jueves, 19 de mayo de 2016

Exsatánica: «La Iglesia Católica es la única que tiene las herramientas para hacer frente al demonio»


Cuando decimos que el satanismo es algo grave y destructivo es algo que en realidad sólo lo puede comprender en toda su dimensión quien ha vuelto de ese mundo para contárnoslo. Es el caso de Deborah una mujer de 51 años que ha vuelto a la Iglesia Católica y que ahora colabora en el rescate de personas que viven ese infierno en la tierra.

El mundo del satanismo es un secreto, a menudo vulgar y a veces peligroso, explica Deborah, aunque las creencias de los satanistas varían enormemente, se centran en la permisividad de los apetitos más sensuales y en la burla del cristianismo. Los satanistas son aparentemente respetables ciudadanos de su comunidad, “son personas que usted encuentra en la calle”.

Deborah nació en 1961 y creció en Salem, Massachusetts. Asistió a escuelas católicas y públicas. Como adolescente, ella se involucró en el satanismo. Volvió a la Iglesia Católica en 2009. Hoy, ella está casada y vive en una granja en Maine.

Pregunta: Cuénteme un poco acerca de sus antecedentes y cómo se involucró en el satanismo.
Deborah: En primer lugar, como adulta, me diagnosticaron un alto funcionamiento autista. Cuando yo era niña, estaba sin diagnosticar, y mostraba una gran cantidad de síntomas autistas. Entre ellas el balanceo, el aleteo de manos y el tarareo. También discutía con mis maestros y no quería socializar con mis compañeros. Hoy en día, sigo siendo incapaz de vivir de forma independiente.

Además, mi madre era una alemana en un barrio judío anti-alemán. Mi padre abandonó a la familia cuando yo era joven. Los otros niños en la escuela se burlaban de mí, robaban mis juguetes y me llamaban “retrasada”. También me golpeaban físicamente todos los días. Le rogué a mi madre que no me dejara ir a la escuela. Me sentía herida, enojada y quería estar sola. Me aislé de los demás.

Asistí a una escuela católica en los grados 7 al 10. Fui a las monjas que dirigían la escuela para pedir ayuda. A causa de mi comportamiento, yo era impopular con ellas y me sugerían que merecía el trato que recibía. Yo estaba enojada con las monjas, así, como una broma y para vengarme, empecé a ir a la escuela con el pentagrama satánico. También lo dibujaba en mis tareas. Entonces me pidieron que dejara la escuela.

Ahora bien, como todavía no existía internet, empecé leyendo libros sobre satanismo y luego me puse en contacto con satanistas.

¿Ha asistido a misas negras?
Sí. Ellas eran absolutamente asquerosas… la Eucaristía se contaminaba… estatuas y crucifijos se ponían al revés, cualquier cosa para burlarse de la cristiandad. Es la depravación en su peor momento. El satanismo se trata de permisividad, y destrucción de la Iglesia y la moral tradicional.

Dejé de asistir a las misas negras, me fui y formé mi propio grupo. Tenga en cuenta que hay diferentes tipos de satanismo, y varían en nivel de la intensidad. Es todo muy secreto y peligroso, usted está en peligro de muerte si intenta dejar un aquelarre, que es un grupo satánico de 13 miembros. El mundo del satanismo es muy secreto. Si usted está involucrado, usted no quiere que sus miembros divulguen este secreto. Si eres un bocazas, vendrán a por ti. Algo de lo que hacen es tan horrible que no quieren exponerlo.

¿Has visto a gente herida?
Sí.

¿Niños?
No, eran adultos que consienten.

¿Hasta dónde fuiste como Satanista?
Yo no podía ir más profundo. Hice un pacto de sangre con Satanás.

¿Muchos Satanistas dejan sus aquelarres y encuentran a Cristo?
No. La mayoría terminan suicidándose.

Si le hubiera conocido cuando era satanista, ¿que habría observado en Ud.?
Si usted fuera amable conmigo, yo habría sido agradable con usted. Si usted fuera antipático para mí, me habría vuelto antipática y le podría haber enviado un demonio.

Usted podría haber estado incómodo conmigo, porque podría haberle dado algunas miradas de odio; me encontraría muy manipuladora y se habría sorprendido que a una edad joven yo hubiera acumulado una enorme riqueza, aunque sólo trabajaba a tiempo parcial.

