sábado, 25 de diciembre de 2010

La Palabra se hizo Carne y habitó entre nosotros


¡FELIZ NAVIDAD!

En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y clama: «Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.» Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.

Reflexión

El prólogo de San Juan nos indica que el Hijo de Dios ha sido generado en el seno del Padre, fuera del tiempo, desde toda la eternidad. Por su parte, San Mateo y San Lucas nos cuentan los detalles históricos del nacimiento de Jesucristo en la tierra.

Así, en la Persona de Jesucristo, las dos naturalezas, la humana y la divina, han quedado inseparablemente unidas. Esto era lo que experimentaba cada uno que se acercaba a Jesús: estando en todo igual a nosotros, era al mismo tiempo tan diverso…

“El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado” (Constitución Pastoral de la Iglesia, Gaudium et Spes, n. 22).

Jesús no tenía pecado, por eso sus gestos y sus palabras brillaban como luz entre las tinieblas. El que no se escandalizó ante este espectáculo contempló en Él la gloria del Padre, lleno de gracia y de verdad. A todos los que lo recibieron y creyeron en su nombre, Jesús les dio poder de hacerse hijos de Dios y no dudó de entregarse a la muerte por ellos: “Cordero inocente, con la entrega libérrima de su sangre nos mereció la vida.

En Él Dios nos reconcilió consigo y con nosotros y nos liberó de la esclavitud del diablo y del pecado, por lo que cualquiera de nosotros puede decir con el Apóstol: El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gal 2,20)” (Gaudium et Spes, n. 22).

Este es el misterio que San Juan quiso transmitirnos. Sabiendo que me amó con corazón de hombre y se entregó a sí mismo por mí, ahora me toca a mí transmitirlo a los demás.

P Juan Pablo Menéndez
catholic.net

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miércoles, 22 de diciembre de 2010

Cadena eterna de amor

Vine a la Tierra porque te amo. Renuncié a cuanto tenía, a todo el poder, la gloria y el esplendor del Cielo, para poner a tu alcance el preciado tesoro de la salvación y la vida eterna. Era dueño del universo; no obstante, sin haberte entregado Mi amor ni haber recibido el tuyo, me sentía incompleto. Sabía que si optaba por venir a la Tierra y vivir y morir por ti, podría esperar con ilusión el más valioso de los regalos: tu amor.

Hace mucho, mucho tiempo, la noche en que nací, di comienzo a una cadena eterna de amor, y cuento con que tú la continúes. Mi regalo de salvación es para todo el que lo acepte. Anhelo que todos los habitantes de la Tierra me conozcan y perciban el amor que albergo por ellos. Sin embargo, he escogido obrar por medio de seres humanos. Mi mensaje siempre ha sido y será transmitido por los labios, las manos, los pies y los actos de quienes han decidido ser Mis amigos, Mis seguidores, Mis discípulos. A lo largo de los siglos, cientos de miles de seguidores Míos se han entregado a la labor de perpetuar esta cadena de amor. Algunos han dado poco; otros, mucho; y hay quienes se han entregado de lleno. Mas cada uno puso de su parte para continuar la cadena, según lo que quería dar, conforme a lo que Yo le indicaba, en proporción a su fe y su deseo. Algunos llevaron Mi mensaje a miles o millones de personas. Otros enseñaron la verdad a apenas una o dos. Sin embargo, todos participaron, todos fueron necesarios, y Mi gran cadena mundial de amor no se habría completado si cada una de esas personas no hubiera hecho su parte.

A veces he vuelto la vista atrás y me he puesto a pensar qué habría sucedido si no hubiera escogido venir a la Tierra en carne humana. Pero en ningún momento me he arrepentido de las decisiones que tomé. Desde la primera noche, cuando nací en aquel humilde establo, y los ángeles cantaron, y la estrella proclamó su mensaje por todo el firmamento, tuve la plena certeza de que la ruta que había tomado valdría la pena. Por obtener tu amor habría hecho cualquier sacrificio. Mi Padre y Yo pudimos haberte creado de forma que me amaras automáticamente, o como un ser perfecto y sin pecado, garantizándote con ello un sitio en el Cielo. Sin embargo, Yo conocía la profunda verdad de que no puede considerarse amor lo que se entrega por obligación y no por voluntad propia. Amar es sinónimo de dar. Dar no es solo un acto de amor; es la propia esencia del amor. No existe amor de verdad sin entrega. No existe amor genuino sin sacrificio. Eso te enseñé el día que bajé del Cielo. Ese es el auténtico espíritu de la Navidad: dar, compartir, interesarse por el prójimo. Dar siempre cuesta, pero por otra parte conduce a generosas recompensas. Quien se entrega abnegadamente descubre la mayor de las satisfacciones, tanto aquí en la Tierra como en la esfera celestial.Ocasión para meditar En esta Navidad quiero que pienses en la generosidad y el servicio a los demás. Quiero que recuerdes lo que Yo te obsequié cuando descendí a la Tierra y lo que te he dado desde entonces, tanto lo grande como lo pequeño, las oraciones que has visto respondidas y las bendiciones que te he otorgado. Tómate un tiempo para repasar tu vida desde la perspectiva de lo que has recibido de Mí. Luego quiero que medites sobre lo que has entregado a los demás. Piensa en las veces en que decidiste dar más importancia a la felicidad y el bienestar ajenos que a los tuyos. Piensa en las ocasiones en que te sacrificaste, en que te brindaste a alguien aunque te resultó difícil. Luego piensa en las recompensas que te he dado. Es posible que muchas veces no fueras consciente de ellas, ya que la relación no siempre es muy clara. Pero creo que te darás cuenta de que, en cada situación, tarde o temprano tu generosidad te fue retribuida, pues Yo siempre premio esos gestos. Ahora quiero que dirijas la vista hacia el futuro. Piensa en las promesas que te he hecho y que todavía no has visto cumplidas. Aguarda expectante su cumplimiento, sabiendo que Yo disfruto dando aún más de lo que tú disfrutas recibiendo. Hecho esto, piensa en lo que darás a los demás en el año que comienza. Ora para ver quién necesita algo que tú estés en situación de dar. Piensa en los efectos positivos, estupendos, maravillosos que eso tendrá, no solo en los que reciban tu ayuda, sino también en tu propia vida. Piensa en cómo sonreiré cuando te vea hacer tu parte por consolidar esta gran cadena de amor. No sólo quiero que Mi cadena de amor se mantenga: anhelo que se extienda y se haga más firme. Quiero que rodee toda la Tierra, que todos tengan oportunidad de participar. Ansío que Mi Espíritu de amor afecte la vida de cada persona del mundo. Así pues, da, y se te dará. Entrégame a los demás. Llévales Mis Palabras. Ofrécete a ellos. Haz tu parte para que el máximo número posible de personas sienta Mi Espíritu. Por encima de todo, entrega amor.
Vine a la Tierra porque te amo. Renuncié a cuanto tenía, a todo el poder, la gloria y el esplendor del Cielo, para poner a tu alcance el preciado tesoro de la salvación y la vida eterna. Era dueño del universo; no obstante, sin haberte entregado Mi amor ni haber recibido el tuyo, me sentía incompleto. Sabía que si optaba por venir a la Tierra y vivir y morir por ti, podría esperar con ilusión el más valioso de los regalos: tu amor. Hace mucho, mucho tiempo, la noche en que nací, di comienzo a una cadena eterna de amor, y cuento con que tú la continúes. Mi regalo de salvación es para todo el que lo acepte. Anhelo que todos los moradores de la Tierra me conozcan y perciban el amor que albergo por ellos. Sin embargo, he escogido obrar por medio de seres humanos. Mi mensaje siempre ha sido y será transmitido por los labios, las manos, los pies y los actos de quienes han decidido ser Mis amigos, Mis seguidores, Mis discípulos. A lo largo de los siglos, cientos de miles de seguidores Míos se han entregado a la labor de perpetuar esta cadena de amor. Algunos han dado poco; otros, mucho; y hay quienes se han entregado de lleno. Mas cada uno hizo su parte para continuar la cadena, según lo que quería dar, conforme a lo que Yo le indicaba, en proporción a su fe y su deseo. Algunos llevaron Mi mensaje a miles o millones de personas. Otros enseñaron la verdad a apenas una o dos. Sin embargo, todos participaron, todos fueron necesarios, y Mi gran cadena mundial de amor no se habría completado si cada una de esas personas no hubiera hecho su parte. A veces he vuelto la vista atrás y me he puesto a pensar qué habría sucedido si no hubiera escogido venir a la Tierra en carne humana. Pero en ningún momento me he arrepentido de las decisiones que tomé. Desde la primera noche, cuando nací en aquel humilde establo, y los ángeles cantaron, y la estrella proclamó su mensaje por todo el firmamento, tuve la plena certeza de que la ruta que había tomado valdría la pena. Por obtener tu amor habría hecho cualquier sacrificio. Mi Padre y Yo pudimos haberte creado de forma que me amaras automáticamente, o como un ser perfecto y sin pecado, garantizándote con ello un sitio en el Cielo. Sin embargo, Yo conocía la profunda verdad de que no puede considerarse amor lo que se entrega por obligación y no por voluntad propia. Amar es sinónimo de dar. Dar no es solo un acto de amor; es la propia esencia del amor. No existe amor de verdad sin entrega. No existe amor genuino sin sacrificio. Eso te enseñé el día que bajé del Cielo. Ese es el auténtico espíritu de la Navidad: dar, compartir, interesarse por el prójimo. Dar siempre cuesta, pero por otra parte conduce a generosas recompensas. Quien se entrega abnegadamente descubre la mayor de las satisfacciones, tanto aquí en la Tierra como en la esfera celestial.

