miércoles, 29 de febrero de 2012

El niño que vio el Cielo

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martes, 28 de febrero de 2012

3. "Para estímulo de la caridad y las buenas obras": caminar juntos en la santidad

Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12,31-13,13). La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.

Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los talentos» que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc 12,21b; 1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede. Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de 2001], n. 31). Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: «Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10).

Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.

Benedicto XVI
vatican.va

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lunes, 27 de febrero de 2012

2. "Los unos en los otros": el don de la reciprocidad

Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así. El apóstol Pablo invita a buscar lo que «fomente la paz y la mutua edificación» (Rm 14,19), tratando de «agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación» (ib. 15,2), sin buscar el propio beneficio «sino el de la mayoría, para que se salven» (1 Co 10,33). Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.

Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican.

«Que todos los miembros se preocupen los unos de los otros» (1 Co 12,25), afirma san Pablo, porque formamos un solo cuerpo. La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la oración y el ayuno—, radica en esta pertenencia común. Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia. La atención a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos. Cuando un cristiano se percata de la acción del Espíritu Santo en el otro, no puede por menos que alegrarse y glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16).

Benedicto XVI
vatican.va

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domingo, 26 de febrero de 2012

En medio del desierto, el oasis de la caridad

Evangelio: Marcos 1, 12- 15

En aquel tiempo el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás, vivía entre alimañas y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creer en el Evangelio.”

EN MEDIO DEL DESIERTO, EL OASIS DE LA CARIDAD

Cuando uno viaja a la Tierra Santa y visita la ciudad de Jericó, cerca de la cual fue bautizado el Señor en el río Jordán, puede ver muy cerca el desierto montañoso al que Jesús se retiró después de que Juan le bautizara. Tal como relatan los Evangelistas.

Pero más allá de esta localización geográfica, en el breve Evangelio de hoy – sólo cuatro versículos – descubrimos la característica esencial de nuestra vida. Nuestra vida aquí es un tiempo pasado en el desierto. Jesús, permaneciendo cuarenta días en soledad, rodeado de tentaciones, nos está mostrando la realidad de nuestra vida. La vida en este mundo es constante lucha y fatiga. Lucha contra el pecado, contra el mal que nos oprime; y fatiga al comprobar una y otra vez que los que quisiéramos ser todopoderosos y “todofelices” somos, en realidad, muy débiles y limitados.

Jesús, que vino del Padre y al Padre ascenderá resucitado y victorioso, nos muestra, al asumir una vida mortal como la nuestra, que esta vida no es el Paraíso, por mucho que nosotros la adornemos y tratemos de olvidar nuestra frágil condición. El Paraíso terrenal lo poseyó la humanidad salida de las manos del Creador, hasta que el pecado acabó con él. Y el Paraíso definitivo lo podrá poseer la humanidad salida de las manos del Redentor, cuando el hombre venza al pecado. Pero la verdad es que mientras estamos en esta vida, estamos atravesando un desierto, como Jesús; rodeados, también como Jesús, de continuas tentaciones.

La Cuaresma nos ayuda a vivir esta realidad de un modo nuevo; nos invita a pasar por la experiencia del desierto con esperanza. Es desierto, pero está Jesús. Hay tentación, pero la tentación la podemos vencer con Cristo. Se hace larga, pero la travesía por el desierto no es eterna; eterno sólo es Dios; y el Cielo, porque el Cielo es estar definitivamente con Dios.

Se entienden así, tras el silencio de Jesús en el desierto, sus primeras palabras al salir de allí: “Convertíos y creed en el Evangelio”. Convertirse significa poner nuestra vida cara a Dios y no de espaldas a Dios; significa cambiar completamente los esquemas, porque a través de la experiencia de nuestra desértica vida, descubrimos la única fuente de agua viva que es Dios. Se nos abre una senda de amor, porque en Cristo, compañero de viaje, hermano y Maestro, recibimos el amor de Dios.

El Evangelio es el camino de la esperanza para quienes atravesamos el desierto. El mundo nos ofrece falsas esperanzas, aguas que refrescan momentaneamente para luego tener más sed. La Cuaresma contiene, pues, un mensaje positivo: Nuestro fin es Dios. No el desierto, no el egoísmo, no la esclavitud de lo puramente material y pasajero.

No hay mensaje más positivo y esperanzador que el saber que somos amados por Dios. Y que estamos llamados a compartir ese amor. Este es el camino de la conversión, de la Cuaresma. Por ello, el mensaje del Papa para este tiempo cuaresmal, ha sido dedicado este año a la caridad; “La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.”

Emprendamos el camino de conversión personal, que es la senda del recibir el amor de Dios y de compartirlo con los demás. En medio del desierto, el oásis de la caridad.

Con María.

P. Mario Ortega
En la barca de Pedro

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sábado, 25 de febrero de 2012

1. "Fijémonos": la responsabilidad para con el hermano

El primer elemento es la invitación a «fijarse»: el verbo griego usado es katanoein, que significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad. Lo encontramos en el Evangelio, cuando Jesús invita a los discípulos a «fijarse» en los pájaros del cielo, que no se afanan y son objeto de la solícita y atenta providencia divina (cf. Lc 12,24), y a «reparar» en la viga que hay en nuestro propio ojo antes de mirar la brizna en el ojo del hermano (cf. Lc 6,41). Lo encontramos también en otro pasaje de la misma Carta a los Hebreos, como invitación a «fijarse en Jesús» (cf. 3,1), el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe. Por tanto, el verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse ajenos, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada».

También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado recíproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: «El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos» (Carta. Enc. Populorum progressio [26 de marzo de 1967], n. 66).

La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás.

El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el corazón del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el levita «dieron un rodeo», con indiferencia, delante del hombre al cual los salteadores habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y en la del rico Epulón, ese hombre saturado de bienes no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf. Lc 16,19).

En ambos casos se trata de lo contrario de «fijarse», de mirar con amor y compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7). Se comprende así la bienaventuranza de «los que lloran» (Mt 5,4), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza.

El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último. En la Sagrada Escritura leemos: «Reprende al sabio y te amará. Da consejos al sabio y se hará más sabio todavía; enseña al justo y crecerá su doctrina» (Pr 9,8ss). Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado (cf. Mt 18,15). El verbo usado para definir la corrección fraterna —elenchein— es el mismo que indica la misión profética, propia de los cristianos, que denuncian una generación que se entrega al mal (cf. Ef 5,11). La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de «corregir al que se equivoca». Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana.

Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano. El apóstol Pablo afirma: «Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Ga 6,1). En nuestro mundo impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad. Incluso «el justo cae siete veces» (Pr 24,16), dice la Escritura, y todos somos débiles y caemos (cf. 1 Jn 1,8). Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros.

Benedicto XVI
vatican.va

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viernes, 24 de febrero de 2012

Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2012

«Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (Hb 10, 24)

La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.

Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10,24). Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios. El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24).

Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). Me detengo en el versículo 24, que, en pocas palabras, ofrece una enseñanza valiosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal.

Benedicto XVI
vatican.va

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jueves, 23 de febrero de 2012

¿Qué cenizas quieres para mí, Señor?

¿Qué cenizas quieres para mí, Señor?

  • Que te detengas un poco y revises tu vida
  • Que mires de frente tus faltas, tus errores y te arrepientas
  • Que veas en tu prójimo a un hermano, sin ninguna discriminación
  • Que no te desanimes nunca, Yo siempre estaré contigo
  • Que colabores en la construcción de mejorar tu entorno y así, tener un mundo mejor
  • Que no te venza la comodidad y el querer tener más
  • Que evites los gastos superfluos
  • Que te desprendas de tantas cosas que no usas
  • Que sostengas con algún aporte las obras de caridad
  • Que ofrezcas algo de tu tiempo para ayudar o acompañar a alguien
  • Que superes los formalismos, lo rutinario y lo mediocre espiritualmente
  • Que siempre prefieras servir a ser servido
  • Que me busques en el silencio y quieras estar conmigo
  • Que abras tu corazón con sencillez a mi amor misericordioso
  • Que siembres esperanza y paz a tu alrededor

Gracias Señor, porque por el ayuno me purificas, por la limosa me liberas y por la oración me llenas de tí. Porque me das la oportunidad de pedirte perdón, de volver a tí, de llamarte Padre y de tener a Jesús tu Hijo como mi hermano, Señor y Maestro : "El camino que nos conduce a tí, la verdad que nos hace libres y la vida que nos colma de alegría".
Amén.


¡Buena y santa Cuaresma, el Padre nos espera, Él nos ha dado el camino!

mariamedianera.ning.com

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miércoles, 22 de febrero de 2012

Miércoles de Ceniza: el inicio de la Cuaresma

La imposición de las cenizas nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida definitiva se encuentra en el Cielo.

La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza y es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Cuarenta días que la Iglesia marca para la conversión del corazón.

Las palabras que se usan para la imposición de cenizas, son:

- "Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás"

- "Conviérte y cree en el Evangelio".

Origen de la costumbre

Antiguamente, los judíos acostumbraban a cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio y los ninivitas también usaban la ceniza como signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios.

En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un "hábito penitencial". Esto representaba su voluntad de convertirse.

En el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos y desde el siglo XI, la Iglesia de Roma acostumbra poner las cenizas al iniciar los 40 días de penitencia y conversión.

Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos del año anterior. Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a nada.

También, fue usado el período de Cuaresma para preparar a los que iban a recibir el Bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 días de ayuno.

La imposición de ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo. Nos enseña que todo lo material que tengamos aquí se acaba. En cambio, todo el bien que tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres.

Cuando el sacerdote nos pone la ceniza, debemos tener una actitud de querer mejorar, de querer tener amistad con Dios. La ceniza se le impone a los niños y a los adultos.

