Estamos tan preocupados viviendo nuestra monótona, pero ajetreada y estresada vida, que no nos damos cuenta de las cosas que son realmente importantes.
Conversando con un padre de familia, me hizo el siguiente comentario: Padre, parece que hoy vivimos en un estado de guerra, en estado de sitio continuo; presiones, preocupaciones, ¿la vida tiene que ser así, será lo que Dios había pensado para el hombre? Yo pensé para mis adentros, ¡qué sensato cuestionamiento!
Nosotros los humanos, estamos tan preocupados viviendo nuestra monótona, pero ajetreada y estresada vida, que no nos damos cuenta de las cosas que son realmente importantes. Pasamos los días como máquinas de computadora, pasamos toda o parte de nuestra vida conviviendo con las mismas personas y ni siquiera sabemos quiénes son en realidad, no sabemos qué sienten, cómo piensan; simplemente nos limitamos a juzgarlos por lo que dice la gente y por la imagen que proyectan. Vamos tan a prisa que no nos damos cuenta siquiera lo que se está derrumbando a nuestro alrededor, quién necesita nuestra ayuda, nuestra mano amiga, nuestro hombro para apoyarse.
Por la mañana nos levantamos corriendo, queremos hacer todo tan deprisa. El amor se esfuma como el humo, la sonrisa la ocultamos entre los dientes, las caricias las dejamos para nuestras mascotas, ¿a dónde se fue lo que da sentido a la vida? Vamos tan frenéticamente, que nos despertamos y olvidamos darle gracias a Dios por el nuevo sol; no nos damos tiempo para disfrutar lo mejor de la vida, preferimos perder el tiempo y nuestras vidas en cosas vanas, como tener dinero, poder, buena posición social; y cuando al fin lo tenemos, ¡vaya sorpresa! nos damos cuenta de que ahí no estaba la felicidad, ¡qué desengaño nos damos!
Aprendamos a dedicar tiempo a lo esencial. Creo que no existe mejor sensación en el mundo que recibir el abrazo de un ser querido, acompañarle en el dolor y experimentar en la brisa o en el amanecer, la presencia amorosa y eterna de Dios.
Bien lo decía el Papa Benedicto XVI en su última encíclica sobre la esperanza: "No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor". "No es el progreso quien da la solución a los interrogantes del hombre, es Dios". "Es verdad que quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas y proyectos, en el fondo está sin esperanza, sin la gran esperanza que sostiene toda la vida (Sir 33,14). La verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando «hasta el extremo», «hasta el total cumplimiento"» (cf. Jn 13,1; 19,30). (Spe Salvi Nº 27). ¡Qué fácil es caer en el vacío, qué fácil es no encontrarle sentido a la vida!
Se cuenta que un niño se perdió de su caravana en pleno desierto y fue encontrado por unos mercaderes. Le preguntaron: ¿quién eres?, ¿de dónde vienes?, ¿a dónde te diriges? A cada pregunta respondía invariablemente el pobre niño: "Yo no sé". Él se había vuelto loco en aquella soledad.
De tales locos, por desgracia, está lleno el mundo. Uno de ellos tuvo un momento de lucidez y dictó el siguiente epitafio para su tumba: "Aquí yace un loco que se fue de este mundo sin saber siquiera por qué había venido".
Dediquemos el tiempo necesario para QUERER, AMAR, SONREIR, SER FELIZ. ¿Nos cuesta tanto trabajo dedicar unos minutos al día para mirar al cielo y decirle a Dios ¡GRACIAS! y mirar a nuestro ser querido a los ojos y decirle te quiero? Algo tan sencillo como eso es capaz de convertir un día gris en uno de los mejores. Tenemos que querer, pero no aferrarnos; disfrutar el momento, sonreír, abrazar, mirar hacia el futuro con confianza y esperanza, porque la vida es sólo eso, momentos, oportunidades que pasan y que no se vuelven a repetir, la certeza de un mundo futuro mejor. La vida es corta, el tiempo se acaba, y no estás sintiendo realmente lo que es estar vivo.
P. Dennis Doren
catholic.net
martes, 31 de julio de 2012
Tanta prisa y al final ¿qué?
domingo, 29 de julio de 2012
El pan que se da es el que se multiplica
Evangelio: Juan 6, 1- 15
En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacia con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca de la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente dijo a Felipe: “¿Con qué compraremos panes para que coman estos?” (lo decía para tentarlo pues bien sabía él lo que iba a hacer). Felipe le contestó: “Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.”
Uno de sus discípulos, Andrés el hermano de Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces, pero, ¿qué es esto para tantos?” Jesús dijo: “Decid a la gente que se siente en el suelo.”
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron: sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados; lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: “Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.”
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: “Este si que es el Profeta que tenía que venir al mundo.” Jesús sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña, él solo.
EL PAN QUE SE DA ES EL QUE SE MULTIPLICA
El capítulo 6 del Evangelio de San Juan, cuya lectura hemos iniciado hoy y se prolongará a lo largo de los sucesivos cinco domingos, se conoce como el “Discurso del Pan de Vida”, ya que Jesús, partiendo del milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, terminará presentándose Él mismo como el verdadero Pan que la humanidad necesita para tener una vida plena y eterna.
La referencia con el maná del Antiguo Testamento es evidente. El pueblo de Israel estaba hambriento en su travesía por el desierto hacia la tierra prometida. La multitud de Galilea, a su vez, esperando y confiando en Jesús y en su acción salvadora, también siente hambre y se encuentra desvalida. “No fue Moisés quien os dio el pan del Cielo, sino mi Padre” dirá Jesús. Sabe que el hombre de todo tiempo está hambriento de un pan que no es sólo el que sacia la necesidad del cuerpo, pues “no sólo de pan vive el hombre”.
Referencia con el pasado, pero también con el futuro, con nuestro mundo, con nuestra sociedad hambrienta y con cada uno de nosotros, insatisfechos siempre de lo puramente material. Necesitamos saciar un hambre profunda, la del alma, y no encontramos un pan adecuado en este mundo para ello. Por eso Dios se hace Pan. Jesús nos introduce en este misterio, que es, en definitiva, el de la Eucaristía, a través de sus palabras, gestos e imágenes recogidos por San Juan en el capítulo seis de su Evangelio.
Sin embargo, para entender esta “lógica de Dios”, hay que deshacerse de unos cuantos modos de pensar que están demasiado arraigados en nosotros. Tenemos muy metida la “lógica de la propiedad y del negocio”. Esto es mío y si lo doy me quedo sin nada. Sólo doy si tengo la seguridad de recibir algo mejor a cambio.
Del Evangelio de hoy fijémonos sólo en un personaje aparentemente secundario: el muchacho que tiene los cinco panes y los dos peces. Son suyos. Era, digámoslo así, su “merienda”. Pero la da a los apóstoles para que ellos se la lleven a Jesús. ¿Qué cosa pensaría este muchacho al momento de hacer su ofrenda? No lo sabemos. El caso es que la hizo. No negoció, ni consta que se enfadara al desprenderse de lo suyo. Su pan fue un pan ofrecido a Dios. Y como fue ofrecido, Dios pudo realizar el milagro.
No creo que sean éstas lo que llamamos “consideraciones piadosas”. Estamos en tiempos de crisis y este desvalimiento o desesperación por no tener lo necesario ya no nos va resultando tan lejano y extraño en nuestra sociedad - ayer opulenta - de hoy. Precisamente la “lógica de la propiedad y del puro negocio” nos puede haber llevado, junto con otras circunstancias, a esta situación. Y el Evangelio de hoy nos introduce en otra “lógica”, la del “pan donado”. Si somos capaces de mirar más allá de nosotros mismos y en nuestros desvalimientos y precariedades nos mostramos dispuestos a ser solidarios unos con otros, procurando abrir nuestro corazón a los demás, pero también y sobre todo, a Dios, entonces Él podrá obrar el milagro.
P. Mario Ortega
En la barca de Pedro
sábado, 28 de julio de 2012
¿Por qué celebramos el domingo?
¿Por qué el cristianismo cambió el sábado por el domingo? Si la Biblia dice que el sábado es el día de Yahvé ¿por qué celebrar el domingo?
La realidad es que la Iglesia no cambió el sábado por el domingo, sino que el domingo es la plenitud del sábado, realiza plenamente lo que el sábado anunciaba. De manera que podríamos decir que el domingo más que remplazar, incluye y lleva a su plenitud el sábado.
En la Antigua Alianza –la que hizo con Moisés- Dios estableció algunas figuras que anunciaban realidades de la Alianza definitiva que Dios establecería con la humanidad cuando llegara la plenitud de los tiempos. Así por ejemplo, la circuncisión que introducía en el pueblo de Israel, era signo del Bautismo que haciéndonos hijos de Dios nos introduce en la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios; el Cordero Pascual, que liberó a los judíos de la esclavitud de Egipto, era signo y anuncio de otro Cordero –el Cordero de Dios, Jesucristo-, que realizaría la liberación definitiva del demonio, el pecado y la muerte.
En el Nuevo Testamento –la Alianza nueva y eterna- no es que la Misa haya sustituido a la cena pascual judía, conmemorativa de la salida de Egipto, sino que realiza plenamente lo que aquella cena anunciaba de modo velado. Lo mismo sucede con el Bautismo y la circuncisión, y con el domingo y el sábado.
¿Qué sentido tenía en el Antiguo Testamento la celebración del Sábado?
1) Hacía memoria de la Creación: como el séptimo día del relato del Génesis, Dios descansó; el sábado celebraba esa creación y a su Creador, dedicando a Dios ese día: el séptimo.
2) Memoria de la liberación de Israel: también memoraba la liberación de Egipto: no trabajando ese día, los judíos celebraban a Dios que los había liberado y les había conducido a la tierra prometida.
3) La celebración del sábado era signo de la Alianza de Dios con el Pueblo Elegido: respetando cada sábado reafirmaban la Alianza, la agradecían, la vivían.
Estos sentidos, encuentran su plenitud en el domingo:
1) La resurrección de Cristo es un nueva Creación: en su cuerpo y alma gloriosos, ya está el hombre nuevo de la Jerusalén celestial. El domingo celebramos esta nueva creación de la que ya participamos por la gracia, y que alcanzará su plenitud al final de los tiempos.
2) La resurrección de Cristo, vence la muerte, el pecado y al demonio, llevando a plenitud la entrega que hizo de sí mismo al Padre en la cruz.
3) Renovamos nuestra Alianza con Dios participando de la Eucaristía, memorial de su muerte y resurrección.
¿Cuándo comenzaron los cristianos a celebrar el domingo?
Desde el principio. De ello da testimonio la Sagrada Escritura.
1) Los Hechos de los Apóstoles testimonian que San Pablo se reunía con los cristianos el domingo: Hechos 20,7: “El primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para la fracción del pan, Pablo, que debía partir al día siguiente, hablaba a los discípulos, y su discurso se prolongó hasta la medianoche”.
2) San Pablo rechaza las críticas de los judíos en cuanto a que los cristianos no siguen la ley mosaica: Col 2,16-17: “Así pues, que nadie os critique por la comida o bebida o por cuestión de fiestas, novilunios o sábados, que son una sombra de lo que tenía que venir, a saber, la realidad del cuerpo de Cristo.”