En esta Navidad quiero que pienses en la generosidad y el servicio a los demás. Quiero que recuerdes lo que Yo te obsequié cuando descendí a la Tierra y lo que te he dado desde entonces, tanto lo grande como lo pequeño, las oraciones que has visto respondidas y las bendiciones que te he otorgado. Tómate un tiempo para repasar tu vida desde la perspectiva de lo que has recibido de Mí. Luego quiero que medites sobre lo que has entregado a los demás. Piensa en las veces en que decidiste dar más importancia a la felicidad y el bienestar ajenos que a los tuyos. Piensa en las ocasiones en que te sacrificaste, en que te brindaste a alguien aunque te resultó difícil. Luego piensa en las recompensas que te he dado. Es posible que muchas veces no fueras consciente de ellas, ya que la relación no siempre es muy clara. Pero creo que te darás cuenta de que, en cada situación, tarde o temprano tu generosidad te fue retribuida, pues Yo siempre premio esos gestos.

Ahora quiero que dirijas la vista hacia el futuro. Piensa en las promesas que te he hecho y que todavía no has visto cumplidas. Aguarda expectante su cumplimiento, sabiendo que Yo disfruto dando aún más de lo que tú disfrutas recibiendo. Hecho esto, piensa en lo que darás a los demás en el año que comienza. Ora para ver quién necesita algo que tú estés en situación de dar. Piensa en los efectos positivos, estupendos, maravillosos que eso tendrá, no solo en los que reciban tu ayuda, sino también en tu propia vida. Piensa en cómo sonreiré cuando te vea hacer tu parte por consolidar esta gran cadena de amor. No sólo quiero que Mi cadena de amor se mantenga: anhelo que se extienda y se haga más firme. Quiero que rodee toda la Tierra, que todos tengan oportunidad de participar. Ansío que Mi Espíritu de amor afecte la vida de cada persona del mundo. Así pues, da, y se te dará. Entrégame a los demás. Llévales Mis Palabras. Ofrécete a ellos. Pon de tu parte para que el máximo número posible de personas sienta Mi Espíritu. Por encima de todo, entrega amor.

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martes, 21 de diciembre de 2010

¿Ya conoces la buena noticia?

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No le reces a Dios mirando al cielo

No le reces a Dios mirando al cielo, ¡mira hacia adentro!

No busques a Dios lejos de ti, sino en ti mismo…

No le pidas a Dios lo que te falta: ¡búscalo tú mismo!, y Dios lo buscará contigo, porque ya te lo dio como promesa y como meta para que tú lo alcances…

No reproches a Dios por tu desgracia; ¡súfrela con Él! y Él sufrirá contigo; y si hay dos para un dolor, se sufre menos…

No le exijas a Dios que te gobierne a golpe de milagros desde afuera; ¡gobiérnate tú mismo! con responsable libertad, amando, y Dios te estará guiando ¡desde adentro y sin que sepas cómo!..

No le pidas a Dios que te responda cuando le hablas; ¡respóndele tú!, porque Él te habló primero; y si quieres seguir oyendo lo que falta escucha lo que ya te dijo…

No le pidas a Dios que te libere, desconociendo la libertad que ya te dió. ¡Anímate a vivir tu libertad! y sabrás que sólo fue posible porque tu Dios te quiere libre…

No le pidas a Dios que te ame, mientras tengas miedo de amar y de saberte amado. ¡Ámalo tú! y sabrás que si hay calor es porque hubo fuego, y que si tú puedes amar es porque Él te amó primero.

San Agustín
iglesia.org

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sábado, 18 de diciembre de 2010

Bienes invisibles

Juan es un chico de siete años que vive con su mamá, una pobre costurera, en un diminuto apartamento de una pequeña ciudad. La noche del 5 de enero, el chico espera ansioso en su cama la venida de los tres Reyes Magos. Según la costumbre de su país, ha colocado en la chimenea un gran calcetín de lana, esperando encontrarlo a la mañana siguiente lleno de regalos.

Pero su mamá sabe que no habrá regalos para Juan por su falta de dinero. Para evitar su desilusión, le explica que hay bienes visibles que se compran con dinero y bienes invisibles que no se compran ni se venden ni se ven, pero que lo hacen a uno muy feliz, como el cariño de la mamá por ejemplo.

Al día siguiente Juan despierta, corre a la chimenea y ve su calcetín vacío. Lo recoge con emoción y alegría y se lo muestra a su mamá: "¡Está llena de bienes invisibles!" le dice y se le ve feliz.

Por la tarde, Juan va al salón parroquial donde se reúnen los chicos cada cual mostrando con orgullo sus respectivos regalos. "Y a ti, Juan, ¿qué te han traído los Reyes Magos?" le preguntan.

Juan muestra feliz su calcetín vacío: "¡A mí me ha traído bienes invisibles!" contesta. Los chicos se ríen de él. Entre ellos Federico, un niño consentido quien tiene el mejor regalo, pero no es feliz. Por envidia, sus compañeros se burlan de él porque su precioso auto a pedales no tiene marcha atrás. Federico, enfurecido, destruye el valioso juguete.

El papá de Federico se aflige y se pregunta cómo podría complacer a su hijo. En eso ve a Juan, sentado en un rincón, feliz con su media vacía. Le pregunta: "¿Que te han traído los Reyes Magos?"

"A mí, bienes invisibles" contesta Juan ante la sorpresa del papá de Federico y le explica que no se ven ni se compran ni se venden, como el cariño de una mamá.

El papá de Federico comprendió. Los muchos regalos visibles y vistosos no habían logrado la felicidad de su hijo. Juan había descubierto gracias a su mamá el camino hacia la felicidad.

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viernes, 17 de diciembre de 2010

Las Antífonas de la O

Son importantes las llamadas «antífonas de la 0», que se rezan en las vísperas desde el 17 hasta el 23 de diciembre. Son un eco de las profecías de Isaías. Algunas están contenidas en el himno «Cielos, lloved vuestra justicia». Pueden ser un texto muy apto para la oración profunda.

17 Diciembre:

Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ¡ven y muéstranos el camino de la salvación!

18 Diciembre:

Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley, ¡ven a librarnos con el poder de tu brazo!

19 Diciembre:

Oh Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones, ¡ven a librarnos, no tardes más!

20 Diciembre:

Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir, ¡ven y libra los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte!

21 Diciembre:

Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la Luz Eterna, Sol de justicia, ¡ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte!

22 Diciembre:

Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos, Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo, ¡ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra!

23 Diciembre:

Oh Emmanuel, Rey y Legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ¡ven a salvarnos, Señor Dios nuestro!

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jueves, 16 de diciembre de 2010

Si el condón se rompe, puedes morir

¿Saltarías de un avión después que te hayan dicho que el paracaídas que vas a usar no es 100% seguro? ¡Menuda garantía que te dan! Lo mismo ocurre con los folletos editados por el gobierno sobre prevención de SIDA,en los cuales se afirma que "los condones no son 100% seguros pero si se usan adecuadamente reducirán el riesgo de las enfermeddes de transmisión sexual (ETS), incluyendo el SIDA". ¡Reducir el riesgo de una enfermedad que si se contrae es 100% mortal! De poco sirve que reduzca la posibilidad de contagio; si no es ciento por ciento seguro, no sirve. Reducir el riesgo, no es lo mismo que eliminar el riesgo. Un sólo fallo, aunque haya protegido en muchas otras ocasiones, es mortal.

No nos engañemos. Entregar a los adolescentes condones no mejora las cosas, sino las empeora, por la promiscuidad que suscita. Está demostrado: más embarazos en adolescentes, más sífilis, más herpes genital, más gonorrea, más clamidias... lo mismo ocurre con el SIDA.

La gente "simpática" no usa condones. En un estudio acerca de los hábitos sexuales de los muchachos en la universidad, en 1975 un 12% usaban condones; en 1989, el porcentaje se había elevado sólo a un 41%. ¿Porqué no los usan? Ellos lo saben "todo" sobre ETS... Les han llegado todos los mensajes sobre "sexo seguro", y sólo el 41% de los muchachos usan condones. En el calor de la pasión, el cerebro no funciona. Es, por tanto, muy difícil lograr que vayan a usar el condón en todas las ocasiones.

Es imposible curar a un adicto a las drogas dándole jeringuillas desechables. Del mismo modo, es imposible curar a un adicto al sexo dándole condones. La curación empieza cuando se suscita el deseo de salir de la adicción, cuando se suscita el deseo de llegar al propio autodominio.

¿Quién se atrevería a ponerse un condón después de leer el siguiente anuncio?: "Si el condón se rompe, puedes morir". Y sin embargo, se nos sigue difundiendo la mentira del "sexo seguro" con condón. Dejémonos de mentiras asesinas, lo único seguro es la castidad, esperar hasta el matrimonio y ser fiel después hasta la muerte. En definitiva, lo que nos ha dicho siempre el sexto mandamiento de la Ley de Dios: "No cometerás actos impuros", es decir,"No fornicarás" y "No adulterarás" (cf. Ex. 20:14; Deut. 5:17; Mc. 7:20-23; Mt. 5:27-28; Ef. 5:5-6). Pero claro, para cumplirlo hace falta cumplir el primero: "Amarás a Dios con todo el corazón" (Deut. 6:4; Mc. 12:2-34; Mt. 22:34-40), pues es imposible sin la fe y sin Su gracia vivir la castidad y triunfar sobre las tentaciones. Es decir, llenar de sentido la vida, de un sentido profundamente religioso. La adicción al sexo, al alcohol o a la droga no son más que síntomas del vacío existencial. Si la vida no tiene sentido, ¿para qué luchar? Como decían los antiguos: "comamos y bebamos que mañana moriremos". De poco sirve llenar ese vacío con sucedáneos (profesión, diversiones, ciencia... ), a la larga no funciona. Hay que llenar el vacío con lo único que se puede llenar: Jesucristo, que "me amó y se entregó a la muerte por mí" (Gal. 2:20).

