martes, 21 de agosto de 2012

Dios presente en el vínculo

La mayoría de las personas ven el casamiento por iglesia como un modo tradicional de contraer matrimonio y, en ese sentido, lo consideran natural. Muchos suponen que la bendición de Dios les asegurará una vida feliz, garantizará la fidelidad, aumentará la sensación de seguridad, la estabilidad de la relación... Son motivaciones buenas y verdaderas, pero no alcanzan para alegrarse de que los esposos sabrán vivir cotidianamente el sacramento del matrimonio y lo verán como su camino hacia Dios.

Muchas personas que asumieron el sacramento del matrimonio no saben decir en qué consiste su realización en la vida diaria. Experimentan rápidamente la debilidad de su amor, la falta de unidad, la diferencia de sus respectivos anhelos y expectativas, el sufrimiento de la vida de a dos, pero no se dirigen hacia Dios para que sus debilidades y pecados sean vencidos por el poder de Cristo crucificado y resucitado.

El católico cree que Jesucristo resucitó y por lo tanto sigue vivo. Por eso quiere vivir con Él acontecimientos tan importantes en su vida como son el amor, el matrimonio, la convivencia sexual, la educación de los hijos. Quiere entregar su vida a Jesucristo, quiere vivir con Él y para Él, escuchar sus enseñanzas y guardar sus mandamientos. El matrimonio es un sacramento, vale decir, la comunión concreta de la vida y el amor creada por un varón y una mujer que está particularmente signada por la presencia de Dios. La vida dentro de un matrimonio así entendido se convierte para el católico en un camino de santidad, lo conduce al encuentro con Dios.

El varón y la mujer que conscientemente invitan a Dios a su relación de amor se plantean una pregunta natural: ¿cómo pueden reconocer su presencia entre ellos? ¿dónde pueden advertirlo en su vida conyugal cotidiana? ¿de qué modo pueden encontrarse con Él? La respuesta de la Iglesia es absolutamente precisa y concreta. La Iglesia dice que los esposos pueden descubrir a Cristo presente muy cerca de ellos: en su vínculo matrimonial, o sea, en la relación que crean entre sí. Desde el momento en que acceden al sacramento del matrimonio, Jesucristo se encarna en el vínculo ya creado por las dos personas que se aman. Y en ese vínculo permanece siempre para que la pareja madure hacia un amor cada vez más auténtico.

Ksawery Knotz OFM Cap
iglesia.org

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