3) Precisamente en la organización de la colecta, el día clave es el domingo, día en que se reunían: 1 Cor 16,1-2: “En cuanto a la colecta en favor de los santos, haced también vosotros como mandé a las iglesias de Galacia. El primer día de la semana, que cada uno de vosotros ponga aparte lo que le parezca bien y lo guarde, para que no se tengan que hacer las colectas cuando llegue yo.”
4) El día que Dios encarga a Juan que escriba a las Iglesias, es precisamente el domingo: Ap 1,10: “Caí en éxtasis un domingo y oí detrás de mí una gran voz, como una trompeta, 11 que decía: Escribe en un libro lo que ves y envíaselo a las siete iglesias: a Éfeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardes, a Filadelfia y a Laodicea.
P. Eduardo Volpacchio
viernes, 27 de julio de 2012
El cuerpo también reza
Debemos rechazar la idea de que el cuerpo no participa en la oración. De hecho, nuestras almas se expresan por intermedio de nuestros cuerpos. Somos espíritus encarnados. Los monjes lo saben: sus deseos son para Dios, y ellos oran con sus cuerpos cuando se ponen de pie, se sientan y cantan los salmos de cada día.
Ellos también creen que el trabajo corporal, hecho con la intención de servir a Dios, es oración. Ignacio de Loyola estaría de acuerdo, con entusiasmo. Agustín dice que los que cantan, rezan dos veces. Inclinamos nuestros cuerpos en señal de adoración. Unimos nuestras manos y bendecimos nuestros cuerpos con la señal de la Cruz. Recibimos la hostia consagrada y la comemos. Vamos en peregrinación, que es una oración corporal, con su abandono de nuestras comodidades: nos enfocamos en la meta del peregrinaje con nuestros cuerpos, además de nuestros corazones. En verdad el cuerpo ora; porque es como personas humanas, cuerpos y almas, y no como ángeles, como nos presentaremos ante nuestro Dios. No escucharemos a Dios decir: “Ahora, cuando oren, dejen atrás vuestros cuerpos. Estoy interesado sólo en vuestras almas!”
Mi madre tuvo una apoplejía a mediados de sus setenta años, y falleció cuatro años después. Yo estaba con ella esa mañana, acompañado de un amigo, cuando su respiración comenzó a fallar. En un momento, ella espiraba, y luego de una pausa larguísima volvía a inspirar. Finalmente ella espiró, y esperamos, paralizados, que ella volviera a respirar. Sin atrevernos a respirar, esperamos cinco, diez, veinte, treinta segundos, un minuto… Pero no respiró más. Ella se había ido.
Para aquellos que aman a Dios, el último aliento, ya sea consciente o no, se compara con la oración de Jesús cuando dijo: “Padre, en Tus Manos encomiendo mi Espíritu” (Lucas 23:46). Su Padre había sido el deseo de todo su ser, cuerpo y alma, a lo largo de toda su vida, incluso cuando estaba activo o dormido. El Padre es también nuestro deseo. La concentración de nuestra mente puede fallar por momentos durante el tiempo de oración; pero nuestro cuerpo se mantiene en el lugar de oración. Si alguien me preguntara qué estaba yo haciendo, le diría: “Sólo deseo estar con Dios, y esto es lo mejor que puedo hacer para conseguirlo”.
espaciosagrado.com
jueves, 26 de julio de 2012
San Joaquín y Santa Ana
Fiesta: 26 de julio
San Joaquín
Joaquín (Yahvé prepara) fue el padre de la Virgen María, madre de Dios. Según San Pedro Damián, deberíamos tener por curiosidad censurable e innecesaria el inquirir sobre cuestiones que los evangelistas no tuvieron a bien relatar, y, en particular, acerca de los padres de la Virgen.
Con todo, la tradición, basándose en testimonios antiquísimos y muy tempranamente, saludó a los santos esposos Joaquín y Ana como padre y madre de la Madre de Dios.
Ciertamente, esta tradición parece tener su fundamento último en el llamado Protoevangelio de Santiago, en el Evangelio de la Natividad de Santa María y el Pseudomateo o Libro de la Natividad de Santa María la Virgen y de la infancia del Salvador; este origen es normal que levantara sospechas bastante fundadas.
No debería olvidarse, sin embargo, que el carácter apócrifo de tales escritos, es decir, su exclusión del canon y su falta de autenticidad no conlleva el prescindir totalmente de sus aportaciones.
En efecto, a la par que hechos poco fiables y legendarios, estas obras contienen datos históricos tomados de tradiciones o documentos fidedignos; y aunque no es fácil separar el grano de la paja, sería poco prudente y acrítico rechazar el conjunto indiscrimadamente.
Algunos comentaristas, que opinan que la genealogía aportada por San Lucas es la de la Virgen, hallan la mención de Joaquín en Helí (Lucas, 3, 23; Eliachim, es decir, Jeho-achim), y explican que José se había convertido a los ojos de la ley, a fuer de su matrimonio, en el hijo de Joaquín. Que esa sea el propósito y la intención del evangelista es más que dudoso, lo mismo que la identificación propuesta entre los dos nombres Helí y Joaquín.
Tampoco se puede afirmar con certeza, a pesar de la autoridad de los Bollandistas, que Joaquín fuera hijo de Helí y hermano de José; ni tampoco, como en ocasiones se dice a partir de fuentes de muy dudoso valor, que era propietario de innumerables cabezas de ganado y vastos rebaños.
Más interesantes son las bellas líneas en las que el Evangelio de Santiago describe, cómo, en su edad provecta, Joaquín y Ana hallaron respuesta a sus oraciones en favor de tener descendencia.
Es tradición que los padres de Santa María, que aparentemente vivieron primero en Galilea, se instalaron después en Jerusalén; donde nació y creció Nuestra Señora; allí también murieron y fueron enterrados.
Una iglesia, conocida en distintas épocas como Santa María, Santa María ubi nata est, Santa María in Probática, Sagrada Probática y Santa Ana fue edificada en el siglo IV, posiblemente por Santa Elena, en el lugar de la casa de San Joaquín y Santa Ana, y sus tumbas fueron allí veneradas hasta finales del siglo IX, en que fue convertida en una escuela musulmana.
La cripta que contenía en otro tiempo las sagradas tumbas fue redescubierta en 1889. San Joaquín fue honrado muy pronto por los griegos, que celebran su fiesta al día siguiente de la de la Natividad de Ntra. Señora. Los latinos tardaron en incluirlo en su calendario, donde le correspondió unas veces el 16 de septiembre y otras el 9 de diciembre.
Asociado por Julio II [el de la capilla Sixtina] al 20 de marzo, la solemnidad fue suprimida unos cinco años después, restaurada por Gregorio XV (1622), fijada por Clemente XII (1738) en el domingo posterior a la Asunción, y fue finalmente León XIII [el de la Rerum Novarum] quien, el 1 de agosto de 1879, dignificó la fiesta de estos esposos que se celebró por separado hasta la última reforma litúrgica.
Santa Ana
Ana (del hebreo Hannah, gracia) es el nombre que la tradición ha señalado para la madre de la Virgen. Las fuentes son las mismas que en el caso de San Joaquín. Aunque la versión más antigua de estas fuentes apócrifas se remonta al año 150 d.C., difícilmente podemos admitir como fuera de toda duda sus variopintas afirmaciones con fundamento en su sola autoridad.
En Oriente, el Protoevangelio gozó de gran autoridad y de él se leían pasajes en las fiestas marianas entre los griegos, los coptos y los árabes. En Occidente, sin embargo, como ya te adelanté con San Joaquín, fue rechazado por los Padres de la Iglesia hasta que su contenido fue incorporado por San Jacobo de Vorágine a su Leyenda Áurea en el siglo XIII.
A partir de entonces, la historia de Santa Ana se divulgó en Occidente y tuvo un considerable desarrollo, hasta que Santa Ana llegó a convertirse en uno de los santos más populares también para los cristianos de rito latino.
El Protoevangelio aporta la siguiente relación: En Nazaret vivía una pareja rica y piadosa, Joaquín y Ana. No tenían hijos. Cuando con
ocasión de cierto día festivo Joaquín se presentó a ofrecer un sacrificio en el templo, fue arrojado de él por un tal Rubén, porque los varones sin descendencia eran indignos de ser admitidos.
Joaquín entonces, transido de dolor, no regresó a su casa, sino que se dirigió a las montañas para manifestar su sentimiento a Dios en soledad. También Ana, puesta ya al tanto de la prolongada ausencia de su marido, dirigió lastimeras súplicas a Dios para que le levantara la maldición de la esterilidad, prometiendo dedicar el hijo a su servicio.
Sus plegarias fueron oídas; un ángel se presentó ante Ana y le dijo: "Ana, el Señor ha visto tus lágrimas; concebirás y darás a luz, y el fruto de tu seno será bendecido por todo el mundo". El ángel hizo la misma promesa a Joaquín, que volvió al lado de su esposa. Ana dio a luz una hija, a la que llamó Miriam.
Dado que esta narración parece reproducir el relato bíblico de la concepción del profeta Samuel, cuya madre también se llamaba Hannah, la sombra de la duda se proyecta hasta en el nombre de la madre de María.
El célebre Padre John de Eck de Ingolstadt, en un sermón dedicado a Santa Ana (pronunciado en París en 1579), aparenta conocer hasta los nombres de los padres de Santa Ana. Los llama Estolano (Stollanus) y Emerencia (Emerentia).
Afirma que la santa nació después de que Estolano y Emerencia pasaran veinte años sin descendencia; que San Joaquín murió poco después de la presentación de María en el templo; que Santa Ana casó después con Cleofás, del cual tuvo a María de Cleofás; la mujer de Alfeo y madre de los apóstoles Santiago el Menor, Simón y Judas Tadeo, así como de José el Justo.
Después de la muerte de Cleofás, se dijo que casó con Salomas, de quien trajo al mundo a María Salomé (la mujer de Zebedeo y madre de los apóstoles Juan y Santiago el Mayor).
La misma leyenda espuria se halla en los textos de Gerson y en los de muchos otros. Allí surgió en el siglo XVI una animada controversia sobre los matrimonios de Santa Ana, en la que Baronio y Belarmino defendieron su monogamia.
En Oriente, al culto a Santa Ana se le puede seguir la pista hasta el siglo IV. Justiniano I hizo que se le dedicara una iglesia. El canon del oficio griego de Santa Ana fue compuesto por San Teófanes, pero partes aún más antiguas del oficio son atribuidas a Anatolio de Bizancio.
Su fiesta se celebra en Oriente el 25 de julio, que podría ser el día de la dedicación de su
primera iglesia en Constantinopla o el aniversario de la llegada de sus supuestas reliquias a esta ciudad (710).
Aparece ya en el más antiguo documento litúrgico de la Iglesia Griega, el Calendario de
Constantinopla (primera mitad del siglo VIII). Los griegos conservan una fiesta común de San Joaquín y Santa Ana el 9 de septiembre.