¿Satanás recompensa por seguirlo?
Sí. Parecía que dondequiera que estuviese, las cosas materiales sólo caían en mi regazo.

¿Y cuánto tiempo estuvo involucrada en el satanismo?
Estuve involucrada siete años, y 30 años en el ocultismo. Mientras estuve en el ocultismo, me involucré en la evocación de demonios, y experimenté todas las cosas que se ven en las películas de terror de Hollywood, incluyendo manifestaciones físicas y apariciones. No me gustaría compartir detalles específicos. En mi libro, “Mensaje de esperanza…”, me centro en cómo operan los demonios y cómo podemos efectivamente combatirlos.

¿Y cómo entran los demonios en nuestras vidas?
La forma más común es que les invitemos a entrar. Abrimos los portales. Usted puede hacer uso de tablas de Ouija, ir a una psíquica, asistir a una sesión de espiritismo o tratar de comunicarse con los fantasmas. También podemos invitarlos cuando nos dejamos consumir por la rabia y nos negamos a perdonar.

Los demonios tienen la capacidad de alterar nuestros pensamientos, y nos llevan a las adicciones.

Deme un ejemplo de dónde se ve el trabajo de lo demoníaco en nuestra sociedad.
Lo veo en la violencia manifestada en los videojuegos y en las películas sobre asesinatos.

¿Qué pasa con la masacre de inocentes en la Escuela Primaria Sandy Hook en Connecticut?
Sí, yo creo que el tirador fue influenciado por demonios. Sin embargo, los demonios no nos pueden obligar. Tenemos libre albedrío. Nosotros tenemos que optar por no seguir sus sugerencias.

¿Qué le hizo decidirse a abandonar el satanismo?
Fue difícil. Los demonios me estaban aterrorizando. Ellos vinieron a recoger mi alma o querían plena posesión. Tuve un sueño en el que un ángel vino a rescatarme. Me levanté a la mañana siguiente y decidí: “Yo voy a ser católica de nuevo.” El infierno es real y dura para siempre.

Fui a ver a un sacerdote católico, y él me echó de la iglesia. No me creyó. Terminé uniéndome a un culto religioso durante 18 años. Un día, oré: “Dios, yo no sé si existes, pero si existes, envíame una monja que me lleve de vuelta a la Iglesia Católica.” Unos meses más tarde, lo hizo. Ella me presentó a algunos sacerdotes con experiencia en el trato con el demonio, entre ellos uno que vive en Maine. Volví a la Iglesia Católica en 2009.


"El infierno es real y dura para siempre"

 

¿Y cómo están las cosas ahora?
Amo a la Iglesia, y voy a dedicar mi vida a Ella. Quiero servir a la Iglesia, y estoy en el proceso de convertirme en una Terciaria de la Orden Dominicana.

Nuestra Señora ha tenido un papel increíble en mi vida, también. He visto grandes milagros que suceden a través de María.

¿Qué le aconsejaría a los fieles para mantener al diablo fuera de sus vidas?
En primer lugar, en esta vida siempre va a estar en su vida y cerca. Por lo tanto, usted tiene que protegerse yendo a misa y recibiendo la Eucaristía. Es una protección de gran alcance. El agua bendita es extremadamente eficaz. Yo lo llamo la “potencia limpiadora espiritual”. La guardo en mi casa y regularmente me bendigo.

El sacramento de la confesión es importante. Una de las maneras más rápidas para que el demonio entre en nuestras vidas, es por el pecado no confesado. Yo digo a la gente libremente, católicos o no, que la Iglesia Católica es la única iglesia que tiene las herramientas para hacer frente eficazmente a lo demoníaco. Eso incluye la devoción a la Santísima Virgen.

Además, tenga cuidado acerca de sus hobbies y entretenimiento. La bebida, fiestas, el estilo de vida de parrandas puede crear una apertura para que el diablo entre, yo también recomiendo a la gente evitar las películas de miedo.

Cuéntanos algo sobre el ministerio de Nuestra Señora de la Luz.
Es una obra que fundé para ayudar a liberarse a las personas involucradas en el ocultismo. Como parte del ministerio, yo también investigo las denuncias de apariciones demoníacas y ofrezco ayuda espiritual. No expulso demonios, mi papel es el de evaluar y ayudar a las personas a encontrar los recursos que necesitan. Yo siempre hago mi trabajo en coordinación con un sacerdote.

