domingo, 31 de octubre de 2010

Un "pez gordo"

Lucas 19,1-10. Tiempo Ordinario. Zaqueo le promete a nuestro Señor un cambio radical de vida y de comportamiento.

Lucas 19, 1-10

Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: "Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa." Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo: "Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador." Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: "Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo." Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido."

Reflexión

Hoy aparece en escena un personaje impresionante. Y no precisamente por su estatura, pues era un hombre muy bajito. Pero era jefe de publicanos y un famoso recaudador de impuestos. Ya sabemos quiénes y qué reputación tenían los publicanos en los tiempos de Jesús. Eran colaboracionistas del régimen opresor. Y, por tanto, eran considerados como traidores y enemigos de Israel, pues se encargaban de sacar el dinero a la gente para entregarlo al invasor: al César y a los odiosos romanos. Pero, además, éste es –como solemos decir— “un pez gordo”. Casi casi como un “padrino” de publicanos. Era obvio, pues, que el pueblo judío lo despreciara.

Sin embargo, tiene la curiosidad de un niño y no duda en encaramarse en una higuera del camino por donde iba a pasar Jesús. A pesar de su aparente o supuesta maldad, todavía le queda algo de esa sana ingenuidad y sencillez que se necesita para creer. Sabe prescindir de su categoría y de su condición social, y no teme hacer el ridículo con tal de ver a Jesús. En el fondo, parece no es tan malo, pues está dispuesto a ver y a hablar a Jesús, si le es posible, sin importarle la opinión de los demás. Este jefe de publicanos se llamaba Zaqueo.

Nuestro Señor, que con su fina observación ya se había dado cuenta de lo que estaba sucediendo a su alrededor, quiso recompensar con largueza aquel gesto de interés de ese hombrecillo. Jesús se detiene a saludarlo por el camino. Pero no sólo. Él mismo se autoinvita a comer a su casa: “Baja pronto, Zaqueo –le dice el Señor— porque hoy tengo que hospedarme en tu casa”. Tener amistad con un personaje tan poco prestigioso no acarrarearía buena fama a nuestro Señor. Pero Jesús nunca se preocupó de los comentarios de la gente, y menos cuando se trataba de salvar a las almas para llevarlas a Dios.

Es curioso el lenguaje que usa nuestro Señor: “Hoy tengo que hospedarme en tu casa”. Como si se tratara de una obligación. En todo caso, era un deber de su amor redentor. Aquel día Jesús entraría a la casa de Zaqueo porque había sonado para él la hora de la salvación. “Te compadeces de todos porque todo lo puedes –nos dice el libro de la Sabiduría—; cierras los ojos a los pecados de los hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho. A todos perdonas porque son tuyos, Señor, amigo de la vida” (Sab 11, 24-27). Estas palabras están tomadas de la primera lectura de este domingo. Pero, además, es uno de los textos que usa la Iglesia el miércoles de Ceniza para invitar a todos los cristianos a la conversión y al acercamiento a Dios a través de los sacramentos.

Zaqueo –nos refiere el evangelista— bajó enseguida del árbol y lo recibió muy contento en su casa. Tenía fama de pecador público, pero, en el fondo de su corazón, era mucho mejor que tantos fariseos, que se sentían “perfectos”. Al menos, este Zaqueo, como tantos otros publicanos y pecadores, tenía la sencillez de corazón suficiente para acoger a Jesús sin prevenciones y espíritu crítico –como lo hacían muchos de los fariseos y saduceos— y tenía las disposiciones interiores necesarias para recibir la salvación que Jesús le traía.

Por eso, nuestro Señor pronunció aquellas palabras tan fuertes contra los dirigentes religiosos de Israel: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, guías ciegos, que no entráis vosotros en el Reino de los cielos, y que impedís entrar a los que querrían hacerlo!” (Mt 23,13). Y en otra ocasión pronunció esta dura sentencia: “Yo os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el Reino de los cielos” porque, a pesar de sus muchos pecados, ellos sí supieron acoger con humildad el mensaje y la salvación de Jesús, cosa que aquéllos no hicieron.

Y, lo más hermoso de todo, es ver la actitud tan sincera de Zaqueo, que le promete a nuestro Señor un cambio radical de vida y de comportamiento. Puesto en pie, como para dar mayor solemnidad a su promesa, le dice a Jesús: “Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más”. De verdad que ha sonado la hora de la salvación para este hombre, como nuestro Señor le confirma: “Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también éste es hijo de Abraham. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.

Ésta es siempre la actitud de nuestro Señor. Ésa es su misión. Para eso se encarnó y se hizo hombre, y para eso vino al mundo: para perdonar y no para juzgar; para salvar y no para condenar. Por eso era siempre comprensivo e infinitamente misericordioso con todos, especialmente con los extraviados. Ninguno de nosotros podemos dudar, pues, del amor y del perdón que Jesús nos concede en el sacramento de la penitencia.

¡Qué dicha y qué consuelo saber que contamos con un Redentor de tanta bondad y misericordia! Y los sacerdotes son sus representantes e intermediarios para darnos la salvación que Dios nos ofrece. Ojalá que, a partir de hoy, acudamos con más confianza al sacramento de la reconciliación, en donde Jesús nos espera con los brazos abiertos para acogernos y “cenar con nosotros”, como lo hizo aquel hermoso día con Zaqueo.

P. Sergio Cordova
catholic.net

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sábado, 30 de octubre de 2010

Hoy y no mañana


Prefiero que compartas conmigo unos pocos minutos ahora que estoy vivo y no una noche entera cuando yo muera.

Prefiero que estreches suavemente mi mano ahora que estoy vivo, y no apoyes tu cuerpo sobre mí cuando yo muera.

Prefiero que hagas una sola llamada ahora que estoy vivo y no emprendas un inesperado viaje cuando yo muera.

Prefiero que me regales una sola flor ahora que estoy viva y no me envíes un hermoso ramo cuando yo muera.

Prefiero que elevemos al cielo una oración ahora que estoy vivo y no una misa cantada y celebrada cuando yo muera.

Prefiero que me digas unas palabras de aliento ahora que estoy vivo y no un desgarrador poema cuando yo muera.

Prefiero escuchar un solo acorde de guitarra ahora que estoy vivo, y no una conmovedora serenata cuando yo muera.

Prefiero me dediques una leve plegaria ahora que estoy vivo y no un político epitafio sobre mi tumba cuando yo muera.

Prefiero disfrutar de los mas mínimos detalles ahora que estoy vivo y no de grandes manifestaciones cuando yo muera.

Prefiero escucharte con un poco de nerviosismo diciendo lo que sientes por mí, ahora que estoy vivo, y no un gran lamento porque no lo dijiste a tiempo, y ahora estoy muerto.

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viernes, 29 de octubre de 2010

Dios siempre está con nosotros

John Powell, un profesor de Loyola University en Chicago, escribe sobre un estudiante de su clase de La Teología de la Fe llamado Tommy.
Hace unos doce años atrás, yo estaba de pie observando a mis estudiantes de la universidad mientras entraban al salón para nuestra primera sesión de Teología de la Fe.

–Ése fue el primer día que vi a Tommy.
Tommy estaba peinando su larga melena rubia, que caía 15 cm. por debajo de sus hombros. Como ese día no estaba preparado para ello, mis emociones se alteraron y de inmediato catalogué a Tommy de “extraño… muy extraño”.
Tommy resultó ser el “ateo de la clase” en mi curso de Teología de la Fe.
Él objetaba constantemente, sonriendo sarcásticamente sobre la posibilidad de un Dios/Padre que nos ama incondicionalmente.
Cuando al terminar el curso vino a entregar su examen final, me preguntó en un tono algo cínico:
-¿Cree usted que alguna vez encontraré a Dios?
Inmediatamente decidí usar un poquito de la técnica de la terapia de shock.
- ¡No!, le dije muy enfáticamente.
- ¿Por qué no?, me respondió, yo creía que ése era el producto que usted estaba vendiendo.
Dejé que estuviese a unos cinco pasos de la puerta del salón y alcé mi voz para decirle:
- ¡Tommy! Creo que tú nunca encontrarás a Dios… Pero estoy absolutamente seguro de que Él te encontrará a ti.
Él se encogió de hombros y salió de mi clase y de mi vida.

Yo me quedé algo frustrado por el hecho de que no había captado mi ingeniosa observación:
“¡Él te encontrará a ti!”, por lo menos yo pensaba que había sido ingeniosa…
Un tiempo después me enteré que Tommy se había graduado y me dio el debido gusto.
Más adelante me llegó una triste noticia, supe que Tommy padecía de un cáncer terminal.
Antes de que yo pudiera salir a buscarlo, él vino a verme.
Cuando entró en mi oficina lucía demacrado y su larga cabellera había desaparecido debido a la quimioterapia. Pero sus ojos brillaban y su voz tenía una firmeza que no tenía antes.
-Tommy, he pensado mucho en ti… oí que estabas enfermo, le dije en un tono casual.
- Oh, sí, muy enfermo, me respondió, tengo cáncer en ambos pulmones. Es cuestión de semanas.
- Tom, ¿puedes hablar sobre eso?, le pregunté.
- Por supuesto, ¿que quiere saber?, me contestó.
-¿Qué se siente al tener sólo 24 años y estar muriendo?- le dije.
- Bueno, podría ser peor.
¿Peor, cómo qué?
- Bueno, como llegar a los cincuenta años sin tener valores o ideales; o llegar a los cincuenta creyendo que beber, seducir mujeres y hacer dinero son “lo máximo” de la vida.
Antes había clasificado a Tommy de extraño… Parece ser como si a todo aquel que yo rechazara mediante mi propia calificación, Dios lo devolviera a mi vida para que me educara.
-Pero por lo que en realidad vine a verlo es por algo que usted me dijo el último día de clases. (¡Se acordó!)
Él continuó diciendo:
- Yo le pregunté si usted creía que yo llegaría alguna vez a encontrar a Dios. Usted me dijo que ¡No!, cosa que me sorprendió mucho. Entonces usted dijo: “Pero Él te encontrará a ti”.
Estuve pensando mucho en eso, aunque no se puede decir que mi búsqueda era muy intensa en aquel entonces.
Pero cuando los doctores removieron el tumor que tenía en la ingle y me dijeron que era maligno, ahí fue que empecé a buscar seriamente a Dios.
Y cuando el cáncer se regó a mis órganos vitales, de verás que empecé a golpear fuertemente con mis puños las puertas del Cielo… pero Dios no salió. De hecho, no pasó nada.
¿Alguna vez ha tratado de hacer algo con mucho esfuerzo sin obtener ningún resultado? Uno se harta psicológicamente, se aburre de tratar, tratar y tratar… y eventualmente, uno deja de intentarlo.
Bueno, pues un día me desperté y en lugar de estar lanzando mis reclamos inútiles por encima de ese muro de ladrillos a un Dios que posiblemente no estuviera ahí, me rendí…
Decidí que en realidad no me importaba Dios, ni una vida después de la muerte, ni nada que se le pareciera.
Decidí pasar el tiempo que me quedara haciendo algo más provechoso.
Pensé en usted y en su clase y recordé otra cosa que usted nos había dicho: “La mayor tristeza es pasarse la vida sin amar. Pero sería igualmente triste pasar por la vida e irse, sin nunca haberle dicho a los que uno ama, que los ama”.
Fue más fácil con mi madre y con mi hermano pequeño. También ellos lloraron conmigo y nos abrazamos y nos dijimos cosas bonitas los unos a los otros. Compartimos las cosas que habíamos guardado en secreto por tantos años. Sólo me arrepiento de una cosa… ¡¡¡de haber esperado tanto tiempo!!!
Ahí estaba, comenzando a abrirme a todas las personas que siempre habían estado tan cerca de mí. Entonces, un día me giré ¡y ahí estaba Dios! No vino a mí cuando yo se lo rogaba.
Me imagino que yo me portaba como un entrenador de animales aguantando el aro para que saltaran: ¡Vamos, salta! Te doy tres días, tres semanas.’ Aparentemente Dios hace las cosas a Su manera y a Su hora.
Pero lo importante es que Él estaba ahí
¡Me había encontrado! Usted tenía razón, me encontró aún después de que yo dejé de buscarle.
- Tom, le dije casi sin aliento, yo creo que estás diciendo algo muy importante y más universal de lo que tú te puedas imaginar. Por lo menos para mí, lo que estás diciendo es que la forma más segura de encontrar a Dios: Es la de no hacerlo una posesión particular, un solucionador de problemas, un consuelo instantáneo en tiempos de necesidad… sino abrirse al amor!!! Sabes, el apóstol Juan dijo eso, él dijo: “Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.”
Tom, ¿podría pedirte un favor?, pregunté. Fíjate, cuando te tenía en mi clase eras una verdadera molestia, pero (riendo) ahora puedes compensarme por todo… ¿Vendrías a mi curso de Teología de la Fe y les contarías lo que acabas de contarme? Si yo se lo dijera a ellos, no tendría el mismo impacto que puede tener al contárselo tú.
- Oohh.Yo estaba listo para usted, pero no sé si estoy listo para su clase.
- Piénsalo, Tom, y si te sientes listo, llámame.
Tom me llamó a los pocos días y me dijo que estaba listo para la clase, que él quería hacer eso por Dios y por mí. Así que planificamos la cita, pero Tom nunca pudo llegar… Él tenía una cita mucho más importante que la mía y mi clase.
Por supuesto que su vida no terminó con la muerte, sólo cambió. Él dio el gran salto de la fe a la visión. Él encontró una vida más hermosa que todo lo que ha visto el ojo humano o que el oído humano haya escuchado o que la mente del ser humano jamás se haya imaginado.
Antes de que él muriera, hablamos una última vez.
-No voy a poder llegar a su clase”, me dijo.
- Lo sé, Tom.
- ¿Les hablará usted por mí? ¿Le hablará al mundo entero por mí?
-Sí,
-Tom, les hablaré. Lo haré lo mejor que pueda.
Así que a todos ustedes que han tenido la bondad de leer esta simple historia sobre el amor de Dios, gracias por el tiempo.
Y a ti, Tommy, en los brillantes y verdes cerros del Cielo, lo expliqué lo mejor que pude…
DIOS SIEMPRE ESTÁ CON NOSOTROS

