lunes, 28 de febrero de 2011

El Sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación

En la tarde de Pascua, el Señor Jesús se mostró a sus apóstoles y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20, 22-23).

El perdón de los pecados cometidos después del Bautismo es concedido por un sacramento propio llamado sacramento de la conversión, de la confesión, de la penitencia o de la reconciliación.

Quien peca lesiona el honor de Dios y su amor, su propia dignidad de hombre llamado a ser hijo de Dios y el bien espiritual de la Iglesia, de la que cada cristiano debe ser una piedra viva.

A los ojos de la fe, ningún mal es más grave que el pecado y nada tiene peores consecuencias para los pecadores mismos, para la Iglesia y para el mundo entero.

Volver a la comunión con Dios, después de haberla perdido por el pecado, es un movimiento que nace de la gracia de Dios, rico en misericordia y deseoso de la salvación de los hombres. Es preciso pedir este don precioso para sí mismo y para los demás.

El movimiento de retorno a Dios, llamado conversión y arrepentimiento, implica un dolor y una aversión respecto a los pecados cometidos, y el propósito firme de no volver a pecar. La conversión, por tanto, mira al pasado y al futuro; se nutre de la esperanza en la misericordia divina.

El sacramento de la Penitencia está constituido por el conjunto de tres actos realizados por el penitente, y por la absolución del sacerdote. Los actos del penitente son: el arrepentimiento, la confesión o manifestación de los pecados al sacerdote y el propósito de realizar la reparación y las obras de penitencia.

El arrepentimiento (llamado también contrición) debe estar inspirado en motivaciones que brotan de la fe. Si el arrepentimiento es concebido por amor de caridad hacia Dios, se le llama «perfecto»; si está fundado en otros motivos se le llama «imperfecto».

El que quiere obtener la reconciliación con Dios y con la Iglesia debe confesar al sacerdote todos los pecados graves que no ha confesado aún y de los que se acuerda tras examinar cuidadosamente su conciencia. Sin ser necesaria, de suyo, la confesión de las faltas veniales está recomendada vivamente por la Iglesia.

El confesor impone al penitente el cumplimiento de ciertos actos de «satisfacción» o de «penitencia», para reparar el daño causado por el pecado y restablecer los hábitos propios del discípulo de Cristo.

Sólo los sacerdotes que han recibido de la autoridad de la Iglesia la facultad de absolver pueden ordinariamente perdonar los pecados en nombre de Cristo.

Los efectos espirituales del sacramento de la Penitencia son:
— la reconciliación con Dios por la que el penitente recupera la gracia;
— la reconciliación con la Iglesia;
— la remisión de la pena eterna contraída por los pecados mortales;
— la remisión, al menos en parte, de las penas temporales, consecuencia del pecado;
— la paz y la serenidad de la conciencia, y el consuelo espiritual;
— el acrecentamiento de las fuerzas espirituales para el combate cristiano.

La confesión individual e integra de los pecados graves seguida de la absolución es el único medio ordinario para la reconciliación con Dios y con la Iglesia.

Mediante las indulgencias, los fieles pueden alcanzar para sí mismos y también para las almas del Purgatorio la remisión de las penas temporales, consecuencia de los pecados.

iglesia.org

SEGUIR LEYENDO [+]

domingo, 27 de febrero de 2011

Confiar en la Providencia de Dios

Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 6, 24-34

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará la primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: no estéis agobiados por la vida pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podría añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan, ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por la mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos.”

Meditación

El Evangelio de hoy es el descanso necesario en toda subida a una montaña. Hoy el Señor no fija nuestra mirada en la ley, ni nos habla de los “duros trabajos del Evangelio” (2ª Tim 1, 8), con los que quiere que escalemos hacia la cumbre de la santidad. Hoy, como buen guía, nos ofrece un descanso reparador. El descanso es Él mismo. Al poner en Él nuestra confianza, descansamos, y a la vez, liberamos nuestro corazón de agobios y preocupaciones que nos oprimen.

En primer lugar, la preocupación por el dinero, que se convierte en obsesión en la medida en que falta esa confianza en Dios. Y esto es porque nadie puede servir a dos amos. El descanso torna en advertencia, de cara a la subida que constantemente hay que reemprender: Dios no quiere “tránsfugas” que pasen “de su suave imperio a la más dura tiranía”, en expresión de San Juan Crisóstomo. El dinero y los afanes desmedidos por los bienes de este mundo, aún por la provisión diaria, son una carga con la que resultará imposible seguir el paso de Cristo hacia la cumbre.

De nuevo nos encontramos con el “Yo os digo” de Jesús, introducción que nos resulta ya familiar y que supone el motor de esperanza y firmeza para los que seguimos a Cristo: “No estéis agobiados por la vida pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo pensando con qué os vais a vestir.” ¿Qué garantía nos da el Maestro para que adoptemos esta actitud? La más sencilla y la que más a la vista está: los seres creados, plantas y animales, cuyo sustento y belleza son dados por el mismo Creador. Ni a las aves del cielo les falta el alimento, ni a los lirios del campo, belleza y hermosura. Dios se la da. Pues ¡cuánto más precioso y digno de cuidado es el hombre, creado a imagen Suya, revestido de la belleza propia de Dios mediante la razón y el corazón, que permiten al hombre descubrir la verdad y adherirse a ella! Efectivamente, los animales no saben que nada les falta ni las flores son conscientes de su belleza. Nosotros sí conocemos el amor providente de Dios, podemos darle gracias por ello y estamos llamados a descansar en Él, confiando en el cuidado de Padre que Él nos ofrece en cada instante.

El descanso del alma en Dios se ejercita, ante todo, en la oración. Dios quiere que hagamos altos en el duro camino de cada día y dediquemos nuestro tiempo a Él, que es nuestro descanso. “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y Yo os aliviaré”, dirá en otra ocasión. Andamos agobiados y nos quejamos del “estrés” que el ritmo de vida actual nos impone, porque no rezamos, rezamos poco o rezamos mal. No consideramos la oración como ese encuentro silencioso y reconfortante con Jesucristo, que nos escucha y atiende en el Sagrario o en cualquier rincón de nuestra casa, si al Sagrario tenemos dificultades para acudir diariamente.

El buen cristiano será el que mucho trabaje, sí, pero sobre todo el que mucho descanse... en el Señor. Porque a Él le irá buscando y de su Corazón sólo penderá su fatigada vida. “Quien a Dios tiene, nada le falta”. ¡Qué bien entendió el mensaje del Evangelio de hoy Santa Teresa! Lo demás se nos da por añadidura, y en la medida que nos ayuda a mantenernos unidos a Dios, lo primero y único necesario.

“A cada día le basta su contrariedad”. Cuánto cambiaría el mundo si hiciésemos caso aunque sólo fuera de este versículo del Evangelio. La fe da alegría y ganas de vivir. De vivir cada día como si fuese el único, el último; con intensidad. ¿Mañana? Ya vendrá con sus afanes y lo viviremos con la misma intensidad de hoy sin pensar en pasado mañana.

La primera lectura de hoy son sólo dos versículos, pero suficientes para refrendar con el ejemplo precioso de una madre que no puede olvidarse del hijo, la enseñanza de hoy de Jesús. San Pablo, por su parte, parece hoy prepararnos de nuevo a retomar la ascensión espiritual hacia Dios exhortándonos al servicio y la fidelidad a la vocación cristiana.

Aquélla que confío sin límites en los planes de Dios y su respuesta a Él fue siempre la de “hágase en mí según tu Palabra” sea la que nos conduzca por los caminos de la confianza y el descanso en el Señor.

Padre Mario
En la barca de Pedro

SEGUIR LEYENDO [+]

viernes, 25 de febrero de 2011

No se guarda una lámpara debajo de un cajón

La evangelización es un acto de AMOR. Los mandamientos que nuestro Señor Jesús nos dejó fueron "amarás a Dios sobre todas las cosas" y "amarás a tu prójimo como a ti mismo".

El amor al prójimo consiste en entregarle todo el bien posible, desearle lo mejor. Cuando tú puedes crear un espíritu tan lindo como este, observas que la evangelización se convierte en un compromiso de amor al prójimo, pues ¿qué mayor bien puedes otorgar que la dicha de conocer la palabra de Dios, la dicha de vivirla, experimentarla y dar un sentido profundo a nuestras vidas?

La evangelización, tarea primordial, misión y vocación propia de la Iglesia, nace precisamente de la fe en la Palabra, que es la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.

Es fundamental iniciar con este supuesto perfectamente comprendido. No evangeliza el que no ama, el que es capaz de mantenerse indiferente ante tanto vacío y necesidad de Dios entre nuestros hermanos. Si entiendes esto, el siguiente paso sería vencer las dificultades que ello implica. Los cristianos del siglo XXI tenemos una fuente inagotable de inspiración en las comunidades eclesiales de los primeros siglos, quienes habían convivido con Jesús o escuchado directamente el testimonio de los Apóstoles, sintieron sus vidas como transformadas e inundadas de una nueva luz. Pero debieron vivir su fe en un mundo indiferente e incluso hostil.

Hacer penetrar la verdad del Evangelio, trastocar muchas convicciones y costumbres que denigraban la dignidad humana, supuso grandes sacrificios, firme constancia y una gran creatividad. Sólo con la fe inquebrantable en Cristo, alimentada constantemente por la oración, la escucha de la Palabra y la participación asidua en la Eucaristía, las primeras generaciones cristianas pudieron superar aquellas dificultades y consiguieron fecundar la historia humana con la novedad del Evangelio, derramando, tantas veces, la propia sangre.

No digo que la evangelización sea una labor titánica. De acuerdo, sí lo es, pero la evangelización más importante es aquella que precisamente tenemos a nuestro alcance: en nuestros hogares, nuestros colegios, nuestros grupos de amigos. El Señor va mostrando poco a poco los pasos a seguir, iniciar con Él un peregrinar por los lugares a donde quiso que llevara su imagen que Él mismo inspira para dibujarla y luego mostrarla.

Así empiezas a darte cuenta de los problemas que se viven en cada hogar, en cada familia, en cada personalidad.

Las experiencias cotidianas que Jesús va mostrando nos envían a diferentes actividades como el llevar palabras de consuelo a los angustiados, atender a enfermos, orar por los moribundos, escuchar ancianos, hablarles del amor de Jesús a familias alejadas de la oración, invitar a familiares y vecinas para asistir al taller de oración y vida, colaborar por Internet enviando reflexiones a través del correo electrónico, llevando ropa y alimentos a la iglesia para los necesitados, o personalmente a los niños de la calle y lo más importante que se ha convertido en algo necesariamente indispensable para mí como es el asistir a la COMUNIÓN con Dios en la Eucaristía, porque Él me fortalece espiritualmente en esa unión; en fin sigo haciendo lo que el Señor me manda a través de la lectura de su palabra durante mis oraciones diarias y según las circunstancias que me va presentando; simplemente es ponerle atención, dejándonos guiar por su Espíritu Santo.