Yo introduzco a la gente a la oración, los sacramentos y a la Virgen, aunque la mayoría de las personas que ayudo son protestantes o paganas. A pesar de que no hago publicidad de mis servicios, la gente se pone en contacto conmigo a través de mi sitio web y atiendo entre 10 y 15 personas a la vez. Nunca cobro por mis servicios.

Ya sea en el ministerio o en mi charla en público sobre este tema, mi objetivo es compartir con la gente un mensaje de esperanza. Quiero que la gente sepa la gran misericordia de Dios. Si te avergüenzas de tus pecados, les digo que realmente no sabes lo que es pecado hasta que adoras al diablo. He dedicado mi vida a Cristo y a su Iglesia, y quiero colaborar en la obra de salvar almas.

religionenlibertad.com

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jueves, 12 de mayo de 2016

“Huimos de la oración porque tenemos miedo de encontrarnos a nosotros mismos” P. Jacques Philippe

Hablar de rezar hoy en día parece algo anticuado.
Sí, hoy dar la prioridad a Dios exige mucho coraje, pero es una lección muy importante y fecunda. Aunque tal vez no se vea, mucha gente siente hoy esta llamada del Espíritu a la oración, y cuando uno entra en este camino –un camino de fidelidad y no siempre fácil-, las consecuencias son muy positivas.

¿Qué tipo de consecuencias?

Me refiero a los frutos tanto individuales como para la comunidad. Estos frutos son lo que nos permite decir que la oración no es algo puramente psicológico, porque tiene consecuencias. Si permanecemos fieles a la oración, poco a poco nos volvemos más apacibles, más delicados, más atentos a los demás: comunicamos la paz de Dios. Luego están los santos, que gracias a la oración han logrado hacer grandes obras de amor impensables en un principio.

¿Es orar lo que se lo ha permitido?

Nos lo permite a todos. Para vivir una vida cristiana que no sea simplemente una adhesión a una doctrina o seguir unas normas morales, es necesaria una relación de corazón con Dios. Vivimos en un mundo que presenta desafíos ante los que la simple sabiduría humana no basta: necesitamos una fuerza interior que solo podemos encontrar en el Señor. Y para eso es imprescindible conocer las actitudes esenciales que están en la base de toda buena oración.

¿Qué es una “buena oración”?

No es una cuestión de técnicas: una oración buena es la que nos hace encontrar a Dios y poco a poco nos transforma interiormente. Las actitudes esenciales que te decía son tres: la oración ha de ser un acto de fe, de esperanza y de amor.

Empecemos por el principio entonces, ¿acaso ponerse a rezar no es ya en sí un acto de fe?

Sí, uno muy simple pero muy importante porque te pone en contacto con Dios. Con el mero hecho de rezar uno está manifestando varias cosas: “Creo que Dios existe”, “Creo que me ama y se interesa por mí” y
 “Creo que vale la pena consagrarle unos minutos”.


La “buena oración” no es una técnica, es aquella que nos hace encontrar a Dios y nos transforma

Una vez hecho este primer contacto, ¿qué siente?

Bueno, es cierto que gracias a la oración uno puede llegar a sentir –a percibir sensiblemente- la presencia de Dios, su ternura y su alegría. No pasa siempre pero es algo bonito cuando ocurre, porque Él no es un ser lejano, sino alguien que viene a mí, que me toca. Aunque la oración no es desde luego una mera experiencia sensorial, también es cierto que muchas veces despreciamos los sentimientos y nos quedamos en un plano más frío, más intelectual.

¿También se puede contactar con Dios por esta vía?

Sí, a veces el Señor viene a nosotros desde la inteligencia, nos da luces: nos permite comprender de una forma nueva algún aspecto de nuestra fe o responde alguna duda delicada que tengamos. Pero lo que digo es que hay que tener claro que la oración como acto de fe no se basa ni en los sentimientos ni en el intelecto.

¿Entonces en qué?

