jueves, 30 de enero de 2014

¿Puede un cristiano creer en el mal de ojo?

El llamado mal de ojo es la persuasión de que una persona puede causar daño a otra con solo mirarla. Era algo muy extendido en el mundo pagano, de forma que se pueden encontrar ejemplos en todos los continentes. Quizás porque, en una cultura en la que se ve al hombre sometido a espíritus caprichosos y en ocasiones malignos, el simple hecho de que sobreviniera un infortunio poco después de que alguien nos mirara fijamente ya daba pie para pensar que el mal de ojo era una realidad.

Con la llegada del cristianismo todas estas creencias se diluyeron (ya antes el judaísmo las rechazaba, pero era una religión circunscrita al pueblo de Israel). Han quedado restos, pero calificados como supersticiones, pues siempre lo fueron.

En ocasiones se utiliza la expresión para expresar un conjuro, lo cual ya es algo distinto, pues se refiere a palabras: una maldición, un maleficio, es decir aquello que se hace para dañar a alguien con la intervención del demonio. Algunos inadecuadamente lo llaman mal de ojo, aunque nada tiene que ver con la mirada ni el ojo.

Es también supersticioso pensar que unas palabras pueden ser una especie de clave que desata fuerzas ocultas maléficas. Pero en ocasiones puede haber por medio algún tipo de intervención diabólica, lo que es algo distinto. Como toda intervención del diablo, alcanza solo hasta donde Dios permite que llegue, pero puede tener algún efecto. En el fondo, como sucedió con la vida terrena del mismo Jesucristo, Dios utiliza para el cumplimiento de sus planes incluso la maldad del demonio, por lo que no puede sorprender que siga ocurriendo alguna vez.

¿Qué hacer si uno tiene alguna sospecha de que alguien ha hecho un maleficio contra él? Primero habría que decir que -de existir intervención diabólica- casi nunca se puede llegar a la certeza de que tal intervención se está operando, incluso el especialista tendrá dificultad para tener tal certeza, mucho menos para una persona particular sin grandes conocimientos sobre el tema. Pero si un maleficio ha sido practicado el único modo de destruirlo es hacer justo lo contrario: invocar a Dios.

Es decir, si una persona ha invocado al demonio para hacer el mal, se trata de que la víctima invoque a Dios para que le proteja, le ayude y le bendiga. El bien siempre es más fuerte que el mal.

El P. José Fortea nos indica que a la gente que va a su parroquia diciendo que sufren un maleficio les digo que la única medicina y remedio es que hagan cada día lo siguiente:

-rezar un misterio del rosario
-leer cinco minutos el Evangelio
-hablar con Dios durante unos instantes
-la misa (dominical o con más frecuencia)
-colocar en la casa un cruficijo bendecido
-colocar una imagen bendecida de la Virgen María
-santiguarse con agua bendita una vez al día

Haciendo estas cosas el mal que sufren si es del demonio irá remitiendo. Pero si no remite en ninguna medida, eso sería signo de que no estaba provocado por un maleficio.

¿Y si no había maldición alguna?, pues a nadie le hace mal realizar lo arriba planteado.

P. Julio de la Vega-Hazas // P. José Antonio Fortea
Aleteia.org // Mercaba.org

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miércoles, 29 de enero de 2014

Francisco: El sacramento de la Confirmación nos da la fuerza para seguir adelante


Esta mañana, lluviosa y muy fría, en la Plaza de San Pedro, se congregaron unas veinticinco mil personas, procedentes de distintas partes del mundo, para participar de la audiencia general del papa Francisco. El Pontífice, sobre su jeep blanco, recorrió durante 30 minutos la Plaza saludando, bendiciendo y acariciando a los más pequeños.

Un momento especialmente simpático fue cuando Francisco saludó a un loro colorido, perteneciente a los 350 representantes del circo de Bergantino, procedente del Trivéneto.

En la tercera de las catequesis dedicadas a los sacramentos, el Papa habló sobre la Confirmación, recordando que el término Confirmación indica que este sacramento ratifica la gracia bautismal, nos une más firmemente a Cristo y nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para defender la fe y confesar el nombre de Cristo.

La Confirmación, dijo el Pontífice, junto con el Bautismo y la Eucaristía, forma parte de un proceso único que se llama iniciación cristiana, a través del cual somos insertados gradualmente en Cristo, muerto y resucitado y recibimos una vida nueva.

Como todo sacramento, la Confirmación es obra de Dios, que se preocupa de que nuestra vida sea plasmada a imagen de su Hijo, de hacernos capaces de amar como él, infundiéndonos su Espíritu Santo. Este Espíritu actúa con su fuerza en nosotros, en toda la persona y durante toda la vida. Cuando lo recibimos en nuestro corazón, Cristo mismo se hace presente y toma forma en nuestra vida: es él quien reza, quien perdona, el que infunde esperanza, el que sirve a los hermanos más necesitados, el que crea comunión y siembra la paz en nuestra vida. Es él el que hace eso, dijo Francisco en sus palabras en español.

Texto de la catequesis

 
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En esta tercera catequesis sobre los Sacramentos, nos detenemos en el de la Confirmación, que debe ser entendida en continuidad con el Bautismo, al que está vinculada de manera inseparable. Estos dos sacramentos, junto con la Eucaristía, constituyen un único acontecimiento salvífico – que se llama “la iniciación cristiana” –, en el que somos insertados en Jesucristo muerto y resucitado y nos convertimos en nuevas criaturas y miembros de la Iglesia. He aquí la razón por la que originariamente estos tres Sacramentos se celebraban en un único momento, al final del camino catecumenal, que era normalmente en la Vigilia Pascual. Así se articulaba este itinerario de formación y de inserción gradual en la comunidad cristiana que podía durar también algunos años. Se hacía paso a paso, para llegar al Bautismo, después la Confirmación y la Eucaristía.

Comúnmente se habla del sacramento de la “Confirmación”, palabra que significa “unción”. Y, de hecho, a través del aceite llamado “sagrado Crisma”, somos conformados, en la potencia del Espíritu, a Jesucristo, el cual es el único y verdadero “ungido”, el “Mesías”, el Santo de Dios. Hemos escuchado en el Evangelio como Jesús lo lee en Isaías, lo vemos más adelante. Es el ungido. Soy enviado y estoy ungido para esta misión.

El término “Confirmación” nos recuerda que este Sacramento aporta un crecimiento de la gracia bautismal: nos une más firmemente a Cristo; lleva a cumplimiento nuestro vínculo con la Iglesia; nos da una especial fuerza del Espíritu Santo para difundir y defender la fe, para confesar el nombre de Cristo y para no avergonzarnos nunca de su cruz (cfr Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1303). Y por eso es importante ocuparse de que nuestros niños y nuestros jóvenes reciban este sacramento. Todos nosotros nos ocupamos de que sean bautizados y esto es bueno. Pero, quizás, no le damos tanta importancia a que reciban la Confirmación. ¡Se quedan a mitad camino y no reciben el Espíritu Santo! Que es tan importante para la vida cristiana, porque nos da la fuerza para seguir adelante.

Pensemos un poco: cada uno de nosotros ¿verdaderamente nos preocupamos de que nuestros niños y nuestros jóvenes reciban la Confirmación? ¡Pero es importante esto, es importante! Y si ustedes en sus casas tienen niños o jóvenes que todavía no la recibieron y ya tienen la edad para recibirla, hagan todo lo posible para que terminen esta iniciación cristiana y que ellos reciban la fuerza del Espíritu Santo. ¡Pero es importante!

Naturalmente es importante ofrecer a los confirmandos una buena preparación, que debe estar pensada para conducirlos hacia una adhesión personal a la fe en Cristo y a despertar en ellos su sentido de pertenencia a la Iglesia.

