jueves, 30 de mayo de 2013

Jorge Luis Borges y su madre

Se cuenta del famoso escritor argentino Jorge Luis Borges Acevedo (1899-1986), que se llevaba bien con todo el mundo y era delicioso cuando los periodistas lo entrevistaban en cualquier momento. Siempre los asombraba con frases propias de una personalidad magnética, brillante y contradictoria.

–¿Y qué puede decirnos Jorge Luis Borges sobre las drogas? ¿Probó alguna sustancia prohibida?, le preguntaban. Y él respondía sin reparos: –Yo no bebo, no fumo, no escucho la radio, no me drogo, como poco. Yo diría que mis únicos vicios son “El Quijote”, “La Divina Comedia” y no
incurrir en la lectura de Enrique Larreta ni de Benavente. Y en cuanto a la fe siempre ofrecía
la misma duda: la transcendencia del hombre. –No afirmo ni niego, pero espero que el cielo exista, aunque nuestro lugar sea el infierno. Y se quedaba tan campante.

En algún momento, este genial escritor de la lengua castellana del siglo XX se percató de que algunas de sus afirmaciones referentes a la fe hacían sufrir a la persona que más amó en este mundo: su madre, una mujer creyente y piadosa. Doña Leonor Acevedo era una dama dotada de un ingenio y una picardía –de la buena– que heredó y cultivó con entusiasmo su hijo. Él veneraba a su madre y sufría lo indecible cuando algo o alguien molestaba la tranquilidad de doña Leonor. Eran años de cobardes bombas y amenazas perturbadoras.

El teléfono sonó a horas angustiantes: –Te vamos a matar y a tu hijo, dijo la voz. Doña Leonor, ya acostada, respondió con toda tranquilidad: –Vea señor, tengo más de 90 años y si no se apura en cumplir su amenaza, por ahí me muero antes. Y se quedó en paz. Sin embargo, hubo una vez que el espíritu de doña Leonor se inquietó. Aunque lo sabía, escuchar de los labios de su hijo que se declaraba agnóstico hizo que su corazón le advirtiera de una amenaza mucho más letal que una bomba. La salvación eterna de su hijo la perturbaba. Tenía que hacer algo. Y lo hizo.

La estrategia de doña Leonor y el final feliz del genial escritor fueron revelados por un anciano sacerdote a su amigo Pablo Caruso, con el encargo expreso de que lo publicara. He aquí su testimonio:
«A veces, muy de vez en cuando, en el lugar y tiempo menos pensado, el escriba se encuentra una “estrella en el aljibe”, como decía un maestro de periodistas. No sé yo si éste es el caso, pero quiero contarlo. El que esto escribe fue a visitar a su anciano amigo sacerdote, cuyo corazón ya está muy gastado: apenas le quedan unos latidos y los utiliza para seguir rezando a fin de terminar el “buen combate”.

“No estoy retirado”, me aclaró. Un sacerdote nunca se retira, sino que está junto con otros hermanos sacerdotes, en una casa muy acogedora, esperando impaciente ver el rostro de su Señor. La sombra
relajante del frondoso tilo hizo más fácil la deliciosa conversación o monólogo –en mi beneficio, claro está– de este hombre de Dios. Tampoco sabría yo precisar por qué derivó la conversación hacia la madre del mundialmente celebrado escritor argentino.

–“¿Sabes?, me dijo mi amigo, me gustaría que lo contaras… Hazlo con delicadeza, pero cuéntalo”.

Ella, doña Leonor, amaba a ese hijo y su primera preocupación era su alma, por tanto, rezó mucho por este asunto. Un día decidió sacar el tema. –”Hijo, ¿qué es eso que he oído por ahí, que eres agnóstico? ¿De verdad dudas de la existencia de Dios?”. La directa pregunta de doña Leonor logró hacer tartamudear más de lo habitual al escritor, eterno candidato al premio Nobel de Literatura.
–“Lo que pasa, madre, es que el infierno y el paraíso me parecen desproporcionados. Los actos de los hombres no merecen tanto”, respondió el autor de El Aleph.

Entonces, doña Leonor le tomó la mano y le susurró: –”Prométeme que recitarás un Ave María todas las noches. Te pido que lo hagas cuando te retires a dormir. Hazlo, aunque yo no esté físicamente a tu lado, como si me dieras a mí el beso de las buenas noches”. –”Sabes, madre, yo creo que es mejor pensar que Dios no acepta sobornos”.
Doña Leonor se quedó un rato en silencio. –”Entonces, tengo que admitir que me has sobornado muchas veces. Lo has hecho cuando me dabas un beso antes de pedirme algo que querías”. Borges sonrió.
Tiempo después, el escritor admitió a un amigo suyo que, por amor a su madre, nunca se había olvidado de recitar todas las noches esa sencilla oración mariana.

Jorge Luis Borges murió en Ginebra el 14 de junio de 1986, a los 87 años. Ante la sorpresa de las pocas personas que le rodeaban en su lecho de muerte, pidió ver a un sacerdote católico. Así se hizo. Esto que hoy cuento ocurrió hace algunos años. Mi anciano amigo sacerdote nunca me dijo cuándo lo debía contar. Quiero hacerlo hoy y no sé por qué.»

Así se expresa Pablo Caruso, el amigo de aquel anciano sacerdote, en un artículo publicado en “La Gaceta” (5-II-2008).Y añade: «Voces y caras extrañas vendrán seguramente a desmentirme… ¿Y qué?»
 

Texto de la revista Ave María, nº 787, marzo de 2013

SEGUIR LEYENDO [+]

miércoles, 29 de mayo de 2013

Comenzó hoy el Papa una serie de catequesis dedicadas al misterio de la Iglesia

El papa Francisco comenzó hoy una serie de catequesis dedicadas al misterio de la Iglesia. Cuarenta minutos antes de la audiencia el santo padre recorrió la Plaza San Pedro en el “papamóvil”, para saludar a los fieles, que según los cálculos de la Prefectura Pontificia eran cerca de 90 mil.

Se convirtió en una verdadera fiesta, incluso con la llegada de la lluvia: paraguas abiertos, impermeables de colores. El Papa, que se quedó sin solideo, tenía el pelo mojado, pero continuaba saludando a la gente. “Han mostrado valentía bajo la lluvia, ¿eh?”. Comentó el Papa desde el atrio de la basílica vaticana, se secó e rostro y comenzó su catequesis.

“Deseo iniciar hoy una serie de catequesis con expresiones del Concilio Vaticano II sobre el misterio de la Iglesia. La primera es: La Iglesia como familia de Dios. El proyecto de Dios para la humanidad se presenta muy bien en la parábola del hijo pródigo, o mejor, del padre misericordioso: Constituir una única familia en la que todos se sientan cercanos y amados por Él. Es aquí donde la Iglesia encuentra su raíz”, explicó el santo padre.

Después añadió que “en la Historia de la Salvación, Dios llama a Abraham para ser padre de una multitud; elige a Israel para establecer una Alianza; y en la plenitud del tiempo envía a su Hijo, que reúne una pequeña comunidad que, al escuchar su palabra, sigue su camino y se constituye en su familia”.

El Pontífice recordó a su predecesor, el papa emérito, cuando explicó que, “Como nos ha recordado tantas veces el papa Benedicto XVI, la Iglesia es obra de Dios, pero nace de un misterio de amor que se realiza gradualmente en la historia”. “Iglesia -subrayó- significa convocación, salir de nuestro individualismo”.

“También el Papa tiene defectos -continuó-, y tiene muchos, pero lo hermoso es que cuando nos damos cuenta de ser pecadores, encontramos la misericordia de Dios, Dios que siempre perdona, Él nos recibe en su amor”.

Después volvió a insistir en que “La Iglesia nace del gesto supremo de amor de Jesús en la Cruz y se manifiesta cuando el Espíritu Santo colma el corazón de los apóstoles y los impulsa a anunciar el Evangelio, difundiendo el amor. Pregúntate: ¿Amas la Iglesia? ¿Oras por ella? ¿Te sientes parte de esta familia? ¿Qué haces para que todos se sientan escuchados y comprendidos?”.

Al final de la audiencia, el Pontífice invitó a los fieles a participar, mañana a las 19, en la procesión del Corpus Domini, con la que la Iglesia celebra el sacramento de la Eucaristía. La procesión se llevará a cabo en San Juan y después en Santa María Mayor.

aica.org

SEGUIR LEYENDO [+]

miércoles, 22 de mayo de 2013

Catequesis del Papa: Ser evangelizadores con la fuerza del Espíritu Santo

El papa Francisco dedicó la catequesis de la audiencia general de los miércoles al Espíritu Santo, “sin el cual -dijo- la Iglesia no podría vivir y realizar la misión que Jesús nos confió de ir y hacer discípulos de todas las naciones. Esta misión no es sólo de algunos, sino la mía, la tuya, la nuestra. Todos deben ser evangelizadores, sobre todo con la propia vida. Para ello es necesario abrirse sin temor a la acción del Espíritu Santo. En Pentecostés, el Espíritu Santo hizo salir de sí mismos a los Apóstoles y los transformó en anunciadores de las grandezas de Dios, que cada uno entendía en su propia lengua. Este es un primer efecto importante de la acción del Espíritu Santo, la unidad, la comunión".

"La confusión de las lenguas, como en Babel, queda superada, porque ahora reina la apertura a Dios y a los demás, y lleva al anuncio de la Palabra de Dios con un lenguaje que todos entienden, el del amor que el Espíritu derrama en los corazones". "¿Yo qué hago en mi vida?, -dijo el Papa dirigiéndose a los presentes- ¿creo unidad al rededor de mi o divido, con la charla, la crítica, la envidia? ¿Qué debo hacer? Pensemos en esto".

"Un segundo efecto del Espírito Santo -continuó el Papa- es la valentía que infunde de anunciar la novedad del Evangelio con franqueza (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar. Y esto, bien apoyado en la oración, sin la cual toda acción queda vacía y el anunciar carece de alma, pues no está animado por el Espíritu..."Evangelizar, anunciar Jesús, nos da alegría; en cambio el egoísmo nos da amargura, tristeza, nos deprime; evangelizar nos alegra".

El Papa destacó la nueva evangelización como tercer efecto importante. "Una Iglesia que evangeliza debe comenzar siempre desde la oración, pidiendo como los Apóstoles en el cenáculo, el fuego del Espíritu Santo. Sólo la relación fiel e intensa con Dios permite dejar de estar encerrado y anunciar con parresía el Evangelio".

El papa Francisco antes de concluir recordó las palabras de Benedicto XVI: “Hoy la Iglesia siente el viento del Espíritu Santo que nos ayuda, nos muestra el camino justo”. “Renovemos cada día -dijo- la confianza en la acción del Espíritu Santo, dejémonos guiar por Él, seamos hombres y mujeres de oración, que dan testimonio del Evangelio con valentía, convirtiéndose en este mundo herramientas de unidad y comunión con Dios”.

Al finalizar la catequesis, el Santo Padre saludó a los cerca de 50.000 peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro. En inglés, invitó a todos a rezar por las víctimas, especialmente los niños, del desastre ocurrido en Oklahoma.

aica.org

SEGUIR LEYENDO [+]

lunes, 20 de mayo de 2013

El Papa: La Iglesia nos trae y lleva a Cristo, los caminos paralelos son peligrosos


Al celebrar esta mañana la Misa en la Solemnidad de Pentecostés junto a los movimientos eclesiales de los cinco continentes en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco afirmó que “la Iglesia es quien me trae a Cristo y me lleva a Cristo; los caminos paralelos son peligrosos”.

