viernes, 30 de septiembre de 2011

Siempre buenos propósitos

Siempre buenos propósitos... Siempre deseos de ser mejor... Siempre deseos de mortificación..., pero no pasan de ser deseos...

¡Qué pobre hombre eres, hermano Rafael!! ¿Cuándo empezarás? ¿Cuándo será el momento en que de veras empieces a ser lo que a Jesús prometiste?


Aún te conviene humillarte en tus propias debilidades... Aún es necesaria la experiencia de verte incapaz para nada bueno... ¿Qué podrás tú solo? Caer y no levantarte... Retroceder en lugar de avanzar. Mira delante de Jesús lo que eres, y aprende a conocerte; así no tendrás soberbia, y en tu propia humillación aprenderás algo de humildad, que aún no sabes lo que eso es, y es necesario que lo aprendas.

Día 10 de abril de 1938
San Rafael Arnáiz
www.abandono.com

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jueves, 29 de septiembre de 2011

Santos Arcángeles

Fiesta: 29 de septiembre

El 29 de septiembre se celebra la fiesta de los tres Arcángeles que nombra la Sagrada Escritura

La palabra Arcángel proviene de dos palabras: Arc (“el principal”) y ángel, es decir, "principal entre los ángeles”

Esta fiesta se ha celebrado con gran solemnidad a fines de septiembre, desde el siglo sexto por lo menos. El Martirologio Romano afirma que en la festividad se celebra la dedicación de una Basílica en honor de San Miguel, a unos 10 kilómetros al norte de Roma. En el oriente, donde antaño se tenía al arcángel como protector de los enfermos (actualmente se le considera como Capitán de las legiones celestiales y Patrón de los soldados), la veneración a San Miguel es todavía mas antigua.

Según la Escritura, los Ángeles son mensajeros de Dios, "poderosos ejecutores de sus órdenes, prontos a la voz de su palabra" (Sal 103,20), al servicio de su plan de salvación, "enviados para servir a los que deben heredar la salvación" (Heb 1,14).

Los fieles no ignoran los numerosos episodios de la Antigua y de la Nueva Alianza en los que intervienen la santos Ángeles. Saben también que no son pocos los episodios de la vida de Jesús en los que los Ángeles tienen una función particular: el Arcángel Gabriel anuncia a María que concebirá y dará a luz al Hijo del Altísimo (cfr. Lc 1,26-38) y de manera semejante, un Ángel revela a José el origen sobrenatural de la maternidad de la Virgen (cfr. Mt 1,18-25). Y son numerosos los acontecimientos en los que aparecen cumpliendo una misión especial.

La Iglesia, que en sus inicios fue protegida y defendida por el ministerio de los Ángeles (cfr. Hech 5,17-20; 12,6-11) y continuamente experimenta su "ayuda misteriosa y poderosa", venera a esto espíritus celestes y pide con confianza su intercesión. Durante el año litúrgico conmemora la participación de los Ángeles en los acontecimientos de la salvación y celebra su memoria en unas fechas determinadas

San Miguel

Este nombre significa: "¿Quién como Dios? o "Nadie es como Dios".

La Iglesia Católica ha tenido siempre una gran devoción al Arcángel San Miguel, especialmente para pedirle que nos libre de los ataques del demonio y de los espíritus infernales. Y él cuando lo invocamos llega a defendernos, con el gran poder que Dios le ha concedido. Muchos creen que él sea el jefe de los ejércitos celestiales.

ORACIÓN A SAN MIGUEL ARCÁNGEL


San Miguel arcángel, defiéndenos en la batalla: sé nuestra protección contra la malicia y las acechanzas del diablo. Reprímalo Dios, suplicamos humildemente: y tú, oh príncipe de la milicia celestial, arroja a los infiernos a Satanás y a los otros espíritus malignos que andan sueltos por el mundo, para causar la perdición de las almas.
Amén.

San Gabriel

Su nombre significa: "Dios es mi protector".

Al Arcángel San Gabriel se le confió la misión más alta que jamás se le haya confiado a criatura alguna: anunciar la encarnación del Hijo de Dios. Por eso se le venera mucho desde la antigüedad.

San Gabriel es el patrono de las comunicaciones y de los comunicadores, porque trajo al mundo la más bella noticia: que el Hijo de Dios se hacía hombre.

ORACIÓN A SAN GABRIEL


Dios Señor nuestro, imploramos tu clemencia para que habiendo conocido tu Encarnación por el anuncio del Arcángel San Gabriel, con el auxilio suyo consigamos también sus beneficios. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

San Rafael

Su nombre significa: "Medicina de Dios".

Fue el Arcángel enviado por Dios para quitarle la ceguera a Tobías y acompañar al hijo de éste en un larguísimo y peligroso viaje y conseguirle una santa esposa.

San Rafael es muy invocado para alejar enfermedades y lograr terminar felizmente los viajes.

ORACIÓN A SAN RAFAEL

Arcángel San Rafael, que dijiste: «Bendecid a Dios todos los días y proclamad sus beneficios. Practicad el bien y no tropezaréis en el mal. Buena es la oración con ayuno, y hacer limosna mejor que atesorar oro», te suplico me acompañes en todos mis caminos y me alcances gracias para seguir tus consejos. Amén.

iglesia.org

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miércoles, 28 de septiembre de 2011

Una sonrisa

Una sonrisa cuesta poco, pero vale mucho.

Quien la da es feliz y quien la recibe la agradece.

Dura, sólo un instante y su recuerdo, a veces, perdura por toda una vida.

No hay nadie tan rico que no la necesite, ni nadie tan pobre que no la pueda dar.

Produce felicidad en el hogar, prosperidad en los negocios y es contraseña entre los amigos.

Es descanso para el cansado, luz para el desolado, sol para el triste y antídoto para los problemas.

No se puede comprar ni pedir prestada, tomarla o robarla, sirve sólo como regalo.

Y nadie necesita tanto de una sonrisa como quien se olvidó de sonreír.

Sonríe siempre porque la sonrisa es el mejor regalo que podemos recibir y lo mejor que podemos dar.

Si con las prisas me olvido de darte una sonrisa, discúlpame: ¿Tendrías la bondad de darme una de las tuyas?

Porque una sonrisa es la mejor cédula de identidad que tenemos para caminar por la vida.

webcatolicodejavier.org

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martes, 27 de septiembre de 2011

Adolescencia, territorio conflictivo

El camino hacia la madurez resulta doloroso y está repleto de ansiedad e incertidumbre
para los niños que van a dejar de serlo.


El adolescente se encuentra en un proceso de cambio caracterizado por una muerte y un nacimiento: la muerte del niño que fue, que desaparece empujado por el crecimiento de su cuerpo, y el nacimiento del adulto que será y que necesita todavía un tiempo de gestación. Es, por lo tanto, un tiempo tan conflictivo como creativo. Si bien no siempre son problemáticos, a todos los adolescentes les es inevitable transitar por un camino en el que tendrán que resolver y superar ansiedades e incertidumbres que generarán conflictos. Tales sentimientos serán más o menos ruidosos y molestos para los padres y para la sociedad, pero quienes los sufren, sobre todo, son ellos.

Adolescencia proviene del latín "ad" (hacia) y "olescere"; forma de "olere" que significa transición: tiempo de transformaciones. Un cataclismo sucede en este periodo, una metamorfosis personal y psíquica, acompañada de erupciones en forma de acné y cambios de carácter: un terremoto afectivo y orgánico. Los primeros síntomas se advierten en el cuerpo. A las chicas les llega la menstruación y les crece el pecho; a los chicos les sale el bigote y cambian la voz. En el ámbito psicológico es el tiempo de las preguntas: ¿Quién soy? ¿Qué quiero ser de mayor? ¿Cómo se es una chica? ¿Cómo se es un chico? No hay respuestas, solo incertidumbres. Es lógico que tengan miedo. Todo esto en un contexto social que, lejos de abrirles puertas, las cierra.

UN PULSO DIARIO

Rebeldes, insolentes y protestones, nuestros hijos, que hasta ahora eran controlables y no planteaban problemas, quieren llegar tarde, no aceptan límites, aunque los piden; se vuelven reservados, aunque necesitan comunicarse más que nunca; dicen que no a casi todo, sin pensar en lo que se les propone, solo por sentirse diferentes. A veces están tristes, aburridos y se quejan de su aspecto. Miden nuestras respuestas y nos echan un pulso casi a diario. Según el psicólogo Arminda Aberastury el adolescente realiza tres duelos: tiene que despedirse de lo conocido y crear nuevas formas de relacionarse consigo mismo y los demás.

El primer duelo es por el cuerpo infantil perdido. El crecimiento se le impone y, a veces, siente los cambios como algo extraño y se coloca frente a su cuerpo como un espectador impotente ante lo que ocurre. Junto a este duelo, tiene que realizar la despedida de la identidad infantil, renunciar a la dependencia y dar entrada a responsabilidades. Por último, ha de hacer el duelo por los poderosos padres de la infancia, de los que trata de desprenderse a la vez que intenta retenerlos en su personalidad, buscando refugio y protección. Este último duelo se ve complicado o favorecido por la actitud de los progenitores, que tienen que aceptar su envejecimiento y el hecho de que sus hijos ya no son niños.

El adolescente rompe en parte sus conexiones con el mundo, una de las manifestaciones de su crisis es el alejamiento del mundo para refugiarse en un universo interno seguro y conocido. Presenta una especial vulnerabilidad para asimilar lo que sobre él pueden proyectar padres, hermanos, amigos... es un receptáculo propicio para hacerse cargo de los conflictos de los demás y asumir los aspectos más enfermos del medio en el que actúa.

Por otra parte, mide las respuestas de sus padres y les echa un pulso casi a diario. Es agotador, pero puede resultar apasionante. Porque todas estas actitudes son síntomas que esconden angustia, inseguridad, depresión y miedo. Necesitan que sus mayores les acompañen, pero a distancia. Es importante que tomemos en serio sus preguntas, no quieren respuestas ni órdenes, pero sí que les escuchen, les orienten y valoren todo lo que pueden aportar.

PROCESO PARALELO

Los padres, por su parte, tienen que reinventar su papel. Les cuesta decir adios al niño que tuvieron. Deben realizar un trabajo de separación y de reencuentro con la pareja. Además, reeditan al adolescente que fueron mientras viven su propia crisis de madurez. En cierto modo son trayectorias paralelas.

¿QUÉ PODEMOS HACER?

Conocer las características que conforman la adolescencia normal puede ayudar a los adultos a entenderles mejor. Entre los síntomas que se integran en lo que se podría denominar el "síndrome adolescente" se encuentran:

- La búsqueda de sí mismo y su identidad, junto a una tendencia grupal con la que se identifica con sus iguales.

- La necesidad de intelectualizar y fantasear.

- Mantener una actitud social reivindicativa con tendencias antisociales o asociales.

- Sufrir contradicciones en las manifestaciones de la conducta.

- Experimentar una separación progresiva de los padres.

- Soportar constantes fluctuaciones en su humor y su estado de ánimo.

EVITAR ERRORES

- Hay que escuchar las preguntas que nos hacen, pero evitar dar respuestas inmediatas.

- Evitar transmitir la idea de que su crecimiento duele porque se alejan. Conviene reflexionar sobre cómo se vive la paulatina separación que comienzan.

