lunes, 20 de agosto de 2018
Las Señales de Dios
No te da el juego armado ni el tutorial paso a paso que debes seguir para ser feliz. Dios te da “señales” para que disciernas y tomes el camino que responde a su voluntad. A veces las señales son muy claras, pero en otras ocasiones te puedes tardar años en detectarlas. Así como también las señales pueden ser muy evidentes, pero simplemente no las logras ver.
“Yo le pregunté: ¿Qué debo hacer, Señor? El Señor me dijo: Levántate y ve a Damasco donde se te dirá lo que debes hacer” (Hechos 22,10)
Lo cierto es que nada ocurre al azar en esta vida. Todo lo que sucede desde lo grande a lo pequeño pertenece al Plan perfecto de Dios, quien al darnos libre albedrío, espera que sigamos su voluntad que revela mediante esas señales.
“Reconócelo a él en todos tus caminos y él allanará tus senderos” (proverbios 3,6)
“Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen” (Juan 10,27)
Pero, ¿cómo logramos verlas? Más complejo aún… ¿Cómo logramos detectar de que esas señales provienen realmente de Dios y no de otras fuentes o simplemente de nuestra imaginación? Es recurrido el comodín: “Dios me lo reveló mediante sueños y visiones”. Tampoco se trata de engañarse y de obedecer a todo que llega a nosotros o a cualquier pensamiento que se nos venga a la mente.
Seguramente hemos escuchado el relato de aquel pescador que tras el naufragio de su bote, se estaba ahogando en el mar; esperaba la ayuda de Dios, pero sólo llegó a él la ayuda de un barco pequeño, uno más grande y un helicóptero. Tras su muerte le pregunta a Dios: ¿Por qué no me salvaste cuando te pedí ayuda? Dios le contesta que aquellos salvavidas fueron enviados por Él, sin embargo el pescador no lo creyó en su momento. Y es que Dios se comunica con cada uno de nosotros sirviéndose de cualquier instrumento.
En la medida que nuestra fe sea más fuerte y mediante una vida de oración constante, podemos ir discerniendo cada vez más la voluntad de Dios. La lectura de la Sagrada Escritura, que es la palabra viva del Señor, es también el instrumento por medio del cual Dios se comunica con nosotros. Y por cierto, podemos recurrir a la intercesión de la Virgen María, pidiendo en oración que nos ayude a ver las señales que Dios va colocando en nuestro camino. Él quiere que nos abandonemos en su voluntad y confiemos en su Plan maravilloso aunque a veces resulte difícil o simplemente inimaginable.
Generalmente se trata bastante este tema en aquellas personas que sienten una inquietud vocacional respecto a la vida consagrada. Podemos recoger muchos testimonios de personas consagradas que jamás imaginaron serlo; que luego de muchas señales que Dios les enviaba pudieron responder con un Sí. Cada caso es único, pues Dios se ha manifestado en ellas de diferentes maneras; lo común de todas esas personas es su grandioso amor, pues en ellas fijó su mirada, las eligió y las llamó para servirles en su Reino. Esas personas viven en paz y con alegría, gozando de este regalo inmenso de Dios.
Sin embargo en nuestra vida cotidiana, siempre se nos presentan inquietudes de todo tipo y en toda materia. Generalmente tenemos más de un camino al que podemos optar y estamos en constante inseguridad de qué opción tomaremos. Los cristianos le pedimos ayuda a Dios y nos aferramos a la oración mientras que otros buscan respuestas en dónde por cierto, no las encontrarán. Y en este punto debemos reflexionar. ¿En dónde esperamos encontrar las señales que debemos seguir? Debemos tener presente que sólo Dios tiene ese Plan perfecto para cada uno de nosotros, un plan único e intransferible, un plan que con toda seguridad nos llevará a encontrar la felicidad. Lo demás, es fantasía, bienestar momentáneo quizás o una opción menos exigente, pero en ningún caso la voluntad de Dios y el camino a la Santidad.
Es el espíritu Santo quien nos guía para caminar en la senda que Dios nos ha preparado desde siempre. Por ello debemos invocarlo en todo momento, pidiendo que nos asista y que nos indique el camino que responde a la voluntad del Padre.
“Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios” (Romanos 8,14).
“Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu” (Gálatas 5,25)
“El Espíritu dijo a Felipe: Acércate y camina junto a su carro” (Hechos 8,29)
“El Señor iba al frente de ellos, de día en una columna de nube, para guiarlos por el camino; y de noche en una columna de fuego, para iluminarlos, de manera que pudieran avanzar de día y de noche” (Éxodo 13,21).
Marlene Yañez Bittner
catholic.net
“Yo le pregunté: ¿Qué debo hacer, Señor? El Señor me dijo: Levántate y ve a Damasco donde se te dirá lo que debes hacer” (Hechos 22,10)
Lo cierto es que nada ocurre al azar en esta vida. Todo lo que sucede desde lo grande a lo pequeño pertenece al Plan perfecto de Dios, quien al darnos libre albedrío, espera que sigamos su voluntad que revela mediante esas señales.
“Reconócelo a él en todos tus caminos y él allanará tus senderos” (proverbios 3,6)
“Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen” (Juan 10,27)
Pero, ¿cómo logramos verlas? Más complejo aún… ¿Cómo logramos detectar de que esas señales provienen realmente de Dios y no de otras fuentes o simplemente de nuestra imaginación? Es recurrido el comodín: “Dios me lo reveló mediante sueños y visiones”. Tampoco se trata de engañarse y de obedecer a todo que llega a nosotros o a cualquier pensamiento que se nos venga a la mente.
Seguramente hemos escuchado el relato de aquel pescador que tras el naufragio de su bote, se estaba ahogando en el mar; esperaba la ayuda de Dios, pero sólo llegó a él la ayuda de un barco pequeño, uno más grande y un helicóptero. Tras su muerte le pregunta a Dios: ¿Por qué no me salvaste cuando te pedí ayuda? Dios le contesta que aquellos salvavidas fueron enviados por Él, sin embargo el pescador no lo creyó en su momento. Y es que Dios se comunica con cada uno de nosotros sirviéndose de cualquier instrumento.
