martes, 31 de enero de 2012

San Juan Bosco

Su fiesta se celebra el 31 de enero

Es el santo de la juventud. El santo de los obreros, el santo de la alegría, el santo de María Auxiliadora y el santo de muchas cosas más. El verano de 1815 nacía en Becchi-Piamonte (Italia), de padres humildes pero muy buenos cristianos. Desde muy niño hubo de trabajar duro al lado de su santa madre, la mamá Margarita, para sacar la casa adelante. De su santa madre recibió una profunda educación cristiana y un gran amor a la Virgen María junto con un gran respeto hacia los sacerdotes. Ambas cosas quedaron profundamente impresas en su alma.

Ya desde niño demostró estar en posesión de cualidades nada comunes en todos los sentidos: Era simpático, agudo, inteligente, trabajador y muy mañoso con cuanto se proponía. Desde niño y después de joven, pero sobre todo de sacerdote, trabajará tanto que parece casi imposible cómo en sólo 72 años de vida pudo realizar tantas y tan importantes obras. Alguien ha dicho que trabajó él solo más que diez hombres juntos de no cortas cualidades.

Cuando llegaba a Castelnuovo, Asti o Murialdo y algún titiritero atraía a pequeños y grandes durante el tiempo de la Misa o del Rosario, se presentaba él y decía: "Yo lo hago esto sin haceros pagar, tan bien o mejor que él, pero con una condición: Que vengáis después todos conmigo a la Iglesia"... Lo hacía y arrastraba a los espectadores a tomar parte en cuanto en el templo se hacía. Así iba llenando la iglesia de fieles.

Ya dijimos que mamá Margarita admiraba a los sacerdotes. Él los veía demasiado arrogantes y lejanos del pueblo, sobre todo de los niños y decía: "Si yo llego a ser sacerdote, como espero, jugaré con los niños y los querré, les haré cantar y con alegría a todos querré salvar"...


Cuando vistió el hábito clerical le amonestó aquella santa mujer que fue su madre: "Puedes imaginarte, hijo mío, la gran alegría que embarga mi corazón, pero, por favor, no deshonres nunca este hábito. Sería mejor que lo abandonaras. Cuando viniste al mundo te consagré por entero a la Virgen María; cuando comenzaste los estudios te recomendé la tierna devoción hacia Ella; ahora te encarezco que seas todo de Ella... Si llegas a ser sacerdote, recomienda y propaga siempre su devoción..."

Tenía muchos sueños y todos ellos muy "famosos y se cumplían". Se ordenó sacerdote el 1841 y desde entonces no paró hasta dar cobijo y digna educación a tantos niños que veía abandonados por las calles. El rezo de un Ave María hizo el milagro y fue el primer eslabón de esta maravillosa cadena de sus ORATORIOS. Centenares, millares de niños abandonados encontraron calor, educación, comida, vestido y cobijo cariñoso como en su propia casa. Mamá Margarita y su hijo se desvivían por ayudar a aquellos rapaces que el día de mañana serían buenos padres cristianos, otros sacerdotes y varios Santos, entre ellos Santo Domingo Savio.

Dos eran las armas de que se servía, sobre todo, D. Bosco, para formarles: La eucaristía y la penitencia. Estos dos sacramentos obraban maravillas en aquellos jóvenes... Hasta le creyeron un poco mal de la cabeza por los "sueños" que llenaban su corazón y su mente en favor de los abandonados... Obraba milagros, pero siempre era Ella, la VIRGEN AUXILIADORA, quien los hacía, decía él. "No he sido yo, ha sido la Virgen Auxiliadora quien te ha salvado"... "Cada ladrillo de esta iglesia —se refería a la gran Basílica que en su obsequio empezó el 1863—es una gracia de la Virgen María"... Para continuar su OBRA el 1857 fundó los Salesianos y poco después las Hijas de María Auxiliadora. Ellos llevan su espíritu. Antes de que le llegue su preciosa muerte—31 de enero del 1888—verá su obra extendida por varias naciones del mundo... y hoy es una de las mayores de la Iglesia.
Su cuerpo permanece incorrupto en la Basílica de María Auxiliadora en Turín, Italia.

Frases destacadas de San Juan Bosco.

1.- Entre vosotros jóvenes, es donde me encuentro bien

2.- Cuando estoy lejos de vosotros me falta algo

3.- Iría hasta Superga arrastrando la lengua con tal de salvar un alma

4.- Un buen consejo lo aceptaría aunque viniera del diablo

5.- Estad siempre unidos al Señor

6.- Aquí hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres

7.- Trabajo, trabajo, trabajo

8.- Ahora hemos de trabajar, ya descansaremos en el paraíso

9.- Quien deja una casa por seguir la vocación encuentra ciento

10.- Dadme almas y quedaos el resto

11.- Hemos de hacer buenos cristianos y honrados ciudadanos

12.- Salud, sabiduría, santidad (son las tras « S» en las que insistía Don Bosco)

13.- Decían de él: cuando Don Bosco está muy alegre es que tiene algún problema

14.- Ante la cantidad de obras que realiza, Don Bosco decía:

«Yo voy adelante haciendo como la locomotora, puf, puf, puf...»
(«Puf» en piamontés significa «deudas»)

15.- Nunca hay que decir « no me toca», sino « ¡Voy yo!»

16.- Mi sistema se basa en la religión, la razón y el amor

17.- A1 dar cultura y principios religiosos prevenimos a los delincuentes.

18.- Más moscas se cazan con una gota de miel que con un barril de vinagre

19.- Vosotros jóvenes sois los responsables de vuestro futuro

20.- La Eucaristía y la Virgen son las dos columnas que han de sostener nuestras vidas

21.- Sed devotos del Papa, es una de nuestras principales devociones

22.- Tristeza y melancolía fuera de la casa mía

23.- Dios te ve

24.- Como padres amorosos corrijamos siempre con amabilidad

25.- Por los jóvenes hemos de estar dispuestos a soportar cualquier contratiempo y fatiga

26.- Los jóvenes no sólo deben ser amados, sino que deben notar que se les ama

27.- Amemos lo que aman los jóvenes

28.- Procurad siempre vivir en la amistad de Dios

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domingo, 29 de enero de 2012

Jesucristo manda, como Dios manda

Evangelio: Marcos 1, 21-28

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la Sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.”
Jesús le increpó: “Cállate y sal de él.” El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: “¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta los espíritus inmundos les manda y le obedecen.” Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

JESÚS MANDA, COMO DIOS MANDA

Jesús es Dios, por eso habla con autoridad. Su Palabra es siempre una orden de expulsión del mal, del peligro, de la enfermedad y de la muerte. Su Palabra es siempre buena y hace el bien. Es siempre eficaz, esto es, cumple aquello que dice.

Antes del milagro que nos narra hoy el evangelista Marcos, en su enseñanza ya se manifestaban signos de autoridad. Porque está revelando la verdad, y la verdad tiene una fuerza impresionante. Se impone al hombre, el cual, para rechazarla, tiene que hacerse violencia a sí mismo, para terminar, desgraciadamente, haciendo tantas veces violencia a los demás. El rechazo de la verdad es el origen de todo pecado. El rechazo de la autoridad de Dios, convierte al hombre en un ser autoritario. La autoridad de Dios no es nunca autoritarismo, porque la ejerce para el bien del hombre. Jesús habla con autoridad y revelándonos la verdad, se muestra Siervo del hombre.

Y Redentor del hombre, puesto que con su autoridad, con su Palabra, libra al hombre de los lazos del mal. Lo libra de alguien que quisiera ser un ser con autoridad, pero se queda sólo en un ser autoritario y, por ello, mentiroso y cruel: el demonio.

