jueves, 31 de marzo de 2011

¿El celibato o la oscuridad?

La Iglesia debe aprender, pedir perdón y cambiar.

A raíz de los escándalos de abusos sexuales contra menores, perpetrados por sacerdotes de la Iglesia Católica, se ha levantado –otra vez- el debate acerca del celibato sacerdotal.

El celibato es una ley de la Iglesia que proviene no de la Biblia sino de una ley eclesiástica muy antigua (del primer milenio) y que en el catolicismo romano occidental es obligatoria; no así en el rito oriental, como tampoco en las iglesias ortodoxas ni en las iglesias reformadas.

Celibato y pedofilia. Me parece un error decir que el problema de los abusos se debe al celibato obligatorio.

Por un lado, hay razones psicológicas, antropológicas y teológicas más que suficientes para plantear la posibilidad de que sea optativo el celibato sacerdotal. Razones que, en todo caso, deben ser discutidas dentro de la misma Iglesia Católica. Pero considero que es un error utilizar esos casos –lamentablemente numerosos- de pedofilia y abusos por parte de los célibes para, montados sobre ellos, esgrimir argumentos en contra del celibato. Es algo un poco abusivo para mi gusto.

En primer lugar, porque parece que los únicos –y los primeros- abusadores son los sacerdotes, cosa que no es cierta. Por el contrario, es clarísimo que la mayor cantidad de casos de abuso a menores se da en el seno de las familias: miembros de la familia muy cercanos, padres, tíos, hermanos, abuelos. Y, por lo general, esas personas no son célibes. Son enfermos (como los sacerdotes y religiosos que abusan de niños). Personas enfermas que, además, cometen un crimen y deben ser tratados de acuerdo con sus actos.

La oscuridad. Hay que evitar los argumentos engañosos. El problema –además de lo enfermo del abusador y lo criminal de la acción- reside en la oscuridad con que se han manejado estos casos. Por poner en primer lugar la imagen de la Iglesia, que no debía ser “mancillada”, se subordinaba a ello la verdad y el sufrimiento de inocentes y de sus familias. Eso ha estado mal. Eso, además, ha agrandado las cosas y las ha distorsionado.

El problema, más que celibato sí o celibato no, ha sido, junto con una concepción abusiva de la autoridad, el encubrimiento, la falta de transparencia en el manejo de estas situaciones. Y en eso la Iglesia debe aprender, pedir perdón y cambiar. En una sociedad en la que la transparencia es un valor importante, no se puede seguir obrando en secreto. Tal vez estas dolorosas situaciones ayuden también a la Iglesia a adoptar una cultura de mayor transparencia.

Un valor. Sin embargo, el celibato es un valor. El celibato por el Reino de Dios es un camino al que algunos nos hemos sentido llamados. En una cultura que endiosa el tener, el poder y el sexo, algunos nos hemos sentidos llamados a compartir los bienes en comunidad, a ofrecer nuestra libertad para ser envidaos en misión a donde haga más falta y a entregart nuestros afectos a Dios a través de un servicio comprometido con los hombres y mujeres a los que somos enviados.

De esta manera, nos sentimos llamados a servir a las personas y a Dios. De este modo nos sentimos invitados a reflejar –con nuestras vidas llenas de miserias y grandezas- que sólo Dios basta. Es un modo de vida; no es el único ni el mejor: es una vocación. Y está bien que sea eso: una vocación, un don, una llamada y no una imposición.

Pero temo que, muchas veces, al hablar sobre el celibato –desde los medios en particular- lo que se está diciendo no es que deba ser opcional, sino que debería ser abolido (palabras más, palabras menos: que todos los sacerdotes y religiosos deberían casarse).

Y ése es un discurso bastante autoritario, porque desde la propia perspectiva se quiere imponer a los demás un modo de vida. Lo que no se entiende, desde esa perspectiva, entonces es raro o malo.
Por eso, creo que hay que separar bien los temas, para no caer en lo mismo que se critica.

El problema aquí es que hay crímenes que deben ser juzgados y castigados, sea quien fuere su autor. Quien los comete, además de ser una persona con tendencias enfermizas, ha cometido un delito y debe pagar. Pero también hay que decir que esos delitos no son exclusivos de célibes, sino que son cometidos en gran número en el seno de las familias y también son encubiertos y silenciados.

Pero, en el fondo, quienes deben estar en el centro de la atención y del cuidado son las víctimas. Y aquí, los principales afectados –las víctimas de los abusos- son perjudicados doblemente: por el abuso, primero, y luego, por el manto de silencio impuesto. Con lo que su dolor, al no ver la luz, queda en la oscuridad y causa daños a veces irreparables.

Por eso, creo que el problema no es el celibato sino el encubrimiento; la oscuridad a la que se somete a las víctimas.

Rafael Velasco
La Voz del Interior

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miércoles, 30 de marzo de 2011

No olvides el pasado

Es curioso comprobar cómo, cuando un estudiante llega un buen día a ser profesor, es frecuente que comience a ejercer la autoridad de forma muy distinta a como él pensaba que debieran hacerse las cosas cuando las veía desde el pupitre.

— ¿Y crees que las veía con más objetividad cuando era alumno que ahora, que es profesor?

Es difícil saberlo. Pero, desde luego, ahora le vendría muy bien reflexionar sobre qué pensaba él por aquel entonces, cuando su profesor hacía tal o cual cosa de las que él hace ahora.

Algo parecido puede pasar al chico o a la chica que a la vuelta de los años se encuentra con que es padre o madre de familia, y tiene la oportunidad de llevar a la práctica todas las reformas en el modo de educar que –con cierto sentido crítico respecto a sus padres– proyectó en sus tiempos de juventud.

Piensa en tu caso. Quizá ves ahora, con el paso del tiempo, que las cosas son distintas a como las veías veinte o treinta años atrás. Y quizá efectivamente lo sean.

De todas formas, siempre te será útil recordar cuáles eran tus rebeldías de adolescente.

— Yo recuerdo que cuando era adolescente reaccionaba siempre de forma hostil ante las actitudes autoritarias, independientemente de quien tuvieran razón.

Creo que eso sucede toda la vida, no sólo en la adolescencia. Hay actitudes que producen rechazo a cualquiera, por muy paciente que sea. Y si a eso se une que el adolescente tiende a desmitificar al adulto y a dudar de modo sistemático de su autoridad intelectual, el conflicto está servido: puede organizarte un número de circo o bien encerrarse en un mutismo sobrecogedor y pasarse horas o días sin abrir la boca.

— Además, es que a esta edad tiende a radicalizarlo todo...

Ante esas actitudes, es mejor charlar con serenidad y paciencia. Una postura radical se desmonta mediante preguntas amistosas sucesivas que le hagan pensar y argumentar sus opiniones. Los dramatismos son contraproducentes.
No te precipites. Algunos padres fracasan en este punto por no ser prudentes, porque son ellos los radicales. Porque quizá –como apunta Antonio Vázquez– cuando los chicos nos abren una puerta de su intimidad, y nos dejan caer alguna de las ideas que rondan por su cabeza..., se nos descompone la cara y, sin dejarles terminar, descargamos sobre ellos una nube de argumentos que les aplastan.

Conviene saber en qué cuestiones suelen los chicos ser más críticos con sus padres, para actuar en ellas con más prudencia. De todas formas, el hecho de que tu hijo sea crítico en esos puntos no quiere decir que tenga razón (tampoco que la tengas tú). Es habitual que le disgusten:

• las actitudes excesivamente paternalistas, de dar lecciones y presumir de experiencia;

• que le pongan en evidencia de inferioridad al ayudarle;

• los planteamientos proteccionistas, desconfiados o fiscalizantes;

• la falta de sensibilidad por lo que aprecia la juventud;

• las ideas que él considera desfasadas y que se le presentan como únicas válidas: ten en cuenta que le gusta tener ideas propias, como a ti, y que sus ideas no tienen por qué ser siempre desafortunadas: no te distancies de tu hijo o de tu hija por ese simple prejuicio;

• las incongruencias entre la vida de los padres y lo que le exigen a él;

• el autoritarismo: a veces el contenido de un mandato le importa menos que la actitud con que se le da; etc.

Es toda una actitud adolescente con la que se resiste -y muchas veces con bastante razón- a ser tratado como un niño. Como ha escrito Gerardo Castillo, tenderá a considerarse tratado como un adulto cuando los mayores no limiten la relación con él a un puro darle órdenes, prohibirle cosas, ofrecerle o imponerle consejos..., sino que además, y sobre todo, le escuchen, tengan en cuenta sus ideas, le permitan actuar con iniciativa personal; en definitiva, cuando le tomen en serio.

Alfonso Aguiló
interrogantes.net

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martes, 29 de marzo de 2011

A eso de caer y volver a levantarte

A eso de caer y volver a levantarte.
De fracasar y volver a comenzar.
De seguir un camino y tener que torcerlo.
De encontrar el dolor y tener que afrontarlo.
A eso no le llames adversidad,
Llámale sabiduría.

A eso de sentir la mano de DIOS
Y saberte impotente.
De fijarte una meta y tener que seguir otra.
De huir de una prueba y tener que encararla.
De planear un vuelo y tener que recortarlo.
De aspirar y no poder, de querer y no saber,
De avanzar y no llegar.
A eso no le llames castigo,
Llámale enseñanza.

A eso de pasar días juntos radiantes.
Días felices y días tristes.
Días de soledad y días de compañía.
A eso no le llames rutina,
Llámale experiencia.

A eso de que tus ojos miren
Y tus oídos oigan.
Y tu cerebro funcione y tus manos trabajen.
Y tu alma irradie, y tu sensibilidad sienta.
Y tu corazón ame.
A eso no le llames poder humano,
Llámale milagro divino…

iglesia.org

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Siempre hay una razón para vivir

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lunes, 28 de marzo de 2011

Más que un anillo de compromiso

Un muchacho entró con paso firme a la joyería y pidió que le mostraran el mejor anillo de compromiso que tuviera. El joyero le presentó uno. La hermosa piedra, solitaria, brillaba como un diminuto sol resplandeciente.

El muchacho contempló el anillo y con una sonrisa lo aprobó. Preguntó luego el precio y se dispuso a pagarlo. ¿Se va usted a casar pronto? - Le preguntó el joyero. No - respondió el muchacho - Ni siquiera tengo novia. La muda sorpresa del joyero divirtió al comprador.

Es para mi mamá -dijo el muchacho - Cuando yo iba a nacer estuvo sola; alguien le aconsejó que me matara antes de que naciera, así se evitaría problemas; pero ella se negó y me dio el don de la vida. Y tuvo muchos problemas. Muchos.

