30 de Noviembre
Saca las figuras del Belén y todas las piezas complementarias. Haz una lista ordenada de todo lo que vas a montar. Reza un padrenuestro por los que no creen.
- Jesús, te pido por los que no creen, para que algún día cambien.
webcatolicodejavier.org
miércoles, 30 de noviembre de 2011
Meditación de cada día de Adviento
¡Dime qué esperas y te diré quién eres!
Recordar las maravillas de Dios en la historia.
La Iglesia ha entrado en el tiempo litúrgico de Adviento. Los cristianos proclaman que el Mesías ha venido realmente y que el reino de Dios está a nuestro alcance. El Adviento no cambia a Dios. El Adviento profundiza en nuestro deseo y en nuestra espera de que Dios realice lo que los profetas anunciaron. Rezamos para que Dios ceda a nuestra necesidad de ver y sentir la promesa de salvación aquí y ahora.
Durante este tiempo de deseo y de espera del Señor, se nos invita a rezar y a profundizar en la Palabra de Dios, pero estamos llamados ante todo a convertirnos en reflejo de la luz de Cristo, que en realidad es el mismo Cristo. De todas formas, todos sabemos lo difícil que es reflejar la luz de Cristo, especialmente cuando hemos perdido nuestras ilusiones, cuando nos hemos acostumbrado a una vida sin luz y ya no esperamos más que la mediocridad y el vacío. Adviento nos recuerda que tenemos que estar listos para encontrar al Señor en todo momento de nuestra vida. Como un despertador despierta a su propietario, Adviento despierta a los cristianos que corren el riesgo de dormirse en la vida diaria.
¿Qué esperamos de la vida o a quién esperamos? ¿Por qué regalos o virtudes rezamos en este año? ¿Deseamos reconciliarnos en nuestras relaciones rotas? En medio de nuestras oscuridades, de nuestras tristezas y secretos, ¿qué sentido deseamos encontrar? ¿Cómo queremos vivir las promesas de nuestro Bautismo? ¿Qué cualidades de Jesús buscaremos para nuestras propias vidas en este Adviento? Con frecuencia, las cosas, las cualidades, los regalos o las personas que buscamos y deseamos dicen mucho sobre quiénes somos realmente. ¡Dime qué esperas y te diré quién eres!
Adviento es un período para abrir los ojos, volver a centrarse, prestar atención, tomar conciencia de la presencia de Dios en el mundo y en nuestras vidas.
Nuestro Bautismo nos hace participar en la misión real y mesiánica de Jesús. Cada persona que participa en esta misión participa también en las responsabilidades regias, en particular, en el cuidado de los afligidos y de los heridos. Adviento ofrece la maravillosa oportunidad de realizar las promesas y el compromiso de nuestro Bautismo.
Benedicto XVI ha escrito que "el objetivo del año litúrgico consiste en recordar sin cesar la memoria de su gran historia, despertar la memoria del corazón para poder discernir la estrella de la esperanza. Esta es la hermosa tarea del Adviento: despertar en nosotros los recuerdos de la bondad, abriendo de este modo las puertas de la esperanza".
En este tiempo de Adviento, permítanme presentarles algunas sugerencias. Acaben con una riña. Hagan la paz. Busquen a un amigo olvidado. Despejen la sospecha y sustitúyanla por la confianza. Escriban una carta de amor.
Compartan un tesoro. Respondan con dulzura, aunque les gustara una respuesta brutal. Alienten a un joven a tener confianza en él mismo. Mantengan una promesa. Encuentren tiempo, tómense tiempo. No guarden rencor. Perdonen al enemigo. Celebren el sacramento de la reconciliación. Escuchen más a los otros. Pidan perdón si se han equivocado. ¡Sean gentiles aunque no se hayan equivocado! Traten de comprender. No sean envidiosos. Piensen antes en el otro.
Rían un poco. Ríanse un poco más. Gánense la confianza. Opónganse a la maldad. Sean agradecidos. Vayan a la iglesia. Quédense en la iglesia más tiempo de lo acostumbrado. Alegren el corazón de un niño. Contemplen la belleza y la maravilla de la tierra. Expresen su amor. Vuélvanlo a expresar. Exprésenlo más fuerte. Exprésenlo serenamente.
¡Alégrense porque el Señor está cerca!
Adviento 20011 Tiempo para preparar el corazón.
Fr. Thomas Rosica
zenit.org
martes, 29 de noviembre de 2011
Meditación de cada día de Adviento
29 de Noviembre
Reza al menos una decena del Rosario en honor a la Virgen y dedícalo a una intención.
Virgen María, te rezo esta decena del Rosario por la intención ... (se indica la intención)
webcatolicodejavier.org
Felicidad
A ver: Que alce la mano quien quiera ser feliz… ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo! … Y ¡yo también! Responden todos los niños de un aula a su profesora. Muy bien pero, dime Juanito: ¿ En qué consiste para ti la felicidad?
Y Aquí desapareció la unanimidad. La felicidad es una de esas palabras comodines que “lo mismo sirve para un roto que para un descosido” Niños y mayores sabemos o intuimos lo que es ser feliz, aunque las palabras sean incapaces de expresarlo con precisión. En estos casos es preferible poner ejemplos, y que cada uno elija lo que mejor le parezca. A continuación exponemos algunos:
Un ciego que recobra la vista es una persona feliz. Lo mismo le sucede a las que se les calma un dolor de cualquier clase o recuperan los movimiento de un miembro. Tener buena salud es condición básica para ser feliz. Es lo que podríamos llamar la felicidad del animal sano, el primer escalón para ser feliz.
La envidia, pesar del bien ajeno, es una máquina creadora de amarguras, de infelicidades. Pedro tiene un amigo con un coche mucho mejor que el suyo, ese amigo dispone de un hermoso chalet con piscina, tiene una mujer preciosa, gana más que él y trabaja menos,…Si además la mujer le echa en cara esas diferencias, su infelicidad puede llegar a límites insospechados. Si a Pedro le tocase la lotería cambiaría de motivos para ser un desgraciado, pero la envidia está dentro de cada uno, es eterna y ya encontraría otras causas para ser infeliz.
En la tele es típica la respuesta de la madre famosa que aparece abrazada a su bebé tras el parto. “Es lo mejor que me ha pasado en esta vida”. “No hay felicidad comparable” Desde luego pocas cosas se pueden comparar a dar vida. Con los años esta felicidad queda ensombrecida por muchas preocupaciones y limitada por la muerte.
También es feliz quien acaba de volver a la vida sano y salvo tras un accidente de avión, coche, naufragio, incendio,…Ha vuelto a nacer, se dice. Festejará este segundo nacimiento, pero pronto volverán las dificultades de cada día .
¿Qué decir del estudiante que aprueba brillantemente sus exámenes, saca las oposiciones a la primera y ve resuelta su vida laboral y económica? Se encuentra orgulloso y feliz igual que les sucede a sus padres. Por supuesto algunos de sus amigos les felicitará calurosamente, pero… poniendo cara de conejo.