El hombre que en el Evangelio de hoy acude hasta donde está Jesús no era un pobre loco o un pobre enfermo. Era, ciertamente, un hombre poseído por Satanás. El diálogo que mantiene con Jesús no tendría sentido si se tratara simplemente de un loco o un enfermo. Tampoco el demonio es simplemente una representación del mal, algo abstracto, sino un ser personal, puramente espiritual, porque es un ángel – ángel caído (Catecismo, nº 391 y 2851) – que odia a Dios y, por tanto odia también la creación de Dios, especialmente al hombre, hecho a su imagen y semejanza (Catecismo, nº 394)
Sin hablar del demonio, no se puede entender el Evangelio. Ignorar o negar su existencia es negar también la Palabra de Jesús, que de él nos habla y el Poder de Jesús que de él nos libra (Catecismo, nº 550).

Al demonio normalmente no se le ve, pero cada día estamos viendo – ¡y cómo! – sus obras. No se puede explicar tanto mal, y tan profundo, en el mundo sin la presencia operante de ese Maligno del que pedimos a Dios al final del Padrenuestro que nos libre. Sin embargo, la Palabra de Dios es Evangelio, o sea, buena noticia. La Palabra eficaz de Jesucristo nos libra del mal cuando, como aquél hombre, a Él acudimos. El Evangelio nos revela que Dios es quien manda, porque es Dios, infinito. Ni el mal ni el Maligno son infinitos.

Creer en Cristo, Dios y hombre verdadero, y seguirle no significa sólo que sus palabras nos han convencido, sino ante todo, que nos han curado, que nos han librado del poder del Maligno. Cierto es que esta liberación sólo llegará a ser plena en el Cielo y que mientras estamos en este mundo aún somos tentados y atraídos una y otra vez por las seducciones del mal. Pero vivimos con la esperanza cierta de que la última palabra, la autoridad verdadera, siempre la tiene Dios, Jesucristo Nuestro Señor.

P. Mario Ortega
En la barca de Pedro

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sábado, 28 de enero de 2012

Ciencia y Fe‏

¿Es la religión la causa de la ignorancia y del fanatismo?

La religión... ¿lleva a la ignorancia? ¿causa el fanatismo? Para discernir ciertos discursos modernos contra la religión.

El «progresismo talibán» -existe otro progresismo también descarriado pero simpático e inocuo- no pierde ocasión de emprender su particular cruzada contra la religión. La barbarie del islamismo radical es imputada en el debe de la cuenta general de la religión. Olvidando que el terrorismo que disfraza su infamia bajo el ropaje de la defensa de algún valor, como la nación, la liberación, la justicia o la religión, hace sólo a esta última responsable del terror. Según tan sutiles razonadores, toda religión encierra en sí misma el germen del fanatismo. Si acaso, limitan su condena a las religiones monoteístas. Y rememoran todas las guerras de religión que en el mundo han sido, omitiendo el pequeño detalle de que ninguna hubiera existido sin la acción de los poderes civiles de los Estados. Repudiar la religiosidad porque existe el fanatismo religioso es tan sutil y convincente como repudiar el matrimonio porque existen los malos tratos y los parricidios. Así, la patología se convierte en la consecuencia natural del fenómeno sano. Para que la falacia resulte completa, conviene además cubrir con un poderoso manto de silencio todo lo que las religiones, y, muy especialmente, el cristianismo, han hecho para construir y defender el edificio de la dignidad del hombre.

La Modernidad, entre un puñado de conquistas indiscutibles, ha conducido a muchos hombres a abrazar el absurdo prejuicio de que la religión es hija de la ignorancia y madre de la barbarie.

Recordemos algunos hitos en esta senda extraviada:

«La ciencia destruye la religión», confundiendo a la religiosidad con su enemiga, la superstición, e ignorando los límites de la ciencia.

«La religión es el opio del pueblo», identificando un efecto, la producción de esperanza o consuelo, con toda la causa. Es como si redujéramos la esencia de la amistad al logro de ayuda en la adversidad.

«La religión es una ilusión», tomando una explicación psicológica válida en algunos casos, no en todos, por una explicación general del fenómeno.

«La religión reduce al hombre a la minoría de edad», escamoteando el hecho de que muchos de los más grandes hombres han sido profundamente religiosos.


A todos estos elementales errores, se añade, en ocasiones, un mecanismo mental que conduce a algunos hombres a aborrecer la religión: el resentimiento contra todo lo noble y excelente por parte de quienes son incapaces de elevarse sobre el nivel del suelo.

Todo esto, y algunas cosas más, explica la radical incapacidad de muchos intelectuales de nuestro tiempo para comprender la religión, y la anómala situación que ésta padece en las sociedades occidentales. A esto se añade la conspiración de silencio sobre todo lo valioso que entraña y realiza. Muchos medios de comunicación incurren, en este sentido, en grave irresponsabilidad, al contribuir a la deformación de la opinión pública. Si un Obispado aparece en el caso Gescartera, poco importa que en calidad de fraudulento aprovechado o de víctima inocente, el hecho tiene asegurada la portada y el análisis exhaustivo. Pero a casi nadie le interesa la acción social de la Iglesia, o la celebración de un Congreso sobre la familia, o la condena de la creciente degradación moral realizada por el presidente de la Conferencia Episcopal española. Eso no es noticia. Resaltar los errores, propios, por otra parte, de la condición humana, y minimizar los aciertos, también, sin duda, propios de la condición humana, es una manera de tergiversar la verdad e incumplir el imperativo de veracidad que debe presidir la actividad periodística. El error puede ser disculpable; la mentira, no.

Ignacio Sánchez Cámara
apologetica.org

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viernes, 27 de enero de 2012

Piedrecitas

En cierta ocasión, un hombre caminaba por la playa en una noche de luna llena. Iba pensando de esta forma: Si tuviera un coche nuevo, sería feliz. Si tuviera una casa grande, sería feliz. Si tuviera un excelente trabajo, sería feliz. Si tuviera una pareja perfecta, sería feliz, cuando tropezó con una bolsita llena de piedras.

Comenzó a arrojar las piedrecitas una por una al mar cada vez que decía: Sería feliz si tuviera...

Así lo hizo hasta que solamente quedó una piedrecita en la bolsita, que decidió guardar. Al llegar a su casa percibió que aquella piedrita era en realidad un diamante muy valioso.

¿Te imaginas cuántos diamantes arrojó al mar sin detenerse a pensar?

Así son las personas - arrojan sus preciosos tesoros por estar esperando lo que creen perfecto o soñando y deseando lo que no tienen, sin darle valor a lo que tienen cerca de ellas. Si mirasen alrededor, deteniéndose a observar, percibirían lo afortunadas que son.

Muy cerca de sí está su felicidad. Cada piedrecita debe ser observada -puede ser un diamante valioso. Cada uno de nuestros días puede ser considerado un diamante precioso, valioso e insustituible.

Depende de cada uno aprovecharlo o lanzarlo al mar del olvido para jamás recuperarlo.

¿Y tú como estás lanzando tus piedrecitas? que pueden ser novios, amigos, trabajo, e inclusive tus mismos sueños...

"El mundo está en las manos de aquellos que tienen el valor de soñar y correr el riesgo de vivir sus sueños."

webcatolicodejavier.org

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jueves, 26 de enero de 2012

Posibilidades

Nuestras nuevas intenciones parecían llenas de posibilidades. Pero ya algunas se han perdido en la rutina del día a día, que se impone cuando el año comienza a funcionar. La oración también puede volverse rutinaria. A veces nos llena de energía, a veces nos entusiasma; pero llega a ser prosaica, incluso aburrida. Pero esto no debe molestarnos; los tonos y colores de la oración son afectadas por los altos y bajos de la vida, y por los ánimos de cada día. El Divino que encontramos en la oración sabe todo esto. No somos personas muy orantes; pero Jesús nos conoce de lado a lado, y sigue siendo nuestro migo siempre.

