Después de otro año de vida de Blog de un Católico, llega la hora de que el blog cierre durante unos días por vacaciones.
Si hacemos balance ha sido un año de mucho éxito para el blog.Ha sido el año que más ha crecido el blog y tengo la esperanza de que siga creciendo. Más de 300 visitas diarias, 27 seguidores, en los resultados más altos de busqueda de google. Algo increible y que os agradezco a todos.
Y si hay algo que destacar en este mes de agosto, es la visita del Papa Benedicto XVI a Madrid para celebrar la Jornada Mundial de la juventud 2011, oremos para que todo salga bien y sea una velada inolvidable.
Nos vemos de nuevo el 1 de septiembre.
¡ Dios os bendiga a todos !
lunes, 8 de agosto de 2011
CERRADO POR: ¡¡¡VACACIONES!!!
domingo, 7 de agosto de 2011
¿Has caminado alguna vez sobre las aguas?
Si nosotros tenemos fe en Jesús, no sólo caminaremos sobre las aguas, sino que seremos capaces de cosas aún mucho más importantes...
Mateo 14, 22-33
Después que se sació la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que se subieran a la barca y se adelantaran a la otra orilla, mientras Él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo enseguida: ¡Animo, soy yo, no tengáis miedo! Pedro le contestó: Señor, si eres tú mándame ir hacia ti andando sobre el agua. Él le dijo: Ven. Pedro bajó de la barca y se echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: Señor, sálvame. Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? En cuento subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante Él diciendo: Realmente eres Hijo de Dios.
Reflexión
Se cuenta que en una ocasión un grupo de norteamericanos fue de peregrinación a Tierra Santa. Y estando ya a orillas del mar de Galilea, extasiados por la belleza del lugar, expresaban su alegría incontenible al contemplar ese lago que tantas veces había visto nuestro Señor con sus propios ojos y en cuyas aguas había navegado junto con sus discípulos. Y deciden embarcarse y hacer una breve travesía. Los que alquilaban las barcas –que eran judíos muy “judíos”– pensaron que con esos turistas harían su agosto: –“Queremos ir a Cafarnaún en barca”– les dicen los americanos. Las distancias del lago no son muy grandes y con un bote de motor se hace hoy en día en una media hora. –“Pues el viaje les cuesta 700 dólares”–les contestan. Al ver el espanto de los peregrinos por el precio tan alto, añaden los dueños de la barca: –“Amigos, es que este lago es muy especial. Sobre estas aguas caminó Jesús”–. Y, sin pensarlo dos veces, comentan los visitantes: –“¡Pues claro, con ese precio no nos extraña!”.
Bueno, dejando la broma aparte, es un hecho que Jesucristo nuestro Señor anduvo sobre las aguas de este mar de Galilea en más de una ocasión. Por la fuerza de la rutina, estamos acostumbrados a escucharlo y ya no nos causa demasiada impresión. Pero, imaginémonos a Cristo caminando sobre las aguas... ¡Era algo sumamente extraordinario y prodigioso! Tanto que sus discípulos –nos narra el Evangelio– “se turbaron y se pusieron a gritar pensando que era un fantasma”.
Sí. Cristo tenía unos poderes sobrenaturales y divinos. Era el Señor de la naturaleza y toda ella le obedecía: el viento, los mares, las enfermedades y hasta la misma muerte. Todo le está sometido. El domingo pasado veíamos cómo Jesús multiplicaba cinco panes y dos peces para dar de comer a una inmensa multitud. Y en el Evangelio de hoy camina sobre las aguas, hace caminar también a Pedro sobre el mar y aplaca la tempestad con su sola presencia. ¡Éste es Jesús: nuestro Señor, nuestro Rey, nuestro Dios todopoderoso! Con Él, ¿qué podemos temer?