Hay momentos en los que buscamos sinceramente a Dios, llenos de buena voluntad, pero en los que somos como un trozo de madera en el plano sensible y en el intelectual estamos a tientas en la oscuridad, rodeados de cosas que nos sobrepasan. A veces Dios no responde todas las preguntas: desde luego, no encontraremos cada día bajo la puerta una nota con indicaciones suyas. A lo que me refiero es a que en toda vida cristiana hay momentos de mucha luz y momentos de sequía, momentos pobres en los que corremos el riesgo de desanimarnos ante las experiencias exuberantes de otros. Podemos inquietarnos, pero en estos momentos recordemos siempre una cosa.

¿Qué cosa?

En que ni la sensibilidad ni la inteligencia son la base de la relación con Dios: es la fe, es decirle “Señor, no siento gran cosa y me gustaría comprenderlo todo, pero creo aún así con todo mi corazón que estás aquí”. Por eso es importante perseverar en la fe, porque cuando estás en esta actitud Él trabaja en ti aunque sea de manera secreta o profunda: con el tiempo verás los frutos.

Hablabas también de que la oración ha de ser un acto de esperanza, ¿en qué sentido?

Si rezo es porque sé que tengo necesidad de Dios, espero de Él la salvación que no puedo darme solo, espero de Él su gracia, su amor y su misericordia. Rezar es reconocernos humildes, darnos cuenta de que no somos autosuficientes: es un acto de esperanza simple pero precioso y lleno de valor. Esto es importante porque paradójicamente, la oración a veces es un camino de pobreza.

¿A qué se refiere?

En primer lugar, a que la oración no tiene una técnica infalible: las mismas acciones no dan siempre los mismos resultados como al conducir, por ejemplo, sino que veces recibes consolaciones que no has pedido o buscas y no encuentras. Esto es así porque en la oración siempre dependemos de Dios, y a Él no podemos controlarle. También es un camino de pobreza porque la oración, que es fantástica, tiene un pequeño problema.

La oración es un camino de pobreza: nos hace ver nuestra miseria y nuestros límites

¿Cuál es?

Que cuanto más entramos en la luz de Dios, más vemos nuestra miseria, nuestros límites, nuestra dureza de corazón. Es como las ventanas de casa: cuando afuera está oscuro parece que estén limpísimas, pero a la que el sol pasa a través de ellas ves que lo que creías impoluto está lleno de suciedad: pasa lo mismo con la oración. No es algo agradable, pero es bueno para ser humildes, porque sólo cuando conocemos una enfermedad podemos curarla.

Pero entonces la oración se vuelve incómoda, ¿no?

En esos momentos en que la oración no es un momento de intimidad maravillosa con Jesús es cuando nuestra pobreza humana se manifiesta más claramente. Aparece todo lo malo que hay en mi vida, y por eso mucha gente tiene miedo de la oración, miedo del silencio, de la soledad: tenemos miedo a encontrarnos a nosotros mismos. Ahí es cuando la práctica de la esperanza es importante.

¿Cómo se practica la esperanza?

Muy simple: te pones delante de Él y le dices: “Señor, estoy ante ti como un pobre, veo todos mis pecados y mi fragilidad, pero no es un problema porque Tú eres mi esperanza. Es de ti que espero mi salvación, Señor: es de ti que espero la gracia que podrá curarme, purificarme y transformarme”. Esto es un acto de esperanza: un acto de humildad en el que dejas de hacerte el interesante, reconoces tus límites y los aceptas poniendo tu confianza en Dios. Dejas que Él sea tu roca.

No parece sencillo…

Se cuenta que al rey San Luis Jesús le dijo: “¿Querrías rezar como un santo? Te invito a rezar como un pobre”. Si entramos en esta actitud de humildad y esperanza, rápidamente Dios vendrá a consolarnos y nos dará la paz. A veces tarda un poco, pero Dios es fiel: como dice la Santa Escritura, “un pobre ha gritado y Dios escucha”. Es algo que vemos muy a menudo en la Biblia: la oración que Dios escucha –la que toca Su corazón y transforma a quien la realiza- no es la del fariseo, sino la del pobre que grita al Señor desde lo profundo, como el publicano arrodillado al fondo del templo. Es la potencia que hay en la esperanza: si esperamos todo de Dios, aunque tengamos que pasar por la puerta estrecha, Él nos lo dará todo, porque es fiel siempre.

Entonces, ¿Dios lo hace todo? ¿Dónde queda el hacer del hombre entonces?