En la medida que nuestra fe sea más fuerte y mediante una vida de oración constante, podemos ir discerniendo cada vez más la voluntad de Dios. La lectura de la Sagrada Escritura, que es la palabra viva del Señor, es también el instrumento por medio del cual Dios se comunica con nosotros. Y por cierto, podemos recurrir a la intercesión de la Virgen María, pidiendo en oración que nos ayude a ver las señales que Dios va colocando en nuestro camino. Él quiere que nos abandonemos en su voluntad y confiemos en su Plan maravilloso aunque a veces resulte difícil o simplemente inimaginable.
Generalmente se trata bastante este tema en aquellas personas que sienten una inquietud vocacional respecto a la vida consagrada. Podemos recoger muchos testimonios de personas consagradas que jamás imaginaron serlo; que luego de muchas señales que Dios les enviaba pudieron responder con un Sí. Cada caso es único, pues Dios se ha manifestado en ellas de diferentes maneras; lo común de todas esas personas es su grandioso amor, pues en ellas fijó su mirada, las eligió y las llamó para servirles en su Reino. Esas personas viven en paz y con alegría, gozando de este regalo inmenso de Dios.
Sin embargo en nuestra vida cotidiana, siempre se nos presentan inquietudes de todo tipo y en toda materia. Generalmente tenemos más de un camino al que podemos optar y estamos en constante inseguridad de qué opción tomaremos. Los cristianos le pedimos ayuda a Dios y nos aferramos a la oración mientras que otros buscan respuestas en dónde por cierto, no las encontrarán. Y en este punto debemos reflexionar. ¿En dónde esperamos encontrar las señales que debemos seguir? Debemos tener presente que sólo Dios tiene ese Plan perfecto para cada uno de nosotros, un plan único e intransferible, un plan que con toda seguridad nos llevará a encontrar la felicidad. Lo demás, es fantasía, bienestar momentáneo quizás o una opción menos exigente, pero en ningún caso la voluntad de Dios y el camino a la Santidad.
Es el espíritu Santo quien nos guía para caminar en la senda que Dios nos ha preparado desde siempre. Por ello debemos invocarlo en todo momento, pidiendo que nos asista y que nos indique el camino que responde a la voluntad del Padre.
“Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios” (Romanos 8,14).
“Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu” (Gálatas 5,25)
“El Espíritu dijo a Felipe: Acércate y camina junto a su carro” (Hechos 8,29)
“El Señor iba al frente de ellos, de día en una columna de nube, para guiarlos por el camino; y de noche en una columna de fuego, para iluminarlos, de manera que pudieran avanzar de día y de noche” (Éxodo 13,21).
Marlene Yañez Bittner
catholic.net
miércoles, 13 de junio de 2018
San Antonio de Padua
Fiesta: 13 de junio
Los padres de San Antonio eran muy ricos y querían ver a su hijo como distinguido hombre de sociedad. Él, en cambio, quería ser pobre por amor de Cristo y por eso se hizo franciscano.
Antonio era un gran predicador. Lo mandaron como misionero por numerosas ciudades por Italia y Francia. Convirtió a muchos pecadores sobre todo con su buen ejemplo. Cuentan que mientras oraba en su habitación se le apareció Jesús, le puso las manitas al cuello y lo besó. Antonio recibió esta gracia extraordinaria por que mantuvo su alma limpia incluso del mas mínimo pecado y amaba mucho a Jesús.
Cuando Antonio enfermó se retiró a un monasterio en las afueras de Padua, donde murió a la edad de 36 años, el 13 de Junio de 1231.
Treinta y dos años después sus restos fueron trasladados a Padua. La lengua se conservaba íntegra, sin haberse corrompido mientras que el cuerpo estaba aniquilado.
Sucedieron muchos milagros después de su muerte. Aun hoy día le llaman el Santo "de los milagros". Su fiesta se celebra el 13 de junio.
El entusiasmo popular ha hecho que San Antonio, más que otros, sea universalmente reconocido por los fieles de todo el mundo. "Santo Universal" le llaman. Durante los siete siglos ya transcurridos desde su muerte, millones de personas se han sentido atraídas a este gran "Franciscano Milagroso".
Fue otro franciscano, San Buenaventura, quien dijo: "Acude con confianza a Antonio, que hace milagros, y el té conseguirá lo que buscas."
ewtn.com
martes, 8 de mayo de 2018
¿Santa Teresa de Ávila fue la inventora de las papas fritas?
También los belgas, los franceses y los neoyorquinos se disputan la invención del famoso plato
Según el profesor de historia del arte y fundador del singular museo de las papas fritas “Friet Museum” el belga Paul Ilegems da como casi seguro que fue Santa Teresa la inventora de esta popular comida rápida, basándose en una carta que la santa enviaba a la madre superiora del convento del Carmen en Sevilla, para agradecerle del envío de las papas y otras viandas, con fecha 19 de diciembre de 1577. En ella dice: “La suya recibí, y con ella las patatas y el pipote y siete limones. Todo vino muy bueno”.
Pero el periodista y crítico gastronómico Cristino Álvarez, en un artículo opina que no cree que esta teoría sea probable, afirmando: “Nunca probó este tubérculo ya que la patata a que se refiere la santa, es la llamada patata de Málaga o batata, un tubérculo que trajo ya Colón de Haití a la vuelta de su primer viaje mientras que hubo que esperar medio siglo para tener noticias de la patata propiamente dicha.”
Lo que si se da por cierto es que hay datos, a partir de 1573, en los libros de cuentas de un hospital, el cual registraba que recibía este nutritivo tubérculo con tantas propiedades alimenticias y curativas de uno de los conventos de las Carmelitas Descalzas, orden fundada por Teresa de Ávila.
Ahora bien, el mismo Paul Ilegems da una segunda teoría, que quizás las papas fueron inventados por unos pescadores belgas acostumbrados a freír pescaditos hicieron lo mismo cuando llegaron a sus manos las primeras papas en el año 1650.
