viernes, 30 de noviembre de 2012

San Andrés, Apóstol


Fiesta: 30 de Noviembre
Uno de los doce Apóstoles, hermano de Simón Pedro.
Murió mártir en una cruz en forma de X
Patrono de Rusia y Escocia

Breve:


Andrés, nacido en Betsaida, fue primeramente discípulo de Juan Bautista, siguió después a Cristo y le presentó también a su hermano Pedro. Él y Felipe son los que llevaron ante Jesús a unos griegos, y el propio Andrés fue el que hizo saber a Cristo que había un muchacho que tenía unos panes y unos peces. Según la tradición, después de Pentecostés predicó el Evangelio en muchas regiones y fue crucificado en Acaya.
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San Andrés nació en Betsaida, población de Galilea situada a orillas del lago de Genezaret. Era hijo del pescador Jonás y hermano (le Sinmón Pedro. La Sagrada Escritura no especifica si era mayor o menor que éste. La familia tenía una casa en Cafarnaún y en ella se alojaba Jesús cuando predicaba en esa ciudad.

Discípulo de Juan Bautista
Cuando San Juan Bautista empezó a predicar la penitencia, Andrés se hizo discípulo suyo. Precisamente estaba con su maestro, cuando Juan Bautista, después de haber bautizado a Jesús, le vio pasar y exclamó: "¡He ahí al cordero de Dios!" Andrés recibió luz del cielo para comprender esas palabras misteriosas. Inmediatamente, él y otro discípulo del Bautista siguieron a Jesús, el cual los percibió con los ojos del Espíritu antes de verlos con los del cuerpo. Volviéndose, pues, hacia ellos, les dijo: "¿Qué buscáis?" Ellos respondieron que querían saber dónde vivía y Jesús les pidió que le acompañasen a su morada.

Apóstol de Jesús
Andrés y sus compañeros pasaron con Jesús las dos horas que quedaban del día. Andrés comprendió claramente que Jesús era el Mesías y, desde aquel instante, resolvió seguirle. Así pues, fue el primer discípulo de Jesús. Por ello los griegos le llaman "Proclete" (el primer llamado). Andrés llevó más tarde a su hermano a conocer a Jesús, quien le tomó al punto por discípulo, le dio el nombre de Pedro. Desde entonces, Andrés y Pedro fueron discípulos de Jesús.

Al principio no le seguían constantemente, como habían de hacerlo más tarde, pero iban a escucharle siempre que podían y luego regresaban al lado de su familia a ocuparse de sus negocios. Cuando el Salvador volvió a Galilea, encontró a Pedro y Andrés pescando en el lago y los llamó definitivamente al ministerio apostólico, anunciándoles que haría de ellos pescadores de hombres. Abandonaron inmediatamente sus redes para seguirle y ya no volvieron a separarse de EI.

AI año siguiente, nuestro Señor eligió a los doce Apóstoles; el nombre de Andrés figura entre los cuatro primeros en las listas del Evangelio.

También se le menciona a propósito de la multiplicación de los panes (Juan, 6, 8-9) y de los gentiles que querían ver a Jesús (Juan, 12, 20-22)

Después de Pentecostés
Aparte de unas cuantas palabras de Eusebio, quien dice que San Andrés predicó en Scitia, y de que ciertas "actas" apócrifas que llevan el nombre del apóstol fueron empleadas por los herejes, todo lo que sabemos sobre el santo procede de escritos apócrifos. Sin embargo, hay una curiosa mención de San Andrés en el documento conocido con el nombre de "Fragmento de Muratori", que data de principios del siglo III: "El cuarto Evangelio (fue escrito) por Juan, uno de los discípulos. Cuando los otros discípulos y obispos le urgieron (a que escribiese), les dijo: "Ayunad conmigo a partir de hoy durante tres días, y después hablaremos unos con otros sobre la revelación que hayamos tenido, ya sea en pro o en contra. Esa misma noche, fue revelado a Andrés, uno de los Apóstoles, que Juan debía escribir y que todos debían revisar lo que escribiese".

Teodoreto cuenta que Andrés estuvo en Grecia; San Gregorio Nazianceno especifica que estuvo en Epiro, y San Jerónimo añade que estuvo también en Acaya. San Filastrio dice que del Ponto pasó a Grecia, y que en su época (siglo IV) los habitantes de Sínope afirmaban que poseían un retrato auténtico del santo y que conservaban el ambón desde el cual había predicado en dicha ciudad. Aunque todos estos autores concuerdan en la afirmación de que San Andrés predicó en Grecia, la cosa no es absolutamente cierta.

En la Edad Media era creencia general que San Andrés había estado en Bizancio, donde dejó como obispo a su discípulo Staquis (Rom. 14,9). El origen de esa tradición es un documento falso, en una época en que convenía a Constantinopla atribuirse un origen apostólico para no ser menos que Roma, Alejandría y Antioquía. (El primer obispo de Bizancio del que consta por la historia, fue San Metrófanes, en el siglo IV).

Martirio
El género de muerte de San Andrés y el sitio en que murió son también inciertos. La "pasión" apócrifa dice que fue crucificado en Patras de Acaya. Como no fue clavado a la cruz, sino simplemente atado, pudo predicar al pueblo durante dos días antes de morir. Según parece, la tradición de que murió en una cruz en forma de "X" no circuló antes del siglo IV.

En tiempos del emperador Constancio II (+361), las presuntas reliquias de San Andrés fueron trasladadas de Patras a la iglesia de los Apóstoles, en Constantinopla. Los cruzados tomaron Constantinopla en 1204, y, poco después las reliquias fueron robadas y trasladadas a la catedral de Amalfi, en Italia.

San Andrés es el patrono de Rusia y de Escocia.
Según una tradición que carece de valor, el santo fue a misionar basta Kiev. Nadie afirma que haya ido también a Escocia, y la leyenda que se conserva en el Breviario de Aberdeen y en los escritos de Juan de Fordun, no merece crédito alguno. Según dicha leyenda, un tal San Régulo, que era originario de Patras y se encargó de trasladar las reliquias del apóstol en el siglo IV, recibió en sueños aviso de un ángel de que debía trasportar una parte de las mismas al sitio que se le indicaría más tarde. De acuerdo con las instrucciones, Régulo se dirigió hacia el noroeste, "hacia el extremo de la tierra"". El ángel le mandó detenerse donde se encuentra actualmente Saint Andrews, Régulo construyó ahí una Iglesia para las reliquias, fue elegido primer obispo del lugar y evangelizó al pueblo durante treinta años. Probablemente esta leyenda data del siglo VIII. El 9 de mayo se celebra en la diócesis de Saint Andrews la fiesta de la traslación de las reliquias.

El nombre de San Andrés figura en el canon de la misa, junto con los de otros Apóstoles. También figura, con los nombres de la Virgen Santísima y de San Pedro y San Pablo, en la intercalación que sigue al Padrenuestro. Esta mención suele atribuirse a la devoción que el Papa San Gregorio Magno profesaba al santo, aunque tal vez data de fecha anterior.

-Vidas de los Santos de Butler, Vol. IV.

corazones.org

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jueves, 29 de noviembre de 2012

Mi yugo es suave y mi carga ligera

El yugo es un instrumento de madera al cual, formando yunta, se unen por el cuello las mulas, o por la cabeza o el cuello los bueyes. El efecto del yugo es unir estrechamente a dos seres vivos, haciéndolos compartir idéntica ruta y un mismo destino. La expresión viene del latín, "iugulus": garganta. De ahí las venas yugulares, a uno y otro lado del cuello, convirtiendo a esa región en zona de extremo riesgo para la vida.

Lo anterior ayuda a entender el sentido metafórico que se le atribuye a la palabra yugo: carga pesada, prisión o atadura. Ley o dominio superior que sujeta y obliga a obedecer. En el lenguaje político se equipara a tiranía, despotismo, absolutismo. Las proclamas libertarias suelen usar la imagen del yugo finalmente destrozado por la revolución. También en economía se habla del yugo tributario, haciendo gráfica la extenuación e impotencia del contribuyente para eludir el inexorable y siempre creciente caudal de impuestos.

Llama la atención que los contrayentes del matrimonio reciban el nombre de "cónyuges". La raíz es la misma, también el significado original: son dos seres que permanecen ligados en forma tal, que uno no podrá elegir o cambiar la ruta sin involucrar al otro. Con razón se les llama también "consortes", es decir, partícipes de la misma suerte o destino. Por cierto, alguien querrá ver en ello una irritante limitación de la libertad. Muchos, en cambio lo celebrarán como manifestación de solidaridad: todo lo tuyo es mío, todo lo mío es tuyo, todo lo que te afecte a ti me afecta a mí; tú y yo somos una sola cosa. El yugo admite una y otra interpretación.

Una fuerte tendencia cultural presiona hoy en el sentido de suprimir todos los yugos. Los entiende en bloque, sin discernimiento, como atentatorios a la libertad. El existencialismo considera toda norma como una violencia contra la libertad, ya que al ser universal, no puede la norma o ley tomar en cuenta la irrepetible originalidad de cada individuo. Del marxismo conocemos su grito de guerra: odio a todos los dioses; la religión es el opio del pueblo: las normas y leyes no son más que la violencia que las clases dominantes imponen a las clases oprimidas. Para el liberalismo no hay otra ley que la autonomía: cada uno es ley para sí mismo. No existe nadie, ni en el cielo ni en la tierra, con autoridad para dar órdenes que uno no quiera aceptar.

En este escenario cobra su real dimensión las concentraciones nudistas recientes. El fotógrafo que lo convocó había previamente expuesto múltiples razones de su performance. Sólo días después de realizado el acto, desnudó su real intención. Según él, las religiones no han hecho otra cosa que ejercer control sobre los seres humanos. Los varones, a su vez, se han dedicado a ejercer control sobre las mujeres. Al convocar a mujeres y varones para que se desnuden promiscuamente y en espacios públicos, el fotógrafo ha pretendido, según propia confesión, liberar al hombre del control o yugo de las religiones. Estos actos fueron explícitamente de rebeldía o agresión contra Dios.

Respetando a las personas que quisieron participar (sólo Dios conoce y juzga lo que hay en cada corazón), tomamos nota de lo que ellas manifestaron finalizado el acto "¡soy libre, por fin pude ser libre, por fin puedo hacer lo que yo quiera! ¡Esto es lo máximo: la más bella experiencia de mi vida!". Representantes de la psiquiatría y psicología han querido ver en ello una liberación de traumas largamente reprimidos. Puede ser. Vale, sin embargo, la pregunta: ¿liberados de qué? ¿Y con libertad ahora para qué? A ellos les toca responderla, uno no puede invadir su conciencia.

