ceniza, una señal muy clara de que la cuaresma comienza hoy.
Voy a hablar sobre la cuaresma:
¿Qué es la cuaresma?
La Cuaresma es el tiempo litúrgico en el que nos preparamos para la Pascua. Dura cuarenta días. Comienza el Miércoles de Ceniza y termina el Jueves Santo.

El tiempo de Cuaresma es tiempo de conversión, de arrepentimiento, de fuerte evangelización para llevar al Bautismo a los no Cristianos; y para la preparación evangélica de los bautizados.
Es tiempo de reconciliación con Dios y con el prójimo.
¿Qué debo hacer en la cuaresma?
Hay que cumplir con el precepto del ayuno y la absistencia, así como con el de la confesión y comunión anual.
¿EN QUÉ CONSISTE EL AYUNO?
El ayuno consiste en hacer una sola comida al día, aunque se puede comer algo menos de lo acostumbrado por la mañana y la noche. No se debe comer nada entre los alimentos principales, salvo caso de enfermedad.
La ley de ayuno obliga a que se practique desde los 18 hasta los 59 años.
¿QUÉ ES LA ABSTINENCIA?
Se llama abstinencia a privarse de comer carne (roja o blanca y sus derivados).
La ley de absistencia obliga a que se practique a partir de los 14 años.
¿Para que ayuno y absistencia?
Para recordar cuando Jesús ayuno 40 dias en el desierto siendo tentado por el diablo, aunque tambien se recuerdan otros pasajes bíblicos.

Y ya para terminar recuerdo que la cuaresma es el camino hacia la pascua.

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Novena

Del latín «novem», nueve.

La novena es una devoción de oración privada o pública de nueve días para obtener alguna gracia o intención especial.

Hay novenas dedicadas a Nuestro Señor, al Espíritu Santo, como también a la Virgen María o a los santos. La sucesión de nueve se referirse por lo general a días consecutivos (Ej.: nueve días previos a una fiesta). Pueden ser nueve días específicos de la semana o del mes (Ej.: nueve primeros viernes). Algunas novenas tienen una larga tradición asociada con la devoción a un santo o a una promesa recibida en revelación privada.


Aunque las novenas no son parte de la liturgia, muchas tienen recomendación eclesiástica. Las novenas nos ayudan en nuestra oración cuando están adecuadamente valoradas en el contexto de una sólida doctrina.

Al pedir la intercesión de un santo debemos desear imitar sus virtudes aprendiendo de su vida a ser mejores cristianos. La novena no debe reducirse a una superstición o a solo buscar un deseo personal sin abrir el corazón a Dios y someterse a su voluntad. Una novena bien hecha es un medio para intensificar la intercesión.

Mientras las octavas tienen un carácter festivo, las novenas generalmente se hacen para lograr una intención o para orar por los difuntos.

Aunque las novenas son muy antiguas, no fue hasta el siglo XVII que la Iglesia formalmente concedió la primera indulgencia a una novena en honor a San Francisco Javier, otorgada por el Papa Alejandro VII.
ORIGENES


La costumbre de orar la novena no está en la Biblia, pero Jesucristo sí nos enseñó a orar con insistencia y pidió a los Apóstoles que se prepararan en oración para la venida del Espíritu Santo. De aquí se inspira la novena de Pentecostés.

Los judíos no tenían celebraciones religiosas de nueve días ni novenarios de difuntos. Para ellos, el número siete era el mas sagrado. Pero la novena hora en la Sinagoga era una de las horas especiales de oración, como lo ha sido la hora nona en la Iglesia desde el principio. Es una de las horas de oración en la Liturgia de las Horas. (Cf. Acts, iii, 1; x, 30; Tertullian, "De jejuniis", c. x, P.L., II, 966; cf. "De oratione", c. xxv, I, 1133).

Los romanos y griegos tenían novenas. Una de ellas, descrita en Livy (I, xxxi). se trata de una fiesta pagana para apaciguar a los dioses. También hacían nueve días de duelo por los difuntos. Aunque los primeros cristianos siguieron la costumbre en cuanto al número de días, el contenido era completamente nuevo pues se trataba de oraciones Cristianas.
PADRES DE LA IGLESIA


San Agustín, escribiendo sobre las novenas (P.L., XXXIV, 596), advierte a los cristianos el peligro de imitar las costumbres paganas. El peligro no está en la novena sino en como se entiende esa oración. El reto cristiano es purificar la cultura, fundamentando todas las costumbres en Cristo.

Según algunos Padres de la Iglesia y los monjes de la Edad Media, el nueve denota imperfección y se refiere a los hombres. El diez es el mas alto y perfecto y por eso se refiere a Dios.

La novena simboliza la imperfección humana que busca a Dios. (cf. Jerónimo, loc. cit.; Athenagoras, «Legat. pro Christian. », P.G., VI, 902; Pseudo-Ambrosius, P.L., XVII, 10 sq., 633; Rabanus Maurus, P.L., CIX, 948 sq., CXI, 491; Angelomus Monach., In Lib. Reg. IV, P.L., CXV, 346; Philo el Judio, «Lucubrationes», Basle, 1554, p. 283).

Según San Jerónimo, el Padre de la Iglesia que tradujo la Biblia al Latín, «El número nueve en la Santa Biblia indica sufrimiento y dolor» (Ezech., vii, 24; -- P.L., XXV, 238, cf. XXV, 1473). Ejemplo: II Reyes 25:3 «El mes cuarto, el nueve del mes, cuando arreció el hambre en la ciudad y no había pan para la gente del pueblo».
EDAD MEDIA


Se decía que Cristo murió en la novena hora.(cf. Schmitz, «Die Bussbucher und die Bussdisciplin», II, 1898, 539, 570, 673) y que por la Santa Misa, en el noveno día, el difunto sería elevado a los nueve coros de ángeles en el cielo. (cf. Beleth, loc. cit.; Durandus, loc. cit.).

España y Francia introdujeron la «novena de preparación» para la Navidad, para recordar los nueve meses de embarazo de la Virgen. En España el Concilio de Toledo en el año 656 transfirió la fiesta de la Anunciación al 18 de Diciembre (dentro de la novena). Por eso la novena tomó un sentido de anticipación y preparación a una fiesta. Los mejores modelos de preparación son Jesús y María, preparándose para el nacimiento. Nosotros nos preparamos en este mundo para la vida eterna.

De la novena de preparación, surgió la costumbre (Francia y Bélgica) de hacer novenas a la Virgen y a los santos por diversas intenciones.
EFICACIA DE LAS NOVENAS


Las novenas requieren humildad, confianza y perseverancia, tres importantes cualidades de la oración eficaz. Innumerables santos rezaban novenas con gran devoción y a través de los siglos muchos milagros se han logrado con la oración de novenas.

Un ejemplo del origen milagroso de algunas es la novena en honor a San Francisco Javier de que hablamos al principio. Es conocida como la «novena de gracia». Comenzó en 1633 cuando el Padre Mastrilli, S.J., estaba mortalmente herido por causa de un accidente. San Francisco Javier, a quien tenia gran devoción, se le apareció y le exhortó a dedicarse a las misiones de las Indias. El Padre Mastrilli hizo un voto ante su provincial de que iría a las Indias si Dios le salvaba la vida. En otra aparición (3 de enero, 1634) San Francisco Javier le pidió que renovase la promesa, le anticipó su martirio y le restauró la salud tan plenamente que esa misma noche el padre pudo escribir los hechos y a la mañana siguiente celebró la Misa en el altar del santo y volvió a su vida comunitaria. Pronto se fue a las misiones del Japón donde fue martirizado el 17 de octubre, de 1637. El milagro se propagó por toda Italia e inspiró confianza en la intercesión de San Francisco Javier. Los fieles pedían su ayuda en la novena llamada «novena de gracia».

Jesucristo mismo, en la revelación a Santa Margarita Alacoque recomendó la celebración de nueve primeros viernes de mes consecutivos (cf. Vermeesch, «Pratique et doctrine de la dévotion au Sacré Coeur de Jésus», Tournai, 1906, 555 sqq.).

Promesa de Jesucristo a Santa Margarita María Alacoque


Yo les prometo, en el exceso de la infinita
misericordia de mi Corazón, que Mi amor
todopoderoso le concederá a todos aquellos que
comulguen nueve primeros viernes de mes
seguidos, la gracia de la penitencia final; no
morirán, en Mi desgracia ni sin recibir los
sacramentos; Mi divino Corazón será su refugio
seguro en este último momento.

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martes, 24 de febrero de 2009

La infalibilidad de la oración.Santo Tomás.

Santo Tomás:

La oración para que sea infalible requiere cuatro condiciones.

PRIMERA: Para sí mismo.
La razón es porque la concesión de una gracia divina exige siempre un sujeto dispuesto, y el prójimo puede no estarlo. No queremos decir que la oración por los demás sea ineficaz. Por el contrario, de hecho se obtiene muchísimas veces lo que pide por otros. Pero no podemos tener
seguridad infalible de ello por no constarnos con certeza las disposiciones de nuestro prójimo.


SEGUNDA: Pide que la gracia sea necesaria para tu salvación.
En este sentido, podemos pedir o implorar una gracia con encarecimiento y ahínco por vía de oración, por ejemplo, las gracias actuales eficaces para no caer en pecado grave.

TERCERO: Ora piadosamente.
Humildad: Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da la gracia.
Firme confianza: Pero pida con fe, sin vacilar en nada, el Señor solía exigir esta confianza firme antes de conceder una gracia o hacer un milagro. En nombre de Cristo: "Cuanto pidiereis al Padre os lo dará en mi
nombre".
Atención: la distracción voluntaria es una irreverencia que se compagina mal con la petición de una limosna.

CUARTO: Con perseverancia.
El Señor inculcó repetidamente en el Evangelio la necesidad de perseverar en la oración hasta obtener lo que pedimos.

Estas son las condiciones para la eficacia infalible de la oración. De hecho, en la práctica obtenemos muchísimas cosas de Dios sin reunir todas estas condiciones por un efecto sobreabundante de la misericordia divina. Pero, reuniendo esas condiciones, obtendríamos infaliblemente - por la promesa divina - incluso aquellas gracias que nadie absolutamente puede merecer.

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Benedicto XVI: la verdadera libertad es contraria al yo absoluto

La verdadera libertad no puede proceder de la absolutización del yo, porque eso es contrario a la verdad sobre el hombre. Así lo explicó Benedicto XVI a seminaristas de Roma al visitar el pasado viernes por la tarde el Seminario Romano Mayor.

El Papa quiso hacer con los futuros sacerdotes romanos una "lectio divina" sobre un pasaje de la carta de san Pablo a los Gálatas, en la que explica el concepto cristiano de libertad, muy alejado del derivado de la Ilustración y el pensamiento moderno.