Jesús, en medio de la tempestad, anima a sus apóstoles atenazados por el miedo: “Tened confianza. Soy yo. No temáis.”. ¡Qué seguridad nos infunde este Cristo Señor y disipa todos nuestros temores, miedos, angustias, desesperaciones! Sólo Él puede llenarnos de confianza cierta. ¡Y cuánto lo necesitamos en nuestra vida de todos los días!
Pero Pedro, que todavía no acababa de creérselo del todo, le dice, con un cierto tono de desafío y de respeto: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre las aguas”. Y Cristo, ni corto ni perezoso, le cumple su “caprichito”: “Ven”. Una sola palabra. Un monosílabo. Y eso fue suficiente para que Pedro saliera disparado, como una flecha, fuera de la barca. Comienza a andar, también él, sobre las aguas.
Pero, fíjate lo que viene a continuación: ¡Pedro comienza a hundirse! ¿Qué fue lo que pasó si ya prácticamente se había hecho el milagro? Que Pedro dudó, desconfió del Señor, dejó de mirar a Cristo y comenzó a mirarse a sí mismo y la fuerza del viento, y fue cuando todo se vino abajo: “Viendo el viento fuerte –nos dice el Evangelio– temió y, comenzando a hundirse, gritó: Señor sálvame”. Jesús lo coge entonces de la mano y le reprocha con dulzura su desconfianza: “Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?” Y es que para nuestro Señor es mucho más milagro que tengamos fe, que confiemos siempre en Él, ciegamente, a pesar de todos los obstáculos y adversidades de la vida, que hacernos caminar sobre los mares.
Y ésta era la lección que nos quería dejar: la necesidad de la FE y de una confianza absoluta en su gracia y en su poder. ¡Esa es la verdadera causa de los milagros! Cuando Jesús iba a obrar cualquier curación –pensemos en el paralítico, en el leproso, en el ciego de nacimiento, en la hemorroísa, en la resurrección de la hija de Jairo, en el siervo del centurión y en muchos otros más– la primera condición que pone es la de la fe y la confianza en Él. Y precisamente así termina este pasaje del lago: “Ellos se postraron ante Él, diciendo: Verdaderamente, tú eres Hijo de Dios”. Una maravillosa profesión de fe. Si nosotros tenemos fe en Jesús, no sólo caminaremos sobre las aguas gratis, sin necesidad de una barca o de un salvavidas –y sin pagar 700 dólares–, sino que seremos capaces de cosas aún mucho más importantes... ¡Con Jesús todo lo podemos!
P. Sergio Cordova
catholic.net
jueves, 4 de agosto de 2011
¿Quiénes son los ángeles?
Seres inmortales, dotados de inteligencia y voluntad.
¿Quiénes son los ángeles?
Juan XXIII, el "Papa bueno", cómo le llamaba la gente, comentó en cierta ocasión: «Siempre que tengo que afrontar una entrevista difícil, le digo a mi ángel de la guarda: Ve tú primero, ponte de acuerdo con el ángel de la guarda de mi interlocutor y prepara el terreno. Es un medio extraordinario, aún en aquellos encuentros más temidos o inciertos...».
Este ejemplo tan sencillo introduce nuestra reflexión sobre la existencia de los ángeles.
Los ángeles son seres espirituales creados por Dios por una libre decisión de su voluntad divina. Son seres inmortales, dotados de inteligencia y voluntad.
Debido a su naturaleza espiritual, los ángeles no pueden, normalmente, ser vistos ni captados por los sentidos. En algunas ocasiones muy especiales, con la intervención de Dios, han podido ser oídos y vistos materialmente. La reacción de las personas al verlos u oírlos ha sido de asombro y de respeto. Por ejemplo, el profeta Daniel y Zacarías.
En el siglo IV el arte religioso representó a los ángeles con forma o figura humana. En el siglo V se les añadieron las alas como símbolo de su prontitud en hacer la voluntad divina y en trasladarse de un lugar a otro sin la menor dificultad. En la Biblia encontramos algunos motivos para que los ángeles sean representados como seres brillantes de aspecto humano y alados. Por ejemplo, el profeta Daniel escribe que un "como varón", Gabriel, volando rápidamente, vino a él (8,15-16; 9,21). Y en el libro del Apocalipsis son frecuentes las visiones de ángeles que claman, tocan las trompetas, llevan mensajes o son portadores de copas e incensarios; otros que suben, bajan o vuelan; otros que están de pie en cada uno de los cuatro ángulos de la tierra, o junto al trono del Cordero.