La Confirmación, como todo Sacramento, no es obra de los hombres, sino de Dios, el cual cuida de nuestra vida para plasmarnos a imagen de su Hijo, para hacernos capaces de amar como Él. Él lo hace infundiendo en nosotros su Espíritu Santo, cuya acción impregna a toda la persona y toda la vida, como se refleja en los siete dones que la Tradición, a la luz de la Sagrada Escritura, siempre evidenció.

Estos siete dones, yo no los voy a preguntar si se acuerdan de los siete dones, ¿no? Quizás todos los digan, pero no es necesario. Todos dirán son este y este, pero no lo hacemos. Lo digo yo en su nombre. ¿Y cuáles son los dones? Sabiduría, Inteligencia, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dios. Y estos dones nos fueron dados con el Espíritu Santo en el sacramento de la Confirmación. A estos dones tengo la intención de dedicar las catequesis que seguirán a las de los Sacramentos.

Cuando recibimos el Espíritu Santo en nuestro corazón y lo dejamos actuar, Cristo mismo se hace presente en nosotros y toma forma en nuestra vida, a través de nosotros, será Él, ¡Escuchen bien esto! A través de nosotros será el mismo Cristo quien rece, quien perdone, quien infunda esperanza y consuelo, quien sirva a los hermanos, quien se haga cercano a los necesitados y a los últimos, a crear comunión, a sembrar paz. Pero piensen que importante es esto, que por el Espíritu Santo viene el mismo Cristo para hacer todo esto en medio de nosotros y por nosotros. Por esto es importante que los niños y los jóvenes reciban este Sacramento.

Queridos hermanos y hermanas, ¡recordemos que recibimos la Confirmación todos nosotros! Recordémoslo antes que nada para agradecerle al Señor este don, y luego para pedirle que nos ayude a vivir como verdaderos cristianos, a caminar siempre con alegría según el Espíritu Santo que nos fue donado. Se ve que estos últimos miércoles, a la mitad audiencia, nos bendicen desde el Cielo. ¡Pero son valientes! ¡Adelante!

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lunes, 27 de enero de 2014

Ángelus del Papa: Que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra


Ante la presencia de varios miles de fieles y peregrinos de numerosos países la Plaza de San Pedro volvió a vestirse de fiesta. En esta ocasión también estuvieron presentes los muchachos de la Acción Católica de la diócesis de Roma, que participaron en la iniciativa llamada “Caravana de la Paz”, junto al cardenal Vicario del Papa, Agostino Vallini y procedieron, desde el estudio del Santo Padre a liberar algunas palomas blancas, símbolos de la paz.

El papa Francisco reflexionó sobre el Evangelio dominical que narra el inicio de la vida pública de Jesús en las ciudades y aldeas de Galilea, cuya misión parte de una zona periférica, despreciada por los judíos más observantes, por lo que el profeta Isaías la señala como “Galilea de los gentiles”.

Se trata de una tierra de frontera – explicó el Santo Padre – una zona de tránsito donde se encuentran personas de diferentes razas, culturas y religiones. Galilea se convierte así en el lugar simbólico para la apertura del Evangelio a todos los pueblos. Desde este punto de vista – prosiguió – Galilea se parece al mundo de hoy en el que coexisten diversas culturas, necesidad de comparación y de encuentro. Por esta razón afirmó que “también nosotros estamos inmersos cada día en una ‘Galilea de los gentiles’, y en este tipo de contexto podemos asustarnos y ceder a la tentación de construir cercos para estar más seguros, más protegidos. Pero Jesús –afirmó el Papa– nos enseña que la Buena Noticia no está reservada a una parte de la humanidad, sino que hay que comunicarla a todos. Es un buen anuncio destinado a cuantos lo esperan, pero también a quienes, tal vez, no esperan más, y no tienen ni siquiera la fuerza de buscar y de pedir.

Después de rezar a la Madre de Dios, el Papa recordó la celebración de la Jornada Mundial de los enfermos de lepra. Enfermedad que, aun estando en regresión, afecta aún, lamentablemente, a muchas personas que viven en condiciones de grave miseria. Por eso afirmó que es importante mantener viva la solidaridad con estos hermanos y hermanas, a quienes el Pontífice les aseguró su cercanía en la oración, junto a todos los que los asisten y se empeñan para eliminar esta enfermedad.

El Santo Padre también manifestó su cercanía en la oración a Ucrania, en particular a cuantos han perdido la vida en estos días y a sus familias. Y manifestó su deseo de que se desarrolle un diálogo constructivo entre las instituciones y la sociedad civil para que, evitando todo recurso a acciones violentas, prevalezcan en el corazón de cada uno el espíritu de paz y la búsqueda del bien común.

De la misma manera el Obispo de Roma recordó que en los próximos días millones de personas que viven en Extremo Oriente o esparcidas en varias partes del mundo, entre los cuales chinos, coreanos y vietnamitas, celebran el Año nuevo lunar. De ahí que les deseara a todos ellos una existencia colmada de alegría y de esperanza. “Que el anhelo irrefrenable a la fraternidad – dijo – que albergan en su corazón, encuentre en la intimidad de la familia el lugar privilegiado donde pueda ser descubierto, educado y realizado. Esta será una preciosa contribución a la construcción de un mundo más humano, en el que reina la paz.

El papa Francisco recordó además que el sábado en Nápoles fue proclamada beata María Cristina de Saboya, quien vivió a mediados del siglo XIX, Reina de las dos Sicilias. De esta mujer de profunda espiritualidad y de gran humildad que supo hacerse cargo de los sufrimientos de su pueblo, convirtiéndose en verdadera madre de los pobres, el Pontífice afirmó que “su extraordinario ejemplo de caridad testimonia que la vida buena del Evangelio es posible en todo ambiente y condición social”.

Entre los saludos del Obispo de Roma a los diversos grupos de fieles y peregrinos de Italia y de otros países, destacamos los dirigidos a los estudiantes de Cuenca, en España, y a las muchachas de Panamá.

El Papa también expresó su cercanía a las poblaciones inundadas por el aluvión en la región italiana de Emilia.

Y, por último, antes de desear feliz domingo y buen almuerzo, se dirigió a los muchachos y muchachas de la Acción Católica de la diócesis de Roma, quines también este año, acompañados por el Cardenal Vicario, acudieron a la Plaza de San Pedro en gran número al término de su “Caravana de la Paz”.

Texto completo de la alocución del Papa antes del rezo del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! El Evangelio de este domingo narra los inicios de la vida pública de Jesús en las ciudades y aldeas de Galilea. Su misión no parte de Jerusalén, es decir del centro religioso, social y político, sino de una zona periférica, despreciada por los judíos más observantes, con motivo de la presencia en aquella región de diversas poblaciones; por ello el profeta Isaías la indica como “Galilea de los gentiles” (Is 8, 23).

Es una tierra de frontera, una zona de tránsito donde se encuentran personas diferentes por raza, cultura y religión. Galilea se convierte así en el lugar simbólico para la apertura del Evangelio a todos los pueblos. Desde este punto de vista, Galilea se parece al mundo de hoy: comprendida por diversas culturas, necesidad de confrontación y de encuentro. También nosotros estamos inmersos cada día en una “Galilea de los gentiles”, y en este tipo de contexto podemos asustarnos y ceder a la tentación de construir recintos para estar más seguros, más protegidos. Pero Jesús nos enseña que la Buena Noticia no está reservada a una parte de la humanidad, hay que comunicarla a todos. Es un buen anuncio destinado a cuantos lo esperan, pero también a quienes, tal vez, ya no esperan, y ni siquiera tienen la fuerza de buscar y de pedir.

Partiendo de Galilea, Jesús nos enseña que nadie está excluido de la salvación de Dios, más bien, que Dios prefiere partir desde la periferia, de los últimos, para alcanzar a todos. Nos enseña un método, su método, que expresa el contenido, es decir la misericordia del Padre. “Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 20).