En la Iglesia Latina, Santa Ana no fue venerada, salvo, quizás, en el sur de Francia, antes del siglo XIII. Su imagen, pintada en el siglo
VIII y hallada más tarde en la Iglesia de Santa María la Antigua de Roma, acusa la influencia bizantina.
Su fiesta, bajo la influencia de la Leyenda Áurea, se puede ya rastrear (26 de julio) en el siglo XIII, en Douai. Fue introducida en Inglaterra por Urbano VI el 21 de noviembre de 1378, y a partir de entonces se extendió a toda la Iglesia occidental. Pasó a la Iglesia Latina universal en 1584.
Santa Ana es la patrona de Bretaña. Su imagen milagrosa (fiesta, 7 de marzo) es venerada en Notre Dame d´Auray, en la diócesis de Vannes.
También en Canadá -donde es la patrona principal de la provincia de Québec- el santuario de Santa Ana de Beaupré es muy famoso.
Santa Ana es patrona de las mujeres trabajadoras; se la representa con la Virgen María en su regazo, que también lleva en brazos al Niño Jesús. Es además la patrona de los mineros, que comparan a Cristo con el oro y con la plata a María.
P. Jesús Martí Ballester
jmarti@ciberia.es
miércoles, 25 de julio de 2012
Santiago Apóstol
Fiesta: 25 de julio
El 25 de Julio se celebra la fiesta de Santiago Apóstol, patrón de España.
El apóstol Santiago, primer apóstol martir, viajó desde Jerusalén hasta Cádiz (España). Sus predicaciones no fueron bien recibidas, por lo que se trasladó posteriormente a Zaragoza. Aquí se convirtieron muchos habitantes de la zona. Estuvo predicando también en Granada, ciudad en la que fue hecho prisionero junto con todos sus discípulos y convertidos. Santiago llamó en su ayuda a la Virgen María, que entonces vivía aún en Jerusalén, rogándole lo ayudase. La Virgen le concedió el favor de liberarlo y le pidió que se trasladara a Galicia a predicar la fe, y que luego volviese a Zaragoza.
Santiago cumplió su misión en Galicia y regresó a Zaragoza, donde corrió muchos peligros. Una noche, el apóstol estuvo rezando intensamente con algunos discípulos junto al río Ebro, cerca de los muros de la ciudad, pidiendo luz para saber si debía quedarse o huir. Él pensaba en María Santísima y le pedía que rogara con él para pedir consejo y ayuda a su divino Hijo Jesús, que nada podía entonces negarle. De pronto, se vio venir un resplandor del cielo sobre el apóstol y aparecieron sobre él los ángeles que entonaban un canto muy armonioso mientras traían una columna de luz, cuyo pie, en medio de un rayo luminoso, señalaba un lugar, a pocos pasos del apóstol, como indicando un sitio determinado.
Sobre la columna, se le apareció la Virgen María. Santiago se levantó del lugar donde estaba rezando de rodillas, y recibió internamente el aviso de María de que debía erigir de inmediato una iglesia allí; que la intercesión de María debía crecer como una raíz y expandirse. María le indicó que, una vez terminada la iglesia, debía volver a Jerusalén. Santiago se levantó, llamó a los discípulos que lo acompañaban, que habían oído la música y visto el resplandor; les narró lo demás, y presenciaron luego todos cómo se iba desvaneciendo el resplandor de la aparición. En el lugar de la aparición, se levantó lo que hoy es la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, un lugar de peregrinación famoso en el mundo entero que no fue destruido en la guerra civil española (1936-1939), puesto que las bombas que se lanzaron no explotaron, pudiéndose hoy en día verse expuestas en el interior de la Basílica.
Santiago partió de España, para trasladarse a Jerusalén, como María le había ordenado. En este viaje visitó a María en Éfeso. María le predijo la proximidad de su muerte en Jerusalén, y lo consoló y lo confortó en gran manera. Santiago se despidió de María y de su hermano Juan, y se dirigió a Jerusalén, donde al poco tiempo fue hecho prisionero.
Fue llevado al monte Calvario, fuera de la ciudad. Durante el recorrido, estuvo predicando y aún fue capaz de convertir a algunas personas. Cuando le ataron las manos, dijo: "Vosotros podéis atar mis manos, pero no mi bendición y mi lengua". Un tullido que se encontraba a la vera del camino, clamó al apóstol que le diera la mano y lo sanase. El apóstol le contestó: "Ven tú hacia mí y dame tu mano". El tullido fue hacia Santiago, tocó las manos atadas del apóstol e inmediatamente sanó.
Josías, la persona que había entregado a Santiago, fue corriendo hacia él para implorar su perdón. Este hombre se convirtió a Cristo. Santiago le preguntó si deseaba ser bautizado. Él dijo que sí, por lo que el apóstol lo abrazó y le dijo: "Tú serás bautizado en tu propia sangre". Y así se cumplió más adelante, siendo Josías asesinado posteriormente por su fe.
En otro tramo del recorrido, una mujer se acercó a Santiago con su hijo ciego para alcanzar de él la curación para su hijo, obteniéndola de inmediato.
Una vez llegado al Monte Calvario, el mismo lugar donde años antes fue crucificado nuestro Señor, Santiago fue atado a unas piedras. Le vendaron los ojos y le decapitaron.
El cuerpo de Santiago estuvo un tiempo en las cercanías de Jerusalén. Cuando se desencadenó una nueva persecución, lo llevaron a Galicia (España) algunos discípulos.
En siglos posteriores y hasta el momento actual, numerosos fieles, principalmente de Europa, recorren parcialmente el "Camino de Santiago" que les conduce a la tumba del Santo, con el fin de pedir perdón por sus pecados.
Santiago Apóstol es patrón de las siguientes ciudades:
- Santiago de Compostela (España)
- Santiago de Chile
- Caracas, Venezuela (la cual fue fundada el 25 de julio de 1567 con el nombre de Santiago de León de Caracas).
- Santiago de Guayaquil (Ecuador).
- Santiago de Cuba
- Santiago de Querétaro (México)
- Montevideo (Uruguay)
- Santiago de Cali, (Colombia)
- Santiago de Guatemala
- Santiago de Veraguas (Panamá)
- Santiago de Chiuitos (Bolivia)
- Santiago de los Caballeros (Rep. Dominicana)
- Provincia de Santiago de México
- Saltillo Coahuila (México)
- Santiago de Sesimbra (Portugal)
- Alanje (Panamá)
- Santiago del Estero (Argentina)
- Baradero (Argentina)
- Provincia de Mendoza (Argentina)
El 25 de julio, celebran su santo los Santiagos, Jaimes y Jacobos. ¡¡ Muchas felicidades a todos !!
Javier López
Web Católico de Javier
martes, 24 de julio de 2012
Los tres leones
En la selva vivían 3 leones. Un día el mono, el representante electo por los animales, convocó a una reunión para pedirles una toma de decisión: Todos nosotros sabemos que el león es el rey de los animales, pero hay una gran duda en la selva: existen 3 leones y los 3 son muy fuertes. ¿A cuál de ellos debemos rendir obediencia? ¿Cuál de ellos deberá ser nuestro Rey?
Los leones supieron de la reunión y comentaron entre sí: Es verdad, la preocupación de los animales tiene mucho sentido. Una selva no puede tener 3 reyes. Luchar entre nosotros no queremos ya que somos muy amigos.
Necesitamos saber cual será el elegido, pero, ¿Cómo descubrirlo?
Otra vez los animales se reunieron y después de mucho deliberar, llegaron a una decisión y se la comunicaron a los 3 leones.
Encontramos una solución muy simple para el problema, y decidimos que Uds. 3 van a escalar la Montaña Difícil.
El que llegue primero a la cima será consagrado nuestro Rey.
La Montaña Difícil era la más alta de toda la selva. El desafío fue aceptado y todos los animales se reunieron para asistir a la gran escalada.
El primer león intentó escalar y no pudo llegar. El segundo empezó con todas las ganas, pero, también fue derrotado. El tercer león tampoco lo pudo conseguir y bajó derrotado.
Los animales estaban impacientes y curiosos; si los 3 fueron derrotados, ¿Cómo elegirían un rey?
En ese momento, un águila, grande en edad y en sabiduría, pidió la palabra:
¡Yo sé quien debe ser el rey! Todos los animales hicieron silencio y la miraron con gran expectativa.
¿Cómo? Preguntaron todos.
Es simple, dijo el águila. Yo estaba volando bien cerca de ellos y cuando volvían derrotados en su escalada por la Montaña Difícil escuché lo que cada uno dijo a la Montaña.
El primer león dijo: - ¡Montaña, me has vencido!
El segundo león dijo: - ¡Montaña, me has vencido!
El tercer león dijo: - ¡Montaña, me has vencido, por ahora! porque ya llegaste a tu tamaño final y yo todavía estoy creciendo.
La diferencia, completó el águila, es que el tercer león tuvo una actitud de vencedor cuando sintió la derrota en aquel momento, pero no desistió y quien piensa así, su persona es más grande que su problema: Él es el rey de sí mismo, está preparado para ser rey de los demás.
Los animales aplaudieron entusiasmadamente al tercer león que fue coronado El Rey de los animales.
Moraleja: No tiene mucha importancia el tamaño de las dificultades o problemas que tengas. Tus problemas, por lo menos en la mayor parte de las veces, ya llegaron al nivel máximo, pero no tú.
Tú todavía estás creciendo y eres más grande que todos tus problemas juntos.
Todavía no llegaste al límite de tu potencial y de tu excelencia.
La Montaña de las dificultades tiene un tamaño fijo, limitado.
¡TU TODAVÍA ESTAS CRECIENDO!
Y acuérdate del dicho: "NO DIGAS A DIOS QUE TIENES UN GRAN PROBLEMA, SINO DILE AL PROBLEMA QUE TIENES UN GRAN DIOS".
"Cuando la vida te presente mil razones para llorar, demuéstrale que tienes mil y una razones por las cuales sonreír".
webcatolicodejavier.org
domingo, 22 de julio de 2012
La compasión es parte esencial de la vida cristiana
Evangelio: Marcos 6, 30- 34
En aquel tiempo los Apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que había hecho y enseñado. Él les dijo: “Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.
Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.”
LA COMPASIÓN ES PARTE ESENCIAL DE LA VIDA CRISTIANA
No es lo que entendemos por pura lástima lo que el Señor acabamos de oír que sintió al ver a las multitudes desorientadas, como ovejas sin pastor. La compasión, tal como la vivió Cristo y nos la enseña a vivir a nosotros, es mucho más.
Pero empecemos desde el principio, porque desde el principio empezó ya la compasión. Compadecer es padecer-con alguien, hacer tuyo el padecimiento de otro o de otros. Esto es ya un signo de amor. Si la vida cristiana se resume en el amor, aquélla no puede existir sin la compasión. No es un auténtico cristiano el que se queda indiferente ante el sufrimiento humano, sin pensar lo más mínimo si puede hacer algo para remediarlo.