Conocemos de sobra el amor de los padres por sus hijos, dispuestos a dar sus vidas por las de ellos, así como el milagro del amor entre marido y mujer o entre novio y novia. A nivel humano da lugar a una felicidad de las más nobles, cuando cada persona siempre piensa “en el bien de la otra”.
Posiblemente sea el amor, en cualquiera de sus facetas, la causa más noble de sentirse feliz. El sentimiento que embarga a la persona que acaba de salvar a un náufrago, el que acaba de conseguir un puesto de trabajo para un amigo sin dinero y con familia, el que presta ayuda desinteresada a personas desconocidas ante una tragedia, el que arriesga su vida en un incendio,…Podemos asegurar que es un tipo de felicidad de más nobles quilates que los anteriores. Nadie puede ser feliz en este mundo si no ama y es amado. Solo que el amor de este mundo tiene fecha de caducidad, terminando con la vida
A veces hemos contemplado en la tele reportajes sobre los monjes cartujos, sobre las monjas encerradas o sobre la dureza de la vida de los misioneros y sacerdotes. No podemos entender que una vida tan sacrificada engendre una sonrisa apenas esbozada, tan llena de seguridad, contestando con el aplomo que da el poseer la única verdad. Se transparenta en ellos una íntima felicidad y confianza que el mundo no puede dar. En ellos se da en plenitud lo que podemos llamar Caridad, o amor de Caridad.
“La Caridad no se encuentra más que en el ser humano, es la milagrosa aptitud de amar con desinterés, con un amor no impuesto por la sangre, ni por el instinto, ni por cualquier deseo de apropiación, un amor desprendido que se enriquece con todo lo que da , que no vive para sí mismo sino para el otro”. Sólo comprensible bajo el supuesto de que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, único amor del que procede ese amor sin reservas ni frontera, que no termina jamás y es eternamente renovado por la propia efusión divina. ¡Que difícil es ser feliz cuando el amor no está anclado en Cristo! Los religiosos han elegido este amor eterno, por eso puede que sean, a pesar de las apariencias, las personas más felices de este mundo
Alejo Fernández Pérez
domingo, 27 de noviembre de 2011
Está y se le espera
Primer Domingo de Adviento
Evangelio: Marcos 13, 33-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Mirad, vigilad: pues no sabéis cuando es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejo su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!”
ESTÁ Y SE LE ESPERA
Hay algunos dichos que se ponen de moda durante un tiempo por alguien de la televisión, la radio, la política, etc. y mucha gente los comienza a utilizar con cierto prurito de originalidad y de estar muy al día. Una de esas expresiones, utilizada frecuentemente al hablar de las pocas expectativas que alguien ofrece es: “A fulanito, ni está ni se le espera”. Algún comentarista de este blog ha utilizado esta frase para referirla a Dios y expresar así, en pocas palabras, una profunda desesperanza. Ni está ni se le espera... ¿Es así? ¿Qué podemos decir de Dios?
Que está en su Palabra, porque ahí está el Evangelio. Dios habla, el problema es que no le escuchamos o, peor, no queremos escucharle. Dios nos habla cada vez que participamos en la Misa, o en casa abrimos la Biblia. Dios está ahí, hablándonos.
Está en los sacramentos. Especialmente en la Eucaristía, en el Sagrario. Ahí está, para quien quiera visitarlo y estar con Él un rato, que bien solo está el dentro de la Iglesia cuando muchos fuera dicen que no lo encuentran. Dios está ahí, esperándonos.
Pero también está fuera del templo. Por la calle. En cada persona, especialmente en quienes sufren la enfermedad, la soledad, la injusticia… “Cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, conmigo lo hicisteis”. Dios está en el prójimo, llamándonos.
Y también está en nuestro interior. Menuda sorpresa se llevó Agustín cuando descubrió esta presencia de Dios en su conciencia. “Te buscaba fuera y estabas dentro de mí…” confesó humildemente, y desde entonces comenzó a ser San Agustín. Dios está en el corazón, invitándonos.
Dios está. Vino hecho hombre hace dos mil años y quedó misteriosamente entre nosotros como él mismo nos garantizó: “Yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos”. Sin embargo, a la vez se le espera, porque de nuevo Él también nos lo prometió: vendrá al final de los tiempos. Jesucristo está y se le espera a la vez. Y en renovar nuestra esperanza en su segunda venida, ante el recuerdo vivo de la primera, consiste precisamente el Adviento.
El Evangelio de hoy nos habla de una esperanza profunda expresada mediante la exhortación de Jesús: “¡Velad!”. Una esperanza no inconsciente y pasiva sino viva y activa. “¡Velad!” significa “estad preparados” para la venida definitiva de Cristo, “trabajad” por la extensión de un Reino que ya está aquí pero que aguarda su manifestación plena y definitiva. A quien vela así, Dios mismo le sostiene en la fe, como enseña hoy San Pablo en la segunda lectura. No se puede resistir ante quien lo busca sinceramente. “Sales al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de tus caminos”, como nos recordaba por su parte el libro de Isaías.
Dios está y se le espera. En esta espera gozosa y ardiente, brilla cada vez más la luz de la fe en quien persevera en la verdad del Evangelio.
Con María, Madre del Adviento, esperanza nuestra.
P. Mario Ortega
En la barca de Pedro
jueves, 24 de noviembre de 2011
Avivar la Llama Espiritual
¿Cuál es el secreto para centrar nuestra atención en Dios y tener más vida interior?
Cuentan que un rey muy rico de la India tenía fama de ser indiferente a las riquezas materiales y era un hombre de profunda religiosidad, cosa un tanto inusual para un personaje de su categoría.
Ante esta situación y movido por la curiosidad, un súbdito quiso averiguar el secreto del soberano para no dejarse deslumbrar por el oro, las joyas y los lujos excesivos que caracterizaban a la nobleza de su tiempo.
Inmediatamente después de los saludos que la etiqueta y la cortesía exigen, el hombre preguntó: “Majestad, ¿cuál es su secreto para cultivar la vida espiritual en medio de tanta riqueza?
El rey le dijo: "Te lo revelaré si recorres mi palacio para comprender la magnitud de mi riqueza. Pero lleva una vela encendida. Si se apaga, te decapitaré".
Al término del paseo, el rey le preguntó: "¿Qué piensas de mis riquezas?"
La persona respondió: "No vi nada. Sólo me preocupé de que la llama no se apagara".
El rey le dijo: "Ese es mi secreto. Estoy tan ocupado tratando de avivar mi llama interior, que no me interesan las riquezas de fuera".
Muchas veces deseamos vivir como mejores cristianos y tener vida espiritual, pero sin decidirnos a apartar la mirada de las cosas que nos rodean y deslumbran con su aparente belleza.
Procuremos "ver hacia adentro" y avivar nuestra llama espiritual, pues:
- Al tener nuestra mente y nuestro corazón puestos en el Señor, podemos aprender a conocerle y amarle.
- Las trivialidades y preocupaciones de la vida no podrán apartarnos del buen camino.
- Crecerá nuestro amor por la familia y nuestros semejantes, que son imagen de Dios.