Jesús comienza su misión no sólo desde un lugar descentrado, sino también a partir de hombres que se dirían “de bajo perfil”. Para elegir a sus primeros discípulos y futuros apóstoles, no se dirige a las escuelas de los escribas y doctores de la Ley, sino a las personas humildes y sencillas, que se preparan con empeño a la llegada del Reino de Dios. Jesús va a llamarlos allí donde trabajan, en la ribera del lago: son pescadores. Los llama, y ellos lo siguen inmediatamente. Dejan las redes y van con Él: su vida se convertirá en una aventura extraordinaria y fascinante.

Queridos amigos y amigas, ¡el Señor llama también hoy! Pasa por los caminos de nuestra vida cotidiana; también hoy, en este momento, aquí, el Señor, pasa por la plaza. Nos llama a ir con Él, a trabajar con Él por el Reino de Dios, en las “Galileas” de nuestros tiempos. Cada uno de ustedes piense: el Señor pasa hoy, el Señor me mira, ¡me está mirando! ¿Qué me dice el Señor?

Y si alguno de ustedes oye que el Señor le dice: “sígueme”, sea valiente, vaya con Él; Él no decepciona jamás. ¡Dejemos alcanzarnos por su mirada, por su voz, y sigámoslo! “Para que la alegría del Evangelio llegue hasta a los confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su luz” (Ibíd., 288).(RV)

aica.org

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domingo, 26 de enero de 2014

Evangelio del Domingo

Evangelio según San Mateo 4,12-23

Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea.
Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí,
para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:
¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones!
El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz.
A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca".
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores.
Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres".
Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.
Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente.

Comentario del Evangelio: “Apareció una gran luz sobre aquellos que habitaban en tinieblas y sombras de muerte” Por: San Columbano

Te ruego, Jesús mío, que enciendas tan intensamente mi lámpara con
tu resplandor que, a la luz de una claridad tan intensa, pueda contemplar
el santo de los santos que está en el interior de aquel gran templo, en
el cual tú, Pontífice eterno de los bienes eternos, has penetrado; que allí,
Señor, te contemple continuamente y pueda así desearte, amarte y
quererte solamente a ti, para que mi lámpara, en tu presencia, esté
siempre luciente y ardiente.

Te pido, Salvador amantísimo, que te manifiestes a nosotros, que
llamamos a tu puerta, para que, conociéndote, te amemos sólo a ti y
únicamente a ti; que seas tú nuestro único deseo, que día y noche
meditemos sólo en ti, y en ti únicamente pensemos.


Alumbra en nosotros un amor inmenso hacia ti, cual corresponde a la caridad con la que Dios debe ser amado y querido… y hasta tal punto inunde todos nuestros sentimientos, que nada podamos ya amar fuera de ti, el único eterno. Así, por muchas que sean las aguas de la tierra y del firmamento, nunca llegarán a extinguir en nosotros la caridad, según aquello que dice la Escritura: Las aguas torrenciales no podrán apagar el amor. Que esto llegue a realizarse, al menos parcialmente, por don tuyo, Señor Jesucristo.

evangeliodeldia.org

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viernes, 24 de enero de 2014

La adicción a la comida‏

La raíz del problema no está en lo que se coma, sino en el porqué, de modo que se convierte en una dependencia muy difícil de superar por uno mismo.

Los científicos han demostrado que la actividad eléctrica que se genera en determinadas zonas del cerebro es la responsable de que, ante determinadas experiencias, sintamos dolor o placer. Quienes las padecen buscan con las conductas adictivas un cambio autoinducido: repiten actuaciones concretas para provocar con ellas que las células nerviosas del cerebro produzcan una actividad generadora de un sentimiento específico.

Cada persona desarrolla una forma particular de enfrentarse al miedo, la ansiedad, el estrés, el dolor o la culpabilidad. Algunas son capaces de tratar directamente el problema, pero muchísimas recurren a la bebida, las drogas o el exceso de trabajo. Para otras se hacen crónicos los dolores de cabeza, estómago o espalda.

Estos intentos para eliminar o reducir el estrés o el dolor son temporalmente relajantes y placenteros, por lo que cuesta darse cuenta de que, a la larga, serán inapropiados y dañinos. Todo el mundo sabe que el exceso de comida no es sano, pero sus perjuicios no se notan mientras comemos.

Encubrir otros problemas

No hay una única causa que lleve a una persona a abusar de la comida. Geneen Roth, autora de varios estudios sobre el tema, en su libro Cuando la comida sustituye al amor explica así como para ella, que deseaba perder peso, los kilos de más suponían un escudo con el que protegerse de otros problemas:

"Mientras tuviera la atención pendiente en lo que comía, del tamaño de la ropa que usaba, de la celulitis y de cómo sería mi vida cuando finalmente consiguiera perder peso, no había persona capaz de herirme profundamente. Mi obsesión por el peso era más apasionante e inmediata que nada que pudiera sucederme con una amiga o un amante. Cuando me sentía rechaza por alguien, me decía que esa persona rechaza mi cuerpo, pero no a mí, y que cuando adelgazara las cosas serían diferentes".

En otro libro, Una sustancia llamada comida, Gloria Arenson, que ha sido directora del Centro de Tratamiento de Desórdenes en la Comida de Los Ángeles, coincide en que muchos de estos enfermos desean de forma inconsciente ganar peso. No sólo se trata de evitar enfrentarse a un problema mayor que el peso.

Entre las mujeres, por ejemplo, es frecuente que "se aferren a la gordura para negar su sexualidad". Además, explica que "las personas con baja autoestima pueden sentirse incomodas cuando se sienten observadas por el sexo opuesto y para ellas la grasa es un abrigo que cubre y protege a la persona."

Enfermo sin perfil

Los comedores compulsivos son tanto hombres como mujeres de todas las edades y clases sociales. Algunos lo son periódicamente y otros se atiborran de comida diariamente. También hay quienes no se dan atracones, pero que no dejan de comer en todo el día.

Quienes tienen este problema comparten algunas de sus penas con las personas bulímicas. Ambas tienen episodios recurrentes de atracones en los que en espacio de tiempo corto ingieren grandes cantidades de comida, prefieren los alimentos ricos en calorías, a veces comen a escondidas, han intentado más de una vez perder peso y debido a la alternancia entre ayunos y empachos sufren variaciones en su peso.

Con todo ello llegan después los sentimientos de repulsa hacia ellos mismos y la depresión. Es bastante frecuente que hagan dieta constantemente. Se mantienen en permanente estado de privación, de modo que cuando su resolución por seguir el régimen desaparece tienen la sensación de que tienen que comer grandes cantidades para resarcirse de las privaciones anteriores.

Adicción a la Comida: Plan de Cuatro Niveles

Gloria Arenson en su libro Una sustancia llamada comida propone un "plan a cuatro niveles". Hacerse consciente de la adicción a la comida y, a partir de ahí, plantearse superar el problema.

1. Nivel físico: la conducta. La autora recomienda llevar un diario en que se reflejen los "episodios de atracón", y puntuarlos por su intensidad según una escala del uno al diez.

2. Nivel emocional: los sentimientos. Con cada una de las anotaciones, hay que preguntarse qué hay en nuestras vidas que merezca una puntuación como la que se le acaba de otorgar a la comilona.

3. Nivel cognitivo: los pensamientos y las creencias. Como no se ha encontrado nada que merezca esta puntuación, hay que analizar qué pensamos sobre nosotros mismos después del atracón y por qué creemos que lo actuamos así.

4. Nivel transpersonal
: la recuperación del poder. Hay que dejar de sentirse una víctima y se deben buscar las medidas para lograrlo, si se cree necesario hay que solicitar la ayuda de un especialista.

catholic.net

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jueves, 23 de enero de 2014

El regalo encubierto

Un joven muchacho que estaba a punto de graduarse, admiraba desde hacía unos meses un precioso automóvil deportivo en un concesionario de coches. Sabiendo que su padre podría comprárselo, le dijo que ese auto era todo lo que quería; y a sabiendas que se acercaba el día de graduación y que su padre tenía las posibilidades económicas de concedérselo, el joven esperaba ver alguna señal de que su padre hubiese comprado el auto que tanto soñaba.