Pero todavía queda algo, no ser un ingenuo: vivir la castidad desde el principio, no sólo en los actos. Para ello, vivir el noveno mandamiento: "No tendrás pensamientos impuros" (Ex. 20:17; Mt. 5:28). Imposible "no fornicar", "no ser un adúltero" sin tener la mente limpia, pues los actos no son más que la consecuencia de los pensamientos. Como decía uno: la pornografía es la teoría, la violación es la práctica. Para ello: "vigilad y orad, para no caer en la tentación". Dominio de la mirada, del pensamiento, pudor, sencillez y modestia en el vestido...

Dicen que para erradicar el SIDA harán falta incontables billones de dólares. Y en verdad, no haría falta gastar ni un sólo dólar. Si todos se pusiesen a vivir estos mandamientos, el SIDA se erradicaría completamente. Para dos jóvenes que son vírgenes hasta el matrimonio y que después son fieles uno al otro hasta la muerte, es imposible que enfermen de una enfermedad de transmisión sexual, mucho menos de SIDA. Para dos jóvenes que se comprometan a vivir así el amor, es imposible que caigan en la tentación de la droga.

En resumen, si quieres erradicar el SIDA, sé casto. Si quieres ser casto, que Jesucristo reine en tu corazón. Los católicos lo tenemos más fácil si acudimos a la Virgen María, nuestra madre, en los momentos difíciles. Erradicar el SIDA: no hay solución más fácil y difícil a la vez. Difícil o imposible para el que no quiere ser casto, fácil para el que cumple los mandamientos y pone su confianza en Dios.

Dr. Alvaro
vidahumana.org
Nota: El Dr. Alvaro Susín es médico especialista en medicina de familia y viene colaborando con Vida Humana Internacional.

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miércoles, 15 de diciembre de 2010

Fecundación in vitro, una solución que genera más problemas

El premio Nobel de medicina que hace algunas semanas se concedió a Robert Edwards por el desarrollo de la técnica de fecundación in vitro (FIV) ha traído de nuevo a los medios la discusión por la legitimidad de ésta y otras técnicas de reproducción asistida.

Por un lado, se han celebrado los casi 4 millones de bebés nacidos desde la invención de la técnica en 1978; por otro, la Iglesia Católica y algunas organizaciones asociadas a ella (como la Federación Internacional de Asociaciones de Médicos Católicos, FIAMC) han mostrado consternación al escuchar la decisión de premiar al «inventor» de los niños de probeta (cf. ZENIT, 05.10.2010).

¿Es la Fecundación in Vitro una técnica digna de ser premiada? ¿Ha contribuido realmente al bien de la humanidad? A continuación se presentan tres hechos que podrían dar luz para responder a estas preguntas.

Uno contra cuatro

Si es verdad que la FIV ha traído a la vida a cuatro millones de niños, también es verdad que detrás de cada niño nacido, hay otros que han muerto en intentos fallidos de implantación y algunos otros que permanecerán congelados. Cuatro millones nacidos, pero al menos dieciséis en peligro de permanecer congelados, desechados o sujetos a investigación científica, usados como conejillos de experimentación. Cuatro millones de bebés nacidos, pero dieciséis millones de embriones congelados o eliminados.

Madres de alquiler y explotación de mujeres

La FIV también hizo posible la práctica del «alquiler de madres». Las mujeres que ahora quieran deshacerse de las incomodidades del embarazo, o que no pueden llevarlo, pueden alquilar el vientre de una mujer que, por una suma de dinero, lo llevaría a término. La India, por ejemplo, se ha convertido en un país al que muchas parejas acuden en búsqueda de vientres de alquiler, pues no hay una legislación que regule esta práctica. Según un artículo publicado en mayo de 2009 por el Sunday Times, sólo un tercio de las 14 mil libras que paga la pareja llegan a la madre sustituta. Además, el artículo explica que las madres sustitutas, normalmente de la casta inferior deben vivir en lugares de confinamiento, y reciben visitas de su marido e hijos sólo una vez por semana, sin dejar de mencionar que las mujeres atraviesan serias dificultades emocionales al tener que entregar al niño que gestaron durante nueve meses.

Los niños a la carta

Un tercer hecho relacionado a la FIV es el asunto de los niños «a la carta». Ahora los padres pueden elegir de entre los embriones producidos al que satisfaga sus gustos: se puede elegir el sexo, el color del pelo o de los ojos. La técnica es posible gracias al Diagnóstico Genético Preimplantacional (DGP) y ha sido publicitada desde el año pasado en algunas clínicas de reproducción asistida en los Estados Unidos (cf. ZENIT, 03.03.2009).

El problema no es sólo desear una hija más que un hijo, o en preferirla con ojos azules; también es que en esa elección los padres determinan quién nace, quién muere o quién se queda congelado.

La FIV parece haber traído más problemas que soluciones. Y esto ha sucedido porque se ha perdido de vista que la investigación científica, siendo sólo una herramienta para entender mejor la naturaleza, puede ser utilizada también en perjuicio del hombre.

Del abuso de la ciencia y de su perjuicio al hombre, Alfred Nobel era muy consciente. El mal uso que su invento –la dinamita– había provocado, lo llevó a establecer la fundación que lleva su nombre. En el 2010, el Nobel de medicina se lo lleva el creador de la FIV. ¿Qué pensaría Alfred Nobel de este abuso de la ciencia?

Roberto Taboada
fluvium.org

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martes, 14 de diciembre de 2010

Mensaje de Jesús para Tí

¿Por qué te confundes y te agitas ante los problemas de la vida?

Déjame al cuidado de todas tus cosas y todo te irá mejor. Cuando te abandones a mí, todo se resolverá con tranquilidad según mis designios. No te desesperes, no me dirijas una oración agitada como si quisieras exigirme el cumplimiento de tus deseos.

Cierra los ojos del alma y dime con clama: JESÚS EN VOS CONFÍO.

Evita las preocupaciones angustiosas y los pensamientos sobre lo que puede suceder después. No estropees mis planes, queriéndome imponer tus ideas. Déjame ser Dios y actuar con libertad. Abandónate confiadamente a mí, reposa en mí y deja en mis manos tu futuro.

Dime frecuentemente, JESÚS EN VOS CONFÍO.

Lo que más daño te hace es tu razonamiento y tus propias ideas y querer resolver las cosas a tu manera. Cuando me dices JESÚS EN VOS CONFÍO, ¿no será como el paciente que le pide al médico que lo cure, pero le sugiere el modo de hacerlo? Déjate llevar en mis brazos divinos, no tengas miedo. Yo te amo.

Si crees que las cosas empeoran o se complican a pesar de la oración, sigue confiando. Cierra los ojos del alma y confía. Continúa diciéndome a toda hora, JESÚS EN VOS CONFÍO.

Necesito las manos libres para poder obrar. No me ates con tus preocupaciones inútiles. Satanás quiere eso, agitarte, angustiarte, quitarte la paz.

Confía sólo en mí, reposa en mí, abandónate en mí. Yo hago los milagros en la proporción del abandono y confianza que tienes en mí.

Así que no te preocupes, echa en mí todas tus angustias y duerme tranquilo. Dime siempre, JESÚS EN VOS CONFÍO y verás grandes milagros. Te lo prometo por mi amor.

iglesia.org

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lunes, 13 de diciembre de 2010

¡ La tarjeta navideña más moderna !

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Esperanza, ¿cristiana o atea?‏

La esperanza cristiana ha transformado la historia de la humanidad

El hombre no puede vivir sin esperanza. La esperanza es el motor de la vida humana. Depende de dónde ponga el hombre sus esperanzas, para que se sienta más o menos realizado, cuando alcanza lo que espera. O, por el contrario, se sienta defraudado cuando no se cumple aquello que esperaba.

La esperanza cristiana se apoya en Dios, que es fiel y cumple siempre. La esperanza cristiana es una virtud teologal, que tiene a Dios como origen porque es Él quien la infunde en nuestros corazones, es una virtud que nos lleva a fiarnos de Dios y a desear que cumpla en nosotros y en el mundo sus promesas. Dios Padre nos promete hacernos partícipes de su vida en plenitud y para siempre. Por medio de su Hijo Jesucristo nos ha redimido del pecado y nos ha hecho hijos suyos. Nos da constantemente el don de su Espíritu, que llena de esperanza nuestros corazones. Nos llama a vivir en comunidad en su Santa Iglesia, como familia de Dios que anticipa el cielo nuevo y la nueva tierra.

La esperanza cristiana ha transformado la historia de la humanidad. Ha llenado el corazón de muchos hombres y mujeres, moviéndoles a dar su vida por Cristo y por el Evangelio. Es una esperanza que la muerte no interrumpe, sino que precisamente en la muerte encuentra su cumplimiento, pues la muerte nos abre al encuentro definitivo y pleno con Dios para siempre en el cielo. Es una esperanza que nos lleva a amar de verdad, a Dios y a los hermanos, hasta el extremo de dar la vida.

Para los que no tienen a Dios, o porque no le conocen todavía o porque lo han rechazado, hay otra esperanza, que no tiene tanto alcance ni mucho menos. Es una esperanza de los bienes de este mundo, que aún siendo buenos son pasajeros. Esperar la salud, la prosperidad terrena de los míos. Esperar cosas de este mundo, que aún siendo buenas nunca sacian el corazón humano. En definitiva, cuando no es Dios el motor de nuestra esperanza, vivimos con las alas recortadas sin vuelos largos que entusiasman y llenan el corazón. Una esperanza sin Dios es una esperanza temerosa de perder incluso aquello poco que se tiene (y es mayor el temor de perderlo, si es mucho lo que se ha alcanzado). Dios es la única garantía que elimina todo temor, y nos hace vivir en el amor.