"La libertad en todas las épocas ha sido el gran sueño de la humanidad, desde los comienzos, pero particularmente en la época moderna", explicó Benedicto XVI a los seminaristas.

San Pablo opone la libertad a la carne, y explica que la verdadera libertad consiste en "ponerse al servicio unos de otros".

"Para Pablo -aclara el Papa- la carne es expresión de la absolutización del yo, del yo que quiere serlo todo y tomarlo todo para sí. El yo absoluto, que no depende de nada ni de nadie, parece poseer realmente, en definitiva, la libertad. Soy libre si no dependo de nadie, si puedo hacer todo lo que quiero".

Sin embargo, esa absolutización del yo "es degradación del hombre, no es conquista de la libertad: el libertinismo no es libertad, es más bien el fracaso de la libertad", añadió.

¿Por qué esta asbolutización del yo no es verdadera libertad? El Papa explicó que esta concepción se basa en dos mentiras: por un lado, que el hombre es autónomo, y por otro, que Dios es "un tirano" y no un Dios de amor.

Respecto a la primera mentira, el Papa explicó que "reducirse a la carne, aparentemente elevándose al rango de divinidad, introduce en la mentira. Porque en realidad no es así: el hombre no es un absoluto, de forma que pueda aislarse y comportarse sólo según su propia voluntad. Esto va contra la verdad de nuestro ser"

"Nuestra verdad es que, ante todo, somos criaturas, criaturas de Dios y vivimos en relación con el Creador. Somos seres relacionales, y sólo aceptando esta relacionalidad nuestra entramos en la verdad, de otra manera caemos en la mentira y en ella, al final, nos destruimos", afirmó.

Respecto a la segunda mentira, explicó que "en el periodo de la Ilustración, sobre todo al ateísmo, esto le parecía como una dependencia de la que era necesario liberarse. En realidad, sin embargo, sería una dependencia fatal sólo si este Dios Creador fuese un tirano, no un Ser bueno, sólo si fuese como son los tiranos humanos".

"Si en cambio este Creador nos ama y nuestra dependencia supone estar en el espacio de su amor, en este caso precisamente la dependencia es libertad", añadió. "De ahí deriva ante todo la verdad sobre nosotros mismos, que es al mismo tiempo, una llamada a la caridad".

Por ello para el cristianismo, "ver a Dios, orientarse a Dios, conocer a Dios, conocer la voluntad de Dios, insertarse en la voluntad, es decir, en el amor de Dios, es entrar cada vez más en el espacio de la verdad".

Esta misma libertad lleva a la relación con los demás, explicó. "En otras palabras, libertad humana es, por una parte, estar en la alegría y en el espacio grande del amor de Dios, pero implica también ser una sola cosa con el otro y para el otro".

"No hay libertad contra el otro. Si yo me absolutizo me convierto en enemigo del otro, ya no podemos convivir más sobre la tierra y toda la vida se convierte en crueldad, en fracaso", añadió el Papa. "Sólo aceptando al otro, aceptando también la aparente limitación que supone para mi libertad el respeto por la libertad del otro, sólo insertándome en la red de dependencias que nos hace, finalmente, una sola familia humana, yo estaré en camino hacia la liberación común".

Esta libertad basada en la verdad sobre el hombre, afirma el Papa, es "crucial" para edificar un orden social justo. "Si no hay una verdad común del hombre como aparece en la visión de Dios, queda sólo el positivismo y se tiene la impresión de algo impuesto de manera incluso violenta".

"Servirnos unos a otros se convierte en instrumento de la libertad, y aquí podemos incluir toda una filosofía de la política según la Doctrina social de la Iglesia, la cual nos ayuda a encontrar este orden común que da a cada uno su lugar en la vida común de la humanidad".

"La primera realidad que hay que respetar es, por tanto, la verdad: la libertad contra la verdad no es libertad", concluyó.

Libertad en la Iglesia

El Papa se centró después en la cuestión de la libertad en la Iglesia, que si es verdadera "conduce a la comunión".

Comparando con la situación de la comunidad de los Gálatas a la que Pablo escribe, el Papa explicó que cuando la comunidad no está "en el camino de la comunión con Cristo, sino en la ley exterior de la "carne" - emergen naturalmente también las polémicas", las cuales "nacen donde la fe degenera en intelectualismo y la humildad es sustituida por la arrogancia de ser mejor que el otro".

"Vemos bien que hoy también hay cosas parecidas donde, en lugar de insertarse en la comunión con Cristo, en el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, cada uno quiere ser superior al otro y con arrogancia intelectual quiere hacer creer que él es mejor".

Así, prosiguió el Papa, "nacen las polémicas que son destructivas, nace una caricatura de la Iglesia, que debería ser una sola alma y un solo corazón".

La solución, explicó a continuación, es "no pensar en ser superior al otro, sino encontrarnos en la humildad de Cristo, encontrarnos en la humildad de la Virgen, entrar en la obediencia de la fe. Precisamente así se abre realmente también para nosotros el gran espacio de la verdad y de la libertad en el amor".

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"Tengo fe, pero dudo, ayúdame"

Entiendo que quedan unas verdades en esta alma tan fijas de la grandeza de Dios, que, cuando no tuviera fe que le dice quién es y que está obligada a creerle por Dios, le adorara desde aquel punto por tal, como hizo Jacob cuando vio la escala (Gn 28, 12), que con ella debía de entender otros secretos que no los supo decir; que por sólo ver una escala que bajaban y subían ángeles, si no hubiera más luz interior, no entendiera tan grandes misterios.

No sé si atino en lo que digo, porque, aunque lo he oído, no sé si se me acuerda bien. Ni tampoco Moisés supo decir todo lo que vio en la zarza, sino lo que quiso Dios que dijese (Ex 3, 2); mas, si no mostrara Dios a su alma secretos con certidumbre para que viese y creyese que era Dios, no se pusiera en tantos y tan grandes trabajos; mas debía entender tan grandes cosas dentro de los espinos de aquella zarza, que le dieron ánimo para hacer lo que hizo por el pueblo de Israel.

Así que, hermanas, las cosas ocultas de Dios no hemos de buscar razones para entenderlas, sino que, como creemos que es poderoso, está claro que hemos de creer que un gusano de tan limitado poder como nosotros, que no ha de entender sus grandezas. Alabémosle mucho, porque es servido que entendamos algunas.

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domingo, 22 de febrero de 2009

Mensaje de Benedicto XVI para la cuaresma

MENSAJE DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI
PARA LA CUARESMA 2009

"Jesús, después de hacer un ayuno durante cuarenta días
y cuarenta noches, al fin sintió hambre" (Mt 4,2)

!Queridos hermanos y hermanas!

Al comenzar la Cuaresma, un tiempo que constituye un camino de preparación espiritual más intenso, la Liturgia nos vuelve a proponer tres prácticas penitenciales a las que la tradición bíblica cristiana confiere un gran valor —la oración, el ayuno y la limosna— para disponernos a celebrar mejor la Pascua y, de este modo, hacer experiencia del poder de Dios que, como escucharemos en la Vigilia pascual, “ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia,

doblega a los poderosos” (Pregón pascual). En mi acostumbrado Mensaje cuaresmal, este año deseo detenerme a reflexionar especialmente sobre el valor y el sentido del ayuno. En efecto, la Cuaresma nos recuerda los cuarenta días de ayuno que el Señor vivió en el desierto antes de emprender su misión pública. Leemos en el Evangelio: “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno durante cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre” (Mt 4,1-2). Al igual que Moisés antes de recibir las Tablas de la Ley (cfr. Ex 34, 8), o que Elías antes de encontrar al Señor en el monte Horeb (cfr. 1R 19,8), Jesús orando y ayunando se preparó a su misión, cuyo inicio fue un duro enfrentamiento con el tentador.

Podemos preguntarnos qué valor y qué sentido tiene para nosotros, los cristianos, privarnos de algo que en sí mismo sería bueno y útil para nuestro sustento. Las Sagradas Escrituras y toda la tradición cristiana enseñan que el ayuno es una gran ayuda para evitar el pecado y todo lo que induce a él. Por esto, en la historia de la salvación encontramos en más de una ocasión la invitación a ayunar. Ya en las primeras páginas de la Sagrada Escritura el Señor impone al hombre que se abstenga de consumir el fruto prohibido: “De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio” (Gn 2, 16-17). Comentando la orden divina, San Basilio observa que “el ayuno ya existía en el paraíso”, y “la primera orden en este sentido fue dada a Adán”. Por lo tanto, concluye: “El ‘no debes comer’ es, pues, la ley del ayuno y de la abstinencia” (cfr. Sermo de jejunio: PG 31, 163, 98). Puesto que el pecado y sus consecuencias nos oprimen a todos, el ayuno se nos ofrece como un medio para recuperar la amistad con el Señor. Es lo que hizo Esdras antes de su viaje de vuelta desde el exilio a la Tierra Prometida, invitando al pueblo reunido a ayunar “para humillarnos —dijo— delante de nuestro Dios” (8,21). El Todopoderoso escuchó su oración y aseguró su favor y su protección. Lo mismo hicieron los habitantes de Nínive que, sensibles al llamamiento de Jonás a que se arrepintieran, proclamaron, como testimonio de su sinceridad, un ayuno diciendo: “A ver si Dios se arrepiente y se compadece, se aplaca el ardor de su ira y no perecemos” (3,9). También en esa ocasión Dios vio sus obras y les perdonó.

En el Nuevo Testamento, Jesús indica la razón profunda del ayuno, estigmatizando la actitud de los fariseos, que observaban escrupulosamente las prescripciones que imponía la ley, pero su corazón estaba lejos de Dios. El verdadero ayuno, repite en otra ocasión el divino Maestro, consiste más bien en cumplir la voluntad del Padre celestial, que “ve en lo secreto y te recompensará” (Mt 6,18). Él mismo nos da ejemplo al responder a Satanás, al término de los 40 días pasados en el desierto, que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4). El verdadero ayuno, por consiguiente, tiene como finalidad comer el “alimento verdadero”, que es hacer la voluntad del Padre (cfr. Jn 4,34). Si, por lo tanto, Adán desobedeció la orden del Señor de “no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal”, con el ayuno el creyente desea someterse humildemente a Dios, confiando en su bondad y misericordia.