Esto es lo que dicen los belgas, pero los franceses no están muy de acuerdo con ellos, pues se adjudican a sí mismos la invención de los famosos “french fries”. Ellos aseguran que ya a fines del siglo XVIII, sobre el Pont Neuf de París, se veían vendedores de esta delicia, que las preparaban a la vista de sus clientes dentro de braseros y sartenes.
Lo cierto está que el nombre popular de las papas fritas justamente era en idioma francés, a lo que los belgas explicaron que el término se hizo popular durante la primera guerra mundial, cuando sus soldados, que usaban el francés para comunicarse, ofrecieron las papas fritas a los soldados norteamericanos, que las bautizaron de este modo. Esta disputa se refiere a las conocidas papas fritas que, cortadas en formas de bastoncitos, se hacen freír en bastante aceite o, en algunos casos, manteca.
Pero las papas fritas cortadas muy finas y de forma redonda, muy conocidas por “chips”, surgieron por accidente en el año 1853 en un restaurante de Nueva York. El chef de dicho restaurante, ante las continuas quejas de un cliente que siempre lo recriminaba por no cortar las papas fritas lo suficientemente finas, decidió darle una lección cortándolas excesivamente delgadas, de manera que no pudieran pincharse con el tenedor. El resultado fue todo lo contrario al esperado, el cliente quedó sorprendido y completamente satisfecho y pronto todos los clientes empezaron a pedir aquella nueva y extraña especialidad.
¿Entonces las papas fritas es invento de Santa Teresa de Ávila, de los belgas, de los franceses o de los neoyorquinos? Imposible saberlo. Lo cierto está que este famoso plato hecho con la papa, tubérculo originario de América es mundialmente conocido y aunque todos las podemos hacer en casa, el gustarlas bien crujientes y doradas tiene sus secretos. Aquí te van algunos:
1 Pelar las papas y enjuagarlas muy bien, al menos cinco veces con agua fría cada trozo, para remover el exceso de almidón. De lo contrario se pegaran unas a otras. Este procedimiento también ayuda a conseguir papas bien crujientes.
2 Secarlas muy bien con un paño de cocina
3 Calentar una buena cantidad de aceite, una cocción correcta está garantizada cuando las papas están completamente sumergidas.
4 Cocinarlas dos veces, para la primera cocción la temperatura del aceite debe tener entre 120°C y 150°C, freírlas, sacarlas más bien blancuzcas y dejarlas enfriar por algunos minutos y luego volverlas a cocinar, pero esta vez con el aceite más caliente, a 175°C, para la segunda. Para saber la temperatura justa, arroja un pedacito de pan a la sartén. Si se queda en el fondo está alrededor de los 150°, si sube rápidamente ronda los 175°.
5 Salar las papas fritas apenas salen de la sartén. Esto ayuda a que se absorba el excedente de aceite y queden bien crujientes. Si agregas la sal antes de la cocción, corres el riesgo de que la papa se ablande.
Solo te queda gustarlas solo con sal o con el aderezo que más te guste. Existe una gran variedad de salsas y aderezos dependiendo el país o zona donde te encuentres, muchas creadas exclusivamente para este plato. Pero… ¡Ojo! Recuerda que una porción promedio de papas fritas, de unos 200 gramos, aporta 760 calorías…
Maria Paola Daud
aleteia.org
martes, 13 de marzo de 2018
¿Cristo viene o Cristo está?
Todos los cristianos esperamos con asombro la venida de Jesucristo al final de los tiempos anunciada por él mismo. Los católicos esperamos esa llegada pero, sin ansiedad ya que actualmente ya disfrutamos de la presencia real y cercanía de Jesucristo. ¨Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo» (Mt 28-20). ¨ No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán. (Jn 18-20)
Es llamativo, sin embargo, que en muchos grupos protestantes la idea de ¨Cristo viene¨ o ¨Cristo vendrᨠes como un telón de fondo permanente en su vida y su predicación.
La presencia real de Jesucristo en la eucaristía marca una diferencia abismal en la vida de los primeros cristianos frente a los judíos y actualmente de los cristianos católicos respecto a muchos protestantes.
En el siglo primero de nuestra era, prácticamente todos los pueblos que Jesús visitó tenían su propia sinagoga. Las ciudades grandes tenían varias, y en Jerusalén había muchísimas.
La sinagoga se equipaba con muy pocos muebles. Uno de los elementos principales era un arca, o cofre, donde se guardaba la posesión más valiosa del pueblo: los rollos de las Sagradas Escrituras. El arca se llevaba a un lugar seguro, pero durante el servicio religioso se colocaba a la vista. Al terminar, se devolvía a su sitio.
Cerca del arca y de cara al auditorio estaban los asientos de los que presidían la sinagoga y de los invitados especiales. Más al centro de la sala se levantaba una especie de plataforma, que tenía un atril y un asiento para el orador. En tres lados de esta plataforma había gradas para el auditorio.
La explicación del texto sagrado se reservaba a un rabino o algún fiel versado en el conocimiento de la ley mosaica.
Como Jesucristo, los Apóstoles y los primeros cristianos siguieron frecuentando el templo de Jerusalén: a las horas de oración y para predicar (Act 3,1; 5,20-21; 5,4,2; 21,26; 22,17) aunque también se reunían en otros sitios, sobre todo, como es lógico, para el sacrificio eucarístico, generalmente en la mejor habitación de sus mismas casas (que solía ser la sala superior), mientras no dispusieron de lugares más adecuados (Act 1,14; 2,1 ss.; 10,9; 12,12;). Muchos de estos lugares para el culto cristiano aparecen expresamente nombrados en el N. T.: en Jerusalén la casa de María madre de Marcos (Act 12,12), en Éfeso, la escuela de Tiranno (Act 19,9); en Corinto, la casa de Tito (Act 18,7); en Colosas, la de Filemón (Philp 2); en Laodicea, la de Ninfa (Col 4,15); en Roma, la de Aquila y Priscila (Rom 16,3-5; 1 Cor 16,19); en otras ocasiones no se indica el propietario (Act 10,9; 20,7). Lugares que en general quedaban consagrados al culto y se distinguían de las casas ordinarias (cfr. 1 Cor 14,33-35 y 11,17-34), llegándose, conforme crecía el número de los cristianos, a dedicar a ello exclusivamente una casa completa o edificios hechos para este único fin.