La oración es simple: se trata de formar una amistad entre el Misterio de Dios y nosotras/os. Le permitimos a Dios que se haga nuestro amigo, en todo lo que es nuestra vida. La oración es tan simple como esto: sólo estar con el Divino como yo estoy, aquí y ahora, y confiando que el Divino está conmigo.

Ignacio de Loyola nos invita a iniciar nuestras oraciones de esa forma. Él dice: “Consideraré cómo Dios me observa”. Teresa de Ávila dice: “Contempla a Dios, que te contempla amorosa y humildemente”. Uno de los místicos franceses escribió: “Me contemplaste y sonreíste!” Conectarse es la clave; porque yo creo que soy amada/o, yo puedo dejar al Divino que me mire. La oración transforma lo ordinario y lo rutinario. Convierte el Ahora en un momento de Gracia y alegría, lo que puede suceder en este instante!

Espacio Sagrado

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miércoles, 25 de enero de 2012

El hombre para los demás

Cuando hemos escrito que Jesús era un hombre «equilibrado» no lo hemos hecho en sentido socrático, como si Jesús fuera alguien que ha dominado las fuerzas de su alma porque las ha adormecido, o como alguien que está tan poseído de si mismo que jamás manifiesta ningún tipo de pasiones. Este tipo de hombres suele ser una montaña de egoísmo. Y Jesús era precisamente todo lo contrario.

Alguien ha escrito que, en definitiva, los hombres más que en buenos y malos, listos y tontos, ricos y pobres, se dividen en generosos y egoístas, en hombres que tienen dentro de si el centro de si mismos y en hombres que tienen ese centro mucho más allá que ellos mismos. En definitiva: en hombres abiertos y cerrados. Si la distinción es válida, tendríamos que decir que Jesús fue el hombre más abierto de la historia, absolutamente abierto en todas las direcciones.

Por eso, en éste y en el próximo apartado del capitulo, proseguiremos este «retrato» de Jesús, que estamos haciendo antes de adentrarnos de lleno en su vida pública, estudiando esa doble apertura hacia arriba -hacia el Padre- y hacia todos los costados por los que le rodeaba la humanidad.

El enviado

Porque, en una lectura en profundidad de los textos evangélicos, veremos que lo que, en definitiva, define a Jesús no es ni su equilibrio, ni su dulzura y ni siquiera su bondad, sino su condición de enviado. Descubriremos que él no vino a triunfar y ni siquiera a morir; vino a cumplir la voluntad de su Padre y que, si murió y resucito, es porque ambas cosas estaban en los planes de quien le enviaba.

Sí, la verdadera fuerza motriz de Jesús fue esa entrega total, sin reservas a la voluntad paterna. Karl Adam -que junto con Guardini ha calado como nadie esta misteriosa raíz- escribe con justicia que en toda la historia de la humanidad jamás se encontrará persona alguna que haya comprendido, como él, en toda su profundidad y extensión, absorbiéndolo tan exclusivamente durante toda su vida, el antiguo precepto: Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Tendremos, pues, que detenernos a estudiar esta fuerza-clave antes aún de acercarnos a los hechos concretos.

Lucas, como si lo hubiera intuido con aguda profundidad, colocará bajo ese signo las primeras palabras de Jesús y las últimas que pronuncia antes de su muerte. ¿No sabéis que yo debo ocuparme en las cosas de mi Padre? (Lc 2, 49). No se trata del fruto de una simple decisión personal o de una reflexión. Habla de un «deber». No sólo es que él quiera hacer esto o aquello. Es que «debe» hacerlo. Es algo que él acepta, pero que va mucho más allá de su voluntad personal. Es el cumplimiento de una orden que, a la vez, le empuja y le sostiene. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23,46). Son las últimas palabras de quien, al hacer el balance de su vida, sabe que todo se ha consumado (Jn 19, 30) tal y como se lo encargaron. Entre aquella aceptación y esta comprobación, se desarrolla toda la vida del enviado.


CONTINUARÁ...

José Luís Martín Descalzo
iglesia.org

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domingo, 22 de enero de 2012

El Evangelio comienza con una voz de alarma

Evangelio: Marcos 1, 14-20

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.”
Pasando junto al lado de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.” Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.

EL EVANGELIO COMIENZA CON UNA VOZ DE ALARMA

Las tres lecturas de hoy coinciden en indicar la inminencia del momento de Dios. Me refiero con esta denominación al hecho de que Dios actúa en la tierra. Actúa para bien del hombre, para que el hombre no se crea dios sobre la tierra.

Jonás recibe el encargo divino de anunciar la conversión a Nínive, un pueblo depravado. Cristo comienza su predicación exhortando también a la conversión: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.” Es decir, que para creer en Él hay que convertirse, dejar la vida de pecado y cumplir los mandamientos. Así también, sólo cuando el pueblo ninivita cambió de vida, Dios le pudo bendecir. San Pablo, por su parte, también anuncia que el momento es apremiante y que la representación de este mundo se termina.

La conversión siempre antecede al Evangelio. No se puede conocer y seguir a Cristo si no se está dispuesto a cambiar y a encaminar la vida según Él nos indique. A aquellos pescadores galileos les indicó dejarlo todo. Se trata opción radical. El Evangelio no es como el maquillaje, que sólo hace cambiar la apariencia. El Evangelio exige una auténtica revolución interior de la persona.

Y si no hay Evangelio sin conversión, tampoco hay evangelizador auténtico que no predique la conversión. Esto no suele caer bien, ciertamente, pero es necesario. Ha causado mucha conmoción esta semana el hundimiento del crucero Costa Concordia. Varias personas han perdido la vida. La alarma se dio tarde; si se hubiera dado a tiempo, dicen los entendidos, se podrían haber salvado todos. Cristo da la voz de alarma, para que no nos hundamos en nuestros egoísmos y miserias, para que los afanes de este mundo que pasa no nos ahoguen y echemos a perder toda nuestra vida. Si el Señor nos llama, como a los apóstoles, a ser “pescadores de hombres” es para que vivamos esta experiencia de conversión y la anunciemos como introducción al Evangelio, como puerta para acoger la vida en Cristo.

Que estamos en crisis nadie lo niega, que este mundo no es el paraíso que quieren soñar algunos también parece innegable; como innegable también es que ni la ciencia ni el poder, ni el tener ni el placer producen felicidad duradera y definitiva. Tenemos necesidad de Cristo y su Evangelio.

La Iglesia escucha la llamada del Señor que la convierte en barca de pescadores; de pescadores de hombres, de anunciadores intrépidos del Amor de Dios manifestado en Cristo. Cada cristiano tiene esta misión encomendada por su Señor.

María Santísima nos guía y acompaña.

P. Mario Ortega
En la barca de Pedro

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viernes, 20 de enero de 2012

La experiencia del mal y la idea de Dios

Reflexiones sobre un gran misterio

Si hay Dios, ¿porqué existe el mal y el sufrimiento?

La historia de la humanidad es una interminable sucesión de sangre, sudor y lágrimas, de dolor, tristeza y miedo, de abandono, desesperación y muerte. Ante esa experiencia de sufrimiento es inevitable que el hombre se haya formulado desde antiguo esa pregunta. Es bien conocida la respuesta escéptica de Epicuro: o Dios quiere eliminar el mal, pero no puede, y entonces es impotente y no es Dios; o puede y no quiere, y entonces es malo, es el verdadero demonio; o ni quiere ni puede, lo que lleva a las dos conclusiones anteriores; o quiere y puede, pero entonces, ¿de dónde viene el mal? ¿Qué hemos de decir al respecto?

Como punto de partida, no debemos escandalizarnos por formular la pregunta con la que hemos comenzado esta reflexión: ésta ha sido planteada también por parte de la teología católica. Es el mismo Catecismo de la Iglesia Católica el que afirma en su número 272 que “la fe en Dios Padre Todopoderoso puede ser puesta a prueba por la experiencia del mal y del sufrimiento” y que “a veces Dios puede parecer ausente e incapaz de impedir el mal”, llegando a plantearse en su número 310 la pregunta de “¿por qué Dios no creó un mundo tan perfecto que en el no pudiera existir ningún mal?”.