Fue padre y madre para mí. Fue mi amiga, mi hermana y mi maestra. Me hizo ser lo que soy. Ahora que puedo le compro este anillo de compromiso. Ella nunca tuvo uno. Yo se lo doy como promesa de que si ella hizo todo por mí, ahora yo haré todo por ella. Quizá después entregue otro anillo de compromiso, pero será el segundo.

El joyero no dijo nada. Solamente ordenó a su cajera que hiciera al muchacho el descuento aquel que se hacía nada más que a los clientes importantes.

REFLEXIÓN

Tenemos casas más grandes, pero familias más pequeñas.

Tenemos más compromisos, pero menos tiempo.

Tenemos más medicinas, pero menos salud.

Hemos multiplicado nuestras fortunas, pero hemos reducido nuestros valores.

Hablamos mucho, amamos poco y odiamos demasiado.

Hemos llegado a la Luna y regresamos, pero tenemos problemas para cruzar la calle y conocer a nuestro vecino.

Hemos conquistado el espacio exterior pero no el interior.

Tenemos mayores ingresos, pero menos moral.

Estos son tiempos con mas libertad, pero menos alegría.

Con más comida, pero menos nutrición.

Son días en los que quizás llegan dos sueldos, pero entran los divorcios.

Son tiempos de casas más bonitas, pero más hogares rotos.

No guardes nada "para una ocasión especial", porque cada día que vives es una ocasión especial.

Lee más, siéntate en la terraza y admira la vista sin fijarte en las malas hierbas.

Pasa más tiempo con tu familia y con tus amigos.

Come tu comida preferida y visita los sitios que te encantan..

La vida es una sucesión de momentos para disfrutar, no es sólo para sobrevivir.

Usa tus copas de cristal; no guardes tu mejor perfume, úsalo cada vez que te den ganas de hacerlo. Las frases "Uno de estos días", "algún día", quítalas de tu vocabulario. Escribamos aquella carta que pensábamos escribir "uno de estos días".

Digamos hoy a nuestros familiares y amigos, cuanto los queremos.

Por eso no retardes nada que agregue risa y alegría en tu vida. Cada día, hora, minuto, es especial.

webcatolicodejavier.org

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domingo, 27 de marzo de 2011

El encuentro con la samaritana

Señor, dame de beber del agua que tú tienes para que nunca más vuelva a sentir sed.

Lectura del santo evangelio según san Juan 4, 5-42

En aquellos días, Jesús llegó a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca de la heredad que Jacob dio a su hijo José. Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, como se había fatigado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta.
Llega una mujer de Samaria a sacar agua. Jesús le dice: Dame de beber. Pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar comida. Le dice a la mujer samaritana: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana? (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos). Jesús le respondió: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva.
Le dice la mujer: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? ¿Es que tú eres más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados? Jesús le respondió: Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna.

Oración introductoria

Hoy, Jesús, te presentas ante mí como un desconocido y me prometes el agua que da la vida. Si mi vista no alcanza a ver tu grandeza, Señor, es porque mis ojos no los he lavado con el bálsamo de la fe, y mi corazón no lo he forjado con el fuego de tu amor. Ayúdame a preparar mis ojos y mi corazón para conocer el don tuyo cuando vengas a mi encuentro y me pidas de beber.

Petición

Dios mío, aumenta mi fe. Cada vez que me acerco a ti, experimento el deseo de querer comprender con mayor sencillez tu presencia entre nosotros. Mi fe es débil, por eso ayuda a mi incredulidad para no pasar con oídos distraídos cuando tú me hablas al corazón.

Meditación

El tema de la sed atraviesa todo el evangelio de san Juan: desde el encuentro con la samaritana, pasando por la gran profecía durante la fiesta de las Tiendas (cf. Jn 7, 37-38), hasta la cruz, cuando Jesús, antes de morir, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed» (Jn 19, 28). La sed de Cristo es una puerta de acceso al misterio de Dios, que tuvo sed para saciar la nuestra, como se hizo pobre para enriquecernos (cf. 2 Co 8, 9).
Sí, Dios tiene sed de nuestra fe y de nuestro amor. Como un padre bueno y misericordioso, desea para nosotros todo el bien posible, y este bien es él mismo. En cambio, la mujer samaritana representa la insatisfacción existencial de quien no ha encontrado lo que busca: había tenido «cinco maridos» y convivía con otro hombre; sus continuas idas al pozo para sacar agua expresan un vivir repetitivo y resignado. Pero todo cambió para ella aquel día gracias al coloquio con el Señor Jesús, que la desconcertó hasta el punto de inducirla a dejar el cántaro del agua y correr a decir a la gente del pueblo: «Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿será este el Mesías?» (Benedicto XVI, Ángelus, 24 de febrero de 2008)

Reflexión apostólica

La sed que seca la lengua de Jesús es una sed de almas. Jesús está sediento por la salvación de cada una de las almas que Él ha amado con amor eterno desde antes de que existieran, incluyendo la nuestra. Su lengua no ha cesado de pronunciar palabras de vida eterna, y se ha secado por nuestra incredulidad y nuestra indiferencia. Jesús nos dice: «Dame de beber» Su sed se sacia si abrimos nuestro corazón a su gracia y recibimos sus palabras de salvación. Aceptando la fuente de gracias que Jesús derrama sobre nosotros, tenemos la posibilidad de saciar su sed y saciar la nuestra propia.

Propósito

Hoy voy a ir a misa procurando estar atento a la Palabra de Dios en las lecturas, en especial a la proclamación del Evangelio.

Diálogo con Cristo

Señor, he buscado en todos los pozos donde me dijeron que se encontraba la vida. Busqué mi satisfacción personal y quedé lleno de miserias; busqué en las riquezas, y quedé más solo; busqué en el ruido, y quedé despojado de mí. Señor, dame de beber del agua que tú tienes para que nunca más vuelva a sentir sed. Descúbreme el misterio de tu inefable presencia, pues sólo tú, Señor, tienes palabras de vida eterna.

H. Benjamín Landeros
catholic.net

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viernes, 25 de marzo de 2011

Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo

Solemnidad de la Anunciación del Señor. Cristo solamente pide de nosotros, como pidió de María, un confiado "hágase en mi según tu palabra".

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 26 - 38

Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: « Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: « No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: « ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios. » Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. » Y el ángel dejándola se fue.

Oración introductoria

Jesús, te doy gracias porque por amor a mí te has hecho hombre; porque me quieres tanto que te despojaste de tu condición divina para hacerte hombre como yo; porque quisiste vivir como yo, sentir las mismas alegrías y tristezas, los problemas y los sufrimientos de la vida. Y porque hoy quieres venir y hablar conmigo en lo profundo de mi corazón.

Petición

Jesús, te pido me concedas la gracia de crecer en mi entrega y en mi confianza en ti, para que no tenga miedo de acercarme a ti que eres el único bueno, para que no tenga miedo de hablar de ti a los demás y para que no tenga miedo de cumplir con tu voluntad.

Meditación

San Juan nos dice que este amor perfecto aleja todo temor (cf. 1 Jn 4,18). Por eso os digo a todos vosotros: “No tengáis miedo”. Cuántas veces escuchamos estas palabras en las Escrituras. El ángel se las dice a María en la Anunciación, Jesús a Pedro, cuando lo llama a ser su discípulo, y el ángel a Pablo en vísperas de su naufragio. A los que deseáis seguir a Cristo, como esposos, padres, sacerdotes, religiosos o fieles laicos que llevan el mensaje del Evangelio al mundo, os digo: No tengáis miedo. Encontraréis ciertamente oposición al mensaje del Evangelio. La cultura de hoy, como cualquier cultura, promueve ideas y valores que contrastan en ocasiones con las que vivía y predicaba nuestro Señor Jesucristo. A veces, estas ideas son presentadas con un gran poder de persuasión, reforzadas por los medios y por las presiones sociales de grupos hostiles a la fe cristiana […]: No tengáis miedo, sino alegraos del amor que os tiene; fiaos de él, responded a su invitación a ser sus discípulos, encontrad alimento y ayuda espiritual en los sacramentos de la Iglesia.
(Benedicto XVI, encuentro con los jóvenes, Malta, 18 de abril de 2010)

Reflexión apostólica

Cuando olvidamos el amor de Dios por cada uno de nosotros, el miedo surge como respuesta natural al sentirnos y descubrirnos débiles, frágiles de voluntad, llenos de imperfecciones y pecados. Temblamos ante la misión tan grande que Dios nos ha regalado y nos asustamos con la justicia divina de nuestro Padre Celestial. Pero Dios en la escritura nos recuerda que no debemos de tener miedo a su gloria, porque Él nos ama, porque Él nos dice hoy como le dijo a María: “no temas”. “No temas porque yo te he rescatado; te he llamado por tu nombre; tú eres mío. Porque te amo y eres importante para mí” (Is 43, 1; 4). Dios está con nosotros y esta verdad es nuestra fuerza, por eso no temo ni al mundo ni al pecado, se que Dios me guiará y me protegerá.

Propósito

Vivir mi "fiat", mi "hágase" de cada día con sencillez de corazón, pero con voluntad decidida y generosa, sin frenos de miedo o de pusilanimidad.

Diálogo con Cristo

Jesús, amigo, te doy gracias porque hoy has venido a mí corazón, porque me has hablado en lo profundo de mi alma, me has dejado escuchar tu voz que me dice tiernamente que me amas, que no tema.

Alejandro Carrión R
catholic.net

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jueves, 24 de marzo de 2011

Carta de una abortista arrepentida

Una mujer que sufre las terribles consecuencias de haber abortado decidió contar su experiencia a la organización "Provida" de España, a la vez que solicitó que la misiva fuera difundida por la página web de la entidad, para así servir de advertencia para otras mujeres.

La carta, difundida por Provida ( www.provida.es ), que posee un servicio de asistencia a distancia, está escrita por una mujer que desde Navidad viene siendo asistida por la organización a través del correo electrónico.

En ella, la autora describe así su desgarradora experiencia:

"Veréis, son las siete menos cuarto de la mañana del 25 de diciembre del 2000, otra noche más en blanco. Hace cuatro días, a pesar de todo, dormía, aunque mal mejor. Ahora el sueño es una utopía. Tengo 31 años y he matado deliberadamente a mi hijo".

La anónima autora relata que cuando supo que estaba embarazada decidió no contárselo a nadie, ni siquiera a su novio, con quien estaba pasando un tiempo en Estados Unidos. "Pasé un mes y medio de angustia controlada, fingiendo que todo iba bien, pero estaba embarazada y angustiada. Todas mis preguntas eran, ¿Qué voy a hacer? ¿engordaré? ¿se me notará? ¿que voy a hacer yo con un niño?", explica.

