viernes, 31 de agosto de 2012

Curación en Medjugorje de una mujer que no podía caminar ni hablar

Sucedió el 3 de agosto de 2012 a una madre y esposa belga que durante los últimos 14 años no pudo caminar y en los últimos años ya no podía hablar, diagnosticada de una enfermedad incurable.

Pascale Gryson-Selmeci sufría de una enfermedad rara e incurable que le quitó el habla y la redujo a una silla de ruedas. A principios de este mes ella fue a misa en Medjugorje, sintíó que una fuerza pasó a través de ella, le habló a su marido, y se levantó de su silla.


Innumerables personas vieron con asombro el 3 de agosto, cuando una mujer belga se levantó de su silla de ruedas, aparentemente curada de su enfermedad incurable, después de recibir la Comunión durante la Misa vespertina en Medjugorje.

Pascale Gryson-Selmeci sufría de leucoencefalopatía, una rara enfermedad con síntomas parecidos a los de la esclerosis múltiple. Durante 14 años, la madre y esposa belga empeoró progresivamente. El año pasado, hasta su visita a Medjugorje, era no era capaz de hablar.

“Hace unos meses, mi esposo David y yo sentimos un llamado urgente de Medjugorje sin saber lo que la Virgen María nos había preparado, como una atracción absolutamente irresistible. La llamada me sorprendió mucho, sobre todo por el hecho de que tanto mi marido como yo lo sentíamos con la misma intensidad “, ella dice.

En la tarde del 3 de agosto, Pascale Gryson-Selmeci y su marido fueron a misa, a pesar de su fatiga y agotamiento. Fue en a los pocos días de su peregrinaje a Medjugorje.

“Me fui sin el respirador, ya que el peso de varios kilogramos de esta unidad en mis rodillas se había vuelto insoportable. A nuestra llegada, comencé a implorar al Espíritu Santo con una alegría que no puedo expresar. Le pedí que tomara posesión de todo mi ser. Le expresé mi deseo renovado de pertenecer a él, en cuerpo, alma y espíritu” dice Pascale-Gryson Selmeci.

“La celebración continuó con la Comunión, la estaba esperando con intensidad. Mi marido me llevó a la cola en la parte posterior de la iglesia. Un sacerdote cruzó el pasillo con el Cuerpo de Cristo. Se dirigió de inmediato a mi marido y a mí, superando a todos los demás”.

“Nos alejamos para hacer sitio a los demás que comulgaban y empezar nuestra acción de gracias. Yo sentí un olor muy fuerte y dulce. Luego sentí una fuerza moviéndose a través mío, no calor, sino fortaleza. Los músculos no utilizados de mis piernas fueron cruzados por una corriente de vida” dice la mujer belga.

“Así que le dije a Dios: “Padre, Hijo, Espíritu Santo, si ustedes está haciendo lo que creo, para lograr este milagro impensable, entonces les pido por favor un signo, háganme comunicar con mi marido“.

“Me volví a mi marido y traté de decirle:”¿Hueles el perfume”?. El dijo que, en la forma más natural: “¡No, mi nariz está un poco cargada! Yo digo de “forma natural”, ya que no había escuchado mi voz por un año. Para despertarlo, le dije ‘¡Hey! quiero decir, ¿me oyes?”

“Ahí supe que Dios había hecho su trabajo, y en un acto de fe, saqué mis pies de la silla y me puse de pie. A nuestro alrededor la gente se dio cuenta de lo que estaba pasando”, dice Pascale-Gryson Selmeci.

“En los días que siguieron, mi condición mejoró. Yo ya no quiero dormir todo el tiempo, y los dolores debido a mi enfermedad dieron lugar a dolores de esfuerzo físico que fueron imposibles por 7 años”

Pascale Gryson-Selmeci es consciente de sus prioridades en la actualidad cuando su enfermedad incurable ya no le afecta.

“Mi mayor deseo, que es también el de mi marido, es ser fiel al Señor, a su gracia, tanto como podamos, no defraudarle. Así que para ser realmente práctica, lo que parece claro ahora es que voy a ser capaz de asumir mi responsabilidad y mi vida como madre y esposa. Esta es una prioridad”, dice.

“Mi expectativa es también es llevar una profunda vida de oración y contemplación a lo largo de esta vida terrestre. También ser capaz de responder a todas las personas que me piden ayuda. Y también demostrar el amor de Dios en nuestras vidas. ”

Medjugorje TV
Signos de estos Tiempos

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jueves, 30 de agosto de 2012

Dime a qué Dios adoras

El concepto que tengo de Dios es lo que en definitiva preside mi vida y marca mis convicciones.

No hay más que ver a los dioses homéricos para entender el carácter griego en tiempos de Homero, y hay que estudiar la mitología de la selva africana si uno quiere explicarse la conducta de sus tribus.

Dime a qué Dios adoras, y te diré quién eres. Y eso no sólo de religión a religión, sino dentro de un mismo credo y un mismo bautismo. Dime cómo concibes a Dios, cómo lo llamas, cómo le rezas, cómo te lo imaginas cuando le hablas, cómo interpretas sus mandamientos y reaccionas cuando los quebrantas; dime qué esperas de él en esta vida y en la otra, qué sabes de él y has leído de él y crees de él…, dime todo eso y me habrás contado la biografía de tu alma. La idea que una persona tiene de Dios es el compendio de su propia vida.

Y esa idea, en mí, hubiera sido mucho más limitada y descolorida si no hubiera venido a la India. Aquí es donde mi teología personal cambió a ritmo de trópico, mi concepto de Dios se abrió a nuevos rasgos y nuevas teofanías, y con él se abrió mi vida, se ensancharon los horizontes de mi pensamiento y el ámbito de mi conducta.

La India es subcontinente ecuménico a fuerza de historia y geografía. No solo coexisten en ella formas tan distintas de entender a Dios como el monismo de Vedanta y el animismo de los millones de aborígenes; no sólo se aceptan y se practican en su suelo casi todas las religiones mayoritarias del mundo, sino que topa uno con ellas, cara a cara y corazón a corazón, en personas de trato diario, en la conversación y en la amistad. No es ecumenismo de biblioteca ni de revista interconfesional o conferencia anual, sino de encuentro vivo y constante y personal. Aquí las ideas tienen rostro, y las diversas religiones tienen nombres de amigos y conocidos. Esa es la bendición larga y profunda de este país sagrado, donde el calor de los monzones (...) acaricia el pensamiento religioso como cosecha favorita de sus campos eternamente abiertos.

Carlos G. Vallés
Extraído de "Dejar a Dios ser Dios"

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miércoles, 29 de agosto de 2012

Si Jesús y los discípulos tuviesen Twitter

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martes, 28 de agosto de 2012

Juan Pablo II evitó una guerra entre Chile y Argentina en 1978

Argentina y Chile comparten más de 5.000 kilómetros de frontera común. Tras casi un siglo de conflicto por la soberanía de las islas Picton, Lennox y Nueva, en la zona del Canal de Beagle, estos dos países estuvieron muy cerca de comenzar una guerra en diciembre de 1978.

En aquel momento, en Chile gobernaba Augusto Pinochet, y en Argentina, Jorge Rafael Videla. Con esos gobernantes, la frontera helada del sur, habitualmente en calma y desierta, no tardó en devenir en escenario de batalla. Simulacros, envíos de tropas, cierre de fronteras, etc. Todo hacía suponer que el tiempo de la paz había cesado. La crisis había escalado poco antes cuando un tribunal internacional estableció los límites entre ambos países. Mientras Chile aceptó el laudo, Argentina lo declaró nulo y amenazó con ir a la guerra. Fue ahí que surgió la mediación de la Santa Sede. Los presidentes no podían negarse y recibieron los oficios del cardenal Antonio Samoré, enviado del papa Juan Pablo II.

La propuesta del cardenal fue aceptada por Chile pero no por Argentina. Hubo que esperar hasta 1984 cuando, ya en democracia, la iniciativa fue refrendada en una consulta popular realizada por Raúl Alfonsín, por más del 80% de argentinos, deseosos de paz tras el fracaso en la guerra contra Reino Unido por las Malvinas.

Los dos países firmaron en 1984 el Tratado de Paz y Amistad que otorgó todas las islas al sur de la isla Grande de Tierra de Fuego a Chile y las del lado norte del canal a Argentina, que renunció a sus aspiraciones en el estrecho de Magallanes. El cardenal Samoré no llegó a verlo, pues murió un año antes. Pero su nombre fue utilizado para rebautizar un bellísimo paso en la cordillera de los Andes, que conecta ambos países. El cardenal Samoré tiene además una estatua en el sur chileno.

Treinta años después, la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, y su homóloga chilena, Michelle Bachelet, dejaron constancia de su gratitud a la gestión vaticana con la colocación de la primera piedra de un monumento a Juan Pablo II en Punta Arenas.

webcatolicodejavier.org

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domingo, 26 de agosto de 2012

Benedicto XVI: La falsedad es la marca del diablo

VATICANO, 26 Ago. 12 / 10:05 am (ACI/EWTN Noticias).- En sus palabras previas al rezo del Ángelus, junto a los fieles reunidos en su residencia de Castel Gandolfo, el Papa Benedicto XVI recordó la traición de Judas, que permaneció no por amor sino por venganza, y cuya culpa más grave “fue la falsedad, que es la marca del diablo”.

El Santo Padre señaló que “Judas habría podido irse, como hicieron muchos discípulos; es más, habría debido irse, si hubiese sido honesto. En cambio permanece con Jesús. Permanece no por fe, no por amor, sino con el propósito secreto de vengarse del Maestro. ¿Por qué? Porque Judas se sentía traicionado por Jesús, y decide a su vez traicionarlo”.

“Judas era un zelota, y quería un Mesías vencedor, que guiase una revuelta contra los Romanos. Pero Jesús había desilusionado estas expectativas. El problema es que Judas no se fue, y su culpa más grave fue la falsedad, que es la marca del diablo”.

El Papa indicó que por eso Jesús dijo a los doce apóstoles que “¡uno de ustedes es un diablo!”.

Benedicto XVI señaló que en el Evangelio de hoy indica que muchos seguidores de Jesús se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo “porque no creyeron en las palabras de Jesús que decía: Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente”.

“Para ellos esta revelación permanecía incomprensible, porque la entendían solo en sentido material, mientras en aquellas palabras estaba preanunciado el misterio pascual de Jesús, en el que Él se ha donado a si mismo para la salvación del mundo”.

El Santo Padre recordó que Jesús luego se dirige a los apóstoles y les pregunta si ellos también quieren irse y, “como en otros casos, es Pedro quien responde en nombre de los Doce: ‘Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios’”.

Al concluir, el Santo Padre pidió a la Virgen María que “nos ayude a creer en Jesús, como San Pedro, y a ser siempre sinceros con Él y con todos”.

aciprensa.com

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La fidelidad en los momentos difíciles

Evangelio: Juan 6, 60- 69

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: “Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso?” Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: “¿Esto os hace vacilar, y si vierais al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.” Desde entonces muchos discípulos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: “¿También vosotros queréis marcharos?”
Simón Pedro le contestó: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos. Y sabemos que eres el Santo consagrado por Dios.”

LA FIDELIDAD EN LOS MOMENTOS DIFÍCILES

Es donde verdaderamente se puede mostrar la fidelidad, ya que mientras todo va bien, no suele haber problemas, ni malestares, ni incomprensiones… ni nada de nada.