La práctica del ayuno está muy presente en la primera comunidad cristiana (cfr. Hch 13,3; 14,22; 27,21; 2Co 6,5). También los Padres de la Iglesia hablan de la fuerza del ayuno, capaz de frenar el pecado, reprimir los deseos del “viejo Adán” y abrir en el corazón del creyente el camino hacia Dios. El ayuno es, además, una práctica recurrente y recomendada por los santos de todas las épocas. Escribe San Pedro Crisólogo: “El ayuno es el alma de la oración, y la misericordia es la vida del ayuno. Por tanto, quien ora, que ayune; quien ayuna, que se compadezca; que preste oídos a quien le suplica aquel que, al suplicar, desea que se le oiga, pues Dios presta oído a quien no cierra los suyos al que le súplica” (Sermo 43: PL 52, 320, 332).

En nuestros días, parece que la práctica del ayuno ha perdido un poco su valor espiritual y ha adquirido más bien, en una cultura marcada por la búsqueda del bienestar material, el valor de una medida terapéutica para el cuidado del propio cuerpo. Está claro que ayunar es bueno para el bienestar físico, pero para los creyentes es, en primer lugar, una “terapia” para curar todo lo que les impide conformarse a la voluntad de Dios. En la Constitución apostólica Pænitemini de 1966, el Siervo de Dios Pablo VI identificaba la necesidad de colocar el ayuno en el contexto de la llamada a todo cristiano a no “vivir para sí mismo, sino para aquél que lo amó y se entregó por él y a vivir también para los hermanos” (cfr. Cap. I). La Cuaresma podría ser una buena ocasión para retomar las normas contenidas en la citada Constitución apostólica, valorizando el significado auténtico y perenne de esta antigua práctica penitencial, que puede ayudarnos a mortificar nuestro egoísmo y a abrir el corazón al amor de Dios y del prójimo, primer y sumo mandamiento de la nueva ley y compendio de todo el Evangelio (cfr. Mt 22,34-40).

La práctica fiel del ayuno contribuye, además, a dar unidad a la persona, cuerpo y alma, ayudándola a evitar el pecado y a acrecer la intimidad con el Señor. San Agustín, que conocía bien sus propias inclinaciones negativas y las definía “retorcidísima y enredadísima complicación de nudos” (Confesiones, II, 10.18), en su tratado La utilidad del ayuno, escribía: “Yo sufro, es verdad, para que Él me perdone; yo me castigo para que Él me socorra, para que yo sea agradable a sus ojos, para gustar su dulzura” (Sermo 400, 3, 3: PL 40, 708). Privarse del alimento material que nutre el cuerpo facilita una disposición interior a escuchar a Cristo y a nutrirse de su palabra de salvación. Con el ayuno y la oración Le permitimos que venga a saciar el hambre más profunda que experimentamos en lo íntimo de nuestro corazón: el hambre y la sed de Dios.

Al mismo tiempo, el ayuno nos ayuda a tomar conciencia de la situación en la que viven muchos de nuestros hermanos. En su Primera carta San Juan nos pone en guardia: “Si alguno que posee bienes del mundo, ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?” (3,17). Ayunar por voluntad propia nos ayuda a cultivar el estilo del Buen Samaritano, que se inclina y socorre al hermano que sufre (cfr. Enc. Deus caritas est, 15). Al escoger libremente privarnos de algo para ayudar a los demás, demostramos concretamente que el prójimo que pasa dificultades no nos es extraño. Precisamente para mantener viva esta actitud de acogida y atención hacia los hermanos, animo a las parroquias y demás comunidades a intensificar durante la Cuaresma la práctica del ayuno personal y comunitario, cuidando asimismo la escucha de la Palabra de Dios, la oración y la limosna. Este fue, desde el principio, el estilo de la comunidad cristiana, en la que se hacían colectas especiales (cfr. 2Co 8-9; Rm 15, 25-27), y se invitaba a los fieles a dar a los pobres lo que, gracias al ayuno, se había recogido (cfr. Didascalia Ap., V, 20,18). También hoy hay que redescubrir esta práctica y promoverla, especialmente durante el tiempo litúrgico cuaresmal.

Lo que he dicho muestra con gran claridad que el ayuno representa una práctica ascética importante, un arma espiritual para luchar contra cualquier posible apego desordenado a nosotros mismos. Privarnos por voluntad propia del placer del alimento y de otros bienes materiales, ayuda al discípulo de Cristo a controlar los apetitos de la naturaleza debilitada por el pecado original, cuyos efectos negativos afectan a toda la personalidad humana. Oportunamente, un antiguo himno litúrgico cuaresmal exhorta: “Utamur ergo parcius, / verbis, cibis et potibus, / somno, iocis et arctius / perstemus in custodia – Usemos de manera más sobria las palabras, los alimentos y bebidas, el sueño y los juegos, y permanezcamos vigilantes, con mayor atención”.

Queridos hermanos y hermanas, bien mirado el ayuno tiene como último fin ayudarnos a cada uno de nosotros, como escribía el Siervo de Dios el Papa Juan Pablo II, a hacer don total de uno mismo a Dios (cfr. Enc. Veritatis Splendor, 21). Por lo tanto, que en cada familia y comunidad cristiana se valore la Cuaresma para alejar todo lo que distrae el espíritu y para intensificar lo que alimenta el alma y la abre al amor de Dios y del prójimo. Pienso, especialmente, en un mayor empeño en la oración, en la lectio divina, en el Sacramento de la Reconciliación y en la activa participación en la Eucaristía, sobre todo en la Santa Misa dominical. Con esta disposición interior entremos en el clima penitencial de la Cuaresma. Que nos acompañe la Beata Virgen María, Causa nostræ laetitiæ, y nos sostenga en el esfuerzo por liberar nuestro corazón de la esclavitud del pecado para que se convierta cada vez más en “tabernáculo viviente de Dios”. Con este deseo, asegurando mis oraciones para que cada creyente y cada comunidad eclesial recorra un provechoso itinerario cuaresmal, os imparto de corazón a todos la Bendición Apostólica.

Vaticano, 11 de diciembre de 2008

BENEDICTUS PP. XVI


© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana

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Autoestima conquistada desde dentro

El cariño por uno mismo, el respeto por tu propia persona y la convicción de tu dignidad como hijo de Dios pueden ser los cimientos para ser mejor.

¿Por qué algunas mujeres seremos incapaces de conducir la propia vida?, ¿por qué hay mujeres que siendo capaces en el campo profesional, se sienten abandonadas en la vida sentimental o familiar?, ¿por qué a pesar de vivir una filiación divina no son capaces de tener un diálogo abierto con su pareja para expresar aquello que las hace sentirse incómodas?


Y, ¿qué decir de aquellas que aspiran a un mejor empleo pero no tienen la valentía de ir por él?, ¿Cuál es ese pilar dentro de nuestra educación para la vida que necesitamos re-descubrir o simplemente reforzar?

La autoestima


Como parte de la educación humana sobre todo en la mujer en estos tiempos de competencia, atención extrema a la juventud, la belleza y conquista de una carrera profesional muchas veces está ausente, y nos encontraremos a partir de la adolescencia con una joven mujer que se enfrentará a la vida con un puñado de inseguridades, con dudas fuertes acerca de sus propias capacidades y poco consciente de su individualidad e irrepetibilidad como un don de Dios. ¿La lleva la ignorancia de este pilar del desarrollo humano, o sea la autoestima a la necesidad de ser conducida o a limitarse ella misma?

Cuando abogo por la necesidad de autoestima, no estoy pensando, bajo ningún concepto, en un modelo de personalidad narcisista, egoísta, que busca únicamente la conquista de sus derechos o afirmación de sus propios merecimientos. Estoy queriendo decirte amiga mía que el cariño por uno mismo, el respeto por tu propia persona y la convicción de tu dignidad deben estar vertebrando todo tu mundo interior, ese reducto íntimo que toda mujer tiene, y que te hace consciente de una realidad que te corresponde cuando piensas en ti misma.

¿Qué realidad? La de ser potencialmente portadora de la vida, transmisora de tradiciones y valores, corazón de la sociedad, lluvia incansable de generosidad para configurar una nueva cultura de amor y servicio en el mundo.

Inteligencia, Corazón y Voluntad


Según la gran filósofa Edith Stein, es necesaria la formación de las diversas fuerzas del organismo humano de tal modo que cuerpo y alma vivan en armonía y no se produzca un desarrollo unilateral en contra de la otra parte. No se deben olvidar las más altas potencias y dones: razón, corazón y voluntad tienen que ser consideradas de tal modo que la razón sea la luz que indique el camino a las otras, afirma. La propia individualidad es descubierta a través de la luz de mi propia inteligencia (esta soy yo y no otra; mi nombre es mío, mi historia es única e irrepetible como lo soy yo, y mi paso por el mundo tiene un sentido único para mí misma); mi inteligencia en primer lugar deberá estar orientada a Dios para desde Él poder aceptarme y amarme como tal a nivel físico, psicológico y espiritual (Dios y su amor hacia mí será la raíz y final de mi autoestima, por lo tanto será un amor humilde y recto) y con mi voluntad fortalecida por el Espíritu Divino, aprenderé a tener una relación sana conmigo misma y me sentiré capaz de realizar todas aquellas cosas a las cuales como mujer, ama de casa o profesional aspiro.

La autoestima vista así, forma parte de nuestra educación humana siempre partiendo desde el principio de ser Hija de Dios. Nuestra seguridad viene de Él y nuestro valor (dignidad) descansa en Él.

En estos tiempos en que la mujer de finales de siglo ha sido destacada de una forma que para nada le ayuda a descubrir su esencia y acudir al llamado divino de humanizar la sociedad se hace necesario la educación en la necesidad que tiene el hombre humanamente de ser educado en el soporte de este principio de la autoestima.

Sin embargo, notamos contradicción entre el desarrollo de nuestra autoestima humana y la urgencia que se nos hace desde la Iglesia a ser más entregadas, más sacrificadas, más serviciales, más olvidadas de nosotras mismas y nuestras necesidades. ¿Cómo se logra hacer compatibles auto-estima y el olvido de sí misma?

1- Ten una vida interior rica: a mayor diálogo y conocimiento de Jesús vas descubriendo tus propios defectos y temores y adquieres mayor capacidad para no pensar demasiado en las ocasiones en que tu autoestima se pueda ver afectada; si la situación por la que pasas es tan fuerte que daña tu dimensión emocional tendrás la seguridad que la misma será renovada muy pronto porque El Buen Pastor cura y sana todas nuestras heridas.

2- Ante la pérdida de un empleo, el rompimiento de una relación amorosa, el fracaso en el deporte, etc. Factores que pueden afectar el nivel de nuestra autoestima humana, dirige tu Mirada al cielo y ofrece tu dolor, tu fracaso o tristeza para acompañar a Jesús en la cruz. Esto te alejará de estar centrada en tu dimensión emocional pues saldrás de ti misma y estarás actuando desde tu dimensión espiritual. La confianza en ti misma volverá a su punto de equilibrio.