"Absurda, completamente absurda, egoísta, estúpida, calculadora y fría como un témpano. Volví a España tan pronto como pude, calculando el tiempo que tenía para llevar a cabo mis planes: librarme de aquello que me incordiaba", sigue la mujer con su relato.

Al día siguiente de su llegada, la mujer se dirigió a la clínica acompañada de una amiga, con quien hablaba "de todo, contándole que yo no quería ni muerta llevar a cabo aquel embarazo, que era una pesadilla, e intercalando temas triviales, como si estuviera a punto de ir al dentista. !Dios santo! que imbécil soy. Ahora, cada minuto pienso en mi niño, pienso que soy egoísta, fría, criminal... no puedo dejar de pensar en ello".

La autora de la desgarradora carta señala que poco después del aborto se dio cuenta que hubiera podido salir adelante "como tantas y tantas mujeres".

"Ni siquiera se lo conté a mi novio, que me quiere, que me respeta… por miedo a que me dijera que adelante, que tuviera el niño... Y ahora, quién me perdonará esto? Mi niño ya no está, yo estoy vacía, completamente vacía".

Con evidente dolor y una desesperanza que "Provida" ha venido sanando a través de un diálogo vía correo electrónico, la autora de la carta señala que "quiero que Dios me perdone, pero creo, que lo que he hecho es tan duro, tan cruel, tan bestial, que ni siquiera Dios puede perdonarme. Ni mi niño, que no ha tenido la oportunidad de ver el sol, ni el mar, ni de respirar... de nada".

"He sido su juez y le he condenado a muerte sólo por el hecho de ser, de estar dentro de mi, ¡¡¡pobrecito mío!!!! mi niño, por el que ahora estoy llorando, y del que no tenía conciencia antes", agrega la angustiada misiva. "Ahora le pido perdón, con todo el dolor de mi alma y me sigo sintiendo mal, cada vez peor. No sé por que no salí adelante, con mi tripita, tan contenta".

"Ahora le pongo carita, lo veo en cualquier sitio, el pobre, mi niño, estaba ahí, sin hacer nada, tan solo estando, sin saber nada, sin pedir nada, estaba por que sí, pero estaba, ahora ya no está, no se donde está, no se lo que siente... sólo quiero que esté bien, a salvo de mí", agrega la conmovedora carta.

Reflexionando sobre su situación, la mujer agrega: "no creo que esté neurótica, sólo pienso que he liquidado textualmente a mi propio hijo y me siento sola, vacía e insensible. Incluso pienso que no sé si alguna vez sabré ser madre. Necesitaré ayuda por muchos años, y creo que no lo olvidaré jamás".

La terrible autocensura, que el personal de "Provida" ha venido combatiendo en la autora de la misiva, se expresa en nuevas preguntas: "¿Por qué no me hice cargo? ¿por qué no le dejé vivir? ¿por qué he sido tan calculadora?... ¿Sólo hay un ‘por qué’ con respuesta: ¿por qué me siento tan mal? Es sencillo, porque lo he matado, sin pensarlo apenas, sin el más mínimo remordimiento inicial, pero ahora me gustaría tenerlo dentro de mí, creciendo, esperando su momento para llegar al mundo, y esperar el momento de tenerlo entre mis brazos, de besar esa piel tan suave que tienen los bebés, de decirle que es mi hijo y que le quiero, que le cuidare ¡ya no puedo! mi niño o mi niña no está, lo maté, y yo sigo caminando, y el mundo se sigue moviendo sin el, sin ella, y yo ya no soy la misma, ahora no me quiero, me desprecio profundamente, ahora cuando ya no tiene solución me arrepiento... ya ves que estúpida, que inútil, ahora lo quiero sentir, como antes".

La carta concluye con una terrible nota de desesperanza: "Pero ya, no puede ser... espero mi niño, que algún día me puedas perdonar… yo no me lo perdonaré mientras viva".

webcatolicodejavier.org

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miércoles, 23 de marzo de 2011

¿Cuál es mi burbuja?

De mil maneras nos dejamos rodear por burbujas del alma.

Algunas burbujas vienen desde fuera, impuestas por personas o por acontecimientos. Un accidente, una calumnia, una crisis económica, un problema en la familia, crean una atmósfera más o menos enrarecida que afecta nuestro modo de pensar, de sentir, de amar.

Otras burbujas nacen desde uno mismo. Todo lo que hacemos o dejamos de hacer, lo que pensamos, lo que sentimos, alimenta el aire interior con alegrías o con tristezas, con esperanzas o con miedos, con amores o con odios.

Por eso vale la pena preguntarnos: ¿cuál es mi burbuja? ¿Qué ambiente envuelve mi alma? ¿Qué condicionamientos me asfixian o me exaltan? ¿Qué ideas y que hechos han sitiado mi corazón?

Individuar cuál es mi burbuja sirve para redimensionar hechos e ideas a las que a veces damos una importancia excesiva que no merecen. También nos permite descubrir que otros hechos o ideas han quedado marginados, cuando desde ellos podríamos entrar en burbujas sanas, buenas, positivas.

Es casi imposible vivir sin burbujas. Algunos no son capaces de escoger su burbuja, porque su psicología está enferma y viven encadenados a mecanismos mentales que los arrastran, sin casi poderlo evitar, de un sitio a otro.

Otros han escogido burbujas malas, negativas, llenas de oscuridad, que provocan daños en uno mismo y en quienes viven a su lado. Son burbujas que les llevan a ver sólo oscuridades, a pensar desde el odio y hacia el odio, a encerrarse en la avaricia, a sumergirse en la envidia y en el afán por destruir la fama de otros desde un corazón lleno de rencores malsanos. A pesar de la situación en la que se encuentran, en esas personas perviven todavía capacidades y energías interiores suficientes para reconocer sus errores, para acoger la ayuda de Dios, para cambiar de perspectiva, para abrirse a horizontes y burbujas buenas.

Afortunadamente, hay muchos hombres y mujeres que, desde la ayuda de amigos buenos, desde pensamientos sanas, desde la acción de Dios en las almas, son capaces de sumergirse en burbujas positivas. Desde ellas no cerrarán los ojos ante males reales o ante injusticias que deben ser superadas. Al contrario, sabrán afrontar la propia vida con un deseo sincero y bueno para pensar en positivo, para acoger las gracias del cielo, para convertirse en trabajadores incansables en un mundo que necesita hombres y mujeres de esperanzas.

P. Fernando Pascual
catholic.net

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martes, 22 de marzo de 2011

Almas soñadoras... Parte 2

Sólo existe una grandeza posible: ser santos. ¡Y es la vez tan imposible! Nada podemos hacer, sólo podemos dejarnos hacer. Es la imposibilidad la que nos instala en el deseo, la imposibilidad y el amor, experiencias contradictorias que hacen crujir al alma y nos hacen comprender aquel grito de san Juan de la Cruz:

«Pues ya no eres esquiva
acaba ya si quieres
¡rompe la tela de este dulce encuentro!»

Se trata del deseo de terminar de gustar aquello que ya se ha intuido, sospechado.

La Eucaristía alimenta el deseo y el amor. Está allí como callado testimonio de fidelidad al hombre, impulsándonos el deseo y avivándonos el sueño imposible de la santidad. Al adorar la Eucaristía nos volvemos hombres de lo imposible, pero con una esperanza cierta: el que siembra el anhelo, realiza la obra. Adorar la Eucaristía es permitirnos saltar el abismo que hay entre nuestra pequeñez y la grandeza del deseo. Por eso los adoradores son incomprendidos por aquellos que no han saltado el abismo. A éstos los paraliza el miedo y los riesgos se les vuelven impedimentos. El adorador sabe de esa pobreza porque es también la suya. Él también sufre muchas veces los embates de su hombre interior que se resiste paralizado ante el abismo. Por eso el adorador puede ser incomprendido, pero él comprende siempre, aún a aquellos que lo dejan solo, o incluso lo persiguen, porque, cuando se adora la Eucaristía, Jesús regala su Corazón, que es un «corazón de hermano», que es hermano de todos.

Adorar la Eucaristía es dejar al Señor espacio y tiempo para que él siembre el deseo de santidad en nuestro corazón. Cuando te postres ante Jesús Eucaristía, has de saber que ya no sabes nada. No tenemos idea de lo que Él va haciendo en nuestra vida, de lo que nos va sembrando. Allí nos deja esas inspiraciones que son el noviciado de la entrega, nos empieza a llevar a donde sólo él sabe, allí nos seduce y nos trata de convencer de que nos ama y no nos condena, allí sólo Dios sabe lo que pasa… Vos ponete ahí, y arriésgate a ser un alma pequeña con un sueño infinito. Arriésgate a vivir con el corazón tironeado e incluso a veces desgarrado entre tus límites y su amor.

Por eso decía que la Pascua de Juan Pablo II nos mostró lo que ya sabíamos pero habíamos olvidado… lo único que cuenta es la santidad… Todo el mundo fue testigo de cómo Dios le fue pidiendo TODO, ya desde muy pequeño… Y el Papa que corría, saltaba tarimas, agitaba sus manos, reía, gesticulaba… lentamente fue despojándose de todo, al final ya no podía caminar, sus facciones se habían endurecido, su voz era un hilo ininteligible hasta que ya ni pudo hablar. Dios le pidió todo, como sólo se lo pide a los más grandes santos… Y él se lo entregó… Y nosotros, el mundo, fuimos testigos de «algo» que no comprendíamos pero sabíamos de dónde venía. Algunos no quisieron comprender, los que no se animan al riesgo del abismo, los que le temen a las cosas que no se comprenden… Pero Dios habló igual.

Dios nos propone lo imposible, lo inalcanzable: la santidad. Y todo hombre que alguna vez en su vida haya adorado al Señor, no se conformará con menos. El corazón que adora la Eucaristía no quiere menos que la santidad… en realidad, aunque no lo sepa, el que adora ya no quiere nada que no sea Dios. Pobres almas las nuestras, tan pequeñas, tan mezquinas, tan frágiles, pero tan enamoradas del Sin Límites que siempre es más, y más y más y pide más y más a quien parece que no puede, pero en realidad ya no puede conformarse con menos.

Almas pequeñas, pero destinadas a la santidad… ese es el corazón de los adoradores.

iglesia.org

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lunes, 21 de marzo de 2011

Almas soñadoras... Parte 1

Los grandes deseos se forjan en grandes corazones. Y al ver la historia del mundo, y especialmente la historia de la Iglesia, se ve claro que la tela con que Dios irrumpe en la vida de los hombres suele ser la de las almas grandes, los hombres magnánimos. Pero… ¿cómo es grande un hombre? ¿cuándo es grande su alma…?

