miércoles, 9 de septiembre de 2009

Vida Familiar

La unión familiar se logra cada día con la comunicación, atención y cuidados que mutuamente se den los esposos, y ellos a sus hijos.
Esposas, sed dóciles a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras esposas y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedecer en todo a vuestros padres porque esto agrada al Señor. Padres, no os excedáis al reprender a vuestros hijos, no sea que se vuelvan pusilánimes.

¿Quiénes son los principales educadores de los hijos? ¿Es el hogar la primera escuela de la vida cristiana?

Los padres son los primeros y principales educadores de sus hijos. Los efectos del amor matrimonial se extienden a la vida moral, espiritual y sobrenatural que los padres dan a sus hijos por medio de la educación. La obligación fundamental de la familia es preservar la vida, actualizar en la historia las bendiciones originales del Creador: transmitir por medio de la procreación la imagen divina de persona a persona.

Al darse uno al otro y a sus hijos, las parejas casadas se dan a Dios. Aquí es donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal del padre de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros de la familia «en la recepción de los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la renuncia y el amor que se traduce en obras.» El hogar es en sí la primera escuela de la vida cristiana y «escuela del más rico humanismo». Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado y, sobre todo, el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de su vida.

¿Cómo pueden los hijos ser preparados para un matrimonio futuro exitoso?

El enfoque que los jóvenes dan al matrimonio es un factor muy importante para el éxito de la familia. Necesitan entender que el matrimonio es una vocación que requiere de una preparación práctica. La mejor escuela para el matrimonio es el hogar. En la vida familiar es donde se educan los jóvenes para sus futuros matrimonios. Como escribe el Papa Juan Pablo II: «La preparación remota empieza en la niñez temprana, en esa preparación familiar sabia que conduce a los niños a descubrir que están dotados de una psicología rica y compleja y de una personalidad particular, con sus propias cualidades y defectos...»

La preparación próxima presentará al matrimonio como una relación interpersonal de un hombre y una mujer que tienen que desarrollarse continuamente, y los motivará para que estudien la naturaleza de la sexualidad conyugal y la paternidad responsable, con los conocimientos médicos y biológicos básicos relacionados con esto.

¿Hay algunas pautas para los padres cristianos?


Estas pautas podrían ayudar no sólo a preservar la unidad, sino a formar hogares felices y alegres.
- La renuncia es la base del matrimonio. Se dan uno al otro, con frecuencia sacrificando los propios deseos por el bien del ser amado. La persona se esfuerza por tomar su cruz y cargarla con amor. El matrimonio es para el hombre maduro, que sabe que su vida y trabajo están a disposición de su esposa y de sus hijos, y para la mujer madura, que sabe que su vida y trabajo son el cuidado y el servicio que ella da a su esposo e hijos.

- Tener una disposición generosa es el reto de la paternidad responsable. La institución del matrimonio y el amor conyugal están orientados por su propia naturaleza a la procreación y educación de los hijos. Estos son el supremo regalo del matrimonio. Dar a los hijos tiempo, atención, amor, y sobre todo, respeto.

- Respetar a su esposo(a). La persona con quien uno se casa es un hijo de Dios, hecho a su imagen y semejanza. Por el matrimonio, los esposos comparten una unión que fue establecida por el propio Dios y elevada por Cristo a la dignidad de sacramento. Se comparte una unión que es una vocación a la santidad y un medio para alcanzar la salvación eterna. En verdad, para un esposo, su esposa es su camino al cielo; para una esposa, su esposo es su camino al cielo; para ambos sus hijos son su camino al cielo.

- Confiar plenamente uno en el otro. La desconfianza daña al amor. Es una obligación justa confiar en el vecino y amigo más cercanos, en este caso los esposos. Juzgar sin evidencias y actuar celosamente es un pecado: un pecado contra la justicia y también contra la caridad.

- Hacer cosas juntos. El esposo y la esposa deben encontrar felicidad y alegría en su propio hogar y en la compañía de sus hijos. Su compañía preferente debe ser su esposo(a) y sus hijos. El compartir mantiene a los padres y a los hijos unidos. Es indispensable ser capaces de compartirse uno mismo -cualidades buenas y malas- con una familia y ser aceptado para tener una estrecha relación con el Señor.

- Hacer del hogar un lugar agradable. El esposo y la esposa tienen la responsabilidad de hacer que en su hogar reine la felicidad y la alegría, un lugar que sea agradable por su presencia y por su interés en todo lo relacionado con la familia. La casa debe estar limpia y ordenada, mientras se permite que los niños jueguen con naturalidad y espontaneidad. Los alimentos deben estar bien preparados, bien balanceados y adecuados pero sin exageraciones. La familia también se une cuando la tragedia la golpea y en celebraciones alegres de los sacramentos.

- Perdonar y buscar la reconciliación. Una y otra vez, hay que dejar pasar las viejas heridas y rencores para hacer las paces. La regla de no decir nada cuando no se puede alabar se aplica perfectamente entre los esposos. Corrige a tu esposa, pero en privado y con prudencia. No conviene regañarse, reñir ni criticarse en público, pero sobre todo en presencia de los hijos.

- Tratar de no pelear o discutir. Las discusiones tienden a empeorar, en lugar de solucionar los problemas. Con frecuencia, la persona que grita más es la que está equivocada. Los casados deben aprender a controlar su carácter y a no pelear ni discutir en frente de los hijos porque éstos pueden salir lastimados, traumatizados o desilusionados por este comportamiento. Cuando empiezan sus noviazgos en años posteriores, los hijos que han presenciado con regularidad las peleas y discusiones de sus padres, tenderán a aceptar, como normal, este comportamiento de su futuro cónyuge, continuando el ciclo.