3- Aprende a tener una relación de amistad profunda con María de Nazareth. Ella te enseñara a ser la mujer que debes ser, a estar olvidada de tus derechos y más enfocada en las necesidades de los demás. Esto requerirá la certeza profunda de que estamos aquí para servir y enseñar lo que es el amor. Con esta certeza no abra conflictos de autoestima.

Puedo concluir diciéndote que es importante fortalecer nuestra autoestima o interiorizarla en nuestros hijos desde que son muy pequeños ya que debido a la alta cantidad de modelos falsos que tenemos muchas veces nos vemos confundidas y ponemos nuestro valor como personas simplemente en cosas y no en la vivencia de sentirse poseedora del más grande de todos los privilegios. Somos Hijas de Dios y es el conocimiento de este hecho el que nos debe motivar y guiar a conocer lo que somos, aceptar las capacidades y dones que tenemos para dar a los demás y ser depósitos de una alegría sobrenatural que no puede venir dada por posesiones materiales, belleza o éxitos profesionales. Una alegría que viene únicamente de vivirse y amarse como una mujer original, e irrepetible cuya alma está hecha para la eternidad y que conoce que los conflictos, sufrimientos y pesares forman parte de ese viaje único e irrepetible que le permitirá llegar a ella.

iglesia.org

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miércoles, 18 de febrero de 2009

15 Minutos con Jesús Sacramentado

«No es preciso hijo mío, saber mucho para agradarme mucho; basta que me ames mucho. Háblame pues aquí, sencillamente, como hablarías al más íntimo de tus amigos, como hablarías a tu madre o a tu hermano.

¿Necesitas hacerme a favor de alguien alguna súplica cualquiera? Dime su nombre, bien sea de tus padres, el de tus hermanos y amigos. Dime enseguida qué quisieras hiciese yo actualmente por ellos. Pide mucho, mucho. No vaciles en pedir.

Me gustan los corazones generosos, que llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos para atender las necesidades de los demás. Háblame con sencillez de las personas a quienes quisieras ayudar; de los enfermos a quienes ves sufrir; de los descarriados que tú anhelas regresen al buen camino; de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado. Dime por todos una palabra siquiera; pero palabra de amigo , palabra ardiente y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón y ¿no ha de salir del corazón el ruego que me diriges por aquellos que tu corazón especialmente ama?

¿Y para ti, no necesitas ninguna gracia? Hazme, si quieres, como una lista de tus necesidades y ven, léela en mi presencia. . Dime francamente que sientes orgullo, amor a la sensualidad y al placer, que eres tal vez egoísta, inconstante, negligente... y pídeme luego que venga en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos que haces para liberarte de tus faltas. ¡No te avergüences, hijo mío! ¡hay en el cielo tantos y tantos justos, tantos y tantos santos que tuvieron esos mismos defectos! Pero rezaron con humildad..., y poco a poco se vieron libres de ellos. No vaciles en pedirme bienes espirituales y materiales, salud, memoria, éxito en tus trabajos, proyectos o estudios... Todo eso puedo darte, y deseo me lo pidas, siempre que no obstaculicen, sino más bien ayuden a tu santificación. Precisamente hoy, ¿qué necesitas? ¿Qué puedo hacer por ti? ¡Si supieras cuánto deseo poder ayudarte!

¿Tienes ahora algún proyecto? Cuéntamelo todo. ¿Qué te preocupa?, ¿qué piensas?, ¿qué deseas?, ¿qué puedo hacer por tus padres, tus hermanos, tus hijos, tus compañeros, tus amigos? ¿Qué desearías hacer por ellos? Y por mí, ¿No sientes deseo de mi gloria? ¿Quieres que haga algo por quienes amas mucho pero que quizá viven lejos de mí? Dime qué cosa en particular llama tu atención hoy, qué deseas más ardientemente y con qué medios cuentas para obtenerlo. Dime si no se te logran tus planes y te diré las causas de tus dificultades. ¿Deseas apoyarte en mí? Hijo mío, yo soy el Señor de los corazones, y los muevo adonde deseo sin violentar su libertad.

¿Sientes acaso tristeza o mal humor? Cuéntame tus tristezas detalladamente. ¿Quién te ha herido? ¿Quién lastimó tu orgullo? ¿Quién te ha maltratado? Acércate a mi corazón y encontrarás el bálsamo para esas heridas del tuyo. Cuéntamelo todo y acabaras por decirme que, a semejanza de mí, todo lo perdonas, todo lo olvidas y en pago,... recibirás mi bendición consoladora.

¿Tienes miedo tal vez? ¿Sientes en tu alma conmociones vagas de tristeza, que por injustificadas no dejan de ser desgarradoras? Apóyate en mi providencia. Yo estoy contigo, a tu lado. Veo todo, escucho todo. No te abandonaré en ningún momento.

¿Sientes el olvido por parte de personas que antes te quisieron bien y ahora se alejan de ti sin razón? Reza por ellos, y yo te los devolveré, si no han de ser obstáculo para tu salvación.

¿Y no tienes alguna alegría que comunicarme? ¿Quieres hacerme partícipe de ella como buen amigo tuyo? Cuéntame lo que desde ayer, desde la última visita que me hiciste, ha consolado y hecho como sonreír tu corazón. Quizás has tenido agradables sorpresas; quizás has tenido agradables sorpresas; quizás has visto disipadas graves dudas, has recibido buenas noticias, una carta, un detalle de cariño, has vencido una dificultad, o salido de una situación angustiosa. Todo esto es obra mía. Yo te lo he concedido. ¿Por qué no has de manifestarme tu gratitud y decirme sencillamente como un hijo a su padre: "Gracias, Padre Mío"? El agradecimiento trae consigo nuevos beneficios, porque al bienhechor le agrada verse correspondido.

¿Tienes alguna promesa que hacerme? Leo, ya lo sabes, el fondo de tu corazón: a los hombres se engaña fácilmente ; a Dios, no. Háblame pues, con toda sinceridad.

¿Tienes firme resolución de no exponerte más a aquella ocasión de pecado? ¿De privarte de aquel objeto que te dañó? ¿De no leer más aquel libro que excitó tu imaginación? ¿De evitar aquella persona que quitó paz a tu alma? ¿Vas a ser generoso con esa persona a quien consideras tu enemiga porque te ofendió?

Ahora hijo mío regresa a tus ocupaciones habituales, a tu familia, a tu trabajo, a tus estudios... pero no olvides estos quince minutos de conversación íntima que hemos tenido en el silencio del sagrario. Guarda en lo posible, silencio, modestia, resignación, amor a tu prójimo. Ama a mi Madre, que lo es también tuya, la Virgen Santísima, y vuelve otra vez a mí con el corazón más amoroso, más entregado; en el mío encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.

Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
Oh, Dulce Corazón de María, sé la salvación mia. Amén

iglesia.org

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lunes, 16 de febrero de 2009

Los fariseos piden una señal

Marcos 8, 11-13

En aquel tiempo se acercaron a Jesús los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole una señal del cielo, con el fin de ponerle a prueba. Jesús suspiró profundamnete y dijo: «¿Por qué esta generación pide una señal? Yo os aseguro: no se dará, a esta generación ninguna señal». Y, dejándolos, se embarcó de nuevo, y se fue a la orilla opuesta.


Reflexión

Las señales que Cristo ha venido dando a los fariseos no han hecho ninguna mella. Ellos son los que le piden al Señor señales del cielo para creerle, y que hasta en el momento de la agonía en la cruz, no se cansan de repetir que "si baja de la cruz, entonces sí le creerán"

No puede ser que el hombre sea tan ciego para no ver todas las señales que Cristo ha hecho, y todas las señales que sigue haciendo, como son el milagro de la Eucaristía, que un hombre pueda perdonar los pecados, en los sacramentos... Aún así nos lamentamos pidiéndole que haga algún milagro en nuestras vidas, para que creamos que está allí presente apoyándonos en cada momento.

Lo que más necesitamos es creer con sencillez para ver a los milagros que en cada iglesia, que cada sacerdote va haciendo sin darnos cuenta de ello. Por ello pidamos le al Señor que nos dé fe en este día para vivir más cercanos a Cristo.

catholic.net

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Mensaje del papa para la jornada mundial de la paz

1. También en este año nuevo que comienza, deseo hacer llegar a todos mis mejores deseos de paz, e invitar con este Mensaje a reflexionar sobre el tema: Combatir la pobreza, construir la paz. Mi venerado predecesor Juan Pablo II, en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1993, subrayó ya las repercusiones negativas que la situación de pobreza de poblaciones enteras acaba teniendo sobre la paz.

En efecto, la pobreza se encuentra frecuentemente entre los factores que favorecen o agravan los conflictos, incluidas la contiendas armadas. Estas últimas alimentan a su vez trágicas situaciones de penuria. «Se constata y se hace cada vez más grave en el mundo –escribió Juan Pablo II– otra seria amenaza para la paz: muchas personas, es más, poblaciones enteras viven hoy en condiciones de extrema pobreza. La desigualdad entre ricos y pobres se ha hecho más evidente, incluso en las naciones más desarrolladas económicamente. Se trata de un problema que se plantea a la conciencia de la humanidad, puesto que las condiciones en que se encuentra un gran número de personas son tales que ofenden su dignidad innata y comprometen, por consiguiente, el auténtico y armónico progreso de la comunidad mundial»[1].

2. En este cuadro, combatir la pobreza implica considerar atentamente el fenómeno complejo de la globalización. Esta consideración es importante ya desde el punto de vista metodológico, pues invita a tener en cuenta el fruto de las investigaciones realizadas por los economistas y sociólogos sobre tantos aspectos de la pobreza. Pero la referencia a la globalización debería abarcar también la dimensión espiritual y moral, instando a mirar a los pobres desde la perspectiva de que todos comparten un único proyecto divino, el de la vocación de construir una sola familia en la que todos –personas, pueblos y naciones– se comporten siguiendo los principios de fraternidad y responsabilidad.