Las casas dedicadas exclusivamente al culto-se adaptaron a las necesidades, utilizando sus dos grandes partes bien definidas, atrium y perystilum, para la instrucción de los catecúmenos y el sacrificio eucarístico, respectivamente. Sobre ellas se inspiró la construcción de los primeros templos cristianos,
El culto cristiano enlaza y continúa en cierto modo con el culto judío en las sinagogas (oración y lectura de la S. E.), pero lo sobrepasa y supera ampliamente, así como al culto del templo de Jerusalén, puesto que el templo cristiano es el lugar del sacrificio eucarístico y de la reserva de la Eucaristía, presencia real, verdadera y sustancial de Cristo en las especies sacramentales.
Con el paso de los siglos, la espiritualidad cristiana se ha ido desarrollando y, paralelamente, la liturgia. Este crecimiento espiritual, se ha ido expresando en las iglesias, recogiendo toda esa riqueza histórica de espiritualidad en la liturgia y el arte cristiano: imágenes de los santos (como distintas maneras de seguir al único modelo, Jesucristo), pintura, escultura, música, arquitectura, poesía, literatura.
Todos estos elementos han ido enriqueciendo los templos cristianos pero, el centro sigue siendo el Altar y el Sagrario, donde nos encontramos con Cristo vivo y presente que nos hace pensar sin temor en el Cristo que vendrá al final de los tiempos.
Esa riqueza espiritual, que los protestantes no poseen, hace que sus templos se asemejan a las sinagogas judías, esperando la venida del Mesías: ellos esperan a ¨Jesucristo que viene¨, ignorando que se quedó entre nosotros.
Sus templos son como salas de conferencia bíblicas, vacíos de 20 siglos de espiritualidad, como las sinagogas.
De la fe en la presencia de Cristo en la Eucaristía nace la belleza y riqueza espiritual y artística de los templos cristianos.
Para ellos, Cristo resucitó y ascendió al Cielo, de donde regresará al final de los tiempos pero, no lo tienen ahora y siempre cercano en la eucaristía, se han quedado como huérfanos.
Javier Ordovàs
catholic.net
Es llamativo, sin embargo, que en muchos grupos protestantes la idea de ¨Cristo viene¨ o ¨Cristo vendrᨠes como un telón de fondo permanente en su vida y su predicación.
La presencia real de Jesucristo en la eucaristía marca una diferencia abismal en la vida de los primeros cristianos frente a los judíos y actualmente de los cristianos católicos respecto a muchos protestantes.
En el siglo primero de nuestra era, prácticamente todos los pueblos que Jesús visitó tenían su propia sinagoga. Las ciudades grandes tenían varias, y en Jerusalén había muchísimas.
La sinagoga se equipaba con muy pocos muebles. Uno de los elementos principales era un arca, o cofre, donde se guardaba la posesión más valiosa del pueblo: los rollos de las Sagradas Escrituras. El arca se llevaba a un lugar seguro, pero durante el servicio religioso se colocaba a la vista. Al terminar, se devolvía a su sitio.
Cerca del arca y de cara al auditorio estaban los asientos de los que presidían la sinagoga y de los invitados especiales. Más al centro de la sala se levantaba una especie de plataforma, que tenía un atril y un asiento para el orador. En tres lados de esta plataforma había gradas para el auditorio.
La explicación del texto sagrado se reservaba a un rabino o algún fiel versado en el conocimiento de la ley mosaica.
Como Jesucristo, los Apóstoles y los primeros cristianos siguieron frecuentando el templo de Jerusalén: a las horas de oración y para predicar (Act 3,1; 5,20-21; 5,4,2; 21,26; 22,17) aunque también se reunían en otros sitios, sobre todo, como es lógico, para el sacrificio eucarístico, generalmente en la mejor habitación de sus mismas casas (que solía ser la sala superior), mientras no dispusieron de lugares más adecuados (Act 1,14; 2,1 ss.; 10,9; 12,12;). Muchos de estos lugares para el culto cristiano aparecen expresamente nombrados en el N. T.: en Jerusalén la casa de María madre de Marcos (Act 12,12), en Éfeso, la escuela de Tiranno (Act 19,9); en Corinto, la casa de Tito (Act 18,7); en Colosas, la de Filemón (Philp 2); en Laodicea, la de Ninfa (Col 4,15); en Roma, la de Aquila y Priscila (Rom 16,3-5; 1 Cor 16,19); en otras ocasiones no se indica el propietario (Act 10,9; 20,7). Lugares que en general quedaban consagrados al culto y se distinguían de las casas ordinarias (cfr. 1 Cor 14,33-35 y 11,17-34), llegándose, conforme crecía el número de los cristianos, a dedicar a ello exclusivamente una casa completa o edificios hechos para este único fin.
Las casas dedicadas exclusivamente al culto-se adaptaron a las necesidades, utilizando sus dos grandes partes bien definidas, atrium y perystilum, para la instrucción de los catecúmenos y el sacrificio eucarístico, respectivamente. Sobre ellas se inspiró la construcción de los primeros templos cristianos,
El culto cristiano enlaza y continúa en cierto modo con el culto judío en las sinagogas (oración y lectura de la S. E.), pero lo sobrepasa y supera ampliamente, así como al culto del templo de Jerusalén, puesto que el templo cristiano es el lugar del sacrificio eucarístico y de la reserva de la Eucaristía, presencia real, verdadera y sustancial de Cristo en las especies sacramentales.
Con el paso de los siglos, la espiritualidad cristiana se ha ido desarrollando y, paralelamente, la liturgia. Este crecimiento espiritual, se ha ido expresando en las iglesias, recogiendo toda esa riqueza histórica de espiritualidad en la liturgia y el arte cristiano: imágenes de los santos (como distintas maneras de seguir al único modelo, Jesucristo), pintura, escultura, música, arquitectura, poesía, literatura.