- Es frecuente que chicos de 16,17 o 18 años se muestren maduros en algunos aspectos y muy inmaduros en otros. Esto surge por un juego de defensas entre el deseo de crecer y el miedo a hacerlo. No se debe criticar esa conducta señalando las contradicciones que tienen. Es normal. Hay que tener en cuenta que las personas no crecen en línea recta ni de golpe.

- Atacar esas actitudes revela inquietud ante los cambios por parte de los padres.

- No se puede suponer que son demasiado pequeños para hablar de la sexualidad y el amor.

Isabel Menéndez
Escuela de Familia

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lunes, 26 de septiembre de 2011

Demostración de porqué no debes tomar la Comunión en la mano



es.gloria.tv

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domingo, 25 de septiembre de 2011

Reconocer el error y encaminarse hacia Dios

Evangelio: Mateo 21, 28-32

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña". Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor." Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?

Contestaron: "El primero." Jesús les dijo: "Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis."

RECONOCER EL ERROR Y ENCAMINARSE HACIA DIOS

Seguimos "en la viña del Señor". Hoy con la parábola de estos dos hermanos tan distintos, aunque con ambos nos podemos identificar.

Eran sus hijos; conocían bien al padre. No ignoraban su modo de pensar y actuar. Sin embargo, ante la orden paterna, las reacciones de uno y otro son completamente opuestas.

El primero se niega a secundar el mandato. No quiere trabajar, no quiere cansarse, atraído sin duda, por ofertas más placenteras. No sabemos cuánto tiempo duró su desobediencia, pero lo cierto es que terminó recapacitando y - desengañándose del placer prometido por la ociosidad y el vicio, recordándole su conciencia su deber de hijo - decidió finalmente ir a la viña del padre. Decidió obedecer y ponerse a trabajar. He aquí una lección que tendemos a olvidar: Podemos cambiar el rumbo de nuestra vida y encaminarnos al bien. Que nunca es tarde si la dicha es buena. Muchas veces no lo hacemos por pura soberbia, por no desdecirnos de nuestra palabra primera. Parece que lo contrario sería rebajarse, humillarse... no queremos reconocer el error cometido. Y permanecemos en él. A eso nos lleva la soberbia, a rendirnos ante el mal e ir viviendo tristemente pensando que ése es nuestro inalterable destino.

¡Cuántos quieren cambiar de vida pero no se atreven a dar el paso! He conocido algún caso, después del testimonio evangélico tan maravilloso vivido por todos durante la pasada JMJ, de jóvenes que han reconocido el camino del bien y de la virtud, que están experimentando el vacío de una vida sin Dios... pero no se deciden del todo a dar el paso, a romper con una vida de pecado, que saben muy bien que está lejos de Dios Padre, de su mandato y de su viña. Sin embargo, es fundamental que hayan percibido la luz del Evangelio y reconozcan que su vida se ha movido durante mucho tiempo en la oscuridad. Este reconocimiento del error y la miseria exige humildad, y eso es lo más importante en el proceso de conversión. El hijo arrepentido de la parábola nos enseña ese valor final que hay que tener para rectificar y elegir aquí y ahora el bien, la verdad, el camino señalado por el Padre. Si Dios nos manda algo es para nuestro bien.

Por eso declara el Señor que los publicanos y prostitutas que escucharon la palabra de conversión de Juan el Bautista y cambiaron su vida pidiendo perdón a Dios, antecederán a muchos en el Reino de los Cielos. Porque no hay vida pasada lejos de Dios que no pueda reconducirse hacia Él. Un pecador arrepentido nunca lo desprecia Dios. "Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá", nos revela hoy la Palabra de Dios por el profeta Ezequiel. Un pecador arrepentido precederá a todos aquellos que, creyéndose justos porque dicen conocer a Dios y secundar su deseo, no están trabajando en la viña. Como el segundo de los hijos, no hacen lo que dijeron y prometieron.

El camino, pues, no es otro que el del servicio humilde y la obediencia filial a la palabra del Padre. En esta parábola tenemos de nuevo, los dos caminos de la vida. Somos libres, como fueron libres los dos hijos, no sólo para elegir uno u otro camino, sino también para seguir ejerciendo su libertad, arrepintiéndose uno y desobedeciendo el otro. El camino nos lo marca el mismo Jesucristo que, siendo obediente, se sometió al plan del Padre, hasta la muerte de cruz, como nos recuerda el precioso himno de la carta a los Filipenses.

Este camino de humildad lo recorre como primera y más fiel discípula, María Santísima.

P. Mario Ortega
En la Barca de Pedro

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sábado, 24 de septiembre de 2011

El gol más importante

Miguel era un muchacho a quien le gustaba mucho el fútbol. De hecho, pertenecía a un club muy popular en su barrio. Siempre que su equipo jugaba se veía al padre de Miguel en las tribunas, alentando al equipo de su hijo.

Sin embargo, había un detalle: el entrenador nunca consideraba a Miguel como titular y las pocas veces que lo hacía saltar al campo, él jugaba con desgana y mal. A pesar de eso, Miguel siempre iba acompañado de su padre a los partidos y siempre se veía a su padre como el más entusiasta de los hinchas.

Sucedió que un día antes del partido más importante de esa temporada, el padre de Miguel cayó enfermo y no pudo asistir. El día del encuentro, ya en los vestuarios y mientras los jugadores se preparaban para el partido, el entrenador recibió una llamada. La noticia recibida le puso un rostro de consternación. Al terminar, se dirigió hacia Miguel lentamente. Necesito hablar contigo un momento, le dijo.
Miguel, la llamada que acabo de recibir era de la clínica donde está internado tu padre. Hace una hora entró en coma cerebral y me acaban de decir que ha muerto en brazos de tu madre…
Al escuchar esto Miguel se puso a llorar desconsoladamente.
Tienes que ser fuerte muchacho, le decía el entrenador.
De pronto, retirando las manos del rostro, con voz serena y lágrimas en los ojos, pero con una gran determinación, Miguel le dijo al entrenador:
-Quiero jugar este partido. Quiero que me deje jugar, aunque sea unos minutos.
Sorprendido, el entrenador no podía creer que después de darle una noticia tan terrible, el muchacho tuviese ánimos para jugar. Lo pensó por un momento, y diciendo para sus adentros que jugando unos minutos no afectaría al rendimiento del equipo, le pidió que se cambiara, que jugaría desde el principio, al menos el primer tiempo.
Esa tarde Miguel no falló un pase. Fue una muralla infranqueable. Tan bien jugó que el entrenador lo mantuvo en el campo todo el partido. Incluso el gol que le dio la victoria a su equipo fue obra de Miguel.
Las tribunas enloquecieron coreando su nombre. Fue sin duda, el partido de su vida. Al final del encuentro, y ya cuando todos los jugadores se habían retirado a celebrar el triunfo, el entrenador encontró a Miguel parado en la cancha mirando hacia la tribuna en donde tantas veces se había sentado su padre para animar a su equipo. Al acercársele, notó que el muchacho aunque con lágrimas en los ojos, miraba hacia la tribuna fijamente,
-Miguel, quisiera tener las palabras exactas con las cuales poder reconfortarte en estos momentos. Sé la estrecha relación que tenías con tu padre y creo saber cuánto te ha afectado. Hoy has jugado como nunca te he visto jugar. Y aunque quizás no sea apropiado preguntarte ahora, me gustaría saber por qué quisiste jugar esta tarde, Miguel.
Miguel miró al entrenador y le dijo:
-Mire, muchas veces usted vio a mi padre sentado en la tribuna ¿verdad?
-Sí, siempre venía para animar al equipo aunque supiera que tú no ibas a jugar.
-No señor –le interrumpió Miguel- Mi padre no sabía que yo no jugaba. Mi padre era ciego, señor.
Unas lágrimas recorrieron nuevamente el rostro del muchacho.
Por eso cuando me tocaba jugar, yo no jugaba bien porque sabía que él, a pesar de estar en la tribuna, no me veía. Yo siempre al final de los partidos le decía que había hecho tal o cual jugada y notaba como se le iluminaba el rostro de satisfacción… Sin embargo, esta tarde yo sí sabía que él me estaba mirando desde el cielo, por eso, yo me esforcé mucho para que el me viera jugar bien.
Gracias señor, gracias por haber permitido que mi padre me viera jugar al fútbol por primera vez….
En ese momento, el muchacho se abrazó fuertemente al entrenador, desahogaron su pena y su dolor. Desde ese día, Miguel no dejó nunca de jugar un partido y siempre que convertía un gol, se acercaba a la tribuna donde se sentaba su padre, mirando y levantando las manos hacia el cielo…

Mira hoy a tu hijo si lo tienes o cuando lo tengas… y nunca dejes de mirarlo… Más que con los ojos, míralo con el corazón…

En el juego de la vida, tú siempre eres titular. Trata siempre de jugar muy bien y jugar limpio en todas las cuestiones de la vida, porque tanto tu Madre Celestial, la Virgen María, como Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo te están viendo y amando de corazón. ¡No les defraudes jugando a ser una persona mediocre y desganada!

webcatolicodejavier.org

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jueves, 22 de septiembre de 2011

Seguirlo

Jesús, cada vez que aparece la llamada de un apóstol en el Evangelio, es una buena ocasión para acordarme de que yo también debo ser apóstol tuyo.

«ÉL SE LEVANTÓ Y LE SIGUIÓ.»

Hoy me pides que me vuelva a levantar, que salga de ese estado de tibieza -del «ir tirando» o «ir a medias» en el que me quedo cuando descuido la lucha por vivir, por aprovechar el tiempo, por hacer apostolado, por hacer una pequeña mortificación cada día.

Un medio crucial para mantenerme de pie en la lucha, para seguirte y seguirte de cerca, es el examen de conciencia.

«Avanzad siempre, hermanos míos. Examinaos cada día sinceramente, sin vanagloria, sin autocomplacencia, porque nadie hay dentro de ti que te obligue a sonrojarte o a jactarte. Examínate y no te contentes con lo que eres, si quieres llegar a lo que todavía no eres. Porque en cuanto te complaces en ti mismo, allí te detuviste. Si dices ¡basta!, estás perdido» (San Agustín).

Jesús, te acercas a Mateo no por casualidad, sino que ya habías pensado en él mucho antes para llamarle a ser uno de tus apóstoles.

A lo mejor Mateo no había pensado nunca en dejarlo todo por Ti, pero Tú habías pensado en él desde toda la eternidad, porque eres Dios y en Ti no hay pasado o futuro: todo es presente.

Y cuando piensas pedir algo a alguien, le das antes las gracias necesarias para que pueda responder.

Mateo estaba sentado en su mesa de recaudador de impuestos.

No era un trabajo bien considerado por algunos israelitas, porque era colaborar con la dominación romana, pero era un trabajo que proporcionaba una acomodada situación económica.

Se podría decir que Mateo «tenía la vida resuelta».

Mientras la muchedumbre te seguía porque acababas de hacer un milagro, Mateo estaba allí sentado, trabajando.

Y precisamente a él, al que no te estaba siguiendo, le vienes a buscar para llamarle.

Jesús, a lo mejor yo tampoco te seguía muy de cerca.

Pero sí me tomaba en serio mi trabajo, mi estudio.

