Fiesta: 29 de junio
Apóstoles y Mártires
Origen de la fiesta: San Pedro y San Pablo son apóstoles, testigos de Jesús que dieron un gran testimonio. Se dice que son las dos columnas del edificio de la fe cristiana. Dieron su vida por Jesús y gracias a ellos el cristianismo se extendió por todo el mundo.
Los cadáveres de San Pedro y San Pablo estuvieron sepultados juntos por unas décadas, después se les devolvieron a sus sepulturas originales. En 1915 se encontraron estas tumbas y, pintadas en los muros de los sepulcros, expresiones piadosas que ponían de manifiesto la devoción por San Pedro y San Pablo desde los inicios de la vida cristiana. Se cree que en ese lugar se llevaban a cabo las reuniones de los cristianos primitivos. Esta fiesta doble de San Pedro y San Pablo ha sido conmemorada el 29 de Junio desde entonces.
El sentido de tener una fiesta es recordar lo que estos dos grandes santos hicieron, aprender de su ejemplo y pedirles en este día especialmente su intercesión por nosotros.
San Pedro
San Pedro fue uno de los doce apóstoles de Jesús. Su nombre era Simón, pero Jesús lo llamó Cefas que significa “piedra” y le dijo que sería la piedra sobre la que edificaría Su Iglesia. Por esta razón, le conocemos como Pedro. Era pescador de oficio y Jesús lo llamó a ser pescador de hombres, para darles a conocer el amor de Dios y el mensaje de salvación. Él aceptó y dejó su barca, sus redes y su casa para seguir a Jesús.
Pedro era de carácter fuerte e impulsivo y tuvo que luchar contra la comodidad y contra su gusto por lucirse ante los demás. No comprendió a Cristo cuando hablaba acerca de sacrificio, cruz y muerte y hasta le llegó a proponer a Jesús un camino más fácil; se sentía muy seguro de sí mismo y le prometió a Cristo que nunca lo negaría, tan sólo unas horas antes de negarlo tres veces.
Vivió momentos muy importantes junto a Jesús:
Vio a Jesús cuando caminó sobre las aguas. Él mismo lo intentó, pero por desconfiar estuvo a punto de ahogarse.
Prensenció la Transfiguración del Señor.
Estuvo presente cuando aprehendieron a Jesús y le cortó la oreja a uno de los soldados atacantes.
Negó a Jesús tres veces, por miedo a los judíos y después se arrepintió de hacerlo.
Fue testigo de la Resurrección de Jesús.
Jesús, después de resucitar, le preguntó tres veces si lo amaba y las tres veces respondió que sí. Entonces, Jesús le confirmó su misión como jefe Supremo de la Iglesia.
Estuvo presente cuando Jesús subió al cielo en la Ascensión y permaneció fiel en la oración esperando al Espíritu Santo.
Recibió al Espíritu Santo el día de Pentecostés y con la fuerza y el valor que le entregó, comenzó su predicación del mensaje de Jesús. Dejó atrás las dudas, la cobardía y los miedos y tomó el mando de la Iglesia, bautizando ese día a varios miles de personas.
Realizó muchos milagros en nombre de Jesús.
En los Hechos de los Apóstoles, se narran varias hazañas y aventuras de Pedro como primer jefe de la Iglesia. Nos narran que fue hecho prisionero con Juan, que defendió a Cristo ante los tribunales judíos, que fue encarcelado por orden del Sanedrín y librado milagrosamente de sus cadenas para volver a predicar en el templo; que lo detuvieron por segunda vez y aún así, se negó a dejar de predicar y fue mandado a azotar.
Pedro convirtió a muchos judíos y pensó que ya había cumplido con su misión, pero Jesús se le apareció y le pidió que llevara esta conversión a los gentiles, a los no judíos.
En esa época, Roma era la ciudad más importante del mundo, por lo que Pedro decidió ir allá a predicar a Jesús. Ahí se encontró con varias dificultades: los romanos tomaban las creencias y los dioses que más les gustaban de los distintos países que conquistaban. Cada familia tenía sus dioses del hogar. La superstición era una verdadera plaga, abundaban los adivinos y los magos. Él comenzó con su predicación y ahí surgieron las primeras comunidades cristianas. Estas comunidades daban un gran ejemplo de amor, alegría y de honestidad, en una sociedad violenta y egoísta. En menos de trescientos años, la mayoría de los corazones del imperio romano quedaron conquistados para Jesús. Desde entonces, Roma se constituyó como el centro del cristianismo.
En el año 64, hubo un incendio muy grande en Roma que no fue posible sofocar. Se corría el rumor de que había sido el emperador Nerón el que lo había provocado. Nerón se dio cuenta que peligraba su trono y alguien le sugirió que acusara a los cristianos de haber provocado el incendio. Fue así como se inició una verdadera “cacería” de los cristianos: los arrojaban al circo romano para ser devorados por los leones, eran quemados en los jardines, asesinados en plena calle o torturados cruelmente. Durante esta persecución, que duró unos tres años, murió crucificado Pedro por mandato del emperador Nerón.
Pidió ser crucificado de cabeza, porque no se sentía digno de morir como su Maestro. Treinta y siete años duró su seguimiento fiel a Jesús. Fue sepultado en la Colina Vaticana, cerca del lugar de su martirio. Ahí se construyó la Basílica de San Pedro, centro de la cristiandad.
San Pedro escribió dos cartas o epístolas que forman parte de la Sagrada Escritura.
¿Qué nos enseña la vida de Pedro?
Nos enseña que, a pesar de la debilidad humana, Dios nos ama y nos llama a la santidad. A pesar de todos los defectos que tenía, Pedro logró cumplir con su misión. Para ser un buen cristiano hay que esforzarse por ser santos todos los días. Pedro concretamente nos dice: “Sean santos en su proceder como es santo el que los ha llamado” (I Pedro, 1,15)
Cada quien, de acuerdo a su estado de vida, debe trabajar y pedirle a Dios que le ayude a alcanzar su santidad.
Nos enseña que el Espíritu Santo puede obrar maravillas en un hombre común y corriente. Lo puede hacer capaz de superar los más grandes obstáculos.
La Institución del Papado
Toda organización necesita de una cabeza y Pedro fue el primer jefe y la primera cabeza de la Iglesia. Fue el primer Papa de la Iglesia Católica. Jesús le entregó las llaves del Reino y le dijo que todo lo que atara en la Tierra quedaría atado en el Cielo y todo lo que desatara quedaría desatado en el Cielo. Jesús le encargó cuidar de su Iglesia, cuidar de su rebaño. El trabajo del Papa no sólo es un trabajo de organización y dirección. Es, ante todo, el trabajo de un padre que vela por sus hijos.
El Papa es el representante de Cristo en el mundo y es la cabeza visible de la Iglesia. Es el pastor de la Iglesia, la dirige y la mantiene unida. Está asistido por el Espíritu Santo, quien actúa directamente sobre Él, lo santifica y le ayuda con sus dones a guiar y fortalecer a la Iglesia con su ejemplo y palabra. El Papa tiene la misión de enseñar, santificar y gobernar a la Iglesia.
Nosotros, como cristianos debemos amarlo por lo que es y por lo que representa, como un hombre santo que nos da un gran ejemplo y como el representante de Jesucristo en la Tierra. Reconocerlo como nuestro pastor, obedecer sus mandatos, conocer su palabra, ser fieles a sus enseñanzas, defender su persona y su obra y rezar por Él.
Cuando un Papa muere, se reúnen en el Vaticano todos los cardenales del mundo para elegir al nuevo sucesor de San Pedro y a puerta cerrada, se reúnen en Cónclave (que significa: cerrados con llave). Así permanecen en oración y sacrificio, pidiéndole al Espíritu Santo que los ilumine. Mientras no se ha elegido Papa, en la chimenea del Vaticano sale humo negro y cuando ya se ha elegido, sale humo blanco como señal de que ya se escogió al nuevo representante de Cristo en la Tierra.
San Pablo
Su nombre hebreo era Saulo. Era judío de raza, griego de educación y ciudadano romano. Nació en la provincia romana de Cilicia, en la ciudad de Tarso. Era inteligente y bien preparado. Había estudiado en las mejores escuelas de Jerusalén.
Era enemigo de la nueva religión cristiana ya que era un fariseo muy estricto. Estaba convencido y comprometido con su fe judía. Quería dar testimonio de ésta y defenderla a toda costa. Consideraba a los cristianos como una amenaza para su religión y creía que se debía acabar con ellos a cualquier costo. Se dedicó a combatir a los cristianos, quienes tenían razones para temerle. Los jefes del Sanedrín de Jerusalén le encargaron que apresara a los cristianos de la ciudad de Damasco.
En el camino a Damasco, se le apareció Jesús en medio de un gran resplandor, cayó en tierra y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” ( Hechos de los Apóstoles 9, 1-9.20-22.).
Con esta frase, Pablo comprendió que Jesús era verdaderamente Hijo de Dios y que al perseguir a los cristianos perseguía al mismo Cristo que vivía en cada cristiano. Después de este acontecimiento, Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía los ojos abiertos no veía nada. Lo llevaron a Damasco y pasó tres días sin comer ni beber. Ahí, Ananías, obedeciendo a Jesús, hizo que Saulo recobrara la vista, se levantara y fuera bautizado. Tomó alimento y se sintió con fuerzas.
Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco y después empezó a predicar a favor de Jesús, diciendo que era el Hijo de Dios. Saulo se cambió el nombre por Pablo. Fue a Jerusalén para ponerse a la orden de San Pedro.
La conversión de Pablo fue total y es el más grande apóstol que la Iglesia ha tenido. Fue el “apóstol de los gentiles” ya que llevó el Evangelio a todos los hombres, no sólo al pueblo judío. Comprendió muy bien el significado de ser apóstol, y de hacer apostolado a favor del mensaje de Jesús. Fue fiel al llamado que Jesús le hizo en al camino a Damasco.
Llevó el Evangelio por todo el mundo mediterráneo. Su labor no fue fácil. Por un lado, los cristianos desconfiaban de él, por su fama de gran perseguidor de las comunidades cristianas. Los judíos, por su parte, le tenían coraje por "cambiarse de bando". En varias ocasiones se tuvo que esconder y huir del lugar donde estaba, porque su vida peligraba. Realizó cuatro grandes viajes apostólicos para llevar a todos los hombres el mensaje de salvación, creando nuevas comunidades cristianas en los lugares por los que pasaba y enseñando y apoyando las comunidades ya existentes.
Escribió catorce cartas o epístolas que forman parte de la Sagrada Escritura.
Al igual que Pedro, fue martirizado en Roma. Le cortaron la cabeza con una espada pues, como era ciudadano romano, no podían condenarlo a morir en una cruz, ya que era una muerte reservada para los esclavos.
¿Qué nos enseña la vida de San Pablo?
Nos enseña la importancia de la labor apostólica de los cristianos. Todos los cristianos debemos ser apóstoles, anunciar a Cristo comunicando su mensaje con la palabra y el ejemplo, cada uno en el lugar donde viva, y de diferentes maneras.