El teólogo y obispo católico Walter Kasper llega a señalar que “estas experiencias del sufrimiento inocente e injusto constituyen un argumento existencialmente mucho más fuerte contra la creencia en Dios que todos los argumentos basados en la teoría del conocimiento, en las ciencias, en la crítica de la religión y de la ideología y en cualquier tipo de razonamiento filosófico”.

El teólogo Hans Küng afirma que “el dolor es continua piedra de toque de la confianza en Dios”, tras lo que se pregunta “¿donde encuentra la confianza en Dios mayor desafío que en el dolor concreto?”.

Y nada menos que el propio Juan Pablo II, en su catequesis sobre el credo (audiencia general de 4 de junio de 1986), indica que la presencia del mal y del sufrimiento en el mundo “constituye para muchos la dificultad principal para aceptar la verdad de la Providencia Divina”, a lo que añade que “en algunos casos esta dificultad asume una forma radical, cuando incluso se acusa a Dios del mal y del sufrimiento presente en el mundo llegando hasta rechazar la verdad misma de Dios y de su existencia” , todo ello por “la dificultad de conciliar entre sí la verdad de la Providencia Divina, de la paterna solicitud de Dios hacia el mundo creado, y la realidad del mal y el sufrimiento”.

Para dar respuesta a esta inquietante pregunta, hemos de distinguir claramente entre el mal “en sentido físico” y el mal “en sentido moral”. El mal moral se distingue del físico, sobre todo, por comportar culpabilidad y por depender de la libre voluntad del hombre; en cambio, el que estamos denominando mal físico no depende directamente de la voluntad del hombre, sino que se deriva de la propia naturaleza limitada, contingente y finita del hombre y de la creación. Las calamidades provocadas por terremotos, inundaciones y otras catástrofes naturales, las epidemias, las enfermedades, así como la muerte, serían ejemplos de este mal que hemos denominado “físico”; los desastres producidos por la guerra, el terrorismo, el odio, la violencia de todo tipo que tiene por origen al hombre serían ejemplos de ese mal que hemos llamado “moral”. A partir de esta diferenciación, cabe señalar lo siguiente:

a.- El mal físico es inherente a la condición del hombre y de la creación. El hombre es un ser finito que está sujeto a la enfermedad y a la muerte; además, ha de vivir en un universo en el que se producen determinados fenómenos naturales productores de daño y de sufrimiento. Las limitaciones y la caducidad propias de todas las criaturas es el origen último de este tipo de males, que son consustanciales a la propia estructura del hombre y del universo. En última instancia, puede decirse que este mal en el orden físico es permitido por Dios, como se señala en la catequesis de Juan Pablo II antes citada, “con miras al bien global del cosmos natural”,

b.- Algo bastante distinto sucede respecto al que hemos denominado mal moral. En palabras de Juan Pablo II, “este mal decidida y absolutamente Dios no lo quiere”. El mal moral es radicalmente contrario a la voluntad de Dios y su autor es exclusivamente el hombre, al haber hecho mal uso de su libertad. ¿Por qué tolera Dios este mal? Porque para Dios la existencia de unos seres libres es un valor más importante y fundamental que el hecho de que aquellos seres libres abusen de su propia libertad contra el propio Creador y que, por eso, la libertad pueda llevar al mal moral.

La anterior constituye la primera explicación que la teología nos ofrece de que la existencia del mal en el mundo no es incompatible con la idea de Dios. Pero esto no es todo. Debemos darle la vuelta al argumento que implícitamente se oculta detrás de la pregunta con la que se abre este artículo, para afirmar con Hans Küng que “sólo habiendo Dios es posible contemplar el infinito sufrimiento de este mundo”, que “sólo creyendo confiadamente en el Dios incomprensible y siempre mayor puede el hombre tener fundadas esperanzas de atravesar el ancho y hondo río del dolor de este mundo: consciente de que por encima del abismo, del dolor y del mal, una mano se extiende hacia él”.

El hombre moderno no puede por sí solo erradicar los múltiples sufrimientos de la humanidad, pese a los adelantos de la ciencia y de la técnica. El sufrimiento es inherente a la condición humana y solamente mediante la intervención redentora de Dios es posible que surja un hombre nuevo liberado de la muerte, del dolor y del sufrimiento. En concreto, es la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús la que implica la redención definitiva del dolor y del sufrimiento humano, la que transforma el dolor y la muerte en vida eterna.

Es desde la perspectiva del sufrimiento y de la muerte de Jesús como el dolor y el sufrimiento de cada hombre cobra un nuevo sentido. El sufrimiento, el dolor y la muerte siguen acompañando al hombre; pero en la pasión y en la resurrección de Jesús ese sufrimiento recibe un sentido.

En palabras de Kasper, “el interlocutor de una teología actual es el hombre doliente que tiene experiencia concreta de la situación de infelicidad y es consciente de la impotencia y la finitud de su condición humana”. La existencia del hombre, como señala Küng, “es un acontecimiento marcado por la cruz: dolor, angustia, sufrimiento y muerte”. La conciliación entre el mal y el sufrimiento en el mundo y la Providencia Divina no es posible sin hacer referencia a Cristo. Con la pasión, muerte y resurrección de Jesús se confirma que Dios está al lado del hombre en su sufrimiento. Y no sólo eso. Además, con Cristo el dolor, el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra, sino que son definitivamente vencidos mediante su resurrección que, como primicia de la de todos nosotros, supone una alegre promesa de vida eterna en la que no hay lugar para el dolor, ni para el sufrimiento y ni para la muerte.

Fernando Renau
apologetica.org

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jueves, 19 de enero de 2012

Por si te preguntan por el Ave María

¿A que no sabían la historia del rosario?

Yo siempre me preguntaba ¿A quién se le habrá ocurrido repetir las Aves Marías tantas veces? ¿Que sentido tiene?, etc.

Ahora se comprende y cada vez que lo recen, cada Ave María es una preciosa rosa para la Virgen

Estoy seguro de que todos conocemos esta bella oración que es el Santo Rosario.

Una leyenda cuenta que un Hermano Lego (que no era sacerdote) de la Orden de los Dominicos, no sabía leer ni escribir, por lo que no podía leer los Salmos, como era la costumbre en los conventos de la época.

Entonces, cuando terminaba sus labores por la noche (él era el portero, el barrendero, el hortelano, etc...) se iba a la capilla del convento y se hincaba frente a la imágen de la Virgen María, y recitaba 150 avemarías (el número de los salmos), luego se retiraba a su celda a dormir.

Por la mañana, de madrugada, se levantaba antes que todos sus hermanos y se dirigía a la capilla para repetir su costumbre de saludar a la Virgen.

El Hermano Superior notaba que todos los días, cuendo él llegaba a la capilla para celebrar las oraciones de la mañana con todos los monjes, había un exquisito olor a rosas recién cortadas y le dió curiosidad, por lo que preguntó a todos quién se encargaba de adornar el altar de la Virgen tan bellamente, a lo que la respuesta fué que ninguno lo hacía, y los rosales del jardín no se notaban faltos de sus flores.

El Hermano lego enfermó de gravedad; los demás monjes notaron que el altar de la Virgen no tenía las rosas acostumbradas, y dedujeron que era el Hermano quien ponía las rosas. ¿Pero cómo? Nadie le había visto nunca salir del convento, ni sabía que comprara las bellas rosas.

Una mañana les extrañó que se había levantado pero no lo hallaban por ninguna parte.

Al fin, se reunieron el la capilla, y cada monje que entraba quedaba asombrado, pues el hermano lego estaba arrodillado frente a la imágen de la Virgen, recitando extasiado sus avemarías, y a cada una que dirigía a la Señora, una rosa aparecía en los floreros. Así al terminar sus 150 saludos, cayó muerto a los pies de la Virgen.