A lo mejor tenía la vida más o menos «resuelta»: amigos, aficiones, trabajo, familia.

A lo mejor tenía novia o novio.

Y en estas circunstancias, apareces y me pides más: o incluso me pides que lo deje todo y te siga, como a Mateo.

¿Cómo voy a dejar todos esos amores terrenos, esos deseos e ilusiones buenas y nobles?

Jesús, sé que Tú me das la gracia necesaria para responder a lo que me pides.

Sé también que, respondiendo a esa llamada, seré más feliz que siguiendo mis propios intereses.

Ayúdame a responder siempre que sí a lo que me pidas.

Pablo Cardona
Una cita con Dios

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miércoles, 21 de septiembre de 2011

Santo Mateo Apóstol

Fiesta: 21 de septiembre

San Mateo es llamado por dos Evangelistas Levi. Ambos nombres son de origen judíos. El último lo obtuvo antes de su conversión, el otro lo tomó después, para mostrar la renuncia a su profesión y que era un hombre nuevo. Hijo de Alfeo, vivió en Cafarnaún, en el lago de Galilea.

Fue por profesión un publicano, o colector de impuestos para los Romanos. Entre los Judíos, estos publicanos fueron mas infames y odiosos porque esta nación los miraba como enemigos de su privilegio de libertad natural que Dios les había dado, y como personas manchadas por su conversación frecuente y asociación con los paganos, y la esclavización sobre sus compatriotas. Los Judíos los aborrecían universalmente, veían sus propiedades o dinero como fortunas de ladrones , les prohibieron su comunión y participación en su actividades religiosas, al igual que de todos eventos de la sociedad cívica y de comercio. Tertuliano esta ciertamente equivocado cuando afirma que solo los gentiles fueron empleados en este oficio sórdido como San Jerónimo demuestra en varios pasajes de los evangelios. Y es cierto que San Mateo fue Judío, aunque un publicano.

Su oficio dice haber consistido particularmente en acumular costumbres de comodidades que vinieron por el Genesareth o Tiberias, y un peaje que los pasajeros pagaban al venir por agua; San Marco dice que San Mateo mantuvo su oficio de cobro de peaje al lado del lago, donde él se sentaba. Jesús, habiendo últimamente curado un paralítico famoso, saló de Cafarnaún, y caminó sobre los bancos del lago o mar de Genesareth, enseñando a las personas que le seguían. Aquí Él observó a Mateo que realizaba su trabajo de cobro de peaje a quien llamó a venir y seguirle. El hombre era rico, disfrutaba de un sueldo lucrativo, era un hombre sabio y prudente, y entendía perfectamente lo que seguir a Jesús le costaría. Pero el no tuvo miramientos y dejó todos sus intereses y relaciones para hacerse un discípulo del Señor. No sabemos si él ya estaba relacionado con la persona o doctrina de nuestro Salvador, especialmente como estaba cerca de Cafarnaún, y su casa parece haber sido en la ciudad, donde Cristo había vivido por algún tiempo, había predicado y hechos muchos milagros, por lo cual él estaba en algún medido preparando a recibir la impresión que el llamado de Jesús había hecho sobre él.

San Jerónimo dice que un cierto aire de majestad brillaron en la continencia de Nuestro Divino Redentor, y traspasó su alma y lo atrajo fuertemente. Este apóstol, a la primera invitación, rompió todas ataduras; dejó sus riquezas, su familia, su preocupaciones del mundo, sus placeres, y su profesión. Su conversión fue sincera y perfecta. San Mateo nunca regreso a su oficio porque era una profesión peligrosa, y una ocasión de avaricia, opresión, y extorsión. San Mateo, al convertirse, para mostrar que no estaba descontento con su cambio, pero que lo miraba como su más grande felicidad, entretuvo a Nuestro Señor y a sus discípulos en una gran comida en su casa, donde invito a sus amigos, especialmente los de su última profesión, como si esperaba que por medio de la divina conversación de Nuestro Salvador, ellos también quizás sean convertidos.

Después de la ascensión de Nuestro Señor, San Mateo predicó por varios años en Judea y en los países cercanos hasta la dispersión de los apóstoles. Un poco antes de la dispersión escribió su evangelio, o pequeña historia de Nuestro Bendito Redentor. Que la compiló antes de su dispersión aparece no sólo porque fue escrito antes de los otros evangelios, sino también el Apóstol Bartolomé se llevó una copia con él a la India, y la dejo allí. San Mateo escribió su evangelio para satisfacer los conversos de Palestina. El Evangelio de San Mateo desciende a un detalle mas particular y completo en las acciones de Cristo que los otros tres, pero desde el Capitulo V al XIV, él frecuentemente se distingue de los otros en la serie de su narrativos, ignorando el orden del tiempo, para que esas instrucciones que tienen más afinidad una con la otra, estén relacionadas juntas. Este evangelista más bien enfoca sobre las lecciones de moralidad de Nuestro Salvador, y describe su temporal o generación humana, en que las promesas hechas a Abraham y David respecto al nacimiento del Mesías de su semilla fueron realizados; tal argumento inducía de manera particular a los Judíos para que creyeran en Él.

San Mateo, después de haber hecho una gran cosecha de almas en Judea, fue a predicar la Fe a las naciones bárbaras e incivilizadas del Este. Él era una persona muy devota a la contemplación celestial y llevaba una vida austera, usando una dieta muy rigurosa; pues no comía carne y en vez de eso satisfacía su apetito con hierbas, raíces, semillas. San Ambrosio dice que Dios le abrió el País de los Persas. Rufinus y Sócrates nos dicen que él llevo el evangelio a Etiopía, significando probablemente las partes Sur y Este de Asia. San Paulino menciona que terminó su curso en Parthia. Venantus Fortunatus relata que sufrió el martirio en Nudubaz, una ciudad en esas partes. Dorotheus dice que fue honorablemente enterrado en Hierapolis en Porthia. Sus reliquias fueron traídas al Oeste. El Papa Gregorio VII, en una carta al Obispo de Salerno en 1080, testifica que fueron guardados en una iglesia que tenía el nombre de la ciudad. Todavía están en este lugar.

Predicó entre los judíos por 15 años, incluyendo posiblemente a los judíos de Etiopía, Africa. Murió mártir.

Mariano Ferreyra
iglesia.org

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lunes, 19 de septiembre de 2011

¿Cómo saber si estoy en gracia?

¿Podemos tener conciencia de la gracia? ¿Podemos saber si estamos o no en gracia de Dios?

Como explica Santo Tomás, el conocimiento del estado de gracia (es decir, de que nosotros poseemos la gracia santificante) puede darse de dos maneras diversas:

- Por revelación, lo cual, evidentemente, es un privilegio particular dado a pocos.

- Por conjetura, es decir, a través de algunos signos. Y tal, es el modo ordinario para alcanzar el conocimiento de la gracia.

¿Podemos tener conciencia de la gracia? ¿Podemos saber si estamos o no en gracia de Dios?


Como explica Santo Tomás, el conocimiento del estado de gracia (es decir, de que nosotros poseemos la gracia santificante) puede darse de dos maneras diversas:

- Por revelación, lo cual, evidentemente, es un privilegio particular dado a pocos.

- Por conjetura, es decir, a través de algunos signos. Y tal, es el modo ordinario para alcanzar el conocimiento de la gracia.

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “La gracia, siendo de orden sobrenatural, escapa a nuestra experiencia y sólo puede ser conocida por la fe. Por tanto, no podemos fundarnos en nuestros sentimientos o nuestras obras para deducir de ellos que estamos justificados y salvados. Sin embargo, según las palabras del Señor: ‘Por sus frutos los conoceréis’ (Mt 7,20), la consideración de los beneficios de Dios en nuestra vida y en la vida de los santos nos ofrece una garantía de que la gracia está actuando en nosotros y nos incita a una fe cada vez mayor y a una actitud de pobreza llena de confianza”. (n. 2005)

En cuanto a los signos que nos permiten conjeturar el estado del alma, tres principales nos orientan sobre el estado de gracia:

a) El testimonio de la buena conciencia, que entra­ña: el no tener conciencia de pecado mortal; el dolor sincero de los pecados cometidos; el propósito de enmienda y el horror al pecado; el cumplimiento de los preceptos divinos; la victoria en las tentaciones; el amor a las virtudes y el esfuerzo por el evitar el pecado venial.

b) El deleite en las cosas divinas, es decir: el gusto por los libros santos y por la Palabra de Dios; la devoción a la Eucaristía y a la Virgen; la frecuencia de los sacramentos y la oración mental.

c) El desprecio de las cosas mundanas, que supone: no tener apego a las cosas de la tierra, el no sentir gusto en las vanidades del mundo; el huir de las ocasiones del pecado.

Sin embargo, estos signos no nos dan más que una conjetura, por eso, la Escritura nos exhorta a la vigilancia, a la perseverancia, a la santificación:

-Eccl 5,5: Aún del pecado expiado no vivas sin temor, y no añadas pecados a pecados.

-Prov 20,9: ¿Quién puede decir: "He limpiado mi corazón, estoy limpio de pecado"?

-Sal 18.13: ¿Quién podrá conocer sus pecados? Absuélveme de los que se me oculta.

-1 Cor 4,4: Estoy cierto de que de nada me arguye la conciencia, más no por eso me creo justificado; quien me juzga es el Señor.

P. Miguel Ángel Fuentes
El Teólogo Responde

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sábado, 17 de septiembre de 2011

Orgullo de maestra

Al saber que soy maestra, la gente suele preguntarme qué enseño, y mi respuesta de que doy clases de primer grado en una escuela primaria generalmente les arranca un "¡Ah!" tan desabrido, que me gustaría exclamar:

-¿En qué sitio, si no allí, me abrazaría un apuesto jovencito y me diría que me quiere?

-¿Dónde más podría atar lazos para el pelo, ajustar cinturones, ver un desfile de modas a diario, y, aunque siempre me vista de la misma manera, oír decir que mi vestido es bonito?

- ¿En qué otro lugar tendría el privilegio de mover dientes flojos y de arrancarlos cuando terminan de aflojarse?

- ¿Dónde más podría guiar en la escritura de las primeras letras una manita que quizás algún día escriba un libro importante? ¿En qué otra parte olvidaría mis penas porque tengo que atender tantas cortaduras, raspones y corazones afligidos?

- ¿Dónde conservaría el alma joven, sino en medio de un grupo cuya atención es tan efímera que siempre debo tener a mano una caja de sorpresas?

- ¿Dónde me sentiría más cerca del Creador que en un lugar donde, por un esfuerzo que yo he hecho, un niño aprende a leer?

- ¿En qué otro sitio derramaría lágrimas porque hay que dar por terminado un año más de relaciones felices?

webcatolicodejavier.org

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viernes, 16 de septiembre de 2011

Sin Cruz

La gran preocupación del hombre es cómo hacer para sacarse la cruz de los hombros.

Son inmensos los esfuerzos que está haciendo el hombre para evitar la carga de la cruz, del sufrimiento; se quiere tener una vida sin ninguna sombra de sufrimientos, sin dolores, sin problemas; pero en ese afán desmedido el hombre encuentra su penitencia.

El que pretende encontrar un Cristo sin cruz, encontrará una cruz sin Cristo; y una cruz sin Cristo resulta abrumadora, amarga, insoportable de llevar sobre los hombros, imposible de llevar en el corazón.

