martes, 29 de noviembre de 2011

Felicidad

A ver: Que alce la mano quien quiera ser feliz… ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo! … Y ¡yo también! Responden todos los niños de un aula a su profesora. Muy bien pero, dime Juanito: ¿ En qué consiste para ti la felicidad?

Y Aquí desapareció la unanimidad. La felicidad es una de esas palabras comodines que “lo mismo sirve para un roto que para un descosido” Niños y mayores sabemos o intuimos lo que es ser feliz, aunque las palabras sean incapaces de expresarlo con precisión. En estos casos es preferible poner ejemplos, y que cada uno elija lo que mejor le parezca. A continuación exponemos algunos:

Un ciego que recobra la vista es una persona feliz. Lo mismo le sucede a las que se les calma un dolor de cualquier clase o recuperan los movimiento de un miembro. Tener buena salud es condición básica para ser feliz. Es lo que podríamos llamar la felicidad del animal sano, el primer escalón para ser feliz.

La envidia, pesar del bien ajeno, es una máquina creadora de amarguras, de infelicidades. Pedro tiene un amigo con un coche mucho mejor que el suyo, ese amigo dispone de un hermoso chalet con piscina, tiene una mujer preciosa, gana más que él y trabaja menos,…Si además la mujer le echa en cara esas diferencias, su infelicidad puede llegar a límites insospechados. Si a Pedro le tocase la lotería cambiaría de motivos para ser un desgraciado, pero la envidia está dentro de cada uno, es eterna y ya encontraría otras causas para ser infeliz.

En la tele es típica la respuesta de la madre famosa que aparece abrazada a su bebé tras el parto. “Es lo mejor que me ha pasado en esta vida”. “No hay felicidad comparable” Desde luego pocas cosas se pueden comparar a dar vida. Con los años esta felicidad queda ensombrecida por muchas preocupaciones y limitada por la muerte.

También es feliz quien acaba de volver a la vida sano y salvo tras un accidente de avión, coche, naufragio, incendio,…Ha vuelto a nacer, se dice. Festejará este segundo nacimiento, pero pronto volverán las dificultades de cada día .

¿Qué decir del estudiante que aprueba brillantemente sus exámenes, saca las oposiciones a la primera y ve resuelta su vida laboral y económica? Se encuentra orgulloso y feliz igual que les sucede a sus padres. Por supuesto algunos de sus amigos les felicitará calurosamente, pero… poniendo cara de conejo.

Conocemos de sobra el amor de los padres por sus hijos, dispuestos a dar sus vidas por las de ellos, así como el milagro del amor entre marido y mujer o entre novio y novia. A nivel humano da lugar a una felicidad de las más nobles, cuando cada persona siempre piensa “en el bien de la otra”.

Posiblemente sea el amor, en cualquiera de sus facetas, la causa más noble de sentirse feliz. El sentimiento que embarga a la persona que acaba de salvar a un náufrago, el que acaba de conseguir un puesto de trabajo para un amigo sin dinero y con familia, el que presta ayuda desinteresada a personas desconocidas ante una tragedia, el que arriesga su vida en un incendio,…Podemos asegurar que es un tipo de felicidad de más nobles quilates que los anteriores. Nadie puede ser feliz en este mundo si no ama y es amado. Solo que el amor de este mundo tiene fecha de caducidad, terminando con la vida

A veces hemos contemplado en la tele reportajes sobre los monjes cartujos, sobre las monjas encerradas o sobre la dureza de la vida de los misioneros y sacerdotes. No podemos entender que una vida tan sacrificada engendre una sonrisa apenas esbozada, tan llena de seguridad, contestando con el aplomo que da el poseer la única verdad. Se transparenta en ellos una íntima felicidad y confianza que el mundo no puede dar. En ellos se da en plenitud lo que podemos llamar Caridad, o amor de Caridad.

“La Caridad no se encuentra más que en el ser humano, es la milagrosa aptitud de amar con desinterés, con un amor no impuesto por la sangre, ni por el instinto, ni por cualquier deseo de apropiación, un amor desprendido que se enriquece con todo lo que da , que no vive para sí mismo sino para el otro”. Sólo comprensible bajo el supuesto de que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, único amor del que procede ese amor sin reservas ni frontera, que no termina jamás y es eternamente renovado por la propia efusión divina. ¡Que difícil es ser feliz cuando el amor no está anclado en Cristo! Los religiosos han elegido este amor eterno, por eso puede que sean, a pesar de las apariencias, las personas más felices de este mundo

Alejo Fernández Pérez

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