Cualquiera sea la respuesta, el episodio deja una apasionante tarea para los educadores. No hemos logrado enraizar en nuestros pupilos la convicción de que toda norma o ley moral, lejos de ser un atentado contra su libertad, es su signo y seguro de vida. Tomemos como ejemplo los diez mandamientos. Honrar padre y madre ¿limita o enriquece mi libertad? Concebir y dar a luz un hijo ¿"embaraza" o enaltece mi libertad? Y si ese niño tiene alguna patología invalidante ¿se recibe y trata al niño como una carga que irremediablemente se debe soportar, o como una oportunidad y exigencia de amar con predilección, hasta el límite? Honrar la verdad, decirla y hacerla ¿restringe mi libertad o es la mejor manera de ser libre? Honrar la propiedad ajena y cumplir la perfecta justicia ¿me limita o me dilata como persona? Ser justo (dar a cada uno lo suyo) equivale en la Biblia a ser santo. Honrar y respetar la vida, cuidarla y defenderla, aun a riesgo de sacrificar la propia ¿frena mi autorrealización o es el máximo signo de autodonación? Dar la vida por amor es el único modo eficaz de preservarla.
Detrás de cada norma restrictiva de mi libertad germina, cuajada de promesa, una semilla de afirmación de mi propia libertad. Bien lo saben los cónyuges. Al celebrar su contrato matrimonial, entienden compartir y compenetrar su libertad con la del otro contrayente. Quedan uncidos en una yunta, vinculados con un mismo yugo. Si a veces surge la nostalgia de la libertad preconyugal, será ocasión de revalidar el gesto profético y audazmente comprometido que llamamos fidelidad. "Yo elegí este camino, y a esta persona como compañera de camino. Se lo prometí a ella y a Dios. Yo soy libre para prometer, y libre para cumplir lo que he prometido. Mi libertad se llama ahora fidelidad. Y en esa fidelidad encuentro mi felicidad. Porque la felicidad se da en el amor perfecto, como perfecto es el amor del Padre celestial, y perfecto el amor de Cristo por su Iglesia".
Pero ¿dónde queda mi imperfección? ¿Qué hago con mis ostentosos límites? ¿Seré capaz de vivir todo el tiempo uncido al mismo yugo? Ahora comprendemos la sabiduría y benevolencia de Cristo. Anticipándose a nuestra objeción, Él se nos ofrece como receptor de nuestras fatigas y corrector de nuestras limitaciones: "venid a Mí, todos los que estéis cansados y agobiados. Yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón. Así encontraréis descanso. Porque mi yugo es suave, y mi carga ligera".


Genial: el modo de aliviarse uno de sus propios agobios, es cargar con el yugo de Cristo. ¿Y cuál es el yugo de Cristo? Fidelidad a la voluntad del Padre. Fidelidad que se aprende vaciando el corazón de toda soberbia y prepotencia. "Aprendan de Mí: soy manso y humilde de corazón". Los mansos heredan la tierra. Los humildes son ensalzados por Dios. Los mansos se han liberado de la tentación de controlar y violentar a los demás. Los humildes se han liberado de la tentación de posar y aparentar más allá de lo que son. Mansos y humildes son, por excelencia, libres. Y por eso felices. Y le deben su libertad y felicidad a que aceptaron cargar el yugo de Cristo.
"Dichosos los que caminan en la Ley del Señor, y guardan sus mandamientos de todo corazón. Tus mandamientos son la alegría"

Raúl Hasbún

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miércoles, 28 de noviembre de 2012

Santa Catalina Labouré


Fiesta: 28 de noviembre
Religiosa
Año 1876
Oh María sin pecado concebida:
Ruega por nosotros que recurrimos a Ti

Esta fue la santa que tuvo el honor de que la Sma. Virgen se le apareciera para recomendarle que hiciera la Medalla Milagrosa.

Nació en Francia, de una familia campesina, en 1806. Al quedar huérfana de madre a los 8 años le encomendó a la Sma. Virgen que le sirviera de madre, y la Madre de Dios le aceptó su petición.

Como su hermana mayor se fue de monja vicentina, Catalina tuvo que quedarse al frente de los trabajos de la cocina y del lavadero en la casa de su padre, y por esto no pudo aprender a leer ni a escribir.

A los 14 años pidió a su papá que le permitiera irse de religiosa a un convento pero él, que la necesitaba para atender los muchos oficios de la casa, no se lo permitió. Ella le pedía a Nuestro Señor que le concediera lo que tanto deseaba: ser religiosa. Y una noche vio en sueños a un anciano sacerdote que le decía: "Un día me ayudarás a cuidar a los enfermos". La imagen de ese sacerdote se le quedó grabada para siempre en la memoria.

Al fin, a los 24 años, logró que su padre la dejara ir a visitar a la hermana religiosa, y al llegar a la sala del convento vio allí el retrato de San Vicente de Paúl y se dió cuenta de que ese era el sacerdote que había visto en sueños y que la había invitado a ayudarle a cuidar enfermos. Desde ese día se propuso ser hermana vicentina, y tanto insistió que al fin fue aceptada en la comunidad.

Siendo Catalina una joven monjita, tuvo unas apariciones que la han hecho célebre en toda la Iglesia. En la primera, una noche estando en el dormitorio sintió que un hermoso niño la invitaba a ir a la capilla. Lo siguió hasta allá y él la llevó ante la imagen de la Virgen Santísima. Nuestra Señora le comunicó esa noche varias cosas futuras que iban a suceder en la Iglesia Católica y le recomendó que el mes de Mayo fuera celebrado con mayor fervor en honor de la Madre de Dios. Catalina creyó siempre que el niño que la había guiado era su ángel de la guarda.

Pero la aparición más famosa fue la del 27 de noviembre de 1830. Estando por la noche en la capilla, de pronto vio que la Sma. Virgen se le aparecía totalmente resplandeciente, derramando de sus manos hermosos rayos de luz hacia la tierra. Y le encomendó que hiciera una imagen de Nuestra Señora así como se le había aparecido y que mandara hacer una medalla que tuviera por un lado las iniciales de la Virgen MA, y una cruz, con esta frase "Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti". Y le prometió ayudas muy especiales para quienes lleven esta medalla y recen esa oración.

Catalina le contó a su confesor esta aparición, pero él no le creyó. Sin embargo el sacerdote empezó a darse cuenta de que esta monjita era sumamente santa, y se fue donde el Sr. Arzobispo a consultarle el caso. El Sr. Arzobispo le dio permiso para que hicieran las medallas, y entonces empezaron los milagros.

Las gentes empezaron a darse cuenta de que los que llevaban la medalla con devoción y rezaban la oración "Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti", conseguían favores formidables, y todo el mundo comenzó a pedir la medalla y a llevarla. Hasta el emperador de Francia la llevaba y sus altos empleados también.

En París había un masón muy alejado de la religión. La hija de este hombre obtuvo que él aceptara colocarse al cuello la Medalla de la Virgen Milagrosa, y al poco tiempo el masón pidió que lo visitara un sacerdote, renunció a sus errores masónicos y terminó sus días como creyente católico.

Catalina le preguntó a la Sma. Virgen por qué de los rayos luminosos que salen de sus manos, algunos quedan como cortados y no caen en la tierra. Ella le respondió: "Esos rayos que no caen a la tierra representan los muchos favores y gracias que yo quisiera conceder a las personas, pero se quedan sin ser concedidos porque las gentes no los piden". Y añadió: "Muchas gracias y ayudas celestiales no se obtienen porque no se piden".

Después de las apariciones de la Sma. Virgen, la joven Catalina vivió el resto de sus años como una cenicienta escondida y desconocida de todos. Muchísimas personas fueron informadas de las apariciones y mensajes que la Virgen Milagrosa hizo en 1830. Ya en 1836 se habían repartido más de 130,000 medallas. El Padre Aladel, confesor de la santa, publicó un librito narrando lo que la Virgen Santísima había venido a decir y prometer, pero sin revelar el nombre de la monjita que había recibido estos mensajes, porque ella le había hecho prometer que no diría a quién se le había aparecido. Y así mientras esta devoción se propagaba por todas partes, Catalina seguía en el convento barriendo, lavando, cuidando las gallinas y haciendo de enfermera, como la más humilde e ignorada de todas las hermanitas, y recibiendo frecuentemente maltratos y humillaciones.

En 1842 sucedió un caso que hizo mucho más popular la Medalla Milagrosa y sucedió de la siguiente manera: el rico judío Ratisbona, fue hospedado muy amablemente por una familia católica en Roma, la cual como único pago de sus muchas atenciones, le pidió que llevara por un tiempo al cuello la medalla de la Virgen Milagrosa. Él aceptó esto como un detalle de cariño hacia sus amigos, y se fue a visitar como turista el templo, y allí de pronto frente a un altar de Nuestra Señora vio que se le aparecía la Virgen Santísima y le sonreía. Con esto le bastó para convertirse al catolicismo y dedicar todo el resto de su vida a propagar la religión católica y la devoción a la Madre de Dios. Esta admirable conversión fue conocida y admirada en todo el mundo y contribuyó a que miles y miles de personas empezaran a llevar también la Medalla de Nuestra Señora (lo que consigue favores de Dios no es la medalla, que es un metal muerto, sino nuestra fe y la demostración de cariño que le hacemos a la Virgen Santa, llevando su sagrada imagen).

Desde 1830, fecha de las apariciones, hasta 1876, fecha de su muerte, Catalina estuvo en el convento sin que nadie se le ocurriera que ella era a la que se le había aparecido la Virgen María para recomendarle la Medalla Milagrosa. En los últimos años obtuvo que se pusiera una imagen de la Virgen Milagrosa en el sitio donde se le había aparecido (y al verla, aunque es una imagen hermosa, ella exclamó: "Oh, la Virgencita es muchísimo más hermosa que esta imagen").

Al fin, ocho meses antes de su muerte, fallecido ya su antiguo confesor, Catalina le contó a su nueva superiora todas las apariciones con todo detalle y se supo quién era la afortunada que había visto y oído a la Virgen. Por eso cuando ella murió, todo el pueblo se volcó a sus funerales (quien se humilla será enaltecido).

Poco tiempo después de la muerte de Catalina, fue llevado un niño de 11 años, inválido de nacimiento, y al acercarlo al sepulcro de la santa, quedó instantáneamente curado.