Cuando llegan los momentos difíciles, llega la hora de la verdad. Y la hora de la verdad para los interlocutores de Jesús en el discurso del Pan de Vida llegó cuando Jesús les habló claramente de su origen divino y del fin divino que tendrá todo el que se adhiera a su Palabra. La Palabra de Vida.

Es inevitable la referencia a la primera lectura de hoy cuando hablamos este domingo de fidelidad a Dios y a su plan. Josué es muy claro con el pueblo de Israel. Con Dios no valen las medias tintas; o se le sigue o no se le sigue. Los israelitas se acordaron de la alianza que Dios hizo con ellos y de cómo les había salvado de la esclavitud y renovaron su fidelidad al Señor. En los momentos de crisis, recordando la bondad y fidelidad que Dios les había mostrado, se fortificó su fe.

Desgraciadamente en la escena evangélica de hoy, no ocurrió así con la mayoría de los que escuchaban a Jesús. No se acordaron ya de los panes multiplicados por el Señor con los que habían saciado su hambre, ni de los demás milagros y signos que les había dado el Redentor. Se olvidaron de los beneficios de Dios y se alejaron de Él. “Desde entonces muchos discípulos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.” ¡Qué tristeza para Jesús! Cuando más se había revelado su amor y donación a los hombres… Misterio insondable de contraste entre el máximo amor mostrado y el total abandono recibido.
La lectura de San Pablo también habla de fidelidad, la de los cónyuges cristianos en este caso, pero que tiene su origen en la fidelidad de Dios para con nosotros, para con su Iglesia.

Fidelidad viene de fe. Fiel es el que tiene fe. Es lógico, entonces, que en un mundo donde falta tanta fe, haya tanta infidelidad, a todos los niveles. Pero fijémonos ahora para terminar, en la fidelidad que un cristiano debe a su Iglesia, como muestra de la fidelidad a Cristo.
Y para ello, tomemos las palabras que San Pedro pronunció en plural, es decir, en nombre también de los demás apóstoles. “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos. Y sabemos que eres el Santo consagrado por Dios.” Esta es la fe de Pedro y de la Iglesia. La fe que es muestra de fidelidad al Señor. En los momentos difíciles, en las crisis también de fe. Cuando uno duda si seguir los caminos del Señor o seguir otros caminos que el mundo propone insaciablemente… Piensa con San Pedro… “¿A quién voy a acudir?”, que es como decir: “¿me voy a fiar más de esta ideología, esta filosofía o esta moda más que del Evangelio?” Soy libre, desde luego, para hacerlo. Muchos abandonaron, de hecho, a Jesús Pan de Vida.

Pero en la respuesta de San Pedro, que está en el Evangelio precisamente como una continua invitación a hacerla nuestra, se nos ofrece una maravillosa experiencia de fidelidad. Y de fe. Tantas voces contrarias a Pedro hoy, es decir, al Papa, que sigue conservando esa fidelidad inquebrantable al Evangelio de Cristo, se nos presentan como tentaciones, muy sutiles a veces, para abandonar el camino del Señor.

Es entonces cuando, en medio de la dificultad, puedo repetir también con San Pedro y con toda la Iglesia: “Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos. Y sabemos que eres el Santo consagrado por Dios.”

P. Mario Ortega
En la barca de Pedro

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sábado, 25 de agosto de 2012

Cáritas

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Religiosidad e hipertensión

La salud es uno de los campos en los que la ciencia trabaja para descifrar el efecto de las creencias y de las actitudes religiosas en el ser humano. En los últimos años, los resultados de diversas investigaciones han sugerido que, en este terreno, la religiosidad podría jugar un papel.

Uno de los estudios más recientes a este respecto ha sido el realizado por científicos de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología (NTNU). A partir de un extenso análisis longitudinal sobre la salud noruega denominado HUNT, los investigadores descubrieron que existía, concretamente, una relación positiva entre el tiempo que se pasa en la iglesia y una presión sanguínea baja, tanto en hombres como en mujeres.

Según declaraciones de Torgeir Sørensen, coautor del estudio e investigador del Centro de Psicología Religiosa del Hospital Inland, aparecidas en un comunicado de la NTNU, lo que se constató fue que cuanto más a menudo iban las personas participantes en el HUNT a la iglesia, más baja era su presión sanguínea.


Características de la muestra analizada

Sørensen añade que este es el primer estudio de este tipo realizado en Escandinavia. Investigaciones previas, llevadas a cabo en Estados Unidos, habían sugerido una relación similar entre la asistencia a servicios religiosos y la presión sanguínea. Sin embargo, las grandes diferencias culturales y religiosas entre Estados Unidos y Noruega habían impedido transferir estos hallazgos al contexto noruego.

Alrededor de un 90% de la población del condado de Nord-Trøndelag, en el que se realizó el análisis HUNT, es miembro de la Iglesia Estatal de Noruega, cuyos fundamentos son la Biblia cristiana y el Pequeño Catecismo de Lutero, entre otros.

Desde 1984, los residentes del condado Nord-Trøndelag participaron en tres encuestas HUNT. En estos análisis no sólo se examinaron los factores de riesgo de enfermedad y muerte de la población, sino que también se evaluaron aquellos factores que podían contribuir a tener una buena salud.

La fase tercera de HUNT se desarrolló entre los años 2006 y 2008, e incluyó preguntas sobre la participación de los participantes en actividades culturales y religiosas.

En total, la base de datos recopilada en este proyecto contiene información de alrededor de 120.000 personas, lo que ha permitido integrar datos familiares e individuales, así como relacionar estas informaciones con los registros sanitarios nacionales.


Hallazgo de la relación, pero no de la causa

Los científicos de la NTNU escogieron la asistencia a la iglesia como variable representativa de la actividad religiosa de los ciudadanos, y la presión sanguínea como indicador de la salud general de éstos.

El análisis de estos datos reveló que la variable usada para medir las actividades religiosas (asistencia a la iglesia) tenía una relación significativa con la variable empleada para medir la salud (presión sanguínea).

En otras palabras, aquellas personas que eran religiosamente más activas estaban más sanas que las que no eran religiosamente activas, afirman los científicos.

Estos reconocen, sin embargo, que los resultados obtenidos pueden ser sesgados. Por una parte, no aclaran si la salud de los participantes es la que condicionó su actividad religiosa o viceversa. Es decir, muestran la relación entre la religiosidad y la presión sanguínea, pero no pueden explicitar la causa de esta relación.

Por otra parte, los científicos desconocen también si estos mismos resultados podrían ser aplicados a grupos de población de otras religiones, como el judaísmo o el Islam. Según los investigadores, no se ha podido saber si la misma asociación existe en estas otras comunidades.

Por último, parece que la influencia positiva sobre la salud no es exclusiva de las actividades religiosas. Estudios previos basados en el HUNT han demostrado que también existe una relación positiva entre el humor y la salud, así como entre la participación en diversas actividades culturales y una buena salud.

De cualquier forma, los científicos afirman que los resultados obtenidos en este terreno, que han aparecido detallados en The International Journal of Psychiatry in Medicine les animarán a seguir investigando en esta dirección.

Como hemos dicho, en los últimos años diversas investigaciones han analizado el efecto de la religiosidad sobre la salud humana. Es el caso, por ejemplo, de dos estudios realizados en 2006 sobre la oración y la salud. El primero de ellos constató que el aumento de la esperanza de vida que se deriva de una actividad religiosa semanal es comparable a los beneficios que genera para la salud el ejercicio físico regular o el consumo de medicamentos para reducir el colesterol. El segundo, en cambio, acusó un empeoramiento en la salud en un grupo de personas que estaban recibiendo asistencia religiosa.

forumlibertas.com

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viernes, 24 de agosto de 2012

La autocensura católica

Que los enemigos de la religión católica obstaculicen, marginen o censuren artículos o programas católicos resulta comprensible aunque injusto. En ocasiones el odio a la Iglesia llega a extremos de intolerancia que ni siquiera Voltaire aceptaría.

Pero que haya entre los mismos católicos quienes, por una mal entendida prudencia, tengan miedo de enseñar su fe, e impidan a sus mismos hermanos en la fe la publicación o difusión de la doctrina católica, es algo que causa pena y confusión.

Es cierto que hay que ser prudentes como serpientes y sencillos como palomas (cf. Mt 10,16). Es cierto también que escribir un artículo “muy católico” puede asustar a algunos lectores, provocar reacciones de rechazo, incluso cerrar puertas de comunicación que hasta ahora permanecían abiertas. Es cierto que hay que ir poco a poco, pues presentar la propia fe de modo inadecuado provoca en algunos actitudes de rechazo en vez de ayudar a las personas a un sereno encuentro con Cristo.

Si lo anterior es verdad, también lo es que hay que subir a las terrazas y predicar las enseñanzas de Cristo con valor y confianza, pues no se enciende la luz para esconderla, sino para que brille e ilumine (cf. Mt 5,14-16).

El Maestro pidió a sus discípulos (también a nosotros) que anunciásemos la Buena Noticia, el Evangelio, a todo el mundo (cf. Mc 16,15). No podemos guardarlo escondido por miedo a quienes hostigan sin cesar el gran don de la salvación.

Es Cristo mismo el que nos invita, nos lanza, nos acompaña. Es Cristo el que desea reunir a todos los hombres para que haya un solo rebaño y un solo pastor (cf. Jn 10,14-16). Es Cristo el que desea que nadie se pierda, que todos puedan llegar a la gran fiesta de los cielos (cf. Mt 18,14).

Por eso anunciar a Cristo, en todos los areópagos, en la prensa o en internet, en la televisión o en la radio, en las conversaciones de cada día o en el trabajo, es uno de los compromisos más urgentes que tenemos como bautizados.

Cada católico puede apropiarse, en la medida de sus posibilidades, las palabras que el Papa Pablo VI dijo en Manila el 29 de noviembre de 1970:

“Yo soy Apóstol y Testigo. Cuanto más lejana está la meta, cuanto más difícil es el mandato, con tanta mayor vehemencia nos apremia el amor. Debo predicar su nombre: Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios Vivo; Él es quien nos ha revelado al Dios Invisible, Él es el primogénito de toda criatura, y todo se mantiene en Él. Él es también el Maestro y Redentor de los hombres; Él nació, murió y resucitó por nosotros”.

¿Por qué esa urgencia de predicar a Cristo? Benedicto XVI quiso dar una respuesta en su viaje a Fátima, Portugal (13 de mayo de 2010):

“Verdaderamente, los tiempos en que vivimos exigen una nueva fuerza misionera en los cristianos, llamados a formar un laicado maduro, identificado con la Iglesia, solidario con la compleja transformación del mundo. Se necesitan auténticos testigos de Jesucristo, especialmente en aquellos ambientes humanos donde el silencio de la fe es más amplio y profundo: entre los políticos, intelectuales, profesionales de los medios de comunicación, que profesan y promueven una propuesta monocultural, desdeñando la dimensión religiosa y contemplativa de la vida. En dichos ámbitos, hay muchos creyentes que se avergüenzan y dan una mano al secularismo, que levanta barreras a la inspiración cristiana”.

Más allá de cualquier censura, venga de los enemigos de Dios o de los mismos creyentes que tienen miedo a las críticas del mundo, podemos hacer nuestro el empuje misionero de san Pablo: “Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1Co 9,16-17).