Significado del carnaval al inicio de la Cuaresma

La palabra carnaval significa adiós a la carne y su origen se remonta a los tiempos antiguos en los que por falta de métodos de refrigeración adecuados, los cristianos tenían la necesidad de acabar, antes de que empezara la Cuaresma, con todos los productos que no se podían consumir durante ese período (no sólo carne, sino también leche, huevo, etc.)

Con este pretexto, en muchas localidades se organizaban el martes anterior al miércoles de ceniza, fiestas populares llamadas carnavales en los que se consumían todos los productos que se podrían echar a perder durante la cuaresma.

Muy pronto empezó a degenerar el sentido del carnaval, convirtiéndose en un pretexto para organizar grandes comilonas y para realizar también todos los actos de los cuales se "arrepentirían" durante la cuaresma, enmarcados por una serie de festejos y desfiles en los que se exaltan los placeres de la carne de forma exagerada, tal como sigue sucediendo en la actualidad en los carnavales de algunas ciudades, como en Río de Janeiro, Brasil o Nueva Orleans, Estados Unidos.

El ayuno y la abstinencia

El miércoles de ceniza y el viernes santo son días de ayuno y abstinencia. La abstinencia obliga a partir de los 14 años y el ayuno de los 18 hasta los 59 años. El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día y la abstinencia es no comer carne. Este es un modo de pedirle perdón a Dios por haberlo ofendido y decirle que queremos cambiar de vida para agradarlo siempre.

La oración

La oración en este tiempo es importante, ya que nos ayuda a estar más cerca de Dios para poder cambiar lo que necesitemos cambiar de nuestro interior. Necesitamos convertirnos, abandonando el pecado que nos aleja de Dios. Cambiar nuestra forma de vivir para que sea Dios el centro de nuestra vida. Sólo en la oración encontraremos el amor de Dios y la dulce y amorosa exigencia de su voluntad.

Para que nuestra oración tenga frutos, debemos evitar lo siguiente:

La hipocresía: Jesús no quiere que oremos para que los demás nos vean llamando la atención con nuestra actitud exterior. Lo que importa es nuestra actitud interior.

La disipación: Esto quiere decir que hay que evitar las distracciones lo más posible. Preparar nuestra oración, el tiempo y el lugar donde se va a llevar a cabo para podernos poner en presencia de Dios.

La multitud de palabras: Esto quiere decir que no se trata de hablar mucho o repetir oraciones de memoria sino de escuchar a Dios. La oración es conformarnos con Él, nuestros deseos, nuestras intenciones y nuestras necesidades. Por eso no necesitamos decirle muchas cosas. La sinceridad que usemos debe salir de lo profundo de nuestro corazón porque a Dios no se le puede engañar.

El sacrificio

Al hacer sacrificios, debemos hacerlos con alegría, ya que es por amor a Dios. Si no lo hacemos así, causaremos lástima y compasión y perderemos la recompensa de la felicidad eterna. Dios es el que ve nuestro sacrificio desde el cielo y es el que nos va a recompensar. Cuando ayunéis no aparezcáis tristes, como los hipócritas que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan, en verdad os digo, ya recibieron su recompensa. Tú cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara para que no vean los hombres que ayunas, sino tu Padre que está en lo secreto: y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará. " (Mt 6,6)"

El sacrificio, es preciso dulcificarlo con un amor grande a Dios. El dolor nos engrandece cuando sabemos sobrellevarlo. La Virgen María en su vida tuvo que llevar a cabo muchos sacrificios y lo hizo con mucha alegría y amor a Dios.

Palabras de Juan Pablo II sobre el miércoles de ceniza (pronunciadas el 16-2-1983)

El miércoles de ceniza se abre una estación espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la preparación del misterio pascual, o sea, el recuerdo de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

Este tiempo vigoroso del Año Litúrgico se caracteriza por el mensaje bíblico que puede ser resumido en una sola palabra: "matanoeiete", es decir "Convertíos". Este imperativo es propuesto a la mente de los fieles mediante el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, con las palabras "Convertíos y creed en el Evangelio" y con la expresión "Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás", invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión, recordando la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte.

La sugestiva ceremonia de la Ceniza eleva nuestras mentes a la realidad eterna que no pasa jamás, a Dios; principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia. La conversión no es, en efecto, sino un volver a Dios, valorando las realidades terrenales bajo la luz indefectible de su verdad. Una valoración que implica una conciencia cada vez más diáfana del hecho de que estamos de paso en este fatigoso itinerario sobre la tierra, y que nos impulsa y estimula a trabajar hasta el final, a fin de que el Reino de Dios se instaure dentro de nosotros y triunfe su justicia.

Sinónimo de "conversión" es así mismo la palabra "penitencia"... Penitencia como cambio de mentalidad. Penitencia como expresión de libre y positivo esfuerzo en el seguimiento de Cristo.

webcatolicodejavier.org

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domingo, 19 de febrero de 2012

En Cristo, todo se ha convertido en un “sí”


Evangelio: Marcos 2, 1- 12

Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la Palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico, y como no podían meterlo por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados quedan perdonados”. Unos letrados, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: “¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?”
Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: “¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico "tus pecados quedan perdonados" o decirle "levántate, coge la camilla y echa a andar?” Pues, para- que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados...” Entonces le dijo al paralítico: Contigo hablo. Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa.” Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: “Nunca hemos visto una cosa igual.”

EN CRISTO, TODO SE HA CONVERTIDO EN UN “SÍ”

La enseñanza de San Pablo a los Corintios – Palabra de Dios, dirigida igualmente a nosotros – nos habla hoy (2ª lectura) de la fidelidad de Dios. “en él – en Cristo – todo se ha convertido en un “sí”; en él todas las promesas han recibido un “sí”. Esta fidelidad es un contraste con la continua infidelidad de los hombres de todos los tiempos. Isaías recoge un lamento divino (1ª lectura) expresado de forma dramática: “Me avasallabas con tus pecados (…). Yo, yo era quien por mi cuenta borraba tus crímenes y no me acordaba de tus pecados.”

Conocer a Dios es, ante todo, descubrir la fidelidad de Dios. Si no conocemos a Dios es porque todavía seguimos encerrados en nuestros esquemas, que juzgan todo según la infidelidad propia del hombre y, así, toda idea de un Dios fiel es considerada siempre como utopía, como ilusión. Es como si todo intento de aceptar a Dios estuviera condenado a fracasar, quedando reducido a engaño; a un engaño más de los demás, o a un autoengaño más de uno mismo. Un “primero sí” que acaba finalmente en un “no” - como explica el Apóstol – porque a esto es a lo que estamos acostumbrados los hombres.

Los párrafos precedentes no quieren parecer sólo teoría y, para poner un buen ejemplo, qué mejor que el que nos ofrece el Evangelio de hoy. Jesús, antes de sanar al paralítico, le perdona sus pecados. Pero sus palabras son recibidas con escepticismo por algunos letrados allí presentes y juzgadas por ellos como blasfemia. Se piensan que son meras palabras humanas, las que se dicen pero no se cumplen, las de “sí” y luego “no”, las que aparentan ser realidad, pero no salen del mundo de la fantasía.

Sin embargo, “en Cristo, todo se ha convertido en un sí”, es decir, Dios nos ha mostrado una fidelidad total, un cumplimiento completo y definitivo de sus promesas. Nos podemos fiar de Él. Y, para dar a todos muestra de ello, obra el milagro. Cristo demuestra que el “sí” de Dios es realidad, y no locura o fantasía, mediante un signo visible: la curación del cuerpo. “Para que veais”, dice a los presentes, “levántate y anda”, dice al paralítico. La Palabra de Cristo es “sí” primero y “sí” al final. Promesa cierta al principio y cumplimiento perfecto final.

Existe una fidelidad más allá de las infidelidades del hombre. Existe la Verdad y la luz, por encima de los engaños y sombras humanas. Existe un Dios fiel que da sentido al mundo y a la vida del hombre que lo habita. Es el Dios que se ha revelado en Cristo: Dios Padre que es fiel, Dios Hijo que es el “amén” o sello de esa fidelidad y Dios Espíritu Santo que perpetúa esa fidelidad a lo largo de los tiempos haciéndola presente en cada hombre.

No creer en Dios es no creer en la fidelidad de Dios. El corazón humano anhela continuamente a Dios porque no puede vivir sin una fidelidad total, sin un “sí” garantizado que sostenga su vida. Por eso, los cristianos hemos de vivir de modo que trasparentemos por nuestras obras y palabras la fidelidad de Dios. Hemos de vivir sirviendo a los demás, bajándolos por el techo hasta Jesús, para que puedan escuchar el “sí” de Dios que sana sus vidas.

No olvidemos que muchas personas podrán descubrir la fidelidad de Dios, si comprueban antes la fidelidad de los cristianos a Dios. Pidamos esa fidelidad a María Santísima, la Virgen fiel.

P. Mario Ortega
En la barca de Pedro

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viernes, 17 de febrero de 2012

El sentido de la vida: Dejarse Amar

Practiquen el amor, a ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda, y sacrificio agradable a Dios el Padre. Efesios 5, 2 – 3

Está escondida la felicidad por allí, en algún rincón de tu corazón, donde delante del deseo de cambio, de transformación, te encontraste con dificultades que te regalaron el rostro más doloroso de la vida, por enfermedad, por muerte, por crisis económica, por crisis vincular. Por historias que, cuando las remontas, llegas tan lejos como podes, armas el árbol genealógico familiar, y descubrís que lo que hoy te pasa, no tiene que ver con tu aquí y ahora sino con una larga historia, sucedida de generación en generación, que no terminaron de encontrar rumbos, y que se vieron marcadas por un modo de ser que difícilmente se puede trastocar, sólo con un buen deseo.

Sin embargo, en algún rincón de tu corazón, y mucho más allá de estas experiencias difíciles, se esconde un proyecto de felicidad. Que supondrá resolverlo todo. Lo que hemos dicho, y más. Lo que no pudimos decir. Y que sólo será posible cuando encontremos una razón y un gran motivo por el cual vivir.