Finalmente, en la mañana del día de graduación, su padre le llamó para decirle lo orgulloso que se sentía de tener un hijo tan bueno y lo mucho que lo amaba.

El padre tenía en sus manos una hermosa caja de regalo. Curioso e impaciente, el joven abrió la caja y encontró una hermosa Biblia de cubiertas de piel y con su nombre escrito con letras de oro.

Enojado le gritó a su padre: "¿Con todo el dinero que tienes y lo que me das es esta Biblia?". Salió de la casa y no regresó jamás.

Pasaron muchos años y el joven se convirtió en un exitoso hombre de negocios. Tenía una hermosa casa y una bonita familia, pero cuando supo que su padre (que ya era anciano) estaba muy enfermo, pensó visitarlo. No lo había vuelto a ver desde el día de su graduación.

Poco antes de partir para verlo, recibió un telegrama donde decía que su padre había muerto y le había heredado todas sus posesiones, por lo cual necesitaba urgentemente ir a su casa para arreglar todos los trámites de inmediato.

Cuando llegó a la casa de su padre, la tristeza y el arrepentimiento llenaron su corazón.

Empezó a ver todos los documentos importantes que su padre tenía y encontró la Biblia que en aquella ocasión su padre le había dado. Con lágrimas, la abrió y empezó a hojear sus páginas. Su padre cuidadosamente había subrayado un verso en Mateo 7.11: "Y si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas guías a vuestros hijos, cuanto más nuestro Padre Celestial dará a sus hijos aquello que le pidan".

Mientras leía esas palabras, unas llaves cayeron de la Biblia. Tenía una tarjeta del concesionario de automóviles donde había visto ese deportivo que había deseado tanto. En la tarjeta estaba la fecha del día de su graduación con las palabras: "TOTALMENTE PAGADO".

¿Cuántas veces hemos rechazado y perdido las Bendiciones de Dios o las oportunidades de disfrutar y/o vivir algo, porque no vienen envueltas en paquetes hermosos, como nosotros esperamos?

webcatolicodejavier.org

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miércoles, 22 de enero de 2014

Francisco: “Si estamos divididos no haremos creíble el Evangelio que predicamos


Ante miles de fieles y peregrinos, congregados en la Plaza de San Pedro, el papa Francisco dedicó su catequesis de hoy, miércoles 22 de enero, a reflexionar sobre la Semana de oración por la unidad de los cristianos.

El Papa elogió esta iniciativa que, a lo largo de estos años, persigue el objetivo de Cristo en el Evangelio cuando pide al Padre que “todos sean uno” para que el mundo crea.

Desde el lema escogido para este año: “¿Es que Cristo está dividido?”, el Santo Padre señaló que Cristo no está dividido y que lo que quiere es la unión de todos con Él.

Francisco lamenta la división que hay entre los creyentes, lo cual es un escándalo y debemos reconocerlo con toda humildad. Ante una situación como la de Pablo que denuncia en la comunidad de entonces, que unos se consideren de Cefas, otros de Apolo, y otros de Saulo, el Papa recuerda que todos somos de Cristo, y Cristo de Dios. De esta manera es Germen de unidad, algo que nos viene dado por el Bautismo y la fuerza de la Cruz. Y es que si estamos divididos, no haremos creíble el Evangelio que predicamos.

“También nosotros, expresó el Papa en su catequesis, a pesar del sufrimiento causado por las divisiones, debemos aprender a reconocer con gozo los dones que Dios concedió a otros cristianos, y a recibirlos con un corazón grande y generoso. Y para esto se requiere humildad, reflexión y una continua conversión”.

El Santo Padre recordó también cómo Pablo exhorta a los fieles de Corinto a aprovechar las Gracias que Dios da, y pide que los creyentes seamos capaces de aceptar los dones sacramentales, que nos ayudarán a superar cualquier tipo de tensión y nos harán una comunidad unida y capaz de dar testimonio.

Francisco ha terminado su catequesis, como ya es habitual, saludando a todos los presentes y haciendo un resumen de sus palabras en los distintos idiomas, invitando a dar gracias a Dios por todos los dones recibidos a lo largo de la vida, lo que nos debe llevar a una profunda conversión del corazón. Finalmente también ha impartido la Bendición Apostólica. +

Texto completo de la catequesis del Papa


Queridos hermanos y hermanas El pasado sábado comenzó la Semana de oración por la unidad de los cristianos, que concluirá el sábado próximo, fiesta de la Conversión de san Pablo apóstol. Esta iniciativa espiritual, muy preciosa, implica a las comunidades cristianas desde hace más de cien años. Se trata de un tiempo dedicado a la oración por la unidad de todos los bautizados, según la voluntad de Cristo: “que todos sean una sola cosa” (Jn 17,21).

Cada año, un grupo ecuménico de una región del mundo, bajo la guía del Consejo Ecuménico de las Iglesias y del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, sugiere el tema y prepara subsidios para la semana de oración. Este año estos subsidios provienen de las Iglesias y Comunidades eclesiales de Canadá, y hacen referencia a la pregunta dirigida por san Pablo a los cristianos de Corinto: “¿Acaso está Cristo dividido?” (1 Cor 1,13).

Ciertamente Cristo no está dividido. Pero debemos reconocer sinceramente, con dolor, que nuestras comunidades siguen viviendo divisiones que son de escándalo. La división entre nosotros los cristianos es un escándalo, no hay otra palabra, es un escándalo. “Cada uno de ustedes – escribía el Apóstol – dice: “Yo soy de Pablo”, “Yo en cambio soy de Apolo”, “Yo soy de Cefas”, “Yo soy de Cristo” (1,12).

Tampoco los que profesaban a Cristo como su cabeza son aplaudidos por Pablo, porque usaban el nombre de Cristo para separarse de los demás dentro de la comunidad cristiana. ¡Pero el nombre de Cristo crea comunión y unidad, no división! Él vino a hacer comunión entre nosotros, no para dividirnos. El Bautismo y la Cruz son elementos centrales del discipulado cristiano que tenemos en común. Las divisiones en cambio debilitan la credibilidad y la eficacia de nuestro compromiso de evangelización y corren el riesgo de vaciar a la Cruz de su poder (cfr 1,17).

Pablo riñe a los Corintios por sus disputas, pero también da gracias al Señor “con motivo de la gracia de Dios que les fue dada dada en Cristo Jesús, porque en él han sido enriquecidos con todos los dones, los de la palabra y los del conocimiento” (1,4-5). Estas palabras de Pablo no son una simple formalidad, sino el signo que él ve ante todo –y por esto se alegra sinceramente– los dones hechos por Dios a la comunidad. Esta actitud del Apóstol es un aliento para nosotros y para cada comunidad cristiana a reconocer con alegría los dones de Dios presentes en otras comunidades.

A pesar del sufrimiento de las divisiones, que por desgracia aún permanecen, acojamos las palabras de Pablo como una invitación a alegrarnos sinceramente por las gracias concedidas por Dios a otros cristianos. Tenemos el mismo bautismo, el mismo Espíritu Santo que nos concede las gracias. Reconozcámoslo y alegrémonos. Es hermoso reconocer la gracia con la que Dios nos bendice y, aún más, encontrar en otros cristianos algo que necesitamos, algo que podríamos recibir como un don de nuestros hermanos y de nuestras hermanas.

El grupo canadiense que preparó los subsidios de esta Semana de oración no invitó a las comunidades a pensar en lo que podrían dar a sus vecinos cristianos, sino que las exhorta a encontrarse para comprender lo que todas pueden recibir a su vez de las demás. Esto requiere algo más. Requiere mucha oración, requiere humildad, requiere reflexión y continua conversión. Vayamos adelante en este camino rezando por la unidad de los cristianos, para que este escándalo disminuya y no se dé más entre nosotros. Gracias.

