sábado, 31 de diciembre de 2016

Un año nuevo está por comenzar...


El sábado sonarán las campanas en el reloj...

Las 12. Las 12 de la noche.

Parece que los meses del año que termina, con sus días y sus horas se columpian en cada una de ellas... Doce meses, doce campanadas. El año se va. El año 2016 se acaba. Se esfuman los doce meses como en un conjuro de tiempo y eternidad. Los tuvimos en nuestras manos paro ya no volverán.

Fueron instantes nuestros, únicos e irrepetibles, vividos dentro de nuestro libre albedrío, hora tras hora y ahora se van, perdiéndose en la noche última del año. La noche vieja.

El poeta dice:


El indivisible tiempo
lo hemos dividido en años
y así decimos que pasa
cuando nosotros pasamos.

Así es, decimos que el tiempo se va cuando somos nosotros los que nos vamos. Decimos que el tiempo corre, que el tiempo vuela, pero los que corremos, los que volamos sobre el tiempo somos nosotros. El tiempo siempre está, el tiempo ni tiene tiempo, ni es joven ni viejo, nosotros si.

Las 12. Noche Vieja. Un año nuevo está por comenzar.

Las 12 horas del 31 de diciembre de 2016... ¿Qué hicimos con estos trescientos sesenta y cinco días? ¿Qué dijimos, qué pensamos una noche como esta pero del año pasado? ¡Cuántos planes, cuántas promesas, cuántos propósitos! ¿Somos los mismos de aquella noche de otras muchas noches o sentimos que fuimos limando las aristas de nuestro carácter, rellenando "baches" en los que caíamos una y otra vez, quitando obstáculos, que quizá amábamos pero que nos hacían tropezar en nuestro plan de ser mejores como seres humanos en nuestra plenitud y dignidad? ¿Qué pasó con aquellos deseos vehementes que brotaron en nuestro corazón al terminar de oír las doce campanadas y nos hicieron decir: "¡Ahora sí, este año nuevo sí!

Poco a poco se nos fueron aminorando las fuerzas, el entusiasmo, y llegó esa desgana o indiferencia por las cosas. La bruma de la rutina nos envolvió en sus días grises y nos heló el corazón y el coraje.

O no fue así... y sentimos que sí ha habido un cambio positivo. Que el sol del amor nos arropa y podemos repartir el calor que hay en nuestra alma a los demás. Que estamos en pie de lucha, que las 12 campanadas resuenan en nuestro corazón como el tañer de las campanas de la ermita invitándonos a orar.

Que cada campanada se un:
Perdón y gracias, Dios mío, me estás regalando otro año para crecer en la fe y en el amor a Ti y a los demás. El tiempo pasado está en Tus manos , el que comienza en las mías, pero quiero que Tu me acompañes a vivirlo!.

Y con el año que se va y el nuevo que comienza, en esta Noche Vieja, la más vieja del año, recordamos al poeta que nos dice:

Un año más, no mires con desvelo
la carrera veloz del tiempo alado
que un año más en la virtud pasado
un paso es más que te aproxima al cielo.

Y siguiendo con los versos terminaremos esta pequeña reflexión con uno que una noche como esta me inspiro:

Esta noche es "noche-vieja"
y yo hago un alto en mi camino,
sentada bajo la luna
abro mi alforja y la miro.
¿Qué es lo que tengo en ella?
Oro y plata:-Te lo cambio
por la sonrisa de un niño.

Quiero caminar descalza
por lo prados con rocío
quiero soltar mis amarras
y extender libre mis alas
y sentir mi poderío.

Poderío y libertad
olvidando el claro-oscuro
de ambiciones que esclavizan
tan pesadas como un yugo.

Esta noche es "noche vieja"
tengo el alma transparente,
cuando llegue el año nuevo
que me encuentre en la vereda
como quién vuelve a nacer,
sin sandalias ,sin alforja,
con la piel limpia de luna
las estrellas en mi pelo
y cantando el "aleluya".

Esta noche es noche vieja,
y yo tengo el alma nueva...
¡quién lo pudiera creer!


Ma Esther De Ariño
catholic.net

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¿Por qué este año ha sido tu mejor regalo?

Si crees que este año ha sido difícil, necesitas leer este artículo



Cuando los últimos días del año se aproximan, notamos que flota en el aire una aprensión general. Podemos incluso dividirla en dos momentos: El primero sería el corre corre – una desesperación para hacer rápido, en apenas algunos días, todo eso que quedó pospuesto durante el año. Imposible. Y luego nos damos cuenta de eso – que es imposible – , y surge la decepción. Decepción porque nada ha salido como fue planeado, y sumergirnos en un mar de culpa e impotencia es todo lo que nos queda por hacer.

Sin duda, la sensación de que el tiempo se acabó y de que una vez más no fue posible completar la lista de objetivos, es realmente muy mala. Si te sientes así, no te preocupes, no estás solo, que sepas que existen millones de personas que también piensan y sienten lo mismo. La buena noticia es que no haber alcanzado las metas ideales del año, no significa que seas un completo fracasado. Somos un proyecto en infinita construcción y este año te ha proporcionado mucho más que sólo una lista de cosas sin hacer.

Es totalmente natural encontrar grandes obstáculos para alcanzar las metas que nos ponemos cada año, pero éste en especial nos ha reservado grandes sorpresas a todos. Problemas políticos, económicos, sociales y desastres ambientales nos han dejado aturdidos y nos han obligado a recalcular rutas, replantear posturas – sería raro si todo fuera muy simple, rápido y fácil, ¿no?

Aparte de todas las cuestiones sobre la naturaleza de los problemas y las elecciones de los culpables, surge la maximización del fenómeno de la insatisfacción del siglo XXI: Necesitamos más. Tenemos una sed incontrolable. Sed de autonomía, de conocimiento, de poder de decisión sobre nuestras propias vidas.

Todos los recursos, avances tecnológicos y científicos, no son suficientes. Ahora, encontrar el propósito de la vida y ser una persona autónoma de si misma, enteramente satisfecha con el trabajo, amigos y familia se ha vuelto más importante que sólo tener un estatus.

Para eso, dada las nuevas necesidades, surgen profesionales especializados en ayudarnos a salir del punto “A” en dirección al punto “B”. Pero ¿es bastante?

La respuesta puede estar exactamente en lo inesperado. No pasa nada si llegaste al final del año y aún no hiciste el viaje de tus sueños por culpa de la situación económica de tu país, si estás insatisfecho con tu trabajo, si aún no eres empresario, si no has logrado el peso ideal, si tu cuenta bancaria está en rojo.

Este año has tenido varias oportunidades de aprender de tus errores y de crear oportunidades gracias a los errores de otros. De reflexionar, de observar el sol que sigue brillando a pesar de todas las nubes que querían taparlo, y en cada amanecer, tienes una nueva oportunidad de volver a empezar, y así día tras día.

Es hora de frenar y tener un minuto para pensar: ¿Qué me han proporcionado los acontecimientos que me han impedido alcanzar las metas de este año? En la respuesta descubrirás cuál ha sido tu mayor conquista.

La vida está hecha de estaciones. Momentos de espera, momentos de parada, momentos de partida. Todos los acontecimientos – buenos o malos – que las envuelven durante el camino es lo que da significado e importancia al viajero. Todo lo que llamamos problemas y obstáculos es lo que en realidad enriquece la trayectoria.

Vivir es un desatarnos constante. Gradualmente vamos aprendiendo con nuestros errores, la constancia es un factor determinante para hacer surgir el fuego entre dos troncos, y así es también con nuestras vidas, el cambio sólo llega con la constancia.

Ten orgullo de lo que ya tienes, de la persona que eres hoy, pues mañana ya no serás el mismo. Celebra que no te hayan sucedido todas esas cosas malas que vemos en la TV.

Apasiónate por tu historia, por tu trayectoria, por todos los obstáculos que surgirán – este año ha hecho de ti una mejor persona. La estabilidad no nos hace crecer, sólo nos mantiene estancados en la ilusión de una vida feliz y completa.

A veces nos olvidamos de que seguimos siendo seres biológicos y defectos, y pretendemos pagar precios altos por las promesas de alcanzar los más altos niveles, cuando las propias experiencias y desafíos de la vida siempre han tenido el poder para llevarnos a la cima sin cobrar altas tasas de interés.

El pasado ya se fue, el futuro aún no existe, el presente es todo lo que tienes en este momento, y por eso es un regalo.

aleteia.org

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El 2016 del Papa Francisco en un video



radiovaticana.va

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7 súper-propuestas para reemplazar las típicas supersticiones de Año Nuevo

El Año Nuevo como celebración, es una cosa extraña, linda, pero extraña. La ternura y el recogimiento por haber vivido la Navidad hace un par de días da pie a la creatividad culinaria y etílica, acompañada de alegría y festejos hasta altas horas de la noche, como si todo lo vivido hace poco se fuera a los archivos y cambiáramos de tema radicalmente. Literalmente, la fiesta dura de un año para el otro.

Es lindo y bueno celebrar (seguro que Jesús lo habría hecho) pues querer recordar los aciertos, deshacerse de los malos ratos y abrazar esa esperanza de comenzar de nuevo es algo que todos buscamos. Pero pasa algo extraño: la gente hace cosas raras. La prensa, la televisión y el Internet se repletan de consejos (pero no para preparar una rica cena) sino para aconsejarnos supersticiones para realizar en Año Nuevo y que así nos vaya bien. Más complicada es la escena cuando esas cosas ocurren en tu casa y de repente ves a todos comiendo lentejas, dando vueltas a la manzana con una maleta, usando ropa interior de todos los colores, tomando champagne con un anillo dentro de la copa, y así, una lista enorme y muy creativa de rituales supersticiosos que buscan la prosperidad y el éxito en el año que recién comienza. Es difícil pararse frente a la familia y decirles que eso está mal, que se están equivocando de camino (por muy buenas que sean sus intenciones).

No nos vamos a detener en criticar, pero seremos breves: los cristianos no creemos en supersticiones, rituales, amuletos etc,. Nosotros estamos en el negocio de las buenas noticias, el Evangelio es denunciar pero sobre todo anunciar; por lo tanto, más que criticar y juzgar, queremos proponerte 7 costumbres de Año Nuevo que un católico sí o sí debería hacer.