Miremos las veces que hemos sido sacudidos por la voz de Dios que nos recordó con un grito nuestra más honda vocación. Por ejemplo la muerte del Papa Juan Pablo II, que puso de manifiesto algo que parecía olvidado: en definitiva en la vida sólo importa la santidad.

Y de eso se trata… de soñar con la santidad, de desearla, de anhelarla.

Porque un día nos llega del cielo una señal, la voz de Dios que nos dice que nos quiere santos, gigantes, en busca de la santidad que, por otra parte, es pura GRACIA. Nos llega entonces la vocación de buscar lo imposible, de esperar confiados lo que no podemos lograr…

Al alma pequeña del hombre, le entra el sueño infinito de Dios… «Habéis puesto tanto amor en un alma tan pequeña, Señor, y tan miserable» dice el hermano Rafael. La «locura» de Dios de compartir su vida con los hombres, su deseo de inhabitarlo, de ser amor en la pobre y pequeña existencia humana. Y el alma chiquita se vuelve hogar del sueño infinito.

Muchas veces la voz de Dios surge como inspiración en el corazón, como anhelo oculto, pequeño, un poco tímido al principio, a veces vacilante, pero que va tomando fuerza y de repente se vuelve fuego, certeza, para volverse noche otra vez y oscuridad… Así nos van surgiendo las «inspiraciones» que nos manifiestan de modo humano realidades que nos trascienden. Es el Señor que así va moldeando esa santidad «particular» que él sueña para mí, para cada uno. A través de las inspiraciones del corazón, el hombre se va ejercitando en escuchar la voz de Dios y en obedecerlo y arriesgarse por él; como Pedro, que había pescado la noche entera sin sacar nada, pero que supo claramente que si «Él» lo decía, había que echar las redes otra vez… «y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse…» (Cf. Lc 5,5-6)

La «inspiración» surge en el corazón, y el hombre entonces inicia su lucha y su discernimiento. Existen criterios objetivos que nos ayudan a discernir el origen de esa voz. Son criterios madurados y cobijados en el seno de la Iglesia, a través de sus grandes maestros espirituales, de la doctrina de la fe y de la prudencia de los pastores (jerarquía, confesores, superiores, directores espirituales…). Supuesta esta instancia de recto y sano discernimiento de las mociones del espíritu, entonces empieza la lucha personal, como el profeta que se descubre demasiado joven (Jer. 1,6), o Moisés que pone la objeción de no saber hablar (Ex. 4,10).

Pero Dios, que pide todo, no lo pide de golpe, sino de a poco. Nos va haciendo como un «noviciado de la entrega». Nos pone en el corazón inspiraciones de su gracia, y el corazón se va familiarizando con su voz y la voluntad va aprendiendo a obedecerlo. Así, cada vez que somos fieles a las inspiraciones interiores, éstas crecen dentro de nosotros a la vez que nos hacen crecer:

«Toda fidelidad a una inspiración es recompensada por inspiraciones cada vez más frecuentes y más fuertes. Es como si el alma se entrenara para llegar a una percepción cada vez más clara de la voluntad de Dios y a una mayor facilidad para cumplirla.»

Y todas las inspiraciones van sembrando en nuestra vida espiritual la semilla de la santidad. Es la santidad el anzuelo que se esconde detrás de la «carnada». Cada inspiración, en definitiva, es como si fuera una excusa para llevar al corazón el deseo ardiente de santidad. Y sólo cuando llega ese deseo el alma se convierte de verdad en soñadora…

¡El hombre se conoce por sus sueños! Por sus deseos… Dice San Agustín:
«Toda la vida del buen cristiano es un santo deseo. Lo que deseas no lo ves todavía, mas por tu deseo te haces capaz de ser saciado cuando llegue el momento de la visión. Supón que quieres llenar una bolsa, y que conoces la abundancia de lo que van a darte; entonces tenderás la bolsa, el saco, el odre o lo que sea; sabes cuán grande es lo que has de meter dentro y ves que la bolsa es estrecha, y por esto ensanchas la boca de la bolsa para aumentar su capacidad. Así Dios, difiriendo su promesa, ensancha el deseo; con el deseo, ensancha el alma y, ensanchándola, la hace capaz de sus dones»

El deseo de santidad es deseo madurado en el silencio, en la cruz, en la contemplación del misterio. Nos dice Agustín que nuestra vida es ejercitarnos en el deseo. Ese ejercicio es, en definitiva, querer ver a Jesús.

Cuando el Señor pone en nuestros corazones un deseo es porque quiere realizarlo, y así nuestros sueños nos dan la medida de nuestra alma. Almas pequeñas con grandes anhelos. ¿No es acaso irracional que un corazón pobre como el nuestro aspire a tanto amor? No, no lo es. Sólo parece serlo a causa de nuestra pequeñez, pero allí irrumpe la lógica de Dios, la fuerza de lo débil, de lo pequeño, de lo oculto.

Un pobre corazón se vuelve hogar de un sueño infinito y ese pobre corazón tiene en sí, entonces, algo de infinito. Nuestra vida espiritual es dejarnos conducir por el Espíritu Santo, dejarnos hacer. Escuchar su voz en el fondo del alma y animarse a seguir sus impulsos, que desinstalan, cuestionan, nos deja solos, nos vuelve incomprendidos, pero que también nos dan la certeza de la grandeza y el poder transformador y redentor de lo pequeño y de lo oculto. La acción del Espíritu nos vuelve pobres pero hace, a la vez, que nuestra pequeñez adquiera una cierta forma de grandeza.

iglesia.org

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domingo, 20 de marzo de 2011

Se transfiguró en su presencia

El Señor se nos va a revelar, se nos va a transfigurar en la Eucaristía y de nosotros depende dejarnos impresionar.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 17, 1-9

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quiere, haremos aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”.
Cuando aún estaba hablando, una nube los cubrió y de ella salió una voz que decía: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”. Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: “Levántense y no teman”. Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: “No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos”.

Oración introductoria

Jesús mío, como los discípulos quiero verte transfigurado. Es más, necesito verte. Si no te veo, ¿a dónde iré? ¿Qué motivos tendré para seguir luchando? No permitas que vaya al Calvario, si no te he visto primero. Transfigúrate y que al verte, no me detenga en este camino hacia el cielo, sino que me ilumines más la senda y pueda tenerte a ti sólo como mi ley y mi actuar.

Petición

Señor, ¡qué bien se está contigo! Concédeme la gracia de verte transfigurado en la Eucaristía.

Meditación

Los discípulos ya no están frente a un rostro transfigurado, ni ante un vestido blanco, ni ante una nube que revela la presencia divina. Ante sus ojos está "Jesús solo" (v. 36). Jesús está solo ante su Padre, mientras reza, pero, al mismo tiempo, "Jesús solo" es todo lo que se les da a los discípulos y a la Iglesia de todos los tiempos: es lo que debe bastar en el camino. Él es la única voz que se debe escuchar, el único a quien es preciso seguir, él que subiendo hacia Jerusalén dará la vida y un día "transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo" (Flp 3, 21).
"Maestro, qué bien se está aquí" (Lc 9, 33): es la expresión de éxtasis de Pedro, que a menudo se parece a nuestro deseo respecto de los consuelos del Señor. Pero la Transfiguración nos recuerda que las alegrías sembradas por Dios en la vida no son puntos de llegada, sino luces que él nos da en la peregrinación terrena, para que "Jesús solo" sea nuestra ley y su Palabra sea el criterio que guíe nuestra existencia. (Benedicto XVI, ángelus, 28 de febrero de 2010).

Reflexión apostólica

San Pedro en su segunda carta recuerda el momento en que subió al monte Tabor con el Señor. “Nosotros mismos escuchamos esta voz, venida del cielo, estando con él en el monte santo”. Para él, ese recuerdo le daba fuerzas, le alentaba. El Señor se nos va a revelar, se nos va a transfigurar en la Eucaristía y de nosotros depende dejarnos impresionar. Los que se han dejado impresionar saben que ese no fue un momento más, sino una vivencia que se repite en la Eucaristía y en su corazón, “luces que Él nos da”.
¡Qué necesario es en nuestras vidas contemplar al Señor transfigurado! Al verle a Él tal cual es, todo lo demás es secundario. Jesús se les mostró a los discípulos y después les anunció que iba a padecer. En esta cuaresma, tenemos más que nunca la oportunidad de contemplar al Señor en la Eucaristía. Luego podremos padecer junto con él. Pero primero “Jesús sólo”.

Propósito

Acercarme a Jesús con la fe, en una visita al Santísimo Sacramento.

Diálogo con Cristo

¡Gracias Jesús, porque me has escogido a mí también como a tus discípulos amados para verte resplandeciente! No soy digno, pero me es necesario. Que tu rostro resplandeciente, no sea una “luz” más. Que tu rostro sea una verdadera “antorcha” en mi casa, en mi colegio o trabajo. Que así disipe las tinieblas que abundan en mi vida. Que no tenga miedo de escucharte.
“Quiero subrayar que la Transfiguración de Jesús fue esencialmente una experiencia de oración (cf. Lc 9, 28-29). En efecto, la oración alcanza su culmen, y por tanto se convierte en fuente de luz interior, cuando el espíritu del hombre se adhiere al de Dios y sus voluntades se funden como formando una sola cosa”. Benedicto XVI, Angelus 8 de marzo de 2009.

Roberto Villatoro
catholic.net

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viernes, 11 de marzo de 2011

Busca la paz

Así la paz de Cristo reinará en sus corazones…

(Col 3, 15)


La experiencia les mostrará que la paz,
que irradia en sus almas la caridad,
el amor de Dios y del prójimo,
es el camino recto hacia la vida eterna.

(Juan de Bonilla, XVI)


Nuestra época es un tiempo de agitación y de inquietud. Esta tendencia, evidente en la vida diaria de nuestros contemporáneos, se manifiesta también muy a menudo en el ámbito mismo de la vida cristiana y espiritual: nuestra búsqueda de Dios, de la santidad, del servicio al prójimo es también, frecuentemente, agitada y ansiosa, en lugar de ser confiada y apacible, como debería serlo si estuviésemos en actitud de niños pequeños, como pide el Evangelio.