No hablo de una espera pasiva: todo lo que dependa de mí, lo hago, evidentemente, pero soy fiel a la oración. Grito al Señor “día y noche”, como dice la Biblia, no con un sentimiento vago sino con un compromiso fiel.

El tercer punto que mencionabas era la oración como acto de amor.

Sí, pero no un amor romántico o sensible, sino un amor verdadero a Dios: cuando rezo quiero ponerle en el centro de mi corazón y darle tiempo. Dar a Dios cada día media hora –en tanto que el tiempo, desde luego, es importante porque es nuestra vida- es un auténtico acto de amor.

Pero no todo el mundo tiene media hora al día para dar a Dios…

Lo que está claro es que la oración requiere tomar un tiempo, y cuanto más mejor, pero es cierto lo que dices. Para la gente que está en el mundo, ocurre que hay gracias muy especiales: si es todo lo que puedes dar, con solo 10 o 15 minutos al día puedes recibir más gracias que una monja carmelita que reza tres horas, porque Dios conoce la condición de vida de cada uno. Se trata de reservar un momento del día y consagrarlo a Dios.

Dice que orar es un acto de amor pero también que la oración se produce en sequía muchas veces, ¿cómo es posible juntar estos dos extremos?

Porque aunque se rece en sequedad, el deseo de amar sigue en el centro de toda oración, le da todo su valor y atrae el amor de Dios. Pero la oración no es sólo un acto de amor al Padre, también al prójimo, aunque muchas veces ni lo pensemos. Poder rezar los unos por los otros es un consuelo mucho mayor de lo que podemos imaginar.

Si no tienes tiempo y dedicas 10 minutos al día puedes recibir más gracias que una carmelita en tres horas

¿En qué sentido?

En que nos ayuda con el mayor sufrimiento que puede haber en la vida: ver sufrir a alguien amado y no poder hacer nada por él. Ante esta impotencia, siempre nos queda la oración: no es una varita mágica pero cuando rezo por alguien sé que Dios escucha mi oración y que –aunque no sé cuándo ni cómo, pues el tiempo de Dios es misterioso- le ayudara. La oración, además, también ayuda al prójimo aunque no recemos explícitamente por él.

¿Por qué?

Porque la oración nos transforma, dulcifica nuestro corazón: si soy fiel a la oración, me vuelvo más humilde, más dulce, más misericordioso, más atento a no juzgar –porque me doy cuenta de mi propia miseria-. Esto es un gran regalo para los que estén a mi alrededor. El corazón se tranquiliza y poco a poco uno se ve profundamente atraído por el misterio del amor de Dios: no hablo de cambios extraordinarios o extraños, sino a que de forma simple toda nuestra vida se unifica hacia Él. Y esto es porque es importante reconocer que en esta relación quien ama primero es Dios.

¿Y el hombre?

Responde. Es importante dar mi amor a Dios, pero lo es incluso más acoger su amor, es una actitud fundamental. Es creer que Dios te mira con una mirada de amor tal que no importan ni tu indignidad ni tu pobreza. Por eso no hay que salir de haber hecho, pongamos por caso, una hora de oración en la que no has estado al 100% diciendo “lo he hecho mal, he estado muy distraído, no he podido rezar bien…”.

Pero esta sería la reacción lógica, ¿no?

Sí, pero es caer en el orgullo. Lo que has de decirle a Dios en una situación así es “Señor, por mi parte esta hora que he pasado delante de Ti ha sido lamentable, pero a pesar de que yo estaba lejos, sé que Tú sí estabas ahí. Que aunque durante esta hora yo no haya hecho nada, Tú sí: me has mirado y me has amado. Gracias”. Siempre hay que salir contento de la oración, y es algo que han tenido que aprender incluso los santos, ya lo decía Santa Teresa de Jesús.

¿Qué decía?

Ella cuenta que le costaba mucho la oración, que se sentía seca y se dormía, pero lo interesante es cómo reaccionaba. No se culpabilizaba, sino que decía: “Debería entristecerme, pero no lo hago porque pienso que los niños agradan tanto a sus padres cuando duermen como cuando están despiertos, y que los médicos duermen a sus pacientes antes de operarles… El Señor se acuerda de que no somos más que polvo”. Esto, que tiene un toque humorístico, también esconde una gran reflexión. ¿Por qué anestesia un cirujano a su paciente?