El conocido escritor ruso, Solsestín, cuenta en una de sus obras, a cerca de un filólogo, Rubín, quien comenta a un compañero de celda, lo que le pasó en una de sus clases en la universidad.

Ese día afirmó, en el aula, que la felicidad no existe. Que es una ilusión. O al menos, si existe, es inalcanzable, etérea. No tiene forma, ni figura. Al cabo del tiempo, desde los pupitres le hacen llegar, una notita, al profesor.

«Sin embargo, yo amo (dice un alumno), y soy feliz. ¿Qué dice usted a esto?»

Cuando su compañero de celda, le preguntó cuál había sido su respuesta, Él se encogió de hombros mirando para arriba, y expresó asombrado, un no terminar de entender, aunque intuir, de que lo que le estaban mandando de vuelta al mensaje que el había dejado entrever entre sus amigos, alumnos, venía con una carga que él no tenía adentro suyo, pero que lo animaba como a mirar para adelante.

Fijate vos cuánto se puede decir con un hombro para arriba, y una mirada que habla. El gesto habla. En su gesto, el profesor Rubín, dijo todo eso. Y entonces, la pregunta, que nos hacemos nosotros, en esta mañana es; ¿Será verdad esto? No nos lo preguntamos metafóricamente, nos preguntamos esto mismo con veracidad, ¿Es posible, realmente es posible encontrar la felicidad en el camino de la vida?

Se conocen historias de amor donde en la vida real hay gente que alcanzó, se les ve en la cara, un proyecto de felicidad.

Sin embargo cuando nosotros hemos hecho una experiencia de ensueños desde el amor, con la felicidad, y después nos descubrimos, bajo algún cachetazo de la vida, o algún traspié en el camino, que no era tan fácil la cosa cuando una enamorada, o un enamorado, aparecen con los ojitos brillantes y con la sonrisa a flor de piel, porque te das cuenta de que la primavera le llegó al corazón, si nos preguntan si es posible ser feliz, uno le dice si, pero en el fondo le dice, «ya vas a ver que no es tan fácil».

Y la verdad sea dicha, que si, pero también es cierto que no es tan fácil.

Que es laboriosa. Que, si bien es cierto que un gran amor, puede cambiar la mirada del rostro, o la sonrisa, la posición ante la vida. Si uno lo sabe administrar con madurez, digámoslo así, con sabiduría, este fuego de amor, es el que va a permitir después, superar las dificultades que se cruzan. Desde el lugar de encuentro con el amor.

Es posible. Pero, tratar de alcanzar las felicidades del amor es un arte.

A este arte le vamos a llamar «el arte de amar», simplemente. Cuando aprendemos el arte de amar, aprendemos el camino que conduce al sostenimiento de la felicidad, que nace, sin dudas, como primer impacto de un flechazo de enamoramiento.

Sólo cuando hay un flechazo así, hay posibilidad de encuentro con la felicidad. Cuando hablo de flechazo de enamoramiento, no estoy sólo pensando en el amor de pareja. Sino en el amor de amistad. En el amor que se hace vida que se consagra.

El amor de pareja, el amor matrimonial, en el amor por un gran ideal.

Sólo el amor como flechazo, sostenido en el tiempo, y artísticamente construido, puede ayudarnos a encontrar lo que estamos buscando.

P. Javier Soteras
iglesia.org

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miércoles, 15 de febrero de 2012

Profetas de desventuras‏

Jesús no dijo: «Temblad, que estoy llegando», sino «trabajad mientras vuelvo»

Aquella viejecita -con esa santa ingenuidad que sólo tienen los ancianos y los niños- contaba que asistió un día a un sermón en el que el cura habló con palabras tan terribles del próximo fin del mundo, del sol que se iba a destruir y las estrellas que se iban a caer, que, al salir, «como todo aquello era tan triste, me fui a una pastelería y me comí un dulce».

Yo hubiera hecho algo muy parecido. Porque me temo que si yo estuviera tan convencido de que el mundo se va a acabar en los dos próximos meses, lo más seguro es que, en lugar de tratar de mejorarlo, me dedicase a cultivar mi corazoncete y me olvidase de los demás. Con lo cual -lo sé- corrompería a la vez mi corazoncete y el mundo. Y así anticiparía la hora de su destrucción.

Hablando un poco más en serio, diré que eso es lo que me preocupa del catastrofismo que ahora está tan de moda: que invita más al egoísmo que a la lucha, que reduce la idea de conversión a la de prepararse para morir. Y son cosas muy diferentes.

Pero ¡vaya usted a detener a los amigos de las fábulas! De poco sirvió que Juan XXIII estigmatizase a los profetas de desventuras. Desde entonces hasta hoy se han multiplicado. Pero las palabras del papa Roncalli siguen ahí, lucidísimas:

"Nos llegan de cuando en cuando, en el ejercicio cotidiano de nuestro ministerio, voces que ofenden nuestros oídos, cuando algunas personas, inflamadas de cierto celo religioso, carecen de justeza en su juicio y en su manera de ver las cosas.

En la situación actual de la sociedad no ven más que ruinas y calamidades. Tienen la costumbre de decir que nuestra época ha empeorado profundamente en relación con los siglos pasados y se conducen como si la historia, que es maestra de la vida, no les hubiera enseñado nada ... Nos parece necesario expresar nuestro completo desacuerdo con tales profetas de desgracias que anuncian incesantemente catástrofes, como si el fin del mundo estuviera a la vuelta de la esquina".

Y es que para saber que en el mundo hay muchas cosas que están mal no hace falta ser profeta: basta con tener ojos. Y para aceptar que un día concluirá este mundo y regresará el Señor, no hace falta ser un visionario; basta con tener fe. Pero hay que falsificar mucho el Evangelio para confundir al Señor con el terror y el miedo. Y es que Jesús no dijo: «Temblad, que estoy llegando», sino «trabajad mientras vuelvo».

Por eso yo no tengo ninguna curiosidad por conocer cuándo acabará el mundo. De momento sé que el día de hoy acabará dentro de unas horas y que este año se concluirá el 31 de diciembre y que yo tengo obligación de llenar de amor esas pocas horas y esos pocos días.

Mañana me plantearé la tarea de volver a llenar las horas de mañana, y en el próximo año -si ese año existe y si yo vivo en él- trataré de seguir haciéndolo mejor. Y me da lo mismo que ya sólo quedan dos papas, como dice del señor Fontbrune que dice el supuesto San Malaquías.

De momento, quiero al que hay y estoy seguro de que querré -si llego a verles- a sus sucesores. Y no me preocupan los profetas que anuncian la caída del sol. Por hoy tengo suficiente con darle gracias a Dios por este bonito sol que brilla hoy en el cielo.

José Luis Martín Descalzo
Razones para el amor

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martes, 14 de febrero de 2012

¿ Quién fue San Valentín ?



mariamedianera.ning.com

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domingo, 12 de febrero de 2012

De rodillas, le pidió el leproso: "Si quieres, puedes limpiarme"

Evangelio: Marcos 1, 40-45

En aquel tiempo se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: “Si quieres, puedes limpiarme.” Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó diciendo: “Quiero: queda limpio.” La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él le despidió encargándole severamente: “No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.” Pero cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aún así acudían a él de todas partes.

DE RODILLAS, LE PIDIÓ EL LEPROSO: “SI QUIERES, PUEDES LIMPIARME”

El episodio de la curación del leproso que San Marcos nos ofrece hoy, contiene una de las frases que más debió agradar escuchar a Jesús en sus andanzas por pueblos y ciudades. El leproso se le acercó y, de rodillas, le suplicó diciendo: “Si quieres, puedes limpiarme”.

Tenemos que comprender qué significaba ser leproso desde hacía mucho tiempo hasta la misma época de Jesús. La primera lectura de hoy, del libro del Levítico, nos habla de la prescripción por la que el leproso era considerado impuro y debía vivir excluido de la sociedad, sin acercarse a nadie, avisando de su enfermedad a todos.

Sin embargo, el leproso del Evangelio se acerca a Jesús. Se atreve a dar ese paso, le mueve la fe y la confianza por lo que ha oído hablar del Maestro. Y se pone de rodillas ante Jesús, para, a continuación presentarle su súplica. La hace de forma admirable. Su breve intervención contiene todos los ingredientes de una perfecta oración de petición. Reconoce el poder infinito de Dios, que puede actuar sobre toda miseria que nos domina: “puedes limpiarme”; y reconoce a la vez que dicha acción todopoderosa de Dios es un don: “Si quieres…” Se pone de forma simplicísima, admirablemente humilde, en manos del Señor.

Pero una petición así, que apela directamente al Corazón de Jesús, a su Voluntad y a su amor, es una petición que no puede negar el Señor. ¿Cómo le iba a responder el Señor: “no quiero”? Es imposible para un Dios que se ha revelado todo Amor, negarse a una petición tan llena de fe y humildad.
La petición del leproso nos puede iluminar mucho a nosotros, que tantas cosas pedimos a Dios. ¿Las pedimos con la misma actitud del leproso? ¿Las pedimos de rodillas? ¿No es, más bien, nuestra oración una rutina o pura palabrería?

Quisiera detenerme un poco más en el gesto de estar de rodillas. La liturgia indica esta postura como la más adecuada para expresar la fe en la presencia eucarística de Jesucristo, cuando se hace presente en el momento de la Consagración o cuando permanece ante nosotros en la Custodia o en el Sagrario. Reza no sólo el alma, sino toda la persona, cuerpo y alma. La fe se expresa también a través del cuerpo, y el estar sinceramente de rodillas ante el Señor, expresa mucha fe. No se entiende cómo muchos que puedan insistir tanto en esta dimensión corporal, visible, de la oración (alzar las manos, moverse, etc.) minusvaloren o desprecien después – sacerdotes y laicos – el ponerse de rodillas en la Consagración o el hecho de hacer la genuflexión, o – no digamos ya – el recibir la comunión de rodillas. No se entiende. Cuando es una postura tan bíblica, tan neotestamentaria, tan significativa, tan humana… ¿no sale del corazón el ponerse de rodillas ante la persona que queremos para pedirle, por ejemplo, perdón o esperar de ella algo que se desea mucho?