- Viviremos alegres en esta vida, preparándonos para alcanzar la felicidad eterna al lado de nuestro Padre.
Recuerda: "Busca primero el Reino de Dios y su justicia divina, y todo lo demás se te dará por añadidura".
webcatolicodejavier.org
miércoles, 23 de noviembre de 2011
Una foto asombrosa
¡¡¡ Espero queden tan boquiabiertos como el resto de la humanidad !!!
Una foto asombrosa se transformó en un mensaje de Fe en Despeñaderos
La foto del bautismo de Valentino Mora está recorriendo Internet, porque en el momento en que el padre Osvaldo Macaya le echa el agua bendita, el líquido que cae forma un rosario.
Esta historia se comenzó a escribir el 10 de este mes cuando en la Parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de la localidad cordobesa de Despeñaderos se celebró el bautismo de Valentino, un bebé de poco más de un mes, hijo de Erica Mora, de 21 años y mamá soltera del pequeño.
En el momento en que Valentino pasó a la Pila Bautismal para recibir el sacramento del bautismo, Erica le pidió a la fotógrafa María Silvana Salles, que se encontraba en el lugar contratada por otros papás, que tomara una foto de su hijo como un favor, ya que la joven mamá no tenía forma de pagarle.
María Silvana, tiene 30 años, y hace dos meses abrió su estudio Fotoimagenes en el bulevar San Martín de Despeñaderos.
La fotógrafa, conmovida por el pedido de Erica, accedió a tomarle una foto a Valentino.
María Silvana trabaja con una cámara tradicional y debió enviar el rollo a revelar a una casa de fotos en Córdoba.
La sorpresa fue mayor cuando le enviaron las copias y Silvana advirtió que el agua derramada de la cabecita de Valentino formaba un perfecto rosario..
Silvana fue con la foto al padre Macaya porque no daba crédito a lo que veían sus ojos.
La foto del bautismo de Valentino ha despertado la fe en los pobladores de Despeñaderos que se acercan hasta la humilde casa de Erica Mora para tocar a Valentino.
martes, 22 de noviembre de 2011
Fe y Esperanza en Dios
Cuando ya no puedas más, cuando veas que todo sale mal y sólo veas nubes oscuras..., cuando sientas que estás solo en este mundo, incluso cuando estés tentado a creer que Dios se ha olvidado de ti..., Él a tu lado está, siempre ha caminando junto a ti, sus huellas siempre están junto a las tuyas.
Y si no lo sientes ahí, es porque te has alejado, porque no le das oportunidad de hablarle, porque siempre estás muy ocupado.
Tal vez porque te has cansado, o simplemente porque eres humano y te has equivocado.
Pero hoy es el día para levantarte, el día para volver, la oportunidad de mejorar.
Busca en tu corazón y encontrarás un vacío con forma de Dios, tan inmenso como Él mismo, y es por eso que no lo has podido llenar.
¿Deseas ser completo? Permite a Dios entrar en tu corazón, y hasta entonces, sólo hasta entonces, verás que siempre te ha acompañado y a tu lado ha caminado.
Quítate tus cadenas, tus rencores, odios y resentimientos, para que puedas caminar libre al lado de tu Creador.
Mereces ser feliz..., para eso fuiste creado.
FE ES ....
Creer en lo que no se puede ver
Es guardar la calma cuando todo es turbulento.
La fe no es pasiva, ¡es poner las creencias en práctica!
Tener fe es pedir lo que se necesita.
La fe es oír lo imperceptible, creer lo increíble y recibir lo imposible.
La fe va en contra de las expectativas y condiciones naturales.
Tener fe es crear un vacío en el corazón para que lo llene Dios.
Tener fe no es simplemente que Dios pueda hacer algo, sino que lo hará.
Con fe la respuesta no sorprende, ya se sabía que sucedería.
Tener fe es permanecer en tu puesto cuando todos los demás desertan.
Es quemar las naves para no volver atrás.
Es estar dispuesto a pagar cualquier precio.
Es hacer lo que Dios pide hoy y creer que Él hará mañana lo que ha prometido.
La fe es lo contrario del temor.
Tener fe es elegir a Dios a pesar de las demás posibilidades.
Es confiar en la palabra de Dios t no en lo que te dicen tus sentidos.
Es estar dispuesto a morir confiando.
¡Ésa es la clase de fe con la que se puede obrar curaciones y milagros.
La fe es como un músculo que se vuelve fuerte y flexible al ejercitarlo.
La fe se edifica con el estudio fiel de la palabra de Dios
webcatolicodejavier.org
jueves, 17 de noviembre de 2011
La vida centrada en Jesucristo 1ª Parte
Cuando nosotros hablamos de la vida, o mejor aún, de mi vida no sólo nos referimos a la vida biológica sino que nos referimos a las experiencias y vivencias, nos referimos a nuestros proyectos, a nuestros éxitos, a nuestros fracasos, a nuestra familia, a nuestro trabajo, a ese diario lidiar, ese convivir, ese luchar, ese reír y ese llorar.
Nos referimos a nosotros mismos, a mí mismo.
La vida, mi vida soy yo viviendo.
Pero lo que quizás no me doy cuenta es que mi vida tiene un eje, un centro alrededor del cual ella gira, se desenvuelve.
Así como el planeta tierra que gira alrededor de su propio eje, igual pasa con nuestra vida. El problema es que no todos somos conscientes de esto y ello puede traer sus consecuencias.
No se si a ustedes les ha sucedido que les pasan algunas cosas y no entienden porqué. Es verdad que la vida está rodeada de misterios sin explicación, pero hay muchas cosas que sí tienen explicación pero no las entendemos porque no vivimos de manera suficientemente consciente.
¿Cuál es el eje que hace girar mi vida?
El hombre es un ser que nació libre y que en todo momento tiene necesidad de elegir, incluso cuando dice que no elige: esto ya es una elección, una opción, una decisión.
Ahora bien, así como elegimos qué ropa nos ponemos o qué vamos a hacer de comer hoy, también elegimos cosas más importantes como si me caso o no me caso y con quien me caso. Elijo cuántos hijos quiero tener, etc.
Pero en el fondo de la vida está la gran elección que es decidir cual quiero que sea el eje de mi vida, en torno a que quiero que mi vida gire.
Como les dije, es probable que incluso en algo tan trascendental e importante como esto algunos no seamos tan conscientes de esta decisión, pero esto no quita que nuestra vida actualmente esté girando en torno a un eje principal.
Para algunos la vida gira en torno al dinero y a las cosas que el dinero consigue: cosas materiales, lujos, placeres, etc. centran su vida en el tener y en el placer.
Otros centran su vida en el trabajo: es única obsesión, es su única motivación o, al menos es la más importante.
Otros quizás centran su vida en un ser querido, en un amante, o en un hijo y todo gira alrededor de aquella persona al grado de vivir un tanto alienados de otras experiencias y vivencias.
Otros viven en torno a sí mismos en una experiencia egocéntrica y narcisista, olvidándose de los demás.