Sin embargo es fundamental que comprendamos algún día que el camino hacia Dios y hacia la perfección que se nos exige es mucho más eficaz y breve, y mucho más fácil también, en la medida en que el hombre haya aprendido, poco a poco, a conversar en toda circunstancia la paz profunda de su corazón. Porque, de esta manera, el hombre se vuelve dócil al Espíritu Santo, y el Señor hace en él, por su gracia, mucho más que lo que él podría hacer por sus propios esfuerzos.

Para comprender lo fundamental que es, para el desarrollo de la vida cristiana, esforzarse en adquirir y conservar en la mayor medida posible la paz del corazón, lo primero que debemos hacer es estar totalmente convencidos de que todo el bien que podemos hacer viene de Dios y sólo de Dios. «Sin mí no pueden hacer nada», ha dicho Jesús (Jn 15, 5). No ha dicho: sin mí no pueden hacer gran cosa, sino «no pueden hacer nada». Es esencial para nosotros que estemos convencidos de esta verdad.

Jacques Philippe
Extraído de «Busca la Paz y consérvala – Pequeño tratado sobre la paz del corazón»
iglesia.org

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miércoles, 9 de marzo de 2011

Miércoles de Ceniza: el inicio de la Cuaresma.

La imposición de las cenizas nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida definitiva se encuentra en el Cielo.

La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza y es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Cuarenta días que la Iglesia marca para la conversión del corazón.

Las palabras que se usan para la imposición de cenizas, son:

- "Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás"

- "Conviérte y cree en el Evangelio".

Origen de la costumbre

Antiguamente, los judíos acostumbraban a cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio y los ninivitas también usaban la ceniza como signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios.

En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un "hábito penitencial". Esto representaba su voluntad de convertirse.

En el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos y desde el siglo XI, la Iglesia de Roma acostumbra poner las cenizas al iniciar los 40 días de penitencia y conversión.

Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos del año anterior. Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a nada.

También, fue usado el período de Cuaresma para preparar a los que iban a recibir el Bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 días de ayuno.

La imposición de ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo. Nos enseña que todo lo material que tengamos aquí se acaba. En cambio, todo el bien que tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres.

Cuando el sacerdote nos pone la ceniza, debemos tener una actitud de querer mejorar, de querer tener amistad con Dios. La ceniza se le impone a los niños y a los adultos.

Significado del carnaval al inicio de la Cuaresma

La palabra carnaval significa adiós a la carne y su origen se remonta a los tiempos antiguos en los que por falta de métodos de refrigeración adecuados, los cristianos tenían la necesidad de acabar, antes de que empezara la Cuaresma, con todos los productos que no se podían consumir durante ese período (no sólo carne, sino también leche, huevo, etc.)

Con este pretexto, en muchas localidades se organizaban el martes anterior al miércoles de ceniza, fiestas populares llamadas carnavales en los que se consumían todos los productos que se podrían echar a perder durante la cuaresma.

Muy pronto empezó a degenerar el sentido del carnaval, convirtiéndose en un pretexto para organizar grandes comilonas y para realizar también todos los actos de los cuales se "arrepentirían" durante la cuaresma, enmarcados por una serie de festejos y desfiles en los que se exaltan los placeres de la carne de forma exagerada, tal como sigue sucediendo en la actualidad en los carnavales de algunas ciudades, como en Río de Janeiro, Brasil o Nueva Orleans, Estados Unidos.

El ayuno y la abstinencia

El miércoles de ceniza y el viernes santo son días de ayuno y abstinencia. La abstinencia obliga a partir de los 14 años y el ayuno de los 18 hasta los 59 años. El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día y la abstinencia es no comer carne. Este es un modo de pedirle perdón a Dios por haberlo ofendido y decirle que queremos cambiar de vida para agradarlo siempre.

La oración

La oración en este tiempo es importante, ya que nos ayuda a estar más cerca de Dios para poder cambiar lo que necesitemos cambiar de nuestro interior. Necesitamos convertirnos, abandonando el pecado que nos aleja de Dios. Cambiar nuestra forma de vivir para que sea Dios el centro de nuestra vida. Sólo en la oración encontraremos el amor de Dios y la dulce y amorosa exigencia de su voluntad.

Para que nuestra oración tenga frutos, debemos evitar lo siguiente:

La hipocresía: Jesús no quiere que oremos para que los demás nos vean llamando la atención con nuestra actitud exterior. Lo que importa es nuestra actitud interior.

La disipación: Esto quiere decir que hay que evitar las distracciones lo más posible. Preparar nuestra oración, el tiempo y el lugar donde se va a llevar a cabo para podernos poner en presencia de Dios.

La multitud de palabras: Esto quiere decir que no se trata de hablar mucho o repetir oraciones de memoria sino de escuchar a Dios. La oración es conformarnos con Él, nuestros deseos, nuestras intenciones y nuestras necesidades. Por eso no necesitamos decirle muchas cosas. La sinceridad que usemos debe salir de lo profundo de nuestro corazón porque a Dios no se le puede engañar.

El sacrificio

Al hacer sacrificios, debemos hacerlos con alegría, ya que es por amor a Dios. Si no lo hacemos así, causaremos lástima y compasión y perderemos la recompensa de la felicidad eterna. Dios es el que ve nuestro sacrificio desde el cielo y es el que nos va a recompensar. Cuando ayunéis no aparezcáis tristes, como los hipócritas que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan, en verdad os digo, ya recibieron su recompensa. Tú cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara para que no vean los hombres que ayunas, sino tu Padre que está en lo secreto: y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará. " (Mt 6,6)"

El sacrificio, es preciso dulcificarlo con un amor grande a Dios. El dolor nos engrandece cuando sabemos sobrellevarlo. La Virgen María en su vida tuvo que llevar a cabo muchos sacrificios y lo hizo con mucha alegría y amor a Dios.

Palabras de Juan Pablo II sobre el miércoles de ceniza (pronunciadas el 16-2-1983)

El miércoles de ceniza se abre una estación espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la preparación del misterio pascual, o sea, el recuerdo de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

Este tiempo vigoroso del Año Litúrgico se caracteriza por el mensaje bíblico que puede ser resumido en una sola palabra: "matanoeiete", es decir "Convertíos". Este imperativo es propuesto a la mente de los fieles mediante el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, con las palabras "Convertíos y creed en el Evangelio" y con la expresión "Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás", invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión, recordando la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte.

La sugestiva ceremonia de la Ceniza eleva nuestras mentes a la realidad eterna que no pasa jamás, a Dios; principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia. La conversión no es, en efecto, sino un volver a Dios, valorando las realidades terrenales bajo la luz indefectible de su verdad. Una valoración que implica una conciencia cada vez más diáfana del hecho de que estamos de paso en este fatigoso itinerario sobre la tierra, y que nos impulsa y estimula a trabajar hasta el final, a fin de que el Reino de Dios se instaure dentro de nosotros y triunfe su justicia.

Sinónimo de "conversión" es así mismo la palabra "penitencia"... Penitencia como cambio de mentalidad. Penitencia como expresión de libre y positivo esfuerzo en el seguimiento de Cristo.

webcatolicodejavier.org

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El comienzo de la Cuaresma

Miércoles de ceniza

Si busco a Dios, es el momento para caminar, para buscarlo, para encontrarlo y purificar mi corazón.

Hoy empezamos la Cuaresma a través de la imposición de las cenizas, un símbolo que es muy conocido para todos. La ceniza no es un símbolo de muerte que indica que ya no hay vida ni posibilidad de que la haya. Nosotros la vamos a imponer sobre nuestras cabezas pero no con un sentido negativo u oscuro de la vida, pues el cristiano debe ver su vida positivamente. La ceniza se convierte para nosotros al mismo tiempo en un motivo de esperanza y superación. La Cuaresma es un camino, y las cenizas sobre nuestras cabezas son el inicio de ese camino. El momento en el cual cada uno de nosotros empieza a entrar en su corazón y comienza a caminar hacia la Pascua, el encuentro pleno con Cristo.

Jesucristo nos habla en el Evangelio de algunas actitudes que podemos tener ante la vida y ante las cosas que hacemos. Cristo nos habla de cómo, cuando oramos, hacemos limosna, hacemos el bien o ayudamos a los demás, podríamos estar buscándonos a nosotros mismos, cuando lo que tendríamos que hacer es no buscarnos a nosotros mismos ni buscar lo que los hombres digan, sino entrar en nuestro interior: “Y allá tu Padre que ve en lo secreto te recompensará.”

Es Dios en nuestro corazón quien nos va a recompensar; no son los hombres, ni sus juicios, ni sus opiniones, ni lo que puedan o dejen de pensar respecto a nosotros; es Nuestro Padre que ve en lo secreto quien nos va a recompensar. Que difícil es esto para nosotros que vivimos en una sociedad en la cual la apariencia es lo que cuenta y la fama es lo que vale.
Cristo, cuando nosotros nos imponemos la ceniza en la cabeza nos dice: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres; de lo contrario no tendrán recompensa con su Padre Celestial”. ¿Qué recompensa busco yo en la vida?

La Cuaresma es una pregunta que entra en nuestro corazón para cuestionarnos precisamente esto: ¿Estoy buscando a Dios, buscando la gloria humana, estoy buscando la comprensión de los demás? ¿A quién estoy buscando?

La señal de penitencia que es la ceniza en la cabeza, se convierte para nosotros en una pregunta: ¿A quién estamos buscando? Una pregunta que tenemos que atrevernos a hacer en este camino que son los días de preparación para la Pascua; la ceniza cae sobre nuestras cabezas, pero ¿cae sobre nuestro corazón?

Esta pregunta se convierte en un impulso, en un dinamismo, en un empuje para que nuestra vida se atreva a encontrarse a sí misma y empiece a dar valor a lo que vale, dar peso a lo que tiene.

Este es el tiempo, el momento de la salvación, nos decía San Pablo. Hoy empieza un período que termina en la Pascua: La Cuaresma, el día de salvación, el día en el cual nosotros vamos a buscar dentro de nuestro corazón y a preguntarnos ¿a quién estamos buscando? Y la ceniza nos dice: quita todo y quédate con lo que vale, con lo fundamental; quédate con lo único que llena la vida de sentido. Tu Padre que ve en lo secreto, sólo Él te va a recompensar.

La Cuaresma es un camino que todo hombre y toda mujer tenemos que recorrer, no lo podemos eludir y de una forma u otra lo tenemos que caminar. Tenemos que aprender a entrar en nuestro corazón, purificarlo y cuestionarnos sobre a quién estamos buscando.

Este es le sentido de la ceniza en la cabeza; no es un rito mágico, una costumbre o una tradición. ¿De qué nos serviría manchar nuestra frente de negro si nuestro corazón no se preguntara si realmente a quien estamos buscando es a Dios? Si busco a Dios, esta Cuaresma es el momento para caminar, para buscarlo, para encontrarlo y purificar nuestro corazón.

