viernes, 30 de abril de 2010

Una tarde ante el Sagrario



Afuera todo es gran agitación, ruido de tráfico y ajetreo, de velocidad, de impaciencia...ruido de vida. ..y la Vida está aquí.

Cuando las personas tienen mucho que pensar, mucho que caminar, mucho que correr... andan ahí, Señor, ahí afuera. Desde aquí se oye el clamor del mundo. Ruido de coches, motocicletas, ruido de gran tráfico y ajetreo, de velocidad, de impaciencia. Hace mucho calor. Afuera todo es gran agitación, ruido de vida...y la Vida está aquí. En esta soledad, en este silencio, en esta semipenumbra, en esta quietud...

La nave desierta... Mármol, vitrales, imágenes... nada tiene vida, todo es materia muerta, solo hay algo que tiembla, que se mueve, que parpadea... es la lámpara roja del Sagrario. Está señalando que en ese silencio, en esa quietud, en esa gran paz está Dios. Un Dios que siendo el Rey de todo lo creado, está oculto tras unas cortinillas y una pequeña puerta. Silenciosa y humilde espera. Entrega y sumisa esperanza de un Dios que es todo amor. Mansedumbre infinita, paciencia de siglos... Locura de amor de un Dios enamorado de sus criaturas. Sólo a un Dios que muere por amor se le podía haber ocurrido semejante entrega.

Ahí estás, Señor, encerrado en todos los Sagrarios del mundo, desde los de oro y piedras preciosas, en las imponentes y majestuosas catedrales hasta los más humildes y simples de madera, en las iglesias perdidas de las sierras y en las casi legendarias misiones. Ahí te quedaste, Señor, paciente y sumiso, esperando. Porque los enamorados no pueden dejar a quien aman y tu te ibas a la Casa del Padre Celestial, a tu verdadero Reino con tu Madre, con los Santos, con los Ángeles...y nosotros aquí, solos, tropezando, cayendo perdiendo el CAMINO..., teniendo cada vez más lejano, más borroso, el recuerdo de tu paso por la tierra.

Pero no, te quedaste aquí, dando todo por nada; esperando, siempre esperando en tu gran locura de amor; para que sepamos que no te fuiste, que estás aquí, para ser nuestro alimento, carne de nuestra carne, sangre de nuestra sangre; para compartir nuestra alegría, para acompañarnos en nuestra soledad y nuestras penas.

¡Supremo amor de todos los amores que no pudo dejar solo al corazón del hombre porque sabía que tarde o temprano el corazón del hombre lo buscaría, lo necesitaría, lo llamaría... Y Él, sin pérdida de tiempo le daría la respuesta de amor:

- Aquí estoy, siempre me quedé contigo...nunca me fui, siempre te estoy esperando...

Ma Esther de Ariño
catholic.net

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jueves, 29 de abril de 2010

La horrible palabra dogma‏

Los cristianos, los judíos y los mahometanos creen en el dogma: «NO hay más que un solo Dios»

Es bastante típico de nuestra época confusa, llena de fuegos fatuos irreflexivos, el hecho de que la palabra dogma se haya convertido para muchos casi casi en un improperio. Se habla de postura dogmática y con ello se quiere decir postura ergotista. Se califica a una persona de dogmática y con ello se pretende expresar que es un testarudo obstinado. Se proclama con indignación que en la época actual no queda ya lugar para dogmas. Pero el mayor reproche va dirigido a las iglesias, acusándolas de dogmatismo extremado en sus doctrinas.

El maestro que nos enseña que dos por dos son cuatro nos está enseñando un dogma, un dogma aritmético. Naturalmente soy muy libre de desconfiar de él considerándole un testarudo obstinado y ergotista. Pero si quiero llegar a algún resultado en aritmética, no tendré más remedio que aceptar su dogma globalmente. Claro que en este caso resulta fácil de comprobar. En otros terrenos es a veces más difícil.

Pero el concepto de dogma no queda agotado con la traducción de la palabra griega. Un dogma es un artículo de fe o de doctrina, que es obligatorio aceptar si se desea pertenecer al credo o doctrina correspondiente, y la aceptación del dogma o de los dogmas es lo que constituye la calidad de socio. Y no existe ninguna doctrina -tanto si es religiosa como política o científica- que no tenga dogmas: No existe, ni puede tampoco existir, pues la falta de dogmas sería la libertad sin límites, y la libertad sin límites es la anarquía, es decir, lo contrario de una doctrina. Toda doctrina establece límites. El liberal tiene que creer en los principos del liberalismo, pues de lo contrario no será liberal. El cristiano, cualquiera que sea su confesión, deberá creer en Cristo, pues de lo contrario no será cristiano.

Los cristianos, los judíos y los mahometanos creen en el dogma: «NO hay más que un solo Dios». Quien cree en quince dioses o en dos o en setecientos, no podrá ser ni cristiano, ni judío, ni mahometano. En todas las doctrinas existen cuestiones facultativas, que pueden aceptarse, pero que no es obligatorio aceptar. Los dogmas son simplemente aquellas cosas que estamos obligados a aceptar si queremos «pertenecer a ello», son el hueso duro del fruto y sin él no puede haber fruto.

La sangre es líquida, los tendones y músculos son elásticos, los tejidos son blandos, pero los huesos tiene que ser duros, si queremos caminar derechos.

Louis de Wohl
conoze.com

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miércoles, 28 de abril de 2010

San Luis María Grignon de Montfort



Fundador (1716)
Fiesta: 28 de abril

«A quien Dios quiere hacer muy santo, lo hace muy
devoto de la Virgen María».
- San Luis de Montfort

El libro de San Luis, Tratado de la verdadera devoción a la Virgen María, se ha propagado por todo el mundo con enorme provecho para sus lectores. El Papa Juan Pablo II tomó como lema una frase que repetía mucho este gran santo:

«Soy todo tuyo Oh María, y todo cuanto tengo, tuyo es».

SU VIDA


Es el fundador de los padres Montfortianos y de las Hermanas de la Sabiduría. Nació en Montfort, Francia, en 1673. Era el mayor de una familia de ocho hijos. Desde muy joven fue un gran devoto de la Santísima Virgen. A los 12 años ya la gente lo veía pasar largos ratos arrodillado ante la estatua de la Madre de Dios. Antes de ir al colegio por la mañana y al salir de clase por la tarde, iba a arrodillarse ante la imagen de Nuestra Señora y allí se quedaba como extasiado. Cuando salía del templo después de haber estado rezando a la Reina Celestial, sus ojos le brillaban con un fulgor especial.

Luis no se contentaba con rezar. Su caridad era muy práctica. Un día al ver que uno de sus compañeros asistía a clase con unos harapos muy humillantes, hizo una colecta entre sus compañeros para conseguirle un vestido y se fue donde el sastre y le dijo: «Mire, señor: los alumnos hemos reunido un dinero para comprarle un vestido de paño a nuestro compañero, pero no nos alcanza para el costo total. ¿Quiere usted completar lo que falta?». El sastre aceptó y le hizo un hermoso traje al joven pobre.

El papá de Luis María era sumamente colérico, un hombre muy violento. Los psicólogos dicen que si Montfort no hubiera sido tan extraordinariamente devoto de la Virgen María, habría sido un hombre colérico, déspota y arrogante porque era el temperamento que había heredado de su propio padre. Pero nada suaviza tanto la aspereza masculina como la bondad y la amabilidad de una mujer santa. Y esto fue lo que salvó el temperamento de Luis. Cuando su padre estallaba en arrebatos de mal humor, el joven se refugiaba en sitios solitarios y allí rezaba a la Virgen amable, a la Madre del Señor. Y esto lo hará durante toda su vida. En sus 43 años de vida, cuando sea incomprendido, perseguido, insultado con el mayor desprecio, encontrará siempre la paz orando a la Reina Celestial, confiando en su auxilio poderoso y desahogando en su corazón de Madre, las penas que invaden su corazón de hijo.

Con grandes sacrificios logró conseguir con qué ir a estudiar al más famoso seminario de Francia, el seminario de San Suplicio en París. Allí sobresalió como un seminarista totalmente mariano. Sentía enorme gozo en mantener siempre adornado de flores el altar de la Santísima Virgen.

Luis Grignon de Montfort será un gran peregrino durante su vida de sacerdote. Pero cuando él era seminarista concedían un viaje especial a un Santuario de la Virgen a los que sobresalieran en piedad y estudio. Y Luis se ganó ese premio. Se fue en peregrinación al Santuario de la Virgen en Chartres. Y al llegar allí permaneció ocho horas seguidas rezando de rodillas, sin moverse. ¿Cómo podía pasar tanto tiempo rezando así de inmóvil? Es que él no iba como algunos de nosotros a rezar como un mendigo que pide que se le atienda rapidito para poder alejarse. El iba a charlas con sus dos grandes amigos, Jesús y María. Y con ellos las horas parecen minutos.

Su primera Misa quiso celebrarla en un altar de la Virgen, y durante muchos años la Catedral de Nuestra Señora de París fue su templo preferido y su refugio.

Montfort dedicó todas sus grandes cualidades de predicador y de conductor de multitudes a predicar misiones para convertir pecadores. Grandes multitudes lo seguían de un pueblo a otro, después de cada misión, rezando y cantando. Se daba cuenta de que el canto echa fuera muchos malos humores y enciende el fervor. Decía que una misión sin canto era como un cuerpo sin alma. El mismo componía la letra de muchas canciones a Nuestro Señor y a la Virgen María y hacía cantar a las multitudes. Llegaba a los sitios más impensados y preguntaba a las gentes: «¿Aman a Nuestro Señor? ¿Y por qué no lo aman más? ¿Ofenden al buen Dios? ¿Y porqué ofenderlo si es tan santo?».

Era todo fuego para predicar. Donde Montfort llegaba, el pecado tenía que salir corriendo. Pero no era él quien conseguía las conversiones. Era la Virgen María a quien invocaba constantemente. Ella rogaba a Jesús y Jesús cambiaba los corazones. Después de unos Retiros dejó escrito: «Ha nacido en mí una confianza sin límites en Nuestro Señor y en su Madre Santísima». No tenía miedo ni a las cantinas, ni a los sitios de juego, ni a los lugares de perdición. Allí se iba resuelto a tratar de quitarse almas al diablo. Y viajaba confiado porque no iba nunca solo. Consigo llevaba el crucifijo y la imagen de la Virgen, y Jesús y María se comportaban con él como formidables defensores.

A pie y de limosna se fue hasta Roma, pidiendo a Dios la eficacia de la palabra, y la obtuvo de tal manera que al oír sus sermones se convertían hasta los más endurecidos pecadores. El Papa Clemente XI lo recibió muy amablemente y le concedió el título de «Misionero Apostólico», con permiso de predicar por todas partes.

En cada pueblo o vereda donde predicaba procuraba dejar una cruz, construida en sitio que fuera visible para los caminantes y dejaba en todos un gran amor por los sacramentos y por el rezo del Santo Rosario. Esto no se lo perdonaban los herejes jansenistas que decían que no había que recibir casi nunca los sacramentos porque no somos dignos de recibirlos. Y con esta teoría tan dañosa enfriaban mucho la fe y la devoción. Y como Luis Montfort decía todo lo contrario y se esforzaba por propagar la frecuente confesión y comunión y una gran devoción a Nuestra Señora, lo perseguían por todas partes. Pero él recordaba muy bien aquellas frases de Jesús: «El discípulo no es más que su maestro. Si a Mí me han perseguido y me han inventado tantas cosas, así os tratarán a vosotros». Y nuestro santo se alegraba porque con las persecuciones se hacía más semejante al Divino Maestro.