Llevo en Roma ya unos cuantos meses y me encanta visitar las iglesias y basílicas tan maravillosas que hay aquí. Siempre llenas de turistas. Cuando paso, lo primero que hago es una genuflexión al Sagrario y unos instantes de oración de rodillas. Yo no puedo, como es obvio, asaltar al turista para darle una catequesis de la Eucaristía; él está visitando la Iglesia y yo voy a rezar a la Iglesia, pero es innegable que la genuflexión y la oración hecha de rodillas por cualquier sacerdote o fiel devoto, le está comunicando una presencia sagrada, la de Jesús Eucaristía. “Ante Jesús - exhortaba San Pablo - toda rodilla se doble, en el Cielo y en la tierra”.

En fin, espero que me perdonen los amables lectores de este blog este comentario, quizás demasiado extenso, al hecho de ponerse de rodillas. Pero es que el leproso se puso. Y la oración de súplica que le salió fue muy hermosa. Todos los santos han mostrado también de rodillas su devoción. Pienso ahora en el Beato Juan Pablo II, por ejemplo, que hasta que las condiciones físicas se lo impidieron, permanecía tanto tiempo de rodillas ante el Señor. En algunos viajes, hasta con nerviosismo por parte de quienes velaban por el estricto cumplimiento del protocolo y los horarios. Pero cuánto nos enseñó así. Y cuántas gracias conseguiría del Señor estando de rodillas.

P. Mario Ortega
En la barca de Pedro

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viernes, 10 de febrero de 2012

Jesús carga sobre sí la pena de todos los hombres oprimidos por el mal

TEXTO EN ESPAÑOL DE LA AUDIENCIA GENERAL DEL MIÉRCOLES 8 DE FEBRERO DE 2012

Queridos hermanos y hermanas:

Nuestra reflexión de hoy se centra sobre la oración de Jesús en el momento de su muerte, según la narración de san Marcos y san Mateo. Las seis horas de Jesús sobre la cruz, con los insultos de diversos grupos y la oscuridad que cubrió toda la tierra, culminan con el grito de su oración: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».

Jesús reza usando las palabras del comienzo del salmo veintidós, en las que el salmista manifiesta no sólo el sentimiento de abandono por parte de Dios, sino también la seguridad de su presencia en medio de su pueblo. De esta manera, en el momento del sufrimiento y el abandono, manifiesta su confianza en la cercanía del Padre.

Además, haciendo suyo este salmo del pueblo de Israel que sufre, Jesús carga sobre sí la pena de todos los hombres oprimidos por el mal, y los lleva hasta el corazón de Dios con la certeza de que su grito será escuchado en la resurrección. Así, en el momento extremo, cuando parece que Dios está ausente y en silencio, Jesús reza abandonándose en sus manos.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los sacerdotes del Colegio Sacerdotal Argentino en Roma, a los participantes en el curso promovido por el Centro Internacional de Animación Misionera, a los grupos venidos de España, México, Nicaragua y otros países latinoamericanos.

Que la oración de Jesús sobre la cruz nos enseñe a dirigirnos a Dios con la certeza de que él está siempre presente y nos escucha, y a rezar de modo especial por aquellos hermanos nuestros que sufren o pasan necesidad, para que también ellos sientan el amor de Dios que nunca los abandona. Muchas gracias.

Benedicto XVI
vatican.va

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jueves, 9 de febrero de 2012

Beata Eusebia Palomino Yenes

Fiesta: 9 de febrero

Eusebia Palomino Yenes vio la luz en el crepúsculo del siglo XIX – el 15 de diciembre de 1899 – en Cantalpino, pequeño pueblo de la provincia de Salamanca (España) en una familia tan rica de fe como escasa de medios económicos. Agustín, el padre, que todos recuerdan por su aspecto humilde, hombre de gran bondad y dulzura, trabaja como bracero temporal al servicio de los propietarios terratenientes de los alrededores y su madre Juana Yenes atiende la casa con los cuatro hijos.

Cuando en el invierno el campo reposa y el trabajo falta, el pan escasea. Entonces el padre se ve obligado a pedir ayuda a la caridad de otros pobres en los pueblos de la zona. Algunas veces lo acompaña la pequeña Eusebia de apenas siete años, que ignorante de lo que cuestan algunas humillaciones, disfruta con aquellas caminatas por los senderos del campo y alegremente corretea y salta junto a su padre que le hace admirar la belleza de la creación, y la luminosidad del paisaje de Castilla dándole algunas catequesis que le encantan. Cuando llegan a los pueblos, sonríe a las personas buenas que lo acogen y pide «un poco de pan por amor de Dios».

El primer encuentro con Jesús Eucaristía a la edad de ocho años da a la niña una sorprendente percepción del significado de pertenecer y de ofrecerse totalmente al Señor como don.

Muy pronto tiene que dejar la escuela para ayudar a la familia y después de haber dado prueba de una madurez precoz en cuidar - aún siendo niña – a niños de algunas familias del pueblo mientras los padres van a trabajar. A los doce años va a Salamanca con su hermana mayor y se pone a servir como niñera.

Los domingos por la tarde va al oratorio festivo de las Hijas de Maria Auxiliadora, allí conoce a las hermanas, que deciden pedirle su colaboración para ayudar a la comunidad. Eusebia acepta con mucho gusto y enseguida se pone manos a la obra: ayuda en la cocina, acarrea la leña, ayuda en la limpieza de la casa, tiende la ropa en el patio grande, va a acompañar al grupo de las estudiantes a la escuela estatal y hace los mandados en la ciudad.

El deseo secreto de Eusebia, de consagrarse por entero al Señor, enciende y nutre cada vez más sus actos y su oración. Dice: «Si cumplo con diligencia mis deberes tendré contenta a la Virgen Maria y podré un día ser su hija en el Instituto». No se atreve a pedirlo, por su pobreza y falta de instrucción, no se cree digna de tal gracia: porque piensa, ¡es una congregación tan grande!.

La Superiora visitadora, con la que ella se confía, la acoge con bondad materna y le asegura: «No te preocupes de nada» y con gusto decide admitirla en nombre de la Madre General.

El 5 de Agosto empieza el Noviciado en preparación a la profesión. Se alternan horas de estudio de oración y de trabajo que constituye la jornada de Eusebia que la hacen plenamente feliz. Después de dos años – 1924 – se consagra totalmente al Señor con los votos religiosos que la vinculan mucho más a él.

Es destinada a la casa de Valverde del Camino una pequeña ciudad que en aquella época cuenta con 9.000 habitantes, está situada al extremo sudoeste de España, en la zona minera de Andalucía en los confines con Portugal. Las niñas del colegio y del oratorio, en el primer encuentro se quedan mas bien desilusionadas, la Hermana nueva tiene un aspectos más bien insignificante, pequeña y pálida, no es bonita, con las manos gruesas y además un nombre feo.

A la mañana siguiente, la pequeña Hermana está ya en su lugar de trabajo: un trabajo variado que la ocupa en la cocina, en la portería, en la ropería, en el cuidado del pequeño huerto y en la asistencia a las niñas del oratorio festivo. Es feliz de “estar en la casa del Señor por todos los días de su vida”. Es esta la situación “real”, por la que se siente honrado su espíritu, que habita las esferas más altas del amor.

Las pequeñas se sienten pronto atraídas por las narraciones de hechos misioneros, vidas de santos, episodios de la devoción mariana, o anécdotas de Don Bosco, que recuerda gracias a una feliz memoria y sabe hacerlas atractivas por su convencimiento y su fe sencilla.

Todo en Sor Eusebia, refleja el amor de Dios y el fuerte deseo de hacerlo amar. Sus jornadas de trabajo son una transparencia continua y lo confirman sus temas predilectos de conversación: el amor de Jesús a todos los hombres que ha salvado con su Pasión. Las Llagas santas de Jesús son el libro que Sor Eusebia lee todos los días y del cual saca apuntes de didascalia a través de un sencillo “rosario” que aconseja a todos, también lo hace a través de las cartas, se hace apóstol de la devoción al Amor misericordioso según las revelaciones de Jesús a la religiosa lituana – hoy santa – Faustyna Kowalska, divulgadas en España por el Padre dominico Juan Arintero.

El otro “polo” de la piedad vivida y de la catequesis de Sor Eusebia es la “verdadera devoción mariana” de San Luis Maria Grignion de Montfort. Esta será el alma y el arma del apostolado de Sor Eusebia durante su breve existencia: los destinatarios serán las niñas, los jóvenes, las madres de familia, los seminaristas los sacerdotes. «Quizá no haya párroco en toda España – se dice en los procesos – que no haya recibido una carta de Sor Eusebia a propósito de la esclavitud mariana»

Cuando, a principio de los años 30, España se está preparando a la revolución por la rabia de los sin-Dios votados para el exterminio de la religión, Sor Eusebia no duda en llevar hasta el extremo aquel principio de “disponibilidad”, pronta literalmente, a despojarse de todo. Se ofrece al Señor como víctima para la salvación de España, para la libertad de la religión.

Dios acepta la víctima. En agosto de 1932 un mal improviso es el primer aviso. Después el asma que en diversos momentos ya la había molestado, ahora llega a niveles extremos de intolerancia, se agrava con otros males que van apareciendo y atentan contra su vida.