En dicha perspectiva se ha de tener una visión amplia y articulada de la pobreza. Si ésta fuese únicamente material, las ciencias sociales, que nos ayudan a medir los fenómenos basándose sobre todo en datos de tipo cuantitativo, serían suficientes para iluminar sus principales características. Sin embargo, sabemos que hay pobrezas inmateriales, que no son consecuencia directa y automática de carencias materiales. Por ejemplo, en las sociedades ricas y desarrolladas existen fenómenos de marginación, pobreza relacional, moral y espiritual: se trata de personas desorientadas interiormente, aquejadas por formas diversas de malestar a pesar de su bienestar económico. Pienso, por una parte, en el llamado «subdesarrollo moral»[2] y, por otra, en las consecuencias negativas del «superdesarrollo»[3]. Tampoco olvido que, en las sociedades definidas como «pobres», el crecimiento económico se ve frecuentemente entorpecido por impedimentos culturales, que no permiten utilizar adecuadamente los recursos. De todos modos, es verdad que cualquier forma de pobreza no asumida libremente tiene su raíz en la falta de respeto por la dignidad trascendente de la persona humana. Cuando no se considera al hombre en su vocación integral, y no se respetan las exigencias de una verdadera «ecología humana»[4], se desencadenan también dinámicas perversas de pobreza, como se pone claramente de manifiesto en algunos aspectos en los cuales me detendré brevemente.
Pobreza e implicaciones morales


3. La pobreza se pone a menudo en relación con el crecimiento demográfico. Consiguientemente, se están llevando a cabo campañas para reducir la natalidad en el ámbito internacional, incluso con métodos que no respetan la dignidad de la mujer ni el derecho de los cónyuges a elegir responsablemente el número de hijos [5] y, lo que es más grave aún, frecuentemente ni siquiera respetan el derecho a la vida. El exterminio de millones de niños no nacidos en nombre de la lucha contra la pobreza es, en realidad, la eliminación de los seres humanos más pobres. A esto se opone el hecho de que, en 1981, aproximadamente el 40% de la población mundial estaba por debajo del umbral de la pobreza absoluta, mientras que hoy este porcentaje se ha reducido sustancialmente a la mitad y numerosas poblaciones, caracterizadas, por lo demás, por un notable incremento demográfico, han salido de la pobreza. El dato apenas mencionado muestra claramente que habría recursos para resolver el problema de la indigencia, incluso con un crecimiento de la población. Tampoco hay que olvidar que, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta hoy, la población de la tierra ha crecido en cuatro mil millones y, en buena parte, este fenómeno se produce en países que han aparecido recientemente en el escenario internacional como nuevas potencias económicas, y han obtenido un rápido desarrollo precisamente gracias al elevado número de sus habitantes. Además, entre las naciones más avanzadas, las que tienen un mayor índice de natalidad disfrutan de mejor potencial para el desarrollo. En otros términos, la población se está confirmando como una riqueza y no como un factor de pobreza.

4. Otro aspecto que preocupa son las enfermedades pandémicas, como por ejemplo, la malaria, la tuberculosis y el sida que, en la medida en que afectan a los sectores productivos de la población, tienen una gran influencia en el deterioro de las condiciones generales del país. Los intentos de frenar las consecuencias de estas enfermedades en la población no siempre logran resultados significativos. Además, los países aquejados de dichas pandemias, a la hora de contrarrestarlas, sufren los chantajes de quienes condicionan las ayudas económicas a la puesta en práctica de políticas contrarias a la vida. Es difícil combatir sobre todo el sida, causa dramática de pobreza, si no se afrontan los problemas morales con los que está relacionada la difusión del virus. Es preciso, ante todo, emprender campañas que eduquen especialmente a los jóvenes a una sexualidad plenamente concorde con la dignidad de la persona; hay iniciativas en este sentido que ya han dado resultados significativos, haciendo disminuir la propagación del virus. Además, se requiere también que se pongan a disposición de las naciones pobres las medicinas y tratamientos necesarios; esto exige fomentar decididamente la investigación médica y las innovaciones terapéuticas, y aplicar con flexibilidad, cuando sea necesario, las reglas internacionales sobre la propiedad intelectual, con el fin de garantizar a todos la necesaria atención sanitaria de base.

5. Un tercer aspecto en que se ha de poner atención en los programas de lucha contra la pobreza, y que muestra su intrínseca dimensión moral, es la pobreza de los niños. Cuando la pobreza afecta a una familia, los niños son las víctimas más vulnerables: casi la mitad de quienes viven en la pobreza absoluta son niños. Considerar la pobreza poniéndose de parte de los niños impulsa a estimar como prioritarios los objetivos que los conciernen más directamente como, por ejemplo, el cuidado de las madres, la tarea educativa, el acceso a las vacunas, a las curas médicas y al agua potable, la salvaguardia del medio ambiente y, sobre todo, el compromiso en la defensa de la familia y de la estabilidad de las relaciones en su interior. Cuando la familia se debilita, los daños recaen inevitablemente sobre los niños. Donde no se tutela la dignidad de la mujer y de la madre, los más afectados son principalmente los hijos.

6. Un cuarto aspecto que merece particular atención desde el punto de vista moral es la relación entre el desarme y el desarrollo. Es preocupante la magnitud global del gasto militar en la actualidad. Como ya he tenido ocasión de subrayar, «los ingentes recursos materiales y humanos empleados en gastos militares y en armamentos se sustraen a los proyectos de desarrollo de los pueblos, especialmente de los más pobres y necesitados de ayuda. Y esto va contra lo que afirma la misma Carta de las Naciones Unidas, que compromete a la comunidad internacional, y a los Estados en particular, a “promover el establecimiento y el mantenimiento de la paz y de la seguridad internacional con el mínimo dispendio de los recursos humanos y económicos mundiales en armamentos” (art. 26)»[6].

Este estado de cosas, en vez de facilitar, entorpece seriamente la consecución de los grandes objetivos de desarrollo de la comunidad internacional. Además, un incremento excesivo del gasto militar corre el riesgo de acelerar la carrera de armamentos, que provoca bolsas de subdesarrollo y de desesperación, transformándose así, paradójicamente, en factor de inestabilidad, tensión y conflictos. Como afirmó sabiamente mi venerado Predecesor Pablo VI, «el desarrollo es el nuevo nombre de la paz»[7]. Por tanto, los Estados están llamados a una seria reflexión sobre los motivos más profundos de los conflictos, a menudo avivados por la injusticia, y a afrontarlos con una valiente autocrítica. Si se alcanzara una mejora de las relaciones, sería posible reducir los gastos en armamentos. Los recursos ahorrados se podrían destinar a proyectos de desarrollo de las personas y de los pueblos más pobres y necesitados: los esfuerzos prodigados en este sentido son un compromiso por la paz dentro de la familia humana.

7. Un quinto aspecto de la lucha contra la pobreza material se refiere a la actual crisis alimentaria, que pone en peligro la satisfacción de las necesidades básicas.
Esta crisis se caracteriza no tanto por la insuficiencia de alimentos, sino por las dificultades para obtenerlos y por fenómenos especulativos y, por tanto, por la falta de un entramado de instituciones políticas y económicas capaces de afrontar las necesidades y emergencias. La malnutrición puede provocar también graves daños psicofísicos a la población, privando a las personas de la energía necesaria para salir, sin una ayuda especial, de su estado de pobreza. Esto contribuye a ampliar la magnitud de las desigualdades, provocando reacciones que pueden llegar a ser violentas. Todos los datos sobre el crecimiento de la pobreza relativa en los últimos decenios indican un aumento de la diferencia entre ricos y pobres. Sin duda, las causas principales de este fenómeno son, por una parte, el cambio tecnológico, cuyos beneficios se concentran en el nivel más alto de la distribución de la renta y, por otra, la evolución de los precios de los productos industriales, que aumentan mucho más rápidamente que los precios de los productos agrícolas y de las materias primas que poseen los países más pobres. Resulta así que la mayor parte de la población de los países más pobres sufre una doble marginación, beneficios más bajos y precios más altos.
Lucha contra la pobreza y solidaridad global


8. Una de las vías maestras para construir la paz es una globalización que tienda a los intereses de la gran familia humana[8]. Sin embargo, para guiar la globalización se necesita una fuerte solidaridad global[9], tanto entre países ricos y países pobres, como dentro de cada país, aunque sea rico. Es preciso un «código ético común»[10], cuyas normas no sean sólo fruto de acuerdos, sino que estén arraigadas en la ley natural inscrita por el Creador en la conciencia de todo ser humano (cf. Rm 2,14-15). Cada uno de nosotros ¿no siente acaso en lo recóndito de su conciencia la llamada a dar su propia contribución al bien común y a la paz social? La globalización abate ciertas barreras, pero esto no significa que no se puedan construir otras nuevas; acerca los pueblos, pero la proximidad en el espacio y en el tiempo no crea de suyo las condiciones para una comunión verdadera y una auténtica paz. La marginación de los pobres del planeta sólo puede encontrar instrumentos válidos de emancipación en la globalización si todo hombre se siente personalmente herido por las injusticias que hay en el mundo y por las violaciones de los derechos humanos vinculadas a ellas. La Iglesia, que es «signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano»[11], continuará ofreciendo su aportación para que se superen las injusticias e incomprensiones, y se llegue a construir un mundo más pacífico y solidario.

9. En el campo del comercio internacional y de las transacciones financieras, se están produciendo procesos que permiten integrar positivamente las economías, contribuyendo a la mejora de las condiciones generales; pero existen también procesos en sentido opuesto, que dividen y marginan a los pueblos, creando peligrosas premisas para conflictos y guerras. En los decenios sucesivos a la Segunda Guerra Mundial, el comercio internacional de bienes y servicios ha crecido con extraordinaria rapidez, con un dinamismo sin precedentes en la historia. Gran parte del comercio mundial se ha centrado en los países de antigua industrialización, a los que se han añadido de modo significativo muchos países emergentes, que han adquirido una cierta relevancia. Sin embargo, hay otros países de renta baja que siguen estando gravemente marginados respecto a los flujos comerciales. Su crecimiento se ha resentido por la rápida disminución de los precios de las materias primas registrada en las últimas décadas, que constituyen la casi totalidad de sus exportaciones. En estos países, la mayoría africanos, la dependencia de las exportaciones de las materias primas sigue siendo un fuerte factor de riesgo. Quisiera renovar un llamamiento para que todos los países tengan las mismas posibilidades de acceso al mercado mundial, evitando exclusiones y marginaciones.

10. Se puede hacer una reflexión parecida sobre las finanzas, que atañe a uno de los aspectos principales del fenómeno de la globalización, gracias al desarrollo de la electrónica y a las políticas de liberalización de los flujos de dinero entre los diversos países. La función objetivamente más importante de las finanzas, el sostener a largo plazo la posibilidad de inversiones y, por tanto, el desarrollo, se manifiesta hoy muy frágil: se resiente de los efectos negativos de un sistema de intercambios financieros –en el plano nacional y global– basado en una lógica a muy corto plazo, que busca el incremento del valor de las actividades financieras y se concentra en la gestión técnica de las diversas formas de riesgo. La reciente crisis demuestra también que la actividad financiera está guiada a veces por criterios meramente autorrefenciales, sin consideración del bien común a largo plazo. La reducción de los objetivos de los operadores financieros globales a un brevísimo plazo de tiempo reduce la capacidad de las finanzas para desempeñar su función de puente entre el presente y el futuro, con vistas a sostener la creación de nuevas oportunidades de producción y de trabajo a largo plazo. Una finanza restringida al corto o cortísimo plazo llega a ser peligrosa para todos, también para quien logra beneficiarse de ella durante las fases de euforia financiera[12].