Antes de ir a regiones peligrosas o a sitios donde mucho se pecaba, rezaba con fervor a la Sma. Virgen, y adelante que «donde la Madre de Dios llega, no hay diablo que se resista». Las personas que habían sido víctimas de la perdición se quedaban admiradas de la manera tan franca como les hablaba este hombre de Dios. Y la Virgen María se encargaba de conseguir la eficacia para sus predicaciones.

San Luis de Montfort fundó unas Comunidades religiosas que han hecho inmenso bien en las almas. Los Padres Montfortianos (a cuya comunidad le puso por nombre «Compañía de María») y las Hermanas de la Sabiduría.
Murió San Luis el 28 de abril de 1716, a la edad de 43 años, agotado de tanto trabajar y predicar.

ORACIÓN

San Luis Grignon de Montfort, ruega a la Virgen Santísima
que nos envíe muchos apóstoles que, como tú, se dediquen
a hacer y a amar más y más a Jesús.

Sobre la tumba de San Luis de Montfort dice:

¿Qué miras, caminante? Una antorcha apagada, un hombre a quien el fuego del amor consumió, y que se hizo todo para
todos, Luis María Grignon Montfort.

¿Preguntas por su vida? No hay ninguna más íntegra, ¿Su penitencia indagas? Ninguna más austera. ¿Investigas su celo? Ninguno más ardiente. ¿Y su piedad Mariana? Ninguno a San Bernardo más cercano.

Sacerdote de Cristo, a Cristo reprodujo en su conducta, y enseñó en sus palabras. Infatigable, tan sólo en el sepulcro descansó, fue padre de los pobres, defensor de los huérfanos, y reconciliador de los pecadores.

Su gloriosa muerte fue semejante a su vida. Como vivió, murió.
Maduro para Dios, voló al cielo a los 43 años de edad.

iglesia.org

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martes, 27 de abril de 2010

¡Qué no se nos acabe la paciencia!

Hay días que todo parece hecho para sacarnos de quicio. ¡Ayúdame, Señor! tu que sabes de la espera eterna, paciente y amoroso.

Hola mi Jesús Sacramentado, es jueves y vengo a visitarte porque...¡Señor...hay días que todo parece hecho para sacarnos de quicio! Hay días que uno y mil detalles, pequeños quizá, nos ponen con los nervios de punta y sentimos que la paciencia se nos termina ante tanta contrariedad.

Hoy, Señor, es uno de esos días....Por eso estoy aquí, porque necesito esa virtud que tanto y tanto me cuesta... necesito que me ayudes, que des sosiego a mi alma, paz a mi mente que parece caballo desbocado y esa impaciencia me hace mucho daño.

¡Ayúdame, Señor! tu que sabes de la ESPERA ETERNA PACIENTE Y AMOROSO.

Al abrir los ojos ante un nuevo día lo primero que debí hacer es poner mi mente y mi corazón para darte gracias, después pedirte. Pedirte sin temor de abrumarte. Es la manera de involucrarte en nuestro diario vivir. Tu como Padre bueno nos escuchas y sabes de todas nuestras necesidades, aún mejor que nosotros, pero quieres que te lo pidamos y así hacemos un diálogo directo contigo. "Pedid y recibiréis , llamad y se os abrirá"- nos dices.

No siempre se cumplen nuestros deseos al pie de la letra pero hemos de estar seguros que alguna gracia nos llegará en lugar de aquello que pedimos con todo el corazón y no se nos dio porque los planes de Dios no siempre coinciden con los nuestros. Lo que siempre debemos de pedir con gran fe es que nos llene de paciencia para vivir el nuevo día que se abre ante nosotros.

La paciencia es una virtud que hace que soportemos los males con mucha más aceptación. Dicen que la paciencia es más útil que el valor. Nos da la cualidad de saber esperar con tranquilidad las cosas que tardan en llegar y nos hace más llevadero todo aquello que nos alcanza y nos hace sufrir: enfermedades, reveses de fortuna, momentos de dolor y prueba, impotencia ante una amarga situación, etcétera. Todo esto con paciencia será mejor llevado y dará a nuestro diario vivir la paz anhelada.

Mil cosas vendrán que pondrán a prueba nuestra dosis de paciencia. Por eso hay que tener un verdadero caudal, fuente inagotable de la que siempre podamos beber. ¡Qué no se nos acabe la paciencia! porque si ella se nos termina rápidamente ocupará su lugar en nuestra alma la desesperación, la irritación, el mal modo, el abatimiento, el enojo y tal vez la ira. La ira es uno de los pecados capitales que más nos desgarra el alma, nos convulsiona, nos enloquece hasta perder toda dignidad y compostura. Voy a ejercitar en todas las cosas mi paciencia.

En este mundo actual es una de las virtudes más difíciles de poseer y sin embargo es de las más necesitadas precisamente por la forma de vivir tan compulsiva y apremiante que tenemos.

La paciencia y la paz van siempre unidas. En mi caminar por la vida, si tu me ayudas Jesús, voy a encontrar y poseer una paciencia a prueba de todo y la paz se me dará por añadidura. Sé que no es fácil, ante ciertas circunstancias y personas tener paciencia, pero hay que pedírtela.

Señor, con todo el corazón y con esta petición veré que crece y se fortalece. Ayúdame mi Señor, en todas las pruebas que me salgan al paso.

Ma. Esther De Ariño
catholic.net

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lunes, 26 de abril de 2010

La Iglesia Católica, Única y Verdadera

¿Quién fundó tu iglesia?


¿Hace cuánto murió esta persona? ¿3 horas o 130 años? ¡Pues más de 130 años!

¿Sabía que no está momificada y que conserva todos los órganos intactos, a pesar de que los ojos, el cerebro y los intestinos se descomponen en pocos días? (para los egipcios era imposible momificar sin extraer antes dichos órganos y aún así compare una momia egipcia
con este cuerpo).

Esto no son teorías: la puede visitar cuando quiera en Francia y verla con sus propios ojos.

¿Sabía que esta persona se llama Santa Bernardita? ¿Y que ella fue elegida por la Virgen María en Lourdes para transmitir sus mensajes y abrir una fuente que curó miles de enfermedades incurables para la medicina, como por ejemplo el cáncer?

¿Sabía que los cuerpos y órganos incorruptos son milagros que sólo se producen en la Iglesia Católica?

¿Sabía que la única religion que puede mostrar milagros científicamente comprobables es la Católica?

¿Sabía que los Católicos creemos que Jesús está presente realmente, en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, bajo las apariencias de pan y vino en la Eucaristía?

¿Sabía que decenas de Hostias consagradas (Eucaristía) han sangrado todas con el grupo AB (el mismo grupo presente en el Santo Sudario y otros paños históricos con la imagen de Jesús)?

¿Sabía que no se puede decir que es una falsificación porque hace mil años ni se conocía la existencia de grupos sanguíneos y porque la sangre es fresca ya que contiene glóbulos blancos que no debieran durar más que unas horas... a pesar de mil años?

¿Sabía que muchas Hostias se han convertido en carne? ¿Qué esa carne es de corazón humano... de la MISMA PERSONA, a pesar de haber una diferencia de mil años entre el milagro de Lanciano y el de Buenos Aires?

¿Sabía que una Hostia debiera ser polvo en menos de 9 años? ¿Sabía que las Hostias consagradas con milagros Eucarísticos se conservan incluso superando los mil años?

Consulte esta pequeña muestra de milagros Eucarísticos (hay muchísimos más en todo el mundo, incluso en Corea):

http://webcatolicodejavier.org/meucaristicos.html

¿Sabía que la Iglesia Católica es la única que puede mostrar historias clínicas de curaciones milagrosas (incluso de hospitales de países islámicos o de países comunistas y ateos)? ¿Sabía que para canonizar a un Beato o Santo (y son miles) se exige un milagro documentado científica y objetivamente (incluso por profesionales de otras religiones y ateos)? Miles de milagros asombrosos se han logrado por la intercesión de los Santos...

Dios puede hacer milagros que den testimonio público sólo en favor de su Iglesia. Si lo hiciera en otras, estaría avalando el error, ya que sólo la Iglesia Católica tiene la plenitud de los medios de salvación (los medios de las otras, por ejemplo el Bautismo, son válidos sólo en la medida en que coinciden con lo prescrito por la Iglesia Católica).

¿Acaso no leyó los testimonios de Santos que nos cuentan cómo vieron el Cielo, el Purgatorio y el infierno? ¿No creería en ellos? ¿No cree en la vida después de la muerte física? ¿Piensa que nadie puede saber lo que nos espera después? ¿Creería sólo si una persona se lo contase personalmente después de muerta?

Hay miles de testimonios de personas clínicamente muertas reanimadas por la medicina. Hay casos donde aún estando inconcientes o en coma, describen luego todo lo que les pasó sin que nadie les haya contado y reconociendo a médicos y enfermeras.

Luego de haber reflexionado, no queda más que el propósito firme de confesarse y comulgar lo más frecuentemente posible.

En la Confesión nos espera Jesús Misericordioso para lavar nuestras inmundicias con el Agua purificadora y la Sangre vivificadora, que brotaron de su costado al atravesarlo la lanza en la Cruz. El sacerdote sólo presta su cuerpo a Jesús. Jesús es quien te escucha y quien
te habla de Corazón a corazón.

En la Comunión, uniremos nuestro corazón al fuego del Sagrado Corazón como cera fundida que se vuelca en cera fundida para tranformarnos en "otros Cristos" por los dones de la Gracia Santificante.

Aún si no puede hacer eso, conságrese a María, ella logra lo imposible. Diga DE CORAZÓN algo así con sus propias palabras:

"Santísima y siempre Virgen María, consagro de por vida mi corazón a tu Inmaculado Corazón. También te consagro mi familia. Bendícenos y, a la hora de la muerte, llévanos al Cielo. Te pido perdón por lastimar a tu hijo Jesús, Nuestro Señor, con cada pecado mío y por lastimar tu corazón tan lleno de amor maternal. Ayúdame a no hacerlo!"

webcatolicodejavier.org

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domingo, 25 de abril de 2010

La historia del Pastor y las ovejas


Juan 10, 27-30
En aquel tiempo dijo Jesús: Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas mi siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.

REFLEXIÓN:

Seguramente todos habremos visto, en más de una ocasión, un rebaño de ovejas pastando. Una enorme masa de algodón sobre una alfombra verde, natural, y un pastor que las apacienta. Es una escena muy hermosa y pintoresca, y no deja de suscitarnos un sentimiento de simpatía, sobre todo cuando vemos a las ovejillas casi recién nacidas brincando entre las demás ovejas del rebaño.

Es una imagen lírica y bucólica que ha inspirado a muchos poetas, músicos y artistas como tema de sus composiciones. Baste recordar, por ejemplo, las famosas Églogas del gran poeta latino Virgilio, la novela pastoril “La Galatea”, de Cervantes; o tantas otras obras literarias que describen bellamente la vida del campo: Boscán, Garcilaso de la Vega, Góngora, Tirso de Molina, Lope de Vega. En la música, tenemos la magistral Sexta Sinfonía de Beethoven, también llamada “Pastoral”. Y en el campo de la pintura, tantísimos cuadros de todas las épocas: Fra Angélico, Giotto, Botticelli, Monet, Degas y miles más.