El marxismo ha predicado una esperanza, que al concretarse en la realidad histórica a lo largo del siglo XX, ha supuesto un rotundo fracaso. He ahí el progreso de los países socialistas del Este. Cuando en 1989 cayó el muro, pudimos constatar la pobreza inmensa de los que esperaban el “paraíso terrenal”, que nunca ha llegado. La esperanza marxista es el sueño de algo que no existe (utopía). Es una esperanza engañosa, porque pone en movimiento al hombre y a la sociedad, pero lo hace proyectando un espejismo, que nunca se realiza. Esta esperanza ha llevado al odio por sistema, a la lucha de clases, a la revolución e incluso al terrorismo.

La esperanza cristiana, sin embargo, es la certeza de una realidad que se nos brinda como regalo de Dios y como plenitud humana . Y Dios cumple siempre sus promesas. La esperanza cristiana brota de la certeza generada por la fe, no es una proyección del corazón humano que inventa lo que no tiene, soñando aunque sea mentira. Y lo que Dios nos promete ya existe, está preparado, lo veremos plenamente en el cielo, y lo vemos continuamente realizado por el amor en nuestras vidas. No es una utopía, sino una realidad futura, que se va haciendo presente en la medida en que esperamos y nos abrimos al don de Dios.

Que el tiempo de adviento nos haga crecer en la esperanza, de la buena. Esa esperanza que se apoya en Dios y no defrauda. Que este tiempo santo disipe tantos ídolos, que quizá nos llevan a esperar, pero con una esperanza que desaparece como el humo.

El corazón humano no puede vivir sin esperanza. Pongamos en Dios nuestra esperaza, y nunca seremos defraudados.

Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
revistaecclesia.com

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domingo, 12 de diciembre de 2010

Descúbrelo tú mismo. Encuéntrate con Él


Mateo 11, 2- 11

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” Jesús les respondió: “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se sienta defraudado por mí!” Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: “¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: "Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti”. Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.”

Reflexión

Juan el Bautista, desde la cárcel, envía a sus discípulos hasta Jesús, para que éstos le preguntaran si realmente era el Mesías. Es absurdo pensar que Juan lo ignorara. Él fue quien le señaló como el Cordero de Dios, venido para quitar los pecados del mundo. Entonces, ¿por qué envía a estos discípulos con esa pregunta?

Para que ellos conocieran personalmente a Jesús, entraran en contacto con Él y en Él descubrieran al Mesías prometido. La fe en Cristo es un encuentro personal con Él. No basta que otros te lo cuenten; aunque este anuncio es necesario, puesto que la fe nos llega a través del oído y gracias a personas que están compartiendo su experiencia con nosotros. Pero no se puede decir que somos auténticos cristianos hasta que no experimentamos este encuentro personal con Cristo; puesto que Él, Dios hecho hombre que me conoce, me ama y viene a salvarme, desea también encontrarse personalmente conmigo.

Como a los discípulos de Juan, el Señor se nos muestra como el Mesías. Él cumple las profecías mesiánicas: “los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio...”, son las palabras de Isaías, que hemos escuchado en la primera lectura. Es como si el Señor les dijera: “comprobadlo vosotros mismos”. Y entonces, de nuevo con palabras de Isaías: “Verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios”.

En el encuentro personal con Él, descubrimos quién es Él. A la samaritana, le dirá directamente: “Soy yo” el Mesías anunciado. Descúbrelo tú mismo. Encuéntrate con Él. Que la vida cristiana no es sino un encuentro vivo, real, con un Dios que te espera, con un Dios que es hombre como tú. Los signos que te ofrece son claros: ahí tienes a tantas personas como tú, que se encontraron un día con Jesucristo y cambiaron completamente su corazón, porque descubrieron y acogieron la verdad de Dios, su amor manifestado en la cruz y en la resurrección de su Hijo.

Adviento. Cristo viene y, aunque para su manifestación definitiva y plena, haya que esperar el fin de esta vida, viene ya ahora en su Iglesia, en el prójimo, con su poder y su gracia. ¿Te preparas tú para salir a su encuentro? Una buena confesión en este tiempo de adviento y la comunión eucarística fervorosa serán, sin duda, el momento en que descubras personalmente tu amistad con Cristo.

Padre Mario
Desde la barca de Pedro

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sábado, 11 de diciembre de 2010

Resurrección de los muertos‏

1. ¿Resucitan los muertos? Los muertos resucitarán al fin del mundo. Entonces cada alma volverá a su cuerpo que adquirirá unas cualidades especiales. Unidos ambos de nuevo recibirán juntos en el juicio final el premio o castigo que ya tenía el alma.

2. ¿Entonces, hay reencarnación? Normalmente por reencarnación se entiende que tras la muerte el alma toma otro cuerpo diferente y luego otro y otro en una especie de condena a muerte continua. Esto no sucede así. No hay reencarnación del alma en otro cuerpo, sino resurrección del cuerpo con su misma alma al fin del mundo.

3. ¿Cómo serán los cuerpos gloriosos en el cielo? Los cuerpos resucitados y gloriosos tendrán propiedades diferentes de los cuerpos actuales. Estarán tan empapados por el alma que gozarán de muchas cualidades espirituales similares a las que tuvo el cuerpo resucitado de Cristo. Los cuerpos gloriosos serán:

* Impasibles: ya no sufren dolores ni muerte.
* Ágiles, para ir donde el alma desee.
* Sutiles: capaces de atravesar cuerpos materiales.
* Claros, brillantes: con una belleza radiante de esplendor que variará según la santidad que cada uno alcanzó en esta vida.

4. ¿Y los cuerpos condenados? También resucitarán y tendrán propiedades diferentes de los cuerpos actuales. Pero no serán glorificados. Por ejemplo, serán inmortales pero sufrirán dolores y carecerán de esplendor.

Ignacio Juez
ideasrapidas.org

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viernes, 10 de diciembre de 2010

Sólo soy un turista

Hace unos días, mientras me afeitaba delante de un espejo, me dí cuenta de que me habían salido las primeras canas en mi cabello moreno. Este hecho me hizo pensar en el versículo 10 del salmo 90, que dice así: "Nuestra vida dura apenas setenta años, y ochenta, si tenemos más vigor: en su mayor parte son fatiga y miseria, porque pasan pronto, y nosotros nos vamos"

Me dí cuenta de que los años van pasando.

Un poco más tarde, salí a dar un paseo y por la calle vi pasar un vehículo diferente a los demás. La diferencia estaba en el portaequipajes, donde llevaba un adhesivo con una frase que me llamó la atención. Incluso más que llamarme la atención, reaccioné sonriendo y me ayudó a vivir el resto de mi vida esperando con tranquilidad el resto de las canas que le faltan a mi cabello. La frase del automóvil decía “Sólo soy un turista en la Tierra”.

Esta es una frase para aplicarla en nuestra vida. Esta frase nos da una pauta sobre cómo tiene que ser nuestra vida en la tierra.

¿Qué es lo que hace un turista? Viajar y conocer ciudades. ¿Qué es lo que lleva un turista cuando viaja? Sólo lleva lo necesario, y sobre todo lo principal: la cámara fotográfica, actualmente incluida en la mayoría de los teléfonos móviles. Un turista disfruta el viaje y aprovecha para tomar las mejores fotografías del lugar donde estuvo, para mostrarlas luego con orgullo a los familiares y amigos.

Así tiene que ser nuestra vida diaria. Si sólo somos turistas en la tierra, si sólo estamos de paso por este mundo, aprovechemos para vivir nuestra vida tomando las mejores fotografías. Preocupémonos de llevar al cielo las mejores imágenes de nuestra vida. Si somos turistas en la Tierra, saquemos y llevemos a la eternidad fotos de bondad y amabilidad, fotos de alegría, fotos de solidaridad con el prójimo. Si somos turistas en la Tierra, llevémonos a la eternidad sólo fotos de Fe, fotos de esperanza, fotos de amor y sobre todos fotos de buenas acciones y Santidad.

Como turistas espirituales, aprovechemos bien el tiempo que nos resta de vida. Nuestra plegaria diaria tendría que ser la del salmo 90,12: “Enséñanos a calcular nuestros años, para que nuestro corazón alcance la sabiduría”. A esta oración podemos añadirle también lo siguiente: Enséñanos, Señor, a tomar excelentes fotografías de nuestra vida. Enséñanos, Señor, a llevar las mejores fotos a la eternidad. Amén

webcatolicodejavier.org

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jueves, 9 de diciembre de 2010

Jesús, ocúpate Tú

¿Por qué te confundes agitándote? Déjame a cargo de tus cosas y todo se calmará. En verdad te digo que cada acto de verdadero y completo abandono en Mí, produce el efecto que deseas y resuelve las situaciones espinosas.

Abandonarse en Mí no significa atormentarse, confundirse y desesperarse, elevando luego hacia Mí una plegaria agitada para que Yo haga lo tú quieres; sino que es cambiar la agitación en oración. Abandonarse significa cerrar plácidamente los ojos del alma, alejar el pensamiento de la tribulación y descansar en Mí para que yo solo obre, diciendo: Ocúpate Tú. Se oponen al abandono, la preocupación, la agitación y el querer prever las consecuencias de un hecho.

Cierra los ojos y déjate llevar por la corriente de mi Gracia, cierra los ojos y déjame trabajar, cierra los ojos y piensa en el presente, alejando el pensamiento del futuro como si fuera una tentación, reposa en Mí creyendo en mi bondad y te juro por mi amor que diciéndome con abandono, ocúpate Tú, Yo me ocupo de lleno, te consuelo, te libero, te conduzco.

Y cuando te debo llevar por un camino diverso del que tu ves, yo te adiestro, te llevo en mis brazos. Aquello que te angustia y te hace un inmenso mal es tu razonamiento, tu pensamiento atormentado y continuo, el querer resolver todo aquello que te aflige.