Para que no sufra durante la operación.

Sí, pero también para poder trabajar tranquilo. Hay etapas en nuestra vida llenos de pobreza e impotencia en los que todo nos sobrepasa y lo único que queda es abandonarnos, dejarnos caer en los brazos del Padre. Estos son los momentos que usa Dios para sus operaciones más profundas y más positivas, aunque no veamos los frutos hasta más tarde. No podemos dudar de la fidelidad de Dios, de su misericordia.

El pecado más grave es la desesperanza, es dejar de confiar en Dios

Pero hay momentos en los que a pesar de eso, uno puede dudar de Dios, ¿cuál es la causa, según usted? ¿El pecado?

No creo que el pecado nos aleje siempre de la oración, sino que muchas veces es al contrario: nos obliga a rezar. Dios se sirve de todo: ¿cuál dirías que es el pecado más grave?

No lo sé…

Yo creo que es la incredulidad, la desesperanza, la falta de confianza en Dios. No es el hecho de ser pecador lo que me separa de Dios: si yo lloro mi pecado y me tiro a los brazos de Dios, lo que era un pecado se convierte en una gracia. Cuanto más pecador soy, más tengo que rezar. El demonio es muy inteligente: a veces caemos en una falta y nos dice “no reces, escóndete, no puedes presentarte así ante Dios, eres demasiado horrible”. Y precisamente por eso hemos de rezar, ¿dónde voy a curarme si no en los brazos de Dios?

Por último, yendo a lo práctico, ¿cuál es la mejor manera de rezar?

Lo mejor es estar ante Dios tranquilamente, simplemente nutriendo nuestra mirada de amor a Él, como un pájaro que vuela y de vez en cuando aletea un poco. Es una oración muy simple, en la que de vez en cuando relanzamos la atención a Dios. El problema es que muchas veces no estamos así: nos distraemos, se nos va la mente…

¿Y en estos casos qué recomiendas?

En estos momentos son necesarios métodos para enfocar nuestra atención, como oraciones recitadas, hablar directamente con el Padre o el Hijo o usar el Evangelio. El método tradicional de la Iglesia desde siempre es partir de la Palabra de Dios para iluminar la oración. Sea para ver qué me dice la palabra o para pedir que Él me ayude a ponerla en práctica.

O sea, una meditación.

Sí, también la meditación es un método tradicional, pero hay que saber dejarla a tiempo: no consiste en pensar mucho, sino en ponerse en buena disposición ante Dios. Si al meditar un poco sobre el texto, hay algo que te toca especialmente o te llega profundamente, quédate en eso: tal vez repetirlo varias veces o dar vueltas sobre ese punto. Hay un versículo en la Escritura que he leído cien veces pero de vez en cuando me toca especialmente: “El Señor es mi pastor”. Él es mi pastor, yo su oveja, no me hace falta preocuparme… y esto me hace entrar en una disposición adecuada del corazón: esta es la fuerza de la Palabra, que cuando la acogemos en el corazón nos suscita una actitud de apertura y de amor a veces muy rica. Esta puede ser una muy buena base.

¿Son recomendables las oraciones recitadas como el rosario, por ejemplo?

Formas más simples de oración como el rosario, que es una oración repetitiva pero que tiene un ritmo, que nos tranquiliza, nos pueden ayudar también. En mi caso, cuando no logro recogerme y centrarme o estoy muy cansado como para leer cualquier cosa, a veces cojo el rosario, me confío a la Virgen y lo voy recitando. Me doy cuenta de que mi corazón se tranquiliza, que a lo mejor estoy distraído con la cabeza, pero no es importante, porque gracias a esta repetición la presencia de María tranquiliza mi espíritu y me pone en presencia del Señor.

¿Alguna conclusión final?

De lo que se trata es que cada vez sea menos una oración de pensamiento, de cabeza, y cada vez más una oración de corazón, que se abra a Dios, en una apertura y abandono que hace que la oración sea profunda.

diarioelprisma.es

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miércoles, 11 de mayo de 2016

martes, 10 de mayo de 2016

La vida como «signo»

La vida como «sacramento» del amor de Dios
que se nos ha manifestado en Cristo


1. El hombre es sacramental

Sacramento es una palabra que viene del latín «sacramentum» y significa «signo», «señal». Sacramento es, pues, algo que nos descubre, nos revela, nos manifiesta otra realidad que, de lo contrario, se nos quedaría oculta.