Ante los más de 200 mil fieles presentes, el Santo Padre advirtió que “cuando nos aventuramos a ir más allá (proagon) de la doctrina y de la Comunidad eclesial, y no permanecemos en ellas, no estamos unidos al Dios de Jesucristo. Así, pues, preguntémonos: ¿Estoy abierto a la armonía del Espíritu Santo, superando todo exclusivismo? ¿Me dejo guiar por Él viviendo en la Iglesia y con la Iglesia?”.

El Papa indicó que “la novedad nos da siempre un poco de miedo, porque nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo control, si somos nosotros los que construimos, programamos, planificamos nuestra vida, según nuestros esquemas, seguridades, gustos”.

Esto, advirtió Francisco, “nos sucede también con Dios”.

“Con frecuencia lo seguimos, lo acogemos, pero hasta un cierto punto; nos resulta difícil abandonarnos a Él con total confianza, dejando que el Espíritu Santo anime, guíe nuestra vida, en todas las decisiones; tenemos miedo a que Dios nos lleve por caminos nuevos, nos saque de nuestros horizontes con frecuencia limitados, cerrados, egoístas, para abrirnos a los suyos”.

Cuando Dios se revela, en toda la historia de la salvación, “aparece su novedad, trasforma y pide confianza total en Él: Noé, del que todos se ríen, construye un arca y se salva; Abrahán abandona su tierra, aferrado únicamente a una promesa; Moisés se enfrenta al poder del faraón y conduce al pueblo a la libertad; los Apóstoles, de temerosos y encerrados en el cenáculo, salen con valentía para anunciar el Evangelio”.

Sin embargo, el Santo Padre señaló que “no es la novedad por la novedad, la búsqueda de lo nuevo para salir del aburrimiento, como sucede con frecuencia en nuestro tiempo. La novedad que Dios trae a nuestra vida es lo que verdaderamente nos realiza, lo que nos da la verdadera alegría, la verdadera serenidad, porque Dios nos ama y siempre quiere nuestro bien”.

“Preguntémonos: ¿Estamos abiertos a las “sorpresas de Dios”? ¿O nos encerramos, con miedo, a la novedad del Espíritu Santo? ¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas, que han perdido la capacidad de respuesta?”.

El Papa también señaló que “el Espíritu Santo, aparentemente, crea desorden en el Iglesia, porque produce diversidad de carismas, de dones; sin embargo, bajo su acción, todo esto es una gran riqueza, porque el Espíritu Santo es el Espíritu de unidad, que no significa uniformidad, sino reconducir todo a la armonía”.

“En la Iglesia, la armonía la hace el Espíritu Santo”, indicó el Santo Padre, pues “sólo Él puede suscitar la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, realizar la unidad”.

“En cambio, cuando somos nosotros los que pretendemos la diversidad y nos encerramos en nuestros particularismos, en nuestros exclusivismos, provocamos la división; y cuando somos nosotros los que queremos construir la unidad con nuestros planes humanos, terminamos por imponer la uniformidad, la homologación”.

Si nos dejamos guiar por el Espíritu Santo, dijo Francisco, “la riqueza, la variedad, la diversidad nunca provocan conflicto, porque Él nos impulsa a vivir la variedad en la comunión de la Iglesia”.

“Caminar juntos en la Iglesia, guiados por los Pastores, que tienen un especial carisma y ministerio, es signo de la acción del Espíritu Santo; la eclesialidad es una característica fundamental para los cristianos, para cada comunidad, para todo movimiento”.

El Santo Padre señaló que “el Espíritu Santo nos introduce en el misterio del Dios vivo, y nos salvaguarda del peligro de una Iglesia gnóstica y de una Iglesia autorreferencial, cerrada en su recinto; nos impulsa a abrir las puertas para salir, para anunciar y dar testimonio de la bondad del Evangelio, para comunicar el gozo de la fe, del encuentro con Cristo”.

“El Espíritu Santo es el alma de la misión. Lo que sucedió en Jerusalén hace casi dos mil años no es un hecho lejano, es algo que llega hasta nosotros, que cada uno de nosotros podemos experimentar”.

Francisco indicó que “el Pentecostés del cenáculo de Jerusalén es el inicio, un inicio que se prolonga. El Espíritu Santo es el don por excelencia de Cristo resucitado a sus Apóstoles, pero Él quiere que llegue a todos”.

“Jesús, como hemos escuchado en el Evangelio, dice: ‘Yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros’. Es el Espíritu Paráclito, el ‘Consolador’, que da el valor para recorrer los caminos del mundo llevando el Evangelio”.

Francisco aseguró que “el Espíritu Santo nos muestra el horizonte y nos impulsa a las periferias existenciales para anunciar la vida de Jesucristo. Preguntémonos si tenemos la tendencia a cerrarnos en nosotros mismos, en nuestro grupo, o si dejamos que el Espíritu Santo nos conduzca a la misión”.

“La liturgia de hoy es una gran oración, que la Iglesia con Jesús eleva al Padre, para que renueve la efusión del Espíritu Santo. Que cada uno de nosotros, cada grupo, cada movimiento, en la armonía de la Iglesia, se dirija al Padre para pedirle este don”.

“También hoy, como en su nacimiento, junto con María, la Iglesia invoca: ‘Veni Sancte Spiritus! – Ven, Espíritu Santo, llena el corazón de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor’. Amén”, concluyó.

aciprensa.com

SEGUIR LEYENDO [+]

domingo, 19 de mayo de 2013

Evangelio del Domingo

Evangelio según San Juan 14,15-16.23b-26

Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos,
y yo rogaré al Padre y les dará otro Protector que permanecerá siempre con ustedes,
Jesús le respondió: «Si alguien me ama, guardará mis palabras, y mi Padre lo amará. Entonces vendremos a él para poner nuestra morada en él.
El que no me ama no guarda mis palabras; pero el mensaje que escuchan no es mío, sino del Padre que me ha enviado.
Les he dicho todo esto mientras estaba con ustedes.
En adelante el Espíritu Santo, el Intérprete que el Padre les va a enviar en mi Nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho.

Comentario del Evangelio:“Se llenaron todos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar maravillas de Dios” (Hch. 2,4.11) Por: Juan Taulero

He aquí el bello aniversario del día en que el Espíritu Santo fue enviado a los santos discípulos y a todos aquellos que estaban reunidos con ellos, del día en el que se nos dio el bello tesoro que los engaños del Enemigo y la imperfección humana nos habían hecho perder en el Paraíso terrestre...

Y esto llegó de una manera increíblemente externa; en cuanto al misterio escondido y oculto sobre estas maravillas, no existía razón alguna, ningún pensamiento, ninguna criatura sabía sobre ello, ni lo concebía, ni sabía cómo nombrarlo. El Espíritu Santo es una inmensidad de inconmensurable grandeza y tan dulce como todas las grandezas e inmensidades que la razón misma pueda concebir... nada al lado de esta. Comparado con ella, el cielo, la tierra, y todo aquello que podamos comprender no es nada... He ahí por qué el Espíritu Santo debe, él mismo, preparar el lugar donde debe ser recibido, trabajar él mismo para hacer que el hombre sea capaz de recibirlo...; es el abismo inexplicable de Dios que debe ser él mismo... su lugar y su capacidad de recepción.

“La casa se llenó por completo” (Hch. 2,2)... Esta casa simboliza, para empezar, la santa Iglesia, que es la obra de Dios, pero también simboliza a cada hombre habitado por el Espíritu Santo. Una casa tiene muchas estancias, habitaciones, y en el hombre existen muchas facultades, sentidos y energías diferentes: el Espíritu Santo las visita todas, de una manera especial. Desde que llega, presiona, excita al hombre, despierta en él ciertas inclinaciones, trabaja con él y lo aclara. Esta visita y estas acciones interiores no son sentidas de la misma manera por todos los hombres. El Espíritu Santo está en todas las personas valientes, pero el que quiera tener conciencia de su acción, sentir y disfrutar de su presencia debe recogerse en sí mismo... en la calma y el silencio... Cuanto más se entregue a su propio recogimiento, más conciencia tendrá de esta manifestación interior y siempre creciente del Espíritu Santo, que siempre se da desde el principio.

evangeliodeldia.org

SEGUIR LEYENDO [+]

sábado, 18 de mayo de 2013

Las cualidades de los cuerpos resucitados

Serán los mismos cuerpos, aunque transfigurados, glorificados, inmortalizados, resucitados.

A) Es el propio cuerpo:


Los muertos resucitarán con el mismo cuerpo que tuvieron en la tierra (idéntica y numéricamente el mismo).

Tanto mi cuerpo como tu cuerpo, serán los mismos cuerpos, aunque transfigurados, glorificados, inmortalizados, resucitados.

El concilio de Letrán (1215) declara: “Todos ellos resucitarán con el propio cuerpo que ahora llevan” (Dz 429)

Referencias Bíblicas

La Sagrada Escritura da testimonio implícito de esa identidad material por la palabra que emplea: “despertarse”.

Solamente habrá verdadero despertamiento cuando el mismo cuerpo que muere y se descompone sea el que reviva de nuevo.

Citas:

a) 2Mac 7, 11: “De él [de Dios] espero yo volver a recibirlas [la lengua y las manos]”

b) 1 Cor 15, 53: “Porque es preciso que lo corruptible se revista de la incorrupción y que este ser mortal se revista de inmortalidad”.

c) Flp. 3, 21: “ Él [Jesucristo] transformará nuestro pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene para poner todas las cosas bajo su dominio.

d) Lc 24, 39, en la aparición de Jesús resucitado a los Apóstoles, Él les dice que no es un espíritu, pues posee carne y huesos, y les muestra sus manos y sus pies.

Los cuerpos resucitados estarán libres de deformidades, mutilaciones y achaques.

Estarán en su máxima perfección natural (plenitud del ser)

Con respecto a la edad: será una edad madura pero joven, como la de Cristo, aproximadamente 36 o 37 años ( 6 a. C . - 30 d. C).

Tendrán diferencias sexuales y órganos de la vida sensitiva, pero no se ejercerán las facultades biológicas y vegetativas, como comer, beber, procrear.

Cfr. Mt. 22,30 “En la resurrección todos serán cómo ángeles en el cielo”.

B) Cualidades del Cuerpo resucitado

Según el modelo de Jesús Resucitado que aparece en los Evangelios.

Cfr. Mt 28 ss., Mc 16, Lc 24, Jn 20 ss., Flp. 3, 21: Semejantes a Su cuerpo.

I. Impasibilidad: es decir, la propiedad de que no sea accesible a ellos mal físico de ninguna clase, es decir, el sufrimiento, la enfermedad y la muerte. Definiéndola con mayor precisión, es “la imposibilidad de sufrir y morir”.
Ap. 21, 4 : “Él enjugará las lágrimas de sus ojos, y la muerte no existirá más, ni habrá duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo esto es ya pasado”.
Lc 20, 36: “Ya no pueden morir”.

La razón intrínseca de la impasibilidad se encuentra en el perfecto sometimiento del cuerpo al alma que es inmortal.

II. Sutilidad, sutileza o penetrabilidad:

Es la propiedad por la cual el cuerpo se hará semejante a los espíritus en cuanto podrá penetrar los cuerpos sin lesionarse ni lesionar, es decir, podrá atravesar otros cuerpos.