La misión de los ángeles es amar, servir y dar gloria a Dios, ser sus mensajeros, cuidar y ayudar a los hombres. Ellos están constantemente en la presencia de Dios, atentos a sus órdenes, orando, adorando, vigilando, alabando a Dios y pregonando sus perfecciones. Son mediadores, custodios, protectores y ministros de la justicia divina.
La presencia y la acción de los ángeles aparece a lo largo del Antiguo Testamento en muchos de sus libros sagrados. Aparecen frecuentemente también en la vida y enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo, en las cartas de San Pablo, en los Hechos de los Apóstoles y principalmente en el Apocalipsis.
Con la lectura de estos textos, podemos descubrir que:
Los ángeles nos protegen, nos defienden físicamente y nos fortalecen al combatir las fuerzas del mal. Luchan con todo su poder por nosotros y con nosotros. Como ejemplo tenemos la milagrosa liberación de Pedro que fue sacado de la prisión por un ángel (Hech 12,7ss) y cuando el ángel del Señor detuvo el brazo de Abraham para que no sacrificara a Isaac.
Los ángeles nos comunican mensajes del Señor importantes en determinadas circunstancias de la vida. En momentos de dificultad, se les puede pedir luz para tomar una decisión, para solucionar un problema, actuar acertadamente, descubrir la verdad. Como ejemplo tenemos las apariciones a la Virgen María, San José y Zacarías. Todos ellos recibieron mensajes de los ángeles.
Los ángeles cumplen las sentencias de castigo del Señor. Como ejemplo tenemos el castigo de Herodes Agripa (Hechos de los Apóstoles) y la muerte de los primogénitos egipcios (Ex 12,29).
Los ángeles presentan nuestras oraciones al Señor y nos conducen a Él. Nos acompañan a lo largo de nuestra vida y nos conducirán, con toda bondad, cuando muramos, hasta el Trono de Dios para nuestro encuentro definitivo con Él. Éste será el último servicio que nos presten, pero el más importante, pues al morir no nos sentiremos solos. Como ejemplo de ello, tenemos al arcángel Rafael cuando dice a Tobías: "Cuando ustedes oraban, yo presentaba sus oraciones al Señor" (Tob 12,12-16).
Los ángeles nos animan a ser buenos. Ellos ven continuamente el rostro de Dios, pero también ven el nuestro. Debemos tener presentes las inspiraciones de los ángeles para saber cómo obrar correctamente en todas las circunstancias de la vida. Como ejemplo de esto, tenemos el texto que nos dice: "Los ángeles se regocijan cuando un pecador se arrepiente" (Lc 15,10).
¿Qué nos enseñan los ángeles?
- A glorificar al Señor, proclamar su santidad y rendirle sus homenajes de adoración, de amor y de ininterrumpida alabanza.
- A cumplir con exactitud y prontamente todas las órdenes que reciben del Señor. A cumplir con la voluntad de Dios sin discutir sus órdenes ni aplazando el cumplimiento de éstas.
- A servir al prójimo. Están preocupados por nosotros y quieren ayudarnos en las diversas circunstancias que se nos presentan a lo largo de la vida. Esto nos debe animar a servir generosamente a nuestros hermanos y a compartir con ellos penas y alegrías y los dones que nos ha dado Dios.
Nota acerca de los demonios o ángeles caídos
Dios creó a los ángeles como espíritus puros, todos se encontraban en estado de gracia, pero algunos, encabezados por Luzbel, el más bello de los ángeles, por su malicia y soberbia, se negaron a adorar a Jesucristo, Dios hecho hombre, por sentirse seres superiores y así rechazaron eternamente a Dios con un acto inteligente y libre de su parte.
