A todos cuantos nos leen a través de los medios de comunicación, dirijo estas letras para hablaros de una experiencia capaz de motivarnos a la esperanza, al ánimo y a la FE. A todos, sean creyentes o no, les animo a buscar y a descubrir una respuesta que no se detenga en lo que nos ocurre en el presente más inmediato sino que sea capaz de trascender a todos los ámbitos nuestro ser, una respuesta pues, que podamos entender en clave de sentido, el sentido de nuestra vida. Cuestionamiento que sólo nosotros, los seres humanos, podemos formular, dado que somos los únicos que poseemos la facultad de razonar, de discernir y por ende, los únicos que tenemos la capacidad y la posibilidad de elegir y de evolucionar espiritualmente.
Para dar con esta respuesta, os invito a cruzar una puerta, una puerta que permanece abierta para todos y tras la cual la luz siempre permanece encendida, una luz que es capaz de irradiar e infundir en nosotros la FE, la confianza. Porque lo que a modo de anticipo experimentamos como efecto "en lo más íntimo de nuestra intimidad" (San Agustín), la merece absolutamente.
"Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22)" (Porta fidei, Benedicto XVI).
El descubrimiento de Dios en nuestra vida, supone el descubrimiento de cual es nuestro lugar en el mundo y que es lo mejor que podemos hacer en él, nos permitirá entender el curso de nuestra vida, descifrar muchos interrogantes que de otra manera nos sería muy difícil comprender, nos dará valor para sobrellevar las dificultades, pero sobre todo dignificará y resaltará de un modo diferente y único nuestro que hacer, nuestro dar, nuestro amar y nuestro vivir. En definitiva, se hace verdad aquello que el Concilio Vaticano II apuntó hace ahora 50 años, y es que "el misterio del hombre, se esclarece a luz del misterio del Verbo encarnado" (Gaudium et spes, nº22), es decir, cuando miramos a Cristo comprendemos todo lo que significa ser humanos de verdad.
"Para este Año de la fe no se ha inventado el Papa un mensaje, vuelve a insistir en el mismo, en la centralidad de Cristo, Caritas Christi urget nos (el amor de Cristo nos urge) (2 Co 5, 14): es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, Él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la Tierra (cf. Mt 28, 19)" (Carta pastoral La puerta abierta de la fe, Mons. Jose Manuel Lorca).
A todos cuantos leéis este mensaje, os invito a vivir la oportunidad de encontraros con el que es el Camino, la Verdad y la Vida de todos los hombres y mujeres del mundo. Nuestra parroquia (San Bartolomé de Librilla), acompañada del testimonio de uno de los apóstoles del Maestro, Bartolomé, quien oyó, vió y creyó hasta dar la vida por Él y por el Evangelio, intercederá para que vayamos despertando a la fe, creciendo en la fe, llenarnos de fe, para que vayamos construyendo un pueblo que camina en la Verdad, que vive en la Verdad, porque ha conocido a Dios, y ha confiado en ÉL.
Os invito a acercaros a vuestra propia parroquia, a dedicar un poquito de vuestro tiempo a cuidar vuestra interioridad, a formaros, a orar ante el Señor, a coger la Palabra de Dios, leerla, meditarla... os invito a cruzar una puerta, la de la fe. Lo que hay detrás de ella, es fascinante. Detrás de ella, hay Alguien que te quiere de verdad, que tiene una Palabra para ti, que es capaz de darte la fuerza que necesitas para no decaer nunca, detrás de ella está: el sentido de tu vida, detrás de ella está: JESUCRISTO. Esta es la experiencia que yo he tenido y no me la podía callar, por eso he querido compartirla mediante este altavoz.
Terminaré mis palabras con un suspiro, el mismo que le nació del corazón al nuevo doctor de la Iglesia, San Juan de Ávila: "ojalá tuviera mil millones de lenguas para anunciar a Jesucristo". Como sólo tengo una, os suplico que todas las vuestras, se alcen al viento con fuerza para proclamar y confesar que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre (Filipenses 2:9-11).
Que Dios os guarde en su Amor.
P. Alejandro Cases Ramón, párroco de San Bartolomé de Librilla.
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jueves, 18 de octubre de 2012
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