sábado, 30 de noviembre de 2013

¿Qué nos impide llegar a Dios?

El corazón nos llama y nos va mostrando el camino a Dios. El camino para ser uno mismo, con total autenticidad, como un camino al Padre.

Se llama “corazón” a ese lugar en el interior de cada uno de nosotros al que sólo Dios y nosotros tenemos acceso (1 Cor 6. 19 y Lc 2. 19). Ése lugar donde se da el diálogo sagrado entre nosotros y Dios.

Creo que todos entendemos más o menos bien qué significa que el corazón nos hable y nos invite a seguir a Dios, aunque casi siempre nos cueste escuchar, y mucho más seguirlo. Si nos tomamos el tiempo para “escucharnos” con cierto grado de silencio, casi seguro lo lograremos. El seguir a Dios no es algo dislocado de la vida, van juntos (Mc 12. 27). Es por eso que el corazón casi siempre nos habla de cosas sencillas de la vida, simples: tomar un trabajo, dejar otro, ayudar a mi primo que me necesita, dejar de hacer algo que me está lastimando, ir más seguido a hacer algo que me hace bien… Los ejemplos son infinitos

Pero también creo que lo que casi siempre nos impide seguir el camino de “la espiritualidad del corazón” es un conjunto de miedos. Miedos que nos boicotean y nos alejan de nuestra esencia que, por otro lado, tanto deseamos seguir. Y así se genera una dicotomía, un conflicto que nos lastima en lo profundo.

Existen muchas razones por las cuales se genera ese conflicto. Pero me animo a decir que la mayoría de esos miedos (en este texto sólo hablaré de ellos), los que nos hacen preferir no oír tanto al corazón, o oírlo “solo a medias”, se podría definir más o menos en la frase: “Ok, yo sigo mi corazón… y después: ¿de qué vivo? ¿Qué hago?, ¡me da miedo!, Imaginate… una casa no se compra con fe, tampoco con amor.”

Profundicemos un poco sobre esto. Es muy válido que surja algo más o menos como lo resumido en esa frase. De hecho, si surge algo parecido a eso, es que ¡vamos bien! Eso quiere decir que hemos entendido muy bien (aunque al principio ni siquiera nos demos cuenta conscientemente) la esencia de lo que nos dice el corazón. Y nos da miedo contestar. Un miedo lógico y normal, frente a algo desconocido.

Lo primero que quiero decir es que es conveniente “dialogar” con esos miedos. No hay que intentar aniquilarlos, sería inútil y además contraproducente. Se necesita ayuda de alguien muy capacitado para estas cosas (un sacerdote con experiencia en estas temáticas, por ejemplo).

Pero bueno: ¡Ánimo, no decaigamos por ese miedo! Si está, es porque vamos verdaderamente bien.

Por supuesto, dejo esa “charla interior” para el espacio que merece (y con la gente que esté preparada). Pero quiero responder a esas afirmaciones y preguntas que nos abordan al pensar este tema.

Lo primero que tengo para decir es que, en realidad, no hay nada que temer (Mc 5. 36). El temor no es un camino que lleve a Dios. El Señor nos promete siempre su ayuda (Mt 28. 20) y no nos va a dejar solos a “nuestra suerte”. Todo camino espiritual no se hace de un golpe, sino paso a paso (Lc 2. 52). Entonces, conforme vamos animándonos a transitar el camino del corazón, Dios nos va regalando confirmaciones que nos hacen cobrar más fuerzas para seguir. Y eso nos quita cada vez más los miedos, porque vemos que el Señor responde. Que estamos parados sobre algo firme.

caminoaldiosvivo.wordpress.com

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miércoles, 27 de noviembre de 2013

Francisco: “Quien practica la misericordia no teme a la muerte”


Ciudad del Vaticano (AICA): “Para quien vive como si Dios no existiese, la muerte es una amenaza constante, porque supone el final del mundo presente”. Sin embargo, el papa Francisco constató, -en la audiencia general, celebrada hoy en la Plaza de San Pedro ante 70 mil fieles y peregrinos- que el deseo de vida dentro de nosotros es más fuerte incluso que el miedo a la muerte, que nos dice que no es posible que todo se quede en nada. “La respuesta cierta a esta sed de vida es la esperanza en la resurrección futura”.

Francisco concluyó su ciclo de reflexiones sobre el Credo, centrándose en la "resurrección de la carne", explicando el sentido cristiano de la muerte y la importancia de prepararse bien “para morir en Cristo”.

Para ser capaces de aceptar el momento último de la existencia con confianza, como abandono total en las manos del Padre, necesitamos prepararnos, insistió el Pontífice, y la mejor forma de disponernos a una buena muerte es “mirar cara a cara las llagas corporales y espirituales de Cristo en los más débiles y necesitados, con los que Él se identificó, para mantener vivo y ardiente el deseo de ver un día cara a cara las llagas transfiguradas del Señor resucitado.”

Antes del inicio de la audiencia general, el Papa encontró en el aula Pablo VI a un grupo de 50 niñas que padecen el síndrome de Rett, acompañadas por sus familiares. El síndrome de Rett es una patología progresiva del desarrollo neurológico que afecta casi exclusivamente a niñas. Francisco saludó y acarició con afecto a estas pequeñas, una por una. El breve pero intenso encuentro concluyó con el rezo de un Ave María y la bendición final.

Finalizada la catequesis el Santo Padre dedicó un saludo especial a los peregrinos de lengua ucraniana: “Saludo a los peregrinos ucranianos, guiados por el arzobispo mayor Su Beatitud Sviatoslav Shevchuk, los obispos con los fieles de la Iglesia greco-católica, venidos a las tumbas de los apóstoles para la conclusión del Año de la Fe y por el quincuagésimo aniversario de la traslación del cuerpo de san Josafat en la basílica vaticana". El ejemplo de este santo –dijo el Papa- que dio la vida por Jesús y por la unidad de la Iglesia, es para todos una invitación a comprometerse cada día con la comunión entre los hermanos.

Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas,
¡Felicidades porque son valientes, con el frío que hace en la plaza, son verdaderamente valientes!


Deseo llevar a término las catequesis sobre el Credo, desarrolladas durante el Año de la Fe, que concluyó el domingo pasado. En esta catequesis y en la próxima quisiera considerar el tema de la resurrección de la carne, deteniéndome en dos aspectos tal y como los presenta el Catecismo de la Iglesia Católica, es decir, nuestro morir y resucitar en Jesucristo. Hoy me detengo en el primer aspecto, el “morir en Cristo”.

1. Hay una forma equivocada de mirar la muerte. La muerte nos afecta a todos y nos interroga de modo profundo, especialmente cuando nos toca de cerca, o cuando afecta a los pequeños, a los indefensos de una forma que nos resulta “escandalosa”. Siempre me ha afectado la pregunta: ¿por qué sufren los niños?, ¿por qué mueren los niños? Si se entiende como el final de todo, la muerte asusta, aterroriza, se transforma en amenaza que rompe todo sueño, toda perspectiva, que rompe toda relación e interrumpe todo camino. Esto sucede cuando consideramos nuestra vida como un tiempo encerrado entre dos polos: el nacimiento y la muerte; cuando no creemos en un horizonte que va más allá de la vida presente; cuando se vive como si Dios no existiera. Esta concepción de la muerte es típica del pensamiento ateo, que interpreta la existencia como un encontrarse casualmente en el mundo y un caminar hacia la nada. Pero existe también un ateísmo práctico, que es un vivir sólo para los propios intereses y las cosas terrenas. Si nos dejamos llevar por esta visión errónea de la muerte, no tenemos otra opción que la de ocultar la muerte, negarla, o de banalizarla, para que no nos de miedo.

2. Pero a esta falsa solución se rebela el corazón del hombre, su deseo de infinito, su nostalgia de la eternidad. Y entonces, ¿cuál es el sentido cristiano de la muerte? Si miramos a los momentos más dolorosos de nuestra vida, cuando perdemos a una persona querida -los padres, un hermano, una hermana, un esposo, un hijo, un amigo– nos damos cuenta que, incluso en el drama de la pérdida, doloridos por la separación, surge del corazón la convicción de que no puede haber acabado todo, que el bien dado y recibido no ha sido inútil. Hay un instinto poderoso dentro de nosotros, que nos dice que nuestra vida no termina con la muerte. ¡Esto es verdad! ¡Nuestra vida no termina con la muerte!