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viernes, 17 de enero de 2014

¿Cómo sucede la excomunión por aborto?

La manera en que sucede la excomunión por aborto es la siguiente:

El Canon 1398 menciona que "una persona que realiza un aborto exitoso, incurre en la excomunión automática" (latae sententiae). Esto significa que en el mismo momento en que el aborto es consumado exitosamente, la mujer y todos los participantes son excomulgados.

El aborto se define como "el asesinato del feto, de cualquier manera o en cualquier momento, desde el momento de la concepción" (Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos, publicado en las "Actas de la Sede Apostólica" vol. 80(1988),(1818)). Esta definición aplica a cualquier significado, incluyendo drogas, por medio de la cual un ser humano en el vientre de la madre es sacrificado. Cuando una mujer está consciente de estar en estado, la muerte intencional de la nueva vida en ella, no es solamente asesinato sino una ofensa sujeta a excomunión. Una mujer que sospecha que está esperando, tiene una grave responsabilidad y debe averiguar y proteger la posible vida en ella. Cualquier acción para terminar una "posible" vida, aunque probablemente no sea materia de excomunión, si refleja una gran indiferencia por la vida y es materia de pecado grave.

Todos aquellos que colaboran en llevar a cabo el aborto, son considerados conspiradores y sujetos a ser excomulgados. Esto incluye sin duda a los médicos y las enfermeras que participaron directamente, a los esposos, familiares y otros que con cuyo consejo colaboraron en hacerlo moralmente posible para la mujer afectada, y también todos los que la apoyaron en llevarlo a cabo.(Llevando a la clínica, financiando el aborto etc.)

Claramente hablando, aquellos que piensan que la posibilidad de tener abortos químicos solucionaría el problema, se engañan a si mismos. Solamente ampliaría el grupo sujeto a la excomunión y culpables de falta grave, incluyendo entonces a los fabricantes de las medicinas, farmaceuticos y médicos familiares. También debe de tomarse en consideración que actualmente muchas píldoras anticonceptivas son abortivas. Teóricamente el uso y conocimiento de las características abortivas de estas pastillas podría causar la excomunión. Los fabricantes de estas pastillas han estado considerando últimamente la peligrosa responsabilidad que comparten.

Tome nota: Para incurrir en la excomunión, uno debe de estar en conocimiento de que el aborto conlleva esa consecuencia. El Canon 1323 prevee excluir de la sanción a aquellos que no han cumplido los 16 años, los que no conocen esta Ley o están en error sobre su alcance, los que fueron forzados a esta decisión, los que tuvieron un accidente imprevisto, los que actuaron por miedo o no estaban en su santo juicio. (excepto culpabilidad causada por el alcoholismo). Por lo tanto una mujer forzada por un hombre abusivo, para hacerse un aborto, no estaría sujeta a la excomunión, pero si alguien es culpable bajo la influencia del alcoholismo o de drogas, si lo estaría (Canon 1325).

En cualquier caso, haya uno estado sujeto a excomunión o no, el pecado del aborto tiene que ser confesado, como si se le hubiera quitado la vida a un ser humano inocente (5to mandamiento). Si el penitente no conocía esta Ley en el momento de cometer el aborto, entonces él o ella no fueron excomulgados. Si la persona conocía esta Ley, pero existieron circunstancias atenuantes (como las arriba mencionadas referente al Canon 1323), estos factores deben ser explicados al confesor. El confesor mencionará, si tiene la facultad del obispo para absolverlo de esta excomunión o si necesita de ella. Si no tiene la facultad de absolver en este caso, puede privadamente y en secreto obtener la absolución del obispo o enviar al confesor a una persona que si tenga la facultad para hacerlo.

Una persona que piensa pueda estar sujeta a la excomunión, debe abstenerse de recibir la Sagrada Eucaristía hasta tanto la absolución de los pecados y de la excomunión haya sido otorgada.

Un factor que complica esta situación, es cuando intencionalmente se oculta el pecado mortal (aborto) o el conocimiento de la excomunión, esto invalida todas las otras absoluciones recibidas por los otros pecados cometidos, desde el momento en que se comenzó a ocultar este pecado. Ocultar conscientemente un pecado mortal o una excomunión, significa que aún después de haber sido dada la absolución por el sacerdote, debido a la falta de honestidad de parte del penitente, el pecado no queda perdonado. La absolución no es mágica, depende del sincero arrepentimiento de todos los pecados mortales conocidos y un firme propósito de enmienda. Estos pecados deben ser nuevamente confesados, como parte integral de una buena confesión. Este no es el caso de la persona que desconocía que lo que estaba haciendo era pecar ante los ojos de Dios y de la Iglesia, de lo cual se enteró más tarde. Como no ocultó de la confesión lo que sabía que era pecado, sus previas confesiones son válidas.

La Iglesia hace todo el esfuerzo posible para facilitar El Sacramento de la Penitencia y obliga a los sacerdotes a mantener también la anonimidad (Canon 964). Realmente no hay excusa válida para demorar el pleno regreso a los Sacramentos. Todos los que han cometido un aborto deben regresar a casa, a Cristo y a la Iglesia.

Colin B. Donovan
ewtn.com

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jueves, 16 de enero de 2014

Perdonar, sanar, restaurar, renovar...

El mayor espectáculo del mundo es ver un hombre esforzado luchando solo contra la adversidad; pero hay uno todavía más sorprendente y es el ver a otro hombre lanzarse en su ayuda sin que este se lo pida”

Valores humanos: viviendo la sobriedad. Vivir la sobriedad nos permite controlar nuestros deseos e impulsos, sin embargo no siempre es fácil saber aplicar este valor en la vida ordinaria.

Porque existen recuerdos, situaciones, acontecimientos, personas, que más que huellas han dejado heridas en el alma y se convierten en la piedra en el zapato que no nos deja avanzar puesto que duele y lastima cada vez que intentamos caminar. Por esto urge, es necesario aprender a perdonar…

Y el perdón… es la medicina que sana el dolor del alma, es el sentimiento que devuelve la esperanza, es el milagro que renueva o restaura, es la magia que nos permite recordar sin sufrir, y muchas veces olvidar aquello que tanto nos hizo llorar, nos robó la fe en el amor, en la amistad, en Dios, en uno mismo, en los demás.

Perdonar: Por ello debemos aprender a Perdonar; quizás a Dios, no porque haya hecho algo mal… sino por aquello por lo que lo hemos culpado: enfermedades, accidentes, consecuencias de los errores de la humanidad, infertilidad, hijos con características no esperadas, abundancias o carencias, inconformidades propias que nos impiden encontrar la paz. Hacemos de nuestra oración un muro de lamentos, nos alejamos de El porque no logramos entender o discernir cuál es su voluntad, le culpamos de los errores de otros…

Sanar: Para poder renovar nuestro interior, es preciso liberar de toda culpa a Dios, aprender a descubrir y experimentar su inmenso amor y encontrar en él la sanación interior…

Hay casos en los que nos cuesta reconocer, que es a nosotros mismos a los que debemos perdonar; porque nos culpamos de muchas de las cosas que pasan a nuestro alrededor, juzgamos muy severamente nuestros errores, nos atormentamos por lo que dejamos de hacer o hicimos mal; divorcios, muertes, separaciones, palabras dichas y otras que no se dijeron, flores marchitas, historias de amor y amistad que no lograron terminar de escribirse o que tuvieron un triste final… y nos quedamos estancados en el pasado sin poder avanzar; negándonos la oportunidad de empezar de nuevo, liberarnos, restaurar, renovar…

Perdonarnos, es ser capaces de aceptar e indultar nuestra propia humanidad; pasar la hoja, atrevernos a escribir un nuevo capítulo de nuestra historia personal.