Con el correr de los años, Santo Domingo de Guzmán, (se dice que por revelación de la Stma. Virgen) dividió las 150 avemarías en tres grupos de 50, y los asoció a la meditación de la Biblia:

Los Misterios
Gozosos, los Misterios Dolorosos y los Misterios Gloriosos, a los cuales el Beato Juan Pablo II añadió los Misterios Luminosos.

CARGUEN SU ROSARIO TODOS LOS DIAS

- Cuando cargas tu Rosario, es un dolor de cabeza para Satanás
- Cuando usas tu Rosario, Satanás colapsa
- Cuando él te ve rezando el Rosario, se desvanece
- Vamos a Rezar el Rosario cada vez, de manera de mantenerlo desvanecido

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miércoles, 18 de enero de 2012

Prestado

Antes todo era mejor...

El mundo anda mal...

¡El gobierno sólo hace política! La Policía es inoperante...

No me conceden el crédito... Mi auto no funciona...

Pierdo mi tiempo... !Qué calor insoportable!

Mi esposa solamente se queja...

Los amigos escasean... Esas criaturas no paran de llorar...

El taxi no aparece... ¡Cómo está de sucia esta ciudad!

Mi jefe no me comprende...

¡¡Esta cola no avanza!!...

Nadie reconoce mi trabajo...

Los precios no paran de subir... Mi teléfono siempre está comunicando...

¡Qué vida esta!...

¿Otra queja más, todavía?

Si yo hubiera nacido en cuna de oro...

Si mis padres fuesen más inteligentes...

Si me tocara la lotería...

Si no hubiera tanta gente acaparando mi vida...

Si yo consiguiera un diploma sin tener que estudiar...

¿Por qué la gente lucha y sufre tanto en este "Valle de Lágrimas"?


Entonces, recuerda...


El lugar donde Jesus nació era prestado;

El burrito que Él montó era prestado;

Los panes y peces que Él multiplicó eran prestados;

La sala donde Él instituyó la Eucaristía era prestada;

La barca donde Él viajó era prestada;

El sepulcro donde Él fue sepultado era prestado;

¡ SOLAMENTE LA CRUZ ERA DE ÉL !


¿Alguna otra queja más ?

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martes, 17 de enero de 2012

Crisis de Santidad‏

La crisis que sufrimos hoy en día es una crisis que hunde sus raíces en una profunda quiebra moral

Dice el Diccionario de la Real Academia Española que el honor es la “Cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo”; y en su segunda acepción, sería la “buena reputación que sigue a la virtud o al mérito”.

En los últimos años, la palabra “valores” se ha puesto de moda y se ha repetido hasta la náusea. Hay términos como “solidaridad” o “tolerancia” que una y otra vez se leen y se escuchan vengan o no a cuento. Parece que la “tolerancia” o el “ser tolerante” supone un “valor” incuestionable. Pero pocos se atreven a decir hoy en día que algo es “intolerable”. Por ejemplo, que en España tengamos más de cinco millones de parados resulta intolerable. Que la mentira se haya convertido en algo socialmente aceptado, resulta intolerable. Que el aborto sea una realidad socialmente consentida y aceptada, resulta intolerable. Que la infidelidad conyugal se vea como algo normal, resulta intolerable. Que la corrupción campe a sus anchas y sea una práctica extendida entre políticos, empresarios y trabajadores, resulta intolerable. Que el matrimonio se haya convertido en un cajón de sastre donde cabe cualquier tipo de relación, me parece intolerable. Que el Estado se haya arrogado el derecho a educar moralmente a nuestros hijos, usurpando el derecho que únicamente nos corresponde a los padres, resulta intolerable.

Sinceramente: estoy harto de los “valores”, de la “tolerancia” y del “talante”. Lo decente es luchar por el bien y la justicia; y combatir el mal, la corrupción, la mentira y la opresión, venga esta de donde venga. Por eso reivindico la recuperación del concepto del honor y la necesidad urgente de cultivar las virtudes. Toda persona tiene la obligación de comportarse de acuerdo con unos principios. Tenemos la obligación de comportarnos de manera ejemplar y de combatir a aquellas personas cuyo comportamiento no esté a la altura de esa ejemplaridad.

Una persona con honor - honorable - no miente ni engaña ni roba. Una persona con honor cumple la palabra dada en su vida social y personal. Un hombre o una mujer no pueden prometerse amor y fidelidad y luego engañar a su cónyuge: ¿es que la palabra dada no sirve para nada? Y no vale apelar a la debilidad del ser humano ni pamplinas por el estilo. Cuando uno se compromete a algo o con alguien, tiene la obligación de cumplir con su deber. Y resulta intolerable la facilidad con la que se tolera lo intolerable.

Y otro tanto habría que decir de la obligación de los padres de educar a sus hijos, que para eso los han traído al mundo. O la obligación de tratar con justicia a los trabajadores; o la de los trabajadores de realizar el trabajo que cada uno tenga que desempeñar con el mayor esfuerzo y dedicación y de la mejor manera posible. Las personas no están al servicio de la economía, sino que la economía debe estar al servicio de las personas para que todos puedan vivir con dignidad.

Todos tenemos el deber de tratar a los demás con respeto. Las personas no son objetos de usar y tirar: ni en las relaciones laborales ni en las personales. Las relaciones sexuales no son un juego de niños. El otro, el prójimo, no es algo que esté ahí para que yo lo use y me lo pase bien. Debemos recuperar urgentemente la responsabilidad en las relaciones sexuales y combatir la banalización de la sexualidad y la promiscuidad rampante. No puede ser que en España se lleven a cabo más de cien mil abortos ni que la píldora postcoital se consuma como si fueran caramelos.

¡Cuántas veces se hace una separación drástica entre “vida pública” y “vida privada”! ¡Cuántas veces se escucha esa falacia de que “cada uno en su vida privada puede hacer lo que le dé la gana”! Pues no. La conducta personal debe ser ejemplar en la vida pública y en la privada. Si alguien maltrata o engaña a su mujer, ¿puede ser de fiar en cualquier otro ámbito? Si uno es un sinvergüenza en su vida privada, no puede pretender que nadie se fíe de él en la vida pública. Todos tenemos la obligación, al menos, de intentar ser ejemplares en nuestra vida: la íntima y la pública.

La crisis que sufrimos hoy en día es una crisis que hunde sus raíces en una profunda quiebra moral: vale todo y el “honor” se considera un concepto anticuado y sin vigencia alguna. Y así nos va. Cuando se fomentan los vicios y se desprecian los méritos; cuando la virtud es objeto de burla y desprecio; cuando el fin justifica los medios, el resultado que obtenemos es una sociedad enferma y decadente como la de hoy en día. Sin honor, sin virtudes, sin ejemplaridad y sin esfuerzo ni mérito, no iremos a otro sitio que no sea la ruina. Por eso, hoy más que nunca, hacen falta personas ejemplares y honorables. Para un católico como yo, la crisis más importante que padecemos, en el fondo, es una crisis de santidad.

Pedro Luis Llera Vázquez
catholic.net

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domingo, 15 de enero de 2012

Venid y lo veréis. La puerta de la fe está abierta para todos

Evangelio: Juan 1, 35-42

En aquel tiempo estaba Juan con dos de sus discípulos y fijándose en Jesús que pasaba, dijo: “Este es el cordero de Dios.” Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús, Jesús se volvió y al ver que lo seguían, les pregunto: “¿Qué buscáis?” Ellos le contestaron: “Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?” Él les dijo: “Venid y lo veréis.” Entonces fueron, vieron donde vivían y se quedaron aquel día, serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encontró primero a su hermano Simón y le dijo: “Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).” Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Pedro).”