Jesús se compadeció, en primer lugar de los apóstoles. Acababan de llegar de la misión de predicar que les había mandado Él mismo. Sin duda, se encontraron con dificultades y venían cansados, quién sabe si hasta alguno algo desilusionado. Jesús se pone a escucharlos ¡Tenemos un Dios que se sienta a escucharnos, que nos dedica tiempo…! Un Dios, en definitiva, al que le importamos. Después les propone una jornada de descanso, en un lugar tranquilo. Qué humano el Señor. Qué humana y qué divina compasión. Mira por el bien de los suyos.
Aunque suyos son todos y también va a mostrar gran compasión por la multitud que va a su encuentro. Las gentes han averiguado el lugar hacia el que se dirige la Iglesia (sí, he dicho bien: la Iglesia; o sea, la barca en la que se encuentra Jesús con los apóstoles) y corren desde distintos lugares, por la orilla del lago hacia el lugar donde encontrarán a Jesús. El final, ya lo sabemos. El Señor, al llegar, cambia de plan y se compadece de la multitud, invitando así a los apóstoles a que, renunciando al descanso planeado, practiquen ellos también la compasión, es decir, aprendan a amar.
Porque la compasión es siempre – decíamos – un signo del amor verdadero. Para compadecer, hay que estar dispuesto antes a padecer, esto es a pasar por privaciones y cruces, a saberlas aceptar y llevar, a ejemplo de Cristo. Y sólo así, surgirá el deseo, y aún la necesidad, de ayudar a otros en sus padecimientos.
“Sin compasión”. Bien podría ser éste el lema de nuestra sociedad actual. Cada uno va a lo suyo y parece que importa bien poco lo que el otro sufra. Sin compasión porque se huye de la pasión, del padecimiento, se ignora o voluntariamente se olvida el amor que se puede demostrar en cualquier forma de sufrimiento. Claro, que para no ver esta disposición interior hacia el padecimiento como una forma de masoquismo, hace falta la luz de la fe que ilumina la Cruz donde Cristo se ha compadecido de toda la humanidad y que da sentido a toda pasión y a toda compasión.
Si quieres verte aliviado del peso de tu propia cruz, ayuda a los demás a llevar la suya. No supondrá doble peso, sino, paradójicamente, se aliviará tu carga. Esta idea se la oí una vez a un sacerdote y espero nunca olvidarla.
P. Mario Ortega
En la barca de Pedro
sábado, 21 de julio de 2012
La uña de Sansón
A pesar de su nombre, Sansón era pequeño. Él no entendía de linajes ni noblezas, y nadie conseguía definir con exactitud la lista de las once razas mezcladas de las que provenía. Así que el bueno de Sansón se dedicaba a ser perro y ya está.
Se la pasaba siempre ocupado porque tenía siete dueños. A todos debía hacer fiesta y buscaba adaptarse a las siete maneras diferentes de ser. La niña más pequeña lo quería mucho pero no soportaba que se le acercara con la nariz húmeda y le manchara su vestido nuevo. El papá le llamaba Sansonsuelo mientras le acariciaba la cabeza con una mano que al animal le parecía gigante. A la hermana mayor le gustaba hacerlo correr dentro de casa. Uno de los hermanos le declamaba poesías. Otra hermana, cuando estaba de buenas, le contaba por la tarde sus propias peripecias en un idioma que los perros no entienden. El otro hermano lo utilizaba de punta de lanza en sus salidas en bicicleta para comprar leche. La mamá –quien tenía plenos poderes sobre la residencia o no residencia del can en aquel hogar– había ido transformando su principio de “no quiero perros en esta casa” en una aceptación tolerante del inquilino canino; así que Sansón se mostraba siempre muy respetuoso y educado con ella…
Sansón tenía uñas como todos los perros. Pero tenía un problema que algunos de sus dueños –los de espíritu práctico– consideraban defecto de fábrica. Otros lo achacaban a la edad del animal. Dos de sus dueñas –más romanticistas– decían que un libro de historia canina refería la existencia de una raza muy fina –ya extinguida– que poseía esa misma característica. Para ellas, además, ese detalle probaba la hipótesis de la sangre azul del animal en sus antepasados veinte generaciones atrás…
Haya sido cual haya sido la causa genética del problema, el caso es que Sansón lo sufría en carne propia. Lo que sucedía era que alguna de sus uñas al crecer se enroscaba de tal manera que la punta afilada iba poco a poco encontrándose justo de frente a la pezuña. Entonces comenzaba a clavarse hasta llegar a tejidos vivos del pobre animal. Sansón, sin entender mucho lo que pasaba, se dolía y se ponía triste.
Al inicio ninguno de los dueños se percató del problema, pero con el tiempo a uno de ellos le llamó la atención que la escena de Sansón lamiéndose la misma pata se repitiera una y otra vez. Y es que el perro no conocía otro remedio. Aquel dueño, intrigado por el descubrimiento, se acercó y quedó impresionado al ver aquella uña clavada hasta el fondo de la pezuña, con sangre a medio coagular en torno a la herida.
Así que se decidió a ayudarle. Tomó unas tijeras. Inmovilizó al perro. Sansón se mostró muy desconfiado. Su dueño le retiró también la cabeza para que el animal no viera tamaña operación. No fue fácil. La uña estaba muy enroscada y endurecida… Cuando Sansón sintió el ruido de aquellas tijeras que rompían la uña pegó un aullido como si le estuvieran matando. Acto seguido el dueño pudo desencajar de la pezuña la parte rota de la uña.
Sansón, mareado y confundido, poco a poco recobró su ritmo cardiaco normal. Conforme pasaron las horas y los días fue notando que la pata ya no le dolía tanto. La herida fue cicatrizando. Sansón, con su uña corta, volvía con renovado entusiasmo a cumplir su misión nada fácil de hacer felices un día y otro día a siete dueños…
El problema de la uña de Sansón es muy parecido a un problema que tenemos los humanos y que se llama egoísmo. El egoísmo es una uña que crece y se clava poco a poco sin que nos demos mucha cuenta. Está ahí, pero no logramos –o no queremos– descubrirlo. Y como la palabra “egoísmo” es un poco fea, a la hora de explicar nuestras actitudes egoístas, nos da por usar términos que suenen mejor: “oye, estoy en mi derecho”, “¿cómo se atreve a pedirme ese favor?”, “estoy tan ocupado que nunca podré ayudarle”, “no es justo”, “me la hizo, me la paga”, “que le ayude el gobierno”, “¡se acabó!, no dejaré que los demás arruinen mi felicidad”…
En un inicio nos puede parecer que el egoísmo es razonable, o que nos hace la vida más divertida y emocionante, o que en este mundo ser egoístas es más rentable que ser generosos. Pero en cuanto la uña del egoísmo comienza a tocar tejidos vivos de nuestra alma, descubrimos sus verdaderos frutos: dolor y tristeza de alma.
Y si no reaccionamos, se seguirá clavando. Y es que nosotros con nuestro egoísmo somos como Sansón dejado solo. Sabemos que algo nos duele, sufrimos las consecuencias, nos lamemos la herida una y otra vez sin poder curarla. Nos ponemos a buscar causas, según nosotros, más científicas: “yo creo que es culpa del estrés”, o “yo creo que el nivel de piña colada en mi flujo sanguíneo está muy bajo, así que me voy a beber un par de piñas coladas en la terraza de mi casa mientras tomo el sol y ya verás qué bien me voy a sentir”… Pero después de tomar aquella pastilla mágica contra el estrés o de cumplir con detalle el propósito de la terraza, nos topamos con la triste realidad: el dolor y la tristeza del alma siguen ahí. No acabamos de atinar la causa ni tenemos el remedio.
Lo que hace el egoísmo es enroscarnos sobre nosotros mismos. Nos hace incapaces de dirigir nuestra atención y nuestro cariño hacia fuera. Todo lo vemos, lo pensamos y lo usamos para nosotros. Nos sentimos el centro del universo. Nos metemos tanto en nosotros mismos que no tenemos tiempo para nadie más. No nos pasa por la cabeza la idea de que tal vez las personas que están a nuestro alrededor necesiten algo de nosotros. Imposible tener un detalle hacia alguien distinto a nuestro yo. Además nos parecerá que nuestros derechos están siempre siendo pisoteados y no sospecharemos que nuestras actitudes egoístas pueden estar hiriendo a los demás en nuestro paso por el mundo.
Así que el egoísmo no tiene remedio humano. No nos lo podemos curar nosotros mismos. Necesitamos la ayuda atenta, cariñosa y eficaz de nuestro Dueño. Nuestro Dueño es Dios, nosotros somos su creatura, y su gracia es la mejor medicina que nos puede curar del egoísmo. Por más vueltas que le demos al problema, el egoísmo sólo nos lo puede curar Dios.
Y, además, una vez curados, no podemos decir: “por fin estoy curado para siempre del egoísmo”. No. El egoísmo es como esa uña: una vez cortada sigue creciendo dispuesta a clavarse de nuevo si no dejamos que nuestro Dueño nos ayude a cortarla otra vez a tiempo.
Cada vez que acudimos con todo el corazón al sacramento de la confesión, cada vez que recibimos a Cristo en la Eucaristía, cada vez que hacemos un acto de generosidad estamos permitiendo que el Señor nos corte la uña del egoísmo. Es cierto que cuando la uña del egoísmo está muy clavada, nos dará miedo someternos a la operación, sentiremos como si nos estuvieran arrancando el alma, pero el Señor sabe muy bien lo que hace y además lo hace con muchísimo cuidado y cariño. Basta que nos pongamos en sus manos.
Por ello no se trata de una operación negativa. Un no al egoísmo es un sí al amor, al prójimo, a la realización plena, a la felicidad, a Dios. Quien se deja curar por Dios entra en la dinámica del amor, de la realización plena, de la entrega generosa a los demás. Y es que la felicidad no es real si no se comparte. Dejarse cuidar por Dios es reconocer los propios límites y defectos y al mismo tiempo estar dispuesto a dejarse transformar por la gracia de Dios. Por eso, quien se fía de Dios en medio de las dificultades llega tan lejos en la felicidad temporal y eterna.
En el caso del bueno de Sansón, pasado un tiempo, aquella uña volvía a crecer y a clavarse si sus dueños se despistaban; lo cual, por cierto, era frecuente… Y es que no era tan fácil que se pusieran de acuerdo en los turnos de atención a la mascota: “te toca a ti cortarle la uña”, “no, yo lo hice la última vez”, “¡qué mentiroso!, si fue fulanita”… Total, que mientras no se ponían de acuerdo aquellos siete dueños, el pobre de Sansón quedaba otra vez solo ante el peligro…
Nuestro gran Dueño, en cambio, nunca se despista. Nos quiere tanto que le es imposible desentenderse de nosotros. Siempre está ahí dispuesto a ayudarnos. Lo único que le puede detener de curarnos una y otra vez, es que nosotros no le demos permiso. ¿Te animas a darle permiso hoy mismo?
P. Arturo Guerra
aguerra@arcol.org
viernes, 20 de julio de 2012
"Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón"
Para ser santos necesitamos humildad y oración. Jesús nos enseñó el modo de orar y también nos dijo que aprendiéramos de Él a ser mansos y humildes de corazón. Pero no llegaremos a ser nada de eso a menos que conozcamos lo que es el silencio. La humildad y la oración se desarrollan de un oído, de una mente y de una lengua que han vivido en silencio con Dios, porque en el silencio del corazón es donde habla Él.