Cuantas cosas obro Yo cuando el alma se vuelve hacia Mí en sus necesidades tanto espirituales como materiales y me dice: Ocúpate tú, cierra los ojos y reposa. Obtienes pocas Gracias cuando te confundes para producirlas tú mismo; obtienes muchísimas cuando la oración y la confianza en Mí son completas. Tú, en tu dolor, oras para que yo obre, pero para que obre según tú crees... No te diriges hacia Mí sino que quieres que yo me adapte a tus ideas.

No obres de este modo ora como Yo te he enseñado en el Padrenuestro: hágase Tú voluntad así en la tierra como en el cielo, es decir, dispone Tú de esta necesidad como mejor te parezca, para nuestra vida eterna y temporal.

Si me dices de verdad, hágase tu voluntad, es decir, ocúpate Tú, Yo intervengo con toda mi omnipotencia y resuelvo aún las situaciones más cerradas y difíciles. No te desanimes, cierra los ojos y dime con confianza: Hágase Tú voluntad, ocúpate Tú. Te digo que Yo me ocupo y que intervengo y hasta obro milagros cuando es necesario. No te angusties si la situación empeora, cierra los ojos y di: Ocúpate Tú. Te digo que yo me ocupo y no existe una medicina más poderosa que una intervención mía de amor.

Tú eres ansioso, quieres evaluarlo todo, pensar en todo y es así como te abandonas en las fuerzas humanas y, peor aún, en los hombres, confiando en la intervención de ellos. Esto es lo que obstaculiza mi intervención. Cómo deseo este abandono de tu parte para poder beneficiarte! Cómo me duele verte angustiado.

Es justamente tu alejamiento de Mí que te convierte en presa de las iniciativas humanas, por eso debes confiar sólo en Mí, reposar en Mí y abandonarte en Mí para todo. Yo hago milagros en proporción al pleno abandono en Mí y a la despreocupación de parte tuya. Yo distribuyo tesoros de Gracia cuando tú te encuentras abatido. Obra divinamente aquel que se abandona en Dios.

Cuando ves que las cosas se complican, di con los ojos del alma: Jesús ocúpate Tú. Haz esto en todas tus necesidades y verás continuos y silenciosos milagros. Te lo juro por mi Amor.

iglesia.org

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miércoles, 8 de diciembre de 2010

Inmaculada Concepción de María


Fiesta: 8 de diciembre

Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.

Reflexión:

Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María.

Nadie mejor que Ella, la Virgen Madre del Redentor, nos puede ayudar a disponernos interiormente para el nacimiento de su divino Hijo.

Recuerdo que, cuando era niño, escuché de los labios de mi madre una oración bellísima, que siempre me ha fascinado: “Bendita sea tu pureza/ y eternamente lo sea,/ pues todo un Dios se recrea/ en tan graciosa belleza./ A ti, celestial Princesa,/ amada Virgen María,/ te ofrezco en este día/ alma, vida y corazón./ Mírame con compasión,/ y no me dejes, Madre mía./ Amén”. En esta sencilla plegaria, al igual que en el Avemaría, se encuentra condensada la fe del pueblo cristiano que reza a María, su Madre, invocándola con el singular título de “Inmaculada”.

La Iglesia Católica, casi desde sus inicios, consideró a la Virgen María como purísima y sin ninguna mancha de pecado original. Muchos Santos Padres y teólogos habían defendido la pureza intacta de María, como, por ejemplo, san Gregorio Nazianceno, Orígenes, Tertuliano, san Basilio de Cesarea, san Cirilo de Alejandría, san Efrén de Siria, san Ambrosio y san Agustín. Pero, curiosamente, el dogma de la Inmaculada Concepción no fue definido sino hasta el año 1854 por el Papa Pío IX, de feliz memoria. En la bula “Ineffabilis Deus” proclamaba solemnemente que “la Bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original desde el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano”. Son las palabras textuales de la declaración de este dogma de fe.

El Evangelio de la fiesta de hoy nos presenta el pasaje de la Escritura en el que la Iglesia ha visto de forma clara, pero implícita, la afirmación de este dogma mariano. “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” son las palabras que el ángel dirige a María, al entrar a su presencia, para comunicarle el mensaje que le traía de parte de Dios. Esta definición, “llena de gracia”, le viene aplicada a María en un sentido pleno y total. Ella es la “toda hermosa”, la “tota Pulcra”, como siempre la han llamado todos los cristianos desde tiempo inmemorial y como canta la Iglesia en las vísperas de esta festividad.

La palabra “gracia” –del griego, “charis”–puede significar “favor, perdón, amnistía” –como cuando decimos que un condenado a muerte ha obtenido la gracia–. Pero significa también “belleza, encanto, fascinación”. Y éste es el sentido que se aplica aquí a María. Ella es la más bella de todas las creaturas; pero no nos referimos sólo a una belleza física, sino sobre todo espiritual: la belleza de su alma por sus virtudes, por su santidad, por la elección divina; porque ha sido totalmente preservada de la mancha del pecado; en una palabra, porque en Ella, en su vientre, alma y corazón, reside el mismo Dios. Ella es “llena de gracia” porque es toda pura y porque Dios la ha elegido para ser la Madre de su Hijo. Ella es “graciosa” porque ha sido “agraciada” de parte de Dios. Ella es, en efecto, “la más hermosa de entre todas las mujeres, la amada del Señor, en quien no hay ninguna tacha” –como canta poéticamente el Cantar de los Cantares–.

Fedor Dostojevskji decía que “el mundo será salvado por la belleza”. Y tenía razón. Pero por esta belleza espiritual que resplandece en el alma de María; por la belleza sin igual de sus virtudes, de su santidad, de su pureza virginal y de su condición de Virgen y Madre Inmaculada.

Ojalá que también nosotros, todos los cristianos, imitemos a nuestra Madre del cielo en su pureza de cuerpo y alma. ¡Son tan hermosas las almas puras! Ojalá los jóvenes y las jovencitas entendieran que la verdadera belleza, la que nunca acaba y la que siempre perdura no es la belleza caduca y engañosa que se exhibe en las formas del cuerpo, sino la belleza limpia del alma santa, la inocencia de la virtud y la pureza del corazón. Pidamos hoy a María Santísima, nuestra Reina y Madre Inmaculada, que nos haga cada día un poco más semejantes a Ella.

P. Sergio Cordova
catholic.net

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martes, 7 de diciembre de 2010

¡Dime qué esperas y te diré quién eres!‏

La Iglesia ha entrado en el tiempo litúrgico de Adviento. Los cristianos proclaman que el Mesías ha venido realmente y que el reino de Dios está a nuestro alcance. El Adviento no cambia a Dios. El Adviento profundiza en nuestro deseo y en nuestra espera de que Dios realice lo que los profetas anunciaron. Rezamos para que Dios ceda a nuestra necesidad de ver y sentir la promesa de salvación aquí y ahora.

Durante este tiempo de deseo y de espera del Señor, se nos invita a rezar y a profundizar en la Palabra de Dios, pero estamos llamados ante todo a convertirnos en reflejo de la luz de Cristo, que en realidad es el mismo Cristo. De todas formas, todos sabemos lo difícil que es reflejar la luz de Cristo, especialmente cuando hemos perdido nuestras ilusiones, cuando nos hemos acostumbrado a una vida sin luz y ya no esperamos más que la mediocridad y el vacío. Adviento nos recuerda que tenemos que estar listos para encontrar al Señor en todo momento de nuestra vida. Como un despertador despierta a su propietario, Adviento despierta a los cristianos que corren el riesgo de dormirse en la vida diaria.

¿Qué esperamos de la vida o a quién esperamos? ¿Por qué regalos o virtudes rezamos en este año? ¿Deseamos reconciliarnos en nuestras relaciones rotas? En medio de nuestras oscuridades, de nuestras tristezas y secretos, ¿qué sentido deseamos encontrar? ¿Cómo queremos vivir las promesas de nuestro Bautismo? ¿Qué cualidades de Jesús buscaremos para nuestras propias vidas en este Adviento? Con frecuencia, las cosas, las cualidades, los regalos o las personas que buscamos y deseamos dicen mucho sobre quiénes somos realmente. ¡Dime qué esperas y te diré quién eres!

Adviento es un período para abrir los ojos, volver a centrarse, prestar atención, tomar conciencia de la presencia de Dios en el mundo y en nuestras vidas.

Nuestro Bautismo nos hace participar en la misión real y mesiánica de Jesús. Cada persona que participa en esta misión participa también en las responsabilidades regias, en particular, en el cuidado de los afligidos y de los heridos. Adviento ofrece la maravillosa oportunidad de realizar las promesas y el compromiso de nuestro Bautismo.

Benedicto XVI ha escrito que "el objetivo del año litúrgico consiste en recordar sin cesar la memoria de su gran historia, despertar la memoria del corazón para poder discernir la estrella de la esperanza. Esta es la hermosa tarea del Adviento: despertar en nosotros los recuerdos de la bondad, abriendo de este modo las puertas de la esperanza".

En este tiempo de Adviento, permítanme presentarles algunas sugerencias. Acaben con una riña. Hagan la paz. Busquen a un amigo olvidado. Despejen la sospecha y sustitúyanla por la confianza. Escriban una carta de amor.

Compartan un tesoro. Respondan con dulzura, aunque les gustara una respuesta brutal. Alienten a un joven a tener confianza en él mismo. Mantengan una promesa. Encuentren tiempo, tómense tiempo. No guarden rencor. Perdonen al enemigo. Celebren el sacramento de la reconciliación. Escuchen más a los otros. Pidan perdón si se han equivocado. ¡Sean gentiles aunque no se hayan equivocado! Traten de comprender. No sean envidiosos. Piensen antes en el otro.