Nos enseña el valor de la conversión. Nos enseña a hacer caso a Jesús dejando nuestra vida antigua de pecado para comenzar una vida dedicada a la santidad, a las buenas obras y al apostolado.
Esta conversión siguió varios pasos:
1. Cristo dio el primer paso: Cristo buscó la conversión de Pablo, le tenía una misión concreta.
2. Pablo aceptó los dones de Cristo: El mayor de estos dones fue el de ver a Cristo en el camino a Damasco y reconocerlo como Hijo de Dios.
3. Pablo vivió el amor que Cristo le dio: No sólo aceptó este amor, sino que los hizo parte de su vida. De ser el principal perseguidor, se convirtió en el principal propagador de la fe católica.
4. Pablo comunicó el amor que Cristo le dio: Se dedicó a llevar el gran don que había recibido a los demás. Su vida fue un constante ir y venir, fundando comunidades cristianas, llevando el Evangelio y animando con sus cartas a los nuevos cristianos en común acuerdo con San Pedro.
Estos mismos pasos son los que Cristo utiliza en cada uno de los cristianos. Nosotros podemos dar una respuesta personal a este llamado. Así como lo hizo Pablo en su época y con las circunstancias de la vida, así cada uno de nosotros hoy puede dar una respuesta al llamado de Jesús.
Tere Fernández
catholic.net
viernes, 29 de junio de 2012
Pedro y Pablo, Santos
Entrevista a San Pedro y San Pablo
¿Qué nos platicarían estos grandes apostoles? ¡Cuántas cosas nos enseñarían!Sus palabras son actuales, solo tenemos que leerlas en las Sagradas Escrituras.
Entrevista a San Pedro en el cielo
Vamos a hacer una entrevista a aquel pescador de Galilea llamado Simón Pedro:
Pregunta: ¿Qué sentiste al negar a Cristo?
Respuesta: Fue el día más triste de mi vida; no se lo deseo a nadie. Yo era muy duro para llorar, pero ese día lloré a mares; no lo suficiente, porque toda la vida lloré esa falta. Sin embargo, por haber negado al Señor un día, lo amé muchísimo más que si nunca lo hubiera hecho. Esas negaciones fueron un hierro candente que me traspasó el corazón.
Pregunta: ¿Prefieres el nombre de Pedro al de Simón?
Respuesta: Sí, porque el nombre de Simón me lo pusieron mis padres; el de Pedro, Cristo. Además, es un nombre que encierra un gran significado. Por un lado me hace feliz que Él me haya hecho piedra de su Iglesia; por otro lado, me produce gran confusión, porque yo no era roca, sino polvo vil. Cristo ya no me llama Simón, Él prefiere llamarme roca; y en el cielo todos me llaman Pedro.
Mi antiguo nombre ya se me olvidó. Cuando pienso en mi nuevo nombre, cuando me llaman Pedro, inmediatamente pienso en la Iglesia. Me llaman así con un sentido muy particular los demás vicarios de Cristo que me han seguido, y yo siento ganas de llamarles con el mismo nombre, porque todos somos piedra de la misma cantera, todos sostenemos a la Iglesia.
Pregunta: ¿Por qué dijiste al Señor aquellas palabras: «Señor, a quién iremos, si Tú tienes palabras de vida eterna»?
Respuesta: Me salieron del corazón. La situación era apurada, y había que hacer algo por el Maestro; veía a mis compañeros indecisos, y sentí la obligación de salvar la situación y confiar; por eso dije en plural: «¿A quien iremos Señor? Tú tienes palabras de vida eterna». Yo mismo no comprendía en ese tiempo muchas cosas del Maestro. Ni pienses que entendía la Eucaristía, pero dejé hablar al corazón, y el corazón me habló con la verdad.
Yo amaba apasionadamente al Maestro y aproveché aquel momento supremo para decir bien claro y bien fuerte: «Yo me quedo contigo». Y, de lo que entonces dije, nunca me arrepentí.
Pregunta: ¿Qué sentiste cuando Cristo Resucitado se te apareció?
Respuesta: Es difícil, muy difícil de expresar, pero lo intentaré. Por un segundo creí ver un fantasma, luego sentí tal alegría que quise abrazarlo con todas mis fuerzas. «¡Es Él!» pensé, pero luego sentí cómo se me helaba la sangre, y quedé petrificado sin atreverme a mover. Él fue quien me abrazó con tal ternura, con tal fuerza... Y oí muy claras sus palabras: «Para mí sigues siendo el mismo Pedro de siempre».
Pregunta: ¿Qué consejo nos das a los que seguimos en este mundo?
Respuesta: Puedo decirles que mi actual sucesor, Benedicto XVI, es de los mejores. Háganle caso y les irá mejor.
Pedro es el típico hombre, humilde de nacimiento, que se hizo grande al contacto con Cristo. El típico hombre, pecador como todos, pero que, arrepentido de su pecado, logró una santidad excelsa.
Entrevista en el cielo a San Pablo
Quisiéramos hoy hacerle algunas preguntas al fariseo Pablo de Tarso.
Pregunta: ¿Qué sentiste en el camino hacia Damasco, caído en el suelo, tirado en el polvo?
Respuesta: Yacía por tierra, convertido en polvo, todo mi pasado. Mis antiguas certezas, la intocable ley mosaica, mi alma de fariseo rabioso, toda mi vida anterior estaba enterrada en el polvo.
Fue cuestión de segundos. Del polvo emergía poco a poco un hombre nuevo. Los métodos fueron violentos, tajantes, «es duro dar coces contra el aguijón», pero sólo así podía aprender la dura lección.
En el camino hacia Damasco me encontré con el Maestro un día que nunca olvidaré.
Aquella voz y aquel Cristo de Damasco se me clavaron como espada en el corazón. Cristo entró a saco en mi castillo rompiendo puertas, ventanas; una experiencia terrible; pero considero aquel día como el más grande de mi vida.
Pregunta: ¿Sigues diciendo que todo lo que se sufre en este mundo es juego de niños, comparado con el cielo?
Respuesta: Lo dije y lo digo. Durante mi vida terrena contemplé el cielo por un rato; ahora estaré en él eternamente. El precio que pagué fue muy pequeño. El cielo no tiene precio. ¡Qué pena da ver a tantos hombres y mujeres aferrados a las cosas de la tierra, olvidándose de la eternidad!
Vale la pena sufrir sin fin y sin pausa para conquistar el cielo. El Cristo de Damasco será mío para siempre; llegando aquí lo primero que le he dicho al Señor ha sido: «Gracias Señor, por tirarme del caballo»; pues Él me pidió disculpas por la manera demasiado fuerte de hacerlo.
Pregunta: ¿Qué querías decir con aquellas palabras: “¿Quién me arrancará del amor a Cristo?”
Respuesta: Lo que las palabras significan: que estaba seguro de que nada ni nadie jamás me separaría de Él, y así fue. Y, si en la tierra pude decir con certeza estas palabras, en el cielo las puedo decir con mayor certeza todavía.
El cielo consiste en: “Cristo es mío, yo soy de Cristo por toda la eternidad” ¿Sabes lo que se siente, cuando Él me dice: «Pablo, amigo mío?».
Pregunta: Un día dijiste aquellas palabras: “Sé en quién he creído y estoy tranquilo”. Explícanos el sentido.
Respuesta: Cuando llegué a conocerlo, no pude menos de seguirlo, de quererlo, de pasarme a sus filas; porque nadie como Él de justo, de santo, de verdadero.
Supe desde el principio que no encontraría otro como Él, que nadie me amaría tanto como aquél que se entregó a la muerte y a la cruz por mí.
Pregunta: ¿Un consejo desde el cielo para los de la tierra?
Respuesta: Uno sólo, y se los doy con toda la fuerza: “Déjense atrapar por el mismo Señor que a mi me derribó en Damasco”.
Si todos los enemigos del cristianismo fueran sinceros como Pablo de Tarso, un día u otro, la caída de un caballo, una experiencia fuerte o una caricia de Dios les haría exclamar como él: «Señor, ¿qué quieres que haga?».
P Mariano de Blas
catholic.net
jueves, 28 de junio de 2012
¿Cómo orar cuando estás decepcionado/a?
Seguramente has tenido la experiencia de una decepción, un fracaso, una traición, de cuando tal vez alguien que considerabas un buen amigo o un buen socio te da una puñalada por la espalda, un ser querido que desaparece cuando más lo necesitas y te deja en completa soledad, un tiempo prolongado de inestabilidad en tu casa, de un hermano, un hijo o un amigo que se va, de alguien que no cumplió su palabra y tú sufriste graves consecuencias, un sueño en el que has invertido mucho y se te derrumba... Me refiero a la experiencia de haber puesto tus esperanzas en alguien o en algo y que todo se te venga abajo.
Experimentas una gran decepción. Surgen en la mente todo tipo de preguntas. Te cuestionas si fuiste tú el culpable. Dudas de todo y de todos. Como Jeremías, tu también dices: "Maldito el hombre que confía en el hombre" (Jer 17, 5) y como el salmista: "Mejor es confiar en Yahvé, que confiar en el hombre." (Salmo 118)
Hay personas que en éstas circunstancias se desmoronan, caen en profunda depresión, otros incluso se suicidan. Son situaciones difíciles, a veces muy difíciles, pero también pueden ser muy provechosas. Yo creo que, por más dolorosas que se presenten, son oportunidades de oro para afianzarse y crecer. Cuando se te desmorona un edificio, es una oportunidad privilegiada para construir, ahora sí, sobre roca firme. He tenido experiencias de éstas en mi vida y he podido acompañar a muchas personas en momentos similares y los he visto madurar y superarse como nunca.
Lo que se echa de menos en estas situaciones es la fidelidad. Viene una gran nostalgia de un amor que sea fiel, que no falle, que no pueda fallar. Algo o alguien que dé garantías de estabilidad. El amor no puede pisar sobre arenas movedizas, necesita tierra firme: FIDELIDAD. Y entonces nos acordamos de Dios. Ayer mismo, una universitaria que participa en el taller de oración que estoy impartiendo en Medellín, me decía: "En estos momentos, sé y entiendo que si estoy con Dios, nadie puede afectar mi estabilidad."
"En el contexto bíblico, la fidelidad es sobre todo un atributo divino: Dios se nos da a conocer como Aquél que es fiel para siempre a la alianza que ha establecido con su pueblo, no obstante la infidelidad de éste. En su fidelidad, Dios garantiza el cumplimiento de su plan de amor, y por esto es también digno de fe y veraz." (Benedicto XVI, 11 de junio de 2012)
No porque Dios sea fiel se acabaron los problemas. El es fiel, pero sus designios no dejan de ser misteriosos. Por nuestra parte, seguimos siendo libres: otro gran misterio. Nuestra relación con Dios, nuestro fiarnos de Dios, no está completamente resuelto en Él. Somos libres y por ello nuestra relación con Él mantiene un carácter fundamental de pregunta.