Pero mucho antes que todos estos personajes del arte y de las letras, alguien más habló de pastores y de ovejas, y de una manera muchísimo más profunda y sublime: nuestro Señor Jesucristo. Y también los profetas. En su lenguaje teológico-espiritual, el Pastor es Dios, y las ovejas, el pueblo elegido. Y en la predicación del Señor, el Pastor es Él mismo y las ovejas, nosotros, su Iglesia.

El profeta Ezequiel, por ejemplo, tiene todo un capítulo de su libro en donde habla de los malos pastores que se apacientan a sí mismos –o sea, los falsos guías del pueblo, que vinieron antes de nuestro Señor—; y, en contraposición, nos presenta al pastor fiel, que es el mismo Dios. De éste se expresa con tonos muy delicados: “Yo mismo –dice el Señor— iré a buscar a mis ovejas y las reuniré. Como recuenta el pastor a sus ovejas el día en que la tormenta dispersa a la grey, así recontaré yo a mis ovejas, y las pondré a salvo en todos los lugares en que fueron dispersadas el día del vendaval… Yo mismo apacentaré a mis ovejas y yo mismo las llevaré a la majada –dice el Señor Yahvé—. Buscaré a la oveja perdida, traeré a la extraviada, vendaré a la herida, curaré a la enferma y guardaré a las fuertes y robustas” (Ez 34, 11-12. 15-16). Y continúa así todo el capítulo. Imagen perfecta de este pastor es nuestro Señor Jesucristo.

El evangelio de Juan nos presenta, por su parte, el hermoso discurso de Jesús en donde Él mismo se define como el buen Pastor, el verdadero. Éste apacienta a sus ovejas con amor, fidelidad, justicia y misericordia. A éste lo conocen las ovejas, oyen su voz y las ovejas lo siguen; no hacen caso a los extraños porque no conocen su voz (Jn 10, 1-6).

Y “conocer”, en lenguaje bíblico, es mucho más profundo que en nuestra lengua vernácula. Es el conocimiento del amor, de la intimidad, de la familiaridad, de la entrega total por el amado. Así lo expresa a continuación Jesús: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.Yo soy el buen Pastor; el buen pastor da la vida por sus ovejas… Yo soy el buen Pastor, y conozco a las mías, y las mías me conocen a mí… y pongo mi vida por las ovejas” (Jn 10, 10-15).

Estas palabras nos evocan la bellísima oración del Salmo 23: “El Señor es mi Pastor, nada me falta. Me hace recostar en verdes pastos y me lleva a frescas aguas. Recrea mi alma, me guía por senderos seguros por el amor de su nombre. Aunque camine por cañadas tenebrosas, no temo mal alguno, porque Tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado son mis consuelos”. ¡Qué delicia y qué seguridad ser apacentados por un Pastor así!
La imagen del buen Pastor ha sido representada miles de veces en el arte cristiano de todos los tiempos: en pinturas, esculturas, iconos… y también en la literatura de los Santos Padres, de los teólogos y de los poetas.

San Agustín, por ejemplo, tiene un estupendo sermón en el que comenta el capítulo 34 de Ezequiel, que acabamos de citar, en donde dice: “Para vosotros, como obispo, soy vuestro pastor; pero con vosotros, como cristiano, soy también oveja del rebaño de Cristo”.

Hace poco me escribió un amigo y me envió un soneto compuesto por él mismo. Me gustó mucho, y creo que hoy nos viene como anillo al dedo. Dice así: “Tú me dices, Señor: Pace confiado,/ sólo sigue mi voz y su latido,/ siega el tacto voraz y el fino oído,/ ven a mi fuente y quedarás saciado,/ que aquí tengo tu sitio reservado./ Reposa en mí tu corazón dolido,/ en mi pecho adormece tu gemido/ y deja, calmo, el sueño a mi cuidado./ Yo soy el Pastor que guarda Su ganado/ y busca el corderillo lacerado,/ con música de flautas atraído/ y entre zarzas y espinos atrapado./ Tu mano firme hunde en mi costado./ No dudes más, aún tengo el pecho herido”.

Este poema me hizo recordar aquel otro soneto, de Lope de Vega, de una inspiración religiosa de altos vuelos, que comienza así: “Pastor, que con tus silbos amorosos/ me despertaste del profundo sueño:/ tú que hiciste cayado de este leño/ en que tiendes los brazos poderosos”…

Sí, Jesucristo es nuestro buen Pastor. Él ha dado su vida y su sangre por nosotros, para redimirnos de nuestros pecados, para darnos vida eterna. Hemos sido comprados al precio de la sangre de Cristo –como nos dice san Pedro en su primera epístola (I Pe 1, 18-19). Por eso, sus ovejas “no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de su mano”.

Pero, para ello, también nosotros tenemos que esforzarnos por ser ovejas buenas de este buen Pastor. Dejémonos, pues, apacentar y conquistar por Él siendo dóciles en el cumplimiento amoroso de su santísima voluntad sobre nosotros. Seamos buenas ovejas por nuestra fe y amor a Él, por la obediencia, la vida de gracia y la fidelidad sincera a sus mandamientos.

P.Sergio Cordova
catholic.net

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sábado, 24 de abril de 2010

Frases célebres sobre el dinero


La riqueza es inofensiva, pero no ser capaz de renunciar a ella es mortífero.

La vida es trágica para los que tienen mucho de qué vivir y nada por lo que vivir.

La riqueza no consiste en tener muchas posesiones, sino en tener pocas necesidades. (Epicuro)

Es mejor tener el banco en el Cielo que tener el cielo en el banco.

Con dinero se compra:
Una cama PERO NO el sueño.
Libros PERO NO inteligencia.
Comida PERO NO apetito.
Adornos PERO NO belleza.
Una casa PERO NO un hogar.
Medicinas PERO NO salud.
Lujos PERO NO cultura.
Diversión PERO NO felicidad.
Un crucifijo PERO NO un Salvador.
Un banco de iglesia PERO NO el Cielo.

Lo que evita que un hombre vaya al Cielo no es que posea riquezas, sino que las riquezas lo posean a él.

Da una mala inclinación a la persona querer ser rico, grande y respetado en este mundo en que su Señor fue pobre, humilde y despreciado. (George Muller)

Si tu tesoro está en la tierra, lo vas a abandonar; si está en el Cielo, te lo han de entregar.

Por lo que verdaderamente se mide a un hombre es por cuánto valdría si perdiera todo su dinero.

Se informó que once millonarios se ahogaron en el Titanic. El comandante A.H. Peuchen dejó 300.000 dólares en efectivo, joyas y valores en una caja fuerte de su camarote. "En ese momento el dinero me pareció una ridiculez", dijo más tarde. "En su lugar me llevé tres naranjas.”

La peor pobreza es la del hombre que tiene más de lo que necesita pero le parece que no tiene bastante.

Poseer dinero está muy bien; puede ser muy útil. Pero estar poseído por él es estar poseído por un diablo, y un diablo de los peores y más dañinos.

Es duro ser pobre... aunque no tan malo como estar endeudado.

El carácter de una persona se somete a una prueba muy estricta cuando de repente gana o pierde una cantidad considerable de dinero.

A la persona verdaderamente piadosa no le interesa hacerse rica. Posee unos recursos interiores que le proporcionan unas riquezas mucho mayores que las que el mundo le puede ofrecer.

El tiempo y el dinero constituyen la carga más pesada en la vida, y los más infelices de los mortales son los que tienen tanto de alguno de los dos que no saben qué hacer con él. (Samuel Johnson)

Dios no nos da riquezas para que las guardemos, sino para que las distribuyamos.

webcatolicodejavier.org

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viernes, 23 de abril de 2010

San Jorge Mártir


Fiesta: 23 de Abril
Que Dios nos conceda valor como a San Jorge
para luchar contra el dragón infernal y vencerlo
y no permitirle que nos esclavice con sus tentaciones.

Los que siembran entre pesares,
cosechan entre cantares. (S. Biblia Salmos).

Jorge significa: el agricultor.

"Nacido en Lydda, Palestina, la tierra de Jesús, era hijo de un agricultor muy estimado. Entró al ejército y llegó a ser capitán. Se hizo famoso porque al llegar a una ciudad de Oriente se encontró con que un terrible caimán (o dragón o tiburón) devoraba a mucha gente y nadie se atrevía a acercársele. San Jorge lo atacó valientemente y acabó con tan feroz animal. Y reuniendo a todos los vecinos que estaban llenos de admiración y de emoción, les habló muy hermosamente de Jesucristo y obtuvo que muchos de ellos se hicieran cristianos.

Pero el emperador Diocleciano mandó que todos tenían que adorar ídolos o dioses falsos y prohibió adorar a Jesucristo. El capitán Jorge declaró que él nunca dejaría de adorar a Cristo y que jamás adoraría ídolos. Entonces el emperador declaró pena de muerte contra él. De paso para el sitio del martirio lo llevaron al templo de los ídolos para ver si los adoraba, pero en su presencia varias de esas estatuas cayeron derribadas por el suelo y se despedazaron. A Jorge lo martirizaron y mientras lo azotaban, él se acordaba de los azotes que le dieron a Jesús, y no abría la boca, y sufría todo por Nuestro Señor sin gritar ni llorar. Muchos al verlo exclamaban: ""s valiente. En verdad que vale la pena ser seguidor de Cristo". Cuando lo iban a matar decía: "Señor, en tus manos encomiendo mi alma". El siempre rezaba y Dios siempre lo escuchaba. Al oír la noticia de que ya le iban a cortar la cabeza se puso muy contento, porque él tenía muchos deseos de ir al cielo a estar junto a Nuestro Señor Jesucristo.

San Jorge mártir es el Patrono de Inglaterra y de los Boys Scouts.

Su culto alcanzó gran celebridad desde muy antiguos tiempos en la Iglesia. La Iglesia de Oriente lo llama "El gran mártir".

En tiempos de Las Cruzadas, el rey Ricardo Corazón de León se convenció en Tierra Santa de que San Jorge tenía un gran poder de intercesión en favor de los que lo invocaban y llevó su devoción a Europa, especialmente a Inglaterra.

iglesia.org

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jueves, 22 de abril de 2010

El poder de tus acciones

Un día, cuando era estudiante de secundaria, vi a un compañero de mi clase caminando de regreso a su casa. Se llamaba Mike.
Iba cargando todos sus libros y pensé: "¿Por que se estará llevando a su casa todos los libros el viernes? Debe ser un aburrido. Yo ya tenía planes para todo el fin de semana: fiestas y un partido de fútbol con mis amigos el sábado por la tarde, así que me encogí de hombros y seguí mi camino.