Tal vez piensas, ¿pero dónde está la palabra de Dios en esto? Te diré donde: en nuestros actos. La palabra viva, la palabra en acción evangeliza mejor que la palabra escrita. Sólo transmites un mensaje si puedes comprobar que es real. Ahora bien, es muy cierto que existirán muchas piedras en el camino. En Marcos 16,20 dice "Y los discípulos salieron a predicar por todas partes CON LA AYUDA DEL SEÑOR, el cual CONFIRMABA su mensaje CON LAS Señales que lo acompañaban."

En esta parte de la Palabra, se nota claramente que la Predicación acompañada por hechos se convierte en un signo. Los milagros, sanaciones, etc. son los signos en los que el Señor muestra no sólo su amor por nosotros, sino también es la forma en la cual el Señor CONFIRMA la autenticidad del mensaje, es la AYUDA que el Señor da a los que predicamos el Evangelio y damos testimonio de la resurrección del Señor. Las promesas son actuales, son para hoy. Y son para ti. Levanta tú que duermes y pide a Dios GRAN PODER para evangelizar. Pide GRAN PODER para dar testimonio de que Jesús resucitó y que vive en ti, en tu corazón. Que tiemble la Tierra al escuchar tu oración como tembló con la de los discípulos.

El mundo necesita testigos que prediquen y testifiquen con GRAN PODER. En esta época nos preguntamos ¿Dónde está el Dios de Elías? que realizaba enormes prodigios, con su debida diferencia también nos preguntamos ¿Dónde está el Dios del P. Emiliano Tardiff? ¿Dónde? y la pregunta correcta no es esa, sino ¿Dónde hay más Elías? ¿Dónde hay más Emilianos Tardiff?. Repito, las promesas son actuales, son para hoy y son para ti. Levántate tú que duermes y sigue al Señor y pide su Poder para Evangelizar.

Este milenio ha conocido el encuentro entre dos mundos, marcando un rumbo inédito en la historia de la humanidad. Es el milenio del encuentro con Cristo, de las apariciones de Santa María de Guadalupe en el Tepeyac, de Nuestra Señora en Luján, la primera evangelización y consiguiente implantación de la Iglesia en América. Esta fe, vivida cotidianamente por numerosos creyentes, será la que anime e inspire las pautas necesarias para superar las deficiencias en el progreso social de las comunidades, especialmente de las campesinas e indígenas; para sobreponerse a la corrupción que empaña tantas instituciones y ciudadanos; para desterrar el narcotráfico, basado en la carencia de valores, en el ansia de dinero fácil y en la inexperiencia juvenil; para poner fin a la violencia que enfrenta de manera sangrienta a hermanos y clases sociales.

Sólo la fe en Cristo da origen a una cultura opuesta al egoísmo y a la muerte.

¿Es verdad que el mundo en el que vivimos es al mismo tiempo grande y frágil, excelso pero a veces desorientado? ¿Se trata de un mundo avanzado en unos aspectos pero retrógrado en tantos otros? Y sin embargo, este mundo -nuestro mundo- tiene necesidad de Cristo, Señor de la historia, que ilumina el misterio del hombre y con su Evangelio lo guía en la búsqueda de soluciones a los principales problemas de nuestro tiempo.

Porque algunos poderosos volvieron sus espaldas a Cristo, este siglo que concluye asiste impotente a la muerte por hambre de millones de seres humanos, aunque paradójicamente aumenta la producción agrícola e industrial; renuncia a promover los valores morales, corroídos progresivamente por fenómenos como la droga, la corrupción, el consumismo desenfrenado o el difundido hedonismo; contempla inerme el creciente abismo entre países pobres y endeudados y otros fuertes y opulentos; sigue ignorando la perversión intrínseca y las terribles consecuencias de la "cultura de la muerte"; promueve la ecología, pero ignora que las raíces profundas de todo atentado a la naturaleza son el desorden moral y el desprecio del hombre por el hombre.

La evangelización, tarea primordial, misión y vocación propia de la Iglesia, nace precisamente de la fe en la Palabra, que es la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.¿Cuántos hoy se encuentran unidos a Cristo?,¡siéntanse responsables de difundir esta luz que han recibido! Los discípulos de Cristo deseamos que prevalezca la unidad y no las divisiones; la fraternidad y no los antagonismos; la paz y no las guerras. Esto es también un objetivo esencial de la nueva evangelización.

Como hijos de la Iglesia, debemos trabajar para que la sociedad global que se acerca no sea espiritualmente indigente ni herede los errores del pasado. Para ello es necesario decir sí a Dios y comprometerse con Él en la construcción de una nueva sociedad donde la familia sea un ámbito de generosidad y amor; la razón dialogue serenamente con la fe; la libertad favorezca una convivencia caracterizada por la solidaridad y la participación. En efecto, quien tiene al Evangelio como guía y norma de vida no puede permanecer en una actitud pasiva, sino que ha de compartir y difundir la luz de Cristo, incluso con el propio sacrificio. La nueva evangelización será semilla de esperanza para el nuevo milenio si nosotros, católicos de hoy, nos esforzamos en transmitir herencia de valores humanos y cristianos que han dado sentido a nuestra vida.

Hombres y mujeres que con el paso de los años han acumulado preciosas enseñanzas de la vida tienen la misión de procurar que todos los necesitados del divino mensaje, de la buena nueva de Dios, reciban una sólida formación cristiana durante su preparación intelectual y cultural, para evitar que el pujante progreso les cierre a lo trascendente. En fin, preséntense siempre como infatigables promotores de diálogo y concordia frente al predominio de la fuerza sobre el derecho y a la indiferencia ante los dramas del hambre y la enfermedad que acucian a grandes masas de la población.

Los jóvenes y muchachos que miramos hacia el mañana con el corazón lleno de esperanza, estamos llamados a ser los artífices de la historia y de la evangelización ya en el presente y luego en el futuro. Una prueba de que no hemos recibido en vano tan rico legado cristiano y humano será la decidida aspiración a la santidad, tanto en la vida de familia que muchos formarán dentro de unos años, como entregándose a Dios en el sacerdocio o la vida consagrada si somos llamados a ello.

El Concilio Vaticano II nos ha recordado que todos los bautizados, y no sólo algunos privilegiados, están llamados a encarnar en su existencia la vida de Cristo, a tener sus mismos sentimientos y a confiar plenamente en la voluntad del Padre, entregándose sin reservas a su plan salvífico, iluminados por el Espíritu Santo, llenos de generosidad y de amor incansable por los hermanos, especialmente los más desfavorecidos.

El ideal que Jesucristo propone y enseña con su vida es ciertamente muy alto, pero es el único que puede dar sentido pleno a la vida. Por eso, desconfiemos de los falsos profetas que proponen otras metas, más confortables tal vez, pero siempre engañosas.¡No se conformen con menos! Nosotros los jóvenes, hemos de procurar que el mundo que un día se nos confiará esté orientado hacia Dios, y que las instituciones políticas o científicas, financieras o culturales se pongan al servicio auténtico del hombre, sin distinción de razas ni clases sociales.

La sociedad del mañana ha de saber gracias a nosotros, por la alegría que emana de nuestra fe cristiana vivida en plenitud, que el corazón humano encuentra la paz y la plena felicidad sólo en Dios.

Como buenos cristianos, hemos de ser también ciudadanos ejemplares, capaces de trabajar junto con los hombres de buena voluntad para transformar pueblos y regiones, con la fuerza de la verdad de Jesús y de una esperanza que no decae ante las dificultades. Traten de poner en práctica el consejo de San Pablo: "No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien" (Rm 12, 21).

"Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20). En nombre del Señor, vayamos decididamente a evangelizar el propio ambiente para que sea más humano, fraterno y solidario; más respetuoso de la naturaleza que se nos ha encomendado. Contagiemos la fe y los ideales de vida a todas las gentes del Continente, no confrontando inútilmente, sino con el testimonio de la propia vida.

Revelemos que Cristo tiene palabras de vida eterna, capaces de salvar a los hombres de ayer, de hoy y de mañana. Revelemos a nuestros hermanos el rostro divino y humano de Jesucristo, Alfa y Omega, Principio y Fin, el Primero y el Último de toda la creación y de toda la historia, también de la que estamos escribiendo con nuestras vidas.

webcatolicodejavier.org

SEGUIR LEYENDO [+]

jueves, 24 de febrero de 2011

Mensaje del Papa Benedicto XVI para la Cuaresma 2011


«Con Cristo sois sepultados en el Bautismo, con él también habéis resucitado» (cf. Col 2, 12)

Queridos hermanos y hermanas:

La Cuaresma, que nos lleva a la celebración de la Santa Pascua, es para la Iglesia un tiempo litúrgico muy valioso e importante, con vistas al cual me alegra dirigiros unas palabras específicas para que lo vivamos con el debido compromiso. La Comunidad eclesial, asidua en la oración y en la caridad operosa, mientras mira hacia el encuentro definitivo con su Esposo en la Pascua eterna, intensifica su camino de purificación en el espíritu, para obtener con más abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor (cf. Prefacio I de Cuaresma).

1. Esta misma vida ya se nos transmitió el día del Bautismo, cuando «al participar de la muerte y resurrección de Cristo» comenzó para nosotros «la aventura gozosa y entusiasmante del discípulo» (Homilía en la fiesta del Bautismo del Señor, 10 de enero de 2010). San Pablo, en sus Cartas, insiste repetidamente en la comunión singular con el Hijo de Dios que se realiza en este lavacro. El hecho de que en la mayoría de los casos el Bautismo se reciba en la infancia pone de relieve que se trata de un don de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas. La misericordia de Dios, que borra el pecado y permite vivir en la propia existencia «los mismos sentimientos que Cristo Jesús» (Flp 2, 5) se comunica al hombre gratuitamente.
El Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Filipenses, expresa el sentido de la transformación que tiene lugar al participar en la muerte y resurrección de Cristo, indicando su meta: que yo pueda «conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Flp 3, 10-11). El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo.
Un nexo particular vincula al Bautismo con la Cuaresma como momento favorable para experimentar la Gracia que salva. Los Padres del Concilio Vaticano II exhortaron a todos los Pastores de la Iglesia a utilizar «con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal» (Sacrosanctum Concilium, 109). En efecto, desde siempre, la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo: en este Sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hombre muere al pecado, participa de la vida nueva en Jesucristo Resucitado y recibe el mismo espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cf. Rm 8, 11). Este don gratuito debe ser reavivado en cada uno de nosotros y la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, así como para los catecúmenos de hoy, es una escuela insustituible de fe y de vida cristiana: viven realmente el Bautismo como un acto decisivo para toda su existencia.