VENID Y LO VERÉIS. LA PUERTA DE LA FE ESTÁ ABIERTA A TODOS

Qué pasaje más estupendo el del Evangelio de hoy para meternos de lleno en el Tiempo ordinario. Narra el primer encuentro con Jesús de los dos primeros apóstoles: Andrés y el mismo que lo escribe, Juan. Sabemos bien que sus vidas cambiaron totalmente con Jesús. Bien, pues estamos contemplando el momento inicial de esa aventura; la aventura del encuentro personal, corazón a corazón, con Jesucristo.
Nuestra vida cristiana no es, pues, una filosofía, una ideología, una doctrina sin más. Es mucho más. Es, ante todo, un encuentro personal. No hay dos iguales. El encuentro de cada uno con Cristo es absolutamente original e único.

Enviados por el Bautista, pues hasta entonces eran discípulos suyos, Andrés y Juan esperan que el Señor les enseñe una doctrina; por eso le llaman “Maestro”. La pregunta que le dirigen: “¿dónde vives?” podría significar simplemente el interés por saber dónde vive un maestro para frecuentar su escuela y aprender. Sin embargo, la misma pregunta, da pie a Jesús a mostrarnos que aprender su camino es un acto personal y libre de seguimiento e imitación, de comprobar por uno mismo: “venid y lo veréis”.

La posibilidad de vivir esta misma experiencia está hoy ante nosotros. “Las puertas de la fe están abiertas para nosotros”, proclama Benedicto XVI como lema para el año de la fe que inauguraremos este 2012. ¿No es acaso el mismo mensaje de invitación de Jesús: “venid y lo veréis”? La fe es un don de Dios, un don en forma de invitación, que se ofrece - enseña el Papa - a todos. Para atravesarla es necesario únicamente tener la misma disposición que, por ejemplo, el profeta Samuel en la primera lectura de hoy.

¿Dónde se encuentra a Cristo? De tantas maneras… ciertamente. Incluso a través de las experiencias más dolorosas. En los momentos más inesperados, puede aparecer la luz de Dios. Esa luz nos invita a acercarnos. La fe es acercarse a Dios. La fe que da Dios es acercarse a Cristo. Venid y lo veréis. Luego vienen otros regalos del Señor. Después del venid, vendrá el escuchad, el arrepentíos, el aprended de mí, el id en paz, el tomad y comed, el soy Yo, no temáis… y como corona de todos esas exhortaciones el amad, a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. La fe nos lleva a la caridad. Seguir a Cristo nos hace amar como Él, un amor concreto, que se extiende también a nuestra dimensión corporal, como nos explica hoy San Pablo en la segunda lectura.

“Venid”, para empezad; para terminar “amad”. Cristo nos enseñará a amar a Dios, mejor, a dejarse amar por Dios, inundándose uno del amor infinito que trasciende toda fuerza humana. Y sólo con ese amor especial, que se llama caridad, podremos amar de veras a los demás.

Celebramos hoy precisamente una jornada muy especial para recordar nuestro compromiso de amar al prójimo: la jornada de las migraciones. El mundo no es hoy en España como hace un cuarto de siglo, cuando el Rey Baltasar de las cabalgatas tenía que pintarse la cara. Raro era el pueblo o ciudad que presumía diciendo: “Yo tengo un rey Baltasar, de verdad, de color”. Hoy tenemos muchos reyes Baltasar entre nosotros, tantos africanos, asiáticos, americanos, que forman parte de nuestra vida y nosotros de la de ellos.

Qué magnífica oportunidad la que nos ofrece el tiempo que nos ha tocado vivir; un mundo globalizado que nos permite abrirnos más y mejor al hermano que, aunque venga de una cultura distinta, puede compartir la misma fe. Tantos inmigrantes que viven entre nosotros y que, como nosotros, han sentido esa misma llamada del Señor: “venid y lo veréis”. En la Iglesia nos convoca Cristo, a unos y a otros, a todos, porque la Iglesia es Una y Católica. También Santa, y esto lo tenemos que recordar bien, para no ensuciar con nuestra vida su rostro, y Apostólica. Volviendo al Evangelio, y para terminar, seamos como San Andrés que bien pronto fue a anunciar a su hermano el hallazgo del Mesías. Seamos apóstoles en nuestro mundo.

“Venid y veréis”. Cristo nos convoca en la Iglesia, donde, además encontramos una Madre que nos une a todos en la caridad: María Santísima.

P. Mario Ortega
En la barca de Pedro

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viernes, 13 de enero de 2012

Pasó de decir «mi dios eran las drogas» a «un hombre sin Dios no puede ser feliz»

Buscaron la felicidad donde, al final del camino, solo había dolor. Aquellos que eran jóvenes a finales de los años setenta y principios de los ochenta cayeron en las redes de algo cuyos efectos secundarios entonces eran muy desconocidos. Los más afortunados perdieron solo la juventud. El resto perdió la vida. Pero Javier salió y Dios fue a su encuentro. Desde entonces, es un hombre nuevo, es un hombre feliz.

Las drogas han dejado un importante rastro de dolor en muchas familias y muchos jóvenes, especialmente la heroína, que en los años setenta y ochenta dibujó un panorama devas- tador. Primero se persiguió a quienes la consumían, ya que su consumo se asociaba de forma indirecta con la delincuencia, la inseguridad ciudadana y el sida. Superados estos prejuicios, se emprendieron medidas para tratar a quienes habían quedado atrapados en esta sustancia. Y es que según el Informe sobre heroína del Plan Nacional sobre Drogas, uno de cada cuatro personas que prueba la heroína desarrolla una adicción.

De aquel entonces no solo nos llegan tragedias, sino también historias de esperanza. Nos llegan historias de superación, de personas a las que un día alguien tendió la mano y sacó de lo pro- fundo. Como le sucedió a Javier Pro de la Cruz.

Su relato comienza en el madrileño barrio de Fuencarral: “Antes de las drogas empecé a delinquir porque era pobre. robaba para mis gastos. Para ropa, para ir a los coches de choque... desde los 15 años”. Javier perdió la cuenta de las veces que había cometido pequeños hurtos. “¿Que cómo empecé con las drogas?”, pregunta, “son los ambientes. Eso estaba entre mis amistades”.

Según el Plan Nacional sobre drogas, el problema de la heroína no ha desaparecido en nuestro país, ya que se está volviendo a consumir, en esta ocasión, acompañada de la más consumida, la cocaína. En aquellos primeros años, Javier comenzó su carrera a ninguna parte con lo más barato, esnifando pegamento. “Después vinieron los canutos y las anfetaminas hasta llegar a la heroina”. Desde los 15 hasta los 19 años asegura que solo le importaba drogarse: “Robé tantas veces que ni recuerdo porque era todos los días. Solo me importaba drogarme”. A diario como un autómata, se despertaba, iba a robar, después a comprar, consumir y prácticamente, vegetar el resto del día mientras su salud física y psíquica se deterioraba: “Muchos de entonces han muerto. La droga estaba en todas partes y nadie sabía el daño que hacía”. En aquel entonces todavía no existía el Plan Nacional Sobre Drogas, la persona con un problema de consumo de drogas seguía siendo un “drogata o un yonqui” y el que se drogaba lo hacía por vicio.

Deteriorada y debilitada su voluntad, Javier recuerda con tristeza que la droga era lo que le dominaba: “Mi dios eran las drogas. No me interesaba nada, ni una chica”. Un día de aquellos que pasaban sin más pena ni gloria, la vida de Javier cambió: “Un chico me prestó su ayuda. Le dije que necesitaba dinero porque no tenía trabajo. Cuando me quité el abrigo, vio que tenía en el bolsillo una jeringuilla. Entonces me llevó a Proyecto Hombre. Empecé a hacer terapia, una terapia que consiste en volver a ser honesto, en recuperar las virtudes”. La vida de Javier comenzaba a tomar forma: “Un día, un amigo me ofreció ir a un grupo de oración y, allí, poco a poco fui encontrando la fe. Aunque, al principio pensaba que estaban un poco chalados”.