Mientras caminaba, vi a un montón de chicos corriendo hacia él.
Cuando lo alcanzaron le tiraron todos sus libros y le hicieron una zancadilla que lo tiró al suelo.
Vi que sus gafas volaron y cayeron al suelo como a tres metros de él.
Miró hacia arriba y pude ver una tremenda tristeza en sus ojos. Mi corazón se estremeció, así que corrí hacia él mientras gateaba buscando sus gafas. Vi lagrimas en sus ojos.
Le acerqué a sus manos sus gafas y le dije, "esos chicos son unos tarados, no deberían hacer esto".
Me miró y me dijo: "¡gracias!".
Había una gran sonrisa en su cara; una de esas sonrisas que mostraban verdadera gratitud.
Lo ayudé a llevar sus libros. Ví que vivía cerca de mi casa. Le pregunté por qué no lo había visto antes y me contó que se acababa de cambiar de una escuela privada. Yo nunca había conocido a alguien que fuera a una escuela privada.
Caminamos hasta su casa, parecía un buen chico.
Le pregunté si quería jugar al fútbol el sábado conmigo y con mis amigos, y aceptó.
Estuvimos juntos todo el fin de semana.
Mientras mas conocíamos a Mike, mejor nos caía, tanto a mi como a mis amigos.
Llegó el lunes por la mañana y ahí estaba Mike con aquella enorme pila de libros de nuevo.
Me paré y le dije: "Hola, vas a sacar buenos músculos si cargas todos esos libros todos los días".
Se rió y me dio la mitad para que le ayudara.
Durante los siguientes cuatro años nos convertimos en los mejores amigos.
Cuando ya estábamos por terminar la secundaria, Mike decidió ir a la Universidad de Georgetown y yo a la de Duke.
Sabía que siempre seríamos amigos, que la distancia no sería un problema.
El estudiaría medicina y yo administración, con una beca de fútbol.
Llegó el gran día de la Graduación. Él preparó el discurso. Yo estaba feliz de no ser el que tenía que hablar. Mike se veía realmente bien.
Era uno de esas personas que se había encontrado a sí mismo durante la secundaria, había mejorado en todos los aspectos. Tenía más citas con chicas que yo y todas lo adoraban. ¡Caramba! Algunas veces hasta me sentía celoso... Hoy era uno de esos días.
Pude ver que él estaba nervioso por el discurso, así que le di una palmadita en la espalda y le dije: "Vas a estar genial, amigo".

(Me miró con una de esas miradas de agradecimiento) y me sonrió: "Gracias", me dijo.
Carraspeó y comenzó su discurso: "La Graduación es un buen momento para dar gracias a todos aquellos que nos han ayudado a través de estos años difíciles: tus padres, tus maestros, tus hermanos, quizá algún entrenador... pero principalmente a tus amigos.
Yo estoy aquí para decirles que ser amigo de alguien es el mejor regalo que podemos dar y recibir y, a este propósito, les voy a contar una historia".
Yo miraba a mi amigo incrédulo cuando comenzó a contar la historia del primer día que nos conocimos.
Aquel fin de semana él tenia planeado suicidarse. Habló de cómo limpió su armario y por qué llevaba todos sus libros con él para que su madre no tuviera que ir después a recogerlos a la escuela.
Me miraba fijamente y me sonreía. "Afortunadamente fui salvado."Mi amigo me salvó de hacer algo irremediable".
Yo escuchaba con asombro cómo este apuesto y popular chico contaba a todos ese momento de debilidad.
Sus padres también me miraban y me sonreían con esa misma sonrisa de gratitud.
En ese momento me di cuenta de lo profundo de sus palabras:
Nunca subestimes el poder de tus acciones: con un pequeño gesto, puedes cambiar la vida de otra persona, para bien o para mal. Dios nos pone a cada uno frente a la vida de otros para impactarlos de alguna manera. Los amigos son ángeles que nos llevan en sus brazos cuando nuestras alas tienen problemas para volar.

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miércoles, 21 de abril de 2010

En el tiempo y lugar correcto


Estaba caminando por una calle poco iluminada una noche ya tarde, cuando escuché unos gritos que trataban de ser silenciados y que venían de atrás de un grupo de arbustos.

Alarmado, disminuí mi velocidad para escuchar y me aterroricé cuando me dí cuenta de que lo que estaba escuchando eran los inconfundibles sonidos de una lucha: fuertes gruñidos, pelea desesperada y tela rasgándose. A sólo unos metros de donde yo estaba parado, una mujer estaba siendo atacada.

¿Me debería involucrar? Yo estaba asustado por mi propia seguridad y me maldije a mí mismo por tener que decidir repentinamente el tomar una nueva ruta a casa esa noche. ¿Y si me convertía en otra estadística? ¿No debería tan solo correr al teléfono más cercano y llamar a la policía? Aunque me pareció una eternidad, las deliberaciones en mi cabeza habían tomado solo segundos, y los chillidos ya habían aumentado poco a poco.

Yo sabía que tenía que actuar rápido. ¿Cómo podría alejarme de esto?. No, finalmente me decidí. No podría darle la espalda a esta mujer, aún si esto significaba arriesgar mi propia vida. No soy un hombre valiente, ni soy atlético. No sé donde encontré el coraje moral y la fuerza física, pero una vez que había decidido finalmente ayudar a la chica, me volví extrañamente transformado. Corrí detrás de los arbustos y jaleé al asaltante lejos de la mujer.

Forcejeando, caímos al piso, donde luchamos durante unos minutos, hasta que el atacante se puso en pie de un salto y escapó.

Jadeando fuertemente, me levanté con dificultad, y me acerqué a la chica, que estaba en cuclillas detrás de un árbol, sollozando. En la oscuridad, apenas pude ver su silueta, pero ciertamente pude percibirla temblando y en shock. No queriendo asustarla de nuevo, primero le hablé a distancia.

"Está bien", dije en tono tranquilizador, "El ladrón huyó, estás a salvo ahora".

Hubo una prolongada pausa, y entonces oí las palabras, pronunciadas maravillosa y sorprendentemente: -¿Papi, eres tú?

Y entonces de atrás del árbol, salió caminando mi hija más joven, Katherine.

DIOS TIENE LA MANERA DE PERMITIRNOS ESTAR EN EL LUGAR ADECUADO EN EL MOMENTO INDICADO.

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martes, 20 de abril de 2010

El programa de mi día



El centro de mi programa no puedo ser yo. El centro verdadero, el centro bueno, se encuentra en Dios y en mis hermanos.

Hoy amanecí con entusiasmo y deseos de mejoras. Tomé una hoja y un papel. Preparé el programa para este día.

Limpiaré mi cuarto y pondré orden entre mis papeles. Escribiré a ese familiar con el que tengo que restablecer las paces. Conseguiré un enchufe nuevo para la lámpara. Revisaré las medicinas que no uso para entregarlas a quienes puedan hacer un buen uso de las mismas. Terminaré de leer ese libro que tanto me ha ayudado.

El programa es hermoso. Quiero llevarlo a cabo. Cada paso concreto, cada meta alcanzada, me llena de una alegría serena. Es posible vivir con objetivos, es posible romper esa pereza que me arrastra a mil caprichos, que me hace dejar de lado cosas que importan, para mí o para otros.

Pero noto que falta algo serio en el programa de mi día. Parece que los propósitos y las metas giran en torno mío. Yo escojo, yo decido, yo realizo. Actúo como si todo dependiera de mí. Trazo planes según lo que veo y lo que deseo.

Para algunos, tengo “derecho” a usar el tiempo según mis planes. Pero en realidad, lo importante de mi vida no es lo que hago, sino lo que amo, si amo correctamente.

Cuando introduzco, como centro de mis programas, el amor verdadero, empiezo a dar prioridad a lo que ayuda, a lo que sirve, a lo que hace falta a mis familiares, amigos, conocidos, o incluso a “extraños” (que nunca lo son, pues todos estamos en la misma barca y navegamos hacia el mismo cielo).

El centro de mi programa no puedo ser yo. El centro verdadero, el centro bueno, se encuentra en Dios y en mis hermanos.

Por eso es hora de tomar entre mis manos el programa de mi día, tachar algunas líneas y poner otras. En todo, también en esa limpieza que necesitaba mi cuarto y en ese orden entre los papeles de mi mesa, buscaré lo mejor, lo que haga alegre el corazón de Dios, lo que ofrezca un poco de sano consuelo a quienes viven a mi lado.

P.Fernando Pascual
catholic.net

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viernes, 16 de abril de 2010

83 años de vida y cinco de Papa‏

Cinco años de Papa
¿Qué puede hacer un hombre que empieza a ser Papa a los 78 años? Si miramos algunos momentos de estos cinco años, podemos reconocer que se puede hacer, y se ha hecho, mucho en el mundo de lo visible y cuantificable

El 16 de abril de 2005 acababa de cumplir 78 años. El cardenal Joseph Ratzinger tenía ante sus ojos la apertura inminente del cónclave. A los tres días, el 19 de abril, era elegido Papa, el 264 sucesor del apóstol san Pedro. Iniciaba una nueva etapa en su vida.

Han pasado, desde entonces, cinco años. Más de uno habrá pensado, en aquel día de abril de 2005: ¿qué puede hacer un hombre que empieza a ser Papa a los 78 años? Si miramos algunos momentos de estos cinco años, podemos reconocer que se puede hacer, y se ha hecho, mucho en el mundo de lo visible y cuantificable. Lo invisible, lo más profundo, lo que llega a los corazones, sólo lo conoce Dios.

Benedicto XVI ha asumido, desde el inicio de su trabajo como Papa, el mensaje íntegro del Concilio Vaticano II, como explicó a los cardenales que lo habían elegido. Ha buscado defenderlo de interpretaciones erróneas. Ha tendido la mano a quienes, como los seguidores del obispo Lefebvre, no lo habían comprendido. Ha buscado aplicarlo de modo correcto y profundo en puntos no siempre bien interpretados.

En estos cinco años el Papa nos ha regalado tres encíclicas. La primera (Deus caritas est), firmada en diciembre de 2005 y publicada a inicios de 2006, está dedicada al tema del amor. La segunda (Spe salvi), dada a luz a finales de 2007, trata de la esperanza. La tercera (Caritas in veritate), de 2009, analiza y aplica la doctrina social de la Iglesia para el contexto que ahora vive el mundo globalizado.

En estos cinco años Benedicto XVI ha presidido tres Sínodos de los obispos. Uno dedicado a la Eucaristía (en 2005); otro a la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia (en 2008); y otro, especial, para África (en 2009).

En estos cinco años ha realizado importantes viajes fuera de Italia: a Brasil (en 2007), para dar inicio a los trabajos de la Conferencia general del episcopado latinoamericano. A dos países de África, Camerún y Angola (en 2009), en parte como preparación para el Sínodo de los obispos dedicado a ese continente que tendría lugar en Roma en octubre de ese mismo año. A varios países de Europa: Alemania (en los años 2005 y 2006), España (2006), Polonia (2006), Austria (2007), Francia (2008), República Checa (2009).

Viajó a Turquía, tras las huellas de san Pablo, en 2006. También visitó los Estados Unidos de América y dirigió un importante discurso a las Naciones Unidas (en abril de 2008). Llegó hasta las lejanas tierras de Australia, para la Jornada Mundial de la Juventud en Sydney (2008). Y visitó, como lo habían hecho Pablo VI y Juan Pablo II, Tierra Santa (mayo de 2009).

La agenda de viajes internacionales para el año 2010 no se presenta vacía: al Papa lo esperan en Malta (abril), Fátima (mayo), Chipre (junio), Gran Bretaña (septiembre) y España (noviembre).

Sin poder llegar físicamente, el Papa ha llevado muy cerca de su corazón a los católicos en China, a los que envió una importante carta el 27 de mayo de 2007.