Sí: tenemos que predicar el Evangelio con urgencia, por amor a Cristo y por amor a tantos hombres que lo necesitan y lo esperan en un mundo cada día más hambriento de esperanza y de misericordia.

P. Fernando Pascual
catholic.net

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jueves, 23 de agosto de 2012

Santa Rosa de Lima

Fiesta: 23 de agosto


El día en que su madre le reprendió por atender en la casa a pobres y enfermos, Santa Rosa de Lima le contestó: "Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús". -Catecismo de la Iglesia Católica, 2449

En Breve
Nació en Lima (Perú) el año 1586; cuando vivía en su casa, se dedicó ya a una vida de piedad y de virtud, y, cuando vistió el hábito de la tercera Orden de santo Domingo, hizo grandes progresos en el camino de la penitencia y de la contemplación mística. Murió el día 24 de agosto del año 1617.

Biografía
Rosa de Lima, la primera santa americana canonizada, nació de ascendencia española en la capital del Perú en 1586. Sus humildes padres son Gaspar de Flores y María de Oliva.

Aunque la niña fue bautizada con el nombre de Isabel, se la llamaba comúnmente Rosa y ése fue el único nombre que le impuso en la Confirmación el arzobispo de Lima, Santo Toribio. Rosa tomó a Santa Catalina de Siena por modelo, a pesar de la oposición y las burlas de sus padres y amigos. En cierta ocasión, su madre le coronó con una guirnalda de flores para lucirla ante algunas visitas y Rosa se clavó una de las horquillas de la guirnalda en la cabeza, con la intención de hacer penitencia por aquella vanidad, de suerte que tuvo después bastante dificultad en quitársela. Como las gentes alababan frecuentemente su belleza, Rosa solía restregarse la piel con pimienta para desfigurarse y no ser ocasión de tentaciones para nadie.

Una dama le hizo un día ciertos cumplimientos acerca de la suavidad de la piel de sus manos y de la finura de sus dedos; inmediatamente la santa se talló las manos con barro, a consecuencia de lo cual no pudo vestirse por sí misma en un mes. Estas y otras austeridades aún más sorprendentes la prepararon a la lucha contra los peligros exteriores y contra sus propios sentidos. Pero Rosa sabía muy bien que todo ello sería inútil si no desterraba de su corazón todo amor propio, cuya fuente es el orgullo, pues esa pasión es capaz de esconderse aun en la oración y el ayuno. Así pues, se dedicó a atacar el amor propio mediante la humildad, la obediencia y la abnegación de la voluntad propia.

Aunque era capaz de oponerse a sus padres por una causa justa, jamás los desobedeció ni se apartó de la más escrupulosa obediencia y paciencia en las dificultades y contradicciones.

Rosa tuvo que sufrir enormemente por parte de quienes no la comprendían.

El padre de Rosa fracasó en la explotación de una mina, y la familia se vio en circunstancias económicas difíciles. Rosa trabajaba el día entero en el huerto, cosía una parte de la noche y en esa forma ayudaba al sostenimiento de la familia. La santa estaba contenta con su suerte y jamás hubiese intentado cambiarla, si sus padres no hubiesen querido inducirla a casarse. Rosa luchó contra ellos diez años e hizo voto de virginidad para confirmar su resolución de vivir consagrada al Señor.

Al cabo de esos años, ingresó en la tercera orden de Santo Domingo, imitando así a Santa Catalina de Siena. A partir de entonces, se recluyó prácticamente en una cabaña que había construido en el huerto. Llevaba sobre la cabeza una cinta de plata, cuyo interior era lleno de puntas sirviendo así como una corona de espinas. Su amor de Dios era tan ardiente que, cuando hablaba de El, cambiaba el tono de su voz y su rostro se encendía como un reflejo del sentimiento que embargaba su alma. Ese fenómeno se manifestaba, sobre todo, cuando la santa se hallaba en presencia del Santísimo Sacramento o cuando en la comunión unía su corazón a la Fuente del Amor.

Una dama le hizo un día ciertos cumplimientos acerca de la suavidad de la piel de sus manos y de la finura de sus dedos; inmediatamente la santa se talló las manos con barro, a consecuencia de lo cual no pudo vestirse por sí misma en un mes. Estas y otras austeridades aún más sorprendentes la prepararon a la lucha contra los peligros exteriores y contra sus propios sentidos. Pero Rosa sabía muy bien que todo ello sería inútil si no desterraba de su corazón todo amor propio, cuya fuente es el orgullo, pues esa pasión es capaz de esconderse aun en la oración y el ayuno. Así pues, se dedicó a atacar el amor propio mediante la humildad, la obediencia y la abnegación de la voluntad propia.

Aunque era capaz de oponerse a sus padres por una causa justa, jamás los desobedeció ni se apartó de la más escrupulosa obediencia y paciencia en las dificultades y contradicciones.

Rosa tuvo que sufrir enormemente por parte de quienes no la comprendían.

El padre de Rosa fracasó en la explotación de una mina, y la familia se vio en circunstancias económicas difíciles. Rosa trabajaba el día entero en el huerto, cosía una parte de la noche y en esa forma ayudaba al sostenimiento de la familia. La santa estaba contenta con su suerte y jamás hubiese intentado cambiarla, si sus padres no hubiesen querido inducirla a casarse. Rosa luchó contra ellos diez años e hizo voto de virginidad para confirmar su resolución de vivir consagrada al Señor.

Al cabo de esos años, ingresó en la tercera orden de Santo Domingo, imitando así a Santa Catalina de Siena. A partir de entonces, se recluyó prácticamente en una cabaña que había construido en el huerto. Llevaba sobre la cabeza una cinta de plata, cuyo interior era lleno de puntas sirviendo así como una corona de espinas. Su amor de Dios era tan ardiente que, cuando hablaba de El, cambiaba el tono de su voz y su rostro se encendía como un reflejo del sentimiento que embargaba su alma. Ese fenómeno se manifestaba, sobre todo, cuando la santa se hallaba en presencia del Santísimo Sacramento o cuando en la comunión unía su corazón a la Fuente del Amor.

De los escritos de santa Rosa de Lima:

El salvador levantó la voz y dijo, con incomparable majestad:
"¡Conozcan todos que la gracia sigue a la tribulación.
Sepan que sin el peso de las aflicciones no se llega al
colmo de la gracia. Comprendan que, conforme al acre-
centamiento de los trabajos, se aumenta juntamente la
medida de los carismas. Que nadie se engañe: esta es
la única verdadera escala del paraíso, y fuera de la cruz
no hay camino por donde se pueda subir al cielo!"
Oídas estas palabras, me sobrevino un impetu pode-
roso de ponerme en medio de la plaza para gritar con
grandes clamores, diciendo a todas las personas, de cual-
quier edad, sexo, estado y condición que fuesen:
"Oíd pueblos, oíd, todo género de gentes: de parte de
Cristo y con palabras tomadas de su misma boca, yo os
aviso: Que no se adquiere gracia sin padecer aflicciones;
hay necesidad de trabajos y más trabajos, para conse-
guir la participación íntima de la divina naturaleza, la
gloria de los hijos de Dios y la perfecta hermosura del
alma."
Este mismo estímulo me impulsaba impetuosamente
a predicar la hermosura de la divina gracia, me angus-
tiaba y me hacía sudar y anhelar. Me parecía que ya no
podía el alma detenerse en la cárcel del cuerpo, sino que
se había de romper la prisión y, libre y sola, con más
agilidad se había de ir por el mundo, dando voces:
"¡Oh, si conociesen los mortales qué gran cosa es la
gracia, qué hermosa, qué noble, qué preciosa, cuántas ri-
quezas esconde en sí, cuántos tesoros, cuántos júbilos y
delicias! Sin duda emplearían toda su diligencia, afanes
y desvelos en buscar penas y aflicciones; andarían todos
por el mundo en busca de molestias, enfermedades y
tormentos, en vez de aventuras, por conseguir el tesoro
último de la constancia en el sufrimiento. Nadie se que-
jaría de la cruz ni de los trabajos que le caen en suerte,
si conocieran las balanzas donde se pesan para repartir-
los entre los hombres."

corazones.org

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miércoles, 22 de agosto de 2012

Donde orar

Elegir adecuadamente el lugar para hacer la oración puede determinar un mayor avance en la vida espiritual

San Juan Crisóstomo decía que "Orar es siempre posible. (…) “Es posible, incluso en el mercado o en un paseo solitario, hacer una frecuente y fervorosa oración. Sentados en vuestra tienda, comprando o vendiendo, o incluso haciendo la cocina.” Como la oración es un acto de la razón y Dios es omnipresente, podemos hacerla en cualquier lugar y en cualquier momento sin embargo hay lugares en los que la paz necesaria para comunicarse adecuadamente con Dios facilitan y hasta propician la oración.

Sin duda, el mejor lugar para hacer oración es frente al Santísimo Sacramento, pues ahí está Jesús Sacramentado quien nos ve y nos oye verdaderamente. El mismo Jesús que descansaba en Betsaida, a quien tocaban los enfermos esperando su curación, al que crucificaron en el Calvario y quien resucitó al tercer día está oculto en un pedacito de Pan. Ahí está verdaderamente Jesucristo. Por lo tanto, no hay un lugar mejor para hacer la oración que estando frente al Sagrario.

Como no siempre es facil acudir a un oratorio, una capilla o una parroquia en donde esté Jesús Sacramentado podemos hacer nuestra oración en un lugar que nos permita un mínimo de privacía. Nuestra casa, en una habitación puede ser el lugar ideal para hacer oración.

Siempre es buena idea que donde hagamos nuestra oración tengamos a la mano las Sagradas Escrituras (los Salmos son una fuente excepcional para la oración) o los textos del Evangelio.

Un libro espiritual puede ayudarnos, además, a meditar y sobre lo leído conversar con Dios en nuestra oración. Entre los muchos libros espirituales que siempre vale la pena tener para alimentar nuestra oración está el clásico "Imitación de Cristo" de Tomás de Kempis. Un libro excepcional es "Orar con Juan Pablo II". Santa Teresa de Jesús nunca iba a la oración sin un libro que le ayudara cuando tenía dificultades.

También es útil tener en nuestro "rincón de oración" una imagen que puede ser un crucifijo o una pintura de la Santísima Virgen o de algún santo. El Catecismo nos orienta en este sentido diciéndonos que "Las imágenes sagradas, presentes en nuestras iglesias y en nuestras casas, están destinadas a despertar y alimentar nuestra fe en el Misterio de Cristo. A través del icono de Cristo y de sus obras de salvación, es a El a quien adoramos. A través de las sagradas imágenes de la Santísima Madre de Dios, de los ángeles y de los santos, veneramos a quienes en ellas son representados." (CEC 1192)

Con toda confianza, como católicos, podemos tener en casa imágenes piadosas que nos ayuden en la oración pues "…Siguiendo la enseñanza divinamente inspirada de nuestros santos Padres y la tradición de la Iglesia católica [pues reconocemos ser del Espíritu Santo que habita en ella], definimos con toda exactitud y cuidado que las venerables y santas imágenes, como también la imagen de la preciosa y vivificante cruz, tanto las pintadas como las de mosaico u otra materia conveniente, se expongan en las santas iglesias de Dios, en los vasos sagrados y ornamentos, en las paredes y en cuadros, en las casas y en los caminos: tanto las imágenes de nuestro Señor Dios y Salvador Jesucristo, como las de nuestra Señora inmaculada la santa Madre de Dios, de los santos ángeles y de todos los santos y justos. [Concilio de Nicea II]" (CEC 1161)

Con lo anteriormente explicado, podremos entender mejor en dónde podemos hacer nuestra oración:

"La iglesia, casa de Dios, es el lugar propio de la oración litúrgica de la comunidad parroquial. Es también el lugar privilegiado para la adoración de la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento.