Esta sed de vida ha encontrado su respuesta real y confiable en la resurrección de Jesucristo. La resurrección de Jesús no da sólo la certeza de la vida después de la muerte, sino que ilumina también el misterio mismo de la muerte de cada uno de nosotros. Si vivimos unidos a Jesús, fieles a Él, seremos capaces de afrontar con esperanza y serenidad también el paso de la muerte. La Iglesia de hecho reza: “Si bien nos entristece la certidumbre de tener que morir, nos consuela la promesa de la inmortalidad futura”. Una bonita oración de la Iglesia, esta. Una persona tiende a morir como ha vivido. Si mi vida ha sido un camino con el Señor, de confianza en su inmensa misericordia, estaré preparado para aceptar el momento último de mi existencia terrena como el definitivo abandono confiado en sus manos acogedoras, en la esperanza de contemplar cara a cara su rostro. Y esto es lo más bello que puede sucedernos, contemplar cara a cara el rostro maravilloso del Señor, verlo a él, tan hermoso, lleno de luz, lleno de amor, lleno de ternura. Nosotros vamos hacia allí, a encontrarnos con el Señor.

3. En este horizonte se comprende la invitación de Jesús de estar siempre preparados, vigilantes, sabiendo que la vida en este mundo se nos ha dado para prepararnos a la otra vida, con el Padre celeste. Y para esto hay siempre una vía segura: prepararse bien a la muerte, estando cerca de Jesús. ¿Y cómo estamos cerca de Jesús? Con la oración, en los sacramentos y también en la práctica de la caridad. Recordemos que Él está presente en los más débiles y necesitados. Él mismo se identificó con ellos, en la famosa parábola del juicio final, cuando dice: “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, era extranjero y me acogiste, desnudo y me vestiste, enfermo y me visitaste, estaba en la cárcel y viniste a verme. Todo lo que hiciste con estos, mis humildes hermanos, conmigo lo hiciste” (Mt25,35-36.40). Por tanto, un camino seguro es recuperar el sentido de la caridad cristiana y de la compartición fraterna, curar las heridas corporales y espirituales de nuestro prójimo. La solidaridad en compartir el dolor e infundir esperanza es premisa y condición para recibir en herencia el Reino preparado para nosotros. Quien practica la misericordia no teme a la muerte. Pensad bien en esto. Quien practica la misericordia no teme a la muerte. ¿Están de acuerdo? ¿Lo decimos juntos para no olvidarlo? Quien practica la misericordia no teme a la muerte. Otra vez. Quien practica la misericordia no teme a la muerte. ¿Y por qué no teme a la muerte? Porque la mira a la cara en las heridas de los hermanos, y la supera con el amor de Jesucristo.

Si abrimos la puerta de nuestra vida y de nuestro corazón a los hermanos más pequeños, entonces también nuestra muerte se convertirá en una puerta que nos introducirá en el cielo, en la patria beata, hacia la que nos dirigimos, anhelando morar para siempre con nuestro Padre, con Jesús, María y los santos.


aica.org

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martes, 26 de noviembre de 2013

Nuestros templos ¿son lugares de adoración?

Yo en oración con el Señor, que está dentro de mí porque yo soy ‘templo’. Yo en escucha, yo en disponibilidad.

El templo es un lugar sagrado en el que lo más importante no es la ritualidad, sino “adorar al Señor”. Lo afirmó el Papa Francisco durante su homilía de la Misa de la mañana en la Casa de Santa Marta. El Papa meditó sobre el ser humano que como “templo del Espíritu Santo” está llamado a escuchar a Dios dentro de sí, a pedirle perdón y a seguirlo.

El Templo es la casa de piedra donde un pueblo custodia su alma ante Dios. Pero Templo sagrado es también el cuerpo de un individuo singular, en donde Dios habla y el corazón escucha. El Santo Padre desarrolló su homilía centrándose en estas dos dimensiones, que corren paralelas en la vida cristiana. El motivo lo dio el pasaje litúrgico del Antiguo Testamento, en el que Judas Macabeo vuelve a consagrar el Templo destruido por las guerras. “El Templo – observó el Pontífice – como un punto de referencia de la comunidad, un lugar de referencia del pueblo de Dios”, a donde se va por muchas razones, una de las cuales – explicó – supera todas las demás:

“El Templo es el lugar a donde la comunidad va a rezar, a alabar al Señor, a dar gracias, pero sobre todo a adorar: en el Templo se adora al Señor. Y este es el punto más importante. También, esto es válido para las ceremonias litúrgicas: en esta ceremonia litúrgica, ¿qué es más importante? ¿Los cantos, los ritos – bellos, todo…? La adoración es más importante: toda la comunidad reunida mira el altar donde se celebra el sacrificio y se adora. Pero, yo creo – lo digo humildemente – que quizás nosotros cristianos hemos perdido un poco el sentido de la adoración, y pensamos: vamos al Templo, nos reunimos como hermanos – ¡eso es bueno, es bello! – pero el centro está allí donde está Dios. Y nosotros adoramos a Dios”.

De esta afirmación brota la pregunta, directa: “Nuestros templos – se preguntó el Obispo de Roma – ¿son lugares de adoración, favorecen la adoración? ¿Nuestras celebraciones favorecen la adoración?”. Jesús - recordó Francisco, citando el Evangelio de hoy - echa a los vendedores que habían ocupado el Templo como un lugar de tráficos en vez que de adoración. Pero hay otro “Templo” y otra sacralidad que considerar en la vida de fe:

“San Pablo nos dice que somos templos del Espíritu Santo. Yo soy un templo. El Espíritu de Dios está conmigo. Y también nos dice: ‘¡No entristezcan el Espíritu del Señor que está dentro de ustedes!’. Y también aquí, tal vez no podemos hablar como antes de la adoración, sino de una suerte de adoración que es el corazón que busca el Espíritu del Señor dentro de sí y sabe que Dios está dentro de sí, que el Espíritu Santo está dentro de sí. Lo escucha y lo sigue”.

Ciertamente la secuela de Dios presupone una continua purificación, “porque somos pecadores”, repitió el Papa, insistiendo: "Purificarse con la oración, con la penitencia, con el Sacramento de la reconciliación, con la Eucaristía". Y así, “en estos dos templos – el templo material, el lugar de adoración, y el templo espiritual dentro de mí, donde habita el Espíritu Santo – en estos dos templos nuestra actitud debe ser la piedad que adora y escucha, que reza y pide perdón, que alaba al Señor”:

“Y cuando se habla de la alegría del Templo, se habla de esto: toda la comunidad en adoración, en oración, en acción de gracias, en alabanza. Yo en oración con el Señor, que está dentro de mí porque yo soy ‘templo’. Yo en escucha, yo en disponibilidad. Que el Señor nos conceda este verdadero sentido del Templo, para poder ir adelante en nuestra vida de adoración y de escucha de la Palabra de Dios”.

Traducción del italiano: Raúl Cabrera - Radio Vaticana. Gentileza de Vatican.va
iglesia.org

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jueves, 21 de noviembre de 2013

Oxy shots, nueva moda que puede ser letal

Los denominados "oxy shots" se han convertido este verano en la nueva moda de los jóvenes de consumir alcohol para conseguir "borracheras más rápidas", pero estos "chupitos inhalados" pueden producir lesiones en el aparato respiratorio y en el sistema nervioso central e, incluso, "ser letales".

El vocal asesor y miembro de la Comisión Clínica de la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Manuel Sanchís, advierte de los efectos de este consumo, que puede llegar a ser mortal si el organismo soporta concentraciones de alcohol superior a cinco gramos por litro, el límite que el cuerpo puede tolerar.

Este nuevo método de los jóvenes de experimentar con las drogas ha aparecido este verano en España, en concreto en discotecas y bares de Mallorca, donde inhalar alcohol a través de un tubo por el precio de cuatro euros es la última moda.

Una moda que puede ser perjudicial para la salud y a la que ha puesto freno el Gobierno balear.

El principio básico que fundamenta esta nueva forma de consumo de alcohol, según explica Sanchís, es muy básico, el etanol, que tiene un punto de ebullición de 80 grados -el alcohol hierve antes que el agua- con lo que es fácilmente convertible en vapor.

El alcohol que se inhala es de alta graduación: bebidas con una concentración del 40 ó 45 por ciento, como el vodka o el tequila, y "ni quien lo inhala, ni quien lo expende sabe dónde está el tope" de un consumo de riesgo porque, según Sanchís, no se han realizado estudios sobre los mecanismos que fundamentan el vapor de alcohol.