Italia también ha sido objeto de 17 viajes del Vicario de Cristo. En la diócesis de Roma el Papa se ha hecho presente en varias parroquias, con el deseo de contactar directamente con los párrocos y los fieles de la Ciudad Eterna.

En estos cinco años Benedicto XVI ha acogido a centenares de obispos de todo el mundo. Llegados a Roma para la visita que hacen, cada cinco años, al Sucesor de Pedro, o por otros motivos, encontraron en el Papa a un hermano en el episcopado y a un servidor incansable del Evangelio.

En estos cinco años ha lanzado iniciativas para avivar la vida de la Iglesia. En el año 2008 inauguró un Año paulino, para recordar el bicentenario del nacimiento de san Pablo. De junio de 2009 a junio de 2010 ha invitado a los sacerdotes y a los fieles de todo el mundo a un Año sacerdotal, tras cumplirse 150 años de la muerte del cura de Ars.

En estos cinco años ha dirigido su palabra, casi sin interrupción, en centenares de audiencias generales de los miércoles en el Vaticano. En ellas, acogió y concluyó un ciclo temático dedicado a los Salmos, que había sido iniciado por Juan Pablo II en sus últimos años de Papa. Luego, empezó una serie de catequesis sobre los apóstoles y los discípulos más cercanos al Señor, sobre la Iglesia primitiva, sobre los Santos Padres y sobre los santos y hombres de fe más representativos a lo largo de los siglos. Durante estas catequesis insertó un ciclo sobre san Pablo (2008-2009), y varias audiencias estuvieron dedicadas al Año sacerdotal o a diversos acontecimientos de la Iglesia.

En estos cinco años, Benedicto XVI ha promovido la vida litúrgica, especialmente la centralidad de la Eucaristía. Tienen una importancia especial dos documentos: la exhortación apostólica postsinodal Sacramentum caritatis (publicada en 2007); y el Motu Proprio Summorum Pontificum sobre la Liturgia romana anterior a la Reforma de 1970 (también publicado en 2007). Ha habido otras medidas concretas, como la petición de una más fiel traducción de las palabras consacratorias de la Misa. Estas intervenciones buscan rescatar el genuino sentido de la liturgia y revitalizar el rito romano de la Misa usado hasta las reformas del Concilio Vaticano II.

No podemos olvidar tantas homilías en las que Benedicto XVI, con un profundo sentido espiritual, ha querido ilustrar signos y aspectos que forman parte de la liturgia de la Iglesia y que merecen ser vividos de modo consciente y en un clima de fe orante.

En estos cinco años el Papa ha dado pasos concretos en el diálogo ecuménico y ha tomado disposiciones para acoger a grupos importantes de la iglesia anglicana que deseaban volver a la plena comunión con la Iglesia católica (especialmente con la constitución apostólica Anglicanorum coetibus, publicada en 2009).

En estos cinco años se ha promovido el diálogo interreligioso, con momentos de mayor visibilidad durante las ya recordadas visitas a Turquía (2006) y a Tierra Santa (2009), y en la histórica presencia de Benedicto XVI en la Sinagoga de Roma (en enero de 2010).

En estos cinco años ha podido continuar su trabajo como teólogo al dar forma concreta a un sueño que llevaba en su corazón antes de ser elegido Papa: escribir un libro sobre Jesucristo. La obra, con el título Jesús de Nazaret, fue publicada en abril de 2007, y encontrará su coronación con un segundo volumen que se espera salga a la luz durante el año 2010.

Se podrían comentar tantos otros aspectos eclesiales, culturales, teológicos, filosóficos, y simplemente humanos, de los cinco años que han marcado el corazón y la vida de la Iglesia desde los gestos y las palabras de un Papa, Benedicto XVI, que fue elegido con 78 años, y que ha sabido trabajar, sencillamente, con la mirada fija en quien un día le llamó y le dijo: “Sígueme”.

Hoy sigue en la barca del Pescador, en la Cátedra de Pedro. Por su persona, por su misión, por sus proyectos, millones de católicos elevan una oración agradecida y una súplica confiada a Dios Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo, con la intercesión de la Virgen Santísima y de los Santos, según el deseo que el mismo Benedicto XVI formulaba el 19 de abril de 2005, cuando dirigió desde el balcón central de la Basílica de San Pedro sus primeras palabras como Obispo de Roma:

“Queridos hermanos y hermanas: después del gran Papa Juan Pablo II, los señores cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador de la viña del Señor.

Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con instrumentos insuficientes, y sobre todo me encomiendo a vuestras oraciones.

En la alegría del Señor resucitado, confiando en su ayuda continua, sigamos adelante. El Señor nos ayudará y María, su santísima Madre, estará a nuestro lado. ¡Gracias!”

¡Muchas gracias a Ud., Santo Padre!

P.Fernando Pascual
catholic.net

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jueves, 15 de abril de 2010

¡Felicita personalmente al Santo Padre en su cumpleaños número 83!

El próximo viernes 16 de abril S.S. Benedicto XVI cumple 83 años. Esto sucede tres días antes de que se cumplan cinco años de su pontificado, el día 19.

Son dos ocasiones que se antojan para felicitarlo personalmente, enviarle un gran abrazo, manifestarle nuestro apoyo, nuestro cariño, nuestra admiración, nuestra fidelidad y asegurarle nuestra oración, en estos momentos en los que la Barca de Pedro, de la cual él lleva valientemente el timón, se ve zarandeada por los ataques del Príncipe de la Mentira y por las infidelidades, mediocridades, cobardías y rebeldías de muchos tripulantes y pasajeros.

Por esta razón, los invitamos a aprovechar esta oportunidad, enviando, a través de Catholic.net, una carta al Santo Padre, en la que le expresen su mensaje personal de felicitación. Sólo tienen que escribirlo en el formulario que encontrarán en:

http://es.catholic.net/felicitacionbenedicto/

No dejen pasar esta oportunidad que nos brindan las nuevas tecnologías e inviten a sus familiares y amigos a enviar ellos también sus felicitaciones, para que el Santo Padre tenga un cumpleaños feliz, sintiéndose acompañado, consolado y apoyado por todos nosotros.

catholic.net

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miércoles, 14 de abril de 2010

Benedicto XVI: La Resurrección, el mensaje más extraordinario


Queridos hermanos y hermanas:

La tradicional Audiencia General del miércoles está hoy inundada por la alegría luminosa de la Pascua. En estos días, de hecho, la Iglesia celebra el misterio de la Resurrección y experimenta la gran alegría que le deriva de la buena noticia del triunfo de Cristo sobre el mal y sobre la muerte. Una alegría que se prolonga no sólo en la Octava de Pascua, sino que se extiende durante cincuenta días hasta Pentecostés. Tras el llanto y la consternación del Viernes Santo, y tras el silencio cargado de espera del Sábado Santo, he aquí el estupendo anuncio: “¡Verdaderamente el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!” (Lc 24,34). Esta, en toda la historia del mundo, es la “buena noticia” por excelencia, es el Evangelio anunciado y postergado en los siglos, de generación en generación.

La Pascua de Cristo es el acto supremo e insuperable del poder de Dios. Es un acontecimiento absolutamente extraordinario, el fruto más bello y maduro del “misterio de Dios”. Es tan extraordinario que resulta inenarrable en esas dimensiones suyas que escapan a nuestra capacidad humana de conocimiento y de investigación. Y sin embargo, este es también un hecho “histórico”, real, testimoniado y documentado. Es el acontecimiento que funda toda nuestra fe. Es el contenido central en el que creemos y el contenido principal por el que creemos.

El Nuevo Testamento no describe la Resurrección de Jesús en su realización. Refiere sólo los testimonios de aquellos a quienes Jesús en persona encontró después de resucitar. Los tres Evangelios sinópticos nos relatan que ese anuncio – “¡Ha resucitado!” – es proclamado inicialmente por unos ángeles. Es por tanto un anuncio que tiene origen en Dios; pero Dios lo confía en seguida a sus “mensajeros” para que lo transmitan a todos. Y así son estos mismos ángeles los que invitan a las mujeres, llegadas de buena mañana al sepulcro, a que vayan en seguida a decir a los discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis” (Mt 28,7). De esta forma, mediante las mujeres del Evangelio, ese mandato divino alcanza a todos y a cada uno para que, a su vez, transmitan a otros, con fidelidad y con valor, esta misma noticia: una noticia bella, alegre y portadora de alegría.

Sí, queridos amigos, nuestra fe se funda en la transmisión constante y fiel de esta “buena noticia”. Y nosotros, hoy, queremos decir a Dios nuestra profunda gratitud por las innumerables multitudes de creyentes en Cristo que nos han precedido en los siglos, porque nunca han decaído en el mandato fundamental de anunciar el Evangelio que habían recibido. La buena noticia de la Pascua, por tanto, requiere la obra de testigos entusiastas y valientes. Cada discípulo de Cristo, también cada uno de nosotros, está llamado a ser testigo. Éste es el preciso, comprometido y emocionante mandato del Señor resucitado. La “noticia” de la vida nueva en Cristo debe resplandecer en la vida del cristiano, debe ser viva y operante en quien la lleva, realmente capaz de cambiar el corazón, toda la existencia. Esta está viva ante todo porque Cristo mismo es su alma viviente y vivificante. Nos lo recuerda san Marcos al final de su Evangelio, donde escribe que los Apóstoles “salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban” (Mc 16,20).

El acontecimiento de los Apóstoles es también el nuestro y el de todo creyente, de cada discípulo que se hace “anunciador”. También nosotros, de hecho, estamos seguros de que el Señor, hoy como ayer, obra junto a sus testigos. Este es un hecho que podemos reconocer toda vez que vemos brotar las semillas de una paz verdadera y duradera, allí donde el compromiso de los cristianos y de los hombres de buena voluntad está animado por el respeto por la justicia, por el diálogo paciente, por la estima convencida hacia los demás, por el desinterés, por el sacrificio personal y comunitario. Vemos por desgracia en el mundo también mucho sufrimiento, mucha violencia, muchas incomprensiones. La celebración del Misterio pascual, la contemplación alegre de la Resurrección de Cristo, que vence el pecado y la muerte con la fuerza del Amor de Dios es ocasión propicia para redescubrir y profesar con más convicción nuestra confianza en el Señor resucitado, el cual acompaña a los testigos de su palabra obrando prodigios junto a ellos. Seremos verdaderamente y hasta el fondo testigos de Jesús resucitado cuando dejemos trasparentar en nosotros el prodigio de su amor: cuando en nuestras palabras y, aún más, en nuestros gestos, en plena coherencia con el Evangelio, se podrá reconocer la voz y la mano del mismo Jesús.

Por todas partes, por tanto, el Señor nos manda como sus testigos. Pero podemos serlo sólo a partir y en referencia continua a la experiencia pascual, la que María de Magdala expresa anunciando a los demás discípulos: “He visto al Señor" (Jn 20,18). En este encuentro personal con el Resucitado está el fundamento indestructible y el contenido central de nuestra fe, la fuente fresca e inagotable de nuestra esperanza, el dinamismo ardiente de nuestra caridad. Así nuestra misma vida cristiana coincidirá plenamente con el anuncio: “Cristo Señor verdaderamente ha resucitado”. Dejémonos, por ello, conquistar por la fascinación de la Resurrección de Cristo. La Virgen María nos sostenga con su protección y nos ayude a gustar plenamente la alegría pascual, para que sepamos llevarla a nuestra vez a todos nuestros hermanos.