- Tener la actitud correcta hacia el sexo. La sexualidad está orientada al amor conyugal de hombre y mujer. Dios creó el sexo para la procreación de los hijos y para la entrega mutua total. La intención de Dios respecto al placer relacionado con el sexo es atraer al esposo y a la esposa para que cooperen con El en la transmisión de la vida humana, mientras se fomenta la unidad y la intimidad entre ellos. Es un regalo de Dios para la pareja casada. Para una pareja casada, el sexo es la expresión de la entrega mutua que fomenta y enriquece su amor entre sí y para con Dios. El acto matrimonial, dentro de un matrimonio válido y llevado a cabo de acuerdo con el plan de Dios, es una fuente de santificación y de mérito.

- Distribuir el dinero de la familia en una forma prudente. El dinero está destinado a servir al bienestar de todos los miembros de la familia. Debe emplearse como otro medio para crecer en generosidad y templanza.

- Cuidar la propia formación espiritual. Hay progreso en el matrimonio cuando el esposo y la esposa saben y practican la fe católica. Dedicar un poco de tiempo en leer la Biblia y un libro sobre la fe católica, es nutrir la formación espiritual. En la familia, los padres deben ser los primeros en predicar la fe a sus hijos por medio de la palabra y el ejemplo; también deben estimular la vocación adecuada a cada uno, especialmente la vocación del estado sacerdotal. Al fomentar el crecimiento espiritual, los hijos escucharán el llamado de Dios y estarán abiertos a la gracia de Dios.

- Orar juntos. Agradecer a Dios por las bendiciones, tratar de adquirir fortaleza y pedirle su guía en las crisis y titubeos. Dios responde a las oraciones pero en ocasiones en forma inesperada. Nuestro Señor bendijo la oración en conjunto al prometer que cuando dos o más personas se unieran en su nombre ahí estaría El. Bendecir siempre los alimentos. Además, rezar el Rosario en familia es una hermosa plegaria y una verdadera unión con la Santísima Virgen María, Madre de Dios y nuestra Madre.

- Afirmar la vida. La vida es un precioso don de Dios. Debemos enfrentarnos a lo que destruye la vida como el asesinato, el aborto, el suicidio, la eutanasia, etc. El arma más eficaz contra las fuerzas que atacan la vida es la bienvenida que las familias dan a la nueva vida.

¿Quién es responsable de la calidad de vida familiar y del bienestar de los hijos? ¿Debe la esposa trabajar fuera del hogar?

Ambos padres deben supervisar el bienestar de sus hijos y la calidad de la vida familiar; ambos deben enfrentar las decisiones de sus respectivas obligaciones y responsabilidades. Las madres tienen un camino particular y con frecuencia difícil de seguir.

Las enseñanzas de los Papas y obispos enfatizan que la sociedad debe ser estructurada en forma tal que las esposas y madres no tengan que trabajar fuera del hogar cuando sus familias puedan vivir y prosperar en una forma digna, aún cuando ellas mismas dediquen todo su tiempo a su familia.

Dios hizo a hombres y mujeres con la misma dignidad y responsabilidad personales. Esa igualdad justifica el acceso de la mujer a las funciones públicas en la sociedad. En una sociedad donde un gran porcentaje de mujeres son madres que trabajan, con frecuencia es fácil confundir su papel como mujer de carrera, esposa y madre. Sin embargo, la elección de una carrera debe hacerse en tal forma que no se contraponga con la feminidad de la mujer ni con las funciones de esposa y madre. El trabajo de medio tiempo y las incapacidades por maternidad pueden beneficiar a la familia. Sin embargo, la mujer debe estar en constante alerta a la fatiga, a un cambio en las prioridades y a una realización de su papel fundamental en el hogar.

Una cosa es que las mujeres decidan trabajar fuera de su hogar para su crecimiento personal, satisfacer las responsabilidades financieras y contribuir con su talento; otra es que estén obligadas a trabajar por la necesidad económica. El mercado y la cultura popular tienden a separar a los esposos entre sí y de sus hijos. La Iglesia les recuerda la naturaleza íntima irreemplazable y personal del trabajo del hogar. El trabajo de la mujer en el hogar debe ser reconocido y respetado como un valor por su propio derecho. Como siempre, lo que la esposa y el esposo decidan respecto a esto, deberá ser evaluado a la luz del bienestar de toda la familia.

¿Cuál puede ser el trabajo más importante para una esposa y madre?

Servir a la familia -organizar y llevar una casa- puede ser la tarea más importante y satisfactoria de una mujer casada. El equipo moderno y la ayuda del marido y los hijos pueden simplificar esta tarea. Además, para una familia feliz, son vitales el establecimiento de prioridades; atender su hogar, con la ayuda de sus estudios profesionales, en el desarrollo de los niños, la nutrición y las habilidades sociales, así como su experiencia.

La mujer está llamada a llevar a la familia, a la sociedad civil y a la Iglesia, algo característico que le es propio y que sólo ella puede dar: su delicada ternura, su generosidad incansable, su amor por lo concreto, su agudeza de ingenio, su capacidad de intuición, su piedad profunda y sencilla, su tenacidad... La feminidad no es auténtica si no advierte la hermosura de esa aportación insustituible y no la incorpora a su propia vida.

Pbro. Pablo Arce Gargollo y James P. Socías
encuentra.com

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