Lo que sí saben los jóvenes que se meten en esta peligrosa aventura es que quieren coger una "borrachera" rápida y lo harán porque, al inhalarlo, el alcohol pasa directamente al sistema nervioso central y produce inmediatamente los efectos, sin tener que metabolizarse en el hígado.

A través de la mucosa, el alcohol llega a la barrera macroencefálica y produce "una borrachera aguda", con la consecuente depresión del sistema nervioso y unos efectos cardíacos graves cuando se superan los límites del organismo.

El primero en resultar dañado es el aparato respiratorio, ya que la droga atraviesa la mucosa, que puede resultar dañada, según señala el neumólogo del hospital de La Paz, Sergio Alcolea.

Como el alcohol es una sustancia irritante, las consecuencias a corto plazo sobre el sistema respiratorio son inflamación de bronquios y de las vías respiratorias bajas, lo que puede crear crisis de asma o una mayor proporción de neumonías, según el especialista.

A largo plazo todavía no se conocen los posibles daños porque se trata de un fenómeno que ha aparecido este verano en Baleares, aunque, según señala Alcolea, los habrá si se sigue utilizando.

"Es una forma más peligrosa de consumir el alcohol", según los expertos, que insisten en que habrá que analizar este fenómeno.

Según Sanchís, "se había visto alguna vez, pero de una forma muy experimental, no como un consumo de sustancias veraniego", que abordará el Plan Nacional sobre Drogas, como ya lo hizo cuando se "importó" desde los países nórdicos los "atracones de alcohol", es decir el consumo de más cinco bebidas en espacio de dos horas.

efe.com

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miércoles, 20 de noviembre de 2013

El Papa: Dios perdona los pecados a través de los sacerdotes


En su catequesis de esta mañana en la audiencia general celebrada en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco explicó que el protagonista del perdón de los pecados es el Espíritu Santo, quien obra la misericordia de Dios a través de las “llagas de Jesús” y, como Él mismo dispuso, solamente a través de los sacerdotes. No es posible la confesión “directa” con Dios.

Ante miles de fieles presentes, el Santo Padre reflexionó sobre la “potestad de las llaves” dada a los Apóstoles: “en primer lugar, debemos recordar que el protagonista del perdón de los pecados es el Espíritu Santo. Él es el protagonista. En su primera aparición a los Apóstoles en el Cenáculo, -hemos escuchado- Jesús resucitado hizo el gesto de soplar sobre ellos, diciendo: ‘Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan’”.

El Santo Padre resaltó asimismo que el sacerdote es el “instrumento para el perdón de los pecados. El perdón de Dios que se nos da en la Iglesia, se nos transmite a través del ministerio de un hermano nuestro, el sacerdote; también él un hombre que, como nosotros, necesita la misericordia, se hace realmente instrumento de misericordia, dándonos el amor sin límites de Dios Padre”.

“También los sacerdotes deben confesarse, incluso los obispos: todos somos pecadores. ¡Incluso el Papa se confiesa cada quince días, porque el Papa es también un pecador! Y el confesor siente lo que yo le digo, me aconseja y me perdona, porque todos tenemos necesidad de este perdón”.

Antes de soplar sobre los Apóstoles para infundir el Espíritu Santo, explicó el Papa, “Jesús muestra sus heridas en sus manos y el costado: estas heridas representan el precio de nuestra salvación. El Espíritu Santo nos trae el perdón de Dios ‘pasando por las llagas’ de Jesús. Estas llagas que Él ha querido conservar. También en este tiempo, en el cielo, Él muestra al Padre las heridas con las que nos ha redimido. Y por la fuerza de estas llagas son perdonados nuestros pecados. Así que Jesús dio su vida por nuestra paz, por nuestra alegría, por la gracia de nuestra alma, para el perdón de nuestros pecados. Y esto es muy bonito, mirar a Jesús así”.

“Jesús da a los Apóstoles el poder de perdonar los pecados. ¿Pero cómo es esto? Porque es un poco difícil entender como un hombre puede perdonar los pecados. Jesús da el poder. La Iglesia es depositaria del poder de las llaves: para abrir, cerrar, para perdonar. Dios perdona a cada hombre en su misericordia soberana, pero Él mismo quiso que los que pertenezcan a Cristo y a su Iglesia, reciban el perdón a través de los ministros de la Comunidad”.

El Papa Francisco dijo que “a través del ministerio apostólico la misericordia de Dios me alcanza, mis pecados son perdonados y se me da la alegría. De este modo, Jesús nos llama a vivir la reconciliación incluso en la dimensión eclesial, comunitaria. Y esto es muy hermoso. La Iglesia, que es santa y a la vez necesitada de penitencia, nos acompaña en nuestro camino de conversión toda la vida. La Iglesia no es la dueña del poder de las llaves: no es dueña, sino que es sierva del ministerio de misericordia y se alegra siempre que puede ofrecer este regalo divino”.

“Muchas personas, quizá no entienden la dimensión eclesial del perdón, porque domina siempre el individualismo, el subjetivismo, y también nosotros cristianos sufrimos esto. Por supuesto, Dios perdona a todo pecador arrepentido, personalmente, pero el cristiano está unido a Cristo, y Cristo está unido a la Iglesia. Y para nosotros cristianos hay un regalo más, y hay también un compromiso más: pasar humildemente a través del ministerio eclesial. ¡Y eso tenemos que valorizarlo! Es un don, pero es también una curación, es una protección y también la seguridad de que Dios nos ha perdonado”.

“Voy del hermano sacerdote y digo: "Padre, he hecho esto..." "Pero yo te perdono: es Dios quien perdona y yo estoy seguro, en ese momento, que Dios me ha perdonado. ¡Y esto es hermoso! Esto es tener la seguridad de lo que siempre decimos: "¡Dios siempre nos perdona! ¡No se cansa de perdonar!". Nunca debemos cansarnos de ir a pedir perdón. "Pero, padre, me da vergüenza ir a decirle mis pecados...". "¡Pero, mira, nuestras madres, nuestras mujeres, decían que es mejor sonrojarse una vez, que mil veces tener el color amarillo, eh!" Tú te sonrojas una vez, te perdona los pecados y adelante”.

A veces, alertó el Papa, “se oye a alguien que dice que se confiesa directamente con Dios... Sí, como decía antes, Dios siempre te escucha, pero en el Sacramento de la Reconciliación envía un hermano para traerte el perdón, la seguridad del perdón, en nombre de la Iglesia”.

Para concluir el Pontífice alentó a no olvidar “que Dios nunca se cansa de perdonarnos; mediante el ministerio del sacerdote nos estrecha en un nuevo abrazo que nos regenera y nos permite levantarnos de nuevo y reanudar el camino. Porque ésta es nuestra vida: continuamente levantarse y seguir adelante. ¡Gracias!”

aciprensa.org

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lunes, 18 de noviembre de 2013

Jesús nos ayuda a no tener miedo frente a guerras y desastres naturales, dice el Papa


Al presidir ayer el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco aseguró hoy que frente a las guerras y desastres naturales, Jesús nos ayuda y nos libera del fatalismo y de las falsas visiones apocalípticas.

“El Señor también nos ayuda a no tener miedo: frente a las guerras, a las revoluciones, pero también a las calamidades naturales, a las epidemias, Jesús nos libera del fatalismo y de las falsas visiones apocalípticas”.

El Santo Padre recordó que “el Evangelio de este domingo consiste en la primera parte de un razonamiento de Jesús: el de los últimos tiempos. Jesús lo pronuncia en Jerusalén, cerca del templo; y la idea se la da precisamente la gente que hablaba del templo y de su belleza. ¡Porque era bello aquel templo!”.

“Entonces Jesús dijo: ‘Esto que ven, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida’. Naturalmente le preguntan: ¿cuándo sucederá esto?, ¿cuáles serán los signos? Pero Jesús dirige la atención de estos aspectos secundarios – ¿cuándo será?, ¿cómo será? – la dirige a las verdaderas cuestiones”, que son dos, señaló el Papa.

El primero, indicó, es “no dejarse engañar por falsos mesías y no dejarse paralizar por el miedo. Segundo: vivir el tiempo de la espera como tiempo del testimonio y de la perseverancia. Y nosotros estamos en este tiempo de la espera, de la espera de la venida del Señor”.