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jueves, 28 de octubre de 2010

San Judas Tadeo y Simón



Fiesta: 28 de octubre

Etimológicamente significa “honrado, alabanza”. Y Simón = “Dios le oye”. Vienen de la lengua hebrea.

Hoy se celebra en toda la Iglesia universal la fiesta de estos dos apóstoles del Evangelio.

Simón pertenecía al grupo formado en Israel. Se llamaban los “zelotes”. Su fin era trabajar duramente contra la invasión romana en su país. Sin embargo, la escucha de la palabra de Cristo fue para él el descubrimiento a la universalidad del amor de Dios.

Judas se ha convertido en un de los santos más populares por los favores que concede a la gente en lo concerniente a la búsqueda de trabajo.
Esta devoción la vivió ya en su vida la santa Brígida. Se puede leer en su libro “Las revelaciones” el profundo respeto y devoción por este apóstol del siglo I de nuestra era.

¿Por qué razón celebran la fiesta el mismo día?

La cosa es muy sencilla. Cuenta la tradición que los dos iban siempre juntos en su rico y fecundo apostolado. El Señor lo llamó para completar el número de los doce apóstoles, encargados de ser los continuadores de la obra de Jesús en el mundo.

Se le llama Tadeo para distinguirlo del otro Judas Iscariote que traicionó, vendió al Señor por treinta monedas de plata y después se ahorcó.

San Judas escribió poco. Tan sólo una Carta suya se encuentra en la Biblia. La finalidad de su escrito era una crítica severa contra los gnósticos, una herejía que separa lo físico de lo espiritual. Lo físico o corporal es malo, y el espiritual es el bueno. Y los dos provienen mediante emanaciones del mismo Dios.

Su Carta termina con estas palabras:" Sea gloria eterna a nuestro Señor Jesucristo, que es capaz de conservarnos libres de pecados, y sin mancha en el alma y con gran alegría".

Los dos murieron martirizados de forma cruel.

¡Felicidades a quienes lleven este nombre!

P. Felipe Santos
catholic.net

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miércoles, 27 de octubre de 2010

El respeto conyugal

La primera condición que deben vivir los cónyuges es el mutuo respeto. Respetar significa aceptar al otro como esa persona es. Esta diferencia comienza por la distinción radical de dos sexos. Cuántos problemas matrimoniales se solucionarían si los esposos supiesen respetar esa diferencia elemental.

El ser humano es sexuado desde la última partícula de su ser hasta la primera. No existe una sola célula que no traiga la marca de masculino o femenino. Lo mismo se podría decir de las actitudes: no hay gesto, sentimiento o emoción que no esté impregnado de lo masculino o femenino.

Algunos varones creen que se casaron con un ser humano que tiene el aspecto físico de mujer –belleza y formas femeninas- y mente de varón. Algunas mujeres juzgan que se casaron con un mozo que tiene la fortaleza de un hombre y el alma de mujer, lo cual puede ser jocoso. Sería preciso conscientizarlos de las diferencias. Ni el se casó con un ejecutivo dotado de encantos femeninos ni él se casó con una “mademoiselle” con músculos de luchador. Esto que puede parecer gracioso es lo cotidiano.

Este contraste psicológico puede llevar al marido a decir que se casó con un ser complicado, y llevar a la mujer a pensar que se casó con un ser egoísta y grosera. Esas desavenencias íntimas terminan a veces en tristes decepciones.

Al hombre le gusta sentirse superior. La mujer experimenta orgullo de sentir esa fuerza a su servicio. Es bello experimentar que esa energía masculina trabaja para su felicidad (…).

La mujer tiene la gran virtud de entregarse sin medida, y desearía que el hombre amara así: encima de cualquier mujer y de cualquier interés. La mujer está dotada para arrancar secretos del alma, como vemos en el caso de Sansón y Dalila; y sabe llevar al marido a terrenos de confidencias íntimas. Por eso cuando el marido llega a casa, generalmente ella desea establecer conversaciones. Éste, tal vez cansado o preocupado con sus problemas laborales, se encierra en su mundo o viendo la TV y, si llega un colega a consultarle algo, rápidamente se sale de su sillón para atenderlo, prepara un aperitivo y pasa horas interminables con él. La mujer, desolada, piensa que le tiene más confianza al amigo que a ella, que es feliz con otros, y se despiertan los celos. Y no es verdad. Ese marido aparentemente desatento, es capaz de dar la vida por ella.

Sucede que a él le parece que una conversación larga con su esposa de sus problemas profesionales no le traerá la solución porque ella no entiende de esos problemas. El esposo debe estar atento a esta faceta de la vida conyugal para evitar que su esposa se sienta desplazada.

Mas esas diferencias se tornan aún más profundas si se entra al terreno de la sexualidad. El hombre es más carnal; la mujer es más afectiva. El hombre es directo; la mujer busca la ternura. La mujer necesita preámbulos, ternura, cariño, y no tiende a ser directa en lo sexual, lo cual puede herir la virilidad masculina. Si a la mujer se le exige una relación sin caricias ni ternura, se siente “instrumentalizada”: se siente rebajada de su condición de madre y esposa a la de prostituta o amante. Y nace la rebelión.

A veces hay un sentimiento mutuo de incomprensión que va abriendo la brecha paulatinamente. Se hace una herida que sólo se curaría con una condescendencia mutua, pero también se puede hacer una llaga purulenta y un abismo de aversión. A veces esa brecha llevada con cierta discreción, termina en la ruptura y la infidelidad. Por eso es importante el respeto a las diferencias radicales marcadas por el sexo de cada uno. Esas diferencias, aunque puedan generar dificultades mutuas, pueden representar presupuestos de una complementariedad superior. En realidad, el hombre precisa de las cualidades netamente femeninas, y la mujer necesita de las cualidades masculinas.

La mayor felicidad a que una mujer puede aspirar dentro del matrimonio, dice Leclercq, es tener un marido que sea verdaderamente hombre, a pesar de sus rudezas y faltas de delicadeza; y aquello a que de más precioso puede aspirar un hombre es a que su mujer sea una verdadera mujer, a pesar de los aborrecimientos que le pueda causar su afectividad. Uno y otro se apoyan mutuamente cuando se aceptan como son. Pues bien, en ese mutuo apoyo y en esa complementariedad superior, se configura una de las realidades más maravillosas del matrimonio y del amor humano.

Rafael Llano C.
almas.com.mx
iglesia.org

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martes, 26 de octubre de 2010

Sevilla Capital de la Vida

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Pregúntame

Señor, si un día estuviera sofocado, agobiado, harto de la vida, con deseos de desaparecer, de morir, insatisfecho conmigo mismo y con el mundo a mi alrededor...

Pregúntame si quiero cambiar la mesa puesta por los restos que tantos buscan en la basura;

Pregúntame si quiero cambiar mis pies por una silla de ruedas;

Pregúntame si quiero cambiar mi voz, por las señas;

Pregúntame si quiero cambiar el mundo de los sonidos por el silencio de los que no oyen nada;

Pregúntame si quiero cambiar el diario que leo y después echo a la basura, por la miseria de los que van a buscarlo para hacerse con él una manta;

Pregúntame si quiero cambiar mi salud, por las enfermedades de tanta gente;

Pregúntame si quiero cambiar la luz por las tinieblas;

Pregúntame hasta cuándo no reconoceré tus bendiciones, para hacer de mi vida un himno de alabanza y gratitud y decir, todos los días, desde el fondo de mi corazón:

¡Gracias Señor por este nuevo día!

webcatolicodejavier.org

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lunes, 25 de octubre de 2010

El mal, las soluciones y aclaraciones‏

¿Por qué Dios permitió el mal en el mundo si podía hacerlo perfecto?

EL MAL

• A. El problema del mal.
• B. Las soluciones.
• C. Aclaraciones.

A. El problema del mal

1. Si Dios es bueno y todopoderoso, ¿por qué permite el mal? La existencia de males es evidente. Luego, si Dios es bueno y todopoderoso, tendrá razones de peso para permitir el mal. ¿Cuáles? No es fácil descubrirlas pero podemos aproximarnos:

B. Las soluciones

2. Algunas explicaciones equivocadas. (Resuelven algunos aspectos, pero originan otras dificultades).

* Hay mal en el mundo, luego Dios se desentiende de lo que sucede en el planeta tierra. (Esta explicación se opone a la bondad divina).
* Hay mal en el mundo, luego hay dos dioses, uno bueno y otro malo. (Pero la maldad no puede ser propia de un ser perfecto).
* Hay mal en el mundo, luego no hay Dios. (Y ahora tenemos dos problemas: seguimos sin saber por qué hay mal y añadimos la duda sobre por qué hay bien).