En 1947 el santo Padre Pío XII declaró santa a Catalina Labouré, y con esa declaración quedó también confirmado que lo que ella contó acerca de las apariciones de la Virgen sí era Verdad.

ewtn.com

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martes, 27 de noviembre de 2012

Cristo anima a recuperar felicidad perdida, dice Mons. Fernández

El Obispo de Córdoba (España), Mons. Demetrio Fernández, afirmó que “la fiesta de Cristo rey del universo nos abre un horizonte de esperanza, porque en medio de la mentira que nos envuelve, Jesucristo ha venido para ser testigo de la verdad” e invitar a los hombres a recuperar la felicidad perdida a causa del pecado.

En su carta pastoral enviada a ACI Prensa, el Prelado recordó que la libertad mal empleada por el hombre fue la que introdujo “el pecado en la historia de la humanidad”, pues este consiste en darle a Dios la negativa de entrar en su plan y su proyecto.

“La historia de la humanidad se ha convertido en un drama: por una parte, Dios está empeñado en hacernos felices y por otra el hombre, seducido por el demonio, patalea en contra de esa felicidad que Dios le ofrece, se ilusiona pensando que va a ser feliz sin Dios y se aleja de él”, señaló.

Indicó que en medio de este drama entra Jesucristo que, obedeciendo a su Padre, lleva a la humanidad a la salvación a través de su muerte y resurrección. Cristo, afirma Mons. Fernández, salda la deuda de los hombres y les dice que Dios les ama y que “es posible recuperar la felicidad perdida”.

“Resucitando, Jesucristo ha inaugurado para el género humano una vida nueva, que el hombre no podía soñar. Este camino recorrido por Jesucristo se llama misericordia, es decir, la manifestación de un amor al estilo de Dios, que quiere a toda costa que el hombre se salve y entre en relación con Dios”, añadió.

Por ello, invitó a acoger a Cristo para dejarle “que reine en nuestros corazones y nos reconduzca por el camino del bien. El ha vencido a la muerte resucitando. Y comparte con nosotros su victoria. Que Cristo reine en nuestros corazones, y desde ahí proyecte su reinado a la sociedad en que vivimos”.

Mons. Fernández dijo que el reinado de Jesús es “un reinado de santidad y de gracia, de verdad y de vida, de justicia, de amor y de paz”.

“Y qué es la verdad, preguntará Pilato con su actitud agnóstica y relativista. La verdad es Jesucristo. El que ha conocido a Jesucristo, ha entrado en la órbita de la verdad, vive en la verdad. La fiesta de Cristo rey nos sitúe a todos en la verdad de Jesucristo, que traerá la felicidad para el hombre”, finalizó.

aciprensa.com

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domingo, 25 de noviembre de 2012

Mi Reino no es de este mundo

Cristo Rey. Cristo reina desde la cruz y con los brazos abiertos, que abarcan a todos los pueblos de la tierra y les atrae a la unidad.

Santo Evangelio según San Juan 18, 33-37

En aquel tiempo preguntó Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?» Pilato le respondió: «¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?» Jesús le contestó: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis seguidores habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero no, mi Reino no es de aquí». Pilato le dijo: Conque ¿tú eres rey? Jesús le contestó:«Tú lo dices: soy Rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz».

Oración introductoria

Señor mío, Tú eres mi Dios, mi Señor, mi Redentor. Quiero que seas mi Rey, mi Dueño. Toma mi libertad, mi voluntad, mi mente y mi corazón. Quiero que Tú imperes en mí con la fuerza de tu bondad, de tu misericordia y de tu caridad. Aleja de mi alma todo aquello que me separa de Ti y ven a instaurar tu Reino en mi corazón.

Petición

Jesús, ayúdame a luchar todos los días para hacerte reinar más en mi corazón y en el de los demás. ¡Venga tu Reino!

Meditación del Papa

Queridos hermanos y hermanas, os invito por tanto a fortalecer vuestra fe en Jesucristo mediante una auténtica conversión a su persona. Sólo Él nos da la verdadera vida, y nos libera de nuestros temores y resistencias, de todas nuestras angustias. Buscad las raíces de vuestra existencia en el bautismo que habéis recibido y que os ha hecho hijos de Dios. Que Jesucristo os dé a todos la fuerza para vivir como cristianos y tratar de transmitir con generosidad a las nuevas generaciones lo que habéis recibido de vuestros padres en la fe. Que el Señor os llene de su gracia.
En este día de fiesta, nos alegramos del reino de Cristo Rey en toda la tierra. Él es quien remueve todo lo que obstaculiza la reconciliación, la justicia y la paz. Recordemos que la verdadera realeza no consiste en una ostentación de poder, sino en la humildad del servicio; no en la opresión de los débiles, sino en la capacidad de protegerlos para darles vida en abundancia. Cristo reina desde la cruz y con los brazos abiertos, que abarcan a todos los pueblos de la tierra y les atrae a la unidad. Por la cruz, derriba los muros de la división, y nos reconcilia unos con otros y con el Padre. Benedicto XVI, 20 de noviembre de 2011.

Reflexión

Hemos llegado al último domingo del tiempo ordinario, antes de iniciar el período del adviento. Y la Iglesia siempre celebra y proclama en este día a Jesucristo, Rey universal.

Las lecturas de la Misa de hoy nos presentan al Cristo Rey ya glorificado y Señor de la historia: en el Apocalipsis aparece Jesucristo, "el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra". Él es "el que es, el que era y el que viene"; o sea el Eterno, el Todopoderoso. Es este mismo Jesús glorificado a quien contempla el profeta Daniel en su visión apocalíptica: "Yo vi en una visión nocturna venir a un Hijo de hombre sobre las nubes del cielo, y a Él se le dio el poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas le servían. Su poder es eterno, no cesará; su reino no acabará".

En el Evangelio, en cambio, vemos al Jesús "terreno", al Jesús histórico, que comparece ante Pilato poco antes de ser condenado a muerte y colgado sobre la cruz. Y aparece el Cristo Hombre en toda su majestad y grandeza, como prefigurando ya su divinidad: "Tú lo dices -responde a Pilato—: Soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo".... ¡Sí! Para ser Rey.

Pero Cristo no es un rey cualquiera: “Mi reino no es de este mundo”. No es un reino de honores, de riquezas, de poderes y dignidades como lo entiende el mundo. Su reino es de una dimensión trascendente y muy superior. No es un reino terreno, sino celestial. Es un reino de amor, de justicia, de gracia y de paz; un reino que está muy por encima de las ambiciones humanas. Un reino que heredarán los pobres, los mansos, los que sufren, los misericordiosos, los humildes, los pacíficos, los perseguidos… Un reino, en definitiva, que poseeremos plenamente en la otra vida, pero que ya ha iniciado desde ahora.

Hay en la Biblia una relación, de suma importancia, sobre la unción de David en Hebrón como rey de Israel. Dios lo había escogido hacía muchos años, en sustitución de Saúl. Pero la vida de David había sido hasta el presente muy azarosa. Al principio fue fulgurante, cuando, matado con la honda el gigante Goliat, salían las muchachas bailando y cantando:
- ¡Saúl ha matado mil, y David ha liquidado a diez mil!

Era como decir: el próximo rey será David. Y le entraron los celos a Saúl, que, de amigo, se convirtió en enemigo implacable. Llega un momento en que David, después de una vida de guerrero valiente y estratega magnífico, consulta a Dios:
- ¿Debo ir a alguna ciudad de Judá?
- Sí; vete a Hebrón.

Allí se establece David, que desde Samuel había recibido la promesa de que un día llegaría a ser el rey de todo el pueblo. Primero le ungen como rey los hombres de Judá, y en Hebrón reinará siete años. Muerto Saúl, llegan los hombres de las diez tribus de Israel, que le dicen:
- Somos como huesos tuyos y carne tuya.
- ¿Qué queréis decirme con esto?
- Que tú, aunque viviera todavía Saúl, nos guiabas antes como jefe nuestro. Ahora, ha llegado el momento de que se cumpla la palabra del Señor sobre ti, pues te dijo: Tú apacentarás como un pastor a mi pueblo; tú serás el rey de Israel.

Subido a Jerusalén, allí reinará treinta y tres años, completando, con los siete de Hebrón, cuarenta años de reinado sobre el Pueblo de Dios.
Pero, esto será nada más que un signo: a David le promete Dios darle en uno de sus descendientes un reino eterno. Cuando llegue el momento, dirá el Angel a María:
- El hijo que vas a tener será grande; Dios le dará el trono de David, su antepasado; reinará para siempre sobre Judá, y su reinado no tendrá fin.

Jesús será Rey. ¡Pero será un Rey tan distinto del que soñaban los judíos de su tiempo!...

Nos basta ver cuándo y cómo es proclamado por los demás, y cómo se proclama Él mismo como Rey, para darnos cuenta de que va a ser y es un Rey muy especial.
- Mi reino no es de este mundo, le dice a Pilato, el cual, le pregunta a su vez:
- Entonces, ¿tú eres rey?.
- Sí; yo soy rey.

La investidura de semejante Rey es muy original. Los hombres lo hacen todo por burla, pero Dios convierte esa burla en el acto más sagrado y solemne. Herodes, un miserable reyezuelo, acaba de echarle encima una vestidura brillante y vieja, para decirle que es un rey loco... Los soldados brutos, se han dicho:
- ¿Que éste es el rey de los judíos? ¡Pues, vamos a coronarlo!
Y le ciñen una corona de espinas. Pilato lo muestra así al pueblo:
- ¡Mirad al hombre! ¡Mirad a vuestro Rey!...
Y hace colocar en el patíbulo de la cruz la causa de su condena a muerte:
- Jesús Nazareno, el Rey de los judíos.

Está claro, que nuestro Rey Jesús es un Rey muy especial. En vez de empezar su reinado -conquistado con su propia sangre- aplastando a sus enemigos, lo primero que hace es perdonar:
- Padre, perdónalos, que no saben lo que hacen.

Y al ladrón, que le confiesa como Rey desde su propia cruz, le promete con gozo inmenso:
- ¡Hoy, hoy mismo, estarás conmigo en el paraíso!...

Porque su reino va a ser esto: un reinado de amor, de perdón, de santidad, de paz. Y el premio que dará a los suyos, al final de todo -acabada la guerra contra todos los enemigos de Dios-, será hacerles participar de su propio Reino en una gloria inacabable:
- Venid, benditos de mi Padre, venid al reino que os está preparado desde la creación del mundo.