En este tiempo, visiones de sangre afligen a Sor Eusebia aún más que los dolores físicos. El 4 de octubre de 1934, mientras algunas hermanas rezaban con ella en el lugar del sacrificio, interrumpe y empalidece diciendo: «rezad mucho por Cataluña». Es el principio de la sublevación operaria de Asturias y de la catalana en Barcelona (4-15 octubre 1934) que se llamarán «anticipo revelador». Visión de sangre también para su querida directora Sor Carmen Moreno Benítez, que será fusilada con otra hermana el 6 de septiembre de 1936: actualmente ha sido declarada beata, después del reconocimiento del martirio.

En tanto la enfermedad de Sor Eusebia se agrava: el médico que la asiste admite de no saber definir la enfermedad que, unida al asma le acartona todos los miembros convirtiéndola en un ovillo. Quien la visita siente la fuerza moral y la luz de santidad que irradian aquellos pobres miembros doloridos, dejando absolutamente intacta la lucidez del pensamiento, la delicadeza de los sentimientos y la gentileza del trato. A las hermanas que la asisten les promete: «Daré mis vueltecitas».

En el corazón de la noche entre el 9 y el 10 de febrero de 1935 Sor Eusebia parece dormir serenamente. Durante todo el día los restos mortales adornados con muchísimas flores, son visitados por toda la población de Valverde.

Todos repiten la misma expresión: «Ha muerto una santa»

Fue beatificada por Juan Pablo II el 25 de abril de 2004.

aciprensa.com

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miércoles, 8 de febrero de 2012

Los juicios humanos

Había una vez un matrimonio con un hijo de doce años que tenían un burro. Decidieron viajar, trabajar y conocer el mundo.

Así, al pasar por el primer pueblo, la gente comentaba: "¡Mira ese chico mal educado!. Él arriba del burro y los pobres padres, ya grandes, llevándolo de las riendas!".

Entonces, la mujer le dijo a su esposo: "No permitamos que la gente hable mal del niño." El esposo lo bajó y se subió él.

Al llegar al segundo pueblo, la gente murmuraba: "¡Mira qué sinvergüenza es ese tipo!. Deja que la criatura y la pobre mujer tiren del burro, mientras él va muy cómodo encima!".

Entonces, tomaron la decisión de subirla a ella al burro mientras padre e hijo tiraban de las riendas.

Al pasar por el tercer pueblo, la gente comentaba: "¡Pobre hombre!. Después de trabajar todo el día, debe llevar a la mujer sobre el burro!. ¿Y el pobre hijo?. ¡Qué le espera con esa madre!".

Se pusieron de acuerdo y decidieron subir al burro los tres para comenzar nuevamente su peregrinaje.

Al llegar al pueblo siguiente, escucharon que los habitantes decían:
"¡Son unas bestias, más bestias que el burro que los lleva, van a partirle la columna!".

Por último, decidieron bajarse los tres y caminar junto al burro. Pero al pasar por el pueblo siguiente no podían creer lo que las voces decían sonrientes: "¡Mira a esos tres idiotas: caminan, cuando
tienen un burro que podría llevarlos!"

Moraleja:
Siempre te criticarán, hablarán mal de ti y será difícil que encuentres alguien a quien le conformen tus actitudes. Entonces: ¡Vive como creas!, haz lo que te parezca correcto a ti, lo que te dicte tu conciencia y tu corazón.

webcatolicodejavier.org

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martes, 7 de febrero de 2012

¿Qué vemos cuando vemos un embrión?‏

Los mismos datos pueden ser analizados por un científico de corazón empequeñecido y por otro de principios nobles

Hay realidades profundas que no se ven con el microscopio ni con los ojos de la carne, que no se descubren con los números ni con la báscula.

A un racista puedes enseñarle que este niño de otra piel tiene un DNA humano, está dotado de cabeza, tronco y extremidades, respira, come y usa un lenguaje significativo, y puede darte la mano en señal de amistad. Todos estos datos no serán suficientes para el racista: necesita algo más para descubrir que ese niño es un ser humano digno de respeto.

A algunos científicos les puedes decir que desde la concepción inicia un nuevo proceso vital: comienza a existir un individuo con un DNA distinto del que tienen su padre y su madre, orientado a un crecimiento rápido y bien programado. Puedes ver con ellos que se duplican las células de un modo coordinado y autónomo, que el proceso se orienta, si no hay obstáculos, hacia las etapas futuras: ser feto, nacer, ser niño, adolescente, adulto.

Para esos científicos (pocos, esperamos) esos datos se quedan simplemente en eso, en datos. Pueden medirlos, pueden controlarlos con reactivos químicos, pueden fotografiarlos. Pero se les escapa algo que no se ve en el microscopio: la dignidad propia de todo ser humano en cualquiera de sus etapas de desarrollo.

¿Por qué ocurre esto? Porque la dignidad y el respeto son visibles sólo desde otra perspectiva, desde una profundidad intelectual que supera infinitamente las capacidades analíticas de un complejo instrumental de laboratorio.

La ciencia, conviene recordarlo, se limita a observar, a recoger datos. No hemos de pedir peras al olmo, ni razonamientos filosóficos a las probetas. Por eso mismo no toca al laboratorio determinar quién merece respeto, cariño y protección, y quién no lo merece. En cambio, el científico sí puede decirnos qué tipo de propiedades y características presenta este embrión, por qué se desarrolla, de dónde procede y a dónde va.

Se trata de informaciones importantes para distinguir un embrión humano de un embrión de jabalí, pero llegan sólo hasta allí. El que un animalista proteste porque destruimos huevos de águilas y luego no muestre tanto interés por los embriones humanos viene de algo que va mucho más allá de lo que dicen los datos de laboratorio.

Por eso nos podemos encontrar con dos tipos muy diferentes de científicos. Unos defienden la dignidad de los embriones, de los fetos, de los niños (sean ricos o pobres, sanos o enfermos). Otros, en cambio, dicen que el respeto depende de parámetros de calidad o del número de células que uno pueda tener. No faltan, en este segundo grupo, algunos que acusan a los defensores de la dignidad del embrión humano de usar “prejuicios religiosos”, prejuicios que no serían capaces de fundar la dignidad de un embrión...

En otras palabras: los mismos datos de la embriología científica pueden ser analizados por un científico de corazón empequeñecido y por otro de principios nobles. Las conclusiones de cada uno serán muy diferentes. El primero no sabrá ni querrá respetar a los embriones, a no ser bajo una serie de condiciones que varían según parámetros de interés o de utilidad. El segundo verá en ese ser minúsculo la grandeza de una vida humana, la belleza de una existencia que inicia como iniciamos a vivir cada uno de los adultos que hoy podemos convivir en un planeta lleno de lirios y jilgueros, de madres y padres generosos y buenos.

Todo depende de una perspectiva filosófica y religiosa. Tenerla o no tenerla marca la diferencia. Una diferencia de la que depende el respeto que luego cada uno da a los demás seres humanos (embriones, niños, adultos o ancianos).

No podemos ser neutrales en estos temas, ni siquiera puede serlo un científico. De los prejuicios de cada uno (todos los tenemos, incluso quien no quiere admitirlo) nacerán luego posturas como la de quienes planean destruir embriones humanos para que “progrese” la ciencia, o experimentar con prisioneros de un campo de concentración para mejorar los sistemas sanitarios de una dictadura. Otros, desde prejuicios muy distintos, defenderán la vida de todos los seres humanos en cualquier momento o condición de su existencia, desde que inicia a existir como embrión hasta que muere en una cama de hospital o en una choza pobre pero llena de hombres y mujeres dignos.

Dignos, sí, porque saben reconocer el valor de cada ser humano, aunque se encuentre carcomido por la lepra, aunque sea un niño pobre y sucio, pero con esos ojos que brillan sólo para quienes leen la vida humana más allá de los límites estrechos de lo experimental: con la mirada del espíritu, que puede tocar lo profundo del misterio de la vida humana, de la tuya, de la mía, de la de todos.

P. Fernando Pascual
catholic.net

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domingo, 5 de febrero de 2012

Todo el mundo te busca

Evangelio: Marcos 1, 29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús de la Sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y poseídos. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios; y como los demonios lo conocían no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, se marcho al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: “Todo el mundo te busca.” Él les respondió: “Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido.” Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando demonios.

TODO EL MUNDO TE BUSCA

Me sobrecoge siempre este versículo cuando leo este episodio del Evangelio: “Todo el mundo te busca”, dijeron los apóstoles a Jesús. Y es que la fama del Maestro crecía en progresión geométrica a lo largo y ancho de la región de Galilea y de las regiones limítrofes. Las primeras curaciones que acompañaron a sus palabras desde los primeros instantes de su vida pública, fueron tema de conversación de propios y extraños.

La gente entonces – como ahora y siempre – tiene necesidad de Dios, porque todos experimentamos nuestros límites, los sufrimientos, el azote del dolor, de la injusticia, de la infelicidad. Siendo la felicidad lo que más anhela nuestro corazón. Queremos vernos a salvo del mal que nos rodea, pero comprobamos una y otra vez que solos no podemos. Por eso, aquellas gentes buscaban a Jesús. Cierto que movidos por las necesidades más visiblemente urgentes, como son la enfermedad o el hambre, pero no menos cierto que buscando también, tal vez inconscientemente, una palabra que diera sentido a sus vidas. Por eso buscaban a Jesús.

De manera poética, preciosa, expresa Job sus más profundos sentimientos. Podemos identificar, en la primera lectura de hoy, la misma súplica que nosotros dirigimos tantas veces a Dios. Job se siente contrariado y busca en Dios la luz. Sería necedad que se volviera contra el Único que podía salvarlo y darle paz.

San Pablo traduce, en clave cristiana (2ª lectura), los mismos anhelos. Los de un corazón débil por naturaleza, pero fuerte porque se sabe salvado por Cristo, cuyo Evangelio lo impulsa a anunciar incansablemente esta salvación a los demás. Porque sabe que todos buscan a Cristo.