Luzbel, llamado Lucifer, Diablo o Satán y los ángeles rebeldes que le siguieron, convertidos en demonios, fueron arrojados del Cielo y fueron confinados a un estado eterno de tormento en donde nunca más podrán ver a Dios. No cambiaron su naturaleza, siguen siendo seres espirituales y reales.
Lucifer es el enemigo de Dios, a quien Jesús le llama "el engañador", "el padre de la mentira". Su constante actividad en el mundo busca apartar a los hombres de Dios mediante engaños e invitaciones al mal. Quiere evitar que lo conozcan, que lo amen y que alcancen la felicidad eterna. Es un enemigo con el que se tiene que luchar para poder llegar al cielo.
Los demonios se encuentran organizados en jerarquías, tal y como fueron creados en un principio, subordinados los inferiores a los superiores.
Satanás y sus demonios comenzaron sus maléficas acciones con Adán y Eva y no se dan por vencidos en su labor. Aprovechan la inclinación del hombre hacia el mal por su naturaleza que quedó dañada después del pecado original. Son muy astutos, disfrazan el mal de bien.
¿Por qué dedicar dos días del año litúrgico a los ángeles?
Es muy fácil que nos olvidemos de la existencia de los ángeles por el ajetreo de la vida y principalmente porque no los vemos. Este olvido puede hacernos desaprovechar muchas gracias que Dios ha destinado para nosotros a través de los ángeles. Por esta razón, la Iglesia ha fijado estas dos festividades para que, al menos dos días del año, nos acordemos de los ángeles y los arcángeles, nos alegremos y agradezcamos a Dios el que nos haya asignado un ángel custodio y aprovechemos este día para pedir su ayuda.
Cuida tu fe
Actualmente se habla mucho de los ángeles: se encuentran libros de todo tipo que tratan este tema; se venden "angelitos" de oro, plata o cuarzo; las personas se los cuelgan al cuello y comentan su importancia y sus nombres. Hay que tener cuidado al comprar estos materiales, pues muchas veces dan a los ángeles atribuciones que no le corresponden y los elevan a un lugar de semi-dioses, los convierten en "amuletos" que hacen caer en la idolatría, o crean confusiones entre las inspiraciones del Espíritu Santo y los consejos de los ángeles.
Es verdad que los ángeles son muy importantes en la Iglesia y en la vida de todo católico, pero son criaturas de Dios, por lo que no se les puede igualar a Dios ni adorarlos como si fueran dioses. No son lo único que nos puede acercar a Dios ni podemos reducir toda la enseñanza de la Iglesia a éstos. No hay que olvidar los mandamientos de Dios, los mandamientos de la Iglesia, los sacramentos, la oración, y otros medios que nos ayudan a vivir cerca de Dios.
Lucrecia Rego de Planas
catholic.net
miércoles, 3 de agosto de 2011
El secreto de confesión
Hay casos en los que una parte de la confesión puede ser revelada a otros, pero siempre con el permiso del penitente y sin descubrir la identidad del mismo.
La confesión es, desde hace siglos, uno de los rasgos característicos de la Iglesia Católica y de alguna de las Iglesias Ortodoxas; los otros credos cristianos la practican de modo muy diferente del modo establecido por Roma. Con el pasar de los siglos ha sido considerada como un instrumento formidable: tanto para la salvación de las almas como para el «control de las conciencias» (según los críticos). Benedicto XVI en uno de sus libros autobiográficos se refiere a ella como un instrumento de justicia social; en su país se arrodillaban todos, pobres y peces gordos, para contarle a la persona que estaba detrás de la rejilla sus malas acciones; y los pobres se consolaban viendo a los que tenían una posición más favorable arrodillándose en el mismo lugar que ellos.