¡Una vez más, Buena Pascua a todos!

[En ruso dijo]

Estoy contento de enviar, por el amable trámite de la agencia ITAR-TASS, un cordial saludo y un pensamiento de buenos augurios a todos los rusos, tanto a los que viven en su patria como a los que se encuentran en diversas partes del mundo. Que la Solemnidad de la Santa Pascua, que este año hemos tenido la alegría de celebrar juntos entre católicos y ortodoxos, sea la ocasión de una renovada fraternidad y de una siempre más intensa colaboración en la verdad y en la caridad.

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez]
zenit.org

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martes, 13 de abril de 2010

Oración por los sacerdotes

Cuida Señor a los sacerdotes, cuyas vidas se consumen ante tu altar porque son tuyos.

Protégelos, porque están en el mundo, aunque no pertenecen al mundo.

Cuando los tienten y les seduzcan los placeres terrenos abrázalos en tu corazón.

Confórtalos en las horas de tristeza y de soledad cuando toda su vida de sacrificio por las almas, les parezca inútil.

Cuídalos y acuérdate, Señor, que no tienen más que a vos y que sus corazones son humanos y frágiles.

Guárdalos tan puros como la hostia que acarician diariamente.

Dígnate Señor bendecir todos sus pensamientos, palabras y acciones.

Virgen María, reina y madre de los sacerdotes, cuida sus vidas y ruega por ellos.

iglesia.org

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lunes, 12 de abril de 2010

La liberación no es lo que prometía

Muchas mujeres descubren cuánto han perdido con el feminismo

La clásica proclama del feminismo rezaba: “Una mujer necesita un hombre lo mismo que un pez necesita una bicicleta”. La atractiva escritora Lori Gottlieb, madre soltera y antigua feminista, es de las muchas que desmienten tal aserto: “Cada mujer que conozco -no importa el éxito o la ambición que tenga, ni su seguridad emocional y financiera- siente pánico (...) si llega a los treinta y ve que aún no está casada”.

Glosando la aludida frase, sin obviar su incorrección política, Gottlieb insiste: “Pregunta a cualquier mujer soltera de cuarenta años qué es lo que más desea en la vida, y seguramente no te dirá que lo que quiere es un trabajo mejor, una cintura más estrecha o un apartamento más grande. Lo más seguro es que te diga que lo que de verdad quiere es un marido y, por extensión, un hijo”.

Gottlieb confiesa que “es precisamente el no haberme casado lo que me hizo concluir que casarse es la mejor opción”. En una reunión casual con mujeres casadas, Gottlieb dice que “escucho letanías de quejas sobre sus maridos y me siento muy segura en mi decisión de esperar al hombre perfecto, sólo para darme cuenta de que ninguna de ellas se cambiaría por mí ni por un segundo”. Gottlieb no es sino una más de “esas mujeres solitarias que descubren cuánto han perdido gracias al feminismo”, según expresión de Tessa Cunningham.


El éxito antes que el hogar

Hoy, cerca de una de cada cinco mujeres que ronda los cuarenta años no tiene ningún hijo, una proporción que dobla la estadística de 1976. Las encuestas muestran que un setenta por ciento de mujeres se arrepienten de no haberlo tenido, y la familia ideal sigue constando de dos o tres niños, pero cada vez son menos las personas que viven en este tipo de familia.

El problema, según el sociólogo David Brooks, es que “las mujeres tienen más opciones sobre el tipo de vida que quieren llevar, pero no tienen más opciones sobre cómo secuenciar su vida”. “Las mujeres”, explica Cunningham, “adoctrinadas en la idea de que los hombres llevan vidas mejores, terminan valorando el éxito y el estatus sobre el hogar”, de modo que la decisión de tener niños se pospone indefinidamente, por presión laboral impuesta o voluntaria.

En La mentira de la maternidad tardía, una madre tardía, India Knight, señala que “el número de mujeres que tienen hijos más allá de los cuarenta años se ha doblado en tan sólo una década”, para desde este punto comenzar una larga diatriba “contra quienes piensan que la fecundación in vitro es algo así como inyectarse bótox”.

Es un modelo de embarazo para el que Knight -que lo ha probado- tiene palabras durísimas por ser una bomba hormonal. Pero la escritora inglesa va más allá: “A las mujeres de nuestra generación, el movimiento feminista nos ha colado una enorme mentira: que lo puedes tener todo -trabajo, éxito, dinero, estatus- y, después de conseguirlo, ponerte a tener tantos niños como quieras”.


Bolsas bajo los ojos

Ante la reciente ola de famosas como Madonna, que optan por la maternidad solitaria y tardía, Knight reacciona con crudeza, “opuesta a la consideración de que ser una madre mayor es una ambición maravillosa y fácil de conseguir (...) Están rotas, porque levantarte tres veces cada noche no es lo mismo cuando tienes cuarenta y tres años que cuando tienes veinticinco. Así logras grandes bolsas bajo los ojos y maridos que se dan cuenta y se preguntan qué fue de la mujer con la que se casaron”.

Por otra parte, los sacrificios de la maternidad son más amargos “cuando has tenido diez o veinte años de tiempo extra sólo para ti misma, y de pronto tienes que optar por la entrega absoluta”. De su propia experiencia, Knight tiene un consejo sobre marido e hijos que irritará a algunas feministas: “No esperes”.

Al hacer que las mujeres adopten una hoja de ruta para la vida más adecuada a los ritmos masculinos, son muchos los matrimonios que lamentan no tener niños o tener menos de los que hubieran querido. Pero, más allá de la natalidad, la revolución sexual ha tenido consecuencias imprevistas.

Pasados los treinta años de edad, y tras años de relaciones mejorables, la escritora Laura Nolan se pregunta: “¿Dónde están los hombres?”. Cunningham le da la respuesta: “El feminismo ha posibilitado que la mujer elija grandes carreras laborales, pero le ha robado la oportunidad de asentarse, ya que no han podido encontrar ningún hombre lo suficientemente ´masculino´ para estar preparado para el compromiso. La sociedad ya no otorga valor a los hombres que toman su responsabilidad”.

Así, de vuelta a Nolan, “lo que hay es una auténtica avalancha de ´hombres-niño´, que está dejando con un pasmo tremendo a toda una generación de mujeres solteras, de treinta y tantos años, que son sus parejas naturales”.

¿Es todo culpa de los hombres? Un hombre, Bernard Chapin, no lo cree así. Chapin considera que el modelo de mujer que encarna el Nuevo Orden Femenino (grandes trabajadoras, independientes, autónomas, consumistas) repele a los hombres por ser un modelo materialista y poco sensible a sus necesidades o las virtudes masculinas: “Cada vez más, las chicas buscan una amiga en su novio”, se queja otro comentarista.

Pero para tanta sorprendente soledad femenina hay más razones: la amenaza que los hombres sienten ante las leyes divorcistas o el hecho de que la liberación sexual desalienta el matrimonio con una múltiple oferta de sexo sin compromiso que alienta una “cultura de la inmadurez”, según define George Will.

Al igualar el papel de los sexos, concluye la citada Tessa Cunningham, “nos arriesgamos a producir hombres egoístas, irresponsables e infieles. Tal vez ayuden con la colada, pero no por ello van a respetar a la mujer ni a mostrar más compromiso”.

Así, “el hombre que se enamoraba y que pensaba que, al encontrar a una chica estupenda, lo que había que hacer era casarse con ella, se ha convertido en alguien que sólo busca un poco de diversión, y que afronta con enorme incomodidad cualquier relación de la que no pueda librarse con un sms”, dice la joven Nolan.

Ignacio Peyró
albadigital.es

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domingo, 11 de abril de 2010

Tú también te llamas Tomás

Reflexión: Creo en la Misericordia Divina

Juan 20, 19-31

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré». Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído». Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

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Creo en la Misericordia Divina



Los católicos acogemos un conjunto de verdades que nos vienen de Dios. Esas verdades han quedado condensadas en el Credo. Gracias al Credo hacemos presentes, cada domingo y en muchas otras ocasiones, los contenidos más importantes de nuestra fe cristiana.

Podríamos pensar que cada vez que recitamos el Credo estamos diciendo también una especie de frase oculta, compuesta por cinco palabras: “Creo en la misericordia divina”. No se trata aquí de añadir una nueva frase a un Credo que ya tiene muchos siglos de historia, sino de valorar aún más la centralidad del perdón de Dios, de la misericordia divina, como parte de nuestra fe.

Dios es Amor, como nos recuerda san Juan (1Jn 4,8 y 4,16). Por amor creó el universo; por amor suscitó la vida; por amor ha permitido la existencia del hombre; por amor hoy me permite soñar y reír, suspirar y rezar, trabajar y tener un momento de descanso.

El amor, sin embargo, tropezó con el gran misterio del pecado. Un pecado que penetró en el mundo y que fue acompañado por el drama de la muerte (Rm 5,12). Desde entonces, la historia humana quedó herida por dolores casi infinitos: guerras e injusticias, hambres y violaciones, abusos de niños y esclavitud, infidelidades matrimoniales y desprecio a los ancianos, explotación de los obreros y asesinatos masivos por motivos raciales o ideológicos.

Una historia teñida de sangre, de pecado. Una historia que también es (mejor, que es sobre todo) el campo de la acción de un Dios que es capaz de superar el mal con la misericordia, el pecado con el perdón, la caída con la gracia, el fango con la limpieza, la sangre con el vino de bodas.

Sólo Dios puede devolver la dignidad a quienes tienen las manos y el corazón manchados por infinitas miserias, simplemente porque ama, porque su amor es más fuerte que el pecado.

Dios eligió por amor a un pueblo, Israel, como señal de su deseo de salvación universal, movido por una misericordia infinita. Envió profetas y señales de esperanza. Repitió una y otra vez que la misericordia era más fuerte que el pecado. Permitió que en la Cruz de Cristo el mal fuese derrotado, que fuese devuelto al hombre arrepentido el don de la amistad con el Padre de las misericordias.

Descubrimos así que Dios es misericordioso, capaz de olvidar el pecado, de arrojarlo lejos. “Como se alzan los cielos por encima de la tierra, así de grande es su amor para quienes le temen; tan lejos como está el oriente del ocaso aleja Él de nosotros nuestras rebeldías” (Sal 103,11-12).

La experiencia del perdón levanta al hombre herido, limpia sus heridas con aceite y vino, lo monta en su cabalgadura, lo conduce para ser curado en un mesón. Como enseñaban los Santos Padres, Jesús es el buen samaritano que toma sobre sí a la humanidad entera; que me recoge a mí, cuando estoy tirado en el camino, herido por mis faltas, para curarme, para traerme a casa.

Enseñar y predicar la misericordia divina ha sido uno de los legados que nos dejó el Papa Juan Pablo II. Especialmente en la encíclica “Dives in misericordia” (Dios rico en misericordia), donde explicó la relación que existe entre el pecado y la grandeza del perdón divino: “Precisamente porque existe el pecado en el mundo, al que ´Dios amó tanto... que le dio su Hijo unigénito´, Dios, que ´es amor´, no puede revelarse de otro modo si no es como misericordia. Esta corresponde no sólo con la verdad más profunda de ese amor que es Dios, sino también con la verdad interior del hombre y del mundo que es su patria temporal” (Dives in misericordia n. 13).