3. Algunas explicaciones correctas:

* Hay cosas que nos parecen males pero en realidad no lo son. Por ejemplo, una madre aparta el frasco de veneno que su hijo pretendía. El hijo llora, pero su madre no es mala. Muchas veces los dolores y enfermedades hacen recapacitar a las personas y encaminar mejor sus vidas. En esos casos se comprende que el Señor permita que sufran. (Así se resuelven algunos ejemplos pero no todo el problema).

* Los males son consecuencia del pecado original y sirven como penitencia por los pecados. (Esta idea explica bien el origen del mal y parte del sentido de las penas terrenas, pero no todo queda claro y seguimos avanzando).

* Si Dios permite un mal es porque busca obtener un bien; un bien que sólo puede alcanzarse dando la posibilidad de que surja un mal. Esta es buena explicación general; sin embargo, en algunos casos concretos conviene aclarar qué bienes se consiguen y si era necesario permitir males para alcanzarlos. (Aquí permitir no significa aprobar, sino equivale a no impedir).

C. Aclaraciones

4. ¿Por qué Dios creó un mundo mejorable si podía hacerlo perfecto? El Señor obra siempre acertadamente, luego el mundo actual es muy bueno. Y lo es precisamente por ser mejorable: el Creador lo quiso así para aumentar la dignidad del hombre haciéndole colaborador en el progreso de la creación. (Se consigue este gran bien a cambio de que el mundo sea bueno pero mejorable).

5. ¿Por qué hay dolores y enfermedades? Son consecuencia del pecado original. Es decir, un castigo de la justicia divina motivado por el gran pecado de Adán y Eva. (La justicia divina es una razón de peso para permitir unos males).

6. ¿Por qué Dios permitió el pecado de Adán y Eva? Quiso correr el riesgo de nuestra libertad. (El deseo divino de libertad humana es otro motivo importante para admitir males).

7. ¿No podía habernos creado directamente en el cielo? En el cielo hay la máxima libertad, y el Señor podía habernos puesto allí sin más. Sin embargo, quiso otorgarnos el honor de merecerlo; y esta mayor dignidad nuestra le pareció suficiente motivo para tolerar las ofensas que llegarían (y que rebajan nuestra dignidad).

8. En resumen, si Dios es bueno y todopoderoso, ¿por qué permite el mal? Porque además de bueno y todopoderoso es infinitamente sabio, y conoce el modo de obtener bienes a partir de esos males que no desea. Por ejemplo, permitió la Cruz y sacó el gran bien de la salvación de los hombres. Un refrán resume sabiamente: "no hay mal que por bien no venga".

Ignacio Juez
ideasrapidas.org

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domingo, 24 de octubre de 2010

"Id por todo el mundo y prediquen el Evangelio.."

Mateo 28, 16-20. Día Internacional de las Misiones. Los misionesros anuncian la buena nueva: que Dios nos ama y quiere que todos los hombres se salven.

Mateo 28, 16-20.

Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».

Reflexión

“ Id por todo el mundo a predicad el Evangelio ”

En todos los países del mundo hoy se hace oración por las misiones y por los misioneros que se encargan de llevar la palabra de Dios a los que no lo conocen o a los que lo han olvidado.

¿Por qué se dedica este día a las misiones?

Se tiene un domingo dedicado a las misiones porque todas las personas necesitamos de Dios para poder llegar al cielo. Los misioneros tienen como tarea enseñarnos el Evangelio para poder alcanzar la vida eterna. Su labor es de capital importancia.

Los misioneros son personas que van a otros lugares para hablar a los hombres de Jesús, para enseñarles a rezar, para decirles que todos debemos amarnos y ayudarnos los unos a los otros, para anunciarles la buena nueva: que Dios nos ama y quiere que todos los hombres se salven.

Atienden leprosarios, hospitales, hogares para huérfanos y ancianos, dispensarios, colegios, universidades. Su labor no es fácil, se les presentan muchas dificultades que tienen que vencer para lograr transmitir la palabra de Dios a los demás.
Necesitan de nuestra ayuda espiritual, humana y material.

Los misioneros son personas que van a otros lugares para hablar a los hombres de Jesús llevándoles el Evangelio. Existen misioneros por todo el mundo que necesitan de nuestra ayuda espiritual, humana y material.
La labor de un misionero es muy valiosa.

Seamos también nosotros misioneros, en nuestra propia casa, con nuestra familia, quien está más cerca de nosotros.

catholic.net

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viernes, 22 de octubre de 2010

Misiones: si no sirven para evangelizar, no son misiones‏

El próximo domingo celebraremos el Domingo Mundial de las misiones (DOMUND) y esto significa una gran fiesta para todos los católicos que nos sentimos misioneros.

Conozco a muchos misioneros (de los de verdad) que desgastan cada hora de su vida en la misión de extender el Reino de Cristo: laicos, sacerdotes y religiosas, que en su vida de todos los días hablan y dan testimonio de Jesucristo como nuestro Señor y Salvador y con su sola presencia transmiten el amor de Dios a todo el que se encuentran. Están llenos de Dios y de la abundancia de su corazón habla su boca.

Conozco también a muchos otros... que se dicen y se sienten misioneros sólo porque salen una semana al año a evangelizar a algún pueblo en la sierra, pero el resto del año viven como si Dios no existera. Tal vez les podríamos llamar "misioneros al 1/52" y ésos, sin duda, se merecen 1/52 del festejo del DOMUND.

También conozco a otra clase de "misioneros" que dicen hacer misiones porque van un fin de semana al año a dar una consulta médica, a entregar medicinas y ropa o a ayudar en la construcción de una casa para una familia pobre (sin saber nada de construcción ni de medicina). La labor social de estas personas es encomiable, pero lo que hacen no se pueden llamar "misiones", al menos no en el sentido católico de la palabra "Misión", cuyo significado es y será siempre la obediencia al mandato misionero de Jesucristo: "Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura"

Construir casas, regalar medicinas y ropa sin un sentido evangelizador (dar a conocer a Cristo a los demás), no es hacer misiones. Se le puede llamar "acción social", "solidaridad", "altruismo", "filantropía", "obra de beneficiencia" o simplemente "diversión en familia", pues así es como describen la actividad los que han ido a las "misiones" de construcción: "¡Fue muy divertido, es como armar un LEGO en familia!"... pero a esto... no se le puede llamar Misión.

Ya Mons. Levada nos lo dejó muy claro en el 2007, cuando publicó, como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe la Nota Doctrinal "Acerca de algunos aspectos en la evangelización".

Ahora el Papa nos lo vuelve a recordar en el «Motu Proprio» Ubicunque et Semper, que escribió hace unos días con motivo de la creación del nuevo Dicasterio para la Nueva Evangelización.

Creo que leerlo y reflexionarlo este domingo será una muy buena manera de celebrar el DOMUND para todos los que nos sentimos misioneros y queremos serlo de verdad.

Que Dios les llene de bendiciones

Lucrecia Rego de Planas
catholic.net

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jueves, 21 de octubre de 2010

Madre

MADRE…Necesitamos sentir a Alguien junto a nosotros. Nuestro Dios se presenta siempre como una persona amante y amada, que está “con nosotros” sobre todo en los días desolados. Es como una melodía que recorre la Biblia, las frases de “no te dejaré” “no te abandonaré” “se valiente” “no te asustes porque yo estoy contigo a donde quiera que vayas”. Te tomo de la mano y te digo: no tengas miedo, si atraviesas un rio no te arrastrará la corriente…si pasas por medio de las llamas no te quemarás…no mires para atrás sino al porvenir porque va haber prodigios, brotaran ríos en los cerros pelados y manantiales en los desiertos…

El aliento de Dios se transforma en ternura de Padre; estuve preocupado por ti aún cuando estabas en el seno materno, Jesús acentúa más la preocupación y ternura del Padre Dios, nos dice que nuestra primera obligación no consiste en amar al Padre, sino en dejarnos amar por Él.

A veces el Padre toma la forma de un Pastor, sube las montañas, recorre los valles para encontrar un hijo perdido y querido…y…organiza una gran fiesta para cuando regrese su hijo porque su misericordia es mucho mayor que nuestros pecados y su cariño mucho más grande que nuestra soledad.

Pero no era suficiente con tener un Padre; en la vida hay una madre y un padre, hay una decisiva influencia materna sobre nosotros, antes y después de “salir a luz”. Por eso Jesucristo nos reveló al Padre y nos regaló una Madre.

María es consolación y paz, transforma la aspereza en dulzura, el combate en ternura…Ella…es benigna y suave, sufre con los que sufren, se queda con los que se quedan y parte con los que parten… la Madre es paciencia y seguridad y tiene una fortaleza invencible. No cabe duda que María atrae multitudes y llena Santuarios, pero ¿desde qué lugar nos acercamos a “Ella”? ¿Sólo para pedir “el milagrito” “que las cosas nos vayan bien”? ¿o intentamos relacionarnos con María desde la fe y la humildad, desde nuestra conversión cotidiana, de arrepentirnos de nuestras faltas, de promover un camino interior nuevo a través de los Sacramentos…?

Solo la MADRE sigue dando a luz a Jesucristo en nosotros. María dará a luz a Cristo… en nosotros en la medida en que nosotros seamos sensibles (como Cristo) por todos los necesitados de este mundo, que reconocía las prioridades y podía dejar la comida y el descanso para más tarde para atender al necesitado. La Madre es aquella que debe ayudarnos a encarnar a ese Cristo vivo…

iglesia.org

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miércoles, 20 de octubre de 2010

23 de octubre: Sevilla Capital de la Vida



http://sevillavida.derechoavivir.org

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Enseñar a pensar

La verdad suplantada por ideologías: el pensamiento por el sentimiento

No hace mucho tiempo, Juan Pablo II se dirigía a los jóvenes, en Francia, con las siguientes palabras: "¡Aprended a reflexionar más y más, aprended a pensar! Los estudios que hacéis deben ser un momento privilegiado de aprendizaje para la vida del espíritu ¡Desenmascarad los slogans, los falsos valores, los espejismos, los caminos sin salida!"

¿Acaso los humanos no estamos pensando siempre? El Papa parece indicar que no tanto como creemos. Pensar, ponderar, pondus. "Pensar" sugiere algo de peso: gravedad, consistencia, seriedad, solidez.

Lo más grave

¿Qué es lo más grave que sucede hoy en día? Recuerdo una lección del profesor Leonardo Polo, en la que aseguraba que lo lo más grave que hoy sucede es que no sucede el pensar. Y a la vuelta de seis lustros parece que el diagnóstico sobre la situación de nuestra sociedad sigue siendo el mismo: se "pasa" de pensar.

Julián Marías ha advertido que esta sociedad peca de omisión en el pensamiento. ¿Cuántos filósofos de finales del siglo XX - se pregunta-, serán estudiados en los manuales del siglo próximo?
Esta crisis, aunque parcial, se manifiesta también en los hábitos del ciudadano medio: pocos leen un artículo de periódico que desarrolle algún tema de pensamiento; esto es frecuente incluso entre personas que tienen enmarcado un título universitario.