En nuestros días la confesión y, sobre todo, el sigilo sacramental que impone el secreto total por parte del sacerdote, están siendo atacados. En Irlanda se quiere hacer una propuesta de ley que obligue a los sacerdotes a que rompan el secreto de confesión si alguien confiesa un delito de pedofilia. En Australia, el gobierno federal fue invitado a seguir el ejemplo de la isla que se encuentra al otro lado del mundo, para obligar a los sacerdotes a denunciar a los que confiesen un pecado sexual contra menores. La iniciativa parte del senador independiente Nick Xenophon. «No hay dudas sobre lo que hay que hacer cuando nos toca elegir entre la inocencia de un niño o la preservación de una práctica religiosa», ha declarado. «¿Por qué habría que absolver de sus pecados a una persona, incluso cuando se trata de abusos sexuales contra niños, con una palmadita en la espalda?»
Naturalmente la posición del Vaticano es completamente diferente. El artículo 983 del Código de Derecho Canónico advierte que el sigilo sacramental es inviolable; por lo tanto está terminantemente prohibido que el confesor denuncie al penitente, ni siquiera en parte, por ningún motivo. La violación no está permitida tampoco en caso de amenaza de muerte al confesor u otras personas. Para proteger el secreto algunos moralistas, como Tomás Sánchez (1550-1610), consideran moralmente legítima también la reserva mental, una forma de engaño en la que no es necesaria la pronunciación explícita de una falsedad. «El confesor que viola directamente el sigilo sacramental, incurre en excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica; quien lo viola sólo indirectamente, ha de ser castigado en proporción con la gravedad del delito; si violan el secreto, deben ser castigados con una pena justa, sin excluir la excomunión» (“Código de Derecho Canónico”, 1388, §1,2). Esto implica que se le prohibirá celebrar el sacramento y además un largo periodo de penitencia, por ejemplo en un monasterio.
¿Y si el penitente se presenta a confesar su responsabilidad en un acto criminal? En este caso la experiencia enseña que el sacerdote pueda ponerle como condición indispensable para la absolución que se presente ante las autoridades para autodenunciarse. Pero no puede hacer otra cosa, y sobre todo no puede informar personalmente a las autoridades, ni siquiera indirectamente.
Hay casos en los que una parte de la confesión puede ser revelada a otros, pero siempre con el permiso del penitente y sin descubrir la identidad del mismo. Esto sucede, por ejemplo, con algunos pecados que no pueden ser perdonados sin la autorización del Obispo o del Papa. En dichos casos, el confesor pide al penitente la autorización para escribir una solicitud al Obispo o a la Penitenciaría Apostólica (un cardenal delegado por el Papa para estos asuntos), utilizando seudónimos y comunicando sólo los detalles indispensables. La solicitud es sigilada y enviada a la Penitenciaría por medio del Nuncio Apostólico (el embajador del Papa en el país en cuestión); así la transferencia se sirve de la protección que se asegura a la correspondencia diplomática.
Por lo tanto no hay que sorprenderse si la respuesta a las propuestas irlandesa y australiana es seca y clara. Graham Greene en su libro "El poder y la gloria" traza el perfil de un sacerdote indigno, el "sacerdote esponja" en el México de las persecuciones anticatólicas, que conscientemente se arriesga a caer en una trampa que lo conducirá a la muerte por ir a confesar a un moribundo. Ficción, cierto, pero como todos los mitos, si no ha sucedido nunca, es algo que sucede siempre. El secretario de la Conferencia Episcopal Australiana, el Padre Brian Lucas, ha tratado de manera glacial la propuesta presentada por el senador: «Su proposición no protege a los niños y choca frontalmente con el derecho fundamental de la gente a practicar su religión», ha declarado. «Ningún sacerdote católico traicionaría nunca la confesión. Hay sacerdotes que han preferido morir antes que hacerlo». Monseñor Pierre Pican, obispo de Bayeux, en septiembre de 2001 fue condenado a tres meses de cárcel por no haber denunciado ante la magistratura a un sacerdote de su diócesis, acusado de pedofilia, invocando el secreto profesional. Monseñor Pican le había impuesto después de la revelación un periodo de cura en una institución especializada. Por su defensa del secreto había recibido una carta de felicitación del cardenal Castrillón Hoyos, cumpliendo el mandato de Juan Pablo II.