Iglesia.org

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miércoles, 14 de septiembre de 2011

La Exaltación de la Santa Cruz


Fiesta: 14 de septiembe

La Iglesia, en el día de la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz, celebra la veneración a las reliquias de la Cruz de Cristo en Jerusalén, tras ser recuperada de manos de los persas por el emperador Heráclito.

Según manifiesta la historia, al recuperar el precioso madero, el emperador quiso cargar una cruz, como había hecho Cristo a través de la ciudad, pero tan pronto puso el madero al hombro e intentó entrar a un recinto sagrado, no pudo hacerlo y quedó paralizado. El patriarca Zacarías que iba a su lado le indicó que todo aquel esplendor imperial iba en desacuerdo con el aspecto humilde y doloroso de Cristo cuando iba cargando la cruz por las calles de Jerusalén. Entonces el emperador se despojó de su atuendo imperial, y con simples vestiduras, avanzó sin dificultad seguido por todo el pueblo hasta dejar la cruz en el sitio donde antes era venerada.

Los fragmentos de la santa Cruz se encontraban en el cofre de plata dentro del cual se los habían llevado los persas, y cuando el patriarca y los clérigos abrieron el cofre, todos los fieles veneraron las reliquias con mucho fervor, incluso, su produjeron muchos milagros.

El fragmento de la Cruz de Cristo de mayor tamaño se encuentra en el Monasterio de Santo Toribio de Liébana (Cantabria, España), donde es venerado por decenas de miles de fieles cada año.

Nosotros recordamos con mucho cariño y veneración la Santa Cruz porque en ella murió nuestro Redentor Jesucristo, y con las cinco heridas que allí padeció pagó Cristo nuestras inmensas deudas con Dios y nos consiguió la salvación.

A San Antonio Abad (año 300, fiesta el 17 de enero) le sucedió que el demonio lo atacaba con terribles tentaciones y cuentan que un día, angustiado por tantos ataques, se le ocurrió hacerse la señal de la Cruz, y el demonio se alejó. En adelante, cada vez que le llegaban los ataques diabólicos, el santo hacía la señal de la cruz y el enemigo huía. Y dicen que entonces empezó la costumbre de hacer la señal de la cruz para librarse de males.

De una gran santa se narra que empezaron a llegarle espantosas tentaciones de tristeza. Por todo se disgustaba. Consultó con su director espiritual y este le dijo: "Si Usted no está enferma del cuerpo, ésta tristeza es una tentación del demonio". Le recomendó la frase del libro del Eclesiástico en la S. Biblia: "La tristeza no produce ningún fruto bueno". Y le aconsejó: "Cada vez que le llegue la tristeza, haga muy devotamente la señal de la cruz". La santa empezó a notar que con la señal de la cruz se le alejaba el espíritu de tristeza.

Cuando Nuestra Señora se le apareció por primera vez a Santa Bernardita en Lourdes (Año 1859), la niña al ver a la Virgen quiso hacerse la señal de la cruz. Pero cuando llegó con los dedos frente a la cara, se le quedó paralizada la mano. La Virgen entonces hizo Ella la señal de la cruz muy despacio desde la frente hasta el pecho, y desde el hombro izquierdo hasta el derecho. Y tan pronto como la Madre de Dios terminó de hacerse la señal de la cruz, a la niña se le soltó la mano y ya pudo hacerla ella también. Y con esto entendió que Nuestra Señora le había querido dar una lección: que es necesario santiguarnos más despacio y con más devoción.

Fíjese en la gente cuando hace la señal de la Cruz. Observe, por ejemplo, a los pocos jugadores de fútbol que se santiguan en el campo. ¿Cómo le parece esa cruz que se hacen? ¿No es cierto que más parece un garabato que una señal de la Cruz? ¿Cómo haremos nosotros la señal de la Cruz de hoy en adelante?

Como recuerdo de esta fecha de la exaltación de la Santa Cruz, acuérdese de realizar con más devoción y más despacio su señal de la Cruz.

A continuación se ofrece un texto de Rafael López-Melús, OCD, sobre la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz.

El cristianismo es un mensaje de amor. ¿Por qué entonces exaltar la Cruz? Además, la Resurrección da sentido a nuestra vida, más que la Cruz.

Pero ahí está la Cruz, el escándalo de la Cruz, de San Pablo. Nosotros no hubiéramos introducido la Cruz. Pero los caminos de Dios son diferentes. Los apóstoles la rechazaban. Y nosotros también. Cuando Clovodeo leía la Pasion exclamaba: ¡Ah, si hubiera estado allí yo, con mis francos!

La Cruz es fruto de la libertad y amor de Jesús. No era necesaria. Jesús la ha querido para mostrarnos su amor y su solidaridad con el dolor humano. Para compartir nuestro dolor y hacerlo redentor.

Jesús no ha venido a suprimir el sufrimiento: el sufrimiento seguirá presente entre nosotros. Tampoco ha venido para explicarlo: seguirá siendo un misterio. Ha venido para acompañarlo con su presencia.

En presencia del dolor y muerte de Jesús, el Santo, el Inocente, el Cordero de Dios, no podemos rebelarnos ante nuestro sufrimiento ni ante el sufrimiento de los inocentes, aunque siga siendo un tremendo misterio.

Jesús, en plena juventud, es eliminado y lo acepta para abrirnos el paraíso con la fuerza de su bondad: "En plenitud de vida y de sendero dió el paso hacia la muerte porque Él quiso. Mirad, de par en par, el paraíso, abierto por la fuerza de un Cordero" (Himno de Laudes).

En toda su vida Jesús no hizo mas que bajar: en la Encarnación, en Belén, en el destierro. Perseguido, humillado, condenado. Solo sube para ir a la Cruz. Y en ella está elevado, como la serpiente en el desierto, para que le veamos mejor, para atraernos e infundirnos esperanza. Pues Jesús no nos salva desde fuera, como por arte de magia, sino compartiendo nuestros problemas. Jesús no está en la Cruz para adoctrinarnos olímpicamente, con palabras, sino para compartir nuestro dolor solidariamente.

Pero el discípulo no es de mejor condición que el maestro, dice Jesús. Y añade: "El que quiera venirse conmigo, que reniegue de si mismo, que cargue con su cruz y me siga". Es fácil seguir a Jesús en Belén, en el Tabor. ¡Qué bien estamos aquí!, decía Pedro. En Getsemaní se duerme, y luego le niega.

''No se va al cielo hoy ni de aquí a veinte años. Se va cuando se es pobre y se está crucificado" (Leon Bloy). "Sube a mi Cruz. Yo no he bajado de ella todavía" (El Señor a Juan de la Cruz). No tengamos miedo. La Cruz es un signo más, enriquece, no es un signo menos. El sufrir pasa, el haber sufrido—la madurez adquirida en el dolor—no pasa jamás. La Cruz son dos palos que se cruzan: si acomodamos nuestra voluntad a la de Dios, pesa menos. Si besamos la Cruz de Jesús, besemos la nuestra, astilla de la suya.

La Cruz aceptada—no la buscada—tiene un gran valor... Dijo una ostra a otra ostra: "Siento un gran dolor dentro de mí. Es pesado y redondo y me lastima". Y la otra ostra replicó con arrogancia: "Alabados sean los cielos y el mar. Yo no siento dolor dentro de mí. Me siento bien e intacta". Un cangrejo que pasaba por alli las escuchó y dijo a la que estaba bien e intacta: "Sí, te sientes bien, pero el dolor de la otra es una hermosa perla".

Es la ambiguedad del dolor. El que no sufre, queda inmaduro. El que lo acepta, se santifica. El que lo rechaza, se amarga y se rebela.

Cuán pocos son los que aman la Cruz de Cristo.
Por Tomás de Kempis, del libro Imitación de Cristo


Libro segundo: De la conversión interior
Del Amor a la Santa Cruz de Cristo.

1. Jesucristo tiene ahora muchos amadores de su reino celestial, mas muy pocos que lleven su cruz.

Tiene muchos que desean la consolación, y muy pocos que quieran la tribulación.

Muchos compañeros halla para la mesa, y pocos para la abstinencia.

Todos quieren gozar con Él, mas pocos quieren sufrir algo por Él.

Muchos siguen a Jesús hasta el partir del pan, mas pocos hasta beber el cáliz de la pasión.

Muchos honran sus milagros, mas pocos siguen el vituperio de la cruz.

Muchos aman a Jesús, cuando no hay adversidades.

Muchos le alaban y bendicen en el tiempo que reciben de Él algunas consolaciones: mas si Jesús se escondiese y los dejase un poco, luego de quejarían o desesperarían mucho.

2. Mas los que aman a Jesús, por el mismo Jesús, y no por alguna propia consolación suya, bendícenle en toda la tribulación y angustia del corazón, tan bien como en consolación.

Y aunque nunca más les quisiese dar consolación, siempre le alabarían, y le querrían dar gracias.

3. ¡Oh! ¡Cuánto puede el amor puro de Jesús sin mezcla del propio provecho o amor!

¿No se pueden llamar propiamente mercenarios los que siempre buscan consolaciones?

¿No se aman a sí mismos más que a Cristo, los que de continuo piensan en sus provechos y ganancias?

¿Dónde se hallará alguno tal, que quiera servir a Dios de balde?

4. Pocas veces se halla ninguno tan espiritual, que esté desnudo de todas las cosas.

Pues ¿quién hallará el verdadero pobre de espíritu y desnudo de toda criatura?

Es tesoro inestimable y de lejanas tierras.

Si el hombre diere su hacienda toda, aún no es nada.

Si hiciere gran penitencia, aún es poco.

Aunque tenga toda la ciencia, aún está lejos: y si tuviere gran virtud y muy ferviente devoción, aún le falta mucho; le falta cosa que le es más necesaria.

Y esta ¿cuál es? Que dejadas todas las cosas, deje a sí mismo y salga de sí del todo, y que no le quede nada de amor propio.

Y cuando ha hecho todo lo que conociere que debe hacer, aún piense no haber hecho nada.

5. No tenga en mucho que le puedan estimar por grande, mas llámese en la verdad siervo sin provecho, como dice Jesucristo.

Cuando hubiereis hecho todo lo que os está mandado, aún decid: Siervos somos sin provecho.

Y así podrás ser pobre y desnudo de espíritu, y decir con el profeta: Porque uno solo y pobre soy.

Ninguno todavía hay más rico, ninguno más poderoso, ninguno más libre, que aquel que sabe dejarse a sí y a toda cosa, y ponerse en el más bajo lugar.

webcatolicodejavier.org

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martes, 13 de septiembre de 2011

¿Despiertos o dormidos?

Existe el peligro de adormilarnos, de dejarnos vencer por la pereza, la apatía, la tristeza, la desesperanza.

“Pedro duerme. Judas está despierto”, decía san Pedro Canisio al contemplar las disputas internas en la Iglesia.

Pedro no percibe el peligro. Judas lo está tramando. El primero abandonará al Maestro. El segundo triunfará en sus planes miserables.

Lo que decía san Pedro Canisio vale para tantos momentos de la historia de la Iglesia. Vale también para el día de hoy: los que deberían ayudar al bien no actúan, mientras que los traidores y enemigos de Dios ponen todo su empeño y sus habilidades al servicio del maligno.