Todos estos elementos han ido enriqueciendo los templos cristianos pero, el centro sigue siendo el Altar y el Sagrario, donde nos encontramos con Cristo vivo y presente que nos hace pensar sin temor en el Cristo que vendrá al final de los tiempos.
Esa riqueza espiritual, que los protestantes no poseen, hace que sus templos se asemejan a las sinagogas judías, esperando la venida del Mesías: ellos esperan a ¨Jesucristo que viene¨, ignorando que se quedó entre nosotros.
Sus templos son como salas de conferencia bíblicas, vacíos de 20 siglos de espiritualidad, como las sinagogas.
De la fe en la presencia de Cristo en la Eucaristía nace la belleza y riqueza espiritual y artística de los templos cristianos.
Para ellos, Cristo resucitó y ascendió al Cielo, de donde regresará al final de los tiempos pero, no lo tienen ahora y siempre cercano en la eucaristía, se han quedado como huérfanos.
Javier Ordovàs
catholic.net
jueves, 8 de marzo de 2018
Pablo VI será santo
"Pablo VI será santo este año". Estas son las palabras del Papa Francisco que confirman los rumores que venían sonando durante estas últimas semanas. Sin duda una gran noticia para la Iglesia.
La fecha de la canonización aún se desconoce pero todo indica que será a finales de octubre de este año en Roma, después del Sínodo de Obispos sobre los jóvenes.
El milagro que ha hecho que el Papa promulgara el Decreto, sería la curación de Amanda, la hija de Vanna Pironato, quién tuvo un embarazo de alto riesgo. Días despues de que Pablo VI fuera beatificado, Vanna acudió al Santuario delle Grazie, en Brescia (Italia), un lugar concurrido por los devotos del Papa Pablo VI. Después de rezar al futuro santo y sin una posible explicación médica, la niña nació sin ningún tipo de problema.
¡Pablo VI ruega por nosotros!
capillaonline.blogspot.com
domingo, 4 de marzo de 2018
Nueva festividad en la Iglesia: María, Madre de la Iglesia
A partir de este año 2018, la Iglesia Católica celebrará cada lunes siguiente al de Pentecostés una nueva festividad que ha establecido el Papa Francisco a través de un Decreto de la Congregación para el Culto Divino.
Según el Papa, esta festividad aumentaría el sentido materno de la Iglesia en todos los bautizados así como exaltar la genuina piedad mariana.
A continuación les proporcionamos el texto completo del Decreto:
CONGREGATIO DE CULTO DIVINO ET DISCIPLINA SACRAMENTORUM
DECRETO
sobre la celebración de la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, en el Calendario Romano General
La gozosa veneración otorgada a la Madre de Dios por la Iglesia en los tiempos actuales, a la luz de la reflexión sobre el misterio de Cristo y su naturaleza propia, no podía olvidar la figura de aquella Mujer (cf. Gál 4,4), la Virgen María, que es Madre de Cristo y, a la vez, Madre de la Iglesia.
Esto estaba ya de alguna manera presente en el sentir eclesial a partir de las palabras premonitorias de san Agustín y de san León Magno. El primero dice que María es madre de los miembros de Cristo, porque ha cooperado con su caridad a la regeneración de los fieles en la Iglesia; el otro, al decir que el nacimiento de la Cabeza es también el nacimiento del Cuerpo, indica que María es, al mismo tiempo, madre de Cristo, Hijo de Dios, y madre de los miembros de su cuerpo místico, es decir, la Iglesia. Estas consideraciones derivan de la maternidad divina de María y de su íntima unión a la obra del Redentor, culminada en la hora de la cruz.
En efecto, la Madre, que estaba junto a la cruz (cf. Jn 19, 25), aceptó el testamento de amor de su Hijo y acogió a todos los hombres, personificados en el discípulo amado, como hijos para regenerar a la vida divina, convirtiéndose en amorosa nodriza de la Iglesia que Cristo ha engendrado en la cruz, entregando el Espíritu. A su vez, en el discípulo amado, Cristo elige a todos los discípulos como herederos de su amor hacia la Madre, confiándosela para que la recibieran con afecto filial.
María, solícita guía de la Iglesia naciente, inició la propia misión materna ya en el cenáculo, orando con los Apóstoles en espera de la venida del Espíritu Santo (cf. Hch 1,14). Con este sentimiento, la piedad cristiana ha honrado a María, en el curso de los siglos, con los títulos, de alguna manera equivalentes, de Madre de los discípulos, de los fieles, de los creyentes, de todos los que renacen en Cristo y también «Madre de la Iglesia», como aparece en textos de algunos autores espirituales e incluso en el magisterio de Benedicto XIV y León XIII.
De todo esto resulta claro en qué se fundamentó el beato Pablo VI, el 21 de noviembre de 1964, como conclusión de la tercera sesión del Concilio Vaticano II, para declarar va la bienaventurada Virgen María «Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa», y estableció que «de ahora en adelante la Madre de Dios sea honrada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título».
Por lo tanto, la Sede Apostólica, especialmente después de haber propuesto una misa votiva en honor de la bienaventurada María, Madre de la Iglesia, con ocasión del Año Santo de la Redención (1975), incluida posteriormente en el Misal Romano, concedió también la facultad de añadir la invocación de este título en las Letanías Lauretanas (1980) y publicó otros formularios en el compendio de las misas de la bienaventurada Virgen María (1986); y concedió añadir esta celebración en el calendario particular de algunas naciones, diócesis y familias religiosas que lo pedían.
El Sumo Pontífice Francisco, considerando atentamente que la promoción de esta devoción puede incrementar el sentido materno de la Iglesia en los Pastores, en los religiosos y en los fieles, así como la genuina piedad mariana, ha establecido que la memoria de la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, sea inscrita en el Calendario Romano el lunes después de Pentecostés y sea celebrada cada año.
Esta celebración nos ayudará a recordar que el crecimiento de la vida cristiana, debe fundamentarse en el misterio de la Cruz, en la ofrenda de Cristo en el banquete eucarístico, y en la Virgen oferente, Madre del Redentor y de los redimidos.