La elección de un lugar favorable no es indiferente para la verdad de la oración:

- para la oración personal, el lugar favorable puede ser un "rincón de oración", con las Sagradas Escrituras e imágenes, a fin de estar "en lo secreto" ante nuestro Padre. En una familia cristiana este tipo de pequeño oratorio favorece la oración en común;

- en las regiones en que existen monasterios, una misión de estas comunidades es favorecer la participación de los fieles en la Oración de las Horas y permitir la soledad necesaria para una oración personal más intensa;

- las peregrinaciones evocan nuestro caminar por la tierra hacia el cielo. Son tradicionalmente tiempos fuertes de renovación de la oración. Los santuarios son, para los peregrinos en busca de fuentes vivas, lugares excepcionales para vivir en comunión con la Iglesia las formas de la oración cristiana." (CEC 2691)

encuentra.com

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martes, 21 de agosto de 2012

Dios presente en el vínculo

La mayoría de las personas ven el casamiento por iglesia como un modo tradicional de contraer matrimonio y, en ese sentido, lo consideran natural. Muchos suponen que la bendición de Dios les asegurará una vida feliz, garantizará la fidelidad, aumentará la sensación de seguridad, la estabilidad de la relación... Son motivaciones buenas y verdaderas, pero no alcanzan para alegrarse de que los esposos sabrán vivir cotidianamente el sacramento del matrimonio y lo verán como su camino hacia Dios.

Muchas personas que asumieron el sacramento del matrimonio no saben decir en qué consiste su realización en la vida diaria. Experimentan rápidamente la debilidad de su amor, la falta de unidad, la diferencia de sus respectivos anhelos y expectativas, el sufrimiento de la vida de a dos, pero no se dirigen hacia Dios para que sus debilidades y pecados sean vencidos por el poder de Cristo crucificado y resucitado.

El católico cree que Jesucristo resucitó y por lo tanto sigue vivo. Por eso quiere vivir con Él acontecimientos tan importantes en su vida como son el amor, el matrimonio, la convivencia sexual, la educación de los hijos. Quiere entregar su vida a Jesucristo, quiere vivir con Él y para Él, escuchar sus enseñanzas y guardar sus mandamientos. El matrimonio es un sacramento, vale decir, la comunión concreta de la vida y el amor creada por un varón y una mujer que está particularmente signada por la presencia de Dios. La vida dentro de un matrimonio así entendido se convierte para el católico en un camino de santidad, lo conduce al encuentro con Dios.

El varón y la mujer que conscientemente invitan a Dios a su relación de amor se plantean una pregunta natural: ¿cómo pueden reconocer su presencia entre ellos? ¿dónde pueden advertirlo en su vida conyugal cotidiana? ¿de qué modo pueden encontrarse con Él? La respuesta de la Iglesia es absolutamente precisa y concreta. La Iglesia dice que los esposos pueden descubrir a Cristo presente muy cerca de ellos: en su vínculo matrimonial, o sea, en la relación que crean entre sí. Desde el momento en que acceden al sacramento del matrimonio, Jesucristo se encarna en el vínculo ya creado por las dos personas que se aman. Y en ese vínculo permanece siempre para que la pareja madure hacia un amor cada vez más auténtico.

Ksawery Knotz OFM Cap
iglesia.org

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domingo, 19 de agosto de 2012

Benedicto XVI: Dejémonos sorprender por palabras de Cristo


VATICANO, 19 Ago. 12 / 10:00 am (ACI/EWTN Noticias).- Esta mañana, en sus palabras previas al rezo del Ángelus, el Papa Benedicto XVI invitó a todos los fieles a dejarnos nuevamente sorprender por las palabras de Cristo, que siempre debe ser primicia para la humanidad.

“Dejémonos, también nosotros, nuevamente sorprender por las palabras de Cristo: Él, semilla de trigo lanzada en los surcos de la historia, es la primicia de la humanidad nueva, liberada de la corrupción del pecado y de la muerte”, dijo Benedicto XVI ante los miles de peregrinos reunidos en su residencia de verano en Castel Gandolfo.

Además, el Papa invitó a redescubrir “la belleza del Sacramento de la Eucaristía que expresa toda la humildad y la santidad de Dios: su hacerse pequeño –Dios se hace pequeño- parte del universo que quiere reconciliar a todos en su amor”.

Al explicar el Evangelio de este domingo recordó la parte culminante del discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaum, después de que el día anterior diera de comer a miles de personas con sólo cinco panes y dos peces.

Es ahí donde “Jesús revela el sentido de aquel milagro, es decir que el tiempo de las promesas se ha cumplido: Dios Padre, que con el maná sació el hambre de los israelitas en el desierto, ahora lo mandaba a Él, Hijo, como verdadero Pan de vida eterna, y este pan es su carne, su vida, ofrecida en sacrificio por nosotros”, expresó.

El Santo Padre explicó que en la Eucaristía “se trata por lo tanto de acogerlo con fe, no escandalizándose de su humanidad; y se trata de ‘comer su carne y beber su sangre’, para tener en nosotros mismos la plenitud de la vida”.

“Es evidente que este discurso no fue hecho para obtener beneplácitos. Jesús lo sabe y lo pronuncia intencionadamente; y en efecto aquel fue un momento crítico, un vuelco en su misión pública".

El Papa subrayó que "la gente, y los mismos discípulos, eran entusiastas de Él cuando realizaba signos prodigiosos; y también la multiplicación de los panes y de los peces era una clara revelación del Mesías, tanto es así que inmediatamente después la multitud habría querido llevar a Jesús en triunfo y proclamarlo rey de Israel”.

Pero ciertamente ésta “no era la voluntad de Jesús, que con aquel extenso discurso termina con el entusiasmo y provoca muchos desacuerdos. Él, en efecto, explicando la imagen del pan, afirma de haber sido mandado para ofrecer la propia vida, y que, quien quiere seguirlo debe unirse a Él en modo personal y profundo, participando en su sacrificio de amor”.

Benedicto XVI explicó que esta es la razón por la que Jesús, instituiría en la última cena el Sacramento de la Eucaristía, para que así, los discípulos pudiesen tener en sí mismos su caridad, como un único cuerpo unido a Él, prolongar en el mundo su misterio de salvación.

"Escuchando este discurso, la gente comprendió que Jesús no era un Mesías como así querían, que aspirase a un trono terrenal”, sino que “no buscaba el consenso de todos para conquistar Jerusalén, es más, quería ir a la ciudad santa para compartir la suerte de los profetas y dar la vida por Dios y por el pueblo".

El Santo Padre explicó que “aquellos panes, partidos para miles de personas no querían provocar una marcha triunfal, sino preanunciar el sacrificio de la Cruz, en la que Jesús se hace Pan, cuerpo y sangre ofrecidos en expiación por la vida del mundo”, y además, con su discurso pretendía desilusionar a las multitudes y “sobre todo, provocar una decisión en sus discípulos. En efecto, muchos entre estos, a partir de entonces, ya no le siguieron”.

Finalmente, en su saludo a los peregrinos de lengua española, el Santo Padre recordó que el Evangelio de este domingo “nos invita a participar en la vida divina a través del sacramento de la Eucaristía: el banquete que Cristo ha preparado y en el que nos ofrece como alimento su cuerpo y su sangre entregados por nuestra salvación”.

“Acerquémonos con fe y alegría a este misterio y saciemos nuestro alma con el pan de la inmortalidad”, concluyó.

aciprensa.com

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La Eucaristía hace presente la vida eterna

Evangelio: Juan 6, 51-58

En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan, vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo.”
Disputaban los judíos entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” Entonces Jesús les dijo: “Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que como este pan vivirá para siempre.”

LA EUCARISTÍA HACE PRESENTE LA VIDA ETERNA

Domingo a domingo, vamos llegando al final del discurso del Pan de Vida (capítulo 6 del Evangelio de San Juan). Aquella multiplicación de panes con los que se sació la multitud dio lugar a la revelación de un gran misterio: Jesús es Pan vivo que da vida eterna.

La vida eterna con Dios es lo que todo hombre desea, lo sepa o lo ignore, lo reconozca o lo rechace. La vida eterna con Dios no es otra cosa que la felicidad plena que anhela su corazón. Y no hay hombre en este mundo que no desee ser feliz. Bien, pues dice Jesús hoy que el modo de alcanzar esa vida es alimentarse de Él, comer su Cuerpo y beber su Sangre. Es una afirmación tan fuerte que causaba perplejidad entre los oyentes: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”

Jesús no ha venido sólo para que lo oigamos, ni siquiera para que lo sigamos solamente. Ha venido para ser nuestro alimento espiritual. Con todas las consecuencias. Si uno no come, su cuerpo se debilita y muere. Del mismo modo, sin la Eucaristía, hoy dice claramente Jesús que uno no puede tener vida eterna.

Esto se entiende mejor si consideramos que para recibir la Eucaristía, uno debe ir bien preparado, limpia su alma del pecado mortal y para ello es preciso confesarse antes. También con frecuencia aunque uno piense que sólo tiene pecados veniales. Y para confesarse, uno debe estar arrepentido y ser humilde. Humildad – arrepentimiento – confesión – Eucaristía. Es todo un proceso, en el que el alimento de la Eucaristía nos impulsará a practicar la caridad con el prójimo y a las obras de misericordia. La Eucaristía es, por tanto, el centro y la clave de la vida cristiana que va desde la humildad a la caridad, y por eso, cuando la recibimos nos hacemos uno con Jesús (“El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”). En esta unión con Cristo consiste la verdadera santidad, el camino hacia el Cielo.

La Iglesia nos manda participar en la Eucaristía dominical. Pero no es tanto una obligación que una madre impone, cuanto una necesidad que el hijo tiene. ¿Por qué no pensamos en esta necesidad cuando “toca ir a Misa” el domingo? Seguramente nuestra vida cristiana cobraría un sentido mucho más profundo. ¿Por qué no nos convertimos en apóstoles de la Eucaristía, invitando a amigos y familiares a participar en la celebración más bella y necesaria que tenemos los cristianos?

P. Mario Ortega
En la barca de Pedro

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viernes, 17 de agosto de 2012

El misterio de la Eucaristía

La Eucaristía ilumina, ennoblece y consagra toda la realidad del mundo y la actividad humana

Los sacramentos son signos: «producen lo que significan». De aquí la importancia de entender de qué es signo el pan entre los hombres. En cierto sentido, para comprender la Eucaristía, prepara mejor la labor del campesino, del molinero, del ama de casa o del panadero, que la del teólogo, porque aquellos saben del pan infinitamente más que el intelectual que lo ve sólo en el momento en que llega a la mesa y lo come, tal vez hasta distraídamente.

