«José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu esposa, porque lo concebido en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1, 20-21). La respuesta personal que Dios ha ofrecido humanamente a nuestra sed de infinito, su propio Hijo, supera todos nuestros deseos. Es absolutamente sobreabundante. Y, sin embargo, como dice el ángel a José - cuyo corazón se había llenado de temor ante algo incomprensible para él - dicha respuesta es lo más concreto que existe, tiene hasta un nombre preciso: Jesús.
La respuesta de Dios al hombre es una Persona: su Hijo Jesús. Es importantísimo que no pasemos por alto esta afirmación: Dios no ha querido respondernos dictándonos unos principios doctrinales o enseñándonos un camino moral para que pudiésemos recorrerlo. El Papa nos lo enseña al principio de la encíclica Deus caritas est: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (DCE 1).
Dios nos ha respondido enviando a su Hijo. Un Hijo al que podemos llamar con su nombre propio: Jesús.
Por eso la tarea de la vida es la amistad con Jesús, conocerle y amarle. Convivir con Jesús es el modo para que nuestro corazón sacie permanentemente su sed. Es impresionante que el Evangelio describa la primera intención de Jesús al elegir a sus amigos más directos, los doce, con estas palabras: «instituyó doce para que estuvieran con él» (Mc 3, 14). Estar con Cristo: esta es la respuesta, este es el camino, esto es ser cristiano. Y esto, atención, es el contenido de la vida: porque la vida se nos ha dado para que nuestro corazón se sacie, para que seamos felices.
Normalmente cuando nos hacemos amigos de alguien, vamos conociendo, poco a poco, su vida: quienes son sus padres, dónde ha nacido y crecido, qué es lo que le gusta y lo que prefiere evitar. También la amistad con Jesucristo implica conocerle más y más, para poder seguirle. El misterio de la Navidad, que pronto celebraremos, es una ocasión privilegiada para profundizar en el conocimiento de Jesús.
madrid11.com
miércoles, 22 de junio de 2011
La respuesta tiene un nombre
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