2. Para emprender seriamente el camino hacia la Pascua y prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor —la fiesta más gozosa y solemne de todo el Año litúrgico—, ¿qué puede haber de más adecuado que dejarnos guiar por la Palabra de Dios? Por esto la Iglesia, en los textos evangélicos de los domingos de Cuaresma, nos guía a un encuentro especialmente intenso con el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciación cristiana: para los catecúmenos, en la perspectiva de recibir el Sacramento del renacimiento, y para quien está bautizado, con vistas a nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cristo y en la entrega más plena a él.
El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condición de hombre en esta tierra. La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida (cf. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, n. 25). Es una llamada decidida a recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con él, una lucha «contra los Dominadores de este mundo tenebroso» (Ef 6, 12), en el cual el diablo actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal.
El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan «aparte, a un monte alto» (Mt 17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (v. 5). Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.
La petición de Jesús a la samaritana: «Dame de beber» (Jn 4, 7), que se lee en la liturgia del tercer domingo, expresa la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del «agua que brota para vida eterna» (v. 14): es el don del Espíritu Santo, que hace de los cristianos «adoradores verdaderos» capaces de orar al Padre «en espíritu y en verdad» (v. 23). ¡Sólo esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza! Sólo esta agua, que nos da el Hijo, irriga los desiertos del alma inquieta e insatisfecha, «hasta que descanse en Dios», según las célebres palabras de san Agustín.
El domingo del ciego de nacimiento presenta a Cristo como luz del mundo. El Evangelio nos interpela a cada uno de nosotros: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». «Creo, Señor» (Jn 9, 35.38), afirma con alegría el ciego de nacimiento, dando voz a todo creyente. El milagro de la curación es el signo de que Cristo, junto con la vista, quiere abrir nuestra mirada interior, para que nuestra fe sea cada vez más profunda y podamos reconocer en él a nuestro único Salvador. Él ilumina todas las oscuridades de la vida y lleva al hombre a vivir como «hijo de la luz».
Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente al misterio último de nuestra existencia: «Yo soy la resurrección y la vida... ¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26). Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, junto con Marta, toda la esperanza en Jesús de Nazaret: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo» (v. 27). La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en él. La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza.
El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en la Gran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos «del agua y del Espíritu Santo», y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos.

3.
Nuestro sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo, nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la «tierra», que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo. En Cristo, Dios se ha revelado como Amor (cf. 1 Jn 4, 7-10). La Cruz de Cristo, la «palabra de la Cruz» manifiesta el poder salvífico de Dios (cf. 1 Co 1, 18), que se da para levantar al hombre y traerle la salvación: amor en su forma más radical (cf. Enc. Deus caritas est, 12). Mediante las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, expresiones del compromiso de conversión, la Cuaresma educa a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo. El ayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro «yo», para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo (cf. Mc 12, 31).
En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes, en cambio, no sólo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida. ¿Cómo comprender la bondad paterna de Dios si el corazón está lleno de uno mismo y de los propios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro? La tentación es pensar, como el rico de la parábola: «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años... Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma”» (Lc 12, 19-20). La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia.

En todo el período cuaresmal, la Iglesia nos ofrece con particular abundancia la Palabra de Dios. Meditándola e interiorizándola para vivirla diariamente, aprendemos una forma preciosa e insustituible de oración, porque la escucha atenta de Dios, que sigue hablando a nuestro corazón, alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del Bautismo. La oración nos permite también adquirir una nueva concepción del tiempo: de hecho, sin la perspectiva de la eternidad y de la trascendencia, simplemente marca nuestros pasos hacia un horizonte que no tiene futuro. En la oración encontramos, en cambio, tiempo para Dios, para conocer que «sus palabras no pasarán» (cf. Mc 13, 31), para entrar en la íntima comunión con él que «nadie podrá quitarnos» (cf. Jn 16, 22) y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna.
En síntesis, el itinerario cuaresmal, en el cual se nos invita a contemplar el Misterio de la cruz, es «hacerme semejante a él en su muerte» (Flp 3, 10), para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida: dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo, como san Pablo en el camino de Damasco; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo. El período cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo.
Queridos hermanos y hermanas, mediante el encuentro personal con nuestro Redentor y mediante el ayuno, la limosna y la oración, el camino de conversión hacia la Pascua nos lleva a redescubrir nuestro Bautismo. Renovemos en esta Cuaresma la acogida de la Gracia que Dios nos dio en ese momento, para que ilumine y guíe todas nuestras acciones. Lo que el Sacramento significa y realiza estamos llamados a vivirlo cada día siguiendo a Cristo de modo cada vez más generoso y auténtico. Encomendamos nuestro itinerario a la Virgen María, que engendró al Verbo de Dios en la fe y en la carne, para sumergirnos como ella en la muerte y resurrección de su Hijo Jesús y obtener la vida eterna.


S.S. Benedicto XVI

SEGUIR LEYENDO [+]

miércoles, 23 de febrero de 2011

Los fenómenos sobrenaturales‏ Parte 3

Fenómenos de orden afectivo

# Quedan aún por explicar un tercer tipo de fenómenos, los de orden afectivo. Se consideran tales, prevalentemente, dos tipos: los éxtasis místicos y los incendios de amor. Algunos estudiosos llaman a este tercer tipo de fenómenos, psico-fisiológicos pues tienen, en buena medida, su raíz principal en la voluntad; de ahí que algunos autores los clasifiquen entre los fenómenos de orden orgánico.

# Los éxtasis místicos no son gracias gratis dadas por Dios. Entran en el desarrollo normal de los grados de oración mística y constituyen un fenómeno normal en el desarrollo de la vida cristiana. Pero como su aspecto exterior es espectacular, presenta ciertas semejanzas con los fenómenos de tipo extraordinario que se han mencionado.

# Los incendios de amor son un hecho comprobado en la vida de algunos santos en los que el amor hacia Dios se manifiesta algunas veces hacia el exterior bajo la forma de fuego que quema, incluso materialmente, la carne y la ropa cercana al corazón. Esta manifestación se produce en grados diversos:

1) Simple calor intenso: es un extraordinario calor del corazón que se dilata; este calor se expande a todo el organismo. Es clásico el episodio de la vida de san Wenceslao, duque de Bohemia. De noche visitaba la iglesia a pies descalzos. Al siervo que le acompañaba le recomendaba meter los pies en los zapatos que él dejaba para no congelarse.

2) Ardores intensísimos: el fuego del amor divino puede llegar a tal intensidad que a veces es necesario recorrer a refrigerantes para poderlo soportar. Se cuenta de san Estanislao de Kotska, que era tan fuerte el fuego que lo consumía, que en pleno invierno era necesario aplicarle sobre el pecho paños empapados de agua helada. Santa Caterina de Génova no podía acercar su mano al corazón sin experimentar un calor intolerable.

3) La quemadura material: cuando el fuego del amor llega a producir incandescencias, las quemaduras se realizan plenamente. Es lo que se llama a pleno título incendios de amor. El corazón de san Pablo de la Cruz, fundador de los pasionistas, ardía de tal manera, que más de una vez su túnica de lana aparecía completamente quemada por la parte del corazón. El beato Nicolás Factor, religioso franciscano, incapaz de soportar el fuego que ardía en su corazón, se hechó un vaso de agua helada en pleno invierno. Consta en su proceso de beatificación que el agua, inmediatamente, se evaporó.

Existe sin duda una estrecha relación entre el amor y el fuego producido.

La naturaleza prodigiosa de todos estos fenómenos exige recurrir a lo sobrenatural para poder ser explicados. Este recurso, indiscutiblemente, demuestra la grandeza infinita de Dios el cual esparce a manos llenas sus tesoros. Es fácil recurrir a lecturas que intentan, acertada o erradamente, para bien o para confusión del lector, explicar estos casos que son verdaderamente atrayentes. Este texto es una buena guía para no perder el norte y tampoco dejarse engañar.

Jorge Enrique Mújica
Virtudes y valores

SEGUIR LEYENDO [+]

martes, 22 de febrero de 2011

Los fenómenos sobrenaturales Parte 2

Fenómenos de orden cognoscitivo

# Las visiones, referidas estrictamente al sentido de la vista, son percepciones de objetos mediante los ojos corporales. Hay tres tipos de visiones:

1) las externas o corporales, llamadas apariciones, donde se percibe una realidad objetiva naturalmente invisible al hombre
2) las imaginarias, que son representaciones sensibles internas circunscritas a la imaginación
3) las intelectuales, en las que se produce la visión por medio de la inteligencia, sin impresión o imagen sensible.

# Las locuciones son fórmulas que enuncian afirmaciones o deseos. Se dividen en:

1) auriculares (percibidas por medio del oído)
2) imaginarias (se perciben con la imaginación durante el sueño o la vigilia)
3) intelectuales (las que se dejan oír directamente en el intelecto sin el concurso de los sentidos) que es como se comunican los ángeles.

# Las revelaciones son las manifestaciones sobrenaturales de una verdad oculta o un secreto divino hecho por Dios para el bien general de la Iglesia o para la utilidad de quien la recibe. Son de dos tipos:

1) privadas: hechas a un individuo y que no entran en el depósito de la fe
2) universal: la dada por la Sagrada Escritura.

Las primeras nunca contradicen a las segundas si son auténticas. Sólo a la Iglesia corresponde declarar si un mensaje es o no revelación privada

# Por discernimiento de los espíritus se entiende el conocimiento sobrenatural de los secretos del corazón comunicados por Dios a sus siervos. Fue el caso del cura de Ars. En esta categoría también entra el descifrar y aclarar si otros fenómenos vienen o no de Dios.

# La ierognosis es el conocimiento de lo que es sagrado manifestado en el poder o facultad que tuvieron algunos santos para reconocer las cosas santas y distinguirlas de las profanas. Este fue el caso de la beata Luisa Lausteau.

# Otros fenómenos de conocimiento son la ciencia infusa universal (como el caso de Gregorio López (1562-1596) que sin estudio alguno, poseía un bastísimo conocimiento de la Sagrada Escritura, la historia de la Iglesia y los principios de la vida espiritual), el conocimiento sobrenatural de teología (los casos de santa Gertrudis y santa Catalina de Siena, luminarias de la mística), habilidad infusa para el ejercicio de las artes (por ejemplo san Francisco de Asís y Jacopone da Tordi, compositor del «Stabat Mater», para la poesía; santa Catalina de Bolonia, para la música; el beato Angélico da Fiesole para la pintura, etc.)