La Biblia entera, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, proclama continuamente al Mesías o al Cristo como Rey de todas las cosas.
La Iglesia lo ha reconocido mejor que nadie, y modernamente ha instituido la Fiesta de Jesucristo Rey para recordar a todos los pueblos que tienen un Soberano con autoridad suprema sobre todas las naciones. Pero no hay que temerlo. Como canta un himno de Navidad ante la matanza de los Inocentes, les dice la Iglesia a todos las palabras dirigidas a Herodes: No quita los reinos de la tierra el que a todos da el Reino de los Cielos.

Jesucristo es Rey para salvar. Si lucha, no es sino contra Satanás, para arrebatarle su imperio y arrancar de sus garras las almas que lleva a la perdición. Y Jesucristo se las arrebata para salvarlas a todas.

Propósito

Asistir, preferentemente en familia, a la Sagrada Eucaristía que celebra hoy a Cristo Rey.

Diálogo con Cristo

Señor, somos súbditos fieles tuyos, del Rey de reyes. Estamos comprometidos a ser los dispensadores de tu paz, de tu perdón, de tu amor. Ahora, nos toca la lucha de cada día, e ir teñidos en sangre, como nuestro Rey en el pretorio de Pilato y en la cruz. ¿El día de mañana?..., nos tocará ceñir corona de oro y manto de púrpura, como Tu, el Rey inmortal de los siglos....

Pedro Gracía. Misionero Claretiano
catholic.net

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sábado, 24 de noviembre de 2012

Tolerancia

Los que me han hecho sufrir, tal vez no sean tan malos.

Los que no son de mis ideas, tal vez no sean intratables.

Los que no hacen las cosas como yo, tal vez no sean unos locos.

Los que discurren de otro modo, tal vez no sean unos ignorantes.

Los que son más viejos que yo, tal vez no sean unos atrasados.

Los que son más jóvenes que yo, tal vez hay que dejarles que se equivoquen para que adquieran experiencia.

Los que tienen más éxito, tal vez se lo hayan merecido.

Los que me contradicen, tal vez me abren los ojos.

Los que tienen más dinero que yo, tal vez sean muy honrados.

Los que me han dicho una palabra amable, tal vez lo hayan hecho con sentimiento y desinterés.

Los que me han hecho un favor, tal vez lo ha hecho de mil amores.

Los que "pasan" de lo que a mí me importa, tal vez me ayudan a buscar lo verdaderamente importante.

Los que no van en mi misma dirección, tal vez me buscan lo mismo por otro camino.

Los que no me lo ponen fácil, tal vez me obligan a renovar el esfuerzo y la ilusión, día a día.

webcatolicodejavier.org

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viernes, 23 de noviembre de 2012

¿Quién cuida tu vida?

Una realidad perfecta, la de estar hechos los unos para los otros, la de la imposibilidad de vivir sin convivir, y de convivir sin compartir y unir

Hoy me iré a descansar con esta pregunta, con la necesidad de que la vida sea cuidada y custodiada bien, de su fragilidad y su dignidad, de su intimidad y sacralidad. La vida no puede ser expuesta de cualquier modo, para que cualquiera que llegue opine sobre ella. Esto lo saben hasta quienes actúan en un circo, que tiñen su cara con máscaras, sean o no payasos que hagan reír. También lo conocen los que participan en reality-shows, que de reality aquello tiene más bien poco y de show tiene en exceso. La vida viaja por debajo de las máscaras, unas veces para defenderse y otras para ocultarse. Pero, ¿quién cuida de todo eso que sucede dentro de la propia persona, de sus sentimientos, de sus ideas, de su carácter, de sus quereres, de sus deseos, de sus pasiones, de sus debilidades? ¿Quién cuida, con esmero, de tanto como hay de sagrado en su interior, y de tanta belleza como la propia persona es capaz de reconocer, y de tanta fuerza y deseo?

1.Algunos dirán que ellos mismos. Así sin más. Que ellos se conocen, que ellos velan por sí mismos, que ellos se saben gestionar bien y tienen recursos suficientes. Lo cual, me parece del todo insuficiente. E intuyo que hasta ellos mismos se dan cuenta de lo que están diciendo. Considero que este amor a sí mismo es impropio porque no hay amor verdadero que no sea recibido, y tendrán que desproteger su vida tarde o temprano para que otros puedan acceder a ella. Sin embargo, hoy me parece muy sabio y prudente aquel que responde que él mismo, pero no sólo él mismo.

2.Otros señalarán personas concretas, por razones varias. Tendrán nombres y apellidos, conocerán su historia y sus circunstancias, se sentirán queridos por ellos, muy queridos. Y me parece normal responder, de primeras, de esta manera. Mienten todos aquellos que hablan de amor sin reconocer la necesidad de ser amados, como también lo hacen los sabios de nuestro mundo cuando se refieren a la admiración que provoca el conocimiento sin atender a lo inmenso que es ser conocidos, tal cual. Quienes señalan a otros creo que son más que prudentes a secas, me parecen sinceros. Y más si hiciéramos un recorrido con detenimiento sobre su propia historia. Verían cómo, de hecho, todo comenzó por un humilde y necesitado dejarse querer, y pasó por la criba de las selección natural por afinidades y por reacciones, por simpatías y acercamientos recíprocos. Me parece sublime esta situación en la que podemos percibir que nadie está hecho para vivir aislado, por muy bohemio que sea, ni para vivir “al margen”, por muy poco que pueda estimarse a sí mismo. Pero volviendo al recorrido sincero, se percibirá cómo nada hay en el ser humano que venga provisto de cierto valor que la persona pueda decir que ha logrado o conquistado exclusivamente por sí misma. Puede no conocer incluso el origen, pero no podrá apropiarse del todo lo que le ocurre. Lo achacará a múltiples factores, aunque creo que terminará reconociendo el rostro de alguien, o pensando natural y espontáneamente en una especie de regalo personal. En más de una ocasión, viajando ya hacia el extremo, será capaz de ver cómo su vida fue cuidada excelentemente por otros, y conducida por otros, y más querida incluso por otros que por sí mismo. Y eso significa salvación, y libertad.

No sé cómo me las apaño, pero pienso siempre en una vida que no es cargable asequiblemente, que siempre desborda, que está llamada a ser compartida de múlitples maneras. Me sigue chirriando un poco los discursos valientes de quienes esconden lo que viven, y se mueven tanto por el deber que no perciben otras facetas de la vida. Sigo recordando aquella frase de la Escritura: “No es bueno que el hombre esté solo.” Y cada día me parece una certera expresión, dicha en el mismo origen, que revela un misterio mayor del que pensamos. Aquí no hay debilidad, sino realidad en estado puro. Una realidad perfecta, la de estar hechos los unos para los otros, la de la imposibilidad de vivir sin convivir, y de convivir sin compartir y unir. Y detrás de tanta relación compruebo que existe una llamada mucho más vigorosa y fuerte, mucho más atrayente y totalizante, mucho más impactante si cabe que la llamada de aquellos rostros que ya conocemos. Pide más, requiere más, y busca más continuamente. No se puede frenar.

Lo otro, lo de la libertad del hombre y su autonomía y su independencia y su dignidad no sé dónde lo apoyan ni lo encuentran aquellos que lo defienden. Si no es en la comunión, si no se entiende rectamente desde la fraternidad concreta y la fraternidad universal, no los considero ni siquiera humanos. Pero quizá son cosas mías. Una de esas múltiples limitaciones tan queridas por mí que me ha dejado impresa la existencia, no en mi mundo, sino en un mundo que es de todos.

José Fernando Juan
mambre.wordpress.com

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jueves, 22 de noviembre de 2012

Santa Cecilia


Fiesta: 22 de Noviembre

La dulce melodía de Cristo

Vemos en esta virgen y mártir un modelo de valentía, fortaleza y fidelidad a Cristo, aún en los momentos más tristes y difíciles.

Sin perder nunca la esperanza nos revela en su vida y en sus obras el mensaje del Evangelio. El mismo que manifestó a sus hermanos en un constante cántico de alabanza a su Señor.

En el siglo III esta joven doncella pertenecía a una de las más ilustres familias de Roma. De niña, siendo ya cristiana, consagró a Cristo su virginidad. De todos modos y a pesar de ello fue prometida por sus padres a un joven de familia noble llamado Valeriano. Cecilia consintió en tomarlo por esposo no queriendo contradecir a sus padres y guardando la esperanza de convertirlo al cristianismo.

Celebrada la boda y habiéndose marchado todos los invitados, ella, armada de todo su valor, dijo dulcemente a su esposo: «Tengo que comunicarte un secreto. Has de saber que un ángel del Señor vela por mí. Para que no me toques como si fuera yo tu esposa; si me respetas, te amará como me ama a mí.»

Valeriano quiso conocer al ángel y la santa le respondió que así sería cuando él fuera puro. Este hombre, según las indicaciones dadas por ella, se dirigió a la Via Apia a oír las enseñanzas del obispo Urbano. Abrazó así la religión cristiana y fue bautizado reconociendo a Dios como único Señor y Padre. Vio, así, al apreciado ángel quien colocó sobre cada uno de los esposos una corona de rosas.

Entre los dos lograron que también se convirtiera Tiburcio, el hermano de Valeriano y los dos hermanos se dedicaron a la práctica de las buenas obras.

En aquel tiempo el alcalde de Roma, Almaquio, había prohibido la sepultura de los cuerpos de los cristianos. Haciendo caso omiso, los dos hermanos se dedicaron a enterrar los cuerpos de los cristianos que encontraban y, al ver esto, los arrestaron y llevaron ante el alcalde quien los obligó adorar a Júpiter. Ellos, defendiendo su fe en Cristo y reconociéndolo como salvador, murieron mártires. La fiesta de estos santos se celebra el 14 de abril.

Durante años la santa entregó su vida a los pobres, catequizando a una gran multitud dentro de los ciudadanos de Roma, y entregando sus bienes a los más necesitados.

Con el tiempo fue arrestada por propagar la fe cristiana y la obligaron que abjurase de su fe. Ante su negativa la condenaron a que muriera en un baño romano asfixiada con el vapor. Pasó un largo tiempo encerrada y no sólo seguía con vida sino que tampoco dejaba de alabar a Dios con sus entonaciones. Fue necesario entonces que intervinieran con una espada que atravesó su cuello, y sólo de este modo «voló» al cielo.
Su cuerpo fue depositado en las catacumbas de San Calixto. En el siglo IX fue trasladado por Pascual I a la Basílica Romana en Trastévere, y en 1599 fue visto incorrupto. La virgen mártir aparecía recostada sobre un lado, como si estuviera dormida.

Así la esculpió Maderna en mármol en la estatua yacente que hay en las catacumbas. Por allí pasó la santa Teresa de Lisieux, como cuenta en su Historia de un alma, y decidió que Cecilia sería su santa predilecta.