No se debe creer que por ello el cuerpo se transformará en sustancia espiritual o que la materia se enrarecerá hasta convertirse en un cuerpo “etéreo”.

Veamos ejemplos conforme al cuerpo resucitado de Cristo:

Jesús resucitado atravesó las sábanas (Jn 20, 5-7)

Salió del sepulcro sellado por la piedra (Mt 28,2).

(Un ángel movió la piedra, no para que Jesús saliera, sino para que las mujeres que fueron a visitar el sepulcro pudieran entrar allí y ver que el Señor ya no estaba).

Entra en el Cenáculo aún estando cerradas las puertas –atrancadas, dice el original griego- (Jn 20, 19.26).

La razón intrínseca de esta espiritualización la tenemos en el dominio completo del alma glorificada sobre el cuerpo ( en cuanto es la forma substancial del mismo).

III. Agilidad: Es la capacidad del cuerpo para obedecer al espíritu en todos sus movimientos con suma facilidad y rapidez, es decir, en forma instantánea.

Esta propiedad se contrapone a la gravedad y peso de los cuerpos terrestres, de acuerdo a la ley de la gravitación.

El modelo de la agilidad lo tenemos en el cuerpo resucitado de Cristo, que se presentó de repente en medio de sus apóstoles y desapareció también repentinamente:

Lc 24, 31: “Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero Él había desaparecido de su vista”.

Lc 24, 34: “ Es verdad, ¡El Señor ha resucitado y se apareció a Simón!”

Lc 24, 36: “Todavía estaban hablando de esto cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo "La paz esté con ustedes”.

La razón intrínseca de la agilidad la hallamos en el total dominio que el alma glorificada ejerce sobre el cuerpo, en cuanto es el principio motor del mismo, por lo que este no le opone resistencia.

IV. Claridad: es el estar libre de todo lo ignominioso y rebosar hermosura y esplendor.

Jesús nos dice: “Los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre” (Mt 13, 43)

Un modelo de claridad lo tenemos en la glorificación de Jesús en el monte Tabor (Mt 17, 2)

Y después de su resurrección (Cf. Hch. 9,3).

La razón intrínseca de la claridad la tenemos en el gran caudal de hermosura y resplandor que desde el alma se desborda sobre el cuerpo.

Es menester aclarar que el grado de claridad será distinto – como se nos dice en 1 Cor 15, 41, haciendo referencia a la condición de los cuerpos resucitados: “Cada cuerpo tiene su propio resplandor: uno es el resplandor del sol, otro el de la luna, otro el de las estrellas, y aun las estrellas difieren unas de otras por su resplandor”- y estará proporcionado al grado de gloria con el que brille el alma; y la gloria dependerá de la cuantía de los merecimientos.

Ahora, ¿Cuándo sucederá esto?: En el fin del mundo, donde se realizará el Juicio Final, la Parusía o Nueva Venida de Cristo.

Recordemos que Jesús dejó incierto el momento en que verificaría su Segunda Venida: Al final de su discurso sobre la Parusía, declaró: “En cuanto a ese día o a esa hora, nadie la conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre” (Mc 13,32).

Finalmente, siguiendo las recomendaciones del apóstol Pablo: procuremos que nadie devuelva mal por mal. Por el contrario, esforcémonos por hacer siempre el bien entre nosotros y con todo el mundo. Estemos siempre alegres. Oremos sin cesar. Demos gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos nosotros, en Cristo Jesús (Cf. 1 Tes 5, 15-18).

Estemos preparados, vigilantes, en vela (despiertos, alertas), pues el Señor esta cerca:

¡Amen, ven Señor Jesús! (Ap. 22, 20)

Gustavo Daniel D´Acipe
catholic.net

SEGUIR LEYENDO [+]

viernes, 17 de mayo de 2013

jueves, 16 de mayo de 2013

Medios españoles proaborto ocultan el caso del asesino abortista Kermit Gosnell

El lunes por la tarde, hora española, el propietario de un abortorio en Estados Unidos, Kermit Gosnell, era condenado por tres asesinatos en primer grado de bebés que habían sobrevivido a abortos. A uno de ellos le rompió la columna vertebral, a otro le cortó la columna y al tercero le cortó el cuello. Gosnell también ha sido condenado por la muerte de una mujer que falleció por sobredosis de anestesia durante uno de los abortos que él perpetró.

Un escándalo que ha horrorizado a los Estados Unidos

El caso de Gosnell ha supuesto un escándalo en Estados Unidos. Su clínica ha sido calificada de “casa de los horrores”, y contra él había cargos por el asesinato de más de 100 recién nacidos, muchos de cuyos restos fueron hallados en el propio abortorio. Contra él pesaban tales evidencias y también los duros testimonios de mujeres contra el abortista, como el de Davida Johnson, que en 2001 acudió a la clínica de Gosnell para abortar a su hijo de seis meses, pero cambió de idea al observar a otras pacientes del abortorio, aturdidas y ensangrentadas en la sala de recuperación. A pesar de su negativa, en la sala de tratamiento el personal del abortorio no le hizo caso, la agredió y la sedó. Cuando Davida Johnson despertó, ya habían matado a su hijo. A pesar de ello, el jurado sólo ha condenado a Gosnell por tres de los neonatos asesinados y por la muerte de una madre. Con todo, la condena para el criminal podría haber sido la pena de muerte. Finalmente, Gosnell ha sido condenado a cadena perpetua por sus crímenes.

Algunos medios norteamericanos también han ocultado el caso

En Estados Unidos ha generado polémica el silencio de muchos medios ante el juicio ante un asesino en serie de niños. Los juicios a este tipo de criminales suelen tener una gran cobertura mediática, pero en este caso grandes cadenas de televisión como la NBC, la CBS o la CNN no dieron ninguna cobertura al caso. Otros medios y agencias han tratado el caso, pero cuidándose de no citar la palabra “aborto” en sus crónicas para que no se relacionase al asesino en serie con su macabra profesión, consistente en eliminar vidas humanas.

Una noticia de relevancia internacional tapada por algunos medios españoles

A pesar de ser un escándalo que ha alcanzado relevancia internacional -ha salido varias veces en la BBC y también en Euronews, por ejemplo- y que ha destapado el lado más siniestro de los negocios abortistas, y aunque en España la noticia ha sido difundida por la agencia Efe y publicada por medios como Abc, La Razón, La Gaceta, Cuatro, Telecinco y Libertad Digital, otros medios como El País, El Mundo, la Cadena SER, Televisión Española, Antena 3, La Sexta, Público y El Periódico de Catalunya no han dado ni una sola noticia sobre el caso, ni tan siquiera sobre la condena del asesino en serie. Se da la casualidad de que la mayoría de los medios que han silenciado este caso son manifiestamente partidarios de las tesis abortistas (como en los casos de El País, Público, la SER, La Sexta y El Periódico), y alguno de ellos incluso da cabida en sus páginas a columnas de opinión que combinan las tesis abortistas y eugenésicas más radicales con los insultos a los discapacitados, como ocurre con El Mundo, cuyas páginas han albergado muy polémicos artículos de Arcadi Espada y de Rosa Regás en esa línea.

Usurpan la verdad a la opinión pública en pleno debate sobre el aborto

Los medios abortistas que han silenciado este caso demuestran hasta qué punto se afanan por tapar la verdad sobre el aborto: ya no sólo niegan las evidencias científicas sobre la vida humana, sino que también ocultan a sus lectores los aspectos más siniestros de este macabro negocio. En pleno debate público en la sociedad española ante la anunciada reforma de la ley del aborto por parte del gobierno, cabe preguntarse qué clase de debate democrático es éste en el que se propone acabar con vidas humanas inocentes ocultando a la opinión pública tanto la verdad científica como ciertos hechos y datos importantes simplemente porque contradicen las tesis ideológicas de los defensores del aborto.

outono.net

SEGUIR LEYENDO [+]

miércoles, 15 de mayo de 2013

Francisco: “Invoquemos al Espíritu Santo, todos los días”

La acción que el Espíritu Santo lleva a cabo en la guía de la Iglesia y en cada uno de nosotros fue el tema elegido por el papa Francisco para la catequesis de la audiencia general en estos días ya muy próximos a Pentecostés. “Vivimos en una época en la que se es bastante escéptico respecto a la verdad”, dijo el Santo Padre a las más de 75.000 personas presentes en la Plaza de San Pedro.

“Benedicto XVI habló muchas veces del relativismo, es decir, la tendencia a creer que no hay nada definitivo y a pensar que la verdad proceda del consenso o de aquello que satisfaga nuestros deseos. Aquí me viene en mente la pregunta de Pilatos cuando Jesús le revela el sentido profundo de su misión: "¿Qué es la verdad?"

“Pilatos no entiende que ‘la’ Verdad está enfrente de él; no puede ver en Jesús el rostro de la verdad, que es el rostro de Dios,...La verdad no se aferra como una cosa: se encuentra. No es una posesión, es un encuentro con una Persona”

“Pero, ¿quién nos hace reconocer que Jesús es ‘la’ Palabra de verdad, el Hijo unigénito de Dios Padre? San Pablo enseña que nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo a quien Jesús llamaba el ‘Paráclito’ que significa ‘el que viene en nuestra ayuda’, el que está a nuestro lado para sostenernos en este camino de conocimiento”.

¿Cuál es entonces la acción del Espíritu Santo? “En primer lugar -explicó el Pontífice- recuerda y graba en los corazones de los creyentes las palabras que Jesús ha dicho y precisamente, a través de estas palabras, la ley de Dios se inscribe en nuestros corazones y se convierte en el principio de evaluación de nuestras decisiones y de guía en las acciones cotidianas; se convierte en un principio de vida”.

El Espíritu Santo, como promete Jesús, “nos conduce "a toda la verdad"; nos lleva no sólo al encuentro con Jesús, que es la plenitud de la verdad, sino que nos guía "dentro" de la Verdad; es decir, nos hace entrar en una comunión cada vez más profunda con Jesús, dándonos la inteligencia de las cosas de Dios. La Tradición de la Iglesia afirma que el Espíritu de la verdad actúa en nuestros corazones suscitando ese “sentido de la fe", a través del cual, como dice el Concilio Vaticano II, el Pueblo de Dios, bajo la guía del Magisterio, se adhiere indefectiblemente a la fe confiada, penetra más profundamente en ella con juicio certero y le da más plena aplicación en la vida”.

“Preguntémonos: ¿estoy abierto a la acción del Espíritu Santo, le rezo para que me dé luz y me haga más sensible a las cosas de Dios? Es una oración que tenemos que rezar todos los días: “Espíritu Santo, haz que mi corazón esté abierto a la Palabra de Dios, que mi corazón esté abierto al bien, a la belleza de Dios todos los días”. Quiero preguntarles algo: ¿Cuantos de ustedes rezan todos los días al Espíritu Santo?”

“Serán pocos pero tenemos que cumplir este deseo de Jesús y rezar todos los días al Espíritu Santo para que abra nuestro corazón”.

La recepción de las palabras y las verdades de fe, para que se conviertan en vida, “se realiza y crece bajo la acción del Espíritu Santo. En este sentido, debemos aprender de María, reviviendo su "sí", su disponibilidad total para recibir al Hijo de Dios en su vida, que desde ese momento se ha transformado. A través del Espíritu Santo, el Padre y el Hijo toman morada en nosotros, vivimos en Dios y de Dios”.