Fenómenos místicos de orden corporal

El primer caso documentado de una persona estigmatizada fue el San Francisco de Asís, quien recibió los estigmas en un éxtasis que tuvo el 17 de septiembre de 1224. Después de él se han multiplicado los casos. Quizá hubieron estigmatizados antes de San Francisco. No lo sabemos.

En 1894 se publicó en París el libro «La estigmatisation». En él, el doctor Imbert-Gourtbeyre, quien estudió con competencia y atención el tema, enumera hasta 321 casos de estigmatizaciones verdaderas en la historia. De esos 321 estigmatizados 62 fueron canonizados (42 hombres y 9 mujeres). Por el tiempo y por la resonancia, nos es muy cercano el caso de San Pío de Pietrelcina, de cuyas llagas emanaba, además, un olor muy agradable.

Estamos ahora de frente a los fenómenos místicos de orden corporal. Éstos se reflejan principalmente sobre el organismo, en cualquiera de sus funciones vitales o en diferentes aspectos de su actividad y manifestaciones exteriores, como recuerda el P. Royo Marín. Estos son los principales:

# Los estigmas consisten en la aparición espontánea de llagas sanguinolentas en manos, pies, costado izquierdo, en la cabeza o en la espalda. Pueden ser visibles o invisibles. Muchos han tratado de dar una explicación racionalista al fenómeno atribuyéndolo al fanatismo. Es verdad que la imaginación puede ejercer una posible influencia psíquica, pero jamás será capaz de producir heridas físicas visibles. Bastaría hacer un ejercicio simple para darse cuenta de la imposibilidad: si se fija la vista en alguna parte del cuerpo y se piensa, con todas las fuerzas, que se quiere una herida visible en el costado; se podrá pasar todo un día y no se logrará. Los hechos hablan por sí solos.

También existen los estigmas diabólicos. ¡Sí, el demonio es capaz de producirlos! Si en el orden natural, en base a la hipnosis y a la sugestión, se han llegado a producir manifestaciones similares en sujetos desequilibrados, neuróticos o histéricos, cómo no iba a poder producirlos el demonio.

# El sudor de sangre consiste en la expulsión, en cantidad considerable, de líquido sanguinolento a través de los poros de la piel, particularmente los de la cara. Las lágrimas de sangre son una efusión sanguinolenta a través de la mucosa de los ojos.

En el caso del sudor de sangre, el hecho histórico por excelencia es el de Nuestro Señor Jesucristo referido por San Lucas en el capítulo 22, versículo 44, de su Evangelio. Tras Jesucristo, un número pequeño de santos y personas pías han tenido sudor de sangre: santa Ludgarda (1182-1246), la beata Cristina di Stumbeln (1242-1312), Magdalena Morice (1736-1769), María Domenica Lazzari (1815-1848), Caterina Putigny (1803-1885).

Los casos de lágrimas de sangre son más raros aunque hay registrados dos casos muy famosos, el de Rosa María Andriani (1786-1845) y el de Teresa Neumann a mediados del siglo pasado.

# La renovación o cambio de corazón es un fenómeno registrado en la historia de la mística y muy sorprendente. Consiste en la extracción del corazón de carne y en la sustitución con otro que es el de Cristo mismo.

Son famosos los casos de las santas Catalina de Siena, Ludgarda, Gertrudis, María Magdalena de Pazzi, Caterina de Ricci, Juana de Valois o Margarita María de Alacoque.

Así describía el confesor de santa Catalina de Siena el fenómeno de la sustitución de corazón: «Se encontraba un día en la capilla de la iglesia de los hermanos predicadores en Siena... Recuperada del éxtasis se puso de pie para regresar a casa. Una luz del cielo la envolvió y en la luz apareció el Señor que tenía en su mano un corazón humano, verdadero y esplendoroso... El Señor se le acercó, abrió el pecho de ella por la parte izquierda e, introduciéndole Él mismo el corazón que tenía en las manos, le dice: "Querida hijita, como el otro día tomé tu corazón, he aquí que te doy el mío con el cual siempre viviréis”. De lo dicho queda la apertura que le hizo en el costado; en signo del milagro ha quedado en aquel lugar un cicatriz, como me han asegurado a mí las compañeras que han podido verla. Queriendo saber la verdad de lo sucedido, ella misma fue obligada a confesármelo».

# El ayuno absoluto. Está demostrado que el hombre puede sobrevivir naturalmente en una abstinencia total de alimento prolongada sólo por algunas semanas. En 1831 un condenado a muerte, Garnié, rehusó tomar alimentos a excepción de un poco de agua. Murió después de 63 días. Pesaba sólo 26 kilos. En la Iglesia, los casos más notables de ayuno absoluto son los de santa Catalina de Siena (cerca de ocho años), santa Ludovina de Schiedman (28 años), las beatas Caterina de Raconigi (diez años), Domenica Lazzari y Luisa Lasteau (14 años). Todas ellas llevaban una vida normal e incluso muy activa. Sin embargo el ayuno por sí mismo no prueba la santidad pero sí la Iglesia reconoce en algunos de sus santos un privilegio similar dado por Dios como recompensa por sus virtudes.

# La vigilia o privación prolongada del sueño es análogo al precedente. Los casos más notables son los de san Macario de Alejandría quien pasó 20 años continuos sin dormir. Santa Coleta dormía una hora a la semana y una vez en su vida permaneció un año sin dormir. San Pedro de Alcántara dormía hora y media al día por cuarenta años, como testimonió santa Teresa de Jesús. Santa Rosa de Lima limitaba a dos horas el tiempo concedido para el reposo y santa Catarina de Ricci no dormía más que dos o tres horas por noche. Los médicos y los fisiólogos coinciden en el decir que sin salir de las leyes normales de la naturaleza orgánica no se puede privar a una persona del sueño. Las largas vigilias y abstinencias se encuentran sobre todo entre los contemplativos.

# La agilidad consiste en la traslación corporal casi instantánea de un lugar a otro, a veces remotísimo del primero. Es diferente a la bilocación porque no hay simultaneidad de presencia en ambos lugares sino únicamente traslación de un lugar a otro.

En la mismísima Biblia leemos que el diácono Felipe fue trasportado por el Espíritu de Dios a la ciudad de Azoto después que instruyó y bautizó sobre el camino de Jerusalén a Gaza al eunuco Candace (Hechos de los apóstoles 8, 39-40) aunque quizá sea más famosos el caso de Habacuc, trasportado por el ángel de Judea a Babilonia para que llevase alimento a Daniel en la fosa de los leones (Dan 14, 33-39).

Otros santos conocidos también la ha tenido: santa Teresa contaba que san Pedro de Alcántara se le aparecía, aún viviente, varias veces. También san Felipe Neri se aparecío muchas veces mientras estaba en vida. San Antonio de Padua llegó a hacer, en una sola noche, el viaje de Padua a Lisboa; y regresó en la misma noche. En la vida de san Martín de Porres se narran prodigios de este tipo.

# La bilocación es uno de los fenómenos más sorprendentes de la mística y uno de los más difíciles de explicar a menos que se recurra al milagro. Consiste en la presencia simultánea de una misma persona en dos lugares diversos. Se han dado muchos casos en la historia de la vida de los santos. Entre los más conocidos están los de san Francisco de Asís, san Antonio de Padua, san Francisco Xavier, san Martín de Porres, san José de Cupertino o san Alfonso María de Ligorio.

De san Alfonso María se lee en su proceso de canonización que el 21 de septiembre de 1774, mientras estaba en Arienzo, pequeña villa de su diócesis, cae en una especia de desvanecimiento. Permanece cerca de dos días inmerso en un dulce y profundo sueño, sentado sobre un sillón. Uno de sus siervos habría querido despertarlo, pero su vicario general, D. G. Nicola de Rubino, ordenó que lo dejaran reposar. Cuando se despertó, el santo sonó la campana. Acudieron prontamente sus familiares. Viéndolo grandemente agitado le preguntaron:

-«¿Qué te sucede?, son dos días en que no has hablado ni dado ninguna señal de vida».

Él respondió asegurando que había ido a asistir al Papa que acababa de morir hace una hora. Poco tiempo después llegó la noticia de la muerte de Clemente XIV, acaecida el 22 de septiembre a la una de la tarde, momento preciso en el que el santo había sonado la campanilla. San Alfonso fue visto en ambos lugares contemporáneamente por una multitud de testigos.

# Las levitaciones consiste en la elevación espontánea del suelo y en el mantenimiento del cuerpo humano sin ningún apoyo y sin causa natural visible. Por regla, le levitación mística se verifica mientras el paciente está en éxtasis y, si el cuerpo se eleva un poco, se llama éxtasis ascensional; si se eleva a gran altura, recibe el nombre de vuelo extático; y si comienza a andar velozmente a ras del suelo, pero sin tocarlo, se llama marcha extática.

En el proceso de canonización de san José de Cupertino se registran más de sesenta casos de levitación. Fue visto volar sobre el púlpito de la iglesia, por los muros y delante de un crucifijo o una imagen pía; aterrizar sobre el altar o cerca del tabernáculo; sostenerse como un pájaro sobre ramas débiles; hacer saltos de grandes distancias. Una palabra, una mirada, la mínima cosa en relación con la piedad, le producía estos transportes. En un periodo de su vida llegaron a ser tan frecuentes que sus superiores debieron exceptuarlo del rezo común en el coro para que, contra su voluntad, no interrumpiera ni perturbase las ceremonias de la comunidad con sus vuelos extáticos de los cuales muchas personas fueron testigos, entre ellos el Papa Urbano VIII y el príncipe protestante Juan Federico de Brunswick, el cual no sólo quedó impresionado sino que se convirtió al catolicismo y vistió el sayal franciscano.

Está claro que la simple naturaleza no puede alterar las leyes de la gravedad, siempre fijas y constantes. La Iglesia ha explicado este fenómeno como una anticipación del don de agilidad propia de los cuerpos gloriosos.

# Las sutilezas consisten en el paso de un cuerpo a través de otro. En el momento del tránsito supone la compenetración o coexistencia de los dos cuerpos en un mismo lugar. Este prodigio se verificó en la persona de Jesús cuando a puertas cerradas se presentó a sus discípulos, como narra san Juan en los versículos 20-26 del capítulo 19 de su Evangelio. También es célebre el caso de san Raymundo de Peñafort que entró en su convento de Barcelona a puertas cerradas.