¡De cuántas cosas es signo el pan! De trabajo, de espera, de alimento, de alegría doméstica, de unidad y solidaridad entre quienes lo comen... El pan es el único, entre todos los alimentos, que nunca da náuseas; se come a diario y cada vez agrada su sabor. Va con todos los alimentos. Las personas que sufren hambre no envidian a los ricos su caviar, o el salmón ahumado; envidian sobre todo el pan fresco.

Veamos ahora qué ocurre cuando este pan llega al altar y es consagrado por el sacerdote. La doctrina católica lo expresa con la palabra: transustanciación. Con ella se quiere decir que en el momento de la consagración el pan deja de ser pan y se convierte en el cuerpo de Cristo; la sustancia del pan –esto es, su realidad profunda que se percibe, no con los ojos, sino con la mente— cede el puesto a la sustancia, o mejor a la persona, divina que es Cristo vivo y resucitado, si bien las apariencias externas (en lenguaje teológico los «accidentes») siguen siendo las del pan.

Para comprender transustanciación pedimos ayuda a una palabra cercana a ella y que nos es más familiar: la palabra transformación. Transformación significa pasar de una forma a otra, transustanciación pasar de una sustancia a otra. Pongamos un ejemplo. Al ver a una señora salir de la peluquería, con un peinado completamente nuevo, es espontáneo decir: «¡Qué transformación!». Nadie sueña con exclamar: «¡Qué transustanciación!». Claro. Ha cambiado su forma y aspecto externo, pero no su ser profundo ni su personalidad. Si era inteligente antes, lo sigue siendo ahora; si no lo era, lo siento, pero tampoco lo es ahora. Han cambiado las apariencias, no la sustancia.

En la Eucaristía sucede exactamente lo contrario: cambia la sustancia, pero no las apariencias. El pan es transustanciado, pero no transformado; las apariencias (forma, sabor, color, peso) siguen siendo las de antes, mientras que cambia la realidad profunda: se ha convertido en el cuerpo de Cristo. Se ha realizado la promesa de Jesús escuchada al comienzo: «El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».

La Eucaristía ilumina, ennoblece y consagra toda la realidad del mundo y la actividad humana. En la Eucaristía la propia materia –sol, tierra, agua— es presentada a Dios y alcanza su fin, que es el de proclamar la gloria del Creador. La Eucaristía es el verdadero «cántico de las criaturas».

P. Raniero Cantalamessa
religionenlibertad.com

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jueves, 16 de agosto de 2012

Reflexión: Los dones de cada uno

Hay quien tiene el don de sentir inmediatamente y vivir el sufrimiento del otro; es el don de la compasión. Otros tienen el don de notar cuando algo va mal y pueden poner enseguida el dedo en la llaga: es el don de discernimiento. Otros tienen el don de la luz y ven claro en todo lo que atañe a las opciones fundamentales de la comunidad. Otros tienen el don de animar y crear una atmósfera propicia a la alegría, el descanso y al crecimiento profundo de cada uno. Otors tienen el don de discernir el bien de las personas y de sostenerlas. Otros tienen el de la acogida. Cada uno tiene su don y debe poder ejercerlo para bien y crecimiento de todos.

Jean Vanier
Extraído de La Comunidad
iglesia.org

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miércoles, 15 de agosto de 2012

El triunfo definitivo de María

Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María. Que asunta hoy al cielo, sea siempre nuestra Madre, guía y compañera de camino hasta la eternidad.

Santo Evangelio según San Lucas 1, 39-56


En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!Y dijo María: Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia- como había anunciado a nuestros padres - en favor de Abraham y de su linaje por los siglos. María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

Oración introductoria

María, madre de Jesús y madre mía, tú escuchaste siempre a tu Hijo. Tú supiste glorificarlo y te llenaste de júbilo al saber reconocer a Dios. Estrella de la mañana, refugio de los pecadores, háblame de Él y muéstrame el camino para seguir a Cristo por el camino de la fe.

Petición

María, ayúdanos a imitar tu docilidad, tu silencio y escucha. María, háblanos de Jesús.

Meditación del Papa

Me parece importante destacar la expresión "con prontitud": las cosas de Dios merecen esta urgencia, incluso podemos decir que las únicas cosas que merecen urgencia son las de Dios, la verdadera urgencia de nuestra vida. [...]¡Queridos hermanos! Estamos hablando de María, pero, de alguna manera, estamos hablando también de nosotros, de cada uno de nosotros: también nosotros somos destinatarios de este amor inmenso que Dios ha reservado -de una manera única e irrepetible- para María. En esta Solemnidad de la Asunción miramos a María: Ella, nos conduce a la esperanza, a un futuro lleno de alegría y nos enseña el camino para alcanzarlo: acoger en la fe a su Hijo; no perder nunca la amistad con Él, sino dejarnos iluminar y guiar por su palabra; seguirlo cada día, incluso en los momentos en los que sentimos que nuestras cruces se hacen pesadas. María, el arca de la alianza que está en el Santuario del Cielo, nos indica con luminosa claridad que estamos en el camino hacia nuestra verdadera Casa, comunión de alegría y de paz con Dios. ¡Amén!. Benedicto XVI, 16 de agosto de 2011.

Reflexión

Hay, en Jerusalén, dos basílicas cristianas dedicadas a la Asunción de la Santísima Virgen. Una, más pequeña y modesta en su fachada, pero muy hermosa por dentro, se encuentra al lado del huerto de Getsemaní. Está en el fondo del torrente Cedrón y muy cerquita de la basílica de la "Agonía" o de "Todas las naciones". La fachada es cruzada, pero el interior es la cripta de la primitiva iglesia bizantina construida a finales del siglo IV, durante el reinado de Teodosio el Grande (379-395). Y se cree que en este santo lugar yació el cuerpo de la Virgen María antes de ser asunta a los cielos.

La otra iglesia, ubicada en el Monte Sión, es una de las iglesias católicas más grandes y más magníficas de Jerusalén, y se le conoce con el nombre de "iglesia de la Dormición", pues en ella se pretende recordar y celebrar el "tránsito" de la Virgen de este mundo al otro. Está ubicada a unos cuantos pasos del Cenáculo, en donde nuestro Señor celebró la Última Cena con sus discípulos y en donde instituyó la Eucaristía.

Otra tradición dice que María murió en Éfeso, bajo el cuidado del apóstol san Juan. Pero no consta, ni parece verosímil que la Virgen se fuera a una ciudad tan lejana, ya anciana, siendo que en Jerusalén tendría a muchos de sus familiares. Además, la antiquísima veneración del sepulcro de la Virgen en Getsemaní y la celebración de la fiesta de la Dormición de María en Jerusalén inclinan la balanza hacia esta afirmación.

Sea como sea, el hecho es que, desde los primerísimos años de la Iglesia, ya se hablaba del "tránsito" de la Santísima Virgen, de su "dormición" temporal y de su “asunción” a los cielos. Y, sin embargo, aunque era una creencia general del pueblo cristiano, la Iglesia no proclamó este dogma sino hasta el año santo de 1950. Ha sido, hasta el presente, el último dogma mariano. La bula declaratoria de Pío XII reza así: "Proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial".

La Asunción de María no se contiene de modo explícito en la Sagrada Escritura, pero sí implicítamente. El texto del Apocalipsis que escuchamos en la primera lectura de la Misa de hoy puede ser un atisbo, aunque no tiene allí su fundamento bíblico. Más bien, los Santos Padres y los teólogos católicos han visto vislumbrada esta verdad en tres elementos incontestables de nuestra fe: la unión estrecha entre el Hijo y la Madre, atestiguada en los Evangelios de la Infancia; la teología de la nueva Eva, imagen de la mujer nueva y madre nuestra en el orden de la gracia; y la maternidad divina y la perfecta redención de María por parte de Cristo. Todo esto "exigía" la proclamación de la Asunción de nuestra santísima Madre al cielo.

En efecto, la persuasión de todo el orbe católico acerca de la excelsa santidad de María, toda pura e inmaculada desde el primer instante de su concepción; el privilegio singularísimo de su divina maternidad y de su virginidad intacta; y su unión íntima e inseparable con Jesucristo, desde el momento de la Encarnación hasta el pie de la cruz y el día de la Ascensión de su Hijo al cielo, han sido siempre, desde los inicios, los argumentos más contundentes para creer que Dios no permitiría que su Madre se corrompiera en la oscuridad del sepulcro. Ella no podía sufrir las consecuencias de un pecado que no había conocido jamás.

"Con razón no quisiste, Señor –rezamos en el prefacio de la Misa de hoy— que conociera la corrupción del sepulcro la mujer que, por obra del Espíritu, concibió en su seno al autor de la vida, Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro".

La Asunción de nuestra Madre santísima constituye, además, una participación muy singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección y del triunfo definitivo de los demás cristianos, hijos suyos.

Ella, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y primicia de la Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. Y ya desde ahora, María brilla ante el pueblo de Dios, aún peregrino en este mundo, como faro luminoso, como estrella de la mañana, como señal de esperanza cierta, como causa de nuestra alegría, como auxilio de los cristianos, refugio de los pecadores y consuelo de los afligidos. ¡El triunfo de María es ya nuestro triunfo!

Propósito

¡Acójamos hoy a su regazo maternal y que María santísima, asunta hoy al cielo, sea siempre nuestra Madre, nuestra guía, nuestra protectora y abogada, nuestra reina y nuestra compañera de camino hasta la eternidad!

Diálogo con Cristo

"No se aparte María de tus labios ni de tu corazón; y para conseguir su ayuda intercesora, no te apartes tú de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si la contemplas. Si ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; si ella es tu guía, no te fatigarás; y si ella te ampara, llegarás felizmente al puerto". Texto de San Bernardo

P. Sergio Cordova
catholic.net

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María ha subido al cielo en cuerpo y alma

El triunfo de María es también el triunfo de sus hijos. María ha subido al cielo en cuerpo y alma para decirnos que un día estaremos con Ella, de manera semejante. Ahí nos espera; en ninguna otra parte, con los brazos abiertos para abrirnos la puerta de la gloria.

La mujer que podemos definir como Amor vivió en este mundo sólo amando: amando a Dios, a su Hijo Jesús desde que lo llevaba en su seno hasta que lo tuvo en brazos desclavado de la cruz. Amó a su querido esposo san José, y amó a todos y cada uno de sus hijos desde que Jesús la proclamó madre de todos ellos.

Desde su asunción a los cielos ha seguido amando durante dos mil años a Dios y a los hombres: Es un amor muy largo y profundo. Y apenas ha comenzado la eternidad de su amor.

Dentro de ese océano de ternura que es el Corazón de María estamos tú y yo para alegrarnos infinitamente. Desde el cielo una Madre nos ama con singular predilección. La fe en este amor debe llenar nuestra vida de alegría, de paz y de esperanza.

Dios adelantó el reloj de la eternidad para que María pudiese inaugurar con su hijo nuestra eternidad. Mientras nosotros esperamos, Ella goza de Dios con su cuerpo inmaculado, el que fue cuna de Jesús durante nueve meses.

El cuerpo en el que Dios habitó es digno de todo respeto. Está eternizado en el cielo, incorrupto, feliz como estará un día el nuestro. El cuerpo que vivirá eternamente en el cielo es digno de todo respeto. No se debe degradar lo que será tan dignamente tratado. Pasará por la corrupción, pero sólo para resucitar en nueva espiga y nuevo cuerpo inmortal, incorrupto, puro y santo.