“Esta alocución de Jesús es siempre actual, también para nosotros que vivimos en el Siglo XXI. Él nos repite: ‘Miren, no se dejen engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre’”.

Francisco aseguró que esta “es una invitación al discernimiento. Esta virtud cristiana de comprender dónde está el Espíritu del Señor y dónde está el mal espíritu”.

“También hoy, en efecto, hay falsos ‘salvadores’, que tratan de sustituir a Jesús: líderes de este mundo, santones, también brujos, personajes que quieren atraer a sí las mentes y los corazones, especialmente de los jóvenes. Jesús nos pone en guardia: ‘¡No los sigan!’. ‘¡No los sigan!’”.

El Papa indicó que el aspecto de vivir en el tiempo de espera de la venida del Señor “nos interpela precisamente como cristianos y como Iglesia: Jesús preanuncia pruebas dolorosas y persecuciones que sus discípulos deberán padecer, por su causa. Sin embargo asegura: ‘Pero no perecerá ni un cabello de su cabeza’. ¡Nos recuerda que estamos totalmente en las manos de Dios!”.

“Las adversidades que encontramos por nuestra fe y nuestra adhesión al Evangelio son ocasiones de testimonio; no deben alejarnos del Señor, sino impulsarnos a abandonarnos aún más en Él, en la fuerza de su Espíritu y de su gracia”.

A continuación el Papa exhortó a pensar juntos “en tantos hermanos cristianos que sufren persecuciones a causa de su fe. ¡Hay tantos! Quizá más que en los primeros siglos. Jesús está con ellos”.

“También nosotros estamos unidos a ellos con nuestra oración y nuestro afecto. También sentimos admiración por su coraje y su testimonio. Son nuestros hermanos y hermanas que en tantas partes del mundo sufren a causa de ser fieles a Jesucristo. Los saludamos de corazón y con afecto”.

Al final, dijo el Santo Padre, “Jesús hace una promesa que es garantía de victoria: ‘Con su perseverancia salvarán sus almas’. ¡Cuánta esperanza en estas palabras! Son un llamamiento a la esperanza y a la paciencia, a saber esperar los frutos seguros de la salvación, confiando en el sentido profundo de la vida y de la historia: las pruebas y las dificultades forman parte de un designio más grande; el Señor, dueño de la historia, lleva todo a su cumplimiento”.

“¡A pesar de los desórdenes y de los desastres que turban al mundo, el designio de bondad y de misericordia de Dios se cumplirá!”.

“Esta es nuestra esperanza”, indicó el Papa. “Ir así, por este camino, en el designio de Dios que se cumplirá. Es nuestra esperanza”.

“Este mensaje de Jesús nos hace reflexionar sobre nuestro presente y nos da la fuerza para afrontarlo con coraje y esperanza, en compañía de la Virgen, que camina siempre con nosotros”, concluyó.

aciprensa.com

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domingo, 17 de noviembre de 2013

Evangelio del Domingo

Evangelio según San Lucas 21,5-19

Y como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo:
"De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido".
Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?".
Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan.
Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin".
Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino.
Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.
Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.
Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir.
Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán.
Serán odiados por todos a causa de mi Nombre.Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza.Gracias a la constancia salvarán sus vidas.

Comentario del Evangelio:"Tendréis ocasión de dar testimonio" Por: San Patricio

Incansablemente doy gracias a mi Dios, que me conservó fiel el día de la tentación, de modo que hoy con confianza le ofrezco en sacrificio, como hostia viviente, mi alma a Cristo mi Señor, quien me protegió de todas mis angustias. Por eso puedo decir: ¿Quién soy yo, Señor ?... ¿De dónde a mí esta sabiduría, que no estaba en mí, que ni el número de los días sabía, ni conocía a Dios? ¿De dónde me vino luego este don tan grande y tan salvador de conocer a Dios y amarlo, hasta dejar mi patria y a mis parientes… de modo que vine a los gentiles irlandeses a predicar el Evangelio y a sufrir los insultos de los incrédulos… y a sufrir muchas persecuciones hasta las cadenas y a dar mi libertad para utilidad de otros?

Y, si llego a ser digno, estoy pronto incluso a dar mi vida, sin vacilación y con agrado, por su nombre; y deseo dedicársela hasta la muerte, si Dios me lo concede.
Y estoy muy en deuda con Dios, que me dio una gracia tan grande; a saber, que por mí, muchos pueblos renacieran en Dios y luego fueran confirmados; me concedió también que pudiera ordenar por todas partes, ministros para este pueblo que ha recibido recientemente la fe, este pueblo que el Señor adquirió de los extremos de la tierra como antes había prometido por sus profetas: “Vendrán a ti pueblos de los extremos de la tierra…;y de nuevo: te puse como luz entre los pueblos, para que seas salvación hasta el confín de la tierra”.

(Referencias Bíblicas : Sal. 94,9; Rm 12,1; 2S 7,18; Mt 13,54; Sal. 38,5; 2Tm 2,9; Lc 1,70; Jr 16,19; Is 49,6; Hch. 13,47)

evangeliodeldia.org

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viernes, 15 de noviembre de 2013

Enfermos de soledad

Creo que ya he comentado alguna vez que la más hermosa y la más desgarradora consecuencia de este cuadernillo de apuntes es, para mí, la correspondencia. Hermosa porque, semana tras semana, medemuestra que la gente -mucha gente, al menos- es mejor de lo que nos creemos: ¡Cuánto cariño, cuánta fraternidad rebosan esas cartas! Pero he dicho también que es desgarrador porque una buena parte de esa correspondencia rezuma soledad. Bastantes de los que me escriben son personas que no saben con quién hablar, con quién desahogar su alma, y lo hacen conmigo porque encuentran en esta página algo que ellos encuentran caliente. Hay mujeres casadas que me cuentan a mí lo que, el parecer, no pueden explicar a sus maridos sin recibir una sonrisa despectiva o un «no te pongas pasada». Ancianos que vuelcan en sus cartas lo que debería tener a sus hijos o nietos como destinatarios. Gentes enfermas de soledad, la peste mayor que invade nuestro esplendoroso siglo.

Pero entre todas esas cartas, las más conmovedoras son las de los adolescentes o quienes cruzan la primera juventud. Es curioso: la tele, las discotecas, nos pintan una muchachada agresiva, vitalista, abierta a todos los escándalos; pero basta quedarse en silencio con muchos de ellos para descubrir que todo eso no es otra cosa que una careta, que por dentro están solos y muchas veces tristes, que gritan y danzan frenéticamente para engañarse y aturdirse a sí mismos. Ser joven me parece que siempre fue difícil. Pero temo que hoy lo sea más que nunca. Hemos educado, durante los años pasados, como plátanos a los niños, y de repente los lanzamos a la realidad de un mundo superegoísta en el que ni cuentan con las muletas tradicionales que nos sirvieron a nosotros en nuestra adolescencia ni tienen más horizontes verosímiles de desarrollo que los de esperar a un golpe defortuna. Recuerdo que el muchacho que yo era aspiraba a vivir «en carne viva» en el sentido de ardor y entusiasmo, pero ahora veo que son los chicos de ahora quienes viven «en carne viva», con todas las heridas al aire y sin la piel familiar que antaño, con su amor, nos protegía a nosotros. Tengo sobre la mesa, entre otras, dos cartas de muchachos que describen a la perfección dos estados de esa soledad.

La primera es de una muchacha que aún no ha entrado plenamente en la vida. No está aún llena de heridas. Pero ya experimenta el vacío: «A veces -dice- he intentado explicarme la causa de este desasosiego. ¿Quizá sea una tonta crisis de un más tonto adolescente? No lo sé; sólo alcanzo a ver este vacío, este no saber qué seré, esta falta de metas o, al menos, de metas poderosas. Necesito algo que día a día me obligue a luchar, a reír, a vivir. Quizá lo que me falte sea un amigo, una amiga. Nunca los he tenido. Suelo dar mucha confianza a la gente, me cuentan sus secretos, me piden ayuda, más no he encontrado a nadie en quién apoyarme con fuerza. Quizá yo sea un fracaso en uno de los aspectos más importantes del hombre, la amistad.»

