Fiesta: 31 de mayo
Luego que María Santísima oyó del ángel Gabriel que su prima Isabel también esperaba un hijo, sintióse iluminada por el Espíritu Santo y comprendió que debería ir a visitar a aquella familia y ayudarles y llevarles las gracias y bendiciones del Hijo de Dios que se había encarnado en Ella. San Ambrosio anota que fue María la que se adelantó a saludar a Isabel puesto que es la Virgen María la que siempre se adelanta a dar demostraciones de cariño a quienes ama.
Por medio de la visita de María llevó Jesús a aquel hogar muchos favores y gracias: el Espíritu Santo a Isabel, la alegría a Juan, el don de Profecía, etc, los cuales constituyen los primeros favores que nosotros conocemos que haya hecho en la tierra el Hijo de Dios encarnado. San Bernardo señala aquí que desde entonces María quedó constituida como un "Canal inmenso" por medio del cual la bondad de Dios envía hacia nosotros las cantidades más admirables de gracias, favores y bendiciones.
Además, nuestra Madre María recibió el mensaje más importante que Dios ha enviado a la tierra: el de la Encarnación del Redentor en el mundo, y en seguida se fue a prestar servicios humildes a su prima Isabel. No fue como reina y señora sino como sierva humilde y fraterna, siempre dispuesta a atender a todos que la necesitan.
Este fue el primero de los numerosos viajes de María a ayudar a los demás. Hasta el final de la vida en el mundo, Ella estará siempre viajando para prestar auxilios a quienes lo estén necesitando. También fue la primera marcha misionera de María, ya que ella fue a llevar a Jesús a que bendijera a otros, obra de amor que sigue realizando a cada día y cada hora. Finalmente, Jesús empleó a su Madre para santificar a Juan Bautista y ahora ella sigue siendo el medio por el cual Jesús nos santifica a cada uno de nosotros que somos también hijos de su Santa Madre.
AciPrensa
martes, 31 de mayo de 2011
Visitación de la Virgen
domingo, 29 de mayo de 2011
Yo le amaré y me manifestaré a él
Amar al Señor significa cumplir sus mandamientos, pues el amor auténtico se manifiesta en las obras.
Lectura del Santo Evangelio según San Juan 14 15-21
Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros. No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros si me veréis, porque yo vivo y también vosotros viviréis. Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros. El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.
Oración introductoria
Señor, quiero encontrarme contigo en esta meditación. Una vez más me enseñas que el amor no es un simple sentimiento sino que es donación y fidelidad. Dame la gracia de amarte cumpliendo tus mandamientos y viviendo la caridad cristiana hacia mi prójimo. Ilumina mi mente, mi alma y mi corazón con la luz de tu Espíritu para que más te conozca. Te ofrezco, en este día, todos mis trabajos, cansancios y alegrías. Te pido, Padre Misericordioso, por cada uno de mis familiares. Perdóname por las veces que no he correspondido a tu amor y ayúdame a seguir luchando por amor a ti.
Petición
Jesucristo, dame la gracia de amarte cumpliendo fielmente tus mandamientos, principalmente el del amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a mí mismo.
Meditación
«El pasaje evangélico de hoy (…) tiene como contexto la última Cena. El Señor Jesús dijo a sus discípulos: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre» (Jn 14, 15-16). Aquí se nos revela el corazón orante de Jesús, su corazón filial y fraterno. Esta oración alcanza su cima y su cumplimiento en la cruz, donde la invocación de Cristo es una cosa sola con el don total que él hace de sí mismo, y de ese modo su oración se convierte —por decirlo así— en el sello mismo de su entrega en plenitud por amor al Padre y a la humanidad» (Benedicto XVI, homilía, domingo 23 de mayo de 2010). Jesucristo en este pasaje nos habla con mucha intimidad y claridad. Amar al Señor significa cumplir sus mandamientos, pues el amor auténtico se manifiesta en las obras. El Señor conoce nuestras debilidades humanas y por eso nos vivifica y ayuda con el don del Espíritu Santo. Quienes aman a Dios tienen la gracia de reconocer sus manifestaciones de amor en la sencillez y simplicidad de la vida cotidiana.
Reflexión apostólica
Obras son amores y no buenas razones. Nosotros como católicos estamos llamados a expresar nuestro amor a Jesús a través de nuestras acciones. Cristo mismo nos ha señalado, de forma concreta, el cumplimiento de sus mandamientos que están dirigidos hacia el amor a Dios y al prójimo como a nosotros mismo. «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Benedicto XVI, Deus Caritas Est, n. 1). Para amar a Dios y a nuestro prójimo es necesario encontrarnos con Jesucristo en la oración. Pidámosle al Espíritu Santo que nos ilumine y guíe en el conocimiento y amor del Señor.
Propósito
Antes de iniciar cualquier actividad, laboral, académica o casera, invocaré al del Espíritu Santo pidiéndole la gracia de glorificar a Dios a través de mis obras.
Diálogo con Cristo
Señor, que no tenga miedo de amarte con generosidad. Inflama mi corazón con el fuego de tu Espíritu para que pueda expresarte mi amor en la fidelidad a mis compromisos cristianos y en la caridad hacia mi prójimo. Ayúdame a ser un hombre de oración y a encontrarte en todos los acontecimientos de mi vida diaria.
Siempre necesitamos que el Señor Jesús nos diga lo que repetía a menudo a sus amigos: «No tengáis miedo».
(Benedicto XVI, homilía, domingo 23 de mayo de 2010).
Diego Calderón
catholic.net
sábado, 28 de mayo de 2011
Vengo por ti
Estoy cansado de trabajar y de ver a la misma gente, camino a mi trabajo todos los días, llego a la casa y mi esposa sirvió lo mismo de la comida para cenar, la cual no me gustó mucho que digamos y tengo que comer la comida que no me gusta.
Voy a entrar al baño y mi hija de apenas año y medio no me deja porque quiere jugar conmigo. No entiende que estoy cansado y quiero entrar al baño.
Después, tomo mi revista para leerla en mi sillón y mi hija nuevamente quiere jugar y que la arrulle entre mis brazos. Yo quiero leer con tranquilidad mi revista, y sale mi esposa con su: "¿Qué tal me ves? Me arreglé para ti". Le digo que bien, sin despegar mis ojos de mi revista. Para variar, se enoja conmigo por que dice que no la comprendo y que nunca la escucho. No sé por qué se enoja si le pongo toda mi atención, es más, aún viendo la T.V. le pongo atención, bueno, siempre y cuando haya malos anuncios. A veces quisiera estar solo y no escuchar nada, yo sólo quiero descansar. Suficientes problemas tengo en el trabajo para escuchar los de mi casa.
Mi padre también me molesta algunas veces y entre clientes, esposa, hija, padre, me vuelven loco, quiero paz. Lo único bueno es el sueño, al cerrar mis ojos siento un gran alivio de olvidarme de todo y de todos.
-Hola, vengo por ti.
-¿Quién eres tú? ¿Cómo entraste?
-Me manda Dios por ti, dice que escuchó tus quejas y tienes razón, es hora de descansar.
-Eso no es posible, para eso tendría que estar...
-Así es, sí lo estás; ya no te preocuparás por ver a la misma gente, ni por caminar, ni de aguantar a tu esposa con sus guisos, ni a tu pequeña hija que te moleste; es más, jamás escucharás los consejos de tu padre.
-Pero... ¿Qué va a pasar con todo? ¿Con mi trabajo?
-No te preocupes; en tu empresa ya contrataron a otra persona para ocupar tu puesto y por cierto, está muy feliz porque no tenía trabajo.
-¿Y mi esposa y mi hijita?
-A tu esposa le fue dado un buen hombre que la quiere, respeta y admira por sus cualidades que tú nunca observaste en ella y él acepta con gusto todos sus guisos sin reclamarle nada, porque gracias a Dios y a ella, tiene algo que llevarse a la boca todos los días a diferencia de otras personas que no tienen nada que comer y pasan hambre hasta durante meses. Y además, se preocupa por tu hija y la quiere como si fuera de él y por muy cansado que siempre llegue del trabajo, le dedica tiempo para jugar; son muy felices.
-No, no puedo estar muerto.
-Lo siento, la decisión ya fue tomada.
-Pero... eso significa que jamás volveré a besar la mejillita de mi hijita; ni a decirle te amo a mi esposa; ya no veré a mis amigos para decirles lo mucho que los aprecio; ni darle un abrazo a mi padre. Ya no volveré a vivir, ya no existiré más, me enterrarán en el panteón y ahí se quedará mi cuerpo cubierto de tierra. Nunca más volveré a escuchar las palabras que me decían: "Hey amigo, eres el mejor"; "Hijo mío, estoy orgulloso de ti"; "Cuánto amo a mi esposo"; "Hermano mío, me alegro de que vinieras a mi casa"; "Papi..."
-No, no quiero morir; quiero vivir, envejecer junto a mi esposa, no quiero morir todavía...
-Pero es lo que querías, descansar, ahora ya tienes tu descanso eterno, duerme para siempre.
-No, no quiero, no quiero. ¡Por favor, Dios!
-¿Qué te pasa amor? ¿Tienes una pesadilla? - dijo mi esposa despertándome.
-No, no fue una pesadilla, fue otra oportunidad para disfrutar de ti, de mi bebé, de mi familia, de todo lo que Dios creó. ¿Sabes?, Estando muerto ya nada puedes hacer y estando vivo tienes la oportunidad de hacer felices a los demás y hacer la voluntad de Dios. Una vez cerrados tus ojos, nadie te garantiza volver a abrirlos.
¡Que bello es vivir! Hoy lo logré, mañana... mañana Dios dirá
webcatolicodejavier.org
viernes, 27 de mayo de 2011
El Ave María rezada por un niño protestante
Jorge era un muchachito de seis años. Pertenecía a una familia protestante. Un día entró por curiosidad en una Iglesia católica y escuchó el rezo del Avemaría. Volvió varias veces a la misma Iglesia a oír aquella oración que le parecía maravillosa e inefable.
Pero un día, con su inocencia de seis años, recitó en su casa y en alta voz el Avemaría. Su madre, fervorosa protestante, le reprendió severamente: "¡No vuelvas a pronunciar esas palabras! ¡María es como las demás mujeres!"
Cuando tenía Jorge trece años, leyó un día en el Evangelio la salutación del ángel a María: "Dios te salve, la llena de gracia, el Señor es contigo". Lleno de alegría, fue donde su madre y le mostró cómo en el mismo Evangelio estaba la oración que él aprendió de los católicos. La madre le replicó que los católicos estaban equivocados. Y le prohibió que repitiera aquella oración. Pero él, por la mañana y por la noche, la seguía repitiendo.
Cuando Jorge llegó a la adolescencia se le planteó este problema: ¿Por qué mi madre no quiere dar a María el mismo elogio que le rinde el Evangelio? ¿Por qué no quiere reconocerla como la bendita entre todas las mujeres? A Jorge le impresionaba también muchísimo aquellas palabras del Magnificat: "Todas las generaciones me llamarán bienaventurada". Y rogaba a María le concediera poseer la verdadera fe y la verdad de la Iglesia de Cristo. Jorge se persuadía cada vez más de la incomparable dignidad de María.
