jueves, 15 de marzo de 2012

El pasaporte espiritual

Cuando vamos a marcharnos de viaje al extranjero, nos preocupamos de comprobar cuidadosamente todas las normas que el país de destino tiene en relación al pasaporte. En ocasiones, no es suficiente tener el pasaporte vigente, ya que ciertos países no admiten pasaportes que vayan a caducar en los seis meses siguientes a la finalización del viaje.

Sin embargo, nunca nos preocupamos lo suficiente del pasaporte más importante, que es el alma, pasaporte espiritual que nos permite entrar en el Cielo después de nuestra vida terrenal.

La gracia santificante es un don permanente y sobrenatural, es decir, superior a las posibilidades de la naturaleza, que eleva y perfecciona nuestra alma haciendo que seamos hijos de Dios y herederos del cielo. Mientras estemos "en gracia de Dios", es decir, mientras tengamos nuestro pasaporte espiritual vigente, significa que poseemos la gracia santificante, es decir, tenemos el alma libre del pecado mortal. Un pecado mortal es elegir deliberadamente, es decir, sabiéndolo y queriéndolo, una cosa gravemente contraria a la ley de Dios. La consecuencia inmediata es la pérdida de la gracia santificante, es decir, del estado de gracia. Si una persona muriese en estas condiciones, iría a parar al infierno. En el momento en que lo cometemos, sería equivalente a caducar voluntariamente nuestro pasaporte espiritual. Para recuperar el estado de gracia, deberíamos arrepentirnos y acudir a un sacerdote para obtener el perdón. Esto equivaldría a que el sacerdote nos expediera de nuevo el pasaporte espiritual.

Aunque hayamos realizado muchas acciones buenas durante nuestra vida, si tenemos un pecado mortal y no lo hemos confesado, dichas acciones no tienen valor ante Dios. Es decir, aunque hayamos hecho muchos viajes en nuestra vida terrenal, si tenemos el pasaporte caducado, no nos dejarán viajar al país que queremos visitar. Después de confesarnos de los pecados mortales con un sacerdote, todas nuestras buenas acciones vuelven a cobrar el valor original que tenían ante Dios. Esto equivale a que el sacerdote nos facilita un nuevo pasaporte espiritual en regla y Dios nos devuelve los méritos adquiridos que teníamos antes de pecar mortalmente. Además, no lleva fecha de caducidad.

El pecado venial es una ofensa que no rompe la relación con Dios, pero sí la debilita. La persona que no luche interiormente contra estos pecados se hace más vulnerable al pecado mortal. Constituye un tropiezo en el camino para seguir a Jesucristo. Equivaldría a ir manchando el pasaporte, aunque esté vigente. Es conveniente arrepentirse y acudir al sacramento de la confesión regularmente para librarnos de estos pecados. Equivaldría a que un sacerdote nos limpiase el pasaporte espiritual con regularidad, para poderlo presentar ante Dios en las mejores condiciones.

No sabemos cuándo finalizará nuestra vida terrenal. Por ello, pidamos a la Virgen María y a Jesucristo que nos ayude a preocuparnos de llevar siempre nuestro pasaporte espiritual en regla, que nos acredita como herederos de la vida eterna. De esta forma, llegado el momento, podremos solicitar el canje por el pasaporte de la vida eterna, que nos proporcionará Dios Padre como ciudadanos del Reino de los Cielos.

Javier López
Web Católico de Javier
webcatolicodejavier.org

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