Con el tiempo fue proclamada patrona de los músicos por las entonaciones que profería alabando a Dios en momentos como la fiesta de su matrimonio y desde el momento en que la arrestaron hasta su muerte. Dice la tradición también que tocaba varios instrumentos propios de su época.

Oración a Santa Cecilia

Señor y Dios nuestro, tu escogiste para ti desde sus más tiernos años a Santa Cecilia. Ella amó a Dios, a su familia, a sus semejantes, hasta entregar todos sus bienes a los pobres. Desde su imagen nos señala una ruta. Es un faro luminoso en los acantilados del mundo. Se nos muestra joven, hermosa, rica de espíritu y sana. Exhibe valentía, carácter, robustez del alma, hasta entregar su vida. Queremos aprender de ella esa fe y esa valentía para vivir nuestro cristianismo sin claudicar. Lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


Laura Vaccareza
iglesia.org

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miércoles, 21 de noviembre de 2012

El hospital como lugar de evangelización

La salud es un bien universal - nunca una mercancía - y la medicina debe estar siempre éticamente al servicio de todo hombre sin distinción, con políticas sanitarias apropiadas.

“Es una misión humana y espiritual”, alentó el Papa quien destacó el apremiante compromiso de la nueva evangelización, en particular en la tutela de la dignidad humana de los que sufren, al recibir durante el mediodía del sábado 17 de noviembre de 2012 a los participantes en el encuentro promovido por el Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios.

Unas tres mil personas, entre ellos también algunos enfermos con sus familiares, así como, entre otros, algunos representantes de la Federación Europea de Asociaciones Médicas Católicas, voluntarios de la Unión Italiana que acompaña a los enfermos y discapacitados a los santuarios internacionales, personal sanitario y capellanes, escucharon con emoción las palabras del Papa, que renovó el Mensaje especial del Concilio Vaticano II a los que sufren, asegurando la cercanía de la Iglesia.

Iglesia – recordó Benedicto XVI – que interpela también a los profesionales y voluntarios de la sanidad, llamados a la sensibilidad y al estudio y cuyo ‘ser católicos, sin temor’ les da asimismo una mayor responsabilidad en la sociedad y en la misma Iglesia:

«Es éste un compromiso de nueva evangelización también en tiempos de crisis económica, que sustrae recursos a la tutela de la salud. Precisamente, en este contexto, hospitales y estructuras de asistencia deben repensar su propio papel para evitar que la salud se vuelva una simple ‘mercancía’ sometida a las leyes del mercado y por lo tanto un bien reservado a pocos. Nunca se puede olvidar la atención especial debida a la dignidad de la persona que sufre, aplicando también en el ámbito de las políticas sanitarias, el principio de subsidiariedad y de la solidaridad. Hoy, si por un lado, gracias a los progresos técnicos y científicos, aumenta la capacidad de sanar físicamente al enfermo, por otro, parece disminuir la capacidad de ‘cuidar’ a la persona que sufre, considerada en su integridad y unicidad. Parecen desvanecerse los horizontes éticos de la ciencia médica, que corre el riesgo de olvidar que su vocación es la de servir a todo hombre y todo el hombre, en las diversas fases de su existencia».

Gratuidad, compartir, abnegación, solidaridad, entrega, servicio... Con la parábola evangélica del Buen Samaritano y evocando al Beato Juan Pablo II, el Papa hizo hincapié en que el centro de la actividad médica y asistencial debe ser siempre el bienestar humano, en particular cuando la persona es más frágil e indefensa. Tras alentar a ir más allá del enfoque clínico, abriéndose a la dimensión de la trascendencia, Benedicto XVI recordó asimismo el apostolado de los capellanes y asistentes religiosos, recordando la tarea de reflejar en el misterio del sufrimiento la gloria de Cristo Resucitado.
Y saludando con especial afecto a los enfermos, cuyo silencioso testimonio es eficaz signo e instrumento de evangelización para los encargados de cuidar de ellos y sus familiares, volviendo al mensaje del Concilio, el Papa les recordó que son los hermanos de Cristo paciente, y con El, si quieren, salvarán al mundo.

Antes de impartir de corazón, su Bendición Apostólica, Benedicto XVI encomendó a todos a la Virgen María, Salud de los Enfermos, para que guíe sus pasos y los haga cada vez más testimonios activos e infatigables de la ciencia cristiana del sufrimiento.

vatican.va

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martes, 20 de noviembre de 2012

El anillo de la serenidad

Un rey convocó a la corte a todos los magos del reino y les dijo: “Querría ser siempre un buen ejemplo para mis súbditos. Presentarme siempre como un hombre fuerte y seguro, sereno e impasible frente a las vicisitudes de la vida. Me ocurre a veces que me encuentro triste o deprimido por una mala noticia. Otras veces una alegría imprevista o un gran éxito me ponen en un estado de sobreexcitación anormal. Todo eso no me gusta. Me hace sentirme como una brizna que lleva el viento de la suerte. Fabricadme un amuleto que me proteja de esos estados de ánimo y estos cambios de humor”.

Uno tras otro, los magos se echaron atrás. Sabían hacer amuletos de todas las clases para los incautos que se acercaban a pedirles ayuda, pero no era fácil engatusar a un rey. Y a un rey que, además, pretendía un amuleto de efecto tan difícil.
El rey estaba a punto de estallar de ira, cuando se adelantó un viejo sabio que dijo: “Majestad, mañana te traeré el anillo que buscas. Cada vez que lo mires, si estás triste te pondrás alegre y si te encuentras nervioso, podrás calmarte. Simplemente bastará que leas la frase mágica grabada en el anillo”.
Al día siguiente, el sabio volvió y, en medio de un silencio general, ya que todos tenían curiosidad por conocer la frase mágica, alargó el anillo al rey. El rey lo miró y leyó la frase grabada sobre el aro de plata: “También esto pasará”.

Recuerda que ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.

webcatolicodejavier.org

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domingo, 18 de noviembre de 2012

Signos de los tiempos

¿Qué signos de esperanza descubres tú en la Iglesia y el mundo de hoy? Y el Señor nos invita hoy a descubrir esos signos de los tiempos, que nos descubren un nuevo amanecer.

Santo Evangelio según San Marcos 13, 24-32

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Pasado el sufrimiento de aquellos días, el sol se oscurecerá y la luna no dará resplandor; las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestiales se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre entre nubes con gran poder y gloria; él enviará entonces a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra al extremo del cielo. Fíjense en el ejemplo de la higuera: cuando sus ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, saben que el verano está cerca. Pues lo mismo ustedes, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el Hijo del hombre ya está cerca, a la puerta. Les aseguro que no pasará esta generación sin que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto al día aquel y a la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre».

Oración introductoria

Señor, me acerco hoy a Ti con fe, sabiendo que eres el Señor de la vida y de la historia. Consciente de mis debilidades y caídas, pongo mi confianza en Ti, porque Tú siempre cumples tus promesas. Mientras contemplo tu amor que se convierte en fidelidad, yo deseo también corresponder con mi fidelidad. Estoy ante Ti en esta oración para escucharte y, descubrir tu voluntad en este día.

Petición

Espíritu Santo, concédeme estar atento a tus inspiraciones y fortalece mi voluntad para poder seguirlas.

Meditación del Papa

La Iglesia nos ofrece con particular abundancia la Palabra de Dios. Meditándola e interiorizándola para vivirla diariamente, aprendemos una forma preciosa e insustituible de oración, porque la escucha atenta de Dios, que sigue hablando a nuestro corazón, alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del Bautismo. La oración nos permite también adquirir una nueva concepción del tiempo: de hecho, sin la perspectiva de la eternidad y de la trascendencia, simplemente marca nuestros pasos hacia un horizonte que no tiene futuro. En la oración encontramos, en cambio, tiempo para Dios, para conocer que "sus palabras no pasarán", para entrar en la íntima comunión con él que "nadie podrá quitarnos" y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna [...] Para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida: dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo, como san Pablo en el camino de Damasco; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo. Benedicto XVI, 22 de febrero de 2011.

Reflexión

Nos encontramos ya en el penúltimo domingo del tiempo ordinario. Y, como todos los años, el Evangelio de este día nos habla de las realidades escatológicas y de las señales apocalípticas que acompañarán el fin de los tiempos, cuando llegue el momento de la "segunda venida" del Mesías.

El fin del mundo ha sido una preocupación del hombre en todas las épocas. Tal vez por su curiosidad natural o por su temor ante un futuro desconocido, siempre se ha interesado en estos temas. Y esta conciencia colectiva se ha agudizado sobre todo en ciertos períodos críticos de la historia. Así, por ejemplo, en las primeras décadas de la Iglesia, cuando todavía estaban frescas en la mente y en el corazón de los cristianos las enseñanzas de Cristo sobre el juicio final, se creía próxima la "parusía".

También, en el cambio del primer milenio, en el año 1000, se dio una "crisis" universal ante el temor del fin del mundo. Pero eso no sólo sucedió en el medioevo. En pleno siglo XX, a pesar de los progresos tecnológicos y los avances de la ciencia, se dieron muchos movimientos en esta dirección. Incluso hasta surgieron varias sectas -como los testigos de Jehová, lo adventistas del séptimo día, los secuaces de la así llamada "iglesia universal de Dios" y otras más- para quienes la idea del fin del mundo es parte fundamental de su credo.

Por supuesto que nuestro Señor profetizó el fin del mundo. Y el Evangelio de hoy es una prueba clarísima de ello: "Después de una gran tribulación -nos dice Jesús- el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas del cielo se caerán y los ejércitos celestes temblarán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad". Todo esto es muy cierto. Y nuestro Señor no nos habló de ello sólo para aterrorizarnos, como si estuviera narrando un cuento de miedo a unos niños.

Sin embargo, también tenemos que interpretar correctamente estas palabras del Señor. La Biblia razona con categorías relativas e históricas, más que absolutas y metafísicas. El lenguaje oriental –y, por tanto, también el bíblico y el usado por Jesús en su predicación- no siempre se ha de entender en un sentido literal y absoluto, sobre todo en los temas apocalípticos. Por este mismo motivo, mucha gente no entiende las expresiones del Apocalipsis del apóstol san Juan e interpreta erróneamente muchos de sus pasajes.

Pero, volviendo al Evangelio, cuando Cristo habla del fin del mundo, no sólo se refiere al fin de los tiempos en absoluto, sino también al fin de "SU" mundo, al término de una época o a la vida de los oyentes. Por eso, nosotros, más que inquietarnos por "el" fin del mundo, tendríamos que preocuparnos de "nuestro" propio fin. Y las palabras que vienen a continuación: "Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo esto suceda" se cumplieron perfectamente.