Un día, uno de sus hermanos dijo que María había tenido el pecado original y que era como las demás criaturas. Jorge, con voz firme y puesto en pie, replicó, diciendo: ¡María es la bendita entre todas las mujeres! El arcángel enviado por Dios la saludó como la llena de gracia. Es Madre de Jesús. Y como Jesús es Dios, María es Madre de Dios. Tenéis empeño en negarle este título sublime, pero debemos admitirlo si seguimos la Biblia». El muchacho tuvo que sufrir mucho por parte de sus familiares.
Jorge estudió a fondo la verdadera religión y convencido de la verdad de ella ingresó en el seno de la Iglesia Católica. Pedía al Señor, por medio de María, la conversión de toda su familia. Y María, que siempre acude a aquellos que imploran su protección, le ayudó en todo.
Un día, uno de sus hermanos cayó gravemente enfermo. Los médicos le reconocieron y dudaron mucho que salvaría la vida. Fueron horas de angus tia y dolor para toda la familia. Jorge le dijo a su madre: Dios puede devolver la salud a mi hermano. Te hago una proposición. Que digas conmigo el Avemaría y me prometas que al recobrar la salud mi hermano estudies con calma la religión católica. Y si la juzgas la única verdadera, la abrazarás como yo la he abrazado». Al principio la madre se resistió, pero pensó: «¡Quizá Jorge tenga razón!» La madre se arrodilló al lado de su hijo y rezaron juntos el Avemaría. Al día, siguiente, el enfermo estaba libre de peligro de muerte. Su mejoría era notable. La madre reconoció que la Virgen había curado a su hijo. Y cumplió su promesa.
Vino un sacerdote católico a aquel hogar protestante y les fue instruyendo a todos Y la verdad de la religión católica brilló en aquel hogar. Toda la familia entró en el seno de la Iglesia Católica.
Jorge es hoy sacerdote católico y él mismo contó esta maravillosa historia de la Virgen.
María Medianera de Todas las Gracias
miércoles, 25 de mayo de 2011
Soy tu Madre
En medio de la oscuridad, en medio del desierto no temo, María, porque tú estás conmigo.
Mamá
Es la primera palabra que aprenden los niños. Los niños crecen seguros cuando han logrado estrechar una relación con su madre. No importa que no la vean, saben que está ahí y por eso no tienen miedo.
¿Quién es esta Mujer? Juan Pablo II la invocaba: «totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt». Y la tenía en su escudo y en su corazón.
¿Quién es esta Mujer? Se le apareció a una niñita en una cueva y le dijo: «Yo soy la Inmaculada Concepción». ¿Quién es esta Mujer?
Miguel Ángel la esculpió en mármol de Carrara.
¿Quién es esta Mujer? París puso su nombre a su catedral.
¿Quién es esta Mujer? Éfeso le dio el título más grande que jamás ha recibido alguna mujer.
¿Quién es esta Mujer? En torno a Ella la Iglesia primitiva perseveraba unida en la oración.
¿Quién es esta Mujer? El ángel le dijo: «no temas».
Mujer, tú que escuchaste del ángel del Señor: «no temas», dinos: ¿es verdad? ¿Es verdad que no hay que tener miedo? Mira el mundo… Mira la Iglesia… Mira mi vida… Mira mi pecado… ¿Es verdad, Mujer? ¿Es verdad que no hemos de temer?
Dinos, Mujer, ¿qué le dijiste a san Juan Diego en el Tepeyac? ¿Qué le dijiste al joven Karol Wojtyla que después, siendo Papa, tantas veces nos repitió «no tengáis miedo»?
Respóndenos, Mujer, dinos algo… ¿quién eres?
No temas esta enfermedad, ni ninguna otra enfermedad, ni cosa difícil o aflictiva. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?.
Si es así, si eres mi Madre, si estás aquí… no temo, María. En medio de la oscuridad, en medio del desierto no temo, María, porque tú estás conmigo. Estoy a punto de comenzar una misión y no sé lo que me espera, pero no temo porque tú estás conmigo. En unos meses pueden pasar muchas cosas pero no temo porque tú estás conmigo.
Tengo una responsabilidad muy grande sobre mis hombros, no sé si puedo, pero no temo porque tú estás conmigo. Entonces, mi última palabra en la hora de mi muerte será la misma que la primera que pronuncié de niño… «Mamá».
H. Javier Ayala
catholic.net
lunes, 23 de mayo de 2011
La anciana y sus semillas
Un hombre cogía cada día el autobús para ir al trabajo. Una parada después, una anciana subía al autobús y se sentaba al lado de la ventana. La anciana abría una bolsa y durante todo el trayecto, iba tirando algo por la ventana. Siempre hacía lo mismo y un día, intrigado, el hombre le preguntó qué era lo que tiraba por la ventana.
- ¡Son semillas! - le dijo la anciana.
- ¿Semillas? ¿Semillas de qué?
- De flores, es que miro afuera y está todo vacío... Me gustaría poder viajar viendo flores durante todo el camino. ¿Verdad que sería bonito?.
- Pero las semillas caen encima del asfalto, las aplastan los coches, se las comen los pájaros... ¿Cree que sus semillas germinarán al lado del camino?
- Seguro que sí. Aunque algunas se pierdan, algunas acabarán en la cuneta y, con el tiempo, brotarán.
- Pero... Tardarán en crecer, necesitan agua...
- Yo hago lo que puedo hacer. ¡Ya vendrán los días de lluvia!
La anciana siguió con su trabajo...
Y el hombre bajó del autobús para ir a trabajar, pensando que la anciana había perdido un poco la cabeza.
Unos meses después... yendo al trabajo, el hombre, al mirar por la ventana, vio todo el camino lleno de flores... ¡Todo lo que veía era un colorido y florido paisaje! Se acordó de la anciana, pero hacía días que no la había visto. Preguntó al conductor:
- ¿Qué hay de la anciana de las semillas?
- Pues, ya hace un mes que murió.
El hombre volvió a su asiento y siguió mirando el paisaje.
- "Las flores han brotado, se dijo, pero ¿de qué le ha servido su trabajo?. No ha podido ver su obra".
De repente, oyó la risa de una niña pequeña que señalaba entusiasmada las flores...
¡Mira papá! ¡Mira cuantas flores!
¿Verdad que no hace falta explicar mucho el sentido de esta historia?
La anciana de nuestra historia había hecho su trabajo y dejó su herencia a todos los que la pudieran recibir, a todos los que pudieran contemplarla y ser más felices.
Dicen que aquel hombre, desde aquel día, hace el viaje de casa al trabajo con una bolsa de semillas.
Está reflexión está dedicada a todos aquellos maestros, educadores, profesionales de la enseñanza, que, hoy, más que nunca, no pueden ver cómo crecen las semillas plantadas, las esperanzas sembradas en el corazón, sobretodo, de los adolescentes que llenan sus clases.
Y como los padres son, o deberían ser, los grandes educadores, también está dedicada a ellos.
Porque... Educar es enseñar caminos.
webcatolicodejavier.org
domingo, 22 de mayo de 2011
¡Verdad, Camino y vida!
Como Jesús fue el anunciador del amor de Dios Padre, también nosotros lo debemos ser de la caridad de Cristo.
Lectura del Santo Evangelio según San Juan 14, 1-12
No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y a donde yo voy sabéis el camino». Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» Le dice Jesús: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto». Le dice Felipe: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. Le dice Jesús: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"?
¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras. En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre.
Oración introductoria
Padre de bondad, que en tu hijo nos has dicho palabras de vida eterna, enséñanos a leer toda la escritura a la luz de su persona y misterio, porque él es la palabra en la que se resumen y tienen sentido todas las demás palabras. Ilumina mi mente y fortalece mi corazón para seguir sólo a Cristo y no dejarme encandilar por ídolos falsos.
Petición
Señor que te busque siempre con ansia para que seas tú el único sostén de mi vida.
Meditación
Para poder comprender la importancia fundamental que tiene, en el desarrollo de la vida cristiana, el afán por adquirir la paz del corazón, en primer lugar debemos convencernos que todo el bien que podamos hacer viene de Dios, “Sin mí no podéis hacer nada”(Jn 15, 5). No ha dicho: no podéis hacer gran cosa, sino “no podéis hacer nada”. Es necesario que estemos bien persuadidos de esta verdad y para que sea una experiencia de todo nuestro ser habremos de pasar por frecuentes fracasos, pruebas y humillaciones permitidas por Dios. Él podría ahorrarnos todas esas pruebas, pero son necesarias para que nos demos cuenta de nuestra radical impotencia. Sólo Cristo es el camino la verdad y la vida, sólo unidos a él podremos alcanzar la paz del alma, pero es necesario dejarle actuar en nuestras vidas.
Reflexión apostólica
Sólo quien se alimenta de las palabras y de la vida de Cristo y a ejemplo de Él busca la voluntad de su Padre en la vida puede ser capaz de resistir a las tempestades y gozar de una paz interior. Quien goza de esa paz interior puede comunicarla en el corazón de muchas otras personas. Cómo cristianos estamos llamados a una constante lucha y a una resistencia ante las batallas que el mundo nos ofrece, son necesarias a veces muchas derrotas hasta que decidimos optar por Él
Cuando por fin comenzamos a gozar de su amistad, y vivir según su verdad experimentamos la paz, y es entonces cuando nos lanza un nuevo reto: ser apóstoles con nuestros hermanos y familiares para convertirnos así en fermento positivo y ayudar a transformar la sociedad.
Propósito
Buscaré vivir alguna actividad de mi día pensando en cómo la hubiera vivido Cristo.
Diálogo con Cristo
Señor Jesucristo, tú conoces mi corazón, sabes que a veces es como un barco sin dirección, ayúdame a calar en mi corazón el amor por tu Padre y el deseo de caminar siempre junto a ti, en la verdad de tu palabra. Que me convenza de lo mucho que gano amándote y lo vacío que me quedo cuando me busco saciar mi corazón con los ideales que me propone el mundo.
Enciende en mí una llama que trasmita con mi testimonio el deseo de conocerte y amarte. Y que por mí muchas personas lleguen a conocerte. Así sea.
“Como Jesús fue el anunciador del amor de Dios Padre, también nosotros lo debemos ser de la caridad de Cristo: somos mensajeros de su resurrección, de su victoria sobre el mal y sobre la muerte, portadores de su amor divino”
(Benedicto XVI, 5 de abril de 2010).
Miguel Escobar
catholic.net
sábado, 21 de mayo de 2011
Ante las próximas elecciones
No se debe confundir la condición de aconfesionalidad o laicidad del Estado con la desvinculación moral.
El día 22 de Mayo estamos llamados a ejercer, una vez más, nuestro derecho a votar representantes políticos municipales y autonómicos.
Como obispo, no me corresponde señalar una determinada opción política, pero sí recordar algunas orientaciones para un discernimiento moral y así contribuir a la promoción del bien común y de la convivencia. Deseo colaborar sinceramente en el enriquecimiento espiritual de nuestra sociedad como fundamento imprescindible de la paz verdadera.