1. Dar las gracias

Antes de la cena familiar (ojala varios días antes) haz una lista de la gente a la que le debes gratitud. Ya sea porque colaboró contigo en el trabajo o en el estudio, porque fue gentil en algún momento difícil, porque te acompañó en la enfermedad o en la pena. En fin, siempre hay gente a nuestro alrededor que nos ha hecho bien. Que esa noche, sea una noche de gratitud. Agradece a tu familia y recuérdales lo bien que te han hecho. Que tus mensajes de texto sean de gratitud, y tómate el tiempo de escribir esos mensajes a aquellos que menos lo esperan, pero que tuvieron gestos de amor contigo.

2. Establecer propósitos para el nuevo año

No solo fijarse metas como terminar el postgrado, pagar las deudas, salir de vacaciones al caribe o por fin inscribirse en el gimnasio, sino propósitos de vida, cosas grandes que comiencen a realizarse en este nuevo año. Dios nos invita a que nuestra fe alimente nuestra esperanza. Los cristianos somos personas esperanzadas, que creemos que lo mejor está por venir. Hacer una lista y dejarla en un lugar visible durante el resto del año, seguro ayudará. Al mismo tiempo te compartimos un videoblog con algunas ideas sobre buenos propósitos que podríamos considerar para el Año Nuevo.

3. Evaluar el año pasado

No confundas evaluar con rescatar lo malo. Evaluar es dar valor; entonces revisa los acontecimientos más grandes que viviste, las decisiones más importantes, los proyectos más trascendentes y asígnales un valor. Pero ojo, la vida no es blanco y negro, de hecho es principalmente de muchos grises. Las cosas no son buenas o malas. Es por eso que te invito a que mires tu vida como la miraría Jesús, con amor, con misericordia, con esperanza y así, evalúes lo que has hecho. De otra forma, evaluar el año recién vivido será más bien una tortura en donde te sacarás en cara a ti mismo lo mal que has hecho las cosas y las muchas ganas de comience luego un nuevo año.

4. Dedicar un minuto para quienes partieron

Este año 2016 nos ha conmovido por las muchas y dolorosas muertes que hemos visto en la prensa. La guerra, el hambre y las injusticias nos han hecho apretar los dientes y el corazón más de una vez durante este año. Así como también es probable que más de alguno de ustedes haya despedido a algún familiar o amigo cercano, quien ha partido a la casa del Padre. Dediquemos unos minutos para honrar su memoria, brindemos por sus vidas, ofrezcamos la nuestra por el sufrimiento de sus familias y que su recuerdo no sea solo nostalgia y melancolía, sino una motivación para vivir nuestra propia vida apasionadamente y con amor.

5. Saludar y festejar a nuestra Madre

La resaca y el trasnocho hace que el 1 de enero nos hace olvidar que celebramos algo importante para nuestra fe: la Solemnidad de la Santa María, Madre de Dios. Estamos acostumbrados a ese nombre que la Iglesia le da la Virgen, pero detenernos a comprender que una creatura humana, frágil y perecedera es la madre del mismo Dios, es una cosa grande y que se celebra justamente en esta fecha. Comencemos pues el año saludandola, dedicando unos minutos de nuestra oración a ella y asistiendo a la Eucaristía que se celebra en su memoria. Que los grados de alcohol en la sangre y la comida que quedó de la noche anterior, no nos detengan para ir a darle un abrazo de Año Nuevo a quien nos ha regalado al Salvador, nuestra mamita María.

6. Proponte un apostolado nuevo

No es necesario que viajes a África a convertir caníbales en vegetarianos. Es probable que ya tengas un servicio en tu parroquia o movimiento pero reflexiona sobre él, no solo pensando en actividades y eventos que van a adornar la agenda del 2017, sino que piensa en cómo el Señor podría transformar eso que ya haces, como podría ir a un siguiente nivel o bien qué otra cosa podrías hacer y que no estás haciendo. Que no se trate sólo de planificar lo familiar, laboral y económico, sino que también miremos nuestra vida de fe, sobre todo nuestro apostolado, con deseos de ir por más, de llegar a más corazones anunciando a aquel que nos ha cambiado la vida.

7. Continuar viviendo el tiempo litúrgico

Para muchos la Navidad ni siquiera es el 25 de Diciembre, sino que la noche del 24 y termina cuando se acaba la comida en la mesa y se abre el último regalo. Para nosotros, los católicos, la Navidad no es solo una efeméride, sino un tiempo litúrgico que termina el 8 de enero con el con la celebración del Bautismo del Señor. En esos días, ocurren muchas cosas (católicamente hablando), como la memoria de los Santos Inocentes (28 de diciembre), la Solemnidad de Santa María Madre de Dios (1 de Enero), La Epifanía del Señor (6 de Enero), todas ellas, importantes fiestas para nuestra vida espiritual. Navidad es un lindo tiempo, no lo reduzcamos a una noche de compartir con la familia, comer rico e intercambiar regalos.

Sebastian Campos
catholic-link.com

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miércoles, 28 de diciembre de 2016

Santos Inocentes


Fiesta: 28 de diciembre

Murieron por Cristo los niños inocentes, su gloria será eterna.
Las madres padecieron por un tiempo, ahora comparten el triunfo.

Los Santos Inocentes: De acuerdo a un relato del Evangelio de san Mateo (2, 13-13), el Rey Herodes mandó matar a los niños de Belén menores de dos años al verse burlado por los magos de Oriente que habían venido para saludar a un recién nacido de estirpe regia.
A partir del siglo IV, se estableció una fiesta para venerar a estos niños, muertos como "mártires" en sustitución de Jesús. La devoción hizo el resto. En la iconografía se les presenta como niños pequeños y de pecho, con coronas y palmas (alusión a su martirio). La tradición oriental los recuerda el 29 de diciembre; la latina, el 28 de diciembre. La tradición concibe su muerte como "bautismo de sangre" (Rm 6, 3) y preámbulo al "éxodo cristiano", semejante a la masacre de otros niños hebreos que hubo en Egipto antes de su salida de la esclavitud a la libertad de los hijos de Dios (Ex 3,10; Mt 2,13-14).

En nuestro tiempo continúa la masacre de inocentes. Millones son masacrados por el aborto, millones más mueren abandonados al hambre... ¿Qué haces?.

Una voz se escucha en Ramá: gemidos y llanto amrgo: Raquel está llorando a sus hijos, y no se consuela, porque ya no existen" -Jr 31,15.

Te rogamos, Señor…

· Te pedimos padre por todas las personas aquí presentes que de una u otra forma colaboran en esta lucha por la defensa de la vida desde el momento de la concepción hasta su muerte natural. Dales la gracia, el valor y la fortaleza necesaria para vivir y trabajar diariamente según tu Santa Voluntad.

· Oremos por el Papa, defensor incansable de la vida y la dignidad de la persona humana. Oremos por los obispos, los sacerdotes y diáconos y por todos aquellos que tienen una responsabilidad en la comunidad cristiana.

· Te rogamos Señor que ayudes y protejas a todas aquellas familias que sufren conflictos graves que ponen en peligro su estabilidad y el bienestar de sus miembros, en especial de los más pequeñitos. Que Tu sabiduría los ilumine para que puedan encontrar en el AMOR la solución a sus problemas y logren obtener la paz y la tranquilidad necesarias para vivir según tu voluntad.

· Te pedimos Señor porque el actual desarrollo científico-biológico no atente contra la dignidad de la persona humana, sino que por el contrario lleve a la humanidad a tu encuentro, para que asombrados por la maravilla de la creación, sepamos amarla y respetarla.

· Te pedimos Padre, por todos los bebés que ahora corren peligro de ser abortados. Para que sus madres, iluminadas por la luz de tu Santo Espíritu, reconozcan en ellos la maravilla de Tu creación y cobijadas bajo el manto amoroso y maternal de María, encuentren el mejor camino para salir adelante de sus dificultades.

· Muy especialmente, te pedimos hoy Señor por todas aquellas personas que se dedican a practicar y promover el aborto. Que a través de Ti, logren conocer la verdad y comprendan que en cada pequeño ser que eliminan, está presente la maravilla de Tu creación y de Tu presencia. Ilumínalos para que comprendan el valor infinito de cada vida humana y, conscientes de su grandeza, aprendan a amarla y respetarla.

· Inspíranos Padre, para que recordemos que sin Ti nada podemos y que todo nuestro esfuerzo, vaya siempre encaminado a ser testimonio vivo del gran Amor de Dios hacia los hombres. Danos la fuerza y el valor que necesitaremos para continuar siempre fieles a tu palabra.

corazones.org

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El "derecho" a "parir" de los hombres


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martes, 27 de diciembre de 2016

La venida del Señor continúa...

En medio de la agitación del mundo, o ante los desiertos de la indiferencia y del materialismo, los cristianos acogen la salvación de Dios.


Meditemos las palabras de SS Benedicto XVI el domingo 2 diciembre 2012 durante el rezo del Ángelus

¡Queridos hermanos y hermanas!

Hoy, la Iglesia inicia un nuevo año litúrgico, un camino que se ve reforzado por el Año de la Fe, a cincuenta años de la apertura del Concilio Vaticano II. El primer tiempo de este itinerario es el Adviento, formado, en el rito romano, por las cuatro semanas previas a la Navidad, que es el misterio de la Encarnación.

La palabra adviento significa "venida" o "presencia". En el mundo antiguo indicaba la visita del rey o del emperador a una provincia; en el lenguaje cristiano se refiere a la venida de Dios, a su presencia en el mundo; un misterio que rodea la totalidad del cosmos y de la historia, pero que conoce de dos momentos culminantes: la primera y la segunda venida de Jesucristo. La primera es la Encarnación; y la segunda es el retorno glorioso al final de los tiempos.

Estos dos momentos, que cronológicamente son distantes -y no nos es dado saber cuánto-, y que en profundidad se tocan, porque con su muerte y resurrección, Jesús ya ha realizado aquella transformación del hombre y del cosmos que es el fin último de la creación. Pero antes del final, es necesario que la Buena Nueva sea anunciada a todas las naciones, dice Jesús en el evangelio de san Marcos (cf. Mc. 13,10).