El Papa Benedicto XVI recordaba esta frase de san Pedro Canisio al hablar a los sacerdotes de la diócesis de Roma el 10 de marzo de 2011. Al comentarla, el Papa añadía: “Es un tema que nos hace pensar: la somnolencia de los buenos. El Papa Pío XI dijo: «el problema mayor de nuestro tiempo no son las fuerzas negativas, es la somnolencia de los buenos»“.

Frente a este peligro, Benedicto XVI recordaba la mejor terapia, la que nos llega con la invitación de Cristo en el Huerto de los Olivos: “¡Velad!”. El Papa proseguía: “busquemos no dormir en este tiempo, sino que estemos de verdad listos para la voluntad de Dios y para la presencia de su Palabra, de su Reino”.

Nosotros, ¿estamos despiertos o dormimos? ¿Sentimos fuego al ver cómo el enemigo avanza en tantos corazones, o preferimos encerrarnos en un mundo estrecho de egoísmos, de envidias, de golpes bajos, de críticas destructivas, de pasividad? ¿Emprendemos tareas concretas para llevar el Evangelio a los hombres, o dedicamos nuestras energías para criticar cosas buenas que otros hacen, para obstaculizar proyectos válidos de apostolado, para poner trabas a cualquier idea constructiva?

Existe el peligro de adormilarnos, como Pedro, de dejarnos vencer por la pereza, la apatía, la tristeza, la desesperanza. También existe el peligro de caer en un activismo vacío, sin oración, que busca construir al margen de la única Roca que salva, Jesucristo.

Mientras los buenos duermen, otros trabajan con empeño para difundir la confusión, para promover la injusticia, para atrapar a los hombres en las pasiones de la codicia o la soberbia, para sumergir el mundo en estímulos que arrastran hacia los instintos más bajos y destructores.

¿Estamos despiertos o dormidos? La pregunta nos la formula el mismo Dios. Desde la experiencia de Su Amor podemos despertar, podemos emprender el camino de la oración y la renuncia, podemos romper con envidias y complejos que paralizan.

Entonces pondremos lo mejor de nosotros mismos al servicio del Reino, llegaremos a ser verdaderos soldados de Cristo, viviremos como miembros despiertos, activos y generosos de la Iglesia.

P. Fernando Pascual
catholic.net

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lunes, 12 de septiembre de 2011

¿Cómo rezar bien mis oraciones?

Acabo de conversar con un señor que me preguntó si podría recomendarle una oración especialmente poderosa: «Tengo problemas muy serios en mi casa y en el trabajo, necesito la intervención de Dios; recomiéndeme una oración que no falle, la oración más poderosa que usted conozca.»

Pude haberle entregado una selección de las oraciones que hemos recopilado en www.la-oracion.com. Pero ¿hay oraciones más poderosas que otras? ¿Dónde reside el poder de una oración? ¿Tiene sentido preguntar si es más poderosa una novena que un rosario? ¿Tiene valor una oración aunque se haga distraído? ¿Cómo se sabe si se reza «correctamente»?

¿Qué nos enseña la experiencia?

Hay fórmulas u oraciones vocales que a lo largo de los siglos han resultado especialmente «poderosas» para muchos: el Padrenuestro, el Avemaría, la oración de Jesús (Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí pecador), el canto de los salmos, etc.

Quienes han encontrado fruto para el crecimiento en su vida espiritual utilizando estas fórmulas u otras, progresan normalmente en tres momentos:

1. Comienzan a pronunciarlas con los labios o en silencio, dándole un sentido a las palabras mientras están en la presencia de Dios.

2. Luego, dan el paso a decirlas interiormente, hasta que con o sin la fórmula se dirigen a Dios con las actitudes propias de la oración que utilizan (actitud de creatura ante su Creador, de hijo ante su Padre, de pecador rescatado ante su Redentor, de bautizado ante el Espíritu Santo que habita en él, etc.).

3. Un paso más adelante se da cuando esa oración se hace una oración incesante, impregnando completamente toda la persona y toda la vida. Llevan corriendo por sus venas el sentido de las oraciones. El hábito de la presencia de Dios llega a ser para ellos como una segunda naturaleza.

Mientras escribo me sorprendo al recordar cuántas veces he rezado el rosario completamente distraído. Las invocaciones a Jesucristo que rezo todos los días con mi comunidad ¡cuántas veces las he pronunciado con la mente en otra parte! a pesar de que sean bellísimas y de una potente carga teológica y afectiva.

Errores comunes al rezar las oraciones vocales

1. La mentalidad mágica: Creer que pronunciar las fórmulas produce un resultado automático (como un talismán).

2. El formalismo: Creer que por cumplir con una práctica de piedad, ya se hace oración. La atención se centra en la forma, en «hacerlo correctamente»; se da más importancia a la letra que se pronuncia que al espíritu con que se reza.

3. La rutina: A base de repetir una oración que uno se ha propuesto hacer todos los días, se puede caer en el escollo de hacerla inconscientemente, sin darle sentido.

Tres consejos para superar la rutina

Para superar la rutina a mí me ayuda:

1. Antes de iniciar las oraciones, tomar conciencia de lo que voy a hacer y ante quién estoy. Bastan tres segundos.

2. Llevar a la meditación lo que rezo todos los días (por ejemplo las oraciones de la mañana). Cuando se saborea en la meditación cada una de las palabras y de las frases de las oraciones, rumiándolas con calma en la presencia de Dios, se advierte que al volver a pronunciarlas cobran un mayor significado, salen de lo más profundo de la mente y el corazón; al poner más amor en lo que se dice a Jesucristo, las oraciones «dicen más».

3. Cuando me doy cuenta de que he pronunciado una oración sin darle sentido a las palabras, sin centrar la mente en lo que digo y sin hacerlo «con todo el corazón, con toda el alma y con todas mis fuerzas» (cf. Mt 22,37 y Mc 12, 33), aplico un recurso que me ha servido mucho: detenerme y repetir la plegaria utilizando mis propias palabras, con toda espontaneidad.

¿Qué es lo que hace que una oración sea poderosa?

Lo que da valor a una oración es la fe con que se pronuncia. Con palabras o sin palabras, usando fórmulas oficiales de la liturgia y de la piedad cristiana o creando las oraciones personales espontáneamente, lo importante no son las palabras sino el espíritu con que se pronuncian. Allí tenemos el ejemplo de la oración de la cananea, cuando Jesús le dijo: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas. Y desde aquel momento quedó curada su hija.» (Mt 15, 28)

Una oración vocal debe brotar del corazón y ser pronunciada ante Dios con fe y atención para que pueda llamarse oración y para que sea poderosa. El poder de la oración no está en pronunciar determinadas palabras con los labios, sino en hacerlo con plena conciencia y dirigiéndose con fe a Dios Nuestro Señor.

La fuerza de una oración viene no del exterior (las palabras), sino del interior (del corazón). Lo esencial está en estar y permanecer ante Dios; lo importante es la elevación espiritual del corazón humilde a Dios.

Una sola palabra, un recuerdo de Jesús o una simple mirada llena de fe, con un sincero sentimiento de adoración, vale más que centenares de rosarios pronunciados sin sentido, como si de un loro se tratara (de aquí el sentido de la foto de arriba). San Pablo decía: «Prefiero decir cinco palabras con mi mente que mil en lengua desconocida.» (1 Co 14,19)

Por lo demás, no somos nosotros los que «logramos» que una oración sea poderosa, es la gracia de Dios.

Evaristo Sada
la-oracion.com

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domingo, 11 de septiembre de 2011

¿Perdonar? ¿Y cómo se come eso?...

El perdón no es una cuestión de sentimientos, sino de voluntad. Lo importante es querer perdonar.

Mateo 18, 21-35

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó: Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces? Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y les propuso esta parábola: el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: "Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré." Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda. Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: "Paga lo que debes." Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: "Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré." Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: "Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?" Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano.

Oración

Jesús, ten compasión de mí y perdona mis distracciones. Permite que sepa disfrutar plenamente de este momento de intimidad contigo. Te suplico que sea tu Espíritu Santo quien me guíe para que crezca mi amor a Ti y a los demás.

Petición

Señor, que sepa perdonar sinceramente cualquier ofensa que reciba en este día.

Meditación

«Los límites del mal los delimita la Divina Misericordia. Esto no implica que todo el mundo se salve automáticamente por la Divina Misericordia, disculpando así todo pecado, sino que Dios perdonará a todo pecador que acepte ser perdonado. Por eso, el perdón, la superación del mal, pasa por el arrepentimiento. Y si el perdón constituye el límite al mal (¡cuántas lecciones se podrían sacar de esta verdad para superar los conflictos armados!), la libertad condiciona, en cierto modo, a la Divina Misericordia. Dios, en efecto, arriesgó mucho al crear al hombre libre. Arriesgó que rechace su amor y que sea capaz, negando en realidad la verdad más honda de su libertad, de matar y pisotear a su hermano. Y pagó el precio más terrible, el sacrificio de su único Hijo. Somos el riesgo de Dios. Pero un riesgo que se supera con el poder infinito de la Divina Misericordia» (Benedicto XVI, 30 de abril de 2011).

Reflexión:

Cuenta una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto. En un determinado punto del viaje discutieron, y uno le dio una bofetada al otro. Éste, profundamente ofendido, sin decir nada, escribió en la arena: –“Hoy, mi mejor amigo me pegó una bofetada en el rostro”. Siguieron adelante y divisaron un oasis. Torturados por la sed, ambos echaron a correr y el primero que llegó se tiró al agua de bruces sin pensarlo y, de pronto, comenzó a ahogarse. El otro amigo se tiró al agua enseguida para salvarlo. Al recuperarse, tomó un estilete y escribió en una piedra: –“Hoy, mi mejor amigo me salvó la vida”. Intrigado, el amigo le preguntó: –“¿Por qué después que te lastimé, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra?”. Sonriendo, el otro le respondió: –“Cuando un gran amigo nos ofende, debemos escribir en la arena, porque el viento del olvido se lo lleva; en cambio, cuando nos pase algo grandioso, debemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón, donde ningún viento en todo el mundo podrá borrarlo”.

El Evangelio de hoy nos habla del perdón. Y, para ejemplificarlo, nuestro Señor nos cuenta la bellísima historia de dos siervos que debían dinero a sus amos. Pero con la diferencia de que uno de ellos debía a su señor diez mil talentos y el otro cien denarios. ¿Sabes tú lo que es un talento? Es una medida de la antigüedad que consistía en llenar hasta el copete un enorme platillo de balanza con monedas de oro puro. ¿Puedes imaginarte la cantidad de oro que cabría en diez mil platillos de esos? ¡Una cifra astronómica! Y... ¿un denario? Era la unidad comercial de uso común. Podríamos decir hoy, un peso. ¡Compara la diferencia tan abismal!

Pues bien. El primer hombre de la parábola debía a su señor una fortuna descomunal. ¿Cómo podría pagar esa suma tan exageradamente enorme? ¡Estaba en chino! ¿Qué había hecho para endrogarse de tal manera? Para pagarla... le iba a exigir toda una vida de esclavitud a él y a su familia. Y es lo que dice el amo: mandó a sus siervos que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. Y este hombre se postra a los pies de su señor, llorando y suplicándole: “Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré”. Y nos cuenta la parábola que el amo tuvo compasión de ese siervo y lo dejó marchar perdonándole la deuda. ¡Qué generosidad tan infinita! Seguramente que ese dueño, o era demasiado rico y millonario, o la parábola nos quiere dar a entender otra cosa....