La verdad suplantada por ideologías: el pensamiento por el sentimiento

El pensamiento acerca de la verdad de las cosas ha sido sustituido por ideologías que hacen agua apenas nacen. De otra parte, lo que parece interesar más en la actualidad es no el pensamiento sino lo que alguien ha llamado con humor y acierto, "sensamiento". Se presta mucha atención a lo que "se siente", si se siente mucho o se siente poco, si lo siento o si no lo siento. Es un modo de vivir sobre fundamentos inconsistentes e inestables; un modo de discurrir un tanto irracional, porque procede de vacíos del alma y se desarrolla en la epidermis de la existencia, o en los espacios etéreos de la ficción o del formalismo verbal y la logomaquia.

No se piensa en lo que hay y en lo que son en el fondo las cosas. No se piensa por ejemplo si esto o aquello es "medio" o "fin". Se renuncia a proseguir aquella tarea emprendida con tanto entusiasmo cuando éramos niños: averiguar hasta el último porqué de las cosas. ¿No es cierto -como escribió José María Albareda- que "hay algo en las cosas que las convierte en cautivadora estancia del pensar"? Sin embargo, lo que dijo San Anselmo, que "sólo unos pocos piensan en la verdad de las cosas", parece ser una constante histórica.

Quizá suceda porque debemos "aprender a pensar" y no se enseña suficientemente, cuando ambas cosas constituyen un importante deber. En frase de Alejandro LLano, "pensar, enseñar a pensar, aprender a pensar, es la triple obligación de la inteligencia". Se trata sin duda de una obligación estrictamente moral, pues la razón es la facultad que Dios nos ha dado para descubrir el bien y regir toda nuestra conducta.

¿Por qué a menudo hay miedo a pensar, miedo a la luz y a la libertad del pensador auténtico? Quizá porque cualquier rayo de luz nos guía hacia el sol, y no siempre el hombre se encuentra dispuesto a interesarse por la fuente de la luz y de la vida que puede saciar su más profunda sed.

¿En que consiste pensar bien?

"El pensar bien -dice Balmes, con acierto- consiste, o en conocer la verdad, o en dirigir el entendimiento por el camino que conduce a ella. La verdad es la realidad de las cosas... "Si deseamos pensar bien, hemos de procurar conocer la verdad, es decir, la realidad de las cosas. ¿De qué sirve discurrir con sutileza, o con profundidad aparente, si el pensamiento no está conforme con la realidad?

"El buen pensador procura ver en los objetos todo lo que hay, pero no más de lo que hay. Ciertos hombres tienen talento para ver mucho en todo; pero les cabe la desgracia de ver todo lo que no hay, y nada de lo que hay. Una noticia, una ocurrencia cualquiera, les suministran abundante materia para discurrir con profusión, formando, como suele decirse, castillos en el aire. Estos suelen ser grandes proyectistas y charlatanes.

"Otros adolecen del defecto contrario; ven bien, pero poco; el objeto no se les ofrece sino por un lado; si este desaparece, ya no ven nada. Estos se inclinan a ser sentenciosos y aferrados en sus temas. Se parecen a los que no han salido nunca de su país: fuera del horizonte a que están acostumbrados, se imaginan que no hay más mundo.
Un entendimiento claro, capaz y exacto, abarca el objeto entero; le mira por todos sus lados, en todas sus relaciones con lo que le rodea. La conversación y los escritos de esos hombres privilegiados se distinguen por su claridad, precisión y exactitud. En cada palabra encontráis una idea, y esta idea véis que corresponde a la realidad de las cosas. Os ilustran, os convencen, os dejan plenamente satisfechos; decís con entero entendimiento: "sí, es verdad, tiene razón". Para seguirlos en sus discursos no necesitáis esforzaros; parece que andáis por un camino llano, y que el que habla sólo se ocupa de haceros notar con oportunidad los objetos que encontráis a vuestro paso. Si explican una materia difícil y abstrusa, también os ahorran mucho tiempo y fatiga (...)

"Echase pues de ver que el arte de pensar bien no interesa solamente a los filósofos, sino también a las gentes más sencillas. El entendimiento es un don precioso que nos ha otorgado el Criador, es la luz que se nos ha dado para guiarnos en nuestras acciones; y claro es que uno de los primeros cuidados que debe ocupar al hombre es tener bien arreglada esta luz. Si ella falta nos quedamos a oscuras, andamos a tientas; y por este motivo es necesario no dejarla que se apague. No debemos tener el entendimiento en inacción con peligro de que se ponga obtuso y estúpido; y por otra parte, cuando nos proponemos ejercitarle y avivarle, conviene que su luz sea buena para que no nos deslumbre, bien dirigida para que no nos extravíe"

Es obvio que una de las más importantes facetas de la educación -si no la que más- es la del pensamiento, pues al intelecto toca regir la conducta humana toda, llevarla a buen fin, a buen puerto, al Fin final que da sentido a todo el existir

Antonio Orozco
Ideas Claras

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Una expresión máxima del perdón

Karoli es hutu (una de las muchas etnias que pueblan África). En uno de los conflictos que han ensangrentado su país, su familia fue aniquilada por miembros de la etnia rival, los tutsis. Perdió a su esposa, a sus hijos, a sus padres y a sus hermanos, todos asesinados. Él se salvó porque aquel día estaba lejos de su colina y pudo permanecer algunas semanas escondido en el almacén de la misión.

Años después volvió a casarse y tuvo un hijo. El día del bautizo del niño, Karoli escogió como padrino de su hijo a su amigo Sinzinkayo, catequista como él, pero no de su etnia, sino tutsi. Un hecho inaudito en aquellos tiempos de hostilidad. Entraron en la iglesia cogidos por el hombro. Los dos habían sufrido, los dos tenían muertos que llorar a causa de los enfrentamientos, pero los dos habían permanecido fieles al Evangelio y, con aquel gesto, decían ante todos que era posible el perdón y la reconciliación. Creo que fue una de las mejores catequesis que se dieron en aquella misión: con sus vidas, con ese gesto, enseñaron que, por encima de odios, estaba un único Padre que hace de todos los seres humanos una familia de hermanos.

Cuando recuerdo aquel hecho, no puedo dejar de sentir la admiración que se tiene delante de un milagro. En ellos veo encarnada la frase de San Pablo: “Dios nos reconcilia con Él en Jesucristo y hace de nosotros ministros de la reconciliación”. Ahora, cada vez que tengo que hablar de reconciliación, recuerdo con agradecimiento aquel hecho, la lección silenciosa que nos dieron aquellos dos catequistas.

Una vez tuve la oportunidad de comentar con ellos este magnifico ejemplo de reconciliación que habían dado. Su respuesta fue sencilla como el agua, pero con la profundidad de Dios mismo: “Los sacerdotes habéis sembrado la Palabra de Dios en nuestros corazones, nos habéis reunido en una familia nueva, nos habéis enseñado el perdón de Dios y lo habéis derramado en nuestros corazones. Vivimos de lo que nos habéis dado. La fuerza del perdón nos viene del perdón de Dios que nos habéis transmitido”. Siendo así, ¿puede haber vocación más bella que la de ser ministro de la reconciliación?

Ahora, tantos años después, me toca participar en la formación de los jóvenes seminaristas de esta Iglesia local. Les digo que están llamados a ser constructores de la familia de los hijos de Dios, que supera razas y colores, que nos hace hermanos los unos de los otros. El sacerdote, con su ministerio, hace nacer la comunidad, la alimenta con la Palabra de Dios, la refuerza con los sacramentos, hace caer barreras y prejuicios, hace que todos nos sintamos hermanos al anunciarnos que Dios es nuestro único Padre.

En el seminario, ellos mismos hacen experiencia de esta realidad. Provienen de etnias diferentes, con culturas diferentes, lenguas diferentes, modos de pensar y reaccionar diferentes…; sin embargo, viven la fraternidad, crece en ellos la amistad, son capaces de sacrificarse por el otro que es distinto. Este será su ministerio, su servicio a la Iglesia y a su propio país. En el seminario aprenden que en Dios lo imposible se convierte en posible y en fuente de gozo. Al final de su formación, así lo esperamos, serán servidores de la comunidad, constructores de fraternidad y, en esta África de barreras, serán ministros de la reconciliación.

Testimonio de Salvador Romano
Misionero Javeriano en Chad

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martes, 19 de octubre de 2010

¿Qué hacer para obtener el perdón divino?‏

El Señor puede perdonar los pecados como desee pero Él ha dicho que perdonará los pecados si el sacerdote los perdona y no lo hará en caso contrario.

CONFESIÓN

1. ¿Qué efectos produce el pecado? Resumiendo lo que se dice en el tema sobre el pecado, los efectos del pecado son dos:

* Inclinación de la voluntad hacia el mal cometido.
* Alejamiento de Dios. Esta separación del Señor puede ser menor -pecados veniales o leves- o llegar a perder la vida sobrenatural y la gracia -pecados graves o mortales-.

2. ¿Ejemplos de pecados veniales o leves? Además de los actos graves realizados inadvertidamente, hay muchos ejemplos de pecados veniales: una mentira, algo de pereza, una falta de respeto o de caridad, murmuraciones o burlas, dejadez en las oraciones, excesos en la comida y en la comodidad, gastos superfluos, etc.

3. ¿Ejemplos de pecados mortales o graves? Se comete pecado mortal cuando conscientemente se realizan actos gravemente malvados. Algunos ejemplos: insultar a Dios, faltar a la santa misa un domingo, cometer actos sexuales impuros, emborracharse o drogarse, etc.

4. ¿Qué hacer para obtener el perdón divino? Para que el Señor perdone estas ofensas hay que realizar lo que el mismo Dios ha previsto. Precisamente para esto Jesucristo instituyó el sacramento de la confesión.

5. ¿Basta confesarse a solas con Dios? Es bueno pedir perdón a Dios con frecuencia y el Señor puede perdonar los pecados como desee. Pero Él ha dicho que perdonará los pecados si el sacerdote los perdona y no lo hará en caso contrario: "A quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son retenidos" (Jn 20, 23).

6. ¿Qué efectos produce el sacramento de la confesión? Los efectos de la confesión son variados y se relacionan directamente con los efectos del pecado:

* Corrige la inclinación desviada de la voluntad.
* Repara el distanciamiento respecto a Dios obteniendo su perdón.
* Recupera la dignidad del alma disminuida por el pecado.
* Da fuerzas para vencer en las próximas tentaciones.
* En caso de pecados mortales, la confesión devuelve la gracia y la vida sobrenatural que se habían perdido, y abre de nuevo las puertas del cielo.

7. Cómo confesarse bien? Para confesarse se busca un sacerdote y se pide su ayuda para hacerlo bien. Se comienza diciendo el tiempo aproximado que ha pasado desde la anterior confesión. Luego se manifiestan los pecados teniendo en cuenta que deben decirse todos los pecados mortales distinguiendo unos de otros y exponiendo el número de veces aproximado que se cometieron; por ejemplo: he faltado cinco domingos a misa, me he emborrachado dos veces, etc. De los pecados veniales no es necesario precisar el número; basta decir por ejemplo: he tenido pereza, me he enfadado,...