La venida del Señor continúa, el mundo debe ser penetrado por su presencia. Y esta venida permanente del Señor en el anuncio del evangelio pide constantemente de nuestra colaboración; y la Iglesia, que es como la novia, la prometida esposa del Cordero de Dios crucificado y resucitado (cf. Ap. 21,9), en comunión con su Señor, colabora en esta venida del Señor, en la que ya empieza su regreso glorioso

Esto es a lo que nos llama hoy la palabra de Dios, trazando la línea de conducta a seguir con el fin de estar preparados para la venida del Señor. En el evangelio de Lucas, Jesús dice a los discípulos: "Cuiden que no se emboten sus corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida ... estén en vela, pues, orando en todo tiempo" (Lc. 21,34.36). Por lo tanto, sobriedad y oración. Y el apóstol Pablo añade la invitación a "progresar y sobreabundar en el amor" de unos con otros y hacia los demás, para que se consoliden nuestros corazones y seamos irreprochables en santidad (cf. 1 Ts. 3,12-13).

En medio de la agitación del mundo, o ante los desiertos de la indiferencia y del materialismo, los cristianos acogen la salvación de Dios y dan testimonio con una forma de vida diferente, como una ciudad asentada sobre un monte.

"En aquellos días -anuncia el profeta Jeremías-, Jerusalén vivirá en seguro, y será llamada: Yahvé, nuestra justicia" (33,16). La comunidad de los creyentes es un signo del amor de Dios, de su justicia, que ya está presente y operante en la historia, pero que aún no se ha realizado plenamente, y por lo tanto es siempre esperada, invocada, buscada con paciencia y heroísmo.

La Virgen María encarna a la perfección el espíritu del Adviento, que implica escuchar a Dios, y un profundo deseo de hacer su voluntad, de gozoso servicio a los demás. Dejémonos guiar por ella, para que el Dios que viene no nos encuentre cerrados o distraídos, sino que pueda, en cada uno de nosotros, extender un poco su reino de amor, de justicia y de paz.


SS Benedicto XVI
catholic.net

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Dios Te Ama... ¡Feliz Navidad! - Martín Valverde


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miércoles, 21 de diciembre de 2016

Por qué el demonio odia tanto a María y por qué tú deberías amarla


Satanás odia a la Santísima Virgen Maria. De hecho, ha estado haciendo todo lo que está en su poder para desmotivar la devoción hacia ella

Satanás odia a la Santísima Virgen María. De hecho, ha estado haciendo todo lo que está en su poder para desmotivar la devoción hacia ella e inculcar odio hacia ella durante dos milenios. ¿Te has dado cuenta que son los dogmas Marianos y las devociones a la Virgen las que despiertan las más fuertes reacciones en aquellos que rechazan a la Iglesia? Incluso algunos buenos católicos se avergüenzan de la devoción a Nuestra Señora, y sienten que no deberíamos ser tan extremos en nuestra veneración a ella.

Tal vez, te has preguntado porque la Iglesia tiene en tal alta estima a la Inmaculada Virgen María. Tal vez, te has preguntado porque Dios ha escogido servirse de ella en la obra redentora. Hoy, me gustaría echar una mirada al porque el diablo odia tanto a nuestra Santísima Madre, y porque nosotros deberíamos ser sus fieles siervos.

Ella aplastará su cabeza

El escenario es el jardín del Edén. Los personajes son Dios, la serpiente, Adán y Eva. El diablo se regodea en su triunfo. Acaba de engañar a Eva, y a través de ella, a Adán. Que orgulloso está de sí mismo. Casi puedes sentir su orgullo demoniaco en la destrucción, ya que ha podido malograr la obra de la mano creadora de Dios, y arrastrar a los seres humanos - por quien Dios tiene un amor especial - a la muerte y la miseria.

Dios aparece en la escena a limpiar el desorden, declarando la trágica maldición que arrastra el pecado, pero también para proclamar el proto evangelio, un primer vistazo al Evangelio y la condena del diablo.

Dios comienza por dirigirse a Satanás, diciendo que se arrastrará en el suelo por el resto de sus días. Luego revela algo que hace que Satanás tiemble de horror: su derrota final vendrá de las manos de una mujer.

"Haré que tú y la mujer sean enemigas, lo mismo que tu descendencia y su descendencia. Su descendencia te aplastará la cabeza, y tú le morderás el talón". (Génesis 3,16)

Ahora los académicos argumentan acerca de si el pronombre en la frase es o no masculino, "Su descendencia te aplastara la cabeza" - eso es si se refiere a la Virgen María o a Jesucristo. Pero voy a contarles un pequeño secreto: eso no importa. Verán, Jesús aplastará la cabeza de Satanás a través de María. Ella es el instrumento que Jesús utilizará cuando destruya a su antiguo enemigo.

Con eso en mente, es totalmente legítimo decir “Él aplastará tu cabeza” tanto como es decir “Ella aplastará tu cabeza”. Es casi como decirle a un asaltante armado, “Un paso más y te disparo” y “Un paso más y mi magnum .44 te volará la cabeza”. Ambas afirmaciones son verdaderas.

Entonces, ¿Por qué le duele tanto al diablo que María sea quien lo derrote? ¿Porque Dios quiso utilizar a María para derrotar a Satanás? Ahora lo explico.

Derriba del trono a los poderosos

El diablo odia, y me refiero a que él aborrece el hecho de que su derrota final vendrá de la mano de una sierva humilde. De alguna forma, su corazón orgulloso puede manejar el ser derrotado por Dios porque sabe que es Todopoderoso y Omnipotente. ¿Pero ser destrozado por una pequeña Dama de Nazaret? La idea es sencillamente humillante. Eso lo vuelve loco. Porque si hay algo que la creatura más orgullosa de toda la creación odia, es ser humillada.

Satanás encuentra que su derrota a manos de la Virgen María es tan humillante porque ella es mujer, y las mujeres son el sexo débil (1 Pedro 3,7), y él desprecia a los débiles. Él de verdad disfruta ver a las mujeres siendo abusadas, degradadas y siendo vista como objetos. Eso sin mencionar que nuestra Bendita Señora es humana, y Satanás odia a los humanos porque tenemos cuerpos y él es puro espíritu, que desprecia los cuerpos. Pero hay otra muy profunda razón por la que Satanás odia ser derrotado por la Virgen María: Ella es su reemplazo en el cielo.

Verás, Lucifer fue originalmente la mejor creación de Dios. Él era más hermoso, más poderoso que todas las otras creaturas que Dios había hecho. Y como todos sabemos, se le subió a la cabeza. Él era tan hermoso, tan poderoso que realmente creía que podía ser mejor que Dios. Las marcas indelebles de Satanás son el orgullo y la envidia del Todopoderoso.

¿Y cuáles son las características que definen a nuestra Señora?


Primero y principalmente, ella es supremamente humilde. De hecho, ella es la más humilde creatura que ha existido. Por cada onza de orgullo que el diablo tiene, María tiene el doble de humildad. Por cada gota llena de odio y amargura en el corazón negro de Satanás, el Corazón de María está llena del doble de alabanza, adoración y amor. Por cada parte de la depravada, pervertida y deformada alma del diablo, el Corazón de María está lleno de pureza y fecundidad. Y por gracia, Dios ha hecho de ella la más exquisita y más gloriosa creatura en el universo, el título que el diablo solía reclamar para sí.

En todas las formas, la Inmaculada es totalmente opuesta a Satanás. En cada forma, ella es su reemplazo en el Cielo, y él lo sabe. Este Divino intercambio de Satanás por María se revela en el himno de nuestra Señora, el Magníficat:

"Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: Su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre".

En el Magníficat, vemos el rol de María en la salvación resumida bellamente:

  • La humildad de María “Porque ha mirado la humillación de su esclava.
  • El maravilloso trabajo de la gracia de Dios en ella: “Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí”
  • Dios reprendiendo a Satanás “dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos”
  • Su colocación de María en el lugar de Satanás:” y enaltece a los humildes”

Lo peor de todo para Satanás, su reemplazo en el cielo no es otra que la Madre de la Palabra viva, Jesucristo, cuya pasión y muerte redimió a toda la humanidad a la que él ha tratado tanto de destruir. Su «SÍ» a Dios deshizo la desobediencia de Eva, labrando del camino para la obra salvadora del nuevo Adán. La misma debilidad de Eva que Satanás instigó, fue reemplazada por la debilidad de la obediencia de María, una obediencia a la voluntad de Dios que la ha hecho poderosa más allá de cualquier límite. Este es el plan Divino para la derrota del enemigo. Esta es la humillación y condena de Satanás.

Hasta la vista Satanás

Tal vez no lo sepas, pero Satanás te odia. Su amarga envidia lo lleva a querer destruir la obra de Dios y arrastrarla al abismo del infierno. A él no le gustaría nada más que tú - hecho a imagen de Dios - lo acompañaras en las llamas eternas de un lago de fuego, porque a la miseria le gusta la compañía.

Pero no temas. La antigua serpiente no tiene poder contra la Inmaculada Virgen, porque en el plan de Dios, ella es el instrumento que Jesús utilizó para humillar y destruirlo. ¿Quieres aplastar la cabeza del diablo en tu vida? ¿Quieres pasar con seguridad a través de las pruebas, tentaciones y tormentas hacia tu hogar eterno? La respuesta es simple, recurre a María. Ámala, sé su devota servidora. Se su siervo, su defensor, su apóstol. Consagra tu ser total y completamente porque nada de lo que le pertenezca se verá perdido. Como San Juan Damasceno dijo de forma tan hermosa:

"Ser devoto a la, Santísima Virgen María, es un brazo de salvación que Dios nos entrega a aquellos a los que Él quiere salvar".

Satanás esta todo alborotado, haciendo todo lo que puede porque sabe que su tiempo se acaba. Está asustado y enojado, porque sabe que un día muy pronto, él será aplastado por la Mujer que hace que su corazón tiemble, la mujer que "¿Quién es ésta que se asoma como el alba, Hermosa como la luna llena, Refulgente como el sol, Imponente como escuadrones abanderados?" (Cantares 6:10).

Oración

Majestuosa Reina del Cielo y Reina de los Ángeles, recibiste de Dios el poder y la comisión de aplastar la cabeza de Satanás; por lo cual humildemente te suplicamos, enviar a las legiones de los cielos, que, bajo tu mandato, puedan expulsar a los espíritus malignos, e involucrarlos en todas partes en la batalla, frenar su insolencia, y lanzar de nuevo en el abismo del infierno. "¿Quién como Dios?" Oh buena y tierna Madre, has de ser siempre nuestra esperanza y el objeto de nuestro amor.