Para encontrar la paz del alma, hace falta perdonar también a los demás; la palabra que dolió, la traición que golpeó, la acción que la vida destrozó, el abandono que dejó vacíos internos, la omisión, la indiferencia, los acosos, el cansancio, la fragilidad humana del otro que tanto hirió, que robó La fe, la esperanza de creer en el amor, en la amistad, aún en el mismo perdón…

Perdonar al otro es liberarnos de sentimientos que causan mucho más dolor; porque nos encasillan en hechos que ya pasaron, en tormentas que cesaron, en diluvios y terremotos que aunque arrasaron con lo mejor de nosotros mismos, no todo se lo han robado; porque mientras nuestro corazón siga latiendo, tenemos la oportunidad de seguir viviendo, restaurando lo que está destruido, renovar el corazón herido, devolviendo la fe y la paz que se había perdido…

Restaurar: El perdón sale de nosotros mismos, de nuestra capacidad de amar, de volver a empezar… El aprender a perdonar surge de esa experiencia que tengamos del Amigazo Dios que nos enseñó a perdonar, saldando El mismo todas nuestras deudas, liberándonos de toda culpa, regalándonos la nueva vida en el amor que a diario nos manifiesta, en esa cruz, que más que condenarnos nos redime y nos libera…

Perdonar es empezar de nuevo, amar con tanta intensidad que hagamos del perdón el milagro que restaure nuestra vida, le devuelva la paz y la esperanza perdida; y nos llene de fuerza y fe para hacer nuestros sueños realidad….

Renovar: Por ello, revisa tu interior y piensa: ¿Qué te hace falta perdonar? ¿Qué te impide avanzar?… ¿Estás listo para empezar de nuevo, reparar, restaurar, renovar?… Solo Dios nos da esa capacidad de perdonar; de El recibimos y aprendemos el perdón que le devuelve la paz al corazón… Cada día en nuestra oración repetimos: Perdónanos como perdonamos… Digámosle también, enséñanos a perdonar como Tu nos has perdonado…

El autor es el P. Jaime Forero, Terciario Capuchino fallecido el 11 de Abril de 2007, aunque él se apoyó ampliamente en textos de otros autores, de modo que su trabajo no tiene pretensión de originalidad sino sólo de servicio.

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miércoles, 15 de enero de 2014

Catequesis del Papa: Con el Bautismo todos somos discípulos y misioneros


Unos 35 mil fieles, provenientes de todas partes del mundo, y a pesar del frío romano, se congregaron en la mañana de hoy, miércoles 15 de enero, en la plaza de San Pedro para escuchar la catequesis del papa Francisco que continuó la de la semana pasada sobre el sacramento del Bautismo. Discípulos y misioneros del Evangelio, con palabras y obras, siempre y en todo lugar, el Señor cuenta con nosotros, pidámosle que a través de la gracia del Bautismo podamos ser instrumentos de las bendiciones de Dios para todo el mundo, alentó el Obispo de Roma en su audiencia general.

Francisco prosiguió sus reflexiones sobre el fundamento de nuestra vida, el comienzo de la vida nueva como hijos de Dios. Pues, recibiendo la fe y el bautismo los cristianos recibimos la acción del Espíritu Santo y nos afianzamos en las palabras de Jesús: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”.

En español Francisco expresó: “En la catequesis de hoy, continúo la reflexión sobre el bautismo. Me detengo en este aspecto: el bautismo nos hace miembros de Cristo y de la comunidad. El Concilio Vaticano II expresaba esta verdad insistiendo en que este sacramento nos incorpora al Pueblo de Dios; nos hace miembros de un Pueblo que camina a lo largo de la historia”.

“A través de la fuente bautismal, la gracia se transmite y el Pueblo de Dios camina en el tiempo, difundiendo la bendición de Dios. Cada uno de nosotros se convierte en un discípulo misionero. Por un lado, nunca dejamos de ser discípulos, de aprender, de recibir; por otro, estamos llamados a la misión, a compartir lo que hemos recibido, lo que vivimos: la experiencia de amor, la fe en la Trinidad. Estamos llamados a transmitir la fe. Nadie se salva por sí solo, y todos estamos llamados, a pesar de nuestras limitaciones, nuestros defectos y nuestros pecados, a anunciar a los demás la gracia que recibimos en el bautismo. Somos una comunidad, y vivir juntos nuestra fe no es un adorno, sino algo esencial de la vida cristiana, algo esencial de nuestro ser pueblo que camina en la historia y de que da testimonio de que Jesús está vivo".

Al finalizar estas palabras, el Papa saludó a los peregrinos de lengua española "en particular a los Padres Agustinos Recoletos y a las Religiosas de María Inmaculada, así como a los demás grupos venidos de España, la Argentina, Uruguay, México y otros países latinoamericanos.

En el saludo a los peregrinos de lengua árabe, Francisco les pidió que "aprendan de la Iglesia japonesa que a causa de las persecuciones del siglo XVII se ocultó por unos dos siglos y medio, pasando de una generación a otra la llama de la fe siempre encendida. Las dificultades y las persecuciones, cuando son vividas con confianza, fe y esperanza, purifican la fe y la fortifican. Son verdaderos testimonios de Cristo y de su Evangelio, auténticos hijos de la Iglesia, preparados siempre a dar razones de su esperanza, con amor y respeto. ¡El Señor custodie su vida y los bendiga!
 

Texto de la catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El miércoles pasado iniciamos un breve ciclo corto de catequesis sobre los Sacramentos, empezando por el Bautismo. Y sobre el Bautismo me quisiera detener también hoy, para subrayar un fruto muy importante de este Sacramento: este nos hace convertirnos en miembros del Cuerpo de Cristo y del Pueblo de Dios. Santo Tomás de Aquino afirma que el que recibe el Bautismo viene incorporado a Cristo casi como su mismo miembro y viene agregado a la comunidad de los fieles, es decir, al Pueblo de Dios (cf. Summa Theologiae, III, q . 69, art. 5; q . 70, art. 1). En la escuela del Concilio Vaticano II, nosotros decimos hoy que el Bautismo nos introduce en el Pueblo de Dios, nos hace miembros de un Pueblo en un camino, un pueblo peregrinante en la historia.

En efecto, como de generación en generación se transmite la vida, así también de generación en generación, a través del renacimiento de la fuente bautismal, se transmite la gracia, y con esta gracia el Pueblo cristiano camina en el tiempo, como un río que irriga la tierra y difunde en el mundo la bendición de Dios. Desde el momento que Jesús dijo lo que hemos escuchado en el Evangelio, los discípulos salieron a bautizar. Y desde aquel tiempo hasta hoy, hay una cadena en la transmisión de la fe por el Bautismo. Y cada uno de nosotros somos el anillo de esa cadena. Siempre un paso adelante. Como un río que irriga. Y así es la gracia de Dios. Y así es nuestra fe, que tenemos que transmitir a nuestros hijos. Transmitirla a los niños, para que ellos cuando sean adultos puedan transmitirla a sus hijos. Así es el Bautismo. ¿Por qué? Porque el Bautismo nos hace entrar en este Pueblo de Dios que transmite la fe. Esto es muy importante. Un Pueblo de Dios que camina y transmite la fe.

En virtud del Bautismo nosotros nos transformamos en discípulos misioneros, llamados a llevar el Evangelio en el mundo (Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, 120). “Cada bautizado, cualquiera sea su función en la Iglesia y el grado de instrucción de su fe, es un sujeto activo de evangelización. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de todos, de todo el Pueblo de Dios. Un nuevo protagonismo de los bautizados, de cada uno de los bautizados” (ibid.). El Pueblo de Dios es un Pueblo discípulo, porque recibe la fe, y misionero, porque transmite la fe. Y esto lo hace el Bautismo en nosotros. Nos hace recibir la gracia y la fe, y transmitir la fe. Todos en la Iglesia somos discípulos y lo somos siempre, por toda la vida; y todos somos misioneros, cada uno en el puesto que el Señor le ha asignado.

