jueves, 19 de febrero de 2015

Embarazos en adolescentes: Las escenas de sexo en televisión los incrementan

Los adolescentes reciben una cantidad considerable de información sobre sexo a través de la televisión

En España, la emancipación sexual a los 14 años facilita el doble riesgo que corren chicos y chicas de que haya un embarazo precoz por la influencia de esos programas

Los chicos y chicas que ven habitualmente programas con escenas de sexo en televisión son dos veces más propensos a inducir o tener un embarazo precoz que el resto de adolescentes.

Esas son las conclusiones de un estudio realizado en Estados Unidos, que alerta a los programadores de televisión para que en los guiones de los programas con contenido sexual se transmitan también los riesgos de practicar sexo, relacionados tanto con el embarazo como con las enfermedades de transmisión sexual.

En España, donde abundan los programas y series con escenas subidas de tono y que incluso fomentan explícitamente las relaciones sexuales y homosexuales entre los jóvenes, el problema cobra una mayor dimensión por el hecho de que la emancipación sexual está legalmente fijada en los 14 años.

El estudio norteamericano, realizado por la Corporación Rand y que publica en su edición de noviembre la prestigiosa revista Pediatrics, establece por primera vez un vínculo científico entre la exposición de los adolescentes a contenidos de sexo en televisión y embarazos en chicas o responsabilidad de esos embarazos en chicos.

El doble de sexo en televisión

Según concluye el informe, los programas con sexo en televisión pueden estar jugando un papel determinante en que persistan altos niveles de embarazos no deseados en adolescentes, pese a que los jóvenes disponen de más información sexual que nunca.

“Nuestros hallazgos sugieren que la televisión puede estar jugando un papel significativo en los altos índices de embarazos en adolescentes en los Estados Unidos”, declaró Anita Chandra, principal autora del estudio y psicóloga de la conducta en la Corporación RAND, una organización científica sin ánimo de lucro.

“Los adolescentes reciben una cantidad considerable de información sobre sexo a través de la televisión, pero esos programas no subrayan factores como los riesgos y la responsabilidad hacia el sexo”, puntualizó.

Esta investigadora dice que la exposición al sexo en televisión puede influir en los embarazos adolescentes debido a que se crea la percepción de que hay un pequeño riesgo en la práctica sexual sin usar anticonceptivos, lo que acelera la iniciación al sexo, según el estudio.

“La cantidad de sexo en la programación televisiva se ha duplicado en los últimos años”, añadió Chandra.

Programadores y padres, responsables

A su juicio, estas conclusiones conllevan responsabilidades tanto para los responsables de la programación en televisión como para los padres.

En concreto, los programadores deberían asumir la necesidad de incluir descripciones más realistas del sexo en los guiones y reflejar consecuencias como el embarazo no deseado o las enfermedades de transmisión sexual.

Por su lado, según el estudio de la Corporación Rand, los padres deben limitar el acceso a esta programación a menos que puedan explicar las consecuencias a sus hijos.

El informe se basó en una encuesta nacional sobre 2.000 adolescentes entre 12 y 17 años que fueron reclutados en 2001 y que fueron encuestados sobre sus hábitos de consumo de televisión y actividad sexual.

Los participantes fueron estudiados de nuevo en 2004. Ese análisis final se concentró en los 700 participantes que se habían iniciado en la práctica sexual, y hubo un tercero y posterior que se dedicó a la parte de éstos que ya había tenido una situación de embarazo.

Esa información se combinó con los hábitos televisivos y se concluyó que existía un elevado consumo en estos jóvenes de un total de 23 programas muy populares entre adolescentes que incluían altos niveles de contenidos sexuales. Se trata de programas de todo tipo de géneros: dramas, comedias, ´realities´ e incluso dibujos animados.

España: permisividad total y emancipación sexual a los 14

Cabe señalar, como advertíamos al inicio de esta información, que en el caso de España el consumo televisivo por parte de los adolescentes de escenas con alto contenido sexual se da en una buena parte de la franja horaria y en prácticamente todo tipo de programas.

Desde la programación de películas, pasando por programas a media tarde como el ya desaparecido El Diario de Patricia, y series como Aida o Física o Química, las escenas con alto contenido erótico, mensajes en los guiones que fomentan todo tipo de relaciones sexuales, infidelidades o relaciones de pareja que son presentadas como modelos ideales y alternativos al matrimonio, están a la orden del día.