Oh Madre de Dios, envía los santos ángeles para defenderme y conducir lejos de mí al cruel enemigo. Santos Ángeles y Arcángeles, defiéndenos y guárdanos. Amén


Adaptación y traducción al español por Manuel Rivas, para PildorasdeFe.net, de artículo publicado originalmente en: Catholic Gentleman, autor: San Guzmán

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miércoles, 14 de diciembre de 2016

Lo que muchos no sabemos sobre el AYUNO

Pregunta: ¿Padre, ya desde hace tiempo ha nacido en mi una gran necesidad de hacer ayuno, lo siento en mi corazón pero no sé cómo hacerlo?

Me parece magnifico y toda una inspiración de Dios este santo deseo de santidad que ha ido naciendo en tu corazón.

Antes de hablarte del ayuno, quisiera hablarte primero de lo que es la Ascesis o Penitencia, ya que el ayuno es solo parte de este trabajo espiritual que todo cristiano debe hacer si quiere llegar a la santidad propuesta por Jesucristo.

Empezaré diciéndote que cuando hablamos de Ascesis o Penitencia nos referimos al esfuerzo humano que responde a la gracia de Dios, y es el medio por el cual el hombre se dispone y purifica su vida para que en ella se desarrolle en plenitud la vida divina. Este esfuerzo en nosotros los cristianos adquiere una nota particular y quizás única, ya que, a diferencia de algunas otras "espiritualidades", la Ascesis en el fiel cristiano, es animada y dirigida por el mismo Espíritu Santo, que no busca destruir sino construir.

El padre Rainiero Cantalamessa, al referirse a la santidad y su relación con la Penitencia, dice que ésta "es el arte de quitar todo lo que estorba en el hombre a fin de hacer visible esa santidad ya contenida en el hombre desde el bautismo".

Por ello, la Ascesis es la herramienta de la que nos valemos para fortalecer los muros por los cuales transitan nuestros deseos y aspiraciones, los cuales fuera de control son capaces de destruir nuestra vida, o al menos impedir que ésta alcance la plenitud. Es, digamos, el elemento regulador, y, en muchos casos, el propulsor de una vida equilibrada y santa. Por eso dice al respecto el Catecismo de la Iglesia: "Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia" (Cat. No. 1435)

Por una ancestral tradición, los viernes son considerados como un día de Penitencia. Esto es debido, principalmente a que en un viernes Jesús padeció por nosotros para darnos la vida eterna. Por esta razón, entre otras, se ha identificado la Penitencia con el sufrimiento. Cuando pensamos en la Penitencia, de inmediato viene a nuestra mente los monjes dándose de latigazos, o poniéndose espinas en el pecho, o de alguna manera destruyendo su cuerpo. Sin embargo la Penitencia, como nos lo explica el papa Juan Pablo II en Reconciliación y Penitencia, es: todo aquello que ayuda a que el Evangelio pase de la mente al corazón y del corazón a la vida. Es decir la Penitencia es una ayuda para que podamos realmente vivir el Evangelio.
Un santo de la edad media que había entendido bien lo que era la Penitencia decía: la primera y más importante Penitencia es: Orar.

Desafortunadamente, el hombre de hoy tiene un concepto equivocado de lo que es la Ascesis o Penitencia y en muy baja estima el valor de la cruz. La vida cómoda y materialista que vivimos nos hace despreciar con facilidad estos dos valores que son fundamentales (cf. Mt 10,38), por no decir, indispensables, en la vida, no solo para alcanzar la santidad y con ello la plenitud, sino incluso para poder vivir una vida razonablemente alegre y estable. Y es que la Penitencia actúa como una fuerza reguladora sobre nuestras pasiones y deseos los cuales dejados en libertad pueden llegar a destruir nuestra vida. Para contenerlos, en algunos casos debemos agregar a nuestra vida algo, "Ascesis Positiva" , y en otros eliminar o matizar, "Ascesis Negativa". En ambas direcciones la Penitencia supone una renuncia, por lo que esto no se podrá hacer sin la ayuda de la cruz y del Espíritu Santo. La Penitencia cristiana, correctamente entendida, no es estoicismo, ni platonismo, por lo que no se trata de destruir nuestro cuerpo, sino de una "herramienta espiritual que ayuda a que los criterios y la vida evangélica, pasen de la mente al corazón y del corazón a la vida diaria".

Para que la Penitencia sea verdaderamente una ayuda para el crecimiento espiritual, es necesario quitarle toda esa carga negativa que por años ha tenido, para redescubrirla como un momento privilegiado de encuentro con la misericordia de Dios que conoce nuestras miserias y que a pesar de ellas, nos ama y nos ha llamado a la santidad más elevada. Esto nos llevará sin lugar a dudas a experimentar el poder que sana el interior del hombre y que le impulsa a reemprender el camino de la felicidad, la alegría, el gozo y la paz, ya que como bien decía Clímaco: "es mediante la Penitencia como nos libramos de la tiranía de las pasiones". Así la Ascesis es la cruz benéfica que nos ayuda a renunciar a nosotros mismos, a los excesos y exageraciones, y que prepara el camino para que Dios desarrolle en nosotros la vida divina, la "Vida según el Espíritu".
Sin embargo debemos ser conscientes que la falta de prudencia, puede también desordenar la misma Penitencia, con lo cual se causan graves daños, sobre todo al alma, ya que la práctica de la mortificación debe ser siempre un acto de templanza.
Santo Tomas, citando a San Jerónimo dice: "No hay diferencia entre matarse en largo o en corto tiempo. Se comete una rapiña, en ves de hacerse una ofrenda, cuando se extenúa inmoderadamente [sin templanza] el cuerpo por la demasiada escasez de alimento o el poco de sueño".

Ahora si, teniendo en cuenta lo que te he dicho sobre la Penitencia, veamos un poco el Ayuno. El Ayuno, desde la vida espiritual, nos ayuda en dos áreas de nuestra vida. Por un lado, es la forma como la voluntad se entrena con la renuncia a cosas buenas, para en su momento poder rechazar las malas. Por otro lado, ejerce una acción misteriosa, que permite al alma abrirse de una manera particular a la gracia y a la presencia de Dios.

Cuando nos privamos de cualquier cosa que está en relación con nuestros apetitos, especialmente con el placer (comer, beber, ver, oír, sentir), estamos acostumbrando a nuestra voluntad a recibir ordenes directamente de nosotros y no de nuestras pasiones. Nos lleva a ser dueños de nosotros mismos. De esta manera, una persona habituada a ayunar será una persona habituada a la renuncia, y tendrá sometidas sus pasiones a la voluntad, de manera que el cuerpo come, duerme, y hace lo que la voluntad le indica. Si la voluntad está orientada a Dios, buscará evitar todo lo que lo separa de Dios y orientará todas sus acciones a EL.

Por otro lado, como te decía, el Ayuno, especialmente el de la comida, nos abre de una manera misteriosa a la presencia de Dios. Parecería como si el hambre corporal se fuera convirtiendo en hambre de Dios.

Ahora bien, para que esto se realice, el Ayuno debe estar unido a la oración. Sin oración el Ayuno se convierte en dieta o en estoicismo, que poco o nada ayuda a la vida espiritual.

De manera práctica, te indico algunos elementos que pueden serte de utilidad para iniciarte y crecer en este ejercicio espiritual:

1. Lo primero es que el Ayuno debe ser progresivo. Es decir hay que comenzar por lo poco y poco a poco progresar en él. Empieza entonces con pequeñas renuncias, como negarte un café, un vaso de agua, un dulce, un postre, un programa de televisión, etc. Esto irá poco a poco aumentando tu capacidad de renuncia.

2. Inicia el Ayuno con un buen rato de oración. Te recomiendo prepararlo desde un día antes… por la noche haz un buen rato de oración y ofrece a Dios el día de Ayuno. Pide a Dios la gracia que estás necesitando o el sentido que quisieras ver fortalecido con tu Ayuno. Durante todo el día de Ayuno, dedica el mayor tiempo que puedas a la oración. Es conveniente que se escoja un salmo el día anterior y alguna frase del salmo para repetirlo durante todo el día de Ayuno, como: “Señor tú eres mi fuerza y mi victoria”, o alguna frase del mismo salmo. Regresa durante el día al salmo y ten el mayor tiempo de oración que puedas… substituye el alimento corporal con alimento espiritual.

3. Es muy conveniente que inicies tu Ayuno con la Eucaristía. Busca una Iglesia en donde puedas comulgar en la mañana. Si no se puede, haz al menos una comunión espiritual.

4. Una vez que sientas que has progresado con las renuncias, inicia con lo que se llama el Ayuno Eclesiástico, que es lo mínimo que nos invita a vivir la Iglesia en los días prefijados de Ayuno (Miércoles de ceniza y Viernes Santo). Este consiste en desayunar un pan y un café, no tomar nada entre comidas, comer ligero (procurando que te quedes con un poco de hambre) y finalmente por la noche lo mismo un pan y un café.

5. El siguiente paso es hacer medio Ayuno, que consiste en solo un café en la mañana, nada entre comidas y una comida ligera. Solo agua todo el día. Por la tarde puede tomar una cucharada de miel, sobre todo si tienes un trabajo que requiera mucho desgaste de energía.

6. Finalmente podrás aspirar al Ayuno de pan y agua, que consiste en comer solo pan y agua. Lo mismo, puedes tomar una cucharada de miel a media mañana y a media tarde para recuperar energía.


Recuerda, que es una obra del Espíritu, por lo que no esperes resultados como si a cada acción hubiera una reacción. A veces un pequeño esfuerzo de nuestra parte corresponde a una gracia inmensa de Dios y viceversa, un gran esfuerzo humano y pocos resultados espirituales. Dios sabe cómo, y en qué momento darnos las gracias. De lo que si puedes estar seguro es que al iniciarte en el ayuno te abrirás a la santidad y tu vida cambiará RADICALMENTE. El Ayuno es el camino a la perfección cristiana. Ánimo.

laverdadcatolica.org

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lunes, 12 de diciembre de 2016

La reconciliación

Muchos católicos han deformado la visión del sacramento de la Reconciliación

Desafortunadamente, en la actualidad, millones de cristianos parecen haberse olvidado del sacramento de la Reconciliación, pues se ha convertido en algo impopular, en algo pasado de moda. A cambio de ello, se han puesto de moda los psiquiatras, los mediums, los adivinos, los consultores matrimoniales y los abogados.

La necesidad de sentirse en paz con Dios, con uno mismo y con los demás es innata en nuestra naturaleza y, al no querer aceptar el remedio instituido por Dios, la confesión, el hombre ha tenido que inventarse nuevas formas de salida para sus angustias y preocupaciones.