En efecto, el año 70 d.C. las legiones romanas, al mando del emperador Tito, sitiaban Jerusalén y prendían fuego a la ciudad, "sin dejar piedra sobre piedra". ¡Les llegó "su" fin del mundo, tal como Cristo lo había anunciado! Y podemos hablar, en términos análogos, del saqueo de Roma por los vándalos en el año 410; de la caída del Imperio romano en el 476; o de la caída de Constantinopla en el 1453. O, en épocas más recientes, el derrocamiento de las monarquías europeas durante la revolución francesa, la revolución bolchevique del 1917 y la caída del imperio zarista; las dos grandes guerras mundiales, la explosión del comunismo y su difusión por muchas partes del planeta, y todas esas formas de totalitarismo que azotaron al mundo -el nazismo, el fascismo, el marxismo, etc.- hasta llegar al derrumbamiento definitivo de esas mismas ideologías con la caída del muro de Berlín en 1989… Todos estos trágicos eventos han sido, en cierto modo, otras formas de "fin del mundo".

Pero, más que detenernos en la profecía escatológica de Cristo -por lo demás, totalmente desconocida para nosotros, como nos lo dice Él mismo: "El día y la hora nadie la sabe, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sólo el Padre"- concentrémonos en el presente: en la necesidad de velar y de estar preparados para la venida de Cristo. Es decir, en la necesidad de vivir en gracia y de llevar una vida cristiana digna y santa.

Propósito

Pongamos nuestra mirada y nuestro corazón en el cielo, viviendo llenos de alegría, de optimismo y de esperanza: "Aprended de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, sabéis que la primavera está cerca; pues cuando veáis suceder todo esto, sabed que Él está cerca, a la puerta". ¡Cristo está para llegar! Entonces, ¡qué dicha debe invadir nuestra alma! Está comenzando la primavera. Y el Señor nos invita hoy a descubrir esos signos de los tiempos, que nos descubren un nuevo amanecer. No se está acabando el mundo. En realidad, está naciendo uno nuevo; ¡está llegando otra primavera del espíritu!

Dialogo con Cristo

¿Qué signos de esperanza descubo Señor, en la Iglesia y el mundo de hoy? Meditaré en esta pregunta, contemplando la higuera, y encontraré muchísimos brotes de vida.

P. Sergio Cordova
catholic.net

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sábado, 17 de noviembre de 2012

La misa explicada por San Pío de Pietrelcina

El Padre Derobert, hijo espiritual del Padre Pío, explica el sentido que tenía la Misa para el Santo de Pietrelcina: “El me había explicado poco antes de mi ordenación sacerdotal que celebrando la misa había que poner el paralelo su cronología y la cronología de la Pasión de Cristo. Se trataba de comprender y de darse cuenta, en primer lugar, de que el sacerdote en el altar es Jesucristo. Y desde ese momento Jesús en su sacerdote revive indefinidamente su Pasión”.

Y este es el itinerario de la cronología y orden en paralelo de la Misa y de la Pasión:

1.- Desde la señal de la Cruz hasta el Ofertorio
: Es el tiempo de encuentro con Jesús en Getsemaní, sufriendo con Él ante la marea negra del pecado. Unirse a Él en el dolor de ver que la Palabra del Padre, que Él había venido a traernos, no sería recibida o sería recibida muy mal por los hombres. Y desde esta óptica hay que escuchar las lecturas de la Misa que están dirigidas personalmente a mí y a nosotros.

2.- El Ofertorio: Evoca el arresto de Jesús. La Hora ha llegado...

3.- El Prefacio: Es el canto de alabanza, entrega y agradecimiento que Jesús dirige al Padre que le ha permitido llegar a esta Hora.

4.- Desde el comienzo de la plegaria eucarística hasta la consagración: Empezamos encontrándonos con Jesús en prisión para después hacer memoria y celebración de su atroz flagelación y coronación de espinas. Seguimos con su Vía Crucis, el camino de la cruz por las callejuelas de Jerusalén -imagen de todo el mundo y de toda la humanidad-, teniendo presentes en el “memento” a los que están allí, en la Misa, y a todos.

5.- La consagración: Se nos da el cuerpo de Cristo, entregado de nuevo ahora. Es místicamente la crucifixión del Señor, y por eso el Padre Pío sufría atrozmente en este momento de la Misa, durante la consagración.

6.- Las plegarias inmediatamente posteriores a la consagración
: Nos unimos enseguida con Jesús en la Cruz y ofrecemos desde este instante al Padre el sacrificio redentor. Es el sentido de la oración litúrgica inmediatamente después de la consagración.

7.- La doxología final, “Por Cristo, con Él y en Él...”: Corresponde al grito de Jesús “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu...”. Desde este momento, el sacrificio es consumado y aceptado por el Padre. Los hombres desde ahora ya no están separados de Dios, se vuelven a encontrar unidos. Y esa la razón por la que a continuación de la doxología se reza el Padre Nuestro.

8.- La fracción del Pan: Marca la muerte de Jesucristo.

9.- La intinción y posterior comunión: La intinción es el momento en que el sacerdote, habiendo quebrado la sagrada hostia, símbolo de la muerte, deja caer una partícula del Cuerpo de Cristo en el cáliz de su preciosa sangre. Marca el momento de la resurrección, pues el Cuerpo y la Sangre se reúnen de nuevo y a Cristo crucificado y resucitado a quien vamos a recibir en la comunión.

10.- La bendición final de la Misa: Con ella el sacerdote marca a los fieles con la cruz de Cristo como signo distintivo y, a su vez, escudo protector contra las astucias del Maligno. Es también signo de envío y de misión como Jesucristo, tras su Pasión y ya resucitado, envío a sus apóstoles a hacer discípulos de todos los pueblos.

Testimonio del P. Derobert, hijo espiritual del Padre Pío.
María Mensajera
Adoraciòn Nocturna Española en Santander

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viernes, 16 de noviembre de 2012

¿Conozco mis límites?

Vivir, en lugar de ser vivido. De eso se trata. Ya que el que no pueda decir no, enfermará.

Quien quiera responder siempre a todas las expectativas, pronto notará con dolor sus límites. Ya sea en la pareja, en la profesión, en la educación; para todas las relaciones se aplica que es importante poder delimitarse. Muchos viven más allá de sus fuerzas o sus condiciones. En algún momento se percatan de que han perdido su centro.

Pero sólo quien tiene su centro podrá crecer más allá de sus propios límites. Para que el encuentro resulte, es necesario un buen equilibrio entre la protección y la propia apertura, entre la delimitación y la entrega Sólo aquel que sepa de límites, también podrá traspasarlos para acercarse al otro y encontrarlo verdaderamente.

¿Pero cóḿo resulta la vida de una persona, que siempre es una vida de relación? Sin la capacidad de delimitarse no es posible percibir la propia persona y desarrollar su personalidad. (..) A través de mi voz, de mi habla, llego a la otra persona, y de este modo se produce el encuentro. Para que el encuentro resulte es necesario un buen equilibrio entre límite y violación del límite, protección y apertura, delimitación y entrega de sí mismo. Debo conocer mi límite. Recién entonces podré traspasarlo para acercarme al otro y encontrarlo, para palparlo en el encuentro y, probablemente, experimentar un momento de llegar a ser uno.

Anselm Grün y María M. Robben
Extraído de "Límites sanadores. Estrategias de autoprotección"

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jueves, 15 de noviembre de 2012

San Alberto Magno


Obispo y doctor de la Iglesia (1193-1280)
Fiesta: 15 de Noviembre

San Alberto nació en Lavingen, Suavia, en el año 1193. Hijo de familia noble, tuvo una juventud despreocupada. Curso sus estudios en la universidad de Padua.
 

A los treinta años, oyendo una predicación del Beato Jordán de Sajonia, General de los Dominicos y sucesor de Santo Domingo, Alberto sintiendo el llamado de Dios, le pidió el hábito dominico a pesar de la resistencia que le presentó su padre. Comienza una nueva vida dedicada a la oración, al estudio y la enseñanza; no como actividades separadas e independientes, sino todas ellas iluminadas por el mismo afán: conocer y amar más a Dios, y acercar muchas almas a Él.

Fue profesor en Colonia, en París y en varias otras universidades. Venían a escucharlo alumnos de otras naciones. Escribió treinta y ocho volúmenes sobre varias ramas del saber: Teología, filosofía, geografía, química y astronomía, entre otras. En sus obras aparece el sabio, el filósofo, el teólogo y el místico.

Fue un forjador de grandes maestros: San Buenaventura, Bacon, Hales, Duns Scoto, y el más ilustre, Santo Tomás de Aquino, a quien Alberto descubrió y estimuló. Tomás recogió de Alberto la tradición filosófica y teológica.

Sólo algún pequeño paréntesis interrumpió sus estudios: fue por dos años obispo de Ratisbona, provincialato, predicador de la Corte pontificia y de la octava cruzada, y asistió al II Concilio de Lyón.

Alberto luchó siempre por defender la verdad. Supo distinguir y encontrar la justa armonía entre la ciencia y la fe. Sobresalió con luz propia en las ciencias naturales. Era un sabio humilde y caritativo, ya que sabía que todo lo recibía de Dios y lo comunicaba a los demás.

Sus devociones preferidas, en las que se refugiaba para alimentar su espíritu, eran la Misa, la Pasión de Cristo y la Virgen María.

Pasó sus últimos años en Colonia, a orillas del Rin, preparándose para el tránsito final. Pidió conocer el lugar de su sepultura, y ante él rezaba todos los días el oficio de difuntos. La muerte le sorprendió orando y trabajando, como había vivido siempre: dando los últimos retoques a un tratado sobre el Santísimo Sacramento. Murió el 15 de noviembre de 1280, a la edad de 74 años. Dejaba fama de haber sido el más sabio de su tiempo.

San Alberto Magno supo conciliar sabiduría humana y fe divina tanto en la investigación como en la enseñanza. Por eso sigue siendo un maestro para cuantos quieran aprender por medio del progreso de las ciencias a conocer mejor al Señor y amarle más.

Mariana Canale
iglesia.org

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miércoles, 14 de noviembre de 2012

El alcance de las uniones homosexuales

Si dos personas del mismo sexo están enamoradas y viven de forma estable una relación sexual y amistosa dentro de un hogar, pueden ser –si se quiere- excelentes amantes, pero no llegan a ser nunca esposos, pues, por ley natural, tienen las puertas cerradas a la paternidad y la maternidad. Considerar su forma de unión como un “estado matrimonial” es confundir los conceptos, alterar el lenguaje y, con ello, desarticular la realidad.