Pero sigamos con nuestra historia. Al salir de la presencia de su señor –nos cuenta el Evangelio– encuentra éste a un compañero que le debía a él cien miserables pesitos. Y este tipo, agarrando del cuello a su camarada y casi estrangulándolo, le decía: “Págame lo que me debes”. Éste hizo lo mismo que él había hecho en presencia de su señor escasos minutos atrás: se postra ante él, como él mismo lo había hecho, y le suplica con las mismas palabras que él había empleado: “Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré”. Pero éste se negó y lo metió en la cárcel hasta que pagara su deuda. Pero, ¿no le acababan de perdonar a él diez mil talentos de oro?... ¡Qué tipo tan desgraciado, tan mezquino y tan bastardo!... –y perdón por la palabra—. ¿No nos da rabia cuando lo imaginamos? Y con toda razón. Nos indignamos contra este hombre desalmado y sin madre. Así lo hizo el amo de la parábola... Nuestro Señor concluye lacónicamente: “lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.

¡Ah!, ahora sí entendemos perfectamente, con una claridad meridiana, lo que el Señor nos quería decir con la parábola: ese primer siervo al que se le perdonan los diez mil talentos de oro somos tú y yo. Y ese señor que perdona no es un amo cualquiera, sino Dios mismo. Y la deuda que se nos perdona es una cantidad infinita... Pero también ese siervo inmisericorde y sin entrañas podemos ser tú o yo mismo... ¡Muchísimo ojo con esto, amigo mío, que es de un calibre impresionante!

Esto no quita para nada que nos cueste perdonar. A todos nos cuesta. Pero no hemos de confundir “sentir” rabia cuando nos han ofendido y “querer” perdonar de corazón. El perdón no es una cuestión de sentimientos, sino de voluntad. Lo importante es querer perdonar y ofrecer al prójimo el perdón, aunque la propia sensibilidad siga alterada y como “encabritada”. Dios no quiere que no sintamos –¡no somos de palo!–, sino que aprendamos a perdonar, independientemente del sentimiento. Con la ayuda de Dios, poco a poco se irá sometiendo y apaciguando también este último, pero no es la condición para el perdón. ¿O creemos que Cristo sintió “muy bonito” cuando estaba siendo atormentado por sus verdugos en la cruz? ¿O que fue para Él un lecho de rosas todas las humillaciones, las bofetadas, las calumnias, las burlas, los azotes, la coronación de espinas, el escarnio de sus enemigos? Y, sin embargo, ahí está el ejemplo: “¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!”

Propósito

Esforzarme por eliminar todo rencor para aprender a perdonar como Dios me perdona.

Diálogo con Cristo

Si queremos aprender a perdonar, Señor, aquí tenemos el ejemplo y el motivo para hacerlo. Sólo así podremos rezar el Padrenuestro como verdaderos cristianos: “Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

P. Sergio Cordova
catholic.net

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sábado, 10 de septiembre de 2011

Cautivo de amor

Hay un Prisionero en una cárcel pequeña, El cautivo es Rey de reyes, Señor de señores. La cárcel menuda es el Sagrario: cárcel de amor es llamada (1), porque de amor es el delito. Siendo Dios, vino a ser hombre. Eterno, asumió el tiempo. Inmutable, quiso padecer. Omnipotente, quedó inerme sobre el heno de un pesebre de Belén. Todopoderoso, y fugitivo, cruzó desiertos de amor llenos de arena. Creador del Universo, trabajó con fatiga largos años en el taller de José. Inmenso, anduvo incansable, paso a paso, los caminos de Palestina. Gruesas gotas de sangre manaron de su piel hasta el suelo de Getsemaní. Se entregó porque quiso -quia ipse voluit- a una flagelación cruel, a la coronación de espinas, se abrazó a una cruz, y se dejó clavar en ella, entre dos ladrones y los insultos blasfemo s de criaturas suyas. Todo sin necesidad, por puro amor, para redimir los pecados de todos y cada uno de los hombres y abrirles las puertas del Paraíso.

«Bajo las especies de pan y vino está Él, realmente presente con su Cuerpo y su Sangre, su Alma y su Divinidad. Así, juntándose un infinito amor, ¿qué había de conseguirse sino el mayor milagro y la mayor maravilla» (2).

¿Puede decirse que es «justo» que estés ahí, Cristo, en tu cárcel, inerme, más aún que en Belén, que en Nazaret y el Calvario? Pues sí, digo que es justo, justísimo, porque nos has robado el corazón, y lo has hecho hasta con «alevosía». ¿Por qué te has excedido tanto en tu amor? ¿Por qué nos amas así, con esa locura increíble? ¿No bastaba una sola gota de tu Sangre para redimir mil millones de mundos? ¿No bastaba uno sólo de tus suspiros? ¿Acaso no era suficiente tu sola Encarnación en el seno virginal de María Santísima? ¿Por qué tanto dolor, por qué tanto tormento, por qué...?

¡Es justo, Señor, que ahora estés ahí, cautivo en tu pequeña cárcel oscura! ¡Nos has robado el corazón! Es justo, con esa justicia maravillosa que -en la sublime sencillez divina- se funde con el amor, la misericordia, la generosidad, la verdad, la libertad, la belleza, la armonía, la alegría... ¡Es justo que estés preso porque amas infinitamente, porque te has excedido, y todo exceso debe pagarse! Tú lo expías en el Sagrario.

Lo que no es justo en modo alguno es que yo me quede indiferente, o que te olvide y pase horas sin recordar tu amorosa cautividad. No e s justo que pase un sólo día sin visitarte en el Sagrario, al menos una vez. No es justo que el Sagrario no sea el imán de mis pensamientos, palabras y obras. No es justo que, habiéndome robado Tú mi corazón, no esté donde está mi tesoro. Por eso renuevo ahora mi propósito de centrar entera mi vida en tu cárcel de amor. Y. siempre que pueda, aunque sean breves instantes, iré a visitarte, para decir: Adoro te devote, latens Deitas, te adoro con devoción Dios escondido (3). Con una genuflexión pausada, iba a decir «solemne». Adoro tu presencia real -sub his figuris- bajo las apariencias del pan, donde no hay más pan que tu sustancia: tu Cuerpo, tu Sangre, tu Alma humana, tu Divinidad, con el Padre y el Espíritu Santo.

NOTAS

(1) Josemaría Escrivá, Forja, 827
(2) Juan Pablo II, Homilía, 9-VII-1980
(3) Himno “Adoro te devote”

Antonio Orozco
iglesia.org

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viernes, 9 de septiembre de 2011

Vitaminas para el alma

Cuando las horas de desaliento te invadan el alma, y las lágrimas afloren en tus ojos, búscame: YO SOY AQUÉL que sabe consolarte y pronto detiene tus lágrimas.

Cuando desaparezca tu ánimo para luchar en las dificultades de la vida, o sientas que estas pronto a desfallecer, llámame: YO SOY LA FUERZA capaz de remover las piedras de tu camino y sobreponerte a las adversidades del mundo.

Cuando, sin clemencia, te encontraras sin donde reclinar tu cabeza, corre junto a mi: YO SOY EL REFUGIO, en cuyo seno encontrarás guarida para tu cuerpo y tranquilidad para tu espíritu.

Cuando te falte la calma, en momentos de gran aflicción, y te consideres incapaz de conservar la serenidad de espíritu, invócame: YO SOY LA PACIENCIA que te ayudará a vencer las dificultades más dolorosas y triunfar en las situaciones más difíciles.

Cuando te debatas en los misterios de la vida y tengas el alma golpeada por los obstáculos del camino, grita por mí: YO SOY EL BÁLSAMO que cicatrizará tus heridas y aliviará tus padecimientos.

Cuando el mundo sólo te haga falsas promesas y creas que ya nadie puede inspirarte confianza, ven a mí: YO SOY LA SINCERIDAD, que sabe corresponder a la franqueza de tus actitudes y a la nobleza de tus ideas.

Cuando la tristeza o la melancolía intenten albergarse en tu corazón, clama por mí: YO SOY LA ALEGRÍA que te infunde un aliento nuevo y te hará conocer los encantos de tu mundo interior.

Cuando, uno a uno, se destruyan tus ideales más bellos y te sientas desesperado, apela a mí: YO SOY LA ESPERANZA que te robustece la Fe.

Cuando la impiedad te revele las faltas y la dureza del corazón humano, aclámame: YO SOY EL PERDÓN, que te levanta el ánimo y promueve la rehabilitación de tu alma.

Cuando dudes de todo, hasta de tus propias convicciones, y el escepticismo te aborde el alma, recurre a mí: YO SOY LA FE que te inunda de luz y de entendimiento para que alcances la FELICIDAD.

Cuando ya nadie te tienda una mano tierna y sincera y te desilusiones de los sentimientos de tus semejantes, aproxímate a mí: YO SOY LA RENUNCIA que te enseñará a entender la ingratitud de los hombres y la incomprensión del mundo.

Y cuando al fin, quieras saber quién soy, pregúntale al río que murmura, al pájaro que canta, a las estrellas que titilan. YO SOY LA DINÁMICA DE LA VIDA, Y LA ARMONÍA DE LA NATURALEZA.

ME LLAMO AMOR. SOY EL REMEDIO PARA TODOS LOS MALES QUE ATORMENTEN TU ESPÍRITU.

Ven a mí... que yo te llevaré a las serenas mansiones del infinito... bajo las luces brillantes de la eternidad...

Jesucristo

webcatolicodejavier.org

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jueves, 8 de septiembre de 2011

Natividad de la Virgen María

Fiesta: 8 de septiembre

Hoy nace una clara estrella, tan divina y celestial, que con ser estrella, es tal, que el mismo Sol nace de ella. De Ana y de Joaquin, oriente de aquella estrella divina, sale su luz clara y digna de ser pura eternamente: el alba más clara y bella no le puede ser igual, que, al ser estrella, es tal, que el mismo Sol nace de ella. No le iguala lumbre alguna de cuantas bordan el cielo, porque es el humilde suelo de sus pies la blanca luna: nace en el suelo tan bella y con luz tan celestial, que, con ser estrella, es tal, que el mismo Sol nace de ella".

Así canta el himno de Laudes de esta fiesta. Y de vísperas no es menos encantador: "Canten hoy, pues nacéis Vos, los ángeles, gran Señora, y ensáyense desde ahora, para cuando nazca Dios. Canten hoy, pues a ver vienen, nacida su Reina bella, que el fruto que esperan de ella es por quien la gracia tienen. Digan, Señora, de Vos, que habéis de ser su Señora, y ensáyense, desde ahora, para cuando nazca Dios"

En estas dos encantadoras poesías se halla sintetizada la rica espiritualidad de este día.

Hoy celebramos la fiesta el venturoso nacimiento de la Virgen María, de la cual nacerá el mismo Hijo de Dios que nos traerá la salvación.

A María recien nacida la piropean: La Palabra de Dios: "Eres toda bella, oh María... Mi elegida es Toda bella como la nieve de Líbano... ¿Quién es esta que avanza como un sol...?".