Si vivimos estos momentos como personas humildes, profundas y coherentes, en lugar de caer en un hoyo, son oportunidades excelentes para crecer en el conocimiento de Dios y en amistad con Él. En tiempos de "arenas movedizas" creo que hay que buscar espacios de silencio y soledad y hacer oración. Este es el consejo de Santiago: "¿Sufre alguno entre vosotros? Que ore." (Santiago 5, 13)
En la oración experimentamos a Alguien que sí es fiel, la Roca firme en la que podemos confiar. Y no es que haya que ir a la oración como un escape o en busca de un sedante, sino en busca de Alguien, del único que es eternamente fiel. A la oración vamos a pisar Roca firme, vamos a abrazarnos a un Amor seguro, a descansar en un Amigo eterno. Dios es y será fiel a su Alianza.
¿Buscamos certezas? Aquí está la más sólida de todas. Del amor de Dios podemos estar siempre seguros, completamente seguros. Lo sintamos o no lo sintamos. A veces dudamos del amor de Dios porque no nos concede lo que pedimos, pero no es que diga "no" sino "te tengo algo mejor"; otra cosa es que no lo entendamos. Creo que Cristo tampoco entendió que el Padre guardara silencio en su oración en Getsemaní. Pero más tarde resucitó.
P. Evaristo Sada
la-oracion.com
miércoles, 27 de junio de 2012
El dolor no deforma, transforma
Valió la pena, sufrir dolores de parto, cuando al final se sostiene entre las manos una nueva vida que el existir de la Madre ha transformado.
Y el dolor que se experimenta en las pequeñas caídas, cuando se dan los primeros pasos, se convierte en triunfo, al lograr afianzar el caminar, luego poder correr, y quizás hasta en sueños volar.
Un fracaso, asumido con madurez, puede en un principio doler; pero al superarlo, el alma se logra fortalecer; y más valiente se hace el ser humano, ante cualquier reto que se le presente o ante los diferentes momentos que en su vida pueda tener.
Los padres que tienen un hijo especial, desde un primer momento, es tan grande el dolor que pueden llegar a pensar, que se sienten frustrados y no lo podrán superar; pero con el tiempo y asumido desde la fe, ese ser que en un principio causó dolor, se llegará a convertir en el más grande amor, y les enseñará a descubrir lo que realmente en la vida tiene valor.
El perder un ser querido, deja el corazón destruido, hasta que se logra ver la muerte desde los ojos de Dios, y se transforma en esperanza el dolor; esta tristeza que deja el vacío, nos enseña a valorar a quienes a nuestro lado han quedado, y que también son seres amados.
Si careces de algo, valoras más lo que tienes. Si sufres por alguien, llegas a amarlo más, si escoges el camino difícil, te haces más fuerte, si experimentas de cerca la muerte, aprendes a amar más la vida, si caes; adquieres destreza en levantarte. El dolor no deforma, sino que transforma.
El dolor no deforma, transforma, es una gran verdad y eso lo sustentan, quienes al sufrir, sienten que han crecido y se han fortalecido aún más. Todo esto define, esa gran verdad: "El dolor no deforma, transforma".
webcatolicodejavier.org
martes, 26 de junio de 2012
La vida temporal y la vida eterna
La muerte es una separación del cuerpo y del espíritu por desfallecimiento de aquél. Durante la vida temporal, el hombre debe prepararse para la eterna.
El cristianismo, una religión de milagros y de misterios.
Hay dos errores gravísimos: el de instalarse cómodamente en la vida del tiempo, haciendo del camino fin y de lo provisional definitivo, comprometiendo así gravemente la vida en la eternidad; y el obsesionarse hasta la obnubilación con la vida eterna, de tal modo que, en un quietismo antivitalista, olvidemos que es aquí, en la vida temporal, donde hemos de definirnos para aquélla.
Es en el tiempo donde nos definimos para la salvación o la condenación eternas. Y es al fin del tiempo cuando ha de producirse el examen individual sobre el amor, es decir, sobre las obras, porque obras son amores y no buenas razones.
El milagro prueba el señorío de Dios sobre el orden de la naturaleza por El creado, que rompe o interrumpe.
El misterio prueba el señorío de Dios sobre la Verdad, que, sin dejar de serlo, el hombre, por sí solo, no puede ver en muchas de sus parcelas, necesitando que El se las revele.
Centrando nuestra atención en lo mistérico, para percibir y percatarse de la Verdad que oculta, hace falta, con la Revelación, una fuente de conocimiento más alto que la de los sentidos, y aún más alto que la que nos proporciona la razón. Esa fuente más elevada de conocimiento se llama la fe.
Si la luz de Dios -Lumen Dei- permite al bienaventurado contemplar intuitivamente, hacienda innecesaria la luz de los sentidos, la luz de la razón y la luz de la fe el hombre, en tanto esa bienaventuranza no llegue, aquí, en el tiempo y en el espacio, necesita para su andadura correcta, para no tropezar o para rehacerse del tropiezo, alumbrarse con la llama triple de los sentidos, de la razón y de la fe.
También el cristianismo, por ser mistérico, aunque parezca contradictorio no lo es, porque lo contradictorio no puede concordarse, mientras que lo paradójico explica y concuerda en su contexto lo que, en principio, es decir, a primera vista, se presenta como discordante, inconciliable y antinómico.
Hay , así , paradoja y no contradicción en frases conocidas como éstas: "los últimos serán los primeros", "el que se humilla será ensalzado"·, "mi paz os dejo, pero he venido a traer la guerra", "dichosos los que padecen", "el que quiera salvar su vida la perderá,...."
La suprema paradoja -y no contradicción, como veremos- no está en unas palabras, sino en un hecho clave. Cristo, Maestro de la Verdad, dice de Si mismo: «Yo soy la Vida»; y sin embargo, la Vida encarnada muere en la Cruz.
A este hecho clave hemos de llegar si con la luz de los sentidos, de la razón y de la fe, nos acercamos a la vida y a la muerte, como problema esencial de todo hombre; y, como un derivado, al derecho a vivir de coda hombre en su etapa histórica en la que vosotros y yo nos encontramos.
La muerte, como destrucción orgánica, es un fenómeno psicosomático, que transforma el cuerpo animado en cadáver, al estar desprovisto de animación. Un cadáver, durante algunas horas, como por inercia, mantiene la configuración corporal; y hay cadáveres que, artificialmente -embalsamamiento y momificación- o sobrenaturalmente -cadáveres incorruptos de algunos santos-, la conservan por tiempo indefinido. Pero, en cualquiera de los casos, allí no hay cuerpos, sino cadáveres.
Pero la muerte, en el hombre, es algo más que un fenómeno psicosomático, que puede homologarse con la muerte de otros seres vivos creados. la muerte en el hombre es un fenómeno metafísico, sobrevenido porque el hombre, siendo naturaleza creada, es sobrenaturaleza. El hombre, enmarcado en, y fruto de la tarea creadora genesíaca, aparece como un ser sobrenatural en un doble sentido: por una parte, se le proclama rey de la creación, destinado a dominarla -por lo que está sobre ella-, y por otra, el aliento de vida que le da el ser es un aliento divino eternizante y, por ello cualitativamente distinto e infinitamente superior al del resto de todo lo creado.
El hombre, criatura-eternizada, no fue, ni siquiera originariamente, criatura glorificada, pero el aliento divino de vida, que al espiritualizarle lo eternizó, hizo tránsito a su envoltura corporal, que de suyo, de por sí, hubiera estado sujeta a la muerte. El hombre del paraíso era un hombre inmortalizado. la muerte en el hombre es un acontecimiento metafísico sobrevenido. la muerte de la carne es el fruto de la desobediencia de su espíritu libre, el Haftuag que dirían los alemanes, la responsabilidad hecha castigo por la Schuld, es decir, por la culpa.
Por eso, yo acojo con ironía el esfuerzo de algunos defensores, incluso en el campo católico, de la teoría de la evolución, con su lista más o menos imaginaria de los antropoides intermedios. Para mí, lo que teológica e históricamente se ha producido en la humanidad es, en cierto modo, una involución, una degradación, un retroceso. No es que el antropoide, en un momento y en un lugar indeterminados, se haya convertido en hombre, con la posición erecta -bípedo implume- y el ensanchamiento de su ángulo facial, sino que el hombre inmortalizado, con inteligencia diáfana y voluntad firme, al rebelar libremente su espíritu contra Dios, privó a su alma, no de su eternización -porque el espíritu no perece-, pero Si de su glorificación, y a la carne de su inmortalidad. Reducida la carne a sí misma, inutilizada por el pecado la fuerza inmortalizante del espíritu, el cuerpo del hombre quedó aprisionado por el deterioro y el desfallecimiento de la naturaleza creada que, en principio, iba a dominar. Por el pecado, la naturaleza le dominó y sometió la carne -sólo naturaleza de por sí- a su propia ley de finitud.
A luz de la fe proyectada sobre la muerte del hombre, sobre su reencuentro con la tierra, de cuyo barro se formó su carne, sobre la reconversión en polvo de lo que no era más que polvo, nos conduce desde la promesa del Paraíso que se perdió al cumplimiento histórico y metahistórico de la misma promesa. El vástago de José anunciado en el Génesis, próximo para Isaías, recordado en el Adviento que acaba de comenzar, vine a destruir el pecado y con el pecado su fruto, que es la muerte.
Esa victoria la consigue la Vida encarnada muriendo, y muriendo en la Cruz. A partir de ese instante, la muerte cobra, con significado distinto, otra valencia sobrenatural. No deja de ser un fenómeno psicosomático, no deja de ser salario del pecado, no deja de ser guadaña segadora, pero es, al mismo tiempo, para el hombre en gracia, que ha escondido su vida en Cristo y muere en El y con El, llave del Paraíso y janua coeli, puerta del cielo. Pero hay algo más. En el Símbolo de la Fe decimos que "creemos en la resurrección de los muertos",. la conversión de la guadaña en llave del muro que cierra en pórtico que se abre, es una realidad esperanzada para el cuerpo, que recobrará su incorruptibilidad y será inmortalizado y glorificado. Cuando se consume la victoria sobre la muerte, victoria que tuvo su principio y tiene su garantía en Cristo resucitado, con los ojos del cuerpo, que ahora no pueden ver a Dios, traspasados por el lumen gloriae, se podrá contemplar en Dios lo que El ha preparado para el gozo del hombre.
Todo esto nos lleva a lo que podríamos llamar una nueva visión de la muerte, de la vida y del status viatoris que discurre desde que la vida temporal se inicia hasta que la vida temporal concluye.
Nueva visión de la muerte: Aunque la muerte en el hombre no deje de ser la obra del Maligno, que por odio a la vida la introdujo en la humanidad; aunque la muerte vaya despertando como vivencia acosadora conforme transcurren los años y se advierta su cercanía; aunque la vivencia de la muerte produzca pánico, por lo que pueda implicar de dolorosa y de tránsito a lo desconocido, repugnancia por instinto de conservación, rebeldía ante lo que puede interpretarse como inhumano, tristeza amarga como frustración del ser, resignación estoica ante la imposibilidad de evitarla, todo ello en el cristianismo es superable, porque su visión de la muerte, sin ignorar esas reacciones, las supera.