No vendría a cuento que alguien, al leer esto, levantara la voz para decirme que debemos respetar a los homosexuales y concederles todos los derechos ciudadanos. Es obvio que debemos respetar a todas las personas, pero también lo es que ciertos derechos no los tenemos por el simple hecho de ser personas, sino por las opciones que realizamos en la vida. Si no he aprendido a tocar el violín, no tengo derecho a llamarme violinista. Si no he adquirido el título de médico, no estoy autorizado a abrir una clínica. Por mi parte, respeto a los homosexuales –en cuanto personas- lo tengo todo, e incluso voluntad de ayuda. Durante años ayudé a sostener una familia que se hallaba en suma pobreza debido a la condición homosexual del padre, un profesor de escuela primaria. Deseo a todas las personas los mayores bienes, pero entiendo que sería un mal para todos confundir los conceptos y llamar “matrimonio” a lo que constituye una forma de unión distinta.

La unión de personas homosexuales puede presentar, en el mejor de los casos y en alguna medida, los tres primeros ingredientes del amor conyugal: sexualidad, amistad, proyección comunitaria –creación de un hogar-, e incluso el primer aspecto del cuarto: el incremento de la unión entre los que viven esa forma de unidad. (Aunque, respecto a esto, deberíamos hacer diversas matizaciones y salvedades). Lo que le falta, en absoluto, es el segundo aspecto de la fecundidad del amor: la donación de vida a nuevos seres personales. Y éste es un ingrediente esencial.

La sexualidad matrimonial está, por su naturaleza misma, abierta a la vida, y lo mismo la amistad y la creación de un hogar. Tal apertura es la que da altura, dignidad y vitalidad a los esposos y a su modo de vida. La falta de apertura a la vida altera la calidad de los tres primeros elementos de la vida matrimonial. No procede, por tanto, decir que tales elementos o ingredientes del amor son iguales en la unión matrimonial y en la unión homosexual, excepto –en esta última- el detalle de no poder procrear. La verdad es que tales ingredientes pierden su sentido más profundo si no se vive el amor de tal forma que esa intensidad de vida florezca en la creación de nuevos seres. La sexualidad sin amistad no es igual que la sexualidad vivida como expresión de amistad y vehículo de un incremento de amistad. Esta amistad, cuando está abierta a la vida, pide de por sí proyectarse comunitariamente y crear un hogar que acoja a las vidas humanas que se van a crear y les ayude eficazmente a desarrollarse. El incremento de la unidad y del amor en los esposos está en la recta dirección cuando no supone sólo incentivar la condición gratificante de sus relaciones sino crear un verdadero ámbito de acogimiento para los futuros hijos.

Al unirse maritalmente un hombre y una mujer, adquieren una condición nueva, realmente portentosa: la de poder generar hijos en un entorno adecuado plenamente a su desarrollo. Esta condición no la adquieren dos personas del mismo sexo cuando deciden vivir en común. Pueden quererse intensamente, ejercitar a su modo la sexualidad con máximo ardor, pero nunca conseguirán la potencia generadora que las convierte en ineludibles colaboradoras de la especie. Por esta capacidad de colaboración, los casados heterosexuales merecen toda clase de reconocimiento y ayuda por parte de la sociedad, a la que ellos en buena medida hacen posible. Dos homosexuales que se unen para convivir contribuyen, en algún modo, a estructurar la vida social. Debido a ello, la sociedad hará bien en regular su forma de unión de tal modo que tengan ciertos derechos civiles.

En una entrevista, a un diputado que se declara homosexual y pide que se reconozca la condición de “matrimonio” a las uniones entre homosexuales se le indicó que también –por ejemplo- dos hermanas solteras que conviven forman una unidad muy fuerte, tienen unidos sus destinos, se necesitan mutuamente, se ayudan, colaboran a estructurar la vida social, y deberían, por tanto, ser consideradas como un “matrimonio” a todos los efectos. Él negó que posean tal derecho “porque les falta el ejercicio de la sexualidad”. Parece olvidar este político que el ejercicio de la sexualidad de un homosexual no es comparable al de una persona heterosexual, abierta a la generación de nueva vida. Por el hecho de unirse sexualmente no se adquiere ningún derecho especial ante la sociedad. La sexualidad homosexual puede ser intensa y gratificante, pero no es fecunda; no tiene para la sociedad más relevancia que el hecho de que satisface a ciertas personas y, en esa medida, contribuye a la estabilidad social. Pero esta aportación no puede compararse ni de lejos a la que realizan los casados que aportan a la comunidad nuevas vidas y les ayudan a crecer de forma saludable.

Ser esposos es inmensamente más que ser amantes. Hay que ignorar mil cuestiones para tener la osadía de identificar ambos conceptos. Supone un atropello a la razón. A estas alturas de la investigación antropológica no podíamos esperar que alguien cometiera este dislate conceptual. Si Maurice Merleau-Ponty o Dietrich von Hildebrand, Max Scheler o Ferdinand Ebner levantaran la cabeza, se volverían consternados a sus tumbas pensando que su ingente labor investigadora había sido totalmente vana. El bueno de Romano Guardini, que, por los años 30, esperaba que la humanidad avanzara hacia una época de mayor clarividencia y equilibrio, no tendría consuelo si viera el espectáculo que dan actualmente ciertos legisladores al tergiversar, de esta forma, los conceptos básicos de la vida humana. Porque él sabía muy bien que los conceptos no son meras palabras sino las columnas de esa trama de relaciones que es nuestra vida y que cada uno debemos colaborar a tejer incesantemente.

¿Ignoran, acaso, nuestros políticos que los grandes conflictos sociales se fraguaron en los despachos de pensadores que tomaron la vida intelectual como un laboratorio para realizar toda clase de aventurerismos intelectuales? Todo el que conozca la historia de las ideas sabe que con los conceptos debemos proceder de forma extremadamente cuidadosa, verdaderamente orfebresca. La tosquedad actual en el uso de las palabras y el manejo de las ideas no augura nada bueno para un futuro cercano, pues los procesos sociales están sumamente acelerados debido a los progresos técnicos en las comunicaciones.

Hoy se valoran muy positivamente los sentimientos y se da como razón de ciertas conductas el hecho de que sean fuente renovada de gratificaciones individuales. Se deja, en cambio, de lado el valor –positivo o negativo- que tales conductas puedan tener para el conjunto de la sociedad. Esta visión unilateral acarrea graves daños a la vida social porque encrespa el egoísmo y amengua la solidaridad.

Europa basó su grandeza en el estudio de las esencias, en la distinción de unas realidades y otras. Si ahora lo confundimos todo, volvemos a las tinieblas de lo irracional y desquiciamos la vida, la sacamos literalmente de quicio. Lo que es distinto necesita nombre distinto. No podemos utilizar los nombres arbitrariamente. Por eso, precisar debidamente los conceptos y utilizar el lenguaje con rigor no indica ser anticuado, retrógrado, poco liberal...; significa sencillamente ser “realista”, fiel a la realidad. Y esta es la primera condición de una persona culta.

Alfonso López Quintás
arvo.net

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martes, 13 de noviembre de 2012

El hombre más afortunado del mundo

Me propongo demandar a la revista "Fortune", pues me hizo víctima de una omisión inexplicable. Resulta que publicó la lista de los hombres más ricos del planeta, y en esta lista no aparezco yo. Aparecen, sí, el sultán de Brunei, aparecen también los herederos de Sam Walton y Takichiro Mori. Figuran ahí también personalidades como la Reina Isabel de Inglaterra, Stavros Niarkos y los mexicanos Carlos Slim y Emilio Azcárraga.

Sin embargo a mí no me menciona la revista. Y yo soy un hombre rico, inmensamente rico. Y si no, vean ustedes. Tengo vida, que recibí no sé por qué, y salud, que conservo no sé cómo.

Tengo una familia: esposa adorable que al entregarme su vida me dio lo mejor de la mía; hijos maravillosos de quienes no he recibido sino felicidad; nietos con los cuales ejerzo una nueva y gozosa paternidad. Tengo hermanos que son como mis amigos, y amigos que son como mis hermanos. Tengo gente que me ama con sinceridad a pesar de mis defectos, y a la que yo amo con sinceridad a pesar de mis defectos. Tengo cuatro lectores a los que cada día les doy gracias porque leen bien lo que yo escribo mal.

Tengo una casa, y en ella muchos libros (mi esposa diría que tengo muchos libros, y entre ellos una casa). Poseo un pedacito del mundo en la forma de un huerto que cada año me da manzanas que habrían acortado aún más la presencia de Adán y Eva en el Paraíso. Tengo un perro que no se va a dormir hasta que llego, y que me recibe como si fuera yo el dueño de los cielos y la tierra. Tengo ojos que ven y oídos que oyen; pies que caminan y manos que acarician; cerebro que piensa cosas que a otros se les habían ocurrido ya, pero que a mí no se me habían ocurrido nunca.

Soy dueño de la común herencia de los hombres: alegrías para disfrutarlas y penas para hermanarme a los que sufren. Y tengo fe en un Dios bueno que guarda para mí infinito amor. ¿Puede haber mayores riquezas que las mías? ¿Por qué, entonces, no me puso la revista "Fortune" en la lista de los hombres más ricos del planeta?

webcatolicodejavier.org

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domingo, 11 de noviembre de 2012

Generosidad de la viuda

Santo Evangelio según San Marcos 12, 38-44

En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y les decía: Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa. Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro: muchos ricos echaban mucho. Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de los que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir.

Oración introductoria

Espíritu Santo, ilumina esta oración para que no la convierta en un momento de vanidad, autocomplacencia o en un ritual sin sentido, como acostumbraban los fariseos. Dame la fortaleza para saber desprenderme de lo que me impida crecer en el amor.

Petición

Señor, dame la gracia de ser generoso, sin cálculos egoístas.