Mi primer deseo es que no nos dejemos invadir por la desgana, la comodidad o el desencanto, y hagamos uso de nuestro derecho al voto. En segundo lugar, recuerdo que ningún programa político agota ni encarna las exigencias del Evangelio ni de la Doctrina social y moral de la Iglesia. Y, si bien es verdad que los católicos pueden apoyar partidos diferentes y militar en ellos, también es cierto que no todos los programas son igualmente compatibles con la fe y las exigencias de la vida cristiana, ni son tampoco igualmente proporcionados a los objetivos y valores que los cristianos deben promover en la vida pública.
Como católicos y ciudadanos, hemos de valorar las distintas ofertas y programas políticos, teniendo en cuenta valores como la defensa de la vida en todas sus etapas, la promoción de la familia fundada en el auténtico matrimonio, el desarrollo del empleo y la atención a los parados, la calidad de la enseñanza y el cumplimiento efectivo del derecho de los padres a elegir enseñanza religiosa para sus hijos, la atención a los más necesitados, el respeto a los derechos fundamentales de la persona, la contribución a respetar y mejorar el medio ambiente, y el neutralizar cualquier forma de intolerancia, fanatismo o terrorismo. En nuestra tierra, debemos, además, tratar de evitar la despoblación, el dar oportunidades a los jóvenes y a los matrimonios jóvenes, y cuidar nuestro patrimonio histórico y artístico.
En otro orden de cosas, y como complemento, siguen teniendo plena vigencia y actualidad las palabras firmadas por los obispos hace algunos años: “Nos parece que los inmigrantes necesitan especialmente atención y ayuda. Y los que no tienen trabajo, los que están solos, las jóvenes que pueden caer en las redes de la prostitución, las mujeres humilladas y amenazadas por la violencia doméstica, los niños, y aquellos que no tienen casa ni familia donde acogerse. Hay que trabajar también para superar las injustas distancias y diferencias entre las personas y las comunidades autónomas… En el orden internacional, es necesario atender a la justa colaboración al desarrollo integral de los pueblos” (Ante las elecciones, año 2008).
No se debe confundir la condición de aconfesionalidad o laicidad del Estado con la desvinculación moral. Al decir esto no pretendo que los gobernantes se sometan a los criterios de la moral católica. Pero sí que se atengan al denominador común de la moral fundada en la recta razón y en la experiencia histórica de cada pueblo y a ejercitar una sana laicidad positiva donde lo religioso se contemple como un bien para la sociedad. No es justo tratar de construir artificialmente una sociedad sin referencias morales o religiosas.
Un agradecimiento y reconocimiento sinceros a quienes gastan su vida en el noble ejercicio de la política, y un ruego para que el Señor ilumine y fortalezca a todos para votar y actuar en conciencia y conforme a las exigencias de la convivencia, basada en la justicia, la libertad y la paz.
Mons. Raúl Berzosa, Obispo de Ciudad Rodrigo
Ecclesia Digital
viernes, 20 de mayo de 2011
¿Hay quién dé más?
Marca la X a la Iglesia Católica en la declaración de la renta
¿Qué ofrece la Iglesia? ¿Somos conscientes de lo que la Iglesia ahorra a cada nación? Para este artículo, tomaremos como referencia a España, pero es aplicable a multitud de estados.
1) La Iglesia ofrece asistencia a los más desfavorecidos.
Una de las labores más apreciadas realizadas por las instituciones de la Iglesia es la labor asistencial para con los sectores más desfavorecidos. ( Fuente: "La financiación de la iglesia Católica en España", de Fernando Jiménez Barriocanal" Edice, Madrid 2007) (Cfr. "La Iglesia Católica en España. Estadísticas", Editorial EDICE. Madrid 2002.)
En este sentido puede citarse, según los datos publicados ya, a modo de ejemplo, los siguientes:
-107 centros hospitalarios de la Iglesia Católica;
-128 ambulatorios y dispensarios;
-876 casas de la Iglesia para ancianos, enfermos crónicos, inválidos y minusválidos;
-937 orfanatos y otros centros para la tutela de la infancia;
-321 guarderías infantiles;
-365 centros especiales de educación o reeducación social;
-144 otros centros de caridad y sociales;
-305 consultorios familiares y centros para la defensa de la vida y de la familia;
lo que supone, en términos de personas asistidas en estos centros:
-387.356 personas hospitalizadas y asistidas en centros hospitalarios de la Iglesia;
-849.728 asistidos en ambulatorios y dispensarios;
-57.653 residentes o asistidos en casas para ancianos, inválidos o minusválidos;
-10.835 asistidos en orfanatos y centros de tutela de la infancia;
-10.607 asistidos en guarderías infantiles
-53.140 asistidos en centros de educación especial;
-324.377 asistidos en otros centros de asistencia social;
-79.868 asistidos en consultorios familiares.
En el ámbito de la atención penitenciaria (datos de 2000), hay 137 capellanes dedicados a esta actividad, con 603 parroquias colaborando para atender a 82 centros penitenciarios con más de 45.000 presos. Esta actividad cuenta con 2.769 voluntarios, 1.998 de ellos en las cárceles y 771 fuera de ellas. La Iglesia cuenta con 73 centros para la acogida de reclusos en libertad provisional, 54 para atención de toxicómanos y 24 para enfermos de SIDA. Son cientos las entidades religiosas que colaboran en esta actividad.
Cáritas Española, (Memoria 2005. Cáritas Española) invirtió en toda la geografia nacional un total de:
170 millones de euros, entre sus 17 programas de Asistencia social y desarrollo (acogida, infancia, familia, juventud, mujer, mayores, empleo, inmigrantes, comunidad gitana drogodependencia SIDA, sin techo, reclusos, discapacidad, etc. )
Además, la Iglesia en España, desarrolla una importantísima labor de cooperación internacional.
Instituciones como Cáritas, con programas por más de 17,4 millones de euros, o Manos Unidas, con 46 millones de euros recaudados (un 83% procedente del sector privado) y destinando el 92% de los recursos a proyectos concretos (205 en América por 18,6 millones de euros, 282 en Africa por 12,5 millones, 233 en Asia por 10,2 millones).
La cuantificación del ahorro de costes para el Estado en este campo de la asistencia social, sería muy compleja, aunque cualquier valoración a la baja podría situar la cifra en varios miles de millones de euros.
2) La Iglesia ofrece educación.
Fuentes: "Libertad y Financiación de la enseñanza: condiciones y exigencias". FERE (Federación de religiosos de enseñanza). Documento publicado en octubre de 2005.
En el campo educativo el cálculo del ahorro en costes es mucho más sencillo. Según datos del propio Ministerio de Educación, una plaza en un centro público tiene un coste anual de 3.518 Euros. Por su parte, en un centro concertado esa misma plaza cuesta al erario público únicamente 1.841 Euros (importe pagado por la administración al centro educativo por cada plaza).
Tomando como base el año 2002/03 donde se encontraban escolarizados un total de 1.741.697 alumnos en estos centros, se llega a la conclusión de que: La Administración del Estado ha tenido un ahorro en costes por este concepto de 2.920 millones de euros en un año.
Las cifras en sí pueden ser frías, pero si comparamos estos casi 3.000 millones ahorrados al Estado sólo en el ámbito de la educación con el importe del total de la colaboración del Estado con la Iglesia en su sostenimiento: 144 millones de euros en 2006) o con el complemento presupuestario para la Iglesia (12,8 millones de euros en el año 2005), comprenderemos que:
la aportación de las instituciones de la Iglesia a la sociedad no admite comparación con las ayudas que recibe para su sostenimiento.
Según los datos del Fondo Común Interdiocesano de 2007:
-La gran mayoría de los sacerdotes en España, que dedican su tiempo a la actividad apostólica ordinaria perciben entre 600 y 800 euros/mes de sustentación base.
-Los sacerdotes cotizan a la seguridad social por la base mínima y sin tener las coberturas ordinarias de baja laboral, desempleo o protección a la familia.
-La gran mayoría de los sacerdotes jubilados perciben la pensión mínima.
-La mayoría de las actividades que se realizan en el seno de la Iglesia son llevadas a cabo de manera gratuita, por miles de fieles voluntarios. Sólo en Cáritas, más de 60.000 personas.
3) La Iglesia ofrece asistencia espiritual.
Entre 7 y 8 millones de fieles acuden a misa los días festivos en España. Centenares de miles de niños, jóvenes y adultos reciben habitualmente formación, catequesis y asistencia espiritual en las parroquias y demás centros de la Iglesia. Esta actividad de acompañamiento y ayuda humana y cristiana es especialmente importante en los ámbitos rurales, donde, debido a la escasa población, exsten muy pocos servicios cercanos a las personas.
De lo anteriormente expuesto se puede concluir que la aportación de la Iglesia a la sociedad española es incuestionable. Cualquier análisis mínimamente serio concluye que las instituciones de la Iglesia aportan a la sociedad mucho más de lo que ésta le entrega, desde el punto de vista financiero.
¿HAY QUIEN DÉ MÁS QUE LA IGLESIA ? ¿Y TÚ? ¿CÓMO AYUDAS A LA IGLESIA?
jueves, 19 de mayo de 2011
¡Despierta de la Resaca: Di que NO al alcohol! 2ª Parte
De todos es conocido que muchos de nuestros jóvenes asocian el ocio, la fiesta y las vacaciones con el consumo de alcohol. Es más, creen que beber les hará más populares, más atractivos, más felices. Pero no son conscientes de que el alcohol no es tan divertido como parece.
Al contrario, esta especie de ritual incorporado, desgraciadamente, a la «normalidad», es uno de los peores compañeros de diversión que se puede elegir. De hecho provoca muchos dolores de cabeza.
En primer lugar, porque el consumo de alcohol esclaviza, y sin advertirlo, crea una dependencia física y psíquica de la que es difícil salir, incluso para los adolescentes, puesto que cuanto más joven se es, más sensible resulta a los efectos del alcohol y más vulnerable a los posibles riesgos
Y en segundo lugar, por los peligros que conlleva: de la euforia inicial se pasa a la confusión y la incoordinación motora. Luego viene el estupor, la pérdida de voluntad, y la pérdida de reflejos que puede provocar un coma etílico, o lo que es peor, la ausencia de reflejos que te lleva, irremediablemente, a la muerte.
De ahí que, y a pesar de que muchos padres nos encontramos desbordados ante este fenómeno, y aceptamos con «resignación» o con «ignorancia» que nuestros hijos se reúnan con sus amigos para beber, e incluso, «toleramos», con un «pacto de no agresión», que para superar sus complejos, vencer la timidez para hacer nuevas amistades, pasar un rato alegre y divertido bailando, necesitan una copa para inhibirse; no podemos seguir justificándolo con comentarios como que «es algo por lo que hay que pasar, ya pasará…»",¡yo también lo hacía a su edad!, ¡por beber un poco no pasa nada!…
¡Padres, despertémonos de la resaca! ¡«Perdamos el tiempo» con ellos y ayudémosles a decir que NO al alcohol!