Para aquel entonces, Javier ya sabía que la heroína le había dejado otro macabro recuerdo. En algún momento de su periplo había contraído el virus del sida. Tres pastillas y una neuropatía se lo recuerdan a diario. Le preguntamos, si ahora que no hay drogas, ha recuperado el interés por las mujeres: “rehacer mi vida es algo difícil. Dios me decía que chicas no, que no se puede hacer daño a la gente. Es una situación algo complicada porque soy cristiano pero no ciego. Pero no me enfado con Dios por no estar sano, porque Él me ha curado de mis males que eran otros. Dios me ha curado de la tristeza”.

Hemos acabado de charlar con Javier. Estamos ultimando las fotografías y se extraña de ser el protagonista para nosotros. Los primeros rayos del mediodía nos sirven para retratar a un hombre nuevo. “Pero Javier, ¿de qué te extrañas?, tú eres hoy el protagonista”, le decimos. Muy serio pero muy sereno, aparta su mirada del objetivo y con la seguridad de quien sabe que la Providencia le ha socorrido, sentencia: “No, Ángeles, el protagonista de esto, es solo Dios”.

A la cárcel por voluntad propia

Los errores cometidos volvieron en forma de orden de busca y captura para Javier. La justicia reclamaba que cumpliera por sus delitos: “La gente del grupo de oración sabía que yo tenía cuentas pendientes. Les hablé de ello y de que el juez me había puesto una orden de busca y captura. Mi vida era absolutamente normal. Pero este juez no creía en la rehabilitación. Yo no quería seguir viviendo con el miedo a que me cogieran, no quería seguir perseguido, por eso, en el año 1995 me entregué y cumplí ocho meses de cárcel”.

Pero la vida ya era diferente. Era una vida sin drogas: “Yo ahora estoy feliz, no tengo miedo. En mi oración hay días que no pido nada a Dios. Solo hago silencio. Cuando estoy sin Dios no soy feliz. Un hombre sin Dios no puede ser feliz. Es una felicidad humana, pero es una felicidad que se disipa”.

Ángeles Conde
revistamision.com

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jueves, 12 de enero de 2012

«Inmediatamente, dejando las redes, le siguieron»

Lo deja todo el que no guarda nada para sí. Lo deja todo el que, sin reservarse nada para sí, abandona lo poco que posee. Nosotros, por el contrario, nos quedamos atados a lo que tenemos, y buscamos ávidamente lo que no tenemos. Pedro y Andrés pues, abandonaron mucho al renunciar los dos al mero deseo de poseer. Abandonaron mucho puesto que, renunciando a sus bienes, renunciaron también a sus ambiciones.

Así pues, al seguir al Señor renunciaron a todo lo que hubieran podido desear si no le hubiesen seguido. Que nadie, pues, incluso el que ve que algunos han renunciado a grandes riquezas, no diga para sí mismo: «Mucho quisiera yo imitarles en su menosprecio de este mundo, pero no he dejado nada ». Abandonáis mucho, hermanos míos, si renunciáis a los deseos terrestres. Y el Señor se contenta con nuestros bienes exteriores, por mínimos que sean. Porque, en efecto, lo que él aprecia es el corazón y no los bienes; pone más atención en las disposiciones que acompañan a la ofrenda que le hacemos, que a la misma ofrenda.

Porque si tenemos en cuenta los bienes exteriores, vemos que nuestros santos comerciantes han pagado con sus redes y sus barcas la vida eterna que es la de los ángeles. El Reino de Dios no tiene precio: y sin embargo sólo vale lo que tenéis.

San Gregorio Magno, Papa y Doctor de la Iglesia
Evangelizo.org

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martes, 10 de enero de 2012

2012 y el fin del mundo

Entrevista al P. José Antonio Caballero, profesor de Sagrada Escritura en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (Roma) sobre el fin del mundo, el calendario maya y el año 2012.

-Usted ha escrito una tesis doctoral sobre el Apocalipsis de san Juan y es profesor de temas de Sagrada Escritura. ¿Cómo es que de la Biblia ha pasado a interesarse por la cultura maya?
-No he sido yo el que he pasado del interés en la Escritura a los mayas. Han sido determinados ambientes culturales y aun el mismo Hollywood quienes lo han hecho; este paso no es sino confusión de lo que es “apocalíptico” con el fin del mundo.

Podemos decir que en el fondo se trata de cierto ambiente cultural con visos de seriedad científica, arqueológica y astronómica. Me explico, en el habla normal se tiende a denominar apocalíptico todo lo relacionado con catástrofes o cataclismos.

Por ejemplo, en la película “2012” un curioso personaje llamado Charlie Frost, sugiere la construcción de astronaves para escapar del peligro de un inminente “arrebato”, “apocalipsis o fin de los tiempos”, que no sería para él sino algo vaticinado por la Biblia y por los mayas.
Ante esta confusión, que por lo que veo, es también difusión, recibí la invitación de impartir una conferencia –a la que han seguido varias– sobre el Apocalipsis de Juan y de paso contestar a ciertos interrogantes que han estado circulando desde hace tiempo. También me he percatado de que cunde mucho temor entre varias personas.

Al respecto, conviene tener en cuenta que el Apocalipsis no se compuso para instar al miedo, sino a la confianza en Dios. Donde hay temor no está Dios. El mensaje de Cristo resucitado es “la paz esté con vosotros” y la paz es lo más cercano que hay a la felicidad: de hecho en Jn 20,19-20, los apóstoles pasan del temor a la alegría al ver al Señor resucitado en medio de ellos.

-¿Desde hace cuánto tiempo pervive este ambiente cultural?

-Ya con el acercarse del año 2000 volvió a cundir esta psicosis sobre la inminencia del fin del mundo. Como en el año 2000 no se tuvo ningún fin, dado que la cuenta larga del calendario maya concluye en el solsticio de invierno de 2012, para algunos se ha tratado de una advertencia sobre todo un cúmulo de catástrofes que ocurrirían a partir del año 2012, a lo que suman algunos argumentos con base en el “calentamiento global”.

Sin embargo, el calendario maya concluye en 2012 no para significar el fin del mundo, sino porque ya no pudieron ir elaborando más su calendario, dada la llegada de los españoles. Para el maya el tiempo es cíclico, no linear. La idea de un inicio y un final de los tiempos es del todo ajena a la mentalidad maya.

-Entonces, ¿el fin del mundo no será en 2012?

-Solamente lo sabe Dios, y Él no quiere que estemos obsesionados por ese tema. A lo largo de la historia de los hombres, después de Cristo, muchos han pretendido predecir la inminencia del final de los tiempos, pero basta leer la segunda carta a los Tesalonicenses para darse cuenta de que no se trata sino de un escollo del que no siempre nos hemos sabido librar.

Así Pablo dice: “no os turbéis de ligero, ni no os alarméis ni por espíritu, ni por discurso, ni por epístola, como si fuera nuestra, como si el día del Señor fuera inminente. Que nadie en modo alguno os engañe, porque antes ha de venir la apostasía, ha de manifestarse el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición” (cf. 2Cor 22,-3).

Muchos han olvidado el “nadie os engañe de Pablo” y han conservado sólo la manifestación del hombre de la iniquidad”. Por otro lado, en Mt 24,36 Jesús dice claramente: “de aquel día y de aquella hora nadie sabe, ni los ángel del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre”.

-¿Puede citar más personajes que hayan intentado vaticinar el fin del mundo?

-Massimo Introvigne, famoso estudioso italiano de las religiones, en una de sus obras afirma con acierto que pocas enseñanzas de Cristo se han revelado de tan difícil aplicación como el pasaje de Mt 24,36 (M. Introvigne, “Le nuove religión”, Milano 1989, 109).