Por tanto, tal memoria deberá aparecer en todos los Calendarios y Libros litúrgicos para la celebración de la Misa y de la Liturgia de las Horas: los respectivos textos litúrgicos se adjuntan a este decreto y sus traducciones, aprobadas por las Conferencias Episcopales, serán publicadas después de ser confirmadas por este Dicasterio.
Donde la celebración de la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, ya se celebra en un día diverso con un grado litúrgico más elevado, según el derecho particular aprobado, puede seguir celebrándose en el futuro del mismo modo.
Sin que obste nada en contrario.
En la sede de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, a 11 de febrero de 2018, memoria de la bienaventurada Virgen María de Lourdes.
Robert Card. Sarah Prefecto
capillaonline.blogspot.com
jueves, 1 de marzo de 2018
La sorprendente historia del monje que vivió 37 años sobre una columna
Desde el principio de la historia de la Iglesia muchas personas han hecho cosas sorprendentes movidos por su amor a Dios. Muchas han pasado largas horas orando, días ayunando, etc. Sin embargo, hay una historia muy interesante y poco conocida de un santo llamado Simeón cuyo amor a Dios lo llevó a pasar 37 años subido a una columna. ¿Quieres saber por qué lo hizo? Esta es su historia.
Simeón nació en el año 392 en Cilicia, cerca de Tarso. De niño fue pastor hasta que, motivado por el sermón de las bienaventuranzas, decidió hacerse religioso en un monasterio.
Mientras se preparaba para ingresar al monasterio, su deseo de ser santo se incrementaba, y un día tuvo una visión: vio cómo construía el edificio de su santidad mientras una voz le decía “Solo cuando seas lo suficientemente humilde serás santo”.
Cuando al fin pudo entrar al monasterio (a los 15 años) sus muestras de amor por el Señor expresado en sacrificios comenzó a hacerse evidente. Su primer gran gesto de amor fue aprenderse todos los salmos de memoria; él sentía la necesidad de rezarlos todos cada semana (21 cada día).
También, al saberse pecador y con la necesidad de luchar contra las tentaciones, inventó el cilicio, una cuerda hiriente que se ata a la cintura para hacer penitencia. La idea no fue del agrado de sus superiores quienes, a pesar de que entendía de que Simeón lo hacía movido por su profundo amor por Dios, temían que los demás hermanos exageraran en su uso y se hicieran demasiado daño.
Es así que decidió alejarse un poco y se fue a vivir a una cisterna abandonada; allí estuvo 5 días en oración. Luego, como se acercaba la Cuaresma, se quedó allí 40 días en total ayuno. Los primeros 14 días estuvo rezando de pie; los siguientes 14, sentado; y los días restantes, recostado. Este ejercicio espiritual lo repitió todas las cuaresmas de su vida.
Su fama de penitente se extendió por los países vecinos y, a pesar de que se ocultó en una cueva, muchos lo buscaban para pedirle consejo y hasta le quitaban pedazos de su manto para llevárselos como reliquias.
Para evitar dicha situación, Simeón ideó un modo de vivir nunca antes conocido en la hasta entonces corta historia de la Iglesia: se hizo construir una columna de tres metros para vivir allí al sol, al agua, y al viento. Luego se dio cuenta de que muchos fieles encontraban la forma de acercarse a él, así que hizo que levantaran la columna para que midiera 17 metros. ¡Allí pasó los últimos 37 años de su vida!
Su vida subido en esa columna fue muy sacrificada. Comía solo una vez por semana, pero aprovechaba todo el tiempo que le quedaba para rezar. Unos ratos de pie, otros arrodillado y otros tocando el piso de su columna con la frente. Cuando oraba de pie, hacía reverencias continuamente con la cabeza, en señal de respeto hacia Dios. En un día le contaron más de mil inclinaciones de cabeza. Un sacerdote le llevaba cada día la Sagrada Comunión.
Como muchos se acercaban a la columna a pedir consejos, Simeón aprovechaba para predicarles al evangelio. Según los testimonio que se tienen de esa época, muchos llegaban allí peleados y se iban reconciliados, otros hacían examen de conciencia y pagaban todas sus deudas y los ricos perdonaban las deudas de los pobres. En una ocasión un famoso asesino se acercó y luego de oír la predicación de Simeón pidió perdón a Dios a gritos y llorando.
Sus superiores también fueron a visitarle pero para ponerlo a prueba y al verle le pidieron que bajara inmediatamente. Simeón sabía que sin humildad y obediencia no podría ser santo, así que se dispuso a bajar. Sus superiores, al ver su docilidad, le gritaron que se quedara porque entendieron que esa era la voluntad de Dios.
Y así estuvo hasta que murió en el año 459 mientras rezaba arrodillado con la cabeza inclinada. En el lugar donde estaba la columna se construyó un gran monasterio para los monjes que quieran hacer penitencia. Hoy ese monasterio se encuentra en ruinas y se le conoce como Qal’at Sim’ân (la mansión de Simón).
Por cierto, columna se dice “Stilos” en griego, por eso la Iglesia celebra la fiesta de “Simeón el estilita” cada 5 de enero.
ChurchPop
sábado, 17 de febrero de 2018
El aborto, la eutanasia y la esclavitud
9 argumentos notables de comparación entre la esclavitud y el aborto.
1. Argumento de la propiedad: este esclavo/bebé forma parte de mi propiedad/cuerpo. Nadie puede decirme lo que tengo que hacer con él.
2. Argumento de la privacidad: nadie te obliga a tener un esclavo/aborto. ¡Ocúpate de tus cosas!
3. Argumento de la prevalencia de derechos: mi derecho de propiedad/ a abortar tiene prioridad sobre los derechos del esclavo/bebé.
4. Argumento de la inevitabilidad: la esclavitud/aborto lleva existiendo desde hace siglos y no va a desaparecer. Es preferible dedicar nuestros esfuerzos a que se haga de modo seguro, legal y lo más humanamente posible.
