A veces, cuando miras a tu alrededor, cuando tratas de hacer silencio y escuchar, parece que en medio de la vida te vas quedando con muchas puestas en escena y pocos testimonios; con exceso de fotografías y escasas vivencias; con palabras de sobra y ausencia de compromiso; con pocas semejanzas y un mar de diferencias.
A veces, cuando quieres elegir, parece que quien tiene la imagen más fuerte es el mejor; que quien hace más ruido es el que realiza la mejor propuesta; que el más grande es el que más tiene y, el que más ayuda, es el que más se mueve...
Luego, cuando -a veces- sientes que te pierdes entre tantos caminos confusos, cuando crees que la verdad se te escapa entre escaparates de luz artificial, cuando las sombras oscurecen la convivencia entre los hombres y los pequeños y débiles son eclipsados por los grandes y fuertes, parece que la vida humana ha perdido su importancia, que ha perdido su trascendencia.
Mas luego, cuando -a veces- encuentras a tu lado la frescura de los sencillos de corazón, sientes que el camino se abre ante tus ojos, que la verdad se enraíza en las honduras de tu ser y que la vida estalla a tu alrededor en mil fragmentos de alegría. Sientes que la humanidad es tu hogar y todos los hombres tus hermanos, sientes un gozo tan pleno que sólo puedes conservarlo si lo compartes con otros. Al menos es lo que siento yo a veces-, cuando recuerdo el ejemplo de aquella mujer -una enfermera de un pequeño hospital de provincia- que conocí tiempo atrás.
Trabajaba durante el turno de la noche y se desempeñaba siempre contenta, dispuesta, sin quejarse de cansancio. Cuidaba con delicadeza de cada enfermo y trataba con digno respeto a todos. Y sonreía. Siempre sonreía.
Llegué a pensar que sería formidable tener su naturaleza tranquila. Pero todo iba más allá de la naturaleza o el carácter y, un día, conocí cuál era el motivo de su desempeño ejemplar: en lo más candente de una discusión entre varias personas de distinto credo acerca de la mejor manera de "servir" a Dios, intervino serena -como siempre- y zanjó la cuestión con estas palabras: "si en verdad quieren servir a Dios, déjense de diferencias. Luego, vayan a hacerse cargo de sus enfermos." Éste ha sido su testimonio.
El testimonio de una vida, por elección vivida en el silencio del deber cumplido... por amor a Dios.
iglesia.org
viernes, 26 de junio de 2009
"Déjense de diferencias"
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