11. De todo esto se desprende que la lucha contra la pobreza requiere una cooperación tanto en el plano económico como en el jurídico que permita a la comunidad internacional, y en particular a los países pobres, descubrir y poner en práctica soluciones coordinadas para afrontar dichos problemas, estableciendo un marco jurídico eficaz para la economía. Exige también incentivos para crear instituciones eficientes y participativas, así como ayudas para luchar contra la criminalidad y promover una cultura de la legalidad. Por otro lado, es innegable que las políticas marcadamente asistencialistas están en el origen de muchos fracasos en la ayuda a los países pobres. Parece que, actualmente, el verdadero proyecto a medio y largo plazo sea el invertir en la formación de las personas y en desarrollar de manera integrada una cultura de la iniciativa. Si bien las actividades económicas necesitan un contexto favorable para su desarrollo, esto no significa que se deba distraer la atención de los problemas del beneficio. Aunque se haya subrayado oportunamente que el aumento de la renta per capita no puede ser el fin absoluto de la acción político-económica, no se ha de olvidar, sin embargo, que ésta representa un instrumento importante para alcanzar el objetivo de la lucha contra el hambre y la pobreza absoluta. Desde este punto de vista, no hay que hacerse ilusiones pensando que una política de pura redistribución de la riqueza existente resuelva el problema de manera definitiva. En efecto, el valor de la riqueza en una economía moderna depende de manera determinante de la capacidad de crear rédito presente y futuro. Por eso, la creación de valor resulta un vínculo ineludible, que se debe tener en cuenta si se quiere luchar de modo eficaz y duradero contra la pobreza material.

12. Finalmente, situar a los pobres en el primer puesto comporta que se les dé un espacio adecuado para una correcta lógica económica por parte de los agentes del mercado internacional, una correcta lógica política por parte de los responsables institucionales y una correcta lógica participativa capaz de valorizar la sociedad civil local e internacional. Los organismos internacionales mismos reconocen hoy la valía y la ventaja de las iniciativas económicas de la sociedad civil o de las administraciones locales para promover la emancipación y la inclusión en la sociedad de las capas de población que a menudo se encuentran por debajo del umbral de la pobreza extrema y a las que, al mismo tiempo, difícilmente pueden llegar las ayudas oficiales. La historia del desarrollo económico del siglo XX enseña cómo buenas políticas de desarrollo se han confiado a la responsabilidad de los hombres y a la creación de sinergias positivas entre mercados, sociedad civil y Estados. En particular, la sociedad civil asume un papel crucial en el proceso de desarrollo, ya que el desarrollo es esencialmente un fenómeno cultural y la cultura nace y se desarrolla en el ámbito de la sociedad civil[13].

13. Como ya afirmó mi venerado Predecesor Juan Pablo II, la globalización «se presenta con una marcada nota de ambivalencia»[14] y, por tanto, ha de ser regida con prudente sabiduría. De esta sabiduría, forma parte el tener en cuenta en primer lugar las exigencias de los pobres de la tierra, superando el escándalo de la desproporción existente entre los problemas de la pobreza y las medidas que los hombres adoptan para afrontarlos. La desproporción es de orden cultural y político, así como espiritual y moral. En efecto, se limita a menudo a las causas superficiales e instrumentales de la pobreza, sin referirse a las que están en el corazón humano, como la avidez y la estrechez de miras. Los problemas del desarrollo, de las ayudas y de la cooperación internacional se afrontan a veces como meras cuestiones técnicas, que se agotan en establecer estructuras, poner a punto acuerdos sobre precios y cuotas, en asignar subvenciones anónimas, sin que las personas se involucren verdaderamente. En cambio, la lucha contra la pobreza necesita hombres y mujeres que vivan en profundidad la fraternidad y sean capaces de acompañar a las personas, familias y comunidades en el camino de un auténtico desarrollo humano.
Conclusión


14. En la Encíclica Centesimus annus, Juan Pablo II advirtió sobre la necesidad de «abandonar una mentalidad que considera a los pobres –personas y pueblos– como un fardo o como molestos e importunos, ávidos de consumir lo que los otros han producido». «Los pobres –escribe– exigen el derecho de participar y gozar de los bienes materiales y de hacer fructificar su capacidad de trabajo, creando así un mundo más justo y más próspero para todos»[15]. En el mundo global actual, aparece con mayor claridad que solamente se construye la paz si se asegura la posibilidad de un crecimiento razonable. En efecto, las tergiversaciones de los sistemas injustos antes o después pasan factura a todos. Por tanto, únicamente la necedad puede inducir a construir una casa dorada, pero rodeada del desierto o la degradación. Por sí sola, la globalización es incapaz de construir la paz, más aún, genera en muchos casos divisiones y conflictos. La globalización pone de manifiesto más bien una necesidad: la de estar orientada hacia un objetivo de profunda solidaridad, que tienda al bien de todos y cada uno. En este sentido, hay que verla como una ocasión propicia para realizar algo importante en la lucha contra la pobreza y para poner a disposición de la justicia y la paz recursos hasta ahora impensables.

15. La Doctrina Social de la Iglesia se ha interesado siempre por los pobres. En tiempos de la Encíclica Rerum novarum, éstos eran sobre todo los obreros de la nueva sociedad industrial; en el magisterio social de Pío XI, Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II se han detectado nuevas pobrezas a medida que el horizonte de la cuestión social se ampliaba, hasta adquirir dimensiones mundiales[16]. Esta ampliación de la cuestión social hacia la globalidad hay que considerarla no sólo en el sentido de una extensión cuantitativa, sino también como una profundización cualitativa en el hombre y en las necesidades de la familia humana. Por eso la Iglesia, a la vez que sigue con atención los actuales fenómenos de la globalización y su incidencia en las pobrezas humanas, señala nuevos aspectos de la cuestión social, no sólo en extensión, sino también en profundidad, en cuanto conciernen a la identidad del hombre y su relación con Dios. Son principios de la doctrina social que tienden a clarificar las relaciones entre pobreza y globalización, y a orientar la acción hacia la construcción de la paz. Entre estos principios conviene recordar aquí, de modo particular, el «amor preferencial por los pobres»[17], a la luz del primado de la caridad, atestiguado por toda la tradición cristiana, comenzando por la de la Iglesia primitiva (cf. Hch 4,32-36; 1 Co 16,1; 2 Co 8-9; Ga 2,10).

«Que se ciña cada cual a la parte que le corresponde», escribía León XIII en 1891, añadiendo: «Por lo que respecta a la Iglesia, nunca ni bajo ningún aspecto regateará su esfuerzo»[18]. Esta convicción acompaña también hoy el quehacer de la Iglesia para con los pobres, en los cuales contempla a Cristo[19], sintiendo cómo resuena en su corazón el mandato del Príncipe de la paz a los Apóstoles: «Vos date illis manducare – dadles vosotros de comer» (Lc 9,13). Así pues, fiel a esta exhortación de su Señor, la comunidad cristiana no dejará de asegurar a toda la familia humana su apoyo a las iniciativas de una solidaridad creativa, no sólo para distribuir lo superfluo, sino cambiando «sobre todo los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad»[20]. Por consiguiente, dirijo al comienzo de un año nuevo una calurosa invitación a cada discípulo de Cristo, así como a toda persona de buena voluntad, para que ensanche su corazón hacia las necesidades de los pobres, haciendo cuanto le sea concretamente posible para salir a su encuentro. En efecto, sigue siendo incontestablemente verdadero el axioma según el cual «combatir la pobreza es construir la paz».


Vaticano, 8 de diciembre de 2008

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¿Por qué esta generación reclama un signo?

Padre Santo, Dios todopoderoso..., cuando yo elevo la débil luz de mis ojos, ¿puedo dudar de que eso es tu cielo? Cuando contemplo el curso de las estrellas, su retorno en el ciclo anual, cuando veo las Pléyades, la Osa menor y la Estrella de la mañana y considero que cada una brilla en el lugar que tú le has asignado, comprendo, oh Dios, que tú estás allí, en estos astros que yo no comprendo. Cuando veo «las soberbias olas del mar» (sl 92,4), no comprendo el origen de esta agua, ni tampoco comprendo quien es que pone en movimiento su flujo y reflujo regular y, sin embargo, creo que hay una causa –ciertamente para mí impenetrable- en estas realidades que yo ignoro, y también allí percibo tu presencia.


Si vuelvo mi espíritu hacia la tierra que, por el dinamismo de unas fuerzas escondidas, descompone todas las semillas que antes ha acogido en su seno, las hace germinar lentamente y las multiplica, después las hace crecer, no encuentro allí nada que pueda comprender con mi inteligencia; pero esta misma ignorancia me ayuda a discernirte, a ti, puesto que, si soy incapaz de comprender la naturaleza que ha sido puesta a mi servicio, sin embargo te encuentro a través de este mismo hecho de que ella está allí, para mi uso.

Si me vuelvo hacia ti, la experiencia me dice que yo no me conozco a mi mismo, y te admiro tanto más por el hecho de ser yo un desconocido para mí mismo. En efecto, aunque yo no los puedo comprender, sí tengo experiencia de los movimientos de mi espíritu que juzga sus operaciones, su vida, y esta experiencia te la debo sólo a ti, a ti que me has hecho participar de esta naturaleza sensible que me da un gran gozo, aunque su origen se encuentra más allá de lo que alcanza mi inteligencia. No me conozco a mi mismo, pero te encuentro en mí y, encontrándote, te adoro.

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sábado, 14 de febrero de 2009

El abandono en la Providencia

Todo llega a su cima en el abandono en la Providencia de Dios, donde Jesús nos habla de una actitud de superar todas las preocupaciones y los desvelos buscando a Dios en todo. Las palabras de Jesús alcanzan niveles de gran expresividad.


«Por eso os digo: No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido? Fijaos en las aves del Cielo, que no siembran, ni siegan, ni almacenan en graneros, y vuestro Padre Celestial las alimenta. ¿Es que no valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Quién de vosotros por mucho que cavile puede añadir un solo codo a su edad? Y acerca del vestir, ¿por qué preocuparos? Contemplad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan ni hilan, y yo os digo que ni Salomón en toda su gloria pudo vestirse como uno de ellos. Si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios la viste así, ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe! No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer, qué vamos a beber, con qué nos vamos a vestir? Por todas esas cosas se afanan los paganos. Bien sabe vuestro Padre Celestial que de todo eso estáis necesitados.