Para el cristiano, que mira la muerte no sólo con la luz de los sentidos y de la razón, sino con la luz de la fe, la muerte no aniquila el ser. La muerte es una separación, una despedida del cuerpo y del espíritu por desfallecimiento de aquél. La despedida no es para siempre. No es un adiós, sino un hasta luego. Lo tremendo del hombre no es que muera de verdad, sino que, aun deteriorándose y pulverizándose el cuerpo, el hombre -su yo personal identificante- no muere nunca.
Nueva visión de la vida: la vida del hombre es lineal, pero ascendente. En ella hay, no uno, sino dos alumbramientos; y ambos son dolorosos, porque la redención del hombre y la vida histórica del hombre están signadas por el dolor. El primer alumbramiento es el parto. Por el parto, el hombre ve la luz del mundo. Por el parto se da a luz en el tiempo; y la separación del claustro materno es dolorosa para la madre y para el hijo; y dolorosa hasta el derramamiento de sangre. Por el segundo alumbramiento, se pasa a la luz de la eternidad. Este nuevo dar a luz es también separación dolorosa, porque hay dolor en el cuerpo, que siente su desanimación progresiva, y en el alma, que, al irse desprendiendo de la nebulosa de los sentidos, con todas sus potencias en vigor, tiene conciencia nítida del desgarro. El dolor de este alumbramiento es más profundo que el del primero, porque incide en la más íntima radicalidad del ser. De alguna manera podría recordarlo la separación de la uña de la carne, a que se refería doña Jimena al separarse del Cid, o la frase de Antonio Rivera, nuestro "Angel del Alcázar": «¡Me estoy muriendo!»
Ahora bien; si la muerte es otro alumbramiento, como el del trigo que se pudre para hacerse espiga, o el gusano de seda que, luego de hacer su capullo, lo rompe y, alado, se hace mariposa, o el del hierro que, en la fragua, incandescente y cincelado y forjado, se convierte en obra de arte, la muerte no es una pérdida, sino una ganancia, como dice San Pablo, y todas aquellas reacciones, pánico, repugnancia, rebeldía resignación, se hacen deseo. Nadie como Teresa de Jesús manifiesta ese deseo, no de morir como huida, como olvido o como descanso, sino como anhelo de usar la llave y de abrir la puerta de la Vida, de morir precisamente para vivir. El desasosiego de morir por no morir florece en los versos famosos: "Y en tal alto Vida espero, que muero porque no muero."
Nueva visión del status viatoris: En el aquí y ahora de la primera etapa vital, el hombre, a la luz de la fe, no contempla lo que ha de sucederle como una prolongación sino dio de aquélla; como un estirón sin final del tiempo; como un tiempo con prórroga interminable. El tiempo de la eternidad ya no es tiempo. Y el parto segundo de la muerte no es una prolongación longitudinal, sino una ascensión cualitativa.
En el itinere histórico el hombre transcurre en él ahora-tiempo, y, como señala Zubiri, desde un instante hacia un algo. El «ahora temporal» navega sobre el «siempre eterno»; y ese ahora comprende para el hombre desde su concepción hacia y hasta su muerte corporal. En ese ahora, el hombre se va configurando, conformando, definiendo y haciéndose definitivo, de tal forma que configurado, conformado y definido, es decir, consumado definitivamente, llega con su alma, al morir el cuerpo, a la eternidad.
La Parusía, que es la exaltación jubilosa, del triunfo final de Cristo, supone la absorción del tiempo por la eternidad, la inmortalidad gloriosa del cuerpo humane y la transformación de la naturaleza en una tierra y en un cielo nuevos.
Siendo esto así, para un cristiano la etapa histórica de su vida es una preparación y una provisionalidad. Durante ella ha de procurar ir definiéndose, es decir, preparándose y equipándose para la eterna. El ahora ha de estar en función del siempre, y el camino y el quehacer del camino han de concebirse en función de la meta.
Caben aquí, sin embargo, dos errores gravísimos: el de instalarse cómodamente en la vida del tiempo, haciendo del camino fin y de lo provisional definitivo, comprometiendo así gravemente la vida en la eternidad; y el obsesionarse hasta la obnubilación con la vida eterna, de tal modo que, en un quietismo antivitalista, olvidemos que es aquí, en la vida temporal, donde hemos de definirnos para aquélla.
Es en el tiempo donde nos definimos para la salvación o la condenación eternas. Y es al fin del tiempo cuando ha de producirse el examen individual sobre el amor, es decir, sobre las obras, porque obras son amores y no buenas razones.
Con esta perspectiva, debemos asomarnos a la cuestión actualísima como ninguna de la muerte y de la vida temporales. Una y otra se contemplan desde la luz de los sentidos y de la razón, pero, sobre todo, a la luz de la Verdad revelada y, por tanto, de la fe: la fe objetiva, como haz de verdades, y la fe subjetiva, como virtud teologal.
La vida y la muerte temporales, en función de la Vida o de la muerte eternas, se contorsionan en la ley, en las costumbres y en la conciencia individual y colectiva. Ahí donde la vida está amenazada, allí el cristiano ha de comparecer para dar testimonio de la verdad, aunque el testimonio conlleve persecución y sacrificio.
Arbil
catholic.net
domingo, 24 de junio de 2012
Hacen falta muchos "juanes bautistas"
Evangelio: Lucas 1, 57-66.80
A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaron Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: “¡No! Se va a llamar Juan.” Le replicaron: “Ninguno de tus parientes se llama así.”
Entonces preguntaban por señas del padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que le oían reflexionaban diciendo: “¿Qué va a ser este niño?” Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.
HACEN FALTA MUCHOS "JUANES BAUTISTAS"
Uno solo hizo tanto: anunció, señalando con un dedo, al Mesías y con el otro, denunció el pecado público del Herodes Antipas. Celebramos hoy el nacimiento de Juan el Bautista. No sólo su muerte, o nacimiento a la vida eterna, como el resto de los santos. También de éste celebramos su nacimiento. Porque ya su nacimiento fue una gran señal para todos. “¿Qué va a ser este niño?” Porque la mano del Señor estaba con él”.
Muchas veces se discute si Juan pertenece todavía al Antiguo Testamento, siendo el último de los profetas de Israel; o bien es ya una figura del Nuevo a todos los efectos. Yo, sin duda, me decanto por esta segunda opción, ya que, entre otras razones, Juan hace lo que todo cristiano ha de hacer: anunciar a Cristo a este mundo y denunciar todo lo que no sea conforme al amor de Cristo en este mundo.
Fue más allá de ser un mero indignado o un revolucionario. Su misión tenía un objetivo muy determinado y esta determinación se expresa muy bien con su dedo. Un dedo, el de Juan, que señala; que no se esconde, ni por vergüenza ni por miedo. Un índice que indica (valga la redundancia) esperanza. Su gesto de señalar con la mano a Jesús, hace que las miradas de todos se dirijan hacia “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. “¡Es Él!”, dice el Bautista. Es Jesús el que te quita tu pecado y te da la paz.
Hoy día hacen falta tantos anunciadores de Jesús… tantos dedos valientes que señalen a Jesús delante de todos los hombres y mujeres de este mundo en tinieblas…
Pero también hemos dicho que Juan señala otra cosa, precisamente para reforzar la primera. Si anuncia al que quita el pecado del mundo, también ha de señalar con claridad dónde está y en qué consiste el pecado del mundo. El pecado es la ruptura con el plan creador de Dios, romper con su amistad y rechazar sus promesas. El pecado es la decisión de construir la propia vida prescindiendo de Dios, violando sus mandamientos. El pecado es, en primer lugar, una injusticia para con Dios que sólo quiere nuestro bien. Pero es también - no a largo, sino a corto o cortísimo plazo - una destrucción progresiva o de una vez de nosotros mismos, y de nuestra relación armónica con el prójimo y con el resto de la creación. No basta anunciar a Jesús. Hay que denunciar el pecado, porque si no, no se entiende la auténtica novedad de anunciar a Jesús. Porque si Jesús no es mi Dios salvador, ¿qué interés puede tener su anuncio?
Hacen falta hoy muchos “Juanes Bautistas”. En tiempos de crisis como los que vivimos, ¿cómo recibiríamos a la persona que verdaderamente trajera la solución precisa a todos nuestros problemas económicos, laborales, etc? Si alguien tuviera en su mano la fórmula eficaz y segura de salir de esta crisis inmediatamente, ¡con qué alegría lo acogeríamos!
Pues la crisis más profunda está en el corazón de cada hombre. Y existe la solución a esta crisis personal y única de cada uno. La solución es Jesucristo. Lo que hace falta es que haya cristianos dispuestos a anunciarlo íntegramente, como Juan el Bautista. E íntegramente quiere decir con los dos dedos, el índice de la mano que apunta hacia Jesús, y el otro índice que señala con valentía lo que casi nadie quiere señalar, el egoísmo y el pecado que imperan en nuestro mundo.
P. Mario Ortega
En la barca de Pedro
sábado, 23 de junio de 2012
Una heroica enfermera impide los abortos en su hospital
Esta valiente mujer, que ha arriesgado su puesto de trabajo para evitar que la dirección de su hospital introdujese el aborto en él, es realmente una nueva Juana de Arco que, en estos tiempos de crisis, no ha tenido miedo de arriesgarlo todo con tal de defender al más débil de nuestra sociedad, que no es otro que el bebé aun por nacer.
El gerente del hospital le llamó un día para indicarle que preparara todo lo necesario para realizar abortos. La crisis aprieta y dicho hospital había negociado con el Gobierno autonómico la realización de una serie de servicios, entre los que se incluía el aborto.
Pero Mercedes Cruz Quesada, de firmes convicciones católicas y miembro de la Unión Seglar, decidió anteponer sus seguridades materiales, el trabajo y el qué dirán... a ser cómplice de la destrucción de una vida.
Ésta es su historia, en forma de entrevista, que ha concedido en exclusiva a Religión en Libertad.
- ¿Cuál es su responsabilidad en el hospital, Mercedes?
- Soy supervisora de quirófano, con lo que mi responsabilidad, entre otras, es procurar que todo el material y personal necesario para que sea llevada una intervención quirúrgica, esté a punto y en perfectas condiciones, asignar a cada enfermera las intervenciones que debe cubrir, hacer los pedidos...
- ¿Cómo fue que tuvo oportunidad de enterarse del contenido del Concierto antes de que éste se firmase? ¿Se le notificó de oficio, o estuvo usted pendiente de que no le colaran ese gol?
- Desde que ocupo este puesto, sabía que algún día podía presentarse esta situación y ya estaba alerta. De todos modos, por ser parte de la dirección del hospital, normalmente (y gracias a Dios) soy informada de los cambios o decisiones que se toman.
Un día me llamó el gerente y me comunicó la posibilidad de que se realizasen abortos en nuestro hospital, y me preguntó si en quirófano disponíamos de todo lo necesario. Yo le contesté que no, porque realmente no disponíamos del material necesario. Entonces él me preguntó si podría encargarme de averiguar todo lo que sería necesario.
En ese punto yo le contesté que con todos mis respetos no podía encargarme de esta tarea y además le informé de que sintiéndolo mucho porque adoro mi trabajo y además soy muy feliz en este hospital, si se llegaba a materializar este tema yo presentaría mi dimisión y abandonaría el hospital.