El camino de Cuaresma va a ser purificar el corazón, quitar de él todo lo que nos aparta de Dios, todo aquello que nos hace más incomprensivos con los demás, quitar todos nuestros miedos y todas las raíces que nos impiden apegarnos a Dios y que nos hacen apegarnos a nosotros mismos. ¿Estamos dispuestos a purificar y cuestionar nuestro corazón? ¿Estamos dispuestos a encontrarnos con Nuestro Padre en nuestro interior?

Este es el significado del rito que vamos hacer dentro de unos momentos: purificar el corazón, dar valor a lo que vale y entrar dentro de nosotros mismos. Si así lo hacemos, entonces la Cuaresma que empezaremos hoy de una forma solemne, tan solemne como es el hecho de que hoy guardamos ayuno y abstinencia (para que el hambre física nos recuerde la importancia del hambre de Dios), se convertirá verdaderamente en un camino hacia Dios.

Este ha de ser el dinamismo que nos haga caminar durante la Cuaresma: hacer de las mortificaciones propias de la Cuaresma como son lo ayunos, las vigilias y demás sacrificios que podamos hacer, un recuerdo de lo que tiene que tener la persona humana, no es simplemente un hambre física sino el hambre de Dios en nuestros corazones, la sed de la vida de Dios que tiene que haber en nuestra alma, la búsqueda de Dios que tiene haber en cada instante de nuestra alma.

Que éste sea el fin de nuestro camino: tener hambre de Dios, buscarlo en lo profundo de nosotros mismos con gran sencillez. Y que al mismo tiempo, esa búsqueda y esa interiorización, se conviertan en una purificación de nuestra vida, de nuestro criterio y de nuestros comportamientos así como en un sano cuestionamiento de nuestra existencia. Permitamos que la Cuaresma entre en nuestra vida, que la ceniza llegue a nuestro corazón y que la penitencia transforme nuestras almas en almas auténticamente dispuestas a encontrarse con el Señor.

P.Cipriano Sánchez
catholic.net

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martes, 8 de marzo de 2011

San Juan de Dios

Fiesta: 8 de marzo
Fundador de la Comunidad de Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios


Nació y murió un 8 de marzo. Nace en Portugal en 1495 y muere en Granada, España, en 1550 a los 55 años de edad.

De familia pobre pero muy piadosa. Su madre murió cuando él era todavía joven. Su padre murió como religioso en un convento.

En su juventud fue pastor, muy apreciado por el dueño de la finca donde trabajaba. Le propusieron que se casara con la hija del patrón y así quedaría como heredero de aquellas posesiones, pero él dispuso permanecer libre de compromisos económicos y caseros pues deseaba dedicarse a labores más espirituales.

Estuvo de soldado bajo las órdenes del genio de la guerra, Carlos V en batallas muy famosas. La vida militar lo hizo fuerte, resistente y sufrido.

La Sma. Virgen lo salvó de ser ahorcado, pues una vez lo pusieron en la guerra a cuidar un gran depósito y por no haber estado lo suficientemente alerta, los enemigos se llevaron todo. Su coronel dispuso mandarlo ahorcar, pero Juan se encomendó con toda fe a la Madre de Dios y logró que le perdonaran la vida. Y dejó la milicia, porque para eso no era muy adaptado.

Salido del ejército, quiso hacer un poco de apostolado y se dedicó a hacer de vendedor ambulante de estampas y libros religiosos.

Cuando iba llegando a la ciudad de Granada vio a un niñito muy pobre y muy necesitado y se ofreció bondadosamente a ayudarlo. Aquel "pobrecito" era la representación de Jesús Niño, el cual le dijo: "Granada será tu cruz", y desapareció.

Estando Juan en Granada de vendedor ambulante de libros religiosos, de pronto llegó a predicar una misión el famosos Padre San Luis de Avila. Juan asistió a uno de sus elocuentes sermones, y en pleno sermón, cuando el predicador hablaba contra la vida de pecado, nuestro hombre se arrodillo y empezó a gritar: "Misericordia Señor, que soy un pecador", y salió gritando por las calles, pidiendo perdón a Dios. Tenía unos 40 años.

Se confesó con San Juan de Avila y se propuso una penitencia muy especial: hacerse el loco para que la gente lo humillara y lo hiciera sufrir muchísimo.

Repartió entre los pobres todo lo que tenía en su pequeña librería, empezó a deambular por las calles de la ciudad pidiendo misericordia a Dios por todos su pecados.

La gente lo creyó loco y empezaron a atacarlo a pedradas y golpes.

Al fin lo llevaron al manicomio y los encargados le dieron fuertes palizas, pues ese era el medio que tenían en aquel tiempo para calmar a los locos: azotarlos fuertemente. Pero ellos notaban que Juan no se disgustaba por los azotes que le daban, sino que lo ofrecía todo a Dios. Pero al mismo tiempo corregía a los guardias y les llamaba la atención por el modo tan brutal que tenían de tratar a los pobres enfermos.

San Juan de Dios ante un enfermo que se asemeja a nuesto SeñorAquella estadía de Juan en ese manicomio, que era un verdadero infierno, fue verdaderamente providencial, porque se dio cuenta del gran error que es pretender curar las enfermedades mentales con métodos de tortura. Y cuando quede libre fundará un hospital, y allí, aunque él sabe poco de medicina, demostrará que él es mucho mejor que los médicos, sobre todo en lo relativo a las enfermedades mentales, y enseñará con su ejemplo que a ciertos enfermos hay que curarles primero el alma si se quiere obtener después la curación de su cuerpo. Sus religiosos atienden enfermos mentales en todos los continentes y con grandes y maravillosos resultados, empleando siempre los métodos de la bondad y de la comprensión, en vez del rigor de la tortura.

Cuando San Juan de Avila volvió a la ciudad y supo que a su convertido lo tenían en un manicomio, fue y logró sacarlo y le aconsejó que ya no hiciera más la penitencia de hacerse el loco para ser martirizado por las gentes. Ahora se dedicará a una verdadera "locura de amor": gastar toda su vida y sus energías a ayudar a los enfermos más miserables por amor a Cristo Jesús, a quien ellos representan.

Juan alquila una casa vieja y allí empieza a recibir a cualquier enfermo, mendigo, loco, anciano, huérfano y desamparado que le pida su ayuda. Durante todo el día atiende a cada uno con el más exquisito cariño, haciendo de enfermero, cocinero, barrendero, mandadero, padre, amigo y hermano de todos. Por la noche se va por la calle pidiendo limosnas para sus pobres.

Pronto se hizo popular en toda Granada el grito de Juan en las noches por las calles. El iba con unos morrales y unas ollas gritando: ¡Haced el bien hermanos, para vuestro bien! Las gentes salían a la puerta de sus casas y le regalaban cuanto les había sobrado de la comida del día. Al volver cerca de medianoche se dedicaba a hacer aseo en el hospital, y a la madrugada se echaba a dormir un rato debajo de una escalera. Un verdadero héroe de la caridad.

El señor obispo, admirado por la gran obra de caridad que Juan estaba haciendo, le añadió dos palabras a su nombre de pila ,y empezó a llamarlo "Juan de Dios", y así lo llamó toda la gente en adelante. Luego, como este hombre cambiaba frecuentemente su vestido bueno por los harapos de los pobres que encontraba en las calles, el prelado le dio una túnica negra como uniforme; así se vistió hasta su muerte, y así han vestido sus religiosos por varios siglos.

Un día su hospital se incendió y Juan de Dios entró varias veces por entre las llamas a sacar a los enfermos y aunque pasaba por en medio de enormes llamaradas no sufría quemaduras, y logró salvarle la vida a todos aquellos pobres.

Otro día el río bajaba enormemente crecido y arrastraba muchos troncos y palos. Juan necesitaba abundante leña para el invierno, porque en Granada hace mucho frío y a los ancianos les gustaba calentarse alrededor de la hoguera. Entonces se fue al río a sacar troncos, pero uno de sus compañeros, muy joven, se adentró imprudentemente entre las violentas aguas y se lo llevó la corriente. El santo se lanzó al agua a tratar de salvarle la vida, y como el río bajaba supremamente frío, esto le hizo daño para su enfermedad de artritis y empezó a sufrir espantosos dolores.

Después de tantísimos trabajos, ayunos y trasnochadas por hacer el bien , y resfriados por ayudar a sus enfermos, la salud de Juan de Dios se debilitó totalmente. El hacía todo lo posible porque nadie se diera cuenta de los espantosos dolores que lo atormentaban día y noche, pero al fin ya no fue capaz de simular más. Sobre todo la artritis le tenía sus piernas retorcidas y le causaba dolores indecibles. Entonces una venerable señora de la ciudad obtuvo del señor obispo autorización para llevarlo a su casa y cuidarlo un poco. El santo se fue ante el Santísimo Sacramento del altar y por largo tiempo rezó con todo el fervor antes de despedirse de su amado hospital. Le confió la dirección de su obra a Antonio Martín, un hombre a quien él había convertido y había logrado que se hiciera religioso, y colaborador suyo, junto con otro hombre a quien Antonio odiaba; y después de amigarlos, logró el santo que le ayudaran en su obra en favor de los pobres, como dos buenos amigos.

Al llegar al la casa de la rica señora, exclamó Juan: "OH, estas comodidades son demasiado lujo para mí que soy tan miserable pecador". Allí trataron de curarlo de su dolorosa enfermedad, pero ya era demasiado tarde.

El 8 de marzo de 1550, sintiendo que le llegaba la muerte, se arrodilló en el suelo y exclamó: "Jesús, Jesús, en tus manos me encomiendo", y quedó muerto, así de rodillas. Había trabajado incansablemente durante diez años dirigiendo su hospital de pobres, con tantos problemas económicos que a veces ni se atrevía a salir a la calle a causa de las muchísimas deudas que tenía; y con tanta humildad, que siendo el más grande santo de la ciudad se creía el más indigno pecador. El que había sido apedreado como loco, fue acompañado al cementerio por el obispo, las autoridades y todo el pueblo, como un santo.

Después de muerto obtuvo de Dios muchos milagros en favor de sus devotos y el Papa lo declaró santo en 1690. Es Patrono de los que trabajan en hospitales y de los que propagan libros religiosos.

San Juan de Dios: alcánzanos de Dios un gran amor hacia los enfermos y los pobres.

NOTA: Los religiosos Hospitalarios de San Juan de Dios son 1,500 y tienen 216 casas en el mundo para el servicio de los enfermos. Los primeros beatos de Colombia pertenecieron a esta santa Comunidad.