Impongámonos realmente el trabajo de aprender la lección de la santidad de Jesús, cuyo corazón era manso y humilde. La primera lección de ese corazón es un examen de conciencia; el resto, el amor y el servicio, lo siguen inmediatamente.El examen no es un trabajo que hacemos solos, sino en compañía de Jesús.
No debemos perder el tiempo dando inútiles miradas a nuestras miserias sino emplearlo en elevar nuestros corazones a Dios para dejar que su luz nos ilumine. Si la persona es humilde nada la perturbará, ni la alabanza ni la ignominia, porque se conoce, sabe quién es.
Teresa de Calcuta
El amor más grande
jueves, 19 de julio de 2012
El desaliento
Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito.(Romanos 8,28)
Estas palabras no han sido dichas por alguien que jamás sufrió. Sino por un hombre que, como hemos visto, ha conocido toda clase de sufrimiento y, aun así, conservó la paz interior.
La tentación del desaliento
San Pablo hubiera podido encontrar muchos motivos para perder la paz y caer en la postración y el desaliento. Sin embargo, incluso estando en la cárcel, canta y alaba a Dios.
A menudo, en la vida del cristiano, las cosas no se dan como él esperaba. Entonces, el desgano va inundando su corazón.
Es normal que todos nos tropecemos con las contrariedades, como les ocurrió a Pablo y Silas, pero lo peor es cuando no se logra salir del desaliento. Si no nos abandonamos a él y no luchamos, nunca tendremos paz.
Sólo Dios sabe las veces que cada uno de nosotros nos lamentamos:
Estoy cansado, aburrido, agotado; creo que no voy a continuar más haciendo tal o cual tarea.
Sólo Dios sabe cuántos servidores en la Iglesia, hombres y mujeres capaces, bendecidos por Dios con diversidad de carismas, cuando experimentaron las dificultades o tuvieron problemas con algún hermano de comunidad, se dejaron vencer por el desaliento; no quisieron continuar con su servicio y dejaron la tarea que Dios les había asignado; luego, comenzaron a sentir que el malestar interior y la falta de paz en lugar de disminuir aumentaba.
Leyendo las Sagradas Escrituras, nos encontramos con varios personajes que, en algún momento, fueron tentados por el desaliento:
Moisés, siendo un hombre tan ungido por Dios, también experimenta el desaliento ante las críticas de los israelitas:
No puedo cargar yo solo con todo este pueblo; es demasiado pesado para mí. Si me tratas así, prefiero que me mates, si es que realmente me quieres, antes que seguir viviendo en estos apuros. (Números 11, 14 y 15)
Job, ante el peligro, la crueldad del sufrimiento y la enfermedad, maldice su suerte y grita:
¿Por qué no morí al salir del seno y no expiré cuando salía del vientre? (Job 3,11)
Hay un cuento que ayuda a comprender cómo el desaliento es una herramienta usada frecuentemente por Satanás:
Cierta vez, se corrió la voz de que el diablo se retiraba de los negocios y vendía sus herramientas al mejor postor. En la noche de la venta, estaban todas las herramientas dispuestas de manera que llamaran la atención, y, por cierto, eran un lote siniestro: odio, celos, envidia, malicia, engaño... además de todos los implementos del mal.
Pero un tanto apartado del resto, había un instrumento de forma inofensiva, muy gastado, como si hubiese sido usado muchísimas veces, y cuyo precio, sin embargo, era el más alto de todos. Alguien le preguntó al diablo cuál era el nombre de la herramienta. “Desaliento” fue la respuesta.
“¿Por qué su precio es tan alto?”, le preguntaron. “Porque ese instrumento, respondió el diablo, me es más útil que cualquier otro; puedo entrar en la conciencia de un ser humano, cuando todas las demás herramientas me fallan, y, una vez dentro, por medio del desaliento, puedo hacer de esa persona lo que se me antoja. Esta muy gastado porque lo uso casi con todo el mundo, y como muy pocas personas saben que me pertenece, puedo abusar de él”. El precio del desaliento era tan, pero tan alto, que aún sigue siendo propiedad del diablo.
Autor desconocido
Piensa tú en las veces en que le has permitido a Satanás entrar en tu vida, usando la herramienta del desaliento. Piensa en las veces en que, por descuidar la alabanza, has cambiado la paz interior por el desaliento...; pero piénsalo sin caer en otra tentación: la de auto justificarte.
El desaliento es uno de los estados de ánimo contra el cual es indispensable fortalecerse a través de la oración, los sacramentos y la sabia guía de un acompañante espiritual.
Nos desalentamos por las malas noticias que recibimos de los medios de comunicación o de quienes nos rodean, por los problemas económicos o laborales, por los conflictos familiares o comunitarios, por sentirnos engañados, traicionados, abandonados..., y la lista podría llenar varias hojas de este libro. Pero debemos mantenernos alertas contra la tentación del desaliento, que querrá entrar despacito, despacito en la mente y en el corazón, para echar fuera la paz conquistada.
Si hay un tropiezo o una caída no hay que darse por vencido. El venerable padre Pío BrunoLanteri ( Sacerdote Fundador de la Congregación de los Oblatos de la Virgen María (1759 – 1830) se decía cada día y, especialmente, después de una caída o una contrariedad:
Ahora empiezo de nuevo. 36.Autor desconocido
San Francisco de Asís sugería a sus frailes:
Comienza haciendo lo que es necesario, después, lo que es posible y, de repente, estarás haciendo lo imposible.
El poder de la alabanza anima al cristiano a vencer el desaliento y a tener una acción positiva ante la adversidad.
COMO CONSERVAR LA PAZ EN MEDIO DE LAS DIFICULTADES.
P.GUSTAVO E. JAMUT
CON LICENCIA ECLESISTICA
martes, 17 de julio de 2012
Una presencia invisible
El lenguaje humano apenas consigue expresar a Dios lo profundo de nuestro ser. Algunos días oramos con casi nada. Mantenerse junto a Cristo en este desprendimiento es ya orar. Él comprende nuestras palabras, comprende también nuestros silencios. Y el silencio es, a veces, el todo de la oración.
¿Sabrás acoger al Resucitado hasta en la aridez de esta tierra sedienta que es tu cuerpo y tu espíritu? Y el más pequeño acontecimiento, incluso muy escondido, de una espera, hace brotar las fuentes: la bondad del corazón, las superaciones personales y también esa armonía interior que nace de la vida del Espíritu Santo derramado en nosotros.
¿Permanecerás junto al Resucitado durante largos silencios en los que nada parece ocurrir? En ellos se toman las más importantes decisiones. En la oración llegarás a preguntar a Cristo: “¿Qué esperas de mí?”. Llegará el día en que sabrás que él espera mucho, espera que seas, para los otros, un testigo de la confianza de la fe, como un reflejo de su presencia.
No te preocupes por no saber rezar bien. Sumirse en la inquietud no ha sido nunca un camino de Evangelio. “Por sí mismo, nadie puede añadir ni un solo día a su vida... Mi paz os doy... Que tu corazón deje de turbarse y de temer.”
Los miedos y ansiedades van unidos a nuestra condición humana, inmersa en sociedades heridas, vapuleadas. Es en su seno donde todo ser humano, todo creyente, camina, crea, sufre y puede llegar a conocer pulsiones internas de rebeldía y, a veces, de odio y dominación.
Por medio de su Espíritu Santo, el Resucitado transfigura lo más desconcertante de ti. Alcanza lo inalcanzable. Los pesimismos que llevas sobre ti se disuelven, puedes alejar las impresiones sombrías.
El imperceptible cambio interior, la transfiguración del ser, continúa a lo largo de la existencia. Ella hace de cada día un hoy de Dios. Ya en la tierra ella es el comienzo de tu resurrección, el inicio de una vida que no tiene fin.
Asombro de un amor sin comienzo ni fin... Te sorprenderás al decir: Jesús, el Resucitado, estaba en mí y, sin embargo, yo no sentía nada de él. ¡Tan a menudo lo buscaba en otra parte! Mientras huía de las fuentes asentadas por él en lo profundo de mi ser, por mucho que corriera a través de la tierra, yendo lejos, muy lejos, me perdía por los caminos sin salida. Una alegría en Dios parecía imposible.
Pero llegó el día en que descubrí que Cristo nunca me había dejado. Aún no me atrevía a dirigirme a él y él ya me comprendía, ya me hablaba. El bautismo había sido la marca de una invisible presencia. Cuando el velo de la duda se alzó, la confianza de la fe vino a esclarecer mi propia noche.
Hermano Roger de Taizé
“Escritos esenciales. Una confianza muy sencilla”
iglesia.org
domingo, 15 de julio de 2012
Sólo bastón y sandalias
Evangelio: Marcos 6, 7- 13
En aquel tiempo llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no, túnica de repuesto. Y añadió: “Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.”
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
SÓLO BASTÓN Y SANDALIAS
El Evangelio que acabamos de leer enumera las principales indicaciones que Jesús da a sus discípulos antes de enviarlos a anunciar el Reino en su nombre. Jesús no actúa sino a través de sus discípulos, a través de la Iglesia. Los discípulos no predican por sí mismos, sino en el nombre y con el poder de Jesús.
Admirable correlación entre Cristo y su Iglesia, que no es sino seguir la lógica del Dios que se ha hecho hombre, que nos salva a través de su humanidad. Así, la salvación nos llega a través de una mediación humana, como es la Iglesia.
Sin embargo, ¿cómo tienen que vivir y mostrarse estos discípulos si quieren ser de verdad portadores del Evangelio en medio del mundo? De todas las indicaciones que da el Señor, quedémonos con el “aparejo” (llamémoslo así) del discípulo. Debe llevar bastón y sandalias, pero ni pan, ni alforja, ni dinero, ni túnica de repuesto. ¿Qué sentido tiene esto? ¿Hemos de tomarlo en sentido literal? Ciertamente, hay discípulos que descubren una vocación a vivir la pobreza en un modo muy radical (órdenes mendicantes, por ejemplo), siguiendo casi al pie de la letra estas palabras del Señor. Pero teniendo en cuenta que discípulos enviados por el Señor somos todos, tenemos que ahondar en el sentido más profundo de estas palabras que son para todos sin excepción.
El bastón y las sandalias sirven para caminar, sólo para esto; mientras que el pan, la alforja, el dinero y la túnica de repuesto hacen referencia al deseo de asegurarse mínimamente un futuro, a la necesidad de sobrevivir. Luego, el Señor nos está diciendo a todos los cristianos que tenemos que preocuparnos de caminar, y caminar seguros, con el bastón y las sandalias, es decir, apoyados en la fe y protegidos de las piedras o dificultades del camino que nos dificultan avanzar. El bastón es el mismo Jesús, que nos dice en otro pasaje: “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”. Y las sandalias son todas y cada una de las virtudes, que nos permiten caminar con mayor facilidad y libertad; pensemos, por ejemplo en la virtud de la fortaleza o de la diligencia (lo contrario a la pereza) ¡Cuántas piedras del camino no nos dañan si somos tenemos un alma fuerte y diligente!
Sin embargo, el discípulo que es enviado a anunciar a Cristo, no debe preocuparse tanto del qué dirá o del cómo lo hará o de si van a faltarle las fuerzas. Esta preocupación por el futuro de su misión viene representada por el deseo de asegurarse pan, alforja, dinero y túnica de repuesto. No quiere decir que el cristiano se despreocupe irresponsablemente de su futuro, sobre todo cuando su vocación le lleva a tener la responsabilidad de cuidar del bien material de otros (pensemos en un padre de familia con sus hijos o en un empresario con sus trabajadores). La exhortación de Jesús habla, ante todo y para todos, de esa disposición primordial e interior de cada uno a fiarse completamente de Dios y a confiar a Él, responsablemente, todo su futuro; especialmente en todo lo que tiene que ver con su compromiso cristiano en este mundo.
P. Mario Ortega
En la barca de Pedro
sábado, 14 de julio de 2012
La partícula de Dios
Un amigo periodista, sabiendo que además de sacerdote, soy químico de profesión, me entrevistó en radio y me preguntó que si la expresión "partícula de Dios" , referida a una partícula sub atómica, más adecuadamente llamada "bosón de Higgs", no era un intento de negar la existencia de Dios y le comenté que no era así, pues incluso, quien acuñó el término de "partícula de Dios", para una novela de divulgación científica, el Premio Nobel de Física (1988), Leon Lederman, había señalado que demostrar la existencia del "bosón de Higgs" ayudaría a comprender mejor "cómo Dios hizo el universo".
La intención de los científicos europeos que dieron a conocer en Ginebra que habían comprobado la existencia de "la partícula de Dios", contando con la presencia del Doctor George Higgs, quien en los años sesenta propuso la existencia del "bosón", no es negar la existencia de Dios o distorsionar la imagen que de Él tenemos los creyentes.
Ciertamente la utilización del término "partícula de Dios", con el que también es conocido el "bosón de Higgs", a más de alguno le podría hacer pensar que Dios es materia y tiene partículas y por lo mismo es "medible" y "manipulable"; a otros les podría hacer suponer una especie de un "panteísmo", donde el conjunto del todo "hace a Dios" e incluso algunos podrían llegar a afirmar que "Dios no existe".
Contrario a esas posturas, la comprobación de la existencia de esta partícula señala como la ciencia y la fe, no están en contraposición, sino que se complementan, pues tienen como objeto común la verdad, a la cual se acercan de diversos modos. La ciencia a través de las causas segundas y la religión a través de la causa primera que es Dios. La ciencia pretende saber "el cómo", la religión nos dice "Quien".
Dios es el creador de todo cuanto existe, visible e invisible y se distingue de su creatura. Es Espíritu y por lo mismo es inmensurable, es decir no medible. Sin embargo esto no significa que no podamos reconocer su existencia a través de la razón y de la ciencia, las cuales nos proporcionan algunos datos sobre Dios. Él mismo, se autorevela veladamente en el Antiguo Testamento y plenamente lo hace en la persona de Cristo. Como un acto libérrimo de amor, se limita y toma nuestra condición humana, sin dejar de ser Dios, para redimirnos, para que lo conozcamos mejor, experimentemos su amor y sepamos que estamos llamados a la Vida Eterna; datos que conocemos porque el mismo Dios nos lo reveló por su amado Hijo, Jesucristo.
El mundo en un orden maravilloso
El orden maravilloso que encontramos en el mundo de las partículas subatómicas, así como la belleza macrocósmica de las imágenes de las constelaciones en los límites del Universo captadas por el Telescopio Espacial "Hubble" y dadas a conocer en el 2009, nos hablan no sólo de un orden y una perfecta armonía, contarios al caos o al azar, sino de una mente creadora, que para los católicos es mucho más que "una mente" o "una energía", pues es persona y es nuestro Padre que se revela en la naturaleza y en cada ser humano, pues Dios mismo asume nuestra condición humana en su Hijo Jesucristo. Por lo mismo, este hallazgo científico como creyentes nos alegra, pues habla de la capacidad del hombre de escudriñar el mundo material, para conocer sus secretos y a través de ellos tener mayor número de evidencias la existencia de Dios.
El 4 de julio del 2012 para los físicos del mundo será recordado como el día en que pudieron comprobar hipótesis sobre las "partículas subatómicas" y que su visión de la "materialidad" del mundo era correcta, pues encontraron el "eslabón perdido" que le da sustento a las hipótesis que desde la segunda mitad del siglo pasado habían propuesto para explicar la manera en que las partículas subatómicas interactúan, se mantienen unidas para dar consistencia a la materia y se comportan de la manera en que lo hacen.
En 1972, junto con algunos amigos de la Preparatoria 8 de la UNAM en la que estudié, presentamos en una exposición universitaria, la figura tridimensional de un "Orbital D"; dato científico que en ese entonces era una novedad, pues después de los descubrimientos que dieron pie a la utilización de la energía atómica aún faltaba mucho por conocer sobre la constitución subatómica de la materia y su comportamiento, por lo que contaba con diversas hipótesis, como la que ahora se ha comprobado.
En general, desde la secundaria y en la preparatoria también, a todos, se nos habla de los elementos de la Tabla Periódica, de los átomos, de los protones, neutrones y electrones y quizá, cuando se estudia el proceso de vida de las plantas, se menciona a los fotones. En estudios más especializados sobre el mundo de las partículas subatómicas se habla de los "quarks" y "leptones" que son de seis variedades cada uno. Los "leptones" aparecen de manera individual y los "quarks" en pares, los cuales están unidos por "gluones". Recordemos que estos nombres se fueron dando a las partículas según se iban "suponiendo" y descubriendo.
Para explicar algunos "comportamientos de estas partículas", el científico Inglés George Higgs propuso la existencia de una partícula más a la que llamó "bosón", por lo que desde 1964, esta partícula hipotética fue llamada "bosón de Higgs". Años después, en una novela de divulgación científica, esta partícula fue denominada por Leon Lederman como "la partícula de Dios", sin ninguna connotación de tipo religioso, sino solamente analógico, con la idea de que se sabía que existía, pero que nadie la había visto.
Por Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz
Rector del Templo Expiatorio a Cristo Rey
Antigua Basilica de Guadalupe
viernes, 13 de julio de 2012
"Católica" significa "universal"
La palabra "católica" significa "universal" en el sentido de "según la totalidad" o "según la integridad". La Iglesia es católica en un doble sentido: Es católica porque Cristo está presente en ella. "Allí donde está Cristo Jesús, está la Iglesia Católica" (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Smyrnaeos 8, 2).
En ella subsiste la plenitud del Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza (cf Ef 1, 22-23), lo que implica que ella recibe de Él "la plenitud de los medios de salvación" (AG 6) que Él ha querido: confesión de fe recta y completa, vida sacramental íntegra y ministerio ordenado en la sucesión apostólica. La Iglesia, en este sentido fundamental, era católica el día de Pentecostés (cf AG 4) y lo será siempre hasta el día de la Parusía.
(cf Mt 28, 19): “Todos los hombres están invitados al Pueblo de Dios. Por eso este pueblo, uno y único, ha de extenderse por todo el mundo a través de todos los siglos, para que así se cumpla el designio de Dios, que en el principio creó una única naturaleza humana y decidió reunir a sus hijos dispersos [...]
Cada una de las Iglesias particulares es "católica"... Las Iglesias particulares son plenamente católicas gracias a la comunión con una de ellas: la Iglesia de Roma "que preside en la caridad" (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Romanos 1, 1). "Porque con esta Iglesia en razón de su origen más excelente debe necesariamente acomodarse toda Iglesia, es decir, los fieles de todas partes" (San Ireneo, Adversus haereses 3, 3, 2; citado por Concilio Vaticano I: DS 3057)...
La rica variedad de disciplinas eclesiásticas, de ritos litúrgicos, de patrimonios teológicos y espirituales propios de las Iglesias locales "con un mismo objetivo muestra muy claramente la catolicidad de la Iglesia indivisa" (LG 23).
Catecismo de la Iglesia Católica
jueves, 12 de julio de 2012
Hoy
Quien se sabe hijo de Dios, no debe de tener temor alguno en su vida. Dios conoce mejor nuestras necesidades reales, es más fuerte que nosotros y es nuestro Padre. Debemos de hacer como aquel niño que, en medio de la tempestad, permanecía en sus juegos, mientras que los marineros temían por sus vidas; era el hijo del patrón del barco. Cuando al desembarcar le preguntaron cómo pudo estar tan tranquilo en medio de aquel mar embravecido, mientras ellos estaban espantados, respondió: ¿temer?, ¡pero si el timón estaba en manos de mi padre!
Cuando tratamos de identificar nuestra voluntad con la voluntad de Dios, el timón de la vida lo lleva Él, que conoce bien el rumbo que nos conduce al puerto seguro. Cuando el hombre está viviendo según el plan de Dios no tiene necesidad de preocuparse por su vida, ni por su casa, ni por cualquier cosa que le pertenezca.
¡No miremos nuestra propia fe; miremos la fidelidad de Dios! ¡No miremos las circunstancias a nuestro alrededor, sigamos mirando los recursos del Dios infinito! Lo único que debe preocupar al hombre en esta vida es si está trabajando según el plan de Dios, si está haciendo la obra de Dios; y si es así, todo el cuidado de las demás cosas está en las manos de Dios.
"Así que no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propio afán. Basta a cada día su propio mal."
Hay dos días preciosos en la semana en los cuales y por los cuales nunca me preocupo:
Uno de esos días es Ayer; ayer, con sus penas y dolores, con todas sus faltas, errores y desaciertos, ha pasado para siempre. No puedo deshacer nada de lo que hice, ni anular una sola palabra que pronuncié. Todo lo errado, lamentable y triste de mi vida que en él hay, está en las manos del Amor Poderoso de mi Dios. A excepción de los recuerdos hermosos, dulces y tiernos, que perduran dentro de mi corazón por el día que se fue, no tengo nada que ver con Ayer. ¡Fue mío! ¡Es de Dios!
Y el otro día por el que no me preocupo es Mañana; mañana, con todas sus posibles adversidades, sus cargas, sus peligros, su gran promesa y su comportamiento deficiente, sus fracasos y errores, está tan fuera de mi dominio como Ayer. Es un día que pertenece a Dios. Su sol saldrá con rosado esplendor, o tras una máscara de nubes llorosas, pero saldrá. Hasta entonces, el mismo Amor y la misma Paciencia que sostuvieron Ayer, sostienen Mañana. A excepción de la estrella de esperanza que fulgura siempre sobre la cumbre de Mañana, y que ilumina con tierna promesa el corazón de Hoy, no tengo ninguna posesión en ese día de gracia que no ha nacido. Todo lo demás está bajo el cuidado seguro del Amor Infinito que es más alto que la estrellas, más vasto que los cielos, más profundo que los mares. ¡Mañana es el día de Dios! ¡Será mío!
Lo que me queda a mí entonces es nada más que un día en la semana, Hoy. ¡Cualquier hombre puede pelear las batallas de hoy! ¡Cualquier mujer puede llevar las cargas de un solo día! ¡Cualquier hombre puede resistir las tentaciones de hoy! Oh, amigos, cuando nosotros obstinadamente añadimos las cargas de esas dos eternidades horribles, Ayer y Mañana, cargas que sólo el Dios Todopoderoso puede sostener, es entonces que nos debilitamos. No es la experiencia de Hoy la que enloquece a los hombres. Es el remordimiento por algo que sucedió Ayer y el temor de lo que Mañana nos puede revelar.
¡Estos Días pertenecen a Dios! ¡Dejémoselos a Él!
webcatolicodejavier.org
miércoles, 11 de julio de 2012
San Benito de Nursia
Fiesta: 11 de julio
EL CONSERVADOR DE LA CIVILIZACION CRISTIANA
El Papa Pablo VI proclamó a san Benito Patrón de Europa en 1964 con la carta apostólica “Pacis nuntius”, que añadiré al final en italiano. En ella manifiesta que la escribe a la luz del impulso que san Benito dio al consorcio de los pueblos europeos, a la ordenación de la Europa cristiana y a su unidad espiritual.
Reafirmará Juan Pablo II en su Carta Apostólica “Egregiae virtutis”, la misma declaración diciendo que “la Iglesia al recordar solemnemente el 1500 aniversario del nacimiento de San Benito, proclamado Patrón de Europa en 1964 por mi venerado predecesor Pablo VI, ha parecido oportuno considerar que esta protección sobre toda Europa destacará más si, a la gran obra del Santo Patriarca de Occidente, añadimos los méritos particulares de los Santos hermanos Cirilo y Metodio”. En efecto, el año 480 nace Benito de Nursia, el fundador del monacato en Occidente. Los monasterios benedictinos configuraron la unidad de Europa, desde las costas mediterráneas a la península escandinava, desde Irlanda hasta Polonia.
LA CAIDA DEL IMPERIO ROMANO
El año 480, ya no existía el Imperio Romano, pero ninguna autoridad había llenado ese vacío. Eran tiempos de inseguridad en la que bandas armadas como las de Odoacro, cabecilla de los hérulos, imponen su ley y sus apetencias en la tierra en la que en otro tiempo hubo Césares. Hace casi un siglo que Teodosio declarara el cristianismo la religión oficial del Imperio; ya no hay emperador protector, pero ¿dónde están los cristianos? Si no fuera porque en Roma se estableció cinco siglos atrás la sede de Pedro, los cristianos habrían perdido su punto de referencia mientras las desviaciones de la fe original, como el arrianismo que negaba la divinidad de Cristo, se extienden entre pueblos como los godos, cuyos dirigentes han abrazado el arrianismo abriendo paso a las iglesias “nacionales”, controladas por el poder político. Han comenzado los “siglos oscuros”, un milenio caracterizado por la barbarie. Ésa será la visión de algunos ilustrados del siglo XVIII, como la del británico Edward Gibbon, que hará responsable al cristianismo de la caída del Imperio Romano.
PREPARACION DEL EDUCADOR DE HOMBRES Y DE PUEBLOS
Benito, nació en Nursia con su hermana gemela, Escolástica, que también alcanzó la santidad. Fue enviado a Roma para estudiar la retórica y la filosofía. en torno al año 480, pero decepcionado por la vida de la ciudad, se retiró a Subiaco, donde permaneció tres años en una cueva --el «Sacro Speco»-- dedicándose totalmente a Dios. En Subiaco, sirviéndose de las ruinas de una villa del emperador Nerón, junto a sus primeros discípulos, Plácido y Macario, construyó unos monasterios, dando vida a una comunidad fraterna fundada en la primacía del amor de Cristo, en la que la oración y el trabajo se alternan armoniosamente en alabanza de Dios. Años después, en Montecassino, dio plena forma a este proyecto, y lo puso por escrito en la «Regla», su única obra escrita. Entre las cenizas del Imperio Romano, Benito, buscando el Reino de Dios, sembró la semilla de una nueva civilización, que se desarrollaría, integrando los valores cristianos con la herencia clásica y de las culturas germánica y eslava. En ese año 480 nace en Benito de Nursia, el fundador del monacato en Occidente. Benito era un patricio romano, de una ilustre familia que había sobrevivido a la ruina imperial, y que a los catorce años, se le había enviado a Roma para estudiar y poder ejercer la carrera político-administrativa. El joven Benito se lleva una decepción, pues la Roma que conoce, no es una ciudad para personas serias y honestas; ni nada que se aproxime a la educación familiar que ha recibido. La Urbe de inicios del siglo VI no es en sus costumbres muy diferente a la de algunos Césares, pese a la pátina de cristianismo que la envuelve. Son tiempos de vacío político y moral, y Benito no está muy convencido de que su vocación sea una carrera política. Interrumpirá unos estudios en los que no encuentra la auténtica sabiduría, la que empieza a encontrarse cuando en el alma se va deslizando la sed de Dios. La átmosfera de la milenaria Ciudad le asfixia y huye de ella, al sur de Roma, y en los montes de Subíaco junto a los restos de una antigua villa de Nerón, encuentra búscando a Dios en medio de la naturaleza. La vida de los eremitas de los desiertos de Oriente es trasplantada a Occidente, pero ya no es la vida del asceta solitario sino la de una comunidad, en la que hay un padre, un maestro, un abad al que rodean hijos espirituales. La autoridad ha decaído, en el plano civil y en el político, se ha perdido la dimensión paterna de la existencia humana, que no es algo arbitrario o una forma social pasajera sino un trasunto de la imagen de Dios que es Padre, algo que no eran los dioses paganos ajenos de un verdadero amor.
EVANGELIZACION DE PUEBLOS
Benito, el padre del monacato occidental, marcará el camino para la evangelización de la multitud de pueblos que se extienden por Europa. Los monasterios benedictinos configuraron la unidad del continente, desde las costas mediterráneas a la península escandinava, desde Irlanda hasta Polonia. Pablo VI dice que los hijos de San Benito “llevaron con la cruz, el libro y el arado, la civilización cristiana”. En la Edad Media la fe y la razón no se separaron, la oración y el trabajo encontraron su perfecta armonía. Recordaba Juan Pablo II en 1980, con motivo del XV centenario del nacimiento de San Benito: “no es lícito al hombre fiel a Dios olvidarse de lo que es humano: debe ser fiel también al hombre”. Es un resume del lema ora et labora; la oración y la acción deben ir juntas. El amor a Dios no puede separarse del amor a los hombres. Una fe que se encerrara en sí misma no sería comprensible desde el punto de vista cristiano; una acción, por muy bienintencionada que fuera, que no tuviera como referencia la fe, terminaría por volverse estéril.
Europa es la tierra de la fe y de la razón, no sólo de ésta última, como nos han asegurado algunos filósofos europeos de los últimos siglos. Si fuera sólo tierra de fe, a semejanza de algunas espiritualidades orientales, sus hombres no habrían conocido el afán de superarse en lo material, en definitiva, eso que se llama progreso.Miremos a la India con la revolución de la rueca de Gandhi. Los benedictinos eran hombres de oración, pero también de libro y arado. Progreso intelectual y progreso técnico en tiempos de los bárbaros.
San Benito de Nursia enseñó a los monjes a construir relojes para contar las horas. La regla de San Benito concretaba una serie de horas con las obligaciones, comidas, oraciones y ceremonias a efectuar en cada una de ellas. Los relojes de sol, de agua conseguía el cumplimiento unánime. Tercia mañana, sexta mediodía y nona tarde, eran las horas que se anunciaban en los monasterios y maitines amanecer, prima salida del sol, vísperas ocaso y completas oscuridad, no se anunciaban La hora sexta, dedicada en la regla benedictina al descanso, ha inmortalizado la SIESTA, trascendiendo al mundo asceta y monacal.
INVASION DE LOS BARBAROS
La invasión de Maguncia en el 406 inicia las acciones de los bárbaros que de procedencia germánica en su mayoría iniciaron el periodo oscuro de la historia, arrasando toda Europa. Los vándalos, procedentes de Hungría, llegaron hasta el estrecho de Gibraltar por el que cruzaron en el 429 para someter al Africa romana.
La caída del imperio romano se cifra en el 476, cuando el último emperador, Romulo Augústulo fue ejecutado por el general germano Odoacro, que también fue asesinado en 493 por los ostrogodos. Los visigodos se adueñaron de todo menos del oeste de Hispania. En Oriente se mantenían hasta que irrumpieron los hunos que lo asolaron todo.
Roma sufrió el despojo de todo lo de valor, saqueos, destrucción, destrucción y ruina fueron permanentes. Solo quedaron en pie los templos y basílicas de la Iglesia, Todo acabó con la llegada del rey ostrogodo Teodorico que admirando la cultura romana, gobernó Italia desde Ravena durante 33 años, y supuso un renacimiento del antiguo imperio. Justiniano, el emperador de Bizancio, expulsó a los godos de Italia en el 540 y otra vez Italia fue destruida El desgaste de la lucha debilitó a los bizantinos y poco después perdieron el territorio que les arrebatataron, los longobardos.Todo conocimiento, inquietud y sabiduría se conservaría en los monasterios.
TOTILA DESCUBIERTO
El godo Totila, que avanzaba trinfante a través del centro de Italia, quiso visitar a San Benito porque había oído hablar mucho de él. Quería comprobarr si el santo poseía los poderes que se le atribuían, Totila ordenó que Riggo, capitán de su guardia, se vistiera sus propias ropas de púrpura y lo envió a Monte Cassino con tres condes San Benito saludó a Riggo con estas palabras: "hijo mío, quítate las ropas que vistes; no son tuyas". Riggo informó a Totila que había sido descubierto. Entonces, Totila, fue en persona a vsitar al hombre de Dios y, se atemorizó tanto, que cayó en tierra. Pero Benito lo levantó del suelo, le recriminó por sus malas acciones y le predijo todas las cosas que le sucederían. Al punto, el rey imploró sus oraciones y partió, pero desde aquella ocasión fue menos cruel.
PADRE Y PATRONO DE EUROPA
Con razón podemos considerar a Benito como el Patrón de Europa. Él y sus monjes configurarán los rasgos más determinantes del hombre europeo. Algo que no se debía de haber olvidado ahora en la elaboración de la Constitución Europea. Murió Benito a mediados del siglo VI. Su fiesta se celebra el 11 de julio. Antes que Patrono, san Benito había sido declarado por Pío XII Padre de Europa, en reconocimiento de que su institución monástica había contribuido decisivamente a la creación del espacio espiritual y cultural europeo. En realidad, los monjes benedictinos fueron los primeros que tuvieron conciencia de la nueva realidad postromana, los que sirvieron de puente entre el mundo antiguo y el medioevo, cuando rescataron, cultivaron y transmitieron casi todo el patrimonio grecorromano, sobre todo el pensamiento y el Derecho, dándole además su última y más completa dimensión al injertarlo, como ya habían hecho Pablo y los Padres de la Iglesia, en la matriz evangélica, teológica y espiritual del cristianismo.
Ellos también fueron los que orientaron a la nueva sociedad en su configuración social, política, económica, cultural y religiosa; los que hicieron de la diversidad de esos pueblos una comunidad cohesionada en torno a los mismos valores espirituales, morales y humanistas. Los instrumentos de esa obra fueron la cruz y el arado, la oración y el trabajo, la Biblia y el Derecho romano, el libro y la estética litúrgica, la disciplina y la pax monástica. Por eso los monasterios guardan la memoria y el secreto de Europa. Su recinto es el símbolo de ese espacio occidental: en él se condensa el espíritu, la fuerza, la tensión que engendraron al hombre y al alma europeos.
La construcción de Europa debiera hacerse con los criterios que forjaron las abadías y las catedrales: ellas fueron la obra común del espíritu, de la sabiduría, de la técnica y del trabajo, armonizados en torno a una visión global centrada en Dios y en el hombre
BENEDICTO XVI LE ESCOGE COMO MODELO Y TOMA SU NOMBRE
Giacomo de la Chiesa, estuvo en la Nunciatura ante España y fue Sustituto de la Secretaría de Estado con el cardenal Rampolla del Tindaro y con el Papa León XIII y cardenal y arzobispo de Bolonia con Pío X. Elegido Papa, Benedicto XV, entre 1914 y 1922, quiso e intentó evitar la primera Guerra Mundial. Reformó el Código de Derecho Canónico. Queriendo conseguir la paz en la tierra, piensa en él, pero sobre todo, porque lleva el nombre de Benedicto, pues como admirador de Benito de Nursia, patrón de Europa, desea que una de las claves de su pontificado sea la del fundador del monacato: «Nihil Christo praeponatur», «Nada se anteponga a Cristo». Los hijos de San Benito extendieron el cristianismo por toda la Europa medieval, frente al paganimo, y transmitieron los mejores aspectos de la herencia greco-romana. En las vísperas del Cónclave estuvo haciendo un día de retiro en Subiaco. Había sentido vocación benedictina para dedicarse al estudio y a la oración. Además, el patrón y Padre de la Iglesia Alemana es un monje benedictino, San Bonifacio de Fulda, obispo y mártir del siglo IX. Y dicen que, habiendo sido Benedicto XV sucesor de un santo --San Pío X--, Benedicto XVI, al suceder a otro santo --Juan Pablo II- ha elegido el nombre de Benedicto. Al fijarse en San Benito complementa la atención que Juan Pablo II dedicó a Santos Cirilo y Metodio, evangelizadores de los eslavos. Dos sensibilidades para el mismo objetivo: profundizar en las raíces cristianas de Europa. Y una llamada de atención a los líderes europeos que no han querido que la Constitución recogiera explícitamente las raíces cristianas de Europa. Benedicto XVI, con su fino sentido del humor, ha bromeado recordando que el pontificado de Benedicto XV fue un breve.
SANTIDAD ANTES QUE EVANGELIZACION
Benito no fundó una institución monástica orientada a la evangelización de los pueblos bárbaros, como los demás grandes monjes misioneros de la época, sino que indicó a sus seguidores como objetivo fundamental de la existencia, es más, el único, la búsqueda de Dios: «Quaerere Deum». Sin embargo, sabía que cuando el creyente entra en relación profunda con Dios no puede contentarse con vivir de manera mediocre, con una ética minimalista y una religión superficial. Desde esta perspectiva, se entiende mejor la expresión que Benito tomó de san Cipriano y que, en su «Regla» (IV, 21), sintetiza el programa de vida de los monjes: «Nihil amori Christi praeponere», «No anteponer nada al amor de Cristo». En esto consiste la santidad, propuesta válida para cada cristiano, que se ha convertido en una auténtica urgencia pastoral en nuestra época, en la que se experimenta la necesidad de anclar la vida y la historia en sólidas referencias espirituales.
María es modelo sublime y perfecto de santidad, que vivió en constante y profunda comunión con Cristo. Invoquemos su intercesión, junto a la de san Benito, para que el Señor multiplique también en nuestra época hombres y mujeres que, a través de una fe iluminada, testimoniada en la vida, sean en este nuevo milenio sal de la tierra y luz del mundo.
Jesús Marti Ballester
domingo, 8 de julio de 2012
Quieren un Dios a la carta
Evangelio: Marcos 6, 1-6
En aquel tiempo fue Jesús a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que le oía se preguntaba asombrada: "¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? ¿Y sus hermanas no viven con nosotros aquí?" Y desconfiaban de él. Jesús les decía: “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.”
No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extraño de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.
QUIEREN UN DIOS A LA CARTA
En las dos veces que he visitado Nazaret, junto al pasaje evangélico de la Encarnación, rápidamente me ha venido a la cabeza el episodio narrado en el Evangelio de hoy. Porque fue allí, en su tierra, donde Jesús se había criado, donde todos lo conocían, el lugar en el que comenzó su enseñanza. Y también donde comenzó su cruz, la cruz de la desconfianza y el rechazo. Sobrecoge la escena de hoy.
Pensemos un poco. Los que hoy le rechazan, sus paisanos, son los que dicen conocerlo bien. Han tratado durante muchos años con “el carpintero”, saben que es un hombre extraordinariamente bueno, de quien siempre se han fiado, por su bondad y su desinterés en el servicio hacia ellos. Sin embargo, ahora, lo desprecian. ¿Por qué lo desprecian? Sin duda, Jesús les ha hablado claramente, haciéndoles ver que Él es el Mesías que esperan. Se cumple la profecía de Ezequiel que hemos leído en la primera lectura: “Hay un profeta en medio de ellos…” pero se trata de un pueblo “testarudo y obstinado”.
No aceptan a Jesús, no aceptan un Mesías que no coincida con el que ellos pensaban: un mesías poderoso, guerrero, príncipe victorioso, un ser sobre todo celestial, extraño a toda miseria o debilidad humanas. Lo más contrario, en definitiva, al “carpintero de Nazaret”. Querían un Dios a la carta, un Dios según sus esquemas y como Jesús no es así, lo desprecian violentamente.
¿No ocurre lo mismo hoy también? El que dice no creer en Dios ¿no es porque tiene ya su idea de Dios y, paradójicamente, no se deja sorprender por la cercanía y simplicidad de Jesús de Nazaret? El hombre de hoy sigue pensando que Dios está muy escondido, que no se deja ver y por eso lo buscamos entre razonamientos abstrusos y teorías complicadas. Buscamos entre las partículas atómicas, hasta creer hallar el secreto de Dios. Iniciamos la búsqueda sin darnos cuenta que está a nuestro lado desde el principio.
¿No ocurre también hoy cuando la Iglesia es despreciada y rechazada sobre todo en los países occidentales que deben precisamente lo que son a la fe cristiana? Falta fe porque falta humildad; queremos un Dios a la carta, según nuestros prejuicios y también según nuestros intereses. Un dios complicado y lejano que no nos complique mucho la vida ni se acerque mucho a nosotros.
Amargamente comprobó Jesús la falta de fe de los suyos, de manera que allí apenas pudo realizar algunos milagros. Siempre que uno se ve rechazado, duele; pero ese dolor es aún mayor cuando los que te rechazan son precisamente los tuyos, aquellos con los que has compartido tantas cosas y tantos afectos.
San Pablo nos ofrece la actitud correcta para descubrir la presencia del Dios sencillo y cercano que se nos revela en Jesús mismo: la humildad y el reconocimiento de la propia debilidad. Sólo así le dejaremos a Dios ser Dios y lo podremos descubrir muy cerca de nosotros, siempre vivo, también en nuestros pueblos, ciudades y naciones del siglo XXI.
P. Mario Ortega
En la barca de Pedro
sábado, 7 de julio de 2012
Comunión Espiritual
La comunión espiritual Fue recomendada vivamente por el Concilio de Trento y ha sido practicada por todos los santos con gran provecho espiritual
"De dos maneras -advierte Santo Tomás- se puede recibir espiritualmente a Cristo. Una en su estado natural, y de esta manera la reciben espiritualmente los ángeles, en cuanto unidos a Él por la fruición de la caridad perfecta y de la clara visión, y no con la fe, como nosotros estamos unidos aquí (en la Tierra) a Él. Este pan lo esperamos recibir, también en la gloria. Otra manera de recibirlo espiritualmente es en cuanto contenido bajo las especies sacramentales, creyendo en Él y deseando recibirlo sacramentalmente. Y esto no solamente es comer espiritualmente a Cristo, sino también recibir espiritualmente el sacramento" (III, 80, 2).
De las palabras finales del Doctor Angélico, se deduce que la Comunión Espiritual nos trae, de cierto modo, el fruto espiritual de la propia Eucaristía recibida sacramentalmente, aunque no sea ex opere operato, sino únicamente ex opere operantis.
Excelencia
Por la noción que acabamos de dar, se puede vislumbrar la gran excelencia de la Comunión Espiritual. Fue recomendada vivamente por el Concilio de Trento (D 881), y ha sido practicada por todos los santos, con gran provecho espiritual.
Sin duda, constituye una fuente ubérrima de gracias para quien la practique fervorosa y frecuentemente. Más aún: puede ocurrir que con una Comunión Espiritual muy fervorosa se reciban mayor cantidad de gracias que con una Comunión Sacramental recibida con poca devoción. Con la ventaja de que la Comunión Sacramental no puede recibirse más que una sola vez por día, y la Espiritual puede repetirse muchas veces.
Modo de hacerla
No se prescribe ninguna fórmula determinada, ni es necesario recitar ninguna oración vocal. Basta un acto interior por el cual se desee recibir la Eucaristía. Es conveniente, sin embargo, que abarque tres actos distintos, aunque sea brevísimamente:
a) Un acto de Fe, por el cual renovamos nuestra firme convicción de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Es excelente preparación para comulgar espiritual o sacramentalmente;
b) Un acto de deseo de recibir sacramentalmente a Cristo y de unirse íntimamente con Él. En este deseo consiste formalmente la Comunión Espiritual;
c) Una petición fervorosa, pidiendo al Señor que nos conceda espiritualmente los mismos frutos y gracias que nos otorgaría e l a Eucaristía realmente recibida.
Advertencias
1) La Comunión Espiritual, como ya dijimos, puede repetirse muchas veces al día. Puede hacerse en la iglesia o fuera de ella, a cualquier hora del día o de la noche, antes o después de las comidas.
2) Todos los que no comulgan sacramentalmente deberían hacerlo al menos espiritualmente, al oír la Santa Misa. El momento más oportuno es, naturalmente, aquel en que comulga el sacerdote.
3) Los que están en pecado mortal deben hacer un acto previo de contrición, si quieren recibir el fruto de la Comunión Espiritual. De lo contrario, para nada les aprovecharía, y sería hasta una irreverencia, aunque no un sacrilegio.
Antonio Royo Marín
Teología Moral para Seglares
Artículo de la semana:
Vengo por ti
Estoy cansado de trabajar y de ver a la misma gente, camino a mi trabajo todos los días, llego a la casa y mi esposa sirvió lo mismo de la c...