Pero en realidad, las propuestas irlandesa y australiana, impulsadas por el ímpetu de la emoción, además de representar un precedente extraordinario (ni siquiera en la Francia de la Revolución, que de seguro no fue amable con los sacerdotes católicos, se pensó en un ley parecida) serían simplemente inútiles. Porque no llevarían ni siquiera a una incriminación y harían menos libre al país. Quizás existe la posibilidad de que alguno, responsable de un crimen (y no sólo de pedofilia) pueda ser convencido o empujado por el sacerdote que se encuentra al otro lado de la rejilla a actuar de la forma más justa. Pero seguramente nadie iría a confesar su crimen, si supiera que haciéndolo sería denunciado. Además sería necesario que el confesor conociera el nombre, el apellido y la dirección del penitente. Algo que, en la mayor parte de los casos no sucede. Sin embargo, se han dado casos en los que las palabras pronunciadas por el sacerdote del confesionario han llevado a los criminales al arrepentimiento. Un resultado que seguramente las propuestas de ley, irlandesa o australiana, no podrían alcanzar.
Marco Tosatti
vaticaninsider.lastampa.it
martes, 2 de agosto de 2011
Nuestra Señora de los Angeles
Fiesta: 2 de agosto
La ciudad de Cartago, como muchas otras en la época colonial, segregaba a los blancos de los indios y mestizos. En la ciudad una cruz de piedra señalaba los límites.
Estamos en los alrededores del año 1635, en la sección llamada "Puebla de los Pardos" y Juana Pereira, una pobre mestiza, se ha levantado al amanecer para, como todos los días, buscar la leña que necesita. Es el 2 de agosto, fiesta de Nuestra Señora de los Angeles, y la luz del alba que ilumina el sendero entre los árboles, le permite a la india descubrir una pequeña imagen de la Virgen, sencillamente tallada en una piedra oscura, visiblemente colocada sobre una gran roca en la vereda del camino. Con gran alegría Juana Pereira recogió aquel tesoro, sin imaginar que otras cinco veces más lo volvería a hallar en el mismo sitio, pues la imagen desaparecía de armarios, cofres, y hasta del sagrario parroquial, para regresar tenazmente a la roca donde había sido encontrada. Entonces todos entendieron que la Virgen quería tener allí un lugar de oración donde pudiera dar su amor a los humildes y los pobres.
La imagen, tallada en piedra del lugar, es muy pequeña, pues mide aproximadamente sólo tres pulgadas de longitud. Nuestra Señora de los Angeles lleva cargado a Jesús en el brazo izquierdo, en el que graciosamente recoge los pliegues del manto que la cubre desde la cabeza. Su rostro es redondeado y dulce, sus ojos son rasgados, como achinados, y su boca es delicada. Su color es plomizo con algunos destellos dorados como diminutas estrellas repartidas por toda la escultura.
La Virgen se presenta actualmente a la veneración de sus fieles en un hermoso ostensorio de nobles metales y piedras preciosas, en forma de resplandor que la rodea totalmente, aumentando visualmente su tamaño. De la base de esta "custodia" brota una flor de lis rematada por el ángel que sostiene la imagen de piedra. De esta sólo se ven los rostros de María y el Niño Jesús, pues un manto precioso la protege a la vez que la embellece.
La "Negrita" como la llama el cariño de los costarricenses, fue coronada solemnemente el 25 de abril de 1926. Nueve años más tarde, su Santidad Pío XI elevó el Santuario de la Reina de los Angeles a la dignidad de Basílica menor.