Ahora, la propuesta de hoy es centrar la vida en Jesucristo. Pero vienen a mi mente una serie de preguntas: ¿por qué centran la vida en Jesucristo? ¿Esto no puede significar otra forma alienada de vida, una vida fanatizada? ¿Debo rechazar o renunciar amar a otras personas, a gustar de la vida, a tener algunos placeres lícios, etc?
iglesia.org
miércoles, 16 de noviembre de 2011
Las apariencias engañan
En una prestigiosa universidad de Sudamérica, el primer día de clase, se encontraba en la biblioteca un hombre vestido de overol, de esos monos de trabajo que usan los empleados de las fábricas, y calzaba sandalias en un día muy frío. En sus manos llevaba varios libros.
- ¿Quién es ese hombre?, era la pregunta general.
- Es un profesor de Física, y viene de Norteamérica -fue la respuesta, con la siguiente historia:
Un día este hombre llegó hasta la facultad de Física vestido del modo tan particular en que le gusta vestir. Pidió, en un español poco fluido, una entrevista con el decano. Le indicaron que estaba en una reunión con un grupo de docentes. El hombre insistió en verlo. La secretaria lo buscó, y al rato salió el decano a verlo. Luego de saludarlo, el hombre le dijo:
- Vengo a pedir trabajo como docente de Física.
El decano miró su apariencia de arriba abajo; su aspecto era la antítesis de un profesor universitario. De pronto, el decano dibujó una leve sonrisa en su rostro y lo invitó a que lo acompañara. Entraron en una sala donde había una media docena de docentes universitarios. El decano le dijo:
- Hace poco recibimos este libro como texto guía. Estamos aquí intentando solucionar unos problemas de Física. Si usted es capaz de resolverlos, lo contrato como docente.
El hombre tomó el texto, se dirigió a una pizarra y tranquilamente comenzó a resolver uno a uno los problemas que le habían indicado. Los docentes cambiaron poco a poco la sonrisa de burla que tenían en sus rostros por una cara de asombro. Cuando terminó, el decano, atónito, le dijo casi tartamudeando:
- ¿Cómo pudo hacerlo? ¡Hemos estado aquí varios días sin poder resolver estos teoremas!
El hombre, con sencillez, simplemente respondió:
- Yo soy el autor del libro.
La mejor forma de equivocarnos con las personas es juzgarlas por aspectos externos. Ninguna persona encaja fácilmente en los estereotipos que nos formulamos de ellas. Es por eso que las palabras de Dios tienen tanto valor: "No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Dios no mira lo que mira el hombre, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Dios mira el corazón". Ora a Dios para que te dé la sabiduría de no juzgar a las personas por aspectos externos sino por los principios que tienen.
A continuación, podrás leer una serie de errores humanos reales que se cometieron por juzgar inadecuadamente a la gente:
- Ronald Reagan , el ex-presidente de los Estados Unidos y ex-actor de cine, fue rechazado para el papel principal en una película de 1964 llamada “The Best Man” porque “no tenía apariencia de presidente”.
- El ballet “La consagración de la primavera“ de Igor Stravinsky, que hoy es considerado una de las obras cumbres de la música contemporánea, fue estrenado en 1913 en el teatro de los Campos Eiseos de París y el público lo atacó a naranjazos en el medio del teatro.
- Giuseppe Verdi (el de la Traviata, el de Va pensiero, el de la Donna è mobile) fue desaprobado en el examen de ingreso al conservatorio por tener una mala posición de manos al tocar el piano.
- Hablando de la Donna è mobile.... Verdi necesitaba un aria para terminar su opera Rigoletto, y la tarde anterior al estreno aun no la había compuesto. de mal humor, compuso algo con una armonía bien básica, a las apuradas, que él mismo consideró bastante de cuarta. Esa aria de descarte es la Donna è mobile, una de las más populares de la música clásica italiana.
- A Johann S. Bach, los críticos de su época le aconsejaron que no intentara innovar en sus composiciones, porque para ese momento, musicalmente ya estaba todo inventado. Bach vivió entre 1685 y 1750 (antes que Mozart, Beethoven, Chopin, Tchaikowsky, Ravel, Debussy, el jazz, el rock 'n' roll, el hip hop y la música contemporánea)
webcatolicodejavier.org
martes, 15 de noviembre de 2011
Tres palabras en desuso
Purgatorio, sufragios, indulgencias: tres palabras de consuelo y esperanza, de solidaridad y de perdón
Las palabras evocan la realidad, remiten a ella, nos la ponen delante, nos obligan a afrontarla. Hay palabras que, poco a poco, van siendo condenadas a un silencio que cubre con su sombra callada parcelas de las cosas que, no por no nombrarlas, dejan de existir. También en el vocabulario de la fe, las palabras suben y bajan, se cotizan más o menos, se pronuncian o se amordazan, según las preferencias de los hablantes.
Yo quisiera rescatar, en este mes de Noviembre, tres palabras de consuelo y de esperanza que pertenecen a la casa de las palabras del cristianismo. Son palabras de consuelo y esperanza, de solidaridad y de perdón.
La primera de ellas es "purgatorio". Cuando yo la pronuncio, viene a mi imaginación el retablillo de ánimas de mi Parroquia. Estaba casi siempre colocado en un muro lateral, a la derecha del presbiterio. En un bajorrelieve de madera policromada, aparecen representados muchos personajes anónimos sumergidos en un mar de llamas. Algunos de estos personajes llevan en sus cabezas insignias que los identifican como papas u obispos, como clérigos o religiosos. Otros no portan ningún distintivo especial. Hay hombres y mujeres, ancianos y jóvenes. En medio de las llamas, su gesto no denota desesperación, sino piadoso recogimiento, con las palmas de las manos unidas sobre el pecho, como si balbuciesen una plegaria interior. Yo recuerdo que, delante de ese retablillo, siempre lucían cirios y velitas encendidas. Esas pequeñas lamparitas simbolizaban perfectamente el acompañamiento de los vivos, que alumbraban con las luces de su amor lo que parecía ser el sufrimiento sereno de los personajes del retablo.
En esa sencilla representación de las ánimas se encerraba una consoladora verdad de nuestra fe. El purgatorio no es un infierno temporal: sus llamas no atormentan, los demonios no azuzan con sus tridentes el sufrimiento de los condenados. Las llamas del purgatorio son llamas de amor, que purifican y acrisolan a quienes las padecen. Ese mar de llamas - ese océano del amor - es la morada transitoria de muchos amigos que Dios. Su esperanza brota de la certeza de su salvación. Su sufrimiento, del ansia de contemplar para siempre el rostro de Dios. Por eso son almas benditas, que duermen, a la espera de un alegre despertar, el sueño de la paz. ¿Podemos hacer algo por ellas? ¿Podemos ayudarles a hacer más llevadera su espera, más acompañada su pena, más ligero su descanso? La fe nos dice que sí. Y bien lo comprendían los fieles de mi Parroquia cuando, ante el retablillo, encendían sus candelas.