Por eso, podemos decir que el hombre es sacramental, tiene una estructura sacramental. En el ser humano hay todo un mundo íntimo, invisible, misterioso que se descubre, se desvela, se manifiesta a través del cuerpo. El hombre es miedo, amor, ternura, gozo, tristeza, proyectos, interrogantes, cansancio, debilidad, entusiasmo, pasión, solidaridad, lucha, esperanza...

Es todo un mundo de vida, de interioridad que se revela y se encarna hacia fuera a través de la corporalidad. Nuestro cuerpo es el gran sacramento, el medio de expresión que nos permite manifestarnos y comunicarnos con los demás. Las miradas, los gestos, las palabras, la sonrisa, el beso, los abrazos, los golpes, las manos, el rostro... el cuerpo entero nos permite "sacramentalizar", es decir, expresar y vivir todo lo que hay en nuestro interior. Gracias al cuerpo nos expresamos, nos realizamos, nos comunicamos, nos encontramos con los demás. Podemos decir que el hombre es sacramental, es algo interior, invisible, espiritual, que se expresa y se realiza en y a través de un cuerpo visible, sensible, palpable. El ser humano vive, crece, se realiza de manera sacramental.

2. La necesidad de sacramentalizar la vida

Precisamente, debido a su estructura sacramental, el ser humano siente la necesidad de "sacramentalizar" la vida. Y cuanto más profundamente se vive a sí mismo y más profundamente vive su relación con las personas y con las cosas, más hondamente siente esta necesidad de «sacramentalizar» su vida.

Los antropólogos dicen que el hombre se hace presente en el mundo a tres niveles: En un primer nivel, el ser humano se asoma al mundo como un extraño. Apenas conoce ni entiende nada. El hombre primitivo (o el niño actual) se admira ante las cosas y los fenómenos. Contempla todo con curiosidad, se asombra, teme, adora, venera. Es la primera actitud, la más primitiva y elemental, básica. En un segundo nivel, el hombre va dominando las cosas y los fenómenos. Los analiza, los controla, los trabaja, los domestica, los transforma, los organiza. Es el "homo faber" que desarrolla la ciencia, la técnica, el dominio del cosmos. Hay un tercer nivel, cuando el hombre se acerca a las cosas y a los hechos para darles un valor simbólico. Las cosas ya no son entonces meros objetos para ser contemplados o para ser trabajados y dominados. Se convierten en signos, señales, llamadas. Entonces las cosas y los hechos son portadores de un mensaje, de una vivencia. Adquieren un valor sacramental. Vamos a verlo de manera más concreta:

El hombre sacramentaliza de manera particular algunas cosas: todos los árboles pueden ser recuerdos de experiencias vividas bajo su sombra, pero aquel árbol del caserío tiene algo especial; todas las cocinas pueden ser evocadoras, pero la cocina de la casa donde uno nació guarda algo único.

El hombre sacramentaliza de manera particular algunos hechos: se toman muchas copas, pero es distinta la copa para celebrar un encuentro; se come todos los días, pero es diferente un banquete de bodas, una cena íntima...

El hombre sacramentaliza algunos momentos o fechas particulares: todos los días parecen iguales, pero es diferente el día del aniversario de bodas, el cumpleaños, la fiesta del pueblo, el día de una despedida, de un encuentro. El hombre sacramentaliza también algunas personas de manera muy especial: todas las personas pueden despertar nuestro amor o amistad, pero hay personas únicas: la novia, el abuelo, la madre, el amigo.

Es decir, el hombre no sólo es sacramental sino que va cargando de valor simbólico o sacramental el mundo en que vive. Va sacramentalizando su existencia y todas esas cosas, hechos, momentos, personas se convierten en pequeños o grandes «sacramentos» que evocan, alimentan y acrecientan su existencia.

José Antonio Pagola
encuentra.com
iglesia.org

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Artículo de la semana:

Vengo por ti

Estoy cansado de trabajar y de ver a la misma gente, camino a mi trabajo todos los días, llego a la casa y mi esposa sirvió lo mismo de la c...

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