Él inicia así el estudio de la corriente adventista en la que han influido ciertas interpretaciones rabínicas, y talmúdicas medievales, que a su vez se esforzaban por calcular la fecha de la venida del “verdadero mesías”, esperado por grupos judíos milenaristas de los años 968, 1352, 1358, etcétera.

Sin embargo, ya para el siglo II d.C., a pesar de las advertencias de Pablo en 2Tesalonicenses, Montano se hacía pasar por el Espíritu Santo y afirmaba que la segunda venida sería inminente en el llano de Pepuza (lo que hoy es Turquía), sin que nada ocurriera.

Introvigne, sin embargo, observa que las premisas del adventismo moderno se remontan a las especulaciones en torno a la Revolución francesa que para muchos estuvieron cargadas de profundo significado profético. Como el Papa Pío VI fue puesto en prisión por los soldados franceses (el 15 de febrero de 1798), muchos veían en ello el final del pontificado romano, aplicando erróneamente al Papa la expresión de “hijo de la perdición”.

Así es como se llega a la figura de William Miller quien en al menos tres ocasiones pretendió basarse en la cifra de los mil 260 días/años de Ap 11,3 para predecir la fecha del fin del mundo sin que tampoco ocurriera nada. Luego fue el turno de otros personajes propios de los testigos de Jehová: Charles T. Russell y J. Rutherford; adujeron por escrito fechas para el final de los tiempos como 1914, 1925, sin que tuviera lugar la “parusía” de Cristo.

Ante la decepción de la llegada del Mesías, añadieron que Cristo habría diferido su segunda venida por motivos misteriosos. Finalmente, sus seguidores hicieron correr la voz de que la fecha indicada sería para el año 1975, pero el fracaso de la predicción fue claro.

-¿La Biblia habla entonces del fin del mundo sí o no?

-La Biblia habla del fin del mundo, claro está, pero nunca ha dicho cuándo será. Más aún es propio del pensamiento judeocristiano, el considerar que Dios crea las cosas con su palabra (Génesis 1-2; Isaías 40,26), de la nada (2Macabeos 7,28), que todo es bueno y tiene un inicio en Él, y que todo, su vez, tiene un fin en Él (Apocalipsis 21 y 22). Nadie puede saber más que Cristo, quien a las claras afirmó que no lo sabía. ¿Hemos de suponer que hay gente que sabe más que Él?

-¿Este modo de pensar aportando fechas para el fin del mundo es correcto según las enseñanzas de la Iglesia Católica?

-Se trata de una herejía denominada “milenarismo”; que se podría definir como especulación sobre la fecha precisa sobre el final de los tiempos, que tendría lugar al cabo de un periodo de paz y prosperidad (que duraría mil años), con base en algunos pasajes de la Escritura, interpretados de modo literal o fundamentalista y no en su sentido simbólico. Tales textos han sido Daniel 4,1-34; 7,25; 8,14; 12,7.11-12, y Apocalipsis 11,2-3; 20,1-10.

P. Fernando Pascual
catholic.net

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lunes, 9 de enero de 2012

Sobre el fin del mundo‏

Una mirada cristiana al fin del mundo

Un cuate decidió visitar a una adivina un día que estaba aburrido. Llegó hasta la puerta, junto a un aparador repleto de estatuillas, inciensos, medias lunas, velas y demás cosas raras; como de película. La puerta estaba cerrada, así que tocó el interfón. Una voz aguardientosa preguntó por la bocina: "¿Quién eeees?" Mi amigo respondió: "¡Vaya porquería de adivina!" Y se fue. Tengo razones teológicas de peso para dudar que alguien que tenga la conciencia en buen estado pueda predecir el futuro. Es más, si se lo encuentran en la calle, yo mejor me cambiaba de banqueta. Pero parece que no. Queremos saber y nos viene como anillo al dedo la invitación de Cristo a no agobiarnos por querer saber cuándo es el fin del mundo (Mt 24,36). Y aún así, parece ser que algunos siguen preocupados todavía por la cuenta del ciclo largo del 13 de Bak´tun que termina el 21 de diciembre de 2012. No sé, pero la última vez que busqué, no había ningún registro histórico confiable de que los mayas resucitaran muertos, detuvieran tempestades con comandos de voz. No creo que los mayas supieran algo que Cristo no supiera. No creo que vaya por ahí. Con toda la locura mediática alrededor del "cataclismo que nos espera en 2012", me da la impresión que los antiguos mayas, tan sabios y científicos como eran, hubieran hecho mejor uso de sus computadoras prediciendo el fin de su propia civilización que el del mundo entero. Y miren que quiero a la civilización maya y a las pruebas me remito. Estoy convencido de que en el cielo debe haber tamales de hoja de plátano y seguirán siendo mis favoritos hasta el día que mi corazón deje de latir por ellos. Son muy, muy buenos.

Un amigo mío, muy estimado y muy viajero, se dedicó a hacer la ruta maya durante varias semanas y visitó con su mochila al hombro todo el sur de México y territorios de Centro América y el Caribe. En una semana que tuve de vacaciones lo acompañé por Chiapas y recorrimos San Cristóbal de las Casas y Palenque que es im-pre-sio-nante. Parece ser que más del 80% de Palenque queda sin explorar y lo que está excavado es majestuoso. Me gusta el olor de la selva que devorándolo todo, nos muestra la majestad de Dios, más grande que la creación que se resiste a ser domada por completo. Aprendí algunas palabras en tzotzil y tzeltal, que ya se me olvidaron, pero no se me olvida la gente que nos recibió, nos paseó por sus aldeas y nos alimentó, a veces gratis. Llena de alegría por vivir como bien se nos da a la mayoría de los mexicanos que gracias a Dios no buscamos el mal ajeno, me acuerdo mucho de una señora que echaba tortillas en su jacal y nos invitó a sentarnos con ella a compartir unos tacos de semilla de calabaza. Así que antes que me tachen de anti-maya, advierto que hice varios amigos por allá que se enorgullecen de llevar en las venas la savia de las ceibas Yucatecas.

Pero divago. Volviendo al punto. Siempre ha habido y siempre habrá predicciones sobre el fin del mundo. Para muestra basta un botón. Si tienen tiempo tecleen en su buscador las predicciones de Charles Taze Russell o Joseph Franklin Rutherford, cuyos errores todavía siguen "religiosamente" 7 millones de personas en el mundo. Se los dejo de tarea para no ofender a ninguna secta. A la hora de la verdad, la escatología cristiana es más completa de lo que Hollywood, o Russell o Rutherford para lo que nos atañe, nos quieren dejar ver. A la hora de trabajar con escritores en la industria del entretenimiento, sabemos que la fantasía y el valor diversión generan más rating y dinero que la certeza teológica o científica. Lo cual se vale a la hora de contar un cuento; que aquí entre nos, yo creo que este cuento del 2012 es eso, sólo un cuento. No creo que pase nada. Y si pasa, ya me vendrán a reclamar luego que el mundo se termine. Ojalá haya blogs en el cielo. Blogs y tamales de hoja de plátano.

La curiosidad y el miedo son pan de cada día en esto de ser humanos. Por eso buscamos revelaciones. Porque buscamos la paz que sólo podemos encontrar en la fuente de toda paz. Por esto Dios nos regaló un libro repleto de revelación, palabra que si traducimos al griego entendemos mejor: "apocalipsis".Cuando lo estudiamos con atención, nos damos cuenta de que su mensaje es de paz. Yo creo que el mejor consejo que he recibido de mi madre es "no dejes que nada ni nadie te quite la paz" y "recuerda que nada que quita la paz viene de Dios" (Jn 14,27). OK, son dos consejos, hice trampa.

Enrique Samson
envivo.regnumchristi.org

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Estoy cansado de trabajar y de ver a la misma gente, camino a mi trabajo todos los días, llego a la casa y mi esposa sirvió lo mismo de la c...

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