Emerge así, del pozo de mis recuerdos, la segunda palabra: "sufragios". Una palabra también en desuso, aparentemente caducada. Pero en el desván de las palabras, si uno rebusca un poco, siempre termina encontrándolas, incluso las más escondidas, o las cubiertas por el espeso velo del olvido. El sufragio es la ayuda, el favor o el socorro; es decir, las obras buenas que se aplican por las almas del purgatorio. Los sufragios son siempre actos solidarios, de una solidaridad tan amplia que es capaz de cruzar el umbral de la muerte. ¿Cómo dejar de ofrecer estos sufragios? ¿Cómo no querer contribuir, si uno puede, a aliviar la situación de otros? Lo que mis parroquianos habían comprendido perfectamente es la profunda verdad de la comunión de los santos, el imposible aislamiento, el inadmisible ostracismo de los que aman a Dios. Y sin grandes estudios de Teología, pero dotados del saber de la fe, los fieles ofrecían oraciones, y limosnas, y obras de penitencia. Y sobre todo ofrecían el santo sacrificio de la Misa, la ofrenda de aquel que se hizo nuestro Sufragio, ayudándonos a ayudar, posibilitando nuestro auxilio.
La tercera palabra es una palabra de perdón: "indulgencias". Con sus oraciones y obras de penitencia, los fieles que peregrinan por este mundo - caminantes definitivamente no instalados, emigrantes que esperan el retorno - pueden acogerse a un indulto de gracia en favor de los difuntos dispensado en virtud de los méritos de Cristo y de los santos. La justicia de Dios y la solicitud de la Iglesia van siempre más allá de nuestros pobres códigos legales. En el Tribunal del Juez clemente no tiene la primacía el castigo, sino la recuperación del pecador y la restauración de los daños, la recomposición de las relaciones rotas causadas por su delito. Es como si Dios, conmovido por la perfecta obediencia del corazón de Cristo, derrochase perdón, con esa facilidad infinita para perdonar que emana de su también infinita misericordia.
Las tres palabras, “purgatorio”, “sufragios”, “indulgencias”, me llenan de paz al recordarlas; infunden en mi ánimo la serena alegría, la sobria ebriedad de creer. Por eso quiero rescatarlas, para que muchos labios las pronuncien, como las pronunciaban, sin acaso proferir las sílabas que las componen, los fieles de mi Parroquia delante del retablo de ánimas.
Guillermo Juan Morado
catholic.net
domingo, 13 de noviembre de 2011
No hizo nada malo... ni nada bueno
Evangelio: Mateo 25, 14-15.19-21
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira he ganado otros dos." Su Señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor."
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabía que eras exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo." El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco para que al volver yo pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al quien tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”.
NO HIZO NADA MALO… NI NADA BUENO
Simplemente no hizo nada el siervo que recibió un solo talento. No es que quiera empezar la historia por el final, sino que deseo centrar la reflexión de hoy en el tercero de los siervos, el que menos recibió y el que nada hizo. Porque esa es la gran tentación de hoy y de siempre: no hacer nada de verdadero provecho, dejarnos llevar por la comodidad, el simple bienestar, el ser supervisor de nubes. El Evangelio de hoy, como el de las vírgenes del domingo pasado, nos habla de la ausencia y el retorno de aquel ante quien hay que estar preparados y rendir cuentas.
¿Quién no ha oído alguna vez eso de que “soy muy bueno porque no robo ni mato”? ¿Es que uno ya es bueno porque no hace nada malo? La parábola de los talentos nos ofrece la respuesta condenando duramente el pecado de omisión. Porque los pecados no son solamente de comisión (cometer el mal) sino también de omisión (omitir el bien). Y fácilmente éstos últimos son más abundantes que los primeros, como descubriremos a poco que hagamos un poco de examen de conciencia.
El tercer siervo no hizo nada malo… ni nada bueno. Su pecado fue no hacer nada bueno, un pecado de omisión. Pecado porque sabía bien que el amo era exigente y deseaba ver aumentada la fortuna confiada a sus siervos. La gran responsabilidad de cada hombre, según muestra la parábola de hoy, es que sabemos que tenemos unos talentos y que hemos de hacerlos fructificar, esto es, hemos de hacer el bien en esta vida, todo lo que podamos según los talentos recibidos.
El libro de los Proverbios describe y alaba hoy a la mujer hacendosa. Precioso adjetivo de nuestra lengua castellana: “hacendoso”. Al significado de trabajador une el de bondadoso en las obras de su trabajo. Alaba la Escritura a quien gasta su vida en hacer el bien, reconociendo humildemente que los talentos que desarrolla los ha recibido de Dios. Sabe que Dios le ha dado unos dones y que tendrá que rendirle cuentas de ellos algún día. Teme a Dios. Se trata de un temor reverencial, no de un temor sinónimo de miedo. A Dios no se le ha de tener miedo, pero sí la reverencia debida ante Quien tenemos que presentar nuestros talentos convertidos en obras de amor. Por eso, ¡dichoso el que teme al Señor!, como proclama el salmista. Lástima que en muchas predicaciones no se explique bien el sentido bíblico y espiritual del santo temor, don del Espíritu Santo. Es un temor sin el cual no puede haber auténtico amor, como sólo es auténtico el amor de los hijos hacia los padres basado en el respeto, la reverencia y la responsabilidad en las obligaciones propias de los hijos.
Los siervos que hacen fructificar sus talentos temen al Señor, en este sentido. Trabajan con la mirada puesta en la venida de su señor, contentos y con gran ánimo al pensar que pueden presentarle un fruto abundante. Esperan trabajando, por eso temen. Trabajan con esperanza, por eso aman. Por el contrario, el que entierra su talento, ni ama ni teme a su señor y como no hay amor, ni hay responsabilidad ni hay frutos posibles.
San Pablo nos ofrece la mejor exhortación para que no cesemos en nuestra diaria misión de hacer fructificar los talentos, según el don recibido, y nos dice: “no durmamos, sino estemos vigilantes y despejados”.
P. Mario Ortega
En la barca de Pedro
sábado, 12 de noviembre de 2011
Vivir, conocer y comunicar la fe
La Carta apostólica «Porta fidei» (11-X-2011), mediante la que se convoca el «Año de la Fe», es una invitación a vivir la fe, conocer sus contenidos y comunicarla a otros, como puerta y camino hacia la vida en plenitud. En ese documento cabe señalar tres pasos.
VIVIR LA FE: CONVERSIÓN Y EVANGELIZACIÓN
Primero, redescubrir la fe, en todas sus dimensiones, para poder ser testigos de Cristo. La fe es una puerta que Dios abre para introducirnos en su vida íntima, a través de la Iglesia (n.1). Esta vida es la única vida plena para el hombre. Actualmente la «profunda crisis de fe» pide redescubrir la fe cristiana de manera nueva, para poder dar un testimonio coherente de Cristo. La guía segura para esa profundización es el Concilio Vaticano II: «la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX» (Juan Pablo II) (cf. nn. 1-5).
El testimonio cristiano pide ante todo la conversión personal, que lleva a implicarse en la nueva evangelización, es decir, en transmitir o comunicar la fe a otros. «La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos» (n. 7).
Como consecuencia, «redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año» (n. 9).