8. ¿Alguna condición más? Se trata de pedir perdón a Dios y el requisito principal es estar arrepentido; en consecuencia, habrá intención firme de no volver a cometer esos pecados.

9. ¿Si uno piensa que volverá a caer? Para confesarse no se requiere adivinar el futuro, sino en el presente tener la intención firme de no pecar.

10. ¿Es posible confesarse sólo de unos pecados, sin arrepentirse de otros? Es preciso arrepentirse y manifestar todos los pecados mortales, pues uno solo impide la recepción de la gracia y la curación del alma. Si se trata de pecados veniales, no es necesario abarcar todos.

11. ¿Qué hacer después de confesarse? Conviene dar muchas gracias a Dios por perdonarnos una vez más. Sin el sacramento de la confesión la vida sería triste y desesperada.

Ignacio Juez
ideasrapidas.org

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lunes, 18 de octubre de 2010

San Lucas evangelista

Fiesta: 18 de octubre

Breves notas en las Cartas de San Pablo son las únicas noticias que la Sagrada Escritura nos presenta sobre San Lucas, el solícito investigador de la buena noticia y autor del tercer Evangelio y de los Hechos de los Apóstoles. Por sus apuntes de viaje, es decir, por las páginas de los Hechos en los que San Lucas habla en primera persona, podemos reconstruir parte de su actividad misionera. Fue compañero y discípulo de los apóstoles. El historiador Eusebio subraya: “... tuvo relaciones con todos los apóstoles, y fue muy solícito”. De esta sensibilidad y disponibilidad suyas hacia el prójimo nos da testimonio el mismo San Pablo, unido a él por grande amistad. En la carta a los Colosenses leemos: “Os saluda Lucas, médico amado...”.

La profesión médica nos trace suponer que él se dedicó mucho tiempo al estudio. Su formación cultural se nota también por el estilo de sus libros: su Evangelio está escrito en un griego sencillo, limpio y bello, rico en términos que los otros tres evangelistas no tienen. Hay que hacer otra consideración sobre su Evangelio, a más del hecho estilístico e historiográfico: Lucas es el evangelista que mejor que lo otros nos pintó la humana fisonomía del Redentor, su mansedumbre, sus atenciones para con los pobres y los marginados, las mujeres y lo pecadores arrepentidos. Es el biógrafo de la Virgen y de la infancia de Jesús. Es el evangelista de la Navidad. Los Hechos de los Apóstoles y el tercer Evangelio nos hacen ver el temperamento de San Lucas, hombre conciliador, discreto, dueño de sí mismo; suaviza o calla expresiones que hubieran podido herir a algún rector, con tal que esto no vaya en perjuicio de la verdad histórica.
Al revelarnos los íntimos secretos de la Anunciación, de la Visitación, de la Navidad, él nos hace entender que conoció personalmente a la Virgen. Algún exégeta avanza la hipótesis de que fue la Virgen María misma quien le transcribió el himno del “Magnificat”, que ella elevó a Dios en un momento de exultación en el encuentro con la prima Isabel. En efecto, Lucas nos advierte que hizo muchas investigaciones y buscó informaciones respecto de la vida de Jesús con los que fueron testigos oculares.

Un escrito del siglo II, el Prólogo antimarcionista del Evangelio de Lucas, sintetiza el perfil biográfico del modo siguiente: “Lucas, un sirio de Antioquía, de profesión médico, discípulo de los apóstoles, más tarde siguió a San Pablo hasta su confesión (martirio). Sirvió incondicionalmente al Señor, no se casó ni tuvo hijos. Murió a la edad de 84 años en Beocia, lleno de Espíritu Santo”. Recientes estudios concuerdan con esta versión.

ewtn.com

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domingo, 17 de octubre de 2010

Orar hasta "hartar" a Dios

Lucas 18, 1-8. Tiempo Ordinario. Dios escuchará nuestras plegarias si somos perseverantes y no nos cansamos de presentarle nuestras peticiones.

Lucas 18, 1-8

Les decía una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: "¡Hazme justicia contra mi adversario!" Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: "Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme."» Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche, y les hace esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?»

Reflexión

Afirman los biblistas que uno de los temas más sobresalientes de todo el evangelio de Lucas es el de oración. Y es verdad. Quizá más que los otros tres, el evangelista médico nos presenta esta faceta de la personalidad de Jesucristo. Y abundan también las enseñanzas de nuestro Señor sobre este argumento.

Hace algunos meses reflexionábamos en el Padrenuestro, en la parábola del amigo inoportuno y en la exhortación de Jesús a la oración confiada y perseverante al Padre celestial. Y ahora vuelve nuevamente sobre el tema en este domingo, hablándonos de la parábola del juez inicuo y de la viuda.

Es muy interesante lo que nos dice el mismo san Lucas al inicio de esta exhortación: “Jesús –nos refiere— para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola”. El objetivo está bastante claro: quiere enseñarnos a orar siempre y con perseverancia, y a no cansarnos ante las dificultades, incluso cuando parezca que Dios no escucha nuestras plegarias.

Esta historia resulta bastante sugerente. Nuestro Señor nos presenta a un juez inicuo, sin escrúpulos, despreocupado, injusto y sin ningún temor de Dios ni de los hombres. Y había también una pobre viuda, que acudía a él con frecuencia y le pedía que le hiciera justicia. El juez, altanero e irresponsable, al principio se negó y le dio largas al asunto. “¡Total, se trata de una pobre mujer, y además viuda!” –tal vez pensaría ese juez injusto—. En Israel, como en todo el antiguo Oriente, los huérfanos y las viudas eran el símbolo de la debilidad, pues no contaban con un padre o un esposo que pudiera protegerlos y velar por ellos. Tal vez por eso aquel juez se sentía seguro en su indolencia.

Sin embargo, aquella mujer le seguía insistiendo. Y es impresionante la descripción que nos hace Jesús de ese juez: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres –se dijo— como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara”. Y es el mismo Señor quien pondera la actitud y la respuesta de este desalmado. Y enseguida viene la pregunta y la aplicación de Jesús: “pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan de día y de noche? ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar”.

Está claro que Dios escuchará nuestras plegarias sólo si nosotros somos perseverantes y no nos cansamos de presentarle nuestras peticiones. Por supuesto que Dios no se identifica, absolutamente, con ese juez. La parábola nos impresiona por el contraste: si aquél, siendo tan canalla, atiende a la viuda porque se lo pide hasta hartarlo, ¿cómo no hará caso nuestro Padre celestial a las súplicas que le dirigimos, si Él es infinitamente bueno y generoso?

Pero cabría ahora preguntarnos si nosotros, efectivamente, somos perseverantes en la oración, o si desistimos después de dos o tres intentos. Se cuenta que un joven sacerdote que trabajaba en una parroquia cercana a Ars, fue un día a desfogarse con el santo Cura y a expresarle toda su amargura porque, no obstante todo el trabajo pastoral que realizaba, sólo veía escasos frutos en las almas. Y se lamentó: “¡He hecho todo lo posible, pero no veo ningún fruto!”. A lo cual, el cura de Ars le respondió: “¿Has hecho realmente todo lo posible? ¿De verdad rezas con toda el alma a Dios? ¿Has pasado noches en oración pidiendo al buen Dios que te ayude?”.

Debemos aprender la lección. Tal vez nos contentamos con pedirle a Dios una o dos veces aquello que necesitamos, y ya. Pero Jesús nos enseña una cosa muy distinta. Nos viene casi a decir que Dios quiere que lo “hartemos” con nuestras súplicas; que Él quiere que insistamos en la oración y no nos preocupemos si podemos resultarle “cansones”, pues así probamos la fe, la confianza y el amor filial que le tenemos.

Pero, para ello, necesitamos de una fe muy grande y muy viva en Dios nuestro Padre; y una fe en que, aquello que le pedimos, nos lo va a conceder. Y es lo que Jesús nos dice al final del evangelio de hoy: “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”. Es una pregunta muy fuerte e impresionante. Al menos, ¿tenemos nosotros esa fe que nos pide nuestro Señor? ¿es tan grande nuestra fe que es capaz de iluminar las tinieblas del mundo en que vivimos y de alimentar la fe de los demás?...... Ojalá que sí. Pidámosle hoy a Jesús esa gracia.

P. Sergio Cordova
catholic.net

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viernes, 15 de octubre de 2010

Santa Teresa de Jesús


(Santa Teresa de Ávila)
Fiesta: 15 de octubre


Nació en Ávila, España, el 28 de marzo de 1515. Fue bautizada con el nombre de Teresa de Cepeda y Ahumada, hija de Alonso Sánchez de Cepeda y Beatriz Dávila Ahumada. En su casa eran 12 hijos.

De niños, ella y Rodrigo, su hermano, eran muy aficionados a leer vidas de santos, y se emocionaron al saber que los que ofrecen su vida por amor a Cristo reciben un gran premio en el cielo. Así que dispusieronse irse a tierras de mahometanos a declararse amigos de Jesús y así ser martirizados para conseguir un buen puesto en el cielo. Afortunadamente, por el camino se encontraron con un tío suyo que los regresó a su hogar. Entonces dispusieronse construir una celda en el solar de la casa e irse a rezar allá de vez en cuando, sin que nadie los molestara ni los distrajese.

La mamá de Teresa murió cuando la joven tenía apenas 14 años. Ella misma cuenta en su autobiografía: "Cuando empecé a caer en la cuenta de la pérdida tan grande que había tenido, comencé a entristecerme sobremanera. Entonces me arrodillé delante de una imagen de la Santísima Virgen y le rogué con muchas lágrimas que me aceptara como hija suya y que quisiera ser Ella mi madre en adelante. Y lo ha hecho maravillosamente bien".

Sigue diciendo ella: "Por aquel tiempo me aficioné a leer novelas. Aquellas lecturas enfriaron mi fervor y me hicieron caer en otras faltas. Comencé a pintarme y a buscar a parecer y a ser coqueta. Ya no estaba contenta sino cuando tenía una novela entre mis manos. Pero esas lecturas me dejaban tristeza y desilusión".

Afortunadamente el papá se dio cuenta del cambio de su hija y la llevó a los 15 años, a estudiar interna en el colegio de hermanas Agustinas de Ávila. Allí, después de año y medio de estudios enfermó y tuvo que volver a casa.

Providencialmente una persona piadosa puso en sus manos "Las Cartas de San Jerónimo", y allí supo por boca de tan grande santo, cuán peligrosa es la vida del mundo y cuán provechoso es para la santidad el retirarse a la vida religiosa en un convento. Desde entonces se propuso que un día sería religiosa.

Comunicó a su padre el deseo que tenía de entrar en un convento. Él, que la quería muchísimo, le respondió: "Lo harás, pero cuando yo ya me haya muerto". La joven sabía que el esperar mucho tiempo y quedarse en el mundo podría hacerla desistir de su propósito de hacerse religiosa. Y entonces se fugó de la casa. Dice en sus recuerdos: "Aquel día, al abandonar mi hogar sentía tan terrible angustia, que llegué a pensar que la agonía y la muerte no podían ser peores de lo que experimentaba yo en aquel momento. El amor de Dios no era suficientemente grande en mí para ahogar el amor que profesaba a mi padre y a mis amigos".

La santa determinó quedarse de monja en el convento de Ávila. Su padre al verla tan resuelta a seguir su vocación, cesó de oponerse. Ella tenía 20 años. Un año más tarde hizo sus tres juramentos o votos de castidad, pobreza y obediencia y entró a pertenecer a la Comunidad de hermanas Carmelitas.