# Las luces o esplendores son ciertos esplendores que algunas veces irradian los cuerpos de los santos sobre todo durante la contemplación o el éxtasis. Este fenómeno se verificó en san Luis Beltrán, san Ignacio de Loyola, san Francisco de Paula, san Felipe Neri, san Francisco de Sales, san Carlos Borromeo, san Juan María Vianey, etc. Es uno de los más frecuentes entres los grandes santos.

# El perfume sobrenatural (osmogenesia) consiste en un cierto perfume de exquisita suavidad y fragancia que emana del cuerpo mortal de los santos o del sepulcro donde reposan sus restos. Se trata de un aroma singular que nada tiene de común con los perfumes terrenos. Los testigos que lo han experimentado no encontraron analogías para hacer entender la suavidad y fragancia de un aroma inconfundible jamás sentido en la tierra.

El perfumero de la corte de Saboya fue enviado un día al convento de la beata María de los Ángeles para que buscase individuar la naturaleza del olor que la sierva de Dios emanaba. Debió confesar que no se asemejaba a ninguno de los perfumes de esta tierra. Las religiosas, sus compañeras, lo llamaban “olor de paraíso o de santidad”.

Han exhalado suave olor las reliquias o los sepulcros de san Francisco de Asís, santo Domingo de Guzmán, santo Tomás de Aquino, santa Rosa de Lima, santa Teresa, santa Francisca Romana, etc.

SEGUIR LEYENDO [+]

lunes, 21 de febrero de 2011

Los fenómenos sobrenaturales Parte 1

Al referirnos a fenómenos sobrenaturales hacemos relación a lo que trasciende lo natural, lo que está más allá de las leyes normales.

En la vida de san Juan María Vianney, cura de Ars, escrita por Francis Trochu leemos lo siguiente: «Un joven de Lyon se había apenas confesado cuando el santo le dice:

- Amigo, no has dicho todo.

- Ayudadme vos, Padre: no puedo recordar todas mis faltas.

- ¿Y aquellas candelas que robaste de la iglesia de San Vicente?. Era verdad, pero lo había olvidado».

En otra ocasión, una mañana durante la misa, una señora se presentó a recibir la comunión. El santo pasó dos veces cerca de ella sin dársela. A la tercera vez le dice la señora en voz baja:

- «Padre mío, no me has dado la comunión».

- «No hija mía; esta mañana has comido algo».

Entonces la señora se acordó de haber comido un poco de pan.

A fines del s. XIX, el doctor Imbert, profesor de medicina en Clermont-Ferrand, describió ampliamente un testimonio acerca de Luisa de Lasteau, hoy beata, y su facilidad sobrenatural para reconocer los objetos sagrados (ierognosis): «Se le presentaba una reliquia, aunque fuese de un siervo de Dios no beatificado, y sonreía satisfacida, pronta a besarla. Lo mismo hacía con los objetos benditos aunque tuvieran forma profana, mientras se mostraba insensible por los objetos no bendecidos aunque fuesen imágenes sacras. Un sacerdote vestido de civil, le presentó un crucifijo sin bendecir y no le causó impresión. Después, con su mano consagrada, trazó sobre la cruz la bendición y se lo volvió a mostrar; entonces Luisa mostró su característica sonrisa al sacerdote. Los presentes exclamaron: ¡qué sublime es la bendición del sacerdote!»

Es común hallar en librerías una abundante literatura que intenta explicar, acertada o erróneamente, fenómenos sobrenaturales extraordinarios que por su relación con la fe, su impacto real, atractivo o de simple curiosidad, llaman enormemente la atención. Y no es para menos: profecía, poder de sanación, discernimiento de espíritus, don de lenguas, visiones, revelaciones, habilidad infusa para el ejercicio de las artes, ciencia, estigmas, lágrimas o sudor de sangre, privación del sueño, bilocación, levitaciones, sutilezas, luminosidad... son temas que dejan un deseo de profundización mayor.

Al referirnos a fenómenos sobrenaturales hacemos relación a lo que trasciende lo natural, lo que está más allá de las leyes normales como el no poder volar por nosotros mismos o conocer lenguas sin antes haberlas estudiado. La causa sólo puede ser Dios aunque la propia naturaleza o el Demonio pueden imitar algunos de estos fenómenos para confundir cuando en realidad no son tales.

Los fenómenos sobrenaturales se manifiestan con los así llamados fenómenos místicos. Estos de deben a gracias regaladas por Dios que quiere ofrecer una posibilidad de unión más íntima con él al alma que los recibe o manifestar externamente al mundo el misterio de su acción omnipotente no explicable a la ciencia.

Las causas puramente naturales tienen como fuente elementos de orden fisiológico (temperamento, sexo, edad), la imaginación, los estados depresivos del espíritu (trabajo intelectual absorbente, meditación religiosa mal regulada, excesiva austeridad) y las enfermedades. Estas llevan a confundir con fenómenos "sobrenaturales" lo que en realidad se puede explicar naturalmente.

Es de fe que existen los demonios quienes, por permisión divina, influyen sobre algunos hombres. Sin embargo, la voluntad humana permanece siempre libre. El demonio no puede producir verdaderos fenómenos pues es gracia exclusiva de Dios (resucitar un muerto, curar instantáneamente heridas, traslocaciones, profecías, conocer los pensamientos, crear, violar las leyes de la naturaleza como la gravedad, etc.) pero sí puede falsificar visiones, éxtasis, esplendores y rigidez en el cuerpo, ardores en el corazón, curación de enfermedades producidas por él mismo, hacer aparecer estigmas, esconder objetos y moverlos.

La acción divina, que es de donde provienen los auténticos fenómenos, se desarrolla principalmente en el intelecto, en la voluntad y en el organismo de aquellos que la experimentan. De ahí que los grandes fenómenos se clasifiquen en tres grupos: de orden cognoscitivo, de orden corporal y de orden afectivo.

SEGUIR LEYENDO [+]

domingo, 20 de febrero de 2011

La autoridad de Cristo

Una autoridad esculpida con su amor, firmada con su sangre y promovida con su servicio a los demás.

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 5, 38-48

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarte la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda.

Han oído ustedes que se dijo: Ama a tu prójimo y odia tu enemigo; en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda la lluvia sobre los justos y los injustos.

Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a su hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es prefecto».

Oración introductoria

“Creo en ti, Señor, pero ayúdame a creer con firmeza; espero en ti, pero ayúdame a esperar sin desconfianza, te amo, Señor, pero ayúdame a demostrarte que te quiero; estoy arrepentido, pero ayúdame a no volver a ofenderte. Te adoro, Señor, porque eres mi creador y te anhelo porque eres mi fin; te alabo, porque no te cansas de hacerme el bien y me refugio en ti, porque ere mi protector” (Oración del Papa Clemente XI).

Petición

Jesucristo, que mis pensamientos sean tus pensamientos y que mis obras reflejen el amor que me tienes.

Meditación

“El Yo de Jesús sobresale en un grado que ningún maestro de la Ley puede permitirse (…). No enseñaba como los rabinos, sino como uno que tenía «autoridad» (Mt 7, 28; cfr. Mc 1,22; Lc 4,32). Con estas expresiones, evidentemente, no se nos hace referencia a una cualidad retórica de los discursos de Jesús, sino a la clara reivindicación de ponerse a la altura del Legislador –a la altura de Dios”, (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, cap. 4 “El discurso de la Montaña”).

¿Y por qué Jesús no enseñaba cómo los rabinos? ¿Por qué su autoridad era tan diversa?

Parte de la respuesta está en el “Yo” de Cristo. Él no habla como patriarca, ni como profeta, ni mucho menos como un rabino. Jesús habla como el Hijo, como la segunda persona de la Santísima Trinidad. La segunda parte la encontramos escondida en los diversos actos que describe el evangelio (como un retrato anticipado de lo que sería su pasión y muerte): “Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarte la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda”.

La autoridad de nuestro Rey no sólo son sus palabras sino sobre todo su testimonio. Una autoridad esculpida con su amor, firmada con su sangre y promovida con su servicio a los demás.

Reflexión apostólica

La caridad, el perdón, la comprensión, la generosidad sin límites son nuestro “a-b-c” como cristianos. ¿Podemos no seguir el testimonio de tan insigne Maestro? ¿Quién no pondrá una mejilla cuando Él ofreció su cuerpo entero? ¿Quién no dará su vestido cuando el nos vistió con su gracia? ¿Quién no podrá caminar con sus dificultades cuando Él no sólo caminó sino que cargo con nuestros pecados? ¿Quién puede dar la espalda cuando Él abrió sus brazos en la cruz? ¿Quién no puede amar su enemigo cuando Él los perdonó y los amó hasta el extremo?

Propósito

Trataré de escuchar con paciencia las necesidades de los que me rodean y buscaré servirles sin esperar recompensa.

Diálogo con Cristo

Mi Señor, aquí está mi alma arrodillada ante ti. Tú sabes que quiero cumplir tu mandato del amor, que quiero descubrirte en los demás, que quiero corresponderte. Ayúdame a llenarme de ti, ayúdame a conocerte, ayúdame a serte fiel. Así sea.


“Precisamente por esto Catalina era creíble en la autoridad, porque se podía ver que para ella la autoridad era exactamente servir a los demás”
(Benedicto XVI, Audiencia General, 29-12-2010).

Felipe de Jesús Rodríguez
catholic.net

SEGUIR LEYENDO [+]

sábado, 19 de febrero de 2011

Bendita «casualidad»

«El hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros (PABLO VI); cree más en la experiencia que en la doctrina, en la vida y en los hechos que en las teorías... El testimonio evangélico, al que el mundo es más sensible, es el de la atención a las personas y el de la caridad para con los pobres y los pequeños, con los que sufren. La gratuidad de esta actitud y de estas acciones, que contrastan profundamente con el egoísmo presente en el hombre, hace surgir unas preguntas precisas que orientan hacia Dios y el Evangelio» (Redemptoris Missio, n. 42)

«Nada en mi vida ha pasado por casualidad. En realidad, todas las cosas, todos los acontecimientos, para quien sabe leerlos con profundidad, encierran un mensaje que, en definitiva, remite a Dios», solía afirmar Juan Pablo II.

Es más, me atrevo a afirmar con certeza que Dios tiene previsto grandes cosas para cada uno de nosotros. Cada persona que encontramos en nuestro camino, cada acontecimiento «casual» que ocurre en nuestra vida, los éxitos, las alegrías, e incluso los fracasos y las humillaciones; tienen su razón de ser: nuestra felicidad.