Constantemente escuchamos frases como:

“yo no me confieso, yo me entiendo directo con Dios”

“no tengo por qué decirle mis pecados a un hombre que es igual a mí, o peor"

“no robo, no mato, .. . etc., así que no tengo porque confesarme”.


En estas expresiones vemos una falta de conocimiento de este sacramento y por consiguiente, se le da poco valor. Es necesario quitar los prejuicios que han hecho que los muchos católicos hayan deformado la visión del sacramento de la Reconciliación.

Esta situación parece ser fruto de tres razones:

1. Muchas personas por ignorancia o porque se les ha presentado una visión errónea de Dios, tienen una idea equivocada sobre quién es Él. Para muchos, Dios es un inspector que se dedica a contar los pecados de los hombres, un juez implacable que espera el momento en que hagamos algo malo para dictar su sentencia. Esta imagen distorsionada de Dios no resulta atractiva y ocasiona que las personas se alejen de Él y no hagan nada para volver a Él.

2. El concepto de “pecado”, parece haber desaparecido en la sociedad. Vemos que la palabra “pecado” se menciona lo menos posible. Aparentemente, ya nadie comete pecados, cuando mucho, se habla de cometer “errores”, o de tener “malos hábitos”. Esto lleva a una tolerancia excesiva de los malos actos y a una deformación de las conciencias.

3. El materialismo y el hedonismo están en el mundo a la orden del día. En la actualidad, se busca hacer un cristianismo a la medida. Se acepta el plan de Dios, siempre y cuando no nos moleste o nos incomode. De ahí, surgen expresiones cómo: “todos lo hacen”, o “yo hago lo que quiero mientras no moleste a nadie”. Es más cómodo seguir viviendo como hasta ahora, aunque no sintamos mal con nosotros mismos, que pensar en convertirnos, ya que la verdadera conversión implica un esfuerzo y el abandono de costumbres o estilos de vida arraigados.

Debemos redescubrir a Dios como lo que es: nuestro Padre, Aquél que nos ama a pesar de nuestros defectos, nos ama tal como somos. Tanto nos ama, y es tan paciente con nosotros, que es Él mismo quien nos ofrece el perdón para que tengamos vida eterna, pidiéndonos a cambio una conversión, un cambio de vida, un volver nuestra mirada hacia Él a través del sacramento de la Reconciliación.

Podemos leer y meditar en Las parábolas de la misericordia y podemos conocer mejor ese corazón de Jesucristo, que acoge a los pecadores con amor y ternura.

Esta actitud de perdón de Cristo es continuada por la Iglesia, la cual siempre está dispuesta a acoger a los pecadores con un amor de madre.

yocreo.com

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viernes, 9 de diciembre de 2016

De la Santa Misa y cómo se ha de oír

por San Francisco de Sales

No te he hablado aún del sol de los Ejercicios espirituales, que es el santísimo y soberano Sacrificio de la Misa, centro de la Religión cristiana, alma de la devoción, vida de la piedad, misterio inefable que comprende el abismo de la caridad divina, por el cual, Dios, uniéndose realmente a nosotros, nos comunica con magnificencia sus gracias y favores.

La oración, unida con este divino Sacrificio, tiene una indecible fuerza, de modo que por este medio abunda el alma de celestiales favores, como apoyada sobre su amado, el cual la llena tanto de olores y suavidades espirituales, que parece una columna de humo producida de las maderas aromáticas de mirra y de incienso y de todos los polvos que usan los perfumadores, como se dice en los Cantares.

Procura, pues, con toda diligencia oír todos los días Misa para ofrecer con el sacerdote el sacrificio de tu Redentor a Dios, su Padre, por ti y por toda la Iglesia. Allí están presentes muchos ángeles, como dice San Juan Crisóstomo, para venerar este santo misterio; y así, estando nosotros con ellos y con la misma intención, es preciso que con tal compañía recibamos muchas influencias propicias. En esta acción divina se vienen a unir a nuestro Señor los corazones de la Iglesia triunfante y los de la Iglesia militante, para prendar con El, en El y por El el corazón de Dios Padre, y apoderarse de toda su misericordia. ¡Oh, qué felicidad es para un alma contribuir devotamente con sus afectos a un bien tan necesario y apetecible!

Si por algún estorbo inexcusable no puedes asistir corporalmente a la celebración de este soberano Sacrificio, a lo menos envía allá tu corazón, asistiendo espiritualmente. Para esto, a cualquiera hora de la mañana mira con el espíritu a la Iglesia, ya que no puedes de otro modo; une tu intención con la de todos los cristianos y haz desde el lugar en que te halles los mismos actos interiores que harías si te hallases realmente presente en la iglesia al santo Sacrificio.

Para oír Misa como conviene, ya sea real, ya espiritualmente, has de seguir este método:

1. Desde el principio has que el sacerdote sube al altar prepárate juntamente con él, lo cual harás poniéndote en la presencia de Dios, reconociendo tu indignidad y pidiéndole perdón de tus defectos.

2. Desde que el sacerdote suba al altar hasta el Evangelio, considera sencillamente y en general la venida de nuestro Señor al mundo y su vida en él.

3. Desde el Evangelio, hasta concluido el Credo, considera la predicación del Salvador, protesta que quieres vivir y morir en la fe y obediencia a su santa palabra y en la unión de la Santa Iglesia Católica.

4. Desde el Credo hasta el Pater noster contempla con el espíritu los misterios de la Pasión y muerte de nuestro Redentor, que actual y esencialmente se representan en este santo Sacrificio, que has de ofrecer, juntamente con el sacerdote y con el resto del pueblo, a Dios Padre para honra suya y salvación de tu alma.

5. Desde el Pater noster hasta la Comunión, esfuérzate a excitar en tu corazón muchos y ardientes deseos de estar siempre junta y unida a nuestro Señor con un amor eterno.

6. Desde la Comunión hasta el fin, da gracias a su Divina Majestad por su encarnación, vida, Pasión y muerte, y por el amor que nos muestra en este santo Sacrificio, pidiéndole por él que te sea siempre propicio a ti, a tus parientes, a tus amigos y a toda la Iglesia, y humillándote de todo corazón recibe devotamente la bendición divina que te da nuestro Señor por medio de su ministro.

Pero si quieres tener mientras la Misa la meditación de los misterios que vas siguiendo por orden todos los días, no es necesario que te diviertas en hacer estos actos particulares: bastará que al principio hagas intención de que el ejercicio de meditación y oración que tienes sirva para adorar y ofrecer este santo Sacrificio, puesto que en cualquiera meditación se encuentran los actos arriba dichos o ya expresos, o a lo menos implícita y virtualmente.

aciprensa.com

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miércoles, 7 de diciembre de 2016

Hablar y callar a tiempo

En general, se educa a la gente a que es mejor callar que hablar, que «en boca cerrada no entran moscas», o en lenguaje folclórico: «calladito te ves más bonito». No tiene que ser así.

Dicen también que uno se arrepiente más de lo que dice que de lo que calla, y en general es cierto, cuando lo dicho se hace bajo presión del enojo, la ira o la desesperación, por ejemplo. En esas ocasiones, las personas tienden a decir cosas de las que después se arrepienten, sobre todo cuando ofenden a otros o les faltan al respeto. También en esos casos altamente emocionales, las personas tienden a revelar cosas que no debieron decir, como revelar confidencias.

Pero la petición de callarse y no decir cosas que pueden ser incómodas, comprometedoras o indebidas tiene y debe tener límites. Una mala interpretación de la diplomacia en las relaciones políticas es que se debe ser «políticamente correcto», esto es no incomodar al adversario o a otros personajes del medio político. Pero no tiene tampoco que ser así.

Por ejemplo, cuando los partidarios de la muerte, esos que defienden el aborto provocado defienden sus posiciones, se supone que los defensores de la vida deben ser... prudentes, y no decir nada que los moleste o lo ponga en entredicho.

Lo mismo pasa cuando los partidarios del libertinaje sexual expresan sus dislates, no quieren que los defensores del orden en el manejo de la sexualidad hablen. Esto no es aceptable, aunque las mentes torcidas digan que es políticamente incorrecto replicar a esas personas.

Jesús fue políticamente incorrecto, en ese sentido. En lugar de evitar la confrontación con aquellos que lo atacaban y murmuraban a sus espaldas, les dijo cosas como ¡sepulcros blanqueados!

Pero dejando los temas políticos y de liderazgo aparte, en la vida diaria se presentan muchas ocasiones en que una persona se pregunta si debe decir algo o callar. Sin duda que, con las emociones bajo control, hay muchas cosas que en su momento deben decirse y no se dicen. En este sentido hay también un dicho popular: más vale una vez colorado que cien (o mil) descolorido.

Una queja, un reclamo a tiempo, por ejemplo, evitan problemas posteriores. Igual una llamada de atención a quien mal se porta, en el sentido que sea; no debe callarse. A veces pensamos que, para no molestar —o hasta enfurecer— a alguien, es mejor dejar las cosas para una mejor ocasión, la cual normalmente no vuelve a presentarse.

Una opinión diferente de la que se expresa en una conversación, en una reunión de trabajo o de familia, puede parecer incómoda para otros, y la gente se la guarda, a sabiendas de que tiene razón y que su parecer es mejor o evita problemas posteriores, sobre todo al discutir acciones a tomar.

Lo mismo pasa cuando se desea hacer una pregunta difícil, incómoda, pero cuya respuesta nos es importante. La persona calla, por temor, debilidad o errónea prudencia, y puede sufrir luego las consecuencias de no haber conocido la respuesta.

Se pierde también la oportunidad quizá de tener ya no una respuesta mala, penosa, sino al contrario, reconfortante, tranquilizadora.

Cuando hacemos esto no hay duda que en muchas ocasiones, ya a destiempo, pensamos que debimos haber dicho lo que callamos. Demasiado tarde. Podemos llegar al extremo de dolernos de no haber dicho algo importante a quien ya está muerto o alejado por siempre.

Debemos reflexionar sobre la conveniencia de que, en muchas ocasiones, hay que olvidarnos del principio de lo políticamente correcto, y ser política, o familiar o amistosamente incorrectos.

A veces se debe confrontar a otros en temas o decisiones importantes o hasta trascendentales, pero resulta que «no me gustan las discusiones». Callar entonces es un error, tanto si resulta luego que teníamos la razón o no.

Cuántas veces, por no haber dicho perdón, lo siento, en el momento adecuado, las personas se arrepienten de haberlo dejado pasar. En estos casos, la soberbia (ese amor propio mal entendido y exagerado) nos impide decir a quien hemos dañado, material o afectivamente, que reconocemos el error y estamos arrepentidos.