Todo lo que hicisteis con cada uno de estos mis hermanos enfermos, conmigo lo hicisteis (Jesucristo Mt. 25,40).

ewtn.com

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lunes, 7 de marzo de 2011

Me tienta...

Ayúdame a hacer silencio, Señor, quiero escuchar tu voz. Toma mi mano, guíame al desierto. Que nos encontremos a solas, Tú y yo.

Necesito contemplar tu rostro, me hace falta el calor de tu voz, caminar juntos… callar, para que hables Tú.

Quiero revisar mi vida, descubrir en qué tengo que cambiar, afianzar lo que anda bien, sorprenderme con lo nuevo que me pides.

Me pongo en tus manos, ayúdame a dejar a un lado las prisas, las preocupaciones que llenan mi cabeza.

Barre mis dudas e inseguridades, quiero compartir mi vida y revisarla a tu lado. Ver dónde aprieta el zapato para urgir el cambio.

Me tienta el activismo. Me tienta la seguridad, hay que hacer, hacer y hacer. Y me olvido del silencio, dedico poco tiempo a la oración. ¿Leer tu Palabra en la Biblia?… para cuando haya tiempo.

Me tienta la incoherencia. Hablar mucho y hacer poco. Mostrar apariencia de buen cristiano, pero dentro, donde sólo Tú y yo nos conocemos, tenemos mucho que cambiar.

Me tienta ser el centro del mundo. Que los demás giren a mi alrededor. Que me sirvan en lugar de servir. Me tienta la idolatría. Fabricarme un ídolo con mis proyectos, mis convicciones, mis certezas y conveniencias, y ponerle tu nombre de Dios.

Me tienta la falta de compromiso. Es más fácil pasar de largo que bajarse del caballo y actuar como el buen samaritano. ¡Hay tantos caídos a mi lado, Señor, y yo me hago el distraído!

Me tienta la falta de sensibilidad, no tener compasión, acostumbrarme a que otros sufran y tener excusas, razones, explicaciones… que no tienen nada de Evangelio pero que me conforman… un rato, Señor, porque en el fondo no puedo engañarte.

Me tienta separar la fe y la vida. Leer el diario, ver las noticias sin indignarme evangélicamente por la ausencia de justicia y la falta de solidaridad.

Me tienta el mirar la realidad sin la mirada del Reino. Me tienta el alejarme de la política, la economía, la participación social… que se metan otros… yo, cristiano sólo el Domingo. Misa y gracias…

Me tienta el tener tiempo para todo menos para lo importante. La familia, los hijos, la oración… al cuadragésimo lugar. Hay cosas más importantes. ¿Las hay?

Me tienta, Señor, el desaliento, lo difícil que a veces se presentan las cosas. Me tienta la desesperanza, la falta de utopía. Me tienta el dejarlo para mañana, cuando hay que empezar a cambiar hoy.

Me tienta creer que te escucho cuando escucho mi voz. ¡Enséñame a discernir! Dame luz para distinguir tu rostro.

Llévame al desierto de la oración, Señor, despójame de lo que me ata, sacude mis certezas y pon a prueba mi amor. Para empezar de nuevo, humilde, sencillo, con fuerza y Espíritu para vivir fiel a Ti. Amén.

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domingo, 6 de marzo de 2011

Edificar la casa sobre roca

Construir sobre roca quiere decir ante todo: construir sobre Cristo y con Cristo.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 7, 21-27

No todo el que me diga: "Señor, Señor", entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.

Oración introductoria

Jesús, me pongo en tu presencia y me acerco como un amigo que busca platicar un rato. Yo sé que en tu corazón puedo hallar la luz en este camino. Bendice a mi familia, a mis padres y amigos. Te ofrezco esta meditación por aquellas personas que sufren las consecuencias de la inseguridad y que a veces por las dificultades no te escuchan. Abre mi corazón para que como buen constructor pueda edificar mi casa, mi vida de la mejor manera.

Petición

Señor, quiero construir la casa de mi vida. Muéstrame cómo comenzar a hacerlo.

Meditación

Amigos míos, se impone una pregunta: “¿Cómo construir esta casa?". Es una pregunta que seguramente ya os habéis planteado muchas veces en vuestro corazón y que volveréis a plantearos muchas veces. Es una pregunta que es preciso hacerse a sí mismos no solamente una vez. Cada día debe estar ante los ojos del corazón: ¿cómo construir la casa llamada vida? Jesús, cuyas palabras hemos escuchado en el pasaje del evangelio según san Mateo, nos exhorta a construir sobre roca. En efecto, solamente así la casa no se desplomará.

Pero ¿qué quiere decir construir la casa sobre roca? Construir sobre roca quiere decir ante todo: construir sobre Cristo y con Cristo. Jesús dice: “Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que construyó su casa sobre roca” (Mt 7, 24). Aquí no se trata de palabras vacías, dichas por una persona cualquiera, sino de las palabras de Jesús. No se trata de escuchar a una persona cualquiera, sino de escuchar a Jesús. No se trata de cumplir cualquier cosa, sino de cumplir las palabras de Jesús. (Benedicto XVI, Encuentro con los jóvenes, Cracovia sábado 27 de mayo de 2006).

Reflexión apostólica

Todos queremos una vida feliz, pero la construcción de esta felicidad requiere su tiempo y esfuerzo. ¿Cómo lograrlo?, ¿Qué hago para que Cristo se convierte en centro de la vida? Es más fácil de lo que se piensa. Basta sonreír cuando estamos con alguien más, compartir nuestro tiempo con los demás, escuchar con atención a nuestros hijos o amigos, aprovechando bien el tiempo en las labores del hogar o de la escuela, incluso con un pequeño detalle con Dios, un misterio del rosario, unos minutos de silencio y oración. Son estos, los detalles que dan soporte a una vida con Cristo, una vida feliz y sólida.

Propósito

Me detendré en una Iglesia a visitar a Cristo Eucaristía como muestra de que Él es el fundamento de mi vida.

Diálogo con Cristo

¡Cuán grande gozo y paz saberse acompañado por Ti! No importa lo que me pase en el día, sé que nada puede turbar mi corazón cuando estoy seguro de que vas a mi lado. Pueden venir tinieblas, momentos de dificultad, problemas, lo que sea; y sin embargo, Tú estás ahí. Gracias por ser ese amigo, esa mano que me alienta cada vez que siento que caigo. Concédeme en este día mostrarte mi cariño y mi agradecimiento con este momento de oración.


“Abramos a Jesús nuestras casas, nuestros corazones; escuchemos sus palabras. Esta es la «parte buena», la que da sentido a nuestra vida. Que Dios nos dé la fuerza para buscarla” (Benedicto XVI)

Aarón Robles Amador
catholic.net

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sábado, 5 de marzo de 2011

Dios sabe lo mejor para ti

Mary era una linda niña de 3 años de edad. Vivía en algún lugar de los Estados Unidos, frente al mar. Su familia era cristiana. Ellos iban todos los domingos a la iglesia. ¡Mary era muy feliz! Amaba a su familia y admiraba los ojos azules de su padre, su madre y sus hermanos... Todos en la casa de Mary tenían ojos azules... ¡Todos... excepto Mary! El sueño de Mary era tener los ojos azules como el mar... ¡Ah! ¡Cómo deseaba eso Mary!
Un día, en la escuela dominical, oyó a la “señorita" decir: "DIOS RESPONDE A TODAS LAS ORACIONES“.

Mary pasó todo el día pensando en eso... A la noche, a la hora de dormir, se arrodilló al lado de su cama y oró: "Papá del Cielo, muchas gracias porque creaste el mar que es tan hermoso! Muchas gracias por mi familia. Muchas gracias por mi vida! Me gusta mucho todas las cosas que hiciste y haces! Pero... me gustaría pedir...por favor... que cuando me despierte mañana, tenga los ojos azules como los de mamá! En el nombre de Jesús, amén.“
Ella tuvo fe. La fe pura y verdadera de un niño. Y, al despertar, al día siguiente, corrió al espejo. Miró...y ¿cuál era el color de sus ojos?... ¡CONTINUABAN CASTAÑOS ! ¿Por qué Dios no escuchó a Mary ? ¿Por qué no atendió a su pedido? Eso habría fortalecido su fe.
Bueno...aquel día, Mary aprendió que un NO también era respuesta! La niñita agradeció a Dios del mismo modo... pero...no entendía...sólo confiaba.
Años después, Mary se fue como misionera a la India. Ella "compraba niños para Dios" (los niños eran vendidos por sus familias - que pasaban hambre - para ser sacrificados en el templo, y Mary los "compraba" para libertarlos de ese sacrificio). Pero, para poder entrar en los "templos" de India, sin ser reconocida como extranjera, necesitó disfrazarse como una mujer de la India:
Pasó café en polvo por su piel, cubrió los cabellos, se vistió como las mujeres del lugar y entraba libremente en los locales de venta de niños. Mary podía caminar tranquila en todo "mercado infantil", pues aparentaba ser una mujer hindú.
Un día, una amiga misionera la miró disfrazada y dijo: “Guau, Mary ! Menos mal que tienes los ojos castaños y no claros como los de tu familia. !A qué Dios más inteligente servimos... Él te dio ojos oscuros, pues sabía que eso sería esencial para la misión que te confiaría después !!!”
Esa amiga no sabía cuánto Mary había llorado en la infancia por no tener ojos azules... Pero Mary pudo finalmente entender el por qué de aquel NO de Dios hacía tantos años!


Bueno... ¿Cuál es la moraleja de esta historia? ¡¡¡QUE DIOS SABE LO QUE MEJOR TE CONVIENE!!!

Él conoce cada lágrima que ya rodó desde tus ojos... Él sabe que, tal vez, quisieses "ojos de otro color"... Él oye, sí, TODAS las oraciones... ¡Pero Él las responde de manera sabia! No necesitas llorar si tus ojos siguen siendo castaños... o si aún no has sido complacida como te gustaría. ¡¡¡DIOS SABE LO QUE MEJOR TE CONVIENE!!!
Ten siempre esta seguridad en tu corazón.

webcatolicodejavier.org

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viernes, 4 de marzo de 2011

Novena de la gracia en honor a San Francisco Javier

ORIGEN DE LA NOVENA DE LA GRACIA

Con ocasión de adornar un altar en Nápoles para una fiesta de la Inmaculada Concepción en 1633, cayó desde los andamios un martillo de dos libras de peso que hirió mortalmente al Padre Marcelo Mastrilli, de la Compañía de Jesús, destrozándole el parietal derecho. De día en día, llegó a agravarse tanto su enfermedad, que iban a darle ya la extrema unción, pues era imposible administrarle el Viático, por no poder el enfermo ni tomar una gota de agua. Pero cuando estaban pensando en esto, he aquí que el P. Mastrilli, se levanta sano y bueno... La herida había desaparecido, la cicatriz no se notaba, el Padre se sentía restablecido de repente. Bien temprano celebró su misa y dio la comunión a muchas personas que concurrieron a ver este prodigio.