“Tenemos que dejarnos inundar de la luz del Espíritu Santo, para que Él nos introduzca en la verdad de Dios, que es el único Señor de nuestra vida. En este Año de la Fe preguntémonos si hemos dado algunos pasos concretos para llegar a conocer más a Cristo y las verdades de la fe. Pero al mismo tiempo preguntémonos qué pasos estamos dando para que la fe oriente toda nuestra existencia. ¡No se es cristiano "a tiempo determinado", en algunos momentos, en algunas circunstancias, en algunas opciones, se es cristiano en todos los tiempos! La verdad de Cristo, que el Espíritu Santo nos enseña y nos da, interesa para siempre y totalmente nuestra vida diaria.

"Invoquémoslo más a menudo”. “Les hago una propuesta: Invoquemos todos los días al Espíritu Santo de modo que nos acerque a Jesucristo” concluyó el Papa.

aica.org

SEGUIR LEYENDO [+]

martes, 14 de mayo de 2013

Santa Gema Galgani

Fiesta: 14 de Mayo

Nació el 12 de marzo de 1878 en Camigliano, una aldea cerca de Lucca, en Italia. Gema es la palabra italiana para “gema”, piedra preciosa. Su padre era un farmacéutico próspero y su madre era también de noble linaje. Los Galgani eran católicos y fueron bendecidos con ocho hijos. Gema, la cuarta hija y la primera niña de la familia, desarrolló una atracción irresistible hacia la oración cuando era aún muy joven. Esto fue resultado de su piadosa madre, quien enseñó a Gema las verdades de la fe católica romana. La madre infundió especialmente en el alma preciosa de su hija el amor a Cristo crucificado.

La joven santa se aplicó con celo a la devoción. Cuanto Gema tenía sólo cinco años, leía los Oficios de Nuestra Señora tan fácil y rápidamente como si fuera una persona mayor.

Cuando la madre de Santa Gema tenía que realizar sus quehaceres diarios de ama de casa, la pequeña Gema tiraría de la falda de su madre y diría: “Mamá, dime un poco más sobre Jesús”.

Desgraciadamente, la madre de Gema murió pronto. El día en que Gema recibió el sacramento de la confirmación, mientras ardientemente rezaba en la misa para que su madre recobrara la salud (la Sra. Galgani estaba gravemente enferma), escuchó una voz inconfundible dentro de su corazón que decía: “¿Me darás a tu mamá?”. “Sí”, respondió Gema a la voz, “pero con tal de que tú me lleves también”. “No”, replicó la voz, “dame a tu madre sin reservas. Por el momento tú tienes que permanecer con tu padre. Yo te llevaré al cielo más tarde”. Gema simplemente respondió “sí”. Este “sí” iba a ser repetido a través de toda la corta vida de Santa Gema en respuesta a la invitación de Nuestro Señor a sufrir por Él.


Siguiendo la muerte de su amada madre, Gema fue enviada por su padre a un internado católico en Lucca, regentado por las Hermanas de Santa Zita.
Reflexionando sobre sus días de escuela más tarde diría: “Comencé a ir a la escuela de las hermanas; estaba en el paraíso”.
Destacó en francés, aritmética y música y, en 1893, ganó el gran Premio de Oro por su conocimiento religioso. Uno de sus maestros en la escuela lo resumió muy bien al decir: “Ella (Gema) era el alma de la escuela”.
Gema había estado preparándose arduamente para su Primera Comunión. Ella acostumbraba a suplicar: “Denme a Jesús... y verán qué buena seré. Tendré un gran cambio. Nunca más cometeré un pecado. Dénmelo. Lo anhelo tanto, no puedo vivir sin Él”.
A Gema se le permitió recibir la Primera Comunión a los nueve años de edad, la cual era una edad más temprana que la usual. Con el permiso de su padre fue a un convento durante diez días para prepararse intensivamente para este solemne evento.

El gran día de Gema finalmente llegó el 20 de junio de 1887, en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. En sus propias palabras ella describió su primer encuentro íntimo con Cristo en Sagrado Sacramento de este modo:

“Es imposible explicar lo que entonces pasó entre Jesús y yo. Él se hizo sentir ¡tan fuertemente en mi alma!”

 
Erico Galgani

El siguiente incidente mayor en la vida de Santa Gema fue cuando su padre murió en 1897. Como resultado de su gran generosidad, de la falta de escrúpulos de sus contactos en negocios y de sus acreedores, sus hijos se quedaron sin nada, y no tenían siquiera los medios para mantenerse. Gema tenía sólo diecinueve años, pero tenía ya una experiencia mayor en cargar la cruz.

Gema pronto comenzó a enfermar. Se le desarrolló una curvatura en la columna vertebral. Le dio también una meningitis dejándola con una pérdida de oído temporal. Largos absesos se le formaron en la cabeza, el pelo se le cayó, y finalmente las extremidades se le paralizaron. Un doctor fue llamado y trató muchos remedios, los cuales fallaron todos. Sólo se puso peor.
Gema comenzó entonces su devoción al Venerable Gabriel Possenti de la Madre de los Afligidos (ahora San Gabriel) . En su lecho de dolor ella leyó la historia de su vida. Más tarde ella escribió acerca del Venerable Gabriel:
“Creció mi admiración de sus virtudes y sus maneras. Mi devoción hacia él se incrementó. En la noche no dormía sin tener su retrato bajo mi almohada, y después comencé a verlo cerca de mí. No sé cómo explicar esto, pero sentía su presencia. Todo el tiempo y en toda acción, el hermano Gabriel venía a mi mente.

Gema, ahora de veinte años, parecía estar en su lecho de muerte. Una novena fue sugerida como la única posibilidad de cura. A la medianoche del 23 de febrero de 1898, escuchó el ruidito de un rosario y comprendió que el venerable Gabriel se estaba apareciendo ante ella. El habló a Gema. “¿Deseas recobrar la salud? Reza con fe cada noche al Sagrado Corazón de Jesús. Yo vendré a ti hasta que la novena se haya terminado, y rezaremos juntos al Sacratísimo Corazón”.

El primer viernes de marzo la novena terminó. La gracia fue concedida: Gema estaba curada. Al levantarse, aquéllos alrededor de ella lloraron de alegría. Sí, ¡un milagro había sido llevado a cabo!

Gema, ahora en perfecta salud, había deseado siempre ser consagrada monja, pero esto no iba a ser así. Dios tenía otros planes para ella. El 8 de junio de 1898, después de recibir la Comunión, Nuestro Señor dejó a su servidora saber que aquella misma noche le regalaría con una extraordinaria gracia.

Gema fue a casa y rezó. Ella cayó en extasis y sintió un enorme remordimiento por pecar. La bendita Virgen María, a quien Santa Gema era tremendamente devota, se le apareció y le habló: “Mi hijo Jesús te ama más allá de la medida, y desea darte una gracia: yo seré una madre para ti. ¿Serás tú una verdadera hija?”
La bendita Virgen María abrió entonces su manto y cubrió a Gema con él.

Así es como Santa Gema relata cómo recibió los estigmas: “En ese momento Jesús apareció con todas sus heridas abiertas, pero de estas heridas ya no salía sangre, sino flamas. En un instante estas flamas me tocaron las manos, los pies y el corazón. Sentí como si estuviera muriendo, y habría caído al suelo de no haberme sostenido mi madre en alto, mientras todo el tiempo yo permanecía bajo su manto. Tuve que permanecer varias horas en esa posición. Finalmente ella me besó en la frente y desapareció, y yo me encontré arrodillada. Yo aún sentía un gran dolor en las manos, los pies y el corazón. Me levanté para ir a la cama, y me di cuenta de que la sangre estaba brotando de aquellas partes donde yo sentía el dolor. Me las cubrí tan bien como pude, y entonces, ayudada por mi Angel, fui capaz de ir a la cama...” Muchas gentes, incluyendo los respetados eclesiásticos de la Iglesia, fueron testigos de este milagro de los estigmas, los cuales recurrieron durante la mayor parte del resto de su vida. Un testigo declaró: “La sangre salía (de Santa Gema) de sus heridas en gran abundancia. Cuando ella se levantaba, fluía al suelo, y cuando estaba en cama no sólo mojaba las sábanas, sino que saturaba el colchón entero. Yo medí algunos de estos arrollos o estanques de sangre, y eran de entre veinte y veinticinco pulgadas de largo y más o menos dos pulgadas de ancho”.

Como San Francisco de Asís y el Padre Pío, Gema también puede decir: “Nemo nihi molestus sit. Ego enim stigmanta Dimini Jesu in corpore meo porto”. Ningún hombre me dañe, puesto que llevo las marcas de Nuestro Señor en el cuerpo”.

A los veintiún años de edad, Gema fue acogida por una generosa familia italiana, los Giannini. La familia ya tenía once hijos, pero estaban contentos de darle la bienvenida a esta joven y pía huérfana en su hogar. La madre de la familia, la Señora Cecilia Gianinni diría más tarde de Gema: “Puedo declarar bajo juramento que durante los tres años y ocho meses en que Gema estuvo con nosotros, nunca supe del menor problema en nuestra familia por su causa, y nunca noté en ella el mínimo defecto. Repito: ni el menor problema ni el mínimo defecto”.

Santa Gema diligentemente ayudaba con los quehaceres de esta familia numerosa. Tenía también tiempo para rezar, que era su actividad favorita. A través de la Providencia, ella consiguió al bendito Pasionista Padre Germán, C.P., como director espiritual a quien ella era totalmente obediente.

El Padre Germán, un teólogo eminente en cuanto a la oración mística, notó que Gema tenía la más profunda vida de oración y resultante unidad con Dios. El estaba convencido de que su “Gema de Cristo” había pasado por todos los nueve estados clásicos de la vida interior.

Gema iba a misa dos veces al día, recibiendo la comunión en una. Ella rezaba las oraciones con fe y por las noches, con la Sra. Giannini, iba a las vísperas. En todos sus ejercicios espirituales ni una sola vez descuidó sus quehaceres diarios en la casa de los Giannini.

El ángel guardián de Santa Gema se le aparecía frecuentemente. Los dos conversaban de la misma manera en que se habla entre los mejores amigos. La pureza e inocencia de Gema debe haber atraído a este glorioso ángel desde del cielo hasta su lado. Gema y su ángel con sus alas extendidas o arrodillado a su lado, recitaban juntos jaculatorias o salmos alternadamente. Cuando meditaban sobre la pasión de Nuestro Señor, su ángel la inspiraba con los más sublimes pensamientos de este misterio. Su ángel guardián una vez le dijo sobre la agonía de Cristo: “Mira lo que Jesús ha sufrido por los hombres. Considera sus heridas una por una. Es el amor lo que las abrió todas. Ve lo execrable (horrible) que el pecado es, ya que para expiarlo, tanto dolor y tanto amor han sido necesarios”.

En 1902 Gema, con buena salud desde su cura milagrosa, se ofreció a Dios como víctima por la salvación de las almas. Jesús la aceptó, y ella cayó peligrosamente enferma. No podía pasar ningún alimento. Aunque recobró brevemente la salud a través de la Divina Providencia, rápidamente volvió a caer enferma. El 21 de septiembre de 1902, comenzó a vomitar pura sangre que venía de los espasmos violentos de amor de su corazón. Mientras tanto, pasaba por un martirio espiritual que ella experimentaba como aridez y desconsuelo en sus ejercicios espirituales. Para añadir, el demonio enemigo multiplicaba sus ataques contra la joven “Virgen de Lucca”. Satanás redoblaba la guerra contra Gema porque sabía que su fin se acercaba. El se esforzaba para persuadirla de que había sido enteramente abandonada por Dios, usando sus infernales apariciones e incluso asestando golpes físicos contra su frágil cuerpo. Un testigo que estaba cuidando a Gema dijo: “Aquella bestia abominable será el final de nuestra querida Gema -golpes sordos, formas de animales feroces, etc.- Me alejé de ella con lágrimas porque el demonio la estaba desgastando.”