Buscad, pues, primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación. A cada día le basta su contrariedad» (Mt).

Los que creen verdaderamente en la paternidad de Dios deben superar la preocupación por las cosas terrestres y mundanas. Así llegan a poseer la añadidura de sentirse con paz en cualquier situación.

iglesia.org

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viernes, 13 de febrero de 2009

El signo universal de la cruz

La Cruz es un signo clave para todos los cristianos y para tantos hombres y mujeres de buena voluntad. Es más que un signo, porque encierra un mensaje universal, perenne, necesario para los corazones.

“La señal de la Cruz es de alguna forma el compendio de nuestra fe, porque nos dice cuánto nos ha amado Dios; nos dice que, en el mundo, hay un amor más fuerte que la muerte, más fuerte que nuestras debilidades y pecados” (Benedicto XVI, Lourdes, 14 de septiembre de 2008).


Por eso la Cruz se ha convertido en un símbolo imprescindible. Porque Cristo murió en una Cruz para ofrecer a todos, sin discriminaciones, su Amor, su misericordia, su perdón.

La Cruz nos dice que el amor es más fuerte que el mal, que es posible la salvación. Ese fue uno de los mensajes de las apariciones de Lourdes: la invitación de la Virgen María “a todos los hombres de buena voluntad, a todos los que sufren en su corazón o en su cuerpo, a levantar los ojos hacia la Cruz de Jesús para encontrar en ella la fuente de la vida, la fuente de la salvación” (Benedicto XVI, Lourdes, 14 de septiembre de 2008).

En medio del debate suscitado por algunos que desean quitar cualquier cruz en los lugares públicos (escuelas, tribunales, parlamentos, despachos del gobierno), los creyentes necesitamos descubrir el verdadero significado de ese signo.

Tal vez Dios permite esa fobia, ese deseo de eliminar un signo universal, para sacudir nuestra rutina y para avivar nuestro corazón al contemplar a Jesús, el Inocente, clavado en un madero. Podremos, entonces, gritar y testimoniar, con nuestra vida y con nuestra esperanza, un mensaje que es para todos, que no debemos esconder en las sacristías ni en los hogares.

Vale la pena recordar, desde el dolor que produce ver a seres humanos insensibles ante el mensaje universal de la Cruz, estas palabras del Papa Benedicto XVI en su visita a Lourdes:

“Volvamos nuestras miradas hacia Cristo. Él nos hará libres para amar como Él nos ama y para construir un mundo reconciliado. Porque, con esta Cruz, Jesús cargó el peso de todos los sufrimientos e injusticias de nuestra humanidad. Él ha cargado las humillaciones y discriminaciones, las torturas sufridas en numerosas regiones del mundo por muchos hermanos y hermanas nuestros por amor a Cristo”.

catholic.net

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jueves, 12 de febrero de 2009

Ante la presencia de Jesús ...un consolador recuerdo

Estoy aquí , Señor, vengo envuelta entre el tráfico, arrastrada en el vendaval del agitado mundo, de sus prisas, de sus noticias, que muchas veces dan escalofrío,... de música que no tiene armonía y melodía sino que ruidos estridentes y discordantes... de caras crispadas por gran impaciencia...

Las personas en medio de este mundo caótico se sienten solas y esa soledad abraza su espíritu con un abrazo de ahogo y tristeza infinita.


Así me sentía yo... y hoy vengo ante ti, mi amado Jesús, y el recuerdo, aunque lejano de un tiempo pasado, de una tarde como esta ante tu Presencia en el Sacramento de la Eucaristía, buscando lo que solo Tu podías entender, mis dolores, mis agobios... voy recordando:

La puerta de la pequeña Iglesia, de un pueblecito más pequeño aún, perdido en la serranía, dio un lastimero crujido cuando la empujé... la nave, humilde y sencilla, silenciosa y vacía...Tenía una luz que se filtraba atravesando unos ventanales en forma de arcos que le daban claridad a la semipenumbra del recinto, pero... ahí estabas Tu, al frente, ahí donde brillaba una lucecita roja que parpadeaba como si fuese la señal del latir de tu Corazón.

Despacio llegué hasta Ti...me puse de rodillas y suavemente fue brotando este pequeño verso ante aquel Sagrario, que ya nunca olvidaré...

Jesús : Ya no me importa la soledad,
ni el sufrimiento ya me acobarda...
Tu me enseñaste que es estar solo....
¡que es entregarse con toda el alma!

¿Cómo podré correr ansiosamente tras el lujo, la vida loca y vana,
si aprendí la mejor lección del mundo, en esta Iglesia, tan pequeña y olvidada?

¡Tu Rey de reyes, Tu que todo lo hiciste de la nada!
¡Encerrado en un Sagrario de madera
sin pulir, sin pintar....!
y sobre el altar, cuatro flores empolvadas!

¡Tu que Todo lo eres, te perdiste en la Nada...!.
¡Qué infinita humildad!.
Prisionero tras la puerta de madera, me parece que oigo latir tu corazón
y adivino el mirar de tus ojos en la espera ...

Han de ser tan dulces, tan sinceros....
han de ser tus ojos, Jesús mío,
la apoteosis de la luz y la belleza.

De tal modo se hirió mi corazón,
ante tanta grandeza y humildad,
que ahora vivo prisionera del recuerdo,
y ese recuerdo Divino es como un faro bendito, que alumbra mi oscuridad....


Este mi pequeño verso es mi mejor reflexión para adorarte y bendecirte, mi amado Jesús Sacramentado.

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El arte de hablar y la virtud de callar

Sí, hablar es fácil, pero CALLAR, requiere prudencia y dominio. Cristo como hombre estuvo callado, vivió en silencio e ignorado durante treinta años, para poder hablar como Dios por espacio de tres años solamente.
La Palabra de Cristo, al promulgar su obra redentora, fue amable, atrayente, pero decisiva penetrante y convincente. Llamó al pan, pan, y al vino, vino sin rodeos y con sencillez. Pero cuando calló, no se defendió contra las infamias, calumnias acusaciones, injusticias, atropellos y crímenes. Porque es inútil y contraproducente hablar a personas de antemano predispuestas.


Nos dio los siguientes ejemplos:
Hablar oportunamente, es ACIERTO
Hablar frente al enemigo, es CIVISMO
Hablar ante una injusticia, es VALENTÍA
Hablar por rectificar, es un DEBER
Hablar para defender, es COMPASIÓN
Hablar ante un dolor, es CONSOLAR
Hablar para ayudar a otros, es CARIDAD
Hablar con sinceridad, es RECTITUD
Hablar de sí mismo, es VANIDAD
Hablar restituyendo fama, es HONRADEZ
Hablar aclarando chismes, es OBLIGACIÓN
Hablar disipando falsos, es de CONCIENCIA
Hablar debiendo callar, es NECEDAD
Hablar por hablar, es TONTERÍA
Hablar de DIOS, significa MUCHO AMOR.

Cuando Cristo hablaba encendía los corazones sinceros y nobles, pero su
CALLAR sorprendió a todos, desconcertó a sus mismos enemigos.
CALLANDO enseñó a llevar la Cruz, por lo mismo:
Callar cuando acusan, es HEROÍSMO
Callar cuando insultan, es AMOR
Callar las propias penas, es SACRIFICIO
Callar de sí mismo, es HUMILDAD
Callar miserias humanas, es CARIDAD
Callar a tiempo, es PRUDENCIA
Callar en el dolor, es PENITENCIA
Callar palabras inútiles, es VIRTUD
Callar cuando hieren, es SANTIDAD
Callar para defender, es NOBLEZA
Callar defectos ajenos, es BENEVOLENCIA
Callar debiendo hablar, es COBARDÍA

Aprende primeramente a CALLAR para poder HABLAR con acierto y tino, porque si HABLAR es plata, CALLAR es oro. Así como tú callas y defiendes cubriendo los defectos ajenos con la misma medida, serás defendido por DIOS.
Callar las cualidades propias es humildad.
Callar las buenas obras del prójimo es envidia.
Callar para no herir la susceptibilidad es delicadeza.
Callar los defectos propios es prudencia.
Callar los defectos ajenos es caridad.
Callar las palabras inútiles es sabiduría.
Callar para escuchar es educación.
Callar a tiempo es discernimiento.
Callar junto al que sufre es solidaridad.
Callar cuando se ha de hablar es cobardía.
Callar ante el fuerte es sometimiento.
Callar ante el débil es magnanimidad.
Callar ante una injusticia es complicidad.
Callar cuando te humillan es andar en la verdad
Callar en los momentos de dolor es virtud
Callar ante la injuria es fortaleza.
Callar para mejor amar es santidad.

iglesia.org

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miércoles, 11 de febrero de 2009

Eluana.La muerte fisica no es nunca para el cristiano la ultima palabra.

He meditado mis rasgos y me he dado cuenta que éstos son muy diferentes a los tuyos. Por eso he levantado la mirada hacia Ti, para que motive mi fe y la lleve a la perfección (Hb 12,2). Yo soy uno de aquellos que no te han visto y, sin embargo, te aman y creen en Ti. Por eso siento ¡una tremenda alegría! (1Pe 1,8), la cual no podría expresar con palabras.

Aquí estoy Señor, dispuesto a seguirte, para ir a anunciarte a otros (Jn 1,40). Dame la fuerza necesaria para poder proclamar tu Buena Noticia a los pobres, como Tú dijiste de Ti mismo (Lc 4, 18).


Aunque no he estado contigo desde el principio, quiero hablar en tu favor. “Lo que he visto y oído” sobre Ti quiero darlo a conocer a los demás (1Jn 1,3).

Dame la oportunidad de tener tu pensamiento (1 Cor 2, 16). Dame la gracia de sentir con tus sentimientos (Rom 15,3), de actuar con los sentimientos de tu corazón, para amar como Tú amas al Padre (Jn 14,31) y así como nos amas a cada uno de nosotros, hasta el extremo (Jn 13,1).

Nadie más ha tenido mayor amor que Tú. Tú mismo dijiste: “No hay amor más grande que éste: dar la vida por sus amigos” (Jn 15, 13) y Tu diste la vida por tus amigos, muriendo en una cruz (Fil 2,8). Dame las fuerzas necesarias para entregar mi vida, en el día a día (Lc 9,23), actuando en lo posible, con tu misma disposición, tomando la condición de servidor (Fil 2,7). No haciendo las cosas para recibir alabanzas o por vanagloria, porque esto no me serviría de nada (1 Cor 13,3), sino estimando y tratando a los demás como superiores a mí (Fil 2,3-4).