Aquí se subrayan dos aspectos de la fe: los contenidos de la fe (expresados en el Credo) y el acto de fe. La fe personal comienza con el acto de fe (la decisión y el asentimiento a Dios), que es movido por la gracia de Dios. No basta conocer los contenidos de la fe, sino que se requiere «abrir el corazón» (cf. Hch 16, 14), para aceptar lo que la fe propone.
La fe tiene consecuencias para la inteligencia y para la vida social: lleva a «comprender las razones por las que se cree» y «exige también la responsabilidad social de lo que se cree». No es algo puramente privado e individual: «la misma profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario. En efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia» (n. 10). (En efecto, el cristiano que cree se incorpora al Cuerpo o la familia de los creyentes). Esto no es obstáculo para que quien busca sinceramente la verdad, aunque todavía no tenga la fe cristiana, posea ya un «preámbulo» de la fe. Conocer la fe: el Catecismo de la Iglesia Católica.
Segundo: por ser la Iglesia el primer «sujeto de la fe», el Catecismo de la Iglesia Católica es, en nuestro tiempo, una referencia esencial para conocer y hacer vida los «contenidos» de la fe. «Subsidio precioso e indispensable», «uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II», fue entregado por Juan Pablo II a la Iglesia «como regla segura para la enseñanza de la fe y como instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial» (Const. ap. Fidei depositum).
En este horizonte, «el Año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados de modo sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica». En él se ofrece «una memoria permanente de los diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe». En las distintas partes de su estructura, íntimamente relacionadas, lo que presenta el Catecismo «no es una teoría, sino el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia»: Cristo (cf. n. 11).
Por tanto, Benedicto XVI espera que el Catecismo sea un apoyo para la fe en el momento actual, que «reduce el ámbito de las certezas racionales al de los los logros científicos y tecnológicos», ayudando a mostrar que no hay conflicto entre la fe y la verdadera ciencia (cf. n. 12).
COMUNICAR LA FE: EL TESTIMONIO CRISTIANO DEL AMOR
Tercero y último, el testimonio cristiano se centra en el amor, fruto y prueba de la fe (cf. St 2, 14-18). Repasa el Papa «la historia de nuestra fe» a partir de Jesucristo, inicio y consumación de la fe (cf. Hb 12, 2), y de la respuesta de María, de los apóstoles y demás discípulos, los mártires y todos aquellos llamados «a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban» (n. 13).
Señala Benedicto XVI: «La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino». La fe es lo que nos permite distinguir en los necesitados el rostro de Cristo (Mt 25, 40). Es esta fe, arraigada y edificada en Cristo y en su Cruz (cf. 1 P 1, 6-9), y manifestada con obras, la que se transmite mediante el testimonio coherente de los cristianos. Es esto lo que el mundo necesita de los cristianos: «Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin» (n. 15).
En definitiva, con esta carta, Benedicto XVI pone de relieve que la fe cristiana no es un puro sentimiento que podría aislarnos de los demás y del mundo; antes al contrario, es el único camino para encontrar y comunicar la vida verdadera y bella. La fe, que es primero un don de Dios, transforma la propia vida, impulsa a la razón y lleva a ponerse al servicio de todos. Porque interpela a la razón y da sentido a la vida, la fe pide conocer (¡estudiar!) sus contenidos y ser vivida con autenticidad. La fe es vida y conocimiento, impulso y resplandor, oferta libre y aventura de plenitud.
Ramiro Pelletero
fluvium.org
viernes, 11 de noviembre de 2011
Oración a Jesús en el sagrario
Jesús
¡Oh Dios escondido en la prisión del sagrario!, todas las noches vengo feliz a tu lado para darte gracias por todos los beneficios que me has concedido y para pedirte perdón por las faltas que he cometido en esta jornada, que acaba de pasar como un sueño...
¡Qué feliz sería, Jesús, si hubiese sido enteramente fiel! Pero, ¡ay!, muchas veces por la noche estoy triste porque veo que hubiera podido responder mejor a tus gracias... Si hubiese estado más unida a ti, si hubiera sido más caritativa con mis hermanas, más humilde y más mortificada, me costaría menos hablar contigo en la oración.
Sin embargo, Dios mío, lejos de desalentarme a la vista de mis miserias, vengo a ti confiada, acordándome de que «no tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos». Te pido, pues, que me cures, que me perdones, y yo, Señor, recordaré que «el alma a la que más has perdonado debe amarte también más que las otras...» Te ofrezco todos los latidos de mi corazón como otros tantos actos de amor y de reparación, y los uno a tus méritos infinitos.
Y te pido, divino Esposo mío, que seas tú mismo el Reparador de mi alma y que actúes en mí sin hacer caso de mis resistencias; en una palabra, ya no quiero tener más voluntad que la tuya. Y mañana, con la ayuda de tu gracia, volveré a comenzar una vida nueva, cada uno de cuyos instantes será un acto de amor y de renuncia.
Después de haber venido así, cada noche, al pie de tu altar, llegaré por fin a la última noche de mi vida, y entonces comenzará para mí el día sin ocaso de la eternidad, en el que descansaré sobre tu divino Corazón de las luchas del destierro... Amén.
Santa Teresita
catholic.net
jueves, 10 de noviembre de 2011
Todo estará bien cuando Dios así lo quiera
Los actos de recuerdo de los que se han ido, nos corresponden, pues somos espíritus encarnados, y deseamos seguir unidos a parientes y amigos con los que hemos compartido nuestras vidas, con sus alegrías y sus penas.
No están más lejos de nosotros que Dios, y Dios está cercano. Lo humano y lo divino unen sus manos a través del vacío que es la muerte, y la nostalgia que sentimos por nuestra reunión final, nos trae una misteriosa paz a nuestros corazones. Todo estará bien cuando Dios así lo quiera.
Espacio Sagrado
iglesia.org
miércoles, 9 de noviembre de 2011
¿Por qué hacer oración?
En la medida en que el hombre progresa en su vida de oración, esos instantes divinos se irán tornando más y más frecuentes
Nada más indispensable que la oración. Más que el aire y el alimento, pues es el alimento del alma. El que no ora está peor que el que no come: la muerte del alma será solo cuestión de tiempo. Es comúnmente a través de la oración que el ser humano recibe la gracia, las fuerzas para llevar virtuosamente la lucha de todos los días.
Entretanto, la experiencia común y fácilmente visible muestra que al hombre de nuestros días no le es fácil recoger sus sentidos y espíritu para entablar ese necesario diálogo con Dios. Las "ocupaciones", las "obligaciones", (mejor, las "agitaciones") etc., lo cierto es que aún teniendo tiempo disponible, lo que al hombre de hoy le es difícil es sosegar su espíritu para con calma y serenidad comenzar a pensar en las realidades divinas, y buscar entablar una conversación con su Hacedor.
Entonces, un primer ejercicio a realizar es buscar esos espacios a lo largo del día para sosegar el espíritu. Establecer un horario. Muy probablemente en esos instantes inquietarán a la mente las "mil cosas por hacer", pero, justamente, debemos tener claro la principal de esas "mil cosas" será buscar la disposición de ánimo para hablar con Dios. Y con el tiempo, el esfuerzo y el favor de Dios, se irá habituando el espíritu a esos espacios.