"Voy a prepararos un lugar": Así hablaba Jesús a los apóstoles con emoción contenida. Personalmente se encargaría de tener listo ese lugar. Pero sabemos quién le ayudaría cariñosamente a preparar dicho lugar: María Santísima. Ella le ayudó -y de qué manera tan eficaz- en sus primeros pasos a la Iglesia militante. Ella sigue ayudando con su amorosa intercesión a la Iglesia purgante y, de manera muy particular, a preparar la definitiva estancia a la Iglesia triunfante.

Podremos estar seguros de ver un ramo de flores con una tarjeta y nuestro nombre: Hijo, hija, cuánto me costaste. Pero ya estás aquí. También habrá un crucifijo con esta leyenda: “Te amé y me entregué a la muerte por ti”. Jesús. Habrá un ramo de almendro florido colocado por Jesús de parte de María.

El premio de los justos es el cielo, la felicidad eterna. Poco lo pensamos. Mucho lo ponemos en peligro. “Alegraos más bien de que vuestros nombres estén escritos en el cielo”. Sabremos entonces por qué decía Jesús estas solemnes palabras, cuando veamos con los ojos extasiados lo que ha preparado Dios a sus hijos. Si les dio su sangre y su vida, ¿no les iba a dar el cielo?

Pero aquí andamos distraídos, perdidos, olvidados, comiendo los frutos agraces del pecado que pudre la sangre y envenena el alma. Cuantas veces emprendimos el camino del infierno. Tantas otras una mano cariñosa y firme nos hizo volver al camino del cielo. Pensamos en todo menos en los mejor y lo más hermoso. ¡Pobres ignorantes, ingratos, desconsiderados!


El cielo es cielo por Dios y María. Al fin nos encontraremos cara a cara con los dos más grandes amores de nuestra vida. Entonces sabremos lo que es estar locamente enamorados y para siempre de las personas más dignas de ser amadas. Enamorados de Dios, en un éxtasis eterno de amor: amados por el Amor Infinito, la Bondad Infinita. Ahí comprenderemos los misterios del amor aquí muy poco comprendidos. Volveremos a Belén a amar infinitamente, eternamente a aquel Dios hecho niño por nosotros. Volveremos a la fuente de Nazareth donde Jesús llenó el cántaro de María tantas veces. Volveremos al Cenáculo a quedar de rodillas y extasiados ante la institución de la Eucaristía, y comprenderemos las palabras del evangelista Juan: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”.

Volveremos al Calvario y querremos quedarnos allí mucho, mucho tiempo, siglos para contemplar con el corazón en llamas el amor más grande, la ternura más delicada, y comprenderemos cada uno lo que Pablo decía: “Líbreme Dios de gloriarme en nada si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo”. Pediremos permiso de bajar a la tierra para visitar los Santos lugares no como turistas sino como locamente enamorados.

Al cielo subió la Puerta del cielo. Sueño en ese momento en que tocaré a la puerta. Y saldrá a abrirme con los brazos abiertos y una sonrisa celestial María Santísima. Tendré que sostenerme para no morir otra vez, pero de puro gozo al ver sus ojos de cielo, su rostro bellísimo, su amor increíble pero real.

María es la mujer más triunfadora. La humilde esclava del Señor ha logrado lo que ninguna mujer famosa ha conseguido. Eligió como meta cumplir la voluntad de Dios; como motivación el amor. El Premio: La Asunción los cielos en cuerpo y alma. Así nos enseña de forma contundente la mejor forma de vivir.

P. Mariano de Blas
catholic.net

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martes, 14 de agosto de 2012

¿Qué hacer cuando estás enfadado con Dios?

«¿Está bien si dudamos de nuestra fe? La respuesta es sí. Basta mirar a Cristo para darnos cuenta que no pasa nada si dudamos. Él experimentó la duda en Getsemaní y en la Cruz ("Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"). Si nuestro Salvador experimentó esos momentos, ¿por qué cuestionar si nosotros, meros seres humanos, dudamos en algún momento de nuestras vidas? Y si Cristo, que forma parte de la Santísima Trinidad, le pregunta a Dios por qué lo abandona, entonces seguramente Dios me entenderá cuando yo le grito mi desesperación por ese abandono que siento».

Michelle, una madre que atravesó momentos de mucho dolor, comparte su ideario para afrontar mejor la oscuridad de la fe; unos puntos que ella misma toma de su propia experiencia:

«La duda puede ser un catalizador para crecer en nuestra fe. ¿Qué hacer cuando nos llegan esos momentos de duda y abandono?

1. Lee la Biblia: date cuenta que hay muchos que dudaron como tú, Cristo incluido. Lee sus historias.

2. Ora: habla con Dios, mantén la comunicación abierta con Él. Dile lo enojado que estás. Y aunque no sientas que está ahí, pídele ayuda y confía en que esa ayuda llegará.

3. Habla con alguien en quien confíes: busca un amigo, un sacerdote, tu cónyuge, quienquiera al que le puedas confiar lo que sientes. Te sorprenderás de cuántas personas han pasado también por tu misma situación.

4. Busca ver a Dios en todas las cosas: las pequeñas y las grandes, las banales o las increíbles. Ve que Dios está ahí contigo, en todo lugar.

5. Llora: Cristo lloró; María lloró, los santos lloraron. Y Dios ve y valora cada una de tus lágrimas caer».

Hoy, Michelle sigue teniendo dudas pero las afronta ya con más serenidad y calma. Porque, según sus propias palabras, se ha dado cuenta que «después de luchar contra los sentimientos de duda o abandono, encontramos a Dios esperándonos con los brazos abiertos, como siempre está, para atraernos hacia Él. Porque, en realidad, nunca estuvimos solos o abandonados. Estábamos perdidos. Pero Dios siempre provee un camino de regreso a Él: muchas veces necesitamos estar perdidos para ser encontrados».

Juan Antonio Ruiz
Fluvium.org

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domingo, 12 de agosto de 2012

Los caminos se separan; el de Dios siempre permanece abierto

Evangelio: Juan 6, 41- 51

En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: "Yo soy el pan bajado del cielo", y decían: “¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre?, ¿cómo dice ahora que ha bajado del cielo?”
Jesús tomó la palabra y les dijo: “No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo trae el Padre que me ha enviado." Y yo le resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios." Todo el escucha que lo dice el Padre y aprende, viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que viene de Dios: este ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: este es el pan que viaja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo.”

LOS CAMINOS SE SEPARAN; EL DE DIOS SIEMPRE PERMANECE ABIERTO

El discurso del Pan de Vida (capítulo 6 de San Juan) comienza a tomar tintes un poco dramáticos. En la medida en que Jesús comienza a profundizar en su mensaje, comienza también la incomprensión y la crítica hacia Él. Los caminos se separan.

Jesús muestra el camino de la Vida, para el que Él mismo se ofrece como alimento, Pan que da la Vida. En cambio, los judíos – dice San Juan – desconfiaban cada vez más de Jesús. Se iban alejando, en definitiva, por otro camino. No entienden el Misterio de Dios. Es normal, nadie lo puede entender, es infinito. El problema es que quieren solucionar su duda, no abriéndose al mensaje de Jesús, sino cerrándose en el conocimiento que tienen de Él. Conocen a su madre, María; conocen al que aparece como su padre en este mundo, José; conocen su profesión… Y se creen por ello que ya lo conocen del todo. Conocen su humanidad (lo que ha venido “de la tierra”) pero desconocen su divinidad (que ha bajado del Cielo). Y como, soberbia y autosuficientemente, se piensan que ya lo saben todo de Él, quedan imposibilitados de descubrir de Él lo mejor, lo más sorprendente: que este hombre, carpintero de Nazaret, es el Dios Hijo, eterno como el Padre, que por Voluntad del Padre y con la fuerza del Espíritu Santo, ha venido a redimir el mundo.

Hoy día también sucede lo mismo con la Iglesia. “Si sabemos bien cómo es”, parece que dicen muchos; “si conocemos bien sus pecados y sus escándalos”, se apresuran a pensar otros. Y es así, la Iglesia es también pecadora, por su parte más humana. Pero no es sólo eso, ni principalmente. Es también divina. En ella está Jesús, su fundador y cabeza; está guiada por el Espíritu Santo. Pero si nos quedamos en esa mirada superficial ante el misterio de la Iglesia, nos sucederá lo mismo que los que se quedaron en que Jesús era sólo el hijo del carpintero.

“Vino a los suyos y los suyos no le recibieron”, había preanunciado ya el Evangelista al inicio de su relato. Brilla la luz del Evangelio, Jesús quiere donarse a todos, se ofrece como Pan de Vida y sin embargo, muchos siguen otro camino. Los caminos se separan. Sucederá también lo mismo con Judas. Y también en torno al misterio de la Eucaristía. “Uno de vosotros me va a entregar”, dirá Jesús en la última Cena. Los caminos se separan, la luz y las tinieblas no pueden estar al mismo tiempo. Los caminos se separan.

Pero el de Dios siempre permanece abierto. El misterio de la Eucaristía es una continua donación de Dios. “Tomad y comed”, “Yo soy el Pan de Vida, quien come de este Pan vivirá para siempre”. Su oferta está abierta a todos. Siempre. La Eucaristía es una invitación a la conversión, a retomar el camino de Dios, a no separarse más de Él.

P. Mario Ortega
En la barca de Pedro

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sábado, 11 de agosto de 2012

Diálogo con nuestras pasiones

“Si deseas conocer a Dios aprende primero a conocerte a ti mismo”. El ascenso a Dios pasa por el descenso a la propia realidad, hasta lo más profundo del inconsciente.

El camino hacia Dios pasa generalmente por muchos cruces de errores, curvas y rodeos, pasa por fracasos y desengaños. Pero resulta que no son precisamente mis virtudes las que me abren a Dios sino mis flaquezas, mi incapacidad, incluso mi pecado.

Dios nos habla a través de todo (…) y se hace sentir por nuestros pensamientos, sentimientos, inquietudes y deseos. Solo prestando atención a los matices de su voz podremos descubrir la imagen que él se ha formado de cada uno de nosotros.

No es lícito minusvalorar las emociones o pasiones porque todo está lleno de sentido. Lo importante es lograr captar o descifrar el mensaje que Dios nos manda por medio de ellas.

Hay quienes se consideran culpables de sentimientos que podríamos llamar negativos como pueden ser la cólera, la irascibilidad, la envidia, la apatía. Y procuran “con la gracia de Dios” dominar esas pasiones y desentenderse de ellas.

La espiritualidad desde abajo las contempla desde otra perspectiva, no intenta reprimirlas sino reconciliarse con ellas. Todas, en efecto, pueden contribuir a ayudarnos en el camino hacia Dios. La única condición indispensable es meterse en medio de ellas, dialogar y preguntar qué mensaje traen y quieren transmitirnos de parte de Dios. En lugar de reprimir esos sentimientos, es mucho más positivo dialogar con ellos para descubrir en mi el tesoro de mi propia imagen.

En primer lugar está el diálogo con los pensamientos y sentimientos.

En segundo, el descenso hasta el fondo de las emociones y sentimientos aguantando allí hasta verlos transformados en faros luminosos que me hagan ver a Dios.

En tercer lugar, la capitulación ante Dios, la confesión de la propia nada y consiguientemente la necesidad de ponerme en las manos de Dios...