Además, Juan Pablo II quiso divulgar la devoción a la divina misericordia que fue manifestada a santa Faustina Kowalska. Una devoción que está completamente orientada a descubrir, agradecer y celebrar la infinita misericordia de Dios revelada en Jesucristo. Reconocer ese amor, reconocer esa misericordia, abre el paso al cambio más profundo de cualquier corazón humano, al arrepentimiento sincero, a la confianza en ese Dios que vence el mal (siempre limitado y contingente) con la fuerza del bien y del amor omnipotente.

Creo en la misericordia divina, en el Dios que perdona y que rescata, que desciende a nuestro lado y nos purifica profundamente. Creo en el Dios que nos recuerda su amor: “Era yo, yo mismo el que tenía que limpiar tus rebeldías por amor de mí y no recordar tus pecados” (Is 43,25). Creo en el Dios que dijo en la cruz “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34), y que celebra un banquete infinito cada vez que un hijo vuelve, arrepentido, a casa (Lc 15). Creo en el Dios que, a pesar de la dureza de los hombres, a pesar de los errores de algunos bautizados, sigue presente en su Iglesia, ofrece sin cansarse su perdón, levanta a los caídos, perdona los pecados.

Creo en la misericordia divina, y doy gracias a Dios, porque es eterno su amor (Sal 106,1), porque nos ha regenerado y salvado, porque ha alejado de nosotros el pecado, porque podemos llamarnos, y ser, hijos (1Jn 3,1).

A ese Dios misericordioso le digo, desde lo más profundo de mi corazón, que sea siempre alabado y bendecido, que camine siempre a nuestro lado, que venza con su amor nuestro pecado. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo quien, por su gran misericordia, mediante la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha reengendrado a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, inmaculada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, a quienes el poder de Dios, por medio de la fe, protege para la salvación, dispuesta ya a ser revelada en el último momento” (1Pe 1,3-5).

P. Fernando Pascual
catholic.net

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viernes, 9 de abril de 2010

Entrevista a Dios



El sueño dorado de todo periodista es hacer una importante entrevista a algún personaje famoso. Es una especie de preciada meta en su carrera. Es lo máximo. Pues esta es la historia imaginaria de una entrevista a un importantísimo personaje que todos quisiéramos poder llevar a cabo algún afortunado día de nuestra
vida. Y al decir “imaginaria” es importante enfatizar que muchas veces la imaginación es más verídica que la realidad. Y ahora pasemos a atestiguar la más impactante y reveladora entrevista que pueda ser concebida por mente humana alguna... Una Entrevista con Dios Un tema que a todos nos vendría bien analizar a fondo.

Con mi flamante título de Periodista recién obtenido pedí realizar una gran entrevista, y mi deseo fue concedido. ¡Se me permitió una reunión con Dios! Cómo la conseguí no me lo explico ni me lo pregunten, pero pienso que cualquiera lo puede lograr si tan sólo lo desea fervientemente y se lo propone...

—Buenos días... ¿se puede?
—Pasa—me dijo amigablemente Dios. –No es necesario tocar, aquí siempre está abierto y yo estoy disponible. Toma asiento. ¿De manera que quieres
entrevistarme?
—Bueno—le contesté—si tiene tiempo... Dios, con una mirada tierna y radiante, sonrió dulcemente y me dijo:
-Mi tiempo se llama Eternidad y alcanza para todo. ¿Qué preguntas quieres hacerme? Un poco turbado empecé: “Muchas gracias. Pues ninguna pregunta nueva ni difícil para usted, supongo.” Y dije... ¿Qué es lo que más le sorprende de los hombres?”

Me miró a los ojos y resueltamente respondió:
“Mmm... que por pensar ansiosamente en el futuro descuidan su hora actual, con lo cual no viven el presente ni el futuro.” Y continuó:
“Que se aburren de ser niños apurados por crecer, y luego suspiran por volver a ser niños.”
“Que primero pierden la salud para tener dinero y enseguida pierden el dinero para recuperar la salud.”
“Que viven como si no fueran a morirse y se mueren como si no hubieran vivido.”
Después de un rato le dije: -¿Me permite hacerle otra pregunta?
No me respondió con palabras, sólo asintió con una sonrisa y su tierna mirada. Y así le dije....
Como buen padre, ¿qué es lo que le pediría a sus hijos?
Mi interlocutor emitió un profundo suspiro y lentamente contestó:
“Que aprendan que no pueden hacer que alguien los ame; lo que pueden hacer es amar y dejarse amar.”
“Que sepan que deben controlar sus actitudes... o sus actitudes los controlarán a ellos.”
“Que se den cuenta que lleva años construír una confianza y sólo segundos destruirla.”
“Que lo más valioso no es lo que tienen en su vida, sino a quien tienen en su vida. Y sobre todo... que tienen vida”
“Que acepten que no es bueno compararse con los demás, pues siempre habrá alguien mejor o peor que ellos.”
“Que rico no es el que más tiene, sino el que menos necesita.”
“Que se den cuenta que el perdonar se aprende practicando.”
“Que bastan unos pocos segundos para inferir heridas profundas en las personas que amamos, pero que pueden tardar muchos años en ser sanadas.”
“Que la verdadera sabiduría consiste en pensar siempre en los demás antes que en nosotros mismos”
“Que a veces cuando están molestos tienen derecho a estarlo, pero eso no les da derecho a molestar a los que están a su alrededor.”
“Que se convenzan que son dueños de lo que callan y esclavos de lo que dicen.”
“Que aprendan que la verdadera felicidad no es lograr sus metas, sino aprender a ser felices con lo que tienen.”
“Que dos personas pueden mirar una misma cosa y ver algo totalmente diferente.”
“Que sin importar las consecuencias, aquellos que son honestos consigo mismos y con los demás, siempre llegan lejos en la vida y logran un
satisfactorio y perdurable bienestar personal.” “¡No deben olvidarlo!”
“Que a pesar de que la palabra AMOR tiene muchos significados distintos, pierde su valor cuando es usada en exceso.”
“Que reconozcan que amar y querer no son sinónimos, sino antónimos. El querer lo exige todo, el amar lo entrega todo.”
Se produjo un breve silencio y luego agregó:
“Y pensar que mis deseos no eran esos...”
Tenía los ojos húmedos y la voz entrecortada. Dejó de hablar. Sus manos tomaron las mías y seguimos así en silencio. Yo me sentí profundamente emocionado y bajé la cabeza.
Luego suspiró profundamente y continuó:
“Que aprendan que la distancia más lejana a que puedan estar de Mi es la distancia de una simple oración.” “Yo siempre estaré ahí para escucharlos”. “Y que para orar no es necesario hablar, basta con levantar con devoción la mirada al cielo, sonreír... y pensar en mí.”
—Bien, ¿tienes algo más que preguntarme?—me preguntó Dios.
—Señor: ante Su infinita sabiduría no me queda más que permanecer en silencio y meditar acerca de Sus respuestas—respondí.

Luego, en un corto encuentro espiritual mano sobre mano, continuamos sentados en silencio. Le di las gracias al buen Dios y me levanté.
“Hijo mío: ve y difunde este mensaje y da a conocer estas verdades a tus lectores.” Empecé a caminar hacia la puerta, pero en ese momento me detuvo.
“Te lo prometo Señor, así lo haré” respondí emocionado y con la voz entrecortada. Y ya ven, cumplo mi promesa. Ya han leído lo que Él desea. Ahora procuren cumplir ustedes.

Continué caminando lentamente en medio de un mar de reflexiones. ¡Qué gran tipo es Dios! —me dije— Todo bondad, dulzura, comprensión, amor, como un buen padre y pastor. O como dicen mis nietos: “Qué buena onda ”

Nos despedimos finalmente con un abrazo y me dio un último adiós y su bendición desde el gran portón. Fue en ese momento cuando de pronto, en un espontáneo impulso, le pedí:
—Señor, ¿podrías bendecir también a todas las personas que están en sus hogares leyendo esta entrevista en este momento?
Ante mi petición el Señor sonrió dulcemente, levantó su mano y dijo:
Que así sea
Y así terminó la entrevista.

Meditando acerca de este encuentro ahora me pregunto: ¿Cómo es posible que todavía haya gente que no se dé cuenta de Su presencia?
El sol empezaba a ocultarse en el horizonte. Soplaba una fresca brisa proveniente del mar que me llenó los pulmones de oxígeno y me ensanchó el pecho de emoción. Mi mente continuó divagando así por mucho tiempo en el vacío, y no pude evitar hacerme esta última pregunta: ¿Vendrá algún día en que lo
escuchemos, comprendamos sus palabras y aprendamos de El? Que cada cual reflexione y medite su respuesta.

webcatolicodejavier.org

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miércoles, 7 de abril de 2010

Reflexión de Pascua

“La Pascua debería ser la gran ocasión para hacer el repaso de la infinita serie de alegrías que apenas disfrutamos. El tiempo de descubrir que:

Somos dichosos porque fuimos llamados a la vida, porque entre la infinita multitud de seres posibles fuimos elegidos nosotros, amados antes de nacer, escogidos para este milagro de vivir.

Somos dichosos porque Dios nos amó primero, porque El no esperó a saber si mereceríamos su amor y quiso empezar a amarnos antes de nuestro nacimiento.

Somos dichosos porque también nosotros lo amamos, bien o mal, mediocre o aburridamente. Lo amamos, y eso es lo que engrandece y da sentido a nuestras almas.

Somos dichosos porque sabemos que incluso el dolor es camino de Resurrección. Porque desde que El murió entendemos que todo dolor sirve para algo; que en sus manos ningún dolor se pierde.

Somos dichosos porque El sigue estando entre nosotros. Lo prometió, y la suya es la única palabra que no miente jamás.

Somos dichosos porque El avivará nuestras esperanzas como las de los de Emaús. Un día saldrá al paso de nuestro camino, no sabemos dónde, no sospechamos cuándo, y hablará y sentiremos que nuestro corazón arderá al oir su palabra.

Somos dichosos porque nuestros nombres están escritos en el reino de los cielos. El lo aseguró. En “el libro de la vida” están ya escritos los nombres de todos los que, bien o mal, intentamos amarlo.

Somos dichosos porque el reino de los cielos está ya dentro de nosotros. No tenemos que pasarnos la vida esperando: crece ya en cada hombre que ama, en cada mano que se tiende, en cada lágrima que se enjuga.

Somos dichosos porque nos ha nombrado testigo de su gozo, la más sublime de las tareas, el más bendito de los oficios, la misión que debería llenarnos los ojos de alegría”.

¡Muy feliz Pascua!

Juan Martín Descalzo
iglesia.org

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martes, 6 de abril de 2010

¿La Sábana Santa prueba la Resurreción de Cristo?



La Sábana Santa de Turín despierta un enorme interés en los medios de comunicación. Artículos periodísticos, reportajes televisivos y tertulias radiofónicas se ocupan con frecuencia del singular objeto, encontrado en 1358, que ha sido venerado por los fieles como icono -¿acaso reliquia?- de Jesucristo.

Pese al secularismo reinante, el hombre sigue teniendo ansia de lo sagrado y experimenta curiosidad por aquellos indicios que transparentan de algún modo la dimensión de misterio que a todos nos envuelve, sin que logremos dominarla confinándola dentro de los estrechos márgenes de nuestra razón.