Poco después de empezar a pertenecer a la comunidad carmelitana, se agravó de un mal que la molestaba. Quizá una fiebre palúdica. Los médicos no lograban atajar el mal y éste se agravaba. Su padre la llevó a su casa y fue quedando casi paralizada. Pero esta enfermedad le consiguió un gran bien, y fue que tuvo oportunidad de leer un librito que iba a cambiar su vida. Se llamaba "El alfabeto espiritual", por Osuna, y siguiendo las instrucciones de aquel librito empezó a practicar la oración mental y a meditar. Estas enseñanzas le van a ser de inmensa utilidad durante toda su vida. Ella decía después que si en este tiempo no hizo mayores progresos fue porque todavía no tenía un director espiritual, y sin esta ayuda no se puede llegar a verdaderas alturas en la oración.

A los tres años de estar enferma encomendó a San José que le consiguiera la gracia de la curación, y de la manera más inesperada recobró la salud. En adelante toda su vida será una gran propagadora de la devoción a San José, Y todos los conventos que fundará los consagrará a este gran santo.

Teresa tenía un gran encanto personal, una simpatía impresionante, una alegría contagiosa, y una especie de instinto innato de agradecimiento que la llevaba a corresponder a todas las amabilidades. Con esto se ganaba la estima de todos los que la rodeaban. Empezar a tratar con ella y empezar a sentir una inmensa simpatía hacia su persona, eran una misma cosa.

Teresa tuvo dos ayudas formidables para crecer en santidad: su gran inclinación a escuchar sermones, aunque fueran largos y cansones y su devoción por grandes personajes celestiales. Además de su inmensa devoción por la Santísima Virgen y su fe total en el poder de intercesión de san José, ella rezaba frecuentemente a dos grandes convertidos: San Agustín y María Magdalena. Para imitar a esta santa que tanto amó a Jesús, se propuso meditar cada día en la Pasión y Muerte de Jesús, y esto la hizo crecer mucho en santidad. Y en honor de San Agustín leyó el libro más famoso del gran santo "las Confesiones", y su lectura le hizo enorme bien.

Como las sequedades de espíritu le hacían repugnante la oración y el enemigo del alma le aconsejaba que dejara de rezar y de meditar porque todo eso le producía aburrimiento, su confesor le avisó que dejar de rezar y de meditar sería entregarse incondicionalmente al poder de Satanás y un padre jesuita le recomendó que para orar con más amor y fervor eligiera como "maestro de oración" al Espíritu Santo y que rezara cada día el Himno "Ven Creador Espíritu". Ella dirá después: "El Espíritu Santo como fuerte huracán hace adelantar más en una hora la navecilla de nuestra alma hacia la santidad, que lo que nosotros habíamos conseguido en meses y años remando con nuestras solas fuerzas".

Y el Divino Espíritu empezó a concederle Visiones Celestiales. Al principio se asustó porque había oído hablar de varias mujeres a las cuales el demonio engañó con visiones imaginarias. Pero hizo confesión general de toda su vida con un santo sacerdotes y le consultó el caso de sus visiones, y este le dijo que se trataba de gracias de Dios.

Nuestro Señor le aconsejó en una de sus visiones: "No te dediques tanto a hablar con gente de este mundo. Dedícate más bien a comunicarte con el mundo sobrenatural". En algunos de sus éxtasis se elevaba hasta un metro por los aires (Éxtasis es un estado de contemplación y meditación tan profundo que se suspenden los sentidos y se tienen visiones sobrenaturales). Cada visión le dejaba un intenso deseo de ir al cielo. "Desde entonces – dice ella – dejé de tener medio a la muerte, cosa que antes me atormentaba mucho". Después de una de aquellas visiones escribió la bella poesía que dice: "Tan alta vida espero que muero porque no muero".

Teresa quería que los favores que Dios le concedía permanecieran en secreto, pero varias personas de las que la rodeaban empezaron a contar todo esto a la gente y las noticias corrían por la ciudad. Unos la creían loca y otros la acusaban de hipócrita, de orgullo y presunción.

San Pedro Alcántara, uno de los santos más famosos de ese tiempo, después de charlar con la famosa carmelita, declaró que el Espíritu de Dios guiaba a Teresa.

La transverberación. Esta palabra significa: atravesarlo a uno con una gran herida. Dice ella: "Vi un ángel que venía del tronco de Dios, con una espada de oro que ardía al rojo vivo como una brasa encendida, y clavó esa espada en mi corazón. Desde ese momento sentí en mi alma el más grande amor a Dios".

Desde entonces para Teresa ya no hay sino un solo motivo para vivir: demostrar a Dios con obras, palabras, sufrimientos y pensamientos que lo ama con todo su corazón. Y obtener que otros lo amen también.

Al hacer la autopsia del cadáver de la santa encontraron en su corazón una cicatriz larga y profunda.

Para corresponder a esta gracia la santa hizo el voto o juramento de hacer siempre lo que más perfecto le pareciera y lo que creyera que le era más agradable a Dios. Y lo cumplió a la perfección. Un juramento de estos no lo pueden hacer sino personas extraordinariamente santas.

En aquella época del 1500 las comunidades religiosas habían decaído de su antiguo fervor. Las comunidades eran demasiado numerosas lo cual ayudaba mucho a la relajación. Por ejemplo el convento de las carmelitas de Ávila tenía 140 religiosas. Santa Teresa exclamaba: "La experiencia me ha demostrado lo que es una casa llena de mujeres. Dios me libre de semejante calamidad".

Un día una sobrina de la santa le dijo: "Lo mejor sería fundar una comunidad en que cada casa tuviera pocas hermanas". Santa Teresa consideró esta idea como venida del cielo y se propuso fundar un nuevo convento, con pocas hermanas pero bien fervorosas. Ella llevaba ya 25 años en el convento. Una viuda rica le ofreció una pequeña casa para ello. San Pedro de Alcántara, San Luis Beltrán y el obispo de la ciudad apoyaron la idea. El Provincial de los Carmelitas concedió el permiso.

Sin embargo la noticia produjo el más terrible descontento general y el superior tuvo que retirar el permiso concedido. Pero Teresa no era mujer débil como para dejarse derrotar fácilmente. Se consiguió amigos en el palacio del emperador y obtuvo una entrevista con Felipe II y este quedó encantado de la personalidad de la santa y de las ideas tan luminosas que ella tenía y ordenó que no la persiguieran más. Y así fue llenando España de sus nuevos conventos de "Carmelitas Descalzas", poquitas y muy pobres en cada casa, pero fervorosas y dedicadas a conseguir la santidad propia y la de los demás.


Se ganó para su causa a San Juan de la Cruz, y con él fundó los Carmelitas descalzos. Las carmelitas descalzas son ahora 14,000 en 835 conventos en el mundo. Y los carmelitas descalzos son 3,800 en 490 conventos.

Por orden expresa de sus superiores Santa Teresa escribió unas obras que se han hecho famosas. Su autobiografía titulada "El libro de la vida"; "El libro de las Moradas" o Castillo interior; texto importantísimo para poder llegar a la vida mística. Y "Las fundaciones: o historia de cómo fue creciendo su comunidad. Estas obras las escribió en medio de mareos y dolores de cabeza. Va narrando con claridad impresionante sus experiencias espirituales. Tenía pocos libros para consultar y no había hecho estudios especiales. Sin embargo, sus escritos son considerados como textos clásicos en la literatura española y se han vuelto famosos en todo el mundo.

Santa Teresa murió el 4 de octubre de 1582en Alba de Tormes (Salamanca, España). En 1604 se inició el proceso de canonización de Teresa. En 1614 fue declarada Beata, y en 1622 fue canonizada por Gregorio XV. En 1970 fue declarada Doctora de la Iglesia.

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jueves, 14 de octubre de 2010

"El Milagro Chileno en torno al nº 33, la edad de Jesús"

Pocas veces se dio una coincidencia tan notable y compartida por todos, por familiares de los mineros, por la prensa y hasta por el propio presidente de Chile, Sebastián Piñera. “Los rescatamos el día 13, del 10 del 10 –dijo el mandatario- si sumamos nos da otra vez el número 33”.
Pero la historia comenzó cuando los ingenieros responsables de la construcción del ducto, contabilizaron en 33 los días que les llevó concretarlo con la zonda venida desde los Estados Unidos. “Es una bonita coincidencia que hayamos trabajado 33 días para el rescate de 33 mineros”, sostuvo el responsable de la tarea, Jeff Hart.
Sin embargo, el testimonio más emocionante lo aportó la mamá de uno de los mineros atrapados. “Mi hijo me contó que segundos antes del derrumbe, se disponían a subir al vehículo que los llevaría fuera de la mina; en ese momento se les apareció una mariposa blanca y todos se distrajeron porque no era común que estuviera allí, a tantos metros de profundidad”, relató la mujer.
“Esos instantes que se demoraron les salvaron la vida, porque el derrumbe aplastó el vehículo y ellos quedaron a salvo en el taller”, agregó.
Visiblemente emocionada, la mujer contó: “Mi hijo piensa que fue un milagro y se lo atribuyó a Jesús, él me dijo: ´mamá, yo tengo 33 años, la edad de Cristo, y nosotros acá abajo somos también 33´, estamos a salvo y vamos a salir.

Diario "El Liberal"

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Hospital del Señor

Fui al Hospital del Señor a hacerme una revisión de rutina y constaté que estaba enfermo. Cuando Jesús me tomó la presión vio que estaba baja de ternura. Al medirme la temperatura el termómetro registró 40 grados de egoísmo.

Hizo un electrocardiograma y el diagnóstico fue que necesitaba varios "by-pases" de amor porque mis venas estaban bloqueadas y no abastecían mi corazón vacío.

Pasé hacia ortopedia: no podía caminar al lado de mi hermano, y tampoco podía abrazarlo porque me había fracturado al tropezar con mi vanidad. También me encontraron miopía, ya que no podía ver más allá de las apariencias; cuando me quejé de sordera Jesús me diagnosticó quedarme sólo en las palabras vacías de cada día.

GRACIAS SEÑOR, porque las consultas son gratuitas, por tu gran misericordia. Prometo, al salir de aquí, usar solamente los remedios naturales que recetas en el Evangelio... Al levantarme tomaré un vaso de AGRADECIMIENTO.

Al llegar al trabajo, una cucharada sopera de BUEN DÍA. Cada hora un comprimido de PACIENCIA y una copa de HUMILDAD. Al llegar a casa, SEÑOR, voy a tener diariamente una inyección de AMOR, y al irme a acostar dos cápsulas de CONCIENCIA TRANQUILA.

¡¡¡¡¡ GRACIAS SEÑOR !!!!!

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miércoles, 13 de octubre de 2010

Rezar bien o mal, pero REZAR

Rezar es cosa de hombres y mujeres inteligentes, con coraje, que han visto su camino en el mundo y lo siguen con naturalidad. Pero, algunas almas devotas repelen con tantos «tiquis miquis» a la hora de sus rezos.

Hagamos nuestras oraciones lo mejor que sepamos y podamos y quedemos en paz. El Señor no nos pide más. Los tiquis-miquis, el amontonar oraciones y el contar garbanzos es propio de fariseos, no forman parte del estilo de los Evangelios ni del espíritu de Jesús.