La mayoría lo busca sin saberlo, inconscientemente, ignorantes de que esa felicidad que anhelan tiene un nombre propio: Jesucristo. En nuestro mundo, materialista y secularizado, donde tantos presumen de haber matado a Dios (utilizando la célebre expresión de Nietzsche), se dan muchas conversiones asombrosas. En medio de tanta crisis, muchos son los que encuentran una luz. Luz inesperada, pero siempre, en el fondo buscada y deseada.

¿Dónde están esos casos de conversión? Los que personalmente conozco, no puedo referirlos aquí, pues son procesos que van, en su mayoría, ligados al sacramento de la confesión. Pero citaré una buena fuente de información, al alcance de todos. La web Religión en Libertad, de mi buen amigo Alex del Rosal, raro es el día en que no se hace eco de algún testimonio sobrecogedor de personas concretas que relatan su encuentro con Cristo. Un testimonio personal, vale más que mil explicaciones.

Todos buscamos a Dios, todos buscan, en realidad a Jesucristo. Hasta el que hace alarde de vivir sin Él. En el fondo del corazón, no se puede prescindir de Dios. Y si no, un ejemplo. Los siguientes versos…
“Vuelve a mí, al último solitario
Mis lágrimas, a torrentes, discurren en cauce
hacia ti
y encienden en mí
el fuego de mi corazón
por ti.
¡Oh, vuelve, mi Dios desconocido!
Mi dolor, mi última suerte, mi felicidad”
¿…Adivinan a quién pertenecen? Pues antes lo hemos citado: son del mismísimo Nietzsche (los he tomado de la obra de F. Würzbach, ed., Das Vermächtnis Friedrich Nietzsches, Salzburg – Leipzig, 1940).

Y es que, Señor, todo el mundo te busca.

P. Mario Ortega
En la barca de Pedro

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sábado, 4 de febrero de 2012

La existencia del demonio y su actuación sobre el hombre‏. PARTE 4

Demonio

"Nadie conoce los lazos en que está preso, ni los que el demonio le prepara: nosotros somos semejantes a las gentes entregadas al vino, que no perciben los cordeles con que los van a atar, ni sienten cuando los atan. (s. Efren., -de morb.ing.- sent. 9, Tric. T. 3, p.78.)"

"Dios clama por sus Profetas, por sus Apóstoles y Evangelistas, y pocos oyen su voz; el diablo llama a los hombres por medio de los bailes, canciones y músicas, y junta una infinidad de gentes. (S. Efren., -Cont. neg. resurrec.- sent. 16, Tric. T. 3, p. 80.)"

"Cuando los demonios se esfuerzan en abatir al alma con el temor y desesperación, otro tanto la levanta la memoria de la misericordia divina con la esperanza de los bienes eternos. Porque Aquel que nos dijo, que era necesario perdonar, no sólo siete veces, sino setenta veces siete, perdonará con más bondad a los que esperan de El su salud. (S. Efren., -de Humilit. compar.- sent. 22, Tric. T. 3, p. 80.)"

"El demonio no se introduce tan fácilmente con la tentación de la gloria humana en los espíritus perezosos y tibios, o en los rudos y pesados, como en los que son más fervorosos y más ricos de méritos y buenas obras: muchas veces derriba con la elevación del orgullo a los que no ha podido mover en otros puntos con los esfuerzos más violentos; pues juzga que cuanto más se han elevado en santidad, más proporcionados los tendrá para caer en sus emboscadas. (S. Ambrosio, -Epist. 84,- sent. 168, Tric. T. 4, p. 348.)"

"Veía yo a Satanás que caía del cielo como un rayo: no temamos, pues, a un enemigo tan débil que tiene que caer. Le dio el Señor libertad para tentar; pero no le concedió facultad para derribar, si el afecto, por no invocar el auxilio, no se resbala con facilidad. (S. Ambrosio, lib. de Parad., c. 2, sent. 2, adic. Tric. T. 4, p. 393.)"

"Todo nuestro trabajo y toda la perfección de nuestra vida, consiste en la vigilancia de nuestro corazón y en el desasimiento de nuestra propia voluntad, por ser incapaces de ver sus tinieblas y de descubrir las emboscadas que nuestro enemigo tiene ocultas, si nuestro espíritu no se desprende de] cuidado de las cosas exteriores, y no entra con aplicación con el examen de sí mismo. (S. Paulino, Ep. 24, ad Sever., sent. 3, Tric. T. 5, p. 330.)"

"En toda la figura de este mundo que pasa, y por medio de los ojos, da deleite al corazón, tiene el demonio tendidas las redes; en su hermosura está el lazo y la espada de la muerte. (S. Paulino, Ep. 2, ad Sever., sent. 3, adic. Tric. T. 5, p. 360.)"

"El demonio se esfuerza contra vosotros con mayor rabia cuando ve que procuramos arreglar nuestra vida; y cuando advierte que hemos trabajado en llenar el navío de nuestro corazón con más preciosos tesoros de gracias, hace todo cuanto puede para causarnos un naufragio mortal. (S. Juan Crisóst., sent. 1, Homil. 1, ad popul. Antioch., Tric. T. 6, p. 300.)"

"Si el demonio no se atreve a entrar en ninguna casa en donde está el Evangelio, mucho menos se atreverá a entrar o introducir el pecado en un alma que continuamente se emplea en leerle. Santificad, pues, vuestra alma y vuestro cuerpo teniendo siempre en vuestro cuerpo y en vuestra alma el Santo Evangelio. (S. Juan Crisóst., Horni. 32, in c. 3, S. Joann., sent. 79, Tric. T. 6, p. 313.)"

"Entre tanto que el demonio nos combatiere sólo por fuera, seremos bastante fuertes para resistirle; pero si le abrimos una vez la puerta de nuestra alma y dejamos entrar este peligroso enemigo, sabed que ya no tendremos fuerzas para defendernos. (S. Juan Crisóst., Sern. de pec. non evulg., n. 4, sent. 224, Trie. T. 6, p. 345.)"

" ¡Qué astuto es el diablo! Como sabe que en la oración alcanzamos de Dios grandes gracias, se esfuerza cuanto puede para apartar las almas imprudentes de un ejercicio tan útil. (San Juan Crisóstomo, Sen-n. de Canan., n. 10, sent. 247, Tric. T. 6, p. 350.)"

"Dios prometió un Reino y los hombres le desprecian. El diablo les prepara un infierno, y le honran y obedecen, siendo así, que el uno es Dios, y el otro no es más que un demonio y la más vil de todas las criaturas. (S. Juan Crisóst., Homi. 6, c. 2, sent. 263, Tric. T. 6, p. 354.)"

"Aunque el demonio es el que nos inspira el amor carnal, con todo eso, de nosotros mismos viene; porque proviene de las compañías, de las lisonjas y de la ociosidad. A la verdad, que tiene tanta fuerza la costumbre, que impone como una necesidad a la naturaleza.

Si la costumbre tiene eficacia para producir el amor malo, no tiene menos para extinguirlo, y así hemos visto que muchos han dejado de amar, porque han cesado de ver. (S. Juan Crisóst., Homi. 5, c. 5, ad Corinth., sent. 335, Tric. T. 6, p. 373.)"

"Así como los que cantan los Salmos están llenos del Espíritu Santo, así los que cantan canciones disolutas y diabólicas están llenos del espíritu inmundo. (S. Juan Crisóst., Hom]. 19, sent. 346, Tric. T. 6, p. 376.)"

"El que siempre tiene el infierno delante, no caerá en él: como al contrario, no le evitará el que le desprecia. (S. Juan Crisóst., Homl. 2, in e. 1, ad Tesal., sent. 365, Tric. T. 6, p. 379.)"

"Dios no permite que el demonio tiente a los fieles, sino en lo preciso para su adelantamiento espiritual. (S. Agust., Saim. 63, sent. 98, Tric. T. 7, p. 4o3.)"

"El diablo sólo persigue a los buenos y no a los malos, porque estos son sus amigos y hacen siempre su voluntad. (S. Cesáreo de Arnés, Serm. 10, sent. 2, Tric. T. 9, p. 44.)"

"Acuérdate, infeliz, que vas caminando entre los lazos del demonio; los cuales, pro todas partes nacen debajo de tus pies: despierta temiendo que tu sueño te precipite en la sombra de una funesta muerte. Desengáñate de la ilusión de una vida larga sobre la tierra, no sea que este error te mantenga en el estado de la culpa y te tenga por más tiempo encerrado en los hábitos perniciosos. Ruega sin cesar a Jesucristo, tu Salvador, que haga que todas las aficiones de tu corazón lleven los frutos de una tierra excelente, y que toda tu vida sea como una fecunda vid, cuyo fruto merezca ser ofrecido a Dios, y que la reciba su Divina Majestad con complacencia. (S. Anselmo, Exhort., ad Contempt. temporal., sent. 2, Tric. T. 9, p. 338.)"

"Más atrevido es el enemigo para envestir por la espalda, que para resistir cara a cara. (S. Bern., Ep. 11, n. 12, sent. 36, Tric. T. 10, p. 324.)"

"No hay seguridad para el que duerme cerca de una serpiente. (S. Berna., Ep. 241, sent. 60, Trie. T. 10, p. 325.)"

"El que rehusa seguir los preceptos, favorece al tentador. (S. Bern., Serm. 77, in Cant., sent. 133, Tric. T. 10, p. 330.)"

"Lo que principalmente persigue el demonio es la perseverancia, porque sabe que a sólo ella se corona. (S. Bem., Ep. 24, sent. 147. Tric. T. 10, p. 330.)"

"Es cambio infeliz y de la mayor locura, por huir del trabajo humano, escoger con el demonio los ardores eternos. (S. Bern., Tract.de Cont. mund., ad Cler., n. 27,ent. 167, tric. T. 10, p. 332.)".

