jueves, 1 de marzo de 2018

La sorprendente historia del monje que vivió 37 años sobre una columna


Desde el principio de la historia de la Iglesia muchas personas han hecho cosas sorprendentes movidos por su amor a Dios. Muchas han pasado largas horas orando, días ayunando, etc. Sin embargo, hay una historia muy interesante y poco conocida de un santo llamado Simeón cuyo amor a Dios lo llevó a pasar 37 años subido a una columna. ¿Quieres saber por qué lo hizo? Esta es su historia.

Simeón nació en el año 392 en Cilicia, cerca de Tarso. De niño fue pastor hasta que, motivado por el sermón de las bienaventuranzas, decidió hacerse religioso en un monasterio.

Mientras se preparaba para ingresar al monasterio, su deseo de ser santo se incrementaba, y un día tuvo una visión: vio cómo construía el edificio de su santidad mientras una voz le decía “Solo cuando seas lo suficientemente humilde serás santo”.

Cuando al fin pudo entrar al monasterio (a los 15 años) sus muestras de amor por el Señor expresado en sacrificios comenzó a hacerse evidente. Su primer gran gesto de amor fue aprenderse todos los salmos de memoria; él sentía la necesidad de rezarlos todos cada semana (21 cada día).

También, al saberse pecador y con la necesidad de luchar contra las tentaciones, inventó el cilicio, una cuerda hiriente que se ata a la cintura para hacer penitencia. La idea no fue del agrado de sus superiores quienes, a pesar de que entendía de que Simeón lo hacía movido por su profundo amor por Dios, temían que los demás hermanos exageraran en su uso y se hicieran demasiado daño.

Es así que decidió alejarse un poco y se fue a vivir a una cisterna abandonada; allí estuvo 5 días en oración. Luego, como se acercaba la Cuaresma, se quedó allí 40 días en total ayuno. Los primeros 14 días estuvo rezando de pie; los siguientes 14, sentado; y los días restantes, recostado. Este ejercicio espiritual lo repitió todas las cuaresmas de su vida.

Su fama de penitente se extendió por los países vecinos y, a pesar de que se ocultó en una cueva, muchos lo buscaban para pedirle consejo y hasta le quitaban pedazos de su manto para llevárselos como reliquias.

Para evitar dicha situación, Simeón ideó un modo de vivir nunca antes conocido en la hasta entonces corta historia de la Iglesia: se hizo construir una columna de tres metros para vivir allí al sol, al agua, y al viento. Luego se dio cuenta de que muchos fieles encontraban la forma de acercarse a él, así que hizo que levantaran la columna para que midiera 17 metros. ¡Allí pasó los últimos 37 años de su vida!

Su vida subido en esa columna fue muy sacrificada. Comía solo una vez por semana, pero aprovechaba todo el tiempo que le quedaba para rezar. Unos ratos de pie, otros arrodillado y otros tocando el piso de su columna con la frente. Cuando oraba de pie, hacía reverencias continuamente con la cabeza, en señal de respeto hacia Dios. En un día le contaron más de mil inclinaciones de cabeza. Un sacerdote le llevaba cada día la Sagrada Comunión.

Como muchos se acercaban a la columna a pedir consejos, Simeón aprovechaba para predicarles al evangelio. Según los testimonio que se tienen de esa época, muchos llegaban allí peleados y se iban reconciliados, otros hacían examen de conciencia y pagaban todas sus deudas y los ricos perdonaban las deudas de los pobres. En una ocasión un famoso asesino se acercó y luego de oír la predicación de Simeón pidió perdón a Dios a gritos y llorando.

Sus superiores también fueron a visitarle pero para ponerlo a prueba y al verle le pidieron que bajara inmediatamente. Simeón sabía que sin humildad y obediencia no podría ser santo, así que se dispuso a bajar. Sus superiores, al ver su docilidad, le gritaron que se quedara porque entendieron que esa era la voluntad de Dios.

Y así estuvo hasta que murió en el año 459 mientras rezaba arrodillado con la cabeza inclinada. En el lugar donde estaba la columna se construyó un gran monasterio para los monjes que quieran hacer penitencia. Hoy ese monasterio se encuentra en ruinas y se le conoce como Qal’at Sim’ân (la mansión de Simón).

Por cierto, columna se dice “Stilos” en griego, por eso la Iglesia celebra la fiesta de “Simeón el estilita” cada 5 de enero.

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