Como ustedes ven, el problema no es todavía muy grave. Es, más o menos, la misma soledad que todos conocimos a los dieciséis o dieciocho años, y que es parte de la lucha por la vida. No existe ninguna fruta que no haya sido ácida antes de su madurez. No existe ser humano que no haya buscado a tientas la felicidad. Todos hemos vivido ese dramático desnivel que hay entre los sueños y la realidad. Y afortunados quienes asumen la realidad con tanto coraje como los sueños. No son -¡ay!- muchos. Oscar Wilde comentaba que «todos nacemos reyes, pero muy pocos logran conquistar su reino. Los demás viven y mueren, como tantos reyes, en el exilio.»

¿Puedo confiar, amiga María José, en que también tú consigas encontrar y conquistar tu reino, acompañada si es posible, pero sola si no, y que no te plantes a vivir en la simple nostalgia de lo que has soñado? Hay que agarrar la vida con las dos manos, amiga, echarle coraje a la pelea, sin permitirse siquiera el tono quejumbroso de la lamentación. Los amigos vendrán, pero tardarán mucho más si los buscas como sillones en los que descansar o como desaguaderos de nostalgias. Sigue, mientras tanto, siendo tú amiga de los que a ti acuden. Un día descubrirás que vale más la amistad con la que nosotros sostenemos a otros que aquella con la que mendigamos que nos sostengan.

Más me preocupa la carta de un joven asturiano que ahora está cruzando el ecuador de esa soledad, porque acaba de tener un fracaso en el amor que le sostenía. «Los últimos meses -me dice- han sido un cúmulo de frustraciones, desilusiones, golpes y desamores. He intentado suicidarme en dos ocasiones y, por suerte o por desgracia (no lo sé con seguridad), siempre ha aparecido alguien que me lo ha impedido. En ciertos momentos me mantuvo firme mi fe cristiana, y esa ilusión, quizá inútil, de que ´mañana será mejor que el presente´. Pero la vida continuó igual. Tengo veinte años. Mis ilusiones e ideales se fueron resquebrajando, como un jarrón de fina porcelana, en la niñez. En la adolescencia comenzaron a desprenderse los primeros pedazos de ese jarrón. Y este año ya sólo me quedan mis lágrimas amargas lloradas en la soledad de mi cuarto. Apenas me quedan fuerzas para continuar viviendo esta muerte que es la vida. Dicen que Dios aprieta, pero no ahoga. Yo estoy sintiendo los primeros síntomas de asfixia.»

¿Puedo pedirte, amigo, que no sigas luchando porque el mañana vaya a ser o pueda ser mejor que el presente, sino que empieces a luchar por la simple razón de que es tu obligación como hombre que ha desacarle jugo a su vida, sea ésta la que sea? ¿Cómo podríamos llamarnos hombres si sólo estuviéramos dispuestos a serlo cuando seamos felices o, más exactamente, cuando las cosas nos vayan bien? No llores; lucha. Si has perdido «un» amor, no has perdido «el» amor. Olvídate un poco de ti, busca la manera de hacer felices a los demás. Ahí encontrarás la felicidad que nadie va a poder quitarte.

He pensado muchas veces en la desesperación que debió de sentir Adán al ver ponerse el sol el primer día de la existencia. El no podía ni soñar que volvería doce horas después. Creyó, sin duda, que se habíaido para siempre jamás. Que ya viviría para siempre en la noche. ¿Habría mitigado su tristeza arrancándose los ojos, puesto que la luz se había ido? Esperó en la tiniebla. Y el sol volvió en la mañana siguiente. Vuelve siempre. Y si no volviera, inventaríamos el fuego, o la luz eléctrica, o cualquier luz para seguir viviendo. Porque es nuestro deber de seres vivientes y de humanos. De todos modos, ¿no podríamos querernos todos un poco más para que descendiera esa peste de soledad que invade el mundo? Yo sé que todos juntos obligaríamos al sol de la felicidad a regresar más pronto.

José Luis Martín Descalzo
Razones para la esperanza
catholic.net

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miércoles, 13 de noviembre de 2013

Catequesis del Papa sobre el Bautismo


El Papa Francisco dedicó la catequesis de este miércoles a la afirmación del Credo: "Creo en un solo Bautismo, para el perdón de los pecados" y explicó que con este sacramento se inicia un camino de conversión que dura toda la vida.

A continuación el texto completo de la catequesis:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el Credo, por el cual cada domingo hacemos nuestra profesión de fe, afirmamos: "Creo en un solo bautismo, para el perdón de los pecados". Se trata de la única referencia explícita a un Sacramento en el Credo. Solo se habla del Bautismo allí. En efecto, el bautismo es la "puerta" de la fe y de la vida cristiana.

Jesús Resucitado dio a sus apóstoles este mandato: "Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará". (Marcos 16:15-16). La misión de la Iglesia es evangelizar y perdonar los pecados a través del sacramento del bautismo. Pero volvamos a las palabras del Credo. La expresión se puede dividir en tres puntos: "profeso", "un solo bautismo", "para la remisión de los pecados".

1.- Primero "Yo confieso". ¿Qué quiere decir esto? Es un término solemne e indica la gran importancia del objeto, es decir, del bautismo. De hecho, pronunciando estas palabras, afirmamos nuestra verdadera identidad como hijos de Dios. El Bautismo es en un cierto sentido el documento de identidad cristiana, su certificado de nacimiento. Es el certificado de nacimiento a la Iglesia.

Todos ustedes saben el día en que nacieron. De verdad, ¿no es así? Celebran los cumpleaños, todos. Todos celebramos el cumpleaños. Pero voy a hacerles una pregunta que hice otra vez, y que voy a repetir otra vez: ¿quién de ustedes se acuerda de la fecha de su bautismo? Levanten la mano. ¿Quién de ustedes? Hay pocos, ¿eh? No muchos. Y no lo pediré a los obispos, para que pasen vergüenza, ¿eh? Hay pocos, ¿eh? Pero hagamos una cosa, hoy cuando regresen a casa, pregunten: "¿En qué día fui bautizado?" Busquen. Éste es el segundo cumpleaños.

El primer cumpleaños es el cumpleaños a la vida y éste es el cumpleaños a la Iglesia: es el día del nacimiento a la Iglesia ¿Lo harán esto? Es una tarea, ¿eh?, para hacer en casa: ver el día en que yo nací, y dar gracias al Señor que ha abierto la puerta a su iglesia aquel día en que yo he recibido el Bautismo. Vamos a hacerlo hoy.

Al mismo tiempo, al bautismo está unida nuestra fe en el perdón de los pecados. El sacramento de la Penitencia o Confesión es, de hecho, como un "segundo bautismo", que tiene siempre como referente el primero para consolidarlo y renovarlo.

En este sentido, el día de nuestro bautismo es el punto de partida de un camino, de un camino hermosísimo, de un camino hacia Dios, que dura toda la vida, un camino de conversión y que continuamente se apoya en el Sacramento de la Penitencia.

Y piensen también en esto: cuando vamos a confesarnos de nuestras debilidades, de nuestros pecados, pidamos el perdón de Jesús, pero renovemos también el Bautismo con este perdón, ¡eso es hermoso! Es como festejar en cada confesión el día del Bautismo. Y así, la confesión no es una sesión en una cámara de tortura, es una fiesta para celebrar el día de nuestro Bautismo ¡La confesión es para los bautizados! ¡Para mantener limpia esta vestidura blanca de nuestra dignidad cristiana!

2. Segundo elemento: "un solo bautismo". Esta expresión recuerda la de san Pablo: "Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo" (Efesios 4:05). La palabra "bautismo" significa literalmente "inmersión", y de hecho este sacramento constituye una verdadera inmersión espiritual, ¿dónde? ¿En la piscina? No, en la muerte de Cristo. El Bautismo es propiamente una inmersión espiritual en la muerte de Cristo, de la que se resucita con Él como nuevas criaturas (cf. Rom 6:04).

Es un lavamiento de regeneración y de iluminación. Regeneración porque actúa ese nacimiento del agua y del Espíritu, sin el cual nadie puede entrar en el reino de los cielos (cf. Jn 03:05). Iluminación, porque, por el Bautismo, la persona humana viene llenada de la gracia de Cristo, "la luz verdadera que ilumina a todo hombre" (Jn 1:09), y disipa las tinieblas del pecado.

Y por ello, en la ceremonia del Bautismo a los padres se les da una vela encendida, para indicar esta iluminación. El Bautismo nos ilumina desde dentro con la luz de Jesús. En virtud de este don, el bautizado está llamado a convertirse él mismo en "luz", la luz de la fe que ha recibido, luz para los hermanos, especialmente para aquellos que están en las tinieblas y no ven ningún destello de luz en el horizonte de sus vidas.