Acabo de medio leer un puntilloso librito religioso de esos que le quitan a uno toda devoción. Por supuesto, hay que poner la mayor atención y devoción en nuestras oraciones; pero no nos engañemos, ni siquiera los santos lo consiguieron. No importa, si nosotros a pesar de nuestra mejor voluntad nos distraemos con frecuencia, recordemos que el Señor no se distrae nunca y nos escucha siempre. El Señor es nuestro Padre y nos trata siempre con el mismo amor con que trata cualquier padre a sus hijos pequeños, aunque estos se distraigan con sus juegos.

Mejor rezar por la calle aunque nos distraigamos, que no rezar; y mejor rezar en la cama, en el coche o en cualquier otro sitio que no hablar o sonreír a nuestra Virgen. Mientras se reza, no se fuma; pero mientras se fuma, si. Tampoco son comparables las exigencias al rezar de un monje con los de un trabajador normal. El comer, el trabajo, el beber, el pasear si se hacen por amor a Dios, pueden valer más que el ayuno y los golpes de cilicios.

Como en la mayor parte de nuestros trabajos, en la oración lo importante es la calidad no la cantidad. El amor con que recemos. Creo que fue San Francisco de Sales quien escribió: «Señora, hay que acortar un poco las oraciones, para no comprometer los quehaceres de la casa… no aburráis a los vuestros quedándoos demasiado tiempo en la Iglesia».

Ante Dios tenemos que presentarnos como lo que somos: Profesor, sacerdote, político, peón, empresario, ama de casa,… La recompensa no dependerá del puesto, sino de la fidelidad y del amor con que realicemos nuestros trabajos. Cada uno el suyo. De esta forma la santidad deja de ser privilegio de los conventos y queda al alcance de todos. Tres minutos le bastaron a Jesús para salvar al buen ladrón; pero este, previamente, se arrepintió y confió en Cristo.

La oración hay que potenciarla en tiempos de dificultades, de crisis económicas y morales como las actuales en el mundo, en casos de enfermedad, de hambre, de guerras, de persecuciones a la Iglesia, y hay que potenciarla porque es el último refugio y amparo que resta al hombre que tiene fe. Tampoco podemos olvida que Satanás está en guerra contra Dios y la Iglesia desde el principio de los tiempos. Contra Satanás nada pueden los humanos, pero sí el Señor y sus ángeles: por eso San Pablo en Efesios 6, 11-12 aconseja «Vestíos de toda armadura de Dios para que podías resistir las insidias del «diablo» que no es nuestra lucha contra las personas de carne y sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas». O sea contra Satanás, palabra que hace sonreír a los ateos, pero que repite insistentemente la Biblia. La victoria final la da o la quita el Señor, pero para ganarla exige nuestra decidida colaboración.

La guerra orquestada contra la Iglesia católica en estos o últimos 50 años (desde aproximadamente 1950) y acentuada a partir del año 2.000 no puede haber sido organizado más que por un ser superior al hombre, el diablo, y con él no sirven más que las oraciones y los sacrificios, últimos y más valiosos recursos contra el mal.

Tampoco olvidemos que las exigencias excesivas de un comportamiento riguroso nos pueden apartar del cariño de los padres. Los fariseos ponían cargas pesadas sobre los hombros de los demás sin que ellos las tocaran con un dedo; así que, no creemos que al Señor o a su madre les agrade que sus hijos se acerquen a ellos agobiados o temerosos por no haber asistido a tres misas seguidas o haber rezado cinco rosarios diarios, pero sí les gustará verlos limpios, sonrientes y cariñosos.

En definitiva, los padres lo único que desean de sus hijos es amor, y amar consiste, entre otras cosas, como dijo la Virgen de Fátima, en cumplir los mandamientos y hacer bien nuestras obligaciones diarias… por amor a Dios. A cambio, están dispuestos a defenderlos y a morir por sus hijos. «yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos» nos dijo Jesús, y con Él toda guerra está ganada y esto lo saben y rechinan sus dientes los enemigos de Cristo y su Iglesia.

Alejo Fernández Pérez
Boletín Ideas Claras
iglesia.org

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martes, 12 de octubre de 2010

Nuestra Señora del Pilar


Día de la Hispanidad
Fiesta: 12 de octubre


Se celebra el 12 de Octubre, día de la Hispanidad. Rezamos en el himno de Laudes de esta fiesta: "Santa María del Pilar, escucha nuestra plegaria, al celebrar tu fiesta, Madre de Dios y Madre de los hombres, Reina y Señora. Tú, la alegría y el honor del pueblo, eres dulzura y esperanza nuestra: desde tu trono, miras, guardas, velas, Madre de España. Árbol de vida, que nos diste a Cristo, fruto bendito de tu seno virgen, ven con nosotros hasta que lleguemos, contigo al puerto".

Y el himno de Vísperas resume los anhelos que todos los cristianos españoles y de todo el mundo, que hoy celebran la fiesta de Nuestra Señora del Pilar, debieran procurar vivir a lo largo de toda su vida:

"Esa columna, sobre la que posa, leve sus plantas tu pequeña imagen, sube hasta el cielo: puente, escala, guía, de peregrinos. Cantan tus glorias las generaciones, todas te llaman bienaventurada, la roca firme, junto al Ebro enhiesta, gastan a besos. Abre tus brazos virginales, madre, vuelve tus ojos misericordiosos, tiende tu manto, que nos acogemos, bajo tu amparo".

Lo cierto es que desde muy antiguo se la venera a la Virgen María del Pilar en este lugar de Zaragoza (España) y que desde muy antiguo también se levantó en su honor una sencilla capilla que con el tiempo fue dando lugar al suntuoso templo mariano donde hoy recibe visitas de todos los cristianos venidos de todas partes del mundo. Y no hay duda de que es el Templo de la raza, el que marca los hítos por los que se mueve la fe en España y en los pueblos que de los españoles recibieron la fe de Jesucristo y el amor hacia su Madre.



La Virgen María, allá por el año cuarenta, cuando todavía vivía en carne mortal, al despedirse el Apóstol Santiago a predicar la fe de Jesucristo, le prometió la Virgen que en aquel lugar donde más se convirtieran a su Hijo se le manifestaría ella. Al llegar a las riberas del Ebro en Cesaraugusta -la actual Zaragoza- "se convirtieron siete hombres para la fe de Cristo". La Virgen María cumplió su promesa y se le apareció trayendo una columna y rogándole que edificaran una capilla donde fuera adorado su Hijo Jesucristo por todos los siglos y le prometió "milagros admirables sobre todos los que imploren, en sus necesidades, mi auxilio. Este pilar quedará aquí hasta el fin de los tiempos, para que nunca le falten adoradores a Jesucristo".

La Sagrada Escritura habla de la columna que guiaba al pueblo de Dios durante el destierro hacia la tierra prometida. Esa columna debe ser para nosotros este Pilar de Zaragoza que ha recibido a través de los siglos la fe de nuestros padres y que ha amparado a cuantos a ella, a María, se han dirigido.

Siempre tiene gentes, venidas de todas las partes de España y aún más allá, para venerar este sagrado lugar donde reside María, la Madre, la Señora, siempre con los brazos y el corazón abiertos para bendecir, amparar, y consolar. No sólo el día 12 de octubre, que se celebra su fiesta, sino cada día miles de corazones se postran ante ella en este privilegiado lugar de oración, de recepción de sacramentos, de vivencia de nuestra fe.

Entre los grandes prodigios obrados por su medio sólo recordamos esos dos: El acaecido el 1637 con Miguel Pellicer, vecino de Calanda (España) a quien le devolvió la pierna sana después de que la tuviera tres años y cinco meses enterrada. Otro prodigio es más reciente: El 3 de agosto de 1936 los enemigos de la fe en España arrojaron tres bombas sobre el templo. Una cayó en frente de la Basílica que no causó desperfecto alguno y las otras dos sobre la misma Santa Capilla, sin explotar.

A continuación, os presento parte de un texto escrito por el religioso marianista Padre José María Salaverri:

"¡Qué pequeña eres, pero qué influencia tan grande tienes!" dijo Juan Pablo II en una de sus visitas a la Virgen de la columna. Y así es efectivamente. Los 38 cm. de la imagen de la Virgen del Pilar, sobre una columna de jaspe de 1.77 m., parecen la viva expresión material del Magnificat: "Ha mirado la pequeñez de su sierva… Ha hecho grandes cosas por mi".

En la liturgia del 12 de octubre puede leerse como primera lectura de la misa los versículos 12-14 del capítulo 1 de los Hechos de los apóstoles. Después de enumerar a los once apóstoles, Lucas nos dice que estaban en oración con "María, la madre de Jesús". Presencia aparentemente discreta, de segundo plano. María, sencilla, como perdida entre apóstoles, discípulos y discípulas, pero ¡qué fuerza emana de esas palabras! Como semilla que germina y da fruto abundante. Dice Juan Pablo II:

"Doy fervientes gracias a Dios por la presencia singular de María en esta tierra española donde tantos frutos ha producido."

Y el evangelio es también corto y significativo: una mujer que levanta la voz declarando dichosos el vientre y los pechos de la madre de Jesús. Y el mismo Jesús que replica: "Mejor: ¡dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!" Elogio que se aplica en primer lugar y plenamente a María, la "dichosa por haber creído"; pero que se siente más dichosa todavía al poder "dar" a todos ese Jesús concebido en su vientre y alimentado a sus pechos.

María del Pilar, en su fiesta del 12 de octubre de 1492, se convierte en proa de nave misionera. Es ella quien parece regalar a su hijo un nuevo mundo, a través de Colón y sus marineros, a bordo de tres carabelas, cuya capitana se llama la Santa María. Por eso Juan Pablo II, hace un alto en Zaragoza el 10 de octubre de 1984, camino de Santo Domingo para inaugurar la novena de años que van a preparar la celebración de la llegada del cristianismo a tierras americanas. Dice el Papa:

"Brilla aquí en la tradición firme y antiquísima del Pilar la dimensión apostólica de la Iglesia en todo su esplendor (…) La fe que los misioneros españoles llevaron a Hispanoamérica es una fe apostólica heredada de la fe de los apóstoles, según venerable tradición que aquí junto al Pilar tiene su asiento".

La columna sobre la que se mantiene, firme y erguida, la frágil imagen de la Virgen, está cargado de simbolismo. Evoca la columna de fuego que, de noche, guiaba a los israelitas por el desierto. "Faro esplendente", la llama el himno a la Virgen del Pilar, es decir, la que, en las noches oscuras de los cristianos, mantiene viva la luz de la fe. La columna evoca también la solidez del edificio de la Iglesia, siempre perseguida, pero siempre en pie, manteniendo la esperanza del que, como dice también el himno, "se abraza a tu Pilar", Virgen María. El himno nos dice también que ese pilar ha sido un "rico presente de caridad" del amor de Dios, que nunca desampara a su pueblo en los momentos difíciles.

La oración colecta de la fiesta de Nuestra Señora del Pilar es una obra maestra de síntesis: rico contenido teológico y sencilla plegaria:

Dios todopoderoso y eterno,
que en la gloriosa Madre de tu Hijo
has concedido un amparo celestial
a cuantos la invocan con la secular advocación del Pilar,
concédenos, por su intercesión, fortaleza en la fe,
seguridad en la esperanza y constancia en el amor.