Le dije que entendiese que no era una decisión fácil con la crisis y la falta de trabajo que hay por todo, pero que mi decisión estaba bien meditada y no había vuelta atrás.
- Si usted era jefa es obvio que no estaba sola ni aislada como enfermera, sino que se había cultivado un buen entorno. ¿Contribuyó a darle más fuerza y cohesión a ese entorno el hecho de que se supiese que es usted católica activa?
-Por supuesto, además por el hecho de ser católica también me dolía mucho que mis enfermeras tuviesen que participar en tan horrendo crimen.
- ¿Cómo fue lo de plantarse y hacer valer su derecho a la objeción de conciencia?
- No fue difícil: cuando estás tan segura de algo, lo demás viene solo.
- ¿Fue difícil que se adhirieran las demás enfermeras?
- La verdad es que no, aunque las cogieron una por una para que no se influenciasen entre ellas. Algunas ya estaban seguras de que no querían participar en esto, y otras estaban dudosas; pero yo creo que conocer mi postura les hizo decantarse por el no.
Además, alguien que ha visto alguna vez un aborto aunque sea involuntario, no ha de tener corazón para querer participar en esto. Es horrible.
- ¿Cómo consiguió vincular la objeción de conciencia en masa con la modificación del concierto por lo que respecta al aborto?
- Cuando la gerencia del hospital vio que ninguna enfermera de quirófano estaba dispuesta a realizar esta "tarea" se le presentó un gran problema: intentó que alguna enfermera de otro departamento pasase a quirófano esos días en concreto, pero había que formarla y eso llevaba tiempo. Además, ¿qué hacía con todas nosotras? Era un problema de difícil solución.
- ¿Tuvo seguimiento por parte del personal médico y el resto de personal del hospital, especialmente la gente con cargo?
- No, no tuve seguimiento, aunque he de decir que me respetaron en todo momento e intentaron buscar una solución para que yo no me fuera del hospital.
- ¿Es consciente de que su paso adelante y su forma de enfrentarse al problema del aborto en su hospital puede sentar precedente y constituirse en modelo a promover? ¿Es consciente de que su actitud valiente y decidida desencadenó un fenómeno sociológico a la pequeñísima escala del hospital, dignísimo de estudio?
- Pues la verdad es que no me lo había planteado así, pero doy gracias a Dios si esto sirve para que alguien se replantee su postura en el trabajo.
- Previamente a todo esto, ¿había creado usted un clima pro vida en el hospital? ¿Cómo lo hizo?
- Pues no mucho, aunque todos conocían mi postura, lo que sí es cierto es que es importantísimo hacerte respetar en tu entorno, intentar siempre ayudar a los demás, no juzgar, no criticar, hacer bien tu trabajo; en fin, intentar siempre actuar como buen cristiano: así consigues el respeto y eso es fundamental a la hora de tomar una decisión así.
-....
- Espero que esto le sirva de algo, quisiera remarcar lo que creo que ha sido más importante en el hecho de que el resto de personal de quirófano se adhiriera a mi postura. Creo que fue fundamental el que me apoyaran en todas mis decisiones antes de llegar a ésta en particular; para esto me las tuve que ir ganando poco a poco en una labor de años. La verdad es que somos un grupo muy unido y ellas son unas excelentes personas y trabajadoras, en esto tengo mucha suerte.
Marcos Vera
Religión en Libertad
viernes, 22 de junio de 2012
El paraguas
En un pueblecito de zona rural en los años 50, se produjo una larga sequía que amenazaba con dejar en la ruina a todos sus habitantes, debido a que subsistían con el fruto del trabajo del campo. A pesar de que la mayoría de sus habitantes no eran creyentes, ante la situación límite, marcharon a ver al cura párroco y le dijeron:
- "Padre, si Dios es tan poderoso, pidámosle que envíe la lluvia necesaria para revertir esta angustiante situación."
- "Está bien, le pediremos al Señor, pero deberá haber una condición indispensable."
- "¡Díganos cuál es!", respondieron todos.
- "Hay que pedírselo con fe, con mucha fe, contestó el sacerdote."
- "¡Así lo haremos, y también vendremos a Misa todos los días!"
Los campesinos comenzaron a ir a Misa todos los días, pero las semanas transcurrían y la esperada lluvia no se hacía presente. Un día, fueron todos a quejarse al párroco y reclamarle:
- "Padre, usted nos dijo que si le pedíamos con fe a Dios que enviara las lluvias, Él iba a acceder a nuestras peticiones. Pero ya van varias semanas y no obtenemos respuesta alguna."
- "¿Han pedido ustedes con fe verdadera?", les preguntó el párroco.
- "¡Sí, por supuesto!", respondieron al unísono.
- "Entonces, si dicen haber pedido con Fe verdadera... ¿por qué durante todos estos días ni uno solo de ustedes ha traído el paraguas?"
webcatolicodejavier.org
martes, 19 de junio de 2012
Cada persona es una historia sagrada
Mi deseo de vivir con intensidad me ha llevado a conocer a Jean Vanier y, a través de él, una nueva visión de la vida, del hombre y de Dios.
Atraída por su testimonio y sabiduría, decidí ir a descubrir El Arca junto a él, en el lugar donde empezó. Licenciada en Geografía e Historia, a los veintinueve años dejé mi trabajo en una galería de arte de Madrid y me fui a Trosly-Breuil. Allí he vivido durante un año en una casa con otras diez personas, seis de ellas con una deficiencia mental.
Después de esta experiencia, creo más que nunca en el valor único de cada persona, sean cuales sean sus límites; en la necesidad de construir una sociedad más humana donde todo hombre sea reconocido y encuentre su sitio ya que todos tenemos una verdad diferente que aportar.
Las personas con una limitación intelectual me han enseñado que cuando falla la inteligencia se desarrolla más el corazón. A través de ellos he comenzado a vivir en lo esencial. A ninguno le ha interesado mi profesión, mi situación económica o social. Les importa más que los escuche, que les ayude a hacer su trabajo en el taller y a escribir una carta a un amigo, que celebremos juntos nuestros cumpleaños, que por las noches antes de dormir demos gracias a Dios por lo que nos da cada día. En definitiva, que los quiera y que confíe en ellos como ellos confían en mí.
Durante todo este tiempo he vivido momentos muy felices y otros más duros. Lo que más me impresiona de El Arca es ver cómo, a pesar de las dificultades, muchas personas abandonadas por sus familias, sumidas en el dolor y cerradas en sí mismas, han empezado a reír y a abrirse a una vida nueva.
Dominique es una mujer, hija única, con una deficiencia mental de nacimiento que le impide hablar. Después de pasar treinta años sin apenas salir de su cuarto, excepto para ir al taller, no es que fuera muy sociable, ni siquiera le gustaba dar la mano al saludar. Este año hemos vivido juntas en la misma casa. Por las mañanas iba a despertarla a su cuarto y me acercaba a ella para darle un beso. Dominique protestaba un poco y se frotaba la cara como si le hubiera hecho daño. A mí me hacía gracia y no me cansaba de repetirlo. Un día se levantó, vino hacia mí y me dio la mano. Desde hace varios meses, cuando se despierta se ríe, si está de buen humor, y luego me da un beso. Yo, después de eso, empiezo el día con mucho ánimo.
El espíritu de Jean Vanier expresado en este y en otros libros -como La comunidad. Lugar del perdón y de la fiesta, No temas amar, El cuerpo roto, Jesus, el don del amor, Hombre y mujer los creó- se ha extendido por todo el mundo y en especial en España y América Latina a través de las Comunidades de Fe y Luz.
Araceli Moreno Mazarredo
Prólogo del libro “Cada persona es una historia sagrada” de Jean Vanier
domingo, 17 de junio de 2012
El misterio de Dios se revela a través de las parábolas
Evangelio: Marcos 4, 26-34
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha".
Les dijo también: "¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra".
Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.
EL MISTERIO DE DIOS SE REVELA A TRAVÉS DE LAS PARÁBOLAS
Todo el mensaje de Jesucristo a la humanidad se puede resumir en una sola expresión. Jesús nos habla del “Reino de Dios” o Reino de los Cielos, que es lo mismo.
¿Qué es el Reino de Dios? Se supone que lo tenemos que saber, pues pedimos que venga a nosotros cada vez que rezamos el Padrenuestro. Lo sabemos y no lo sabemos. Sabemos que el Reino de Dios es su presencia ya en la creación, en la humanidad redimida por Cristo. Cristo vino al mundo y el Reino de Dios, preparado ya en el Antiguo Testamento, se hace una realidad operante en medio de nosotros. Existe la Verdad y podemos conocerla, el mismo Jesucristo. Existe el Bien y podemos acogerlo; esto es la conversión y la santidad. En una palabra, el Reino de Dios está entre nosotros.
Sin embargo, el Reino de Dios no ha llegado a su plenitud definitiva. Más aún, en esta fase de crecimiento, son más visibles las obras que no pertenecen a este Reino y que lo ocultan: las guerras, los odios, la cultura de la muerte, el egoísmo, el desenfreno, la corrupción, la mentira…
La presencia del mal en el mundo es la ocasión o excusa que muchos encuentran para renunciar a la búsqueda del Reino de Dios y negar su existencia. Por eso el Señor nos habla del Reino de Dios. Como Dios es infinito, su Reino o presencia en este mundo, es incomprensible completamente para el hombre. Por eso decíamos antes que sabemos lo que es el Reino de Dios y no lo sabemos. Es más lo que no sabemos que lo que sabemos.
Jesús nos habla del Reino de la manera más sencilla y más profunda a la vez. A través de las parábolas, de acuerdo con lo que cada uno pueda entender, como señala San Marcos. El Reino de Dios no se puede “explicar” de otra manera más efectiva. Las parábolas son ejemplos de la vida cotidiana, cosas bien conocidas para nosotros, para todos los hombres, pero que ilustran una realidad que va muy lejos. Con un telescopio se pueden ver estrellas que el ojo humano no percibe por sí mismo. De igual modo, con las parábolas podemos alcanzar un conocimiento que va más allá de la limitada razón humana.
Este es el conocimiento que nos ofrece Jesucristo. O lo tomamos o lo dejamos. Lo tomamos cuando emprendemos el camino de la fe, guiados por la esperanza de ver completamente a Dios. En palabras de San Pablo que acabamos de escuchar: “Caminamos guiados por la fe, sin ver todavía. Estamos, pues, llenos de confianza y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor.”
Para descubrir a Dios en este mundo no hay que hacer grandes y complicados razonamientos. El camino más corto y más eficaz para conocerlo es pensar en la insignificancia del grano de mostaza (veáse foto) que una vez sembrada crece y se hace un gran arbusto (por tomar la parábola de hoy). Y después mirar a lo alto pensando que así es y actúa Dios.
Dios no sería justo ni bueno si hablara sólo a los sabios. La sabiduría que Dios da consiste en descubrir su Reino a través de los ejemplos más sencillos.
P. Mario Ortega
En la barca de Pedro
sábado, 16 de junio de 2012
Corazón Inmaculado de María
Que como María, nuestra vida sea un peregrinar en la fe cuando no entendamos los por qué de la vida.