Gema incesantemente invocaba los nombres sagrados de Jesús y María, aún la batalla se libraba en ella. Su director espiritual, el venerable Fray Germán, en cuanto a la última batalla de Gema, declaró: “La pobre sufriente pasó días, semanas y meses de esta manera, dándonos ejemplo de paciencia heróica y motivos para sentir un benéfico temor a lo que pueda pasarnos, de no tener los méritos de Gema, a la hora de nuestra muerte”.

Aún así, a través de todas estas pruebas, Gema nunca se quejó, solamente oraba. Gema estaba llegando al final. Era prácticamente un esqueleto viviente, pero todavía bello a pesar de los estragos de su enfermedad. Se le administraron los sagrados viáticos. En sus últimas palabras, dijo: “No busco nada más. He hecho a Dios el sacrificio de todo y de todos. Ahora me preparo para morir.” Boqueando, gritó: “Ahora realmente es verdad que nada mío queda, Jesús. ¡Encomiendo mi pobre alma a ti, Jesús!” Gema entonces sonrió y dejando caer la cabeza a un lado, dejó de vivir.

Una de las hermanas presente en su lecho de muerte, vistió el cuerpo de Gema con los hábitos de las Pasionarias, que era la orden a la que Gema siempre había aspirado. Su muerte bendita tuvo lugar el Sábado Santo, 11 de abril de 1903. Gema Galgani tenía veinticinco años.

Las autoridades de la Iglesia comenzaron a estudiar la vida de Gema en 1917, y fue beatificada en 1933. El decreto aprobando los milagros para la canonización fue leido el veintiséis de marzo de 1939, Domingo de Pasión.

Gema Galgani fue canonizada el 2 de mayo de 1940, sólo treinta y siete años después de su muerte.

Santa Gema, ruega por nosotros.

ORACIÓN DE SANTA GEMA

Aquí me tenéis postrada a vuestros pies santísimos, mi querido Jesús, para manifestaros en cada instante mi reconocimiento y gratitud por tantos y tan continuos favores como me habéis otorgado y que todavía queréis concederme. Cuantas veces os he invocado, ¡oh Jesús! me habéis dejado siempre satisfecha; he recurrido a menudo a Vos, y siempre me habéis consolado. ¿Cómo podré expresaros mis sentimientos, amado Jesús? Os doy gracias…; pero otra gracia quiero de Vos, ¡oh Dios mío!, si es de vuestro agrado… (aquí se manifiesta la gracia que se desea conseguir). Si no fuerais todopoderoso no os haría esta súplica. ¡Oh Jesús!, tened piedad de mí. Hágase en todo vuestra santísima voluntad.

Rezar Padrenuestro, Avemaría y Gloria

webcatolicodejavier.org

SEGUIR LEYENDO [+]

sábado, 11 de mayo de 2013

La historia de Rolando Rivi, joven proclamado mártir por el Papa Francisco


Entre los decretos de mártires aprobados el 28 de marzo por el Papa Francisco, figura de forma particular el de Rolando Rivi, un seminarista de 14 años asesinado por odio a la fe en 1945 en Italia, a manos de un grupo de partisanos comunistas.

El joven seminarista nació en 1931, en San Valentino (Italia), siendo el segundo hijo de dos granjeros profundamente religiosos, Roberto y Albertina.

Apenas a los 11 años, en 1942, Rolando decidió ingresar al seminario de la villa italiana de Marola. El 1 de octubre de ese año tomó la sotana.

Según recuerdan sus compañeros por aquellos días, el joven los animaba asegurándoles que “un día, con la ayuda de Dios, seremos sacerdotes. Yo seré misionero. Quiero llevar a Jesús a quienes no le conocen”.

“Nuestro deber como sacerdotes es rezar mucho y salvar almas para llevarlas al paraíso”, les decía.

Al invadir los alemanes Italia en 1944, y cerrar el seminario donde estudiaba, Rolando vio truncada su formación sin haber recibido siquiera las órdenes menores. A pesar de esto, el joven no dejó de vestir la sotana durante su apoyo a Acción Católica y catequesis.

Sus padres le rogaban que se quite la sotana, “es mejor que no la utilices”, pues diversos grupos comunistas, dedicados al sabotaje contra los nazis, expresaban también su odio a la Iglesia asesinando a varios sacerdotes en la región.

“¿Por qué? ¿Qué mal hago llevándola?”, preguntaba Rolando ante los pedidos de que deje de usar su vestimenta de seminarista.

“No tengo ninguna razón para dejar de usarlo. Estudio para ser sacerdote y debo vestir en señal de que pertenezco a Jesús”, aseguraba, a pesar de haber recibido ya insultos de partisanos comunistas en su pueblo.

Sin embargo, Rolando aseguraba que “no tengo miedo ni estoy asustado. No puedo esconderme. Pertenezco a Dios”.

A pesar del peligro, el joven continuó ayudando en la parroquia de su pueblo junto al párroco, P. Olinto Marzocchini y al P. Alberto Camellini, quienes también sufrieron agresiones de los comunistas.

El 10 de abril de 1945 tocó el órgano durante la Misa que ofició el P. Marzocchini en la parroquia. Al culminar la Eucaristía, vestido con su sotana, recogió sus cosas y cruzó el bosque que lo separaba de su hogar, al cual nunca logró llegar.

Tras una búsqueda desesperada de tres días, el padre de Rolando, junto al P. Camellini encontraron su cadáver lleno de signos de tortura y martirio.
Según se reveló después, Rolando sufrió durante tres días torturas y humillaciones, con insultos a Dios, Cristo y a la Iglesia.

Los partisanos comunistas comenzaron su tormento contra el joven seminarista quitándole la sotana y golpeándole duramente con un cinturón.
Al terminar con la tortura, los partisanos comunistas lo llevaron entre los árboles, dejando un rastro de sangre tras de sí.

Sus captores le dejaron rezar, pidiendo por sus padres y por sus asesinos. Después, los comunistas le dispararon dos veces, impactándole en la cabeza y cerca del corazón.

Tras semienterrarlo, los asesinos se quedaron con la sotana de Rolando, anudándola para utilizarla como pelota de fútbol.

Rolando fue enterrado formalmente el 29 de mayo, tras la liberación de Italia, recibiendo el homenaje de todos los fieles del pueblo.

Su tumba se convirtió en un lugar de peregrinación y se atribuyeron diversas curaciones a su intercesión.

La Diócesis de Módena (Italia) abrió la causa de beatificación de Rolando en 2006.

Seis años después, la comisión encargada por la Congregación para la Causa de los Santos certificó su muerte como mártir por odio a la fe, que fue decretada por el Papa Francisco.

aciprensa.com

SEGUIR LEYENDO [+]

viernes, 10 de mayo de 2013

San Juan de Ávila


Sacerdote, patrón de los sacerdotes españoles, reformador, escritor.
Director espiritual de San Juan de Dios
Fiesta: 10 de Mayo

Infancia y formación sacerdotal

San Juan de Ávila nació el 6 de enero de 1499 (o 1500) en Almodóvar del Campo (Ciudad Real), de una familia profundamente cristiana. Sus padres, Alfonso de Ávila (de ascendencia israelita) y Catalina Jijón, poseían unas minas de plata en Sierra Morena, y supieron dar al niño una formación cristiana de sacrificio y amor al prójimo. Son conocidas las escenas de entregar su sayo nuevo a un niño pobre, sus prolongados ratos de oración, sus sacrificios, su devoción eucarística y mariana.

Probablemente en 1513 comenzó a estudiar leyes en Salamanca, de donde volvería después de cuatro años para llevar una vida retirada en Almodóvar. A pesar de llamarlas ‘leyes negras’ los estudios de Salamanca dejaron huella en su formación eclesiástica, como puede constatarse en sus escritos de reforma. Esta nueva etapa en Almodóvar, en casa de sus padres, viviendo una vida de oración y penitencia, durará hasta 1520. Pues aconsejado por un religioso franciscano, marchará a estudiar artes y teología a Alcalá de Henares (1520-1526). De esta etapa en Alcalá existen testimonios de su gran valía intelectual, como así lo atestigua el Mtro. Domingo de Soto. Allí estuvo en contacto con las grandes corrientes de reforma del momento. Conoció el erasmismo, las diversas escuelas teológicas y filosóficas y la preocupación por el conocimiento de las Sagradas Escrituras y los Padres de la Iglesia. También trabó amistad con quienes habían de ser grandes reformadores de la vida cristiana, como don Pedro Guerrero, futuro arzobispo de Granada, y posiblemente también con el venerable Fernando de Contreras. Incluso pudo haber conocido allí al P. Francisco de Osuna y a San Ignacio de Loyola.

Primeros años de sacerdocio

Durante sus estudios en Alcalá, murieron sus padres. Juan fue ordenado sacerdote en 1526, y quiso venerar la memoria de sus padres celebrando su Primera Misa en Almodóvar del Campo. La ceremonia estuvo adornada por la presencia de doce pobres que comieron luego a su mesa. Después vendió todos los bienes que le habían dejado sus padres, los repartió a los pobres, y se dedicó enteramente a la evangelización, empezando por su mismo pueblo.

Un año después, se ofreció como misionero al nuevo obispo de Tlascala (Nueva España), Fr. Julián Garcés, que habría de marchar para América en 1527 desde el puerto de Sevilla. Con este firme propósito de ser evangelizador del Nuevo Mundo, se trasladó san Juan de Ávila a Sevilla, donde mientras tanto se entregó de lleno al ministerio, en compañía de su compañero de estudios en Alcalá el venerable Fernando de Contreras. Ambos vivían pobremente, entregados a una vida de oración y sacrificio, de asistencia a los pobres, de enseñanza del catecismo.

Esta amistad y convivencia con Fernando de Contreras, fueron posiblemente las que motivaron el cambio de las ansias misioneras de Juan de Ávila. El P. Contreras habló con el arzobispo de Sevilla, D. Alonso Manrique, y éste le ordenó a Juan que se quedara en las ‘Indias’ del mediodía español. El mismo arzobispo quiso conocer personalmente la valía del nuevo sacerdote y le mandó predicar en su presencia. Juan de Ávila contaría después la vergüenza que tuvo que pasar; orando la noche anterior ante el crucifijo, pidió al Señor que, por la vergüenza que él pasó desnudo en la cruz, le ayudara a pasar aquel rato amargo. Y cuando, al terminar el sermón, le colmaron de alabanzas, respondió: eso mismo me decía el demonio al subir al púlpito.

Durante algún tiempo continuó el ministerio juntamente con Fernando de Contreras. Pronto se dirigió a predicar y ejercer el ministerio en Écija (Sevilla). Uno de sus primeros discípulos y compañero fue Pedro Fernández de Córdoba, cuya hermana de catorce años, D.ª Sancha Carrillo (ambos hijos de los señores de Guadalcázar, Córdoba), comenzó una vida de perfección bajo la guía del Maestro Ávila. La que habría sido dama de la emperatriz Isabel, pasó a ser (después de confesarse con san Juan de Ávila) una de las almas más delicadas de la época y destinataria de las enseñanzas del Maestro en el Audi, Filia, preciosa pieza espiritual del siglo XVI y único libro escrito por Juan de Ávila. Su predicación se extendía también a Jerez de la Frontera, Palma del Río, Alcalá de Guadaira, Utrera..., juntamente con la labor de confesionario, dirección de almas, arreglo de enemistades.