Rían un poco. Ríanse un poco más. Gánense la confianza. Opónganse a la maldad. Sean agradecidos. Vayan a la iglesia. Quédense en la iglesia más tiempo de lo acostumbrado. Alegren el corazón de un niño. Contemplen la belleza y la maravilla de la tierra. Expresen su amor. Vuélvanlo a expresar. Exprésenlo más fuerte. Exprésenlo serenamente.

¡Alégrense porque el Señor está cerca!

Fr. Thomas Rosica
zenit.org

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lunes, 6 de diciembre de 2010

San Nicolas de Mira



Obispo
Fiesta: 6 de diciembre

San Nicolás bendito, ruégale a Dios que
nos libre de todo peligro del alma y del cuerpo.


Su nombre significa "Protector y defensor de pueblos".

Este santo fue tan popular en la antigüedad, que se le han consagrado en el mundo más de dos mil templos. Era invocado en los peligros, en los naufragios, en los incendios y cuando la situación económica se ponía difícil, y la gente conseguía por su intercesión favores admirables.

Por haber sido tan amigo de la niñez, en su fiesta se reparten dulces y regalos a los niños, y prácticamente con esta fecha se empezaban las festividades de diciembre. Como en alemán se llama "San Nikolaus", lo empezaron a llamar Santa Claus, y lo pintan como un anciano vestido de rojo, con una barba muy blanca, que pasaba de casa en casa repartiendo regalos y dulces a los niños (entre nosotros lo llamaron Papá Noel).

De San Nicolás escribieron muy hermosamente San Juan Crisóstomo y otros grandes santos. Su biografía la escribió San Metodio, Arzobispo de Constantinopla, y de ella sacamos los siguientes datos curiosos.

Nació en Licia, Turquía, de padres muy ricos. Desde niño se caracterizó porque todo lo que conseguía lo repartía entre los pobres. Decía a sus padres: "sería un pecado no repartir mucho, siendo que Dios nos ha dado tanto".

Tenía un tío que era obispo y este lo consagró como sacerdote. Al morir sus padres atendiendo a los enfermos en una epidemia, él quedó heredero de una inmensa fortuna. Entonces repartió sus riquezas entre los pobres y se fue de monje a un monasterio. Después quiso visitar la Tierra Santa donde vivió y murió Jesús, y al volver de allá llegó a la ciudad de Mira (en Turquía) donde los obispos y sacerdotes estaban en el templo discutiendo a quién deberían elegir como nuevo obispo de la ciudad, porque el anterior se había muerto. Al fin dijeron: "elegiremos al próximo sacerdote que entre al templo". Y en ese momento sin saber esto, entró Nicolás y por aclamación de todos fue elegido obispo. Por eso se le llama San Nicolás de Mira.

La especialidad de este santo fueron los milagros tan numerosos que logró conseguir de Dios. Lo pintaban con unos niños, porque los antiguos contaban que un criminal hirió a cuchillo a varios niñitos, y el santo al rezar por ellos obtuvo su curación instantánea. También pintan junto a él a una señorita, porque en su ciudad había un anciano muy pobre con tres hijas y no lograba que se casaran por ser en tan extremo pobres. Entonces el santo por tres días seguidos, cada noche le echó por la ventana una bolsa con monedas de oro, y así el anciano logró casar a sus hijas muy bien.

Es Patrono de los marineros, porque estando unos marineros en medio de una terribilísima tempestad en alta mar, empezaron a decir: "Oh Dios, por las oraciones de nuestro buen Obispo Nicolás, sálvanos". Y en ese momento vieron aparecer sobre el barco a San Nicolás, el cual bendijo al mar, que se calmó, y en seguida desapareció.

Otro día iban a condenar injustamente a tres amigos suyos que estaban muy lejos. Ellos rezaron pidiendo a Dios que por la intercesión de Nicolás su obispo los protegiera. Y esa noche en sueños el santo se apareció al juez y le dijo que no podía condenar a esos tres inocentes. Y fueron absueltos.

El emperador Licino decretó una persecución contra los cristianos y Nicolás fue encarcelado y azotado, pero siguió aprovechando toda ocasión que se le presentaba, para enseñar la religión a cuantos trataban con él. Más tarde llegó el emperador Constantino y lo liberó a él junto con todos los demás prisioneros cristianos.

Luego apareció la herejía de Arrio que decía que Jesucristo no es Dios. San Nicolás se opuso con toda su sabiduría y con su gran ascendiente y no permitió que los arrianos entraran a su ciudad de Mira.

Dicen que el santo murió el 6 de diciembre del año 345.

En oriente lo llaman Nicolás de Mira, por la ciudad donde estuvo de obispo, pero en occidente se le llama Nicolás de Bari, porque cuando los mahometanos invadieron a Turquía, un grupo de católicos sacó de allí en secreto las reliquias del santo y se las llevó a la ciudad de Bari, en Italia. En esa ciudad se obtuvieron tan admirables milagros al rezarle a este gran santo, que su culto llegó a ser sumamente popular en toda Europa. Es Patrono de Rusia, de Grecia y de Turquía. En Roma ya en el año 550 le habían construido un templo en su honor.

ewtn.com

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domingo, 5 de diciembre de 2010

Anunciando una edad de oro

Segundo Domingo de Adviento. Con la venida de nuestro Señor Jesucristo estamos felices y se nos llena el alma de gozo y de consuelo.

Mateo 3, 1-12

Por aquellos días aparece Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: "Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos." Este es aquél de quien habla el profeta Isaías cuando dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas. Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre. Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: "Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente? Dad, pues, fruto digno de conversión, y no creáis que basta con decir en vuestro interior: "Tenemos por padre a Abraham"; porque os digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham. Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga."

Reflexión

El adviento es, por excelencia, el tiempo litúrgico de la esperanza. Y, por tanto, también de la alegría. Porque esperamos la venida de nuestro Señor Jesucristo estamos felices y se nos llena el alma de gozo y de consuelo. Cuando aguardamos la llegada de una persona muy querida crecen en nuestra alma, de modo espontáneo, la ilusión y el regocijo. Y como que tenemos más motivos para desear vivir. La esperanza y la alegría van siempre unidas.

Cristo, nuestro Amigo, nuestro Hermano, nuestro Redentor, está para llegar esta Navidad. Y nos traerá con su venida todos los bienes mesiánicos anunciados por los profetas y el gozo cumplido por el que nuestro corazón suspira. A pesar de todas las tribulaciones, fracasos aparentes, sufrimientos y amarguras que Dios nuestro Señor, en su infinita y misteriosa sabiduría, permite que nos sucedan en la vida, estamos seguros de su amor y de su presencia cercana en medio de esas vicisitudes. Más aún, la fe y la esperanza nos aseguran que es entonces cuando Dios más nos ama, nos da especiales muestras de su predilección y nos acompaña con su cariño y su solicitud verdaderamente paternales. Nuestra esperanza no defrauda, pues “fiel es Dios, el autor de la promesa”, como nos dice el autor de la carta a los hebreos (Hb 10, 23).

“La esperanza –afirma el Catecismo de la Iglesia Católica— es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo, apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; protege del desaliento, sostiene en todo desfallecimiento y dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna” (C.I.C., nn. 1817-1818).

Por eso, la Iglesia, como buena Madre y Maestra, no cesa de alimentar la esperanza en nuestras almas, sobre todo durante este tiempo de adviento, con el recuerdo de las promesas mesiánicas: “En aquel día –nos dice el Señor a través del profeta Isaías— brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz. Sobre él se posará el espíritu del Señor... Y entonces habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos; y un muchacho pequeño los pastoreará. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará en la boca del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. Y no hará daño ni estrago en todo mi monte santo: porque está lleno el país de la ciencia del Señor, como las aguas colman el mar” (Is 11, 1.6-9).

Estas palabras idílicas del profeta anuncian una edad de oro en la que, como en un sueño, todo será paz, armonía y fraternidad universal. Porque son los tiempos del Mesías, los días de la salvación. Pero no es una ilusión o una bella utopía. El lenguaje, ciertamente, es poético, pero símbolo de una realidad espiritual que llegará a su pleno cumplimiento en el corazón de todos los hombres. ¡Es el fruto de nuestra redención, traída por Jesucristo!

Los pueblos paganos, a pesar de no ser los destinatarios directos de la revelación de Dios, también concibieron la esperanza de unos tiempos futuros en los que reinaría una paz sin fin. Así, el poeta latino Virgilio, canta esa edad de oro en su famosa égloga IV, con unos tonos semejantes a los del profeta, y anuncia una época de esplendor universal. San Clemente de Alejandría nos dice en sus obras teológicas “Stromata” y “Pedagogo” que Dios nuestro Señor también fue preparando a los pueblos gentiles a la llegada del Mesías con la esperanza de la salvación, y que en la filosofía y en las religiones no-cristianas se encuentran vestigios de verdad –“Semina Verbi”— como él los llama.

La esperanza nos llena de vida y de consuelo; y, sobre todo, de la certeza de nuestra redención, realizada en Jesucristo.

Pero, para esperar dignamente la llegada de nuestro Redentor, tenemos que preparar bien nuestra alma. Por eso, el Evangelio pone en labios de Juan el Bautista esta invitación apremiante, eco idéntico del anuncio mesiánico del profeta Isaías: “Voz que clama en el desierto: Preparad los caminos del Señor, allanad sus senderos” (Mt 3, 3; Is 40, 3).

Preparar el camino del Señor significa recorrer una senda de conversión a través de la vida de gracia, la oración, la digna recepción de los sacramentos; a través de la humildad, la caridad, el servicio, el perdón, la generosidad en las relaciones con nuestros semejantes y la búsqueda sincera de Dios en toda circunstancia.

Si queremos que Jesús nos encuentre bien dispuestos, hagamos obras de auténtica vida cristiana –eso significa “dar frutos de conversión”— y abramos a Cristo de par en par nuestro corazón, desterrando de nosotros todo egoísmo, soberbia o sensualidad, para que pueda nacer en nuestra alma esta Navidad.