Santo Evangelio según San Lucas 2, 41-51
María y José iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo su padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca. Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando. Él les dijo: Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.
Oración introductoria
Señor, quiero ocuparme en tus cosas, quiero que seas Tú el centro de mi vida y, cumplir tu voluntad, el incentivo de todas mis acciones. ¡Ven Espíritu Santo! Ilumina mi mente y mi corazón en esta oración.
Petición
Espíritu Santo, dame la fortaleza para cumplir la voluntad de Dios.
Meditación del Papa
Narrándonos el episodio de Jesús que, a los doce años de edad, va al templo y se sienta a enseñar a los maestros, el evangelista Lucas deja entrever que Jesús, quien reza después del bautismo del Jordán, tiene una larga costumbre de oración íntima con Dios Padre, radicada en las tradiciones, en el estilo de vida de su familia, en las experiencias decisivas vividas en ella. La repuesta del niño de doce años a José y a María indica ya esta filiación divina, que la voz celestial manifiesta después del bautismo: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?". Al salir de las aguas del Jordán, Jesús no inaugura su oración, sino que continúa su relación contante, habitual con el Padre; y, en esta unión íntima con Él, da el paso de su vida escondida de Nazaret a su ministerio público. La enseñanza de Jesús sobre la oración viene, seguramente, de su forma de rezar adquirida en familia, pero que tiene su origen profundo y esencial en el hecho de ser el Hijo de Dios, en su relación única con Dios Padre. Benedicto XVI, 30 de noviembre de 2011.
Reflexión
Quién mejor que una madre como María sabe lo que significa perder al Hijo de Dios, y a su propio hijo. Si en eso momentos Dios Padre le hubiese pedido cuentas a María de la educación de su hijo ¿qué hubiese respondido María? ¿Se me perdió y no lo encuentro o está cumpliendo tu voluntad? Por lo angustiada que estaba parecería que respondería se me perdió. Con esto no hay otra prueba más convincente de que María amaba a Jesús como tantas otras madres posiblemente amaban sus hijos. Era su hijo y como tal lo amaba y lo cuidaba. Sin embargo, el mismo amor de madre le llevó a callarse ante la respuesta de Jesús: tenía que ocuparme de las cosas de mi padre. ¿Que Jesús no sabía que María estaba dando su vida por Él? ¿No sabía que sin la ayuda de una madre no hubiese podido sobrevivir? ¿Y que si no moría de hambre moriría asesinado por los hombres de Herodes? Posiblemente lo sabía pero también tenía bien claro la misión que debía cumplir, y debía comenzar cuanta antes.
Pero detengamos por más tiempo nuestra mirada en María. Una madre que ha cuidado durante 12 años a su hijo y ahora su hijo le sale con esta respuesta tan desconcertante. Son los riesgos de una madre. A más amor por el hogar más sacrificios que debe afrontar.
Ojalá que en nuestra vida también se cumplan estas palabras que dijo Juan Pablo II de ella: toda su vida fue una peregrinación de fe. Porque caminó entre sombras y esperó en lo invisible, y conoció las mismas contradicciones de nuestra vida terrena.
Propósito
Que como María también nuestra vida sea un peregrinar en la fe cuando no entendamos los por qué de la vida y ofrecer un misterio del rosario por un miembro de mi familia que esté alejado de la Iglesia.
Diálogo con Cristo
Señor Jesús, la angustia que pasó la santísima Virgen al no encontrarte es la peor pesadilla de cualquier padre de familia. Qué difícil debe haber sido para ella el no entender tu aparente indiferencia a su sufrimiento. Permíteme crecer en tu gracia para que, al igual que María, sepa aceptar la angustia o el dolor, sin dejar mi oración, confiando siempre en tu Divina Providencia.
Misael Cisneros
catholic.net
viernes, 15 de junio de 2012
El corazón traspasado de Jesús
Un corazón que solo busca tu amor. Él nos llena de paz y de felicidad en medio del dolor.
Santo Evangelio según San Juan 19, 31-37
Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado - porque aquel sábado era muy solemne - rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.
Oración introductoria
Señor, tu Evangelio testifica que de tu Corazón brotaron sangre y agua, porque diste hasta la última gota por nuestra salvación. Guía esta oración para que no deje pasar este torrente de amor; ilumíname para que encuentre el sentido de mi vida a través de tu Sagrado Corazón.
Petición
Sagrado Corazón de Jesús, confío y confiaré siempre en tu bondad.
Meditación del Papa
En mi primera encíclica, sobre el tema del amor, el punto de partida fue precisamente la mirada puesta en el costado traspasado de Cristo, del que habla san Juan en su evangelio. Y este centro de la fe es también la fuente de la esperanza en la que hemos sido salvados, esperanza que fue objeto de mi segunda encíclica. Toda persona necesita tener un "centro" de su vida, un manantial de verdad y de bondad del cual tomar para afrontar las diversas situaciones y la fatiga de la vida diaria. Cada uno de nosotros, cuando se queda en silencio, no sólo necesita sentir los latidos de su corazón, sino también, más en profundidad, el pulso de una presencia fiable, perceptible con los sentidos de la fe y, sin embargo, mucho más real: la presencia de Cristo, corazón del mundo. Por tanto, os invito a cada uno a renovar durante el mes de junio vuestra devoción al Corazón de Cristo, valorando también la tradicional oración de ofrecimiento de la jornada y teniendo presentes las intenciones que propuse a toda la Iglesia. Benedicto XVI, 1 de junio de 2008.
Reflexión
En un estanque vivía una colonia de ranas. Y el sapo más viejo se creía también el más grande y el más fuerte de toda la especie. Cada mañana se posaba a la orilla del estanque y comenzaba a hincharse para atraer la atención de sus vecinas y para presumir su tamaño y su fuerza. Un buen día se acercó un buey a beber; y el sapo, viendo que éste era más grande que él, comenzó a hincharse e hincharse, más que en otras ocasiones, tratando de igualarse al buey. Y tanto se infló que reventó. Así sucede también a muchos hombres que, por su ambición, su soberbia y prepotencia tratan de igualarse a otro buey (y también se podría escribir con "g"). Ya muy bien lo decía san Agustín: "La soberbia no es grandeza, sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande, pero no está sano".
Feuerbach y Nietzsche -dos filósofos ateos del siglo pasado- lanzaron sus teorías del "super-hombre" y del dominio del más fuerte. Ideas tan tristes que desembocaron en la prepotencia nazi, en un racismo aberrante y en todas las formas de totalitarismo ateo que perseguía todo tipo de religión, especialmente la católica; esas ideas fueron las causantes de la Segunda guerra mundial y originaron un abismo de inhumanidad que ni siquiera excluyeron los terribles campos de concentración y de exterminio. Esa triste "ley del más fuerte" impone muchas veces el criterio de comportamiento entre los hombres, ¡tan penosa y de tan lamentables consecuencias para la convivencia humana! Y es que el poder, la ambición desenfrenada y la soberbia prepotente pudre el corazón de los hombres y crea verdaderos infiernos.
Y, sin embargo, Jesucristo nuestro Señor nos viene a hablar hoy de humildad, de mansedumbre y de servicio: "Tomen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas"... ¿No es un mensaje ya trasnochado y pasado de moda? ¿Acaso el que triunfa, hoy en día, no es el hombre "fuerte", el "grande", el poderoso?
El pequeño, el débil y el humilde ni siquiera es tomado en cuenta; más aún, muchas veces es ridiculizado y emarginado. El mismo Nietzsche se mofaba de la humildad, diciendo que era "un vicio servil y un comportamiento de esclavos".
En el Evangelio de la fiesta del Sagrado Corazón, se nos presenta Jesús en oración bendiciendo a su Padre: "Te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado los misterios del Reino a los sabios y a los poderosos, y se los has revelado a los pequeños". ¡Qué contraste tan abismal! Pensamos que las gentes felices del mundo son los ricos, los poderosos, los grandes, los fuertes y los sabios. Y, sin embargo, nuestro
Señor llamó "dichosos" precisamente a los de la parte opuesta: "Bienaventurados los pobres de espíritu, los mansos, los que lloran, los misericordiosos, los pacíficos, los que padecen persecución... porque de ellos es el Reino de los cielos" (Mt 5, 1-12). Y hoy, Jesús nos sale con otra de las "suyas", invitándonos a la humildad. ¿Es que Jesús está loco?
¡Con razón nadie le hace caso! Parece que Él va siempre "en sentido contrario", contra corriente. Pero, no nos viene mal preguntarnos quién es el verdadero loco. A Nietzsche, al final de su vida, "se le saltaron la tuercas" y acabó suicidándose.
Jesús siempre se presentó así: manso y humilde. Después de la multiplicación de los panes, cuando la muchedumbre quería arrebatarlo para hacerlo rey, Él se les esconde y se va solo, a la montaña, a orar. Y cuando curó al leproso de su enfermedad inmunda o devolvió la vista al ciego de nacimiento; cuando hizo caminar al paralítico, curó a la hemorroísa,resucitó a Lázaro o a la hija de Jairo, no se dedicó a tocar la trompeta para que todo el mundo se enterara... Y, finalmente, cuando se decide a entrar triunfalmente en Jerusalén, no lo hace sobre un alazán blanco o sobre un caballazo prieto azabache, rodeado de un ejército de vencedor, sino montado en un pobre burrito, que era señal de humildad y de paz.
¡Definitivamente, Jesús no hacía milagros para "ganar votos" para las elecciones, ni se aprovechó de su popularidad entre la gente para hacerse propaganda política y ocupar los mejores puestos, como muchos de nuestros gobernantes! Él no era un populista o un demagogo como los que abundan hoy en nuestras plazas y manifestaciones públicas. Él no conocía, sin duda, esa "picardía" y oportunismo interesado, ni sabía mucho de eso que nosotros llamamos "técnicas de publicidad y de imagen"...
"Aprendan de mí -nos dice- que soy manso y humilde de corazón". Sí. Él había dicho durante su vida pública que "no había venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos" (Mc 10,45) y lo cumple al pie de la letra. ¡Aquí está la verdadera grandeza: no la del poder, sino la grandeza de la humildad, de la mansedumbre y del servicio!
Si seguimos su ejemplo, Él nos asegura los frutos que obtendremos: "Encontrarán descanso para sus almas, porque mi yugo es suave y mi carga ligera". La persona humilde goza de una paz muy profunda porque su corazón está sosegado. Ese yugo y esa carga se refieren a la cruz que tenemos que llevar todos los seres humanos. Pero Cristo nos llena de paz y de felicidad en medio del dolor porque su presencia y su compañía nos bastan y nos sacian. Él es nuestra paz. Y no importa que nos lluevan las persecuciones, las calumnias, las injurias y todo tipo de mentiras.
No importan las persecuciones. Cristo nos llena de paz porque su yugo es llevadero y su carga ligera. Él nos advirtió que seríamos perseguidos porque también lo persiguieron a Él y lo condenaron a muerte por calumnias. Pero llamó "bienaventurados a los perseguidos", y con Él tenemos asegurada la victoria y el triunfo definitivo. Sí. ¡Jesucristo es nuestra paz!