Así, cuando pensemos que es el momento de decir o preguntar algo importante, que pueda afectar desde asuntos nimios pero útiles hasta vitales, debemos hablar. Claro que no debe alguien dejarse llevar por un arrebato temperamental, sobre todo cuando bajo sus efectos se lastima a otros, pero sí se debe hablar cuando es el momento, y la posibilidad de arrepentirse de haberlo dicho será muy relativa.

«Sabia virtud de conocer el tiempo, a tiempo amar y retirarse a tiempo» escribió Renato Leduc. Pues bien, igualmente es válido «a tiempo hablar y callarse a tiempo». Y esos tiempos, hay que aprender a reconocerlos.

Salvador Ignacio Reding Vidaña
conoze.com

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San Ambrosio


Arzobispo de Milán
Año 397
Fiesta: 7 Diciembre

Ambrosio significa "Inmortal".

Este santo es uno de los más famosos doctores que la Iglesia de occidente tuvo en la antigüedad (junto con San Agustín, San Jerónimo y San León).

Nació en Tréveris (sur de Alemania) en el año 340. Su padre que era romano y gobernador del sur de Francia, murió cuando Ambrosio era todavía muy niño, y la madre volvió a Roma y se dedicó a darle al hijo la más exquisita educación moral, intelectual, artística y religiosa. El joven aprendió griego, llegó a ser un buen poeta, se especializó en hablar muy bien en público y se dedicó a la abogacía.

Las defensas que hacía de los inocentes ante las autoridades romanas eran tan brillantes, que el alcalde de Roma lo nombró su secretario y ayudante principal. Y cuando apenas tenía 30 años fue nombrado gobernador de todo el norte de Italia, con residencia en Milán. Cuando su formador en Roma lo despidió para que fuera a posesionarse de su alto cargo dijo: "Trate de gobernar más como un obispo que como un gobernador". Y así lo hizo.

En la gran ciudad de Milán, Ambrosio se ganó muy pronto la simpatía del pueblo. Más que un gobernante era un padre para todos, y no negaba un favor cuando en sus manos estaba el poder hacerlo. Y sucedió que murió el Arzobispo de Milán, y cuando se trató de nombrarle sucesor, el pueblo se dividió en dos bandos, unos por un candidato y otros por el otro. Ambrosio temeroso de que pudiera resultar un tumulto y producirse violencia se fue a la catedral donde estaban reunidos y empezó a recomendarles que procedieran con calma y en paz. Y de pronto una voz entre el pueblo gritó: "Ambrosio obispo, Ambrosio obispo". Inmediatamente todo aquel gentío empezó a gritar lo mismo: "Ambrosio obispo". Los demás obispos que estaban allí reunidos y también los sacerdotes lo aclamaron como nuevo obispo de la ciudad. Él se negaba a aceptar (pues no era ni siquiera sacerdote), pero se hicieron memoriales y el emperador mandó un decreto diciendo que Ambrosio debía aceptar ese cargo.

Desde entonces no piensa sino en instruirse lo más posible para llegar a ser un excelente obispo. Se dedica por horas y días a estudiar la S. Biblia, hasta llegar a comprenderla maravillosamente. Lee los escritos de los más sabios escritores religiosos, especialmente San Basilio y San Gregorio Nacianceno, y una vez ordenado sacerdote y consagrado obispo, empieza su gran tarea: instruir al pueblo en su religión.

Sus sermones comienzan a volverse muy populares. Entre sus oyentes hay uno que no le pierde palabra: es San Agustín (que todavía no se ha convertido). Éste se queda profundamente impresionado por la personalidad venerable y tan amable que tiene el obispo Ambrosio. Y al fin se hace bautizar por él y empieza una vida santa.

Nuestro santo era prácticamente el único que se atrevía a oponerse a los altos gobernantes cuando estos cometían injusticias. Escribía al emperador y a las altas autoridades corrigiéndoles sus errores. El emperador Valentino le decía en una carta: "Nos agrada la valentía con que sabe decirnos las cosas. No deje de corregirnos, sus palabras nos hacen mucho bien". Cuando la emperatriz quiso quitarles un templo a los católicos para dárselo a los herejes, Ambrosio se encerró con todo el pueblo en la iglesia, y no dejó entrar allí a los invasores oficiales.

El emperador de ese tiempo era Teodosio, un creyente católico, gran guerrero, pero que se dejaba llevar por sus arrebatos de cólera. Un día los habitantes de la ciudad de Tesalónica mataron a un empleado del emperador, y éste envió a su ejército y mató a siete mil personas. Esta noticia conmovió a todos. San Ambrosio se apresuró a escribirle una fuerte carta al mandatario diciéndole: "Eres humano y te has dejado vencer por la tentación. Ahora tienes que hacer penitencia por este gran pecado". El emperador le escribió diciéndole: "Dios perdonó a David; luego a mí también me perdonará". Y nuestro santo le contestó: "Ya que has imitado a David en cometer un gran pecado, imítalo ahora haciendo una gran penitencia, como la que hizo él".

Teodosio aceptó. Pidió perdón. Hizo grandes penitencias, y en el día de Navidad del año 390, San Ambrosio lo recibió en la puerta de la Catedral de Milán, como pecador arrepentido. Después ese gran general murió en brazos de nuestro santo, el cual en su oración fúnebre exclamó: "siendo la primera autoridad civil y militar, aceptó hacer penitencia como cualquier otro pecador, y lloró su falta toda la vida. No se avergonzó de pedir perdón a Dios y a la Santa Iglesia, y seguramente que ha conseguido el perdón".

San Ambrosio componía hermosos cantos y los enseñaba al pueblo. Cuando tuvo que estarse encerrado con todos sus fieles durante toda una semana en un templo para no dejar que se lo regalaran a los herejes, aprovechó esas largas horas para enseñarles muchas canciones religiosas compuestas por él mismo. Después los herejes lo acusaban de que les quitaba toda la clientela de sus iglesias, porque con sus bellos cantos se los llevaba a todos para la catedral de Milán. Sabía ejercitar su arte para conseguirle más amigos a Dios.

Este gran sabio compuso muy bellos libros explicando la S. Biblia, y aconsejando métodos prácticos para progresar en la santidad. Especialmente famoso se hizo un tratado que compuso acerca de la virginidad y de la pureza. Las mamás tenían miedo de que sus hijas charlaran con este gran santo porque las convencía de que era mejor conservarse vírgenes y dedicarse a la vida religiosa (Él exclamaba: "en toda mi vida nunca he visto que un hombre haya tenido que quedarse soltero porque no encontró una mujer con la cual casarse"). Pero además de su sabiduría para escribir, tenía el don de poner las paces entre los enemistados. Así que muchísimas veces lo llamaron del alto gobierno para que les sirviera como embajador para obtener la paz con los que deseaban la guerra, y conseguía muy provechosos armisticios o tratados de paz.

El viernes santo del año 397, a la edad de 57 años, murió plácidamente exclamando: "He tratado de vivir de tal manera que no tenga que sentir miedo al presentarme ante el Divino Juez" (San Agustín decía que le parecía admirable esta exclamación).


San Ambrosio: que así como tu palacio de Arzobispo estaba
siempre abierto para que entraran todos los necesitados de
ayudas materiales o espirituales, que así también cada
uno de nosotros estemos siempre disponibles para hacer
todo el mayor bien posible a los demás.

ewtn.com

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martes, 6 de diciembre de 2016

Aprendamos de María

No hay una mejor compañía para el Adviento que María. El primer Adviento la emocionó profundamente. Su tiempo de Adviento fue más largo que el nuestro. Su “santa espera” fue de nueve meses, hasta que su anunciado hijo vio la luz del día. Podemos aprender de ella.

Todo en su vida se centra en este niño. Ella se olvida totalmente de sí misma. Ella capta en su interior, que el Dios de majestad, conocido por sus grandes obras en Sinaí, durante el Éxodo de Egipto, está llegando a su mundo. El Dios que creó el mundo con toda su belleza, el Dios que Moisés encontró en la zarza ardiente, el Dios que juró amor eterno a su pueblo, este Dios está por nacer en ella. Mientras prepara un alimento, enciende una lámpara y prepara la ropa del niño por nacer, ella sabe que algo mucho más grande está sucediendo, y dará un nuevo significado a este tiempo. Ha aparecido un nuevo horizonte en su vida. La secuencia de los días dejó de ser una rutina. Tiene un propósito, un divino propósito. Cada día le trae más cerca a Dios. El futuro, ella lo vé, ES Dios, ¡presente entre nosotros!

Ella está ya preparada para las sorpresas. Que Dios le haya pedido a ella – entre todas las demás – que dé a luz al Hijo de Dios! Que desde ahora las personas que se encontraron con Jesús se van a encontrar con Dios! Se pregunta cómo van a reaccionar. ¿Llevarán al niño en sus corazones?

Todas las esperanzas humanas están desvanecidas: ella espera en silencio, frente a la Cruz, por algo que no sabe. Pero lo que le es dado es la máxima sorpresa de Dios; la resurrección de su hijo.

Brian Grogan
espaciosagrado.com

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Cuando la Iglesia Católica condenó la Adoración a la Virgen María

La Iglesia siempre ha tenido clara la idea de que el único digno de ser adorado es Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Nadie más puede ser adorado, ni el más poderoso y bello de los ángeles, ni el más fiel santo de la Iglesia, ni siquiera la bienaventurada Madre de Dios… ¡Nadie!

Sin embargo, en la historia de la Iglesia se conoce de un grupo de “cristianos” que cayeron en el error de adorar a la Virgen María. Esta es la historia de su herejía y de cómo fueron condenados por la Iglesia.

Las herejías son tan antiguas como la misma historia del cristianismo. Por eso la Iglesia ha tenido que actuar diligentemente para denunciarlas y que el pueblo de Dios no sea confundido.

En el siglo IV apareció un grupo de autodenominados cristianos conocidos como Coliridianos, los cuales le rendían un culto de adoración a la Virgen María. Este extraño culto consistía en ofrecer tortas y pasteles a la Virgen como signo de adoración. En realidad ellos no eran cristianos; eran una secta gnóstica integrada mayoritariamente por mujeres quienes tomaron la figura de María mezclándola con deidades paganas para confundir a los verdaderos cristianos.

