miércoles, 13 de febrero de 2013

Benedicto XVI en audiencia general: Pongan a Dios al centro de sus vidas


En la penúltima catequesis de su pontificado que dedicó a la Cuaresma y en lo que constituye su primera aparición pública tras anunciar su renuncia, el Papa Benedicto XVI explicó que convertirse es poner a Dios en primer lugar, superando las tentaciones de la secularización y el egoísmo.

Ante miles de fieles que abarrotaron el Aula Pablo VI en el Vaticano que acudieron para expresarle su cercanía y afecto tras el anuncio de renuncia, el Santo Padre recordó que "hoy, Miércoles de Ceniza, comenzamos el tiempo litúrgico de la Cuaresma, cuarenta días que nos preparan para la celebración de la Santa Pascua: es un tiempo de particular esfuerzo en nuestro camino espiritual".

El Papa explicó luego que convertirse, tarea especialísima de la Cuaresma, "significa no cerrarse en la búsqueda del propio éxito, del propio prestigio, de la propia posición, sino hacer que cada día, en las pequeñas cosas, la verdad y la fe en Dios y el amor se conviertan en la cosa más importante".

Benedicto XVI recordó que la Cuaresma invita a mirar también el tiempo en el que Jesús se retiró al desierto a orar antes de iniciar su vida pública. Ese espacio, dijo "es el lugar del silencio, de la pobreza, donde el hombre está privado de los apoyos materiales y se encuentra ante las preguntas fundamentales de la existencia, está destinado a ir a lo esencial y por ello es más fácil encontrar a Dios. Pero el desierto es también el lugar de la muerte, porque donde no hay agua no hay tampoco vida, y es el lugar de la soledad, en el que el hombre siente más intensa la tentación".

"Reflexionar sobre las tentaciones a las que es expuesto Jesús en el desierto es una invitación para cada uno de nosotros a responder a una pregunta fundamental: ¿qué cosa cuenta realmente en mi vida?"

Tras exponer las tres tentaciones a las que el diablo somete al Señor, Benedicto XVI señala que el núcleo de ellas "es la propuesta de instrumentalizar a Dios, de usarlo para los propios intereses, para la propia gloria y para el propio éxito. Y entonces, en esencia, ponerse uno mismo en el lugar de Dios, sacándolo de la propia existencia y haciéndolo parecer superfluo. Cada uno debería preguntarse entonces: ¿qué lugar tiene Dios en mi vida? ¿Es Él el Señor o lo soy yo?"

"Superar la tentación de someter a Dios a sí y a los propios intereses o de ponerlo en un ángulo y convertirse al justo orden de prioridad, dar a Dios el primer puesto, es un camino que cada cristiano debe recorrer siempre de nuevo.

"'Convertirse', una invitación que escucharemos muchas veces en Cuaresma, significa seguir a Jesús de modo que su Evangelio sea guía concreta de la vida, significa dejar que Dios nos transforme, dejar de pensar que somos nosotros los únicos constructores de nuestra existencia, significa reconocer que somos criaturas, que dependemos de Dios, de su amor, y sobre todo "perdiendo" nuestra vida en Él podemos ganarla".

El Santo Padre alentó también a superar las tentaciones de la sociedad secularizada y aseguró que "no es fácil ser fieles al matrimonio cristiano, practicar la misericordia en la vida cotidiana, dejar espacio a la oración y al silencio interior, no es fácil oponerse públicamente a opciones que muchos consideran obvias, como el aborto en el caso de un embarazo no deseado, la eutanasia en caso de enfermedad grave o la selección de embriones para prevenir enfermedades hereditarias".

"La tentación de poner aparte la propia fe siempre está presente y la conversión se vuelve una respuesta a Dios que debe ser confirmada más veces en la vida".

Benedicto XVI puso luego algunos ejemplos de esta esfuerzo, como el del científico ruso ortodoxo Pavel Florenskij, que educado en el agnosticismo, llega un día a exclamar "¡No, no se puede vivir sin Dios!", o la vida de Etty Hillesum, una joven holandesa de origen judío que murió en Auschwitz y que descubre su gran hambre de Dios.

El Papa citó luego el libro del Apocalipsis, en el que se lee: "’Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno escucha mi voz y me abre la puerta, entraré y cenaré con él y él conmigo’ (3, 20). Nuestro hombre interior debe prepararse para ser visitado por Dios y por ello no debe dejarse invadir por las ilusiones, las apariencias, las cosas materiales".

"En este tiempo de Cuaresma, en el Año de la Fe, renovemos nuestro esfuerzo en el camino de conversión, para superar la tendencia de cerrarnos en nosotros mismos y para hacer, en vez de eso, espacio a Dios, mirando con sus ojos la realidad cotidiana".

Para concluir, el Santo Padre dijo que "la alternativa entre cerrarnos a nuestro egoísmo y la apertura al amor de Dios y los demás, podríamos decir que corresponde a la alternativa de las tentaciones de Jesús: alternativa entre el poder humano y el amor de la Cruz, entre una redención vista solo en el bienestar material y una redención como obra de Dios, al que debemos dar el primado en la existencia".

aciprensa.com

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