Es verdad que muchas veces no entendemos las señales que nos marcan el camino elegido por El , o infravaloramos la trascendencia de las mismas, o incluso, más de una vez, cerramos los ojos del corazón para no verlas. Pero una cosa es cierta: Todo es para bien. A lo que me gustaría apostillar: Y lo mejor está todavía por llegar.

De hecho, la «casualidad» de que la misma semana que se inaugura en Madrid el Encuentro Preparatorio para la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ Madrid 2011), el Santo Padre, Benedicto XVI, anuncie la beatificación de Juan Pablo II el 1 de mayo, de 2010, día de la Solemnidad de la Divina Misericordia, me causa un júbilo inmenso.

Más aún, cuando el cardenal Rylco, Presidente del consejo pontificio para los laicos, a su llegada a El Escorial, declaró: «Gracias a la labor de Juan Pablo II, la iglesia ha descubierto su rostro joven».

Y al instante, por «casualidad», han vuelto a resonar en mis oídos las primeras palabras que nos dirigió Juan Pablo II, recién estrenado su pontificado: «Vosotros, jóvenes, sois la esperanza de la Iglesia y del mundo. Vosotros sois mi esperanza. » Tenía por entonces unos veinte años.

Años más tarde, «el Papa de los jóvenes» nos recordaba en Paris: «Os lo puedo confiar: Dios me ha dado la gracia de amar con pasión a los jóvenes, ciertamente diversos de un país a otro, pero muy parecidos en sus entusiasmos y en sus decepciones, en sus aspiraciones y en su generosidad (…) porque la juventud es en todas partes, hoy como ayer, portadora de grandes esperanzas para el mundo y para la Iglesia». (Parque de los Príncipes, París, 1 de junio de 1980).

Y como en un susurro, continuaba diciéndonos: «Me alegra (alegráis) los ojos y hace (hacéis) palpitar mi corazón».

He de confesar que estas palabras de agradecimiento, de confianza y de entusiasmo hacia la juventud, me cautivaron. Es más, su férrea apuesta por los jóvenes, su continua predilección por nosotros, se convirtió, como por ósmosis, en parte de mí, de mi forma de ser, de pensar y de actuar.

Es más, ahora que nadie nos oye, tengo que confesar que fueron sus palabras, sus gestos, su sonrisa y su mirada lo que me animó a plantearme en serio y, por qué no decirlo, con cierto orgullo, mi vida, mi formación, mi compromiso, mis luchas. De ahí que los jóvenes de hoy sean mi ojito derecho, mi debilidad, mi gran pasión, mi apuesta exigente.

En definitiva, como señaló Juan Pablo II en su Carta a los Jóvenes con motivo del Año Internacional de la Juventud, (1985): «Vosotros sois la juventud de las naciones y de la sociedad, la juventud de cada familia y de toda la humanidad. Vosotros sois también la juventud de la Iglesia.

Todos miramos hacia vosotros, porque todos nosotros en cierto sentido volvemos a ser jóvenes constantemente gracias a vosotros. Por eso, vuestra juventud no es sólo algo vuestro, algo personal o de una generación, sino algo que pertenece al conjunto de ese espacio que cada hombre recorre en el itinerario de su vida, y es a la vez un bien especial de todos. Un bien de la humanidad misma.

En vosotros está la esperanza, porque pertenecéis al futuro, y el futuro os pertenece.»

Remedios Falaguera
fluvium.org

SEGUIR LEYENDO [+]

viernes, 18 de febrero de 2011

¿Qué puedo hacer para mejorar el mundo?

Cualquier persona medianamente interesada por el resto de sus semejantes, se ha planteado en más de una ocasión esta pregunta. En la actualidad, raro es el día en que las noticias no incitan a cuestionarse el propio comportamiento: ¿cómo puedo seguir llevando este estilo de vida cuando la gente está muriendo de hambre en Somalía, cuando los habitantes de un país se matan entre sí, cuando el color de la piel o la carencia de pasaporte es un estigma que conduce a la muerte, cuando... ?

Y la respuesta no suele ser otra que una desconsoladora confesión de impotencia. ¿Qué voy a hacer yo frente a problemas de tales dimensiones? Por eso razonamos de la siguiente manera: no estoy en condiciones de arreglar nada. ¡Falaz razonamiento! Aunque cueste creerlo, hay que contestar que sí. No se me pide que logre detener todas las guerras, sólo que siembre un poco de amor a mi alrededor; no se me exige que calme la necesidad de todos los hambrientos, tan sólo que destine una buena parte de mis ahorros a quienes los necesiten; nadie me obliga a consolar a los millones de seres que necesitan apoyo, únicamente se me pide que sea un poco de alivio para cuantos están cerca de mí. Nada más se me puede exigir, y tampoco nada menos. Y con estas acciones conseguiremos hacer recapacitar a los que nos contemplan y quizá cunda el ejemplo...

iglesia.org

SEGUIR LEYENDO [+]

jueves, 17 de febrero de 2011

El sentido de la vida

Una vez un hombre iba viajando en un tren; estaba durmiendo. Se despertó y alguien le preguntó a dónde iba, pero el hombre adormilado respondió que no lo sabía. La misma persona le preguntó dónde había subido en el tren, pero respondió lo mismo, que no lo sabía. Es comprensible que un señor así no sepa responder a unas preguntas tan fundamentales: estaba todavía en los brazos de Morfeo.

Sin embargo, muchas personas hoy en día no saben responder a preguntas todavía más fundamentales, que se refieren al sentido de su existencia humana ¿de dónde vienen?, ¿a dónde van?

El Catecismo responde en el nº 34 a estas dos grandes interrogantes del hombre:
...el hombre puede acceder al conocimiento de la existencia de una realidad que es la causa primera y el fin último de todo, y que todos llamamos Dios.

Dios es el principio y el fin de todo ser humano: viene de Dios y va hacia Él.

El filósofo Aristóteles dijo que el hombre es como una flecha lanzada al aire: no sabe de dónde viene ni a dónde va. Pero nosotros los creyentes sí conocemos las respuestas a estas preguntas. Dios, por así decirlo, nos ha dado todo servido en el plato:

Dios nos creó y estamos de regreso hacia Él. Él, al mandarnos a este mundo, nos dio un billete de ida y vuelta. Todo el sentido de nuestra vida está contenido en esta verdad: estamos regresando a la casa paterna. No todo el mundo tiene la suerte de conocer esta verdad.

¡Hay tantos seres humanos que están vagando por las tinieblas de la duda y de la incertidumbre! Pensemos en los espiritistas que creen en la reencarnación, en los materialistas que piensan que todo es materia y que el hombre tiene la misma suerte de una planta o de un pájaro... Debemos dar gracias a Dios por el don de la fe en esta verdad que es el eje de la existencia humana: Dios es nuestro principio y nuestro fin.

El gran error de nuestras vidas es vivir desorientados y engañados, creyendo que vamos siguiendo un sentido... cuando en realidad cada día nos alejamos más del verdadero sentido: Dios. El que anda fuera del camino, cuanto más corre, tanto más se va alejando del término.

Venimos de Dios

El Catecismo en el nº 366 dice:
La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente creada por Dios.

Nosotros salimos de la mano creadora de Dios, somos obra de Dios. Cuando quieren dar valor a una pintura dicen que es de Rembrandt, de Picasso, de Dalí... Nosotros podemos decir que somos obra nada más y nada menos que de Dios, pues nuestro Hacedor es Dios mismo.

Esta creación de Dios es una acción continua en nuestra vida, pues Él sigue sosteniéndonos en el ser. Si Dios pudiera dormir un instante, toda la creación dejaría de existir. Nosotros necesitamos a Dios para seguir viviendo. Sin Él no podemos hacer nada, desde la acción más banal como rascarnos la barbilla, hasta la más sublime que es hacer un acto de caridad.

Nosotros vamos hacia Dios

Dice el Catecismo en el nº 27:
El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar.

Una persona sensata no intentaría construir su casa en un aeropuerto, o en una estación de trenes o de autobuses.... Estos son lugares de tránsito. Por muy bonitos que sean, nunca podrán constituir nuestra morada. El hombre debería tener este sentido de estar de paso por el mundo; es un peregrino en el planeta Tierra. Cuando se pierde de vista esta verdad de perogrullo, se comienza a construir una felicidad meramente terrena, como los Israelitas peregrinando por el desierto que construyeron su becerro de oro, olvidándose que estaban de paso hacia la Tierra Prometida.

¡Qué insulsa debe ser la vida del hombre que no posee a Cristo! Un poco de tiempo de egoísmo, un oficio pasajero, tratar de llenar el vacío de la existencia con un montón de diversión y de sexo, cuando no son de sufrimiento sin sentido; y dejar a otro en nuestro sitio que continúe la cadena indefinida: a ver si tiene más suerte y logra alcanzar lo que nosotros no alcanzamos.

La tarea de la vida es trabajar por alcanzar el Cielo

Si poseer a Dios es el fin, buscarlo es el quehacer de la vida. Pero a Dios sólo le encuentra el que le ama, y la experiencia del amor puro a Dios es la experiencia del puro olvido de uno mismo.

Somos muy sensibles a los desastres físicos y económicos. Nos impresiona cuando hay un accidente o cuando fulano da un mal paso en el negocio y pierde todo de un día a otro. No somos tan sensibles a los fracasos espirituales. El fracaso espiritual total es la pérdida de la propia alma. Sin embargo, ¿cuánto hacemos por salvar nuestra alma?

Esta meditación debe ayudarnos a establecer una correcta escala de valores en la cual Dios y la salvación de mi alma ocupan el primer lugar.

webcatolicodejavier.org

SEGUIR LEYENDO [+]

miércoles, 16 de febrero de 2011

¿Cuándo superaremos el «ojo por ojo y diente por diente»?‏

La venganza anidada en el corazón del hombre, cuando no se le pone límite, es capaz de acabar con los individuos en conflicto e incluso con naciones enteras, provocando guerras, hambre, sangre inocente derramada y enemistades que pueden durar siglos enteros. Por eso, aunque nos parezca una ley de gente bárbara, en uno de los códigos más antiguos, grabado en piedra, en el Código de Hammurabi, se intenta legislar para que los hombres no tengan que pagar más allá de sus propias faltas y nunca de una manera desproporcionada.

Aunque tiene sus diferencias, con ese códice, el Antiguo Testamento habla ya de la ley del Talión, que se expresa de esta manera: “Cada quién pagara vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe” (Ex 21, 23-25) y que venía ya a ser una norma moral, un avance en la convivencia no ciertamente fácil entre los hombres, intimando a dejar los deseos de venganza desmedida, para contentarse con un daño proporcionado al daño recibido.