Todos. El más pequeño también es misionero. Y el que parece más grande, es discípulo. Pero alguno de vosotros dirá: ‘Padre, los obispos no son discípulos. Los obispos saben todo. El papa sabe todo. No es discípulo’. También los obispos y el Papa tienen que ser discípulos, porque si no son discípulos no hacen el bien. No pueden ser misioneros, no pueden transmitir la fe. ¿Entendido? ¿Lo habéis entendido esto? Es importante. Todos nosotros, discípulos y misioneros.

Existe un vínculo indisoluble entre la dimensión mística y aquella misionera de la vocación cristiana, ambas enraizadas en el Bautismo. “Recibiendo la fe y el bautismo, nosotros cristianos acogemos la acción del Espíritu Santo que conduce a confesar a Jesucristo como Hijo de Dios y a llamar Dios “Abbá” (Padre). Todos los bautizados y las bautizadas estamos llamados a vivir y a transmitir la comunión con la Trinidad, porque la evangelización es un llamado a la participación de la comunión trinitaria” (Documento final de Aparecida, n. 157).

Nadie se salva solo. Esto es importante. Nadie se salva solo. Somos comunidad de creyentes, somos Pueblo de Dios, y en esta comunidad experimentamos la belleza de compartir la experiencia de un amor que nos precede a todos, pero que al mismo tiempo nos pide que seamos “canales” de la gracia los unos para los otros, no obstante nuestros límites y nuestros pecados.
La dimensión comunitaria no es sólo un “marco”, un “contorno”, sino que es parte integrante de la vida cristiana, del testimonio y de la evangelización. La fe cristiana nace y vive en la Iglesia, y en el Bautismo las familias y las parroquias celebran la incorporación de un nuevo miembro a Cristo y a su cuerpo, que es la Iglesia, al Pueblo de Dios (cf. ibid., n. 175 b).

A propósito de la importancia del Bautismo para el Pueblo de Dios, es ejemplar la historia de la comunidad cristiana en Japón. Pero escuchad bien esto. Ella sufrió una dura persecución a los inicios del siglo XVII. Hubo numerosos mártires, los miembros del clero fueron expulsados y millares de fieles fueron asesinados. No ha quedado en Japón ningún cura. Todos fueron expulsados. Entonces la comunidad se retiró en la clandestinidad, conservando la fe y la oración en el ocultamiento. Y cuando nacía un niño, el papá o la mamá lo bautizaba. Porque todos nosotros podemos bautizar.

Cuando después de casi dos siglos y medio, doscientos cincuenta años después, los misioneros volvieron a Japón, millares de cristianos salieron a la luz y la Iglesia pudo reflorecer. ¡Habían sobrevivido con la gracia de su Bautismo! ¡Pero esto es grande! El Pueblo de Dios transmite la fe, bautiza a sus hijos y va adelante. Y habían mantenido, aunque en secreto, un fuerte espíritu comunitario, porque el Bautismo los había hecho transformar en un sólo cuerpo en Cristo: estaban aislados y escondidos, pero eran siempre miembros del Pueblo de Dios, miembros de la Iglesia. ¡Podemos aprender tanto de esta historia! Gracias.

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viernes, 10 de enero de 2014

Doce propósitos

Mi Señor Jesucristo: Deseo regalarte estos 12 propósitos:

1. FE, para abandonarme plenamente en tí. "Si Dios no es tu fin, te encuentras como un hombre sin pies o como el que los tiene torcidos y no puede caminar. Si, además, ansías los bienes de este mundo, corres, sí, pero corres fuera del camino: tu marcha es más bien andar errante que caminar al fin." San Agustín. (In Ep. Io. 10, 1)

2. ESPERANZA, para nunca desfallecer en el camino. "Dirige, pues, tus aspiraciones al fin, dirígelas a Cristo; todo cuanto hagas, refiérelo a él, y cuando en él descanses, no quieras tener más anhelos. Pon en Cristo tu mirada, para que no te detengas en el camino y llegues al fin." San Agustín.

3. CARIDAD, para endulzar la vida. "La caridad es la que nos da paciencia en las aflicciones, moderación en la prosperidad, valor en las adversidades, alegría en las obras buenas; ella nos ofrece un asilo seguro en las tentaciones, da generosamente hospitalidad a los desvalidos, alegra el corazón cuando encuentra verdaderos hermanos ...." San Agustín (Serm 350, 2-3)

4. HUMILDAD y SENCILLEZ, para servirte con el corazón. "No te dejes engañar por la soberbia, al ver que es abundante en obras; ten presente que hace algunas muy semejantes o casi iguales a las inspiradas por la caridad. La caridad da de comer al hambriento, y también lo hace la soberbia; pero la caridad lo hace para que el Señor sea glorificado y la soberbia para ser ella alabada." San Agustín. ( In Ep, Io,8,9)

"Tu enemigo es tu propio deseo: eres tentado, cuando eres atraído y halagado por tu propio deseo;.." San Agustín. Serm 57, 9.

5. BONDAD, para ser como Tú eres. "Ten entrañas de misericordia, abraza la bondad, a fin de revestirte de Cristo; porque en la medida que practicas la bondad te revistes de Cristo y por la semejanza con Cristo te hace semejante a Dios." San Gregorio Niseno. (D. 1 en Gn 1, 26)

6. SERVICIO, para usar al máximo los dones que me has dado. "Entra pues, dentro de tí mismo, y en todo lo que hagas ten presente que Dios es testigo" San Agustín.

7. SERENIDAD, para tener el tesoro de la paz interior. "Tu barca se agita y amenaza naufragio, porque Cristo duerme dentro de tí. Cuando en el mar de este mundo descubres que los buenos son perseguidos y los malos triunfan, surge la tentación , se encrespan las olas. Tu alma dice: Despierta a Jesús en ti y dile de corazón: ¡Maestro, que perezco! Me aterran los peligros del mundo; ¡estoy perdido! Entonces él despertará, y volverá la fe a tu corazón" San Agustín. (In Ps 25, 4)

8. SABIDURÍA, para actuar como tú quieres. " Entra en tí mismo y deja atrás el ruido y la confusión. Mira dentro de tí. Mira a ver si hay algún delicioso lugar escondido en tu conciencia donde puedas estar libre del ruido y de la discusión. Donde no hay necesidad de continuar tu disputa y hacer proyectos para seguir adelante en tu camino. Escucha la palabra con calma para entenderla." San Agustín. (Sermones 52, 22)

9. AMOR, para sentirte a mi lado. " Donde está el amor, ¿qué puede faltar? Y si el amor no está ¿qué puede valer?" San Agustín. (In Io. 83,3)

"Quita la fe, y desaparece lo que crees; quita la caridad, y desaparece lo que haces. A la primera pertenece lo que crees; a la segunda pertenece lo que obras. Te diré, en conclusión, que la única fe purificadora es la que obra por amor" San Agustín. (Serm. 53,2)

10. PERSEVERANCIA, para cuidar los detalles que te agradan. "¿Quieres ser grande? Comienza por lo más pequeño. Cuanto más alto sea el edificio que se desea levantar tanto más profundos se cavan los cimientos. La construcción de un edificio continuamente va subiendo; en cambio, el que abre las zanjas va bajando. Por consiguiente, todo edificio, antes de alcanzar su altura, debe descender, y el remate se yergue después de haber descendido." San Agustín. (Ser. 69,2)

11.SALUD, para aprovechar la vida que me has prestado. " Tarde te amé, Belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé. Me has llamado y tu grito rompió mi sordera. Resplandeciste y has disipado mi ceguera. Exhalaste tu perfume, lo respiré y ahora te anhelo. Te he gustado y tengo hambre y sed de ti. Me tocaste y ardo de deseo por tu paz" . San Agustín. (Confesiones 10, 27)

12. OBEDIENCIA, para aceptar tu voluntad.

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miércoles, 8 de enero de 2014

Francisco dedicó al Bautismo su primera audiencia del año


El papa Francisco retomó hoy, luego de las fiestas navideñas, las audiencias generales de los miércoles. El Pontífice, comenzó como ya es habitual saludando con detenimiento y atención, a pesar de las bajas temperaturas, a los fieles reunidos en la plaza de San Pedro.