Propósito
Ante las dificultades y angustias de la vida, orar diciendo «Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío».
Diálogo con Cristo
Jesús, hay quien piensa que la devoción a tu Sagrado Corazón es algo anticuado, del pasado o incluso una idolatría, olvidando que, precisamente de él, brota tu misericordia infinita. Necesito saciarme de esta fuente de gracia, así mi vida rebosará de amor, y mi testimonio podrá llevar esperanza a los demás, especialmente a mi familia.
P. Sergio Cordova
catholic.net
miércoles, 13 de junio de 2012
¿Conoces el Corazón de Jesús?
¿Cuándo conozco a una persona? ¿Cuando me la presentan y me dicen su nombre y apellido? ¿Cuando convivo con ella un par de días... ¿Cuándo la conozco realmente tal cual es? La gente sensata me responderá: cuando conoce usted sus sentimientos íntimos, o sea, su corazón...
¿Qué es corazón?
Es curioso. El corazón es un músculo: es una bomba impelente – expelente que sincrónicamente setenta veces por minuto manda un chorro de sangre por nuestras arterias a todos los rincones del cuerpo.
Anatómicamente no es más que eso. Pero todos sabemos que allí repercuten todas nuestras ambiciones y sentimientos. ¿Me enojo? Y allí está mi corazón palpitando aireado. ¿Algo me da miedo? ... y me llevo la mano al pecho como si temiese que mi corazón dejase de palpitar. ¿Quiero a alguien?... pues, aunque trate de disimular, mi corazón me traiciona: él hace brillar la mirada colorear las mejillas, y entrecorta la respiración...
El mismo lenguaje nos recuerda a veces el corazón: «No tiene corazón». «No he visto corazón tan ruin...» o al contrario: «Es un gran corazón...»
También en el Evangelio encontramos parecidas referencias. Allí se dice que «María guardaba su recuerdo en su corazón». O que Jesús « se conmovió en su corazón...». Una y otra vez aparece en los libros santos esa misma palabra repetida para indicar un sentimiento, una emoción, una decisión.
Pero sobre todo sirve para indicar el amor. Desde la lejana antigüedad los hombres han grabado en los árboles corazones atravesados por flechas como símbolo de la vida y del amor.
El golpe más certero para matar es atravesar con la espada el corazón. El Evangelio hace hincapié en que le atravesaron su Corazón con una lanza. Allí quedó vibrando como para indicarnos cual había sido el motor impulsor de su vida y de su redención: el amor que hacía palpitar su corazón.
Para entender el Evangelio
Nosotros no entenderemos el Evangelio mientras no lo leamos tratando de descubrir los sentimientos de Cristo. De lo contrario es una historia fría y sin vida. A través de su corazón comprendemos su verdadero sentido.
Y la entenderemos mucho más en la medida que comprendamos que su corazón palpitaba por nosotros. Y que ese corazón no ha muerto, y que hay un secreto inmensamente precioso en él.
Es el secreto del amor. El principal mandamiento de Cristo. El más difícil, pues casi nadie lo ejercita. El que es resorte y termómetro de los demás... y que Él quiere que cumplamos como ÉL lo cumplió: «Un nuevo mandamiento os doy –decía en la última cena- que os améis los unos a los otros como Yo os he amado...»
Un nuevo mandamiento
¿Dónde está la novedad de ese mandamiento? En el modo: « como Yo»... Hay que vivir de nuevo la vida de Cristo. Hay que mirar a los hombres como Él los miraba... hay que hacer palpitar nuestro corazón sincrónicamente con el suyo...
Por eso la Iglesia nos pide que tributemos culto a Jesús en su Corazón, para que desentrañemos sus misterios, para que nos emocionen sus emociones, y seamos capaces de amar sus amores...
¿Qué ama el Corazón de Jesús? –pues, a los hombres. Nos vino a redimir, vino a entregarnos su vida: a dejar clavar en una Cruz, a dejar que alguien le atravesase su Corazón con una lanza.
Pide una respuesta
Esto es lo que ha hecho Jesucristo por nosotros. La devoción y culto al Corazón de Jesús, pide una respuesta nuestra a ese amor infinito a ese amor inmenso. La repuesta pide una entrega confiada: la consagración. O un deseo de resarcir: la reparación...
¿Qué es el culto y devoción al Corazón de Jesús? –es conocer a Cristo en su Corazón, es imitarlo en su amor. Es entregarse a Él en la consagración, es dedicarse a curarle sus heridas en la reparación, pero sobre todo, es amar, amar, amar... como Él nos amó...
iglesia.org
martes, 12 de junio de 2012
Los pecados contra el Espíritu Santo
CATECISMO MAYOR DE SAN PÍO X
Todo el que hubiere hablado contra el Hijo del Hombre será perdonado. Si, no obstante, habla contra el Espíritu Santo, no alcanzará perdón ni en este siglo ni en el venidero. (Mt. 12, 32) Además de los pecados mortales (pecados graves) y de los pecados veniales (pecados leves), hay otro calificativo de pecados justamente por ser pecados especiales y con un alcance de malicia diferenciado… trataré más abajo ese calificativo diferenciado.
Los pecados mortales (que son los pecados más graves) nos apartan de Dios y nos llevan al infierno. Solamente a través de una buena confesión, es que podemos ser perdonados. Para hacer una buena confesión es necesario tener fe en que el padre tiene el poder de absolverte (poder este dado por el mismo Jesucristo: Aquellos a quien les perdonareis los pecados, les serán perdonados; aquellos a quien se los retuvieseis, les serán retenidos – San Juan 20, versículo 23) Es necesario también estar arrepentido de haber pecado y prometer nunca más hacerlo nuevamente.
Los pecados veniales (que son los pecados leves, como por ejemplo, una pequeña mentira que no perjudique a nadie, una glotonería que no traiga perjuicios serios a la salud, etc.…) también nos apartan de Dios, pero no merecemos el infierno por causa de ellos, porque son culpas leves. Si morimos con pecados veniales, iremos a pagar nuestras culpas en el Purgatorio y después iremos al Cielo. Siendo Dios purísimo, imposible que se esté en Su Divina presencia, con ninguna mancha, por menor que sea. Los pecados veniales son perdonados rezando un Acto de Contrición o con arrepentimiento practicando algún otro acto de piedad.
Pero sin embargo, por causa del alto grado de malicia que existe en algunos tipos de pecados, reciben otro tipo de calificativo. Como por ejemplo, “Pecados que gritan al Cielo y claman a Dios por venganza.” (Homicidio voluntario, por ejemplo)
Pero hoy en especial trataré de los PECADOS CONTRA ELESPIRITU SANTO para los cuales no hay perdón.
Los pecados contra el Espíritu Santo son seis y se llaman estos pecados particularmente pecados contra el Espíritu Santo, porque se cometen por pura malicia, lo que es contrario a la bondad que se atribuye al Espíritu Santo (Tercer Catecismo de la Doctrina Cristiana de San Pío X):
1° Desesperanza de la salvación:
Ocurre cuando la persona ha pecado tanto que entra en desesperación encontrando que no hay más salvación para ella. Queda convencida de que no hay solución y que su destino es el infierno. NOTESE QUE EN ESTE CASO LA PERSONA NO SE CONFIESA PORQUE CREE QUE NO VALE LA PENA Y QUE ESTA DEFINITIVAMENTE CONDENADA.
2° Presunción de la salvación sin merecimiento:
Ocurre cuando la persona se haya tan virtuosa que piensa que ya está en el Cielo y por eso por más que haya hecho algún pecado, Dios la perdonará. Implica un sentimiento de orgullo hallando que esta salvada por lo que ya hizo en la vida. NOTESE QUE EN ESTE CASO LA PERSONA NO SE CONFIESA PORQUE LO HAYA INECESARIO; CREE QUE YA ESTA SALVADA.
3° Negar la verdad conocida como tal:
Ocurre cuando la persona se juzga “dueña de la verdad” y por eso no cree las verdades de fe por puro orgullo. NOTESE QUE EN ESTE CASO LA PERSONA NO SE CONFIESA PORQUE HAYA QUE ESTA CORRECTA Y QUE NO HAY NADA QUE CONFESAR. NI CONSIDERA EL PECADO DE DUDA DE LAS VERDADES DE AL FE O ASÍ MISMO NEGAR LAS VERDADES DE LA FE. LA PERSONA ENCUENTRA QUE ESTA CORRECTA Y QUE ESA CERTEZA ES ABSOLUTA. CONSIDREA QUE SABE MAS QUE LA MISMA IGLESIA Y CON ESO NIEGA QUE EL ESPIRITU SANTO AUXILIA AL SAGRADO MAGISTERIO DE LA IGLESIA.
4° La envidia de la gracia fraterna:
Ocurre cuando las personas tienen envidia de la gracia que Dios da a otro. E envidioso se enoja porque su prójimo alcanzó algo bueno y por eso se rebela contra Dios. Es el caso de Caín y Abel. Caín mató a Abel por envidia. NOTESE QUE EN ESTE CASO LA PERSONA NO SE CONFIESA PORQUE SE REVELA CONTRA DIOS Y NO TIENE ARREPENTIMIENTO EN SU CORAZON.
5° La obstinación en el pecado:
Es quien peca no por debilidad, sino por malicia. Peca no simplemente porque tuvo una tentación, sino porque AMA pecar. AHORA, SI AMA PECAR, NO SE CONFIESA, PORQUE QUIERE CONTUNUAR EN EL PECADO.
6° La impenitencia final:
No es difícil de entender este pecado, pues una persona que viene pecando al vida entera, al final de su existencia continúa siendo impenitente y no arrepintiéndose de todo lo que hizo de malo. Es el supremo y final rechazo a Dios. Aunque estando al final de la vida y sabiendo que va a morir, la persona no quiere cambiar de vida. ESTA NO SE CONFIESA PORQUE RECHAZA A DIOS HASTA EN ESTA HORA EXTREMA.
CONSIDERACIONES FINALES: Como se puede ver, lo pecados contra el Espíritu Santo son pecados de pura maldad, no de debilidad, o sea, la voluntad de la persona está endurecida de tal forma que ella JAMAS SE CONFESARA porque NO SE QUIERE CONFESAR. Dios da a todos la oportunidad de salvarse y de ir al Cielo, pero quien peca contra el Espíritu Santo, no quiere salir de la situación en que se encuentra, entonces Dios no puede salvar a quien no se quiere salvar y por eso mismo no tiene perdón.
LO QUE DIFERENCIA LOS PECADOS CONTRA EL ESPIRITU SANTO DE OTROS
PECADOS ES LA VOLUNTAD DE LA PERSONA, NO EL ACTO EN SI…O SEA, ES LA
VOLUNTAD LA QUE HACE QUE LA PERSONA NO QUIERA CAMBIAR DE VIDA. Por eso
se peca contra el Espíritu Santo por un acto de pura malicia, no por mera debilidad.
sábado, 9 de junio de 2012
¿Por qué existe el Infierno si Dios es tan bueno?
Dios es, infinitamente Bueno, es cierto. Pero Dios es también infinitamente Justo. Todos los atributos de Dios tienen la misma medida: son infinitos.
Mientras vivimos en la tierra es tiempo de la Misericordia Divina. Dios nos perdona todas nuestras faltas -hasta las más graves- cometidas contra El, si nos arrepentimos, si nos confesamos. Estamos en tiempo de Misericordia, mientras estamos aquí. Por eso hay que aprovechar nuestra vida en la tierra como preparación para la otra Vida, la que nos espera después de la muerte. Y allí habrá Vida de felicidad perfecta en el Cielo para los que han amado a Dios aquí en la tierra. O habrá condenación eterna de castigo en el Infierno para los que han rechazado a Dios y mueren en esa condición.
Ahora bien, Dios no destina a nadie al Infierno. La voluntad de Dios es que todos los seres humanos nos salvemos. Depende de cada uno, entonces, el aprovechar o desaprovechar todos los medios que Dios pone a nuestra disposición para que alcancemos la salvación eterna.
¿Cuáles son esos medios? Los Sacramentos, principalmente el Bautismo, la Confesión, la Comunión. Tenemos también la oración ... y tantas otras gracias que Dios nos ofrece para que nos ayuden a llegar al Cielo.
Aprovechemos que éste es el tiempo de la Misericordia Divina. Eso fue lo que Jesucristo dijo a Santa Faustina Kowalska, para que lo comunicara al mundo entero:
Habla al mundo de mi Misericordia, para que toda la humanidad conozca la infinita Misericordia mía. Es la señal de los últimos tiempos. Después de ella vendrá el día de la justicia. Todavía queda tiempo ... Antes de venir como Juez justo, abro de par en par las puertas de mi Misericordia. Quien no quiera pasar por la puerta de mi Misericordia, deberá pasar por la puerta de mi Justicia.
La Justicia de Dios y su Misericordia van a la par. Pero a través de esta Santa de nuestro tiempo nos hace saber que por los momentos, para nosotros, tiene detenida su Justicia para dar paso a su Misericordia. No nos castiga como merecemos por nuestros pecados, ni castiga al mundo como merecen los pecados del mundo, sino que nos ofrece el abismo inmenso de su Misericordia infinita. Pero si no nos abrimos a su Misericordia, tendremos que atenernos a su Justicia.
Jesús también hizo que Santa Faustina conociera el Infierno. He aquí lo que nos informa ella de este lugar de castigo:
Hoy, un Angel me llevó a los precipicios del Infierno. Es un lugar de grandes torturas. ¡Es impresionante el tamaño y la extensión del sitio!
He aquí los tipos de torturas que vi: la pérdida de Dios, el remordimiento de conciencia perpetuo, el saber que esa condición nunca va a cambiar, el fuego que penetra el alma sin destruirla; la permanente oscuridad y un terrible hedor que sofoca, pero, a pesar de la oscuridad, los demonios y las almas de los condenados se ven y ven toda la malignidad, propia y de los demás; la compañía constante de Satanás; la horrible desesperación, el odio a Dios, las palabras horrendas, las maldiciones y las blasfemias.
Estas son las torturas que sufren en general todos los condenados, pero éste no es el fin del sufrimiento. Cada alma pasa por sufrimientos terribles e indescriptibles, relacionados con la manera en que han pecado. Que sepan el pecador que será torturado por toda la eternidad en aquellos sentidos que utilizó para pecar.
He recibido el mandato de Dios de dejar esto por escrito, para que ninguna alma pueda excusarse diciendo que no existe el Infierno ... Yo, la Hermana Faustina, por orden de Dios, he visitado los abismos del Infierno, para poder hablar a las almas sobre esto y para poder dar testimonio de su existencia.
Lo que he escrito es sólo una sombra pálida de las cosas que vi allí. Pero sí noté una cosa: que la mayoría de las almas que están allí son las que se han negado a creer en el Infierno.
homilia.org
viernes, 8 de junio de 2012
El milagro de Faverney
Corría el año 1608, época calamitosa para la Iglesia de Francia, sometida a los ataques de los calvinistas que, en ocasiones, llegaban a profanar la persona misma del Señor, presente en la Eucaristía, misterio que odiaban especialmente los herejes seguidores de Calvino.
Esta situación había creado la natural inquietud entre los fieles, amantes fervorosos de la Eucaristía.
En Faverney, pequeña ciudad de la diócesis de Besanzón, había un monasterio benedictino cuyos monjes acostumbraban a preparar cada año, la víspera de Pentecostés, una capilla adornada con sabanillas y otros lienzos sobre cuya mesa se elevaba un Tabernáculo donde había dos Hostias consagradas, puestas dentro de un viril de plata. Y también aquel año 1608 fue expuesto el Santísimo Sacramento la vigilia de Pentecostés, que coincidió con el día 25 de mayo.
El pueblo fiel homenajeó a Jesús Eucaristia, desagraviándole de las ofensas de los protestantes calvinistas, y, llegada la noche, todo el mundo se recogió y se cerraron las puertas de la iglesia, quedando en el altar de la capilla dos velas encendidas. Y seguramente las chispas de ellas, cayendo sobre los adornos, prendieron el fuego.
Pronto se esparció por todo el templo una espesa humareda. Las llamas devoraron ornamentos, manteles, tarimas y Tabernáculos. Todo quedó reducido a cenizas y ascuas. Los religiosos lloraban de tristeza, cuando contemplaron una maravillosa realidad: sobre aquel montón de cenizas ardientes, vieron el viril milagrosamente suspendido en medio de la iglesia... (El viril es la cajita de cristal con cerquillo de oro o dorado, que encierra la forma consagrada y se coloca en la custodia para la exposición del Santísimo)
Al momento se propagó por la villa la noticia del prodigio, y acudieron al monasterio muchísimas personas de Faverney y de los lugares inmediatos, y, ante la inmensa multitud, el viril continuó suspendido en el aire durante treinta y tres horas, al cabo de las cuales se colocó sobre un corporal que habían puesto debajo.
De esta manera quiso la Providencia divina preservar a los católicos fieles de los errores calvinistas y corroborarlos más y más en la religión católica, mostrándoles, por medio de un asombroso prodigio, la verdad de todo cuanto la Iglesia nos enseña acerca de la presencia real de Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento.
Prodigios Eucarísticos
P. M. Traval
jueves, 7 de junio de 2012
Sentirse, ¿cómo saber si soy una persona resentida?
Hay personas que tienen una especial inclinación al resentimiento, se Sienten con mucha facilidad, reaccionan desproporcionadamente ante situaciones difíciles, dolorosas o simplemente que no son de su agrado, acumulando rencores infundados.
Recordemos situaciones en las que podemos sentir el resentimiento:
- Determinadas acciones: un comentario crítico, una llamada de atención una mirada de indiferencia o desprecio, un determinado tono de voz, una ironía, etc.
- Omisiones de los demás: el que se siente herido porque no le felicitaron el día de su cumpleaños, porque alguien no lo saludó, no le dio las gracias o no lo invitó a su fiesta; o tal vez porque siente que no valoran lo que hace, no lo toman en cuanta, no le piden su opinión o no le hacen caso.
Si ante estas situaciones sientes que el mundo se te viene encima, te sientes sumamente agredido o entristecido y lleno de amargura, lo más probable es que seas una persona RESENTIDA.
¿Qué puedo hacer?
Lo primero es preguntarnos si ese sentimiento negativo que siento es proporcionado a la realidad de la acción o de la omisión. ¿De verdad no me felicitó porque le caigo mal o simplemente porque es así distraído (a)? ¿De verdad me ofende cada vez que me habla con ese tono que no me gusta o es su forma de indicar las cosas sobre todo en ciertos temas?
¿Estoy sentido o soy resentido?
. Una persona está sentida cuando, por algún suceso concreto, se encuentra interiormente dolida y permanece este dolor dentro. Cosa muy normal, humana y que todos experimentamos.
. Cuando este sentimiento se ha convertido en una forma de ser, cuando yo, no sólo estoy sentida, sino me siento con facilidad, entonces soy una persona resentida
Cuando alguien ya no sólo está, sino que es resentido, sus reacciones afloran continuamente y a veces en forma agresiva, incluso ante situaciones que no son ofensivas. Esto deriva de situaciones que no se han aceptado y perdonado y por esto aparecen una y otra vez robando la paz del alma.
Es importante detenernos aquí y pensar si dentro de nosotros mismos estamos sentidos o somos resentidos.
Dentro del estar y ser resentidos hay algunos Aliados que facilitan convertirnos en personas resentidas e incapaces de disculpar y mucho menos perdonar. Estas son: el egocentrismo, el sentimentalismo, la imaginación y la inseguridad. En esta sesión del curso hablaremos del primero
El egocentrismo y el olvido de sí
El egocentrismo es la tendencia a girar en torno a nosotros mismos, convertirnos en el centro de nuestros pensamientos y punto de partida de todas las acciones. La persona egocéntrica cambia constantemente de humor porque de demasiada importancia a todo lo que a ella se refiere especialmente si se trata de cosas negativas por parte de los demás (…).
El siguiente cuestionario nos ayudará a reflexionar sobre nuestra capacidad de egocentrismo y olvido de sí
1. ¿Suelo usar la palabra yo para empezar cualquier frase?
2. ¿Me dejan indiferentes las noticias de catástrofes, accidentes y permanezco ajeno en general?
3. ¿Oro por los demás? ¿especialmente por aquellos que se encuentran en mayor dificultad en su vida?
4. ¿Suelo interpretar mal la forma de actuar de los demás? ¿Si no de todos al menos de algunas? ¿O he formado la costumbre de mirar todo con ojos de bondad, de disculpa, de aceptación?
5. ¿Me molesta tratar a las personas que me son antipáticas? ¿Trato de noten mi antipatía?
6. ¿Impongo constantemente mi parecer? ¿Creo que sólo yo tengo la razón? ¿no me gusta recibir consejos? ¿O sé cambiar de opinión con sencillez? ¿reconozco ante los demás cuando me equivoco?
7. ¿Me alegran sinceramente los éxitos ajenos? ¿se hablar bien de los demás? ¿O soy altanero (a), brusco(a)?
8. ¿Renuncio a mis gustos o caprichos personales para complacer a mi esposo (a), hijos, compañeros de trabajo, a cualquiera? ¿o más bien nunca tengo tiempo para agradecer o hacer favores?
¿Cómo olvidarnos de nosotros mismos?
La respuesta como ya lo mencionamos anteriormente es mediante la entrega a Dios y a los demás. Un gran ejemplo de olvido de sí, es el que nos dio la Madre Teresa de Calcuta, cundo le preguntaban por su salud decía: “no sé, no he pensado en ello, tengo tantas cosas que hacer por los demás como para pensar en mi propia salud”.
Para concluir esta sesión te invitamos a reflexionar y a llevar a la práctica la siguiente oración:
Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida;
Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua;
Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.
Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo;
Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;
Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.
Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos;
Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien;
Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.
Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión;
Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender;
Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.
Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos;
Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.
Madre Teresa de Calcuta M.C.
Boletín de Ideas Claras
Artículo de la semana:
Vengo por ti
Estoy cansado de trabajar y de ver a la misma gente, camino a mi trabajo todos los días, llego a la casa y mi esposa sirvió lo mismo de la c...