A esta situación hay que añadir un marco legal que facilita en extremo que los adolescentes puedan decidir tranquilamente llevar a la práctica todo lo que la televisión les sugiere, ya que la edad de emancipación sexual está establecida en los 14 años, la más baja de Europa, y así lo determina el Código Penal modificado en 1995.

De hecho, un joven o una joven pueden mantener a esta edad relaciones sexuales, incluyendo las homosexuales, con un adulto o adulta sin que los padres puedan legalmente oponerse a ello.

Como tampoco se pueden oponer a que sus hijas dispongan a su antojo de la píldora ‘del día después’ o aborten si el médico lo autoriza sin el consentimiento paterno en lo que se consideran ‘adolescentes maduros’.

Mientras tanto, padres, administraciones y la sociedad en su conjunto miran hacia otro lado, se inhiben y delegan en los adolescentes la responsabilidad de sus actos en todas estas cuestiones.

forumlibertas.com

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miércoles, 18 de febrero de 2015

Hoy Miércoles de Ceniza la Iglesia Católica comienza la Cuaresma


La Iglesia Católica inicia hoy, con el Miércoles de Ceniza, el tiempo litúrgico de la Cuaresma en el que, durante 40 días y a través de la vivencia del ayuno, la oración y la limosna, los fieles se preparan para la Semana Santa en la que se actualizan los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús.

En este tiempo los fieles están llamados a trabajar de manera especial en la conversión personal, exhortación que durante la imposición de las cenizas expresa el celebrante con las palabras: "Convertíos y creed en el Evangelio".

Asimismo, con la expresión "Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás" se recuerda la caducidad y fragilidad de la vida humana en la que la muerte es un destino inevitable.

En la Roma antigua, los fieles comenzaban con una penitencia pública el primer día de Cuaresma en el que eran salpicados de cenizas, se vestían con un sayal y estaban obligados a mantenerse alejados hasta que se reconciliaran con la Iglesia el Jueves Santo.

Cuando estas prácticas cayeron en desuso entre los siglos VIII y X se comenzó a colocar las cenizas en las cabezas de todos los miembros de la congregación.

Actualmente los fieles son marcados con una cruz en la frente con las cenizas obtenidas al quemar las palmas usadas en el Domingo de Ramos anterior.

En su mensaje para la Cuaresma de este año, presentado el pasado 27 de enero y titulado "Fortalezcan sus corazones" (St. 5,8), el Papa Francisco alentó a no caer en la globalización de la indiferencia.

“La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan”.

Por eso propone “orar en la comunión de la Iglesia terrenal y eclesial”, “ayudar con gestos de caridad” y tener presente que “el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos”.

aciprensa.com

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Catequesis sobre la familia: Los hermanos. Catequesis del papa Francisco en la Audiencia general (Plaza de San Pedro, miércoles 18 de febrero de 2015)

Queridos hermanos y hermanas, buenos días

En nuestro camino de catequesis sobre la familia, después de haber considerado el papel de la madre, del padre y de los hijos, hoy es el turno de los hermanos. “Hermano”, “hermana”, son palabras que el cristianismo ama mucho. Y, gracias a la experiencia familiar, son palabras que todas las culturas y todas las épocas comprenden.

La unión fraterna tiene un lugar especial en la historia del pueblo de Dios, que recibe su revelación en el vivo de la experiencia humana. El salmista canta la belleza de la unión fraterna, y dice así: “¡Qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos!” (Salmo 133, 1) Y esto es verdad, la fraternidad es bella. Jesucristo llevó a su plenitud también esta experiencia humana del ser hermanos y hermanas, asumiéndola en el amor trinitario y potenciándola así que vaya más allá de las uniones de parentesco y pueda superar cualquier muro de extrañeza.

Sabemos que cuando la relación fraterna se estropea, se estropea esta relación entre hermanos, abre el camino a experiencias dolorosas de conflicto, de traición, de odio. El pasaje bíblico de Caín y Abel constituye el ejemplo de este éxito negativo. Después de la muerte de Abel, Dios pregunta a Caín: “¿Dónde está Abel, tu hermano?” (Gen 4, 9a). Es una pregunta que el Señor continúa repitiendo en cada generación. Y lamentablemente, en cada generación, no cesa de repetirse también la dramática respuesta de Caín: “No lo sé. ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?” (Gen 4,9b). Cuando se rompe la unión entre los hermanos, se convierte en algo feo y también malo para la humanidad. Y también en la familia, ¿cuántos hermanos han peleado por pequeñas cosas, o por una herencia? Y después no se saludan más, no se hablan más, feo. La hermandad e una algo grande.