Subió en seguida al púlpito, y por su propia voz explicó al pueblo de Nápoles el secreto. Viéndose herido y sin esperanza de vida, había hecho voto en honor de San Francisco Javier de ir a las Misiones de Indias, si le concedía la salud. La noche última se le había aparecido el santo animándolo a cumplir su voto y recibir el martirio en el Japón (como así sucedió). El P. Mastrilli prometió la especial ayuda del santo a cuantos le invoquen y también recomendó hacerle una novena.

Más tarde, el P. Alejandro Filipucci, también curado por el santo en 1658, compuso la novena y fijó como fecha para su realización del 4 al 12 de marzo (aniversario de su canonización), aunque puede hacerse en cualquier época del año. Desde entonces, esta devoción se ha divulgado rápidamente por todas partes. Se la conoce con el nombre de Novena de la Gracia "por su grande y comprobada eficacia en las necesidades de la vida presente" (S. Pío X).

Los Romanos Pontífices han concedido una indulgencia plenaria si se cumplen los siguientes requisitos:

* Rezar la novena completa
* En alguno de estos días de la novena, confesar, comulgar y rogar por las intenciones de Su Santidad.

NOVENA DE LA GRACIA

Por la señal, etc. Señor mío Jesucristo...

ORACIÓN

Amabilísimo y amantísimo Santo, adoro con Vos, humildemente, a la Divina Majestad y le doy gracias por los singulares dones de gracia que os concedió en vida y por la gloria de que ya gozáis. Suplicoos, con todo el afecto de mi alma, me consigáis por vuestra poderosa intercesión, la gracia importantísima de vivir y morir santamente. Os pido también me alcancéis... (aquí se hace la petición espiritual o temporal) Y si lo que pido, no conviene a mayor gloria de Dios, y bien de mi alma, quiero alcanzar lo que para eso fuere más conveniente. Amén.

(Un Padrenuestro, Avemaría y Gloria).

Oración que compuso y decía el Santo

Eterno Dios, Creador, de todas los cosas, acordaos que Vos creásteis las almas de los infieles, haciéndolos a vuestra imagen y semejanza. Acordaos, Padre Celestial, de vuestro Hijo Jesucristo que, derramando tan liberalmente su sangre padeció por ellas. No permitáis que sea vuestro Hijo por más tiempo menospreciado de los infieles, antes aplacado con los ruegos y oraciones de vuestros escogidos los Santos y de la Iglesia, Esposa benditísima de vuestro mismo Hijo; acordaos de vuestra misericordia y, olvidando su idolatría e infidelidad, haced que ellos conozcan también al que enviásteis Jesucristo, Hijo vuestro, que es salud, vida y resurrección nuestra, por el cual somos libres y nos salvamos, a quien sea dada la gloria por infinitos siglos de los siglos. Amén.

ORACIÓN

Oh, Dios, que quisiste agregar a tu Iglesia las naciones de los Indias por la predicación y por los milagros de San Francisco Javier. Concédenos que, pues veneramos la gloria de sus insignes merecimientos, imitemos también los ejemplos de sus heroicas virtudes: Por Nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en los siglos de los siglos. Amén.

webcatolicodejavier.org

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jueves, 3 de marzo de 2011

Cuando pensabas que no te veía

Cuando pensabas que no te veía, te ví pegar mi primer dibujo al refrigerador, e inmediatamente quise pintar otro.

Cuando pensabas que no te veía, te vi arreglar y disponer de todo en nuestra casa para que fuese agradable vivir, pendiente de detalles, y entendí que las pequeñas cosas son las cosas especiales de la vida.

Cuando pensabas que no te veía, te escuché pedirle a Dios y supe que existía un Dios al que le podría yo platicar y en quien confiar.

Cuando pensabas que no te veía, te vi preocuparte por tus amigos sanos y enfermos y aprendí que todos debemos ayudarnos y cuidarnos unos a otros.

Cuando pensabas que no te veía, te vi dar tu tiempo y dinero para ayudar a personas que no tienen nada y aprendí que aquellos que tienen algo deben compartirlo con quienes no tienen.

Cuando pensabas que no te veía, te sentí darme un beso por la noche y me sentí amado y seguro.

Cuando pensabas que no te veía, te vi atender la casa y a todos los que vivimos en ella y aprendí a cuidar lo que se nos da.

Cuando pensabas que no te veía, vi como cumplías con tus responsabilidades aún cuando no te sentías bien, y aprendí que debo ser responsable cuando crezca.

Cuando pensabas que no te veía, ví lágrimas salir de tus ojos y aprendí que algunas veces las cosas duelen, y que está bien llorar.

Cuando pensabas que no te veía, ví que te importaba y quise ser todo lo que puedo llegar a ser.

Cuando pensabas que no te veía, aprendí casi todas las lecciones de la vida que necesito saber para ser una persona buena y productiva cuando crezca.

Cuando pensabas que no te veía, te ví y quise decir: ¡Gracias por todas las cosas que ví, cuando pensabas que no te veía!


"NO TE PREOCUPES PORQUE TUS HIJOS NO TE ESCUCHAN...TE OBSERVAN TODO EL DIA".

Madre Teresa de Calcuta
iglesia.org

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miércoles, 2 de marzo de 2011

El verdadero cambio necesario que sí precisa la Iglesia‏

Lo que necesitamos es fe en plenitud, cultivo espiritual, comunión eclesial, autenticidad, lealtad, conversión y pasión por Jesucristo, por su Iglesia y por la misión evangelizadora a favor de la humanidad.

El pasado 3 de febrero un grupo de 144 teólogos alemanes, austriacos y suizos -un tercio de su actual totalidad en ejercicio- hicieron público un memorandum titulado «Iglesia 2011: Un cambio necesario Necesidad de avanzar hacia un nuevo comienzo». La supresión del celibato sacerdotal, el acceso de las mujeres al sacerdocio ministerial, una mayor participación de los laicos y procesos más democráticos en las elecciones episcopales son los reclamos principales del mismo. En España, tres antiguos profesores de Teología han encabezado asimismo una campaña de recogida de firmas de adhesión al manifiesto.

¿Es este el verdadero cambio que necesita nuestra Iglesia? ¿Nuestra propia identidad cristiana y eclesial y los problemas y limitaciones pastorales con que topamos hoy día y hasta nuestros mismos pecados pasados o presentes demandan en realidad abordar cuestiones de esta naturaleza? ¿Con medidas similares han conseguido otras Iglesias y confesiones cristianas revitalizar, redinamizar y fertilizar sus comunidades o, al contrario, han sido sumidas todavía más en la crisis y en las crisis? ¿Siguiendo estas propuestas -no todas de la misma envergadura y cualificación-, seríamos más fieles al Evangelio y prestaríamos mejor servicio a los hombres y mujeres de nuestro tiempo? Creemos sincera, humilde y firmemente que no.

En referencia a la supuesta posibilidad y conveniencia del sacerdocio femenino, la Iglesia -repite paciente y fundamentadamente el magisterio papal de las últimas décadas- no puede dar lo que no tiene y a lo que no está legitimada. Las razones del celibato sacerdotal, de carácter disciplinar, sí, y también de amplio respaldo y cobertura espiritual, pastoral y doctrinal -al menos en cuanto a imitación y seguimiento de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote y de cuyo sacerdocio participan los sacerdotes ministeriales-, son muy poderosas, fecundas y válidas. Y la mayor y mejor participación de los laicos en la vida de la Iglesia no puede ser jamás cuestión de aspiraciones en lograr simplemente por lograr poderes humanos o influencias sociales, en fomentar grupos de presión, en alcanzar cuotas estadísticas y en seguir meros eslóganes publicitarios. Y por lo respecta a los procesos de los nombramientos de los obispos, bueno será recordar que estos nunca se producen sin una amplia y detenida consulta intraeclesial, que obviamente en ningún lugar está escrito que no pueda ser de otra manera ni aún mayor o también menor a tenor de las circunstancias.

El verdadero cambio necesario que urge nuestra Iglesia pasa siempre y también ahora por el reto de la santidad, de la fidelidad, de la comunión, de la constante renovación espiritual y del ardor evangelizador. El verdadero cambio necesario es vivir de la Palabra de Dios, que encuentra en la Iglesia -como recordó días atrás en el Congreso sobre la Biblia de la CEE el teólogo y arzobispo Ladaria- el único ámbito adecuado para su interpretación como Palabra actual de Dios. El verdadero cambio que necesitamos es el del desapego iluminado desde la fe y desde la independencia ideológica ante las consignas y reclamos de la moda y de lo política, social o culturalmente correcto, que aunque pueda conllevar renuncias, son, en realidad, ofrendas libres, generosas y en positivo por la auténtica causa del Reino.

Claro que hay que escuchar y discernir los signos de los tiempos. Claro que siempre es bueno el diálogo y el encuentro. Y estos mismos signos de los tiempos y desde el diálogo y el encuentro precisos lo que se reclama de nosotros los cristianos, de nosotros miembros de la Iglesia, no son posturas acomodaticias ni posicionamientos ideologizados y trasplantados desde fuera. No son viejas y superadas polémicas, ni nuevas o larvadas divisiones o disensiones. No son posiciones lejanas y hasta contrarias al magisterio eclesial, sino todo lo contrario.

En medio de estos presentes tiempos recios de increencia y secularización, lo que reclaman los signos de los tiempos no es que nosotros también nos secularicemos y presentemos, vivamos y transmitamos un Evangelio «light» o bajo en calorías para así, supuestamente -solo supuestamente- hacerlo más atractivo y simpático, porque si la sal se vuelve sosa... Lo que necesitamos es fe en plenitud, cultivo espiritual, comunión eclesial, autenticidad, lealtad, conversión y pasión por Jesucristo, por su Iglesia y por la misión evangelizadora a favor de la humanidad. Es, en suma, ser más de Dios, del Dios de Jesucristo, para así ser más y mejor de y para los hombres nuestros hermanos.

revistaecclesia.com

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Artículo de la semana:

Vengo por ti

Estoy cansado de trabajar y de ver a la misma gente, camino a mi trabajo todos los días, llego a la casa y mi esposa sirvió lo mismo de la c...

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