A Cartago llega un constante peregrinar de devotos que vienen a visitar a su Madre de los cielos; muchos entran de rodillas, como acto de humildad y de acción de gracias y luego van a orar ante la roca donde fue hallada la bendita imagen. Esta piedra se ha ido gastando por el roce de tantas manos que la acarician agradecidas mientras oran, dan gracias y piden alivio a su dolor, sus sufrimientos o sus necesidades. Debajo de esta piedra brota un manantial cuyas aguas recogen los que acuden en busca de la misericordia y la salud. El agua es signo del bautismo. No hay otra cosa que mas quiera la Virgen a que vivamos profundamente las gracias de nuestro bautismo.
corazones.org
lunes, 1 de agosto de 2011
La mayor pobreza para los jóvenes, es la pobreza de amor; advierte el papa
Cuando quedan pocos días para las Jornadas Mundiales de la Juventud de Madrid, Benedicto XVI ha alentado a salir al paso de las pobrezas que hoy día atenazan a los jóvenes, comenzando por la peor, la falta de amor.
“Es necesario --subraya el papa en una misiva-- que el crecimiento de las nuevas generaciones sea alimentado no sólo por nociones culturales y técnicas, sino sobre todo por el amor, que vence al individualismo y al egoísmo y permite prestar atención a las necesidades de todo hermano y hermana, incluso cuando no puede intercambiarlas, es más, precisamente entonces”.
Por este motivo, el Santo Padre pide “preocuparse por toda pobreza de nuestra juventud, moral, física, existencial, y ante todo, la pobreza de amor, raíz de todo serio problema humano”.
Esta es la consigna que ha dejado en la carta que ha enviado al prepósito general de los Clérigos Regulares Somascos, con motivo del año jubilar convocado por la Orden en el quinto centenario de la prodigiosa liberación de la cárcel del fundador, san Jerónimo Emiliani (1486-1537), patrono universal de los huérfanos y de la juventud abandonada.
La misiva presenta el ejemplo del joven soldado Jerónimo, cuya vida cambió en la noche del 27 de septiembre de 1511, cuando estaba encarcelado, tras haber quedado prisionero en la guerra entre la República de Venecia y los Estados de la Liga de Cambrai.
Tras hacer un voto de cambio de vida a la Virgen, recuperó la libertad de manera inexplicable.
“Orientado por sus vicisitudes familiares, a causa de las cuales se había convertido en tutor de todos sus sobrinos que quedaron huérfanos, san Jerónimo maduró la idea de que la juventud, sobre todo la más necesitada, no puede ser abandonada, sino que para crecer de una manera sana requiere un requisito esencial: el amor”, explica el papa.
“En él, el amor superaba el ingenio, y dado que era un amor que surgía de la caridad misma de Dios, estaba lleno de paciencia y de comprensión: atento, tierno y dispuesto al sacrificio, como el de una madre”, escribe el obispo de Roma.
Los Padres Somascos, fundados por san Jerónimo como “Compañía de los siervos y de los pobres”, hacia el año 1534, asumen el nombre de la localidad italiana donde nacieron y falleció su fundador, Somasca. Se dedican en particular a la educación cristiana de la juventud.
Los Somascos cuentan con 463 religiosos, de los cuales 338 son sacerdotes, esparcidos por Europa, América y Asia.
zenit.org
Decálogo de convivencia
Aceptarás al prójimo como es, amándole con todos sus defectos.
No tomarás en cuenta sus ingratitudes y desvíos
No juzgarás su conducta a sus espaldas
Interésate de contínuo por sus cosas.
Alaba sus virtudes o cualidades en su ausencia, que pronto lo sabrá.
Servirás al prójimo aunque sea un comodón.
Agradecerás al otro sus pequeñas atenciones, tratando de hacérselas mayores tú.
Estarás siempre alegre para alegrar a todos.
Te gozarás con los triunfos del otro sin envidiarlos.
Pide las cosas por favor. Y si haces algo mal, pide perdón.
webcatolicodejavier.org
Artículo de la semana:
Vengo por ti
Estoy cansado de trabajar y de ver a la misma gente, camino a mi trabajo todos los días, llego a la casa y mi esposa sirvió lo mismo de la c...