jueves, 15 de julio de 2010

Reflexiones sobre la muerte


La muerte es una realidad tan cercana y propia al mismo hombre que no puede ser ocultada a los ojos de los hombres. Aunque el hombre moderno ha rechazado y expulsado de su visión más próxima el tema de la muerte ésta es una realidad inevitable a la conciencia humana, «la especie humana –dice Voltaire− es la única que sabe que ha de morir, y lo sabe sólo por la experiencia».

La palabra «muerte» y sus sinónimos han desaparecido de nuestro vocabulario y han sido sustituidos —con mayor o menor acierto— por eufemismos que intentan quitarle hierro al asunto. Se vive, en la sociedad contemporánea, una auténtica tanatofobia (el tanatorio es un establecimiento funerario habilitado para el velatorio de difuntos, en algunos países de América latina se le conoce bajo el nombre de funeraria. En Chile y Argentina, se conocen como velatorios).

Antes, la experiencia directa de la muerte, constituía una parte de la experiencia vital completa, de la experiencia del ser humano y de su ciclo vital. Sin embargo, ahora, la muerte ha quedado excluida de la sociedad, ya no se quiere «meter al muerto en casa» y la muerte ha quedado recluida a hospitales y tanatorios.

La muerte se intenta ocultar de nuestros ojos con una estética superficial, complaciente a corto plazo. Grandes y lujosos tanatorios se construyen a las afueras de las ciudades. Se vive una represión social de la muerte, una falta de actitud consciente ante ella.

El ser humano, en el trabajo, la diversión, el alcohol, las drogas... únicamente busca —en el fondo— evadirse del sentimiento trágico y angustioso ante la muerte. Muchos apartan la idea de la muerte de su cosmovisión, la muerte parece ser uno de los grandes tabú de nuestros días, la realidad que, más que cualquier otra, se arrincona de la vida social.

En nuestros días vuelve a resurgir de sus cenizas el sofisma epicureísta sobre la inexistencia de la muerte: la muerte no es nada en relación con nosotros. Si existimos, ella aún no existe; si existe, nosotros ya no existimos. Aunque en el ámbito de la reflexión este dilema está más que superado, no es así en el ámbito de la vida cotidiana.

En la mentalidad de muchos hombres y mujeres se ha borrado y eliminado de su horizonte vital cualquier mención, reflexión o meditación sobre la experiencia de la propia muerte. Justamente este ejercicio, el de ser conscientes, el de tener experiencia de muerte nos diferencia del resto de los animales. Si algo es propio del hombre es que es mortal y lo sabe. Este hecho de olvido de esta condición mortal contrasta y convive con el profundo miedo y repulsa a la vivencia de la muerte que experimenta el corazón humano.

Con la Edad Moderna ha desaparecido el anhelo de adquirir, a lo largo de la vida, lo que los antiguos llamaban ars moriendi, es decir, la tradición de raíces cristianas de prepararse durante la vida para la muerte. El modernismo y la industrialización eliminaron del pensamiento moderno este antiguo anhelo.

Se vive evitando y esquivando la muerte y todo camino que nos conduce a ella: sufrimiento, dolor, enfermedad... Se busca arrancarle a la muerte su aguijón, olvidarla, borrarla de nuestra concepción de la vida y de nuestra sociedad. Con la idea de progreso y modernidad se introduce la convicción de un aplazamiento de la muerte y del dolor.

Desde el blog saber esperar se quiere recuperar una reflexión seria sobre la muerte, que ayude a vivir esta realidad, a pensarla, como hacían tantos santos, siempre conscientes del hecho de que la muerte no tiene la última palabra, ésta ha sido vencida para siempre por Jesucristo.

iglesia.org

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