Enséñame el modo de tratar a los amigos, como Tú trataste a los discípulos, yo quiero tratar a mis amigos con la delicadeza que Tú trataste a los tuyos (Jn 21,14-15), por ejemplo: preparándoles comida en el lago de Tiberíades (Jn 21,9-13) o lavándoles los pies (Jn 13,4.5). Enséñame a amar, para poder poner en práctica tu mandamiento sobre el amor (Jn 15,17), porque si yo no tengo amor, nada soy (cfr. 1 Cor 13). Yo quiero estar afianzado en el amor (Col 2,2).

En el trato con los demás quiero estar lleno de bondad y amor y deseos de servirles siempre (Mc 10,43), siguiendo tu ejemplo, que viniste para servir (Mt 20,28). Quiero ser atento y acogedor con los demás (Rom 15,7; Lc 9,10).

Permíteme un amplio conocimiento sobre la vida humana, para que mis prédicas, mis discursos y mis escritos estén al alcance de los humildes y sencillos, aquellos que Tú tanto amas. Dame esa vida abundante que Tú viniste a traer (Jn 10, 10) y dame la gracia para yo poderla compartir con los demás.

Que yo pueda ser como Tú, que vas sembrando amistad con todos (Jn 15,15), especialmente con tus amigos predilectos (Jn 13,23) o aquella familia de Betania (Lázaro, Marta y María) que Tu querías mucho (Jn 11,5) y llenando de alegría con tu presencia una fiesta familiar (Jn 2, 1-11).

Te pido, Señor Jesús, que me enseñes a mirar con cariño y ternura, como Tú miraste a Pedro cuando lo llamaste (Jn 1,42; Mt 16,18; Mc 1,17) o para levantarlo (Lc 22,61) o la mirada que le diste al joven rico, aquel que no quiso seguirte (Mc 21,10) o como levantaste los ojos para fijarte compasivamente en aquella muchedumbre que venía hacia Ti (Mc 3,34; 5,31; 10,23; 6,34; Mt 14,14; Jn 6,5). También enojado y con ira cuando miras a los insinceros (Mc 3,5) o cuando pronunciaste las maldiciones sobre los ricos, los poderosos y los satisfechos (Lc 6,24-26). Quiero aprender de Ti, siguiendo tu ejemplo, de total entrega de amor al Padre y a los seres humanos, especialmente a los pobres, sintiéndome puesto contigo, cerca de Ti y enviado por Ti (Mc 3,14).

Si, Señor, llamado por ti para estar contigo y para enviarme a predicar con poder. Quiero ser enviado para ir y producir mucho fruto que permanezca, porque “en esto ha sido glorificado mi Padre: en que den fruto y sean mis discípulos” (Jn 15, 16).

Señor, enséñame a orar, como Juan enseñó a sus discípulos (Mc 11, 1), porque estoy conciente como nos enseño nuestro fundador: “Hay que orar, orar más, orar mejor, orar siempre y no cansarse nunca de orar”.

Dame esa gracia, también a mi Congregación, la gracia de tener tu mismo pensamiento y sentimientos, para poder proceder de acuerdo a tu espíritu.

Quiero identificarme contigo, con tu Evangelio, tus bienaventuranzas (Mt 5, 2-12; Lc 6, 20-26), tu servicio a los pobres y necesitados, como lo soñó nuestro fundador, Alfonso María de Ligorio: Vivir la alegría de la pobreza. “Les recomiendo, la alegría de la pobreza –decía San Alfonso-, para que cada uno se contente con lo necesario, como limosna recibida del Creador”.

Ayúdame a tener respeto absoluto a la grandeza del pobre, como nos dijo San Alfonso: “En las misiones procuremos por todos los medios ser corteses con quienes nos acogen. Hablemos con gran respeto y sin herir a nadie, pues a todos hay que tratar con amor y mansedumbre, pero más todavía a la gente popular”.

Te estoy pidiendo mucho, no te me vayas a cansar, esta es la última petición, enséñame a dar gratuitamente aquello que gratuitamente yo he recibido (Mt 10,8).

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martes, 10 de febrero de 2009

Jesus:mi modelo.

He meditado mis rasgos y me he dado cuenta que éstos son muy diferentes a los tuyos. Por eso he levantado la mirada hacia Ti, para que motive mi fe y la lleve a la perfección (Hb 12,2). Yo soy uno de aquellos que no te han visto y, sin embargo, te aman y creen en Ti. Por eso siento ¡una tremenda alegría! (1Pe 1,8), la cual no podría expresar con palabras.
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lunes, 9 de febrero de 2009

Eluana ha muerto.Artículo peronal.

Hoy día 9 de febrero de 2009 a las 20.10 horas se ha producido el asesinato de Eluana, tras tres días sin ser alimentada ni hidratada.Díganme si eso no es un asesinato.Los médicos creían que podría vivir durante dos semanas, el tiempo ha sido mucho menos del esperado.
En los momentos de la muerte de Eluana, el senado italiano estaba debatiendo sobre un proyecto precisamente para salvar a Eluana, cuando se enteraron en el senado todos se levantaron y guardaron un minuto de silencio por la pobre Eluana.
El Santo Padre ya había dicho que aunque una persona este sufriendo no se la podía negar la vida, porque la eutanasia no es digna de los humanos.
Benedicto XVI también dijo que rezaría por ella.
Confio en que con la muerte de Eluana todos los gobiernos de cada uno de los países se conciencien de que la "muerte digna" no existe, sino que es un asesinato.

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Eutanasia.¿A favor o en contra?.Artículo personal.

Todos sabemos que la Iglesia Católica esta en contra de la eutanasia porque en realidad es un asesino.
Yo personalmente estoy en contra de la eutanasia, pero también hay que darse cuenta que realmente no sabemos si una persona que esta en estado vegetativo sufre o no, solo lo sabe esa persona y las personas que gracias a Dios han superado ese estado y actualmente tienen una vida normal como cualquier otra.
El caso que actualmente resalta es el de Eulana.La Iglesia Católica y el gobierno italiano dicen que es un asesino desconectar a Eulana.Yo pienso lo mismo, pero como ya he mencionado antes nadie sabe si esta sufriendo o no.
En conclusión desde diferentes puntos de vista las personas estamos en contra o a favor de la eutanasia.El Santo Padre ya ha dicho que la eutanasia no es digna de las personas, y tiene razón.Asique dejo que cada uno saque sus propias conclusiones.

PD:Os doy gracias a todos por las visitas diarias al blog, ya sabéis que normalmente se ponen artículos de otras webs católicas, pero no dudéis que de vez en cuando también haré artículos personales y me comunicare con vosotros.

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domingo, 8 de febrero de 2009

Estas enfermo.¿Te gustaria morirte?

Marcos 1, 29-39


Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles. Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y demoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios.

Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían. De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron en su busca; al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan.» El les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique el Evangelio, pues para eso he venido.» Y recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.


Reflexión


Yo creo que todos nos hemos encontrado en más de una ocasión con alguna persona enferma que no acepta su enfermedad o su condición de enfermo. Y me parece a mí que éstos son los casos más difíciles de tratar, precisamente porque no se quieren tratar ni dejan que los demás se preocupen por ellos. Se consideran sanos y dicen que no necesitan de nada. Y, sin embargo, el primer requisito para que alguien se cure es que reconozca su enfermedad y, consecuentemente, que quiera curarse.

Pero existen muchos tipos de enfermedades. Y las físicas no son precisamente las más graves. Mucho peores son las enfermedades emocionales, morales y espirituales. Y lo más grave del problema es que nos resulta más difícil aceptar estas segundas.

En una ocasión, mientras comía a la mesa de Mateo, junto con un grupo de publicanos y pecadores, Jesús dijo que “no eran los sanos quienes tenían necesidad de médico, sino los enfermos; y que Él no había venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. Pero lo curioso es que nosotros no queremos ser considerados como tales, ni como los primeros ni como los segundos. Pero, ¿nos damos cuenta de que la primera condición para acercarnos a Jesús es, precisamente, aceptar nuestras enfermedades y dolencias, sean éstas físicas o espirituales?

El Evangelio de este domingo nos dice que “al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron a Jesús todos los enfermos y poseídos”, y Él los curó a todos y expulsó muchos demonios. ¡Qué maravilla! ¡Qué alegría saber que Cristo puede curar todo tipo de enfermedades y expulsar a toda clase de demonios juntos! Pero, ¿de qué nos sirve saber eso si nosotros no queremos considerarnos enfermos o poseídos? Y por eso no nos acercamos a Jesús. Pues, ¡tontos de nosotros! Teniendo la salvación tan a la mano, no nos curamos de nuestras miserias por falta de humildad. Y la verdad es que aceptarse enfermo –sobre todo del alma– requiere una gran dosis de humildad y de aceptación personal, porque exige reconocer la propia debilidad, flaqueza y su necesidad de los demás. Así, pues, la primera condición para mejorar es reconocer que estamos enfermos.

Un escritor contemporáneo así describe su propia experiencia: “te cae encima una enfermedad y, de un día para otro, debes aceptar la inactividad –aunque sea breve–, y el sufrimiento –aunque sea limitado–, e incluso la posibilidad de la muerte –aunque parezca todavía lejana–. Te conviertes en un ‘objeto’ más que en un sujeto; en una ‘cosa’ administrada por los demás; en un ‘paciente’, aunque a veces tengas muy poco de paciente. Y entonces comienzas –si antes no lo has hecho nunca– a examinarte a fondo, tal vez incluso sin saberlo, desde la perspectiva de Dios”.

¿Cuáles son nuestras enfermedades personales? Si éstas son físicas, Jesús tiene el poder de curarlas definitivamente, porque Él es el Señor de la vida. Y si son espirituales, Él es el Hijo de Dios, y es capaz de expulsar cualquier tipo de demonios del alma. Y si son emocionales, Él ya ha vencido con su cruz todo dolor y sufrimiento humano, y se ha convertido en la fuente de nuestra verdadera paz. Si nuestra enfermedad se llama “depresión”, Él es el remedio seguro de nuestras tristezas y abatimientos, porque en su Getsemaní ya pagó el precio de todas nuestras angustias. Y si tenemos un demonio llamado “orgullo”, aprendamos de Él, que es manso y humilde de corazón. Y si tenemos una duda de muerte, Él ya venció todas nuestras tinieblas con su luz y su gloriosa resurrección. En una palabra, ¡Él es infinitamente poderoso, es el Dios omnipotente, y es capaz de remediar todas nuestras miserias! Lo único que hace falta es que reconozcamos nuestra enfermedad y nos acerquemos a Él con humildad y confianza.

¡Él nos curará de todas nuestras dolencias físicas o espirituales!

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