Pero su presencia en Écija pronto le va a acarrear las enemistades y la persecución. El primer incidente ocurrió cuando un comisario de bulas impidió la predicación de Juan para poder predicar él la bula de que era comisario. El auditorio, sin embargo, dejó al bulero solo en la iglesia principal y fue a escuchar a Juan de Ávila en otra iglesia. Después del suceso, el comisario de bulas, en plena calle, propinó una bofetada a Juan. Éste se arrodilló y dijo humildemente: emparéjeme esta otra mejilla, que más merezco por mis pecados. Este hecho y las envidias de algunos eclesiásticos, llevaron precisamente a los clérigos a denunciar a San Juan de Ávila ante la Inquisición sevillana en 1531.

Procesado por la Inquisición

Desde 1531 hasta 1533 Juan de Ávila estuvo procesado por la Inquisición. Las acusaciones eran muy graves en aquellos tiempos: llamaba mártires a los quemados por herejes, cerraba el cielo a los ricos, no explicaba correctamente el misterio de la Eucaristía, la Virgen había tenido pecado venial, tergiversaba en sentido de la Escritura, era mejor dar limosna que fundar capellanías, la oración mental era mejor que la oración vocal... Todo menos la verdadera acusación: aquel clérigo no les dejaba vivir tranquilos en su cristianismo o en su vida ‘clerical’. Y Juan fue a la cárcel donde pasó un año entero.

Juan de Ávila no quiso defenderse y la situación era tan grave que le advirtieron que estaba en las manos de Dios, lo que indicaba la imposibilidad de salvación; a lo que respondió: No puede estar en mejores manos. San Juan fue respondiendo uno a uno todos los cargos, con la mayor sinceridad, claridad y humildad, y un profundo amor a la Iglesia y a su verdad. Y aquél que no quiso tachar a los cinco testigos acusadores, se encontró con que la Providencia le proporción 55 que declararon a su favor.

Este tiempo en la cárcel produjo sus frutos interiores, al igual que lo hiciera con san Juan de la Cruz. En ella escribió un proyecto del Audi, Filia, pero sobre todo, como él nos cuenta, allí aprendió, más que en sus estudios teológicos y vida anterior, el misterio de Cristo. Juan fue absuelto. Pero lo que más humillante fue la sentencia de absolución: “Haber proferido en sus sermones y fuera de ellos algunas proposiciones que no parecieron bien sonantes”, y le mandan, bajo excomunión, que las declare convenientemente, donde las haya predicado.

Viajes y ministerio desde 1535 a 1554

En 1535 marcha Juan de Ávila a Córdoba, llamado por el obispo Fr. Álvarez de Toledo. Allí conoce a Fr. Luis de Granada, con quien entabla relaciones espirituales profundas. Organiza predicaciones por los pueblos (sobre todo por la Sierra de Córdoba), consigue grandes conversiones de personas muy elevadas, entabla buenas relaciones con el nuevo obispo de Córdoba, D. Cristobal de Rojas, que quien dirigirá las Advertencias al Concilio de Toledo.

La labor realizada en Córdoba fue muy intensa. Prestó mucha atención al clero, creando centros de estudios, como el Colegio de San Pelagio (en la actualidad el Seminario Diocesano), el Colegio de la Asunción (donde no se podía dar título de maestro sin haberse ejercitado antes en la predicación y el catecismo por los pueblos). Explica las cartas de san Pablo a clero y fieles. Un padre dominico, que primero se había opuesto a la predicación de san Juan, después de escuchar sus lecciones, dijo: vengo de oír al propio san Pablo comentándose a sí mismo.

Córdoba es la diócesis de san Juan de Ávila, tal vez ya desde 1535, pero con toda seguridad desde 1550. Allí le vemos cuando murió D.ª Sancha Carrillo, en 1537, de quien escribió una biografía que se ha perdido. Predica frecuentemente en Montilla, por ejemplo la cuaresma de 1541. Y las célebres misiones de Andalucía (y parte de Extremadura y Castilla la Mancha) las organiza desde Córdoba (hacia 1550-1554). Juan recibiría en Córdoba el modesto beneficio de Santaella, que le vinculó a la diócesis cordobesa para lo restante de su vida. En el Alcázar Viejo de Córdoba reuniría a veinticinco compañeros y discípulos con los que trabajaba en la evangelización de las comarcas vecinas.

A Granada acudió san Juan de Ávila, llamado por el arzobispo D. Gaspar de Avalos, el año 1536. Es en Granada donde tiene lugar el cambio de vida de san Juan de Dios; en la ermita de san Sebastián, oyendo a san Juan de Ávila, Juan Cidad, antiguo soldado y ahora librero ambulante, se convirtió en san Juan de Dios. En numerosas ocasiones san Juan de Dios a Montilla para dirigirse espiritualmente con el Maestro Ávila, convirtiéndose en su más fiel discípulo.

El duque de Gandía, Francisco de Borja, fue otra alma predilecta influida por la predicación de san Juan de Ávila; las honras fúnebres predicadas por éste en las exequias de la emperatriz Isabel (1539) fueron la ocasión providencial que hicieron cambiar de rumbo la vida del futuro general de la Compañía.

En Granada lo vemos formando el primer grupo de sus discípulos más distinguidos. En Granada también, en 1538 están fechadas las primeras cartas de san Juan de Ávila que conocemos. En los años sucesivos vemos a san Juan de Ávila en Córdoba, Baeza, Sevilla, Montilla, Zafra, Fregenal de la Sierra, Priego de Córdoba. La predicación, el consejo, la fundación de colegios, le llevan a todas partes.

La cuaresma de 1545 la predicó en Montilla. Su predicación iba siempre seguida de largas horas de confesionario y de largas explicaciones del catecismo a los niños; éste era un punto fundamental de su programa de predicación.

Los colegios de san Juan de Ávila

En todas las ciudades por donde pasaba, Juan de Ávila procuraba dejar la fundación de algún colegio o centro de formación y estudio. Sin duda, la fundación más celebre fue la Universidad de Baeza (Jaén). La línea de actuación que allí impuso era común a todos sus colegios, como puede verse plasmada en los Memoriales al Concilio de Trento, donde pide la creación de seminarios, para una verdadera reforma de la Iglesia y del clero.

Predicando el Evangelio

Es la definición que mejor cuadra a Juan de Ávila: predicador. Éste es precisamente el epitafio que aparece en su sepulcro: “mesor eram”. El centro de su mensaje era Cristo crucificado, siendo fiel discípulo de san Pablo. Predicaba tanto en las iglesias como incluso en las calles. Sus palabras iban directamente a provocar la conversión, la limpieza de corazón. El contenido de su predicación era siempre profundo, con una teología muy escriturística. Pero ésta estaba sobre todo precedida de una intensa oración. Cuando le preguntaban qué había que hacer para predicar bien, respondía: ‘amar mucho a Dios’.

Los textos de los sermones de san Juan de Ávila están acomodados al tiempo litúrgico. Los temas principales son la Eucaristía, el Espíritu Santo, la pasión, el tiempo litúrgico; siendo el tema predilecto para los clérigos el del sacerdocio. La fuerza de su predicación se basaba en la oración, sacrificio, estudio y ejemplo. Podía hablar claro quien había renunciado a varios obispados y al cardenalato, y quien no aceptaba limosnas ni estipendios por los sermones, ni hospedaje en la casa de los ricos o en los palacios episcopales. El desprecio y conocimiento de sí mismo era el secreto para guardar el equilibrio al reprender a los demás, considerándose siempre inferior a los demás.

Su modelo de predicador era san Pablo, al que procuraba imitar sobre todo en el conocimiento del misterio de Cristo. Afirma su biógrafo el Lic. Muñoz que “no predicaba sermón sin que por muchas horas la oración le precediese”, ya que “su principal librería” era el crucifijo y el Santísimo Sacramento.

La misión apostólica de la predicación era precisamente uno de los objetivos de la fundación de sus colegios de clérigos. Ésta era también una de las finalidades de los Memoriales dirigidos al Concilio de Trento.

Retiro en Montilla

Desde 1511 Juan de Ávila se sintió enfermo. Gastado en un ministerio duro, sintió fuertes molestias que le obligaron a residir definitivamente en Montilla desde 1554 hasta su muerte. Rehusó la habitación ofrecida en el palacio de la marquesa de Priego, y se retiró en una modesta casa propiedad de la marquesa. Su vida iba transcurriendo en la oración, la penitencia, la predicación (aunque no tan frecuente), las pláticas a los sacerdotes o novicios jesuitas, la confesión y dirección espiritual, el apostolado de la pluma.

Su enfermedad la ofreció para inmolarse por la Iglesia, a la que siempre había servido con desinterés. Cuando arreciaba más la enfermedad, oraba así: “Señor, habeos conmigo como el herrero: con una mano me tened, y con otra dadme con el martillo”.

Pero a Juan todavía le quedaban quince años de vida fructífera, que empleó avaramente en la extensión del Reino de Dios. El retiro de Montilla le dio la posibilidad de escribir con calma sus cartas, la edición definitiva del Audi, Filia, sus sermones y tratados, los Memoriales al Concilio de Trento, las Advertencias al Concilio de Toledo y otros escritos menores. Se puede decir que Juan de Ávila inicia con sus escritos la mística española del Siglo de oro. Si en otros períodos de su vida se podía calificar de predicador, misionero, fundador de colegios, ahora, en Montilla, se puede resumir su vida diciendo que era escritor.

El Audi, Filia, a pesar de todas las vicisitudes por las que pasó, y tras retocarlo de nuevo en Montilla, queriéndolo confrontar con las enseñanzas de Trento, fue publicado después de su muerte. El rey Felipe II lo apreció tanto que pidió no faltara nunca en El Escorial. El Card. Astorga, arzobispo de Toledo, diría que, con él, “había convertido más almas que letras tiene”. Prácticamente es el primer libro en lengua vulgar que expone el camino de perfección para todo fiel, aun el más humilde. El sentido de perfección cristiana es el sentido eclesial de desposorio de la Iglesia con Cristo. Éste y otros libros de Juan influyeron posteriormente en autores de espiritualidad.

Las cartas de Juan de Ávila llegaban a todos los rincones de España e incluso a Roma. De todas partes se le pedía consejo. Obispos, santos, personas de gobierno, sacerdotes, personas humildes, enfermos, religiosos y religiosas, eran los destinatarios más frecuentes. Las escribía de un tirón, sin tener tiempo para corregirlas. Llenas de doctrina sólida, pensadas intensamente, con un estilo vibrante.

No hay en todo el siglo XVI ningún autor de vida espiritual tan consultado como Juan de Ávila. Examinó la Vida de santa Teresa, se relacionó frecuentemente con san Ignacio de Loyola o con sus representantes, con san Francisco de Borja, san Juan de Dios, san Pedro de Alcántara, San Juan de Ribera, fray Luis de Granada.