Pensar que los dos vivieron en el vientre de la misma madre durante nueve meses, vienen de la carne de la madre, y no se puede romper la fraternidad. Pensemos un poco, todos conocemos familias que tienen hermanos divididos, que se han peleado. Pensemos un poco y pidamos al Señor por estas familias, quizá en nuestra familia haya algunos casos, para que el Señor nos ayude a reunir a los hermanos, reconstituir la familia. La fraternidad no se debe romper, y cuando se rompe sucede esto que sucedió con Caín y Abel. Y cuando el Señor pregunta a Caín dónde está su hermano, “yo no lo sé, a mí no me importa mi hermano”. Esto es feo, es algo muy doloroso para escuchar. En nuestras oraciones, siempre recemos por los hermanos que se han dividido.

La unión de fraternidad que se forma en la familia entre los hijos, se lleva a cabo en un clima de educación a la apertura a los otros, es la gran escuela de libertad y de paz. En la familia entre hermanos se aprende la convivencia humana, cómo se debe convivir en sociedad. Quizá no siempre somos conscientes, ¡pero es precisamente la familia la que introduce la fraternidad en el mundo! A partir de esta primera experiencia de fraternidad, nutrida por los afectos y la educación familiar, el estilo de la fraternidad se irradia como una promesa sobre toda la sociedad y sus relaciones entre los pueblos.

La bendición que Dios, en Jesucristo, derrama sobre esta unión de fraternidad lo dilata de una forma inimaginable, haciéndole capaz de traspasar cualquier diferencia de nación, de lengua, de cultura e incluso de religión.

Piensen en qué se convierte la unión entre los hombres, también muy diferentes entre ellos, cuando pueden decir de otros: “¡Este es como mi hermano, es como una hermana para mí!” Es bonito esto, es bonito. La historia ha mostrado suficientemente, por otra parte, que también la libertad y la igualdad, sin la fraternidad, pueden llenarse de individualismo y de conformismo, también de interés.

La fraternidad en familia resplandece de forma especial cuando vemos la consideración, la paciencia, el efecto con el que se rodea al hermanito o la hermanita más débil, enfermo o que tiene alguna discapacidad. Los hermanos y las hermanas que hacen esto son muchísimos en todo el mundo, y quizá no apreciamos lo bastante su generosidad. Y cuando los hermanos son muchos en la familia, ahí he saludado una familia que tiene nueve, el más grande, la más grande ayuda al papá y la mamá a cuidar a los más pequeños y esto es bonito, este trabajo de ayuda entre los hermanos.

Tener un hermano, una hermana que te quiere es una experiencia fuerte, impagable, insustituible. De la misma forma sucede con la fraternidad cristiana. Los más pequeños, los más débiles, los más pobres deben enternecernos: tienen “derecho” de tomarnos el alma y el corazón. Sí, estos son nuestros hermanos y como tales debemos amarlos y tratarlos. Cuando esto sucede, cuando los pobres son como de casa, nuestra misma fraternidad cristiana retoma vida. Los cristianos, de hecho, van al encuentro de los pobres y débiles no por obedecer a un programa ideológico, sino porque la palabra y el ejemplo del Señor nos dicen que todos somos hermanos. Este es el principio del amor de Dios y de toda justicia entre los hombres.

Les sugiero una cosa, antes de terminar, me quedan pocas líneas, en silencio cada uno de nosotros, pensamos en nuestros hermanos y en nuestras hermanas. Pensamos, en silencio, y en silencio desde el corazón rezamos por ellos. Un instante de silencio. Con esta oración, les hemos llevado a todos, hermanos y hermanos, con el pensamiento, el corazón, aquí en la plaza para recibir la bendición.

Hoy más que nunca es necesario llevar de nuevo la fraternidad al centro de nuestra sociedad tecnocrática y burocrática: entonces también la libertad y la igualdad tomarán su justa entonación. Por eso, no privemos al corazón ligero de nuestras familias, por temor o por miedo, de la belleza de una amplia experiencia fraterna de hijos e hijas. Y no perdamos nuestra confianza en la amplitud de horizonte que la fe es capaz de sacar de esta experiencia iluminada por la bendición de Dios. Gracias.

Francisco

aica.org

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Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2015

«Fortalezcan sus corazones» (St 5,8)

Queridos hermanos y hermanas:

La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos.

Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.

Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.

La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.

Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra.

Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.

El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación.

1. «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26) – La Iglesia

La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres.

Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen "parte" con Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre.

La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).

La Iglesia es communio sanctorum porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos está también la respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos.

Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación.

2. «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) – Las parroquias y las comunidades

Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,19-31).

Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones.

En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia.

La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta 254,14 julio 1897).

También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos participan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón.

Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.

Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.

Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.

3. «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) – La persona creyente

También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?

En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia —también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración.

En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad.

Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.

Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31).

Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.

Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: "Fac cor nostrum secundum Cor tuum": "Haz nuestro corazón semejante al tuyo" (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.

Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde.

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lunes, 16 de febrero de 2015

Que importate es tener el ánimo de cambiar


Es la manera de reengancharnos a Dios por medio de la confesión ¿Y que es tener el propósito de la enmienda? Es, sencillamente, querer poner remedio y solución a algo que hacemos mal. Esto, que suena tan fácil, en la mayoría de las ocasiones se obvia, o no es sincero y eso es algo que debemos corregir pronto.

No puede ser que nuestro propósito para mejorar sea débil y desmotivado, pues si es así estas diciendo que te ves poco capaz de cambiar y lo que es más grave, ¿Ves poco capaz a Dios de que cambie tu corazón para mejorarte? Él todo lo puede.

En la confesión, no solo basta el pedir perdón, sino también buscar y desear desde lo más profundo de nuestro corazón no querer repetir el mismo error. Cuando quieres a alguien, y le has ofendido, no solo le dices simplemente “perdóname”, sino que también haces algún gesto o acción, que sea muestra de tu arrepentimiento, una sonrisa de más, un gesto cariñoso… pues lo mismo debemos hacer cuando es a Dios a quien ofendemos, un Dios que nos ama con locura.

¡Y que importante es tener el ánimo de cambiar!, de despegarnos de la mediocridad en la que nos envuelve el pecado y la sociedad, del conformismo, de la vanidad de creernos muy buenos. Si no lo hacemos, cuando caemos, nos invade la pereza, vergüenza y duda de confesarnos y perdemos la oportunidad de reengancharnos y de tener un encuentro personal con Dios.

Por otro lado, este arrepentimiento junto con el propósito de la enmienda debe ir unido al dolor de los pecados, pero… ¿qué significa esto último? Ser conscientes del dolor que le produce a Dios que le ofendas y el dolor que se te queda en ti por haberlo hecho. Para tener dolor de los pecados, cosa muy sana y estupenda, es fundamental primero ser consciente de qué pecados has cometido, y para ello contamos con el examen de conciencia. Busca un momento en el día para repasar lo que has hecho durante el mismo y haz balanza sobre lo que has hecho bien y mal, sobre lo que podrías haber hecho mejor, y también sobre los grandes momentos que Dios te ha regalado escondido en las pequeñas cosas cotidianas de tu día a día.

Es muy recomendable hacer un examen de conciencia cada día, y anotar en una libreta, en las notas de tu móvil o donde quieras, las cosas en las que día a día tropiezas, y así cuando llegue el momento de pedir perdón, no solo te confieses de las faltas cometidas durante los dos últimos días y de algún pecadillo más por eso de rellenar… sino de todo, para así ser tipos grandes, porque el que mucho amó, mucho se le perdonó.

De esta manera, llegaremos a un encuentro que Dios mucho más completo y real, y creceremos poco a poco (o mucho a mucho), con la ayuda de la Virgen que siempre nos quiere mejores.

jovenescatolicos.es

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martes, 10 de febrero de 2015

Lo que Dios te preguntará

1. Dios no te preguntará qué modelo de auto usabas... te preguntará a cuánta gente llevaste.

2. Dios no te preguntará los metros cuadrados de tu casa... te preguntará a cuánta gente recibiste en ella.

3. Dios no te preguntará la marca de la ropa en tu armario... te preguntará a cuántos ayudaste a vestirse.

4. Dios no te preguntará cuán alto era tu sueldo... te preguntará si vendiste tu conciencia para obtenerlo.

5. Dios no te preguntará cuál era tu título... te preguntará si hiciste tu trabajo con lo mejor de tu capacidad.

6. Dios no te preguntará cuántos amigos tenías... te preguntará cuánta gente te consideraba su amigo.

7. Dios no te preguntará en qué vecindario vivías... te preguntará cómo tratabas a tus vecinos.

8. Dios no te preguntará el color de tu piel... te preguntará por la pureza de tu interior.

9. Dios no te preguntará por qué tardaste tanto en buscar la Salvación... te llevará con amor a su casa en el Cielo y no a las puertas del Infierno.