Podemos preguntarnos: ¿el Bautismo, para mí, es una cosa del pasado, de aquel día, de aquella fecha -que hoy ustedes buscarán cuál es-, o es una realidad viva, que se refiere a mi presente, en todo momento? ¿Te sientes fuerte, con la fuerza que te da Cristo, con su sangre, con su resurrección, tú te sientes fuerte o te sientes mal, sin fuerza? Pero el bautismo da fuerza ¿Con el Bautismo te sientes un poco iluminado? ¿Te sientes iluminada? Con aquella luz que viene de Cristo ¿Eres hombre o mujer de luz o eres hombre o mujer oscuro, sin la luz de Jesús? Piensen en eso. Tomar la gracia del Bautismo, que es un regalo y convertirse en luz, luz para todos.

3. Por último, una breve mención al tercer elemento: "Para el perdón de los pecados". Recuerden que el Credo: un Bautismo, creo en el bautismo para la remisión de los pecados. En el sacramento del Bautismo se perdonan todos los pecados, el pecado original y todos los pecados personales, así como todas las penas del pecado.

En el Bautismo se abre la puerta a una verdadera novedad de vida que no está oprimida por el peso de un pasado negativo, sino que recobra ya la belleza y la bondad del Reino de los cielos. Es una poderosa intervención de la misericordia de Dios en nuestras vidas, para salvarnos. Ésta intervención salvífica no quita nuestra naturaleza humana su debilidad; -todos somos débiles y todos somos pecadores, ¿eh?- ¡y no nos quita la responsabilidad de pedir perdón cada vez que nos equivocamos!

Y esto es hermoso. Yo no puedo ser bautizado dos veces, tres veces, cuatro veces, pero sí que puedo ir a la Confesión y cuando voy a la Confesión renuevo la gracia del Bautismo. Es como si hiciera un segundo Bautismo. El Señor Jesús es tan bueno, que nunca se cansa de perdonarnos, me perdona. Recuerden bien ¿eh?

El bautismo nos abre la puerta a la Iglesia. Buscar la fecha de mi bautismo, pero también cuando la puerta se cierra un poco a causa de nuestras debilidades, por nuestros pecados, la Confesión la abre, porque la Confesión es como un segundo Bautismo, que nos perdona todo y nos ilumina para ir adelante con la luz del Señor. Vayamos adelante, alegres ¿eh? Porque la vida hay que vivirla con la alegría de Jesucristo y ésta es una gracia del Señor. ¡Gracias!

aciprensa.com

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martes, 12 de noviembre de 2013

Alejandro Magno

Alejandro III de Macedonia, llamado el Grande (Alejandro Magno) fue rey de Macedonia desde 336 a. C. hasta su muerte. Es considerado uno de los líderes militares más importantes de la Historia, por su conquista del Imperio Aqueménida.

Tras la unificación de múltiples ciudades-estado de la antigua Grecia bajo el dominio de su padre, Filipo II de Macedonia, Alejandro conquistó el Imperio Persa, incluyendo Anatolia, Siria, Fenicia, Judea, Gaza, Egipto, Bactriana y Mesopotamia, y amplió las fronteras de su propio imperio hasta la región del Punjab.

Encontrándose al borde de la muerte, Alejandro convocó a sus generales y les comunicó sus tres últimos deseos:

1 - Que su ataúd fuese llevado en hombros y transportado por los propios médicos de la época.

2 - Que los tesoros que había conquistado (plata, oro, piedras preciosas... ), fueran esparcidos por el camino hasta su tumba, y...

3 - Que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd, y a la vista de todos.

Uno de sus generales, asombrado por tan insólitos deseos, le preguntó a Alejandro cuáles eran sus razones.

Alejandro le explicó:

1 - Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd para así mostrar que ellos NO tienen, ante la muerte, el poder de curar.

2 - Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, aquí permanecen.

3 - Quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas puedan ver que vinimos con las manos vacías, y con las manos vacías partimos.

webcatolicodejavier.org

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domingo, 10 de noviembre de 2013

Evangelio del Domingo

Evangelio según San Lucas 20,27-38

Se le acercaron algunos saduceos, que niegan la resurrección,
y le dijeron: "Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda.
Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos.
El segundo
se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia.
Finalmente, también murió la mujer.
Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?".
Jesús les respondió: "En este mundo los hombres y las mujeres se casan,
pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán.
Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.
Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.
Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él".

Comentario del Evangelio:"No es un Dios de muertos, sino de vivos" Por: Teodoro de Mopsuestia

El fundamento de nuestra condición presente, es Adán; pero para nuestra vida futura, es Cristo, nuestro Señor. Lo mismo que Adán fue el primer hombre mortal y que más tarde todos somos mortales a causa de él, así Cristo es el primero que ha resucitado de entre los muertos, y les dio el germen de la resurrección a los que vendrán después de él. Venimos a esta vida visible por el nacimiento corporal, y por eso somos totalmente perecederos; pero en la vida futura, seremos transformados por la fuerza del Espíritu Santo, y por eso resucitaremos imperecederos.

Esto se realizará sólo cuando este germen de vida se abra, pero desde ahora, Cristo nuestro Señor quiso transportarnos allí de manera simbólica otorgándonos el bautismo, este nuevo nacimiento en sí mismo. Este nacimiento espiritual ya es la prefiguración de la resurrección y de la regeneración que se realizará plenamente en nosotros cuando pasemos a la otra vida. Por eso el bautismo es llamado también regeneración…

Cuando el apóstol Pablo habla de la vida futura, quiere tranquilizar a sus auditores con estas palabras: "no sólo la creación, sino que nosotros también que recibimos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, esperando la redención de nuestro cuerpo" (Rm 8,23). Porque si recibimos desde ahora las primicias de la gracia, esperamos recibirlas en plenitud cuando nos sea dada la felicidad de la resurrección.

evangeliodeldia.org

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Papa Francisco: La eternidad ilumina y da esperanza a la vida terrenal

“¡No es esta vida la que hace referencia a la eternidad, sino es la eternidad que ilumina y da esperanza a la vida terrenal de cada uno de nosotros! Si miramos sólo con el ojo humano, estamos llevados a decir que el camino del hombre va de la vida hacia la muerte. Jesús vuelca esta perspectiva y afirma que nuestra peregrinación va de la muerte a la vida: ¡la vida plena!” es el mensaje que dirigió el papa Francisco, con motivo de la oración del ángelus, que rezó al medio día de este domingo, desde la ventana de su oficina, ante la multitud reunida en la plaza de San Pedro.

Tras la oración mariana del Ángelus, el Papa manifestó su cercanía al pueblo de Filipinas y a toda la región de aquel país, que fue golpeada por un terrible tifón. “Desgraciadamente, las víctimas son muchas y los daños enormes. Oremos por nuestros hermanos y hermanas, y tratemos de transmitirles también nuestra ayuda concreta”, dijo el Pontífice.

También recordó que esta tarde, en Paderborn, Alemania, será proclamada beata María Teresa Bonzel, fundadora de las Hermanas Franciscanas Pobres de la Adoración Perpetua, que vivió en el siglo XIX. “La Eucaristía era la fuente de donde sacaba la energía espiritual, para dedicarse con incansable caridad a los más débiles. ¡Alabemos al Señor por su testimonio!”

El Santo Padre se refirió, además, a hoy es el septuagésimo quinto aniversario de la llamada "Noche de los cristales": la violencia de la noche entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938 contra los judíos, sinagogas, casas y tiendas que marcó un triste paso hacia la tragedia del Holocausto. “Renovemos nuestro apoyo y solidaridad con el pueblo judío y oremos a Dios para que la memoria del pasado nos ayude a estar siempre vigilantes contra todas las formas de odio y la intolerancia”.

Palabras del Papa antes del rezo del Àngelus:
 

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El Evangelio de este domingo nos presenta a Jesús con los saduceos que negaban la resurrección. Y es justamente sobre este tema que ellos dirigen una pregunta a Jesús, para ponerlo en dificultad y ridiculizar la fe en la resurrección de los muertos. Parten de un caso imaginario: “Una mujer ha tenido siete maridos, muertos uno después del otro”, y preguntan a Jesús: “¿De quién será esposa aquella mujer después de su muerte?”. Jesús, siempre dócil y paciente, responde que la vida después de la muerte no tiene los mismos parámetros de aquella terrenal. La vida eterna es otra vida, en otra dimensión donde, entre otras cosas, no existirá más el matrimonio, que está ligado a nuestra existencia en este mundo. Los resucitados – dice Jesús – serán como los ángeles, y vivirán en un estado diferente, que ahora no podemos experimentar y ni siquiera imaginar.