A Juan de Ávila se le llama reformador, si bien sus escritos de reforma se ciñen a los Memoriales para el Concilio de Trento, escritos para el arzobispo de Granada, D. Pedro Guerrero, ya que Juan de Ávila no pudo acompañarle a Trento debido a su enfermedad, y a las Advertencias al Concilio de Toledo, escritas para el obispo de Córdoba, D. Cristóbal de Rojas, que habrían de presidir el Concilio de Toledo (1565), para aplicar los decretos tridentinos.

La doctrina de san Juan de Ávila sobre le sacerdocio quedó esquematizada en un Tratado sobre el sacerdocio, del que conocemos sólo una parte, pero una belleza y contenido extraordinarios, y que sirvió de pauta para sus pláticas y retiros a clérigos, y para que sus discípulos hicieran otro tanto donde no podía llegar ya el Maestro.

Escuela Sacerdotal

Este término aparece con frecuencia en las primeras biografías de nuestro santo, para referirse a sus discípulos. Todos ellos tienen un denominador común, a pesar de ministerios muy diversos y de encontrarse en lugares muy distantes: predicar el misterio de Cristo, enderezar las costumbres, renovación de la vida sacerdotal según los decretos conciliares, no buscar dignidades ni puestos elevados, vida intensa de oración y penitencia, paciencia en las contradicciones y persecuciones, sentido de Iglesia, enseñar la doctrina cristiana, dirección espiritual, etc. Los encontramos en los pueblecitos más alejados de pastores y agricultores como en las aldeas de Fuenteovejuna, como entre los consejeros de los grandes; en los colegios y universidades o en las costas de Andalucía; en las prelaturas o en las minas de Almadén.

El grupo sacerdotal de Juan de Ávila parece que se estructura en Granada hacia el año 1537, aunque ya antes se habían hecho discípulos suyos algunos sacerdotes de Sevilla, Écija y Córdoba. En Córdoba reunió a más de veinte en el Alcázar Viejo. Y fue allí donde dirigió un centro misional durante ocho o nueve años. La gran misión del mediodía español es una de las manifestaciones típicas de la escuela sacerdotal de Juan de Ávila.

La escuela sacerdotal de Juan de Ávila no se puede estudiar sino teniendo a la vista la relación con la Compañía de Jesús. Juan encaminó a muchos de sus discípulos a la Compañía, y hubo intentos de fusión, cesión de colegios, estudio conjunto, ayuda a los jesuitas, que en Salamanca encontraron muchas dificultades. Pero Juan de Ávila no entró en la Compañía. Éste era el gran deseo de san Ignacio, hasta el punto de afirmar que “o nosotros nos unamos a él o él a nosotros”. Pero la voluntad del Señor no era ésta, la enfermedad de Juan y los caminos del Señor lo impidieron. A pesar de ello, él fue enviando a sus mejores discípulos a la Compañía.

La escuela sacerdotal avilista ser refleja principalmente en su Maestro. El testimonio y la doctrina de Juan dejaron huella imborrable, como le iba dejando su sello personal que tenía dibujado el Santísimo Sacramento. En sus discípulos dejó impresa la ilusión por la vocación sacerdotal, el amor al sacerdocio, con los matices de la vida eucarística, vida litúrgica y de oración personal profunda, devoción al Espíritu Santo, a la Pasión del Señor, a la Virgen María, entrega total al servicio desinteresado de la Iglesia en la expansión del Reino y la predicación de la Palabra de Dios. Pero lo que consideraba esencial en todo aquel que quería ser buen sacerdote era la vida de oración, ya que en la caridad y en la oración era en los que según él habrían de consistir los exámenes de Órdenes.

En la Santa Misa centraba toda la evangelización y vida sacerdotal. La celebraba empleando largo tiempo, con lágrimas por sus pecados. Sobre la Eucaristía jamás le faltó materia para predicar, especialmente en la fiesta y octava del Corpus. “Trátalo bien, que es hijo de buen Padre”, dijo a un sacerdote de Montilla que celebraba con poca reverencia; la corrección tuvo como efecto conquistar un nuevo discípulo. Ya enfermo en Montilla, quiso ir a celebrar misa a una ermita; por el camino se sintió imposibilitado; el Señor, en figura de peregrino, se le apareció y le animó a llegar hasta la meta. Fue el gran apóstol de la comunión frecuente, a pesar de las contradicciones que se le siguieron. Prefería la presencia eucarística a la visita de los Santos Lugares.

Su virtud principal fue la caridad. Tenía un amor entrañable a la humanidad de Cristo: “el Verbo encarnado fue el libro y juntamente maestro”. Su Tratado del amor de Dios es una joya de la literatura teológica en lengua castellana. Su amor al prójimo fue la expresión del ministerio sacerdotal. Toda la obra de Juan de Ávila mira hacia la caridad cristiana. De ahí la preocupación por la educación cristiana y humana integral, la preocupación por los problemas sociales, por la reforma del estado seglar (como él decía), por la reforma del clero.

Una cruz grande de palo en su habitación de Montilla, la renuncia a las prebendas y obispados (el de Segovia y Granada), así como el capelo cardenalicio (ofrecido por Paulo III), son índice de la pobreza y humildad de quien “fue obrero sin estipendio..., y habiendo servido tanto a la Iglesia, no recibió de ella un real” (Lic. Muñoz). No renunció al episcopado por desprecio, sino por imitar al Señor y por sentirse indigno. Su amor a la pobreza no tiene otra motivación sino un amor profundo a Jesucristo. Asistía a los pobres. Vivía limpia y pobremente y no consiguieron cambiarle el manteo o la sotana ni aun con engaño.

Su humildad le llevó a ser un verdadero reformador. No pudieron sacarle ningún retrato. Su predicación iba siempre acompañada del catecismo a los niños; su método catequético tiene sumo valor en la historia de la pedagogía.

El celo por la extensión del Reino aparece en sus obras y palabras. Las cartas a los predicadores son pura llama de apóstol. No admitía que murmurasen de nadie. La castidad la veía en relación al sacerdocio, principalmente como ministro de la Eucaristía. La devoción a María la expresa continuamente y la aconseja a todo el mundo.

De todas sus virtudes, de su prudencia, consejo, discreción, etc., hablan sus biógrafos. Pero él conocía bien sus propios defectos y, por eso, pidió en las últimas horas de su vida que no le hablaran de cosas elevadas, sino que le dijeran lo que se dice a los que van a morir por sus delitos. A Juan de Ávila no le atraían propiamente las virtudes en sí mismas, sino el misterio de Cristo vivido y predicado.

Entregado al estudio continuo de las Escrituras y de otras materias eclesiásticas, gastando su vida en la oración, predicación y fundación de obras apostólicas y sociales, en la dirección de las almas y en la enseñanza del catecismo, en la formación de sacerdotes y futuros sacerdotes, Juan de Ávila es un maestro de apóstoles.

La figura personal y pastoral de Juan de Ávila encontró pronto eco en Italia con san Carlos Borromeo, y en Francia en la escuela sacerdotal francesa del siglo XVII. Pero su obra quedó, en parte, en la tiniebla en su aportación más profunda a la vida evangélica precisamente para el clero diocesano y la vida de perfección cristiana en las estructuras de todo el pueblo de Dios.

Muerte de Juan de Ávila.

La estancia definitiva en Montilla fue especialmente fructífera. Dejó una huella imborrable en los sacerdotes de la ciudad. En una de sus últimas celebraciones de la misa le hablo un hermoso crucifijo que él veneraba: “perdonados te son tus pecados”.

Pero la enfermedad iba pudiendo más que su voluntad. A principio de mayo de 1569 empeoró gravemente. En medio de fuertes dolores se le oía rezar: “Señor mío, crezca el dolor, y crezca el amor, que yo me deleito en el padecer por vos”. Pero en otras ocasiones podía la debilidad: “¡Ah, Señor, que no puedo!”. Una noche, cuando no podía resistir más, pidió al Señor le alejara el dolor, como así se hizo en efecto; por la mañana, confundido, dijo a los suyos: “¡Qué bofetada me ha dado Nuestro Señor esta noche!”.

Juan de Ávila no hizo testamento, porque dijo que no tenía nada que testar. Pidió que celebraran por él muchas misas; rogó encarecidamente que le dijeran lo que se dice a quienes van a morir por sus delitos. Quiso que se celebrara la misa de resurrección en aquellos momentos en que se encontraba tan mal. Manifestó el deseo de que su cuerpo fuera enterrado en la iglesia de los jesuitas, pues a los que tanto había querido en vida, quiso dejarles su cuerpo en muerte. Quiso recibir la Unción con plena conciencia. Invocó a la Virgen con el Recordare, Virgo Mater... Y una de sus últimas palabras mirando el crucifijo, fue “ya no tengo pena de este negocio”. Era el 10 de mayo de 1569. Santa Teresa, al enterarse de la muerte de Juan de Ávila, se puso a llorar y, preguntándole la causa, dijo: “Lloro porque pierde la Iglesia de Dios una gran columna”.

La persona, los escritos, la obra y los discípulos de Juan de Ávila influirán en los siglos posteriores. Hemos visto los santos y autores que estuvieron relacionados más o menos con san Juan de Ávila; casi todos ellos influenciados por sus escritos, por su persona o por su obra. Se suelen encontrar, además, vestigios de influencia místico-poética en san Juan de la Cruz y en Lope de Vega. San Francisco de Sales y san Alfonso Mª de Ligorio citan frecuentemente a san Juan de Ávila. Y san Antonio Mª Claret reconocía el bien que le hicieron los escritos de san Juan de Ávila como predicador. Su influencia es notoria en la escuela francesa de espiritualidad sacerdotal, en cuyos escritos y doctrina se inspiraron.

En 1588, Fr. Luis de Granada, recogiendo algunos escritos enviados por los discípulos y recordando su propia convivencia con san Juan de Ávila, escribió la primera biografía. En 1623, la Congregación de san Pedro Apóstol, de sacerdotes naturales de Madrid, inicia la causa de beatificación. En 1635, el Licdo. Luis Muñoz escribe la segunda biografía de Juan de Ávila, basándose en la de Fr. Luis, en los documentos del proceso de beatificación y en algunos documentos que se han perdido. El día 4 de abril de 1894, León XIII beatifica al Maestro Ávila. Pío XII, el 2 de julio de 1946 lo declara Patrono del clero secular español. Pero el maestro de santos tendrá que esperar hasta el año 1970 para ser canonizado por el Papa Pablo VI.

La iglesia de la Compañía de Montilla, donde descansan sus restos, y la pequeña casa donde vivió sus últimos años san Juan de Ávila, son centros de continuo peregrinar de obispos, sacerdotes y fieles de toda España.

La Conferencia Episcopal Española ha pedido a la Santa Sede, con motivo del centenario del nacimiento de san Juan de Ávila, que sea declarado Doctor de la Iglesia Universal. Esperamos que aquél que ha sido conocido a lo largo de los últimos cinco siglos como el Maestro, pronto le sea reconocido por la Iglesia oficial el título de Doctor y Maestro del pueblo cristiano.

corazones.org

SEGUIR LEYENDO [+]

jueves, 9 de mayo de 2013

Reconocer nuestras faltas

Un hombre que tenía un grave problema de miopía se consideraba un experto en evaluación de arte. Un día visitó un museo con algunos amigos. Se le olvidaron las gafas en su casa y no podía ver los cuadros con claridad, pero eso no lo detuvo a la hora de vociferar sus fuertes críticas.