Por Anselm Grüm y Meinrad Dufner
Extraído de “Una espiritualidad desde abajo. El diálogo con Dios desde lo profundo de la persona”

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viernes, 10 de agosto de 2012

San Lorenzo

Fiesta: 10 de agosto

Mártir
Año 258

Señor Dios: Tú le concediste a este mártir un valor impresionante
para soportar sufrimientos por tu amor, y una generosidad
total en favor de los necesitados. Haz que esas dos cualidades
las sigamos teniendo todos en tu Santa Iglesia:
generosidad inmensa para repartir nuestros bienes entre los pobres,
y constancia heroica para soportar los males y
dolores que tú permites que nos lleguen.


Su nombre significa: "coronado de laurel".

Los datos acerca de este santo los ha narrado San Ambrosio, San Agustín y el poeta Prudencio.

Lorenzo era uno de los siete diáconos de Roma, o sea uno de los siete hombres de confianza del Sumo Pontíice. Su oficio era de gran responsabilidad, pues estaba encargado de distribuir las ayudas a los pobres.

En el año 257 el emperador Valeriano publicó un decreto de persecución en el cual ordenaba que todo el que se declarara cristiano sería condenado a muerte. El 6 de agosto el Papa San Sixto estaba celebrando la santa Misa en un cementerio de Roma cuando fue asesinado junto con cuatro de sus diáconos por la policía del emperador. Cuatro días después fue martirizado su diácono San Lorenzo.

La antigua tradición dice que cuando Lorenzo vio que la Sumo Pontífice lo iban a matar le dijo: "Padre mío, ¿te vas sin llevarte a tu diácono?" y San Sixto le respondió: "Hijo mío, dentro de pocos días me seguirás". Lorenzo se alegró mucho al saber que pronto iría a gozar de la gloria de Dios.

Entonces Lorenzo viendo que el peligro llegaba, recogió todos los dineros y demás bienes que la Iglesia tenía en Roma y los repartió entre los pobres. Y vendió los cálices de oro, copones y candeleros valiosos, y el dinero lo dio a las gentes más necesitadas.

El alcalde de Roma, que era un pagano muy amigo de conseguir dinero, llamó a Lorenzo y le dijo: "Me han dicho que los cristianos emplean cálices y patenas de oro en sus sacrificios, y que en sus celebraciones tienen candeleros muy valiosos. Vaya, recoga todos los tesoros de la Iglesia y me los trae, porque el emperador necesita dinero para costear una guerra que va a empezar".

Lorenzo le pidió que le diera tres días de plazo para reunir todos los tesoros de la Iglesia, y en esos días fue invitando a todos los pobres, lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos que él ayudaba con sus limosnas. Y al tercer día los hizo formar en filas, y mandó llamar al alcalde diciéndole: "Ya tengo reunidos todos los tesoros de la iglesia. Le aseguro que son más valiosos que los que posee el emperador".

Llegó el alcalde muy contento pensando llenarse de oro y plata y al ver semejante colección de miseria y enfermedad se disgustó enormemente, pero Lorenzo le dijo: "¿por qué se disgusta? ¡Estos son los tesoros más apreciados de la iglesia de Cristo!"

El alcalde lleno de rabia le dijo: "Pues ahora lo mando matar, pero no crea que va a morir instantáneamente. Lo haré morir poco a poco para que padezca todo lo que nunca se había imaginado. Ya que tiene tantos deseos de ser mártir, lo martirizaré horriblemente".

Y encendieron una parrilla de hierro y ahí acostaron al diácono Lorenzo. San Agustín dice que el gran deseo que el mártir tenía de ir junto a Cristo le hacía no darle importancia a los dolores de esa tortura.

Los cristianos vieron el rostro del mártir rodeado de un esplendor hermosísismo y sintieron un aroma muy agradable mientras lo quemaban. Los paganos ni veían ni sentían nada de eso.

Después de un rato de estarse quemando en la parrilla ardiendo el mártir dijo al juez: "Ya estoy asado por un lado. Ahora que me vuelvan hacia el otro lado para quedar asado por completo". El verdugo mandó que lo voltearan y así se quemó por completo. Cuando sintió que ya estaba completamente asado exclamó: "La carne ya está lista, pueden comer". Y con una tranquilidad que nadie había imaginado rezó por la conversión de Roma y la difusión de la religión de Cristo en todo el mundo, y exhaló su último suspiro. Era el 10 de agosto del año 258.

El poeta Pruedencio dice que el martirio de San Lorenzo sirvió mucho para la conversión de Roma porque la vista del valor y constancia de este gran hombre convirtió a varios senadores y desde ese día la idolatía empezó a disminuir en la ciudad.

San Agustín afirma que Dios obró muchos milagros en Roma en favor de los que se encomendaban a San Lorenzo.

El santo padre mandó construirle una hermosa Basílica en Roma, siendo la Basílica de San Lorenzo la quinta en importancia en la Ciudad Eterna.

ewtn.com

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jueves, 9 de agosto de 2012

Teresa Benedicta de la Cruz - Edith Stein

Fiesta: 9 de agosto

"Nos inclinamos profundamente ante el testimonio de la vida y la muerte de Edith Stein, hija extraordinaria de Israel e hija al mismo tiempo del Carmelo, sor Teresa Benedicta de la Cruz; una personalidad que reúne en su rica vida una síntesis dramática de nuestro siglo. La síntesis de una historia llena de heridas profundas que siguen doliendo aún hoy...; síntesis al mismo tiempo de la verdad plena sobre el hombre, en un corazón que estuvo inquieto e insatisfecho hasta que encontró descanso en Dios". Estas palabras fueron pronunciadas por el Papa Juan Pablo II con ocasión de la beatificación de Edith Stein en Colonia, el 1 de mayo de 1987.

¿Quién fue esta mujer?

Cuando Edith Stein, la última de once hermanos, nació en Breslau el 12 de octubre de 1891, la familia festejaba el Yom Kippur, la mayor fiesta hebrea, el día de la expiación. "Esto hizo, más que ninguna otra cosa, que su madre tuviera una especial predilección por la hija más pequeña". Precisamente esta fecha de su nacimientó fue para la carmelita casi un vaticinio.

El padre, comerciante de maderas, murió cuando Edith no había cumplido aún dos años. La madre, una mujer muy religiosa, solícita y voluntariosa, una persona verdaderamente admirable, al quedarse sola, debió hacer frente tanto al cuidado de la familia como a la gestión de la gran hacienda familiar; pero no consiguió mantener en los hijos una fe viva. Edith perdió la fe en Dios. "Con plena conciencia y por libre elección dejé de rezar".

Obtuvo brillantemente la reválida en 1911 y comenzó a estudiar germanística e historia en la Universidad de Breslau, más para tener una base de sustento en el futuro que por auténtica pasión. Su verdadero interés era la filosofía. Le interesaban también los problemas de la mujer. Entró a formar parte de la organización "Asociación Prusiana para el Derecho Femenino al Voto". Más tarde escribía: " como bachiller y joven estudiante, fui una feminista radical. Perdí después el interés por este asunto. Ahora voy en busca de soluciones puramente objetivas".

En 1913, la estudiante Edith Stein se fue a Gottinga para asistir a las clases universitarias de Edmund Husserl, de quien llegó a ser discípula y asistente, consiguiendo con él el doctorado. Por aquellos tiempos, Edmund Husserl fascinaba al público con un nuevo concepto de verdad: el mundo percibido no solamente existía de forma kantiana, como percepción subjetiva. Sus discípulos entendían su filosofía como un viraje hacia lo concreto. "Retorno al objetivismo". Sin que él lo pretendiera, la fenomenología condujo a no pocos discípulos y discípulas suyos a la fe cristiana. En Gottinga Edith Stein se encontró también con el filósofo Max Scheler y este encuentro atrajo su atención sobre el catolicismo. Pero todo esto no la hizo olvidar el estudio con el que debía ganarse el pan en el futuro y, en 1915, superó con la máxima calificación el examen de Estado. No obstante, no comenzó el periodo de formación profesional.

Al estallar la primera guerra mundial escribía: "ahora ya no tengo una vida propia". Siguió un curso de enfermería y prestó servicio en un hospital militar austríaco. Fueron tiempos difíciles para ella. Atendía a los ingresados en la sección de enfermos de tifus y prestaba servicio en el quirófano, viendo morir a hombres en la flor de su juventud. Al cerrar el hospital militar en 1916, siguió a Husserl a Friburgo en Brisgovia, donde obtuvo el doctorado "summa cum laude" con una tesis "Sobre el problema de la empatía ".

Por aquel tiempo le ocurrió un hecho importante: observó cómo una aldeana entraba en la Catedral de Frankfurt con la cesta de la compra, quedándose un rato para rezar. "Esto fue para mí algo completamente nuevo. En las sinagogas y en las iglesias protestantes que he frecuentado los creyentes acuden a las funciones. Aquí, sin embargo, una persona entró en la iglesia desierta, come si fuera a conversar en la intimidad. No he podido olvidar lo ocurrido". En las últimas páginas de su tesis de doctorado escribió: "ha habido personas que, tras un cambio imprevisto de su personalidad, han creído encontrar la misericordia divina". ¿Cómo llegó a esta afirmación?
Edith Stein tenía gran amistad con el asistente de Husserl en Gottinga, Adolf Reinach y su esposa. Adolf Reinach muere en Flandes en noviembre de 1917. Edith va a Gottinga. Los Reinach se habían convertido al Evangelio. Edith tenía cierta renuencia ante el encuentro con la joven viuda.

Con gran sorpresa encontró una creyente. "Este ha sido mi primer encuentro con la cruz y con la fuerza divina que transmite a sus portadores... Fue el momento en que se desmoronó mi irreligiosidad y brilló Cristo". Más tarde escribirá: "lo que no estaba en mis planes estaba en los planes de Dios. Arraiga en mí la convicción profunda de que -visto desde el lado de Dios- no existe la casualidad; toda mi vida, hasta los más mínimos detalles, está ya trazada en los planes de la Providencia divina y, ante los ojos absolutamente clarividentes de Dios, presenta una coherencia perfectamente ensamblada".

En otoño de 1918, Edith Stein dejó la actividad de asistente de Edmund Husserl porque deseaba trabajar independientemente. La primera vez que volvió a visitar a Husserl después de su conversión fue en 1930. Tuvo con él una discusión sobre la nueva fe de la que la hubiera gustado que participara también él. Tras ello escribió una frase sorprendente: "Después de cada encuentro que me hace sentir la imposibilidad de influenciar directamente, se agudiza en mí el impulso hacia mi propio holocausto".

Edith Stein deseaba obtener la habilitación para la libre docencia, algo que, por aquel entonces, era inalcanzable para una mujer. A este respecto, Husserl se pronunciaba así en un informe: "Si la carrera universitaria se hiciera accesible a las mujeres, la podría recomendar encarecidamente más que a cualquier otra persona para el examen de habilitación". Más tarde, sin embargo, se le negaría la habilitación a causa de su origen judío.

Edith Stein vuelve a Breslau. Escribe artículos en defensa de la psicología y de las humanidades. Pero lee también el Nuevo Testamento, Kierkegaard y el opúsculo de los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola. Se da cuenta de que un escrito como éste no se le puede simplemente leer, sino que es necesario ponerlo en práctica.