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viernes, 3 de febrero de 2012

La existencia del demonio y su actuación sobre el hombre‏ PARTE 3

No tiene tanto poder para vencernos como para tentarnos. Incluso tiene limitado el poder de tentar

El afirmar que éstos enemigos se oponen a nuestro progreso, lo decimos solamente en cuanto nos mueven al mal, no que creamos que nos determinen efectivamente a él. Por lo demás, ningún hombre podría en absoluto evitar cualquier pecado, si tuvieran tanto poder para vencernos como lo tienen para tentarnos. Si por una parte es verdad que tienen el poder de incitarnos al mal, por otra es tambien cierto que se nos ha dado a nosotros la fuerza de rechazar sus sugestiones y la libertad de consentir en ellas. Pero si su poder y sus ataques engendran en nosotros el temor, no perdamos de vista que contamos con la protección y la ayuda del Señor. Su gracia combate a nuestro favor con un poder incomparablemente superior al de toda esa multitud de adversarios que nos acosan. Dios no se limita únicamente a inspirarnos el bien. Nos secunda y nos empuja a cumplirlo. Y más de una vez, sin percatarnos de ello y a pesar nuestro, nos atrae a la salvación. Es, pues, un hecho cierto que el demonio no puede seducir a nadie, si no es a aquel que libremente le presta el consentimiento de su voluntad. (CASIANO, Colaciones, 7).

El diablo tiene un cierto poder; sin embargo, las más de las veces quiere hacer daño y no puede porque éste poder está bajo otro poder [...], ya que Quien da facultad al tentador, da tambien su misericordia al que es tentado. Ha limitado al diablo los permisos de tentar. (SAN AGUSTIN, Sobre el Sermón de la Montaña, 2).

El diablo no puede dominar a los siervos de Dios que de todo corazón confían en Él. Puede, sí, combatirlos, pero no derrotarlos. (PASTOR DE HERMAS, Epílogo sobre los Mandamientos, 2).

No conoce directamente la naturaleza de nuestros pensamientos

Los espíritus inmundos no pueden conocer la naturaleza de nuestros pensamientos. Únicamente les es dado columbrarlos merced a indícios sensibles o bien examinando nuestras disposiciones, nuestras palabras o las cosas hacia las cuales advierten una propensión por nuestra parte. En cambio, lo que no hemos exteriorizado y permanece oculto en nuestras almas les es totalmente inaccesible.

Inclusive los mismos pensamientos que ellos nos sugieren, la acogida que les damos, la reacción que causan en nosotros, todo ésto no lo conocen por la misma esencia del alma, antes bien, por los movimientos y manifestaciones del hombre exterior. (CASIANO, Colaciones, 7).

Es como un gran perro encadenado, que solamente muerde a quienes se le acercan demasiado

Nos dice San Agustin, para consolarnos, que el demonio es un gran perro encadenado, que acosa, que mete mucho ruido, pero que solamente muerde a quienes se le acercan demasiado. (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre las tentaciones).

Ayuda de los Sacramentos, de la oración, de la limosna y de los sacramentales para vencer la tentación

Me dices que por qué te recomiendo siempre, con tanto empeño, el uso diario del agua bendita. Muchas razones te podría dar. Te bastará, de seguro, ésta de la Santa de Avila: "De ninguna cosa huyen más los demonios, para no tornar, que del agua bendita" (J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 5t2).

Dios nos envía amigos, ora sea un santo, ora un angel, para consolarnos [...]; nos hace sentir con mayor fuerza la eficacia de sus gracias a fin de fortalecernos y armarnos de valor. Mas, al recibir los sacramentos, no es un santo o un angel, es Él mismo quien viene revestido de todo su poder para aniquilar a nuestro enemigo. El demonio, al verle dentro de nuestro corazón, se precipita a los abismos; aquí tenéis, pues, la razón o motivo por el cual el demonio pone tanto empeño en apartarnos de ellos, o en procurar que los profanemos. En cuanto una persona frecuenta los sacramentos, el demonio pierde todo su poder sobre ella. (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la perseverancia)

(Mas líbranos del mal). Nada queda ya que deba pedirse al Señor cuando hemos pedido su protección contra todo lo malo; la cual, una vez obtenida, ya podemos considerarnos seguros contra todas las cosas que el demonio y el mundo pueden hacer. ¿Qué miedo puede darnos el siglo, si en el tenemos a Dios por defensor? (SAN CIPRIANO, en Catena Aurea, vol. II, pp. 371-372).

Ningún poder humano puede ser comparado con el suyo y sólo el poder divino lo puede vencer y tan sólo la luz divina puede desenmascarar sus artimañas. El alma que hubiera de vencer la fuerza del demonio no lo podrá conseguir sin oración ni podrá entender sus engaños sin mortificación y sin humildad (SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 3, 9).

Donde se da limosna no se atreve a penetrar el diablo. (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre la l.a Epístola a los Colosenses, 35).

La ayuda del Ángel Custodio

Acude a tu Custodio, a la hora de la prueba, y te amparará contra el demonio y te traerá santas inspiraciones. (J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 567).

El humilde vence al demonio

Refiérese en la vida de San Antonio que Dios le hizo ver el mundo sembrado de lazos que el demonio tenía preparados para hacer caer a los hombres en pecado. Quedó de ello tan sorprendido que su cuerpo temblaba como la hoja de un árbol, y dirigiéndose a Dios le dijo: "Señor, ¿quién podre escapar de tantos lazos?" Y oyó una voz que le dijo: "Antonio, el que sea humilde; pues Dios da a los humildes la gracia necesaria para que puedan resistir a las tentaciones; mientras permite que el demonio se divierta con los orgullosos, los cuales caerán en pecado en cuanto sobrevenga la ocasión. Mas a las personas humildes el demonio no se atreve a atacarlas" (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la humildad).

La ayuda de la Virgen

El príncipe de este mundo ignora la virginidad de Maria y su parto y la muerte del Señor: tres misterios resonantes cumplidos en el silencio de Dios. (SAN IGNACIO DE ANTIOQUIA, Carta a los Tralianos, 9, 1).

¿Que por momentos te faltan las fuerzas?-¿,Por que no se lo dices a tu Madre: consolatrix afflictorum, auxilium christianorum... spes postra, regina apostolorum? (J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 515).

¡Que cosas nos dicen los santos de Maria! ¡Quien volvio a su casa sin alegria ni gozo, despues de haber pedido a Maria, la Madre del Señor, lo que deseaba? (SAN AMADEO, Homilias).

Asi como Eva fue seducida por un angel para que se alejara de Dios, desobedeciendo su palabra, asi Maria fue notificada por otro angel de que llevaría a Dios en su seno, si obedecia su palabra. Y como aquella fue inducida a no obedecer a Dios, asi esta fue persuadida a obedecerlo, y de esta manera la Virgen Maria se convirtio en abogada de la virgen Eva. (SAN IRENEO, Trat. contra las herejias, 5).

En todo peligro puedes alcanzar la salvacion de esta Virgen gloriosa; por eso se dice: Mil escudos-mil remedios contra los peligros-cuelgan de ella (Cant 4, 4). Igualmente, para cualquier obra virtuosa puedes invocarla en tu ayuda; por eso dice Ella misma: En mi esta toda esperanza de vida y de virtud. (Eclo 24, 25) (SANTO TOMAS, Sobre el Avemaria, 1. c., p. 182).

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jueves, 2 de febrero de 2012

¿Qué es ser provida?



CRUZ DE SAN ANDRÉS

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La existencia del demonio y su actuación sobre el hombre‏ PARTE 2

Diversos Textos sobre el demonio

Escogió el mal

Si miras hacia el sol serás inmediatamente iluminado; si miras hacia la sombra, necesariamente quedarás rodeado de tinieblas. El diablo es malo por haber escogido la maldad libre y conscientemente, no porque su naturaleza esté de por si en oposicion con el bien (SAN BASILIO, Sermón 15).

Su actuación constante cerca del hombre

Siempre está ojo avizor contra nosotros el enemigo antiguo; no nos durmamos. Sugiere halagos, pone celadas, introduce malos pensamientos y, para llevarnos a dolorosa ruina, pone delante lucros y amenaza con perjuicios. Todos ahora y cada uno es probado, cada cual a su modo (SAN AGUSTÍN, Sermón 6).

Las cosas que proceden de la naturaleza y las que parten de nuestra voluntad, son de poca importancia, comparadas con la guerra implacable que nos tiene declarada el demonio. (SAN JUAN CRISÓSTOMO,en Catena Aurea,vol I, p.374).

Nos dice también San Pedro: Vigilad constantemente, pues el demonio esta rondando cerca de vosotros como león rugiente, que busca a quien devorar. Y el mismo Jesucristo nos dice: Orad sin cesar, para que no caigais en la tentación: es decir, que el demonio nos acecha en todas partes. De manera que es preciso contar con que, en cualquier parte o en cualquier estado que nos hallemos, nos acompañará la tentacion. (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre las tentaciones).

Nuestro enemigo el diablo nos rodea siempre, tratando de quitarnos la semilla de la palabra que ha sido puesta en nosotros. (SAN ATANASIO, en Catena Aurea, vol. Vl, p. 396).

La tentación

Como general competente que asedia un fortín, estudia el demonio los puntos flacos del hombre a quien intenta derrotar, y lo tienta por su parte mas débil. (SANTO TOMÁS, Sobre el Padrenuestro, 1. c., p. 162).

Sus armas son la astucia, el engaño y la torpeza espiritual y sus despojos los hombres engañados por él. (SAN BEDA, en Catena Aurea, vol. Vl, p. 30).

Dos pasos del diablo: primero engaña, y después de engañar intenta retener en el pecado cometido. (SANTO TOMÁS, Sobre el Padrenuestro, 1. c. , p. 163).