Cuando San Epifanio, obispo de Salamina, se enteró de esta herejía no dudó en denunciarla y condenarla en nombre de toda la Iglesia Católica. Tal condena puede leerse en su célebre Paranión en la que también denuncia otras herejías de la época.

“Es ridícula y, en la opinión de los sabios, totalmente absurda”, así describía San Epifanio a la herejía coliridiana, “pues aquellos que, con una actitud insolente hacia María, son sospechosos de hacer estas cosas, han estado perjudicando la mente de la gente (…) las personas que se inclinan en esa dirección son culpables de hacer el peor daño”.

Además, San Epifanio aclaraba la diferencia entre el verdadero culto a Dios y la verdadera devoción a la Virgen María: “Sea María honrada. Sean Padre, Hijo, y Espíritu Santo adorados, pero que ninguno adore a María”.

Esta misma enseñanza es la que actualmente recoge el Catecismo de la Iglesia Católica.:

“Todas las generaciones me llamarán bienaventurada” (Lc 1, 48): “La piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano” (MC 56). La Santísima Virgen “es honrada con razón por la Iglesia con un culto especial. Y, en efecto, desde los tiempos más antiguos, se venera a la Santísima Virgen con el título de `Madre de Dios’, bajo cuya protección se acogen los fieles suplicantes en todos sus peligros y necesidades… Este culto… aunque del todo singular, es esencialmente diferente del culto de adoración que se da al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo, pero lo favorece muy poderosamente” (LG 66); encuentra su expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios (cf. SC 103) y en la oración mariana, como el Santo Rosario, “síntesis de todo el Evangelio”. (Catecismo de la Iglesia Católica 971).

¡Santa María, ruega por nosotros!

churchpop.com

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lunes, 5 de diciembre de 2016

El Adviento y la venida del Señor: ¿Qué sabemos del fin del mundo?


Claves para entender el Apocalipsis

Adventus (latín), significa “venida” y se utilizaba en el mundo antiguo para hablar de la llegada solemne del emperador o de otra personalidad importante. Los cristianos en el tiempo litúrgico que llamamos Adviento nos preparamos para la venida de Jesucristo.

En Adviento celebramos tres venidas del Señor:

1) La venida histórica hace dos mil años, celebrando la alegría de que Dios mismo se ha hecho hombre (Natividad).

2) La venida constante, cotidiana, porque Jesús está vivo. El siempre está viniendo a nuestras vidas con su palabra, con su gracia, en el encuentro con los más pobres y en nuestros hermanos. Esta venida cotidiana se nos hace especialmente presente en la Eucaristía. El cristiano vive agradecido por esta presencia constante de Jesús vivo y resucitado en medio de la comunidad.

3) Finalmente la venida definitiva o mejor dicho, manifestación definitiva al final de los tiempos. Él es la meta de la historia y la actitud del cristiano es de constante espera.

En la liturgia del Adviento, tanto las lecturas como las oraciones, se centran (hasta el 16 de diciembre), en la venida definitiva y solo después del 17 de diciembre las celebraciones se concentran en la Navidad.

La actitud central del Adviento es la esperanza, es Dios mismo que nos invita a “preparar el camino para su venida”. Es un tiempo marcado por una profunda alegría. Sin embargo, cuando muchos piensan en la segunda venida de Cristo la asocian a las imágenes catastróficas del cine de Hollywood sobre el “fin” o de las profecías de grupos fundamentalistas y fanáticos que toman literalmente las imágenes y símbolos del libro del Apocalipsis, haciendo de Jesucristo una especie de Zeus que vendrá con rayos en la mano a castigar sin piedad.

¿Qué sabemos del fin?

Cuando en la Biblia “se habla del fin del mundo, la palabra “mundo” no se refiere primariamente al cosmos físico, sino al mundo humano, a la historia del hombre. Esta forma de hablar indica que este mundo llegará a un final querido y realizado por Dios” (Ratzinger, Introducción al Cristianismo, 264).

El lenguaje apocalíptico de los textos que se leen en el Adviento, sobre la Parusía, sobre la manifestación definitiva del Señor al final de los tiempos, no pueden tomarse al pie de la letra como hacen comúnmente sectas y grupos fundamentalistas que desconocen el género apocalíptico y su simbología. La finalidad del estilo apocalíptico es dar esperanza en tiempos de desolación. Este estilo de narrar surge en el judaísmo, especialmente cuando los acontecimientos históricos son tan desconcertantes que reclaman una interpretación que de sentido y esperanza a un pueblo que desespera.

Así, aparecen en los tiempos de gran sufrimiento que vivió Israel bajo imperios poderosos o durante las terribles persecuciones que padeció el cristianismo bajo emperadores romanos como Nerón o Domiciano.

Los textos apocalípticos sobre el fin son para dar esperanza y alegría porque la historia tiene sentido y está en manos de Dios, no para películas de cine catástrofe o para atemorizar a las masas.

La palabra apocalipsis -del griego-, significa “revelación”, “quitar el velo”, “desvelar”, justamente la revelación que da sentido a lo que se vive en el tiempo presente y a toda la historia de la humanidad. Apocalipsis no es un sinónimo de “final catastrófico”, como se utiliza hoy coloquialmente, sino de una revelación que da el verdadero sentido de la historia.

El punto de partida del simbolismo apocalíptico es el sueño, que en el mundo antiguo se lo consideraba un modo de contacto con la divinidad, pero al evolucionar se convierte en visión, en un cuadro simbólico que hay que interpretar sabiamente, no tomarlo al pie de la letra.

El símbolo más común son las convulsiones cósmicas: donde el sol, la luna, las estrellas y la naturaleza en su conjunto cambian de modo extraordinario. Esto no expresa que efectivamente coincidan fenómenos extraordinarios en el cielo con la venida de Jesucristo, sino que expresa algo mucho más profundo: Que ante su presencia el cosmos entero se conmueve, se convulsiona la creación entera ante el poder de su creador. Los textos bíblicos quieren resaltar quién es el que viene y no dar un informe de meteorología o una predicción de astrofísica.

Los textos sobre el fin expresan su finalidad, no una cronología futura de los hechos. De allí que cualquiera que pretenda sacar conclusiones sobre cómo será el futuro con los textos apocalípticos, fracasará, porque no revelan el futuro. Los contenidos de estos textos expresan una lógica superior que liga los acontecimientos históricos englobándolos en un plan que da sentido a toda la historia: el plan de Dios, quien es el dueño absoluto de la historia.

Lo mismo sucede con los números y otros símbolos, que tienen un valor cualitativo y no cuantitativo. El 7 es plenitud y el 6 (7-1), lo imperfecto, lo malo. Tres veces 6 es un superlativo de la maldad, pero no la marca de alguien que esté por aparecer en cualquier momento.

¿A dónde mira el Adviento?

Si tenemos en cuenta que la mayor parte del tiempo del Adviento mira a la Parusía, a la manifestación gloriosa de Cristo al final de los tiempos, es un llamado a “levantar la cabeza”, a salir de nuestra superficialidad y de la cotidianeidad para abrirnos a un horizonte más amplio y a una mirada más profunda sobre la realidad: el mismo Jesús que nació en Belén hace dos mil años, es el mismo que murió en una cruz y resucitó de entre los muertos, que está realmente presente entre quienes están unidos a Él y actúa en medio de su pueblo, es el mismo que se manifestará en gloria y poder al final de los tiempos.

“No es tarea de los discípulos quedarse mirando al cielo o conocer los tiempos y los momentos escondidos en el secreto de Dios. Ahora su tarea es llevar el testimonio de Cristo hasta los confines de la tierra.

La fe en el retorno de Cristo es el segundo pilar de la confesión cristiana. Él, que se ha hecho carne y permanece Hombre sin cesar, que ha inaugurado para siempre en Dios el puesto del ser humano, llama a todo el mundo a entrar en los brazos abiertos de Dios, para que al final Dios se haga todo en todos, y el Hijo pueda entregar al Padre al mundo entero asumido por Él (1 Co 15, 20-28).

"Esto implica la certeza en la esperanza de que Dios enjugará toda lágrima, que nada quedará sin sentido, que toda injusticia quedará superada y establecida la justicia. La victoria del amor será la última palabra de la historia humana” (Benedicto XVI, Jesús de Nazareth, Tomo 2, p. 333).

La oración de los cristianos: “Maranatha”, “Ven Señor Jesús”, no apunta directamente al fin del mundo, sino a su presencia constante y renovadora, que se haga cercano a los que amamos y por aquellos que nos preocupan. Su presencia es el cielo entre nosotros, aquí y ahora, anhelando que sea cada vez más plena, hasta el día definitivo.

El Juicio Final cuyo juez es el Buen Pastor

Las ideas sobre el Juicio Final han sido cargadas de imágenes de dioses paganos y de elementos propios de la justicia humana, cuando no, de expectativas de una sociedad particular con sus modelos de juicio. Algunos movimientos religiosos de talante fatalista y fundamentalista presentan el Juicio Final como si el Jesús que viene no tuviera nada que ver con el Jesús de los Evangelios. En su Introducción al Cristianismo, Joseph Ratzinger escribía al respecto en 1968:

“No nos juzgará un extraño, sino ése a quien conocemos por la fe. No saldrá a nuestro encuentro el juez totalmente otro, sino uno de los nuestros, el que conoce a fondo al ser humano, porque lo ha llevado sobre sus hombros“.

“No temas, soy yo” (1,17) le dice el Señor a Juan en el Apocalipsis. El Señor todopoderoso, el Justo Juez, el que tiene todo el poder sobre el cielo y la tierra, no es otro que el Buen Pastor que no quiere que ninguno se pierda e irá a buscar al último, a ese por el que nadie iría. El que viene es el mismo que murió en la cruz por amor a todos nosotros y nos regala la vida eterna.

La fuente de la esperanza cristiana, la certeza del cristiano es que toda la vida es adviento, es espera confiada en quién vino, está viniendo y viene. A los cristianos que creen en el Evangelio de Jesucristo no les importa las fechas del fin del mundo, ni los detalles de cómo será el fin, sino hacer del mundo un hogar para todos, viviendo con el corazón en vigilia, despiertos, sabiendo en quién hemos puesto nuestra fe. A los cristianos no se les revela cómo será el fin, sino quién es el alfa y la omega, el principio y el fin de todo lo creado: Jesucristo.