P. Sergio Cordova
catholic.net

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sábado, 4 de diciembre de 2010

Fin del mundo, juicio final y el purgatorio‏

¿Cuándo será el fin del mundo? ¿De qué se nos juzgará? ¿Si hay purgatorio, no sobra el infierno?

1. ¿Cuándo será el fin del mundo?
No se sabe con certeza. Sólo se conocen algunas señales no muy claras que anticipan el final:

* Se predicará el evangelio en todo el mundo. (Pero se ignora hasta qué punto).
* Habrá una dura prueba para la Iglesia. (Siempre las ha habido, pero esta vez será especialmente grave).
* Habrá caos en la naturaleza.

2. ¿Qué sucederá al fin del mundo? Se conocen varias cosas que sucederán:

* Tendrá lugar la ruina del mundo actual que dará paso a un mundo nuevo.
* Los cuerpos resucitarán para unirse de nuevo a sus almas (resurrección).
* Jesucristo vendrá glorioso y tendrá lugar el juicio final.

3. ¿Cómo se sabe que sucederán estas cosas? Sólo Dios conoce cuando y cómo sucederá el fin del mundo. Nosotros sabemos lo que el Señor manifestó a sus Apóstoles y figura en la Biblia.

4. ¿Qué dice la Biblia? Hay varios textos que hablan del fin del mundo. Veamos unos ejemplos del evangelio de San Mateo (en San Marcos y San Lucas hay textos parecidos):

- No se sabe cuando sucederá y llegará de improviso (Mt 24, 36-41).
- "Se predicará este Evangelio del Reino en todo el mundo" (Mt 24, 14).
- Tribulaciones para la Iglesia (Mt 24, 3-26).
- Caos en la naturaleza (Mt 24, 29).
- Resurrección de los cuerpos (Mt 22, 31; 1Cor 15, 35-54).
- Vendrá Jesucristo glorioso y nos juzgará (Mt 25, 31-46).
5. ¿Y la conversión de los judíos? En Rom 11, 26-27 se habla de que llegará un momento futuro en que "todo Israel se salve", pero esta afirmación no va unida al fin del mundo. La conversión tendrá lugar, pero el fin de mundo puede ser muy posterior.

EL JUICIO PARTICULAR Y FINAL

1. ¿Qué es el juicio particular? Inmediatamente después de la muerte tiene lugar el juicio particular, donde cada alma recibe el premio o castigo que sus obras merecen. Y se dirige al cielo o al infierno. O tal vez al purgatorio por un tiempo.

2. ¿De qué se nos juzgará? Dios nuestro Señor nos juzgará sobre:

* Las cosas buenas que hemos hecho, incluidos los buenos deseos.
* Las cosas buenas que hemos dejado de hacer (omisiones).
* Las cosas malas que hayamos hecho, incluidos los malos pensamientos.
* Las consecuencias de nuestros actos.

3. ¿Cuál será el criterio de medición? En su juicio, el Señor con su sabiduría infinita medirá nuestras acciones según se adaptaron a la voluntad divina, teniendo en cuenta los dones que cada uno ha recibido.

4. ¿Cómo será el juicio particular? Sobre esto se sabe muy poco. Puede ser algo así: tras la muerte, el alma aún no ve a Dios, pero se encuentra con la majestad divina, su amor, justicia y misericordia. Entonces hay tres reacciones posibles:

* Si alguien muere sin haberse arrepentido de sus pecados graves, es incapaz de aceptar el amor divino y queda condenado al infierno para siempre.
* Cuando uno muere en gracia, pero sin haber hecho la penitencia que sus pecados reclamaban, siente la llamada del amor divino y la acepta para siempre, pero ve la necesidad de purificarse antes de poder ver a Dios, y se dirige temporalmente al purgatorio. Esto sucede con la mayoría de la gente.
* Algunas personas muy santas son llevadas directamente a la visión de Dios para siempre.

5. ¿Qué es el juicio final? Al llegar el fin del mundo, los cuerpos resucitarán (resurrección) unidos a sus almas para recibir conjuntamente el mismo premio o castigo que ya el alma había asumido.

6. ¿Por qué conviene que haya un juicio final?; ¿no basta con el particular? La sentencia es la misma, pero conviene un juicio final para que las sentencias sean públicas, se aprecie la justicia divina, y aumente la gloria de Dios.

7. ¿En el juicio final se sabrá todo? En el juicio final saldrán a la luz pública las obras buenas y malas de cada persona con sus consecuencias. Incluidas las omisiones u obras buenas que se dejaron de hacer.

EL PURGATORIO

1. ¿Qué es el purgatorio? Se llama purgatorio al destino intermedio de sufrimiento de quienes mueren en gracia de Dios pero sin haber purificado del todo sus pecados. Es la situación de dolor necesaria para limpiar por completo el alma y así entrar dignamente en el cielo.

2. ¿Es conveniente el purgatorio? En el cielo no se puede entrar con restos de pecados porque se pasaría una vergüenza insoportable. Sin embargo, Dios nuestro Señor no quiso enviar a esas personas al infierno e inventa el purgatorio como modo de purificación previo al cielo para quienes mueren en gracia.

3. ¿Si hay purgatorio, no sobra el infierno? El pecado mortal causa una ruptura tan grande con Dios que impide el arrepentimiento después de la muerte. Al faltar el arrepentimiento no cabe el deseo de purificación imprescindible en el purgatorio.

4. ¿Qué sufrimientos hay en el purgatorio? Los sufrimientos del purgatorio son temporales y suelen agruparse en dos:

* Pena de daño.- Es la más dolorosa. Consiste en la privación temporal de la visión de Dios.
* Pena de sentido.- Con este nombre se reúnen diversos sufrimientos que también suelen expresarse mencionando un fuego especial (1 Cor 3, 15). Respecto a su grado de dolor se dice que la pena más grande de esta vida es inferior a la pena más pequeña del purgatorio; los dolores del purgatorio son de una intensidad superior a los de esta vida.

5. ¿Es conveniente rezar por los difuntos? Es importante rezar por las almas del purgatorio para conseguir que vayan pronto al cielo (2 Mac 12, 46). Ellas son las personas que más sufren, y nuestras oraciones son una gran obra de caridad. Además, nos lo agradecerán mucho pues es inmenso el favor que les hacemos.

6. ¿Cómo evitarse el purgatorio y entrar directamente al cielo? Algunos consejos que suelen darse son:

* Evitar los pecados con firmeza, para no tener que purificarlos. Confesarse frecuentemente, fomentando el arrepentimiento y el dolor de los pecados para que la confesión sea más eficaz.
* Llevar una vida sacrificada ofreciendo esos dolores a Dios como penitencia purificadora. Esto da mayor sentido al dolor.
* Procurar ganar indulgencias. Sobre todo indulgencias plenarias. Pues cada indulgencia plenaria purifica el alma completamente.
* Procurar acercar a otros a Dios. Dios nuestro Señor premia el apostolado con gracias abundantes que mejoran el alma.

7. ¿Cómo aparece el purgatorio en la Biblia? La palabra purgatorio no aparece en la Biblia. En cambio, sí está presente el concepto, la idea, de dos maneras:

a) Cuando en la Biblia se recomienda orar por los difuntos. Esta oración no tiene sentido si ya están en el cielo o en el infierno.
b) Cuando la Biblia menciona pecados que se perdonarán en la otra vida. Es decir habrá otra situación donde se perdonan pecados, y por tanto no es el infierno ni el cielo, que son estados eternos.

Veamos unos textos bíblicos:
* 2 Mac 12, 46: "hizo el sacrificio expiatorio por los difuntos, para que fueran perdonados sus pecados".
* Mt 12, 32: "al que hable contra el Espíritu Santo no se le perdonará ni en este mundo ni en el venidero".
* 1 Cor 3, 15: "él se salvará, pero como a través del fuego".

8.¿Más información sobre el purgatorio? Los santos Padres de la antigüedad son unánimes en el tema del purgatorio y en su recomendación de rezar por los difuntos. En concreto, la costumbre de orar por ellos en la misa es antiquísima (al menos desde el s. II-III).

El catecismo de la iglesia católica habla del purgatorio en los nn 1030-1032, 1472.

Ignacio Juez
ideasrapidas.org

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viernes, 3 de diciembre de 2010

San Francisco Javier


Fiesta: 3 de diciembre

Martirologio Romano: Memoria de san Francisco Javier, presbítero de la Compañía de Jesús, evangelizador de la India, el cual, nacido en Navarra, fue uno de los primeros compañeros de san Ignacio que, movido por el ardor de dilatar el Evangelio, anunció diligentemente a Cristo a innumerables pueblos en la India, en las Molucas y otras islas, y después en el Japón, convirtiendo a muchos a la fe. Murió en la isla de San Xon, en China, consumido por la enfermedad y los trabajos (1552).

Etimología: Francisco = "el abanderado", es de origen germano.

Javier = "aquel que vive en casa nueva", es de origen eusquera (lengua autóctona hablada en el País Vasco).

Francisco de Jasu y Xavier (nacido en el castillo de Xavier, en España, en 1506), correspondiendo a las esperanzas de sus padres, se graduó en la famosa universidad de París. En estos años tuvo la fortuna de vivir codo a codo, compartiendo inclusive la habitación de la pensión, con Pedro Fabro, que será como él jesuita y luego beato, y con un extraño estudiante, ya bastante entrado en años para sentarse en los bancos de escuela, llamado Ignacio de Loyola.

Ignacio comprendió muy bien esa alma: “Un corazón tan grande y un alma tan noble” -le dijo- “no pueden contentarse con los efímeros honores terrenos. Tu ambición debe ser la gloria que brilla eternamente”. El día de la Asunción de 1534, en la cripta de la iglesia de Montmartre, Francisco Javier, Ignacio de Loyola y otros cinco compañeros se consagraron a Dios haciendo voto de absoluta pobreza, y resolvieron ir a Tierra Santa para comenzar desde allí su obra misionera, poniéndose a la total dependencia del Papa.