Sólo así, no arriesgaremos a nuestros hijos, a nuestra familia, y podremos ayudarles a plantarle cara a una «normalidad» que, sin duda, les puede esclavizar.
Y para ello, dado que el consumo de alcohol está tan arraigado en nuestra cultura y nuestras costumbres, propongo que les demos ejemplo y consumamos con moderación, no seamos permisivos y fijemos unas normas de cumplimiento obligatorio («si bebes no conduzcas», «los adolescentes no deben beber», «no se bebe en zonas comunes donde pueda ser un ejemplo nocivo para los pequeños… »), hablemos con nuestros hijos, démosles información y expongámosles los riesgos y las posibles consecuencias de llevar unas copas de más.
Remedios Falaguera
almudi.org
miércoles, 18 de mayo de 2011
¡Despierta de la Resaca: Di que NO al alcohol! 1ª Parte
Nuestros jóvenes creen que beber les hará más populares, más atractivos, más felices. Pero no son conscientes de que el alcohol no es tan divertido como parece.
Queridos amigos:
Si, a lo mejor no es una idea muy popular en estos tiempos, pero creo que la gran inversión educativa que estamos realizando con nuestros hijos, merece ir contracorriente, especialmente en este tema. Tenemos los medios, y por tanto, la obligación de hacer de nuestros jóvenes personas diferentes, ajenas a la mediocridad y al mal gusto; sin complejos y sin vergüenza, que no es lo mismo que sinvergüenzas; libres y valientes, que se atrevan a plantar cara a la «normalidad». En definitiva, en jóvenes extraordinarios.
Cuenta Leopoldo Abadia en uno de sus artículos que «en muchas conferencias, se levanta una señora (esto es pregunta de señoras) y dice esa frase que a mí me hace tanta gracia: «¿qué mundo les vamos a dejar a nuestros hijos?» (…) Yo suelo tener una contestación, de la que cada vez estoy más convencido: «¡y a mí, ¿qué me importa?!». Quizá suena un poco mal, pero es que, realmente, me importa muy poco».
Y el «gurú de la crisis Ninja» continua con esta anécdota: «Al acabar una conferencia la semana pasada, se me acercó una señora joven con dos hijos pequeños. Como también aquel día me habían preguntado lo del mundo que les vamos a dejar a nuestros hijos, ella me dijo que le preocupaba mucho más qué hijos íbamos a dejar a este mundo». Chapeau!
Y esto me hace pensar que el problema del consumo excesivo de alcohol de nuestros jóvenes no radica solamente en los peligros físicos que, según los expertos, tiene beber unas copas —adormecimiento progresivo de los centros cerebrales superiores, pérdida del autocontrol conductual y emocional, incoordinación muscular, afecciones cardiovasculares, complicaciones hepáticas, retrasos del crecimiento, microcefalias, delirios, coma etílico…—, sino en los efectos morales que deterioran su dignidad, el respeto hacia uno mismo, a su imagen personal y social, a su autoestima; abocándolos a la tristeza, a sentimientos de culpabilidad, y a la frustración.
Pues como bien señala el filósofo José Antonio Marina, miembro de la Fundación Alcohol y Sociedad, el consumo de alcohol y drogas se ha instalado en el circuito juvenil y no sirve decirle al joven que beber de forma abusiva va a provocarle cirrosis y problemas de salud. Hay que hacerle comprender que va a ser repudiado socialmente, que no va a saber comportarse adecuadamente.
Al fin y al cabo, ¿A quién le gusta que le recuerden las barbaridades que pudo llegar a hacer con unas copas de más, las groserías que llegó a decir a sus padres y amigos, y/o los actos vandálicos que promovió en plena borrachera?
Remedios Falaguera
almudi.org
martes, 17 de mayo de 2011
La vida nos agobia...
La vida nos agobia, añoramos cansados un remanso de silencio, de quietud, de autenticidad, de alivio.
Nos gustaría recrearnos en Dios, dejarnos caer en sus brazos, para recuperar nuevas fuerzas y continuar viviendo.
Pero no le buscamos donde Él nos espera, donde le tenemos a nuestro alcance: en su Hijo, que es su Palabra.
iglesia.org
lunes, 16 de mayo de 2011
San Juan Nepomuceno
Sacerdote y mártir
Fiesta: 16 de Mayo
San Juan Nepomuceno nació en Nepomuk, Bohemia (actual República Checa), en 1345 . Desde niño fue objeto de las divinas predilecciones: padres santos, inteligencia y bondad, vocación sacerdotal, dones de profecía y milagros. Fue predicador y canónigo. La emperatriz de Bohemia, Juana de Holanda, lo escogió como confesor.
San Juan es el mártir del secreto de la confesión y patrono de la buena fama. No resulta fácil acercarse al sacramento de la penitencia. Por eso Dios da una gracia especial al sacerdote para guardar el secreto de la confesión. El velo sagrado del sigilo sacramental jamás se ha descorrido. Ya lo afirmaba así San Juan Climaco en el siglo IV.
Wenceslao, rey de Bohemia, era un monstruo, más que una persona. Cuando le acusaban de ser otro Nerón, decía que si no lo había sido, lo sería en adelante. Le presentaron una vez un ave mal asada. Y sin dar más explicaciones mandó asar al pobre cocinero. La historia le llama beodo y holgazán, pero debía llamarle la Bestia del Apocalipsis. Se complacía en afirmar, y tenia razones para ello, que el verdugo era su mejor camarada.
Vivían en Palacio dos personas: su esposa, la Emperatriz, y Juan Nepomuceno, su confesor y director espiritual. Algún envidioso susurró al oído del Rey una infame sospecha gratuita sobre la infidelidad de la Emperatriz. Y Wenceslao quedó presa de terribles celos que ni la dulce presencia de su esposa ni la santidad del confesor podían disipar.
Un día vio el Rey que la Reina se confesaba con el P. Juan, y que luego iba a comulgar. Entonces Wenceslao concibió el diabólico plan de asegurarse de la fidelidad de su esposa. Mandó llamar al confesor.—Padre Juan, vos conocéis la duda terrible que me atormenta, vos podéis disiparla. La Emperatriz se confiesa con vos. Me bastaría una palabra...
—Majestad, contesta el Confesor ¿cómo es posible que me propongáis tal infamia? Sabéis que nada puedo revelar. El secreto de confesión es inviolable.
Juan sabe que le va en ello la vida. Nadie ha contradecido nunca al tirano. Sólo Juan otra vez se atrevió a oponerse a sus planes.
—Padre Juan, vuestro silencio quiere decir que renunciáis a vuestra libertad.
—Jamás consentiré en tal sacrilegio. Mandad cualquier otra cosa. En esto digo lo mismo que San Pedro: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" .
Pocas horas después Juan es arrojado a la cárcel. Es sometido a terribles torturas para hacerle ceder. La Reina obtiene la libertad y le cura sus heridas. Aún pudo predicar en la catedral, anunciando su muerte. Pues sabe que el tirano nunca le perdonará.
Poco después Juan habia ido a postrarse a los pies de Nuestra Señora de Bunzel. Wenceslao le tiende una trampa para la vuelta. Los verdugos esperan al Mártir junto al puente y lo arrojan al río Moldava. Aún está allí la estatua para ejemplo y recuerdo. Era el 19 de abril de 1393. Las gentes decían que el río se tiñó de purpúreo y celestial resplandor, como anuncio de la gloria del Mártir.
Su epitafio, en la catedral de San Vito, de Praga, dice así: "Yace aquí Juan Nepomuceno, confesor de la Reina, ilustre por sus milagros, quien, por haber guardado el sigilo sacramental fue cruelmente martirizado y arrojado desde el puente de Praga al río Moldava, por orden de Wenceslao IV, el año 1393". Su lengua se conserva incorrupta.
En 1725 (más de 300 años después de su muerte) una comisión de sacerdotes, médicos y especialistas examinó la lengua del mártir que estaba incorrupta, aunque seca y gris. Y de pronto, en presencia de todos, empezó a esponjarse y apareció de color de carne fresca, como si se tratara de la lengua de una persona viva. Todos se pusieron de rodillas y este milagro, presenciado por tantas personas y tan importantes, fue el cuarto milagro para declararlo santo. Fue canonizado por Benedicto XIII en el año 1729.
Desde su muerte, siempre San Juan Nepomuceno fue considerado patrono de los confesores, porque prefirió morir antes que revelar los secretos de la confesión. También ha sido considerado patrono de la buena fama, porque prefirió el martirio, pero no permitió que la buena fama de una penitente fuera destrozada.
En Praga, en el puente desde el cual fue echado al río, se conserva una imagen de este gran santo y muchas personas, al pasar por allí, le rezan devotamente.
webcatolicodejavier.org
domingo, 15 de mayo de 2011
Cristo es la puerta
¡Qué maravilloso es contemplar a Cristo como la puerta que nos permitirá salir de “nuestra vida” y entrar a otra vida nueva!
Lectura del Santo Evangelio según San Juan 10, 1-10
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Yo les aseguro que el que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino que salta por otro lado, es un ladrón, un bandido; pero el que entra por la puerta, ése es el pastor de las ovejas. A ése le abre el que cuida la puerta, y las ovejas reconocen su voz: él llama a cada una por su nombre y las conduce afuera. Y cuando ha sacado a todas sus ovejas, camina delante de ellas, y ellas lo siguen, porque conocen su voz. Pero a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”: Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron lo que les quería decir. Por eso añadió: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes que yo, son ladrones y bandidos; pero mis ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos. El ladrón sólo viene a robar, a matar y a destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”.
Oración introductoria
“Te ofrezco, Señor, mis pensamientos, ayúdame a pensar en ti; te ofrezco mis palabras, ayúdame a hablar de ti; te ofrezco mis obras, ayúdame a cumplir tu voluntad; te ofrezco mis penas, ayúdame a sufrir por ti” (Oración del Papa Clemente XI).
Petición
Jesucristo, que te conozca más para que te pueda amar más.
Meditación
Es curiosa, pero profunda, la comparación que hace Cristo de sí mismo: una simple puerta. ¿Por qué Jesús se compara con una puerta, más aún, con una puerta de entrada?
La puerta es siempre el paso de un lugar a otro. Ingresar por una puerta significa dejar una estancia y entrar a otra totalmente diversa. Pasar una puerta implica un movimiento, un cambio de visión. Una puerta nunca te obliga a entrar o a salir. La puerta siempre está allí, esperando que la abras, que ingreses o que salgas por ella.
¡Qué maravilloso es contemplar a Cristo como la puerta que nos permitirá salir de “nuestra vida” y entrar a otra vida nueva, diversa! Pasar por Cristo no significa que todo el día tenemos que estar rezando sin parar, o que tenemos que estar pensando hora tras hora en Dios. El Señor nos lo dice con tanta sencillez: “quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos”. Es como si Cristo nos quisiera expresar: “Mira, cuando necesites mi gracia: aquí estoy; cuando estés cansado de tu fracasos, de tus dificultades: ven a mí; cuando tu alma tenga hambre de Dios: aquí está el mejor pasto que soy Yo -¡la Eucaristía!