En el verano de 1921 fue durante unas semanas a Bergzabern (Palatinado), a la finca de la Señora Hedwig Conrad-Martius, una discípula de Husserl. Esta señora, junto con su esposo, se había convertido al Evangelio. Una tarde Edith encontró en la biblioteca la autobiografía de Teresa de Ávila. La leyó durante toda la noche. "Cuando cerré el libro, me dije: esta es la verdad".

Considerando retrospectivamente su vida, escribía más tarde: "mi anhelo por la verdad era ya una oración".

En enero de 1922 Edith Stein se bautizó. Era el día de la Circuncisión de Jesús, la acogida de Jesús en la estirpe de Abraham. Estaba erguida ante la fuente bautismal, vestida con el blanco manto nupcial de Hedwig Conrad-Martius, que hizo de madrina. "Había dejado de practicar mi religión hebrea y me sentía nuevamente hebrea solamente tras mi retorno a Dios". Ahora tendrá siempre conciencia, y no sólo intelectualmente, sino de manera tangible, de pertenecer a la estirpe de Cristo. En la fiesta de la Candelaria, una fiesta cuyo origen se remonta también al Antiguo Testamento, fue confirmada por el Obispo de Espira en su capilla privada.

Después de su conversión, lo primero que hizo fue volver a Breslau. "Mamá, soy católica". Las dos lloraron. Hedwig Conrad-Martius escribió: "mira, dos israelitas y en ninguna de ellas hay engaño" (cf. Jn 1, 47).

Inmediatamente después de su conversión, Edith Stein aspira a entrar en el Carmelo, pero sus consejeros espirituales, el Vicario general de Espira y el Padre Przywara, S.J., le impiden dar este paso. Acepta entonces un empleo de profesora de alemán e historia en el Instituto y seminario para maestros del Convento dominico de la Magdalena de Espira hasta Pascua de 1931. Por insistencia del Archiabad Raphael Walzer, del convento de Beuron, hace largos viajes para dar conferencias, sobre todo sobre temas femeninos. "Durante el período inmediatamente precedente y también bastante después de mi conversión... creía que llevar una vida religiosa significaba renunciar a todas las cosas terrenas y vivir solamente con el pensamiento puesto en Dios. Gradualmente, sin embargo, me he dado cuenta de que este mundo exige de nosotros otras muchas cosas..., creo, incluso, que cuanto más se siente uno atraído por Dios, más debe "salir de sí mismo", en el sentido de dirigirse al mundo para llevar allí una razón divina para vivir". Su programa de trabajo es enorme. Traduce las cartas y los diarios del período precatólico de Newmann y la obra Quaestiones disputatae de veritate de Tomás de Aquino, en una versión muy libre por amor al diálogo con la filosofia moderna. El Padre Erich Przywara, S.J., la incitó a escribir también obras filosóficas propias. Aprendió que es posible "practicar la ciencia al servicio de Dios... sólo por tal motivo he podido decidirme a comenzar una serie de obras científicas". Encuentra siempre las fuerzas necesarias para su vida y su trabajo en el convento benedictino de Beuron, al que va para pasar allí las fiestas más importantes del año eclesiástico.

En 1931 termina su actividad en Espira. Intenta de nuevo obtener la habilitación para la libre docencia en Breslau y Friburgo. Todo en vano. Compone entonces una obra sobre los principales conceptos de Tomás de Aquino: "Potencia y acción". Más tarde hará de este ensayo una obra mayor, desarrollándola bajo el título de Endliches und ewiges Sein (Ser finito y Ser eterno) en el convento de las Carmelitas de Colonia. No fue posible imprimir esta obra durante su vida.

En 1932 se le asigna una cátedra en una institución católica, el Instituto de Pedagogía científica de Münster, donde tiene la posibilidad de desarrollar su propia antropología. Aquí encuentra la manera de unir ciencia y fe, y de hacer comprensible esta cuestión a otros. Durante toda su vida sólo quiso ser "instrumento de Dios". "Quien viene a mí, deseo conducirlo a Él ".

En 19331a noche se cierne sobre Alemania. "Había oído ya antes algo sobre las severas medidas contra los judíos. Pero ahora comencé de pronto a entender que Dios había puesto una vez más su pesada mano sobre su pueblo y que el destino de este pueblo era también el mío". El artículo de la ley de los nazis sobre la raza ariana hizo imposible que continuara su actividad docente. "Si aquí no puedo continuar, en Alemania ya no hay posibilidades para mí ". "Me había convertido en una extranjera en el mundo".

El Archiabad Walzer, de Beuron, ya no le impidió entrar en un convento de Carmelitas. Durante el tiempo que estuvo en Espira había hecho ya el voto de pobreza, castidad y obediencia. En 1933 se presenta a la Madre Priora del Monasterio de Carmelitas de Colonia. "Solamente la pasión de Cristo nos puede ayudar, no la actividad humana. Mi deseo es participar en ella".

Una vez más Edith fue a Breslau para despedirse de su madre y de la familia. El 12 de octubre fue el último día que pasó en su casa, el día de su cumpleaños y, a la vez, la fiesta hebrea de los tabernáculos. Edith acompaña a su madre a la sinagoga. Fue un día nada fácil para las dos mujeres. "¿Por qué la has conocido (la fe cristiana)? No quiero decir nada contra Él. Habrá sido un hombre bueno. Pero ¿por qué se ha hecho Dios? " . Su madre lloró. A la mañana siguiente Edith tomó el tren para Colonia. "No podía tener una alegría arrebatadora. Era demasiado tremendo lo que dejaba atrás. Pero yo estaba tranquilísima, en el puerto de la voluntad de Dios". Cada semana escribirá después una carta a su madre. No recibirá respuesta. Su hermana Rosa le mandará noticias de casa.

El 14 de octubre Edith Stein entra en el monasterio de las Carmelitas de Colonia. En 1934, el 14 de abril, tuvo lugar la ceremonia de toma de hábito. El Archiabad de Beuron celebró la misa. Desde aquel momento Edith Stein llevará el nombre de Sor Teresa Benedicta de la Cruz.

Escribe en 1938: "bajo la Cruz entendí el destino del pueblo de Dios que entonces (1933) comenzaba a anunciarse. Pensaba que entendiesen que se trataba de la Cruz de Cristo, que debían aceptarla en nombre de todos los demás. Es verdad que hoy entiendo mejor estas cosas, lo que significa ser esposa del Señor bajo el signo de la Cruz. Aunque ciertamente nunca será posible comprender todo esto, puesto que es un secreto". El 21 de abril de 1935 hizo los votos temporales. El 14 de septiembre de 1936, en el momento de renovar los votos, murió su madre en Breslau. "Hasta el último momento mi madre ha permanecido fiel a su religión. Pero, puesto que su fe y su firme confianza en su Dios... fue lo ultimo que permaneció vivo en su agonía, confío en que haya encontrado un juez muy clemente y que ahora sea mi más fiel abogada, para que también yo pueda llegar a la meta".

En el recordatorio de su profesión perpetua, el 21 de abril de 1938, hizo imprimir las palabras de San Juan de la Cruz, al que dedicará su última obra: "que ya sólo en amar es mi ejercicio ".
La entrada de Edith Stein en el convento de las Carmelitas no fue una huida. "Quien entra en el Carmelo no se pierde para los suyos, sino que le tienen aún más cercano; y esto porque nuestra profesión es la de dar cuenta de todos a Dios ". Dio cuenta a Dios sobre todo de su pueblo.

"Pienso continuamente en la reina Ester, que fue sacada de su pueblo para dar cuenta ante el rey. Yo soy una pequeña y débil Ester, pero el Rey que me ha elegido es infinitamente grande y misericordioso. Esto es un gran consuelo " (31.10.1938).

El 9 de noviembre de 1938 se puso de manifiesto ante todo el mundo el odio que tenían los nazis a los judíos. Arden las sinagogas, se siembra el terror entre las gentes judías. La Madre Superiora de las Carmelitas de Colonia hace todo lo posible para llevar al extranjero a Sor Teresa Benedicta de la Cruz. La noche de fin de año de 1938 cruza la frontera de los Países Bajos y la llevan al monasterio de Carmelitas de Echt, en Holanda. Allí redacta su testamento el 9 de junio de 1939.

"Ya desde ahora acepto con gozo, en completa sumisión y según su santísima voluntad, la muerte que Dios me haya destinado. Ruego al Señor que acepte mi vida y muerte... de manera que el Señor sea reconocido por los suyos y que su Reino venga con toda su magnificencia para la salvación de Alemania y la paz del mundo... ".

Ya en el monasterio de Carmelitas de Colonia, a Edith Stein se le había dado permiso para dedicarse a las obras científicas. Allí había escrito, entre otras cosas, De la vida de una familia judía. "Deseo narrar simplemente lo que he experimentado al ser hebrea". Ante "la juventud que hoy es educada desde la más tierna edad en el odio a los judíos..., nosotros, que hemos sido educados en la comunidad hebrea, tenemos el deber de dar testimonio".

En Echt, Edith Stein escribirá a toda prisa su ensayo sobre Juan de la Cruz, el místico doctor de la Iglesia, con ocasión del cuatrocientos aniversario de su nacimiento, 1542-1942. En 1941 escribía a una religiosa con quien tenía amistad: "una scientia crucis (la ciencia de la cruz) sólamente puede ser entendida si se lleva todo el peso de la cruz. De ello estaba convencida ya desde el primer instante y de todo corazón he pronunciado: Ave, Crux, Spes unica (te saludo, Cruz, única esperanza nuestra)". Su estudio sobre San Juan de la Cruz lleva como subtítulo: " La ciencia de la Cruz ".

El 2 de agosto de 1942 llega la Gestapo. Edith Stein se encuentra en la capilla con las otras Hermanas. En cinco minutos debe presentarse, junto con su hermana Rosa, que se había bautizado en la Iglesia Católica y prestaba servicio en las Carmelitas de Echt. Las últimas palabras de Edith Stein que se oyen en Echt están dirigidas a Rosa: "Ven, vayamos, por nuestro pueblo".

Junto con otros muchos otros judíos convertidos al cristianismo, las dos mujeres son llevadas al campo de concentración de Westerbork. Se trataba de una venganza contra el comunicado de protesta de los obispos católicos de los Países Bajos por los progromos y las deportaciones de los judíos. "Jamás había pensado que los seres humanos pudieran llegar a ser así, y tampoco podía pensar que mis hermanas y hermanos debieran sufrir así... cada hora rezo por ellos. ¿Oirá Dios mi oración? En todo caso, oye ciertamente sus lamentos". El Prof. Jan Nota, cercano a ella, escribirá más tarde: "para mí, ella es, en un mundo de negación de Dios, una testigo de la presencia de Dios".

Al amanecer del 7 de agosto sale una expedición de 987 judíos hacia Auschwitz. El 9 de agosto Sor Teresa Benedicta de la Cruz, junto con su hermana Rosa y muchos otros de su pueblo, murió en las cámaras de gas de Auschwitz.

Con su beatificación en Colonia el 1 de mayo de 1987, la Iglesia rindió honores, por decirlo con palabras del Sumo Pontífice Juan Pablo II, a "una hija de Israel, que durante la persecución de los nazis ha permanecido, como católica, unida con fe y amor al Señor Crucificado, Jesucristo, y, como judía, a su pueblo ".

vatican.va

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