Pero luego Jesús, por así decirlo, pasa al contra ataque. Y lo hace citando la Sagrada Escritura, con una sencillez y una originalidad que nos dejan llenos de admiración ante nuestro Maestro, ¡el único Maestro! Jesús encuentra la prueba de la resurrección en el episodio de Moisés y de la zarza ardiente (cfr Ex 3,1-6), allí donde Dios se revela como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. El nombre de Dios está ligado a los nombres de los hombres y de las mujeres con los que se liga, y este lazo es más fuerte que la muerte. He aquí el por qué Jesús afirma: “Porque él no es Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él” (Lc 20,38). Y el lazo decisivo, la alianza fundamental es aquella con Jesús: Él mismo es la Alianza, Él mismo es la Vida y la Resurrección, porque con su amor crucificado ha vencido a la muerte. En Jesús Dios nos dona la vida eterna, la dona a todos, y todos gracias a Él tienen la esperanza de una vida más verdadera que esta. La vida que Dios nos prepara no es un simple embellecimiento de aquella actual: ella supera nuestra imaginación, porque Dios nos sorprende continuamente con su amor y con su misericordia.

Por lo tanto, aquello que acontecerá es precisamente lo contrario de cuanto se esperaban lo saduceos. ¡No es esta vida la que hace referencia a la eternidad, sino es la eternidad que ilumina y da esperanza a la vida terrenal de cada uno de nosotros! Si miramos sólo con el ojo humano, estamos llevados a decir que el camino del hombre va de la vida hacia la muerte. Jesús vuelca esta perspectiva y afirma que nuestra peregrinación va de la muerte a la vida: ¡la vida plena! Por lo tanto la muerte está detrás, a la espalda, no delante de nosotros. Delante de nosotros está el Dios de los vivos, está la derrota definitiva del pecado y de la muerte, el inicio de un tiempo nuevo de alegría y de luz sin fin. Pero ya sobre esta tierra, en la oración, en los Sacramentos, en la fraternidad, encontramos a Jesús y a su amor, y así podemos saborear algo de la vida resucitada. La experiencia que hacemos de su amor y de su fidelidad enciende como un fuego en nuestro corazón y aumenta nuestra fe en la resurrección. De hecho,si Dios es fiel y ama, no puede serlo por tiempo limitado: Él es fiel por siempre, según su tiempo, que es la eternidad.

aica.org

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sábado, 9 de noviembre de 2013

La pereza


La pereza es el pecado capital, vicio, negligencia, tedio o descuido que impide hacer las cosas que se deben hacer. Es la flojedad, el descuido, la ociosidad o la tardanza en realizar acciones o movimientos.

La pereza es considerada como la madre, engendradora y soporte de todos los vicios, e impide realizar las virtudes y valores humanos. Crea adicción, pues nunca va a menos, siempre va en aumento si no se corrige.

Las 18 principales virtudes y valores humanos contrarios a la pereza y cercanos a la virtud de la diligencia: Constancia. Control. Coraje. Decisión. Diligencia. Esfuerzo. Fortaleza. Hábito. Justicia. Madurez. Mortificación. Obediencia. Orden. Penitencia. Perseverancia. Responsabilidad. Sacrificio. Voluntad.

Los clásicos siete pecados capitales y las siete virtudes opuestas:

Contra la pereza, diligencia.
Contra soberbia, humildad.
Contra envidia, generosidad.
Contra la gula, templanza.
Contra la lujuria, castidad.
Contra la ira, paciencia.
Contra la avaricia, caridad.

La pereza daña también a quien la ve en los otros, pues le conmina a imitarla, con actos de vagancia, ociosidad, holgazanería, haraganería, zanganería, desidia, negligencia, etc. Es preciso hacer lo posible para que externamente no se vea la pereza. Es muy positivo el ejemplo que producen las personas que obran continuamente con diligencia, laboriosidad, presteza, etc.

Las 10 mayores consecuencias del vicio de la pereza:

1. La pereza ataca a la buena intención de poner a disposición de los demás las 3Ts (Tiempo, Talento y Tesoro).

2. La pereza es la enemiga de la perfección, de la perseverancia, de la piedad, del Plan de Vida, del amor al prójimo, de cumplir las promesas, de la razón, de la inteligencia, etc.

3. La pereza es la nefasta autoridad o predominio de la propia persona y la ratificación del "yo primero" y del "yo quiero".

4. La pereza es una plaga en la sociedad actual, debido a la apetencia de que todos quieren que las cosas se las den hechas y ahora, lo mismo en los niños, jóvenes o personas

Francisco
Mi Cumbre

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jueves, 7 de noviembre de 2013

La verdad acerca del Cielo

El Cielo es la esfera espiritual en la que la gloria de la presencia de Dios se manifiesta


¿Qué imágenes vienen a su mente cuando piensa acerca del cielo? ¿Piensa usted en un modo de vida que es excitante y satisfactorio? ¿O acaso las palabras en el epitafio de una querida alma se acercan mucho más al blanco?

No llores por mí, amigo, aunque la muerte nos separe. Voy a hacer nada por siempre jamás. {1}

¿Despierta el Cielo para usted un sentido de anticipación, o evoca visiones de inactividad monótona y aburrida?

¿Cómo es el Cielo realmente? ¿Es el Cielo algo que siquiera valga la pena pasar un tiempo pensando en él? ¿O deberíamos relegar los pensamientos acerca del Cielo a los rincones polvorientos de nuestra mente, a fin de no convertirnos en personas sin ningún uso terrenal?

En este artículo queremos concentrarnos en lo que dice la Biblia acerca del Cielo, y cómo estas enseñanzas deberían impactar la forma en que vivimos. Vamos a destacar algunas de las verdades fundacionales acerca del Cielo reveladas en las Escrituras.

Sabemos, antes que nada, que el Cielo es la esfera espiritual en la que la gloria de la presencia de Dios se manifiesta y en donde moran los ángeles de Dios y todos los creyentes que han partido de este mundo (Hebreos 12:22-24). "Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con Ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama "el cielo" . El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha (CIC 1024). Los pocos atisbos del Cielo que nos dan las Escrituras revelan una sensación penetrante de la santidad de Dios (Isaías 6; Apocalipsis 4-5) que tuvo un impacto alarmante y sobrecogedor sobre aquellos a los que se les concedieron tales visiones (Isaías 6; Daniel 7:9-28). Isaías, cuando vio al Señor sentado sobre Su trono, dijo, "Ay de mí... pues mis ojos han visto al Rey, Señor de los ejércitos."

También se nos informa que es un lugar que las palabras humanas son inadecuadas para describir plenamente. Ezequiel sólo podía describir "como qué" era la gloria del Cielo o a qué "se parecía" (Ezequiel 1). Al describir su aparente visita al cielo, el apóstol Pablo dijo que "oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar" (2 Corintios 12:4). ¡Lo que él vio no era posible describirlo en términos humanos!

Este misterio de comunión bienaventurada con Dios y con todos los que están en Cristo sobrepasa toda comprensión y toda representación. La Escritura nos habla de ella en imágenes: vida, luz, paz, banquete de bodas, vino del reino, casa del Padre, Jerusalén celeste, paraíso: "Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman" (1 Co 2, 9) (CIC 1027). ¡Con razón Pablo dice en otra parte que lo "admiraremos" cuando veamos al Señor cuando venga en gloria! (2 Tesalonicenses 1:10)

En tercer lugar, sabemos que, aquellos que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo (CIC 1023). Al ladrón en la cruz Jesús le dijo, "Hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lucas 23:43). Pablo dijo que "estar ausentes del cuerpo (es estar) presentes al Señor" (2 Corintios 5:8), y que si él fuera a partir de este mundo, él "estaría con Cristo" (Filipenses 1:23).