Cristo es la puerta que nos hace entrar a la felicidad verdadera, nunca violenta nuestra libertad, pues quiere que nosotros lo elijamos a Él por un acto consciente y libre de amor. “Entrar por la puerta, que es Cristo, quiere decir conocerlo y amarlo cada vez más, para que nuestra voluntad se una a la suya y nuestro actuar llegue a ser uno con su actuar (…)”. (Benedicto XVI, 7 de mayo de 2006).
Reflexión apostólica
Es imposible que las personas queden indiferentes ante un cristiano que se esfuerza por amar a Cristo. Nuestro testimonio nos convierte en “puertas vivas” que invitan a otros a entrar por la gran puerta que es Cristo.
Cuando vemos a alguien que bendice los alimentos antes de comer, cuando conocemos a otras personas que se quitan su tiempo para dárselo a otros, cuando escuchamos de la mujer que perdonó al marido, o del joven que dejó todo para seguir a Cristo…, hay un algo extraño que nos remueve el alma, pues nos damos cuenta que esa persona: ama a Dios.
Propósito
Intentaré acercarme a Dios en algún momento de mi jornada a través de una oración, una jaculatoria o un acto de caridad.
Diálogo con Cristo
Señor, te agradezco por tener tu corazón siempre abierto. En esa puerta de tu corazón quiero ponerte a mi familia, a mis seres más queridos, a los que tú sabes que más necesitan de tu gracia y a los que están más alejados de ti. Quiero que sepas que yo también quiero abrirte la puerta de mi alma, pues sé que cuando tú entras en una vida, ya no la dejas igual. Así sea.
“Cristo es la puerta de nuestra salvación, que lleva a la reconciliación, a la paz y a la unidad.”
(Juan Pablo II, 18 enero de 2000)
Felipe de Jesús Rodríguez
catholic.net
sábado, 14 de mayo de 2011
Viaje al Purgatorio
Si, como decía la canción “para entrar en el cielo no es preciso morir”, para saber lo que es el Purgatorio tampoco.
Seguramente muchos se preguntarán a ver qué es eso del Purgatorio, y tal vez lleguen a pensar que es un invento de los curas o una creencia de la gente de antes, pasada de moda. Digamos, antes de nada, que la existencia del Purgatorio es un dogma de fe y que en la práctica el pueblo cristiano siempre ha demostrado creer en él. No se explicaría de otra manera la asidua costumbre rezar por los muertos.
En muchas de nuestras iglesias aparecen cuadros o relieves que intentan de alguna manera reflejar el tormento de las almas del Purgatorio, envueltas en llamas, suspirando por llegar a Dios, pero con una gran diferencia de las representaciones del infierno. En todo caso, es normal que nos preguntemos por qué ha de existir un purgatorio.
Todos somos conscientes de que en esta vida hay personas muy buenas que se sacrifican por los demás, que son todo un ejemplo de generosidad, paciencia, fe... y que tampoco faltan quienes se dedican a abusar de los demás, a explotarlos, gente egoísta, soberbia, cruel... Algo nos dice que tiene que hacerse justicia en el momento de la muerte, de modo que no sea indiferente ser bueno o malo. Todas las religiones hablan de premio o castigo. Es verdad que los cristianos creemos en la misericordia de Dios y por ello, aunque exista la posibilidad de la condenación eterna, nos parece acorde con el amor de Dios que exista un castigo merecido de carácter temporal. Eso es el Purgatorio, una especie de tormento purificador que no es eterno.
Las representaciones artísticas del Purgatorio y del Infierno difieren enormemente: mientras en el infierno sólo se ven rostros de desesperación y diablos y bichos raros, en las que hacen referencia al Purgatorio está también representado Dios, la Virgen María y el Cielo; aparecen rostros doloridos, pero no desesperados. Y nada de diablos. Ya sabemos que éstas imágenes, más bien propias de otras épocas, son sencillamente maneras de ayudarnos a entender una realidad mucho más profunda. No hace falta ningún lugar para sufrir, sino que es suficiente el tormento del alma.
Aunque haya personas, entre las que se incluyen santos canonizados, que dicen haber entrado en contacto con las almas del Purgatorio, no es esa nuestra experiencia. Pero sí que podemos partir de algunas experiencias de esta vida para intentar comprender un poco esta posibilidad de tener que sufrir después de la muerte. Si hay alguno que no cree en estas cosas le diremos que allá él, pero que sepa que algún día, tal vez no muy lejano, podrá enterarse por sí mismo.
Veamos. El ser humano es fundamentalmente el mismo antes y después de la muerte. Se supone que muchas de las experiencias de esta vida han de tener bastante parecido con la vida futura. Aquí y allí el hombre busca la felicidad, aquí y allí puede sufrir, aquí y allí necesita amar y ser amado. Vistas así las cosas se entiende aquello de que el fuego del Infierno y el fuego del Purgatorio sea el mismo que el fuego del Cielo.
Empecemos por el fuego del Cielo. Es el fuego del amor. Si una persona está profundamente enamorada se dice que su corazón arde en deseos de encontrarse con la persona amada, y no puede encontrar mayor felicidad que en sentirse unido a esa persona. Así y no de otra manera es el amor de Dios. “La alegría que encuentra el esposo con su esposa la encontrará tu Dios contigo”, nos dice Isaías.
Ahora bien, supongamos que una persona muy enamorada le hace a su amante una faena tan grande que pierde para siempre su amor, al tiempo que sigue enamorada. Eso sería el infierno: descubrir toda la belleza del amor de Dios y perderlo para siempre. Es la situación desesperada de quien experimenta un terrible remordimiento sin posibilidad de vuelta atrás, tanto más amargo cuanto mayor es el amor que siente. Ojalá nadie tenga que vivir esta situación y que el infierno no pase de ser una posibilidad nunca hecha realidad.
Pero supongamos que un marido muy enamorado ofende a su esposa, o viceversa, de tal manera que la persona ofendida no decide cortar definitivamente, pero sí durante una temporada. De momento le deja. Seguro que quien se ha portado mal siente un enorme remordimiento pesar, y que se le hacen largos los días esperando volver a encontrarse con su amor.
En los tres casos, cielo, infierno y purgatorio, se trata de haber descubierto el fuego del amor de Dios, disfrutando de él, perdiéndolo para siempre o sufriendo mientras se espera algún día gozar de él.
Si en esta vida todo el mundo trata de evitar la cárcel, aunque sea por un breve período de tiempo, también merece la pena evitar la cárcel del Purgatorio. Sin embargo con frecuencia vivimos de forma bastante irresponsable. No se trata de negar la misericordia de Dios, sino de su incompatibilidad con el pecado. Si un amigo nos invita a una boda no se nos ocurre ir sucios y mal olientes, por mucha confianza que tengamos con él. No hace falta que nadie nos lo recuerde. Cuando, tras la muerte, seamos conscientes de la belleza de Dios y la fealdad de nuestro pecado, nosotros mismos comprenderemos la necesidad de purificarnos.
Si, como decía la canción “para entrar en el cielo no es preciso morir”, para saber lo que es el Purgatorio tampoco. ¡Cuántas veces se pasa por él en esta misma vida! Por eso en los momentos de sufrimiento deberíamos tener en cuenta aquello de que no hay mal que por bien no venga. Aceptemos el dolor del cuerpo y del alma como una purificación de nuestros pecados.
Máximo Álvarez Rodríguez
catholic.net
jueves, 12 de mayo de 2011
Amar a Dios…
¡Amar a Dios...!!¡¡Vivir en lo que es infinito....!! ¡¡Gozar del encierro del cuerpo y del espíritu para que el alma vuele a Dios....., para que se abisme en las infinitas bellezas del Eterno...., para volar a las regiones de lo sobrenatural en alas del Amor Divino!!...
He aquí lo que es libertad. Sin embargo no nos engañemos. Aún hay algo cuya palabra para expresarlo desconozco, por lo que el alma suspira...., que no es propiamente libertad. Es algo más. Consolémonos los que aún andamos sobre la tierra.
Consolémonos en la esperanza..... Animémonos al saber que es Dios quien nos espera, y que la llegada será pronto.
Fray María Rafael Arnáiz Barón
iglesia.org
martes, 10 de mayo de 2011
San Juan de Ávila
Misionero. Director de Almas
Fiesta: 10 de mayo
San Juan de Avila tuvo el privilegio de ser amigo y consejero de seis santos: San Ignacio de Loyola, Santa Teresa, San Juan de Dios, San Francisco de Borja, San Pedro de Alcántara y Fray Luis de Granada. Dicen que él es la figura más importante del clero secular español del siglo 16.
Nació en el año 1500. De una familia muy rica, al morir sus padres repartió todos sus bienes entre los pobres y después de tres años de oración y meditación se decidió por el sacerdocio. Estudió filosofía y teología en la Universidad de Alcalá y allá hizo amistad con el Padre Guerrero que fue después arzobispo de Granada y su amigo de toda la vida.
Desde el principio de su sacerdocio demostró una elocuencia extraodinaria. El pueblo acudía en gran número a escuchar sus sermones donde quiera que él iba a predicar. Cada predicación la preparaba con cuatro o más horas de oración de rodillas. A veces pasaba la noche entera ante un crucifijo o ante el Santísimo Sacramento encomendando la predicación que iba a hacer después a la gente. Y los resultados eran formidables. Los pecadores se convertían a montones. A sus discípulos les decía: "Las almas se ganan con las rodillas". A uno que le preguntaba como hacer para lograr convertir a alguna persona en cada sermón, le dijo: "¿Y es que Ud. espera convertir en cada sermón a alguna persona?". "No, ¡eso no!", respondió el otro. "Pues por eso es que no los convierte", le dijo el santo, "porque para poder obtener conversiones hay que tener fe en que sí se conseguirán conversiones. ¡La fe mueve montañas!."
A otro que le preguntaba cuál era la principal cualidad para poder llegar a ser un buen predicador, le respondió: "La principal cualidad es: ¡amar mucho a Dios!".
Pidió viajar de misionero a América del sur, pero su amigo el Arzobispo de Granada le dijo: "Aquí en España también hay muchos a quienes misionar y evangelizar. ¡Quédese predicando entre nosotros!". Le obedeció y se dedicó a predicar por Andalucía, por todo el sur de España. Y las conversiones que conseguía eran asombrosas. Su predicación era fuerte. No prometía vida en paz a quienes querían vivir en paz con sus pecados, pero animaba enormemente a todos los que deseaban salir de su anterior vida de pecado. Un gran número de sacerdotes le seguía para ayudarle a confesar y colaborarle en la catequesis de los niños y en la administración de los sacramentos. Ricos y pobres, jóvenes y viejos, todos acudían con gusto a escucharle.