5. Argumento de la pseudociencia: los esclavos/fetos no son realmente personas. No son como nosotros. Tienen rasgos diferentes de nosotros y en consecuencia pueden ser tratados también de modo diferente.
6. Argumento de la socioeconomía: si la esclavitud/el aborto acaba, la mayoría de los esclavos/niños acabarán en la calle sin un mísero trabajo.
7. Argumento de las leyes: la esclavitud/el aborto está respaldado por leyes aprobadas por Parlamentos y legalmente consolidadas. Ya se ha establecido legalmente y no hay nada más que hablar.
8. Argumento de la falsa compasión: la esclavitud/el aborto es lo mejor para los negros/niños. De otro modo, sus vidas serían terribles, por lo que es mejor esclavizarlos/matarlos.
9. Argumento de la hipocresía de la otra parte: defendéis el fin de la esclavitud/el aborto, pero no queréis vivir con negros libertos/adoptar a los niños no deseados, por lo que vuestra posición queda deslegitimada.
Y podrían agregarse algunos más, como el del “progreso” que suponía para los partidarios de la esclavitud y hoy del aborto, de no tener obstáculos legales ni éticos que cuestionaran tales prácticas!.
Y además, debemos señalar la contradicción que supone que para los “progresistas”, que haya que eliminar de la economía la propiedad privada, aunque sin embargo, ellos o ellas mismas, argumentan que el feto forma parte del “propio cuerpo” de la madre, y que por ello pueden disponer del mismo. Lo que es un argumento propietarista y nada solidario, y además es científicamente falso, por tener el bebé un código genético propio, diferente al de sus padres biológicos.
Dentro de 50 años o menos, quizás, a la humanidad le parecerá la discusión del aborto o la eutanasia piezas de museo como hoy lo es la abolición de la esclavitud
Carlos Alvarez Cozzi
catholic.net
miércoles, 14 de febrero de 2018
El Niño Protestante que se enamoró de la Virgen María gracias a la Biblia
Un niño protestante de seis años a menudo había escuchado a sus compañeros católicos rezar el Avemaría. Le gustó tanto que la copió, la memorizó y la rezaba todos los días. “Mira, mamita, qué bonita oración,” le dijo a su madre un día. “No la digas nunca más,” respondió la madre. “Es una oración supersticiosa de los católicos que adoran ídolos y piensan que María es diosa. Después de todo, Ella es una mujer como cualquier otra. Vamos. toma esta Biblia y léela. Contiene todo lo que debemos de hacer.” A partir de ese día, el pequeño dejó de rezar su Avemaría diaria y dedicó más tiempo a leer la Biblia.
Un día, leyendo el Evangelio, vio el pasaje sobre la Anunciación del Ángel a la Virgen. Lleno de gozo, el chiquillo corrió a su madre y le dijo: “Mamita, encontré el Avemaría en la Biblia que dice: ‘Llena de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre las mujeres’. ¿Por qué la llamas una oración supersticiosa?” Ella no contestó. En otra ocasión, encontró la escena de la salutación de Isabel a la Virgen María y el hermoso cántico del Magnificat, en el que María anunció: ‘desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones’. Ya no le dijo nada a su madre y comenzó a rezar nuevamente el Avemaría cada día, como solía hacerlo. Sentía placer al decirle esas hermosas palabras a la Madre de Jesús, Nuestro Salvador.
Cuando cumplió catorce años, un día oyó que su familia discutía sobre Nuestra Señora. Todos dijeron que María era una mujer común y corriente. El niño, luego de oír sus razonamientos erróneos, no pudo soportarlo más y, lleno de indignación, los interrumpió diciendo: “María no es como cualquier otro hijo de Adán, manchado de pecado. ¡No! El Ángel la llamó LLENA DE GRACIA Y BENDITA ENTRE LAS MUJERES. María es la Madre de Jesús y en consecuencia, la Madre de Dios. No existe una dignidad más grande a la que pueda aspirar una criatura. El Evangelio dice que todas las generaciones la llamarán bienaventurada, mientras que ustedes tratan de despreciarla y hacerla menos. Su espíritu no es el espíritu del Evangelio ni de la Biblia que proclaman es el fundamento de la religión cristiana. Fue tan honda la impresión que causaron las palabras del chico en su madre, que muchas veces lloró desconsolada: “¡Oh, Dios, temo que este hijo mío se unirá un día a la religión católica, la religión de los Papas!” Y en efecto, poco tiempo después hijo se convenció que la religión católica era la única auténtica, la abrazó y se convirtió en uno de sus más ardientes apóstoles.
Unos años después de su conversión, el protagonista de nuestra historia se encontró con su hermana ya casada. Quiso saludarla y abrazarla, pero ella lo rechazó. y le dijo indignada: “Tú no tienes idea de cuánto amo yo a mis hijos. Si alguno quisiera hacerse católico, primero le enterraría una daga en su corazón que permitirle abrazar la religión de los Papas. Su ira y su temperamento eran tan furiosos como los de San Pablo antes de su conversión. Sin embargo, pronto cambiaría su manera de ser, tal como le ocurrió a San Pablo en su camino a Damasco. Sucedió que uno de sus hijos cayó gravemente enfermo. Los médicos no daban esperanzas para su recuperación. Tan pronto se enteró su hermano, la buscó en el hospital y le habló con cariño, diciéndole: “Querida hermana, tú naturalmente deseas que tu hijo se cure. Muy bien, pues entonces haz lo que te voy a pedir. Sígueme. Recemos juntos un Avemaría y prométele a Dios, que si tu hijo recobra la salud, estudiarás seriamente la doctrina católica. Y que en caso de que llegues a la conclusión que el Catolicismo es la única religión verdadera, tú la abrazarás sin importar los sacrificios que esto te implique.” Su hermana en principio se mostró reacia, pero como deseaba la recuperación de su hijo, aceptó la propuesta de su hermano y rezó con él un Avemaría. Al día siguiente, su hijo estaba completamente curado. La madre cumplió su promesa y se puso a estudiar la doctrina católica.