Tan pronto entraron a la galería, comenzó a criticar las diferentes pinturas. Al detenerse ante lo que pensaba era un retrato de cuerpo entero, empezó a criticarlo. Con aire de superioridad dijo: "El marco es completamente inadecuado para el cuadro. El hombre está vestido en una forma muy ordinaria y andrajosa. En realidad, el artista cometió un error imperdonable al seleccionar un sujeto tan vulgar y sucio para su retrato. Es una falta de respeto".


El hombre siguió su parloteo sin parar hasta que su esposa logró llegar hasta él entre la multitud y lo apartó discretamente para decirle en voz baja: "Querido, ¡¡¡estás mirando un espejo!!!".

Muchas veces nuestras propias faltas, las cuales tardamos en reconocer y admitir, parecen muy grandes cuando las vemos en los demás. Debemos mirarnos en el espejo más a menudo, observar bien para detectarlas, y tener el valor moral de corregirlas; es más fácil negarlas que reconocerlas. Por eso, es necesario dejar a un lado el orgullo, pues sólo con humildad podremos ver nuestros defectos y corregirlos.

“El que encubre sus faltas no prosperará, más el que las admite y se aparta alcanzará misericordia. Proverbios 28:13”

webcatolicodejavier.org

SEGUIR LEYENDO [+]

miércoles, 8 de mayo de 2013

Francisco: El Espíritu Santo nos enseña a mirar con los ojos de Cristo

“El tiempo pascual es por excelencia el tiempo del Espíritu Santo que culmina con la solemnidad de Pentecostés en que la Iglesia revive la efusión del Espíritu Santo”, explicó el Papa a las 75.000 personas presentes en la Plaza de San Pedro para asistir a la audiencia general de los miércoles. Después de dar la vuelta en automóvil a la Plaza y saludar a los diversos grupos de fieles, el Papa comenzó su catequesis dedicada a la tercera persona de la Trinidad: el Espíritu Santo.

“En el Credo -dijo Francisco- profesamos con fe: “Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida”. La primera verdad que aseveramos es que el Espíritu Santo es “Kyrios”, es decir Señor. Esto significa que es verdaderamente Dios como lo son el Padre y el Hijo. Pero quisiera hablar sobre todo del hecho de que es también la fuente inagotable de la vida de Dios en nosotros”.

“El hombre de todos los tiempos y todos los lugares -prosiguió el pontífice- desea una vida plena y hermosa, una vida que no esté amenazada por la muerte, sino que pueda madurar y crecer hasta su plenitud. El ser humano es como un viajero que, cruzando los desiertos de la vida, tiene sed de agua viva y fresca, capaz de saciar su profundo deseo de luz, amor, belleza y paz. ¡Todos sentimos ese deseo! Y Jesús vino a darnos ese "agua viva" que es el Espíritu Santo que procede del Padre y que derrama en nuestros corazones.”He venido para que tengan vida y la tengan abundante”, dice Jesús”.

Cristo vino a darnos el agua viva que es el Espíritu Santo “para que nuestra vida esté guiada por Dios. Por eso cuando decimos que el cristiano es un ser espiritual, queremos decir que es una persona que piensa y actúa de acuerdo con Dios, según el Espíritu Santo. Sabemos que el agua es esencial para la vida, sin agua morimos, el agua apaga la sed, lava, hace que la tierra sea fértil.

El “agua viva", el Espíritu Santo, don del Resucitado que viene a morar en nosotros, nos purifica, nos ilumina, nos renueva, nos transforma, porque nos hace partícipes de la misma vida de Dios, que es amor.”.

El apóstol Pablo, señaló el Papa, afirma que la vida de los cristianos “está animada por el Espíritu y rica de sus frutos que son “amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí". El Espíritu mismo, junto con nuestro espíritu, atestigua que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él, para que también seamos glorificados con él.

Este es el precioso don que el Espíritu Santo trae a nuestros corazones: la vida misma de Dios, vida de hijos verdaderos, una relación de libertad y confianza en el amor y la misericordia de Dios, que tiene como efecto también un nueva mirada a los demás, cercanos y lejanos, vistos siempre como hermanos y hermanas en Jesús a los que hay que amar y respetar. El Espíritu Santo nos enseña a mirar con los ojos de Cristo”.

“Por eso -concluyó- el agua viva que es el Espíritu Santo apaga la sed de nuestra vidas porque nos dice que Dios nos ama como hijos, que podemos amarlo como hijos suyos y que por su gracia podemos vivir como hijos de Dios, como Jesús”.

aica.org

SEGUIR LEYENDO [+]

martes, 7 de mayo de 2013

Pregúntale a Jesús lo que quiere de tí

"Déjenme preguntarles esto: ¿Han escuchado a veces la voz del Señor que, a través de un deseo, una inquietud, los invitaba a seguirlos más de cerca?", preguntó Francisco.

El santo padre Francisco se asomó a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Regina Cæli con los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Cuarto Domingo de Pascua se caracteriza por el evangelio del Buen Pastor --en el capítulo décimo de san Juan--, que se lee todos los años.

El pasaje de hoy narra estas palabras de Jesús: "Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno". (10, 27-30). En estos cuatro versículos está todo el mensaje de Jesús, y es el núcleo central de su Evangelio: nos llama a participar de su relación con el Padre, y esta es la vida eterna.

Jesús quiere establecer una relación con sus amigos que sea el reflejo de la que Él mismo tiene con el Padre: una relación de recíproca pertenencia y de confianza mutua, en íntima comunión. Para expresar esta profunda armonía, esta relación de amistad, Jesús utiliza la imagen del pastor con sus ovejas: él las llama, y estas reconocen su voz, responden a su llamada y le siguen. ¡Es hermosa esta parábola!

El misterio de la voz es fascinante: pensemos que desde el vientre de nuestra madre aprendemos a reconocer su voz, y la del papá; por el tono de una voz percibimos el amor o el desprecio, el afecto o la frialdad. ¡La voz de Jesús es única! Si aprendemos a distinguir, Él nos guía en el camino de la vida, una vía que va más allá del abismo de la muerte.

Pero Jesús, en un momento dado, dice, refiriéndose a sus ovejas: "El Padre, que me las ha dado..." (Jn. 10, 29). Esto es muy importante, es un profundo misterio, que no es fácil de entender: si me siento atraído por Jesús, si su voz enciende mi corazón, es gracias a Dios Padre, que ha puesto en mí el deseo de amor, de verdad, de vida, y de belleza... ¡y Jesús es todo esto en plenitud!

Esto nos ayuda a comprender el misterio de la vocación, sobre todo de la llamada a una consagración especial. A veces Jesús nos llama, nos invita a seguirlo, pero a lo mejor resulta que no nos damos cuenta de que es Él, así como le sucedió al joven Samuel.

Hay muchos jóvenes hoy aquí en la plaza. Son ustedes muchos, ¿verdad? Se ve, ¡eso sí! Son tantos los jóvenes hoy en la plaza... Déjenme preguntarles esto: ¿Han escuchado a veces la voz del Señor, que a través de un deseo, una inquietud, los invitaba a seguirlos más de cerca? ¿Lo han escuchado? ¡No escucho…! ¡Bien!

¿Han tenido algún deseo de ser apóstoles de Jesús? La juventud hay que “meterla en juego” en pos de nobles ideales. ¿Piensan en esto? ¿Están de acuerdo? Pregúntale a Jesús lo que quiere de ti ¡y sé valiente! ¡Pregúntale!

Detrás y delante de toda vocación al sacerdocio o a la vida consagrada, siempre está la fuerte e intensa oración de alguien: de una abuela, un abuelo, de una madre, un padre, de una comunidad...

Por eso Jesús dijo: "Rueguen, pues, al Dueño de la mies -es decir, Dios Padre--, que envíe obreros a su mies" (Mt. 9,38). Las vocaciones nacen en la oración y de la oración; y solo en la oración pueden perseverar y dar fruto.

Me gustaría insistir hoy, que es el "Día Mundial de Oración por las Vocaciones". A que oremos especialmente por los nuevos sacerdotes de la diócesis de Roma, que he tenido la alegría de ordenar esta mañana. Eran diez jóvenes que dijeron sí a Jesús y han sido ordenados sacerdotes esta mañana.

E invoquemos la intercesión de María, que es la Mujer del "sí". Ella ha aprendido a reconocer la voz de Jesús, desde que lo llevaba en el vientre. Que María, nuestra Madre, ¡nos ayude a conocer cada vez mejor la voz de Jesús y a seguirla, para caminar en el camino de la vida!

Muchas gracias por el saludo... Pero también saluden a Jesús.


Griten: ¡Jesús, Jesús…!, ¡Fuerte!

iglesia.org

SEGUIR LEYENDO [+]

domingo, 5 de mayo de 2013

Evangelio del Domingo

Evangelio según San Juan 14,23-29

Jesús le respondió: «Si alguien me ama, guardará mis palabras, y mi Padre lo amará. Entonces vendremos a él para poner nuestra morada en él.
El que no me ama no guarda mis palabras; pero el mensaje que escuchan no es mío, sino del Padre que me ha enviado.
Les he dicho todo esto mientras estaba con ustedes.
En adelante el Espíritu Santo, el Intérprete que el Padre les va a enviar en mi Nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho.
Les dejo la paz, les doy mi paz. La paz que yo les doy no es como la que da el mundo. Que no haya en ustedes angustia ni miedo.
Sa ben que les dije: Me voy, pero volveré a ustedes. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, pues el Padre es más grande que yo.
Les he dicho estas cosas aho ra, antes de que sucedan, para que cuando sucedan ustedes crean.

Comentario del Evangelio:“El Defensor, el Espíritu Santo... os recordará todo lo que os he dicho” Por: Beato Juan Pablo II

Cristo, que “había entregado el espíritu en la cruz” (Jn 19,30) como Hijo del hombre y Cordero de Dios, una vez resucitado va donde los apóstoles para “soplar sobre ellos” (Jn 20,22)... La venida del Señor llena de gozo a los presentes: “Su tristeza se convierte en gozo” (cf Jn 16,20), como ya había prometido antes de su pasión. Y sobre todo se verifica el principal anuncio del discurso de despedida: Cristo resucitado, como si preparara una nueva creación, “trae” el Espíritu Santo a los apóstoles. Lo trae a costa de su “partida”; les da este Espíritu como a través de las heridas de su crucifixión: “les mostró las manos y el costado”. En virtud de esta crucifixión les dice: “Recibid el Espíritu Santo”.

Se establece así una relación profunda entre el envío del Hijo y el del Espíritu Santo. No se da el envío del Espíritu Santo (después del pecado original) sin la Cruz y la Resurrección: “Si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito” (Jn 16,7). Se establece también una relación íntima entre la misión del Espíritu Santo y la del Hijo en la Redención. La misión del Hijo, en cierto modo, encuentra su “cumplimiento” en la Redención: “Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros” (Jn 16,15). La Redención es realizada totalmente por el Hijo, el Ungido, que ha venido y actuado con el poder del Espíritu Santo, ofreciéndose finalmente en sacrificio supremo sobre el madero de la Cruz. Y esta Redención, al mismo tiempo, es realizada constantemente en los corazones y en las conciencias humanas —en la historia del mundo— por el Espíritu Santo, que es el “otro Paráclito” (Jn 14,16).

evangeliodeldia.org

SEGUIR LEYENDO [+]




Artículo de la semana:

Vengo por ti

Estoy cansado de trabajar y de ver a la misma gente, camino a mi trabajo todos los días, llego a la casa y mi esposa sirvió lo mismo de la c...

Traductor

Contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *