La oración es básicamente el diálogo personal con Dios, realizado con palabras espontáneas o con fórmulas cristianas tradicionales (el Padrenuestro, el Avemaría, etc.), o incluso con pocas palabras, pues basta una mirada de afecto, una sonrisa agradecida, un ofrecimiento de una pena.
La oración presupone y demuestra la fe, y también la fortalece. Y siempre, de alguna manera, se traduce en compromiso de servicio: no tiene nada que ver con una huída de la vida, de las necesidades de los demás o de los asuntos cotidianos, la mayoría bien normales o corrientes, y de los otros no tan corrientes, pero que la vida trae consigo en forma de dificultades o crisis.
En casa de su amigo Lázaro, Jesús le dice a Marta: «Marta, Marta, tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. Pero una sola cosa es necesaria: María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada» (Lc. 10, 38-42). Esto no significa que Marta tuviera que abandonar sus tareas para sentarse como su hermana a escuchar al Maestro. Significa que el activismo sin la oración no sirve de mucho, y puede convertirse en un obstáculo para uno mismo y para los otros. Se trata de una llamada a la prioridad de la oración como raíz y alimento, impulso y alma de la vida ordinaria. Y, para la mayor parte de los cristianos (los fieles laicos), es una exhortación a la contemplación de Dios, suma belleza, bien y verdad; no «al margen de» lo ordinario, sino «en y por» las mismas tareas familiares, profesionales y sociales de cada día.
Esto en la práctica se consigue si se dedican ratos diarios, concretos y exclusivos a la oración (sin hacer otra cosa); y con un esfuerzo, sostenido por la dirección espiritual, para convertir el día en una relación con Dios que tenga por centro y raíz la Eucaristía. Todo ello, sin salirse cada uno de su sitio, de las actividades normales y de los propios deberes con los demás, con el convencimiento de que la oración es garantía de una vida humana y cristiana plena. (…)
Y así el cristiano poco a poco va aprendiendo a contemplar cuanto le rodea con los ojos de Cristo, a amar con Su corazón, a cultivar el espíritu de servicio y entrega por el bien de todos.
iglesia.org
lunes, 4 de abril de 2011
Oración y vida corriente
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