Y el día de su fiesta la saluda la Liturgia: "Celebramos el nacimiento de la Virgen María... Celebramos con gozo... ,,Quién es esta que se asoma como alba? Cantamos de todo corazón la gloria de Cristo, en esta festividad del Nacimiento de la Virgen María... Hoy es el Nacimiento de María Santisima, cuya vida ilustra de esplendor a toda la Iglesia... Hoy ha nacido la Virgen María del linaje de David. Por ella vino la salvación del mundo a los creyentes, y por su vida gloriosa todo el orbe quedó iluminado... Tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, anunció la alegría de todo el mundo... Todos los textos de la Liturgia de las Horas y de la Eucaristía son piropos a esta Mujer sencilla y humilde, pero a la vez la mas grande que jamas vieron los siglos, que acaba de nacer...

¡Felicidades, Madre! Felicidades por Ti, por tu nacimiento. Felicidades, Madre, porque ibas creciendo en el oscuro camino de la fe. Felicidades, Virgen peregrina, porque nos enseñas la ruta de la santidad. Felicidades, Madre, porque un día, un mes, en un lugar, de unos padres... naciste como cualquiera de nosotros y sin embargo de Ti nacerá el Salvador del mundo unos años después. Felicidades a la pobre de Nazareth. Felicidades, Madre, porque todos felicitarán "a la amada, la paloma única, la perfecta". Felicidades, Madre, porque eres la cima, la altura donde reside la divinidad. Felicidades, Madre, porque eres la "Tierra de delicias". Felicidades, Madre, porque eres la Madre de Dios y ...mía tambien.

Texto de Rafael María López-Melús, Carmelita

Himno

I

Hoy nace una clara estrella,
tan divina y celestial,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo sol nace de ella.

De Ana y de Joaquín, oriente
de aquella estrella divina,
sale luz clara y digna
de ser pura eternamente;
el alba más clara y bella
no le puede ser igual,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.

No le iguala lumbre alguna
de cuantas bordan el cielo,
porque es el humilde suelo
de sus pies la blanca luna:
nace en el suelo tan bella
y con luz tan celestial,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.

Gloria al Padre, y gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.

O bien

II

Canten hoy, pues nacéis vos,
los ángeles, gran Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.

Canten hoy pues a ver vienen
nacida su Reina bella,
que el fruto que esperan de ella
es por quien la gracia tienen.

Dignan, Señora de vos,
que habéis de ser su Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.

Pues de aquí a catorce años,
que en buena hora cumpláis,
verán el bien que nos dais,
remedio de tantos daños.

Canten y digan, por vos,
que desde hoy tienen Señora,
y ensáyense desde ahora,
para cuando venga Dios.

Y nosotros que esperamos
que llegue pronto Belén,
preparemos también
el corazón y las manos.

Vete sembrando, Señora,
de paz nuestro corazón,
y ensayemos, desde ahora,
para cuando nazca Dios. Amén.

webcatolicodejavier.org

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miércoles, 7 de septiembre de 2011

Las niñas ya no juegan con muñecas

Los griegos consideraban obsceno lo que no debía ser representado sobre el escenario del teatro, por considerarlo degradante para el espectador. Esta máxima no está en consonancia, en absoluto, con la forma en la que la sociedad de hoy proyecta sus espectáculos en general y en particular, el espectáculo televisivo.

Es más, los valores normales de la vida ya no tienen espacio en algunos programas televisivos que destruyen sistemáticamente la diferencia entre lo normal y lo anormal, trivializando y ridicularizando las conductas morales.

Quizá el caso más sangrante de esta trivialización de los valores sea la sexualización de las menores. Preadolescentes que son disfrazadas de mujeres adultas y lanzadas a la procacidad de “lolitas”, cultivando los atributos sexuales más deseables de la sociedad actual.

Cuenta el corresponsal en Francia del diario El Mundo, Juan Manuel Bellver,- respecto a la polémica en la que ha tenido que dimitir la directora de Vogue París por la publicación en portada de 3 niñas de cinco a siete años vestidas con modelitos de alta costura y en actitud provocativa- “que la frontera entre lo naif y lo procaz puede ser tan sutil en estos casos que hay quien ha visto en estas fotos poses forzadas fuera de lugar para niñas de esa edad”.

En televisión más sutilmente y sin provocar polémicas- por ser la televisión un soporte en el que se banaliza y se frivoliza cualquier cuestión con mayor facilidad, también contemplamos esta exhibición: actrices menores de edad vestidas, maquilladas y peinadas como adultas actuando en series donde el culto al físico, a las relaciones sexuales precoces, al consumo de alcohol y drogas, a la irresponsabilidad de los mayores, a las familias rotas por el divorcio de sus progenitores, son sus temas centrales.

Me cuenta una amiga que cuando sus hijas le demandan ver serie la Hannah Montana o comprar artículos de ésta tiene la misma sensación que cuando compraba una barby a sus hijas de 6 años. Sabía de lo desapropiado del regalo, pero cedía por la presión del “mercado” por el ¡no va a ser nuestra hija la única que no la tenga!

Tenemos que tener en cuenta que quienes trabajan en este medio de comunicación- como dice el filósofo alemán Robert Spaemann- “aplican casi únicamente el criterio del impacto para seleccionar los temas”.

A las niñas en su preadolescencia- personas cultural, física y mentalmente demasiado pequeñas como para participar de los roles sexuales de los adultos- les estamos moldeando para que coincidan con una cultura de adultos erotizada. La tiranía de la televisión sobre la conciencia infantil y juvenil puede educar en este sentido a las menores si los padres se lo permitimos.

Los adolescentes son tremendamente frágiles. Necesitan de unos padres, de una familia donde encontrar la formación en valores adecuada, un cariño y una entrega que les haga sentirse queridos y seguros, el ejemplo vivo y la madurez de unos padres que se empeñan en resolver las dificultades propias de la vida por muy difíciles que sean.

Desde el punto de vista de la formación en la sexualidad, los padres, principales educadores de los adolescentes, no pueden permanecer ajenos a la misión fundamental de educar adecuadamente la afectividad y la sexualidad de éstos.

Carmen de Andrés
sontushijos.org

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domingo, 4 de septiembre de 2011

La corrección fraterna

Antes de corregir, debemos estar muy atentos nosotros para no faltar o equivocarnos en aquello mismo que corregimos a los demás.

Mateo, 18, 15-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Meditación

La corrección fraterna es una obra de misericordia. Ninguno de vosotros se ve bien a sí mismo, ve bien sus faltas. Es un acto de amor, para ser complemento el uno del otro, para ayudar a verse mejor, a corregirse. Justamente una de las funciones de la colegialidad es aquella de ayudarnos, en el sentido también del imperativo precedente, de conocer las lagunas que nosotros mismos no queremos ver –“ab occultis meis munda me” dice el Salmo– de ayudarnos para que estemos abiertos y podamos ver estas cosas.
Naturalmente, esta gran obra de misericordia, ayudarnos los unos a los otros para que cada uno pueda realmente encontrar la propia integridad, la propia funcionalidad como instrumento de Dios, exige mucha humildad y amor. Sólo si proviene de un corazón humilde que no se pone sobre el otro, no se considera mejor que el otro, sino solamente humilde instrumento para ayudarse recíprocamente.
Sólo si se siente esta profunda y verdadera humildad, si se siente que estas palabras vienen del amor común, del afecto colegial en el cual queremos servir juntos a Dios, podemos en este sentido ayudarnos con un gran acto de amor. También aquí el texto griego aumenta cierto matiz, la palabra griega es “paracaleisthe”; es la misa raíz de la que viene la palabra “Paracletos, paraclesis”, consolar.
No sólo corregir, sino también consolar, compartir los sufrimientos del otro, ayudarlo en las dificultades. Y también esto me parece un gran acto de verdadero afecto colegial. En las tantas situaciones difíciles que nacen hoy en nuestra pastoral, alguno se encuentra realmente un poco desesperado, no ve cómo puede salir adelante. En aquel momento tiene necesidad de consuelo, tiene la necesidad de que alguien esté con él en su soledad interior y realice la obra del Espíritu Santo, el Consolador: Aquella de dar aliento, de llevarnos juntos, de apoyarnos mutuamente, ayudados por el Espíritu Santo mismo que es el Gran Paráclito, el Consolador, nuestro Abogado que nos ayuda. Por lo tanto, es una invitación a hacer de nosotros mismos “ad invicem” la obra del Espíritu Santo Paráclito. (SS Benedicto XVI XI Sínodo de Obispos sobre la Eucaristía)

Reflexión

Nos dice nuestro Señor que “si un hermano peca –o sea, falla en cualquier cosa de moral o dignidad en su comportamiento– repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, habrás salvado a tu hermano”. Con esto nos está diciendo el Señor que la corrección es un bien y un servicio que se hace al prójimo. Pero aquí también hay reglas del juego, y hemos de tenerlas muy en cuenta para practicar cristianamente estos consejos de nuestro Señor. Veamos algunas de ellas.

La primera es que, antes de corregir a los propios hijos o a nuestros educandos, debemos estar muy atentos nosotros para no faltar o equivocarnos en aquello mismo que corregimos a los demás; y, por tanto, el que corrige –ya se trate de un maestro, de un educador y, con mayor razón, de un padre o madre de familia– debe hacerlo primero con el propio testimonio de vida y ejemplo de virtud, y después también podrá hacerlo con la palabra y el consejo. Nunca mejor que en estas circunstancias hemos de tener presente el sabio proverbio popular de que “las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra”. Las personas –sobre todo los niños, los adolescentes y los jóvenes– se dejan persuadir con mayor facilidad cuando ven un buen ejemplo que cuando escuchan una palabra de corrección o una llamada al orden.

La segunda regla es que, al corregir, hemos de ser muy benévolos y respetuosos con las personas, sin humillarlas ni abochornarlas jamás, y mucho menos en público. ¡Cuántas veces un joven llega a sufrir graves lesiones en su psicología y afectividad por una educación errada! Y es un hecho que muchos hombres han quedado marcados con graves complejos, nunca superados, a causa de las humillaciones y atropellos que sufrieron en su infancia por parte de quienes ejercían la autoridad. Y no digo yo que no hay que corregir a los niños –dizque para no traumarlos, pero sí que hay formas y formas.

Petición

Señor, te pedimos que al corregir, procuremos usar una gran bondad, mansedumbre y miramiento, y de un hondo sentido de la justicia y la equidad.

Si somos corregidos alguna vez –pues también nosotros estamos sometidos a autoridad–, no nos rebelemos ni tomemos a mal la corrección, sino con buen ánimo, con humildad y sencillez, según Tus palabras: "Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor y no te abatas cuando seas por Él reprendido; porque el Señor reprende a los que ama, y castiga a todo el que por hijo acoge" (Hb 12, 5-6; Prov 3, 11-12).

Te pedimos para que sepamos dar una educación auténticamente cristiana a nuestros hijos y a los niños y jóvenes confiados a nuestro cuidado.

P. Sergio Cordova
catholic.net

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sábado, 3 de septiembre de 2011

¿ Dios o el Diablo ?

Si creo en Dios es para entregarme a El de todo corazón, no temblando de miedo, sino saltando de alegría.