Las tentaciones de Nuestro Señor son también las tentaciones de sus servidores de un modo individual. Pero su escala, naturalmente, es diferente: el demonio no va a ofreceros a vosotros ni a mi todos los reinos del mundo. Conoce el mercado y, como buen vendedor, ofrece exactamente lo que calcula que el comprador tomará. Supongo que pensará, con bastante razón, que la mayor parte de nosotros podemos ser comprados por cinco mil libras al año, y una gran parte de nosotros por mucho menos. Tampoco nos ofrece sus condiciones de modo tan abierto, sino que sus ofertas vienen envueltas en toda especie de formas plausibles. Pero si ve la oportunidad, no tarda mucho en señalarnos a vosotros y a mi como podemos conseguir aquello que queremos si aceptamos ser infieles a nosotros mismos y, en muchas ocasiones, si aceptamos ser infieles a nuestra lealtad católica. (R. A.KNOX, Sermones pastorales, P. 79).

Trata siempre de sembrar la confusión

El diablo no permite a aquellos que no velan, que vean el mal hasta que lo han consumado. (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. III, p. 345).

Suponed, por ejemplo, que sobre las calles de una populosa ciudad cayera de repente la oscuridad; podeis imaginar, sin que yo os lo cuente, el ruido y el clamor que se produciría. Transeuntes, carruajes, coches, caballos, todos se hallarían mezclados. Así es el estado del mundo. El espíritu maligno que actúa sobre los hijos de la incredulidad, el dios de este mundo, como dice S. Pablo, ha cegado los ojos de los que no creen, y he aquí que se hallan forzados a reñir y discutir porque han perdido su camino; y disputan unos con otros, diciendo uno esto y otro aquello, porque no ven. (CARD.J. H. NEWMAN, Sermón para el Domingo 11 de Cuaresma. Mundo y pecado).

El lobo roba y dispersa las ovejas, porque a unos los arrastra a la impureza, a otros inflama con la avaricia, a otros los hincha con la soberbia, a otros los separa por medio de la ira, a este le estimula con la envidia, al otro le incita con el engaño. De la misma manera que el lobo dispersa las ovejas de un rebaño y las mata, así también hace el diablo con las almas de los fieles por medio de las tentaciones. (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 14 sobre los Evang.).

Siendo un angel apóstata, no alcanza su poder más que a seducir y apartar el espíritu humano para que viole los preceptos de Dios, oscureciendo poco a poco el corazon de aquellos que tratarían de servirle, con el propósito de que olviden al verdadero Dios, sirviéndole a él como si fuera Dios. Ésto es lo que descubre su obra desde el principio. (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 5).

Perverso maestro es el diablo, que mezcla muchas veces lo falso con lo verdadero, para encubrir con apariencia de verdad el testimonio del engaño. (SAN BEDA, en Catena Aurea, vol. IV, p. 76).

En la hora de la muerte

Debemos procurar pensar con santo temor cuán furioso y terrible se presentará el demonio en el dia de nuestra muerte, buscando en nosotros sus obras; cuando vemos que se presentó a Dios al morir en su carne, y buscó alguna de sus obras en Aquel en quien nada pudo encontrar. (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 39 sobre los Evang.).

Trata de aprovechar cualquier circunstancia y estado de ánimo especialmente la tristeza

Alguien podría quiza preguntar: ¿cómo se explica que el diablo utilice las citas de la Sagrada Escritura?

No tiene mas que abrir el Evangelio y leer. Encontrará escrito: Entonces el diablo lo tomó -se trata del Señor, del Salvador- y lo puso sobre lo alto del templo y le dijo: si eres el Hijo de Dios, échate de aquí abajo; pues está escrito: te he encomendado a los ángeles, los cuales te tomarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra (Mt 4, 5-6).

¿Qué no hará a los pobres mortales el que tuvo la osadía de asaltar, con testimonios de la Escritura, al mismo Señor de la majestad? (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, n. 26).

Después (de cometido el mal) el diablo exageró de tal manera su tristeza que llegó a perder al desgraciado. Algo semejante pasó en Judas, pues después que se arrepintió no supo contener su corazón, sino que se dejo llevar por la tristeza inspirada por el diablo, la cual le perdió. (ORIGENES, en Catena Aurea, vol. III, p. 346).

El pecador queda, en cierto modo, bajo la potestad del demonio

De la misma manera que la nave (una vez roto el timón) es llevada a donde quiere la tempestad, así también el hombre, cuando pierde el auxilio de la gracia divina por su pecado, ya no hace lo que quiere, sino lo que quiere el demonio. (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. III, p.

Cuando el demonio se aparta de alguno, acecha el instante oportuno, y cuando le ha inducido a un segundo pecado, acecha la ocasión para el tercero. (ORIGENES, en Catena Aurea, vol. III, p. 346).

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miércoles, 1 de febrero de 2012

La existencia del demonio y su actuación sobre el hombre‏ PARTE 1

El demonio es como un gran perro encadenado, que solamente muerde a quienes se le acercan demasiado

Citas de la Sagrada Escritura sobre el demonio


1. Existencia

He visto a Satanás caer del cielo a manera del relámpago. Lc 10, 18.

Vosotros sois hijos del diablo [...]. El fue homicida desde el principio, no permaneció en la verdad. Jn 8, 44.

Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que, amarrados con cadenas infernales, los precipitó al abismo donde son atormentados. 2 Pdr 2, 4.

A los ángeles que no conservaron su dignidad, sino que abandonaron su morada, los echó (Dios) en el abismo tenebroso con cadenas eternas. Jud 6.

Apartáos de mí, malditos, al fuego eterno, que fue destinado para el diablo y sus ángeles. Mt 25, 41.

2. Oposición entre Jesús y el diablo

Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo [...]. El diablo le dijo: Todas estas cosas te daré si postrándote ante mí me adorares. Respondióle Jesús: Apártate de mí, Satanás. Mt 4, 1-9; Mc 1, 12-13; Lc 4, 1-13.

El enemigo que sembró la cizaña es el diablo. Mt 13, 39.

Los escribas decían: Esta poseido de Belcebú, y así por arte del príncipe de los demonios es como lanza los demonios. Mas les contestaba con estos similes: ¿Cómo puede Satanás arrojar al mismo Satanás? Si un reino se divide no puede subsistir Mc 3, 22-24; Mt 12, 24-32, Lc 11, 15-20.

Curó (Jesús) a muchas personas, afligidas de varias dolencias, y lanzó a muchos demonios, sin permitirles decir que sabían quien era. Mc 1, 34.

Señor, ten compasión de mi hijo, porque es lunático [...] y lo he presentado a tus discípulos y no han podido curarle. Jesús dijo: Traédmelo acá. Y Jesús amenazó al demonio y salió del muchacho, que quedó curado. Mt 17, 14-17; Mc 9, 17-28; Lc 9, 38-44.

Los que creyeren lanzaran los demonios en mi nombre. Mc 16, 17.

Señor, hasta los demonios mismos se sujetan a nosotros por la virtud de tu nombre. Lc 10, 17.

Un hombre poseido del espíritu inmundo exclamó diciendo: ¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, oh Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? Mt 8, 29; Mc 1, 24; 5, 7; Lc 8, 28.

Ahora "el príncipe de este mundo" va a ser lanzado fuera. Jn 12, 31.

¿Qué compañía puede haber entre la luz y las tinieblas? ¿qué concordia entre Cristo y Belial? 2 Cor 6, 14-15.

3. Su actuación sobre el hombre

Sed sobrios y vigilantes: porque vuestro enemigo el diablo anda girando como león rugiente alrededor de vosotros, en busca de presa que devorar. I Pdr 5, 8.

Quisimos pasar a visitaros y en particular yo, Pablo, lo he resuelto varias veces; pero Satanás nos lo ha estropeado [...]. I Tes 2, 18.

Los que contradicen la verdad [...] están enredados en los lazos del diablo, que los tiene presos a su arbitrio. 2 Tim 2, 25-26.

Dijo también el Señor: Simón, mira que Satanás va tras de vosotros para zarandearos como el trigo. Mas yo he rogado por ti. Lc 22, 31 -32.

El que oye la palabra del reino y no para en ella su atención, viene el mal espíritu y le arrebata aquello que se había sembrado en su corazón. Mt 13, 19.

Se me ha dado el estímulo de mi carne, un angel de Satanás para que me abofetee. 2 Cor 12, 7.

El mismo Satanás se transforma en angel de luz, así no es mucho que sus ministros se transfiguren en ministros de justicia. 2 Cor 11, 14-15.

Satanás se apodero de Judas, el cual fue a tratar con los príncipes de los sacerdotes Lc 22, 3-4; Jn 13, 17.

Temo que así como la serpiente engañó a Eva con su astucia, así sean manchados vuestros espíritus. 2 Cor 11, 3.

Revestíos de toda la armadura de Dios, para poder contrarrestar las asechanzas del diablo, pues [...] nuestra pelea es contra los espíritus malignos. Efes 6, 11 - 12.

Si os enojáis, no queráis pecar [...]. No déis lugar al diablo. Efes 4, 26-27.

Éstos son espíritus de demonios, que hacen prodigios y van a los reyes de la tierra para coaligarlos en batalla el gran día del Dios todopoderoso. Apoc 16, 14.

Satanás saldrá de su prisión y engañará a las naciones que hay sobre los cuatro ángulos del mundo. Apoc 20, 7.

Quien comete pecado, del diablo es; porque el diablo desde el momento de su caída continúa pecando. Por eso vino el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. I Jn 3, 8.

Estad, pues, sujetos a Dios y resistid al diablo y huirá de vosotros. Sant 4, 7.

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Estoy cansado de trabajar y de ver a la misma gente, camino a mi trabajo todos los días, llego a la casa y mi esposa sirvió lo mismo de la c...

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