martes, 19 de junio de 2012

Cada persona es una historia sagrada

Mi deseo de vivir con intensidad me ha llevado a conocer a Jean Vanier y, a través de él, una nueva visión de la vida, del hombre y de Dios.

Atraída por su testimonio y sabiduría, decidí ir a descubrir El Arca junto a él, en el lugar donde empezó. Licenciada en Geografía e Historia, a los veintinueve años dejé mi trabajo en una galería de arte de Madrid y me fui a Trosly-Breuil. Allí he vivido durante un año en una casa con otras diez personas, seis de ellas con una deficiencia mental.

Después de esta experiencia, creo más que nunca en el valor único de cada persona, sean cuales sean sus límites; en la necesidad de construir una sociedad más humana donde todo hombre sea reconocido y encuentre su sitio ya que todos tenemos una verdad diferente que aportar.

Las personas con una limitación intelectual me han enseñado que cuando falla la inteligencia se desarrolla más el corazón. A través de ellos he comenzado a vivir en lo esencial. A ninguno le ha interesado mi profesión, mi situación económica o social. Les importa más que los escuche, que les ayude a hacer su trabajo en el taller y a escribir una carta a un amigo, que celebremos juntos nuestros cumpleaños, que por las noches antes de dormir demos gracias a Dios por lo que nos da cada día. En definitiva, que los quiera y que confíe en ellos como ellos confían en mí.

Durante todo este tiempo he vivido momentos muy felices y otros más duros. Lo que más me impresiona de El Arca es ver cómo, a pesar de las dificultades, muchas personas abandonadas por sus familias, sumidas en el dolor y cerradas en sí mismas, han empezado a reír y a abrirse a una vida nueva.

Dominique es una mujer, hija única, con una deficiencia mental de nacimiento que le impide hablar. Después de pasar treinta años sin apenas salir de su cuarto, excepto para ir al taller, no es que fuera muy sociable, ni siquiera le gustaba dar la mano al saludar. Este año hemos vivido juntas en la misma casa. Por las mañanas iba a despertarla a su cuarto y me acercaba a ella para darle un beso. Dominique protestaba un poco y se frotaba la cara como si le hubiera hecho daño. A mí me hacía gracia y no me cansaba de repetirlo. Un día se levantó, vino hacia mí y me dio la mano. Desde hace varios meses, cuando se despierta se ríe, si está de buen humor, y luego me da un beso. Yo, después de eso, empiezo el día con mucho ánimo.

El espíritu de Jean Vanier expresado en este y en otros libros -como La comunidad. Lugar del perdón y de la fiesta, No temas amar, El cuerpo roto, Jesus, el don del amor, Hombre y mujer los creó- se ha extendido por todo el mundo y en especial en España y América Latina a través de las Comunidades de Fe y Luz.

Araceli Moreno Mazarredo
Prólogo del libro “Cada persona es una historia sagrada” de Jean Vanier

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