Cristo conoció esta ley, reconociendo su legitimidad y su efectividad para su tiempo, pero entre aquellas frases que nos ha dejado: “han oído que se dijo... pero yo os digo”, hoy después de habernos hablado de sus bienaventuranzas, luego de que nos ha pedido convertirnos en sal y en luz para las gentes que nos rodean, y después de habernos indicado que él no venía a abolir los dichos de sus antiguos sino que venía a darles plenitud, hasta hacernos llegar hasta las grandes alturas de la santidad y del heroísmo, Cristo deja caer sobre nuestros ánimos algo que si no lo vemos como un consejo de abuelita, tendría que cambiar radicalmente nuestras vidas:

Cristo fue muy preciso y muy claro y muy tajante sobre lo que él quiere de los que se han convertido en sus seguidores: "Han oído que se dijo: ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los manos y manda su lluvia sobre los justos y los injustos".

¡Menudo lío en el que nos mete Jesús! Si no tuviéramos fe, ¿cómo podríamos amar al que te ha dejado sin casa y sin familia porque su voracidad ha sido grande y sin medida? Quién que no tenga fe ¿podría siquiera pensar en hacer el bien a los que saben que te odian, que te ven como objeto inservible, para quienes sólo eres útil mientras pueden servirse de ti, pero al que han tirado cuando ya te han sacado todo el jugo? Y ¿Quién se atrevería a rogar por los que te persiguen y te ha calumniado hasta dejarte en la lona?

Sin embargo, no nos movamos a engaño. El hecho de Cristo te pida que dejes de usar la violencia, la venganza y el odio como el móvil de tu vida, eso no quiere decir que debamos de quedarnos callados y con los brazos cruzados ante la injusticia y la maldad. Cristo mismo no procedió así. Él nunca se doblegó ante la injusticia del Imperio romano; a Herodes lo llamó “don nadie”, zorro; a los ricos a les señaló su gran dificultad para llegar al Reino de los cielos; a los fariseos los denunció por manipular las conciencias de los pobres y a los sumos sacerdotes por haber convertido las cosas de Dios en un negocio.

Y si no nos acabamos de reponer de la sorpresa que nos han causado las palabras de Cristo, todavía podemos sorprendernos un poco más, cuando el profeta Isaías nos llama a la santidad, porque nos hemos acercado Dios que es tres veces santo, y todavía más, el mismo Cristo, en el colmo del heroísmo y la santidad, nos pide escuetamente: “Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto”. Ya tenemos trabajo para rato, ¿Tú ya comenzaste?.

P. Alberto Ramírez Mozqueda
catholic.net

SEGUIR LEYENDO [+]

martes, 15 de febrero de 2011

Cuando uno se quiere ahorrar el Purgatorio

El Demonio es un gran anestesista. Su oficio no se limita, como creen algunos, a ofrecerle al hombre placeres terrenos a cambio de su alma inmortal. También conoce el arte de amortiguar dolores y paliar angustias, arte que ejercita por el mismo precio y que, en muchas ocasiones, le ha rendido mejores resultados que el catálogo de orgías con que sedujo al mismísimo Fausto.

Un claro ejemplo de ello es el modo en que ha extirpado, en las conciencias de muchos católicos, el miedo a su propia existencia. En la magistral película «Sospechosos habituales» (Bryan Singer, 1995), Kevin Spacey sentencia ante un atónito inspector de policía: «La mejor estrategia del Demonio ha sido convencer a la gente de que no existe». De este modo, el hombre no se defiende de él, y le abre las puertas de par en par. El resto del trabajo, para Satanás, en un mero paseo triunfal.

En la misma línea de acción, el gran anestesista ha logrado infiltrar en muchas mentes «piadosas» el lenitivo que apacigüe la angustia provocada por el gran drama de la vida: la salvación del alma. Lo ha logrado con un argumento tan burdo como tranquilizador: «Dios, que es muy bueno, no permitirá que nadie se condene. Al final, todos se salvarán y nadie irá al Infierno». Una vez que este pensamiento se ha alojado en la conciencia, la vivencia de la fe se transforma radicalmente.

Eliminado, por la vía de la anestesia, el «problema» del más allá, la religiosidad se centrará en el «más acá», y todo el discurso religioso versará sobre las realidades terrenas. El hombre ya no tiene que preocuparse por su salvación eterna; ese asunto está solventado gracias a la bondad de Dios. Lo que debe hacer el hombre es esforzarse por transformar el mundo presente en un lugar más justo.

No es urgente, en adelante, hablar de Dios a quienes no creen, puesto que su salvación está garantizada; lo que es urgente es paliar sus necesidades temporales y aliviar sus sufrimientos. De este modo, hemos transformado el sentimiento religioso en una mera inquietud social, y hemos convertido a la Iglesia en una enorme y milenaria ONG. En resumen, hemos decapitado la Fe, amputando en ella todo lo que se eleve por encima de nuestras cabezas.

Por eso se agradece que el Papa, a quien Cristo ha encargado confirmarnos en la Fe, nos ayude a eliminar de nuestra sangre la anestesia inyectada por el Maligno y nos invite a levantar la vista hacia el verdadero drama de la Historia: la salvación. Refiriéndose a Santa Catalina de Génova, aprovechó la ocasión para impartir una valiosa catequesis sobre el Purgatorio. En una Iglesia en que, para multitud de cristianos, la curación del cáncer de un familiar se presenta como más urgente que la confesión sacramental que ayude a ese enfermo a evitar el Infierno, las palabras del Pontífice no dejan de ser un soplo de aire fresco derramado a través de la azotea. Como en la curación de aquel paralítico que vio perdonados sus pecados en Cafarnaúm, alguien tenía que levantar las losetas del techo, y el Papa no ha dudado en hacerlo. Ahora vemos el Cielo.

«En Catalina, en cambio, el purgatorio no está presentado como un elemento del paisaje de las entrañas de la tierra: es un fuego no exterior, sino interior. Esto es el purgatorio, un fuego interior. La Santa habla del camino de purificación del alma hacia la comunión plena con Dios, partiendo de su propia experiencia de profundo dolor por los pecados cometidos, en contraste con el infinito amor de Dios».

Esquivando la simpleza de considerar el Purgatorio como un lugar más allá de las nubes o bajo la corteza terrestre, Benedicto XVI nos acerca a la realidad más cercana e insoslayable: la trascendencia eterna de los actos realizados en esta vida. El pecado ciega el alma y la incapacita para el goce de las realidades divinas. Aún alcanzado el perdón en el Sacramento de la Penitencia, la herida infligida no será cauterizada sin el fuego. Y ese fuego es el deseo insatisfecho de la contemplación de Dios, el querer ver su Rostro por el deseo natural del alma y no poder gozarlo por la ceguera causada tras el pecado. El mismo dolor, que es dolor de amor y arrepentimiento, representado en forma de fuego, al abrasar el alma anhelante de la contemplación divina, la va purificando y eliminando en ella todo apego a las realidades de este mundo. Ese dramático proceso de purificación es lo que conocemos como Purgatorio.

Tras la escucha de las palabras del Pontífice, debería encenderse, en muchos cristianos, una llama de ese mismo fuego que los llevase a liberarse de las ataduras de este mundo. La oración frecuente, la contemplación asidua, la meditación diaria de las realidades divinas va, en esta vida, desprendiendo el alma de los apegos y urgencias de la tierra para vincularla amorosamente a los gozos del Cielo. Unida a la santa práctica del ayuno y la mortificación, esa oración será la que nos permita, ahora, realizar la purificación que, de otro modo, sería necesario llevar a cabo tras la muerte.

Pero, claro... ¿Cuántas personas, hoy día, están preocupadas por «ahorrarse» el Purgatorio?

José-Fernando Rey Ballesteros
conoze.com

SEGUIR LEYENDO [+]

lunes, 14 de febrero de 2011

Valentín, Santo

Patrono de los Enamorados

Mártir en Roma a finales del siglo III. Entre el pueblo, el día de San Valentín está considerado como «día de la suerte», sobre todo en Alemania; y en Francia, Bélgica, Inglaterra y especialmente América, como «día de los enamorados», en que éstos se hacen promesas, felicitaciones y regalos. Esta costumbre y aquella supersticiosa idea, obedecen a diversos orígenes folklóricos y también al prestigio popular del Santo como milagrero. — Fiesta: 14 de febrero.

El árbol maravilloso del Cristianismo necesita siempre del riego fertilizante de la sangre de los mártires. Árbol que brotó de las ondas de un manantial divino en la cima del Calvario, sus primeros brotes adquirieron vigor y frescura en las rojas oleadas que alzaron las persecuciones de los primeros siglos de la Iglesia.

En sus tiempos primitivos, como en el siglo XX, en que vivimos, el cristianismo sigue vigorizándose con la sangre de sus héroes. Nunca han faltado ni jamás faltarán en la Iglesia de Cristo estos testigos de fe, que llegan hasta la generosa entrega de la vida.

La mayor parte de noticias que de San Valentín romano han llegado hasta nosotros proceden de unas actas apócrifas; por esta causa se hace difícil conocer con exactitud su vida e incluso distinguir entre los hechos que realmente le pertenecen y los de las vidas de otros varios santos que llevan su mismo nombre y que la iglesia desde muchos siglos venera también como mártires. Reseñaremos los que se le atribuyen unánimemente.

Con todo, lo importante en la historia de San Valentín, como en la vida de cuantos cristianos han sido elevados por la Iglesia al honor de los altares, es que seamos capaces de captar la lección que nos traen y que es, en definitiva, el fin principal que la ha movido a darles culto.

San Valentín es para nosotros una ciertísima lección de vida cristiana, llevada hasta el heroísmo, hasta la más plena identificación con Cristo: el martirio.

Situémonos a finales del siglo III. Es la era de los mártires. Por todo el Imperio romano corre el huracán de la persecución.

Valentín, presbítero romano, residía en la capital del Imperio, reinando Claudio II. Su virtud y sabiduría le habían granjeado la veneración de los cristianos y de los mismos paganos. Por su gran caridad se había hecho merecedor del nombre de padre de los pobres.

No podía ser desconocida de la corte imperial la influencia que ejercía en todos los ambientes romanos, y quiso el mismo emperador conocerlo personalmente. Valentín, en aquella entrevista, no dejaría de interceder en favor de su fe católica y contra el estado de persecución en que a menudo se encontraba sumida la Iglesia.

El soberano, que estaba interesado en granjearse la amistad y la colaboración del inteligente sacerdote cristiano, escuchó con agrado sus razones. Por eso intentó disuadirle del que él creía exagerado fanatismo; a lo que replicó Valentín evangélicamente: «Si conocierais, señor, el don de Dios, y quién es Aquel a quien yo adoro, os tendríais por feliz en reconocer a tan soberano dueño, y abjurando del culto de los falsos dioses adoraríais conmigo al solo Dios verdadero».

