miércoles, 19 de octubre de 2011

El rosario en la vida del cristiano

El mes de octubre es el mes dedicado a la devoción del santo rosario. Seguramente muchos de nosotros, en especial lo que tenemos varios cabellos blancos, cuando éramos pequeños, nos reuníamos alrededor de la mesa familiar al caer la tarde o después de la cena para la práctica de esta santa devoción: el rezo del rosario. Muchas veces los más chicos se dormían en los primeros misterios, pero ello no interrumpía esta práctica.

Hoy asistimos, no sin nostalgia, a que lo que reúne a la familia es la televisión y la práctica del rezo del rosario quedó arrinconada a lo personal o la devoción de las señoras mayores de la comunidad «que no tiene otra cosa que hacer». Recordar en este octubre esta devoción mariana por excelencia nos puede ayudar a sostener nuestra vida de fe y revitalizar nuestra espiritualidad.

El P. Alberione, fundador de la Familia Paulina, nos decía en uno de sus escritos: «La devoción al rosario es la devoción que de una parte instruye la mente y de otra parte refuerza la voluntad y orienta el corazón […] El rosario tiene una larga historia y toda plena de gracias».

Desde que en 1208 la Santísima Virgen se apareciera a Santo Domingo de Guzmán y le manifestara el poder de esta «corona de rosas» y le enseñara a rezarlo, son muchos los santos, los sumos pontífices y las diversas apariciones de la Virgen que insisten en el valor y la importancia de práctica.

En el año 2002, el beato Juan Pablo II nos decía en la carta apostólica ROSARIUM VIRGINIS MARIAE: «El Rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología. En la sobriedad de sus partes, concentra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual es como un compendio. En él resuena la oración de María, su perenne Magníficat por la obra de la Encarnación redentora en su seno virginal. Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor.»

Como catequistas debemos continuar con esta práctica (y si la hemos perdido, recuperarla) y enseñar a nuestros niños y jóvenes a meditar cada día en los misterios del Señor y a dejarse acompañar con su Santísima Madre. Muchas veces se aduce que para los niños es monótono y aburrido repetir las avemarías o que los jóvenes no le encuentran sentido a esta oración. Cada uno de nosotros siendo fieles al rezo del Rosario encontraremos el modo más adecuado para «enamorar» a nuestros catequizados de este regalo a la Virgen.

Hagámosno ecos de la palabra de Juan Pablo II: «Meditar con el Rosario significa poner nuestros afanes en los corazones misericordiosos de Cristo y de su Madre. Después de largos años, recordando los sinsabores, que no han faltado tampoco en el ejercicio del ministerio petrino, deseo repetir, casi como una cordial invitación dirigida a todos para que hagan de ello una experiencia personal: sí, verdaderamente el Rosario «marca el ritmo de la vida humana», para armonizarla con el ritmo de la vida divina, en gozosa comunión con la Santísima Trinidad, destino y anhelo de nuestra existencia.[…] Pienso en todos vosotros, hermanos y hermanas de toda condición, en vosotras, familias cristianas, en vosotros, enfermos y ancianos, en vosotros, jóvenes: tomad con confianza entre las manos el rosario, descubriéndolo de nuevo a la luz de la Escritura, en armonía con la Liturgia y en el contexto de la vida cotidiana.» (RVM)

www.san-pablo.com.ar

1 comentario:

  1. El Rosario es una oración poderosa que se puede rezar casi en cualquier momento. Sabios e intelectuales la reconocen como vital para nuestra vida interior y está al alcance de todos.

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