A veces, la gente dice: «fulanito no cree ni en Dios ni en el diablo.» Colocan, así, a los dos en el mismo cesto, lo cual es un grave error, porque, aunque admita sin dudarlo la existencia del diablo, no creo en él de la misma manera que creo en Dios. A Este me entrego por completo, al diablo, no. Además, si creo en Dios es porque admito mucho más que su simple existencia, cosa que también el diablo es capaz de hacer (Santiago 2,19). Si creo en Dios es para entregarme a El de todo corazón, no temblando de miedo, sino saltando de alegría. No juegues, pues, con el verbo «creer» sin saber bien lo que dices.

Te hablo de ello porque, hoy en día, muchos jóvenes no saben ya a qué Dios entregarse, si: al benéfico o al maléfico. Es curioso, porque en nuestra Iglesia ya casi no se menciona al diablo para nada, si no es para definirle como un mito de los tiempos pasados o un fantasma para retrasados mentales, incapaces de distinguir lo religioso de lo psicológico. Incluso algunos teólogos han llegado a dudar de la capacidad de Jesús para clarificar este problema.

Sin embargo, tú estás oyendo hablar de Satanás continuamente, en tus revistas y periódicos llenos de vampiros, brujos, magos y otras especies. Pero, en estas publicaciones, el diablo deja de ser un ángel caído al que Jesús desenmascara y domina, y María aplasta con su calcañal, para convertirse en una cuasi-divinidad, en un competidor de Dios. Por eso, bastantes jóvenes rinden culto a Satanás como el poder que compite con el del Creador.

Estoy recordando a Gabriel, un joven hippie que confesaba a su amiga Elena que él veneraba al mal como la fuerza superior a todas las demás. Por eso llevaba un pequeño ataúd colgando del cinturón. Piensa en Mónica, que un día, a la vuelta de unas convivencias espirituales, decide dar su medalla de la Virgen al primer joven que se encuentre en el metro. Y así lo hace. Pero el joven al que le entrega la medalla se queda sorprendido y, al verla, le contesta: «lo siento, mi Dios es Satán.» Y, pensándolo un poco, añade: «sin embargo, la voy a guardar; así comprobaré quién de los dos es más fuerte.» ¡Espero que María haya defendido su causa y la de su Hijo!»
Esta confusión nos viene desde la noche de los tiempos. En latín, «sagrado» significa al mismo tiempo «bendito» y «maldito». En griego, la palabra «daimon» también significa las dos cosas. De hecho, es la palabra que Pablo utiliza en el Areópago para llamar «religiosos» a los atenienses (Hechos 17,22). Además, hay cultos paganos en los que no se sabe exactamente a quién se reza. En este sentido, Pablo es muy claro: ~ ciertas inmolaciones hechas a los ídolos son hechas, en realidad, al mismo demonio (1 Corintios 10,20). Cuando un hombre pide a la «divinidad» que le ayude a vengarse de su enemigo, que le convierta en un superman invulnerable e inmortal, o que le descubra los secretos del mundo, no puede dirigirse más que al diablo. Sólo Mefistófeles puede escuchar la oración de Fausto. Una oración que, por otra parte, es incapaz de atender, porque el diablo miente más que respira. Así lo hizo con Jesús, cuando le llevó a la cima del monte y le dijo: «te daré todo ese poder y esa gloria, porque me lo han dado a mí y yo lo doy a quien quiero; si me rindes homenaje, todo será tuyo» , (Lucas 4,6).

No creo que tú caigas en tales exageraciones, pero algunas de tus preguntas versan sobre Satán:
- ¿Cree en el diablo?
-¿El demonio es más fuerte que Dios? ¿Cuál es su poder exacto?
-¿cómo pudo Satanás atacar al propio Jesús?
-¿Qué es el anticristo?

El tema te preocupa. Puede que incluso conozcas a algún compañero con teorías y practicas raras. El satanismo es, a mismo tiempo, un error sobre Satanás, cuyo poder se magnifica, y un error sobre Dios, al que se asimila a un poder anónimo, capaz de hacer el bien y el mal. En el fondo, ciertos jóvenes confunden la religión con la conquista (iba a decir captura) y la explotación de un poder. Están dispuestos a pagar cualquier precio por ello, aunque sea un precio exorbitante y alienante como el don de su alma al diablo. Y este pacto les destruye Por eso, el exorcista tiene que identificar al demonio, conocer su nombre y el pacto establecido, para poder liberar al endemoniado.

Amigo mío, no confundas al Padre de Jesús con un dinamismo impersonal, ni la gracia con una posesión diabólica. Es Cristo que vive en ti (Gálatas 2,20) no destruye tu personalidad. El Otro que te dirige a donde tú no quieres ir (Juan 21,18) no te viola ni te violenta. Lejos de deteriorar tu ser, la vida divina lo restaura. Lejos de coartar tu libertad, la gracia la reclama y la activa. No eres el juguete de un mago ni el autómata de un sabio maldito. Jesús no tiene esbirros; sus servidores son sus amigos (Juan 15,15).

La Renovación del Paganismo

« ¿Quién es más fuerte, Dios o Goldorack?», Preguntas. Cuánta angustia se esconde bajo este lenguaje aparentemente infantil! La angustia, es decir, el miedo inherente a todo paganismo.
Y no exagero. Me ciño a las encuestas más recientes. Ya te he dicho que del 74 por 1 00 de jóvenes españoles cree en Dios, el 46 por 1 00 cree en un Dios personal; el 27 por 100, en un Espíritu o fuerza vital, mientras el 18 por 100 es incapaz de identificar al ser o a la fuerza cuya existencia reconoce. Por otra parte, los no creyentes definen su ateísmo en función de las respuestas dadas por los creyentes: niegan la divinidad (mal entendida) que estos últimos reconocen. De ahí que un de las preguntas que planteas de distintas formas sea: «¿Cómo puede saber que Dios nos quiere?». Para hablar de un Dios que nos ama es necesario que ese Dios sea personal. ¡Soy incapaz de imaginarme la ternura que podría sentir hacia mí un espíritu cósmico!

Un Dios impersonal

En la actualidad, como antaño en la tierra de Canaán, lo divino es una energía anónima que puede cumplir diversas y múltiples funciones: hacer llover, conceder hijos, hacer germinar el trigo, ganar una guerra, curar..., etc. Cada santuario tiene su especialidad, como las distintas oficinas de la Administración. El rito no es una oración en el sentido judeo-cristiano, es decir, la súplica confiada dirigida a un verdadero padre, sino el medio infalible para obligar a la divinidad, siempre que se haga correctamente y respetando la tradición. Lo divino es también una realidad misteriosa a la que hay que sorprender por medio de una serie de técnicas adivinatorias, ya que el conocimiento de ese saber oculto proporciona un poder que ya no se encuentra en la magia, sino en la gnosis.

De ahí que no haya oración ni vida espiritual. Sólo el Dios amor puede abrirnos su intimidad para que la compartamos con el. El don y la gracia constituyen lo más específico del judeo-cristianismo.

Tampoco hay pecado, es decir, rechazo total de la ternura de Dios. El pagano se muerde los dedos, pero no conoce la contrición y cree que la divinidad es como una especie de corriente eléctrica de alta tensión a la que es mejor no acercarse.

De ahí que el hombre tenga que reencarnarse, es decir, cambiar de «casa» las veces que le sean necesarias para que ¿y después? Si existe un «después» (algunos partidarios ( la reencarnación no lo estiman necesario), no tiene nada que ver con una comunión, con un «ser con Cristo» (Filipenses 1,23; Tesalonicenses 4,17), sino una supervivencia difusa y muy definida, de tipo cuantitativo y sin ternura alguna. ¡Cuánta angustia y cuántas ganas de huir hay que tener para que esta débiles imágenes puedan alimentar una esperanza!

Un Dios que despersonaliza

El universo neopagano también despersonaliza al hombre. En el Canaán de la Biblia, para hacer llover, germinar nacer, los paisanos practicaban la prostitución sagrada. Cuando lo divino es anónimo, la mujer también; Dios se reduce a su poder y la mujer a su fecundidad.
En nuestros días, la prostitución ya no está relacionada con la religión. Pero, para algunos, la oración se reduce a un: serie de técnicas corporales y psicológicas destinadas a crea el vacío en uno mismo. Se buscan posiciones, se controla la respiración y se repiten unas palabras, para fundirse en un gran todo inmóvil. Los que han vuelto desde las riberas de Ganges a las del Jordán han dado testimonio del carácter destructor de estos métodos, en los que caen ciertos cristianos. He visto, en Bélgica, un cartel con una larga lista de todos lo Monasterios católicos en los que se practicaba y enseñaba el Zen.

Otros confunden el éxtasis con esos estados segundos que se pueden alcanzar por la danza, la droga o el ayuno. Pero, ¿se puede provocar el éxtasis? ¿Constituye éste el último peldaño de la perfección? «Prefiero la monotonía del sacrificio, decía la pequeña Teresa, al éxtasis. Cristo es mi amor y toda mi vida.» Ella lo había entendido. Si Dios es Amor, la santidad no puede ser más que la perfección de la caridad. Los místicos católicos lo han repetido por activa y por pasiva. Si, cuando estoy rezando, me entero de que hay alguien que está hambriento, es preferible interrumpir la oración y socorre verdadero Dios no despersonaliza; al contrario, esta pendiente de cada persona.

En cuanto al cielo, no es la disolución de los individuos, la pérdida de la conciencia. Dios, en su eternidad, permanece atento activo: «no duerme, ni descansa, el guarda Israe1» (Salmo 121,4). La comunión trinitaria no suprime la distinción de las tres Personas divinas. En su reposo, el Padre no cesa de engendrar al Hijo en el Espíritu; la vida bulle y circula sin estancarse, es dada y recibida sin cesar. La felicidad no es soporífera, sino alegre y radiante. Es verdad que el cielo sigue siendo misterioso para nosotros, pero conocemos lo suficiente para saber en qué consiste «la bienaventurada esperanza». No impedir a Dios que me ame, ni privar a los demás de que les debo, intentando desaparecer.

Y así se termina éste nuestro primer diálogo, en el que hemos abordado las cuestiones más importantes por eso valía la pena detenerse un poco más. Espero que no te hayas cansado demasiado. Toma un respiro y reza un buen rato conmigo para agradecer a Dios la gracia recibida.

Al Dios que está por encima de todo lo creado, sólo podíamos llamarle ¡el Desconocido!

Bendito seas por esa voz
que sabe tu Nombre, que viene de ti,
y hace posible que nuestra humanidad te dé gracias.
Tú, a quien ningún hombre ha podido ver, te vemos coger tu parte
de nuestros sufrimientos.
¡Bendito seas por haber mostrado, sobre el Rostro bien amado
del Cristo ofrecido a nuestras miradas, tu inmensa gloria!
Tú, a quien ningún hombre escucho, Nosotros te escuchamos, palabra enterrada En nuestro interior. ¡bendito seas por haber sembrado
En el universo que hay que consagrar, palabras que todavía hablan hoy y nos construyen!
Tú, a quien ningún hombre ha tocado,
nosotros te hemos cogido: el Árbol fue levantado en medio de la tierra.
¡Bendito seas por haber puesto entre las manos de los más pequeños, este Cuerpo en el que no cabe tu corazón de Padre!»

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