lunes, 23 de junio de 2014

Hagamos de la Eucaristía el centro de nuestra vida, pidió Francisco

“Cada vez que participamos en la Santa Misa y comemos el Cuerpo de Cristo, la presencia de Jesús y del Espíritu Santo obra dentro de nosotros, forja nuestros corazones, nos comunica las actitudes internas que se traducen en comportamientos según el Evangelio”, expresó el papa Francisco, en el mediodía de este domingo 22 de junio, en sus palabras previas al rezo de la oración mariana del Ángelus, junto a miles de fieles peregrinos que colmaban la plaza de San Pedro.

El Santo Padre recordó que este domingo se celebra en muchos países, entre ellos en la Argentina, la fiesta del cuerpo y sangre de Cristo, llamada generalmente con su nombre en latín: Corpus Christi.

“La Comunidad eclesial, dijo Francisco, se reúne alrededor de la Eucaristía para adorar el tesoro más preciado que Jesús dejó”.

El Papa condena todas las formas de tortura


Luego del rezo del Ángelus, en sus palabras dirigidas a los peregrinos, el Santo Padre se refirió al flagelo de la tortura. "Torturar a las personas es un pecado mortal, es un pecado muy grave", dijo el Papa, al mencionar que "el 26 de junio próximo tiene lugar la Jornada de las Naciones Unidas para las víctimas de la tortura. En esta circunstancia reitero la firme condena de toda forma de tortura e invito a los cristianos a empeñarse para colaborar a su abolición y sostener a las víctimas y sus familiares", afirmó el Pontífice.


Palabras del Papa
Queridos hermanos y hermanas:

En Italia y muchos otros países están celebrando este domingo, la fiesta del cuerpo y sangre de Cristo –se usa generalmente el nombre en latín: Corpus Domini, o Corpus Christi. La Comunidad eclesial se reúne alrededor de la Eucaristía para adorar el tesoro más preciado que Jesús dejó.

El Evangelio de Juan presenta el discurso sobre el "pan de vida", dado por Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, al cual afirma: "Yo soy el pan vivo que descendió del cielo. Si alguien come de este pan, vivirá para siempre y el pan que daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6,51). Jesús señala que no vino a este mundo a dar algo, sino para darse a sí mismo, su vida, como alimento para quienes tienen fe en Él. Esta comunión con el Señor nos compromete, sus discípulos, a imitarlo, hacer nuestras vidas un pan despedazado para los demás, como el Maestro despedazó el pan que es su carne.

Cada vez que participamos en la Santa Misa y comemos el Cuerpo de Cristo, la presencia de Jesús y del Espíritu Santo obra dentro de nosotros, forja nuestros corazones, nos comunica las actitudes internas que se traducen en comportamientos según el Evangelio. En primer lugar la docilidad a la palabra de Dios, después la fraternidad entre nosotros mismos, el valor del testimonio cristiano, la fantasía de la caridad, la capacidad de dar esperanza a los que no tienen fe, para dar cabida a los excluidos. De esta manera la Eucaristía hace madurar un estilo de vida cristiano. La caridad de Cristo, recibe con corazón abierto, nos cambia, nos transforma, nos hace capaces de amar no según la medida humana, siempre limitada, según la medida de Dios, es decir, sin medida.

Y es entonces que somos capaces de amar incluso a quienes no nos quieren, de oponernos a mal con el bien, de perdonar, de compartir, de aceptar. Gracias a Jesús y su espíritu, incluso nuestras vidas se convierten en "pan despezado" por nuestros hermanos. Y viviendo así descubrimos la verdadera alegría! La alegría de ser don, para corresponder el gran regalo que recibimos, sin nuestro mérito.

Jesús, pan de vida eterna, descendió del cielo y se hizo carne por medio de la fe de María Santísima. Después de haberlo tenido consigo misma con amor inefable, Ella lo siguió fielmente hasta la Cruz y la resurrección. Pedimos a la Virgen que nos ayude a redescubrir la belleza de la Eucaristía, y a hacerlo centro de nuestra vida, especialmente en la misa del domingo y en la adoración”.

aica.org

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