Innumerables han sido los que han recibido, de María del Pilar, fortaleza en la fe. A imitación de la virgen Engracia y sus 18 compañeros mártires, fuertes en la fe en la persecución de Diocleciano, en el año 304, sufriendo con entereza los más atroces suplicios para mantener intacta la fe de su bautismo.
Innumerables han sido los que han recibido, de María del Pilar, la seguridad en la esperanza. Como aquel desterrado de la revolución francesa, el beato Guillermo José Chaminade, que pasa tres años a los pies del Pilar de 1797 a 1800, seguro en la esperanza de un renacimiento cristiano en su patria. Para asegurarla, la Virgen del Pilar le inspira sus fundaciones marianistas para renovar la fe de la juventud de su patria y del mundo. Y sus hijos e hijas, agradecidos, han llevado a todo el mundo su nombre, su imagen y su devoción.
Innumerables han sido los que han recibido, de María del Pilar, la constancia en el amor. Como aquella joven mujer de 23 años, María Rafols, que llega a Zaragoza en 1804, dispuesta a atender con un grupo de compañeras a los pobres y enfermos: las Hijas de la caridad de Santa Ana. Durante los dos sitios de Zaragoza, en plena guerra de la Independencia, merecerá que la ciudad de Zaragoza la declare "heroína de la caridad".
Fe, esperanza y amor reparte la Virgen desde su Pilar, desde su atalaya zaragozana. Con razón, el Papa Juan Pablo terminaba su oración a la Virgen:
"Virgen Santa del Pilar: aumenta nuestra fe, consolida nuestra esperanza, aviva nuestra caridad… Fomenta en los jóvenes la disponibilidad para una entrega plena a Dios. Protege a España entera y a sus pueblos, a sus hombres y mujeres. Y asiste maternalmente, oh María, a cuantos te invocan como patrona de la Hispanidad."

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lunes, 11 de octubre de 2010

Benedicto Contigo

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El pecado y los pecados

El hombre alcanza la santidad a base de realizar buenas acciones, mientras que "quien peca se hace esclavo del pecado".

EL PECADO ORIGINAL

1. ¿Qué es el pecado original? Se llama pecado original a la ofensa a Dios cometida por la primera pareja humana. Ese pecado fue origen de los demás y causa de la situación de pecado en que todos los hombres nacemos.

2. ¿Cómo fue? El diablo tentó a la mujer a que desconfiara de Dios, luego fomentó su orgullo, y finalmente la indujo a que desobedeciera el mandato divino. Después la mujer hizo lo mismo con su marido. Está narrado al comienzo del antiguo testamento.

3. ¿Cómo era el hombre antes de pecar? Antes de pecar el hombre había recibido muchos dones de Dios:

* Poseía gracias y virtudes sobrenaturales gozando de la amistad e intimidad divinas.
* Los dones preternaturales le hacían inmortal e impasible: sin dolores, sin enfermedades, sin cansancios.
* Su naturaleza estaba en plenitud: su inteligencia, su voluntad, sus apetencias iban bien. Por ejemplo, le apetecía comer y beber en la medida justa.

4. ¿Cómo quedó el hombre después del pecado original? A consecuencia del pecado original el hombre perdió los dones sobrenaturales y preternaturales. Incluso su naturaleza humana quedó herida perdiendo parte de su dignidad con varias consecuencias:
o A la tendencia natural al bien se añadió la inclinación al pecado.
o Al rebelarse el alma contra Dios, el cuerpo se rebeló contra el alma y empezó a exigir más placeres de lo razonable. Desde entonces el hombre debe esforzarse por dominarse a sí mismo frenando sus apetencias de comida, sexo, comodidad, etc. No todo lo que apetece está bien.
o A veces el hombre tiene ilusiones buenas pero no las consigue por falta de ánimos para empezar, para seguir o para afrontar las dificultades. Esta debilidad procede de ese primer pecado.

5. ¿Por qué se trasmite ese pecado a los demás hombres? Si Adán y Eva no hubieran pecado, nos habrían trasmitido una naturaleza en perfecto estado y adornada con los dones mencionados. Con el pecado original su naturaleza quedó herida, y herida la trasmitieron.

6. ¿Un bebé es ya pecador? Obviamente él no ha cometido pecados personales, y así me lo recordaba un amigo chileno. Sucede que el pecado original fue un pecado personal en el caso de Adán y Eva; pero es una situación de pecado para los demás hombres, que nacemos con una inclinación al mal y privados de la gracia santificante. Esta carencia es similar a la pérdida de esta gracia que se produce con el pecado personal. Y por esto a esa situación de nacimiento se le llama también pecado. Pero este pecado original con el que todos nacemos no es un acto cometido sino un estado adquirido.

7. ¿Puede borrarse el pecado original? El pecado original se perdona en el bautismo (sacramentos). Allí se recuperan los dones principales que se perdieron, los sobrenaturales: la gracia y la amistad con Dios. Los otros dones se alcanzarán en el cielo. El rescate de todo esto exigió la sangre de Cristo.

LOS PECADOS

• A. ¿Qué son los pecados?
• B. Las ofensas.
• C. Las ofensas a Dios
• D. Consecuencias de los pecados.

A. ¿Qué son los pecados?

1. ¿Cuándo es mala una acción? Hay varios modos de responder lo mismo. Una acción es mala cuando: es contraria la voluntad de Dios, se opone al verdadero bien del hombre, se enfrenta a las leyes propias de la naturaleza humana (ley natural).

2. ¿Esos tres aspectos son lo mismo? Coinciden: el Creador desea el verdadero bien de los hombres, y nos creó con un modo de ser que se perfecciona cumpliendo sus leyes. Enfrentarse a esa Voluntad equivale a ir contra nuestra naturaleza y hacernos daño. Estas malas acciones se llaman pecados.

3. ¿Cómo saber si una acción concreta es buena? Además de la reflexión sincera, conviene preguntar a un buen cristiano que entienda de estas cosas; y consultar encíclicas y otros documentos de los Papas, por ejemplo, el Catecismo de la Iglesia Católica.

4. Entonces, ¿qué es el pecado? Es un acto voluntario opuesto a la ley de Dios (puede ser interno, externo e incluso una omisión). Es perjuicio para el hombre y ofensa a Dios.

B. Las ofensas

5. Definición y tipos.- Una ofensa es un daño al honor o dignidad de una persona. Pueden ser de varias clases:

a) Según el modo de hacerlas:

. activas: burlas, desprecios, insultos,...: ataques directos a la dignidad de alguien.
. pasivas: olvidos, indiferencia, dejadez,...: dejar de prestar la atención y honor debidos.

b) Según a quien se dirigen:

. directas: van contra la persona misma.
. indirectas: dañan los seres amados por esa persona: hijos, familia, amigos, propiedades.

6. Características de una ofensa.

o No es necesario que el ofendido sufra. Puede ser hecho a sus espaldas. Por ejemplo, la burla a una foto o imagen de alguien es una ofensa -que los asistentes reconocen-, aunque el interesado nunca lo sepa.
o Sólo hay ofensa si hay injusticia. Hay personas que se sienten afrentadas por la más mínima desatención; estos casos no son ofensas reales sino orgullo real. Para que sea una ofensa ha de ser algo injusto.
o El perdón de una ofensa exige de por sí una reparación. El ofendido puede perdonar sin más, pero la justicia exige alguna reparación que restaure el daño ocasionado. Por esto, quien ofende a alguien no se conforma con pedir disculpas, sino que se siente deudor y desea compensar de algún modo su acción.

C. Las ofensas a Dios

7. Tipos de ofensas a Dios.

o Directas: corresponden a los tres primeros mandamientos. Atacan frontalmente a la dignidad de Dios, bien activamente como las blasfemias, bien pasivamente como el abandono del culto.
o Indirectas: corresponden a los otros siete mandamientos. Aquí se maltrata -activa o pasivamente- a quienes Dios ama: a los hombres, incluido el propio pecador. Por ejemplo, quien se droga o emborracha se hace daño a sí mismo y por tanto ofende a Dios porque trata mal a quien el Señor quiere mucho. Tanto le quiere que por él murió en la Cruz.

8. Gravedad de las ofensas.- Será mayor si se realiza ante el interesado, si éste nos ama mucho, y si la dignidad conculcada es grande. Las ofensas a Dios reúnen esas características que aumentan la gravedad. En particular, la dignidad maltratada es muy grande:

o se desprecia un amor y un bien infinitos, sustituyéndolos por bienes creados.
o se desprecian grandes dones como la filiación divina y la inhabitación del Espíritu Santo.
o se daña la imagen de Dios que es el hombre.
o se añade carga a la Cruz de Cristo, que tomó sobre sí nuestros pecados. La gravedad de los pecados se capta mejor si recordamos cómo fue la reparación: el hijo de Dios se hizo hombre y murió en la Cruz.

9. ¿No es extraño que Dios permanezca ofendido? Dios no permanece ofendido. Los pecados son ofensas a Dios pero a El no le afectan y no queda ofendido. (Para que haya ofensa no es necesario que el ofendido sufra). De todos modos, se puede decir que los pecados también afectan a Dios, pues cargan sobre la Cruz de Cristo, verdadero Dios.

D. Consecuencias de los pecados

10. ¿Qué sucede al pecar? Cualquier decisión de la voluntad afecta a la propia voluntad dejándola inclinada a ese bien o mal que quiso. Nuestras acciones nos hacen mejores o peores: quien trabaja se hace trabajador, quien roba se hace ladrón. El hombre alcanza la santidad a base de realizar buenas acciones, mientras que "quien peca se hace esclavo del pecado". Esta es la consecuencia natural de una acción humana: nos afecta para bien o para mal. No da lo mismo escoger el bien o el mal. Los pecados rebajan la dignidad humana.

11. Además el pecado es una ofensa a Dios y esto es tan serio que hace sonrojar a los ángeles y a la creación entera. Las consecuencias son grandes, aunque diferentes según la gravedad del pecado. Si es una falta leve -venial- el amor a Dios se enfría pero se conserva. En cambio, una ofensa grave -mortal- produce una ruptura con el Señor que deja de inhabitar en nuestra alma; se pierde la gracia santificante, la que nos diviniza y hace hijos de Dios.

12. ¿La justicia reclama algún castigo? Ante las ofensas la justicia exige una reparación, en esta vida o en la otra. Esto se consigue con obras que agraden a Dios y mediante la mortificación. Bien entendido que el Señor no lo necesita. Somos nosotros quienes necesitamos reparar la situación de nuestra alma en pecado.

13. ¿Por qué los sufrimientos reparan las ofensas cometidas? En cualquier pecado hay una doble maldad:

o El hombre se aparta de Dios.- Y esto se repara con obras que agraden al Señor; por ejemplo, que le ofrezcamos cosas.
o El hombre sigue unos gustos propios.- Y esto se corrige mortificando las propias apetencias mediante disgustos.
o Además, el camino de reparación quedó marcado por nuestro Señor Jesucristo que murió en la Cruz para redimir nuestros pecados.

El sacramento de la confesión repara ambas cosas a la vez: vuelve a unir con Dios y reordena la mala inclinación en las apetencias.

Ignacio Juez
ideasrapidas.org

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Vengo por ti

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