Miguel Pastorino
aleteia.org

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Pascal y el ateo

El gran matemático Pascal discutía con un ateo sobre la existencia de Dios:

-Lleguemos a un acuerdo -le decía- Yo no puedo probar en un laboratorio la existencia de Dios. Pero Ud. tampoco puede probar lo contrario. Tomamos una postura u otra según las evidencias. Estudiemos las posibilidades: "Dios existe" o "Dios no existe". Yo le doy a Ud. la oportunidad de tener un 50% de posibilidades de tener razón y Ud. me concede a mí que tengo razón en otro porcentaje igual. ¿Cuál nos ofrece mayores garantías de acertar?

Después de una vida más o menos prolongada ambos morimos y somos enterrados en el mismo cementerio. Supongamos que el día de la resurrección se descubre que Dios es real. Yo he ganado y Ud. ha perdido nada menos que la eternidad feliz.

Supongamos que no hay resurrección y Dios no existe. Ud. ha ganado, pero no le sirve de nada, porque nos espera la nada: en esta opción Ud. también lo ha perdido todo y yo no he perdido nada. Por este sencillo cálculo de probabilidades, si apuestas por Dios lo ganas todo y si apuestas por la no existencia de Dios no ganas nada. ¡Dios existe! Es no solo una probabilidad matemática, sino una vivencia que hace feliz a quien la tiene.

webcatolicodejavier.org

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jueves, 1 de diciembre de 2016

San Eloy


Orfebre
Año 660
Fiesta: 1 Diciembre

Eloy (o Eligio, que es lo mismo) significa: "el elegido, el preferido".

San Eloy fue el más famoso orfebre de Francia en el siglo VII (orfebre es el que labra objetos de plata u oro).

Dios le concedió desde muy pequeño unas grandes cualidades para trabajar con mucho arte el oro y la plata. Nació en el año 588 en Limoges (Francia). Su padre, que era también un artista en trabajar metales, se dio cuenta de que el niño tenía capacidades excepcionales para el arte y lo puso a aprederlo bajo la dirección de Abon, que era el encargado de fabricar las monedas en Limoges.

Cuando ya aprendió bien el arte de la orfebrería se fue a París y se hizo amigo del tesorero del rey. Clotario II le encomendó a Eloy que le fabricara un trono adornado con oro y piedras preciosas. Pero con el material recibido el joven artista hizo dos hermosos tronos. El rey quedó admirado de la honradez, de la inteligencia, la habilidad y las otras cualidades de Eloy y lo nombró jefe de la casa de moneda (todavía se conservan monedas de ese tiempo que llevan su nombre).

Nuestro santo fabricó también los preciosos relicarios en los cuales se guardaron las reliquias de San Martín, San Dionisio, San Quintín, Santa Genoveva y San Germán. La habilidad del artista y su amistad con el monarca hicieron de él un personaje muy conocido en su siglo.

Eloy se propuso no dejarse llevar por las costumbres materialistas y mundanas de la corte. Y así, aunque vestía muy bien, como alto empleado, sin embargo era muy mortificado en el mirar, comer y hablar. Y era tan generoso con los necesitados que cuando alguien preguntaba: "¿Dónde vive Eloy?", le respondían: "siga por esta calle, y donde vea una casa rodeada por una muchedumbre de pobres, ahí vive Eloy".

Un día Clotario le pidió a nuestro santo que como todos los demás empleados jurara fidelidad al rey. Él se negaba porque había leído que Cristo recomendaba: "No juren por nada". Y además tenía miedo de que de pronto al monarca se le antojara mandarle cosas que fueran contra su conciencia. Al principio el rey se disgustó, pero luego se dio cuenta de que un hombre que tenía una conciencia tan delicada no necesitaba hacer juramentos para portarse bien.

Eloy se propuso ayudar a cuanto esclavo pudiera. Y con el dinero que conseguía pagaba para que les concedieran libertad. Varios de ellos permanecieron ayudándole a él durante toda su vida porque los trataba como un bondadoso padre.

Al santo le llamaba mucho la atención alejarse del gentío a dedicarse a rezar y meditar. Y entonces el nuevo rey Dagoberto le regaló un terreno en Limousin, donde fundó un monasterio de hombres. Luego el rey le regaló un terreno en París y allá fundó un monasterio para mujeres. Y a sus religiosos les enseñaba el arte de la orfebrería y varios de ellos llegaron a ser muy buenos artistas. Al cercar el terreno que el rey le había regalado en París, se apropió de unos metros más de los concedidos, y al darse cuenta fue donde el monarca a pedirle perdón por ello. El rey exclamó: "Otros me roban kilómetros de terreno y no se les da nada. En cambio este bueno hombre viene a pedirme perdón por unos pocos metros que se le fueron de más". Con esto adquirió tan grande aprecio por él que lo nombró embajador para tratar de obtener la paz ante un gobierno vecino que le quería hacer la guerra.

Por sus grandes virtudes fue elegido obispo de Rouen, y se dedicó con todas sus energías a obtener que las gentes de su región se convirtieran al cristianismo, porque en su mayoría eran paganas. Predicaba constantemente donde quiera que podía. Al principio aquellos bárbaros se burlaban de él, pero su bondad y su santidad los fueron ganando y se fueron convirtiendo. Cada año el día de Pascua bautizaba centenares de ellos. Se conservan 15 sermones suyos, y en ellos ataca fuertemente a la superstición, a la creencia en maleficios, sales, lectura de naipes o de las manos, y recomienda fuertemente dedicar bastante tiempo a la oración, asistir a la Santa Misa y comulgar; hacer cada día la señal de la cruz, rezar frecuentemente el Credo y el Padrenuestro y tener mucha devoción a los santos. Insistía muchísimo en la santificación de las fiestas, en asistir a misa cada domingo y en descansar siempre en el día del Señor. Prohibía trabajar más de dos horas los domingos.

Cuando ya llevaba 19 años gobernando a su diócesis, supo por revelación que se le acercaba la hora de su muerte y comunicó la noticia a su clero. Poco después le llegó una gran fiebre. Convocó a todo el personal que trabajaba en su casa de obispo y se despidió de ellos dándoles las gracias y prometiéndoles orar por cada uno. Todos lloraban fuertemente y esto lo conmovió a él también. Y el 1º. de diciembre del año 660 murió con la tranquilidad de quien ha dedicado su vida a hacer el bien y a amar a Dios


ewtn.com

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El Ángel de la Guarda - Rápido & Curioso


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miércoles, 30 de noviembre de 2016

¿Coaching espiritual?

Es frecuente que la gente se acerque a los sacerdotes para pedir un consejo o una orientación. Porque en nosotros ven la posibilidad de obtener luz, sobre una situación difícil, o sobre una decisión trascendente.

«Para ir hacia el Señor necesitamos siempre una guía, un diálogo. No podemos hacerlo solamente con nuestras reflexiones», asegura el Papa emérito Benedicto XVI.

Es frecuente que la gente se acerque a los sacerdotes para pedir un consejo o una orientación. Porque en nosotros ven la posibilidad de obtener luz, sobre una situación difícil, o sobre una decisión trascendente.

A uno como sacerdote le llena de satisfacción poder ayudar a estas personas, darles paz, sosiego y una esperanza.

Pero una cosa es pedir consejo, y otra es tener un director espiritual. Lo primero es algo ocasional; lo segundo es algo habitual. Lo primero puede ser con quien se tenga a la mano en ese momento; lo segundo, con alguien con quien se mantiene un diálogo constante.

Hoy día se habla mucho del “coaching” como un método de asesoría para acompañar y entrenar a una persona o a un grupo en una habilidad concreta.

En este sentido, la dirección espiritual no es un simple coaching espiritual. Tampoco es exclusivamente una ayuda para tomar decisiones. No es la alternativa “barata” a los sicólogos. Es mucho más que eso.

Porque en la dirección espiritual no se trata nada más de aprender algo o de salir de un problema. Ahí se tocan todas las facetas de la vida cristiana: la oración, la vocación, el apostolado, las caídas, las virtudes… Se forma a la parte humana de la persona, para que sea capaz de responder a las gracias de Dios: la voluntad, la conciencia, la afectividad.

Un buen director espiritual es quien te ayuda a discernir la voluntad de Dios en tu vida, te anima y ofrece medios para cumplirla. Pero jamás será un sustituto a la voz de Dios, porque, a fin de cuentas, la única persona que puede descubrir Su voluntad para tu vida eres tú mismo. El director espiritual es una ayuda para que cada oveja se deje cuidar, acompañar y dirigir por el único Buen Pastor.

Es decir, que la dirección espiritual es una conversación entre tres personas: tú, el director y Dios.

Ya podemos ver que la parte importante en esto no se la lleva el director, ni siquiera el dirigido. El verdadero protagonista ha de ser siempre Dios, a través del Espíritu Santo.

Antes de proseguir quiero aclarar que no sólo los sacerdotes somos directores espirituales. Las personas consagradas, religiosas y religiosos, así como algunos laicos especialmente capacitados, pueden y deben desempeñar este hermoso servicio.

Esta práctica ha formado parte de la vida de la Iglesia desde siempre. De tal manera que los grandes santos siempre tuvieron a un buen director espiritual detrás de ellos: san Ignacio de Loyola, san Francisco Javier, san Juan de la Cruz, santa Teresa de Jesús, santa Faustina Kowalska, san Juan Pablo II…

¿Me hace de verdad falta una dirección espiritual?
Cada uno debe preguntarse y lo debe de decidir. Lo cierto es que la realidad de hoy es muy compleja, y a cada paso surgen preguntas y situaciones delicadas que requieren de luz, sea en el trabajo, la familia, la historia personal. ¿Qué es lo que Dios quiere de mí en este preciso momento de mi vida?

Además, si en verdad quieres progresar en la vida cristiana, lo más normal es tengas un director espiritual. Sé que no abundan, y que los que nos dedicamos a eso estamos más que saturados. Pero, como dice Jesús, pidan y se les dará, busquen y encontrarán. Busca en tu parroquia, en algún Movimiento, en los conventos. Si sientes la necesidad, seguramente Dios ya tiene a alguien preparado para ti.

Termino con esta cita, en la cual el confesor se puede entender también como el director espiritual: «El alma responde con más fidelidad a la gracia de Dios si tiene un confesor experimentado a quien confía todo.» (Santa Faustina Kowalska).

Adolfo Güémez
catholic.net

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Artículo de la semana:

Vengo por ti

Estoy cansado de trabajar y de ver a la misma gente, camino a mi trabajo todos los días, llego a la casa y mi esposa sirvió lo mismo de la c...

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