Para el creyente, el Santo Sudario no "prueba" nada, ni tiene por qué hacerlo. La fe -aunque conforme a la razón- no es fruto de la razón, sino don de Dios que capacita al hombre para comprometerse libremente en la aceptación de la Verdad que le sale al encuentro en la persona de Jesucristo, Logos divino que excede -superando y nunca anulando- los límites del "logos" humano.

Exageran, por consiguiente, quienes pretenden ver en la Sábana Santa una prueba de credibilidad del cristianismo. El gran signo que hace creíble -digno de fe- el mensaje evangélico es el mismo Jesucristo. Él -como indica el Concilio Vaticano II- "con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su muerte y gloriosa resurrección, con el envío del Espíritu de la verdad, lleva a plenitud toda la revelación y la confirma con testimonio divino" (Dei Verbum, 4).

Pero exageran también quienes otorgan a la ciencia un grado de certeza que ésta no aspira a alcanzar. Los resultados de la prueba del carbono 14 realizada por científicos de Tucson, Oxford y Zurich al lienzo custodiado en Turín constituyen, sin duda, "un" dato a tener en cuenta, pero no "el" dato definitivo que obligue sin más a descartar "a priori" la posibilidad de que la tela pudiese ser el sudario que envolvió el cuerpo de Jesús.

No es preciso sumergirse en la "noche de la razón", ni pecar mortalmente contra el espíritu ilustrado, para reconocer que -al menos después de Popper y de Thomas S. Kuhn- la ciencia es más consciente de sus límites y de la provisionalidad de sus conclusiones. Dejemos, sin miedo, que los científicos estudien el misterioso tejido y esperemos -sin angustias "cientistas"- a que se pongan de acuerdo sobre los resultados.

Frente a la arrogancia racionalista y frente al irracionalismo ascendente, apostemos por una confianza razonable en una razón humana consciente de sus posibilidades y de sus límites y, por ello mismo, abierta a la dimensión del misterio allí donde -tal vez- podamos captar el eco de sus huellas.

Guillermo Juan Morado
farodevigo.es

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lunes, 5 de abril de 2010

Mensaje del Santo Padre para la Pascua

Pulsa aquí para leer el mensaje del Papa Benedicto XVI para la Pascua.

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Fiesta grande en los cielos


Porque en este día tú y yo podemos decir sí al amor y a la misericordia, podemos permitir a Dios que nos perdone.

Hay fiesta grande en los cielos. Los querubines, los serafines, los principados, las potestades, los ángeles de primera y de segunda fila, los arcángeles: todos cantan, danzan, gritan de alegría.

Porque un esposo infiel ha pedido perdón a su esposa. Y porque la esposa lo ha perdonado.

Porque un banquero honesto ha resistido a un soborno. Y porque un banquero deshonesto ha perdonado deudas injustas y ha repartido su dinero entre los pobres.

Porque un hijo caprichoso ha empezado a obedecer a sus padre. Y porque sus padres han aprendido que se logra más con el cariño que con la ira.

Porque un obrero holgazán ha pedido perdón a su jefe y ha empezado a trabajar en serio. Y porque su jefe ha empezado a darle un salario justo y a tratarlo verdaderamente como a hermano.

Porque un sacerdote tibio ha tirado por la ventana su egoísmo. Y porque un sacerdote anciano sigue dando en su parroquia consejos, homilías y reprimendas llenas de cariño.

Porque un médico ha decidido no abortar nunca más a ningún hijo, a pesar del riesgo de arruinar su carrera. Y porque otro médico rechazó ofertas desleales de una compañía farmacéutica y decidió no recetar nunca medicinas inútiles.

Porque un político perdió su cargo por ser fiel a la conciencia. Y porque otro político se atrevió a reconocer sus mentiras y afrontó una vida de aparente fracaso público y de verdadera victoria ética.

Porque un ateo superó sus prejuicios y sintió, como nunca, la existencia de un Dios cercano y bueno. Y porque un creyente no tuvo miedo de ser puesto en ridículo y comunicó con su alegría y su amor auténtico la belleza de vivir como católico.

Porque en este día tú y yo podemos decir sí al amor y a la misericordia, podemos permitir a Dios que nos perdone, y podemos perdonar también nosotros a quien nos deba algo.

Hay fiesta grande en los cielos. Sobre todo, porque el Padre nos ofrece continuamente a su Hijo, nos envía el Espíritu Santo, y tiene a su lado a una Virgen nazarena que supo decir siempre sí al amor y a la esperanza.

P.Fernando Pascual
catholic.net

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domingo, 4 de abril de 2010

Domingo de Resurreción


¡CRISTO HA RESUCITADO!

Domingo de Resurrección. ¡Pidamos a Cristo resucitado poder resucitar junto con Él, ya desde ahora!
Juan 20, 1-9
El día después del sábado, María Magdalena fue al sepulcro muy de mañana cuando aún era de noche, y vio que la piedra del sepulcro estaba movida. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó.

Reflexión

“¡Exulten por fin los coros de los ángeles, exulten las jerarquías del cielo, y, por la victoria de Rey tan poderoso, que las trompetas anuncien la salvación!”. Con estas palabras inicia el maravilloso pregón pascual que el diácono canta, emocionado, la noche solemne de la Vigilia de la resurrección de Cristo. Y todos los hijos de la Iglesia, diseminados por el mundo, explotan en júbilo incontenible para celebrar el triunfo de su Redentor. ¡Por fin ha llegado la victoria tan anhelada!

En una de las últimas escenas de la película de la Pasión de Cristo, de Mel Gibson, tras la muerte de Jesús en el Calvario, aparece allá abajo, en el abismo, la figura que en todo el film personifica al demonio, con gritos estentóreos, los ojos desencajados de rabia y con todo el cuerpo crispado por el odio y la desesperación. ¡Ha sido definitivamente vencido por la muerte de Cristo! En este sentido es verdad –como proclamaba Nietzsche— “que Dios ha muerto”. Pero ha entregado libre y voluntariamente su vida para redimirnos, y con su muerte nos ha abierto las puertas de una vida nueva y eterna.

Es muy sugerente el modo como Franco Zeffirelli presenta la escena de la resurrección en su película “Jesús de Nazaret”. Los apóstoles Pedro y Juan vienen corriendo al sepulcro, muy de madrugada, y no encuentran el cuerpo del Señor. Luego llegan también dos miembros del Sanedrín para cerciorarse de los hechos, y sólo hallan los lienzos y el sudario, y el sepulcro vacío. Y comenta fríamente uno de ellos: “¡Éste es el inicio!”.

Sí. El verdadero inicio del cristianismo y de la Iglesia. De aquí arrancará la propagación de la fe al mundo entero. Porque la Vida ha vuelto a la vida. Cristo resucitado es la clave de todas nuestras certezas. Como diría Pablo más tarde: “Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación, vana es vuestra fe; aún estáis en vuestros pecados… Pero no. Cristo ha resucitado de entre los muertos como primicia de los que duermen” (I Cor 15, 14.17.20). En Él toda nuestra vida adquiere un nuevo sentido, un nuevo rumbo, una nueva dimensión: la eterna.

Y, sin embargo, no siempre resulta fácil creer en Cristo resucitado, aunque nos parezca una paradoja. Una de las cosas que más me llaman la atención de los pasajes evangélicos de la Pascua es, precisamente, la gran resistencia de todos los discípulos para creer en la resurrección de su Señor. Nadie da crédito a lo que ven sus ojos: ni las mujeres, ni María Magdalena, ni los apóstoles –a pesar de que se les aparece en diversas ocasiones después de resucitar de entre los muertos—, ni Tomás, ni los discípulos de Emaús. Y nuestro Señor tendrá que echarles en cara su incredulidad y dureza de corazón. El único que parece abrirse a la fe es el apóstol Juan, tal como nos lo narra el Evangelio de hoy.

Pedro y Juan han acudido presurosos al sepulcro, muy de mañana, cuando las mujeres han venido a anunciarles, despavoridas, que no han hallado el cuerpo del Señor. Piensan que alguien lo ha robado y les horroriza la idea. Los discípulos vienen entonces al monumento, y no encuentran nada. Todo como lo han dicho las mujeres. Pero Juan, el predilecto, ya ha comenzado a entrar en el misterio: ve las vendas en el suelo y el sudario enrollado aparte. Y comenta: “Vio y creyó”. Y confiesa ingenuamente su falta de fe y de comprensión de las palabras anunciadas por el Señor: “Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que Él debía de resucitar de entre los muertos”.

¿Qué fue lo que vio esa mañana? Seguramente la sábana santa en perfectas condiciones, no rota ni rasgada por ninguna parte. Intacta, como la habían dejado en el momento de la sepultura. Sólo que ahora está vacía, como desinflada; como si el cuerpo de Jesús se hubiera desaparecido sin dejar ni rastro. Entendió entonces lo sucedido: ¡había resucitado! Pero Juan vio sólo unos indicios, y con su fe llegó mucho más allá de lo que veían sus sentidos. Con los ojos del cuerpo vio unas vendas, pero con los ojos del alma descubrió al Resucitado; con los ojos corporales vio una materia corruptible, pero con los ojos del espíritu vio al Dios vencedor de la muerte.

Lo que nos enseñan todas las narraciones evangélicas de la Pascua es que, para descubrir y reconocer a Cristo resucitado, ya no basta mirarlo con los mismos ojos de antes. Es preciso entrar en una óptica distinta, en una dimensión nueva: la de la fe. Todos los días que van desde la resurrección hasta la ascensión del Señor al cielo será otro período importantísimo para la vida de los apóstoles. Jesús los enseñará ahora a saber reconocerlo por medio de los signos, por los indicios. Ya no será la evidencia natural, como antes, sino su presencia espiritual la que los guiará. Y así será a partir de ahora su acción en la vida de la Iglesia.

Eso les pasó a los discípulos. Y eso nos ocurre también a nosotros. Al igual que a ellos, Cristo se nos “aparece” constantemente en nuestra vida de todos los días, pero muy difícilmente lo reconocemos. Porque nos falta la visión de la fe. Y hemos de aprender a descubrirlo y a experimentarlo en el fondo de nuestra alma por la fe y el amor.

Y esta experiencia en la fe ha de llevarnos paulatinamente a una transformación interior de nuestro ser a la luz de Cristo resucitado. “El mensaje redentor de Pascua –como nos dice un autor espiritual contemporáneo— no es otra cosa que la purificación total del hombre, la liberación de sus egoísmos, de su sensualidad, de sus complejos; purificación que, aunque implica una fase de limpieza y saneamiento interior –por medio de los sacramentos— sin embargo, se realiza de manera positiva, con dones de plenitud, como es la iluminación del Espíritu, la vitalización del ser por una vida nueva, que desborda gozo y paz, suma de todos los bienes mesiánicos; en una palabra, la presencia del Señor resucitado”.

En efecto, san Pablo lo expresó con incontenible emoción en este texto, que recoge la segunda lectura de este domingo de Pascua: “Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de allá arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con Él, en gloria” (Col 3, 1-4). ¡Pidamos a Cristo resucitado poder resucitar junto con Él, ya desde ahora!

P.Sergio Córdova
catholic.net

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Vengo por ti

Estoy cansado de trabajar y de ver a la misma gente, camino a mi trabajo todos los días, llego a la casa y mi esposa sirvió lo mismo de la c...

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