viernes, 17 de febrero de 2012

El sentido de la vida: Dejarse Amar

Practiquen el amor, a ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda, y sacrificio agradable a Dios el Padre. Efesios 5, 2 – 3

Está escondida la felicidad por allí, en algún rincón de tu corazón, donde delante del deseo de cambio, de transformación, te encontraste con dificultades que te regalaron el rostro más doloroso de la vida, por enfermedad, por muerte, por crisis económica, por crisis vincular. Por historias que, cuando las remontas, llegas tan lejos como podes, armas el árbol genealógico familiar, y descubrís que lo que hoy te pasa, no tiene que ver con tu aquí y ahora sino con una larga historia, sucedida de generación en generación, que no terminaron de encontrar rumbos, y que se vieron marcadas por un modo de ser que difícilmente se puede trastocar, sólo con un buen deseo.

Sin embargo, en algún rincón de tu corazón, y mucho más allá de estas experiencias difíciles, se esconde un proyecto de felicidad. Que supondrá resolverlo todo. Lo que hemos dicho, y más. Lo que no pudimos decir. Y que sólo será posible cuando encontremos una razón y un gran motivo por el cual vivir.

El conocido escritor ruso, Solsestín, cuenta en una de sus obras, a cerca de un filólogo, Rubín, quien comenta a un compañero de celda, lo que le pasó en una de sus clases en la universidad.

Ese día afirmó, en el aula, que la felicidad no existe. Que es una ilusión. O al menos, si existe, es inalcanzable, etérea. No tiene forma, ni figura. Al cabo del tiempo, desde los pupitres le hacen llegar, una notita, al profesor.

«Sin embargo, yo amo (dice un alumno), y soy feliz. ¿Qué dice usted a esto?»

Cuando su compañero de celda, le preguntó cuál había sido su respuesta, Él se encogió de hombros mirando para arriba, y expresó asombrado, un no terminar de entender, aunque intuir, de que lo que le estaban mandando de vuelta al mensaje que el había dejado entrever entre sus amigos, alumnos, venía con una carga que él no tenía adentro suyo, pero que lo animaba como a mirar para adelante.

Fijate vos cuánto se puede decir con un hombro para arriba, y una mirada que habla. El gesto habla. En su gesto, el profesor Rubín, dijo todo eso. Y entonces, la pregunta, que nos hacemos nosotros, en esta mañana es; ¿Será verdad esto? No nos lo preguntamos metafóricamente, nos preguntamos esto mismo con veracidad, ¿Es posible, realmente es posible encontrar la felicidad en el camino de la vida?

Se conocen historias de amor donde en la vida real hay gente que alcanzó, se les ve en la cara, un proyecto de felicidad.

Sin embargo cuando nosotros hemos hecho una experiencia de ensueños desde el amor, con la felicidad, y después nos descubrimos, bajo algún cachetazo de la vida, o algún traspié en el camino, que no era tan fácil la cosa cuando una enamorada, o un enamorado, aparecen con los ojitos brillantes y con la sonrisa a flor de piel, porque te das cuenta de que la primavera le llegó al corazón, si nos preguntan si es posible ser feliz, uno le dice si, pero en el fondo le dice, «ya vas a ver que no es tan fácil».

Y la verdad sea dicha, que si, pero también es cierto que no es tan fácil.

Que es laboriosa. Que, si bien es cierto que un gran amor, puede cambiar la mirada del rostro, o la sonrisa, la posición ante la vida. Si uno lo sabe administrar con madurez, digámoslo así, con sabiduría, este fuego de amor, es el que va a permitir después, superar las dificultades que se cruzan. Desde el lugar de encuentro con el amor.

Es posible. Pero, tratar de alcanzar las felicidades del amor es un arte.

A este arte le vamos a llamar «el arte de amar», simplemente. Cuando aprendemos el arte de amar, aprendemos el camino que conduce al sostenimiento de la felicidad, que nace, sin dudas, como primer impacto de un flechazo de enamoramiento.

Sólo cuando hay un flechazo así, hay posibilidad de encuentro con la felicidad. Cuando hablo de flechazo de enamoramiento, no estoy sólo pensando en el amor de pareja. Sino en el amor de amistad. En el amor que se hace vida que se consagra.

El amor de pareja, el amor matrimonial, en el amor por un gran ideal.

Sólo el amor como flechazo, sostenido en el tiempo, y artísticamente construido, puede ayudarnos a encontrar lo que estamos buscando.

P. Javier Soteras
iglesia.org

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