Dios le concedió a San Juan de Avila la cualidad especialísima de ejercer un gran ascendiente sobre los sacerdotes. Por eso el Sumo Pontífice lo ha nombrado "Patrono de los sacerdotes españoles". Bastaba con que lo vieran celebrar misa o le oyeran un sermón para que los sacerdotes quedaran muy agradablemente impresionados de su modo de obrar y predicar. Y después en sus sermones, ellos estaban allá entre el público oyéndole con gran atención. El sabio escritor Fray Luis de Granada se colocaba cerca de él, lápiz en mano, e iba escribiendo sus sermones. De cada sermón del santo, sacaba el material para predicar luego diez sermones. Los sacerdotes decían que el Padre Juan de Avila predicaba como si estuviera oyendo al mismo Dios.
Fue reuniendo grupos de sacerdotes y por medio de hacerles meditar en la Pasión de Jesucristo y en la Eucaristía y de rezar y recibir los sacramentos, los iba enfervorizando y después los enviaba a predicar. Y los frutos que conseguía eran inmenoss. Unos 30 de esos sacerdotes se hicieron después Jesuitas. Otros colaboraron con la redforma que San Juan de la Cruz y Santa Teresa hicieron de los padres Carmelitas y muchos más llenaron de buenas obras las parroquias con su gran fervor.
Un día en Granada, mientras San Juan de Avila pronunciaba un gran sermón, de pronto se oyó en el templo un grito fortísimo. Era San Juan de Dios que había sido antes militar y comerciante y que ahora se convertía y empezaba una vida de santidad admirable. En adelante San Juan de Dios tendrá siempre como consejero al Padre Juan de Avila, a quien atribuirá su conversión.
Los enemigos y envidiosos lo acusaron de que su predicación era demasiado miedosa y de que se proponía hacer que las gentes fueran demasiado espirituales. Y el santo fue llevado a la cárcel y allí estuvo de 1532 a 1533. Aprovechó su prisión para meditar más y crecer en santidad. Cuando se le reconoció su inocencia y fue sacado de la prisión el pueblo lo ovacionó como a un héroe.
A muchas personas les dio dirección espiritual por medio de cartas. Después reunió una colección de esas cartas y las publicó con el título de "Oye hija" y fue un libro muy afamado y que hizo gran bien a los lectores.
Su devoción a la Virgen era tan grande que lo hacía exclamar: "Más preferiría vivir sin piel, que vivir sin devoción a la Virgen María".
Fundó más de diez colegios y ayudaba mucho a las universidades católicas. Su autoridad y su ascendiente eran muy grandes en todas partes.
Sus últimos 17 años fueron de enormes sufrimientos por su salud que era muy deficiente. En él se cumplía aquello que dijo Jesús: "Mi Padre, al árbol que más quiere, más lo poda, para que produzca mayor fruto". Pero aunque sus padecimientos eran muy intensos, no por eso dejaba de recorrer ciudades y pueblos predicando, confesando, dando dirección espiritual y edificando a todos con su vida de gran santidad. Tres temas le llamaban mucho la atención para predicar: la Eucaristía, el Espíritu Santo y la Virgen María.
Una de sus cualidades más admirables era su gran humildad. A pesar de sus brillantes éxitos apostólicos, siempre se creía un pobre y miserable pecador. Cuando estaba agonizante vio que un sacerdote lo trataba con muy grande veneración y le dijo: "Padre, tráteme como a un miserable pecador, porque eso es lo que he sido y nada más".
Cuando en su última enfermedad los dolores arreciaban, apretaba el crucifijo entre sus manos y exclamaba: "Dios mío, si sí te parece bien que suceda, está bien, ¡está muy bien!".
El 10 de mayo del año 1569, diciendo "Jesús y María" murió santamente. Fue beatificado en 1894 y el Papa Pablo VI lo declaró santo en 1970.
San Juan de Avila: tú que con tus sermones lograste tantas conversiones de pecadores, alcánzanos del Señor Dios, que también nosotros nos convirtamos.
ewtn.com
lunes, 9 de mayo de 2011
Una nueva clase
Recuerdo el caso de un alumno que desde el comienzo del curso me produjo bastante mala impresión. Su actitud era habitualmente negativa, incluso un tanto desafiante. Parecía como si a cada momento tuviera que comprobar hasta dónde estaba dispuesto el profesor a permitir sus pequeñas provocaciones. También tenía dificultades con sus compañeros, entre los que era bastante impopular.
Su talante y su comportamiento en clase llegaron a producirme cierta irritación. A los pocos días de curso, decidí variar el orden que seguía en mis entrevistas con los alumnos nuevos para hablar con él cuanto antes. A la primera ocasión, le llamé. Nos sentamos y le pregunté cómo se encontraba en su nueva clase.
Los primeros minutos fueron, por su parte, de un mutismo completo, sólo interrumpido por algunos parcos monosílabos. Aunque me esforcé por mostrar confianza, buscando el motivo de su desinterés y sus dificultades de relación con sus compañeros, apenas encontraba respuesta por su parte.
Pasé a preguntarle por cosas más personales, por sus padres, por el ambiente de su casa. Poco a poco, dejaba notar que, en realidad, sí quería hablar, pero encontraba dentro de sí una barrera. Finalmente, y sin abandonar ese tono altivo que parecía tan propio suyo, me contestó: «¿Que cómo van las cosas en mi casa? Pues eso. Fatal. Que se te quitan las ganas de todo. Usted lo ve todo muy fácil, claro. ¿Pero cómo estaría usted si su madre estuviera enferma en la cama desde hace dos años y su padre volviera a casa bebido la mitad de los días? Estaría muy entero, supongo. Pero, lo siento, yo no lo consigo».
Siguió hablando, al principio con cierto temple, pero a las pocas frases se vino abajo, se le quebró la voz y se echó a llorar. Una vez roto el hielo, aquel chico abandonó esa actitud postiza de orgullo y de distancia que solía usar como defensa, y se desahogó por completo. Poco a poco fue contando el drama familiar en que estaba inmerso y que le hacía vivir en ese estado de angustia y de crispación. La enfermedad, el alcohol y las dificultades económicas habían enrarecido el ambiente de su casa hasta extremos difíciles de imaginar. A sus catorce años llevaba ya sobre sus espaldas una desgraciada carga de experiencias personales enormemente frustrantes.
No es difícil imaginar lo que sentí en aquel momento. Mi visión de ese chico había cambiado por completo en sólo unos segundos. De pronto, vi las cosas de otra manera, pensé en él de otra manera, y en adelante le traté de otra manera. No tuve que hacer ningún esfuerzo para dar ese cambio, no tuve que forzar en lo más mínimo mi actitud ni mi conducta: simplemente, mi corazón se había visto invadido por su dolor, y sin esfuerzo fluían sentimientos de simpatía y afecto. Todo había cambiado en un instante.
Me recordó aquello de Graham Greene, de que, si conociéramos el verdadero fondo de todo, tendríamos compasión hasta de las estrellas. Y pensé que muchos de los problemas que tenemos a lo largo de la vida, que suelen ser problemas de entendimiento y relación con los demás, con frecuencia tienen su raíz en que no nos esforzamos lo suficiente por comprenderles.
Cuando oigo decir que los jóvenes no tienen corazón, o que no tienen ya el respeto que tenían antes, siempre pienso que –como ha escrito Susanna Tamaro– el corazón sigue siendo el mismo de siempre, sólo que quizá ahora hay un poco menos de hipocresía. Los jóvenes no son egoístas por naturaleza, de la misma manera que los viejos no son naturalmente sabios. Comprensión y superficialidad no son cuestión simplemente de años, sino del camino que cada uno recorre en su vida.
Hay un adagio indio que dice así: «Antes de juzgar a una persona, camina durante tres lunas en sus zapatos». Vistas desde fuera, muchas existencias parecen equivocadas, irracionales, locas. Mientras nos mantenemos fuera, es fácil entender mal a las personas. Solamente estando dentro, solamente caminando tres lunas en sus zapatos pueden entenderse sus motivaciones, sus sentimientos, aquello que hace que una persona actúe de una manera en vez de hacerlo de otra. La comprensión nace de la humildad, no del orgullo del saber.
Alfonso Aguiló
interrogantes.net
domingo, 8 de mayo de 2011
Los discípulos de Emaús
Puede pasarnos lo mismo que a los discípulos de Emaús: nosotros esperábamos… Dios, padre bondadoso nos enseña el camino de salvación eterna.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35
Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran. El les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?» Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?» El les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.» El les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?» Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.
Oración introductoria
Señor quiero ponerme en tu presencia, quiero estar delante de ti, necesito estar contigo. Esta vez no vengo a hablarte, vengo a escucharte. Dame fe para oir tu palabra, aceptarla y vivirla. Anima mi esperanza y enciende mi corazón con tu amor para que pueda vivir según tu Corazón.
Petición
Señor, que descubra tu presencia en cada paso del camino de mi vida.
Meditación
«Queridos amigos, Dios ciertamente marca la diferencia... Más aún, Dios nos hace diferentes, nos renueva. Ésta es la promesa que nos hizo Él mismo: "Ahora hago el universo nuevo" (Ap 21,5). Y es verdad. Lo afirma el Apóstol San Pablo: "El que es de Cristo es una creatura nueva: lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo" (2 Co 5,17-18). Al subir al cielo y entrar en la eternidad, Jesucristo ha sido constituido Señor de todos los tiempos. Por eso, Él se hace nuestro compañero en el presente y lleva el libro de nuestros días en su mano: con ella asegura firmemente el pasado, con el origen y los fundamentos de nuestro ser; en ella custodia con esmero el futuro, dejándonos vislumbrar el alba más bella de toda nuestra vida que de Él irradia, es decir, la resurrección en Dios[…]
Pienso en tantas lágrimas que muchos de vosotros habéis derramado por la pérdida de vuestros familiares, y no es difícil imaginar las sombrías nubes que aún cubren el cielo de vuestros mejores sueños... Leo en vuestro corazón una duda que me planteáis: "Esto es lo que tenemos. Lo que nos dices, no lo vemos. La promesa tiene la garantía divina - y nosotros creemos en ella - pero ¿cuándo se alzará Dios para renovar todas las cosas?". Jesús responde lo mismo que a sus discípulos: "No perdáis la calma: creed en Dios y creed también en mí». (Discurso del Papa a los jóvenes de Angola, 21 de marzo de 2009)
Reflexión apostólica
A lo mejor en tu vida todo va bien: en la casa, en los estudios, en el trabajo, con los amigos, no hay ningún problema, incluso rezas y vas a misa los domingos, hasta que algo pasa: una sacudida fuerte en la vida, puede ser una enfermedad, una dificultad en la familia, la muerte de un ser querido. Todo se derrumba, todo se ve oscuro, sin salida y sólo nos preguntamos ¿Por qué?
Puede pasarnos lo mismo que a los discípulos de Emaús: nosotros esperábamos…
Ojalá que no se nos olvide que Dios, padre bondadoso y maestro sapientísimo, nos enseña que el camino de salvación eterna es el que Él mismo recorrió en la tierra: cargó su cruz, subió al monte y murió crucificado. Esa cruz es el sello del cristiano.
La vida no es fácil, afrontar los problemas y las dificultades, la tristeza y la desilusión es algo muy difícil si se está solo. Pero en este camino de nuestra vida, Cristo se acerca para acompañarnos, para caminar con nosotros, es más, viene para quedarse con nosotros en la Eucaristía, justo donde lo reconocieron los discípulos de Emaús.
Propósito
Participaré con más frecuencia en la santa misa y comulgaré para dejar que Cristo me acompañe en mi caminar.
Diálogo con Cristo
Ahora sé, Jesús, que estás junto a mí y que caminas conmigo. Quiero pedirte que no me abandones para que en mi vida brille siempre la luz de la esperanza, de la alegría y de la felicidad que sólo tiene quien se sabe amado y acompañado por ti.
“Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo”. (Benedicto XVI, Spe salvi, 37)
H. Alfonso Blanca
viernes, 6 de mayo de 2011
¿Por qué estoy en el mundo?
Estoy en este mundo porque Dios me creó, porque me quiere. Y así he vivido 20, 30, 40 ó más años, envuelto, cobijado por su amor. Me creó para algo importante, no para el egoísmo. No para la mediocridad, menos todavía para la desdicha. Me creó para ser feliz aquí y allá, para ser útil, para hacer algo útil.
A estas alturas de la vida, ¿cómo habré realizado el sueño de Dios? ¿Qué sentido tiene para mi la vida? Soy su criatura, todo es regalo de Dios en mí, existo de favor y de cariño de un Creador, y los siguientes días de mí vida seguiré viviendo por el cariño de mi Creador.
Hay un Ser que mantiene en movimiento mi corazón, que tiene encendida mi inteligencia, que mueve mi voluntad.
Decía un famoso convertido: "Desde hace 25 años la realidad mas radiante de mi vida es esta: Dios existe y me ama". Eso, tú y yo lo podemos decir con idéntica razón.
Hoy quiero doblar mi rodilla ante mi Hacedor, y recordarme a mí mismo lo que quizá tenía olvidado: "No tengo nada, no soy dueño de nada, ni de mi cuerpo, ni de mi inteligencia, ni del día que estoy viviendo, ni de la tierra que piso. Todo esto es "made in Heaven", todo esto es don del Cielo, todo es regalo".
¡Gracias! tendría que ser una de las palabras más repetidas, más maravillosas que debería decir todos los días, todas las horas; gracias al amanecer, gracias al mediodía, gracias al atardecer, gracias por este día, por los días que están por venir.
Quiero agradecerte dentro de ese templo hermosísimo, impresionante, que es tu Creación: "El mundo".
"Sabemos que el universo es el mejor libro para estudiar a Dios, sabemos que la bóveda del cielo en una noche estrellada es el mejor claustro para hacer oración, hemos escuchado la infinitamente bella sinfonía de las flores, de las estrellas, del paisaje, de los amaneceres, de las noches de luna precedidas por crepúsculos perfumados por la pureza de las flores silvestres; a los que poseemos el don de la fe, todo esto nos da un auténtico sentido de seguridad personal, un equilibrio y una armonía casi perfecta en ese otro pequeño infinito universo de nuestro humilde ser.
Pero, con qué mirada tan diversa miran el mundo los que viven sin fe. Ni las estrellas, ni el paisaje, ni la aurora, ni el crepúsculo, ni las noches de luna, dicen nada a su alma; viven soñando en su grandeza, poseídos de su autosuficiencia, esforzándose por crear cada día su felicidad personal, hasta que una mañana, o una noche, se dan cuenta que no son verdaderamente felices, porque en el universo de su ser, hay algo que rompe la armonía dejándolos con un vacío inconmensurable.
No pueden apoyarse en su inteligencia, ni en su belleza, ni en sus placeres, porque todo es una sombra inconsistente. Ríen y ríen... pero nada más, porque la risa no sólo es símbolo de felicidad sino también máscara de tragedia; contemplan sin cambio de ritmo los días y las noches, las estaciones y los años. Su alma creada para el infinito no tiene más salida que anclarse en la monotonía existencial, el descanso aparente, la indiferencia, la pasividad, el disgusto y la íntima amargura".
Cada día es una nueva vida. Una nueva vida me ofrece Dios al despertar. Gracias debiera ser la primera palabra con la que abrimos los ojos.
Mariano de Blas
webcatolicodejavier.org
jueves, 5 de mayo de 2011
Le pedí a Dios... y Dios dijo no
Le pedí a Dios que me quitara el dolor.Dios dijo, NO. Yo no te lo debo quitar, sino tu lo tienes que dejar.
Le pedí a Dios que hiciera que mi hijo paralítico fuera completamente sano. Dios dijo, No. Su espíritu esta completo, su cuerpo es solo temporal.
Le pedí a Dios que me concediera paciencia. Dios dijo No. La Paciencia viene como resultado de las tribulaciones, no se concede, se gana.
Le pedí a Dios que me diera felicidad. Dios dijo, NO. Te doy bendiciones. Tu decides si quieres ser feliz.
Le pedí a Dios que me librara del sufrimiento. Dios dijo NO. Los sufrimientos te alejan de los afanes del mundo y te acercan a mi.
Le pedí a Dios que hiciera crecer mi espíritu. Dios dijo NO. Debes crecer por ti mismo, y yo te voy a podar para hacerte dar fruto.
Le pedí a Dios por todas las cosas que podría disfrutar en la vida. Dios dijo, No. Te doy vida para que disfrutes de todas las cosas.
Le pedí a Dios que me ayudara a amar a otros, con el amor con que el me ama a mi.
Dios me dijo... Ah, finalmente estas empezando a entender.
iglesia.org
miércoles, 4 de mayo de 2011
Más allá de las etiquetas
Sólo Dios conoce eso que llevamos dentro, eso que somos realmente, en una extraña mezcla de miseria y de grandeza
La costumbre de etiquetar a otros es tan común que parece que la llevamos escrita en nuestros genes.
Porque el mejor modo de “anular” al otro, de arrinconarlo, de silenciarlo, de negarle sus derechos, incluso su misma dignidad, es ponerle una etiqueta que nos impide ver a la persona para fijarnos en el adhesivo.
¿Es del otro lado de la frontera? Tenemos ante nosotros un enemigo. ¿Habla mal? Estamos ante un hombre inculto, incapaz de aportar algo inteligente. ¿Tiene un buen vestido? He aquí un burgués capitalista, opresor de los pobres y enemigo de la justicia. ¿Huele a vino? Se trata de un miserable que seguramente arruina a su familia.
Las etiquetas surgen desde el deseo interior de “dominar” al otro, de encasillarlo, de comprenderlo. Por eso salen casi espontáneas, hasta el punto de que quien está ante nosotros llega a “convertirse” en un ser despreciable, sin derecho a la palabra y sin posibilidad de defenderse de acusaciones que a veces son completamente falsas.
Pero más allá de las etiquetas existe en cada hombre, en cada mujer, algo muy grande y muy hermoso: un corazón, una inteligencia, un alma espiritual. Porque ningún hombre, ninguna mujer, puede quedar reducido a lo que aparenta, a sus modos de actuar, o a los sentimientos negativos que surgen en nosotros contra esa persona.
En cada ser humano se esconde el tesoro del espíritu, la vocación indeleble a la verdad, al bien, a la belleza. También, por desgracia, dentro de cada uno hay tendencias hacia el mal, hacia la injusticia, hacia la mentira. Por eso las etiquetas positivas, con las que vemos de modo ingenuo en alguien sólo cualidades, pueden llegar a ser tan erróneas y tan negativas como las etiquetas con las que rechazamos injustamente a otros.
El misterio de cada ser humano va mucho más allá de cualquier etiqueta. En el fondo, sólo Dios conoce eso que llevamos dentro, eso que somos realmente, en una extraña mezcla de miseria y de grandeza.
Por eso, antes de enjuiciar a otros, conviene detenernos y mirar hacia arriba, para descubrir dimensiones insospechadas en este hombre, en esta mujer, a los que podré ayudar seriamente si dejo de lado etiquetas ingenuas o rencorosas. Será posible, entonces, tenderle una mano amiga y convertirnos en compañeros de camino en la maravillosa aventura de la vida humana.
P. Fernando Pascual
catholic.net
martes, 3 de mayo de 2011
El aborto, asesinato de inocentes
La vida humana comienza desde el momento de la concepción, la primera célula que se forma desde que se fusionan espermatozoide y óvulo es un ser humano, pues posee los 46 cromosomas propios de la especia humana. Decir que esa célula no es un ser humano vivo, es como decir que al fútbol no se juega con los pies o que no se come con la boca.
¿Por qué si no es un ser humano vivo, qué es? ¿Una planta? No, es una persona humana que empieza a formarse.
El Profesor Casel, Premio Nóbel de Medicina afirmó:
“Aceptar que después de la concepción hay un nuevo ser humano no es ya una cuestión de gusto o de opinión, es una evidencia experimental. Por lo tanto, producir un aborto es asesinar a un ser humano. Si se condena el asesinato de personas, abortar se debería condenar igualmente.”
Las personas que defienden el aborto, tienen sus razones para defender esta criminalidad, las más típicas son:
El embarazo por violación: De manera que porque un maniaco sexual a dejado embarazada a una muchacha ¿se condena a muerte al niño? que castiguen al violador. Y si después esa chica no quiere a ese HIJO SUYO que lo dé en adopción.
Pone en peligro la vida de la madre: Según los médicos hoy día con los avances tecnológicos que hay, es una mentira que se ponga en peligro la vida de la madre. Hay muchísimas formas de sacar el embarazo adelante.
Malformaciones: ¿Sólo tienen derecho a vivir los sanos? ¿El remedio de curar enfermedades es matar al enfermo? Si el niño sale con malformaciones que se le asista con sus defectos. No hay derecho de condenarle a muerte porque el no ha hecho nada.
Además, hay muchos fallos cuando los médicos diagnostican que el niño saldrá malformado, el ejemplo de una madre que la recomendaron abortar porque su hija iba a salir con malformaciones. Esta mujer tuvo la valentía de sacar a la niña adelante y 25 años después esa hija suya fue Miss Italia, era un monstruo, un monstruo de la belleza.
Y para terminar, expongo las consecuencias que sufren muchas madres después de matar a sus hijos:
Según el Dr. D. Antonio Pezco, Ginecólogo:
Remordimientos de conciencia, sobre todo en las jóvenes de 16 a 25 años. Matrimonios que no tienen el valor de mirarse a la cara después de abortar a su hijo y terminan divorciándose. Padres que ayudan a sus hijas a matar a sus nietos y después se odian mutuamente. Gran cantidad de depresiones en mujeres que han abortado voluntariamente. Las mujeres que han abortado voluntariamente, presentan en el 41% de los casos trastornos mentales y muchas otras acaban suicidándose en la fecha que han abortado o que debería haber nacido su hijo.
P. Jorge Loring
Para Salvarte
lunes, 2 de mayo de 2011
Beato Juan Pablo II: Homilía de Benedicto XVI
Queridos hermanos y hermanas.