Asistieron a la entrevista, un letrado del emperador y Calfurnio, prefecto de la ciudad, quienes protestaron enérgicamente de las atrevidas palabras dirigidas contra los dioses romanos, calificándolas de blasfemas. Temeroso Claudio II de que el prefecto levantara al pueblo y se produjeran tumultos, ordenó que Valentín fuese juzgado con arreglo a las leyes.

Interrogado por Asterio, teniente del prefecto, Valentín continuó haciendo profesión de su fe, afirmando que es Jesucristo «la única luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo».

El juez, que tenía una hija ciega, al oír estas palabras, pretendiendo confundirle, le desafió: «Pues si es cierto que Cristo es la luz verdadera, te ofrezco ocasión de que lo pruebes; devuelve en su nombre la luz a los ojos de mi hija, que desde hace dos años están sumidos en las tinieblas, y entonces yo seré también cristiano».

Valentín hizo llamar a la joven a su presencia, y elevando a Dios su corazón lleno de fe, hizo sobre sus ojos la señal de la cruz, exclamando: «Tú que eres, Señor, la luz verdadera, no se la niegues a ésta tu sierva».

Al pronunciar estas palabras, la muchacha recobró milagrosamente la vista. Asterio y su esposa, conmovidos, se arrojaron a los pies del Santo, pidiéndole el Bautismo, que recibieron, juntamente con todos los suyos, después de instruidos en la fe católica.

El emperador se admiró del prodigio realizado y de la conversión obrada en la familia de Asterio; y aunque deseara salvar de la muerte al presbítero romano, tuvo miedo de aparecer, ante el pueblo, sospechoso de cristianismo. Y San Valentín, después de ser encarcelado, cargado de cadenas, y apaleado con varas nudosas hasta quebrantarle los huesos, unióse íntima y definitivamente con Cristo, a través de la tortura de su degollación.

¿Por qué el folklore se ha venido aliando tan intensamente y en tantos países con la festividad de San Valentín romano? Y reduciendo la cuestión: ¿Por qué se atribuye a San Valentín el patronazgo sobre el amor humano, atribución que es, evidentemente, el origen y la explicación de todas las restantes manifestaciones de la devoción o de la simpatía popular al Santo?

Aparte la posible trasposición de algún hecho, tradición o leyenda, de otros Valentines al mártir de Roma, que explicaría ciertas expansiones, dicha atribución puede ser debida a dos motivos, separadamente considerables o perfectamente conjuntables:

1º Nuestro San Valentín fue martirizado en la Via Flaminia hacia el año 270, seguramente en los inicios de la primavera, cuando en la naturaleza se anticipa el júbilo expectativo de la fecundidad y de la pujanza. En los siglos antiguos y medievales, empiezan a venir a Roma numerosos peregrinos, entrando por la Puerta Flaminia, que se llamó Puerta de San Valentín, porque allí, en recuerdo de su martirio, el Papa Julio I, en el siglo IV, mandó construir en su honor una basílica.

Esos romeros coincidían con los días del aniversario del Santo; y de retorno a sus países, se llevarían de él o de su templo alguna reliquia o memoria. Ahora bien: no es cosa rara en la primitiva Iglesia el empeño de cristianizar fiestas o costumbres de matiz pagano, y en primavera no faltaban en la Roma gentílica festejos dedicados al amor y a sus divinidades. Fácilmente se inclinaría a los fieles a invocar a San Valentín —mártir primaveral— como protector del amor honesto. La invocación brotaría en Roma y sería transportada por los romeros a sus tierras y naciones, principalmente por los que cruzaban la Puerta Flaminia, norte arriba de Europa.

2º motivo: Hemos hecho notar el prestigio de que gozaba el Santo como sacerdote. ¡En cuántas familias sería efectiva su influencia, cuántos enlaces matrimoniales habría bendecido! Positivamente, no faltan noticias biográficas tradicionales que así lo afirman.

En las Catacumbas y en casas de cristianos, no sumarían cantidad exigua los que habían sido asistidos por su presencia presbiteral al unirse, por el Santo Sacramento que los hizo esposos. Es natural que, después de su martirio, se le adjudicase la advocación de Patrón de los hogares y del amor conyugal.

Trábense estas consideraciones, y quedarán perfectamente señalados los orígenes de la devoción típica y del costumbrario en homenaje al Santo.

Lo cierto es que éste se conserva floreciente en los países del Norte europeo y americano.

Cosa curiosa: ya en el siglo XVII, ciertos protestantes lo censuraban como de cuño papista y, al mismo tiempo, pagano. Le reconocía cierto matiz pagano, San Francisco de Sales. Pero, saturado como siempre de buen juicio y de exquisita prudencia, lo que hace él es aconsejar a los jóvenes prometidos que imiten las virtudes de San Valentín. Esto es lo que hay que desear, principalmente; rogando al excelso presbítero mártir que alcance del Señor, a la juventud cristiana que al matrimonio camina, el don del puro amor, santificador de la vida familiar.

multimedios.org

SEGUIR LEYENDO [+]

domingo, 13 de febrero de 2011

Vine a dar la plenitud a los profetas

Viene a purificar en el fuego lo que le impide a nuestro corazón darse plenamente a Dios.

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 5, 17-37

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley. Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos. Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos.

Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal. Pero o les digo: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante tribunal supremo, y el que lo desprecie, será llevado al fuego del lugar de castigo.

Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda. Arréglate pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, el juez al policía y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.

También han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No cometarás adulterio; pero yo les digo que quien mire con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Por eso, si tu ojo derecho es para ti ocasión de pecado, arráncatelo y tíralo lejos, porque más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al lugar de castigo. Y si tu mano derecha es para ti ocasión de pecado, córtatela y arrójala lejos de ti, porque más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al lugar de castigo.

También se dijo antes: El que se divorcie, que le dé a su mujer un certificado de divorcio; pero yo les dijo que el que se divorcia , salvo el caso de que vivan en unión ilegítima, expone a su mujer al adulterio y el que se casa con una divorciada comete adulterio.

Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No jurarás en falso y le cumplirás al Señor lo que le hayas prometido con juramento. Pero yo les digo: No juren de ninguna manera, ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es donde él pone los pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del gran Rey.

Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer blanco o negro uno solo de tus cabellos. Digan simplemente sí, cuando es sí; y no, cuando es no. Lo que se diga de más, viene del maligno”.

Oración introductoria

Señor, Dios mío, abre mi alma para que puedas modelar mi corazón a través de esta meditación que me dispongo a realizar. Haz que mis ojos se centren en tu misericordia para que me dé cuenta del inmenso amor que me tienes. Es en tu misericordia, Señor, que quiero apoyar esta sencilla oración, es en ella que quiero poner mis intenciones y las intenciones de mis seres más queridos.

Petición

Jesús, que no me aparte de tus mandamientos.

Meditación

Muchas veces creemos que el cristianismo es una lista larga de normas y mandamientos que debemos cumplir. Es más, parece que Cristo, en este pasaje, nos complica más nuestros deberes. Pero eso no es el cristianismo: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, (o, podemos añadir a las palabras del Papa, por el cumplimiento de normas), sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. (Deus Caritas est, n.1). Es sólo a través de Cristo, del prisma de su amor, que se puede, no sólo entender, sino sobre todo vivir lo que nos corresponde como sus seguidores.

Si atendemos bien, la lista de leyes que Cristo perfecciona en este evangelio tienen necesariamente un punto de unión con el amor, sea a Dios o al prójimo. Acaso, el saber perdonar al que nos ofende, al que ha dañado nuestra familia, nuestro trabajo, nuestro interior o nuestra situación económica, ¿no es el acto supremo del amor? El guardar nuestra pureza de corazón y de cuerpo, ¿no es un acto heroico de amor a nuestro Señor? El matrimonio, ¿no se puede traducir como fidelidad en el amor que Dios unió? Y, la coherencia en los deberes contraídos ante Dios, ¿no es una postura de un alma que quiere amar con sinceridad?

Sólo Cristo nos da la fuerza, los ánimos, el coraje y la paciencia para ser auténticos seguidores de su Persona; sólo así, nuestro compromiso de cristianos deja de ser un peso y se convierte en una respuesta de amor al Amor.

Reflexión apostólica

Cristo viene a “dar plenitud” a ley y a los profetas. Viene a purificar en el fuego lo que le impide a nuestro corazón darse plenamente a Dios. Lo que Cristo pide es un plus de justicia en la convivencia con los demás; un plus de santidad en la realización de nuestras tareas más ordinarias; un plus de generosidad en nuestra oración, en la vivencia de los sacramentos: “si su justicia no es mayor…”. Por eso para Cristo no basta hacer justicia humana con el que nos ofende, pide que lo perdonemos, que nos reconciliemos con él. No le basta que no se cometa adulterio, quiere que custodiemos la pureza de nuestro corazón con una voluntad tajante: “si tu mano derecha es para ti ocasión de pecado, córtatela y arrójala lejos de ti”. No le basta la ley del divorcio, sino que correspondamos al designio divino sobre el matrimonio (cfr. Mt 19, 4). A Cristo, en fin, no le basta la vivencia externa de nuestros deberes de cristianos: ¡quiere nuestra coherencia, nuestra sinceridad de vida: “digan sí cuando sea sí…”!

Propósito

Buscaré dar un plus en alguna responsabilidad de mi vida cristiana (en mi oración, en mi trato con los demás, en mi sinceridad, en perdonar…).

Diálogo con Cristo

Jesucristo, cuántas veces me fijo más en lo que me cuesta cumplir que en lo que te costó sufrir por mí; cuántas veces me quejo de mis deberes porque me falta tu amor. Tú conoces mejor que nadie mi debilidad y mi pequeñez, pero también conoces cuánto quiero responder a tu amor. Te pido que, así como viniste a perfeccionar la Ley judía, perfecciones la sinceridad, la humildad, la entrega y la pureza de mi corazón. Te lo pido por la intercesión de su santísima Madre la Virgen María. Así sea.


“La fe cristiana, poniendo el amor en el centro, ha asumido lo que era el núcleo de la fe de Israel, dándole al mismo tiempo una nueva profundidad y amplitud” (Deus Caritas est, n.1).

Felipe de Jesús Rodríguez
catholic.net

SEGUIR LEYENDO [+]




Artículo de la semana:

Vengo por ti

Estoy cansado de trabajar y de ver a la misma gente, camino a mi trabajo todos los días, llego a la casa y mi esposa sirvió lo mismo de la c...

Traductor

Contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *