miércoles, 31 de julio de 2013

San Ignacio de Loyola


Fiesta: 31 de Julio
Fundador de la Compañía de Jesús (Jesuitas)
"Ad Majorem Dei Gloriam"
"Para mayor gloria de Dios"
(Lema de San Ignacio)

San Ignacio nació probablemente, en 1491, en el castillo de Loyola en Azpeitia, población de Guipúzcoa, cerca de los Pirineos. Su padre, don Bertrán, era señor de Ofiaz y de Loyola, jefe de una de las familias más antiguas y nobles de la región. Y no era menos ilustre el linaje de su madre, Marina Sáenz de Licona y Balda. Iñigo (pues ése fue el nombre que recibió el santo en el bautismo) era el más joven de los ocho hijos y tres hijas de la noble pareja. Iñigo luchó contra los franceses en el norte de Castilla. Pero su breve carrera militar terminó abruptamente el 20 de mayo de 1521, cuando una bala de cañón le rompió la pierna durante la lucha en defensa del castillo de Pamplona. Después de que Iñigo fue herido, la guarnición española capituló.

Los franceses no abusaron de la victoria y enviaron al herido en una litera al castillo de Loyola (su hogar). Como los huesos de la pierna soldaron mal, los médicos consideraron necesario quebrarlos nuevamente. Iñigo se decidió a favor de la operación y la soportó estoicamente ya que anhelaba regresar a sus anteriores andanzas a todo costo. Pero, como consecuencia, tuvo un fuerte ataque de fiebre con tales complicaciones que los médicos pensaron que el enfermo moriría antes del amanecer de la fiesta de San Pedro y San Pablo. Sin embargo empezó a mejorar, aunque la convalecencia duró varios meses. No obstante la operación de la rodilla rota presentaba todavía una deformidad. Iñigo insistió en que los cirujanos cortasen la protuberancia y, pese a éstos le advirtieron que la operación sería muy dolorosa, no quiso que le atasen ni le sostuviesen y soportó la despiadada carnicería sin una queja. Para evitar que la pierna derecha se acortase demasiado, Iñigo permaneció varios días con ella estirada mediante unas pesas. Con tales métodos, nada tiene de extraño que haya quedado cojo para el resto de su vida.

Con el objeto de distraerse durante la convalecencia, Iñigo pidió algunos libros de caballería (aventuras de caballeros en la guerra), a los que siempre había sido muy afecto. Pero lo único que se encontró en el castillo de Loyola fue una historia de Cristo y un volumen de vidas de santos. Iñigo los comenzó a leer para pasar el tiempo, pero poco a poco empezó a interesarse tanto que pasaba días enteros dedicado a la lectura. Y se decía: "Si esos hombres estaban hechos del mismo barro que yo, bien yo puedo hacer lo que ellos hicieron". Inflamado por el fervor, se proponía ir en peregrinación a un santuario de Nuestra Señora y entrar como hermano lego a un convento de cartujos. Pero tales ideas eran intermitentes, pues su ansiedad de gloria y su amor por una dama, ocupaban todavía sus pensamientos. Sin embargo, cuando volvía a abrir el libro de la vida de los santos, comprendía la futilidad de la gloria mundana y presentía que sólo Dios podía satisfacer su corazón. Las fluctuaciones duraron algún tiempo. Ello permitió a Iñigo observar una diferencia: en tanto que los pensamientos que procedían de Dios le dejaban lleno de consuelo, paz y tranquilidad, los pensamientos vanos le procuraban cierto deleite, pero no le dejaban sino amargura y vacío. Finalmente, Iñigo resolvió imitar a los santos y empezó por hacer toda penitencia corporal posible y llorar sus pecados.

Le visita la Virgen; purificación en Manresa

Una noche, se le apareció la Madre de Dios, rodeada de luz y llevando en los brazos a Su Hijo. La visión consoló profundamente a Ignacio. Al terminar la convalecencia, hizo una peregrinación al santuario de Nuestra Señora de Montserrat, donde determinó llevar vida de penitente. Su propósito era llegar a Tierra Santa y para ello debía embarcarse en Barcelona que está muy cerca de Montserrat. La ciudad se encontraba cerrada por miedo a la peste que azotaba la región. Así tuvo que esperar en el pueblecito de Manresa, no lejos de Barcelona y a tres leguas de Montserrat. El Señor tenía otros designios más urgentes para Ignacio en ese momento de su vida. Lo quería llevar a la profundidad de la entrega en oración y total pobreza. Se hospedó ahí, unas veces en el convento de los dominicos y otras en un hospicio de pobres. Para orar y hacer penitencia, se retiraba a una cueva de los alrededores. Así vivió durante casi un año.

"A fin de imitar a Cristo nuestro Señor y asemejarme a El, de verdad, cada vez más; quiero y escojo la pobreza con Cristo, pobre más que la riqueza; las humillaciones con Cristo humillado, más que los honores, y prefiero ser tenido por idiota y loco por Cristo, el primero que ha pasado por tal, antes que como sabio y prudente en este mundo". Se decidió a "escoger el Camino de Dios, en vez del camino del mundo"...hasta lograr alcanzar su santidad.

A las consolaciones de los primeros tiempos sucedió un período de aridez espiritual; ni la oración, ni la penitencia conseguían ahuyentar la sensación de vacío que encontraba en los sacramentos y la tristeza que le abrumaba. A ello se añadía una violenta tempestad de escrúpulos que le hacían creer que todo era pecado y le llevaron al borde de la desesperación. En esa época, Ignacio empezó a anotar algunas experiencias que iban a servirle para el libro de los "Ejercicios Espirituales". Finalmente, el santo salió de aquella noche oscura y el más profundo gozo espiritual sucedió a la tristeza. Aquella experiencia dio a Ignacio una habilidad singular para ayudar a los escrupulosos y un gran discernimiento en materia de dirección espiritual. Más tarde, confesó al P. Laínez que, en una hora de oración en Manresa, había aprendido más de lo que pudiesen haberle enseñado todos los maestros en las universidades. Sin embargo, al principio de su conversión, Ignacio estaba tan sugestionado por la mentalidad del mundo que, al oír a un moro blasfemar de la Santísima Virgen, se preguntó si su deber de caballero cristiano no consistía en dar muerte al blasfemo, y sólo la intervención de la Providencia le libró de cometer ese crimen.

Tierra Santa

En febrero de 1523, Ignacio por fin partió en peregrinación a Tierra Santa. Pidió limosna en el camino, se embarcó en Barcelona, pasó la Pascua en Roma, tomó otra nave en Venecia con rumbo a Chipre y de ahí se trasladó a Jaffa. Del puerto, a lomo de mula, se dirigió a Jerusalén, donde tenía el firme propósito de establecerse. Pero, al fin de su peregrinación por los Santos Lugares, el franciscano encargado de guardarlos le ordenó que abandonase Palestina, temeroso de que los mahometanos, enfurecidos por el proselitismo de Ignacio, le raptasen y pidiesen rescate por él. Por lo tanto, el joven renunció a su proyecto y obedeció, aunque no tenía la menor idea de lo que iba a hacer al regresar a Europa. Otra vez, la Divina Providencia tenía designios para esta alma tan generosa.

De nuevo en España donde es encarcelado por la inquisición.

En 1524, llegó de nuevo a España, donde se dedicó a estudiar, pues "pensaba que eso le serviría para ayudar a las almas". Una piadosa dama de Barcelona, llamada Isabel Roser, le asistió mientras estudiaba la gramática latina en la escuela. Ignacio tenía entonces treinta y tres años, y no es difícil imaginar lo penoso que debe ser estudiar la gramática a esa edad. Al principio, Ignacio estaba tan absorto en Dios, que olvidaba todo lo demás; así, la conjugación del verbo latino "amare" se convertía en un simple pretexto para pensar: "Amo a Dios. Dios me ama". Sin embargo, el santo hizo ciertos progresos en el estudio, aunque seguía practicando las austeridades y dedicándose a la contemplación y soportaba con paciencia y buen humor las burlas de sus compañeros de escuela, que eran mucho más jóvenes que él.

Al cabo de dos años de estudios en Barcelona, pasó a la Universidad de Alcalá a estudiar lógica, física y teología; pero la multiplicidad de materias no hizo más que confundirle, a pesar de que estudiaba noche y día. Se alojaba en un hospicio, vivía de limosna y vestía un áspero hábito gris. Además de estudiar, instruía a los niños, organizaba reuniones de personas espirituales en el hospicio y convertía a numerosos pecadores con sus reprensiones llenas de mansedumbre.

Había en España muchas desviaciones de la devoción. Como Ignacio carecía de los estudios y la autoridad para enseñar, fue acusado ante el vicario general del obispo, quien le tuvo prisionero durante cuarenta y dos días, hasta que, finalmente, absolvió de toda culpa a Ignacio y sus compañeros, pero les prohibió llevar un hábito particular y enseñar durante los tres años siguientes. Ignacio se trasladó entonces con sus compañeros a Salamanca. Pero pronto fue nuevamente acusado de introducir doctrinas peligrosas. Después de tres semanas de prisión, los inquisidores le declararon inocente. Ignacio consideraba la prisión, los sufrimientos y la ignominia como pruebas que Dios le mandaba para purificarle y santificarle. Cuando recuperó la libertad, resolvió abandonar España. En pleno invierno, hizo el viaje a París, a donde llegó en febrero de 1528.

Estudios en París

Los dos primeros años los dedicó a perfeccionarse en el latín, por su cuenta. Durante el verano iba a Flandes y aun a Inglaterra a pedir limosna a los comerciantes españoles establecidos en esas regiones. Con esa ayuda y la de sus amigos de Barcelona, podía estudiar durante el año. Pasó tres años y medio en el Colegio de Santa Bárbara, dedicado a la filosofía. Ahí indujo a muchos de sus compañeros a consagrar los domingos y días de fiesta a la oración y a practicar con mayor fervor la vida cristiana. Pero el maestro Peña juzgó que con aquellas prédicas impedía a sus compañeros estudiar y predispuso contra Ignacio al doctor Guvea, rector del colegio, quien condenó a Ignacio a ser azotado para desprestigiarle entre sus compañeros. Ignacio no temía al sufrimiento ni a la humillación, pero, con la idea de que el ignominioso castigo podía apartar del camino del bien a aquéllos a quienes había ganado, fue a ver al rector y le expuso modestamente las razones de su conducta. Guvea no respondió, pero tomó a Ignacio por la mano, le condujo al salón en que se hallaban reunidos todos los alumnos y le pidió públicamente perdón por haber prestado oídos, con ligereza, a los falsos rumores. En 1534, a los cuarenta y tres años de edad, Ignacio obtuvo el título de maestro en artes de la Universidad de París.

El Señor le da compañeros

Las palabras fervorosas de Ignacio, llenas del Espíritu Santo, abrió los corazones de algunos compañeros. Por aquella época, se unieron a Ignacio otros seis estudiantes de teología: Pedro Fabro, que era sacerdote de Saboya; Francisco Javier, un navarro; Laínez y Salmerón, que brillaban mucho en los estudios; Simón Rodríguez, originario de Portugal y Nicolás Bobadilla. Movidos por las exhortaciones de Ignacio, aquellos fervorosos estudiantes hicieron voto de pobreza, de castidad y de ir a predicar el Evangelio en Palestina, o, si esto último resultaba imposible, de ofrecerse al Papa para que los emplease en el servicio de Dios como mejor lo juzgase. La ceremonia tuvo lugar en una capilla de Montmartre, donde todos recibieron la comunión de manos de Pedro Fabro, quien acababa de ordenarse sacerdote. Era el día de la Asunción de la Virgen de 1534. Ignacio mantuvo entre sus compañeros el fervor, mediante frecuentes conversaciones espirituales y la adopción de una sencilla regla de vida. Poco después, hubo de interrumpir sus estudios de teología, pues el médico le ordenó que fuese a tomar un poco los aires natales, ya que su salud dejaba mucho que desear. Ignacio partió de París, en la primavera de 1535. Su familia le recibió con gran gozo, pero el santo se negó a habitar en el castillo de Loyola y se hospedó en una pobre casa de Azpeitia.

Bendición del Papa; aparición del Señor

Dos años más tarde, se reunió con sus compañeros en Venecia. Pero la guerra entre venecianos y turcos les impidió embarcarse hacia Palestina. Los compañeros de Ignacio, que eran ya diez, se trasladaron a Roma; Paulo III los recibió muy bien y concedió a los que todavía no eran sacerdotes el privilegio de recibir las órdenes sagradas de manos de cualquier obispo. Después de la ordenación, se retiraron a una casa de las cercanías de Venecia a fin de prepararse para los ministerios apostólicos. Los nuevos sacerdotes celebraron la primera misa entre septiembre y octubre, excepto Ignacio, quien la difirió más de un año con el objeto de prepararse mejor para ella. Como no había ninguna probabilidad de que pudiesen trasladarse a Tierra Santa, quedó decidido finalmente que Ignacio, Fabro y Laínez irían a Roma a ofrecer sus servicios al Papa. También resolvieron que, si alguien les preguntaba el nombre de su asociación, responderían que pertenecían a la Compañía de Jesús (San Ignacio no empleó nunca el nombre de "jesuita". Este nombre comenzó como un apodo), porque estaban decididos a luchar contra el vicio y el error bajo el estandarte de Cristo. Durante el viaje a Roma, mientras oraba en la capilla de "La Storta", el Señor se apareció a Ignacio, rodeado por un halo de luz inefable, pero cargado con una pesada cruz. Cristo le dijo: "Ego vobis Romae propitius ero" (Os seré propicio en Roma). Paulo III nombró al padre Fabro profesor en la Universidad de la Sapienza y confió a Laínez el cargo de explicar la Sagrada Escritura. Por su parte, Ignacio se dedicó a predicar los Ejercicios y a catequizar al pueblo. El resto de sus compañeros trabajaba en forma semejante, a pesar de que ninguno de ellos dominaba todavía el italiano.

La Compañía de Jesús

Ignacio y sus compañeros decidieron formar una congregación religiosa para perpetuar su obra. A los votos de pobreza y castidad debía añadirse el de obediencia para imitar más de cerca al Hijo de Dios, que se hizo obediente hasta la muerte. Además, había que nombrar a un superior general a quien todos obedecerían, el cual ejercería el cargo de por vida y con autoridad absoluta, sujeto en todo a la Santa Sede. A los tres votos arriba mencionados, se agregaría el de ir a trabajar por el bien de las almas adondequiera que el Papa lo ordenase. La obligación de cantar en común el oficio divino no existiría en la nueva orden, "para que eso no distraiga de las obras de caridad a las que nos hemos consagrado". No por eso descuidaban la oración que debía tomar al menos una hora diaria.

La primera de las obras de caridad consistiría en "enseñar a los niños y a todos los hombres los mandamientos de Dios". La comisión de cardenales que el Papa nombró para estudiar el asunto se mostró adversa al principio, con la idea de que ya había en la Iglesia bastantes órdenes religiosas, pero un año más tarde, cambió de opinión, y Paulo III aprobó la Compañía de Jesús por una bula emitida el 27 de septiembre de 1540. Ignacio fue elegido primer general de la nueva orden y su confesor le impuso, por obediencia, que aceptase el cargo. Empezó a ejercerlo el día de Pascua de 1541 y, algunos días más tarde, todos los miembros hicieron los votos en la basílica de San Pablo Extramuros.

Ignacio pasó el resto de su vida en Roma, consagrado a la colosal tarea de dirigir la orden que había fundado. Entre otras cosas, fundó una casa para alojar a los neófitos judíos durante el período de la catequesis y otra casa para mujeres arrepentidas. En cierta ocasión, alguien le hizo notar que la conversión de tales pecadoras rara vez es sincera, a lo que Ignacio respondió: "Estaría yo dispuesto a sufrir cualquier cosa por el gozo de evitar un solo pecado". Rodríguez y Francisco Javier habían partido a Portugal en 1540. Con la ayuda del rey Juan III, Javier se trasladó a la India, donde empezó a ganar un nuevo mundo para Cristo. Los padres Goncalves y Juan Nuñez Barreto fueron enviados a Marruecos a instruir y asistir a los esclavos cristianos. Otros cuatro misioneros partieron al Congo; algunos más fueron a Etiopía y a las colonias portuguesas de América del Sur.

Un baluarte de verdad y orden ante el protestantismo

El Papa Paulo III nombró como teólogos suyos, en el Concilio de Trento, a los padres Laínez y Salmerón. Antes de su partida, San Ignacio les ordenó que visitasen a los enfermos y a los pobres y que, en las disputas se mostrasen modestos y humildes y se abstuviesen de desplegar presuntuosa- mente su ciencia y de discutir demasiado. Pero, sin duda que entre los primeros discípulos de Ignacio el que llegó a ser más famoso en Europa, por su saber y virtud, fue San Pedro Canisio, a quien la Iglesia venera actualmente como Doctor. En 1550, San Francisco de Borja regaló una suma considerable para la construcción del Colegio Romano. San Ignacio hizo de aquel colegio el modelo de todos los otros de su orden y se preocupó por darle los mejores maestros y facilitar lo más posible el progreso de la ciencia. El santo dirigió también la fundación del Colegio Germánico de Roma, en el que se preparaban los sacerdotes que iban a trabajar en los países invadidos por el protestantismo. En vida del santo se fundaron universidades, seminarios y colegios en diversas naciones. Puede decirse que San Ignacio echó los fundamentos de la obra educativa que había de distinguir a la Compañía de Jesús y que tanto iba a desarrollarse con el tiempo.

En 1542, desembarcaron en Irlanda los dos primeros misioneros jesuitas, pero el intento fracasó. Ignacio ordenó que se hiciesen oraciones por la conversión de Inglaterra, y entre los mártires de Gran Bretaña se cuentan veintinueve jesuitas. La actividad de la Compañía de Jesús en Inglaterra es un buen ejemplo del importantísimo papel que desempeñó en la contrarreforma. Ese movimiento tenía el doble fin de dar nuevo vigor a la vida de la Iglesia y de oponerse al protestantismo. "La Compañía de Jesús era exactamente lo que se necesitaba en el siglo XVI para contrarrestar la Reforma. La revolución y el desorden eran las características de la Reforma. La Compañía de Jesús tenía por características la obediencia y la más sólida cohesión. Se puede afirmar, sin pecar contra la verdad histórica, que los jesuitas atacaron, rechazaron y derrotaron la revolución de Lutero y, con su predicación y dirección espiritual, reconquistaron a las almas, porque predicaban sólo a Cristo y a Cristo crucificado. Tal era el mensaje de la Compañía de Jesús, y con él, mereció y obtuvo la confianza y la obediencia de las almas" (cardenal Manning). A este propósito citaremos las, instrucciones que San Ignacio dio a los padres que iban a fundar un colegio en Ingolstadt, acerca de sus relaciones con los protestantes: "Tened gran cuidado en predicar la verdad de tal modo que, si acaso hay entre los oyentes un hereje, le sirva de ejemplo de caridad y moderación cristianas. No uséis de palabras duras ni mostréis desprecio por sus errores". El santo escribió en el mismo tono a los padres Broet y Salmerón cuando se aprestaban a partir para Irlanda.

Una de las obras más famosas y fecundas de Ignacio fue el libro de los Los Ejercicios Espirituales. Es la obra maestra de la ciencia del discernimiento. Empezó a escribirlo en Manresa y lo publicó por primera vez en Roma, en 1548, con la aprobación del Papa. Los Ejercicios cuadran perfectamente con la tradición de santidad de la Iglesia. Desde los primeros tiempos, hubo cristianos que se retiraron del mundo para servir a Dios, y la práctica de la meditación es tan antigua como la Iglesia. Lo nuevo en el libro de San Ignacio es el orden y el sistema de las meditaciones. Si bien las principales reglas y consejos que da el santo se hallan diseminados en las obras de los Padres de la Iglesia, San Ignacio tuvo el mérito de ordenarlos metódicamente y de formularlos con perfecta claridad.

La prudencia y caridad del gobierno de San Ignacio le ganó el corazón de sus súbditos. Era con ellos afectuoso como un padre, especialmente con los enfermos, a los que se encargaba de asistir personalmente procurándoles el mayor bienestar material y espiritual posible. Aunque San Ignacio era superior, sabía escuchar con mansedumbre a sus subordinados, sin perder por ello nada de su autoridad. En las cosas en que no veía claro se atenía humildemente al juicio de otros. Era gran enemigo del empleo de los superlativos y de las afirmaciones demasiado categóricas en la conversación. Sabía sobrellevar con alegría las críticas, pero también sabía reprender a sus súbditos cuando veía que lo necesitaban. En particular, reprendía a aquéllos a quienes el estudio volvía orgullosos o tibios en el servicio de Dios, pero fomentaba, por otra parte, el estudio y deseaba que los profesores, predicadores y misioneros, fuesen hombres de gran ciencia. La corona de las virtudes de San Ignacio era su gran amor a Dios. Con frecuencia repetía estas palabras, que son el lema de su orden: "A la mayor gloria de Dios". A ese fin refería el santo todas sus acciones y toda la actividad de la Compañía de Jesús. También decía frecuentemente: "Señor, ¿qué puedo desear fuera de Ti?" Quien ama verdaderamente no está nunca ocioso. San Ignacio ponía su felicidad en trabajar por Dios y sufrir por su causa. Tal vez se ha exagerado algunas veces el "espíritu militar" de Ignacio y de la Compañía de Jesús y se ha olvidado la simpatía y el don de amistad del santo por admirar su energía y espíritu de empresa.

Durante los quince años que duró el gobierno de San Ignacio, la orden aumentó de diez a mil miembros y se extendió en nueve países europeos, en la India y el Brasil. Como en esos quince años el santo había estado enfermo quince veces, nadie se alarmó cuando enfermó una vez más. Murió súbitamente el 31 de julio de 1556, sin haber tenido siquiera tiempo de recibir los últimos sacramentos.

Fue canonizado en 1622, y Pío XI le proclamó patrono de los ejercicios espirituales y retiros.

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martes, 30 de julio de 2013

La Iglesia: Drogas y Adicción a las Drogas

La adicción a la droga, el juego, alcohol, etc. lleva a la persona a perder la libertad sobre su propio comportamiento, a la destrucción de la familia y a la ruina social.

La Iglesia está comprometida en la recuperación de los adictos.

La adicción es un estado de dependencia a algo. Aunque generalmente se refiere al alcohol, las drogas y los juegos de azar, hay muchas otras adicciones, por ejemplo la pornografía. El adicto adquiere un aumento de tolerancia a la sustancia, pero también queda atado al hábito de consumo. Experimenta una creciente dificultad para dejar la droga, sustancia o experiencia. El miedo a los síntomas de retiro de la sustancia es el mayor obstáculo, aún para personas que están convencidas, en el campo moral, que debieran de superar la adicción.

Los programas de recuperación seculares ofrecen algunos medios positivos, pero solos no pueden llegar a la raíz espiritual del problema. El hombre es criatura y depende de Dios. Sin Dios el hombre queda vacío y termina dependiendo de otras cosas. Sólo un retorno a Dios puede verdaderamente liberar al hombre. El hombre sin Dios no tiene las fuerzas para liberarse. Dios puede actuar por medio de programas seculares para ayudar a la recuperación pero, sin una apertura a Su gracia, el alma seguiría vacía.

El Papa Juan Pablo II intervino en el tema de la adicción en más de 360 ocasiones. Cristo ha venido a sanar al hombre cuerpo y alma. El estudio de la adicción ha contribuido a desarrollar la teología moral Católica en cuanto a comprender la culpa subjetiva. El adicto pierde el control de su vida y necesita insertarse en un cuerpo donde experimente el amor de Dios. Solidaridad: esta necesidad del convivir con otros en un ambiente con fundamentos cristianos de moral es necesario para todo ser humano. Comprender esto ha hecho posible un mejor y más efectivo cuidado pastoral de los adictos.

El Espíritu Santo ha suscitado varios movimientos apostólicos en la Iglesia que ministran a los adictos.

La Iglesia: Drogas y Adicción a las Drogas

El Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios abordó la cuestión de las drogas en un manual pastoral titulado "La Iglesia: Drogas y Adicción a las Drogas", publicado en el 2001. Desde un punto de vista moral la Iglesia no puede aprobar el consumo de drogas, explicaba el texto, porque implica una renuncia injustificada a pensar, querer y actuar como personas libres (N. 43).

El consejo decía que los individuos no tienen el "derecho" a abdicar de su dignidad personal o a dañarse a sí mismos. La liberalización de las leyes que controlan las drogas, advertía el consejo, corre el riesgo de crear una clase inferior de seres humanos subdesarrollados, que dependen de las drogas para vivir. Esto sería un abandono del deber del Estado de promover el bien común (No. 51).

En lugar de extender el acceso a las drogas, el manual proponía una mayor educación que enseñe a las personas el verdadero sentido de la vida y dé prioridad a los valores, comenzando por los valores de la vida y el amor, iluminados por la fe. La Iglesia también propone una terapia de amor y dedicación a las necesidades de los adictos para ayudarles a superar sus problemas (N. 53-55). Soluciones que será difícil poner en práctica, pero que ofrecerán un remedio acorde a la dignidad humana-

A continuación extracto de la Carta a los agentes sanitarios, 1995 del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios.

La dependencia

92. La dependencia, desde el punto de vista médico-sanitario, es una condición de hábito a una sustancia o a un producto -como fármacos, alcohol, estupefacientes, tabaco- por los cuales el individuo sufre una incoercible necesidad, y cuya privación puede ocasionarle turbaciones psicofísicas. El fenómeno de la dependencia presenta en nuestra sociedad una creciente, preocupante y en ciertos aspectos dramática escalada. Este hecho está en relación, por un lado, con la crisis de valores y de sentido por la cual atraviesa la sociedad y la cultura de nuestro tiempo, por otro lado, con el stress y las frustraciones generadas por el eficientismo, por el activismo y por la elevada competitividad y anonimia de las interacciones sociales. Indudablemente los males causados por la dependencia y su curación no le pertenecen exclusivamente a la medicina. Pero de todos modos le compete una gestión cercana preventiva y terapéutica propia.

Droga

93. La droga o tóxicodependencia es casi siempre la consecuencia de una reprobable evasión de la responsabilidad, una contestación apriorística contra la estructura social que es rechazada sin propuestas productivas de razonables reformas, una expresión de masoquismo motivada por la carencia de valores. Quien se droga no comprende o ha perdida el sentido y el valor de la vida, exponiéndola así a riesgos y peligros, hasta perderla: muchos casos de muerte por sobredosis son suicidios voluntarios. El drogado adquiere una estructura mental nihilista, prefiriendo superficialmente el nada de la muerte al todo de la vida.

94. Desde la dimensión moral "el drogarse es siempre ilícito, porque comporta una renuncia injustificada e irracional a pensar, querer y obrar como persona libre". El juicio de ilicitud de la droga no es un dictamen de condena al drogado. Él vive la propia situación como una "pesante esclavitud", de la cual tiene necesidad de ser liberado. La vía de recuperación no puede ser ni la de la culpabilidad ética ni la de la represión legal, sino impulsar sobre todo la rehabilitación que, sin ocultar las eventuales culpas del drogado, le favorezca la liberación y reintegración.

95. La desintoxicación del drogado es más que un tratamiento médico. Por otra parte, los fármacos poco o nada pueden. La desintoxicación es una intervención integralmente humana, orientada a "dar un significado completo y definitivo a la existencia" y a restituirle al drogado aquella "autoconfianza y saludable estima de sí" que le ayuden a reencontrar el gozo de vivir. En la terapia recuperativa del tóxicodependiente es importante "el esfuerzo de conocer a la persona y comprender su mundo interior; conducirlo hacia el descubrimiento o al redescubrimiento de la propia dignidad de hombre, apoyarlo para que le resuciten y crezcan, como sujeto activo, aquellos recursos personales que la droga había sepultado, mediante una segura reactivación de los mecanismos de la voluntad, dirigida hacia firmes y nobles ideales".

96. La droga es contra la vida. "No se puede hablar de la «libertad de drogarse» ni del «derecho a la droga», porque el ser humano no tiene la potestad de perjudicarse a sí mismo y no puede ni debe jamás abdicar de la dignidad personal que le viene de Dios" y menos aún tiene facultad de hacer pagar a los otros su elección.

Alcoholismo

97. A diferencia de la droga, el alcohol no está deslegitimado en sí mismo: "un uso moderado de éste como bebida no choca contra prohibiciones morales". 200 Dentro de límites razonables el vino es un alimento. "Es condenable solamente el abuso" el alcoholismo, que crea dependencia, obnubila la conciencia y, en la fase crónica, produce graves daños al organismo y a la mente.

98. El alcohólico es un enfermo necesitado tanto de tratamiento médico como de ayuda a nivel de solidaridad y de la psicoterapia; Por eso, se deben poner en ejecución acciones de recuperación integralmente humana.

Tabaquismo

99. También para el tabaco la ilicitud ética no concierne al uso en sí mismo, sino al abuso. Actualmente se afirma que el exceso de tabaco es nocivo para la salud y crea dependencia, ya que induce a reducir siempre más el umbral del abuso. El fumar crea un problema que ha de manejarse por disuasión y prevención, desarrollándolas especialmente mediante la educación sanitaria y la información, aún de tipo publicitario.

Psicofármacos

100. Los psicofármacos conforman una categoría especial de medicina tendientes a controlar agitaciones, delirios y alucinaciones o a liberar del ansia y la depresión.

101. Para prevenir, contener y superar el riesgo de la dependencia y del hábito, los psicofármacos están asumidos bajo control médico. "Rige la misma instancia sobre la indicación médica de sustancias psicótropas para aliviar en casos bien determinados sufrimientos físicos o psíquicos, aunque también conciernen criterios de gran prudencia, para evitar peligrosas formas de hábito y de dependencia". "Es responsabilidad de las autoridades sanitarias, de los médicos, del personal directivo de los centros de investigación dedicarse a reducir al mínimo estos riesgos mediante adecuadas medidas de prevención y de información".

102. Suministrados con finalidad terapéutica y con el debido respeto a la persona, los psicofármacos son éticamente legítimos. Rigen para ellos las condiciones generales de licitud de la intervención curativa. En particular, se exige el consentimiento informado y el respeto al derecho de rechazar la terapia, teniendo en cuenta la capacidad de decisión del enfermo mental. Como también el respeto al principio de proporcionalidad terapéutica en la elección y suministro de estos fármacos, sobre la base de un estudio cuidadoso de la etiología de los síntomas o de los motivos que inducen a una persona a solicitar el fármaco.

103. Es moralmente ilícito el uso no terapéutico y el abuso de psicofármacos llevado al punto de ser potencializadores del funcionamiento normal o a procurar una serenidad artificial y eufórica. Utilizados en esta forma, los psicofármacos son semejantes a cualquier sustancia estupefaciente, por eso se aplica para ellos los juicios éticos ya formulados respecto a la droga.

Psicología y psicoterapia

104. En casi toda la patología del cuerpo está ya demostrado un componente psicológico ya sea como con-causal o como resonancia. De esto se ocupa la medicina psicosomática, que sostiene el valor terapéutico de la relación médico-paciente. El agente de la salud ha de esmerarse en la interacción con el paciente, de modo tal que su sentido humanitario refuerce la profesionalidad y la competencia y, así, éstas resulten más eficaces por su capacidad de comprender al enfermo. El acercamiento pleno de humanidad y de amor al enfermo, procurado por una visión integralmente humana de la enfermedad y avalado por la fe, se inscribe en esta eficacia terapéutica de la relación médico-enfermo.

105. Malestares y enfermedades de orden psíquico pueden afrontarse y tratarse con la psicoterapia. Ésta comprende una variedad de métodos que consienten que una persona le ayude a otra a sanarse o al menos a mejorarse. La psicoterapia es esencialmente un proceso de crecimiento para la persona, es decir, un camino de liberación de problemas infantiles, o de conflictos pasados, y de promoción de la capacidad de asumir identidad, rol, responsabilidad.

106. Como intervención curativa la psicoterapia es moralmente aceptable; pero con el respeto a la persona del paciente, en cuya interioridad él permite entrar. Tal respeto obliga al psicoterapeuta a no violar la intimidad ajena sin su consentimiento y a obrar dentro de los límites que le impone el mismo paciente. "Así como es ilícito apropiarse de los bienes de otro o atentar contra su integridad corporal sin su aprobación, igualmente no es tolerado entrar contra su voluntad en su mundo interior, cuales sean las técnicas y los métodos empleados".

El mismo respeto obliga a no influenciar y forzar la voluntad del paciente. "El psicólogo verdaderamente deseoso de buscar solo el bien del paciente, semostrará muy atento de respetar los límites fijados a su labor por la moral, dado que él, por así decirlo, tiene en la mano la facultad psíquica de un hombre, su capacidad de obrar libremente, de realizar los más elevados valores que comportan su destino y su vocación social".

107. Desde el punto de vista moral las psicoterapias privilegiadas son la logoterapia y el counselling. Pero todas son admisibles, a condición de que sean administradas por psicoterapeutas guiados de un elevado sentido ético.

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viernes, 19 de julio de 2013

El Papa no perdonará pecados por Twitter

Alejandro Bermúdez, director de la agencia católica de informaciones ACI Prensa, explicó que el Papa Francisco no perdonará pecados a través de la red social Twitter, como dieron a entender muchos medios de la prensa secular, y señaló que este "una vez más es un ejemplo de por qué tenemos que seguir los medios de comunicación católicos".

En su podcast Punto de Vista de hoy, Alejandro Bermúdez señaló que el hecho de que la Santa Sede haya señalado que quienes sigan la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) Río 2013 a través de los nuevos medios de comunicación también podrán ganar el don de la indulgencia plenaria, significa seguir el evento "a través de internet, pero siempre que se participe devotamente", y advirtió que "a través de tuits no se sigue el evento, a través de un post en Facebook no se sigue el evento".

El director de ACI Prensa señaló que el uso de las redes sociales "va a servir" para la comunicación de la JMJ, pero "no va a ser suficiente" para ganar la indulgencia "si es que no tenemos una predisposición que nos ayude a participar, como si participáramos a través de la radio y de la televisión, y con la devoción del caso".

Bermúdez explicó además que "la indulgencia plenaria no es el perdón de los pecados", sino que se trata del "perdón de la pena producida por el pecado".

"El pecado es como un clavo que clavamos en una mesa bella, una mesa bellísima. Imagínense ustedes si clavamos un clavo enorme, horrible, malogrando la mesa. La confesión significa sacar el clavo de nuestra alma, perdona el pecado".

"Así como el clavo deja un agujero en la mesa y aunque se saque el clavo el agujero queda, de la misma manera hay una pena que corresponde reparar", indicó, la que ordinariamente "reparamos a través de la penitencia, de las obras de misericordia, de las acciones caritativas, de la oración, etc".

Precisamente, "la indulgencia plenaria borra la culpa, la pena de los pecados".

La indulgencia, remarcó, "no es el perdón de los pecados. Es decir, si alguien mató, asaltó, violó, fornicó, robó, etc., la indulgencia plenaria no le sirve para nada, tiene que ir al sacramento de la Confesión", señaló.

El director de ACI Prensa señaló que la indulgencia plenaria es concedida "en grandes ocasiones espirituales de la Iglesia".

"Por ejemplo, existen indulgencias plenarias ahora para el Año de la Fe, si es que vamos a la Catedral, si rezamos juntos el Credo con devoción. Pero hay que cumplir con requisitos propios de toda indulgencia, que son orar por el Santo Padre, confesarse y comulgar, dentro de los siete previos o siguientes días a la recepción de la indulgencia".

Bermúdez indicó que "los fieles que estén legítimamente impedidos de participar" en la JMJ "pueden obtener la indulgencia plenaria si siguen los mismos ritos y ejercicios piadosos, siempre con la apropiada devoción a través de los nuevos medios de comunicación social".

Como ejemplos, dijo que podrían ganar la indulgencia durante la JMJ Río 2013 "si los jóvenes o los no jóvenes, cualquiera, participan a través de internet, por ejemplo van a la página de ACI Prensa y la siguen por video, van a la página de EWTN por internet y la siguen por audio o siguen por internet" o "si a través de una página en Facebook se conectan a la señal en vivo".

"Es decir, se conectan a la señal de las actividades, que son la Misa de inauguración, el Via Crucis del día viernes, la vigilia del sábado, la Misa de clausura del domingo, el 28 de julio. En esa medida, la persona puede, cumpliendo con los requisitos, participar y recibir la indulgencia, no la absolución de sus pecados".

Bermudez señaló que la obtención de la indulgencia plenaria "no se trata de algo mecánico, no basta con hacer click en internet dentro de unos días para obtener la indulgencia plenaria, no se obtiene la indulgencia de la misma forma que se consigue un café de una máquina expendedora, no hay contadores repartiendo certificados".

El director de ACI Prensa subrayó que para ganar la indulgencia plenaria "no será suficiente con seguir los eventos de Río online" sino que además "hay que seguir al Papa y seguir los eventos con auténtica devoción, asegurándose que el corazón de cada uno está involucrado en el evento".

aciprensa.com

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jueves, 18 de julio de 2013

El aborto, la mayor tragedia de nuestros días

En el mundo hay muchas cosas buenas, empezando por el mundo mismo en cuanto que existe. Y muchas personas desconocidas en su mayor parte para la opinión pública, que viven con rectitud, responsabilidad, haciendo el bien, dando a sus vidas un sentido de servicio; y, si son cristianos, por amor a Dios y al prójimo. Muchos más ofrecen sus dolores, enfermedades, contradicciones, para purificarse y alcanzar de Dios gracias y misericordia abundante para el perdón de los males que los hombres cometemos a diario.

En el mundo hay muchas cosas buenas, pero la “cizaña” también es abundante: guerras, terrorismo, odios, violencias de todo tipo, injusticias, corrupción, mentiras graves, desigualdades sociales inadmisibles… Pero sin quitar importancia a ninguna de esas lacras, la mayor tragedia de nuestros días −la más extensa, la que afecta a muchos más seres humanos, que además son los más inocentes− es el aborto. Millones de niños que no han llegado a nacer porque se han destrozado sus vidas en el seno materno, en unas cifras que superan las de todas las guerras juntas.

Para ganar terreno decididamente en esta gran tragedia, es imprescindible estar bien convencidos de que la vida humana, desde su concepción, debe ser un valor indiscutible e inviolable. Es un grave deber de todos proteger la vida humana desde su concepción hasta la muerte natural, particularmente de los poderes públicos −debe ser el primer deber de todo legislador−, de los profesionales de la sanidad, y de la opinión pública.

El aborto va contra el derecho a nacer y a vivir, y no parece que pueda considerarse un “bien”: es claramente un mal. No es un “avance” −¿cómo va a serlo?− sino una tragedia humana y social que entre todos hemos de procurar evitar.

Entre esas posibles medidas se pueden citar el respeto a la mujer −también ella debe hacerse respetar−; ayudar a vivir una sexualidad responsable desde la adolescencia, evitar sin complejos modas y costumbres que promuevan una sexualidad ajena al amor conyugal y a la procreación, y se evitarán muchos problemas. A la vez, establecer las medidas necesarias para que todo niño concebido pueda llegar a nacer, y ser convenientemente atendido por instituciones públicas o privadas cuando los padres, por algún motivo, no deseen ocuparse de esa responsabilidad.

Es también necesario crear un clima de respeto a la vida en la opinión pública. Defender la vida es un valor humano y social del que nadie debería dudar, independientemente de sus opiniones políticas, porque la vida humana debe ser un valor incuestionable para todos, si verdaderamente queremos que prevalezca el derecho y la justicia, bien entendidos.

La verdadera defensa de la mujer embarazada es ayudarla a asumir el embarazo, en todos los casos y llevarlo a término. Y que después decida libremente si entrega su hijo para que sea adoptado o desea mantenerlo y educarlo. El valor de la vida humana no depende de que el feto esté sano o enfermo (¿cómo habría que calificar la negación de este principio?). Ni de que haya sido engendrado voluntariamente o sea fruto de una agresión sexual. Ni esa vida vale menos que la de la madre, por lo que ¿qué razón habría para supeditarla a la de ella?

Por otra parte, los casos de peligro para la salud física materna hoy día son más teóricos que reales, por los medios de que dispone la Medicina. Los supuestos peligros para la salud psíquica no son comparables al trauma post-aborto, que puede durar toda la vida (psicológicamente y moralmente). Los médicos y los sacerdotes saben algo de esto.

Por otra parte, es una verdad biológica demostrada que desde el instante mismo de la unión del espermatozoide y el óvulo hay un nuevo ser humano, con toda su carga genética (46 cromosomas, en los que están los dos que determinan el sexo), distinta ya a la de sus progenitores, y ya no necesita nada más que ser alimentado y respetar su crecimiento natural para llegar a nacer. Si en aquel primer instante no es ser humano, no podrá llegar a serlo nunca. Por eso no tiene base científica hacer creer que la vida humana comienza a partir de la implantación en el útero, o de una determinada fase posterior del embarazo.

Es necesario reconocer que no somos dueños de la vida, sino administradores y que hemos de respetarla y protegerla en todos los momentos de su existencia. En caso contrario, la sociedad estará enferma, no tendrá los recursos morales suficientes y fácilmente los problemas y desórdenes se multiplicarán en los más diversos ámbitos. Si nos faltara “coraje” para defender el primer derecho humano ¿con qué decisión defenderemos otros? Y si se rechaza la pena de muerte ¿por qué se aprueba el aborto?

Como es natural, la protección de la vida requiere que el legislador provea las medidas necesarias para no permitir que se viole la ley; con más motivo si hubiera reiteración. Tienen una especial responsabilidad los médicos, enfermeras y las clínicas que se dediquen a esas intervenciones.

Juan Moya. Doctor en Medicina
Almudi

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martes, 16 de julio de 2013

El pecador

Un hombre fue a confesarse con un sacerdote y le pidió que fuera su intercesor ante Dios, para ver si así dejaba sus pecados y su mala vida. El sacerdote así se lo prometió y así lo hizo; mas como al cabo de algún tiempo no paraba de quejarse de que seguía pecando y no le eran de provecho alguno aquellas oraciones, el sacerdote le dijo:

- Ven y ayúdame a levantar aquel costal de trigo que se le ha caído a esa mula.

Cogió el hombre por un lado y el sacerdote por otro, y cuanto más tiraba el pecador para arriba, más tiraba el sacerdote para abajo:

- ¿Cómo lo vamos a levantar de esta manera? preguntó el hombre.

- Pues igual haces tú -respondió el sacerdote- cuando pido a Dios que te libre de tus pecados, tú sigues tirando hacia abajo.

Moraleja: Nuestra voluntad de querer cambiar es determinante en el proceso de santificación. La voluntad se ve fortalecida con la oración y los sacramentos. Estas constituyen nuestros mejores escudos para protegernos más eficientemente en el ambiente en que vivimos. ¡Vívelos para poder tener vida verdadera!

webcatolicodejavier.org

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lunes, 15 de julio de 2013

Manda el porro a la porra


El título de esta carta no es invento mío, no pretendo ser original. Lo escuché por primera vez en el estribillo de una canción cristiana. Me llamó la atención porque es una expresión un tanto provocativa, que bien puede darnos pie para abordar el problema moral de la relación de los jóvenes con las drogas. Poco importa que sea botellón, porros, rayas, pastillas, etc. Ya te imaginas de lo que quiero hablarte.

Con frecuencia, dentro de la Iglesia, hablamos de vosotros los jóvenes y de vuestros problemas. Sois objeto de esperanza y de preocupación para muchos de nosotros. Pero quizás nos falta hablar directamente con vosotros. El caso es que esta carta ha caído en tus manos de una forma u otra... El caso es que tú tienes fe, o la has tenido, o no sabes muy bien si la tienes o no... El caso es que has consumido drogas alguna vez, o al menos te lo han propuesto, o ¡quién sabe! si eres consumidor esporádico o habitual... De lo que sí estoy seguro es de que has visto las drogas de cerca y de que tienes conocidos que las consumen.
 

¿No hay problema?

No es cuestión de mirar para otro lado o de meter la cabeza debajo del ala. Aquí hay un problema muy gordo. En el mes de septiembre se dio a conocer el dato, de que España es el país europeo que lidera el ranking de consumo de drogas. En los últimos diez años el consumo de cocaína se ha multiplicado por cuatro y el de cannabis se ha duplicado. Por si fuera poco, la edad de inicio en la droga es cada vez más temprana.

Los problemas originados son fuertes y de muchos tipos: psiquiátricos (esquizofrenias, psicosis, depresiones...), psicológicos (desinhibición, falta de reflejos...), físicos (apetito desmedido, propensión a ataques de corazón, problemas respiratorios...), familiares, afectivos, laborales, escolares, de amistades, etc.

Pero, desde mi punto de vista, el prisma principal desde el que debe ser abordado el consumo de las drogas es el moral. A mí no me gustaría que un joven decidiese dejar las drogas, presionado solamente por motivos médicos, laborales, policiales, familiares, etc. Todas esas cosas, aun siendo importantísimas, son externas, y no servirían de mucho si no descubrimos el "bien moral", como la razón principal de nuestras decisiones. Imagino que te preguntarás qué es el bien moral... Ten un poco de paciencia e intentaremos explicarlo.

No estamos ante la droga de la curiosidad

Los comienzos de la droga pudieron ser achacables a la curiosidad por lo desconocido, al morbo de lo prohibido, etc. Hoy en día, sin embargo, no creo que nadie entre en el mundo de la drogas por "desinformación" o por mera "curiosidad". A los niños, desde pequeños, se les habla del tema y, según van creciendo, ven a su alrededor, con sus propios ojos, las desastrosas consecuencias que acarrea. Sin embargo, la mera información, por sí misma, no ha sido capaz de detener esta "epidemia".

Tampoco estamos hoy ante la droga de la rebeldía

Hubo un tiempo en el que la droga pudo verse acompañada de connotaciones contestatarias. Era la droga de la rebeldía y la insumisión, con especial incidencia en el mundo hippie y en otros movimientos radicales. Han pasado esos tiempos. Hoy en día fumarse un porro, lejos de ser un signo de rebeldía, es signo de integración y sumisión a la cultura dominante.

El problema que hoy se plantea es muy distinto al de la lucha rebelde por la libertad que en un tiempo movió masas. Ya tenemos la libertad, y ahora, ¿qué hacemos con ella?

Droga de la "falta de sentido"

La droga de nuestros días se impone por defecto, quiero decir, por falta de ideales firmes y trascendentes. Es como si el organismo estuviese bajo de defensas, y entonces coge fácilmente cualquier virus que ande por ahí suelto. Nos falta afirmarnos en el sentido de nuestra existencia, caer en la cuenta de que nuestra vida responde a una vocación.

Esta es la cuestión clave: La cuestión del sentido. ¿Para qué tantos sacrificios, metas, obstáculos, agobios? Difícilmente se le puede pedir a alguien que se sacrifique en el día a día, si no le ha sido mostrado el sentido de su existencia. Solamente cuando descubrimos que venimos del amor y que volvemos a él, venciendo el sufrimiento y la muerte, es cuando podemos dar lo mejor de nosotros mismos.

Los cristianos hemos descubierto en Jesucristo la "clave del sentido" de la existencia, y es la que te proponemos. Este es el bien moral del hombre: descubrir su vocación al amor y entregarse a ella. Como comprenderás, las drogas no tienen sitio en esta perspectiva.

Existe la tentación. La carne es débil

Pero, con lo anterior, no quiero decirte que aquí lo importante sea tener las ideas claras, y que con eso ya esté todo solucionado. Por desgracia, las cosas no son tan sencillas. Nuestros ideales conviven con nuestras debilidades. Jesucristo mismo dijo: "El espíritu es fuerte, pero la carne es débil" (Mt. 26, 41). De lo cual se deduce que hemos de disponernos a la batalla espiritual. El que no lucha, sucumbe espiritualmente. Eso es seguro.

Se nos dice engañosamente que "hay que ser espontáneos, dejarse llevar por los propios impulsos...", olvidando que existe dentro de cada uno de nosotros una tendencia espontánea al egoísmo, reforzada por los vicios que hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestra vida. El principal enemigo lo tenemos en nosotros mismos. Quien abre los ojos a esa realidad, está en una situación privilegiada para orientar la batalla de su vida. No podemos identificar "deseo" y "voluntad". Sería un error gravísimo de nefastas consecuencias. Es imprescindible ejercitarse en negarnos a nosotros mismos determinados "deseos", si no queremos padecer la tiranía de nuestro propio capricho.

Yo, personalmente, no conozco a nadie que se haya iniciado en las drogas tras una decisión madura y libre. Más bien, he escuchado expresiones como las siguientes: "empiezas a lo tonto", "para cuando quieres darte cuenta...", etc. En el mundo de las drogas, no te conduces, sino que eres arrastrado.

Los cristianos comprendemos todavía mejor lo dicho hasta aquí, porque la Biblia nos descubre la existencia y el influjo en nosotros de un pecado original que nos arrastra al mal. A esto se añade la tentación de Satanás y sus ángeles caídos. Jesús experimentó las tentaciones y nos enseñó a enfrentarnos a ellas con decisión (Mt. 4).

¿En medio del fuego y sin quemarse?

Una tentación, y no pequeña, es la tendencia a complacer al mundo que nos rodea. Suele ocurrir, curiosamente, que el mismo joven que tiende a ser un inconformista en el seno familiar, sin embargo, luego pase a ser complaciente, a ser un "enrollado" en la calle. Te propongo para tu meditación este pensamiento que recientemente leía en un libro: "Quien no esté dispuesto a dar la espalda al mundo, se llevará la sorpresa de que en poco tiempo el mundo le dará la espalda a él".

Aunque nos suela humillar el reconocerlo, el entorno nos influye bastante más de lo que suponemos. El ambiente "nos hace", de la misma forma que nosotros hacemos el ambiente. No es prudente suponer que vayamos a estar habitualmente en medio del fuego, sin quemarnos.

Como cristianos debemos acercarnos al necesitado. ¡Y quién más necesitado que el que padece la esclavitud de las drogas! Pero, no nos engañemos, ese acercamiento conviene que lo busquemos en la intimidad del encuentro personal. ¿No te ha ocurrido algún fin de semana, que te hayas sentido fuera de lugar por verte en medio de un ambiente en el que todos están "morados"? Difícilmente podrá ser ese el momento para forjar amistades sinceras o para ayudar a alguien.

La caridad cristiana nos impulsa a hacernos presentes o a ausentarnos, discerniendo cuándo nuestra presencia ayuda de forma eficaz, o, cuándo, por el contrario, va a resultar un comodín para "normalizar" comportamientos anormales. Cuando se nos pide que seamos "tolerantes" con los compañeros que se drogan, tengamos cuidado de no confundir las cosas: lo que no podemos es ser convidados de piedra, permaneciendo en silencio, indiferentes ante la autodestrucción de nuestros propios amigos.

Ocio y drogas

Una de las características principales de la droga en nuestros días es su estrecha relación con la cultura del ocio. El consumo de determinadas drogas está cuasi indisolublemente unido a algunas fiestas, conciertos, etc.

Hay un dato que es bastante claro: quienes "soportan" o "aguantan" los días laborables del calendario, suspirando ansiosamente por la llegada del fin de semana para disfrutar a tope, son los candidatos principales al consumo de drogas.

Digámoslo claramente: La felicidad no es fruto únicamente de la diversión. En realidad, si no eres feliz el miércoles, tampoco lo vas a ser el sábado por la noche. El motivo es muy sencillo: no es lo mismo "ser alegres" que "ponerse alegres". La felicidad no está al alcance de una moneda ni de una sustancia química.

Hay quienes reconocen que la droga no les hace felices, pero que es lo único que les consuela de no serlo... Lo malo es que quien recurre al sucedáneo de la felicidad, fácilmente deja de buscar la auténtica. Volvemos aquí al principio de esta carta: La verdadera felicidad depende de que el hombre alcance su "bien moral". Depende, entre otras cosas, de que sepamos integrar las cruces de nuestra vida en la vocación al amor, para la que hemos sido creados.

Sé humilde y Dios te bendecirá

¿Tienes ya problemas con las drogas? No lo dudes, PIDE AYUDA. Sé humilde y Dios te bendecirá. Más vale ponerse una vez rojo, que veinte veces amarillo. Ya suponemos que tu realidad dista mucho de coincidir con el "gigante de tus sueños", pero tampoco tiene nada que ver con el "enano de tus miedos". Ni lo uno, ni lo otro: ni gigante ni enano. La verdad es que Dios te quiere como eres, pero te sueña distinto. Y, ¿sabes qué? Los sueños de Dios, a diferencia de los nuestros, ¡se hacen realidad!

Hay muchas razones para luchar por la verdadera libertad, por una vida sin drogas. Tantas, como razones para el amor, la fe y la esperanza. Dios no sólo te pide que dejes la droga, sino que te da su "gracia" para poder hacerlo. Y... ¿qué es la gracia, sino la compañía de Dios que camina junto a ti? ¡No te sentirás nunca solo en ese camino de liberación!

Monseñor Mons. José Ignacio Munilla Aguirre
enticonfio.org

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miércoles, 10 de julio de 2013

La Luz de la Fe

Amplia síntesis de la primera encíclica del Papa Francisco Lumen Fidei

Lumen fidei - La luz de la fe (LF) es la primera encíclica firmada por el Papa Francisco. Dividida en cuatro capítulos, una introducción y una conclusión, la Carta - explica el Papa - se suma a las encíclicas del Papa Benedicto XVI sobre la caridad y la esperanza y asume el "valioso trabajo" realizado por el Papa emérito, que ya había "prácticamente completado" la encíclica sobre la fe. A este "primera redacción" el Santo Padre Francisco agrega ahora "algunas aportaciones".

Introducción (No. 1-7) de la LF

Ilustra los motivos en que se basa el documento: En primer lugar, recuperar el carácter de luz propio de la fe, capaz de iluminar toda la existencia del hombre, de ayudarlo a distinguir el bien del mal, sobre todo en una época como la moderna, en la que el creer se opone al buscar y la fe es vista como una ilusión, un salto al vacío que impide la libertad del hombre. En segundo lugar, la LF - justo en el Año de la Fe, 50 años después del Concilio Vaticano II, un "Concilio sobre la Fe" - quiere reavivar la percepción de la amplitud de los horizontes que la fe abre para confesarla en la unidad y la integridad. La fe, de hecho, no es un presupuesto que hay que dar por descontado, sino un don de Dios que debe ser alimentado y fortalecido. "Quien cree ve", escribe el Papa, porque la luz de la fe viene de Dios y es capaz de iluminar toda la existencia del hombre: procede del pasado, de la memoria de la vida de Jesús, pero también viene del futuro porque nos abre vastos horizontes.

Primer capítulo (8-22)

Hemos creído en el amor (1 Jn 4, 16). En referencia a la figura bíblica de Abraham, la fe en este capítulo se explica como "escucha" de la Palabra de Dios, "llamada" a salir del aislamiento de su propio yo , para abrirse a una nueva vida y "promesa" del futuro, que hace posible la continuidad de nuestro camino en el tiempo, uniéndose así fuertemente a la esperanza. La fe también se caracteriza por la "paternidad", porque el Dios que nos llama no es un Dios extraño, sino que es Dios Padre, la fuente de bondad que es el origen de todo y sostiene todo. En la historia de Israel, lo contrario de la fe es la idolatría, que dispersa al hombre en la multiplicidad de sus deseos y lo "desintegra en los múltiples instantes de su historia", negándole la espera del tiempo de la promesa. Por el contrario, la fe es confiarse al amor misericordioso de Dios, que siempre acoge y perdona, que endereza "lo torcido de nuestra historia", es disponibilidad a dejarse transformar una y otra vez por la llamada de Dios "es un don gratuito de Dios que exige la humildad y el valor de fiarse y confiarse, para poder ver el camino luminoso del encuentro entre Dios y los hombres, la historia de la salvación." (n. 14) Y aquí está la "paradoja" de la fe: el volverse constantemente al Señor hace que el hombre sea estable, y lo aleja de los ídolos.

La LF se detiene, después, en la figura de Jesús, el mediador que nos abre a una verdad más grande que nosotros, una manifestación del amor de Dios que es el fundamento de la fe "precisamente en la contemplación de la muerte de Jesús la fe se refuerza", porque Él revela su inquebrantable amor por el hombre. También en cuanto resucitado Cristo es "testigo fiable", "digno de fe", a través del cual Dios actúa realmente en la historia y determina el destino final. Pero hay "otro aspecto decisivo" de la fe en Jesús: "La participación en su modo de ver". La fe, en efecto, no sólo mira a Jesús, sino que también ve desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos. Usando una analogía, el Papa explica que, como en la vida diaria, confiamos en "la gente que sabe las cosas mejor que nosotros" - el arquitecto, el farmacéutico, el abogado - también en la fe necesitamos a alguien que sea fiable y experto en "las cosas de Dios" y Jesús es "aquel que nos explica a Dios." Por esta razón, creemos a Jesús cuando aceptamos su Palabra, y creemos en Jesús cuando lo acogemos en nuestras vidas y nos confiamos a él. Su encarnación, de hecho, hace que la fe no nos separe de la realidad, sino que nos permite captar su significado más profundo. Gracias a la fe, el hombre se salva, porque se abre a un Amor que lo precede y lo transforma desde su interior. Y esta es la acción propia del Espíritu Santo: "El cristiano puede tener los ojos de Jesús, sus sentimientos, su condición filial, porque se le hace partícipe de su Amor, que es el Espíritu" (n. 21). Fuera de la presencia del Espíritu, es imposible confesar al Señor. Por lo tanto, "la existencia creyente se convierte en existencia eclesial", porque la fe se confiesa dentro del cuerpo de la Iglesia, como "comunión real de los creyentes." Los cristianos son "uno" sin perder su individualidad y en el servicio a los demás cada uno gana su propio ser. Por eso, "la fe no es algo privado, una concepción individualista, una opinión subjetiva", sino que nace de la escucha y está destinada a pronunciarse y a convertirse en anuncio.

Segundo capítulo (23-36)

Si no creéis, no comprenderéis (Is 07, 09). El Papa demuestra la estrecha relación entre fe y verdad, la verdad fiable de Dios, su presencia fiel en la historia. "La fe, sin verdad, no salva - escribe el Papa - Se queda en una bella fábula, la proyección de nuestros deseos de felicidad." Y hoy, debido a la "crisis de verdad en que nos encontramos", es más necesario que nunca subrayar esta conexión, porque la cultura contemporánea tiende a aceptar solo la verdad tecnológica, lo que el hombre puede construir y medir con la ciencia y lo que es "verdad porque funciona", o las verdades del individuo, válidas solo para uno mismo y no al servicio del bien común. Hoy se mira con recelo la "verdad grande, la verdad que explica la vida personal y social en su conjunto", porque se la asocia erróneamente a las verdades exigidas por los regímenes totalitarios del siglo XX. Esto, sin embargo, implica el "gran olvido en nuestro mundo contemporáneo", que - en beneficio del relativismo y temiendo el fanatismo - olvida la pregunta sobre la verdad, sobre el origen de todo, la pregunta sobre Dios. La LF subraya el vínculo entre fe y amor, entendido no como "un sentimiento que va y viene", sino como el gran amor de Dios que nos transforma interiormente y nos da nuevos ojos para ver la realidad. Si, pues, la fe está ligada a la verdad y al amor, entonces "amor y verdad no se pueden separar", porque sólo el verdadero amor resiste la prueba del tiempo y se convierte en fuente de conocimiento. Y puesto que el conocimiento de la fe nace del amor fiel de Dios, "verdad y fidelidad van juntos". La verdad que nos abre la fe es una verdad centrada en el encuentro con el Cristo encarnado, que, viniendo entre nosotros, nos ha tocado y nos ha dado su gracia, transformando nuestros corazones.

Aquí el Papa abre una amplia reflexión sobre el "diálogo entre fe y razón", sobre la verdad en el mundo de hoy, donde a menudo viene reducida a la "autenticidad subjetiva", porque la verdad común da miedo, se identifica con la imposición intransigente de los totalitarismo. En cambio, si la verdad es la del amor de Dios, entonces no se impone con la violencia, no aplasta al individuo. Por esta razón, la fe no es intransigente, el creyente no es arrogante. Por el contrario, la verdad vuelve humildes y conduce a la convivencia y el respeto del otro. De ello se desprende que la fe lleva al diálogo en todos los ámbitos: en el campo de la ciencia, ya que despierta el sentido crítico y amplía los horizontes de la razón, invitándonos a mirar con asombro la Creación; en el encuentro interreligioso, en el que el cristianismo ofrece su contribución; en el diálogo con los no creyentes que no dejan de buscar, que "intentan vivir como si Dios existiese", porque "Dios es luminoso, y se deja encontrar por aquellos que lo buscan con sincero corazón". "Quién se pone en camino para practicar el bien - afirma el Papa - se acerca a Dios". Por último, la LF habla de la teología y afirma que es imposible sin la fe, porque Dios no es un mero "objeto", sino que es Sujeto que se hace conocer. La teología es participación del conocimiento que Dios tiene de sí mismo; se desprende que debe ponerse al servicio de la fe de los cristianos y que el Magisterio de la Iglesia no es un límite a la libertad teológica, sino un elemento constitutivo porque garantiza el contacto con la fuente original, con la Palabra de Cristo.

Tercer capítulo (37-49)

Transmito lo que he recibido (1 Co 15, 03). Todo el capítulo se centra en la importancia de la evangelización: quien se ha abierto al amor de Dios, no puede retener este regalo para sí mismo, escribe el Papa: La luz de Jesús resplandece sobre el rostro de los cristianos y así se difunde, se transmite bajo la forma del contacto, como una llama que se enciende de la otra, y pasa de generación en generación, a través de la cadena ininterrumpida de testigos de la fe. Esto comporta el vínculo entre fe y memoria, porque el amor de Dios mantiene unidos todos los tiempos y nos hace contemporáneos a Jesús. Por otra parte, se hace "imposible creer cada uno por su cuenta", porque la fe no es "una opción individual", sino que abre el yo al "nosotros" y se da siempre "dentro de la comunión de la Iglesia". Por esta razón, "quien cree nunca está solo": porque descubre que los espacios de su "yo" se amplían y generan nuevas relaciones que enriquecen la vida.

Hay, sin embargo, un "medio particular" por el que la fe se puede transmitir: son los Sacramentos, en los que se comunica "una memoria encarnada." El Papa cita en primer lugar el Bautismo - tanto de niños como de adultos, en la forma del catecumenado - que nos recuerda que la fe no es obra del individuo aislado, un acto que se puede cumplir solos, sino que debe ser recibida, en comunión eclesial . "Nadie se bautiza a sí mismo", dice la LF. Además, como el niño que tiene que ser bautizado no puede profesar la fe él solo, sino que debe ser apoyado por los padres y por los padrinos, se sigue "la importancia de la sinergia entre la Iglesia y la familia en la transmisión de la fe." En segundo lugar, la Encíclica cita la Eucaristía, "precioso alimento para la fe", "acto de memoria, actualización del misterio" y que "conduce del mundo visible al invisible," enseñándonos a ver la profundidad de lo real. El Papa recuerda después la confesión de la fe, el Credo, en el que el creyente no sólo confiesa la fe, sino que se ve implicado en la verdad que confiesa; la oración, el Padre Nuestro, con el que el cristiano comienza a ver con los ojos de Cristo; el Decálogo, entendido no como "un conjunto de preceptos negativos", sino como "un conjunto de indicaciones concretas" para entrar en diálogo con Dios, "dejándose abrazar por su misericordia", "camino de la gratitud" hacia la plenitud de la comunión con Dios . Por último, el Papa subraya que la fe es una porque uno es "el Dios conocido y confesado", porque se dirige al único Señor, que nos da la "unidad de visión" y "es compartida por toda la Iglesia, que forma un solo cuerpo y un solo Espíritu". Dado, pues, que la fe es una sola, entonces tiene que ser confesada en toda su pureza e integridad, "la unidad de la fe es la unidad de la Iglesia"; quitar algo a la fe es quitar algo a la verdad de la comunión. Además, ya que la unidad de la fe es la de un organismo vivo, puede asimilar en sí todo lo que encuentra, demostrando ser universal, católica, capaz de iluminar y llevar a su mejor expresión todo el cosmos y toda la historia. Esta unidad está garantizada por la sucesión apostólica.

Capítulo cuarto (n. 50-60)

Dios prepara una ciudad para ellos (Hb 11, 16) Este capítulo explica la relación entre la fe y el bien común, lo que conduce a la formación de un lugar donde el hombre puede vivir junto con los demás. La fe, que nace del amor de Dios, hace fuertes los lazos entre los hombres y se pone al servicio concreto de la justicia, el derecho y la paz. Es por esto que no nos aleja del mundo y no es ajena al compromiso concreto del hombre contemporáneo. Por el contrario, sin el amor fiable de Dios, la unidad entre todos los hombres estaría basada únicamente en la utilidad, el interés o el miedo. La fe, en cambio, capta el fundamento último de las relaciones humanas, su destino definitivo en Dios, y las pone al servicio del bien común. La fe "es un bien para todos, un bien común", no sirve únicamente para construir el más allá, sino que ayuda a edificar nuestras sociedades, para que avancen hacia el futuro con esperanza.

La encíclica se centra, después, en los ámbitos iluminados por la fe: en primer lugar, la familia fundada en el matrimonio, entendido como unión estable de un hombre y una mujer. Nace del reconocimiento y de la aceptación de la bondad de la diferenciación sexual y, fundada sobre el amor en Cristo, promete "un amor para siempre" y reconoce el amor creador que lleva a generar hijos. Después los jóvenes: aquí el Papa cita las Jornadas Mundiales de la Juventud, en las que los jóvenes muestran "la alegría de la fe" y el compromiso de vivirla de un modo firme y generoso. "Los jóvenes aspiran a una vida grande - escribe el Papa -. El encuentro con Cristo da una esperanza sólida que no defrauda. La fe no es un refugio para personas pusilánimes, sino que ensancha la vida". Y en todas las relaciones sociales: haciéndonos hijos de Dios, de hecho, la fe da un nuevo significado a la fraternidad universal entre los hombres, que no es mera igualdad, sino la experiencia de la paternidad de Dios, comprensión de la dignidad única de la persona singular. Otra área es la de la naturaleza: la fe nos ayuda a respetarla, a "buscar modelos de desarrollo que no se basen únicamente en la utilidad y el provecho, sino que consideren la creación como un don"; nos enseña a encontrar las formas justas de gobierno, en las que la autoridad viene de Dios y está al servicio del bien común; nos ofrece la posibilidad del perdón que lleva a superar los conflictos. "Cuando la fe se apaga, se corre el riesgo de que los fundamentos de la vida se debiliten con ella", escribe el Papa, y si hiciéramos desaparecer la fe en Dios de nuestras ciudades, se debilitaría la confianza entre nosotros y quedaríamos unidos sólo por el miedo. Por esta razón no debemos avergonzarnos de confesar públicamente a Dios, porque la fe ilumina la vida social. Otro ámbito iluminado por la fe es el del sufrimiento y la muerte: el cristiano sabe que el sufrimiento no puede ser eliminado, pero que le puede dar sentido, puede convertirlo en acto de amor, de entrega confiada en las manos de Dios, que no nos abandona, y ser así "etapa de crecimiento en la fe y el amor". Al hombre que sufre, Dios no le da un racionamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que acompaña, que abre un un resquicio de luz en la oscuridad. En este sentido, la fe está unida a la esperanza. Y aquí el Papa hace un llamamiento: "No nos dejemos robar la esperanza, no permitamos que la banalicen con soluciones y propuestas inmediatas que obstruyen el camino."

Conclusión (N º 58-60)

Bienaventurada la que ha creído (Lc 1, 45) Al final de la LF, el Papa nos invita a mirar a María, "icono perfecto" de la fe, porque, como Madre de Jesús, ha concebido "fe y alegría." A Ella se alza la oración del Papa para que ayude la fe del hombre, nos recuerde que aquellos que creen nunca están solos, y que nos enseñe a mirar con los ojos de Jesús.

S. S. Papa Francisco
news.va

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lunes, 8 de julio de 2013

El Papa: Jesús no es un misionero aislado sino que involucra a sus discípulos


En sus palabras previas al rezo del Ángelus, ante los miles de fieles peregrinos en la Plaza de San Pedro, el Papa señaló que el Evangelio de hoy habla sobre que “Jesús no es un misionero aislado, no quiere realizar solo su misión, sino que involucra a sus discípulos”.

“Hoy vemos que, además de los Doce apóstoles, llama a otros Setenta y Dos, y los envía a las aldeas, de dos en dos, a anunciar que el Reino de Dios está cerca. ¡Esto es muy bonito! Jesús no quiere obrar solo, ha venido a traer al mundo el amor de Dios y quiere difundirlo con el estilo de la comunión, con el estilo de la fraternidad”.

El Santo Padre señaló que Jesús forma “una comunidad de discípulos, que es una comunidad misionera. Inmediatamente los entrena a la misión, a ir”.

“Pero atención: la finalidad no es socializar, pasar el tiempo juntos, no, la finalidad es anunciar el Reino de Dios, ¡y esto es urgente!, también hoy es urgente, no hay tiempo que perder en charlas, no es necesario esperar el consenso de todos, es necesario ir y anunciar”.

El Papa indicó que “a todos se lleva la paz de Cristo, y si no la reciben, se va hacia adelante. A los enfermos se les lleva la curación, porque Dios quiere curar al hombre de todo mal”.

“¡Cuántos misioneros hacen esto! Siembran vida, salud, consuelo en las periferias del mundo. ¡Qué bonito es esto! No vivir para sí mismo, no vivir para sí misma. Sino vivir para ir a hacer el bien”.

A los muchos jóvenes presentes hoy en la Plaza de San Pedro, el Papa les pidió preguntarse “¿Jesús me llama a ir, a salir de mí, a hacer el bien? A ustedes jóvenes, a ustedes chicos y chicas, les pregunto: ¿Ustedes son valientes, tienen la valentía de sentir la voz de Jesús? ¡Es bello ser misionero! Ah son buenos, eh, me gusta eso”.

“¿Quiénes son estos Setenta y Dos discípulos que Jesús envía? ¿Qué representan? Si los Doce son los Apóstoles, y por tanto representan también a los Obispos, sus sucesores, estos setenta y dos pueden representar a los demás ministros ordenados, a los presbíteros y diáconos; pero en sentido más amplio podemos pensar en los otros ministros en la Iglesia, en los catequistas, en los fieles laicos que se empeñan en las misiones parroquiales, en quien trabaja con los enfermos, con las diversas formas de necesidad y de marginación; pero siempre como misioneros del Evangelio, con la urgencia del Reino que está cerca”.

Por ello, señaló el santo Padre, “todos deben ser misioneros. Todos pueden sentir esa llamada de Jesús e ir hacia adelante a anunciar el Reino”.

“Dice el Evangelio que estos Setenta y Dos volvieron de su misión llenos de alegría, porque habían experimentado el poder del Nombre de Cristo contra el mal. Jesús lo confirma: a estos discípulos Él les da la fuerza de derrotar al maligno. Pero añade: ‘No se alegren de que los espíritus se les sometan; alégrense de que sus nombres estén escritos en los cielos’. No debemos vanagloriarnos como si fuéramos nosotros los protagonistas: protagonista es uno solo, es el Señor, protagonista es la gracia del Señor”.

“Él es el único protagonista. Y nuestra alegría es sólo ésta: ser sus discípulos, ser sus amigos. Que la Virgen nos ayude a ser buenos obreros del Evangelio”.

Al culminar, Francisco exhortó a los fieles a que “no tengan miedo de ser alegres, no tengan miedo de la alegría. Esa alegría que nos da el Señor cuando lo dejamos entrar en nuestra vida; dejemos que Él entre en nuestra vida y nos invite a salir fuera de nosotros, a las periferias de la vida, a anunciar el Evangelio. No tengan miedo de la alegría. ¡Alegría y coraje!”.

El Papa también pidió rezar por los seminaristas, de los novicios y de las novicias, con quienes se ha encontrado ayer y hoy, en el marco de una peregrinación especial por el Año de la Fe.

“Les pido que recen por ellos, para que el amor por Cristo madure cada vez más en su vida y se conviertan en verdaderos misioneros del Reino de Dios”.

aciprensa.com

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viernes, 5 de julio de 2013

Mensaje de vida de un bebé de 19 semanas de gestación

Un mensaje de vida

Nacido a las 19 semanas, el pequeño Walter sólo vivió unos pocos minutos. Pero su vida no ha sido en vano. Lejos de ésto, ha tocado el corazón de millones de personas.

El pequeño Walter no sólo ha recibido el amor de su familia, sino que estas impresionantes fotografias están dando la vuelta al mundo demostrando que el niño en el seno materno es plenamente un ser humano, como cualquiera de nosotros.

El caso ocurrió la semana pasada en el estado de Indiana en Estados Unidos. Lexi Fretz estaba haciendo todos los preparativos para las sesiones de fotografía en un casamiento que sería el día siguiente cuando comenzó a tener pérdidas.

Fue al Hospital de Kokomo donde las contracciones se hicieron cada vez más fuerte y donde finalmente nació el pequeño Walter Joshua Fretz a las 9:42 pm, con 19 semanas y 3 días, acompañado por su madre Lexi y su padre Joshua.

"Lo alcé, lo abracé, mientras su corazón latía. Lo mantuve cerca de mi corazón, conté sus dedos de los pies y le besé la cabecita. Siempre guardaré los cálidos recuerdos que tengo de él." dijo la mamá.

"Estoy muy contenta de que Joshua fuera al auto a buscar mi cámara. Al principio no quería fotos, pero son la única cosa que tengo para recordarlo ahora." dijo Lexi, de profesión fotógrafa.

A la mañana siguiente, Michayla y Emma fueron al hospital a conocer a su hermanito. "No tenía absolutamente ninguna duda de que quería que las niñas conocieran a su hermano" dijo la mamá.

Dicen que una foto vale más de mil palabras. Esta vez, la Cultura de la Vida nos brinda este impresionante testimonio.

Mirá las impresionantes fotografías:





Martín Patrito
argentinosalerta.org

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jueves, 4 de julio de 2013

Santa Isabel de Portugal


Fiesta: 4 de Julio

Isabel significa "Promesa de Dios" (Isab = promesa. El = Dios).

Nació en 1270. Era hija del rey Pedro III de Aragón, nieta del rey Jaime el Conquistador, biznieta del emperador Federico II de Alemania. Le pusieron este nombre en honor de su tía abuela Santa Isabel de Hungría.

Santa Isabel tuvo la dicha que su familia se esmerara extremadamente en formarla lo mejor posible en su niñez. Desde muy niña tenía una notable inclinación hacia la piedad, y un gusto especial por imitar los buenos ejemplos que leía en las vidas de los santos o que observaba en las vidas de las personas buenas. En su casa le enseñaron que si quería en verdad agradar a Dios debía unir a su oración, la mortificación de sus gustos y caprichos y esforzarse por evitar todo aquello que la pudiera inclinar hacia el pecado. Le repetían la frase antigua: "tanta mayor libertad de espíritu tendrás, cuanto menos deseos de cosas inútiles o dañosas tengas". Sus educadores le enseñaron que una mortificación muy formativa es acostumbrarse a no comer nada entre horas (o sea entre comida y comida), y soportar con paciencia que no se cumplan los propios deseos, y esmerarse cada día por no amargarle ni complicarle la vida a los demás. Dicen sus biógrafos que la formidable santidad que demostró más tarde se debe en gran parte a la esmerada educación que ella recibió en su niñez.

A los 15 años ya sus padres la habían casado con el rey de Portugal, Dionisio. Este hombre admiraba las cualidades de tan buena esposa, pero él por su parte tenía un genio violento y era bastante infiel en su matrimonio, llevaba una vida nada santa y bastante escandalosa, lo cual era una continua causa de sufrimientos para la joven reina, quien soportara todo con la más exquisita bondad y heroica paciencia.

El rey no era ningún santo, pero dejaba a Isabel plena libertad para dedicarse a la piedad y a obras de caridad. Ella se levantaba de madrugada y leía cada día seis salmos de la Santa Biblia. Luego asistía devotamente a la Santa Misa; enseguida se dedicaba a dirigir las labores del numeroso personal del palacio. En horas libres se reunía con otras damas a coser y bordar y fabricar vestidos para los pobres. Las tardes las dedicaba a visitar ancianos y enfermos y a socorrer cuanto necesitado encontraba.

Hizo construir albergues para indigentes, forasteros y peregrinos. En la capital fundó un hospital para pobres, un colegio gratuito para niñas, una casa para mujeres arrepentidas y un hospicio para niños abandonados. Conseguía ayudas para construir puentes en sitios peligrosos y repartía con gran generosidad toda clase de ayudas. Visitaba enfermos, conseguía médicos para los que no tenían con qué pagar la consulta; hacía construir conventos para religiosos, a las muchachas muy pobres les costeaba lo necesario para que pudieran entrar al convento, si así lo deseaban. Tenía guardada una linda corona de oro y unos adornos muy bellos y un hermoso vestido de bodas, que prestaba a las muchachas más pobres, para que pudieran lucir bien hermosas el día de su matrimonio.

Su marido el rey Dionisio era un buen gobernante pero vicioso y escandaloso. Ella rezaba por él, ofrecía sacrificios por su conversión y se esforzaba por convencerlo con palabras bondadosas para que cambiara su conducta. Llegó hasta el extremo de educarle los hijos naturales que él tenía con otras mujeres.

Tuvo dos hijos: Alfonso, que será rey de Portugal, sucesor de su padre, y Constancia (futura reina de Castilla). Pero Alfonso dio muestras desde muy joven de poseer un carácter violento y rebelde. Y en parte, esta rebeldía se debía a las preferencias que su padre demostraba por sus hijos naturales. En dos ocasiones Alfonso promovió la guerra civil en su país y se declaró contra su propio padre. Isabel trabajó hasta lo increíble, con su bondad, su amabilidad y su extraordinaria capacidad de sacrificio y su poder de convicción, hasta que obtuvo que el hijo y el papá hicieran las paces. Lo grave era que los partidos políticos hacían todo lo más posible para poder enemistar al rey Dionisio y su hijo Alfonso.

Algunas veces cuando los ejércitos de su esposo y de su hijo se preparaban para combatirse, ella vestida de sencilla campesina atravesaba los campos y se iba hacia donde estaban los guerreros y de rodillas ante el esposo o el hijo les hacía jurarse perdón y obtenía la paz. Son impresionantes las cartas que se conservan de esta reina pacificadora. Escribe a su esposo: "Como una loba enfurecida a la cual le van a matar a su hijito, lucharé por no dejar que las armas del rey se lancen contra nuestro propio hijo. Pero al mismo tiempo haré que primero me destrocen a mí las armas de los ejércitos de mi hijo, antes que ellos disparen contra los seguidores de su padre". Al hijo le escribe: "Por Santa María la Virgen, te pido que hagas las paces con tu padre. Mira que los guerreros queman casas, destruyen cultivos y destrozan todo. No con las armas, hijo, no con las armas, arreglaremos los problemas, sino dialogando, consiguiendo arbitrajes para arreglar los conflictos. Yo haré que las tropas del rey se alejen y que los reclamos del hijo sean atendidos, pero por favor, recuerda que tienes deberes gravísimos con tu padre como hijo y como súbdito con el rey". Y conseguía la paz una y otra vez.

Su esposo murió muy arrepentido, y entonces Isabel dedicó el resto de su vida a socorrer pobres, auxiliar enfermos, ayudar a religiosos y rezar y meditar.

Pero un día supo que entre su hijo Alfonso de Portugal y su nieto, el rey de Castilla, había estallado la guerra. Anciana y achacosa como estaba, emprendió un larguísimo viaje con calores horrendos y caminos peligrosos, para lograr la paz entre los dos contendores. Y este viaje fue mortal para ella. Sintió que le llegaba la muerte y se hizo llevar a un convento de hermanas Clarisas, y allí, invocando a la Virgen María murió santamente el 4 de julio del año 1336.

Dios bendijo su sepulcro con varios milagros y el Sumo Pontífice la declaró santa en 1626. Es abogada para los territorios y países donde hay guerras civiles, guerrillas y falta de paz. Que Santa Isabel ruegue por nuestros países y nos consiga la paz que tanto necesitamos.

aciprensa.com

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Artículo de la semana:

Vengo por ti

Estoy cansado de trabajar y de ver a la misma gente, camino a mi trabajo todos los días, llego a la casa y mi esposa sirvió lo mismo de la c...

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