A grandes rasgos, la oración personal puede ser vocal, meditativa y contemplativa. Estos tres grandes tipos no son compartimientos enteramente separados, sino que pueden mezclarse dependiendo de cada temperamento y del nivel alcanzado por cada uno en su vida espiritual.
Por ejemplo, al momento de rezar el Rosario a la Virgen -sublime oración vocal-, es forzoso, para no imitar a los papagayos, ir meditando en las verdades de la fe que nos propone cada uno de los misterios. Por ej. la solemnidad juvenil y sacral del Niño Dios, enseñando con autoridad casta y firme a los avisados ancianos doctores de la Ley, y anteponiendo el cumplimiento de su deber divino de predicador incluso a los afectos purísimos de su Madre. O el dolor profundo, inenarrable, pero también serenísimo del Cordero sin mancha clavado en la Cruz, que tenía a la vez ojos de misericordia total hacia sus propios verdugos, y ojos contemplativos dirigidos hacia su Padre Eterno que ya abría sus brazos para recibir su alma divina. Etc.
Es decir, una oración meramente vocal, como la recitación del Rosario, ya debe estar impregnada de meditación. Entretanto, quien no encuentre con facilidad temas de meditación, aquel que fácilmente se distraiga, no debe intimidarse o desanimarse, que ningún proyecto comienza hecho, sino que todo hay que irlo construyendo...
Sin embargo, como vemos, la oración mucho se beneficia de la lectura espiritual, que nos da elementos para comunicarnos con el Creador. Es decir, el cristiano debe alimentar su oración con lectura de la biblia, o de una buena historia sagrada, o de vidas de santos, un buen catecismo, o libros de piedad preferiblemente escritos por santos, etc. ¿Que no tenemos el hábito de la lectura? Podemos también pedirlo a Dios en la oración. También se pueden recoger elementos de religión escuchando un buen programa radial o televisivo, aunque la lectura siempre prima, porque exige más el esfuerzo de la voluntad, y con ello se favorece la memorización, el recuerdo.
La meditación es el momento de la purificación de nuestro amor
Esas lecturas espirituales son por lo demás la ´materia prima´ del segundo tipo de oración que es la meditación. La meditación es un recorrer alguna o algunas verdades de la fe con el entendimiento, pero excitando en la voluntad afectos amorosos hacia Dios. No es por tanto una simple lectura espiritual, sino que es algo a la manera de una lectura espiritual mental reflexionada, con espacios para re-pensar lo que se está considerando, pero sobre todo con momentos en que nuestro amor agradece al Creador por los múltiples dones y beneficios que nos ha dado y que constantemente nos dispensa.
¿Cómo no agradecer el infinito hecho de la Encarnación del Hijo del Hombre, que nos salvó, que sublimó la naturaleza humana hasta un culmen impensable por cualquier mente creada, que nos dio el ejemplo perfecto para imitar a todo momento, bajo cualquier aspecto? Cuanto amor debería suscitar en nuestras almas, la consideración meditativa de todo un Dios-hombre, nacido de una Inmaculada Virgen Madre. Y así con los múltiples temas de la religión cristiana.
La meditación, pues, debe ser sobre todo el momento del amor, de la purificación y direccionamiento de nuestros afectos rumbo al Creador. Esa es la clave de todo, pues es el amor el que nos eleva hasta el Infinito. Y Dios, que sí conoce la ley reciprocidad en el amor, no permanece impávido ante nuestros afectos, sino que nos responde el millón por uno.
La vida contemplativa
El amor a Dios atrae uno de sus principales dones, que es la capacidad de contemplación, el tercer tipo de oración, en el que nos adentramos ya en la experiencia llamada mística.
La contemplación -oración de los adelantados en los caminos de la santidad- "es una deliciosa admiración de la verdad resplandeciente", según afirma una obra que otrora se atribuyó a San Agustín. Es "una santa embriaguez que aparta al alma de la caducidad de las cosas temporales y que tiene por principio la intuición de la luz eterna de la Sabiduría", expresa el Santo de Hipona. Es "una mirada libre y penetrante del espíritu suspendida de admiración ante los espectáculos de la Divina Sabiduría", nos dice Ricardo de San Víctor. La contemplación es "una sencilla intuición de la verdad que termina en un movimiento afectivo", expresa Santo Tomás de Aquino. "La contemplación no es más que una amorosa, simple y permanente atención del espíritu a las cosas divinas" manifiesta San Francisco de Sales. "La contemplación es una vista de Dios o de las cosas divinas simple, libre, penetrante, cierta, que procede del amor y tiende al amor", expresa el P. Lallemant.
El estado contemplativo en su perfección es la mayor unión posible con Dios en esta tierra, y por ello es propio de las almas que se hallan en un alto grado de la vida espiritual. Entretanto, siendo el punto final del camino de una vida espiritual, no es extraño que Dios vaya dando algo de ello en medio del camino, nos muestre de cuando en vez las delicias que esperan a quien persevera en la oración.
Son momentos en que sentimos una inexpresable alegría en el fondo del espíritu, momentos en que percibimos a la par de una dulzura exquisita una fortaleza interna especial. Instantes en que nos sentimos acariciados por una mano de una tersura indefinible, que nos sosiega, nos alivia, nos anima serenamente. En la medida en que el hombre progresa en su vida de oración, esos instantes divinos se irán tornando más y más frecuentes.
Entretanto, todo comienza con un reconocimiento de la debilidad del hombre, con la humildad, con el saber que "solo Dios basta" y no mis fuerzas, y por tanto con la conciencia de la necesidad necesarísima de la oración.
Saúl Castiblanco
es.gaudiumpress.org
martes, 8 de noviembre de 2011
¿ Qué es el Purgatorio ?
Pensemos, antes que nada, en un día lluvioso en el que nos dirigimos a pie a una casa para visitar a unos amigos. Cuando llegamos, nos limpiamos los zapatos en la alfrombilla de la entrada, nos sacudimos un poco la ropa y el paraguas para que caiga el agua. Nuestra intención es, por tanto, entrar a esa casa sin manchar el suelo.
Pues bien, amigos. Cuando nos morimos, puede ocurrir una de las siguientes tres cosas: Vamos al Cielo directamente, vamos al Infierno, o bien vamos al Purgatorio. El Purgatorio es un estado en el que se encuentra la persona que ha muerto en gracia de Dios pero que no está plenamente purificada, y donde se es purificado para disfrutar plenamente de la presencia de Dios. Se trata de una persona salvada que vive en el amor de Dios y la salvación pero no de una manera plena, ya que ha de esperar ese encuentro hasta que esté preparado, es decir, cuando haya sido perfectamente purificado. Por tanto, tenemos que estar impecablemente limpios para entrar en el Cielo.
¿En qué consiste el Purgatorio? Básicamente, se trata de ver una y otra vez, como si de una película se tratase, ciertos pecados que hemos cometido (errores u omisiones) durante nuestra vida. El dolor y la humillación de verlos repetidamente nos provocará sufrimientos.