Ordenados sacerdotes en Venecia y abandonada la perspectiva de la Tierra Santa, emprendieron camino hacia Roma, en donde Francisco colaboró con Ignacio en la redacción de las Constituciones de la Compañía de Jesús. Sin embargo, fue a los 35 años de edad cuando comenzó su gran aventura misionera. Por invitación del rey de Portugal, fue escogido como misionero y delegado pontificio para las colonias portuguesas en las Indias Orientales. Goa fue el centro de su intensísima actividad misionera, que se irradió por un área tan vasta que hoy sería excepcional aun con los actuales medios de comunicación social: en diez años recorrió India, Malasia, las Molucas y las islas en estado todavía salvaje. “Si no encuentro una barca, iré nadando” decía Francisco, y luego comentaba: “Si en esas islas hubiera minas de oro, los cristianos se precipitarían allá. Pero no hay sino almas para salvar”.

Después de cuatro años de actividad misionera en estas islas, separado del mundo civilizado, se embarcó en una rústica barca hacia el Japón, en donde, entre dificultades inmensas, formó el primer centro de cristianos. Su celo no conocía descansos: desde Japón ya miraba hacia China. Se embarcó nuevamente, llegó a Singapur y estuvo a 150 kilómetros de Cantón, el gran puerto chino. En la isla de Shangchuan, en espera de una embarcación que lo llevara a China, cayó gravemente enfermo. Murió a orillas del mar el 3 de diciembre de 1552, a los 46 años de edad.

Fue canonizado el 12 de marzo de 1622 junto con Ignacio de Loyola, Felipe Neri,Teresa de Jesús y el santo de Madrid, Isidro. ¡Buen grupo formado por cuarteto español y solista italiano!

Es patrono de las misiones en Oriente y comparte el patronato universal de las misiones católicas con Teresa de Lisieux.

P. Ángel Amo
catholic.net

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jueves, 2 de diciembre de 2010

Dios ¿Energía o Amor?

Dios seguirá siendo Tres Personas y nosotros seguiremos siendo también personas.
Un dios que no ama es la antítesis de Dios, pues esencialmente «Dios es Amor» (1ª Jn. 4, 16). Sin embargo, algunos en nuestros días se están construyendo un «dios» a su manera, a su medida, a su antojo... y, sin darse cuenta, se están construyendo un «dios» que no puede amar. Y no puede amar ese «dios» inventado, post-modernista y «new age», porque se pretende creer que Dios es simplemente «energía». Y una simple «energía», por más grande que pueda ser, no es capaz de amar.

Para los católicos -y también para los demás cristianos- Dios es todopoderoso, infinitamente poderoso, pero no es una simple energía. Para nosotros Dios no es mera fuerza: es un Ser, que conoce y que nos conoce a cada uno de nosotros en forma particular. Es un Ser que se relaciona con nosotros, y nosotros con El. Es un Ser que ama, y nos ama a cada uno de manera especial, tan especial que nos ama a cada uno como si cada uno fuera único, porque cada una de sus creaturas es única para El.

Más aún, sabemos que Dios es un Ser tri-personal. De eso se trata el misterio de la Santísima Trinidad: Dios es uno, pero hay tres Personas en Dios. Imposible de entender. Difícil de explicar. Aunque hay similitudes en nuestro mundo que nos ayudan a entender el concepto de Dios Uno y Trino: tres velas unidas en una sola llama, por ejemplo, nos dan una idea de la Trinidad. O el agua en estado sólido, líquido y gaseoso, son tres formas de una misma sustancia.

Y esas Tres Personas que son cada una el mismo y único Dios, se aman entre sí y nos aman a nosotros con un Amor que es Infinito, como Infinito es Dios.

Pero con ese monigote de dios que se está creando esta civilización post-modernista no hay posibilidad de relacionarse, pues más bien se cree que todos formamos parte de esa «divinidad energética» a la que llaman dios. Parece muy lindo el concepto de «formar parte» de dios. Pero al nosotros aparecer metidos dentro de esa «energía», en esa pretendida unidad no hay distinción entre nosotros y esa «energía». Y si no hay distinción entre nosotros y dios ¿cómo puede existir el amor?

Parece, incluso, que esa pretendida unidad de todos formando parte del dios energía, fuera lo mismo que la unión o comunión con el Dios único y verdadero que pregona el cristianismo y que, efectivamente, Dios nos ofrece.

Pero es muy distinto. En la verdad y realidad cristianas, Dios se da a los seres humanos y espera que nosotros nos demos a Él. Él nos comunica su Amor y desea que le amemos a Él (por cierto, sobre todas las demás cosas y personas). El nos ama para que nosotros le amemos y para que nos amemos entre nosotros con ese Amor con que El nos ama.

Y en ese Amor de Dios a nosotros, de nosotros a Dios y de nosotros entre sí, se da la unión. «Que todos sean uno como Tú, Padre, estás en Mí y Yo en Ti. Sean también ellos uno en Nosotros» (Jn. 17, 21).

Si amamos a Dios como Él desea ser amado por nosotros y si nos amamos entre nosotros con ese amor con que Dios nos ama, estaremos unidos a Dios para toda la eternidad.

Pero aún en el más allá, cuando esa unión se dará a plenitud, y los que hayamos obrado bien estaremos resucitados en cuerpo y alma gloriosos en unión plena en Dios, Dios seguirá siendo Dios y nosotros seguiremos siendo nosotros. Dios seguirá siendo Tres Personas y nosotros seguiremos siendo también personas. ¡Gracias a Dios que no seremos todos «energía»!

iglesia.org

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miércoles, 1 de diciembre de 2010

La paciencia


La paciencia es la virtud por la cual se sabe sufrir y tolerar los infortunios y adversidades con fortaleza, sin lamentarse. También significa ser capaz de esperar con serenidad lo que tarda en llegar.

Vivimos en un mundo frenético. La marabunta de la tecnología y el progreso de las comunicaciones nos han traído enormes beneficios y comodidades. Sin embargo, nos han hecho olvidar la paciencia y la serenidad. Hoy todo es urgente. Te mandé un mail y no lo viste. Te llamé cinco veces y no me contestaste. Te envié un mensajito por el teléfono móvil y no me respondiste. Te estuve esperando quince minutos y no llegaste. ¿Dónde te has metido? ¿Por qué no me avisaste inmediatamente? ¡Date prisa! ¡Al grano! ¿Qué estás esperando?

Por estas circunstancias, es importante que se aprenda a formar la virtud de la paciencia desde el seno familiar. Las dificultades cotidianas vividas con amor y paciencia nos ayudan a prepararnos para la venida del Reino de Dios. Cuando el niño pequeño llora, cuando el adolescente es rebelde, cuando la hija es respondona, cuando la esposa grita, cuando el marido se enoja, cuando el abuelo chochea, cuando otra vez han dejado entrar al perro en la casa y ha llenado todo de pelos… nos llevamos las manos a la cara y exclamamos: ¡Señor, dame paciencia… pero ahora!

Es cierto, la paciencia es un fruto del Espíritu Santo y debemos pedirlo constantemente. Esta virtud es la primera perfección de la caridad, como dice san Pablo: “La caridad es paciente, es servicial; no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa, no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra en la injusticia; se alegra en la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta” (1 Co 13,4-7)

La vida familiar aquí en la Tierra es un gimnasio para entrenarnos en esta virtud. Las adversidades diarias nos invitan a sufrir con paciencia la ignorancia, el error, los defectos e imperfecciones de los miembros de la familia. Sufrir con paciencia, se convierte en una hermosa obra de misericordia espiritual. ¡Cuánto más paciente ha sido Cristo con nosotros!

Paciencia es espera y sosiego en las cosas que se desean.
Paciencia es aprender a esperar cuando realmente no quieres.
Es descubrir algo que te gusta hacer mientras estás aguardando, y disfrutar tanto de lo que estás haciendo que te olvidas que estás haciendo tiempo.
Paciencia es dedicar tiempo a diario a soñar tus propios sueños y desarrollar la confianza en ti mismo para convertir tus deseos en realidad.
Paciencia es ser complaciente contigo mismo y tener la fe necesaria para aferrarte a tus anhelos, aún cuando pasan los días sin poder ver de qué manera se harán realidad.
Paciencia es amar a los demás aún cuando te decepcionen y no los comprendas.
Es renunciar y aceptarlos tal y como son y perdonarlos por lo que hayan hecho.
Paciencia es amarte a ti mismo y darte tiempo para crecer; es hacer cosas que te mantengan sano y feliz y es saber que mereces lo mejor de la vida y que estás dispuesto a conseguirlo, sin importar cuánto tiempo sea necesario.
Paciencia es estar dispuesto a enfrentarte a los desafíos que te ofrezca la vida, sabiendo que la vida también te ha dado la fuerza y el valor para resistir y encarar cada reto.
Paciencia es la capacidad de continuar amando y riendo sin importar las circunstancias, porque reconoces que, con el tiempo, esas situaciones cambiarán y que el amor y la risa dan un profundo significado a la vida y te brindan la determinación de continuar teniendo paciencia.
Paciencia, tú la tienes, úsala.

Señor, enséñanos a orar en familia como santa Teresa para tener paciencia: “Nada te turbe. Nada te espante. Todo se pasa. Dios no se muda. La paciencia, todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta: sólo Dios basta”.

webcatolicodejavier.org

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Artículo de la semana:

Vengo por ti

Estoy cansado de trabajar y de ver a la misma gente, camino a mi trabajo todos los días, llego a la casa y mi esposa sirvió lo mismo de la c...

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