10. Dios no te preguntará a cuántas personas enviaste este mensaje... te preguntará si te dio vergüenza hacerlo.

No sabemos cuándo moriremos ni cómo, pero sí sabemos que algún día nos presentaremos cara a cara ante Dios para ser examinados. En ese momento, estaremos más satisfechos de haber amado y perdonado que haber odiado y vengado, más satisfechos de haber ido a Misa que haber perdido el tiempo con simples distracciones. Ese día de nada servirá haber tenido un precioso automóvil, haber vestido ropa de marca elegante, o haber ido al gimnasio para moldear nuestro cuerpo. Lo importante será haber cumplido en la tierra la voluntad de Dios. Esforcémonos en ser buenos cristianos y evitaremos que la muerte sea el final para nosotros. De esta forma, la muerte no será más que el felicísimo tránsito a la vida eterna.

webcatolicodejavier.org

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lunes, 9 de febrero de 2015

Dios es el amor por excelencia

Dios es el amor por excelencia. Lo que los hombres y mujeres llamamos amor, es un destello.


La costumbre sajona de que los jóvenes se escogieran como prometidos en este día, probablemente se basa en la creencia popular que encontramos relatada en la literatura de los tiempos de Chaucer, de que los pájaros comenzaban a formar pareja el día se San Valentín. El envío de tarjetas fue una evolución natural de la costumbre.

El día de San Valentín y todo el mes de febrero lo recordamos como el mes del amor y la amistad. El amor...¡qué se podrá decir del amor que no se haya dicho ya!.

En todas las artes, la literatura, la poesía, la música, la pintura, la escultura, etcétera, se habla del amor. Desde niños aún, brota en nuestro corazón el deseo de amar y ser amados.

Y llega el primer amor... y en él estamos más felices amando que siendo amados, embelesados en ese maravilloso sentimiento no nos cansamos de escribir el nombre de la persona amada en todos los cuadernos y papeles a nuestro alcance...

Luego llega el enamoramiento del noviazgo, amando y siendo correspondidos en nuestro amor, más tarde el amor en el matrimonio, más sosegado, más sereno, pero también mucho más pleno, de dos seres que se aman y se convierten en uno.

Y hay otros muchos amores, dignos y admirables: el que tuvo la Madre Teresa de Calcuta a sus pobres, el amor del sacerdote a su Iglesia, el amor del misionero a su entrega, el amor de las religiosas a los enfermos, a los niños desvalidos, muchos con capacidades especiales, a los ancianos. El amor de los padres buenos por sus hijos y el de los hijos por sus padres, el amor a la naturaleza, el amor al prójimo... Y no vamos a hablar en este espacio de lo que algunos jóvenes y parejas, quizá no tan jóvenes, abandonándose a sus pasiones, le dan el nombre de amor a algo que ni siquiera se le parece.

San Pablo nos dice: El amor es paciente, es servicial, el amor no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe. El amor no es egoísta, no se irrita. El amor no toma en cuenta el mal, no se alegra de la injusticia, se alegra de la verdad. El amor todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. El amor no acaba nunca (Cor. 13, 1-13). Los que aman así pueden decir que han conocido el VERDADERO AMOR.

Podemos hablar mucho sobre el amor y para llegar a su verdadera esencia, tenemos que llegar a Dios. Dios es amor

Dios es el amor por excelencia. Lo que los hombres y mujeres llamamos amor, es un destello, es un reflejo de esa plenitud amorosa que brota de nuestro Padre Dios. El Espíritu Santo es la conjunción del amor entre el Padre y el Hijo. Todo en Ellos es plenitud infinita.

También la AMISTAD es una forma de amar. La amistad es un don donde la confianza y la honestidad, llenan el alma de quién tiene la suerte de poseerla.

Durante este mes, "mes del amor y la amistad" recordemos al Mejor Amigo que nunca nos deja y nos acompaña en el camino. Recordemos al Amor, que dio su vida por ti y por mi ¡Qué mayor prueba del amor!

Mª Esther de Ariño
catholic.net

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Artículo de la semana:

Vengo por ti

Estoy cansado de trabajar y de ver a la misma gente, camino a mi trabajo todos los días, llego a la casa y mi esposa sirvió lo mismo de la c...

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