Al finalizar el ciclo de catequesis sobre el Credo que desarrolló durante el Año de la fe, en este 2014 el Santo Padre inició un ciclo sobre los sacramentos. Esta mañana, el obispo de Roma habló sobre el bautismo. Y como en otras ocasiones interrogó a los presentes sobre la fecha de su bautismo y les dio la 'tarea' de averiguarlo para saber "cuál es el día tan hermoso del bautismo".

Texto de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy comenzamos una serie de catequesis sobre los Sacramentos, y la primera es respecto al Bautismo. Por una feliz coincidencia, el próximo domingo precisamente la fiesta del Bautismo del Señor.

1. El Bautismo es el sacramento sobre el que se sustenta nuestra propia fe y que nos injerta como miembros vivos en Cristo y en su Iglesia. Junto a la Eucaristía y la Confirmación forma la llamada "Iniciación Cristiana", la cual constituye como un único gran acontecimiento sacramental que nos configura al Señor y nos convierte en un signo vivo de su presencia y de su amor.

Pero puede nacer en nosotros una pregunta: ¿es realmente necesario el Bautismo para vivir como cristianos y seguir a Jesús? ¿No se trata en el fondo de un simple rito, un acto formal de la Iglesia para dar el nombre al niño o a la niña? Es una pregunta que puede surgir, ¿no? En este sentido, es esclarecedor lo que escribe el apóstol Pablo: "¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? A través del bautismo, pues, fuimos sepultados con él en la muerte, para que al igual que Cristo resucitó de los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros podamos caminar en una vida nueva". ¡Así que no es una formalidad! Es un acto que afecta profundamente nuestra existencia. No es lo mismo, un niño bautizado o un niño no bautizado. ¡No es lo mismo! No es lo mismo una persona bautizada o una persona no bautizada. Nosotros con el bautismo somos sumergidos en la fuente inagotable de la vida que es la muerte de Jesús, el más grande acto de amor de toda la historia; y gracias a este amor podemos vivir una nueva vida, ya no a merced del mal, el pecado y la muerte, sino en comunión con Dios y con los hermanos.

2. Muchos de nosotros no tienen el más mínimo recuerdo de la celebración de este Sacramento, y es obvio, si fuimos bautizados poco después del nacimiento. Pero yo hice esta pregunta dos o tres veces, aquí en la plaza: quién de ustedes conoce la fecha de su Bautismo, levante la mano. ¿Quién la sabe? Pocos. Pero es importante, es importante conocer cuál fue el día en el que yo fui sumergido, puesto justamente en aquella corriente de salvación de Jesús. Y me permito darles un consejo. Pero, más que un consejo, una tarea para hoy. Hoy, en casa, busquen, pregunten la fecha del Bautismo y así sabrán cuál fue el día tan bello del Bautismo. ¿Lo harán? No noto entusiasmo, ¿Lo harán? ¡sí! Porque es conocer una fecha feliz, aquella de nuestro Bautismo.

El riesgo de no saberlo es perder la conciencia de lo que el Señor hizo en nosotros, del don que recibimos. Entonces llegamos a considerarlo sólo como un acontecimiento que ocurrió en el pasado - y ni siquiera por nuestra propia voluntad, sino por la de nuestros padres – por lo que ya no tiene ninguna incidencia sobre el presente. Debemos despertar la memoria de nuestro Bautismo: despertar la memoria del Bautismo. Estamos llamados a vivir nuestro Bautismo todos los días, como una realidad actual en nuestra existencia. Si conseguimos seguir a Jesús y a permanecer en la Iglesia, a pesar de nuestras limitaciones, nuestras fragilidades y nuestros pecados es precisamente por el Sacramento en el que nos convertimos en nuevas criaturas y fuimos revestidos de Cristo.

Es en virtud del Bautismo, en efecto, que, liberados del pecado original, estamos injertados en la relación de Jesús con Dios Padre; que somos portadores de una esperanza nueva, porque el Bautismo nos da esta esperanza nueva. La esperanza de ir por el camino de la salvación, toda la vida. Y a esta esperanza nada y nadie la puede apagar, porque la esperanza no defrauda. Acuérdense. Esto es verdad. La esperanza del Señor no defrauda nunca.

Gracias al Bautismo somos capaces de perdonar y de amar también a quien nos ofende y nos hace mal; logramos reconocer en los últimos y en los pobres el rostro del Señor que nos visita y se hace cercano. Y esto, el Bautismo, nos ayuda a reconocer en el rostro de las personas necesitadas, en los que sufren, también de nuestro prójimo, el rostro de Jesús. Es gracias a esta fuerza del Bautismo.

3. Un último elemento importante: Les hago una pregunta. ¿Una persona puede bautizarse a sí misma? ¡No oigo! ¿Están seguros? No se puede bautizar. ¡Nadie puede bautizarse a sí mismo! ¡Ninguno! Podemos pedirlo, desearlo, pero siempre necesitamos a alguien que nos confiera este Sacramento en el nombre del Señor. El Bautismo es un don que se otorga en un contexto de interés e intercambio fraterno. Siempre, en la historia, uno bautiza al otro y el otro al otro. Es una cadena. Una cadena de gracia. Pero yo no me puedo bautizar a mí mismo. Se lo tengo que pedir a otro. Es un acto de fraternidad. Un acto de filiación a la Iglesia. En su celebración podemos reconocer los rasgos más genuinos de la Iglesia, que como una madre sigue generando nuevos hijos en Cristo, en la fecundidad del Espíritu Santo.

Entonces pidamos de corazón al Señor para que podamos experimentar cada vez más, en la vida cotidiana, la gracia que recibimos en el Bautismo. Que encontrándonos, nuestros hermanos puedan encontrar a verdaderos hijos de Dios, a verdaderos hermanos y hermanas de Jesucristo, a verdaderos miembros de la Iglesia.

¡Y no se olviden de la tarea de hoy! ¿Cuál era? Buscar, preguntar la fecha de mi Bautismo. Como sé la fecha de mi nacimiento, también tengo que conocer la fecha de mi Bautismo, porque es un día de fiesta. Gracias.

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martes, 7 de enero de 2014

Si Dios es Amor, me toca amar

Si Dios es Amor, ¿puede pedir algo diferente del amor? Todo su actuar nace del amor y lleva al amor. Entonces si algo desea de nosotros es, simplemente, amor.

Por eso nuestra vida es un milagro de amor. No sólo por las aventuras que llevaron un día a nuestros padres a amarse y a cuidarnos, sino por cada uno de los momentos, grandes o pequeños, que construyen el camino apasionante que recorremos poco a poco.

Si todo nace del amor, si el amor explica lo grande y lo pequeño, el fin de la vida no puede ser otro que el amor.

Nacidos por amor y para amar: así podemos resumir el sentido de la vida de cada ser humano. Pero, con frecuencia, nos perdemos. Dejamos que el alma quede aprisionada en ambiciones pequeñas, en miedos confusos, en prisas, en proyectos, en diversiones, en trabajos... y el amor queda a un lado, entre los objetos pendientes u olvidados.

Cada mañana necesito recordarlo: si Dios es Amor, me toca amar. Sólo así tendrá sentido mi esfuerzo cotidiano. Sólo así sembraré algo de dulzura en un mundo hambriento de cariño. Sólo así serviré a Cristo en el pobre, en el enfermo, en el anciano, en el triste.

Sólo así mi vida será plenamente vida porque se habrá convertido, en los límites de mi pequeñez humana, en un reflejo del fuego de Amor que explica el universo y que espera abrazarme un día, para siempre, en el cielo.

P. Fernando Pascual
catholic.net

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