Meditación del Papa

San José Benito Cottolengo solía recomendar: "Nunca contéis las monedas que dais, porque yo digo siempre: si cuando damos limosna la mano izquierda no tiene que saber lo que hace la derecha, tampoco la derecha tiene que saberlo". Al respecto es significativo el episodio evangélico de la viuda que, en su miseria, echa en el tesoro del templo "todo lo que tenía para vivir". Su pequeña e insignificante moneda se convierte en un símbolo elocuente: esta viuda no da a Dios lo que le sobra, no da lo que posee, sino lo que es: toda su persona. Este episodio conmovedor se encuentra dentro de la descripción de los días que precedente inmediatamente a la pasión y muerte de Jesús, el cual, como señala san Pablo, se hizo pobre a fin de enriquecernos con su pobreza; se ha entregado a sí mismo por nosotros. [...] Siguiendo sus enseñanzas podemos aprender a hacer de nuestra vida un don total; imitándolo estaremos dispuestos a dar, no tanto algo de lo que poseemos, sino a darnos a nosotros mismos. ¿Acaso no se resume todo el Evangelio en el único mandamiento de la caridad. Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma, 2008.

Reflexión

"Dar" es la acción del generoso. Dar una limosna, por ejemplo, en el campo material. Pero también dar de mi tiempo, compartir mis conocimientos con los demás o contagiar mi alegría con una sonrisa son manifestaciones de esta virtud.

Hay muchas maneras de "dar", y muchas motivaciones para nuestra donación. ¿Se puede hablar de generosidad cuando lo hacemos por interés, esperando recibir algo a cambio? Tampoco es generoso quien da, pero sólo un poco de lo mucho que podría, como nos muestra el Evangelio. ¿Y qué decir de quien "es generoso" para que los demás digan: "qué bueno es..."?

Madre Teresa dijo (y vivió, por supuesto) que hay que "amar hasta que nos duela". ¡Ya tenemos un buen termómetro para saber si somos realmente generosos! Si mi donación es costosa, voy por buen camino. Si no me exige sacrificio alguno, es seguro que puedo dar mucho más. Y este "dar" se identifica con la generosidad cuando se hace pensando en el bien del otro, cuando se da por amor.

Propósito

Ser especialmente generoso en mi ofrenda en la limosna de la misa de hoy o de mañana domingo.

Diálogo con Cristo

Jesús, dame tu gracia para transformar mi espíritu en la generosidad para vivir en una constante preocupación por tus intereses y por las necesidades de los demás. Que incremente mis actos de servicio y caridad, sin buscar nunca ventajas personales ni llamar la atención.

P. Juan Gralla
catholic.net

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sábado, 10 de noviembre de 2012

El Credo contra los falsos dioses

Es el objetivo prioritario del Año de la Fe querido por Benedicto XVI. Volver a acercar a los hombres al único Dios verdadero. Y derrocar de sus tronos a las falsas divinidades que dominan el mundo

Una batalla naval en medio de la oscuridad de la tempestad. Éste era el espectáculo que la Iglesia daba de sí luego del primer concilio ecuménico de la historia, el de Nicea en el siglo IV.

Benedicto XVI ama recordarlo a los actuales profetas de desventuras. Esa batalla de todos contra todos – dice – al final produjo el "Credo", el mismo "Credo" que se proclama hoy en todas las misas dominicales. No fue un desastre, sino una victoria de la fe.

La diferencia entre ese entonces y hoy está precisamente aquí. La crisis profunda de la Iglesia de nuestros días es una crisis de fe. El papa Joseph Ratzinger está tan convencido de ello que el pasado 11 de octubre quiso inaugurar un especial Año de la Fe, y cada miércoles, día de sus audiencias públicas semanales, se ha puesto a explicar el Credo, artículo por artículo.

Aunque sea teólogo, el Papa se hace catequista. Su sueño es que tantos maestros de calle, en todo el mundo, tomen ejemplo de él y vuelvan a enseñar a los hombres "las verdades centrales de la fe en Dios, en el hombre, en la Iglesia, en toda la realidad social y cósmica", en síntesis, el abc de la fe cristiana.

Yendo todavía más a lo sustancial, Benedicto XVI ha indicado muchas veces la "prioridad" de su pontificado de reconducir a los hombres a Dios, "no a un dios cualquiera", sino a ese Dios que ha revelado su rostro en Jesús crucificado y resucitado.

Porque la declinación del "Credo in unum Deum" en los países de antigua cristiandad ha coincidido precisamente con el ascenso de otros dioses en el firmamento. También ésta es una experiencia recurrente en la historia. También en la Iglesia de los primeros siglos, los de las persecuciones y de los mártires, el drama más agudo estuvo dado por los "lapsi", los que caían en la tentación de quemar incienso para el "divus imperator" y así salvar su vida. Constituían un número enorme y los puristas, sectarios, los querían expulsar por apóstatas. La Iglesia los tuvo entre sus hijos y elaboró nuevas formas de confesión, de penitencia y de perdón. Ese sacramento que hoy, nuevamente, es el que más está en peligro.

Benedicto XVI les ha puesto nombre a los nuevos dioses. Lo ha hecho, por ejemplo, en la memorable "lectio divina" que recitó a más de doscientos obispos del penúltimo sínodo.

Los nuevos dioses son los "capitales anónimos que esclavizan al hombre".

Son la violencia terrorista "aparentemente hecha en nombre de Dios", pero en realidad "en nombre de falsas divinidades que deben ser desenmascaradas".

Son la droga que "como una bestia voraz extiende sus manos sobre toda la tierra y destruye".

Son "el modo de vivir propagandizado por la opinión pública: hoy se hace así, el matrimonio ya no cuenta, la castidad no es más una virtud, etc.".

A juicio de Benedicto XVI – un juicio que ha manifestado también recientemente, en el prefacio a los dos volúmenes de su "opera omnia" con los escritos conciliares – están precisamente aquí la fuerza y la debilidad del Vaticano II, en cuyo quincuagésimo aniversario ha convocado al Año de la Fe.

El Concilio quiso revivir el anuncio de la fe cristiana al mundo de hoy, en formas "actualizadas". En parte lo ha logrado. Pero no ha sabido ir a lo sustancial de "lo que es esencial y constitutivo de la edad moderna".

Es verdad, por ejemplo, que para la Iglesia tomó el látigo del Iluminismo, para hacerle redescubrir la que era la idea del cristianismo antiguo en materia de libertad de religión. Sobre esto el papa Ratzinger concuerda con el cardenal Carlo Maria Martini: en esto, la Iglesia estaba realmente "doscientos años atrasada".

Pero el Papa concuerda todavía más con el cardenal Camillo Ruini, cuando éste objeta que de todos modos "debe haber distancia de la Iglesia respecto a cualquier tiempo, incluido el nuestro pero también respecto a aquél en el que vivió Jesús", una distancia "que nos llama a convertir no sólo a las personas, sino también la cultura y la historia".

Los Atrios de los Gentiles organizados por el cardenal Gianfranco Ravasi muestran esta distancia, dando voz y cátedra a la cultura del tiempo, alejada de Dios.

Pero el papa Ratzinger tiene más en su corazón que los falsos dioses sean destronados, a fin que los hombres encuentren al único Dios verdadero.

Sandro Magister
Traducción en español de José Arturo Quarracino, Buenos Aires, Argentina
chiesa.espresso.repubblica.it

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viernes, 9 de noviembre de 2012

Nuestra Señora de los treinta y tres


Patrona de Uruguay
Fiesta: 9 de Noviembre

Arriba pueden ver la pequeña imagen de la Virgen de los Treinta y tres. Se trata de una talla en madera procedente de los talleres de las misiones que los Jesuítas tenían en el Paraguay a mediados del siglo XVIII. La imagen fue confeccionada en alguna de las fábricas guaraníes que florecían en estas famosas misiones.

Hacia el 1779 la imagen permaneció en la capilla que los padres jesuitas atendían en el pueblo del Pintado y tiempo después, al trasladarse la población entera hacia lo que hoy es la ciudad de Florida, los vecinos llevaron consigo la querida imagen ante la que habían orado sus antepasados.

El 19 de abril de 1825, treinta y tres orientales, patriotas del Uruguay, desembarcaron en las playas de la Agraciada para dar comienzo a las guerras de independencia. Al llegar a Florida, se dirigieron al pequeño templo y a los pies de la Virgen colocaron el futuro de la nueva nación. El 25 de agosto de ese año se proclamó la Independencia Nacional y los constituyentes, después de firmar el acta de la soberanía, volvieron ante la sagrada imagen para colocar la patria naciente bajo su amparo y protección. Desde entonces el pueblo llamó a esta imagen "La Virgen de los Treinta y Tres". El 25 de agosto de 1975, al cumplirse los 150 años de su independencia, la nación uruguaya declaró oficialmente "Monumento Histórico" a esta imagen de la Virgen y al templo donde se le venera.

La Virgen de los Treinta y Tres mide 36 cm. de alto. Es una talla barroca de la Asunción de la Virgen, cuyas vestiduras parece que se mueven al viento por la abundancia de sus pliegues.
La "Libertadora del Uruguay" porta desde 1857 una corona de oro y piedras preciosas, regalo del segundo jefe de los Treinta y Tres, que luego fuera presidente de la República. Lo desproporcionado del tamaño de esta corona (una extraordinaria obra de orfebrería) ha venido a ser la nota distintiva de esta advocación mariana.

La imagen fue coronada canónicamente en 1961, por concesión de Su Santidad Juan XXIII; quien al año siguiente la proclamó oficialmente "Patrona del Uruguay". La solemnidad de la Virgen de los Treinta y Tres se celebra el segundo domingo de noviembre con una peregrinación a su santuario desde todos los lugares de la nación.

La Virgen de los Treinta y Tres presidió la Celebración de la Eucaristía, oficiada por Juan Pablo II en Tres Cruces (Montevideo) con ocasión de la primera visita del Papa al Uruguay en Abril de 1987. Presidió también la Celebración en Florida en la que el Papa ordenó Sacerdotes a 13 Diáconos, el 8 de mayo de 1988. En todos los discursos y homilías realizados con ocasión de sus dos visitas, el Papa hizo alusión a la Virgen de los Treinta y Tres.
 

Oración a la Virgen de los Treinta y Tres

"Santísima Virgen María, ante cuya imagen
inclinaron su bandera y doblaron
reverentes su rodilla
los fundadores de nuestra Patria
Protege siempre a este pueblo
nacido a tu sombra bienhechora.
Haz ¡Oh Madre!
que en nuestros hogares florezcan la religión
y todas las virtudes cristianas.
Haz que veamos el reinado de Cristo,
que es el de la verdad y la justicia.
Alcánzanos estas gracias y la de la eterna salvación,
de tu hijo Jesucristo
que con el Padre y el Espíritu Santo
vive y reina por los siglos
de los siglos.
Amén"
 

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Artículo de la semana:

Vengo por ti

Estoy cansado de trabajar y de ver a la misma gente, camino a mi trabajo todos los días, llego a la casa y mi esposa sirvió lo mismo de la c...

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