Alguno puede pensar: ¿Pero dónde se refleja en la Biblia el Purgatorio? Aunque no aparece la palabra literalmente, sí que se muestra el concepto en múltiples pasajes bíblicos. San Pablo, por ejemplo, nos narra lo siguiente respecto al día del juicio, refieriéndose con la palabra "fuego" al concepto del "Purgatorio".
"Un día se verá el trabajo de cada uno. Se hará público en el día del juicio, cuando todo sea probado por el fuego. El fuego, pues, probará la obra de cada uno. Si lo que has construido resiste el fuego, será premiado. Pero si la obra se convierte en cenizas, el obrero tendrá que pagar. Se salvará pero no sin pasar por el fuego". (1 Cor 3,13-15)
La "obra" simboliza lo que hemos hecho durante nuestra existencia. Lo que quiere decir San Pablo es que la persona irá al Cielo directamente o bien, se salvará, pero pasando previamente por el fuego, símbolo de purificación (Purgatorio).
Pensemos ahora en un ser querido que ha tenido que emigrar a otro continente y no tenemos medios actualmente para ir a verle. Esta persona sufre de no poder disfrutar de la presencia del ser querido, pero le ama y sabe que lo volverá a ver pasado un tiempo. Del mismo modo, la persona que está en el Purgatorio tiene la esperanza de que un día podrá estar con Dios, pero mientras se prepara para ese encuentro, sufre por no poder acompañarle.
Ahora, ustedes se estarán preguntando quizás qué han de hacer para minimizar su estancia en el Purgatorio. Evidentemente, además de ser buenos católicos, hay que hacer algo más. Les voy a contar "el plan de fuga":
¿Conocen el Escapulario? El Escapulario es un símbolo de la protección de la Madre de Dios a sus devotos y un signo de su consagración a María. Nos lo dio la Santísima Virgen. Se lo entregó al General de la Orden del Carmen, San Simón Stock, el 16 de julio de 1251, con estas palabras: «Toma este hábito, el que muera con él no padecerá el fuego eterno».
Alude a este hecho el Papa Pío XII cuando dice: «No se trata de un asunto de poca importancia, sino de la consecución de la vida eterna en virtud de la promesa hecha, según la tradición, por la Santísima Virgen». El llamado "Privilegio sabatino", reconocido por el Papa Pío XII, consiste en que la Virgen, a los que mueran con el Santo Escapulario y expíen en el Purgatorio sus culpas, con su intercesión hará que alcancen la patria celestial lo antes posible, o, a más tardar, el sábado siguiente a su muerte.
De esta forma, el tiempo de estancia en el Purgatorio sería como mucho, de siete días.
Si desean saber más sobre el Escapulario, visiten http://webcatolicodejavier.org/escapulario.html
Supongo que a estas alturas del artículo, ya deben imaginarse que yo llevo un escapulario. ¡ En efecto ! Les recomiendo que visiten el monasterio o parroquia Carmelita más cercana y soliciten también la imposición de un escapulario a un sacerdote.
¿Necesitan nuestra oración las almas del Purgatorio? La respuesta es afirmativa. Hemos de pedir por ellas al Señor, a la Virgen María y a algunos Santos para que las benditas almas salgan pronto del Purgatorio. El abogado de las almas del Purgatorio es San Nicolás de Torentino (ver imagen superior). Podemos rezarle con la siguiente oración:
¡Oh glorioso Taumaturgo y Protector de las almas del purgatorio, San Nicolás de Tolentino! Con todo el afecto de mi alma te ruego que interpongas tu poderosa intercesión en favor de esas almas benditas, consiguiendo de la divina clemencia la condonación de todos sus delitos y sus penas, para que saliendo de aquella tenebrosa cárcel de dolores, vayan a gozar en el cielo de la visión beatífica de Dios. Y a mi, tu devoto siervo, alcánzame, ¡oh gran santo!, la más viva compasión y la más ardiente caridad hacia aquellas almas queridas. Amén.
También podemos dirigirnos al Señor de la siguiente forma en favor de las almas del Purgatorio:
Dios omnipotente, Padre de bondad y de misericordia, apiadaos de las benditas almas del Purgatorio y ayudad a mis queridos padres y antepasados.
A cada invocación se contesta: ¡Jesús mío, misericordia!
Ayudad a mis hermanos y parientes.
Ayudad a todos mis bienhechores espirituales y temporales.
Ayudad a los que han sido mis amigos y súbditos.
Ayudad a cuantos debo amor y oración.
Ayudad a cuantos he perjudicado y dañado.
Ayudad a los que han faltado contra mí.
Ayudad a aquellos a quienes profesáis predilección.
Ayudad a los que están más próximos a la unión con Vos.
Ayudad a los que os desean más ardientemente.
Ayudad a los que sufren más.
Ayudad a los que están más lejos de su liberación.
Ayudad a los que menos auxilio reciben.
Ayudad a los que más méritos tienen por la Iglesia.
Ayudad a los que fueron ricos aquí, y allí son los más pobres.
Ayudad a los poderosos, que ahora son como viles siervos.
Ayudad a los ciegos que ahora reconocen su ceguera.
Ayudad a los vanidosos que malgastaron su tiempo.
Ayudad a los pobres que no buscaron las riquezas divinas.
Ayudad a los tibios que muy poca oración han hecho.
Ayudad a los perezosos que han descuidado tantas obras buenas.
Ayudad a los de poca fe que descuidaron los santos Sacramentos.
Ayudad a los reincidentes que sólo por un milagro de la gracia se han salvado.
Ayudad a los padres que no vigilaron bien a sus hijos.
Ayudad a los superiores poco atentos a la salvación de sus súbditos.
Ayudad a los pobres hombres, que casi sólo se preocuparon del dinero y del placer.
Ayudad a los de espíritu mundano que no aprovecharon sus riquezas o talentos para el cielo.
Ayudad a los necios, que vieron morir a tantos no acordándose de su propia muerte.
Ayudad a los que no dispusieron a tiempo de su casa, estando completamente desprevenidos para el viaje más importante.
Ayudad a los que juzgaréis tanto más severamente, cuánto más les fue confiado.
Ayudad a los pontífices, reyes y príncipes.
Ayudad a los obispos y sus consejeros. Ayudad a mis maestros y pastores de almas.
Ayudad a los finados sacerdotes de esta diócesis.
Ayudad a los sacerdotes y religiosos de la Iglesia católica.
Ayudad a los defensores de la santa fe.
Ayudad a los caídos en los campos de batalla.
Ayudad a los sepultados en los mares.
Ayudad a los muertos repentinamente.
Ayudad a los fallecidos sin recibir los santos sacramentos.
V. Dadles, Señor, a todas las almas el descanso eterno.
R. Y haced lucir sobre ellas vuestra eterna luz.
V. Que en paz descansen.
R. Amén.
Javier López
Web Católico de Javier
Artículo de la semana:
Vengo por ti
Estoy cansado de trabajar y de ver a la misma gente, camino a mi trabajo todos los días, llego a la casa y mi esposa sirvió lo mismo de la c...