Después de una intensa preparación, ella recibió el Bautismo en la Iglesia Católica junto con toda su familia. Cuánto le agradeció a su hermano que hubiese sido un apóstol para ella. Esta historia la relató el Padre Francis Tuckwell en una de sus homilías. “Hermanos,” terminó diciendo, “el niño protestante que se hizo católico y convirtió´a su hermana al Catolicismo, dedicó´su vida entera al servicio de Dios. Él es el sacerdote que les habla”.
“¡Cuánto le debo a la Santísima Virgen, Nuestra Señora! También ustedes, mis queridos hermanos, dedíquense por completo a servir a Nuestra Señora y no dejen pasar un solo día sin decir la hermosa oración del Avemaría así como su rosario. Pídanle a Ella que ilumine la mente de los protestantes que están separados de la verdadera Iglesia de Cristo fundada sobre la Roca (Pedro) y contra la cual las puertas del infierno nunca prevalecerán".
ChurchPop
jueves, 8 de febrero de 2018
El hombre se hace preguntas
Lo primero que te digo es que ¡no eres raro! No te sientas extraño por tener un raudal de preguntas para las que no hallas respuestas, y a la vez un deseo enorme de enfrascarte en la vida sin esperar a tener muchas seguridades. ¡Bienvenido a la existencia!.
Llevamos dentro una búsqueda, una necesidad de saber para qué vivimos, de anclar nuestra vida a algo o a alguien que le dé sentido. Esta inquietud la tenemos todos. De hecho, las preguntas que me hacías el otro día eran auténticas inquietudes. No solo se preguntan estas cosas los filósofos, los sabios o los que se dedican a la vida ociosa. Nos las planteamos tú, yo y todos los seres humanos, no importa la edad, la cultura, la forma o las palabras.
Estas preguntas vienen de dentro, no nos las mete nadie en la cabeza ni en el corazón. Salen porque somos buscadores por naturaleza, así estamos hechos. Y es muy serio lo que está en juego: el sentido de nuestra vida, de todo lo que somos y lo que hacemos.
Las preguntas que nos queman surgen cuando a realidad de la vida nos impacta de alguna manera: un dolor, una buena noticia, una decisión que se nos impone tomar… Siempre nos planteamos: “Esto, ¿por qué? ¿para qué?”. ¿Que cuándo tomé yo conciencia de que era urgente encontrar respuestas? Cuando mi hermano pequeño murió.
Aun así, no creas que pongo el dolor como único detonante para enfrentarse a la vida. Este es mi camino, el tuyo será otro. ¿Recuerdas uno de esos momentos en los que una conversación con un colega, o el descubrimiento de algo pequeño pero urgente para ese día, o la casualidad que intuyes pensada por alguien te han hecho sobrecogerte? ¿Has sentido en alguna ocasión tu propia pequeñez al contemplar el cielo estrellado de una noche ruidosa de verano? ¿Te has enamorado, Ignacio? ¿Qué me dices de eso?
Al cruzarnos con lo más bello (trenzado, tantas veces, en lo cotidiano), también nos surge la pregunta: y yo, ¿quién soy yo?, ¿quién es ese que se admira por la vida? Yo soy pregunta, soy deseo. Y deseo la felicidad (¡con todas mis fuerzas!), deseo la belleza, deseo que se haga justicia, deseo que las cosas sean de verdad, que lo bueno sea para siempre, deseo que me quieran (que me quieran siempre, aunque haga las cosas mal), deseo querer… En definitiva, deseo encontrar la respuesta de mi vida, para que esto no sea, como dice un personaje de Shakespeare, “estruendo y furia, y la nada…” (2).
Extraído de Cartas a un espíritu inquieto de su viejo profesor
iglesia.org
Llevamos dentro una búsqueda, una necesidad de saber para qué vivimos, de anclar nuestra vida a algo o a alguien que le dé sentido. Esta inquietud la tenemos todos. De hecho, las preguntas que me hacías el otro día eran auténticas inquietudes. No solo se preguntan estas cosas los filósofos, los sabios o los que se dedican a la vida ociosa. Nos las planteamos tú, yo y todos los seres humanos, no importa la edad, la cultura, la forma o las palabras.
Estas preguntas vienen de dentro, no nos las mete nadie en la cabeza ni en el corazón. Salen porque somos buscadores por naturaleza, así estamos hechos. Y es muy serio lo que está en juego: el sentido de nuestra vida, de todo lo que somos y lo que hacemos.
Las preguntas que nos queman surgen cuando a realidad de la vida nos impacta de alguna manera: un dolor, una buena noticia, una decisión que se nos impone tomar… Siempre nos planteamos: “Esto, ¿por qué? ¿para qué?”. ¿Que cuándo tomé yo conciencia de que era urgente encontrar respuestas? Cuando mi hermano pequeño murió.
Aun así, no creas que pongo el dolor como único detonante para enfrentarse a la vida. Este es mi camino, el tuyo será otro. ¿Recuerdas uno de esos momentos en los que una conversación con un colega, o el descubrimiento de algo pequeño pero urgente para ese día, o la casualidad que intuyes pensada por alguien te han hecho sobrecogerte? ¿Has sentido en alguna ocasión tu propia pequeñez al contemplar el cielo estrellado de una noche ruidosa de verano? ¿Te has enamorado, Ignacio? ¿Qué me dices de eso?
Al cruzarnos con lo más bello (trenzado, tantas veces, en lo cotidiano), también nos surge la pregunta: y yo, ¿quién soy yo?, ¿quién es ese que se admira por la vida? Yo soy pregunta, soy deseo. Y deseo la felicidad (¡con todas mis fuerzas!), deseo la belleza, deseo que se haga justicia, deseo que las cosas sean de verdad, que lo bueno sea para siempre, deseo que me quieran (que me quieran siempre, aunque haga las cosas mal), deseo querer… En definitiva, deseo encontrar la respuesta de mi vida, para que esto no sea, como dice un personaje de Shakespeare, “estruendo y furia, y la nada…” (2).
Extraído de Cartas a un espíritu inquieto de su viejo profesor
iglesia.org
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