Hace seis años nos encontrábamos en esta Plaza para celebrar los funerales del Papa Juan Pablo II. El dolor por su pérdida era profundo, pero más grande todavía era el sentido de una inmensa gracia que envolvía a Roma y al mundo entero, gracia que era fruto de toda la vida de mi amado Predecesor y, especialmente, de su testimonio en el sufrimiento. Ya en aquel día percibíamos el perfume de su santidad, y el Pueblo de Dios manifestó de muchas maneras su veneración hacia él. Por eso, he querido que, respetando debidamente la normativa de la Iglesia, la causa de su beatificación procediera con razonable rapidez. Y he aquí que el día esperado ha llegado; ha llegado pronto, porque así lo ha querido el Señor: Juan Pablo II es beato.
Deseo dirigir un cordial saludo a todos los que, en número tan grande, desde todo el mundo, habéis venido a Roma, para esta feliz circunstancia, a los señores cardenales, a los patriarcas de las Iglesias católicas orientales, hermanos en el episcopado y el sacerdocio, delegaciones oficiales, embajadores y autoridades, personas consagradas y fieles laicos, y lo extiendo a todos los que se unen a nosotros a través de la radio y la televisión.
Éste es el segundo domingo de Pascua, que el beato Juan Pablo II dedicó a la Divina Misericordia. Por eso se eligió este día para la celebración de hoy, porque mi Predecesor, gracias a un designio providencial, entregó el espíritu a Dios precisamente en la tarde de la vigilia de esta fiesta. Además, hoy es el primer día del mes de mayo, el mes de María; y es también la memoria de san José obrero. Estos elementos contribuyen a enriquecer nuestra oración, nos ayudan a nosotros que todavía peregrinamos en el tiempo y el espacio. En cambio, qué diferente es la fiesta en el Cielo entre los ángeles y santos. Y, sin embargo, hay un solo Dios, y un Cristo Señor que, como un puente une la tierra y el cielo, y nosotros nos sentimos en este momento más cerca que nunca, como participando de la Liturgia celestial.
«Dichosos los que crean sin haber visto» (Jn 20, 29). En el evangelio de hoy, Jesús pronuncia esta bienaventuranza: la bienaventuranza de la fe. Nos concierne de un modo particular, porque estamos reunidos precisamente para celebrar una beatificación, y más aún porque hoy un Papa ha sido proclamado Beato, un Sucesor de Pedro, llamado a confirmar en la fe a los hermanos. Juan Pablo II es beato por su fe, fuerte y generosa, apostólica. E inmediatamente recordamos otra bienaventuranza: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo» (Mt 16, 17). ¿Qué es lo que el Padre celestial reveló a Simón? Que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Por esta fe Simón se convierte en «Pedro», la roca sobre la que Jesús edifica su Iglesia. La bienaventuranza eterna de Juan Pablo II, que la Iglesia tiene el gozo de proclamar hoy, está incluida en estas palabras de Cristo: «Dichoso, tú, Simón» y «Dichosos los que crean sin haber visto». Ésta es la bienaventuranza de la fe, que también Juan Pablo II recibió de Dios Padre, como un don para la edificación de la Iglesia de Cristo.
Pero nuestro pensamiento se dirige a otra bienaventuranza, que en el evangelio precede a todas las demás. Es la de la Virgen María, la Madre del Redentor. A ella, que acababa de concebir a Jesús en su seno, santa Isabel le dice: «Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá» (Lc 1, 45). La bienaventuranza de la fe tiene su modelo en María, y todos nos alegramos de que la beatificación de Juan Pablo II tenga lugar en el primer día del mes mariano, bajo la mirada maternal de Aquella que, con su fe, sostuvo la fe de los Apóstoles, y sostiene continuamente la fe de sus sucesores, especialmente de los que han sido llamados a ocupar la cátedra de Pedro. María no aparece en las narraciones de la resurrección de Cristo, pero su presencia está como oculta en todas partes: ella es la Madre a la que Jesús confió cada uno de los discípulos y toda la comunidad. De modo particular, notamos que la presencia efectiva y materna de María ha sido registrada por san Juan y san Lucas en los contextos que preceden a los del evangelio de hoy y de la primera lectura: en la narración de la muerte de Jesús, donde María aparece al pie de la cruz (cf. Jn 19, 25); y al comienzo de los Hechos de los Apóstoles, que la presentan en medio de los discípulos reunidos en oración en el cenáculo (cf. Hch. 1, 14).
También la segunda lectura de hoy nos habla de la fe, y es precisamente san Pedro quien escribe, lleno de entusiasmo espiritual, indicando a los nuevos bautizados las razones de su esperanza y su alegría. Me complace observar que en este pasaje, al comienzo de su Primera carta, Pedro no se expresa en un modo exhortativo, sino indicativo; escribe, en efecto: «Por ello os alegráis», y añade: «No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación» (1 P 1, 6.8-9). Todo está en indicativo porque hay una nueva realidad, generada por la resurrección de Cristo, una realidad accesible a la fe. «Es el Señor quien lo ha hecho –dice el Salmo (118, 23)- ha sido un milagro patente», patente a los ojos de la fe.
Queridos hermanos y hermanas, hoy resplandece ante nuestros ojos, bajo la plena luz espiritual de Cristo resucitado, la figura amada y venerada de Juan Pablo II. Hoy, su nombre se añade a la multitud de santos y beatos que él proclamó durante sus casi 27 años de pontificado, recordando con fuerza la vocación universal a la medida alta de la vida cristiana, a la santidad, como afirma la Constitución conciliar sobre la Iglesia Lumen gentium. Todos los miembros del Pueblo de Dios –Obispos, sacerdotes, diáconos, fieles laicos, religiosos, religiosas- estamos en camino hacia la patria celestial, donde nos ha precedido la Virgen María, asociada de modo singular y perfecto al misterio de Cristo y de la Iglesia. Karol Wojtyła, primero como Obispo Auxiliar y después como Arzobispo de Cracovia, participó en el Concilio Vaticano II y sabía que dedicar a María el último capítulo del Documento sobre la Iglesia significaba poner a la Madre del Redentor como imagen y modelo de santidad para todos los cristianos y para la Iglesia entera. Esta visión teológica es la que el beato Juan Pablo II descubrió de joven y que después conservó y profundizó durante toda su vida. Una visión que se resume en el icono bíblico de Cristo en la cruz, y a sus pies María, su madre. Un icono que se encuentra en el evangelio de Juan (19, 25-27) y que quedó sintetizado en el escudo episcopal y posteriormente papal de Karol Wojtyła: una cruz de oro, una «eme» abajo, a la derecha, y el lema: «Totus tuus», que corresponde a la célebre expresión de san Luis María Grignion de Monfort, en la que Karol Wojtyła encontró un principio fundamental para su vida: «Totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt. Accipio Te in mea omnia. Praebe mihi cor tuum, Maria -Soy todo tuyo y todo cuanto tengo es tuyo. Tú eres mi todo, oh María; préstame tu corazón». (Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, n. 266).
El nuevo Beato escribió en su testamento: «Cuando, en el día 16 de octubre de 1978, el cónclave de los cardenales escogió a Juan Pablo II, el primado de Polonia, cardenal Stefan Wyszyński, me dijo: "La tarea del nuevo Papa consistirá en introducir a la Iglesia en el tercer milenio"». Y añadía: «Deseo expresar una vez más gratitud al Espíritu Santo por el gran don del Concilio Vaticano II, con respecto al cual, junto con la Iglesia entera, y en especial con todo el Episcopado, me siento en deuda. Estoy convencido de que durante mucho tiempo aún las nuevas generaciones podrán recurrir a las riquezas que este Concilio del siglo XX nos ha regalado. Como obispo que participó en el acontecimiento conciliar desde el primer día hasta el último, deseo confiar este gran patrimonio a todos los que están y estarán llamados a aplicarlo. Por mi parte, doy las gracias al eterno Pastor, que me ha permitido estar al servicio de esta grandísima causa a lo largo de todos los años de mi pontificado». ¿Y cuál es esta «causa»? Es la misma que Juan Pablo II anunció en su primera Misa solemne en la Plaza de San Pedro, con las memorables palabras: «¡No temáis! !Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!». Aquello que el Papa recién elegido pedía a todos, él mismo lo llevó a cabo en primera persona: abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante, fuerza que le venía de Dios, una tendencia que podía parecer irreversible. Con su testimonio de fe, de amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad, este hijo ejemplar de la Nación polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del Evangelio. En una palabra: ayudó a no tener miedo de la verdad, porque la verdad es garantía de libertad. Más en síntesis todavía: nos devolvió la fuerza de creer en Cristo, porque Cristo es Redemptor hominis, Redentor del hombre: el tema de su primera Encíclica e hilo conductor de todas las demás.
Karol Wojtyła subió al Solio de Pedro llevando consigo la profunda reflexión sobre la confrontación entre el marxismo y el cristianismo, centrada en el hombre. Su mensaje fue éste: el hombre es el camino de la Iglesia, y Cristo es el camino del hombre. Con este mensaje, que es la gran herencia del Concilio Vaticano II y de su «timonel», el Siervo de Dios el Papa Pablo VI, Juan Pablo II condujo al Pueblo de Dios a atravesar el umbral del Tercer Milenio, que gracias precisamente a Cristo él pudo llamar «umbral de la esperanza». Sí, él, a través del largo camino de preparación para el Gran Jubileo, dio al Cristianismo una renovada orientación hacia el futuro, el futuro de Dios, trascendente respecto a la historia, pero que incide también en la historia. Aquella carga de esperanza que en cierta manera se le dio al marxismo y a la ideología del progreso, él la reivindicó legítimamente para el Cristianismo, restituyéndole la fisonomía auténtica de la esperanza, de vivir en la historia con un espíritu de «adviento», con una existencia personal y comunitaria orientada a Cristo, plenitud del hombre y cumplimiento de su anhelo de justicia y de paz.
Quisiera finalmente dar gracias también a Dios por la experiencia personal que me concedió, de colaborar durante mucho tiempo con el beato Papa Juan Pablo II. Ya antes había tenido ocasión de conocerlo y de estimarlo, pero desde 1982, cuando me llamó a Roma como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, durante 23 años pude estar cerca de él y venerar cada vez más su persona. Su profundidad espiritual y la riqueza de sus intuiciones sostenían mi servicio. El ejemplo de su oración siempre me ha impresionado y edificado: él se sumergía en el encuentro con Dios, aun en medio de las múltiples ocupaciones de su ministerio. Y después, su testimonio en el sufrimiento: el Señor lo fue despojando lentamente de todo, sin embargo él permanecía siempre como una «roca», como Cristo quería. Su profunda humildad, arraigada en la íntima unión con Cristo, le permitió seguir guiando a la Iglesia y dar al mundo un mensaje aún más elocuente, precisamente cuando sus fuerzas físicas iban disminuyendo. Así, él realizó de modo extraordinario la vocación de cada sacerdote y obispo: ser uno con aquel Jesús al que cotidianamente recibe y ofrece en la Eucaristía.
En el texto de la homilía: ¡Dichoso tú, amado Papa Juan Pablo, porque has creído! Te rogamos que continúes sosteniendo desde el Cielo la fe del Pueblo de Dios. [E improvisando, Benedicto XVI añadió:] Tantas veces nos has bendecido desde esta plaza. Santo Padre, hoy te pedimos, bendícenos. Amén.
zenit.org
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