Muchos se preguntan si en el Cielo todavía estaremos sujetos al tiempo. Pero no hay realmente ninguna razón para creer que no lo estaremos. Ser infinito respecto del tiempo es un atributo que sólo Dios puede poseer. Sabemos que las Escrituras hablan de "meses" en el Cielo (Apocalipsis 22:2) y hasta de "edades" por venir (Efesios 2:7). Por cierto, también, la música que será cantada en el Cielo requiere un modo temporal de existencia. También parece ser que en el Cielo estaremos informados, en cierto grado, de lo que está ocurriendo en la tierra. Cuando Moisés y Elías se reunieron con el Señor en el Monte de la Transfiguración, está registrado que discutieron el próximo retorno del Señor a la gloria (Lucas 9:30-31). Y durante el próximo período de tribulación se nos dice que los santos en el Cielo estarán esperando ansiosamente la terminación de los propósitos de Dios en la tierra (Apocalipsis 6:10-11). Hasta que venga Su reino, aun en el Cielo se hará la pregunta, "¿Hasta cuándo, Señor?" (como se dice que estos santos están implorando).

Vivir en el cielo es "estar con Cristo" (cf. Jn 14, 3; Flp 1, 23; 1 Ts 4,17). Los elegidos viven "en El", aún más, tienen allí, o mejor, encuentran allí su verdadera identidad, su propio nombre (cf. Ap 2, 17): Pues la vida es estar con Cristo; donde está Cristo, allí está la vida, allí está el reino (San Ambrosio, Luc. 10,121)(CIC 10259.

Oswald Sanders dijo: "Dios no nos dijo todo lo que nos gustaría saber, pero Él nos ha dicho todo lo que necesitamos saber" acerca del Cielo {2}.Así que, miremos con más detenimiento lo que la Biblia nos dice acerca de la existencia del cielo.

Rick Rood
mercaba.org

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miércoles, 6 de noviembre de 2013

El Papa: Con el mal humor, la frialdad y el egoísmo la Iglesia no crece; crece solo con el amor


El Papa Francisco reflexionó esta mañana en la catequesis de la audiencia general sobre la comunión de las cosas espirituales, centrándose en los sacramentos, los carismas y la caridad; y explicó que solo con el amor la Iglesia crece, el amor que viene del Espíritu Santo y que debe vencer el mal humor, la frialdad y el egoísmo en las personas.

Ante unas 50 mil personas reunidas en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre dijo que "a menudo somos demasiado áridos, indiferentes, distantes y en lugar de transmitir fraternidad, trasmitimos mal humor, trasmitimos frialdad, trasmitimos egoísmo".

"Y con el mal humor, con la frialdad, con el egoísmo ¿se puede hacer crecer a las iglesias? ¿Se puede hacer crecer a toda la Iglesia? No, con el mal humor, con la frialdad, con el egoísmo la iglesia no crece: crece sólo con el amor, con el amor que viene del Espíritu Santo. ¡El Señor nos invita a abrirnos a la comunión con Él, en los Sacramentos, en los carismas y en la caridad, para vivir de una manera digna nuestra vocación cristiana!"

El Papa Francisco explicó luego que los Sacramentos de la Iglesia "no son apariencias, no son ritos; los Sacramentos son la fuerza de Cristo, está Jesucristo. Cuando celebramos la Misa, en la Eucaristía está Jesús vivo, Él, vivo, que nos reúne, nos hace comunidad, nos hace adorar al Padre. Cada uno de nosotros, de hecho, mediante el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, se incorpora a Cristo y se une a toda la comunidad de los creyentes".

"Cada encuentro con Cristo, que nos da la salvación en los Sacramentos, nos invita a "ir" y a comunicar a los otros la salvación que podemos ver, tocar, conocer, recibir, y que es creíble de verdad, ya que es amor. De esta manera, los Sacramentos nos llevan a ser misioneros. Y el compromiso apostólico de llevar el Evangelio a todas partes, incluso en las más hostiles, constituye el fruto más auténtico de una asidua vida sacramental, porque es participación a la iniciativa salvífica de Dios, que quiere dar la salvación a todos".

Tras recordar que es importante bautizar pronto a los niños, el Papa pasó a explicar la comunión de carismas: "’Carismas’ es una palabra un poco difícil. Los ‘carismas’ son los regalos que nos hace el Espíritu Santo (…) son gracias especiales, dadas a algunos para hacer el bien a otros. Son actitudes, de la inspiración y de los impulsos interiores, que surgen de la conciencia y de la experiencia de determinadas personas, que están llamadas a ponerlos al servicio de la comunidad. En particular, estos dones espirituales benefician a la santidad de la Iglesia y su misión".

Sobre la caridad, que es el amor, el Santo Padre dijo que sin éste, "incluso los dones más extraordinarios son en vano, Pero, este hombre cura a la gente: eh, tiene esta cualidad, esta virtud, sana a la gente. ¿Pero tiene amor en su corazón? ¿Tiene caridad? Si la tiene, adelante; pero si no la tiene, no sirve a la Iglesia".

"Sin amor, todos los dones no sirven a la Iglesia, porque donde hay amor hay un vacío, un vacío que es llenado por el egoísmo. Y les pregunto, ¿si todos somos egoístas, sólo egoístas, podemos vivir en comunidad, en paz? ¿Se puede vivir en paz si todo el mundo es egoísta? ¿Se puede o no se puede? [La gente responde: ¡No!] ¡No se puede! Por eso, es necesario el amor que nos une: la caridad".

El Papa Francisco destacó luego que "el más pequeño de nuestros actos de amor tiene efectos buenos para todo el mundo! Por lo tanto, vivir la unidad de la Iglesia, la comunión de la caridad significa no buscar el propio interés, sino compartir los sufrimientos y las alegrías de los hermanos, dispuestos a llevar las cargas de los más débiles y los pobres. Esta solidaridad fraterna no es una figura retórica, una forma de decir, sino que es una parte integrante de la comunión entre los cristianos".

"Si la vivimos, nosotros somos en el mundo signo, nosotros somos "sacramento" del amor de Dios. ¡Lo somos unos para otros y lo somos para todos! No se trata de aquella caridad mezquina que podemos ofrecernos recíprocamente, es algo más profundo: es una comunión que nos permite entrar en el gozo y el dolor de los demás para hacerlos nuestros, sinceramente".

aciprensa.com

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martes, 5 de noviembre de 2013

El paracaídas

Charles Plumb era piloto de un bombardero en la guerra de Vietnam.

Después de muchas misiones de combate, su avión fue derribado por un misil.

Plumb se lanzó en paracaídas, fue capturado y pasó seis años en una prisión norvietnamita. A su regreso a los Estados Unidos, daba conferencias relatando su odisea, y lo que aprendió en la prisión. Un día estaba en un restaurante y un hombre lo saludó:

- "Hola, usted es Charles Plumb, ¿verdad? Era piloto en Vietnam y lo derribaron.

- Y usted, ¿como sabe eso?, le preguntó Plumb.

- "Porque yo plegaba su paracaídas. Parece que le funcionó bien, ¿verdad?"

Plumb casi se ahogó de sorpresa y gratitud. "¡Claro que funcionó! Si no hubiera funcionado, hoy yo no estaría aquí."

Plumb no pudo dormir esa noche, preguntándose: "¿Cuántas veces lo ví en el portaviones?, y no le dije ni los buenos días, porque yo era un arrogante piloto y él era un humilde marinero."

Pensó también en las horas que ese marinero pasaba en las entrañas del barco, enrollando los hilos de seda de cada paracaídas, teniendo en sus manos la vida de alguien que no conocía.

Ahora, Plumb comienza sus conferencias preguntándole a su audiencia, "¿Quien plegó hoy tu paracaídas?"

REFLEXIÓN:

Todos tenemos a alguien cuyo trabajo es importante para que nosotros podamos salir adelante. A veces, en los desafíos que la vida nos lanza a diario, perdemos de vista lo que es verdaderamente importante.

Dejamos de saludar, de dar las gracias, de felicitar a alguien o aunque sea, decir algo amable sólo porque sí.

Hoy, esta semana, este año, cada día, trata de darte cuenta de quién pliega tu paracaídas, y agradéceselo. Aunque no tengas nada importante que decir, las personas alrededor de ti notarán ese gesto, y te lo devolverán plegando tu paracaídas con ese amor especial, que puedes llegar a necesitar algún día.

webcatolicodejavier.org

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Artículo de la semana:

Vengo por ti

Estoy cansado de trabajar y de ver a la misma gente, camino a mi trabajo todos los días, llego a la casa y mi esposa sirvió lo mismo de la c...

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